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Untitled - Roche Trasplantes

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DRUG<br />

Edificio Vértice Antonio López, 249 - 1º<br />

28041 - MADRID<br />

ISBN Obra completa: 84-96305-20-1<br />

ISBN Quinto volumen: 978-84-96724-14-3<br />

D.L.:<br />

©2007 DRUG FARMA S.L.<br />

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin el permiso escrito del titular del Copyright.<br />

Esta publicación se ha realizado con la colaboración de <strong>Roche</strong> Farma.


ÍNDICE<br />

Introducción 7<br />

M. Arias<br />

Early diagnosis of chronic allograft nephropathy<br />

by means of protocol biopsies 13<br />

J. Chapman<br />

Diagnóstico precoz del rechazo subclínico<br />

mediante biopsias de protocolo 31<br />

F. J. Moreso<br />

Protocol biopsies and the diagnosis of humoral rejection 51<br />

M. Mengel<br />

Adaptación glomerular evaluada mediante biopsias<br />

de protocolo 71<br />

X. Fulladosa<br />

3


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Biopsia de protocolo: aspectos técnicos y seguridad 91<br />

R. Palomar<br />

Biopsias de protocolo en el diseño de ensayos clínicos 105<br />

D. Serón<br />

4


ÍNDICE DE AUTORES<br />

COORDINADOR GENERAL<br />

Manuel Arias Rodríguez<br />

Jefe de Servicio y Catedrático de Nefrología<br />

Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander)<br />

COORDINADORES DEL VOLUMEN V<br />

Manuel Arias Rodríguez<br />

Jefe de Servicio y Catedrático de Nefrología<br />

Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander)<br />

Daniel Serón Micas<br />

Servicio de Nefrología<br />

Hospital Universitari de Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona)<br />

AUTORES<br />

Jeremy Chapman OAM, MD, FRACP, FRCP<br />

Centre for Transplant and Renal Research<br />

Millennium Institute, University of Sydney<br />

Westmead Hospital, Westmead (New South Wales, Australia)<br />

Xavier Fulladosa Oliveras<br />

Servicio de Nefrología<br />

Hospital Universitari de Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona)<br />

Michael Mengel<br />

Institute for Pathology<br />

Medizinische Hochschule Hannover (Hannover, Alemania)<br />

5


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Francesc Josep Moreso Mateos<br />

Servicio de Nefrología<br />

Hospital Universitari de Bellvitge<br />

(L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona)<br />

Rosa Palomar Fontanet<br />

Servicio de Nefrología<br />

Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander)<br />

6


BIOPSIA DE PROTOCOLO<br />

EN EL TRASPLANTE RENAL:<br />

¿HERRAMIENTA CLÍNICA<br />

O DE INVESTIGACIÓN?<br />

M. Arias<br />

El seguimiento clínico del trasplante renal se basa fundamentalmente en el análisis de<br />

la creatinina sérica y/o del filtrado glomerular generalmente por estimación mediante<br />

fórmulas. Se sabe que este método diagnóstico es insuficiente y que no se correlaciona<br />

bien con la situación real del injerto. La otra opción posible es la realización de<br />

biopsias de protocolo en pacientes estables y asintomáticos, mientras no se desarrollen<br />

test de monitorización inmunológica fáciles de efectuar, reproducibles y válidos<br />

para el diagnóstico.<br />

Existe una enorme variación entre Unidades de Trasplante Renal en su consideración<br />

de las biopsias de protocolo, esto es, si deben ser usadas en la práctica clínica de rutina<br />

o seguir siendo un instrumento de investigación en centros seleccionados.<br />

La aproximación a este dilema depende de muchos factores que incluyen desde los<br />

regímenes de inmunosupresión que se utilizan, la participación en ensayos clínicos<br />

controlados de forma limitada o masiva, hasta los recursos disponibles. Ni que decir<br />

tiene que los considerandos sobre la seguridad y el partido que se saque a la prueba<br />

diagnóstica en los Departamentos de Anatomía Patológica son decisivos para la toma<br />

de decisión. Finalmente, se trataría de un análisis de costo-beneficio que relacionaría<br />

el número de eventos tratables diagnosticados y los injertos salvados en relación con<br />

el costo económico y de inconvenientes y complicaciones para el paciente.<br />

Las biopsias con aguja para el seguimiento del trasplante renal, guiadas mediante<br />

ecografía con pistola automática y realizadas por personal experimentado, ofrecen un<br />

riesgo muy bajo de pérdida del injerto y un mínimo riesgo de morbilidad. Como se<br />

describe en este volumen de Biblioteca de <strong>Trasplantes</strong> Siglo XXI, la complicación más<br />

7


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

frecuente y molesta es la hematuria macroscópica con obstrucción o no del uréter,<br />

siendo excepcionales las complicaciones más graves cuando se realiza la técnica según<br />

las anteriores reglas expuestas. Parece generalmente aceptado que el riesgo es<br />

algo mayor cuando se practican biopsias por indicación clínica y cuando se utilizan<br />

agujas de un tamaño mayor del número 18.<br />

Pero una de las mayores contraindicaciones para la biopsia de protocolo al igual que<br />

para la biopsia de indicación es no obtener una información clínica útil para tomar decisiones:<br />

la información histológica obtenida debe reflejar adecuadamente la situación<br />

de actividad inmunológica o afectación tóxica que de alguna manera proporcione<br />

la base para el cambio terapéutico. Esta información se ve dificultada por la existencia<br />

o no de nefropatólogo, o al menos un patólogo interesado y entrenado en la<br />

patología del trasplante renal, la variabilidad de la muestra y las diferencias entre observadores.<br />

No hay que olvidar que el rechazo celular leve-moderado es un proceso focal y que la<br />

interpretación de los patólogos puede diferir, sobre todo cuando se utiliza una escala<br />

de valoración como es la clasificación de Banff.<br />

Por otro lado, el otro gran criterio a parte de la seguridad es la utilidad clínica de la<br />

biopsia. Lógicamente, este aspecto se valora en tanto en cuanto se detecte patología<br />

o, en una valoración más exigente, se detecte patología que sea modificable por una<br />

posible intervención terapéutica. La aparición del rechazo subclínico en el trasplante<br />

es absolutamente dependiente del tiempo desde la intervención: es máximo en el primer<br />

mes y cae lentamente a lo largo del primer año. Existe una variación sustancial<br />

en la frecuencia que se ha publicado de rechazo subclínico que, probablemente, se relaciona<br />

con esta variación en el momento de la realización de la biopsia, pero también<br />

en las características inmunológicas o étnicas de los receptores y de la inmunosupresión<br />

utilizada en cada Unidad.<br />

Lo que resulta evidente actualmente es que la inmunosupresión es un condicionante<br />

a la hora de indicar biopsias de protocolo para la búsqueda diagnóstica de rechazo clínico,<br />

ya que la influencia del régimen inmunosupresor es decisiva, como se ha demostrado<br />

tanto en los trabajos clásicos del grupo australiano de Nankivell y<br />

Chapman como en las comunicaciones más recientes del Congreso Mundial de<br />

Boston de julio del 2006, realizadas por David Rush, pionero de las biopsias de protocolo.<br />

Rush ha llegado a afirmar que la utilización de tacrolimus disminuye tanto la incidencia<br />

de esta complicación o de este diagnóstico que no estaría justificada la<br />

biopsia de protocolo para buscar esta afectación en pacientes que siguen el tratamiento<br />

expuesto. Por otra parte, la aparición de una patología inesperada puede ser<br />

importante y hay que considerar la posibilidad de la cada vez más emergente infección<br />

por el virus BK.<br />

8


INTRODUCCIÓN<br />

Pero, independientemente de que el rechazo subclínico esté condicionado por el<br />

régimen utilizado, otro aspecto importante –y no del todo resuelto– es si una vez<br />

observada la infiltración celular en el injerto estable esto es significativo de daño<br />

actual o futuro, y si esta manifestación histológica y su posible modificación por la<br />

intervención terapeútica tiene incidencia o no en la supervivencia del paciente y<br />

del injerto a largo plazo. Existe muy poca experiencia en estudios controlados que<br />

analicen si el tratamiento o no del rechazo subclínico diagnosticado por biopsia de<br />

protocolo se sigue de una mejoría después de aplicar un tratamiento, y hay que referirse<br />

casi siempre a las publicaciones iniciales de David Rush y Shisido, en las<br />

que la rama tratada con corticoides comparada con la rama no biopsiada y no tratada<br />

tenía una mejor evolución.<br />

Por lo tanto, la biopsia de protocolo es una clarísima situación de balance riesgo-beneficio<br />

en la que hay que colocar en el platillo de la balanza del beneficio la posibilidad<br />

de mejorar el daño histológico, la supervivencia del injerto y del paciente, y los<br />

beneficios indirectos como reducir la inmunosupresión si se excluye el rechazo subclínico,<br />

la posible estratificación del riesgo inmunológico con la graduación de la inmunosupresión<br />

y el descubrimiento de diagnósticos no sospechados como glomerulonefritis<br />

recurrente, nefrotoxicidad por anticalcineurínicos o infección viral del tipo<br />

de la infección por virus BK.<br />

Como cabe esperar, este balance también depende del procedimiento en sí mismo<br />

y del riesgo de complicaciones, que son difíciles de comparar con el beneficio absoluto<br />

obtenido del tratamiento del rechazo subclínico, porque no está bien cuantificado;<br />

las estimaciones se basan, en general, en el trabajo de Rush, en el que transcurridos<br />

cuatro años los pacientes a los que se les realizaron biopsias de protocolo<br />

presentaron 17 pérdidas de injerto menos por cada 100 pacientes. Si aplicamos<br />

aquí el NNT (número necesario de pacientes a tratar para obtener el beneficio) para<br />

prevenir una pérdida de injerto a los cuatro años, habría que incluir en el seguimiento<br />

por biopsia de protocolo a seis pacientes siempre haciendo el cálculo de la prevalencia<br />

de rechazo subclínico de la época de la ciclosporina, aproximadamente un<br />

30%. No obstante, en la actualidad, el factor confundente para calcular este beneficio<br />

es la prevalencia descendente del rechazo agudo y del rechazo subclínico con la<br />

inmunosupresión actual que, con tacrolimus y MMF, se estima en un 2,6% de rechazo<br />

subclínico y un 11% de rechazo borderline a los tres meses en receptores de<br />

raza blanca y de donante vivo.<br />

Lo más generalmente aceptado es que la vigilancia mediante biopsias de protocolo<br />

es ética y clínicamente aceptable en Unidades de Trasplante en determinadas circunstancias,<br />

como la función retrasada del injerto que precisa diálisis, pacientes hipersensibilizados,<br />

trasplantes ABO incompatibles o cuando se está utilizando un<br />

end-point subrogado en los ensayos clínicos controlados.<br />

9


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Siguiendo de nuevo a Nankivell y Chapman en una publicación reciente, podemos<br />

decir que existen tres posibles estrategias que las Unidades de Trasplante tienen<br />

que considerar: no realizar biopsias de protocolo, efectuar biopsias sólo en pacientes<br />

de alto riesgo o seguir un protocolo universal en todos los pacientes de la serie.<br />

En cuanto a la primera, se trata de la posición que han adoptado hasta el momento<br />

la mayoría de las Unidades de Trasplante Renal del mundo, que asumen que el rechazo<br />

subclínico es poco importante y puede ignorarse, o bien que es relevante pero<br />

que se puede controlar mediante altas dosis de esteroides o aumentando la terapéutica<br />

inmunosupresora. Los aspectos negativos de esta inmunosupresión incluirán<br />

un aumento de la nefropatía BK, infecciones nosocomiales y, probablemente,<br />

un incremento de los trastornos linferoproliferativos postrasplante. Sin embargo,<br />

evita los problemas de aceptación de esta técnica por parte del paciente cuando se<br />

encuentra asintomático, los costes económicos y de organización y, además, es<br />

acorde con las reglas para el seguimiento de los pacientes trasplantados editadas<br />

en el año 2000, que exponen que se requieren más datos antes de indicar de una<br />

forma generalizada la biopsia de protocolo.<br />

La biopsia, en algunas situaciones, precisa realizar una selección de cuáles son los<br />

pacientes de alto riesgo y llevarla a cabo en algunos momentos determinados con un<br />

intervalo desde luego menor que las biopsias de protocolo seriadas generalizadas.<br />

Esto supone que es más económica y tiene claras desventajas como la selección de<br />

los pacientes y la definición de alto riesgo, que puede ser difícil o arbitraria. Esta selección<br />

se basa en que el rechazo subclínico puede ocurrir con mayor frecuencia y<br />

ser más severo que en los pacientes de riesgo normal o bajo; es muy clara cuando<br />

se eligen pacientes de extremo riesgo inmunológico; mientras que, en situaciones<br />

intermedias, esta predicción es mucho más imperfecta.<br />

La decisión de aplicar una política de generalización y convertir la biopsia de protocolo<br />

en un estándar de seguimiento –lógicamente, incluyendo excepciones o contraindicaciones,<br />

como cuando hay un campo quirúrgico infectado o una obstrucción<br />

del sistema urinario, o bien el paciente está anticoagulado– tiene claras ventajas en<br />

la apreciación del rechazo subclínico no sospechado, ayuda a la toma de decisiones<br />

terapéuticas y descubre patologías encubiertas; sin embargo, presenta evidentes<br />

desventajas respecto del coste, el consumo de recursos y los inconvenientes para<br />

los pacientes, a pesar de que por cada procedimiento el coste y el riesgo no son excesivos.<br />

De cualquier forma, la decisión de aplicar de una forma más o menos generalizada<br />

las biopsias de protocolo en la rutina clínica exige unos criterios previos que tienen<br />

que seguirse estrictamente en la opinión de autores con tanta experiencia como los<br />

del grupo australiano.<br />

10


INTRODUCCIÓN<br />

PRERREQUISITOS PARA JUSTIFICAR LA BIOPSIA<br />

DE PROTOCOLO DE RUTINA COMO HERRAMIENTA<br />

DIAGNÓSTICA DEL RECHAZO SUBCLÍNICO<br />

EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

(Nankivell BJ, Chapman JR. American Journal of Transplantation 2006)<br />

1. Que la biopsia percutánea con aguja presente un bajo riesgo de pérdida del injerto y un bajo<br />

riesgo de morbilidad.<br />

2. Que los resultados histológicos sean válidos y reflejen de forma adecuada la actividad inmunológica<br />

subclínica. Esto implica que:<br />

a. Se tengan en cuenta la variabilidad biológica y los errores de muestra en las biopsias individuales.<br />

b. El tamaño de la muestra sea adecuado para el diagnóstico.<br />

c. Los scores utilizados por los patólogos utilicen una herramienta estandarizada, como la<br />

clasificación de Banff.<br />

d. Los resultados falsos negativos y positivos sean clínicamente aceptables.<br />

3. Que la incidencia del rechazo subclínico sea suficientemente frecuente para justificar los<br />

esfuerzos diagnósticos.<br />

4. Que el rechazo subclínico demuestre que es perjudicial para el injerto cuando se mira la<br />

función del injerto a largo plazo como daño histológico o por la disminución de la supervivencia<br />

del injerto.<br />

5. Si se demuestra rechazo subclínico, que exista un tratamiento seguro y efectivo para revertirlo.<br />

6. Que el control del rechazo subclínico conduzca a un beneficio neto para el receptor, que<br />

puede ser: directo pero diferido, como la mejoría del daño histológico, de la función del injerto<br />

o del paciente; o indirecto, como la posibilidad de reducir la inmunosupresión porque<br />

no hay rechazo subclínico o porque se descubren diagnósticos fortuitos potencialmente<br />

tratables como el virus BK o la nefrotoxicidad por anticalcineurínicos.<br />

7. Que el riesgo-beneficio esté justificado en la mayoría de los receptores para ese grupo determinado.<br />

8. Que exista un consenso clínico para la utilización de los recursos necesarios.<br />

11


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA<br />

1. Nankivell BJ, Chapman JR. The significance of subclinical rejection and the value of<br />

protocol biopsies. American Journal of Transplantation 2006; 6: 2006-2012.<br />

2. Rush D, Nickerson P, Gough J, McKenna R, Grimm P, Cheang M, Trpkov K, Solez K,<br />

Jeffery J. Beneficial effects of treatment of early subclinical rejection: a randomized<br />

study. J Am Soc Nephrol 1998; 9: 2129-34.<br />

3. Rush D. No benefit of protocol biopsies in renal transplant patients receiving<br />

Tacrolimus and Mycophenolate Mofetil: a multicentre randomized study.<br />

Transplantation 2006; 82 (1): abstract 843.<br />

4. Shishido S, Asanuma H, Nakai H, Mori Y, Satoh H, Kamimaki I, et al. The impact of repeated<br />

subclinical acute rejection on the progression of chronic allograft nephropathy.<br />

J Am Soc Nephrol 2003; 14 (4): 1046-52.<br />

5. Scholten EM, Rowshani AT, Cremers S, Bemelman FJ, Eikmans M, van Kan E, Mallat<br />

MJ, Florquin S, Surachno J, ten Berge IJ, Bajema IM, de Fijter JW. Untreated rejection<br />

in 6-month protocol biopsies is not associated with fibrosis in serial biopsies or<br />

with loss of graft function. J Am Soc Nephrol 2006; 17: 2622-2632.<br />

12


EARLY DIAGNOSIS OF CHRONIC<br />

ALLOGRAFT NEPHROPATHY<br />

BY MEANS OF PROTOCOL<br />

BIOPSIES<br />

J. Chapman<br />

ROLE OF PROTOCOL BIOPSY EARLY<br />

AFTER TRANSPLANTATION<br />

The term “protocol biopsy” implies, in the context of renal transplantation, that biopsy<br />

is undertaken as a result of a pre-determined protocol and not because of a clinical event<br />

that has lead to the “need” for biopsy. The two processes have lead to very different<br />

answers over the years of development of renal transplantation. The clinically driven<br />

biopsy leads to a self-perpetuating result. Since biopsy is only performed at times of renal<br />

dysfunction, the results lead to the ability to distinguish between different causes of<br />

dysfunction –which essentially means distinguishing types of acute rejection from each<br />

other and from acute calcineurin inhibitor toxicity, or rare cases of pyelonephritis or vascular<br />

catastrophe. The clinically driven biopsy has not allowed distinction between the<br />

appearance of the kidney in times of acute dysfunction and times of stable function. It<br />

has been illuminating, and still remains surprising to some, that the histological data<br />

derived from protocol biopsies taken at times of stable function show a similar range of<br />

appearances to clinical biopsies. It has also required protocol biopsies to understand that<br />

the functional changes in renal allografts dramatically underestimate the severity of the<br />

pathological damage.<br />

This chapter reviews the principles upon which the data are accrued from renal allograft<br />

biopsies specifically to understand the evolution of chronic allograft nephropathy (1, 2). It<br />

is possible to use these data to build and then test a model for understanding the pa-<br />

13


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

thophysiology of chronic destruction of the renal transplant and the linkage between the<br />

underlying pathology and the observed functional changes.<br />

THE RISK OF GRAFT COMPLICATIONS<br />

In order to justify the use of protocol or surveillance percutaneous needle-core biopsies<br />

they must yield a low risk of complications including graft loss and morbidity such as admission<br />

to hospital and hemorrhage. A variety of reports of the risk of major complications<br />

including substantial bleeding, macroscopic hematuria with ureteric obstruction, peritonitis<br />

or graft loss is approximately 1% (3-5). Minor complication include macroscopic<br />

hematuria in 3.5%, perirenal hematomas 2.5%, asymptomatic arterio-venous fistulas<br />

7.3% and vasovagal reactions 0.5% (5).<br />

Loss of the graft after protocol biopsy is in the region of 0.03%, based on various reports<br />

where the losses are recorded as: 0 from 2,127 biopsies (4), 1 from 1,171 (5), 0 of 328<br />

(6), 0 from 1,037 (3), 0 from 961 biopsies (7), 0 from 277 (8), and 1 from 151 (9).<br />

The risk of renal allograft biopsy is increased when needles larger that 18G are used<br />

(6); when the biopsy is undertaken for clinical indications (presumably because the indication<br />

demands higher risks, or the graft is essentially unstable prior to the biopsy);<br />

and when the kidney is in an intraperitoneal position. Safety of protocol biopsies should<br />

thus be maximized through use of a skilled operator; mandatory ultrasound guidance<br />

immediately prior to biopsy to identify any unsuspected lesions such as urinary obstruction<br />

or an arterio-venous fistula; and use of an automated spring loaded gun mechanism<br />

rather than a manual cannula and trocar. Some operators suggest the use of<br />

a 16-gauge needle (10) and a single pass, rather than the 18-gauge needle favoured<br />

by many units but with more than one needle core sample (5). Certain exclusion criteria<br />

are also required to ensure that inappropriate risks are not taken. Table I details<br />

inclusion and exclusion criteria that should be considered prior to protocol biopsy. It<br />

would be appropriate for all of the inclusion criteria to be required to be met, but exclusion<br />

should require only a single criterion to be met. This is a conservative position<br />

designed to reduce the morbidity of the procedure undertaken with a lower yield of<br />

therapeutic decision making than occurs with acute clinically indicated biopsies. In particular,<br />

the use of ultrasound not only localises the kidney accurately, but also identifies<br />

potential sources of complication, the commonest of which is partial ureteric obstruction.<br />

RELIABILITY OF PROTOCOL HISTOLOGY RESULTS<br />

How good is the biopsy as a sample of the kidney? The reliability of a given result is related<br />

to the amount of tissue obtained and to the variability if the histological finding within<br />

the kidney. Clearly very patchy events are seen with less reliability than homogeneous<br />

14


EARLY DIAGNOSIS OF CHRONIC ALLOGRAFT NEPHROPATHY<br />

BY MEANS OF PROTOCOL BIOPSIES<br />

Table I. Inclusion and exclusion criteria for protocol needle core biopsy.<br />

Inclusion criteria<br />

Deceased donor kidney allograft<br />

Informed consent<br />

Approved clinical trial or standard clinical practice<br />

Ultrasound examination available<br />

Skilled biopsy operator<br />

Exclusion criteria<br />

Bleeding disorder<br />

Use of anticoagulants including heparin, warfarin and aspirin<br />

Anatomical variation of graft position (e.g., overlying bowel)<br />

Anatomical variation of graft (e.g., arterio-venous malformation)<br />

Urinary obstruction<br />

Requirement for sedation to undertake biopsy<br />

Previous complication from biopsy<br />

To undertake protocol biopsy all of the inclusion criteria must be met and none<br />

of the exclusion criteria can be met.<br />

ones. Early and mild hyalinosis of the arterioles thus depends upon sampling sufficient<br />

arterioles and on hitting one with hyalinosis. Severe cellular ejection on the other hand is<br />

a diffuse process that can be seen throughout the kidney and can even be reliably implied<br />

on a section of medulla rather than cortex.<br />

The best study of reproducibility of the Banff schema was undertaken by Furness et<br />

al. (11). The histologists eye is clearly quite inconsistent when assessing the area of involvement<br />

of a biopsy and may miss rare events such as occasional lymphocyte invasion<br />

of a tubule. The exact grading of tubulitis may thus be inaccurate and when missed<br />

may lead to change in the overall diagnosis of rejection status. Individual pathologists<br />

appear to be more consistent internally than when compared with each other, and in the<br />

Furness study remained rather resistant to change of their readings despite feedback<br />

on their results relative to the mean. Comparison of results between two centres found<br />

reasonable agreement for acute rejection diagnoses in another study (12) with a kappa<br />

statistic of 0.77 for agreement on the diagnosis of acute rejection. Veronese demonstrated<br />

similar levels of agreement for acute rejection (0.47 – 0.72) but borderline rejection<br />

and fine grading of borderline rejection and individual Banff quantifiers was not so<br />

good (13).<br />

15


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

A recent analysis of the reproducibility of the reading of arteriolar hyalinosis demonstrates<br />

the problem nicely (14). In this study the authors compared two protocols for reading<br />

–the standard Banff schema and a new schema developed by Mihatsch. The reproducibility<br />

of the new schema was better than the standard Banff schema (kappa statistic 0.67<br />

versus 0.52 comparing 45 biopsies from 38 patients), but the information derived from<br />

the readings was less informative. In the new schema, reproducibility was improved<br />

through reduction of the frequency with which intermediate scoring grades were used.<br />

The number of times when scores of 1 and 2 were used dropped from 64 using Banff to<br />

24 with the new system. This meant that biopsies were scored as 0 or 3 most of the<br />

time, which is little better than a binary decision of present/absent.<br />

The essence of the problem is thus to find the balance between multiple grades of distinction<br />

for a given event such as tubulitis or tubular atrophy, which extracts maximum<br />

amounts of information from the biopsy, and simple grading systems which are highly<br />

reproducible but uninformative. The compromise that is represented by the current Banff<br />

schema, does at least have widespread application across transplant programs and through<br />

many clinical trials. It is important to recognize that it remains limited by the degree of<br />

reproducibility at the margins and could suffer further refinement with benefit. The areas<br />

of contention remain, for example, the relevance of cellular infiltrate in areas of fibrosis.<br />

The current schema requires these to be ignored, but that leads to the potential for variability<br />

in interpretation of exactly what constitutes an area of fibrosis in which the infiltrate<br />

is to be ignored. Fortunately, the schema is under continuous revision and improvement,<br />

so it is reasonable to hold the view that, despite the areas of poor reproducibility, the<br />

Banff schema for the interpretation of renal allograft pathology is the best that we have<br />

available.<br />

DEFINITIONS AND A MODEL OF CAN<br />

Understanding the complexity of the entity of chronic allograft nephropathy (CAN) has<br />

taken many years, since unlike acute rejection, it cannot be easily identified clinically, is<br />

multifactorial in origin and evolves over years and not days or hours. The reliability and<br />

sensitivity of serum creatinine measurement contributed substantially to the ability to<br />

diagnose and treat acute rejection in the early years of transplantation and is still one of<br />

the most reliable tools that we use in the clinic to identify patients in need of further investigation<br />

and change in management during the first few weeks after a renal transplant.<br />

Since the serum creatinine is also a fairly reliable indicator of chronic graft failure,<br />

as demonstrated by studies examining creatinine at one year as a predictor of graft loss,<br />

it has been natural to assume that monitoring the serum creatinine will identify grafts at<br />

risk from chronic graft failure and CAN. Experience has, however, taught us that this strategy<br />

does not, on the whole, allow identification of CAN at a stage when intervention can<br />

substantially alter the course of events. It is central to the understanding of CAN to realise<br />

why this is the case. It is also central to any strategies that might be effective in the<br />

16


EARLY DIAGNOSIS OF CHRONIC ALLOGRAFT NEPHROPATHY<br />

BY MEANS OF PROTOCOL BIOPSIES<br />

early identification and treatment of CAN. Our current model of CAN also demonstrates<br />

why treatment is not a very effective strategy and why prevention of CAN has to be the<br />

goal of all transplant units.<br />

CAN is a diagnosis that has been arrived at through the pathologist’s microscope, rather<br />

than the clinic. Papers from the 1970’s through to the mid 1990’s commonly used<br />

the term “chronic rejection” to describe the clinical phenomenon of slowly and inexorably<br />

rising serum creatinine. Indeed this term can be found in papers from the<br />

past five years still loosely applied to chronic graft failure (15). It is important to understand<br />

the difference between the starting points for each of these terminologies<br />

and the consequent confusions that apply when one term is used interchangeably<br />

with the other.<br />

The term “CAN” arose from the Banff series of pathology conferences driven by such<br />

pathologists as Kim Solez, Robert Colvin, Michael Mihatsch, Daniel Serón and Lorraine<br />

Racusen (1). CAN is thus defined histologically, restricted to the renal allograft and is independent<br />

of aetiology (16). The original intent of the definition was to bring some order<br />

into the chaotic descriptions that were available for a chronically damaged allograft.<br />

Unfortunately there remains some opportunity for confusion since the underlying aetiology<br />

may also be discernable in the biopsy specimen, such as calcineurin inhibitor (CNI)<br />

nephrotoxicity and through the addition to the diagnostic features of some facets with<br />

presumed immunological aetiology. Ample opportunity to confuse has been added by<br />

those who describe pre-transplant donor renal biopsies as having CAN –clearly an absurdity.<br />

