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Diseño de Cubierta: Inés María García Savntos<br />

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido<br />

por la ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las<br />

correspondientes indemnizaciones por daños y prejucios, para quienes<br />

reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en<br />

todo o en parte, una obra literaria, artística o científica o su transformación,<br />

interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o<br />

comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.<br />

© Ediciones Blume .S.A 1987 2008<br />

Calle Juan Ignacio de Luca 1587 Madrid<br />

Depósito Legal: M. 12.533.<br />

ISBN: 978-98-9867-6754<br />

Printed in Spain<br />

Impreso en Fernandez Ciudad S.L Madid<br />

Hechos punibles con<br />

penas de cárcel no son<br />

los únicos crímenes.<br />

Osuma Dazai


Primeros años<br />

Inicios de su carrera literaria<br />

Madurez<br />

Sus últimos años<br />

Obra<br />

ÍNDICE<br />

11 - 15<br />

17 - 24<br />

25 - 28<br />

29 - 33<br />

34 - 50


SHUJI TSUSHIMA<br />

11<br />

PRIMEROS AÑOS<br />

os doce cuentos de este libro fueron<br />

escritos en el curso de los últimos dieciocho<br />

años. No sé por qué, aquel<br />

sueño ejemplar lo interpreté como<br />

una toma de conciencia de mi identidad,<br />

y pensé que era un buen punto<br />

de partida para escribir sobre las cosas extrañas<br />

que les suceden a los latinoamericanos en Europa.<br />

Fue un hallazgo alentador, pues había terminado<br />

poco antes El Otoño del Patriarca, que fue mi<br />

trabajo más arduo y azaroso, y no encontraba por<br />

dónde seguir. Antes de su forma actual, cinco<br />

de ellos fueron notas periodísticas y guiones de<br />

cine, y uno fue un serial de televisión. Otro lo<br />

conté hace quince años en una entrevista grabada,<br />

y el amigo a quien se lo conté lo transcribió y lo<br />

publicó, y ahora lo he vuelto a escribir a partir<br />

de esa versión. Ha sido una rara experiencia cre-


OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

Tenía el nombre de Belisa Crepusculario, pero no por fe de bautismo o<br />

acierto de su madre, sino porque ella misma lo buscó hasta encontrarlo y se<br />

vistió con él. Su oficio era vender palabras. Recorría el país, desde las regiones<br />

más altas y frías hasta las costas calientes, instalándose en las ferias y en<br />

los mercados, donde montaba cuatro palos con un toldo de lienzo, bajo el<br />

cual se protegía del sol y de la lluvia para atender a su clientela.<br />

No necesitaba pregonar su mercadería, porque de tanto caminar por aquí y por<br />

allá, todos la conocían. Había quienes la aguardaban de un año para otro, y<br />

cuando aparecía por la aldea con su atado bajo el brazo hacían cola frente a su<br />

