ajuntament de turís

Desde la Iglesia
Evangélica Bautista
GRACIAS a todas aquellas personas de Turís que me
honran con su afecto, respeto y amistad. En diciembre
se cumplirán veinte años desde que llegué con mi
familia lleno de ilusión para servir como pastor en la
Iglesia Evangélica Bautista. Mis mejores deseos para todos en
estas fiestas de agosto.
Cada año dejo una reflexión salida de mi corazón, este año
tengo la necesidad de compartir sobre la esperanza cristiana,
ya que hablo con muchas personas que me hacen preguntas y
me comentan sobre las dificultades en lo laboral, familiar, salud,
futuro y otras. Yo me quiero centrar en la esperanza desde la
perspectiva cristiana, ya que percibo que somos pobres en
esperanza.
Esperanza viene a ser ese impulso interno que nos lleva a creer
en la vida más allá del presente tozudo y descarnado, más allá de
esta vida. Es la confianza basada en las Escrituras, en el carácter
y las promesas de Dios y sobre todo en la resurrección del propio
Jesucristo. Viene a ser creencia, actitud, estado de ánimo con
el que esperamos lo que está por venir. Nunca entendida como
fantasía o escapismo.
Antonio Gala la describe como: “esa virtud bajita, con las piernas
más cortas que la caridad-amor o la fe; esa hermana menor que
arrastra cuando corre a las otras mayores”. (Charlas con Troylo).
¿Cómo podemos describir la eternidad, la vida tras esta
vida Solemos hablar de un lugar muy especial, la Biblia lo
describe como lo más bello imaginable, en el cual las calles
son de oro; pero tal vez lo que más llame la atención sean
algunas ausencias: “Entonces vi un cielo nuevo y una tierra
nueva, porque las primeras cosas habían pasado y el mar ya
no existía más… Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de
ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor
ni dolor” (Ap. 21:1 y 4).
Hay cosas que desconocemos y debemos ser prudentes para
no caer en la fantasía, a la vez hay cosas que la Biblia dice con
toda claridad. El aspecto esencial de esta vida eterna es estar
con Jesús (Jn. 14:3; 1 Co. 13:12; 1 Jn. 3:2). Lo sustancial es
la relación con Dios Padre, con Jesús y con el Espíritu Santo.
No es un hedonismo (placer inmediato y personal), la vida no se
centra en el “yo” sino en el ”nosotros”. Somos esa gran familia
espiritual inseparable, eterna, multicultural, cimentada en amor y
que tiene a Dios como centro.
Lola Sánchez Moreno, amiga desde la juventud, describe en un
artículo sobre la esperanza de la eternidad: “… es esa sensación
de libertad que se respira cuando miras el mar con la vista
puesta en el horizonte y crees que por poco que te esfuerces,
podrás volar a ras de las olas. O la de abrir las alas como un
águila desde lo alto de una peña y planear dirigiéndose a ninguna
parte y a todas. Creo
que morir no es morir,
es vivir de otra manera,
con otros parámetros,
con inteligencia plena,
con paz, sin miedos y
sin tiempo. Y sobre todo
es SABER. Eso es lo que
más vértigo me da de
la eternidad. Estar con
Dios es saber-conocerdiscernir
todos los
misterios y enigmas que
ahora nos son velados”.
Escribo esto en los días perezosos de primavera y leo a Antonio
Machado que al querer expresar su impulso de eternidad, nos
dice en su poema “Al olmo seco”: “mi corazón también espera
hacia la luz y hacia la vida otro milagro de la primavera”.
Yo concibo la eternidad como el mejor abrazo imaginable de
Jesús, la comunión más profunda, sin límites, interminable; con
la sensación de ternura, placer y seguridad al sentirme en sus
brazos con los corazones apegados recibiendo las caricias de
su mirada.
Nunca nadie podrá igualar la sencilla, clara y rotunda afirmación
del mismo Jesús que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el
que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá y todo aquel que vive
y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26). Notemos
la doble promesa vivirá y no morirá. Aquí radica la base de
nuestra esperanza, en las promesas de Jesús y en su propia
resurrección.
La muerte para los que creen en Jesús como su Salvador es
como un cambio de domicilio, como una puerta que se abre y
al otro lado está Jesús para darnos la bienvenida y decirnos: -Te
esperaba, entra en el gozo de tu Señor. (Mt. 25:21).
Las circunstancias presentes no son el final de la historia…
sino esa travesía necesaria para llegar a la casa del Padre,
donde se nos espera y donde está nuestro verdadero hogar.
Por todo lo mencionado los creyentes no suelen decir adiós,
sino “hasta luego…”.
Turís, junio de 2013
Pastor Jesús Millán Martínez