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INTRODUCCIÓN A LA VIDA DEVOTA

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Finalmente, ya he hecho notar que conviene decir el Padrenuestro y el Avemaría, que es la<br />

plegaria general y necesaria de todos los fieles.<br />

A todo esto he añadido que hay que hacer un pequeño ramillete de devoción. He aquí lo<br />

que quiero decir: los que han paseado por un hermoso jardín no salen de él satisfechos, si<br />

no se llevan cuatro o cinco flores, para olerlas y tenerlas consigo durante todo el día. Por la<br />

meditación, hemos de escoger uno, dos o tres puntos, los que más nos hayan gustado y los<br />

que sean más a propósito para nuestro aprovechamiento, para recordarlos durante todo el<br />

día y olerlos espiritualmente. Y este ramillete se hace en el mismo lugar donde hemos<br />

meditado, sin movernos, o bien paseando solos durante un rato.<br />

CAPÍTULO VIII<br />

ALGUNOS AVISOS ÚTILES SOBRE <strong>LA</strong> MEDITACIÓN<br />

Conviene, sobre todo, Fílotea, que, al salir de la meditación conserves las resoluciones y los<br />

propósitos que hubieres hecho para practicarlos con diligencia durante el día. Este es el<br />

gran fruto de la meditación, sin el cual, ésta es, con frecuencia, no sólo inútil sino<br />

perjudicial, porque las virtudes meditadas y no practicadas hinchan y envalentonan el<br />

espíritu, pues nos hacen creer que somos en realidad, lo que hemos resuelto ser, lo cual es,<br />

ciertamente, verdad cuando las resoluciones son vivas y sólidas; pero no lo son, sino que, al<br />

contrario, son vanas y peligrosas, cuando no se practican. Conviene, pues, por todos los<br />

medios, esforzarse en practicarlas y buscar las ocasiones de ello, grandes o pequeñas. Por<br />

ejemplo, si he resuelto ganar con la dulzura a los que me han ofendido, procuraré, durante<br />

el día, encontrarlos, para saludarlos con amabilidad, y, si no puedo encontrarlos, hablaré<br />

bien de ellos y los encomendaré a Dios.<br />

Al salir de esta oración afectiva, has de tener cuidado de no sacudir tu corazón, para que no<br />

derrame el bálsamo que la oración ha vertido en él; quiero decir que hay que guardar, por<br />

espacio de algún tiempo, el silencio y transportar suavemente el corazón, de la oración a las<br />

ocupaciones, conservando, todo el tiempo que sea posible, el sentimiento y los afectos<br />

concebidos. El hombre que recibe en un recipiente de hermosa porcelana un licor de mucho<br />

precio, para llevarlo a su casa, anda con mucho tiento, sin mirar a los lados, sino que ora<br />

mira enfrente, para no tropezar contra alguna piedra, ora el recipiente, para evitar que se<br />

derrame. Lo mismo has de hacer tú, al salir de la meditación: no te distraigas enseguida,<br />

sino mira sencillamente delante de ti, pero, si encuentras alguno, con el cual hayas de<br />

hablar o al que hayas de escuchar, hazlo, pues no queda otro remedio, pero de manera que<br />

tengas siempre la mirada puesta en tu corazón, para que el licor de la santa oración no se<br />

derrame más de lo que sea imprescindible.<br />

También conviene que te acostumbres a saber pasar de la oración a toda clase de acciones,<br />

que tu oficio o profesión, justa y legítimamente, requieran, por más que parezcan muy<br />

ajenas a los afectos que hemos concebido en la oración. Por ejemplo: un abogado ha de<br />

saber pasar de la oración a los pleitos; un comerciante, al tráfico; la mujer casada, a las<br />

obligaciones de su estado y a las ocupaciones del hogar, con tanta dulzura y tranquilidad,<br />

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