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aceptó el reto.<br />

—Necesito organizar un equipo de trabajo. Además requiero todo el apoyo de la dirección<br />

general, ya que tengo pleno conocimiento sobre las irregularidades en el penal, y debemos<br />

solucionarlas —dijo Aguilar Garzón con entusiasmo.<br />

—Haga las propuestas para que las considere, pero por lo pronto váyase solo —le instruyó Pérez<br />

Rodríguez.<br />

Cuando Aguilar Garzón llegó a Puente Grande, el primer paso que dio fue nombrar a Felipe<br />

Leaños Rivera, un hombre que había probado su honestidad, como encargado de una compañía de<br />

custodia, lo que le permitiría tener más control. Los siguientes tres días, el nuevo subdirector reunió<br />

al personal de seguridad en el auditorio del Cefereso, donde les explicó cuál sería su línea de<br />

trabajo: "Sé que muchos compañeros que están aquí tienen cola que les pisen. Los invito a que<br />

desistan y se retiren de la institución en este momento. Si las actividades irregulares continúan, voy a<br />

proceder conforme a la ley", aseguró el comandante. Con un gesto casi heroico, Aguilar Garzón<br />

comunicó que estaba dispuesto a dar la batalla para arrebatarle a Los Tres el poder que ejercían en<br />

el penal.<br />

Los primeros días de octubre el comandante puso sus palabras en práctica. Una mañana realizó<br />

una visita al área de dormitorios para supervisar las actividades. Ahí observó que un interno estaba a<br />

la mitad del pasillo de su dormitorio ubicado en el módulo 4, nivel A, cuidando la entrada. Al final<br />

del corredor estaban platicando El Güero Palma y su secretario particular, el preso Juan José<br />

Balbontin. Ninguno de los dos debía estar ahí. En cuanto el interno que hacía guardia vio a Aguilar<br />

Garzón, los capos se dirigieron apresuradamente hacia su estancia. Aguilar Garzón le reclamó al<br />

interno, quien le respondió que no estaba haciendo nada. El implacable subdirector le impuso un<br />

castigo, al igual que a Palma Salazar y Balbontin. La sanción consistía en retirarles los estímulos,<br />

consistentes en televisor y llamadas telefónicas extraordinarias.<br />

Aguilar Garzón se comunicó inmediatamente con Leonardo Beltrán Santana para comunicarle lo<br />

que había sucedido. El director se limitó a decir con tono de preocupación: "Está bien". Después<br />

Aguilar Garzón le marcó a Pérez Rodríguez, quien no estaba en su oficina, pero le dejó el recado de<br />

que era urgente reubicar en diferentes centros de máxima seguridad a Joaquín Guzmán Loera, Héctor<br />

Palma Salazar y a Arturo Martínez Herrera.<br />

—¿Qué actitud ha adoptado el señor Parma Salazar frente a su sanción? —le preguntó Beltrán<br />

Santana a Aguilar Garzón vía telefónica cuando este último hizo un segundo reporte de novedades.<br />

—Está molesto porque le retiramos su televisor y suspendimos sus llamadas telefónicas.<br />

— N o es prudente sancionar a estas personas... pueden generar problemas en el penal —sugirió<br />

Beltrán Santana.<br />

—Estamos dentro de las normas establecidas —se defendió Aguilar Garzón.<br />

—Pues yo le recomiendo que suspenda la sanción —insistió el director.<br />

—Si gusta, lo podemos tratar mañana en su oficina —contestó el comandante.<br />

Cuando los dos funcionarios se reunieron, Beltrán Santana volvió a pedirle a Aguilar Garzón que<br />

le levantara el castigo al narcotraficante.<br />

—Indíqueme qué es lo conducente para suspender el castigo —dijo molesto el subdirector.

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