The features of CAN that are identified and scored in the Banff schema are tubular<br />

atrophy (Banff: ct) and interstitial fibrosis (Banff: ci). This should not be taken to mean<br />

that CAN is comprised of just these two appearances, nor that these are actually the<br />

most relevant to physiological, functional or prognostic indicators. It is simply that these<br />

two features are the most reliable, diffuse and easily visible changes in the biopsy, not<br />

subject to the vagaries of small samples that plague any definition relying on patchy<br />

changes in vessels or glomeruli. CAN grading from I to III simply identifies the proportion<br />

of the biopsy that is affected by these changes. It is unfortunate that the scoring of<br />

the chronic Banff “qualifiers” do not, in the current version, tie in well to the CAN grading.<br />

A revised version of the schema, with a name change to chronic sclerosing allograft<br />

nephropathy, may help us in the future. At the present time: CAN grade I requires ci1,<br />

ct1; CAN grade II requires moderate changes (ci2/ct2, or ci1/ct2, or ci2/ct1); while grade<br />

III requires severe changes (ci3/ct3, or ci2/ct3, or ci3/ct2). If there are none of the<br />

changes of “chronic rejection” such as vascular changes with disruption of the elastica,<br />

inflammatory cells in the fibrotic intima and proliferation of myofibroblasts in the intima,<br />

the grade of CAN is qualified with an “a”, but if these changes are present then<br />

it is rates “b”.<br />

17


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

The ground on which we have been able to build models of CAN is thus from histology<br />

and not from the clinical environment. Studies of biopsies taken in an attempt to diagnose<br />

clinical events are also uselessly misleading since they are biased by the clinical<br />

overlay that comes with the decision to undertake the biopsy. It is thus only from protocol<br />

biopsy studies that one can really build the conceptual models with which to test therapeutic<br />

interventions.<br />

Reports of long term protocol renal allograft biopsy series were scarce until the past five<br />

years or so. The longest series was published from our group in Sydney (REF JASN 66-79)<br />

in which 120 recipients of simultaneous pancreas and kidney transplant recipients were<br />

biopsied at 0, 3 and 12 months and then annually thereafter to ten years. Our series, like<br />

that from the Mayo Clinic (17) which was predominantly from living donor transplants, started<br />

with normal kidneys from young donors and very short cold ischemia times. We had<br />

previously published a shorter series of protocol biopsies taken from deceased donor grafts,<br />

which thus included the impact of preceding donor disease (9,18), while others have described<br />

the different impacts of varied immunosuppressive regimens (19-23).<br />

Chronic allograft nephropathy is the final common pathway of different causes of renal<br />

allograft damage. That damage may have started in the hypertensive donor or through<br />

cold ischaemia and reperfusion injury, through acute rejection, acute or chronic CNI nephrotoxicity<br />

and from sub-clinical rejection. It may be possible in a single biopsy to discern<br />

the relative influences of some of these factors, but in severe cases the biopsy is as<br />

uninformative as the “end stage kidney” that we are familiar with from native renal diseases.<br />

Our current working model is shown in Figure 1 and described below. We believe that it<br />

provides the foundation for understanding not only CAN, but also the relationships between<br />

the histological appearances and the clinical perspectives (2). The new genomic<br />

techniques for elucidating changes at the molecular level may also potentially be inculcated<br />

into explaining the model and the early evolution of CAN.<br />

Subclinical rejection<br />

Fibrosis of the kidney occurs in two separate phases (68), two thirds develops quite rapidly<br />

during the first year, with a slow and progressive accumulation beyond that time.<br />

Interestingly the interstitial fibrosis exceeds the tubular atrophy suggesting that it is related<br />

to more than simply the damage of tubules. The two strongest contenders for this effect<br />

are ischaemia-reperfusion injury and acute allograft immune response –acute rejection.<br />

In the Hannover protocol series of 258 patients (22) biopsied at 6, 12 and 16 weeks,<br />

CAN was present in 70 (37%) and absent in 120 at 26 weeks. The significant risk factors<br />

for CAN were receiving a deceased donor kidney, long cold ischaemia and acute rejection.<br />

In the Westmead series acute tubular necrosis was predictive for CAN and the use<br />

18


EARLY DIAGNOSIS OF CHRONIC ALLOGRAFT NEPHROPATHY<br />

BY MEANS OF PROTOCOL BIOPSIES<br />

Transplant<br />

Chronic donor disease<br />

Acute donor disease<br />

Ischaemia<br />

Arteriosclerosis<br />

Arteriolar hyalinosis<br />

Tubular atrophy<br />

Interstitial fibrosis<br />

Acute rejection<br />

CNI toxicity<br />

Glomerular sclerosis<br />

Rising creatinine<br />

Subclinical rejection/chronic humoral rejection<br />

GRAFT LOSS<br />

Figure 1. Model for the understanding the time dependent and inter-related features of<br />

chronic allograft nephropathy.<br />

of mycophenolate mofetil compared with azathioprine reduced CAN (7). Sub-clinical rejection<br />

was also a cause of interstitial fibrosis at twelve months (18) and CAN (25) in two<br />

independent series of<br />

biopsies, the first in deceased<br />

donors of kidneys<br />

and the second in deceased<br />

donors of simultaneous<br />

kidney pancreas<br />

transplants. The confirmation<br />

that subclinical rejection<br />

causes CAN, may<br />

lead to the conclusion<br />

that this phenomenon explains<br />

the immune related<br />

risk factors for both<br />

CAN and long term graft<br />

survival. Sub-clinical rejection<br />

is commonest in<br />

low intensity immunosuppressive<br />

regimens<br />

and early after transplantation<br />

(Figure 2). It is per-<br />

Mean Banff score<br />

1.5<br />

1<br />

0.5<br />

0<br />

0 1 2 3 4 5 6-7<br />

Years after transplantation<br />

Interstitial<br />

inflammation<br />

Tubulitis<br />

Figure 2. Prevalence of acute interstitial infiltration and tubulitis<br />

in protocol biopsies of renal allografts up to ten years<br />

post-transplantation.<br />

19


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

sistent in sequential biopsies in only a small percentage, but in this group of patients it<br />

halves the measured GFR in only 18 months (25). In a formal randomised controlled trial<br />

of detection and treatment of early subclinical rejection, Rush and his colleagues demonstrated<br />

a beneficial effect in terms of reduction of interstitial fibrosis and tubular<br />

atrophy at six months (26). More modern immunosuppressive regimens, including both<br />

tacrolimus and mycophenolate mofetil, have reduced the incidence of subclinical rejection<br />

and also the power to demonstrate the efficacy of treating subclinical rejection (27).<br />

The Banff schema does not at present recognize inflammation in areas of fibrosis and<br />

thus assumes that this infiltrate has no predictive value since the damage has been done.<br />

There are now several series that demonstrate that this is not true and that sub-clinical<br />

inflammation in areas of fibrosis are indeed associated with the presence of increased fibrosis<br />

in subsequent biopsies (28,29).<br />

Taken together, these data clearly support the view that inflammatory cells in renal allografts<br />

cause long term damage even in the absence of acute deterioration in graft function<br />

(30-36). In fact it is possible to support the contention that the damage is done because<br />

there is no associated rise in creatinine, allowing it to go undiagnosed and thus untreated.<br />

CNI nephrotoxicity<br />

The impact of CNI nephrotoxicity is the other major contender implicated in the development<br />

of CAN. It is possible to recognize chronic CNI toxicity and CAN as separate histological<br />

entities and some have argued that this should always be the case (37). In the<br />

two year protocol biopsies from the US multicenter trial comparing cyclosporine and tacrolimus<br />

(19), both the rate of development and the severity of CAN and chronic CNI toxicity<br />

were indistinguishable between tacrolimus, and the two formulations of cyclosporine<br />

(38). In the Westmead series chronic CNI toxicity was identified in biopsies by the<br />

presence of at least two of: striped interstitial fibrosis; arteriolar hylainosis; and tubular<br />

micro-calcification. It was an almost universal finding by ten years after transplantation.<br />

Interstitial fibrosis and tubular atrophy are highly correlated and progress rapidly in the<br />

first year, thereafter progressing slowly but inexorably up to ten years and beyond.<br />

Arteriolar hyalinosis<br />

Arteriolar hyalinosis was present in 75% of patients by ten years. While implantation biopsies<br />

may detect arteriolar hyalinosis in elderly, diabetic or hypertensive donors, in the series<br />

of young donors of simultaneous kidney pancreas transplants that we reported, arteriolar<br />

hyalinosis first appeared, sometimes transiently in the first three to six months<br />

(38). Early changes were correlated with higher trough concentrations of cyclosporine<br />

and by preceding episodes of acute CNI toxicity. The longer term and permanent appearance<br />

of chronic CNI changes by five years post-transplant, was associated with higher<br />

20


EARLY DIAGNOSIS OF CHRONIC ALLOGRAFT NEPHROPATHY<br />

BY MEANS OF PROTOCOL BIOPSIES<br />

long term cyclosporine dosage with a cut off point at a maintenance dose of about 5 mg/<br />

kg/day. The histological appearance that is classically described is of a nodular hyaline<br />

change in the wall of renal arterioles (14). In our data, however, this classical change often<br />

gave way to more diffuse change with narrowing of the lumen and evidence of glomerular<br />

ischaemia. The question thus arises as to whether the arteriolar change may be<br />

associated with hypertension or with diabetes in our series. We were able to dispel these<br />

two possibilities since treated hypertension succeeded the appearance of arteriolar hyalinosis<br />

and did not preceed it as would be expected if it had a role in aetiology, also 60%<br />

of hypertensive and 68% of normotensive patients had arteriolar changes. With respect<br />

to the possibility of an effect from diabetes, the simultaneous glucose tolerance test performed<br />

with each protocol biopsy showed identical glucose handling in those with and<br />

those without arteriolar changes (38).<br />

Glomerular disease<br />

The final pathway for damage to the nephron is exhibited through glomerulosclerosis,<br />

with which irreversible loss of glomerular and nephron function occurs. Glomerular filtration<br />

rate is also closely linked to the glomerular sclerosis, especially as the number of<br />

functioning nephrons falls and glomerular hyperfiltration capacity is exceeded. There are<br />

at least three different mechanisms of destruction and pathologies that can be discerned<br />

in transplant glomeruli.<br />

Recurrent glomerulonephritis<br />

Occurs at different frequencies in different diseases and may account for a significant<br />

number of graft failures, such as in focal and segmental glomerular sclerosis (FSGS), or<br />

be essentially irrelevant such as in systemic lupus erythematosus (SLE) (15). No more<br />

will be said here about recurrent disease except to note that an increase in proteinuria<br />

by >500 mg/day or an absolute excretion rate of >1,500 mg/day are a reliable guide to the<br />

need for a diagnosis of the glomerular pathology (39), except possibly in patients treated<br />

with sirolimus or everolimus.<br />

Chronic transplant glomerulopathy<br />

In which the earliest signs, seen on electron microscopy include splitting of the basement<br />

membrane. This may be associated with the deposition of C4d and chronic antibody<br />

mediated damage to the glomerulus (40). It has been well accepted since the 1960’s<br />

that antibody to HLA mediates hyperacute and forms of acute rejection. Transplant glomerulopathy<br />

was recognised as early as 1963 with enlarged glomeruli, mesangial matrix<br />

expansion, changes in mesangial cells and splitting of both the glomerular and peritubular<br />

basement membranes (41). Perhaps lulled into a false sense of security by the improvement<br />

in crossmatching techniques, or perhaps by the confounding factors sur-<br />

21


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

rounding the presence of anti-HLA antibody at the time of and subsequent to chronic allograft<br />

failure, it has taken many years to piece together the events that surround chronic<br />

humoral rejection. The turning point has come with the development of reliable techniques<br />

to detect the complement component C4d on the membrane of endothelial cells in<br />

the allograft and engagement with the Banff schema (42). Anti-HLA antibody is now<br />

known to predict a poor long term outcome (43) and the immune consequence of antibody<br />

binding to complement on the endothelial cell surface to preceed transplant glomerulopathy<br />

(44). Experimental evidence is now also linking these phenomena perhaps<br />

explaining one of the underlying mechanisms for vascular disease in the allograft (45).<br />

The recent demonstration of antibody to agrin –a component of the glomerular basement<br />

membrane– may explain the poor correlations between anti-HLA antibody and glomerulopathy<br />

(46). Transplant glomerulopathy is clearly identified as a cause for long term graft<br />

loss (47).<br />

Ischaemic glomerular sclerosis<br />

Associated with other features of chronic allograft nephropathy, seen progressively from<br />

three or four years post-transplantation (48). In the early post-transplant period glomerular<br />

loss is associated with generalised ischaemic damage but is quite restricted in extent,<br />

at least in younger donors. The later and more significant phase of glomerular loss follows<br />

as a consequence of earlier interstitial fibrosis and arteriolar hyalinosis (48). The severity<br />

of interstitial fibrosis at one year correlated with the severity of glomerulosclerosis<br />

at four and five years, but even grafts with no interstitial fibrosis eventually developed<br />

glomerulosclerosis. A second factor influencing glomerular destruction was shown to be<br />

the severity of arteriolar hyalinosis, with substantial increases in the percentage of sclerosed<br />

glomeruli for each grade increase in Banff designated arteriolar hyalinosis. These<br />

factors are familiar from prognostic studies in native renal diseases such as IgA nephropathy<br />

and it should come as little surprise to see the influence apparent in transplanted<br />

kidneys. Thus glomerulosclerosis is associated with both the results of acute and untreated<br />

subclinical rejection, perhaps accounting for the correlations between chronic graft<br />

loss and early acute rejection noted in the 1980’s and 1990’s, as well as with indices of<br />

CNI nephrotoxicity, especially arteriolar hyalinosis.<br />

Prevalence of chronic allograft nephropathy<br />

The prevalence of CAN may only be determined from protocol biopsy of unselected patients.<br />

All studies that report the prevalence of CAN based upon functional indices or selected<br />

histology driven by clinical indications dramatically underestimate the true prevalence.<br />

There is no doubt that the prevalence of CAN depends upon many factors including<br />

the donor age, indices of ischaemia and rejection, and upon the immunosuppression<br />

used. One controlled study of cyclosporine compared to tacrolimus showed a prevalence<br />

of CAN at two years to be 72.3% and 62.0% at two years respectively (19). The<br />

22


EARLY DIAGNOSIS OF CHRONIC ALLOGRAFT NEPHROPATHY<br />

BY MEANS OF PROTOCOL BIOPSIES<br />

prevalence was correlated with prior acute rejection episodes, acute nephrotoxicity and<br />

with donor age.<br />

The Westmead series showed what was to some a remarkably high prevalence of CAN,<br />

with almost all grafts affected by CAN grade I by two years, and around 50% with CAN<br />

grade III by ten years (7) (Figure 3).<br />

Figure 3. Prevalence of chronic allograft nephropathy diagnosed<br />

on protocol biopsy by the Banff criteria in 120 simultaneous<br />

kidney pancreas transplant recipients.<br />

Steroid avoidance and use of either sirolimus or mycophenolate mofetil with tacrolimus<br />

lead to 20% grade II and III CAN at only 12 months in both African Americans and non-<br />

African Americans, similar<br />

to the Westmead data<br />

using predominantly cyclosporine<br />

therapy (49).<br />

Moreso et al. showed an<br />

even higher prevalence<br />

of CAN with 175 of 435<br />

(40%) of grafts affected<br />

by six months (29). The<br />

precise estimate of CAN<br />

grade after at different times<br />

after transplantation<br />

varies with the study and<br />

to a certain extent also<br />

with the histologist, but<br />

the important and common<br />

theme is that the level<br />

of pathological impact<br />

is substantially underestimated<br />

by the serum<br />

creatinine and other functional<br />

measures in all studies. It is thus our contention that it is necessary to intervene<br />

early if one is to reduce the level of histological chronic allograft nephropathy.<br />

Utility of diagnosing and detecting CAN early<br />

One could legitimately ask the question: is it worth making the diagnosis of CAN? Is there<br />

a therapeutic utility to making the diagnosis? Is it possible to either reverse or prevent<br />

deterioration in the histology once the diagnosis has been made? These questions are<br />

all predicated on therapeutic nihilism which dictates that once the damage has been done<br />

it cannot be undone. There is some justice in this approach, since sclerosed glomeruli<br />

will not spring back to life and atrophic tubules will not regenerate to normal morphology<br />

and function. The only conclusion that one can make is that therapy designed to halt the<br />

23


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

progression of disease and therapy designed to remove the aetiological agents would<br />

have to be effective to justify the intervention.<br />

The options available for prevention of graft damage are: treatment of subclinical rejection;<br />

reversal of and prevention of further CNI nephrotoxicity, especially arteriolar hyalinosis;<br />

prevention of ischaemia and selection of a younger donor. The latter strategies will<br />

not help after the transplant but there is evidence that treatment of subclinical rejection<br />

and switch from CNI based immunosuppression can make a difference.<br />

Treatment of subclinical rejection<br />

The diagnosis of subclinical rejection and the repeated and reliable demonstration of a<br />

correlation between subclinical cellular infiltrates and subsequent graft fibrosis, does<br />

not prove that it is possible to treat subclinical rejection with benefit. It was thus important<br />

to see proof of this hypothesis in a single centre study from Canada (26). In this<br />

study Rush and his colleagues randomised half of the patients to protocol biopsy and<br />

treatment of subclinical rejection and the other half to treatment based upon clinical indices<br />

only. Interstitial fibrosis and tubular atrophy scores on biopsy at six months and<br />

serum creatinine at 24 months were statistically significantly superior in the protocol<br />

biopsy group, thus proving the hypothesis. In our own series, published recently, it was<br />

demonstrated that treatment of subclinical rejection diagnosed on one month protocol<br />

biopsy, eliminated differences in chronic fibrosis and tubular atrophy at three months,<br />

between those with and without subclinical rejection at one month (50). While this cohort<br />

study again does not constitute formal proof of the utility of treating subclinical rejection,<br />

it is encouraging that this therapy did seem to eliminate chronic damage which<br />

we have otherwise seen consistently for the past 15 or more years. A more recent formal<br />

trial by the Canadian group with a number of other North American centres has been<br />

reported in abstract form in 2006, but failed to demonstrate an impact because of the<br />

low incidence of subclinical rejection when using immunosuppression based upon tacrolimus<br />

and mycophenloate mofetil (27). Interestingly there was a higher than expected<br />

level of interstitial fibrosis in that study –perhaps exchanging subclinical rejection for<br />

CNI nephrotoxicity.<br />

In conclusion, the weight of evidence favours the diagnosis and treatment of subclinical<br />

rejection, especially when using lower intensity immunosuppressive regimens, as a strategy<br />

for reducing chronic allograft nephropathy.<br />

Avoidance of CNI nephrotoxicity<br />

One strategy for avoidance of nephrotoxicity is to avoid these agents entirely and a<br />

number of studies have attempted to do that by using combinations of sirolimus or everolimus<br />

with mycophenolate mofetil and steroids with induction using a monoclonal<br />

24


EARLY DIAGNOSIS OF CHRONIC ALLOGRAFT NEPHROPATHY<br />

BY MEANS OF PROTOCOL BIOPSIES<br />

anti-Il2 receptor antibody (51). An alternative strategy has been studied since the early<br />

1980’s, notably early conversion from a calcineurin inhibitor based regimen to one which<br />

eliminates the CNI after three, six or twelve months. It is not in the scope of this chapter<br />

to identify and review these studies which others have accomplished in formal metaanalyses<br />

(52, 53), but it is important to note that one of the more recent studies using<br />

sirolimus and corticosteroids as maintenance therapy was accompanied by protocol<br />

biopsies (54). In this study biopsies at implantation, 12 and 36 months were studied in<br />

a subset of patients that provided biopsy material at each time point. The most interesting<br />

feature of this study was that the group in which the CNI was eliminated had<br />

resolution of tubular atrophy between 12 and 36 months, without increased interstitial<br />

fibrosis. Thus the total CADI index of chronic damage was unchanged in the sirolimus<br />

treated patients, suggesting that the strategy might hold out some hopes for long term<br />

improvement in CAN, if effective and applicable clinical regimens can be developed to<br />

avoid the CNI’s.<br />

Future opportunities<br />

Clearly, very early diagnosis of events that may subsequently damage the graft might<br />

increase the effectiveness of interventions. The possibility that gene events will predict<br />

histology has been borne out in early studies from a number of groups including our<br />

own. Vitalone at the World Transplant Congress in Boston in July 2006 (55), presented<br />

data derived from Gene Microarrays demonstrating that genes associated with both<br />

CAN and rejection “turn on” –i.e., produce mRNA– earlier than the histological changes<br />

were apparent. If this is borne out in other laboratories and in other series of patients,<br />

it may offer a way of predicting the patients in whom intervention would be especially<br />

valuable.<br />

SUMMARY<br />

Chronic Allograft Nephropathy is the syndrome that has come to plague renal transplantation<br />

as the cause of most graft losses. It has been evident for as long as we have been<br />

transplanting the kidney, but in the early days it was overshadowed by acute rejection<br />

and mis-interpreted as an entirely immune related phenomenon termed “chronic rejection”.<br />

It has been the source of most concern to clinical transplant programs for the past<br />

ten years, but the long term nature of the syndrome has meant that it has not been an<br />

easy target for research. Paradoxically, the pharmaceutical industry –which has the most<br />

to gain from long term use of particular agents– is most unlikely to fund the research trials<br />

that we will need to prove which are the best treatment options. Long term investments<br />

in this area are likely to be superseded before they have produced any answers. We are<br />

thus left with the individual transplant centre studies, implied answers from long term<br />

cohort studies using older pharmaceutical agents and new molecular genomic and proteomic<br />

technologies that have yet to deliver on their promise.<br />

25


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

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BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

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Transplantation 2006, 82, WTC Abstract 1057.<br />

29


DIAGNÓSTICO PRECOZ<br />

DEL RECHAZO SUBCLÍNICO<br />

MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

F. J. Moreso<br />

DEFINICIÓN DE RECHAZO SUBCLÍNICO<br />

El diagnóstico de rechazo subclínico se basa en la demostración histológica de hallazgos<br />

de rechazo agudo en una biopsia obtenida de un injerto renal con una función renal estable.<br />

Las características histológicas, así como los tipos y grados de rechazo, se comentarán<br />

en el siguiente apartado. La definición de injerto renal con función estable no ha sido<br />

uniforme en distintos estudios llevados a cabo. Dado que desconocemos cuál es la mejor<br />

función que puede alcanzar un injerto renal, se ha utilizado como criterio la diferencia<br />

entre la creatinina sérica en el momento de la biopsia y la creatinina sérica durante algún<br />

periodo próximo a la realización de la misma. En nuestra Unidad, se consideran injertos<br />

estables aquellos que muestran una diferencia entre la creatinina sérica el día de la biopsia<br />

y la obtenida durante los 15-30 días antes y después de la biopsia inferior al 15% (1).<br />

De esta manera, se entiende que, en el caso de producirse un deterioro funcional superior<br />

al 15% juntamente con hallazgos de rechazo agudo, se trataría de un caso de rechazo<br />

clínico.<br />

La primera descripción de hallazgos histológicos de rechazo agudo en injertos con función<br />

estable data de principios de la década de los 70 (2). A mediados de la década de los<br />

80, se comunicó la presencia de signos de rechazo agudo en biopsias obtenidas en el<br />

momento del alta en pacientes trasplantados tratados con azatioprina o ciclosporina (3, 4).<br />

A pesar de estas aproximaciones iniciales, no ha sido hasta los últimos 15 años cuando la<br />

práctica de biopsias de protocolo en distintos centros ha permitido caracterizar la historia<br />

31


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

natural de esta entidad, así como describir su epidemiología e implicaciones terapéuticas<br />

y pronósticas. Hay que tener en cuenta que las distintas reuniones del grupo de Banff han<br />

posibilitado desarrollar unos criterios estandarizados para la valoración de las biopsias<br />

(5-7), cuya aplicación por parte de los distintos centros ha hecho posible una descripción<br />

homogénea de las lesiones.<br />

DIAGNÓSTICO DE RECHAZO SUBCLÍNICO<br />

El diagnóstico de rechazo subclínico consiste en el estudio del material obtenido mediante<br />

punción-biopsia renal, el cual es procesado según las técnicas convencionales y valorado<br />

en función de los criterios aceptados internacionalmente.<br />

Seguridad de la biopsia renal de protocolo<br />

La biopsia del injerto renal se realiza habitualmente bajo control ecográfico utilizando agujas<br />

automáticas de los calibres 14 G, 16 G o 18 G, y se suelen obtener dos cilindros. Como<br />

toda técnica invasora, no está exenta de complicaciones y muchas Unidades de Trasplante<br />

prefieren no someter a ningún riesgo un injerto normofuncionante. Existen diversos estudios<br />

sobre la seguridad de la biopsia renal en el paciente trasplantado, pero han sido de<br />

gran utilidad estudios recientes que exploran la seguridad de la biopsia renal de protocolo<br />

(8, 9). De estos estudios se deduce que la pérdida del injerto renal es excepcional (una<br />

pérdida en más de 2.000 procedimientos) y que las complicaciones graves (que requieren<br />

transfusión y/o hospitalización) son inferiores al 1%.<br />

Diagnóstico histológico<br />

La biopsia se procesa en formalina, fija en parafina y se tiñe con las tinciones de hematoxilina-eosina,<br />

ácido periódico de Schiff (PAS), tricrómico de Masson y plata metenamina.<br />

La adecuación de la muestra obtenida, así como la valoración de las lesiones, se basan<br />

en los criterios definidos en la conferencia de consenso de Banff (5-7). Se aconseja<br />

teñir, al menos, siete láminas: tres con hematoxilina-eosina, tres con PAS y una con tricrómico.<br />

Se consideran muestras adecuadas aquellas que contienen diez o más secciones<br />

glomerulares y dos o más secciones arteriales. Son muestras marginales aquellas<br />

que contienen entre siete y nueve secciones glomerulares y, al menos, una sección arterial.<br />

Las muestras con menos de siete secciones glomerulares o sin secciones arteriales<br />

no se consideran suficientes para una adecuada valoración.<br />

Las lesiones histológicas se evalúan mediante una escala ordinal graduada de 0 a 3, en la<br />

cual 0 significa ausencia de lesión, 1 lesión leve, 2 lesión moderada y 3 lesión severa. Esta<br />

escala se utiliza para la valoración de las lesiones a nivel glomerular, intersticial, tubular y<br />

vascular, que se denominan glomerulitis, infiltrado intersticial, tubulitis y vasculitis, respectivamente,<br />

y que se abrevian por convenio como g, i, t y v, respectivamente.<br />

32


DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL RECHAZO SUBCLÍNICO MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

Según el esquema de Banff, el diagnóstico de cambios borderline se basa en la presencia<br />

de infiltrado intersticial leve (afecta al 10-25% de la corteza renal) y tubulitis leve (1-4<br />

células inflamatorias por sección tubular). La existencia de infiltrado moderado (afecta entre<br />

el 25% y el 50% de la corteza renal) o severo (afecta a más del 50% del parénquima<br />

cortical) en asociación con tubulitis moderada (5-10 células inflamatorias por sección tubular)<br />

o severa (>10 células inflamatorias por sección tubular) permite definir el rechazo<br />

agudo grados IA y IB, respectivamente. Finalmente, la presencia de arteritis intimal posibilita<br />

definir el rechazo agudo de grado II. En las Figuras 1-4 se muestran ejemplos de los<br />

distintos tipos de lesiones y grados de rechazo.<br />

Diferencias entre rechazo agudo subclínico<br />

y rechazo agudo clínico<br />

Dado que los hallazgos histopatológicos en el rechazo agudo clínico y el rechazo agudo<br />

subclínico son indistinguibles, se han llevado a cabo distintos trabajos para detectar alteraciones<br />

estructurales que justifiquen la presencia de lesiones de rechazo agudo sin<br />

deterioro funcional. Cabe destacar que en los injertos con función estable la presencia<br />

de rechazo vascular (grado II o III) es muy infrecuente, es decir, el rechazo vascular agudo<br />

casi siempre se traduce en deterioro funcional. Para valorar la falta de deterioro fun-<br />