tenderete. Vendía a precios justos.<br />

Por cinco centavos entregaba versos de memoria, por siete mejoraba la<br />

calidad de los sueños, por nueve escribía cartas de enamorados, por doce<br />

inventaba insultos para enemigos irreconciliables. También vendía cuentos,<br />

pero no eran cuentos<br />

de fantasía, sino largas<br />

historias verdaderas<br />

que recitaba de corrido,<br />

sin saltarse nada. Así<br />

llevaba las nuevas de un<br />

pueblo a otro. La gente<br />

le pagaba por agregar<br />

una o dos líneas: nació<br />

un niño, murió fulano,<br />

se casaron nuestros<br />

hijos, se quemaron las<br />

cosechas. En cada lugar<br />

se juntaba una pequeña<br />

multitud a su alrededor<br />

para oírla cuando comenzaba<br />

a hablar y<br />

así se enteraban de las<br />

vidas de otros, de los<br />

parientes lejanos, de<br />

los pormenores de la<br />

Guerra Civil. A quien<br />

le comprara cincuenta<br />

centavos, ella le regalaba<br />

una palabra secreta<br />

para espantar la<br />

melancolía. No era la<br />

Osuma durante el seundario - Tokyo 1920.<br />

misma para todos, por<br />

12<br />

supuesto, porque eso<br />

habría sido un engaño<br />

colectivo. Cada uno<br />

recibía la suya con la<br />

certeza de que nadie<br />

más la empleaba para<br />

ese fin en el universo y<br />

más allá.<br />

Tenía el nombre de<br />

Belisa Crepusculario,<br />

pero no por fe de bautismo<br />

o acierto de su<br />

madre, sino porque<br />

ella misma lo buscó<br />

hasta encontrarlo y se<br />

vistió con él. Su oficio<br />

era vender palabras.<br />

Recorría el país, desde<br />

las regiones más altas<br />

y frías hasta las costas<br />

calientes, instalándose<br />

en las ferias y en<br />

los mercados, donde<br />

montaba cuatro palos<br />

con un toldo de lienzo,<br />

bajo el cual se protegía<br />

del sol y de la lluvia<br />

para atender a su clientela.<br />

No necesitaba<br />

pregonar su mercadería,<br />

porque de tanto<br />

caminar por aquí y<br />

por allá, todos la conocían.<br />

Había quienes<br />

la aguardaban de un<br />

año para otro, y cuando<br />

aparecía por la<br />

aldea con su atado bajo<br />

el brazo hacían cola<br />

frente a su tenderete.<br />

Vendía a precios justos.<br />

Por cinco centavos<br />

entregaba versos<br />

13<br />

de memoria, por siete<br />

mejoraba la calidad de<br />

los sueños, por nueve<br />

escribía cartas de enamorados,<br />

por doce<br />

inventaba insultos para<br />

enemigos irreconciliables.<br />

También vendía<br />

cuentos, pero no eran<br />

cuentos de fantasía,<br />

sino largas historias<br />

verdaderas que recitaba<br />

de corrido, sin saltarse<br />

nada. Así llevaba las<br />

nuevas de un pueblo<br />

a otro. La gente le<br />

pagaba por agregar una<br />

o dos líneas: nació un<br />

niño, murió fulano, se<br />

casaron nuestros Vendía<br />

a precios justos. Por<br />

cinco centavos entregaba<br />

versos de memoria,<br />

por siete mejoraba<br />

la calidad de los sueños,<br />

por nueve escribía cartas<br />

de enamorados, por<br />

doce inventaba insultos<br />

para enemigos ir-


OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

reconciliables. También vendía cuentos, pero no eran cuentos de fantasía,<br />

sino largas historias verdaderas que recitaba de corrido, sin saltarse nada. Así<br />

llevaba las nuevas de un pueblo a otro. Antes de su forma actual, cinco de<br />

ellos fueron notas periodísticas y guiones de cine, y uno fue un serial de<br />

televisión. Otro lo conté hace quince años en una entrevista grabada, y el<br />

amigo a quien se lo conté lo transcribió y lo publicó, y ahora lo he vuelto<br />

a escribir a partir de esa versión. Ha sido una rara experiencia creativa que<br />

merece ser explicada, aunque sea para que los niños que quieren ser escritores<br />

cuando sean grandes sepan desde ahora qué insaciable y abrasivo es el<br />

vicio de escribir. La primera idea se me ocurrió a principios de la década<br />

de los setenta, a propósito de un sueño esclarecedor que tuve después de<br />

cinco años de vivir en Barcelona. Soñé que asistía a mi propio entierro, a<br />

pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero<br />

Mujeres en Japón 1921.<br />

14<br />

con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo<br />

más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para<br />

estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos,<br />

los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando<br />

empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver<br />

con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. «Eres<br />

el único que no puede irse», me dijo. Sólo entonces comprendí que morir<br />

es no estar nunca más con los amigos.<br />

15


OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

Y por fin llegó el día tan esperado. Los catedráticos del Reino, expertos<br />

en desempleo, llegaron lujosamente ataviados y acompañados de los instrumentos<br />

