Carta Informativa de la FEBIC 3-4/2008

Carta Informativa
Federación Bíblica Católica
Edición 3-4/2008
Disponible en internet en
www.febic.org
Queridos amigos y amigas de la Federación Biblica Católica:
El motivo de Navidad nos llega este año de Zimbabwe y se dirige por completo
hacia la interioridad. El mensaje, continuamente in-aferrable, de
nuestro Dios que se ha encarnado en un niño indefenso, no está representado
como un acontecimiento grandioso, orientado hacia afuera, sino
como un evento silencioso, interiorizado y casi frágil. José rodea en un
amplio abrazo a su mujer María, que sostiene al recién nacido en sus brazos
protectores. Los tres, padre, madre e hijo, tienen los ojos cerrados y
están como absortos en sí mismos. La representación produce gran serenidad
y tranquilidad, puesto que nada de lo que proviene de afuera parece
poder turbar la seguridad familiar.
«Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños
y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer
porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque
él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por
medio del profeta: “Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel”,
que traducido significa: Dios con nosotros. Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había
mandado y tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre
Jesús» (Mt 1,20-25).
Se tiene la impresión de que el escultor shona Edious Nyagwete tome la narración navideña del Evangelio de
Mateo como modelo para su obra. Acaso el lenguaje claro de su escultura se inspire en la sencillez y la claridad
del texto evangélico; y quizá los ojos cerrados de los miembros de la familia, dirigidos hacia una
«escucha» interior, reproduzcan el sueño de José. Porque esta obra, ¿qué es sino una ilustración de la frase
«José tomó consigo a su mujer»
En este doble número de la Carta Informativa de la FEBIC, deseamos recordar dos acontecimientos realmente
importantes que han hecho de 2008 un año muy especial para nuestra Federación y cuyos efectos perdurarán
durante mucho tiempo: en el verano septentrional hemos podido celebrar nuestra VII Asamblea Plenaria. Por
primera vez una de estas reuniones, convocadas cada seis años, ha tenido lugar en territorio africano. En ella,
más de 230 participantes provenientes de más de 100 países se han encontrado para reflexionar sobre el tema
de la reconciliación, la justicia y la paz.
El segundo acontecimiento notable ha sido el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios, celebrado en
octubre. Por primera vez en la historia de la Iglesia, un sínodo ha examinado la importancia de la Sagrada
Escritura en la vida de la Iglesia. El hecho de que el Papa Benedicto XVI escogiera este tema es también el
resultado de largos años de labor preparatoria de la FEBIC. Porque, como Uds., que nos acompañan desde
hace años, saben bien, ha sido una de las metas y los móviles de nuestro trabajo.
Por último, al finalizar el año, debemos recordar un acontecimiento triste para nuestra Federación: la muerte
de nuestro benemérito ex Presidente, el Excmo. Mons. Wilhelm Egger, fallecido repentinamente este verano.
También queremos recordarlo en este número.
En la narración navideña del Evangelio de Mateo, que acabamos de citar, el recién nacido es también llamado
Emmanuel «Dios con nosotros». Que la inminente celebración de la Navidad les conceda la experiencia personal
de que Dios está con Uds., que no estamos solos, que Alguien está a nuestro lado «hasta el fin del
mundo», como está escrito al final del Evangelio.
Con estas palabras los saluda todo el equipo de la Secretaría General, deseándoles una santa fiesta de Navidad
y todo lo mejor para 2009.

Federación Bíblica Católica
La VII Asamblea Plenaria en Dar es Salaam
En la última Carta Informativa de la FEBIC, ya hemos informado detalladamente sobre la VII Asamblea
Plenaria de la FEBIC, celebrada, por primera vez, en África, entre el 24 de junio y el 3 de julio de 2008.
En este número deseamos presentar algunos extractos del Documento Final, aprobado por más de 230
participantes. El texto completo se puede descargar del sitio de la FEBIC (www.febic.org) o solicitar a la
Secretaría General.
(...) [2] Los 230 delegados y observadores de las
organizaciones miembros de la Federación Bíblica
Católica, actualmente presente en 133 países, nos
hemos encontrado en Dar es Salaam, donde
hemos vivido la cálida hospitalidad de la gente de
Tanzania y de la Iglesia local. El mensaje enviado
por el Papa Benedicto XVI para esta ocasión nos ha
transmitido el aliento de toda la Iglesia.
