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Número 0 de la revista libertaria Utopía
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La dignidad del sin rostro<br />
Carlo Giuliani<br />
Vivimos en una época de transición. Los gobier<strong>no</strong>s<br />
de muchos países del mundo están imponiendo<br />
reformas neoliberales muy similares a las que México<br />
padece desde hace poco. Al mismo tiempo, la resistencia<br />
civil en contra de las esas leyes injustas (y del<br />
sistema capitalista en general) ha despertado por todo<br />
el orbe. Las luchas callejeras entre encapuchados y policías<br />
se dan a diario en muchos rincones del planeta y<br />
su desenlace parece incierto.<br />
En estos tiempos de cambios, de movilizaciones<br />
sociales, de conciencia colectiva y de asesinatos colectivos,<br />
<strong>no</strong> está de más recordar que el presente fue<br />
escrito por todos los hechos que lo definieron en el<br />
pasado. No sobra analizar las épocas que tienen muchas<br />
similitudes con nuestro presente; siempre hay<br />
que voltear atrás para recordar que lo que hoy vemos<br />
en nuestras calles ha sido visto por otras calles y por<br />
otros rostros.<br />
En septiembre de 1935, cuando el partido nazi recién<br />
había alcanzado la cúspide del poder en Alemania, se<br />
promulgaron las leyes de Núremberg, cuyo propósito<br />
fundamental fue deshumanizar a los judíos y a otras<br />
mi<strong>no</strong>rías del país teutón. Desde esa fecha, el régimen<br />
comenzó abiertamente a perseguirlos y eliminarlos:<br />
eran ahora seres sin derechos ni libertades. Serían co<strong>no</strong>cidos<br />
como Untermensch (infrahuma<strong>no</strong>s).<br />
Igual que los nazis en su tiempo, muchos estados han<br />
utilizado la estrategia de deshumanizar a las clases bajas<br />
para legitimar y mantener su poder. Los reyes y<br />
emperadores de las antiguas civilizaciones lo hacían<br />
hace milenios y los presidentes y primeros ministros<br />
lo siguen haciendo.<br />
Aunque el caso de la Alemania nazi es u<strong>no</strong> de los<br />
más inhuma<strong>no</strong>s que la historia recuerde, la estrategia<br />
es básicamente la misma que los gobier<strong>no</strong>s actuales<br />
utilizan, únicamente es más sutil. Es una idea tan<br />
sencilla de entender que incluso el ejecutivo federal<br />
/<br />
parece comprenderla, pero está tan oculta en el subconsciente<br />
colectivo que la damos por sentada sin<br />
pensar en ella. Las clases bajas, para ser dominadas<br />
y mantenerse alejadas del ejercicio del poder han de<br />
ser deshumanizadas y se les debe hacer creer que el<br />
orden de las cosas tiene lógica y una razón de ser. Por<br />
lo tanto, los esclavos deben creer que nacieron para<br />
ser dominados por sus amos, las mujeres deben creer<br />
que nacieron para ser dominadas por el hombre, los<br />
pobres deben creer que nacieron para ser dominados<br />
por los ricos.<br />
De esta manera, <strong>no</strong>sotros, los de abajo, los que<br />
<strong>no</strong> controlamos el desti<strong>no</strong> de nuestros pueblos,<br />
siempre hemos tolerado que <strong>no</strong>s despojen de los<br />
medios materiales necesarios para vivir. Y lo hemos<br />
tolerado porque antes de perder lo material<br />
ya habíamos perdido, en nuestras mentes, algo<br />
mucho más valioso: la idea de que un hombre <strong>no</strong><br />
vale más que otro hombre. Y los poderosos, ya<br />
con la inercia del empoderamiento, <strong>no</strong> sólo se hicieron<br />
creer que ellos valían más que <strong>no</strong>sotros,<br />
incluso lograron convencerse de que valían más<br />
que el planeta que los rodea. Porque bajo la lógica<br />
capitalista, el hombre que gobierna al hombre,<br />
gobierna también a la naturaleza y si una persona,<br />
una montaña o un bosque se cruza en su cami<strong>no</strong>,<br />
se le puede eliminar sin importar las consecuencias.<br />
Si lo primero que hemos perdido <strong>no</strong> fue<br />
material, entonces lo primero que debemos<br />
recuperar lo encontraremos en nuestras<br />
mentes. Aquello que hemos perdido desde<br />
hace incontables generaciones tiene un<br />
<strong>no</strong>mbre: es nuestra dignidad. Como seres<br />
huma<strong>no</strong>s debemos luchar con el objetivo<br />
común de destruir al poder y para ello usaremos<br />
todos los medios que estén a nuestro<br />
alcance. No se necesitan líderes, caudillos