propios de su condición, tales como libros de conjuros, amuletos<br />

de encontrar trabajo, frascos conteniendo espíritu competitivo, hierbas de<br />

sumisión, medicinas amargas de reducciones salariales, y múltiples varillas de<br />

flexibilización. Los dos sabios de la Universidad de Chinchanflún se habían<br />

presentado con anterioridad por recomendación del Jefe de Protocolo a fin<br />

de poder instalar en el salón del trono los artilugios necesarios para su exposición,<br />

tales como ordenadores personales conectados a pantallas de vídeo,<br />

proyectores de transparencias, y,como una concesión a la tradición, una clásica<br />

pizarra. Pasaron los catedráticos al salón del trono y fueron presentados a<br />

los conferenciantes. Contrastaban los<br />

vestidos de unos y otros: los catedráticos de las tierras del Rey lucían bonetes<br />

en las cabezas, y sobre sus togas negras orladas de puñetas reposaban insignias<br />

y collares correspondientes a su dignidad. Los procedentes del País Maravilloso<br />

eran en cambio una explosión de color en sus diferentes atuendos, que<br />

sólo coincidían en cuanto a las pajaritas que ambos llevaban al cuello a modo<br />

de corbatay en el evidente uso de tirantes por parte de los dos. Los catedráticos<br />