Figura 1. Infiltrado inflamatorio difuso que afecta a más del 25% del área<br />

cortical (i2) con afectación predominantemente perivascular (hematoxilina-eosina;<br />

x 100).<br />

33


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figura 2. Infiltrado inflamatorio leve con tubulitis leve (t1), entre una y cuatro<br />

células inflamatorias por sección tubular (hematoxilina-eosina; x 400).<br />

Figura 3. Infiltrado linfomonocitario severo (i3) con presencia de eosinófilos.<br />

Se observa tubulitis (t2) con destrucción de las membranas basales<br />

tubulares (hematoxilina-eosina; x 200).<br />

34


DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL RECHAZO SUBCLÍNICO MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

Figura 4. Endotelialitis leve (v1) en las arterias de la zona intercorticomedular<br />

(hematoxilina-eosina; x 100).<br />

cional en los episodios de rechazo subclínico tubulointersticiales (cambios borderline y<br />

grado I), se ha estudiado la expresión fenotípica y el grado de activación de las células<br />

que infiltran el intersticio renal (10-13).<br />

En un estudio que comparaba diez biopsias normales, 13 casos de rechazo subclínico y<br />

nueve de rechazo clínico, se evaluaron distintas subpoblaciones linfocitarias en el infiltrado<br />

intersticial (10). El número de células CD3 (linfocitos T) positivas era similar en los<br />

pacientes con rechazo clínico o subclínico. En cambio, se mostró una tendencia a un mayor<br />

número de células CD20 (linfocitos B), CD8 (linfocitos T citotóxicos) y CD68 (macrófagos)<br />

positivas en aquellos pacientes con rechazo clínico que no alcanzaba significación<br />

estadística debido al pequeño tamaño de la muestra. En este mismo trabajo, se evidenció<br />

una mayor expresión de AIF-1 (factor inflamatorio del aloinjerto producido por los macrófagos<br />

activados), pero no se observó una mayor expresión de TNF-α (factor de necrosis<br />

tumoral), perforina o CD25 (receptor de interleucina 2). Por otra parte, este grupo<br />

de investigación ha demostrado que la expresión de RNA mensajero de perforina y otros<br />

mediadores de lesión es menor en los pacientes con rechazo subclínico que en los pacientes<br />

con rechazo clínico (11). Es decir, en el espectro entre la normalidad y el rechazo<br />

agudo con deterioro funcional se halla el rechazo subclínico, que muestra unas lesiones<br />

muy parecidas al rechazo clínico pero de menor intensidad.<br />

35


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Por otro lado, se ha referido que una mayor expresión de la proteasa inhibidora de la granzima<br />

B (PI-9) justificaría la falta de deterioro funcional en los injertos con rechazo subclínico<br />

(12). Se ha demostrado que las células T citotóxicas granzima B positivas responsables<br />

de la destrucción de las células tubulares se expresan de forma parecida en el rechazo<br />

agudo clínico y en el subclínico. Así, pues, la expresión de PI-9 en las células tubulares<br />

epiteliales constituiría un mecanismo de resistencia a la apoptosis inducida por<br />

la granzima B.<br />

La aplicación de técnicas de Biología Molecular más complejas, como los microarrays de<br />

ADN, ha permitido caracterizar la heterogeneidad molecular del rechazo agudo y demostrar<br />

que el análisis sistemático de patrones de expresión génica posibilita valorar fenómenos<br />

como la respuesta al tratamiento (14). No se dispone hasta la actualidad de estudios que<br />

valoren si el patrón de expresión génica entre el rechazo agudo clínico y el subclínico es<br />

distinto.<br />

Otros marcadores no histológicos<br />

de rechazo subclínico<br />

Dado que la presencia de episodios de rechazo agudo tanto clínico como subclínico<br />

es muy prevalente durante los primeros meses postrasplante y su monitorización obliga<br />

a la realización de biopsias iterativas, se ha valorado la utilidad de otros métodos<br />

para su detección. Estos métodos se han basado en la aplicación de técnicas de<br />

Genómica y Proteómica a muestras de orina obtenidas de injertos con rechazo agudo<br />

o función estable. Así, se ha demostrado que la cuantificación del ARN mensajero codificante<br />

de proteínas citotóxicas, como la granzima B y la perforina en las células de<br />

la orina, ofrece un método no invasor para diagnosticar el rechazo agudo (15). Además,<br />

se ha evidenciado que los niveles urinarios de ARN mensajero de FOXP3 (marcador<br />

de células T reguladoras) se relacionan con la reversibilidad de los episodios de rechazo<br />

agudo (16).<br />

Por otra parte, la aplicación de la Proteómica ha permitido analizar el espectro de las<br />

proteínas presentes en la orina y se ha descrito que la combinación de la electroforesis<br />

con la espectrometría de masas hace posible definir un espectro característico<br />

para el rechazo agudo tubulointersticial (grado I según Banff), espectro que es similar<br />

en el rechazo clínico y el subclínico (17, 18). Parece ser que la aparición del patrón<br />

proteómico urinario característico del rechazo agudo precede a los hallazgos en la<br />

biopsia.<br />

A pesar de su potencial utilidad, estas novedosas técnicas no han sido aplicadas todavía<br />

a grandes series de pacientes y, por lo tanto, no se ha valorado de forma adecuada<br />

la existencia de un patrón de expresión distinto respecto del rechazo agudo clínico, el<br />

rechazo agudo subclínico en sus diferentes grados y la ausencia de rechazo.<br />

36


DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL RECHAZO SUBCLÍNICO MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

EPIDEMIOLOGÍA: PREVALENCIA Y VARIABLES<br />

ASOCIADAS<br />

El rechazo subclínico es una entidad que se diagnostica sobre injertos renales con función<br />

estable. Cuando se revisa la literatura sobre esta entidad se observa cierta heterogeneidad<br />

en los resultados comunicados por distintos grupos. Una de las fuentes más<br />

difíciles de controlar es la variabilidad que depende de la valoración histológica de la biopsia<br />

renal.<br />

Existen diversos trabajos que han mostrado la dificultad de diversos patólogos expertos<br />

en patología del trasplante renal al reproducir el diagnóstico histológico (19, 20). En este<br />

sentido, cabe destacar que el propio grupo de Banff modificó en la conferencia de 1997<br />

la definición de rechazo agudo grado I y II al comprobar que la definición ofrecida por otros<br />

grupos (21) permitía una mayor reproducibilidad del grado histológico de rechazo agudo.<br />

Obviamente, las diferencias en los tratamientos inmunosupresores, así como la mayor o<br />

menor heterogeneidad genética entre las poblaciones estudiadas, también contribuyen<br />

a explicar la variabilidad de los resultados.<br />

En la literatura, sólo existe un trabajo dirigido específicamente a valorar la reproducibilidad<br />

del diagnóstico de rechazo subclínico (22). En este estudio, se muestra una aceptable<br />

reproducibilidad para el diagnóstico de rechazo agudo (índice kappa: entre 0,47 y<br />

0,72), pero una reproducibilidad muy baja para el diagnóstico de cambios borderline (índice<br />

kappa: inferior a 0,4).<br />

Prevalencia<br />

En la Tabla I se muestra la prevalencia de los distintos tipos de rechazo subclínico<br />

en las biopsias de protocolo realizadas en distintos centros (23-29). De los datos comunicados<br />

hasta la actualidad se desprende que la presencia de rechazo agudo durante<br />

los tres primeros meses postrasplante es muy elevada: alcanza a entre un tercio<br />

y la mitad de los pacientes. Se considera que la distribución de las lesiones agudas<br />

a lo largo del tiempo sigue una curva exponencial, de tal manera que su prevalencia<br />

se reduce enormemente a partir de los seis meses. Con respecto al tipo de<br />

rechazo, en aproximadamente dos tercios de los casos se observan cambios borderline<br />

y, en un tercio, se constata rechazo agudo de grado I. Cabe destacar que la<br />

presencia de rechazo vascular (grado II) es excepcional en los injertos con función<br />

estable.<br />

En los trabajos publicados hasta la actualidad no se menciona la presencia de lesiones<br />

específicas de rechazo agudo humoral. Por otra parte, no se dispone de trabajos dirigidos<br />

a valorar la existencia de rechazo agudo humoral según los criterios de Banff definidos<br />

en la reunión de 2001 (7).<br />

37


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Tabla I. Prevalencia de los distintos grados de rechazo subclínico comunicada<br />

por distintos centros.<br />

Autor Tiempo n Sin Cambios Rechazo Rechazo<br />

rechazo borderline agudo agudo<br />

agudo grado I grado II<br />

Rush (23) 1 mes 25 32% 44% 24% 0%<br />

2 meses 25 12 36% 52% 0%<br />

3 meses 25 44 28% 28% 0%<br />

6 meses 25 6% 8% 28% 0%<br />

12 meses 25 68% 20% 12% 0%<br />

Serón (1) 3 meses 98 61% 24% 5% 0%<br />

Legendre (24) 3 meses 31 25% 57% 18% 0%<br />

12 meses 31 52% 35% 13% 0%<br />

Serón (25) 3 meses 282 66% 30% 3% 1%<br />

Nankivell (26) 3 meses 112 21% 49% 25% 4%<br />

12 meses 112 85% 15% 0% 0%<br />

Serón (27) 3 meses 155 67% 28% 5% 0%<br />

12 meses 155 76% 23% 1% 0%<br />

Roberts (28) 7 días 76 75% 12% 13% 0%<br />

28 días 79 76% 16% 8% 0%<br />

Choi (29) 14 días 304 49% 38% 13% 0%<br />

Variables clínicas asociadas a rechazo subclínico<br />

A continuación, se revisa la relación existente entre distintas variables clínicas y la presencia<br />

de rechazo subclínico. El efecto del tratamiento inmunosupresor se valorará en un<br />

capítulo específico.<br />

Tipo de donante<br />

La mayor parte de los trabajos disponibles en la literatura se han realizado a partir de trasplantes<br />

procedentes de donante cadáver, por lo que la información referente al trasplante<br />

renal procedente de donante vivo es menor. Para comparar las diferencias según el<br />

tipo de donante es útil una de las primeras descripciones que valoró una serie de diez<br />

trasplantes procedentes de donante vivo HLA-idéntico y 31 trasplantes procedentes de<br />

donante cadáver, y que mostró que la incidencia de rechazo subclínico a los tres y 12 meses<br />

era muy inferior en los primeros (24). Una de las experiencias más amplias es la ofrecida<br />

por un grupo coreano (29) que constata, en una serie de 304 biopsias de protocolo<br />

(195 de donante emparentado y 109 de donante no emparentado), una prevalencia rela-<br />

38


DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL RECHAZO SUBCLÍNICO MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

tivamente baja de rechazo subclínico, la cual resulta menor en los receptores de un trasplante<br />

procedente de donante vivo emparentado respecto del no emparentado (10% vs.<br />

19%). Por otra parte, otro grupo asiático con una serie de biopsias inferior (127 casos) no<br />

ha podido demostrar ninguna diferencia en la incidencia de rechazo subclínico entre el<br />

donante vivo y el cadavérico (30).<br />

Finalmente, el grupo de Sídney ha comunicado una mayor incidencia de rechazo subclínico<br />

en los pacientes trasplantados con un injerto procedente de donante cadáver fallecido<br />

por accidente cerebrovascular que en los fallecidos por traumatismo craneoencefálico<br />

(31).<br />

Otros factores del donante, como la edad y el sexo, no se han relacionado con el rechazo<br />

subclínico.<br />

Polimorfismos genéticos del donante y el receptor<br />

Se ha sugerido que las características genéticas del donante y/o receptor pueden modular<br />

la respuesta inmune y, por lo tanto, la aparición de rechazo agudo, tanto clínico<br />

como subclínico. Para ello, se ha investigado la existencia de relaciones entre distintos<br />

polimorfismos de un solo nucleótido (SNPs) que pueden modular la producción de diversas<br />

citocinas y la aparición de rechazo agudo postrasplante.<br />

Nuestro grupo ha estudiado la asociación entre SNPs del gen del TGF-β1 (factor de<br />

crecimiento transformante beta) y el rechazo subclínico. Recientemente, hemos constatado<br />

una asociación entre el polimorfismo del codón 10 del exón 1 del TGF-β1 y<br />

una mayor prevalencia de rechazo subclínico (32). Además, hemos demostrado que<br />

esta asociación es independiente de otras variables clínicas. En cambio, no hemos<br />

hallado ninguna relación entre el polimorfismo del codón 25 del exón 1 del mismo<br />

gen y el rechazo subclínico. En este estudio, se ha intentado relacionar el polimorfismo<br />

con la producción de mARN de TGF-β1 y no se ha observado ninguna relación,<br />

con lo cual no se puede concluir que el efecto se deba a una mayor producción de<br />

este mARN.<br />

Por otra parte, el grupo de Winnipeg ha evidenciado una asociación entre los polimorfismos<br />

de distintas citocinas –como TGF-β1, el interferón gamma (INF-γ), la interleucina 10<br />

(IL-10) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α)– y los datos histológicos en biopsias<br />

de protocolo, realizadas a los seis meses, que están parcialmente influenciadas por la<br />

presencia de rechazo subclínico (33). Así, estos autores relacionan el polimorfismo del<br />

codón 25 del TGF-β1 con una menor inflamación y sugieren que los altos productores de<br />

esta citocina presentan menos rechazo subclínico. Por otra parte, los polimorfismos asociados<br />

con una mayor producción de INF-γ, IL-10 y TNF-α se relacionan con un peor pronóstico.<br />

Sin embargo, sería necesario demostrar que estos polimorfismos se asocian a<br />

39


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

la producción de las citocinas que codifican para poder extraer resultados concluyentes.<br />

Es importante recordar que estudios epidemiológicos con un gran número de pacientes<br />

no han sido capaces de detectar ninguna relación entre estos polimorfismos y la supervivencia<br />

del injerto (34).<br />

Compatibilidad HLA, retrasplante y grado de sensibilización<br />

Dado que tanto la compatibilidad HLA, el retrasplante y el grado de sensibilización –porcentaje<br />

de anticuerpos frente al panel (PRA)– se han relacionado con la aparición de rechazo<br />

agudo clínico, distintos grupos han valorado la asociación entre estas variables y<br />

el rechazo subclínico.<br />

La relación entre la compatibilidad HLA y la evolución del injerto debe ser valorada en series<br />

con un número elevado de pacientes, y la mayor parte de los trabajos con biopsias<br />

de protocolo no exceden de los 100 pacientes. Uno de los estudios que cuentan con una<br />

serie amplia de más de 300 casos (29) muestra una asociación entre compatibilidad HLA<br />

y rechazo subclínico. Así, la incidencia de rechazo subclínico pasa del 3% en los pacientes<br />

HLA-DR idénticos al 21% en los pacientes sin ninguna identidad HLA-DR. Estos resultados<br />

no han sido reproducidos por otros grupos.<br />

El diagnóstico de rechazo subclínico es más frecuente en los pacientes hipersensibilizados,<br />

al igual que sucede con el de rechazo clínico. En nuestra experiencia existe una asociación<br />

entre rechazo subclínico y reactividad frente al panel, especialmente en los pacientes<br />

que presentan lesiones de nefropatía crónica del trasplante asociada al rechazo<br />

subclínico (3). A pesar de ser pacientes hipersensibilizados, no se ha podido demostrar<br />

la presencia de un componente humoral en estos pacientes.<br />

No se dispone de información suficiente para testar si los retrasplantes presentan una<br />

prevalencia de rechazo subclínico distinta de la de los primeros trasplantes.<br />

Lesión de isquemia-reperfusión<br />

Aunque la necrosis tubular aguda se ha relacionado con la aparición de rechazo agudo clínico<br />

(36), ninguna de las variables clínicas asociadas a la lesión de isquemia-reperfusión<br />

(edad del donante, tiempo de isquemia fría, requerimientos de diálisis postrasplante) se<br />

ha relacionado con la presencia de rechazo subclínico.<br />

Rechazo agudo clínico<br />

Uno de los hallazgos más consistentes en la literatura es la estrecha relación que existe<br />

entre los episodios de rechazo clínico y el rechazo subclínico. Los pacientes que han presentado<br />

episodios de rechazo clínico antes de la biopsia tienen más riesgo de sufrir re-<br />

40


DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL RECHAZO SUBCLÍNICO MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

chazo subclínico. Además, se ha relacionado el hallazgo de rechazo subclínico con la ulterior<br />

aparición de episodios de rechazo agudo clínico (28).<br />

El grupo de Sídney en su amplio número de biopsias realizadas sobre 120 pacientes ha<br />

mostrado que el rechazo subclínico persistente (definido como aquel rechazo subclínico<br />

presente en más del 50% de las biopsias tomadas durante el primer año, o bien en tres<br />

biopsias consecutivas pero de duración inferior a dos años) está estrechamente ligado a<br />

la presencia de rechazo agudo clínico, ya que aparece en el 38% de los pacientes con rechazo<br />

clínico, pero tan sólo en el 8% de los pacientes sin rechazo clínico (31).<br />

Rechazo subclínico y nefropatía crónica del trasplante<br />

El factor más estrechamente relacionado con la aparición de nefropatía crónica del trasplante<br />

(NCT) es la presencia de episodios de rechazo agudo clínico. En este mismo sentido,<br />

diversos trabajos han sugerido una asociación entre la aparición de rechazo agudo<br />

subclínico y el ulterior desarrollo de NCT. De todas formas, ha sido el estudio de biopsias<br />

seriadas el que ha permitido demostrar una estrecha relación entre la aparición de rechazo<br />

agudo subclínico y la NCT. Así, el grupo de Sídney (37), en una serie de 961 biopsias<br />

de protocolo realizadas sobre 120 receptores de un trasplante renopancreático a lo<br />

largo de diez años, ha descrito la historia natural de la NCT y ha mostrado que el rechazo<br />

subclínico es una de las variables determinantes de la aparición de NCT. El grupo de<br />

Sídney ha demostrado que el rechazo subclínico persistente durante los primeros meses<br />

postrasplante es muy frecuente (más del 35% de los casos en su serie) y condiciona la<br />

ulterior aparición de NCT a través de una pérdida progresiva de nefronas. El rechazo agudo<br />

subclínico que persiste durante más de dos años (al que este grupo se refiere como<br />

verdadero rechazo crónico) es poco frecuente y afecta a menos del 5% de los casos.<br />

Nuestro grupo ha observado que incluso con una sola biopsia de protocolo se puede demostrar<br />

dicha asociación. Así, en nuestra serie de 435 biopsias realizadas entre los tres<br />

y los seis meses, constatamos que la prevalencia de NCT era superior en los pacientes<br />

que presentaban rechazo subclínico que en aquellos que no lo presentaban (47% vs.<br />

37%) (35). Además, en un estudio sobre 61 pacientes a los que se les habían realizado<br />

dos biopsias seriadas a los cuatro y a los 12 meses, mostramos que la presencia de rechazo<br />

subclínico en la primera biopsia se asociaba no sólo con una mayor progresión de<br />

la fibrosis intersticial y la atrofia tubular, sino también con una menor adaptación glomerular<br />

y una mayor progresión de la glomerulosclerosis (38).<br />

La definición de rechazo subclínico se basa en la presencia de infiltrado intersticial inflamatorio<br />

asociado a tubulitis. Se ha propuesto que estas lesiones son responsables de las<br />

alteraciones producidas en la membrana basal tubular que pueden llegar a ser irreversibles<br />

y conducir al desarrollo de NCT. Estudios estructurales han evidenciado zonas de rotura<br />

de la membrana basal tubular en los focos de tubulitis con pérdida de las proteínas<br />

41


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

de matriz de la membrana basal tubular. El número de roturas observadas se relaciona<br />

con la función renal en el momento de la biopsia, así como con el ulterior desarrollo de<br />

cambios de nefropatía crónica (39). Obviamente, la capacidad reparativa del órgano trasplantado<br />

condicionará en parte la severidad de las lesiones crónicas que se desarrollen.<br />

Finalmente, a partir de cierto umbral, la pérdida de unidades funcionales conducirá al fracaso<br />

del injerto.<br />

TRATAMIENTO Y PREVENCIÓN<br />

Se abordará en primer lugar la utilidad del tratamiento del rechazo subclínico, puesto que<br />

fue la primera aproximación a este fenómeno. Con la aparición de nuevos inmunosupresores<br />

se ha valorado la utilidad de distintas pautas que combinan diferentes fármacos<br />

para prevenir el rechazo subclínico.<br />

Tratamiento<br />

Se dispone de un solo trabajo prospectivo, aleatorizado, en el que se ha testado la eficacia<br />

del tratamiento con pulsos de esteroides de los episodios de rechazo subclínico (40).<br />

El grupo de Winnipeg diseñó un estudio con dos ramas: en una de ellas, los pacientes eran<br />

sometidos a una biopsia de protocolo al mes, dos meses, tres y seis meses, y los episodios<br />

de rechazo subclínico se trataban con pulsos de esteroides; en la otra rama, se efectuaba<br />

tan sólo una biopsia de protocolo a los seis meses. Los resultados de este trabajo<br />

evidenciaron que el tratamiento consistente en pulsos de esteroides del rechazo agudo<br />

subclínico se acompañaba de un menor grado de lesión crónica en la biopsia de protocolo<br />

a los seis meses y de una mejor función renal a los dos años del trasplante. No se dispone<br />

en la literatura de ningún estudio adicional para confirmar los resultados descritos.<br />

Además, como la presencia de rechazo subclínico puede asociarse a un peor pronóstico<br />

para el injerto, algunos centros tratan a todos los pacientes con rechazo subclínico mediante<br />

pulsos de esteroides. Nuestro grupo piensa que la falta de nuevos estudios prospectivos,<br />

aleatorizados, impide tomar en la actualidad una decisión clínica adecuada.<br />

Dado que se conoce ampliamente la comorbilidad que genera el tratamiento mediante<br />

pulsos de esteroides, otros grupos han centrado sus esfuerzos en valorar la utilidad de<br />

los modernos inmunosupresores para prevenir la aparición del rechazo subclínico.<br />

Rechazo subclínico bajo distintas pautas<br />

de inmunosupresión<br />

La introducción de ciclosporina en microemulsión, de micofenolato mofetil y de tacrolimus<br />

ha permitido comparar los resultados con las experiencias previas. Aunque no se<br />

dispone de estudios prospectivos y aleatorizados que ofrezcan un nivel de evidencia máximo<br />

sobre este aspecto, los estudios a nuestra disposición sugieren que la combinación<br />

42


DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL RECHAZO SUBCLÍNICO MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

basada en tacrolimus y micofenolato mofetil brinda la menor tasa de prevalencia de rechazo<br />

subclínico.<br />

En la Tabla II se describen las aportaciones más relevantes sobre la aparición de rechazo<br />

subclínico bajo distintos tratamientos inmunosupresores. Cabe destacar que, para<br />

el grupo de Sídney, las distintas pautas de inmunosupresión forman parte de épocas<br />

distintas y, por lo tanto, puede haber otros factores no controlados que contribuyan a la<br />

disminución del rechazo subclínico (31). Para obviar este fenómeno, nuestro grupo analizó<br />

un grupo de 49 casos tratados con ciclosporina en microemulsión, micofenolato mofetil<br />

y esteroides, y lo comparó con 49 controles tratados con tacrolimus, micofenolato<br />

mofetil y esteroides. La prevalencia de rechazo subclínico en este último grupo fue aproximadamente<br />

la mitad que en el primero (42). En un estudio no controlado, el grupo de<br />

la Clínica Mayo comunicó unos resultados prácticamente idénticos a los de nuestro centro<br />

(43).<br />

El grupo de Winnipeg se aparta de las conclusiones de los otros grupos al evidenciar que<br />

la asociación de ciclosporina A en microemulsión con micofenolato mofetil permite reducir<br />

la incidencia de rechazo agudo clínico pero no la de rechazo subclínico cuando se<br />

compara con ciclosporina y azatioprina (41). Estos resultados son contradictorios respecto<br />

de los del grupo de Sídney, que constata las ventajas de los esquemas de inmunosupresión<br />

más potentes. Cabe destacar que, para este grupo, la introducción de tacrolimus<br />

Tabla II. Prevalencia de rechazo agudo subclínico bajo distintas pautas<br />

de inmunosupresión.<br />

Autor Inmunosupresión n Rechazo subclínico a los tres meses<br />

(borderline, rechazo agudo)<br />

Nankivell (31) CsA + AZA + P 61 63% (45%, 18%)<br />

CsA-ME + AZA + P 13 38% (23%, 15%)<br />

CsA-ME + MMF + P 25 24% (16%, 8%)<br />

TAC + CsA + P 21 5% (5%, 0%)<br />

Nickerson (41)* CsA + AZA + P 36 27%<br />

CsA-ME + MMF + P 17 31%<br />

Moreso (42) CsA-ME + MMF + P 49 35% (26%, 9%)<br />

TAC + MMF + P 49 14% (11%, 3%)<br />

Gloor (43) TAC + MMF + P 114 15% (12%, 3%)<br />

CsA = ciclosporina A; AZA = azatioprina; P = prednisona; CsA-ME = ciclosporina A<br />

microemulsión; MMF = micofenolato mofetil; TAC = tacrolimus.<br />

* Comunica rechazos agudos pero no valora la presencia de cambios borderline<br />

como el rechazo subclínico.<br />

43


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

disminuye especialmente el infiltrado inflamatorio, mientras que la introducción de micofenolato<br />

mofetil reduce la tubulitis (31).<br />

Existen pocas experiencias en los pacientes tratados sin anticalcineurínicos. En un reducido<br />

número de pacientes tratados con suero antilinfocitario poli- o monoclonal, micofenolato<br />

mofetil y prednisona, se ha observado una mayor prevalencia de rechazo subclínico<br />

que en los pacientes tratados a base de anticalcineurínicos (35).<br />

Aparte de los nuevos inmunosupresores, el manejo de los mismos con herramientas de<br />

monitorización más adecuadas puede también contribuir a disminuir la tasa de rechazo<br />

agudo subclínico. Así, se ha sugerido que la monitorización de los niveles de ciclosporina<br />

transcurridas dos horas puede reducir la tasa de rechazo subclínico en comparación<br />

con la monitorización habitual del nivel valle (44).<br />

Se dispone de escasa información respecto de la utilidad de los inhibidores de mTOR<br />

(mammalian target of rapamycin), sirolimus y everolimus, sobre la aparición de rechazo<br />

subclínico. Un estudio prospectivo, aleatorizado, sobre la eficacia de tacrolimus y micofenolato<br />

mofetil versus tacrolimus y sirolimus en pacientes libres de esteroides ha comparado<br />

la aparición de rechazo subclínico a lo largo del seguimiento. En ambos grupos,<br />

la incidencia es baja al mes, a los seis, 12 y 24 meses postrasplante. Cabe destacar que,<br />

en el grupo de sirolimus, la incidencia de rechazo subclínico es significativamente menor<br />

a los 12 meses (15% vs. 4%) (45).<br />

Finalmente, es importante tener en cuenta que, si bien las pautas más potentes se asocian<br />

a menores tasas de rechazo subclínico, pueden acompañarse de un aumento de las<br />

complicaciones derivadas de la sobreinmunosupresión, como las nefritis inducidas por<br />

virus (46).<br />

Rechazo subclínico y supervivencia del injerto<br />

Ha sido ampliamente descrita en la literatura la asociación entre la frecuencia y la severidad<br />

de los episodios de rechazo agudo clínico y el ulterior fracaso del injerto. Este<br />

tipo de asociación es más estrecha en los casos de rechazo vascular y rechazo tardío.<br />

Además, estos dos eventos se relacionan también con el desarrollo de NCT. En cambio,<br />

algunos trabajos han puesto en duda que el rechazo intersticial agudo (borderline y<br />

grado I según los criterios de Banff) que aparece durante el primer trimestre postrasplante<br />

se asocie con la supervivencia del injerto. Dado que el rechazo subclínico es principalmente<br />

leve y aparece de forma predominante durante los primeros meses postrasplante,<br />

han sido necesarios estudios prospectivos con largos periodos de seguimiento<br />

para poder evaluar de forma adecuada la asociación entre rechazo subclínico y<br />

supervivencia del injerto. Se revisarán, a continuación, los estudios más relevantes que<br />

han analizado la relación entre rechazo subclínico y supervivencia del injerto.<br />

44


DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL RECHAZO SUBCLÍNICO MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

