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Además de esto, Filotea, los domingos y días de fiesta, asistirás al oficio de las Horas y de<br />
las Vísperas, si puedes buenamente; porque estos días están dedicados a Dios, y han de<br />
hacerse más actos en honor y gloria suya, que los demás días. Si así lo hicieres, sentirás mil<br />
dulzuras de devoción, como le ocurría a San Agustín, el cual afirma en sus confesiones que,<br />
al oír los divinos oficios, en los comienzos de su conversión, se derretía su corazón de<br />
suavidad y se arrasaban sus ojos de lágrimas de piedad. Aparte (para decirlo de una vez por<br />
todas) de que se siente más consuelo en los ejercicios públicos de la Iglesia, que en los<br />
actos particulares, pues Dios ha dispuesto que la comunidad sea preferible a cualesquiera<br />
singularidades.<br />
Entra de buen grado en las cofradías del lugar donde resides, especialmente en aquellas<br />
cuyos ejercicios producen más fruto de edificación; porque, en esto, practicarás una especie<br />
de obediencia muy agradable a Dios, pues si bien no está mandado el ingreso en las<br />
cofradías, no obstante está muy recomendado por la Iglesia, la cual, para demostrar que es<br />
su deseo el que muchos se alisten en ellas, concede indulgencias y otros privilegios a los<br />
cofrades. Además, siempre es cosa muy caritativa concurrir y cooperar a los buenos<br />
intentos de otros. Y, aunque pueda darse el caso de que alguno haga, en particular, los<br />
mismos actos de piedad que, en las cofradías, se hacen en común, y aunque encuentre más<br />
gusto en hacerlos privadamente, Dios, empero, es más glorificado en la unión de nuestras<br />
buenas obras con las de nuestros hermanos.<br />
Lo mismo digo de toda clase de preces y devociones públicas, a las cuales, en la medida de<br />
lo posible, hemos de aportar nuestro buen ejemplo, para la edificación del prójimo, y<br />
nuestro celo por la gloria de Dios y por las intenciones de la comunidad.<br />
CAPÍTULO XVI<br />
QUE ES MENESTER HONRAR E INVOCAR A LOS SANTOS<br />
Puesto que, con mucha frecuencia, nos envía Dios sus inspiraciones, por medio de sus<br />
ángeles, también nosotros hemos de hacer llegar a Él nuestras aspiraciones por el mismo<br />
camino. Las almas santas de los difuntos, que están en el paraíso con los ángeles, y que,<br />
como dice Nuestro Señor, son iguales y semejantes a los ángeles, desempeñan el mismo<br />
oficio: el de inspirarnos y el de suspirar por nosotros con sus santas oraciones. Filotea,<br />
unamos nuestros corazones a estos celestiales espíritus y almas bienaventuradas, y, así<br />
como los pequeños ruiseñores aprenden a cantar de los que son mayores, de la misma<br />
manera, por la sagrada amistad que entablaremos con los santos, sabremos orar y cantar<br />
mejor las divinas alabanzas: «Cantaré salmos -decía David-en presencia de los ángeles>.<br />
Honra, venera y reverencia, de un modo especial, a la sagrada y gloriosa Virgen María: ella<br />
es la Madre de nuestro Padre, que está en los cielos y, por consiguiente, es nuestra gran<br />
Madre. Acudamos, pues, a ella y, como hijitos suyos, lancémonos a su regazo con una<br />
perfecta confianza; en todo momento y en todas las ocasiones, acudamos a esta Madre,<br />
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