Confusión en las microfinanzas: Una falla en la comunicación

Confusión en las microfinanzas: una falla en la comunicación
Las microfinanzas están atrapadas en un remolino de temores y noticias negativas procedentes
de la India: resultados decepcionantes de las investigaciones de impacto, informes de abusos
contra los clientes, búsqueda de lucro excesivo, sobreendeudamiento y una oferta inicial
pública fabulosamente lucrativa que desembocó en una regulación punitiva temeraria por
parte del estado de Andhra Pradesh. Como testigo y partícipe del surgimiento y evolución de las
microfinanzas durante más de veinte años, puedo compartir algunos puntos de vista sobre lo
que yace en la raíz de esta pesadilla sin fin de las relaciones públicas.
Las microfinanzas surgieron bajo la forma del "microcrédito” en los años ochenta, buscando
responder al fracaso bancario de muchos siglos de atender a los pobres. Algunas organizaciones
pioneras - siendo Grameen Bank la más famosa pero no la única – diseñaron mecanismos
innovadores de préstamo para clientes pobres, notablemente la condición de responsabilidad
solidaria de los acreditados unidos bajo formatos grupales. Esto permitió que las instituciones
de crédito pudieran extender préstamos pequeños de manera costo-efectiva. Se descubrió que
los pobres estaban tan acostumbrados a pagar un costo más alto por sus préstamos que podían
pagar los suficientes intereses y cargos para que las nuevas instituciones cubrieran los costos, y
aún así, esto les convenía más que pedir dinero a los prestamistas tradicionales.
Los proyectos de obtener ganancias con servicios dirigidos a los pobres surgió a principios de
los noventa y dio lugar a un movimiento de desarrollo de instituciones microfinancieras (IMF)
comercialmente viables a las que les podría “ir bien haciendo el bien”. La lógica era que una
IMF rentable podría financiar su propio crecimiento y, sobre todo, que podría atraer a
prestamistas e inversionistas para financiar un crecimiento aún más grande (hubo quienes
empezaron a soñar con una nueva “clase de activos” para los inversionistas que buscan la
maximización de las ganancias). Pronto se sostuvo que únicamente las microfinanzas
comerciales podían crecer lo suficiente para atender la demanda mundial. Este argumento aún
domina el mundo de las microfinanzas.
Los dirigentes del sector han cometido dos tipos de errores de comunicación y éstos son los
que prepararon el terreno para los acontecimientos actuales.
El primer error de comunicación
Los entusiastas presentaron con marcada exageración las ventajas de las microfinanzas. Las
historias de mujeres pobres que se juntaban en grupos para tomar préstamos para iniciar o
ampliar sus pequeños negocios resultaban maravillosamente paradójicas en su yuxtaposición
de una disciplina de lo más rígida con el esfuerzo humanitario para apoyar la recursividad y
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esistencia de las familias pobres. Tanto la comunidad filantrópica como la empresarial vieron
en las microfinanzas una posible solución comercial a la pobreza, capaz de romper con la
acostumbrada dependencia en las donaciones o recursos fiscales. Todo esto llevó al
equivalente de la “exuberancia irracional” de Alan Greenspan. Las microfinanzas fueron
presentadas y aceptadas como una solución a la pobreza mucho antes de tener suficiente
evidencia de sus impactos positivos (o negativos).
A medida que las investigaciones cuidadosas de impacto han recopilado evidencias sólidas en
los últimos años, cada vez se traduce con mayor claridad lo que ciertos practicantes
observadores han comprendido desde hace mucho tiempo: las microfinanzas en sí mismas no
son suficientes para sacar de la pobreza a las personas, por lo menos no en la mayoría de los
casos. A la fecha, las investigaciones realizadas - aunque todavía insuficientes - indican
ciertamente que las microfinanzas sí alivian la pobreza de quienes participan en ellas. Por lo
general, estas personas reciben servicios más confiables y a un costo financiero y social mucho
menor que el de los préstamos de informales, amigos o familiares. Además, es poco común que
los clientes de las microfinanzas sufran abusos de parte de los asesores microfinancieros o de
otros clientes. La mayoría de las IMF se esfuerzan por construir relaciones solidarias con sus
clientes y entre sus clientes.