El grupo de Sídney ha demostrado que existe una estrecha relación entre la aparición<br />

de rechazo subclínico, NCT y disfunción crónica del injerto (31). La presencia de rechazo<br />

subclínico no sólo se asocia con una menor tasa de filtración glomerular a los tres<br />

meses (62 mL/min en los pacientes sin rechazo, 58 mL/min en los pacientes que presentan<br />

cambios borderline y 52 mL/min en aquellos con rechazo agudo), sino que la<br />

presencia de rechazo subclínico persistente se acompaña de un deterioro funcional progresivo.<br />

Así, los pacientes con rechazo subclínico persistente muestran una disminución<br />

de la tasa de filtración glomerular desde 54 mL/min a los tres meses hasta 35 mL/min<br />

a los dos años.<br />

El estudio llevado a cabo en Seúl sobre más de 300 receptores de un trasplante renal<br />

procedente de donante vivo y con un seguimiento superior a los diez años (29)<br />

ha evidenciado que los pacientes con rechazo agudo subclínico en una biopsia realizada<br />

a los 14 días presentaban una peor supervivencia que los pacientes con una<br />

biopsia normal (60% vs. 96% a los diez años). En cambio, la supervivencia de los pacientes<br />

que mostraban cambios borderline en la biopsia de protocolo era similar a la<br />

de los que presentaban una biopsia normal (96% y 94% a los diez años, respectivamente)<br />

(20).<br />

En un estudio realizado sobre un grupo de pacientes pediátricos se constata que los<br />

cambios de nefropatía crónica aislada al año del trasplante tienen mínimas consecuencias<br />

funcionales a los cinco años. Por el contrario, el mismo grado de nefropatía<br />

crónica asociado con rechazo subclínico persistente se acompaña de un deterioro funcional<br />

progresivo, así como de una peor supervivencia del injerto (47). Estos resultados<br />

han sido confirmados por el grupo de la Clínica Mayo que, en un estudio que contaba<br />

con casi 300 pacientes, ha evidenciado que la presencia de rechazo subclínico en<br />

asociación con cambios de nefropatía crónica en la biopsia de protocolo al año se relaciona<br />

con una peor supervivencia que la presencia de nefropatía crónica aislada (48).<br />

Nuestro grupo, en un estudio que sumaba más de 400 biopsias realizadas entre los<br />

cuatro y los seis meses, ha mostrado también que el rechazo subclínico en asociación<br />

con cambios de nefropatía crónica comporta un peor pronóstico a largo plazo que los<br />

cambios de nefropatía crónica aislada (35). En cambio, el reducido número de casos<br />

de nuestra serie (74 pacientes) que presentaba cambios de rechazo subclínico aislado<br />

evidencia una supervivencia a largo plazo similar a la de los pacientes con una biopsia<br />

normal (Figura 5).<br />

Tan sólo un grupo no ha mostrado efectos deletéreos del rechazo subclínico sobre la disfunción<br />

crónica del injerto y la supervivencia. El grupo de Oxford en un estudio sobre 115<br />

pacientes concluye que la presencia de rechazo subclínico en la biopsia de protocolo, realizada<br />

a los 28 días, no tiene efectos a largo plazo (28). A los seis años de seguimiento,<br />

la supervivencia es similar en los pacientes con o sin rechazo subclínico (75% vs. 80%).<br />

Entre sus resultados, destaca que la creatinina sérica a los seis meses es incluso inferior<br />

45


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figura 5. Supervivencia del injerto a los 200 meses en nuestra serie de biopsias<br />

de protocolo clasificadas según la presencia de rechazo subclínico y nefropatía<br />

crónica del trasplante.<br />

en los pacientes que sufren rechazo subclínico que en aquellos sin rechazo (129 µmol/L<br />

vs. 163 µmol/L).<br />

Tomados todos estos datos en conjunto, parece demostrarse que la presencia de rechazo<br />

subclínico de grado I afecta la supervivencia del injerto a largo plazo, especialmente cuando<br />

se asocia con cambios de nefropatía crónica del injerto. Todavía está por demostrar si<br />

la presencia de cambios borderline sin nefropatía crónica asociada puede afectar la supervivencia<br />

del injerto renal. No se puede olvidar que todos los estudios se han realizado<br />

en pacientes tratados a base de anticalcineurínicos, los cuales pueden también ser<br />

responsables de la progresión del daño crónico. Los estudios que se realicen en los próximos<br />

años y que utilicen fármacos no nefrotóxicos nos ayudarán a contestar las preguntas<br />

pendientes de respuesta en la actualidad.<br />

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48


DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL RECHAZO SUBCLÍNICO MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

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decline in kidney allograft function from early surveillance biopsies. Am J<br />

Transplant 2005; 5: 2464-72.<br />

49


PROTOCOL BIOPSIES<br />

AND THE DIAGNOSIS<br />

OF HUMORAL REJECTION<br />

M. Mengel<br />

INTRODUCTION<br />

The humoral theory of allograft rejection proposes that an organ transplant is rejected<br />

by the action of antibodies, not cells. However, for the last three decades, T cells have<br />

been in the main focus of transplant research. T cells are regarded to be the pivotal effector<br />

and regulatory cells in allograft rejection. This conception was based on early findings<br />

in animal models and humans that T cell depletion prevents allograft rejection.<br />

Considerable therapeutic success was achieved by modern drugs suppressing T cells<br />

and improving short-term allograft survival to >90% in the first year after transplantation.<br />

Already in 1990, Halloran et al. drew attention to anti-donor antibodies as a further cause<br />

of severe allograft dysfunction. Still today a considerable percentage of renal allografts<br />

undergo episodes of acute rejection, frequently leading to chronic rejection and subsequent<br />

graft lost. However, against the background of modern, very effective anti-T cell<br />

immunosuppression an continuously increasing number of recent publications reflect a<br />

crucial role of antibodies (humorale rejection) besides T cells (cellular rejection) in renal<br />

allograft rejection.<br />

This overview focuses on the morphological findings in acute and chronic humoral (antibody-mediated)<br />

rejection in renal allograft biopsies. The mechanisms of antibody-mediated<br />

allograft injury and graft resistance to immunological injury (i.e., accommodation)<br />

will be described to stimulate the discussion of new therapeutical strategies in case of<br />

humoral rejection.<br />

51


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

IMMUNOLOGICAL MECHANISMS OF HUMORAL<br />

REJECTION AFTER ORGAN TRANSPLANTATION<br />

The pathogenesis of hyperacute and acute humoral rejection is based on complement<br />

fixation by antibodies. Antibody-mediated complement activation in humoral rejection<br />

follows the classical pathway. Complement component C1 is activated by the interaction<br />

of IgG or IgM with C1q bound to antigen epitopes on the graft endothelium.<br />

Conformational changes in C1q then allows cleavage of C1r, and activated C1r cleaves<br />

and activates C1s, which is the enzyme that activates C2 and C4. C4 is cleaved by C1s<br />

into the small fragment C4a and the large fragment C4b. After inactivation of C4b to C4d<br />

by factor I, C4d remains covalently bound to the tissue by a thioester group at the site<br />

where it was degraded. So far, no reports indicate that C4d has here any functional activity;<br />

nevertheless, this makes C4d to a durable in situ marker of complement activation.<br />

(Complement activation in transplants is reviewed in detail in) After complement<br />

activation at the endothelium in the microcirculation of allografts (i.e., peritubular and<br />

glomerular capillaries in renal allografts) C4d can be detected by immunohistochemistry<br />

or immunofluorescence using anti C4d antibodies. C4d co-distributes with type IV collagen<br />

along the capillary basement membrane and the endothelial cell surfaces. From<br />

this localization, C4d can be cleared, after the antibody response has ended. Disappearance<br />

of C4d has been described as early as 8 days after treatment.<br />

C4b combines with C2a and forms C4b-C2a, which is known as the classical-pathway C3<br />

convertase activating C3 by cleavage to C3a and C3b. When a C3b molecule is covalently<br />

deposited in the immediate vicinity of the C3 convertase, the C5 convertase –C4b-C2a-<br />

C3b– forms. Cleavage of C5 then releases C5a, and C5b. C5b initiates formation of the<br />

Membrane-Attack-Complex (MAC C5b-C9) which finally causes cell lysis and death.<br />

Furthermore, complement activation mediates acute graft injury by attracting inflammatory<br />

cells like neutrophils and macrophages via the chemoattractants C3a and C5a and simultaneously<br />

leads to endothelial cell activation with an increased production of pro-inflammatory<br />

molecules (e.g., cytokines, chemokines, adhesion molecules, growth factors).<br />

For allograft injury the activation and regulation of the steps of the complement cascade<br />

after C4 are crucial. If activation would stop at C4 (i.e. C4d already detectable in the allograft)<br />

without activation of C3 (i.e., no C3d in the allograft), then allograft injury might<br />

be prevented or at least reduced.<br />

DIAGNOSIS OF ACUTE HUMORAL REJECTION<br />

AFTER RENAL TRANSPLANTATION<br />

A recent up-date of the international Banff classification system for renal allograft pathology<br />

defines the entity of acute humoral rejection (AHR) and provides the following four<br />

diagnostic criteria:<br />

52


PROTOCOL BIOPSIES AND THE DIAGNOSIS OF HUMORAL REJECTION<br />

• Clinical evidence of acute allograft dysfunction.<br />

• Histological evidence of acute allograft injury, i.e. neutrophils, macrophages, or thrombi<br />

in capillaries (peritubular and/or glomerular capillaries), fibrinoid necrosis of arterioles,<br />

acute tubular injury.<br />

• Immunological evidence for the action of antibodies, i.e., C4d deposition in peritubular<br />

capillaries, or antibodies or C3 in arteries.<br />

• Serological evidence of donor-specific-antibodies at the time of biopsy.<br />

At least three of the four criteria should be given to make the diagnosis of acute humoral<br />

rejection. In this setting the biopsy has a central role since it can provide two (specific<br />

pathology and C4d) of the four diagnostic criteria. In this setting diagnostic pioneer work<br />

was done by Feucht and colleagues already in the early nineties. This group was the<br />

first to describe C4d as an in situ marker of acute antibody-mediated rejection in renal<br />

allografts showing a highly significant correlation to the presence of donor-specific<br />

antibodies in the patient’s serum. However, it took more than a decade to finally implement<br />

the entity of AHR, although the characteristic morphological changes of antibodymediated<br />

allograft injury were well described by several groups, mostly from cases of<br />

hyperacute rejection in pre-sensitized patients with high titers of preformed antibodies.<br />

These pathological features comprise capillary congestion with neutrophils and/or<br />

macrophages (=capillaritis), glomerulitis, microthrombi, fibrinoid arterial necrosis, and<br />

acute tubular necrosis. Rarely all features are present simultaneously. From our experiences<br />

the most frequent morphological findings in C4d positive biopsies are acute tubular<br />

injury and capillaritis (Figure 1), followed by glomerulitis (Figure 2), whereas microthrombi<br />

and fibrinoid arterial necrosis are very rare nowadays.<br />

The up-date of the Banff classification recommends a C4d stain to be obligatory for all<br />

renal allograft biopsies. However, the consecutively published incidence of C4d detection<br />

in renal allograft biopsies by immunohistochemistry and immunofluorescence<br />

varies between 21-51% in various transplant centers. Herewith the incidence is higher<br />

in biopsies with simultaneous signs of acute cellular rejection than in those without.<br />

A retrospective multicenter study conducted in three European transplants centers<br />

revealed that differences in the percentage of pre-sensitized, mostly re-transplanted<br />

patients is one explanation for a variable incidence of C4d detection. Furthermore,<br />

up to date no internationally accepted cut-off levels to call a case C4d positive by immunohistochemistry<br />

or immunofluorescence are established, and therefore, methodological<br />

issues might explain for different incidences in C4d-positive cases as well. In<br />

contrast, criteria defining the specificity of a C4d stain as a marker of AHR are exactly<br />

defined by the Banff community for frozen as well as paraffin-embedded tissue sections:<br />

53


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figure 1. Capillaritis in a case with acute humoral rejection. Peritubular capillaries<br />

(arrow) are crowded by neutrophils and mononuclear cells, mostly<br />

macrophages.<br />

• Only a linear circumferential staining pattern at the endothelial site of peritubular capillaries<br />

should be considered as a specific stain (Figure 3).<br />

• Only peritubular capillaries of cortex and medulla in non-scared and non-necrotic areas<br />

should be evaluated.<br />

• Staining intensity is not relevant in paraffin sections, but intensive, diffuse staining pattern<br />

should be present in frozen sections to be regarded as specific.<br />

• In frozen section glomeruli are always positive and can therefore serve as internal controls,<br />

but have to be regarded as non-specific concerning the diagnosis of acute humoral<br />

rejection.<br />

• Membranous glomerulonephritis is suitable as positive control for immunohistochemistry in<br />

paraffin sections, while in allograft biopsies without acute humoral rejection glomeruli are negative<br />

in formalin fixed specimens.<br />

54


PROTOCOL BIOPSIES AND THE DIAGNOSIS OF HUMORAL REJECTION<br />

Figure 2. Acute glomerulitis in humoral rejection. Numerous inflammatory<br />

cells, mainly macrophages can be found in glomerular capillaries.<br />

Based on results from the above mentioned multicenter study we apply the following<br />

cut-offs for C4d in our center: 50% of ptc<br />

with specific C4d stain = diffuse C4d positive. Focal as well a diffuse C4d detection in<br />

ptc correlated significantly with the pathological features of AHR. However, the proof that<br />

a focal Cd4 detection is also significantly related to the presence of donor-specific antibodies<br />

in the patient’s serum is currently lacking but was shown for diffusely positive<br />

biopsies in several studies.<br />

In summary, every pathological report should comprise the result of a C4d stain and describe<br />

any morphological features potentially being part of the spectrum of humoral allograft<br />

injury. In the bottom line or at least in the commentary of the report it should be<br />

stated whether both, C4d detection and AHR pathology are present and with this biopsy<br />

an episode of acute humoral rejection is diagnosed. If just one of the two features is<br />

present (C4d or pathology) the biopsy has to be considered as being “suspicious for”<br />

acute humoral rejection. In any case, C4d detection should always lead to the analysis of<br />

55


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figure 3. Specific, diffuse linear stain for C4d in peritubular capillaries (immunohistochemistry<br />

with a polyclonal rabbit-anti-human C4d antiserum in<br />

formalin-fixed and paraffin embedded tissue specimen).<br />

the patient’s serum for the presence of donor-specific antibody titers to further confirm<br />

or exclude the diagnosis of acute humoral rejection.<br />

DIAGNOSIS OF CHRONIC HUMORAL REJECTION<br />

AFTER RENAL TRANSPLANTATION<br />

Circulating HLA-specific anti-donor antibodies are frequently described in patients with<br />

long-term functioning renal allografts supporting the hypothesis that a considerable subset<br />

of cases of chronic rejection might be mediated by alloantibodies. In one study following<br />

prospectively more than 2000 renal allograft recipients, graft failure at 1 year occurred<br />

more frequently in patients who developed allo-antibodies than in those who did<br />

not. Furthermore, de novo antibodies that are specific for allograft HLA class I and/or class<br />

II molecules are found to be a risk factor for the onset chronic transplant vasculopathy<br />

with subsequent accelerated allograft deterioration. During a 5-year follow-up, donor-specific<br />

antibodies were detected in 51% of renal allograft recipients with graft failure compared<br />

with 2% of stable control individuals. However, antibody detection preceded chronic<br />

allograft deterioration by months to years indicating that antibody-mediated allograft<br />

injury can develop slowly.<br />

56


PROTOCOL BIOPSIES AND THE DIAGNOSIS OF HUMORAL REJECTION<br />

Figure 4. Chronic transplant glomerulopathy with thickening and duplication<br />

of peripheral basement membranes. In capillary loops still inflammatory<br />

cells can be appreciated as a sign of ongoing immunological damage<br />

to the endothelial cells.<br />

Yet (2006), specific pathological features of chronic humoral rejection are not officially<br />

part of the current up-dated Banff classification system. However, at the two recent<br />

Banff meetings in 2003 and 2005 an open-forum consensus-discussion was proceeded<br />

to confirm the entity of chronic humoral rejection and to define diagnostic criteria.<br />

In was agreed that this entity exists and that it should be part of the classification in<br />

the future. Based on several publications, beside non-specific features of chronic allograft<br />

damage like tubular atrophy and interstitial fibrosis, the following pathological features<br />

appear to be specific diagnostic hallmarks of chronic antibody-mediated allograft<br />

damage:<br />

• Duplication of glomerular basement membrane, i.e., chronic allograft glomerulopathy<br />

(Figure 4, Figure 5).<br />

• Intimal myofibroblastic and foam cell proliferation in allograft arteries (Figure 6) with infiltration<br />

of mononuclear cells and few T-lymphocytes (Figure 7), i.e., chronic allograft<br />

vasculopathy.<br />

57


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figure 5. Electron microscopy of a glomerulum showing duplication<br />

of the basement membrane as the morphological<br />

hallmark of chronic transplant glomerulopathy. Typically no<br />

diffuse foot process effacement is seen, electron dense deposits<br />

might be present in the expanded subendothelial space.<br />

• Lamination of peritubular capillary basement membrane, i.e., chronic allograft capillaropathy<br />

(Figure 8).<br />

At 1 year after transplantation around 30% of renal allografts show signs of chronic<br />

humoral rejection, i.e., one or more of the above mentioned morphological features<br />

plus C4d deposition in peritubular capillaries. In parallel to acute humoral rejection<br />

again both, C4d and pathology have to be present to make the diagnosis of chronic<br />

humoral rejection from an allograft biopsy. Frequently additionally to signs of chronic<br />

antibody mediated allograft damage morphological features of acute humoral activity<br />

(capillaritis, glomerulitis) can be observed indicating an acute flare or ongoing antibody<br />

58


PROTOCOL BIOPSIES AND THE DIAGNOSIS OF HUMORAL REJECTION<br />

Figure 6. Intimal accumulation of foam cells is the hallmark of chronic<br />

transplant vasculopathy and leads to lumen narrowing and decreased<br />

perfusion with chronic ischemia of the allograft. Additionally, myofibroblasts<br />

invade and proliferate in the subendothelial and intimal space.<br />

Figure 7. As a hint to a concomitant T-cell-mediated immunological<br />

pathogenesis of transplant vasculopathy sometimes scattered<br />

T-lymphocytes (positive for CD3 in the immunohistochemical reaction)<br />

can be found in the extended subendothelial space (arrows) adjacent<br />

to the foam cells.<br />

59


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figure 8. Only by electron microscopy chronic transplant capillaropathy<br />

can be detected. At least five, better seven lamellas should<br />

be found in the basement membrane of peritubular capillaries to<br />

make the diagnosis.<br />

mediated allograft injury, respectively. More than 80% of patients with chronic signs<br />

of humoral allograft damage and specific C4d detection in peritubular capillaries have<br />

simultaneously circulating donor-specific antibodies in their sera. In this context, a<br />

study from the Vienna group was able to show in sequential biopsies that C4d detection<br />

precedes the later onset of chronic transplant glomerulopathy and has herewith<br />

a predictive value. Comparable data are available for the chronic-humoral pathogenesis<br />

of transplant capillaropathy. These findings suggest that C4d deposition indicates<br />

episodes of active humoral responses to the allograft and represent an early stage<br />

of chronic irreversible allograft damage. Against this background timely detection of<br />

C4d might allow for specific therapeutic intervention at least attenuating chronic humoral<br />

rejection.<br />

However, a contribution of T-cell-mediated injury to chronic rejection and the onset of<br />

glomerulopathy, vasculopathy, or capillaropathy, beside chronic predominantly tubulointerstitial<br />

allograft damage, might also be likely. Further studies are urgently needed<br />

to define more precisely different entities of chronic allograft damage, which are currently<br />

all lumped together in the non-specific term of chronic allograft nephropathy.<br />

60


PROTOCOL BIOPSIES AND THE DIAGNOSIS OF HUMORAL REJECTION<br />

ROLE OF PROTOCOL BIOPSIES<br />

FOR THE DETECTION OF SUBCLINICAL<br />

HUMORAL REJECTION<br />

From protocol biopsies studies it is well known that subclinical cellular rejection is present<br />

in 15-30% of all protocol biopsies. Subclinical rejection is defined as the presence of<br />

morphological signs of cellular rejection fulfilling at least Banff grade IA (i.e., >25% interstitial<br />

infiltrate + tubulitis with more than 4 T-cells per tubular cross section) without simultaneous<br />

clinically overt allograft dysfunction (=significant rise in serum creatinine).<br />

This implies that subclinical rejection can only be detected by biopsies taken from clinically<br />

stable or non-functioning allografts, i.e., protocol biopsies.<br />

During the recent renaissance of humoral rejection in renal transplantation, mostly due<br />

to the widespread availability of C4d, data were lacking concerning the incidence or rather<br />

the existence of subclinical humoral rejection. From the early days of renal transplantation<br />

it was dreadfully known that the presence of preformed antibodies in the recipient’s<br />

serum will rapidly lead to hyperacute rejection with overt allograft dysfunction and rapid<br />

allograft loss. Therefore, it was questionable whether episodes of subclinical circulation<br />

of donor-specific antibodies can be that harmless not leading to clinically overt allograft<br />

dysfunction. Furthermore, if such episodes can be detected it can be assumed that they<br />

rather be a signs of accommodation (see below) to the allograft and herewith represent<br />

a positive event. Against this background our group conducted together with two other<br />

European transplant centers, all doing protocol biopsies on a regular basis, a retrospective<br />

multicenter study staining nearly a thousand protocol and indication biopsies for C4d.<br />

Staning results were correlated to morphology of cellular and humoral rejection as well<br />

as to various clinical parameters (sex, age, presence of panel reactive antibodies, immunosuppression,<br />

induction therapy, number of prior transplants) and short term allograft<br />

outcome. We found C4d focally in 8.5% of the indication biopsies and 2.4% of the<br />

protocol biopsies. A diffuse C4d pattern was seen in 12.2% of indication biopsies (i.e., in<br />

allografts with dysfunction) and subclinical in 2.0% of the protocol biopsies (p< 0.05, Table<br />

I). These findings indicate a quite low incidence of C4d in clinically stable allografts.<br />

Compared to other centers even the incidence in indication biopsies was lower in our series.<br />

Furthermore, one center (Table I, center 2) showed a significantly higher incidence<br />

of C4d positive biopsies.<br />

Analyzing potential reasons for such center-specific variances in the incidence of C4d detection<br />

revealed that in the center with higher numbers of C4d positive cases significant<br />

more patients had re-transplants and in average higher levels of panel reactive antibodies<br />

were detected prior to transplantation. This indicated that also subclinical C4d detection<br />

is related to pre-sensitization. This was further confirmed by correlating C4d to various<br />

clinical parameters in the whole collective revealing again prior transplants and high lev-<br />

61


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Table I<br />

Tx-center n Bx C4d (%) C4d (%) C4d (%)<br />

Type of biopsy Bx >50% PTC 25-50% PTC negative<br />

Center 1<br />

indication Bx 48 5 (10.4) 7 (14.6) 36 (75.0)<br />

Center 2<br />

indication Bx 99 15 (15.2) 8 (8.1) 76 (76.7)<br />

Center 3<br />

indication Bx 230 26 (11.3) 17 (7.4) 187 (81.3)<br />

Total indication Bx 377 46 (12.2) 32 (8.5) 299 (79.3)<br />

Center 1<br />

protocol Bx 128 1 (0.8) 2 (1.6) 125 (97.6)<br />

Center 2<br />

protocol Bx 94 6 (6.4) 4 (4.3) 84 (89.3)<br />

Center 3<br />

protocol Bx 329 4 (1.2) 7 (2.1) 318 (96.7)<br />

Total protocol Bx 551 11 (2.0) 13 (2.4) 527 (95.6)<br />

Total 928 57 (6.1) 45 (4.8) 826 (89.1)<br />

els of panel reactive antibodies as significant risk factors for the detection of C4d in protocol<br />

as well indication biopsies.<br />

Looking at the morphological features of humoral rejection and C4d showed for indication<br />

and protocol biopsies a highly significant correlation with the signs of acute tubular<br />

damage, capillaritis, and glomerulitis. Hyaline thrombi or arterial necrosis were very rarely<br />

seen at all, in both indication and protocol biopsies. Finding no significant differences in<br />

the morphology of C4d positive cases in indication biopsies (with allografts dysfunction)<br />

and protocol biopsies (without concomitant dysfunction) suggests that subclinical episodes<br />

of acute humoral rejection can be detected, although in a quite low incidence. Analyzing<br />

a short-term follow-up of such subclinical episodes of humoral rejection revealed no significant<br />

negative prognostic effect, but long term follow-up is still under observation.<br />

However, no data concerning circulating donor-specific antibodies at the time point of<br />

biopsy was available for our patients, but several groups were able to demonstrate a highly<br />

significant correlation (70-95%) between the detection of C4d and circulating allo-specific<br />

antibodies.<br />

Detecting C4d in clinically stable functioning allografts supports a recently by R. B. Colvin<br />

(Boston Massachusetts) introduced scheme of four theoretical stages of antibody-medi-<br />

62


PROTOCOL BIOPSIES AND THE DIAGNOSIS OF HUMORAL REJECTION<br />

ated rejection (Figure 9): according to this model, the first evidence of a humoral response<br />

is the de novo generation of donor-specific antibodies (stage I). However, in many circumstances<br />

and for unknown reasons, donor-reactive antibodies do not elicit acute humoral<br />

rejection. The next stage (stage II) fit the criteria (see below) of accommodation<br />

(=grafts resistance to antibody = C4d detectable in allograft without pathology and dysfunction)<br />

and are therefore not necessarily predestined to lead to allograft injury. In stage<br />

III, in addition to positive staining for C4d, there are identifiable pathological features of<br />

humoral rejection, but allograft function is still normal (i.e., subclinical humoral rejection).<br />

Finally, in stage IV, in addition to positive staining for C4d and morphological signs of humoral<br />

rejection, clinically overt allograft dysfunction occurs. At this point in most cases<br />

already chronic allograft damage with often non specific changes like tubular atrophy or<br />

interstitial fibrosis, or even with for a humoral pathogenesis specific features like glomerulopathy<br />

or capillaropathy can be seen.<br />

Hypothesized stages of humoral rejection<br />

I II III IV<br />

Graft dysfunction<br />

(clinical chronic rejection)<br />

Graft injury (pathology in graft biopsy)<br />

Transplant<br />

C4d detectable in graft microvasculature<br />

De novo antibodies detectable in circulation<br />

Antibodies first<br />

produced<br />

Time (not to scale)<br />

Graft loss<br />

Figure 9. Proposed sequence of stages of antibody-mediated rejection as first suggested<br />

by R. B. Colvin, Department of Pathology, Massachusetts General Hospital, Boston, MA.<br />

However, detecting C4d at a very early time point after transplantation in clinically stable<br />

allografts by protocol biopsies (taken at day seven after transplantation) was of highly predictive<br />

marker for the onset of increasing titers of newly produced donor-specific antibodies.<br />

No C4d deposition was seen in preimplantation biopsies in these patients. Early<br />

detection of C4d and donor-specific antibodies was not associated with an inferior posttransplant<br />

allograft outcome at one-year follow-up, even without specific treatment in this<br />

study. This observation further supports the above mentioned hypothesis that early and<br />

mild humoral responses might be part of an accommodation process.<br />

63


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

However, as shown from animal models or in sequential allograft indication biopsies C4d<br />

often can precede the onset of chronic humoral rejection, but the interval between the<br />

stages can be very variable and quite long, and it is not known whether progression is<br />

inexorable. Therefore, prospective long term follow-up is needed for cases of subclinical,<br />

C4d positive humoral rejection to clarify whether this is an unavoidable precursor of<br />

chronic humoral rejection or a sign of accommodation. Since current therapy for cases<br />

of acute humoral rejection can be related to various sever side effects more data are<br />

needed to further support already at an early time point (subclinical C4d detection without<br />

pathology = stage II) a specific therapeutic intervention for the prevention of chronic<br />

humoral rejection.<br />

ACCOMMODATION AND HUMORAL REJECTION<br />

Accommodation is defined as the resistance of an allograft to the acute pathological effects<br />

of allograft-specific antibodies and complement activation. This phenomenon was<br />

already observed in the late eighties in recipients of an ABO-incompatible renal allograft.<br />

