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El comedor, dispuesto para la cena y para el almuerzo (a la derecha). También hay una mesa de diario en la cocina (arriba, a la izquierda). “En ninguna
de mis casas faltan mis velas perfumadas, flores o luces difusas. No me gustan las luces demasiado fuertes del día o las lámparas individuales,
sino los miles de sombras y reflejos de puntos de luz dispersos”, confiesa Giorgio Armani.
“Llevábamos horas dando vueltas
cuando, de repente, apareció ante
nosotros esta especie de Versalles
reducido que no estaba en buen estado.
Entramos porque era una tentación
a la que no pudimos resistirnos.
La vi y me la quedé”.
permitido abrirme a otros horizontes,
incluyendo pequeñas estatuas
y objetos orientales y algún
toque de los años treinta o cuarenta,
mi pasión.
Todas sus casas tendrán un
porqué.
Cada un de ellas responde a unos
deseos y unas necesidades concretas,
a un momento de mi vida, con
todo lo que representa. Me gustan
las de Pantelleria y Antigua, y en este
momento, me gusta mucho la de
Engadina, un antiguo pajar del siglo
XVIII restaurado al estilo de las casas
de montaña japonesas. En
verano disfruto de los colores y la
atmósfera relajada de la villa en el
campo de Saint-Tropez. Y siempre,
para recuperar el humor ligero de
la infancia, me gusta pasar el tiempo
libre en Broni.
AlGUNAS SOrPrESAS MÁS
lo veo formidable.
Me encuentro en un momento
de tranquilidad y de reflexión sobre
mi trabajo y sobre cómo este
es acogido.
Porque aún le queda mucho por
hacer en el mundo de la moda, señor
Armani.
(sigue)