[3] Llevados por la preocupación pastoral prioritaria
de la Iglesia en África, que hemos plasmado en el
tema escogido para el Sínodo para África de 2009,
decidimos concentrarnos, para nuestra Asamblea
Plenaria, en el mismo tema, es decir, «La Palabra de
Dios: Fuente de reconciliación, justicia y paz». Estas
palabras expresan una preocupación primaria que
tiene un sentido de urgencia no sólo para quienes
viven en África sino, en este momento de nuestra
historia, para el mundo entero. Al encontrarnos
mientras se inauguraba el año dedicado a San
Pablo, también nos inspiramos en sus palabras que
dicen que estamos llamados a ser embajadores de
Cristo para la misión de la reconciliación (cf. 2 Cor
5,19-20). (...)
el comercio y la circulación incontrolada de armas y
la devastación del ambiente. A todo esto podemos
agregar otras fuerzas que destruyen la vida como el
consumismo, el hedonismo y el relativismo, el influjo
negativo de los medios de comunicación y la
fragmentación de la vida familiar. A causa del terrorismo
mundial, el temor hacia el otro se acrecienta y
se va difundiendo. Nos preocupa la situación dolorosa
de los cristianos en el Medio Oriente, en especial
en Tierra Santa, donde sufren muchos hermanos
y hermanas.
II. Examinando nuestra realidad
[6] Al fin de ser fieles a nuestro Dios que escucha el
clamor de su pueblo (cf. Ex 3,7), nos hemos esforzado
por abrir los ojos a la realidad de nuestra
gente para percibir las luces y sombras de la existencia
humana, para poder discernir los signos de
los tiempos y responder a ellos.
[7] Hemos compartido algunos desarrollos positivos
que podemos ver en nuestro mundo, como el
crecimiento de las relaciones entre los países, la
mayor conciencia de la diversidad de las culturas, la
lucha por los derechos humanos y la dignidad de
todos los seres humanos, en especial de los pobres
y marginados, el compromiso creciente por el cuidado
hacia la integridad de la creación y el deseo
de justicia, reconciliación y paz.
[8] Pero no podemos cerrar los ojos ante las sombras
que envuelven las vidas de muchos: divisiones
y conflictos, violencia y odio, uso perverso de la religión
para la promoción de ideologías fundamentalistas
y del terrorismo, la distancia creciente entre
ricos y pobres, el sufrimiento de muchos por una
pobreza escandalosa, el hambre y enfermedades
como el SIDA, las numerosas injusticias y los abusos
de poder, como la corrupción de los gobiernos,
[9] De los muchos desarrollos positivos en nuestra
Iglesia, desearíamos subrayar en especial el amor
creciente hacia la Palabra de Dios que da mayor
ímpetu evangelizador y misionero a la Iglesia. Con
gratitud notamos un anhelo real de la Palabra de
Dios entre la gente simple y los jóvenes de muchas
regiones, la práctica difundida de la lectura comunitaria
de la Biblia y la diversidad de las perspectivas
y los acercamientos en el encuentro con la Palabra.
También deseamos mencionar la renovación de la
valoración de la Biblia en la liturgia, la catequesis y
los estudios exegéticos y teológicos. En muchos
lugares se está volviendo a descubrir la antigua costumbre
de la lectio divina. El uso de nuevos métodos
contextualizados para la lectura orante de la
Biblia edifica la comunidad.
[10] Sin embargo, no faltan países en los que la
Biblia ha dejado de ser vivida como fuente de vida y
en los que la animación pastoral bíblica es difícil y
frustrante. Dirigiendo nuestra mirada hacia toda la
Iglesia, nos damos cuenta de que muchos obstáculos
impiden todavía que la Palabra de Dios sea el
centro más valioso de la actividad pastoral de la

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Iglesia: analfabetismo y pobreza, fundamentalismo,
mentalidad clerical (de sacerdotes y obispos, pero
también de laicos) que se expresa como una falta
de interés y preocupación por la promoción de la
lectura de la Biblia y la distancia que sigue existiendo
entre la exégesis y el trabajo pastoral, que dificulta
el acceso directo a la Sagrada Escritura.
Deploramos la situación paradójica en que el hambre
de los fieles por la Palabra de Dios no siempre
recibe una respuesta adecuada en la predicación
de los presbíteros y los ministros laicos de la
Palabra por falta de preparación pastoral y académica.
(...)