Transient depletion of the circulating antibodies that are specific for the blood group antigens<br />

at the time of transplantation allows immediate allograft survival without hyperacute<br />

rejection. However, in 90% of the cases a rebound of the antibodies with high titers in<br />

patient’s serum leads to humoral rejection within the first 10 days. But the remaining<br />

showed no correlation between the occurrence of humoral rejection and antibody titers<br />

within the next 21 days. Even if the antibody titers return to pre-transplant levels or higher,<br />

the allografts continue to function. Findings from mice models showed that, in the absence<br />

of T-cell help (e.g., due to an initial conditioning regime), B-cells that are exposed<br />

to incompatible antigens on allografts differentiate into cells that can produce non-complement-fixing<br />

antibodies, and these B cells gradually become tolerant after a prolonged<br />

exposure.<br />

In HLA-mismatched allografts, alloantibodies can be found in the absence of clinical graft<br />

dysfunction, herewith fulfilling the criteria of accommodation. However, patients with circulating<br />

HLA-specific anti-donor antibodies have a greater likelihood of later allograft loss,<br />

indicating that, if accommodation occurs under transplant conditions, then it is either transient<br />

or insufficient to prevent chronic humoral rejection. Long term, complete accommodation<br />

has not been documented for MHC molecules in humans so far, and the phenomenon<br />

might therefore be partly determined by the nature of antigen.<br />

Several molecular pathways should be involved in accommodation. A central role is most<br />

probably located within the allografts’ endothelium which is thought to express cytoprotective<br />

proteins like anti-apoptotic BCL-2, BCL-X, and haem oxygenase 1 (HO-1).<br />

Increased expression of BCL-X was found in the endothelium of renal allografts from patients<br />

with circulating donor-specific antibodies. Furthermore, HLA-class-I-specific antibodies<br />

increase endothelial-cell expression of BCL-2, BCL-X, and HO-1, and increase the<br />

64


PROTOCOL BIOPSIES AND THE DIAGNOSIS OF HUMORAL REJECTION<br />

activity PI3K and AKT, two further cytoprotective cell signaling molecules. Complement<br />

regulation might theoretically be involved in accommodation, too. Under physiological<br />

conditions the endothelial surface in the renal microcirculation (in peritubular capillaries<br />

and glomeruli) is unopposed concerning complement activation via the classical pathway.<br />

In general, four cell-surface inhibitors of complement activation has been identified:<br />

complement receptor 1 (CR1), decay-accelerating factor (DAF, CD55), membrane cofactor<br />

protein (MCP, CD46), and CD59 which are usually expressed in the endothelium at<br />

low or undetectable levels. However, DAF expression can be increased in cultured endothelial<br />

cells in the presence of various mediators like thrombin, bFGF, TNF, IFN-gamma,<br />

or VEGF. In vitro upregulation of DAF inhibits complement-mediated cytotoxicity of<br />

endothelial cells and reduces complement deposition. In animal models it has been shown<br />

that DAF is required to prevent acute antibody-mediated rejection. Alternatively, exposure<br />

to C-reactive protein increases the expression of DAF, CSD59, and MCP by cultured<br />

endothelial cells. Anecdotally it has been reported that increased CD59 expression by<br />

endothelial cells is a common event in acute and chronic humoral rejection and that increased<br />

endothelial-cell expression of DAF can be seen in chronic humoral rejection.<br />

Although this response might function to attenuate acute antibody-mediated allograft<br />

damage, but accommodation is obviously inadequate to prevent the onset of chronic humoral<br />

rejection. Nevertheless, a short term studies of pig-to-baboon solid organ (heart,<br />

lung, and kidney) xenografts showing accommodation supported the concept that accommodation<br />

is a consequence of full inhibition of complement activation. However, further<br />

studies are needed to understand how complement activation can therapeutically<br />

be controlled to achieve accommodation renal transplantation.<br />

THERAPEUTIC IMPLICATIONS<br />

At present, no definite guidelines for treatment of acute and chronic humoral rejection<br />

are available. Various therapy regimes are still evolving but few prospective controlled<br />

studies are currently underway. The most common treatment strategies are based on<br />

the quick as possible removal of the circulating antibodies using plasmapheresis in combination<br />

with immunosuppression targeting B cells as well as T cells. The intravenous application<br />

of immunoglobulin (IVIG) or thymoglobulin represents a frequent therapeutic<br />

approach that effect especially B cells and antibodies or to a lesser extent also plasma<br />

cells (thymoglobulin) as the source of antibodies. IVIG induces apoptosis in B cells and<br />

monocytes as well as inhibiting binding of donor-reactive antibodies to target cells in 80%<br />

of patients, although the molecular mechanism is not known in detail. IVIG and thymoglobulin<br />

might also function, in part, by inhibition of complement activation.<br />

New therapeutic strategies are available in form of highly specific monocloncal antibodies<br />

selectively inhibiting B cells (rituximab). This antibody binds to CD20, a surface molecule<br />

expressed by precursor and mature B cells, and leads to transient B-cell depletion,<br />

with typical B-cell recovery after 6-9 months. Preliminary studies indicate that rituximab<br />

65


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

decreases the concentration of pre-existing and post-transplantation antibodies. Recently,<br />

results from a single center study were published indicating that multiple plasmapheresis<br />

treatments leads to more reproducible desensitization and lower humoral rejection<br />

rates than a single high-dose of IVIG. In this study, comprising 61 patients, three different<br />

treatment regimens were compared: plasmapheresis + low-dose IVIG + anti-CD20-<br />

antibody versus high-dose IVIG versus plasmapheresis + low-dose IVIG + anti-CD20-antibody<br />

+ pre-transplant thymoglobulin. However, none of these three therapeutical regimens<br />

was completely effective in preventing humoral rejection in renal allograft recipients<br />

with high levels of donor specific alloantibodies.<br />

Prospective treatment guidelines can not be drawn from these small studies yet, since<br />

rituximab is usually combined with other drugs and therapies in these uncontrolled trials.<br />

However, plasma cells, the physiological source of antibodies do express little or<br />

no CD20 and are therefore resistant to rituximab mediated depletion. Plasma cells express<br />

various cell surface molecules (CD138, CD38, alpha4-beta1-integrin, CXCR4) which<br />

are however all not entirely plasma-cell specific. In mouse models treatment with anti<br />

TACI immunoglobulin (=transmembrane activator and calcium-modulating cyclophilinligand<br />

interactor), which is expressed by B cells and plasma cells as a member of TNFreceptor<br />

family, depleted long-living plasma cells. TACI-immunoglobulin is already in<br />

Phase I clinical trials for treatment of systemic lupus erythemathodes and B-cell lymphomas<br />

with signs of plasma cellular maturation. This approach might lead to more specific<br />

and more effective plasma cell depletion than currently achieved by thymoglobulins<br />

alone.<br />

Future strategies might be directed towards a highly specific complement blockade by<br />

complement receptor antagonists like C5a receptor inhibitors. Antagonizing activation of<br />

complement component C5 leads to blockade of C5a and MAC formation and herewith<br />

should prevent complement mediated cell damage. First candidate compounds are in<br />

preliminary stages of evaluation for clinical use.<br />

CONCLUSIONS<br />

Humoral rejection is beside cellular rejection a relevant pathogenetic factor for acute and<br />

chronic immunologic allograft damage. Under modern, mainly T cell targeted immunosuppression<br />

and as a consequent of an increasing number of patients with repetitive<br />

transplantations alloantibodies will become a major obstacle to short- and long-term allograft<br />

survival.<br />

For the detailed understanding of the ambivalent potential of alloantibodies (rejection versus<br />

accommodation) more insights into the regulation of B cells and the development<br />

and differentiation pathways of memory B cells and plasma cells are desperately needed.<br />

This can be the basis for developing methods to promote accommodation and to pre-<br />

66


PROTOCOL BIOPSIES AND THE DIAGNOSIS OF HUMORAL REJECTION<br />

vent acute humoral allograft rejection. Protocol biopsies appear to be an adequate tool<br />

for monitoring the natural course of humoral immune responses and all prospective clinical<br />

trials testing new drugs for the treatment of manifest humoral rejection episodes<br />

should include protocol biopsies. Furthermore, protocol biopsies should also allow for a<br />

timely therapeutic intervention ones intragraft signs of accommodation and humoral rejection<br />

are adequately understood.<br />

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69


ADAPTACIÓN GLOMERULAR<br />

EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS<br />

DE PROTOCOLO<br />

X. Fulladosa<br />

INTRODUCCIÓN<br />

El número de nefronas en los humanos es muy variable, con una media de 700.000 y un<br />

rango comprendido entre 200.000 y 1.800.000 (1, 2). La dotación nefronal está predeterminada<br />

genéticamente y condicionada por factores medioambientales durante el periodo prenatal.<br />

El número de nefronas no aumenta a lo largo de la vida del individuo (3), al contrario,<br />

diversas noxas y el mismo desarrollo y envejecimiento del riñón pueden provocar, con mayor<br />

o menor intensidad, una disminución progresiva de unidades funcionales renales. Varios<br />

estudios autópsicos que utilizan el método del fraccionator-disector (4), gold standard reproducible<br />

y sin sesgo para el cálculo del número de glomérulos (nefronas), confirman esta<br />

relación inversa entre la edad y el número de nefronas (1, 2). Estos trabajos observan, además,<br />

que el número de glomérulos se correlaciona inversamente con el volumen de los mismos<br />

(2, 5), probablemente como traducción del crecimiento compensador del corpúsculo<br />

ante situaciones de escasez o reducción nefronal, con la finalidad de conseguir una superficie<br />

de filtración suficiente. Esta relación sugiere que el volumen glomerular (Vg) puede ser<br />

un indicador subordinado inverso del número de nefronas de un riñón (6).<br />

El metabolismo basal condiciona el filtrado glomerular (7) y la masa renal disponible debe<br />

asumir esta demanda. Así como la evolución ha dotado a cada especie de un número determinado<br />

de nefronas proporcional a su metabolismo, dentro de cada especie la adaptación<br />

a la carga metabólica de cada individuo se lleva a cabo, básicamente, mediante incrementos<br />

del tamaño nefronal (8). En los estudios llevados a cabo en humanos, la superficie<br />

corporal total –marcador subordinado del metabolismo basal– no se correlaciona<br />

con el número de glomérulos y sí en cambio con el Vg medio (1, 2). El propio crecimiento<br />

71


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

del niño durante los primeros años de vida e infancia conlleva un inherente incremento<br />

de su superficie corporal y de su metabolismo basal, que se traduce a nivel renal en un<br />

aumento del tamaño de sus estructuras con el predominio de hiperplasia más que de hipertrofia<br />

celular. En el adulto pueden aparecer requerimientos mayores absolutos o relativos<br />

de la demanda metabólica que condicionen una sobrecarga funcional por unidad nefronal.<br />

Es decir, puede aumentar el metabolismo con el mismo número de nefronas –como<br />

ocurre en la obesidad, el sobreaporte proteico crónico, etc.– o un mismo requerimiento<br />

metabólico puede incidir sobre una población disminuida de nefronas –como en el caso<br />

de la nefrectomía, de la nefropatía, etc.–. Esta sobrecarga funcional individual de cada nefrona<br />

implica un incremento de su filtrado glomerular y un incremento de sus funciones<br />

tubulares para mantener una adecuada homeostasis. El resultado estructural de esta hiperfiltración<br />

en esta etapa de la vida es la hipertrofia, más que la hiperplasia, de las estructuras<br />

glomerulares y tubulares, al menos en situaciones de pérdida moderada absoluta<br />

o relativa de masa renal. Ante reducciones mayores, como el modelo experimental<br />

5/6, los fenómenos de hiperplasia también adquieren un papel relevante (9). En estudios<br />

experimentales se ha estimado que, en los individuos adultos, un 80% del incremento del<br />

tamaño renal se debe a un aumento del tamaño de las células (hipertrofia), sobre todo a<br />

nivel del túbulo proximal, mientras que un 15-30% se debe a la proliferación celular (hiperplasia),<br />

a diferencia de lo que ocurre en los individuos jóvenes, en los que predomina<br />

la hiperplasia por encima de la hipertrofia.<br />

No se conocen con certeza los mecanismos concretos que condicionan esta situación<br />

de hipertrofia, pero se barajan mecanismos físicos y humorales, los cuales aparecen precozmente<br />

en la primeras horas tras la pérdida de masa renal (10). El incremento del filtrado<br />

glomerular por nefrona precede al aumento de la reabsorción tubular proximal, que<br />

se produce con el fin de restablecer el feedback tubuloglomerular. Esta sobrecarga de<br />

trabajo de la nefrona se considera un estímulo determinante para el crecimiento glomerular<br />

a través de la elevación de la tensión intracapilar glomerular e intratubular, por el aumento<br />

del flujo renal y del fluido tubular, respectivamente (11). Además, se postula la<br />

existencia de factores humorales circulantes (“renotropinas”) no caracterizados con un<br />

efecto inductor o regulador sobre el crecimiento renal tras la reducción de la masa renal<br />

funcionante. Diversos estudios a nivel experimental respaldan la existencia de dichos factores<br />

al demostrar que animales sanos desarrollan un crecimiento renal compensador<br />

cuando son sometidos, mediante parabiosis in vivo o in vitro, al efecto de la sangre de<br />

animales nefrectomizados (12).<br />

Se han implicado diversos factores de crecimiento en el control de la masa renal relacionados<br />

con el crecimiento glomerular, tubular y de la matriz extracelular: hormona del<br />

crecimiento, platelet derived growth factor (PDGF), insulin-like growth factor (IGF-1), transforming<br />

growth factor (TGF), epidermal growth factor (EGF), vascular endothelial growth<br />

factor (VEGF), interleucina 1 y 6, tumor necrosis factor (TNF-α), angiotensina II, hepatocyte<br />

growth factor (HGF), endotelina, etc. Como ejemplos de la participación de los<br />

72


ADAPTACIÓN GLOMERULAR EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

mismos en los fenómenos adaptativos renales, cabe mencionar varios estudios experimentales,<br />

los cuales han objetivado que la presencia de VEGF es necesaria para la hipertrofia<br />

glomerular y tubular, y que su bloqueo con anticuerpos específicos suprime el<br />

crecimiento del glomérulo y del túbulo tanto después de una nefrectomía (13) como ante<br />

una sobrecarga proteica crónica (14). Asimismo, la utilización de drogas como la rapamicina<br />

–con un conocido efecto sobre la reducción de la expresión de genes proinflamatorios<br />

y profibróticos (monocyte chemotactic protein-1, VEGF, PDGF, TGF-β1, colágeno I,<br />

etc.)–, a dosis menores de las utilizadas en modelos de trasplante renal, inhibe la hipertrofia<br />

renal y la hipertrofia glomerular compensatorias en una situación de reducción de<br />

la masa renal tras una nefrectomía (15).<br />

Todas las estructuras de la nefrona aumentan de tamaño, aunque en proporción crece<br />

más el glomérulo, el cual aumenta de volumen y, sobre todo, el túbulo proximal, que<br />

incrementa su diámetro, volumen y longitud (11). La hipertrofia glomerular comporta<br />

un crecimiento de sus diferentes compartimentos y de los diferentes componentes celulares.<br />

Los capilares glomerulares aumentan más por subdivisión y ramificación que<br />

por el aumento de su longitud (16-18), y no presentan un incremento significativo de<br />

su diámetro, al menos en situaciones de reducción de un 50% de la masa renal (19).<br />

En reducciones mayores, como en el modelo 5/6, sí que se ha demostrado un mayor<br />

diámetro capilar y, con ello, una mayor tensión de su pared, por efecto de la ley de<br />

Laplace, circunstancia que se considera potencialmente más lesiva (20).<br />

Los capilares, por lo tanto, se ramifican y aumentan su superficie, la cual debe mantener<br />

su estructura y función intactas. Esto implica una proliferación de las células endoteliales,<br />

una generación de matriz de la membrana basal y una adaptación de las células<br />

epiteliales viscerales. Las células mesangiales también crecen tanto en tamaño<br />

como en número. Los podocitos, en cambio, tienen una escasa capacidad de proliferación<br />

y mitosis tras el periodo de nefrogénesis. Su proceso de mitosis puede comportar<br />

una división nuclear, pero no una división celular, por lo que su adaptación para<br />

dar cobertura mediante sus ramificaciones a la mayor superficie de membrana basal<br />

disponible se consigue mediante hipertrofia. Esta hipertrofia podocitaria, sin embargo,<br />

tiene un límite no definido a partir del cual, si el crecimiento glomerular persiste, deja<br />

parte de la membrana basal epitelial denudada, lo que favorece la aparición de sinequias<br />

con la cápsula de Bowman e hialinosis glomerular (21). Diversas noxas pueden,<br />

además, reducir el número de podocitos disponibles o inhibir su capacidad de adaptación<br />

(22), menguando con ello, aún más, la posibilidad de un crecimiento glomerular<br />

eficaz.<br />

Está ampliamente descrito que el crecimiento glomerular es un factor determinante para<br />

la aparición de glomerulosclerosis (23) (Tabla I) y se postula que ésta se desarrolla cuando<br />

los glomérulos llegan a su máxima hipertrofia. No obstante, el umbral de crecimiento<br />

del corpúsculo a partir del cual se genera hialinosis no está definido, si bien parece que<br />

73


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

depende de la edad: es mayor en la infancia que en la edad adulta. Así, pues, en los adultos,<br />

con una capacidad de adaptación glomerular más limitada, aparece glomerulosclerosis<br />

ante incrementos menores del tamaño glomerular. Las observaciones aportadas<br />

por diversos ensayos sugieren que también hay situaciones particulares, como el trasplante<br />

renal, en las que el umbral crítico de hipertrofia glomerular es aún menor. Los injertos<br />

renales están expuestos fácilmente a fenómenos de esclerosis glomerular cuando<br />

la demanda metabólica exige una adaptación del corpúsculo por encima de este reducido<br />

umbral (24).<br />

Tabla I. Situaciones de crecimiento glomerular anómalo y esclerosis<br />

en el humano.<br />

Hipoxia (enfermedad cardiaca cianosante, anemia falciforme, síndrome de apnea<br />

del sueño en obesos, etc.)<br />

Masa renal reducida (oligomeganefronia, agenesia renal unilateral, nefrectomía<br />

mayor del 50%, trasplante renal, etc.)<br />

Desproporción entre masa renal y metabolismo basal (obesidad, etc.)<br />

Diabetes mellitus<br />

Nefropatía por reflujo<br />

Esclerosis segmentaria y focal primaria incipiente<br />

Los fenómenos adaptativos encargados de mantener una adecuada homeostasis tras la<br />

pérdida de masa renal funcionante pueden volverse en contra y provocar per se daño glomerular,<br />

desencadenando un círculo vicioso con una recurrente pérdida nefronal que se<br />

traducirá, finalmente, en una insuficiencia renal progresiva (Figura 1). La respuesta a una<br />

pérdida o déficit de masa renal en el humano depende de la situación basal previa, del<br />

grado de pérdida de masa renal y de la edad en la que aparece. El grado de crecimiento<br />

glomerular es más intenso en el individuo joven que en el adulto (16, 25). En situaciones<br />

de agenesia renal unilateral u oligomeganefronia, el volumen glomerular puede llegar a<br />

ser hasta 5-6 veces el volumen normal, a diferencia de otras situaciones como la nefrectomía<br />

unilateral en la edad adulta, en las que el crecimiento glomerular llega a ser<br />

aproximadamente dos veces el normal (26).<br />

La cantidad de masa renal perdida condiciona el pronóstico y la lesión de la masa renal<br />

remanente. Estudios de seguimiento a largo plazo de pacientes nefrectomizados como<br />

donantes de riñón o por una patología en el riñón contralateral, con una reducción del<br />

50% de la masa renal, objetivan una evolución benigna y presentan sólo una leve proteinuria<br />

no evolutiva. Diferente situación se aprecia en los casos de una pérdida de masa<br />

renal mayor del 50%, de una nefrectomía en los pacientes con una nefropatía de base o<br />

de una obesidad importante en los pacientes monorrenos, en los que aumenta el riesgo<br />

74


ADAPTACIÓN GLOMERULAR EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

Aumento<br />

del metabolismo<br />

Pérdida de masa<br />

renal funcionante<br />

Sobrecarga<br />

nefronal individual<br />

Adaptación morfofuncional<br />

Hiperfiltración<br />

Hipertrofia<br />

Adaptación compensada y estable:<br />

- Escasa glomerulosclerosis<br />

- Función renal adecuada y estable<br />

- Proteinuria leve o ausente<br />

- Aparición ocasional de HTA<br />

Desequilibrio adaptativo:<br />

- Marcada hipertrofia nefronal y glomerulosclerosis<br />

- Progresivo daño renal crónico<br />

- Insuficiencia renal progresiva<br />

- Proteinuria significativa<br />

- Frecuente HTA<br />

- Mayor incremento del metabolismo basal<br />

- Nuevas noxas con mayor pérdida de masa renal<br />

Figura 1. Esquema del proceso adaptativo nefronal en situaciones de desproporción entre<br />

el metabolismo basal y la masa renal funcionante.<br />

de proteinuria, de daño crónico glomerular e intersticial y de insuficiencia renal progresiva<br />

(27).<br />

EL TRASPLANTE RENAL COMO MODELO<br />

DE MASA RENAL REDUCIDA<br />

Cuando se lleva a cabo un trasplante renal, se implanta habitualmente un solo riñón, lo<br />

que representa aproximadamente la mitad de la masa renal del donante. Este hecho, por<br />

sí solo, provoca desde el momento del trasplante una sobrecarga funcional en el injerto<br />

que exigirá una adaptación morfofuncional del mismo para dar respuesta a la demanda<br />

metabólica del receptor. Diversas variables y circunstancias pueden añadirse a este estado<br />

monorreno del trasplante renal, las cuales condicionan una mayor desproporción entre<br />

la oferta nefronal y el metabolismo del receptor, y exigen una mayor adaptación potencialmente<br />

nociva (Tabla II).<br />

75


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Tabla II. Circunstancias del trasplante renal que favorecen la sobrecarga funcional<br />

del injerto debido a una menor dotación nefronal trasplantada o a un mayor<br />

metabolismo basal del receptor.<br />

Donante<br />

Receptor<br />

Periodo peritrasplante<br />

Mayor edad<br />

Sexo femenino<br />

¿Raza negra?<br />

Hipertensión arterial<br />

Enfermedad cardiovascular<br />

Obesidad<br />

Disparidad de tamaño entre donante y receptor<br />

Tiempo de isquemia fría prolongado<br />

Lesión de isquemia-reperfusión<br />

Necrosis tubular aguda<br />

Rechazo agudo<br />

Fármacos inmunosupresores nefrotóxicos<br />

Variables y circunstancias que se añaden<br />

al estado monorreno<br />

Dependientes del donante<br />

Tal como se ha reflejado previamente, el número de nefronas en la población general es<br />

muy variable, por lo que al provenir los donantes de esta población la masa renal trasplantable<br />

puede ser también muy variable. Hasta el momento, no tenemos la posibilidad de estimar<br />

de forma viable el número de nefronas en el donante. Aunque nuestro grupo ha realizado<br />

aproximaciones a los cuatro meses del trasplante renal para determinar el número<br />

de nefronas in vivo con una aceptable precisión (28) mediante una biopsia renal y una resonancia<br />

magnética nuclear, esta metodología es de difícil aplicación en la dinámica habitual<br />

del manejo del donante previa a la extracción del injerto. Sin embargo, la medida del<br />

Vg en una biopsia renal del injerto preimplante como marcador subordinado inverso del número<br />

de nefronas podría ser de utilidad.<br />

Diferentes ensayos han constatado en biopsias del donante que un mayor Vg, sugestivo<br />

de una menor masa nefronal, se asocia de forma independiente a un peor pronóstico del<br />

injerto (29, 30). Otros factores como el sexo femenino también condicionan un menor número<br />

de nefronas trasplantadas. En los estudios autópsicos, si bien no cuentan con una sólida<br />

significación estadística, el número de glomérulos observados en el sexo femenino es<br />

sistemáticamente un 10-15% menor respecto del sexo masculino (1, 2). El efecto de la raza<br />

es controvertido y, aunque algunos autores han evidenciado un Vg medio mayor en los ri-<br />

76


ADAPTACIÓN GLOMERULAR EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

ñones de los individuos afroamericanos que en los de los blancos –lo que sugiere una menor<br />

dotación nefronal (31)–, esta asunción no ha sido confirmada en los estudios autópsicos,<br />

que utilizan el fraccionator-disector como método de medida sin sesgo (2).<br />

Otro factor crucial es la edad de los donantes. Hay una marcada correlación inversa entre la<br />

edad y el número de nefronas, de tal forma que se estima una pérdida de unas 6.700 unidades<br />

por año a partir de los 18 años (2), a pesar de que este declinar probablemente no sea<br />

lineal y se magnifique en las edades más avanzadas. Actualmente, los donantes tienden a<br />

ser cada vez más mayores, con un mayor grado de hipertensión y una patología cardiovascular<br />

asociada (32) (Figura 2). Esta situación, globalmente relacionada con una mayor lesión<br />

renal subrepticia tanto glomerular como intersticial, puede influir directa y negativamente en<br />

la dotación global de nefronas en el momento del trasplante y en la evolución del injerto.<br />

Dependientes del periodo peritrasplante<br />

Diversos factores pueden menguar el número de nefronas durante este periodo, como la<br />

lesión de isquemia-reperfusión, la necrosis tubular aguda prolongada, los episodios de rechazo<br />

agudo, las infecciones sobre el injerto y la utilización de fármacos inmunosupresores<br />

nefrotóxicos.<br />

Dependientes de las características del receptor<br />

Aunque el receptor no influirá directamente en el número de nefronas implantadas, sí es<br />

cierto que algunas características del mismo influirán en una mayor demanda metabólica,<br />

como pueden ser la obesidad y, en particular, la desproporción entre el tamaño del donante<br />

y el receptor (33).<br />

La adaptación del injerto a la nueva situación, con el objetivo de ofrecer la mejor función renal<br />

posible, se fundamenta en la hipertrofia de sus estructuras, tal como sucede en los órganos<br />

nativos ante diferentes situaciones de pérdida nefronal. Nuestro grupo ha confirmado el<br />

crecimiento del glomérulo tras el trasplante renal mediante el estudio de biopsias pareadas<br />

del injerto en el momento del implante y al cuarto mes postrasplante, tiempo suficiente para<br />

asegurar la instauración de los fenómenos de adaptación (34). A partir de este instante, el crecimiento<br />

glomerular puede continuar, como observamos en un estudio posterior con datos<br />

pareados de biopsias de protocolo practicadas a los cuatro meses y al año del trasplante (35).<br />

EVALUACIÓN DEL TAMAÑO GLOMERULAR<br />

MEDIANTE LA BIOPSIA DE PROTOCOLO<br />

Los métodos morfométricos y estereológicos permiten la evaluación del número, el tamaño<br />

y la distribución de las estructuras tridimensionales a partir de su proyección bidimensional<br />

como, por ejemplo, la obtenida en diversas exploraciones de imagen (ecografías, tomografía<br />

77


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

computarizada, resonancia magnética nuclear, etc.) o en preparaciones histológicas (4). La estereología<br />

se define como el “conjunto de métodos matemáticos y estadísticos que relacionan<br />

parámetros tridimensionales que definen una estructura, con medidas bidimensionales<br />

obtenidas en secciones de la estructura estudiada” (36).<br />

Figura 2. Datos obtenidos del Registro de Enfermos Renales de Cataluña, en el que se<br />

muestra la evolución en el tiempo de la edad y de la causa de muerte de los donantes.<br />

Informe estadístic del Registre de Malalts Renals de Catalunya 2003. Organització Catalana<br />

de Trasplantaments (OCATT). Generalitat de Catalunya - Servei Català de la Salut. 2005.<br />

78


ADAPTACIÓN GLOMERULAR EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

Se han aplicado diversas técnicas para estimar el tamaño del glomérulo –una estructura<br />

espacial tridimensional dentro del parénquima renal– a partir del análisis de sus secciones<br />

obtenidas en el material histológico. De la sección del glomérulo se pueden obtener medidas<br />

uni- o bidimensionales, como distancias, radios, diámetros y áreas. El área se mide sobre<br />

la proyección histológica mediante una técnica de recuento de puntos (point-counting),<br />

tal como se esquematiza en la Figura 3, o bien mediante una tableta digitalizada y un software<br />

específico de análisis de imagen. A partir de las áreas de las diversas secciones se<br />

puede calcular el Vg (37, 38): el método gold standard de medida del Vg es el método de<br />

