C a n t i m p a l o s 2 0 1 3 Recuerdos <strong>de</strong> infancia el día, gran<strong>de</strong>s y chicos la visitaban, unos para coger agua para el consumo, otros, para jugar a mojarse y chapotear en sus piloncillos. Pero a eso <strong>de</strong>l anochecer, la plaza se rejuvenecía y en torno a la fuente crecía el bullicio. Eran las mozas que, con cántaros y botijos, acudían a buscar agua para el gasto <strong>de</strong> casa. Des<strong>de</strong> que nació en el pueblo la industria choricera, a principios <strong>de</strong>l siglo pasado, proliferó entre los vecinos la ceba <strong>de</strong> cerdos y como consecuencia nacieron los tratantes. Hombres que, durante muchos años, con una manta bajo el brazo como único equipaje y con la bolsa <strong>de</strong>l dinero pegada al cuerpo, viajaban a Extremadura a comprar ganado porcino. Una vez adquirida la partida y custodiada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento, por su nuevo amo, llegaban por ferrocarril a la estación <strong>de</strong> Yanguas. Allí, como si los marranos fueran personajes ilustres, miembros <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong>l tratante, los estaban esperando. Luego, andando por la carretera, los guiaban a su nuevo domicilio y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tres meses <strong>de</strong> vida regalada, cuando ya la grasa les cubría el cuerpo, otra vez caminando, eran conducidos al mata<strong>de</strong>ro. Con esta industria llegó la prosperidad. Se construyeron nuevas escuelas y empezaron a edificarse casas esplendidas. Poco a poco, la bonanza económica también llegó a los hogares y cuando el Municipio estaba en pleno apogeo, una <strong>de</strong> sus fábricas se trasladó a la capital. Aunque esta <strong>de</strong>serción produjo un gran vacío, el pueblo no perdió su auge y al poco se levantó un Centro Escolar que acogía, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> a los naturales, a los niños <strong>de</strong> otros pueblos. El martes era el día <strong>de</strong> la semana que el Silo <strong>de</strong>l Servicio Nacional <strong>de</strong>l Trigo abría sus puertas. Des<strong>de</strong> muy temprano, llegaban hasta ellas los carros cargados con el cereal, también venían <strong>de</strong> los pueblos <strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor y <strong>de</strong> la sierra, aunque estaban más alejados. Los serranos se distinguían <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, porque traían el trigo cargado en viejas carretas tiradas por vacas moruchas. Ese día, con las calles cercanas al Silo ocupadas por los carros y con los hombres hablando en corros mientras esperaban su turno para <strong>de</strong>scargar, el barrio adquiría un ambiente <strong>de</strong> feria. Las calles embarradas, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los largos carámbanos que colgaban <strong>de</strong> las cornisas, eran otros <strong>de</strong> los fenómenos típicos <strong>de</strong> aquellos inviernos. Y cuando alguien tenía que <strong>de</strong>splazarse <strong>de</strong> un lugar a otro, aún con el riesgo <strong>de</strong> que le cayera un chupinazo en la cabeza, lo hacía por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la calle, pegado a las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las casas. Era el único trozo <strong>de</strong> suelo exento <strong>de</strong> barrizal. 10 Esperanza Álvarez Palomo.
Fotografías antiguas <strong>de</strong> Cantimpalos, que datan <strong>de</strong> hace más <strong>de</strong> cincuenta años. C a n t i m p a l o s 2 0 1 3 Archivo <strong>de</strong> la Excelentísima Diputación <strong>de</strong> <strong>Segovia</strong> (Área <strong>de</strong> Acción Territorial) 11