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INTRODUCCIÓN A LA VIDA DEVOTA

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Lee también las historias y las vidas de los santos, en las cuales, como en un espejo,<br />

contemplarás la imagen de la vida cristiana, y ajusta sus actos a tu aprovechamiento, según<br />

tu profesión. Porque, aunque muchos actos de los santos no son absolutamente imitables<br />

por los que viven en medio del mundo, todos, empero, pueden ser seguidos de cerca o de<br />

lejos. La soledad de San Pablo, primer ermitaño, puede ser imitada en tus retiros<br />

espirituales o reales, de los cuales hablaremos y hemos tratado más arriba; la extremada<br />

pobreza de San Francisco puede ser imitada mediante las prácticas de pobreza que<br />

indicaremos después, y así de las demás virtudes. Es verdad que hay ciertas historias que<br />

dan más luz que otras, para la dirección de nuestra conducta, como la vida de Santa Teresa<br />

de Jesús, la cual es admirable en este aspecto; las vidas de los primeros jesuitas, la de San<br />

Carlos Borromeo, arzobispo de Milán; la de San Luis, la de San Bernardo, las Crónicas de<br />

San Francisco, y otras semejantes. Otras hay, en las cuales se encuentra más materia de<br />

admiración que de imitación, como la de Santa María Egipciaca, la de San Simeón Estilita,<br />

las de las dos santas Catalinas, de Sena y de Génova, de Santa Agueda, y otras por el estilo,<br />

que no dejan, no obstante, de producir, en general, un grato gusto de santo amor de Dios.<br />

CAPÍTULO XVIII<br />

COMO SE HAN DE RECIBIR <strong>LA</strong>S INSPIRACIONES<br />

Entendemos por inspiraciones todos los atractivos, movimientos, reconvenciones y<br />

remordimientos interiores, luces y conocimientos que recibimos de Dios, el cual previene<br />

nuestro corazón con sus bendiciones, con cuidado y amor paternal, para despertarnos,<br />

excitarnos, empujarnos y atraernos a las santas virtudes, al amor celestial, a los buenos<br />

propósitos, en una palabra, a todo lo que nos encamina hacia nuestro bien eterno. Es lo que<br />

el Esposo entiende por llamar a la puerta y hablar al corazón de la Esposa, despertarla<br />

cuando duerme, llamarla y reclamarla cuando está ausente, invitarla a gustar la miel y a<br />

coger las manzanas y las flores de su jardín y a cantar y hacer resonar su dulce voz en sus<br />

oídos.<br />

Para ajustar perfectamente un casamiento, se requieren tres actos de parte de la doncella<br />

que quiere casarse: porque, primeramente, se le propone el partido; en segundo lugar acepta<br />

la propuesta, y finalmente, consiente. Asimismo, Dios, cuando quiere hacer en nosotros,<br />

por nosotros y con nosotros un acto de gran caridad, primero nos lo propone por medio de<br />

sus inspiraciones; después nosotros lo aceptamos, y, por último, consentimos en él; porque,<br />

así como para descender hasta el pecado, hay que pasar por tres grados; la tentación, la<br />

delectación y el consentimiento, de la misma manera, hay tres para subir hasta la virtud: la<br />

inspiración, que es contraria a la tentación; la delectación en la inspiración, que es contraria<br />

al deleite en la tentación, y el consentimiento en la inspiración, que es contrario al<br />

consentimiento en la tentación.<br />

Aunque la inspiración se prolongase durante todo el tiempo de nuestra vida no seríamos,<br />

sin embargo, agradables a Dios, si no nos deleitásemos en ella; al contrario: su divina<br />

Majestad ::>e ofendería, como se ofendió contra los israelitas, con los cuales, como Él<br />

mismo nos lo dice, estuvo por espacio de cuarenta años exhortándoles a que se convirtiesen,<br />

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