saludaron con una leve inclinación de cabeza y los sabios invitados les<br />

correspondieron con una exhibición de sus blanquísimos dientes en una<br />

sonrisa que ya no les abandonó. INICIOS DE SU CARRERA LITERARIA<br />

16<br />

por fin llegó el día tan esperado. Los<br />

catedráticos del Reino, expertos en<br />

desempleo, llegaron lujosamente<br />

ataviados y acompañados de<br />

los instrumentos propios de su<br />

condición, tales como libros de<br />

conjuros, amuletos de encontrar trabajo, frascos<br />

conteniendo espíritu competitivo, hierbas de<br />

sumisión, medicinas amargas de reducciones<br />

salariales, y múltiples varillas de flexibilización.<br />

Los dos sabios de la Universidad de Chinchanflún<br />

se habían presentado con anterioridad por<br />

recomendación del Jefe de Protocolo a fin de<br />

poder instalar en el salón del trono los artilugios<br />

necesarios para su exposición, tales como<br />

ordenadores personales conectados a pantallas<br />

de vídeo, proyectores de transparencias, y,como<br />

una concesión a la tradición, una clásica pizarra.<br />

17


Pasaron los catedráticos al salón del trono y fueron<br />

presentados a los conferenciantes. Contrastaban<br />

los ras del Rey lucían bonetes en las cabezas,<br />

y sobre sus togas negras orladas de puñetas<br />

reposaban insignias y collares correspondientes a<br />

su dignidad. Los procedentes del País Maravilloso<br />

eran en cambio una explosión de color en sus<br />

diferentes atuendos, que sólo coincidían en<br />

cuanto a las pajaritas que ambos llevaban al cuello<br />

a modo de corbatay en el evidente uso de tirantes<br />

por parte de los dos. Los catedráticos saludaron<br />

con una leve inclinación de cabeza y los sabios<br />

invitados les correspondieron con una exhibición<br />

de sus blanquísimos dientes en una sonrisa que ya<br />

no les abandonó.<br />

Los procedentes del País Maravilloso eran en<br />

cambio una explosión de color en sus diferentes<br />

atuendos, que sólo coincidían en cuanto a las<br />

pajaritas que ambos llevaban al cuello a modo de<br />

corbatay en el evidente uso de tirantes por parte<br />

de los dos.<br />

Los catedráticos saludaron con una leve<br />

inclinación de cabeza y los sabios invitados les<br />

correspondieron con una exhibición de sus<br />

blanquísimos dientes en una sonrisa que ya no<br />

les abandonó. Los catedráticos saludaron con una<br />

leve inclinación de cabeza y los sabios invitados<br />

les correspondieron con una exhibición de sus<br />

blanquísimos dientes en una sonrisa que ya no<br />

les abandonó.<br />

OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

18<br />

Otoño del Patriarca, que fue mi trabajo más arduo<br />

y azaroso, y no encontraba por dónde seguir.<br />

Antes de su forma actual, cinco de ellos fueron<br />

notas periodísticas y guiones de cine, y uno fue<br />

un serial de televisión. Otro lo conté hace quince<br />

años en una entrevista grabada, y el amigo a quien<br />

se lo conté lo transcribió y lo publicó, y ahora lo<br />

he vuelto a escribir a partir de esa versión. Ha<br />

sido una rara experiencia creativa que merece<br />

ser explicada, aunque sea para que los niños que<br />

19<br />

1926 Leyendo en una librería<br />

en Tokio


OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

Tenía el nombre de Belisa Crepusculario, pero no por fe de bautismo o<br />

acierto de su madre, sino porque ella misma lo buscó hasta encontrarlo y<br />

se vistió con él. Su oficio era vender palabras. Recorría el país, desde las<br />

regiones más altas y frías hasta las costas calientes, instalándose en las ferias<br />

y en los mercados, donde montaba cuatro palos con un toldo de lienzo,<br />

bajo el cual se protegía del sol y de la lluvia para atender a su clientela.<br />

No necesitaba pregonar su mercadería, porque de tanto caminar por aquí<br />

y por allá, todos la conocían. Había quienes la aguardaban de un año para<br />

otro, y cuando aparecía por la aldea con su atado bajo el brazo hacían cola<br />

frente a su tenderete. Vendía a precios justos. Por cinco centavos entregaba<br />

versos de memoria, por siete mejoraba la calidad de los sueños, por nueve<br />

escribía cartas de enamorados, por doce inventaba insultos para enemigos<br />

irreconciliables. También vendía cuentos, pero no eran cuentos de fantasía,<br />

sino largas historias verdaderas que recitaba de corrido, sin saltarse nada. Así<br />

llevaba las nuevas de un pueblo a otro.<br />

No necesitaba pregonar su mercadería, porque de tanto caminar por aquí y por<br />

allá, todos la conocían. Había quienes la aguardaban de un año para otro.<br />

La gente le pagaba por agregar una o dos líneas: nació un niño, murió fulano,<br />

se casaron nuestros hijos, se quemaron las cosechas. En cada lugar se<br />

juntaba una pequeña multitud a su alrededor para oírla cuando comenzaba<br />

a hablar y así se enteraban de las vidas de otros, de los parientes lejanos, de<br />

los pormenores de la Guerra Civil. A quien le comprara cincuenta centavos,<br />

ella le regalaba una palabra secreta para espantar la melancolía. No era la<br />

misma para todos, por supuesto, porque eso habría sido un engaño colectivo.<br />

No necesitaba pregonar su mercadería, porque de tanto caminar por<br />

aquí y por allá, todos la conocían. Había quienes la aguardaban de un año<br />

para otro, y cuando aparecía por la aldea con su atado bajo el brazo hacían<br />

cola frente a su tenderete. Vendía a precios justos.<br />

Por cinco centavos entregaba versos de memoria, por siete mejoraba<br />

la calidad de los sueños, por nueve escribía cartas de enamorados,<br />

por doce inventaba insultos para enemigos irreconciliables. También vendía<br />

cuentos, pero no eran cuentos de fantasía, sino largas historias verdaderas<br />

que recitaba de corrido, sin saltarse nada. Así llevaba las nuevas de un pueblo<br />

a otro. La gente le pagaba por agregar una o dos líneas: nació un niño, murió<br />

fulano, se casaron nuestros hijos, se quemaron las cosechas. En cada lugar se<br />

juntaba una pequeña multitud a su alrededor para oírla cuando comenzaba<br />

a hablar y así se enteraban de las vidas de otros, de los parientes lejanos, de<br />

los pormenores de la Guerra Civil. A quien le comprara cincuenta centavos,<br />

ella le regalaba una palabra secreta para espantar la melancolía. Los pormenores<br />

de la Guerra Civil. A quien le comprara cincuenta centavos, ella le<br />

regalaba una palabra secreta para espantar la melancolía. os doce cuentos de<br />