[18] Prioridades para nuestra labor en 2008–2014
Teniendo en cuenta los desafíos que hemos descubierto
durante esta asamblea y las necesidades de
la Federación Bíblica Católica y de sus miembros, la
Asamblea Plenaria define las siguientes prioridades
generales para los próximos seis años:
La animación bíblica de toda la vida de la
Iglesia, de manera que todo el ministerio pastoral
esté inspirado y animado por la Palabra de Dios.
La promoción de la formación bíblica de todos
los agentes de la evangelización: el laicado, en
especial los catequistas, religiosos, sacerdotes y
obispos, ofreciendo un conocimiento más profundo
de la Escritura, la conversión jubilosa a la
Palabra, la espiritualidad bíblica, unidos a las
aptitudes para desarrollar metodologías creativas
y habilidades para la pastoral bíblica. Todo ello
debe formar parte de los programas de formación
en las facultades teológicas y los institutos de
formación.
La promoción de la práctica de la lectio divina
contextualizada y creativa, que puede facilitar
mayor correspondencia entre la fe y la vida, llevando
a la transformación de la sociedad.
La animación de las Comunidades Eclesiales
de Base y de otras pequeñas comunidades
cristianas, para que verdaderamente puedan
convertirse en sujetos de la lectura bíblica. Ello
requiere la promoción de la capacidad directiva
del laicado, la profundización de la fe en la familia
y una insistencia especial en perspectivas hermenéuticas
específicas (por ejemplo, mujeres, varo
nes, niños, jóvenes, indígenas y grupos étnicos
migrantes).
La promoción de la animación bíblica entre los
niños, los jóvenes y los estudiantes universitarios,
para ayudarlos a que encuentren a través de
la Palabra de Dios la verdadera vida en la plenitud.
El uso creativo e innovador de los medios electrónicos
y digitales para la transmisión y difusión
del mensaje bíblico.
La intensificación de nuestros esfuerzos por un
diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural
y el diálogo con todas las personas de
buena voluntad para la reconciliación, la justicia
y la paz.
El apoyo a la pastoral bíblica en Asia, haciendo
de China una prioridad especial de la FEBIC
para los años 2008–2014, en respuesta a los pedidos
que nos llegan de Asia. (...)
[20] Somos conscientes de que «Si el Señor no
construye la casa, en vano se afanan los albañiles»
(Sal 127,1). Nos comprometemos a rezar y actuar
por la causa de la reconciliación, la justicia y la paz.
Somos conscientes de que dependemos de la gracia
del Espíritu Santo que nos da la capacidad de
cumplir con esta tarea urgente para nuestro tiempo.
Siguiendo los pasos de los discípulos de
Emaús, quienes encontraron al Señor resucitado al
compartir la Palabra y la fracción del pan, estamos
convencidos de que toda la Iglesia necesita constantemente
ser alimentada con «el pan de vida,
tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de
Cristo» (DV 21) y trataremos de contribuir a esos
esfuerzos a través de nuestra pastoral bíblica.

Federación Bíblica Católica
Eficaz, creadora y salvadora: los padres sinodales sobre la
importancia de la Palabra de Dios
Al finalizar las casi cuatro semanas de sesiones sobre la Palabra de Dios, los padres sinodales han dirigido
un mensaje a los fieles de todo el mundo, del que extraemos algunos pasajes sobresalientes. El texto completo
puede ser consultado, por ejemplo, en el sitio oficial del Vaticano (www.vatican.va).
I. La voz de la Palabra: la Revelación
(...) 2. Pero la Palabra divina también se encuentra
en la raíz de la historia humana. El hombre y la
mujer, que son «imagen y semejanza de Dios»
(Gn 1,27) y que por tanto llevan en sí la huella divina,
pueden entrar en diálogo con su Creador o
pueden alejarse de él y rechazarlo por medio del
pecado. Así pues, la Palabra de Dios salva y
juzga, penetra en la trama de la historia con su
tejido de situaciones y acontecimientos: «He visto
la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado
el clamor (...) conozco sus sufrimientos. He bajado
para librarlo de la mano de los egipcios y para
sacarlo de esta tierra a una tierra buena y espaciosa»
(Ex 3,7-8). Hay, por tanto, una presencia divina
en las situaciones humanas que, mediante la
acción del Señor de la historia, se insertan en un
plan más elevado de salvación, para que «todos
los hombres se salven y lleguen al conocimiento
pleno de la verdad» (1 Tm 2,4).