Cavalieri, el cual afirma que el volumen de un objeto es igual a la suma de las áreas de sus<br />

secciones (Ai) multiplicado por la media del grosor de las secciones (T) (Figura 4).<br />

Figura 3. Esquema del método de recuento de puntos (point-counting) para medir el<br />

área glomerular. Partimos de una cuadrícula en la que se definen unos puntos por intersección<br />

de las líneas, con una distancia entre puntos conocida (d). La cuadrícula se<br />

superpone a la imagen histológica proyectada, de la que se debe conocer el aumento<br />

real de la proyección. Se cuentan los puntos (P) que quedan englobados dentro del área<br />

que se ha de contar, en este caso el glomérulo delimitado por la cápsula de Bowman.<br />

Como cada punto lleva implícita un área conocida (d 2 ), el área real de cada glomérulo<br />

será el número de puntos contados multiplicado por el área implícita en cada punto, corregido<br />

por el aumento de la proyección de la imagen.<br />

79


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figura 4. Esquema del método de Cavalieri.<br />

El método de Cavalieri aplicado al glomérulo<br />

implica obtener y medir el área en todas<br />

las secciones del mismo y tener finamente<br />

controlado el grosor del corte, lo<br />

que condiciona un importante consumo de<br />

tiempo y la necesidad de conseguir material<br />

histológico suficiente, que no siempre<br />

es posible en las biopsias renales con aguja.<br />

Por contrapartida, es un método preciso<br />

que permite calcular sin sesgos el volumen<br />

individual de cada glomérulo y, así,<br />

obtener también información del coeficiente<br />

de variación del Vg.<br />

Otro sistema que también da información del Vg individual es el método del área máxima<br />

(MPA: maximal profile area o maximal planar area), el cual es algo más sencillo y<br />

consume menos tiempo. Se basa en el estudio de cortes secuenciales del glomérulo para<br />

identificar el corte con el mayor perfil, definido como aquel que posee al menos dos perfiles<br />

menores antes y después. A partir del área de este perfil se obtiene su radio –se<br />

asume que es un círculo– y, a partir del radio, se calcula el volumen –se asume que el<br />

glomérulo es una esfera– (Figura 5). Estas asunciones pueden comportar un cierto sesgo<br />

en el cálculo del Vg, ya que habitualmente el glomérulo adopta una forma elíptica e<br />

irregular con las técnicas de fijación habituales. Aun así, la correlación entre los dos métodos<br />

anteriores en los glomérulos humanos es buena según diversos estudios comparativos<br />

(38).<br />

La búsqueda de sistemas que requiriesen un menor consumo de tiempo para la utilización<br />

en la práctica clínica motivó la aplicación de diversas metodologías más simples. Uno<br />

de estos métodos, el método de dos perfiles, consiste en la utilización de sólo dos perfiles<br />

paralelos aleatorios del glomérulo, siempre que se conozca la distancia entre los mismos<br />

(39). Se calcula el volumen a partir de la utilización de principios geométricos y transformaciones<br />

matemáticas, con una aceptable correlación con el método de Cavalieri, y<br />

es sobre todo aplicable cuando se dispone de muestras de tejido limitadas.<br />

Otro tipo de métodos estima el Vg a partir del área glomerular media calculada a partir de los<br />

perfiles glomerulares de una sola sección, sin que se requieran secciones consecutivas de<br />

la muestra. De éstos, el método de Weibel y Gómez es el más utilizado (36), el cual obtiene<br />

el Vg medio aplicando una ecuación a partir del área glomerular media; se asume que el<br />

glomérulo es una esfera y que el coeficiente de distribución de los tamaños glomerulares es<br />

menor de un 10% (Figura 6), asunciones que pueden comportar sesgos en la medida. Además,<br />

no permite alcanzar resultados individuales de los glomérulos y precisa un número mínimo<br />

de perfiles para ser representativo, que se estima en alrededor de 10-15 perfiles. Por con-<br />

80


ADAPTACIÓN GLOMERULAR EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

Figura 5. Esquema del método del área máxima (MPA).<br />

trapartida, es más sencillo, consume mucho menos tiempo y se puede utilizar sobre una<br />

sola sección de la biopsia, lo que resulta útil cuando trabajamos con un escaso material histológico.<br />

A pesar de sus limitaciones y cuando no es factible el empleo de métodos de Vg individual,<br />

el método de Weibel y Gómez ofrece una estimación adecuada del Vg, tal como se<br />

observa en un reciente estudio sobre 20 pacientes trasplantados renales estables, en los<br />

que se comprueba en biopsias de protocolo a los cuatro meses del trasplante una buena<br />

correlación y concordancia entre el Vg calculado por el método de Weibel y Gómez y el<br />

calculado por el método MPA (datos no publicados y que se reproducen en la Figura 7).<br />

A partir del volumen glomerular en la biopsia de protocolo se puede estimar el número<br />

de glomérulos (Ng) in vivo en el trasplante renal. El método del fraccionator-disector,<br />

como método gold standard reproducible y sin sesgos para el cálculo del Ng en un riñón,<br />

precisa la obtención de toda la pieza histológica, por lo que no es aplicable en estudios<br />

clínicos. Nuestro grupo aplicó una metodología validada previamente en perros (40) para<br />

determinar el Ng, la cual combinaba la biopsia renal de protocolo a los cuatro meses del<br />

trasplante con una resonancia magnética nuclear del injerto. Este método se basa en la<br />

premisa de que el Ng total de un riñón se puede obtener de la división del volumen absoluto<br />

que ocupan los glomérulos en el riñón –que se obtiene de la multiplicación de la<br />

81


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figura 6. Esquema del método de Weibel y Gómez.<br />

fracción del volumen que ocupan los glomérulos en el cortex renal (Vvglom/cortex) por el volumen<br />

del cortex (Vcortex)– partido por el volumen glomerular medio (Vg).<br />

Vvglom/cortex • Vcortex<br />

Ng = –––––––––––––––––––<br />

Vg<br />

Vvglom/cortex y Vg se pueden estimar a partir de una biopsia renal y Vcortex de la resonancia magnética<br />

nuclear del injerto. Para calcular Vvglom/cortex se puede utilizar el método de recuento<br />

de puntos sobre las imágenes histológicas, para obtener Vg se aplica el método de Weibel<br />

y Gómez antes referenciado, y para calcular Vcortex se aplica el método de Cavalieri a las<br />

imágenes secuenciales de las secciones del injerto obtenidas con la resonancia magné-<br />

82


ADAPTACIÓN GLOMERULAR EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

Figura 7. Correlación (izquierda) y test de concordancia de Bland-Altman (derecha) entre<br />

el volumen glomerular estimado por el método de Weibel y Gómez (Vg-W&G) y el<br />

método del área máxima (Vg-MPA).<br />

tica nuclear. Pueden aparecer diversos sesgos que condicionan las limitaciones de la técnica,<br />

los sesgos propios de la estimación del Vg por el método de Weibel y Gómez, y el<br />

sesgo ocasionado por la retracción del tejido tras el procesado histológico de la biopsia.<br />

Observamos que el número de glomérulos se correlacionaba con el filtrado glomerular,<br />

lo que sugería que para obtener una adecuada función renal tras el trasplante era necesaria<br />

una adecuada dotación nefronal. Además, así como otros estudios han referido, la<br />

edad del donante se correlacionaba inversamente con el número de glomérulos y directamente<br />

con el volumen glomerular. A pesar de la imposibilidad del cálculo de la precisión<br />

del método in vivo, constatamos que el número de glomérulos en los pacientes trasplantados<br />

renales estables era un determinante crucial de la función renal del injerto y,<br />

consecuentemente, un determinante de su evolución (28).<br />

Las biopsias renales de protocolo realizadas en el trasplante renal preimplante a los cuatro<br />

meses y al año de seguimiento permiten estudiar la variación e influencia del tamaño glomerular,<br />

estimado mediante el método de Weibel y Gómez, tal como nuestro grupo ha comunicado<br />

recientemente. En un primer estudio (34) que comparaba biopsias pareadas preimplante<br />

y a los cuatro meses del trasplante, comprobamos que tras el trasplante renal los<br />

glomérulos crecían un 24%, fruto de su adaptación al receptor. El Vg medio a los cuatro<br />

meses se correlacionaba con la función del injerto en el momento de la biopsia, lo que sugería<br />

que esta adaptación glomerular era necesaria tras el trasplante para conseguir una<br />

adecuada función renal. Observamos, además, que el crecimiento glomerular era menor<br />

en aquellos pacientes que habían recibido riñones con mayores volúmenes glomerulares<br />

83


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

basales y en aquellos que habían desarrollado lesiones de nefropatía crónica del injerto a<br />

los cuatro meses. Cuanto mayor es el tamaño de los glomérulos del donante, es decir, cuanto<br />

más han tenido que crecer para adaptarse a las características y circunstancias del donante<br />

–ya sea por una menor dotación congénita de glomérulos, ya sea por la pérdida de<br />

los mismos a lo largo de su vida–, poseen una menor capacidad de adaptación tras el trasplante<br />

y, quizás, tienen una mayor probabilidad de glomerulosclerosis cuando están sometidos<br />

a una constante demanda de adaptación. Por otra parte, la relación inversa con las lesiones<br />

de nefropatía crónica evidencia que los factores incidentes sobre el injerto postrasplante<br />

también pueden influir en la adaptación glomerular.<br />

El crecimiento glomerular se mantiene a lo largo del año postrasplante, como hemos observado<br />

en un reciente estudio que analizaba biopsias de protocolo pareadas realizadas a<br />

los cuatro meses y al año del trasplante (35) (Figura 8). Nuevamente detectamos que crecían<br />

más aquellos glomérulos que mostraban en la primera biopsia un volumen menor, lo<br />

que refuerza la teoría de que el crecimiento glomerular adaptativo se manifiesta en aque-<br />

A (4 meses)<br />

A (1 año)<br />

B (4 meses)<br />

B (1 año)<br />

Figura 8. Ejemplos de biopsias de protocolo seriadas a los cuatro meses y al año, que<br />

muestran el crecimiento del glomérulo en el caso A y no en el caso B. Cabe destacar<br />

que el tamaño del glomérulo a los cuatro meses en la biopsia B es mayor que en la biopsia<br />

A (tinción hematoxilina-eosina; x 200).<br />

84


ADAPTACIÓN GLOMERULAR EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

llos que aún no han agotado su capacidad para hacerlo. Además, esta capacidad de crecimiento-adaptación<br />

se mantiene sólo en los injertos sin lesiones crónicas y está abolida en<br />

los pacientes cuya lesión crónica progresa en las biopsias seriadas y en aquellos en los que<br />

persisten lesiones inflamatorias sugestivas de rechazo subclínico. La estructura renal, pues,<br />

debe estar preservada para una adecuada adaptación glomerular, y las lesiones inflamatorias<br />

persistentes, además de relacionarse con una mayor lesión crónica, también pueden<br />

condicionar una menor adaptación glomerular.<br />

Cuando analizamos la evolución de los injertos tras el estudio morfométrico de los mismos,<br />

observamos que, si bien la adaptación glomerular era necesaria para conseguir una<br />

buena función renal, este crecimiento podía pasar factura a largo plazo y condicionar un<br />

peor pronóstico. Un mayor Vg a los cuatro meses del trasplante, evaluado en biopsias de<br />

protocolo, es un factor predictivo independiente, junto con una peor función renal y mayores<br />

lesiones histológicas crónicas, de una menor supervivencia del injerto (41). Cuando<br />

lo analizamos en conjunto, apreciamos que los injertos con mayor supervivencia a largo<br />

plazo eran aquellos con un menor Vg y una mejor función renal en el momento de la biopsia,<br />

reflejo de una mayor dotación nefronal en el momento del trasplante y de un requerimiento<br />

menor de adaptación para asumir la demanda metabólica del receptor. Este grupo<br />

se caracterizaba por tener los donantes más jóvenes y por haber sufrido un menor retraso<br />

de la función del injerto. De forma diametralmente opuesta, encontramos al grupo<br />

de pacientes con un mayor Vg y una peor función renal, los cuales tenían una supervivencia<br />

a los 15 años de sólo el 45%. Los donantes eran significativamente mayores y los<br />

receptores presentaban un mayor índice de masa corporal; sugestivo todo ello de una<br />

gran desproporción entre demanda y oferta, y de una ineficaz adaptación, que comportaba<br />

en consecuencia el desarrollo de daño renal crónico. Hubiera sido interesante poder<br />

analizar el Vg en los donantes para saber si éstos ya partían de Vg mayores.<br />

Los grupos con glomérulos grandes y una buena función renal, o bien con glomérulos<br />

pequeños y una mala función renal, tenían supervivencias intermedias entre el 73% y el<br />

78% (Figura 9). Los pacientes con mayores niveles de ciclosporina A expresaban un menor<br />

Vg, lo que sugería un bloqueo del crecimiento glomerular ante una mayor exposición<br />

a una droga vasoconstrictora como ésta, resultados que están de acuerdo con observaciones<br />

previas en relación con las glomerulopatías primarias en niños (42).<br />

Con el estudio reglado de las biopsias de protocolo se ha determinado que:<br />

• Los glomérulos crecen al menos hasta el año del trasplante renal, como efecto de la<br />

adaptación de la limitada masa renal trasplantada al metabolismo del huésped.<br />

• Este crecimiento es necesario para obtener una adecuada función renal y una adecuada<br />

homeostasis tras el trasplante.<br />

85


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figura 9. Esquema de los resultados de supervivencia obtenidos en el estudio de Azevedo<br />

et al., que agrupan a los pacientes según el tamaño glomerular y la función renal en el<br />

momento de la biopsia a los cuatro meses del trasplante.<br />

• Puede verse limitado por la presencia de lesiones inflamatorias persistentes o de lesiones<br />

de nefropatía crónica, así como de niveles elevados de fármacos anticalcineurínicos.<br />

• El grado de adaptación que hayan tenido que sufrir los glomérulos en el seno del donante<br />

condicionará una menor capacidad de adaptación de los mismos tras el trasplante.<br />

• El requerimiento de una excesiva adaptación del glomérulo para satisfacer la demanda<br />

del receptor –por una dotación nefronal insuficiente o por un excesivo metabolismo basal<br />

del huésped– será, sin embargo, contraproducente y condicionará una menor supervivencia<br />

del injerto a largo plazo.<br />

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four methods. Kidney Int 1992; 41 (4): 1085-9.<br />

88


ADAPTACIÓN GLOMERULAR EVALUADA MEDIANTE BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

38. Pagtalunan ME, Drachman JA, Meyer TW. Methods for estimating the volume of individual<br />

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39. Najafian B, Basgen JM, Mauer M. Estimating mean glomerular volume using two arbitrary<br />

parallel sections. J Am Soc Nephrol 2002; 13 (11): 2697-05.<br />

40. Basgen JM, Steffes MW, Stillman AE, Mauer SM. Estimating glomerular number in<br />

situ using magnetic resonance imaging and biopsy. Kidney Int 1994; 45 (6): 1668-72.<br />

41. Azevedo F, Alperovich G, Moreso F, Ibernon M, Goma M, Fulladosa X, et al. Glomerular<br />

size in early protocol biopsies is associated with graft outcome. Am J Transplant 2005;<br />

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in childhood nephrotic syndrome. Clin Nephrol 2001; 55 (4): 289-96.<br />

89


BIOPSIA DE PROTOCOLO:<br />

ASPECTOS TÉCNICOS<br />

Y SEGURIDAD<br />

R. Palomar<br />

INTRODUCCIÓN<br />

Las biopsias renales (de riñones propios o trasplantados) se han realizado clásicamente<br />

por indicación clínica. La biopsia de protocolo en el trasplante renal es motivo de controversia<br />

desde hace años. El riesgo de la realización de biopsias ha disminuido en los<br />

últimos años con el uso de agujas más pequeñas y con la utilización del ecógrafo de forma<br />

rutinaria. Además, el injerto renal se encuentra más superficial y asequible que los<br />

riñones propios y esto hace que el procedimiento sea más sencillo. La biopsia de protocolo<br />

ya forma parte de la práctica habitual de algunos centros trasplantadores, aunque<br />

en otros muchos todavía no se ha incorporado a la rutina, a causa de una serie de condicionantes,<br />

de tipo ético y debidos a las complicaciones teóricas derivadas del procedimiento.<br />

En este capítulo se resumirán cuáles son los aspectos técnicos y de seguridad en relación<br />

con la realización de biopsias de protocolo en el injerto renal.<br />

TÉCNICA<br />

Es importante que la muestra sea de la corteza renal y se recomienda, para optimizar el<br />

rendimiento de la biopsia, obtener al menos dos cilindros si se pueden extraer de dos<br />

puntos distintos, puesto que hay lesiones que tienen una distribución focal en el riñón,<br />

como son las infecciones y el rechazo. En principio, no hay consideraciones específicas<br />

distintas en cuanto a la técnica per se para los trasplantes o los riñones propios, por lo<br />

que cada centro debería realizarlas según su práctica habitual.<br />

91


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

INDICACIONES<br />

¿Por qué se deben realizar biopsias de protocolo?<br />

Clásicamente, las biopsias de trasplante se efectúan cuando hay un deterioro de la función<br />

renal, a veces asociado a hipertensión y proteinuria. Es en esta situación cuando se<br />

hace el diagnóstico clínico, que se confirma histológicamente y, por lo general, en ese<br />

momento el injerto está tan dañado que las lesiones son con frecuencia irreversibles.<br />

Algunos estudios sugieren que la presencia de rechazo agudo (RA) y de nefropatía crónica<br />

del injerto (NCI) podría cursar de forma subclínica sin producir disfunción del injerto.<br />

Si bien la creatinina sérica es el marcador de la función renal usado con mayor frecuencia,<br />

parece ser que las variaciones en sangre no se correlacionan de forma total con la<br />

disminución de la función renal, motivo por el cual no se considera un marcador adecuado<br />

de disminución del filtrado glomerular ni en los riñones propios ni en los trasplantados.<br />

Se han encontrado en biopsias de protocolo de injertos renales lesiones histológicas<br />

compatibles con rechazo subclínico, vascular o humoral con mínimos cambios en la<br />

creatinina sérica.<br />

Por esto, las biopsias de protocolo permiten detectar de forma precoz las alteraciones<br />

del injerto antes de que tengan repercusión clínica y de que se encuentren en un estadio<br />

más avanzado, de manera que el tratamiento, o bien no esté indicado, o bien las lesiones<br />

no sean reversibles.<br />

¿Cuándo se debería realizar una biopsia de protocolo?<br />

Existen determinadas situaciones, bien<br />

definidas, en las que estaría justificado<br />

realizar biopsias de protocolo tal como<br />

se describe en la Tabla I, siempre que se<br />

cumplan unos requisitos (Tabla II). Además,<br />

se han publicado unas recomendaciones<br />

en cuanto a la necesidad de la biopsia<br />

según el tiempo de evolución del trasplante<br />

y las características del receptor<br />

(Tabla III).<br />

Tabla I. Indicaciones de las biopsias<br />

de protocolo.<br />

Rechazo agudo subclínico<br />

Rechazo crónico<br />

Donantes marginales<br />

Necrosis tubular aguda<br />

Toxicidad por anticalcineurínicos<br />

Infección por el virus BK<br />

VENTAJAS E INCONVENIENTES<br />

Hay varios estudios que avalan la seguridad de las biopsias de protocolo. El grupo de<br />

Furness analizó las complicaciones derivadas de 3.613 biopsias de protocolo llevadas<br />

a cabo en injertos estables sin signos inflamatorios ni deterioro agudo de la función<br />

92


BIOPSIA DE PROTOCOLO: ASPECTOS TÉCNICOS Y SEGURIDAD<br />

Tabla II. Prerrequisitos necesarios para la realización de las biopsias de protocolo.<br />

1. Que la biopsia realizada con aguja suponga un riesgo bajo de pérdida del injerto<br />

o de morbilidad.<br />

2. Que los resultados histológicos obtenidos en la biopsia nos permitan establecer<br />

un diagnóstico.<br />

3. Que la incidencia de la patología objeto de estudio sea suficiente<br />

como para justificar el procedimiento.<br />

4. Que exista un tratamiento eficaz para esa patología.<br />

5. Que el tratamiento suponga un beneficio para el paciente.<br />

6. Que el riesgo-beneficio de la técnica esté justificado.<br />

Tabla III. Recomendaciones para las biopsias de protocolo.<br />

Recomendación<br />

Tipo de receptor<br />

Obligatorio<br />

Postimplantación<br />

Todos<br />

Semanal<br />

Todos los que tengan NTA<br />

En los primeros tres meses Hiperinmunizados/pacientes de riesgo (excepto RA)<br />

En el diagnóstico<br />

Cualquier receptor con marcadores urinarios<br />

o plasmáticos de infección por PV<br />

Muy recomendable<br />

6-12 meses Tratamiento con ICN o antecedentes de toxicidad<br />

6-12 meses Antecedentes de NTA o RA<br />

Recomendado para estudio (ensayos)<br />

1-3 meses Todos<br />

6-12 meses Todos<br />

NTA = necrosis tubular aguda; RA = rechazo agudo; PV = Polyoma virus;<br />

ICN = inhibidores de la calcineurina.<br />

renal. De todos ellos, sólo un injerto se perdió como consecuencia de complicaciones<br />

derivadas de la biopsia, tres pacientes sufrieron hemorragia y dos presentaron una peritonitis.<br />

Puesto que el riesgo de presentar complicaciones es bajo, se considera éticamente<br />

justificada la realización de las biopsias de protocolo no sólo en los pacientes<br />

incluidos en ensayos clínicos, sino también como práctica habitual. De manera similar,<br />

otro trabajo en el que se analizaban las complicaciones derivadas de 277 biopsias<br />

renales encontró solamente un 0,4% de hemorragias importantes. Asimismo, un<br />

estudio que contaba con 1.171 biopsias demostró una disminución de la incidencia de<br />

93


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

las complicaciones mayores del 1% al 0,7% gracias al cambio de agujas de 18-gauges<br />

a 16-gauges que se utilizaron para su realización.<br />

Ventajas<br />

Diagnóstico del rechazo agudo subclínico<br />

El primer grupo que definió el RA subclínico descrito según la clasificación de Banff fue<br />

el de Rush y cols., quienes encontraron una frecuencia del 33% en los injertos normofuncionantes<br />

en las biopsias de protocolo efectuadas en los tres primeros meses del trasplante.<br />

Otros grupos han confirmado posteriormente estos hallazgos tanto en los adultos<br />

como en los niños. La prevalencia del RA subclínico es variable según las series y depende<br />

también del momento en que se realice la biopsia en el periodo postrasplante<br />

(Tabla IV). El estudio que abarca un mayor número de biopsias (>300) encuentra una prevalencia<br />

de un 15%; el 75% de ellos son RA tipo IA, y un 24% tipo IB, siendo la afectación<br />

vascular (tipos II o III) muy poco frecuente. Algunos trabajos publican una prevalencia<br />

de RA subclínico del 25-30% en los pacientes tratados con CsA, mientras que en otros<br />

en los que el tratamiento incluyó tacrolimus ésta fue del 18%. Existen pocos datos en<br />

cuanto a los pacientes tratados con sirolimus (SRL); en un ensayo en el que se comparaba<br />

el uso de SRL + FK a dosis bajas frente a SRL + MMF (sin ICN), se encontró RA subclínico<br />

en el 53% de las biopsias del primer grupo frente a un 15% en el grupo que no<br />

recibió anticalcineurínicos.<br />

Parece ser que la prevalencia del rechazo subclínico disminuye en las biopsias que se<br />

realizan de forma más tardía –tal como se muestra en la Tabla IV–, de tal forma que<br />

después del primer año del trasplante se ha descrito una prevalencia de un 18% y, a<br />

los dos años, de un 8,9% en los tratados con FK-506, frente a un 9,2% en el grupo<br />

de CsA.<br />

El principal factor de riesgo asociado al desarrollo de esta patología es la incompatibilidad<br />

HLA entre donante y receptor, cuya prevalencia llega a duplicarse en los pacientes con<br />

dos incompatibilidades respecto de los que no tienen ninguna (63% frente al 30%).<br />

Además, los pacientes con anticuerpos pretrasplante contra los antígenos del sistema<br />

HLA tanto de clase I como de clase II presentan RA subclínico con mayor frecuencia que<br />

los no sensibilizados.<br />

Diagnóstico de la nefropatía crónica del injerto<br />

Cada vez hay más evidencias de que las biopsias de protocolo son un buen método<br />

para descubrir las lesiones de nefropatía crónica subclínica. En un gran porcentaje de<br />

pacientes, las lesiones histológicas de NCI aparecen pronto tras el trasplante, lo que<br />

sugiere que los primeros meses son esenciales en su desarrollo. Existen muchos tra-<br />

94


BIOPSIA DE PROTOCOLO: ASPECTOS TÉCNICOS Y SEGURIDAD<br />

bajos que valoran la prevalencia de daño renal cónico en las biopsias de protocolo<br />

(Tabla V).<br />

La clasificación de Banff es poco sensible en la detección de las lesiones precoces de<br />

cronicidad, de manera que en algunos casos se infravaloran. Por esta razón, se han utilizado<br />

también otros métodos, como la morfometría, o bien técnicas que cuantifican las<br />

lesiones específicas, como el depósito de colágeno tipo III o el engrosamiento intimal.<br />

Tabla IV. Estudios en los que se halla RA subclínico.<br />

Autor n Tiempo desde el trasplante %<br />

Choi et al. (11) 304 2 semanas 13<br />

Roberts et al. (52) 115 1 semana 13<br />

1 mes 8<br />

Shapiro et al. (4) 100 1 semana 25<br />

Nankivell et al. (8) 112 3 meses 29<br />

Jain et al. (39) 50 1 semana 4<br />

Jain et al. (53) 78 3 meses 1<br />

Rush et al. (49) 35 1 mes 43<br />

3 meses 27<br />

6 meses 15<br />

Serón et al. (25) 98 3 meses 4<br />

Rush et al. (54) 25 1 mes 20<br />

3 meses 16<br />

6 meses 12<br />

Tabla V. Estudios en los que se encuentran lesiones de NCI.<br />

Autor n Tiempo desde el trasplante %<br />

Isoniemi et al. (55) 89 2 años 50<br />

Kuypers et al. (45) 112 3 meses 79<br />

Legendre et al. (56) 31 3 meses 25<br />

Serón et al. (25) 98 3 meses 42<br />

Dimeny et al. (23) 99 6 meses 35<br />

Rush et al. (54) 25 1 mes 0<br />

3 meses 4<br />

6 meses 20<br />

Nankivell et al. (8) 112 3 meses 24<br />

95


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Además, otros autores han utilizado otros índices como el CADI (Chronic Allograft Damage<br />

Index), que valora varios parámetros de cronicidad.<br />

En uno de los estudios que contaba con un mayor número de biopsias de protocolo (reunía<br />

959 realizadas en 120 trasplantes de riñón-páncreas), se tomaron muestras en distintos<br />

momentos evolutivos (al implante, al mes, tres y seis meses, al año, tres, cinco,<br />

siete y diez años) y se encontró una prevalencia de NCI del 40% en los primeros seis meses.<br />