20<br />

1926, En el mercado de<br />

la ciudad de Tokio durante<br />

la realización de su cuarta<br />

obra.<br />

La gente le pagaba por agregar una o dos líneas:<br />

nació un niño, murió fulano, se casaron nuestros<br />

hijos, se quemaron las cosechas. En cada lugar se<br />

juntaba una pequeña multitud a su alrededor para<br />

oírla cuando comenzaba a hablar y así se enteraban<br />

de las vidas de otros, de los parientes lejanos,<br />

de los pormenores de la Guerra Civil. A quien le<br />

comprara cincuenta centavos, ella le regalaba una<br />

palabra secreta para espantar la melancolía. No<br />

era la misma para todos, por supuesto, porque eso<br />

habría sido un engaño colectivo.No era la misma<br />

para todos, por supuesto, porque eso habría sido<br />

un engaño colectivo.<br />

21


os doce cuentos de este libro fueron escritos<br />

en el curso de los últimos dieciocho años. No<br />

sé por qué, aquel sueño ejemplar lo interpreté<br />

como una toma de conciencia de mi identidad,<br />

y pensé que era un buen punto de partida para<br />

escribir sobre las cosas extrañas que les suceden a<br />

los latinoamericanos en Europa. Fue un hallazgo<br />

alentador, pues había terminado poco antes El<br />

Otoño del Patriarca, que fue mi trabajo más<br />

arduo y azaroso, y no encontraba por dónde<br />

seguir. Antes de su forma actual, cinco de ellos<br />

fueron notas periodísticas y guiones de cine, y<br />

uno fue un serial de televisión.<br />

Otro lo conté hace quince años en una<br />

entrevista grabada, y el amigo a quien se lo conté<br />

lo transcribió y lo publicó, y ahora lo he vuelto a<br />

escribir a partir de esa versión. Ha sido una rara<br />

experiencia creativa que merece ser explicada,<br />

aunque sea para que los niños que quieren ser<br />

escritores cuando sean grandes sepan desde ahora<br />

qué insaciable y abrasivo es el vicio de escribir.<br />

La primera idea se me ocurrió a principios de<br />

la década de los setenta, a propósito de un sueño<br />

esclarecedor que tuve después de cinco años de<br />

vivir en Barcelona. Soñé que asistía a mi propio<br />

entierro, a pie, caminando entre un grupo de<br />

amigos vestidos de luto solemne, pero con un<br />

ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de<br />

estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella<br />

grata oportunidad que me daba la muerte para<br />

estar con mis amigos de América Latina, los más<br />

antiguos, los más queridos, los que no veía desde<br />

hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando<br />

empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero<br />

uno de ellos me hizo ver con una severidad<br />

terminante que para mí se había acabado la fiesta.<br />

«Eres el único que no puede irse», me dijo. Sólo<br />

entonces comprendí que morir es no estar nunca<br />

más con los amigos.<br />

OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

22<br />

23<br />

1925 Universidad Imperial<br />

de Tokyo clasificada generalmente<br />

como la universidad<br />

más prestigiosa de Japón y<br />

una de las más prestigiosas<br />

del mundo.


OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

este libro fueron escritos en el curso de los últimos dieciocho años. No sé<br />

por qué, aquel sueño ejemplar lo interpreté como una toma de conciencia<br />

de mi identidad, y pensé que era un buen punto de partida para escribir sobre<br />

las cosas extrañas que les suceden a los latinoamericanos en Europa. Fue<br />

un hallazgo alentador, pues había terminado poco antes El Otoño del Patriarca,<br />

que fue mi trabajo más arduo y azaroso, y no encontraba por dónde<br />

seguir. Antes de su forma actual, cinco de ellos fueron notas periodísticas y<br />

guiones de cine, y uno fue un serial de televisión.<br />

Otro lo conté hace quince años en una entrevista grabada, y el<br />

amigo a quien se lo conté lo transcribió y lo publicó, y ahora lo he vuelto<br />

a escribir a partir de esa versión. Ha sido una rara experiencia creativa que<br />

merece ser explicada, aunque sea para que los niños que quieren ser escritores<br />

cuando sean grandes sepan desde ahora qué insaciable y abrasivo es el vicio<br />

de escribir. La primera idea se me ocurrió a principios de la década de los<br />

setenta, a propósito de un sueño esclarecedor que tuve después de cinco<br />

años de vivir en Barcelona. Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie,<br />

caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con<br />

un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que<br />

nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con<br />

mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que<br />

no veía desde hacía más tiempo.<br />

24<br />

25<br />

TIEMPOS DE GUERRA<br />

os catedráticos del Reino, expertos<br />

en desempleo, llegaron lujosamente<br />

ataviados y acompañados de<br />

los instrumentos propios de su<br />

condición, tales como libros de<br />

conjuros, amuletos de encontrar<br />

trabajo, frascos conteniendo espíritu competitivo,<br />

hierbas de sumisión, medicinas amargas de<br />

reducciones salariales, y múltiples varillas de<br />

flexibilización. Los dos sabios de la Universidad<br />

de Chinchanflún se habían presentado con<br />

anterioridad por recomendación del Jefe de<br />

Protocolo a fin de poder instalar en el salón del<br />

trono los artilugios necesarios para su exposición,<br />

tales como ordenadores personales conectados a<br />

pantallas de vídeo, proyectores de transparencias,<br />

y,como una concesión a la tradición, una clásica<br />

pizarra. Pasaron los catedráticos al salón del trono


y acompañados de los<br />

instrumentos propios<br />

de su condición, tales<br />

como libros de conjuros,<br />

amuletos de encontrar<br />

trabajo, frascos<br />

conteniendo espíritu<br />

competitivo, hierbas<br />

de sumisión, medicinas<br />

amargas de reducciones<br />

salariales, y múltiples<br />

varillas de flexibilización.<br />

VLos dos sabios<br />

de la Universidad<br />

de Chinchanflún se<br />

habían presentado con<br />

anterioridad por recomendación<br />

del Jefe de<br />

Protocolo a fin de poder<br />

instalar en el salón<br />

del trono los artilugios<br />

necesarios para su exposición,<br />

tales como<br />

ordenadores personales<br />

conectados a pantallas<br />

de vídeo, proyectoresde<br />

transparencias,<br />

y,como una concesión<br />

a la tradición, una clásica<br />

pizarra. Pasaron los<br />

catedráticos al salón del<br />

trono y fueron presentados<br />

a los conferenciantes.<br />

Contrastaban<br />

los vestidos de unos y<br />

otros: los catedráticos<br />

de las tierras del Rey<br />

lucían bonetes en las<br />

cabezas, y sobre sus togas<br />

negras orladas de<br />

puñetas reposaban insignias<br />

y collares Los<br />

OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

26<br />

procedentes del País<br />

Maravilloso eran en<br />

cambio una explosión<br />

de color en sus diferentes<br />

atuendos, que sólo<br />

coincidían en cuanto<br />

a las pajaritas que ambos<br />

llevaban al cuello a<br />

modo de corbatay en<br />

el evidente uso de tirantes<br />

por parte de los<br />

dos. Los catedráticos<br />

saludaron con una leve<br />

inclinación de cabeza y<br />

los sabios invitados les<br />

correspondieron con<br />

una exhibición de sus<br />

blanquísimos dientes<br />

en una sonrisa que ya<br />

no les abandonó.<br />

De izquierda a derecha:<br />

Osamu Dazai, su hermano<br />

menor Reiji, Teijiro Nakamura<br />

No sé por qué, aquel sueño ejemplar lo interpreté<br />

como una toma de conciencia de mi identidad,<br />

y pensé que era un buen punto de partida para<br />

escribir sobre las cosas extrañas que les suceden a<br />

los latinoamericanos en Europa. Fue un hallazgo<br />

alentador, pues había terminado poco antes El<br />

Otoño del Patriarca, que fue mi trabajo más arduo<br />

y azaroso, y no encontraba por dónde seguir.<br />

Antes de su forma actual, cinco de ellos fueron<br />

notas periodísticas y guiones de cine, y uno fue<br />

un serial de televisión. Otro lo conté hace quince<br />

años en una entrevista grabada, y el amigo a quien<br />

se lo conté lo transcribió y lo publicó, y ahora lo<br />

he vuelto a escribir a partir de esa versión. Ha<br />

sido una rara experiencia creativa que merece<br />

ser explicada, aunque sea para que los niños que<br />

quieren ser escritores cuando sean grandes sepan<br />

desde ahora qué insaciable y abrasivo es el vicio<br />

de escribir. La primera idea se me ocurrió a principios<br />

de la década de los setenta, a propósito de<br />

27


un sueño esclarecedor que tuve después de cinco<br />

años de vivir en Barcelona. Soñé que asistía a mi<br />

propio entierro, a pie, caminando entre un grupo<br />

de amigos vestidos de luto solemne, pero con un<br />

ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar<br />

juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata<br />

oportunidad que me daba la muerte para estar<br />

con mis amigos de América Latina, los más antiguos,<br />

los más queridos, los que no veía desde hacía<br />

más tiempo. La gente le pagaba por agregar una<br />

o dos líneas: nació un niño, murió fulano, se casaron<br />

nuestros hijos, se quemaron las cosechas. En<br />

cada lugar se juntaba una pequeña multitud a su<br />

alrededor para oírla cuando comenzaba a hablar<br />

y así se enteraban de las vidas de otros, de los<br />

parientes lejanos, de los pormenores de la Guerra<br />

Civil. A quien le comprara cincuenta centavos,<br />

ella le regalaba una palabra secreta para espantar<br />

la melancolía. No era la misma para todos, por<br />

supuesto, porque eso habría sido un engaño colectivo.<br />

No necesitaba pregonar su mercadería,<br />

porque de tanto caminar por aquí y por allá, to-<br />

Osuma, 1938 al terminar<br />

su obra lo Indigno de ser<br />

humano.<br />

OSAMU DASAI SHUJI TSUSHIMA<br />

28<br />

Osuma en su casa en Tokyo<br />

1933<br />

dos la conocían. Había quienes la aguardaban de<br />

un año para otro, y cuando aparecía por la aldea<br />

con su atado bajo el brazo hacían cola frente a su<br />

tenderete. Vendía a precios justos.<br />

Por cinco centavos entregaba versos de memoria,<br />

por siete mejoraba la calidad de los sueños, por<br />

nueve escribía cartas de enamorados,<br />

Por doce inventaba insultos para enemigos<br />

irreconciliables. También vendía cuentos, pero<br />

no eran cuentos de fantasía, sino largas historias<br />

verdaderas que recitaba de corrido, sin saltarse<br />

nada. Así llevaba las nuevas de un pueblo a otro.<br />

La gente le pagaba por agregar una o dos líneas:<br />

nació un niño, murió fulano, se casaron nuestros<br />

hijos, se quemaron las cosechas. En cada lugar<br />

se juntaba una pequeña multitud a su alrededor<br />

29


OSAMU ¡ DASAI<br />

para oírla cuando comenzaba a hablar y así se enteraban de las vidas de<br />

otros, de los parientes lejanos, de los pormenores de la Guerra Civil. A<br />

quien le comprara cincuenta centavos, ella le regalaba una palabra secreta<br />

para espantar la melancolía. Los pormenores de la Guerra Civil. A quien<br />

le comprara cincuenta centavos, ella le regalaba una palabra secreta para<br />

espantar la melancolía. os doce cuentos.z<br />

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