Cuando se saca un promedio entre todos los participantes, el impacto general de las
microfinanzas parece ser modesto, sin embargo este promedio ensombrece la enorme
diferencia de experiencias de los clientes de las microfinanzas. Por ejemplo, el estudio que Paul
Mosley realizó con los clientes de Banco Sol en 1996 halló que a duras penas a una cuarta parte
de los clientes de microfinanzas les iba lo suficientemente bien como para ampliar y diversificar
sus negocios y aumentar de manera significativa sus ingresos y activos. La mayoría (entre 60 y
65 por ciento) no obtuvo ganancias espectaculares de la inversión de los préstamos en sus
micronegocios. Lo más probable era que hayan utilizado el acceso a los préstamos como una
línea de crédito que les permitiera manejar sus gastos y regular el consumo a lo largo del año,
manteniendo el hambre a raya y atendiendo gastos mayores esperados y no esperados, tales
como emergencias de salud o matrículas escolares. Sólo una pequeña minoría (entre 10 y 15
por ciento) tuvo problemas con sus negocios. Tal vez adquirieron demasiado crédito o no
pudieron enfrentar con éxito graves crisis de salud u otros problemas familiares, de manera que
es probable que hayan experimentado un retroceso hacia un nivel de pobreza más profundo.
Otros estudios muestran una distribución similar de las experiencias de los clientes. No
sorprende que haya grandes variaciones en la capacidad de la gente para usar una herramienta
de auto-ayuda, sea microfinanciera o de cualquier otra naturaleza.
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Esta nueva evidencia esboza un panorama estimulante del verdadero valor social generado por
las microfinanzas para los pobres y los que no son tan pobres. No obstante, esta imagen difiere
considerablemente de las expectativas públicas alimentadas por años de una sincera campaña
a favor pero con exagerado entusiasmo.
El segundo error de comunicación
En total contraste, quienes estaban a favor de las microfinanzas comercializadas han hecho
hasta lo imposible para evitar comunicar el valor social de su trabajo. Más o menos tomaron los
beneficios de las microfinanzas como un hecho y dirigieron su atención a la formación de
instituciones rentables que ofrecieran microfinanzas a los "no bancarizados". Se veían a sí
mismos (correctamente) transformando el microcrédito, como forma sofisticada de caridad, en
microfinanzas, como un negocio con motivación social, pero estaban tan determinados a
distanciarse de la “mentalidad” de las organizaciones dependientes de los donantes que
adoptaron el lenguaje y la actitud, así como las prácticas empresariales, de la banca comercial
(resulta irónico que el fracaso de los banqueros para atender a los pobres creara la necesidad
de las microfinanzas).
En pronunciamientos públicos, varios proponentes de la comercialización siguieron usando el
lema de lucha contra la pobreza, el cual ciertamente funciona bien ante el público y los
políticos. Sin embargo, en sus reuniones personales y conversaciones en privado se
distanciaban de la terminología y los temas que pudieran interpretarse como signos de una
“mentalidad de caridad”, tales como llegar a los pobres y tener un impacto positivo. Esto era
también un reconocimiento tácito de que, al buscar satisfacer a inversionistas interesados en
las ganancias, las IMF tienen que moverse hacia los segmentos superiores de los clientes no tan
pobres y más rentables.
He conocido muy pocos dirigentes del sector que no hayan llegado a las microfinanzas atraídos
por su potencial para generar beneficios sociales. Aún así, he conocido muchos que se sienten
limitados para usar el lenguaje que refleja el valor que le asignan a los objetivos sociales. El
lenguaje ejerce una influencia poderosa en la forma en que pensamos y dirigimos las
instituciones. Si tenemos objetivos sociales pero no hablamos de ellos en el transcurso de la
gestión diaria, ¿entonces realmente podemos decir que éstos son nuestros objetivos? Pueden
observar en el gráfico de barras (tomado de MIX Market, 2008-2009) los magros porcentajes de
microfinancieras que miden su avance hacia los objetivos sociales que profesan. En general,
uno tiende a avanzar hacia los objetivos que uno mide.