Al año del trasplante, el 94% mostraban lesiones de NCI de grado I, con predominio<br />

de la afectación tubulointersticial. A partir del año, las lesiones eran básicamente glomerulares<br />

y vasculares, y a los diez años el 58% de los pacientes tenían lesiones severas<br />

de NCI.<br />

Muchos estudios sugieren que la detección precoz de la NCI en las biopsias de protocolo<br />

en injertos normofuncionantes podría ser un predictor de la pérdida del injerto a largo<br />

plazo. Se ha evidenciado que la supervivencia del injerto es menor en aquellos casos en<br />

los que hay lesiones de NCI respecto de las biopsias sin alteraciones. Este mismo grupo<br />

observó que la presencia de vasculopatía del trasplante en las biopsia de protocolo,<br />

realizadas a los tres meses del trasplante, se asociaba con una menor supervivencia del<br />

injerto a los diez años respecto de los que no la presentaban (41% versus 82%); de manera<br />

que la presencia de vasculopatía a los tres meses del trasplante sería un predictor<br />

de la supervivencia del injerto a largo plazo.<br />

Laine y cols. constataron un aumento de apoptosis de las células tubulares en las biopsias<br />

de protocolo en las que había lesiones de NCI. Hace poco, se han descrito asociaciones<br />

entre la expresión de genes profibróticos y el desarrollo de NCI.<br />

Un trabajo reciente evalúa 435 biopsias realizadas durante los seis primeros meses y encuentra<br />

que los injertos con RA subclínico + NCI ofrecen una peor supervivencia que los<br />

que tienen una de las dos lesiones de forma aislada. Sugiere que, probablemente, este<br />

grupo de pacientes es el que más se beneficiaría del tratamiento del RA subclínico para<br />

prevenir la evolución de la NCI.<br />

Rechazo humoral en las biopsias de protocolo<br />

Existen pocos datos al respecto, en parte debido a que los criterios descritos para su identificación<br />

se han establecido recientemente. El depósito de C4d en el endotelio de los<br />

capilares peritubulares representa un marcador específico de rechazo mediado por anticuerpos.<br />

En las biopsias efectuadas por disfunción aguda del injerto, el depósito de C4d se ha encontrado<br />

con una incidencia del 25-50%. Varios estudios valoran este marcador en las<br />

biopsias de protocolo. El grupo de Sund y cols. halló C4d en 11 de 37 biopsias de do-<br />

96


BIOPSIA DE PROTOCOLO: ASPECTOS TÉCNICOS Y SEGURIDAD<br />

nante vivo, realizadas a los siete días del trasplante, nueve de las cuales estaban asociadas<br />

a disfunción del injerto. Otro trabajo anterior describió este marcador en seis de<br />

53 biopsias llevadas a cabo también en la primera semana del trasplante. Se valoró la<br />

incidencia de depósito de C4d en las biopsias realizadas entre el mes y los seis meses<br />

postrasplante, y se evidenció que la positividad para este marcador se asociaba a RA<br />

subclínico en un 25% de los casos. El grupo de Fiebeler sugiere que la sospecha de rechazo<br />

humoral C4d positivo en la biopsia puede aparecer aun en ausencia de disfunción<br />

del injerto.<br />

También se ha relacionado el hallazgo de C4d con la NCI. Así, se ha demostrado una asociación<br />

estrecha entre este marcador y los datos de NCI, esto es, la glomerulopatía del<br />

trasplante y la duplicación de la membrana basal de los capilares peritubulares. Además,<br />

el depósito de C4d en una primera biopsia (sin evidencia de glomerulopatía del trasplante)<br />

se ha asociado al hallazgo de glomerulopatía en las biopsias posteriores, aun en ausencia<br />

de C4d en esa segunda biopsia. En un estudio multicéntrico donde se valoró el<br />

depósito de C4d en 551 biopsias de protocolo, se observó una prevalencia del 2% en distribución<br />

difusa y del 2,4% cuando ésta era focal. La detección subclínica de C4d en estas<br />

biopsias no influyó en la supervivencia del injerto.<br />

Estos datos sugieren que el depósito precoz de C4d podría predecir la aparición de lesiones<br />

histológicas de rechazo humoral crónico.<br />

Valoración de los pacientes con un alto riesgo inmunológico<br />

Las biopsias de protocolo son muy útiles en los pacientes con un alto riesgo inmunológico,<br />

puesto que permiten establecer un diagnóstico y tratamiento precoz del rechazo<br />

agudo. En caso de NTA, es difícil hacer el diagnóstico de RA únicamente con medios clínicos,<br />

por lo que en esta situación la biopsia sería de gran utilidad.<br />

Varios estudios valoran el RA subclínico en los pacientes con NTA y observan una mayor<br />

frecuencia de rechazo en los casos con NTA asociada frente a los que no presentan NTA<br />

(18% frente al 4%). Otro ensayo con biopsias de protocolo establece que los pacientes<br />

con NTA tienen un riesgo 2,9 veces mayor de sufrir disfunción del injerto por RA respecto<br />

de los que presentan función inicial.<br />

Otro trabajo realizado sobre 230 biopsias de protocolo encontró un 17% de RA vascular<br />

o humoral en las biopsias realizadas entre los diez y 30 días del trasplante. El 50%<br />

de éstos aparecieron en pacientes con anticuerpos de clase I, el 25% en aquellos con<br />

anticuerpos de clase II, y el 25% cuando poseían anticuerpos frente a antígenos de clase<br />

I y II. Por lo tanto, las biopsias de protocolo pueden ser útiles en el diagnóstico del<br />

rechazo mediado por anticuerpos subclínico en los pacientes con un alto riesgo inmunológico.<br />

97


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Diagnóstico de disfunción del injerto de causa no inmunológica<br />

Existen otros tipos de lesiones halladas en las biopsias de protocolo que se comentarán<br />

brevemente (Tabla VI).<br />

Toxicidad por INC (inhibidores de la calcineurina)<br />

Uno de los motivos más frecuentes de disfunción del injerto de causa no inmunológica<br />

es la nefrotoxicidad por ciclosporina (CsA). Estas lesiones pueden ser reversibles si se<br />

modifica la inmunosupresión de forma precoz: se ha de reducir la dosis de CsA mientras<br />

se aumenta la de otros inmunosupresores. Las biopsias de protocolo podrían ser útiles<br />

para identificar lesiones de nefrotoxicidad en injertos estables.<br />

En un estudio en el que se realizaron las biopsias a los 12 meses del trasplante, se encontraron<br />

lesiones compatibles con toxicidad por CsA en el 42% de los casos. En otro<br />

trabajo realizado sobre un total de 961 biopsias renales, de las cuales 808 eran de protocolo,<br />

y con un seguimiento de diez años, se observó que la toxicidad histológica por ICN<br />

estaba presente a los tres meses del trasplante en un 10% de los casos y que aumentaba<br />

progresivamente, de manera que a los diez años el 100% de los injertos la presentaban.<br />

Tabla VI. Otro tipo de lesiones histológicas en las biopsias de protocolo.<br />

Autor n Tiempo desde el trasplante %<br />

Toxicidad por anticalcineurínicos<br />

Takeda et al. (42) - 12 meses 42<br />

Nankivell et al. (24) 949 3 meses 10<br />

10 años 100<br />

Polyoma virus<br />

Rea et al. (43) 547 4 meses 2,6<br />

12 meses 5<br />

24 meses 2<br />

Virus BK<br />

Los casos de nefritis subclínica por virus BK también se pueden diagnosticar mediante<br />

las biopsias de protocolo. La activación del virus BK es frecuente en los pacientes trasplantados<br />

y, generalmente, se asocia con un deterioro de la función renal. Ya que esta<br />

patología sólo se puede controlar disminuyendo la inmunosupresión, es muy importante<br />

hacer el diagnóstico y el tratamiento de forma precoz.<br />

98


BIOPSIA DE PROTOCOLO: ASPECTOS TÉCNICOS Y SEGURIDAD<br />

En un trabajo en el que se valoraron más de 500 biopsias, se evidenció una frecuencia<br />

de nefritis por BK del 2-5%, dependiendo del momento de realización de la biopsia (4-24<br />

meses). En otro grupo no se detectaron casos nuevos de nefritis por BK tras poner en<br />

marcha un programa de monitorización del virus BK en orina, sangre y tejido renal en las<br />

biopsias de protocolo.<br />

Uso en ensayos clínicos diseñados para prevenir la NCI<br />

La evolución de la NCI parece que puede modificarse con determinadas intervenciones<br />

terapéuticas encaminadas a enlentecer el curso irreversible hacia la pérdida del injerto.<br />

En los ensayos clínicos diseñados para valorar esta patología, se estima que la muestra<br />

debería ser diez veces superior a la necesaria para valorar el RA; asimismo, el seguimiento<br />

debería ser todavía más largo, puesto que se evalúa la supervivencia del injerto a largo<br />

plazo.<br />

Dado que las alteraciones histológicas aparecen antes de que haya una repercusión<br />

clínica, las lesiones de NCI encontradas en las biopsias de protocolo son predictores<br />

independientes de la supervivencia del injerto a largo plazo. Los hallazgos de las biopsias<br />

de protocolo en pacientes con injertos estables podrían ser útiles en la monitorización<br />

de la progresión de la NCI y su posible intervención terapéutica, de manera que<br />

en los ensayos clínicos destinados a valorar la NCI la muestra necesaria se reduciría<br />

considerablemente, lo que favorecería su realización y la interpretación de los resultados.<br />

Inconvenientes<br />

Variación en la incidencia de RA subclínico y de NCI<br />

La decisión de cada centro en cuanto a la realización o no de biopsias de protocolo depende<br />

de la frecuencia con la que se diagnostique el RA subclínico o la NCI y del posible<br />

beneficio del tratamiento en la supervivencia y función del injerto.<br />

Tal como se ha comentado anteriormente en los distintos apartados de este capítulo,<br />

la prevalencia diagnóstica del RA subclínico varía, dependiendo en gran parte del momento<br />

en que se realice la biopsia. Esto hace que sea difícil valorar los resultados en<br />

conjunto y sacar conclusiones definitivas, dadas las grandes diferencias en la metodología<br />

aplicada. Hay que tener en cuenta que algunos estudios excluyen a los pacientes<br />

con necrosis tubular aguda, por lo que el diagnóstico de RA subclínico es menos probable.<br />

Los cambios histológicos en las biopsias de trasplante son la primera evidencia de daño<br />

en el injerto, incluso antes de que tengan repercusión clínica. El valor predictivo de estas<br />

99


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

lesiones sobre la supervivencia del injerto es superior al del RA y la creatinina sérica.<br />

Además, hay lesiones en el injerto relacionadas con la edad del donante que se asemejan<br />

a las de la NCI, dato que en algunos estudios no se tiene en consideración al valorar<br />

las lesiones de cronicidad. Esto explica la variabilidad de los resultados en cuanto al diagnóstico<br />

de NCI.<br />

Validez diagnóstica del RA subclínico y de la NCI. Cómo valorar su utilidad<br />

La interpretación de las alteraciones histológicas es difícil, puesto que cualquier trasplante<br />

induce una respuesta inmune en mayor o menor grado, de manera que la interpretación<br />

de los resultados resulta compleja en este tipo de biopsias. Parece claro que se necesitan<br />

métodos que sean fáciles de interpretar y reproducibles en lo que respecta a la cuantificación<br />

de los cambios histológicos en las biopsias de protocolo.<br />

La ausencia de marcadores específicos ha hecho que las biopsias de protocolo se valoren<br />

según la clasificación de Banff del 97. Sin embargo, hay que tener presente que esta<br />

clasificación se creó para valorar las biopsias diagnósticas utilizando los parámetros más<br />

fácilmente identificables y no para las biopsias con lesiones de fibrosis leve, como pueden<br />

ser las biopsias de protocolo. Por lo tanto, esto conlleva una gran probabilidad de malinterpretar<br />

los resultados, principalmente las lesiones borderline y la NCI de grado I.<br />

Se han desarrollado varias técnicas de Biología Molecular para intentar solucionar este<br />

problema, incluyendo la identificación de marcadores proinflamatorios en los tejidos o en<br />

la orina, y la medición de distintos marcadores de activación celular. No cabe duda de que<br />

estas nuevas tecnologías serán fundamentales en un futuro para la interpretación histológica<br />

de las biopsias de protocolo.<br />

Tratamiento del RA subclínico y de la NCI<br />

Hay algunos estudios que valoran la importancia del tratamiento del RA subclínico. Hay<br />

un único ensayo aleatorizado que muestra que el tratamiento de este tipo de rechazo en<br />

los primeros meses del trasplante (1-3 meses) se traduce en una disminución de la fibrosis<br />

intersticial y la atrofia tubular a los seis meses, junto con una mejor función renal<br />

a los dos años, al compararlo con el grupo control. No obstante, otros autores describen<br />

una menor supervivencia del injerto a los diez años del trasplante en los pacientes con<br />

RA subclínico (diagnosticado a los 14 días) y tratado respecto del grupo que no presentaba<br />

este tipo de patología.<br />

Los estudios del perfil fenotípico de las células que infiltran los injertos sugieren que los<br />

rechazos agudos subclínico y clínico representan dos estadios distintos del mismo proceso<br />

inmunológico y, por lo tanto, tienen la misma capacidad para lesionar el órgano trasplantado.<br />

100


BIOPSIA DE PROTOCOLO: ASPECTOS TÉCNICOS Y SEGURIDAD<br />

El tratamiento de la NCI todavía no está claramente definido. Cuando la NCI se diagnostica<br />

a partir de los cinco años del trasplante raramente responde al tratamiento, pero<br />

es probable que, si éste se instaura entre los seis meses y los cinco años del trasplante,<br />

la evolución sea diferente. También es posible que durante el primer año los mecanismos<br />

implicados en su desarrollo sean distintos de los que pueden influir posteriormente.<br />

Por consiguiente, antes de establecer el momento idóneo para el inicio del tratamiento,<br />

se debería definir el mejor momento y la secuencia de las biopsias de protocolo.<br />

CONCLUSIONES<br />

Tal como se ha comentado anteriormente, las biopsias de protocolo tienen su indicación,<br />

dado que permiten no sólo obtener un diagnóstico, sino iniciar el tratamiento adecuado<br />

de forma precoz antes de que las lesiones histológicas tengan una repercusión clínica.<br />

De esta manera, es posible que en un futuro podamos frenar la evolución de los injertos<br />

hacia la pérdida de función.<br />

La necesidad de realizar estas biopsias de forma protocolizada y rutinaria no está todavía<br />

establecida, aunque hay que valorar siempre los riesgos potenciales derivados del procedimiento<br />

de la biopsia frente a los posibles beneficios de la misma. Actualmente, existen<br />

evidencias suficientes para considerar adecuada la realización de este tipo de biopsias,<br />

puesto que la posibilidad de presentar complicaciones es baja si se efectúa el procedimiento<br />

de forma reglada y bajo control ecográfico, y todavía más si se dispone del<br />

tratamiento adecuado para las lesiones encontradas en las muestras.<br />

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104


BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

EN EL DISEÑO<br />

DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

D. Serón<br />

INTRODUCCIÓN<br />

La mejora en las últimas décadas de los resultados del trasplante, tanto de la supervivencia<br />

del injerto como del paciente, o la importante reducción de la tasa de rechazo<br />

han supuesto un verdadero desafío para diseñar ensayos clínicos, ya que las variables<br />

que permitieron demostrar la eficacia y la seguridad de los fármacos inmunosupresores<br />

en las décadas de los 80 y los 90 han dejado de ser útiles para evaluar los<br />

fármacos actuales.<br />

A principios de los 80, la supervivencia del injerto al año permitió demostrar la superioridad<br />

de la ciclosporina sobre la azatioprina. Una vez que la supervivencia del injerto<br />

al año alcanzó el 80%, esta variable dejó de ser de utilidad. Hoy en día, la supervivencia<br />

del injerto es igual o superior al 90% en la mayoría de los centros.<br />

A comienzos de los 90, la tasa de rechazo agudo durante los primeros meses sirvió<br />

para constatar la superioridad del micofenolato mofetil asociado a ciclosporina<br />

y prednisona sobre el tratamiento con ciclosporina, azatioprina y prednisona. Sin<br />

embargo, una vez que la tasa de rechazo bajó al 20%, esta variable dejó de tener<br />

utilidad para evaluar la eficacia de los distintos tratamientos en régimen de ensayo<br />

clínico.<br />

Esta situación ha estimulado la definición de nuevos parámetros con el fin de discriminar<br />

los efectos de distintos tratamientos con un número razonable de casos.<br />

105


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

SUPERVIVENCIA DEL PACIENTE<br />

Y SUPERVIVENCIA DEL INJERTO<br />

Las variables que no admiten discusión para valorar el resultado de un tratamiento inmunosupresor<br />

son la supervivencia del paciente y la del injerto. Una diferencia en la<br />

supervivencia entre dos tratamientos es un argumento irrefutable sobre la superioridad<br />

de uno respecto del otro. La supervivencia es la resultante final que resume las<br />

características principales de la población estudiada y los efectos del tratamiento, tanto<br />

su eficacia como sus efectos adversos. Para demostrar una diferencia en la supervivencia<br />

entre tratamientos inmunosupresores, el tiempo de seguimiento y el número<br />

de pacientes que deben incluirse son muy elevados. En un estudio basado en los<br />

datos del registro norteamericano, Hariharan y cols. estimaron el tamaño muestral<br />

mínimo para detectar una diferencia en la supervivencia del injerto en cinco años.<br />

En este estudió se demostró que, a pesar de considerar un seguimiento extraordinariamente<br />

prolongado para un ensayo clínico, el tamaño muestral mínimo era muy superior<br />

al tamaño considerado factible hoy en día, tal como se muestra en la Tabla I.<br />

Tabla I. Tamaño muestral mínimo en cada grupo para detectar una mejora<br />

de la supervivencia del injerto a los cinco años. En este caso, se ha asumido<br />

que en el grupo control la supervivencia es del 75%. Los cálculos se basan<br />

en los obtenidos en el registro norteamericano.<br />

Poder estadístico 80% 90% 95%<br />

Supervivencia del injerto<br />

Número de pacientes por grupo<br />

en el grupo de estudio<br />

78% 3.133 4.195 7.334<br />

80% 1.092 1.462 2.556<br />

82% 538 720 1.258<br />

Al no poder utilizar la supervivencia como variable de eficacia en los ensayos clínicos, se<br />

utilizan variables de eficacia intermedias que permiten evaluar el resultado de un estudio<br />

con un tiempo de seguimiento razonablemente corto y un tamaño muestral relativamente<br />

pequeño. Una variable de eficacia debe cumplir una serie de requisitos y debe haber sido<br />

validada adecuadamente. Existen muchas variables que se consideran posibles variables<br />

de eficacia, pero solamente unas pocas cumplen los requisitos necesarios para poder incluirlas<br />

en el diseño de ensayos clínicos como la variable de eficacia principal o primaria,<br />

que es la que permite evaluar de forma global la eficacia del tratamiento.<br />

VARIABLE DE EFICACIA<br />

Es la variable utilizada para evaluar el efecto de distintos tratamientos en un ensayo clínico.<br />

Puede tratarse de una variable cualitativa, ordinal o cuantitativa. En general, son pre-<br />

106


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

feribles las variables cuantitativas. Puede ser una variable que no admite discusión, como<br />

la supervivencia, o una variable intermedia que se utiliza en vez de la supervivencia. Se<br />

distinguen dos tipos de variables de eficacia: la variable de eficacia primaria y las variables<br />

de eficacia secundarias.<br />

La variable de eficacia primaria es aquella que permite decidir la superioridad o la igualdad<br />

entre tratamientos en un ensayo clínico. Las variables de eficacia secundaria son<br />

aquellas que posibilitan evaluar algunos aspectos del efecto de los tratamientos; sin embargo,<br />

no son útiles para decidir globalmente si un tratamiento es superior a otro.<br />

La decisión de qué variable de eficacia se debe utilizar en un ensayo clínico no es arbitraria.<br />

La primera condición es que la variable de eficacia primaria ha de relacionarse con<br />

la variable referencia que, en el caso del trasplante, es la supervivencia. Desde el punto<br />

de vista epidemiológico, existen dos tipos de variables que se relacionan con la supervivencia:<br />

las variables predictivas y las variables subordinadas. A continuación, se explica<br />

la diferencia entre ambos tipos de variables y su utilidad como variables de eficacia en<br />

los ensayos clínicos.<br />

VARIABLE PREDICTIVA<br />

Es una variable intermedia que explica una parte de la variabilidad de la variable referencia<br />

o, en inglés, outcome variable. En el caso de las variables intermedias utilizadas en<br />

ensayos clínicos en el trasplante renal, la variable referencia siempre debe ser la supervivencia<br />

del paciente o del injerto. El interés de una variable predictiva dependerá del grado<br />

de relación con la variable referencia.<br />

Para evaluar la correlación entre variables cuantitativas se utiliza el coeficiente de determinación<br />

r 2 , que no es más que el coeficiente de correlación elevado al cuadrado. El estudio<br />

entre variables se basa en un modelo de regresión simple o múltiple. El coeficiente<br />

de determinación indica el porcentaje de variabilidad de la variable referencia explicado<br />

por la variable predictiva. Si existe una correlación entre el aclaramiento de la creatinina<br />

y la presión arterial media, siendo el coeficiente de determinación del 30%, podemos<br />

interpretar que el aclaramiento de la creatinina explica el 30% de la variación de la<br />

tensión arterial media. Existe un 70% de variabilidad de la tensión arterial que no se explica<br />

por el aclaramiento de la creatinina. Cuanto mayor sea el coeficiente de determinación,<br />

más útil será la variable predictiva para explicar la variable referencia y mayor será<br />

su interés para ser considerada como una potencial variable de eficacia en los ensayos<br />

clínicos.<br />

En el trasplante renal, la variable intermedia o variable de eficacia primaria sirve para<br />

predecir la supervivencia del injerto y esta situación hace que no se pueda utilizar el<br />

coeficiente de determinación. Para estudiar el valor predictivo de una variable sobre la<br />

107


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

supervivencia, se utiliza la regresión de Cox. El modelo de regresión de Cox sirve para<br />

calcular riesgos relativos. El riesgo relativo es la probabilidad de que se produzca la<br />

pérdida del injerto en un paciente que cumple una condición con respecto al que no<br />

la cumple. Por ejemplo, decimos que el rechazo se asocia a dos veces más riesgo de<br />

pérdida del injerto que aquellos casos sin rechazo. En el caso de una variable cuantitativa,<br />

el riesgo relativo se expresa por unidad. Si a medida que aumenta la edad del<br />

donante disminuye la supervivencia del injerto, un riesgo relativo del 4% implica que por<br />

cada año que aumente la edad del donante la posibilidad de pérdida del injerto aumenta<br />

un 4%.<br />

¿Cuándo se puede considerar que un riesgo relativo es suficientemente elevado para<br />

asumir que una variable predice adecuadamente la supervivencia? Cuando se utiliza<br />

el modelo de regresión de Cox, puede darse la paradoja de que una variable asociada<br />

a un riesgo muy elevado tenga un valor predictivo muy bajo sobre la supervivencia.<br />

En el caso de los modelos predictivos basados en la regresión múltiple, el coeficiente<br />

de determinación r 2 nos indica qué porcentaje de la variabilidad de la variable<br />

explicada depende de la variable predictiva. En cambio, el riesgo relativo no<br />

describe qué porcentaje de la variabilidad de la supervivencia se explica por la variable<br />

predictiva.<br />

Con el fin de poder definir en términos de modelos estadísticos basados en la supervivencia<br />

un estadístico parecido al coeficiente de determinación, se ha propuesto la utilización<br />

de un análisis que permite acercarnos al concepto de coeficiente de determinación.<br />

Esta aproximación consiste en el empleo de curvas ROC o receiver operator curves<br />

entre la variable predictiva y la supervivencia determinada en un periodo preestablecido.<br />

A pesar de que la creatinina sérica constituye un importante factor de riesgo asociado a<br />

la pérdida del injerto, Kaplan B y cols. demostraron elegantemente mediante curvas ROC<br />

que la creatinina no ofrece una predicción suficientemente precisa de la supervivencia y<br />

que, por lo tanto, no tiene sentido considerar la creatinina como una variable de eficacia<br />

primaria en un ensayo clínico.<br />

VARIABLE SUBORDINADA<br />

Una variable subordinada es aquella que puede utilizarse en vez de la variable de<br />

referencia. En el caso que nos ocupa es una variable que se emplea en lugar de la<br />

supervivencia del injerto. Sin embargo, así como todas las variables subordinadas son<br />

variables predictivas, no todas las variables predictivas constituyen una medida subordinada.<br />

Una variable predictiva implica, simplemente, la existencia de una asociación con la variable<br />

referencia. En el caso de una variable subordinada, se debe cumplir la condición adicional<br />

de que las modificaciones del valor de la variable intermedia conlleven cambios<br />

108


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

en la variable referencia. En términos más técnicos, una medida subordinada es una variable<br />

respuesta para la cual la aceptación de la hipótesis nula (igualdad de eficacia<br />

entre tratamientos) comporta que se cumpla la hipótesis nula para la variable referencia.<br />

La definición de la concordancia basada en la hipótesis nula es una condición mucho<br />

más estricta que la concordancia en la hipótesis alternativa entre la variable predictiva y<br />

la variable referencia. Lógicamente, si se cumple la hipótesis alternativa (diferencia de<br />

eficacia entre tratamientos) para la medida subordinada, debe cumplirse la hipótesis<br />

alternativa para la variable referencia.<br />

Validación de una variable subordinada<br />

La aceptación de una variable subordinada en un ensayo clínico no tiene sentido si esta<br />

variable no ha sido validada. La validación requiere la observación de qué cambios en la<br />

variable referencia conllevan cambios en la variable subordinada como resultado de las<br />

distintas intervenciones terapéuticas. Si existe una correlación entre el rechazo y la supervivencia,<br />

el rechazo puede considerarse una medida subordinada de la supervivencia<br />

únicamente si se ha demostrado que una intervención terapéutica que disminuye la incidencia<br />

de rechazo también es capaz de mejorar la supervivencia a largo plazo.<br />

Estas condiciones subrayan la importancia de seguir a los pacientes incluidos en ensayos<br />

clínicos más allá del tiempo de seguimiento propuesto con el fin de poder evaluar<br />

la bondad de la predicción de la variable subordinada a largo plazo. Muchas veces el<br />

desarrollo clínico de un fármaco y la validación de medidas subordinadas se realizan simultáneamente<br />

pero, en un ensayo clínico de fase III, la medida subordinada debe estar<br />

validada.<br />

Características que definen el interés<br />

de una variable subordinada<br />

Una vez validada, el interés de una variable subordinada dependerá del valor predictivo<br />

sobre la supervivencia y de que este valor predictivo sea independiente de otras variables<br />

clínicas, analíticas, histológicas, etc. Cuanto más estrechamente se relacione la variable<br />

subordinada con la supervivencia, mayor será su utilidad.<br />

Si la variable subordinada no tiene un poder predictivo independiente de otras variables,<br />

su utilidad será muy discutible. En cambio, si es independiente de otras variables, se podrá<br />

incluso mejorar su poder predictivo mediante la elaboración de una variable compuesta<br />

que contenga diferentes variables predictivas independientes, ajustadas por su<br />

contribución relativa a la predicción de la variable referencia.<br />

Otra característica que define la utilidad de una medida subordinada es el tiempo de seguimiento<br />

que es necesario que transcurra para su obtención. De forma ideal, una me-<br />

109


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

dida subordinada debe poder obtenerse en una fase precoz del tratamiento. Esto permite<br />

el diseño de ensayos clínicos con seguimiento corto. Además, debe tenerse en<br />

cuenta que la obtención de la medida subordinada ha de ser segura y, por consiguiente,<br />

implicar los menores riesgos posibles para el paciente. En la Tabla II, se resumen las<br />

características que debe cumplir una variable subordinada. Por otro lado, en la Tabla III<br />

se enumeran variables que, potencialmente, pueden contribuir a la mejora del diseño<br />

de los ensayos clínicos. No obstante, de toda esta lista, la única variable que ha sido<br />

adecuadamente validada es la prevalencia de nefropatía crónica del trasplante (NCT) evaluada<br />

mediante biopsias de protocolo.<br />

Tabla II. Condiciones que debe cumplir una variable subordinada.<br />

1. Debe correlacionarse con la supervivencia del injerto y/o del paciente.<br />

2. Su poder predictivo sobre la supervivencia debe ser independiente<br />

de otras variables.<br />

3. Su obtención ha de ser precoz en la evolución del injerto.<br />

4. Es segura, es decir, poco invasora y con las menores consecuencias<br />

para el paciente.<br />

BIOPSIAS DE PROTOCOLO<br />

Las biopsias de protocolo son aquellas que se realizan de forma prospectiva en un momento<br />

predeterminado del seguimiento con objeto de diagnosticar la aparición de lesiones del<br />

aloinjerto en sus estadios precoces. Las primeras biopsias de protocolo se realizaron en los<br />

años 70 y 80 para estudiar si la histología del aloinjerto de los pacientes con una función renal<br />

estable era normal. En estos primeros estudios, se observó la presencia de lesiones inflamatorias<br />

y de fibrosis intersticial en los pacientes con una función renal estable, lo que<br />

sugería que estas lesiones podrían asociarse a la evolución posterior del injerto. A finales<br />

de los 80 y principios de los 90, distintos centros incluyeron la biopsia de protocolo con el<br />

fin de evaluar la aparición precoz de lesiones renales. Estos estudios han permitido describir<br />

la historia natural de la NCT y del rechazo subclínico.<br />

Diagnóstico y evolución de la nefropatía crónica<br />

evaluada mediante biopsias de protocolo<br />

La NCT se caracteriza por la presencia de fibrosis intersticial y atrofia tubular que puede<br />

acompañarse o no de vasculopatía del trasplante de acuerdo con los criterios de Banff.<br />

