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editorialeditorialEditorial<br />
la vida de<br />
una bellota<br />
Cuentan que un día, hace miles de años, una bellota lloró durante<br />
semanas bajo un roble anciano. Éste compadeciéndose al fin de ella, le<br />
preguntó:<br />
-¿Qué te atormenta hermosa bellota? ¿Cuál es el motivo de tu aflicción?<br />
Durante un corto espacio de tiempo contuvo su llanto, sorprendida<br />
porque aquel enorme árbol le hubiese llamado hermosa a ella, minúscula<br />
y ridícula. No, ni aunque un bosque entero la hubiera llamado hermosa,<br />
hubiera creído serlo.<br />
-¿Cómo puedes llamarme hermosa, a mí, que soy tan pequeña que<br />
apenas alcanzo a percibir la luz del sol que tapan tus ramas? -Creo que<br />
eres hermosa. Y me entristece que pienses que la belleza sólo se<br />
encuentra en el aspecto físico.<br />
-Pero aún así, aunque de verdad fuera bella. ¿De qué me sirve? No<br />
valgo para nada. Dime tú, sabio roble, ¿Para qué disfrutar del viento y la<br />
luz cuando vivía en tus ramas, si ahora estoy en el suelo cubierta de un<br />
polvo que apenas me permite ver?<br />
-Hija mía ¿Ni siquiera te sientes privilegiada por ello? ¿No te acuerdas<br />
cuando te acunaba en las noches serenas y te protegía con mis hojas de<br />
la lluvia? Yo sabía que tú eras especial, única. Te he cuidado y te he<br />
mimado porque dentro de ti se encuentra la luz fecunda que ahora desconoces.<br />
Eres mi predilecta desde que te vi nacer.<br />
-No lo entiendo. No sé de qué me hablas. ¿Por qué he de ser especial?<br />
Mírame bien, soy una bellota menuda, rota, amarga... ¿aún así<br />
dices que soy bella y especial? La tierra intenta tirar de mí, y no sé porqué<br />
aún me resisto. ¿Cuál es la razón de mi existencia? Soy muy joven<br />
pero ya me siento morir. Todo lo que me rodea son motivos de desánimo,<br />
no encuentro razones para ser feliz. No puedo ser feliz.<br />
-Querida bellota, ha llegado la hora de contarte tu gran secreto. En realidad<br />
no has sido un estorbo inútil en mis ramas. Eres un roble, disfrazado<br />
con la pequeñez que hace humilde al bueno y soberbio al que se deja<br />
llevar por el mal. Pero para convertirte en un roble como yo, debes morir<br />
primero. En tu alma llevas la impronta de mi ser, la potencialidad que te<br />
convertirá en árbol. Te pudrirás y el roble que llevas en tu interior te desgarrará<br />
la piel, dividirá tu corazón de semilla. La transformación es dolorosa.<br />
Pero te aseguro que es la única puerta a la felicidad.<br />
El lamento de la semilla se trocó en canto de esperanza, y dejó que la<br />
madre tierra, poco a poco, la acogiera en su seno, soñando con convertirse<br />
en un hermoso roble. Pasaron los años, y un roble joven disfrutaba<br />
y gozaba de la incipiente primavera. Sed felices.<br />
3<br />
fr. sebas García marí n ocd<br />
mayo - Julio 2013