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[Gráfico:
Growth of existing business :
Crecimiento de negocios existentes
Poverty reduction : Reducción de la pobreza
Employment generation : Creation de empleo
Outreach to rural clients : Cobertura de clientes en
zonas rurales
Development of start up-enterprises : Desarrollo de
neuvos negocios
% MFIs with goal :
% de IMF con este objetivo
% MFIs tracking outcomes :
% de IMF que miden resultados]
Nuestro lenguaje diario también influye fuertemente con quién nos rodeamos. A medida que
las conversaciones sobre las ganancias remplazaron, en lugar de complementar, las
conversaciones sobre el valor social del trabajo, el sector microfinanciero abrió sus brazos a
inversionistas, empleados y competidores que muy a menudo no comparten los objetivos y
valores sociales que nos callamos. Algunos de estos colaboradores han creado oportunidades
para que se presenten abusos en todos los niveles del sector de microfinanzas. Aunque se ha
sobredimensionado un número limitado de escándalos que hemos visto en India y en otras
partes, no debe sorprendernos que algunos microfinancistas hayan cruzado límites éticos no
definidos.
Una nueva generación de dirigentes de las microfinanzas ha surgido sin tener una comprensión
clara del verdadero valor de su trabajo, y mucho menos la capacidad para hablar de ello.
Cuando una primera oferta pública inicial (IPO) en 2007 resultó tan lucrativa para Compartamos
(una IMF mexicana) y sus inversionistas, las críticas a veces injustas recibieron en respuesta una
jerga técnica destinada a justificar estas decisiones ante los egresados de las escuelas de
negocios en vez de alguna explicación dirigida a los ciudadanos que buscan mejorar las vidas de
los pobres. Al no poder disipar la disonancia entre los orígenes anti-pobreza de las
microfinanzas y la nueva ola de prácticas empresariales indistinguibles de la explotación
corporativa de los pobres, el sector microfinanciero recibió un puño en el ojo. Aunque
Compartamos pudo campear la tormenta en el contexto de una fuerte ola a favor de la
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comercialización en Latinoamérica, también es cierto que concientizó a la prensa y políticos
sobre malos comportamiento en el sector, de los cuales encontrarían una buena muestra tres
años después en unos cuantos microfinancistas de India. En este momento, a medida que los
microfinancistas tratan de defenderse utilizando el lenguaje empresarial, alimentan cada vez
más las críticas populistas contra las microfinanzas. Ante su insensibilidad para comprender
cómo podrían interpretarlos otros fuera del sector, los microfinancistas de India fueron
incapaces de anticipar que el lanzamiento en bolsa de un producto que el público indio
considera como un esfuerzo de lucha contra la pobreza sería como poner fuego en un tanque
de gasolina.
La ironía es que estas heridas a las microfinanzas son auto inflingidas e innecesarias. El deseo
de impresionarse mutuamente con sus conocimientos del sector ha hecho que muchos
microfinancistas olviden cómo hablarle al público que desea apoyar al sector; igual que un
equipo deportivo que desairara a sus seguidores. ¡No es una buena estrategia!
No es demasiado tarde para recuperarse
Las microfinanzas no se diferencian de otros nuevos sectores que han visto agitación. La
histeria por las punto com de finales de los noventa terminó bastante mal, pero el sector en sí
no sufrió la misma suerte. !Vean cómo funciona en el presente! Una lección dura de humildad
es a veces lo que lleva a un sector hacia la madurez. Es el turno de las microfinanzas. No
veremos una catástrofe porque la práctica microfinanciera y el apoyo financiero son demasiado
vibrantes, diversos y descentralizados para sufrir un colapso mundial, al margen de lo que
sucede en uno de los estados de la India. Lo que ya estamos viendo es una sana introspección al
interior de los círculos microfinancieros, que se ha estado gestando a lo largo de la década
anterior, sobre las debilidades que deben ser resueltas y la mejor manera de hacerlo (a través
de la protección del cliente, transparencia en los precios, gestión del desempeño social,
herramientas para medir la pobreza y el impacto, etc.). Parte de la solución es prestar atención
al lenguaje que usamos y celebrar (en voz alta y sin sentirnos incómodos ni limitaciones) el
valor social de las microfinanzas y los valores de la gente que hace que las microfinanzas sean lo
que son. Necesitamos usar palabras que nos recuerden constantemente a nosotros mismos y a
los demás quiénes somos en verdad. Si no nos mantenemos a la altura de nuestra propia
misión, debemos cambiar de rumbo para ser fieles a nuestras propias palabras.
Chris Dunford llevó a Freedom from Hunger y otras instituciones hacia el mundo de las
microfinanzas a finales de los ochenta y principios de los noventa para combatir el hambre
crónica. Ha sido Presidente de Freedom from Hunger desde 1991 (Para comunicarse con Chris:
cdunford@freedomfromhunger.org).
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