En la Figura 1 se muestra la aparición de fibrosis intersticial y atrofia tubular en una biopsia<br />

de protocolo realizada a los cuatro meses y, en la Figura 2, se observa la presencia de<br />

vasculopatía del trasplante en una biopsia diagnóstica realizada en un paciente con una<br />

creatinina de 170 µmol/L a los ocho años de seguimiento. El porcentaje de pacientes con<br />

NCT aumenta de forma exponencial después del trasplante. Se estima que, a los tres<br />

110


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

Tabla III. Variables de eficacia primaria y secundaria en ensayos clínicos.<br />

Función renal<br />

1. Creatinina<br />

2. Filtrado glomerular<br />

Variables clínicas de comorbilidad<br />

1. Diabetes<br />

2. Hipertensión<br />

3. Hiperlipemia<br />

4. Infecciones<br />

5. Neoplasias<br />

Calidad de vida<br />

1. Test de calidad de vida<br />

Variables inmunológicas<br />

1. Respuesta humoral<br />

• Anticuerpos contra el panel<br />

postrasplante<br />

• Anticuerpos donante-específicos<br />

- Anti-HLA<br />

- Otros<br />

2. Respuesta celular<br />

• Elispot<br />

Variables histológicas<br />

1. Incidencia/prevalencia<br />

de rechazo subclínico<br />

2. Incidencia/prevalencia<br />

de nefropatía crónica<br />

3. Escalas ordinales de daño agudo<br />

y crónico<br />

• Banff<br />

• CADI<br />

4. Morfometría<br />

• Volumen glomerular<br />

• Fracción de volumen intersticial<br />

cortical<br />

• Fracción de volumen intimal<br />

arterial<br />

5. Análisis de imagen<br />

• Fracción rojo sirio positiva<br />

intersticial<br />

6. Otros abordajes<br />

• Subpoblaciones celulares<br />

• C4d<br />

Otras variables<br />

1. PCR a tiempo real<br />

2. Gene chips<br />

3. Proteoma<br />

4. Metaboloma<br />

meses, entre el 30% y el 40% de las biopsias de protocolo presentan NCT, el 50% al<br />

año, el 66% a los dos años y el 100% a los diez años. Por lo tanto, la incidencia es máxima<br />

durante los primeros 3-6 meses (Figura 3).<br />

Desde el punto de vista del diseño de ensayos clínicos, esta observación sugiere que, si se<br />

utiliza como variable de eficacia primaria la presencia/ausencia de NCT en una biopsia de<br />

protocolo, esta biopsia puede realizarse durante los primeros meses cuando la incidencia<br />

es máxima. Teóricamente, si durante los 3-6 primeros meses la incidencia de NCT es máxima,<br />

la probabilidad de prevenir su progresión también es más elevada durante este periodo.<br />

Estos datos apuntan que la biopsia de protocolo, como variable de eficacia, tendría<br />

el interés de permitir la reducción del tiempo de seguimiento en los ensayos clínicos.<br />

111


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Prevalencia e incidencia de nefropatía<br />

crónica estimada mediante biopsias de protocolo<br />

Las lesiones que caracterizan a la<br />

nefropatía crónica del trasplante<br />

son indistinguibles de las lesiones<br />

crónicas relacionadas con la edad.<br />

Cuando se evalúan de forma ciega<br />

biopsias de protocolo y biopsias<br />

del donante, un porcentaje de<br />

las biopsias del donante se diagnostican<br />

como NCT. Se ha estimado<br />

que entre un 15% y un 25%<br />

de las biopsias del donante presentan<br />

lesiones indistinguibles de<br />

la NCT. Esta observación es importante,<br />

ya que implica que para<br />

conocer la incidencia de NCT es<br />

necesaria la obtención de una<br />

biopsia del donante, con el fin de<br />

poder calcular los casos que desarrollan<br />

NCT de novo. La distinción<br />

entre incidencia y prevalencia de<br />

NCT en las biopsias de protocolo<br />

es relevante en el diseño de ensayos<br />

clínicos.<br />

Figura 1. Muestra la aparición de fibrosis intersticial<br />

y atrofia tubular en una biopsia de protocolo realizada<br />

a los cuatro meses.<br />

Figura 2. Se evidencia la presencia de vasculopatía<br />

del trasplante en una biopsia diagnóstica<br />

realizada en un paciente con una<br />

creatinina de 170 µmol/L a los ocho años<br />

de seguimiento.<br />

Figura 3. Incidencia de NCT máxima durante<br />

los primeros 3-6 meses.<br />

112


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

VALOR PREDICTIVO<br />

DE LA NEFROPATÍA CRÓNICA DEL INJERTO<br />

SOBRE LA SUPERVIVENCIA DEL INJERTO<br />

En 1992, se describió una asociación entre la severidad de las lesiones crónicas evaluadas<br />

mediante biopsias de protocolo a los dos años y una mayor probabilidad de deterioro<br />

de la función renal. En 1995, se describió por primera vez una relación entre la severidad<br />

de las lesiones crónicas y la supervivencia del injerto. Dos años después, no sólo se confirmó<br />

que la presencia de NCT se correlacionaba con la supervivencia del injerto, sino que<br />

la existencia de NCT era un predictor independiente de la supervivencia cuando se utilizaba<br />

un modelo multivariante. Esta observación demostró que la biopsia de protocolo contenía<br />

una información para predecir la supervivencia del injerto que no estaba presente en<br />

otras variables clínicas. La demostración de que la biopsia era una variable predictiva independiente<br />

de la supervivencia del injerto de otras variables clínicas sugirió que la biopsia<br />

de protocolo podría constituir una nueva variable de eficacia en los ensayos clínicos.<br />

TAMAÑO MUESTRAL MÍNIMO EN UN ENSAYO<br />

CLÍNICO EN EL QUE LA PRESENCIA DE NCT<br />

EN LA BIOPSIA DE PROTOCOLO ES LA VARIABLE<br />

DE EFICACIA PRIMARIA<br />

En un estudio en el que se incluyeron aproximadamente 300 pacientes a los que se les<br />

practicó una biopsia de protocolo a los tres meses, se observó que la presencia de NCT<br />

con vasculopatía se asociaba a una baja supervivencia del injerto, mientras que la presencia<br />

de NCT sin vasculopatía conllevaba una supervivencia intermedia en comparación<br />

con los pacientes que no presentaban NCT (Figura 4). En este trabajo se confirmó<br />

el valor predictivo independiente de la NCT y de la vasculopatía del trasplante sobre la<br />

supervivencia del injerto respecto de otras variables, como la creatinina o la proteinuria.<br />

A partir de los datos de este estudio se realizaron cálculos de poder estadístico para estimar<br />

el tamaño muestral mínimo necesario en un hipotético ensayo clínico en el que la<br />

incidencia de NCT y la incidencia de vasculopatía del trasplante se consideraron como<br />

la variable de eficacia primaria. En este trabajo, el 16% de las biopsias del donante presentaban<br />

lesiones indistinguibles de la NCT. A los tres meses, el 38% de los pacientes<br />

sufrían NCT en la biopsia de protocolo, tal como se muestra en la Figura 5. Por consiguiente,<br />

en un 22% de los casos apareció una NCT de novo. Se calculó el tamaño muestral<br />

mínimo para detectar una disminución de la incidencia del 50%, es decir, se asumió<br />

que el número de casos nuevos en el grupo control sería del 22% y, en el grupo de tratamiento,<br />

del 11%; consecuentemente, la prevalencia a los tres meses en el grupo control<br />

sería del 38% y del 27% en el grupo de tratamiento, como se aprecia en la Figura 5.<br />

113


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

Figura 4. La presencia de NCT sin vasculopatía conlleva una supervivencia intermedia<br />

en comparación con los pacientes que no presentan NCT.<br />

Tabla IV. Tamaño muestral mínimo en cada grupo para detectar una mejora<br />

de la creatinina sérica al año de seguimiento. En este caso, se ha asumido<br />

que en el grupo control la creatinina al año es de 1,6 mg/100 mL. Los cálculos<br />

se basan en los obtenidos en el registro norteamericano.<br />

Poder estadístico 80% 90% 95%<br />

Mejora de la creatinina<br />

Número de pacientes por grupo<br />

de 1,6 mg/100 mL a<br />

1,52 (diferencia del 5%) 1.577 1.977 2.444<br />

1,44 (diferencia del 10%) 370 494 611<br />

1,36 (diferencia del 15%) 164 219 272<br />

114


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

Figura 5. A los tres meses, el 38% de los pacientes presentan NCT en la biopsia de protocolo.<br />

Para este ensayo hipotético de prevención primaria, el número de casos para detectar<br />

esta diferencia fue de 285 por grupo con un error α del 5% y un error β del 20%.<br />

Si se comparan estas cifras con los estudios en los que se estimó el tamaño muestral<br />

mínimo para detectar una diferencia entre tratamientos basada en la creatinina, la incidencia<br />

de NCT en la biopsia de protocolo es una variable con una buena capacidad para<br />

discriminar entre tratamientos, a pesar de que la creatinina es una variable cuantitativa<br />

y la incidencia de NCT una variable cualitativa. En la Tabla IV se resume el tamaño muestral<br />

mínimo estimado a partir de los datos del registro norteamericano realizado por<br />

Hariharan y cols. en un hipotético estudio en el que la variable de eficacia primaria fuese<br />

la creatinina sérica. La observación de que la incidencia de NCT en la biopsia de protocolo<br />

permite disminuir, de forma importante, el tamaño muestral mínimo en los ensayos<br />

clínicos ha favorecido la inclusión de biopsias de protocolo como una variable de<br />

eficacia secundaria en los ensayos clínicos recientes.<br />

En el trabajo antes mencionado se utilizó el mismo planteamiento para evaluar el tamaño<br />

muestral mínimo que permitiese detectar una reducción del 50% en la incidencia<br />

de vasculopatía del trasplante. El 2% de las biopsias del donante presentaban lesio-<br />

115


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

nes indistinguibles de la vasculopatía del trasplante y, a los cuatro meses, el 7,5%<br />

ofrecían vasculopatía del trasplante. Para detectar una reducción del 50% en la incidencia<br />

de la vasculopatía se requerirían 1.142 pacientes por grupo. Este resultado sugiere<br />

que no tiene demasiado sentido utilizar la incidencia de vasculopatía del trasplante<br />

a los tres meses como una variable de eficacia primaria.<br />

UTILIZACIÓN DE LA BIOPSIA DE PROTOCOLO<br />

COMO VARIABLE DE EFICACIA EN LOS ENSAYOS<br />

CLÍNICOS CON SIROLIMUS: CONSTATACIÓN<br />

DE QUE LA BIOPSIA DE PROTOCOLO<br />

ES UNA VARIABLE SUBORDINADA<br />

DE LA SUPERVIVENCIA DEL INJERTO<br />

La aprobación del tratamiento con sirolimus en el trasplante renal se basó en gran parte<br />

en los resultados del estudio 310. En este ensayo, se incluyeron 525 pacientes. Todos<br />

los pacientes fueron tratados con ciclosporina, sirolimus y prednisona durante los tres<br />

primeros meses. Los pacientes que a los tres meses tenían un riñón funcionante con<br />

una creatinina inferior a 400 µmol/L y que no habían presentado antes un rechazo de<br />

grado III de acuerdo con los criterios de Banff o un rechazo de grado II durante el mes<br />

anterior fueron aleatorizados para seguir una pauta con ciclosporina, sirolimus y prednisona,<br />

o bien una pauta en la que se retiró la ciclosporina a partir del tercer mes.<br />

En este estudio, se realizaron biopsias de protocolo al año y a los tres años que se evaluaron<br />

con el índice CADI. Se observó que a los tres años la severidad de la NCT era menor<br />

en el grupo de pacientes a los que se les retiró la ciclosporina y, asimismo, se cons-<br />

Figura 6. A los tres años, la severidad de la NCT es menor en el grupo de pacientes en<br />

los que se había retirado la ciclosporina; asimismo, se aprecia que la supervivencia del<br />

injerto es superior a los cinco años.<br />

116


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

tató que la supervivencia del injerto era superior a los cinco años (Figura 6), lo que demostraba<br />

por primera vez que una disminución en la variable predictiva –en este caso,<br />

la severidad de la lesión crónica en la biopsia de protocolo– se asocia con una disminución<br />

de la supervivencia del injerto.<br />

A partir de estos datos, el daño crónico evaluado mediante biopsias de protocolo se puede<br />

considerar desde el punto de vista epidemiológico no sólo una variable predictiva, sino<br />

también una variable subordinada. Por lo tanto, esta observación permite estimar la prevalencia<br />

de NCT evaluada mediante biopsias de protocolo como una variable de eficacia<br />

primaria en ensayos clínicos cuya finalidad es la modificación de la historia natural de la<br />

NCT. En la actualidad, ya existen ensayos en fase de realización en los que la incidencia<br />

de NCT es la variable de eficacia primaria.<br />

INCIDENCIA DE NCT EVALUADA MEDIANTE<br />

BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN ENSAYOS<br />

CLÍNICOS SIN ANTICALCINEURÍNICOS<br />

En un estudio prospectivo y aleatorizado realizado en un solo centro, se comparó mediante<br />

biopsias de protocolo la prevalencia de NCT a los dos años en los pacientes que<br />

recibieron basiliximab, micofenolato mofetil y prednisona asociados a ciclosporina o sirolimus.<br />

Se incluyeron 61 pacientes y, a los dos años, se obtuvo una biopsia de protocolo<br />

en 48 pacientes, de los cuales la mitad recibieron ciclosporina y la otra mitad sirolimus.<br />

La incidencia de NCT a los dos años fue del 79% en los pacientes tratados con ciclosporina<br />

y del 32% en aquellos que recibieron sirolimus.<br />

En un estudio de fase II en el que se evaluó la eficacia del tratamiento con belatacept –un<br />

inhibidor de la señal coestimuladora–, los pacientes fueron aleatorizados en tres grupos.<br />

Dos grupos recibieron belatacept, uno de forma intensiva (n = 74) y otro de manera menos<br />

intensiva (n = 71), y el grupo control ciclosporina (n = 73). Además, los tres grupos<br />

recibieron basiliximab, micofenolato mofetil y prednisona. A los seis meses, la incidencia<br />

de NCT evaluada mediante biopsias de protocolo fue del 29% en los pacientes a los<br />

que se les administró el régimen intensivo con belatacept (n = 52), del 20% en aquellos<br />

que recibieron el régimen menos intensivo con belatacept (n = 52), y del 44% en los tratados<br />

con ciclosporina (n = 45).<br />

Estos datos muestran que el tratamiento sin anticalcineurínicos se asocia con una importante<br />

reducción de la prevalencia de NCT, aproximadamente del 50% a los seis meses y<br />

de casi dos tercios a los dos años. Aparte del indudable interés de estos resultados desde<br />

el punto de vista clínico, la reducción de la prevalencia de NCT implica que en el futuro,<br />

cuando los ensayos clínicos comparen tratamientos sin anticalcineurínicos, el tamaño muestral<br />

mínimo para demostrar una diferencia entre grupos será necesariamente superior al<br />

117


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

que ha sido preciso para demostrar la eficacia de los tratamientos sin anticalcineurínicos en<br />

la prevención de la NCT, en comparación con los tratamientos con anticalcineurínicos.<br />

Si se calcula el tamaño muestral mínimo para detectar una diferencia del 50% en la prevalencia<br />

de NCT, por ejemplo a los seis meses, a medida que se disminuye la prevalencia<br />

en el grupo control, el tamaño muestral se incrementa. Si se asume que en un<br />

ensayo clínico la prevalencia de NCT es del 50% en el grupo control y del 25% en el grupo<br />

de tratamiento, solamente necesitaremos 65 pacientes por grupo para detectar esta<br />

diferencia, con un error α del 5% y un error β del 20%. En cambio, si asumimos que en<br />

un ensayo clínico la prevalencia de NCT es del 20% en el grupo control y del 10% en el<br />

grupo de estudio, necesitaremos 218 pacientes por grupo para detectar esta diferencia<br />

(Tabla V).<br />

Tabla V. Tamaño muestral mínimo por grupo en un ensayo clínico<br />

en el que se intenta demostrar una diferencia del 50% en la prevalencia de NCT<br />

a los seis meses. A medida que mejoran los resultados en el grupo control,<br />

el tamaño muestral mínimo para detectar esta diferencia del 50% aumenta<br />

de forma progresiva.<br />

Prevalencia de NCT a los seis meses<br />

Grupo control Grupo de estudio Casos por grupo<br />

50 25 65<br />

40 20 90<br />

30 15 133<br />

20 10 218<br />

17 7,5 303<br />

10 5 473<br />

EVALUACIÓN DE LAS LESIONES CRÓNICAS<br />

MEDIANTE PARÁMETROS CUANTITATIVOS<br />

Hasta ahora hemos visto la utilidad de la prevalencia de NCT evaluada en biopsias de protocolo<br />

en el diseño de ensayos clínicos. La prevalencia de NCT es un parámetro cualitativo<br />

y, por tanto, su utilización como una variable de eficacia primaria en ensayos clínicos<br />

comporta, al menos desde el punto de vista teórico, la inclusión de un mayor número de<br />

pacientes respecto de una variable cuantitativa. De ahí el interés que surge en evaluar la<br />

utilidad de distintos abordajes para cuantificar el daño crónico en los distintos compartimentos<br />

renales. Se han desarrollado diferentes estrategias para valorar el daño intersticial<br />

crónico y la vasculopatía del trasplante mediante parámetros cuantitativos a través<br />

de técnicas morfométricas o basadas en el análisis de imagen, y se ha evaluado su posible<br />

utilidad en el diseño de ensayos clínicos.<br />

118


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

Fracción de volumen intersticial<br />

El parámetro que más se ha utilizado en la cuantificación del daño renal crónico es la fracción<br />

de volumen intersticial cortical, puesto que a medida que aumenta la fibrosis intersticial<br />

aumenta el volumen intersticial. Este parámetro se obtiene mediante la utilización<br />

de una cuadrícula con puntos equidistantes que se superpone a la biopsia, tal como<br />

se muestra en la Figura 7. Se cuenta el número de puntos que intersectan la estructura<br />

de interés –en este caso, el espacio intersticial– y el número de puntos que intersectan<br />

el espacio de referencia –en este caso, la porción de la biopsia con tejido cortical–. El cociente<br />

entre el número de puntos que intersectan el espacio de interés y el espacio de<br />

referencia constituye la fracción de volumen.<br />

Figura 7. Cálculo de la fracción de volumen intersticial cortical. Cuadrícula superpuesta<br />

sobre la biopsia.<br />

La fracción de volumen intersticial es un buen predictor de la evolución de la función renal<br />

y de la supervivencia en las biopsias de riñón de los pacientes con distintas glomerulonefritis<br />

crónicas. Además, la fracción de volumen intersticial evaluada en las biopsias<br />

del donante permite predecir la evolución posterior del injerto.<br />

Se ha estudiado la posible utilidad de la fracción de volumen intersticial en la evaluación<br />

del daño crónico en las biopsias de protocolo. Sin embargo, en las biopsias del injerto el<br />

119


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

tamaño intersticial aumenta no sólo debido a la presencia de fibrosis intersticial, sino también<br />

en los casos que presentan rechazo subclínico debido al infiltrado intersticial. Como<br />

la prevalencia de rechazo subclínico es máxima durante los primeros meses y la prevalencia<br />

de NCT aumenta en función del tiempo, se ha demostrado que en las biopsias de<br />

protocolo realizadas a los cuatro meses la fracción de volumen intersticial constituye una<br />

medida que traduce la severidad del infiltrado intersticial y no de la NCT. En cambio, al<br />

año del trasplante, la fracción de volumen intersticial refleja el grado de fibrosis intersticial.<br />

Ésta es una observación importante, ya que si queremos evaluar el efecto de un tratamiento<br />

sobre el daño intersticial crónico mediante la fracción de volumen intersticial las<br />

biopsias deberán realizarse pasado el primer año.<br />

Se ha demostrado que la fracción de volumen intersticial se asocia con la supervivencia<br />

del injerto y se ha empleado este parámetro para evaluar el tamaño muestral mínimo en<br />

un hipotético ensayo en el que la fracción de volumen intersticial fuese la variable de eficacia<br />

primaria. Si en la biopsia del donante la fracción de volumen intersticial es del 11%<br />

y del 18% al año del trasplante, se estima que el tamaño muestral mínimo para detectar<br />

una reducción del 50% en la progresión del daño intersticial durante el primer año es de<br />

42 pacientes por grupo para un error α del 5% y un error β del 20%.<br />

Fracción rojo sirio positiva<br />

La tinción con rojo sirio tiñe selectivamente las fibras de colágeno y permite evaluar fácilmente<br />

el daño crónico. La diferencia de color entre el área teñida de rojo y el fondo de<br />

la biopsia es lo suficientemente contrastada para la utilización de técnicas de análisis de<br />

imagen, en particular cuando la biopsia se observa bajo luz polarizada. A partir de esta tinción,<br />

se obtiene el área rojo sirio positiva como una medida de daño crónico (Figura 8).<br />

Figura 8. Con esta tinción se obtiene el área rojo sirio positiva como una medida de daño<br />

crónico.<br />

120


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

Se ha constatado que este parámetro se relaciona con la supervivencia del injerto, lo que<br />

sugiere su potencial utilidad en el diseño de ensayos clínicos.<br />

Fracción de volumen de la íntima arterial<br />

La vasculopatía del trasplante se caracteriza por el engrosamiento progresivo de la íntima<br />

arterial y es una lesión común a todos los trasplantes de órgano sólido. En una biopsia renal,<br />

se obtienen habitualmente dos o tres secciones de arterias de pequeño tamaño.<br />

Mediante la utilización de técnicas morfométricas, es posible conseguir la fracción de volumen<br />

intimal en cada una de las secciones arteriales (Figura 9). Dado que la vasculopatía<br />

del trasplante progresa en función del tiempo y es un predictor independiente de la supervivencia<br />

del injerto renal, se ha sugerido su utilización como una variable de eficacia en<br />

los ensayos clínicos. Si en la biopsia del donante la fracción de volumen intimal arterial es<br />

del 13% y del 18% al año del trasplante, se ha estimado que el tamaño muestral mínimo<br />

para detectar una reducción del 50% en la progresión del daño intersticial durante el primer<br />

año es de 50 pacientes por grupo para un error α del 5% y un error β del 20%.<br />

El interés por utilizar el engrosamiento intimal como una variable de eficacia en el trasplante<br />

renal se ha visto reforzado gracias a la demostración de que la cuantificación del<br />

Figura 9. Mediante técnicas morfométricas es posible obtener la fracción de volumen<br />

intimal en cada una de las secciones arteriales.<br />

121


BIOPSIA DE PROTOCOLO EN EL TRASPLANTE RENAL<br />

engrosamiento intimal en el trasplante cardiaco mediante la ecografía intravascular permite<br />

monitorizar el efecto de distintos tratamientos sobre la vasculopatía del trasplante.<br />

La fracción de volumen intimal de las arterias coronarias ha evidenciado la eficacia<br />

del everolimus y de la pravastatina en la prevención de la vasculopatía del trasplante.<br />

RECHAZO SUBCLÍNICO Y ENSAYOS CLÍNICOS<br />

El rechazo subclínico se define como la presencia de lesiones histológicas de cambios<br />

de rechazo en los pacientes con una función renal estable. En estudios realizados mediante<br />

biopsias seriadas se ha constatado que el rechazo subclínico se asocia con una<br />

progresión más rápida de las lesiones crónicas y con una peor función renal. En distintos<br />

estudios observacionales se ha descrito una asociación entre el tipo de tratamiento<br />

inmunosupresor y la incidencia de rechazo subclínico. Además, se ha evidenciado que<br />

en los pacientes tratados con tacrolimus y micofenolato la prevalencia de rechazo subclínico<br />

a los tres meses no sólo era inferior que en los pacientes tratados con ciclosporina<br />

y azatioprina o en aquellos tratados con ciclosporina y micofenolato, sino que la prevalencia<br />

de NCT a los 12 meses también era más baja, lo que sugiere una relación entre<br />

tratamiento inmunosupresor, rechazo subclínico y NCT.<br />

Sin embargo, solamente en un estudio en el que se realizaron biopsias de protocolo a los<br />

15 días en receptores de un riñón de donante vivo se pudo demostrar una asociación entre<br />

el rechazo subclínico y una peor supervivencia del injerto. Aunque estos datos epidemiológicos<br />

sugieren que el rechazo subclínico podría considerarse como una variable<br />

de eficacia en algunos ensayos clínicos, el rechazo subclínico no ha sido utilizado como<br />

una variable de eficacia, puesto que su relación con la supervivencia es menos consistente<br />

que la observada entre la NCT y la supervivencia del injerto.<br />

A pesar de que el rechazo subclínico no se considera una variable de eficacia primaria, la<br />

asociación temporal entre la aparición precoz de rechazo subclínico y la posterior aparición<br />

de NCT ha apuntado que el tratamiento del rechazo subclínico podría mejorar los resultados<br />

del trasplante. Se ha realizado un ensayo clínico prospectivo y aleatorizado para tratar<br />

el rechazo subclínico. En el grupo de estudio se obtuvo una biopsia de protocolo al mes,<br />

dos, tres y seis meses, mientras que en el grupo control solamente se efectuó una biopsia<br />

a los seis meses. En el grupo de estudio se administró tratamiento con bolus de esteroides<br />

si los pacientes presentaban rechazo subclínico en la biopsia de protocolo. La fibrosis<br />

intersticial fue menor en el grupo de estudio que en el grupo control, lo que sugería que<br />

el tratamiento del rechazo subclínico mejoraba la evolución de los pacientes trasplantados.<br />

CONCLUSIONES<br />

La mejora de los resultados del trasplante ha puesto en evidencia la necesidad de replantear<br />

el diseño de los ensayos clínicos con el fin de definir nuevas variables que permitan<br />

122


BIOPSIAS DE PROTOCOLO EN EL DISEÑO DE ENSAYOS CLÍNICOS<br />

discriminar la eficacia de los tratamientos actuales, con un tamaño muestral razonable y<br />

un tiempo de seguimiento corto. La prevalencia de NCT evaluada mediante biopsias de<br />

protocolo se ha utilizado como una variable de eficacia secundaria y, en la actualidad, como<br />

una variable de eficacia primaria, ya que permite discriminar diferencias entre tratamientos<br />

con pocos casos relativamente y un tiempo de seguimiento corto. La introducción de<br />

pautas sin anticalcineurínicos ha permitido disminuir la prevalencia de NCT. A medida que<br />

disminuye la NCT, aumenta el tamaño muestral para demostrar la superioridad de un tratamiento.<br />

De ahí el interés que surge por las medidas cuantitativas del daño crónico del<br />

injerto, especialmente para comparar pautas de tratamiento sin anticalcineurínicos, que<br />

se asocian a una prevalencia baja de NCT.<br />

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA<br />

1. Hariharan S, Kasiske B, Matas A, Cohen A, Harmon W, Rabb H. Surrogate markers<br />

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loss: the price of success. Kidney Int 1995; 48 (Suppl. 52): S120-S123.<br />

3. Lachenbruch PA, Rosenberg AS, Bonvini E, Cavaillé-Coll MW, Colvin RB. Biomarkers<br />

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4. Hariharan S, McBride MA, Cohen EP. Evolution of endpoints for renal transplant outcome.<br />

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125

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