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judíos o gitanos sin posibilidad de dejar de serlo. No se escoge esa identidad<br />

heredada con el nacimiento. Decidir que ciertos individuos nacen culpables<br />

por el hecho de haber venido al mundo como tales constituye la excepción<br />

de la monstruosidad. En el caso particular del crimen contra la humanidad,<br />

los juristas y la comunidad internacional adoptan el principio de<br />

imprescriptibilidad.<br />

Así pues, si la necesidad de juzgar parece conseguida, ¿podemos<br />

pensar en perdonar? Para que haya perdón, es necesario al menos reunir<br />

dos condiciones indispensables: la primera, que los verdugos pidan perdón,<br />

que presenten claramente excusas y manifiesten abiertamente un<br />

arrepentimiento claro y motivado, sincero; la segunda, que los interlocutores<br />

sean explícitamente los ofendidos, no sus hijos, sus familias, sus amigos, sus<br />

descendientes, no, sino ellos mismos, en persona. Solo el ofendido directo<br />

puede perdonar. No podéis conceder vuestro perdón al responsable de un<br />

crimen cometido contra vuestro vecino... Vladimir Jankélévitch (1903-1985),<br />

a quien debemos lo esencial de este análisis, concluye que en el caso de los<br />

nazis no pueden reunirse las dos condiciones: la primera, porque los<br />

ofensores jamás han manifestado su arrepentimiento, sea en el grado que<br />

sea. En principio, nunca hemos oído a un solo individuo sospechoso de<br />

haber sido un instrumento de lo negativo arrepentirse de ello. Peor, casi<br />

siempre, niegan ser aquel que se juzga, afirman no haber estado al corriente,<br />

no haber sabido nada, no haber visto o entrevisto nada en el momento,<br />

claman que, fuese lo que fuese, nadie durante esos años, sabía nada (en su<br />

habitación, recluida, Anna Frank, sabía desde 1942, léase o reléase su<br />

Diario), que ellos jamás hubieran hecho<br />

daño a una mosca, que eran buenos<br />

esposos, buenos padres, buenos<br />

ciudadanos, que se limitaban a obedecer<br />

órdenes, etc. Ni uno ha<br />

reconocido su error, manifestado<br />

contrición, ninguno se juzga con<br />

menosprecio por haber sido un actor<br />

del sistema, ni uno. La segunda razón,<br />

que hace imposible el perdón, es que<br />

solo las víctimas podrían conceder su<br />

perdón: los millones de judíos, de<br />

comunistas, de republicanos<br />

españoles, de francmasones, de<br />

gitanos, de opositores, de homose-<br />

Proceso de Klaus Barbie en 1987<br />

(fotografía de Marc Riboud)

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