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Korstanje, Maximiliano: «Capitalismo, criminalidad y abuso: una mirada crítica»<br />

En parte coincidimos con Gerez Ambertin que la pena puede ser capitalizada y<br />

transformada en redención, pero ello no sucede en todos los casos. El brillante trabajo<br />

del conocido scholar Jean-Pierre Vernant (2005) sobre el mito fundador del mundo<br />

griego y la castración de Urano en manos de Cronos, es un elocuente relato de esa idea.<br />

Un plan ingeniado por Gea (su madre) lleva a Urano a planear la castración de su padre<br />

Urano quien aterrorizado por lo sucedido se eleva y deja el mundo de los hombres. Sin<br />

embargo, movido por su culpa (no redimida) Cronos abusa de su autoridad sobre sus<br />

hijos hasta que es enfrentado y derrotado por Zeus (el menor de ellos). Los griegos<br />

simbolizaban el mundo de los hombres constituido en cuanto a dos elementos distintos,<br />

Eride nacida de la discordia de los hermanos y Eros el amor que une al mundo.<br />

Precisamente de allí, las Erinias eran las encargadas de recordar que los crímenes contra<br />

los familiares no podía ser perdonado y por tanto la culpa acompañaba tanto a Urano<br />

como a todos los hombres (Edipo, Heracles, Aquiles, etc.) (Vernant, 2005).<br />

Claro que, éste ha sido (el greco-romano) el sentido que se le ha dado a la<br />

fundación del mundo y el crimen; sobre todo el tratamiento de la culpa que tan bien han<br />

estudiado los existencialistas alemanes. No obstante, nuestro aporte va por otros<br />

rumbos. En las sociedades occidentales, los delitos (causantes de dolo) contra la<br />

propiedad, la moral o la vida de otro hombre es castigada en ciertos casos con la<br />

privación de la libertad individual. Es precisamente, esa privación la máxima pena<br />

disponible aun cuando en otras sociedades se abogue por el ajusticiamiento (pena de<br />

muerte). En este punto, cabe destacar que para el grueso de la sociedad, los delincuentes<br />

son un grupo no deseable y en calidad de tal relegados físicamente de la convivencia de<br />

otros grupos. El delincuente, no sólo atento contra el derecho del otro, sino contra los<br />

valores que sustentan la vida en esa sociedad. Por lo tanto, como bien ha sugerido<br />

Dostoievski los convictos hablan más de nosotros de lo que imaginamos.<br />

Ahora bien, si partimos de la base que todos los grupos humanos forman<br />

alrededor suyo un sistema recíproco de solidaridad basado en torno a ciertos valores, y a<br />

través de ellos cierta cosmogonía u orden sagrado construye las pautas del poder o<br />

autoridad que va a regular esa convivencia, es menester analizar como se conforman las<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año IV, 25 (mayo 2009). http://www.revistadefilosofia.org 113

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