3. La Palabra divina eficaz, creadora y salvadora,
está por tanto en el principio del ser y de la historia,
de la creación y la redención. El Señor sale al encuentro
de la humanidad proclamando: «Lo digo y lo
hago» (Ez 37,14). Sin embargo, hay una etapa
posterior que la voz divina recorre: es la de la
Palabra escrita, la Graphé o las Graphai, las
Escrituras sagradas, como se dice en el Nuevo
Testamento. Ya Moisés había descendido de la
cima del Sinaí llevando «las dos tablas del
Testimonio en su mano, tablas escritas por ambos
lados; por una y otra cara estaban escritas. Las
tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura
de Dios» (Ex 32,15-16). Y el propio Moisés prescribirá
a Israel que conserve y reescriba estas
«tablas del Testimonio»: «Y escribirás en esas piedras
todas las palabras de esta Ley. Grábalas bien»
(Dt 27,8). (...)
5. Así pues, la tradición cristiana ha puesto a menudo
en paralelo la Palabra divina que se hace carne
con la misma Palabra que se hace libro. Es lo que
ya aparece en el Credo cuando se profesa que el
Hijo de Dios «por obra del Espíritu Santo se encarnó
de María, la Virgen», pero también se confiesa la
fe en el mismo «Espíritu Santo que habló por los
profetas». El Concilio Vaticano II recoge esta antigua
tradición según la cual «el cuerpo del Hijo es la
Escritura que nos fue transmitida» – como afirma
San Ambrosio (In Lucam VI, 33) – y declara límpidamente:
«Las palabras de Dios expresadas con lenguas
humanas se han hecho semejantes al habla
humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre
Eterno, tomada la carne de la debilidad humana, se
hizo semejante a los hombres» (DV 13).
En efecto, la Biblia es también «carne», «letra», se
expresa en lenguas particulares, en formas literarias
e históricas, en concepciones ligadas a una cultura
antigua, guarda la memoria de hechos a
menudo trágicos, sus páginas están surcadas no
pocas veces de sangre y violencia, en su interior
resuena la risa de la humanidad y fluyen las lágrimas,
así como se eleva la súplica de los infelices y
la alegría de los enamorados. Debido a esta dimensión
«carnal», exige un análisis histórico y literario,
que se lleva a cabo a través de distintos métodos y
enfoques ofrecidos por la exégesis bíblica. Cada
lector de las Sagradas Escrituras, incluso el más
sencillo, debe tener un conocimiento proporcionado
del texto sagrado recordando que la Palabra
está revestida de palabras concretas a las que se
pliega y adapta para ser audible y comprensible a
la humanidad.
Éste es un compromiso necesario: si se lo excluye,
se podría caer en el fundamentalismo que prácticamente
niega la encarnación de la Palabra divina en
la historia, no reconoce que esa Palabra se expresa
en la Biblia según un lenguaje humano, que
tiene que ser descifrado, estudiado y comprendido,
e ignora que la inspiración divina no ha borrado la
identidad histórica y la personalidad propia de los
autores humanos. Sin embargo, la Biblia también
es Verbo eterno y divino y por este motivo exige
otra comprensión, dada por el Espíritu Santo que

Carta Informativa 3-4/2008
devela la dimensión trascendente de la Palabra
divina, presente en las palabras humanas. (...)
IIV. Los caminos de la Palabra: la misión
11. La comunicación extiende ahora una red que
envuelve todo el mundo y el llamado de Cristo
adquiere un nuevo significado: «Lo que yo les digo
en la oscuridad, repítanlo en pleno día, y lo que
escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las
casas» (Mt 10,27). Ciertamente, la Palabra sagrada
debe tener una primera transparencia y difusión
por medio del texto impreso, con traducciones que
respondan a la variedad de idiomas de nuestro planeta.
Pero la voz de la Palabra divina debe resonar
también a través de la radio, las autopistas de la
información de Internet, los canales de difusión virtual
on line, los CD, los DVD, los «ipods» (MP3) y
otros; debe aparecer en las pantallas televisivas y
cinematográficas, en la prensa, en los eventos culturales
y sociales.
Esta nueva comunicación, comparándola con la
tradicional, ha asumido una gramática expresiva
específica y es necesario, por lo tanto, estar preparados
no sólo en el plano técnico, sino también cultural
para dicha empresa. En un tiempo dominado
por la imagen, propuesta especialmente desde el
medio hegemónico de la comunicación que es la
televisión, es todavía significativo y sugestivo el
modelo privilegiado por Cristo. Él recurría al símbolo,
a la narración, al ejemplo, a la experiencia diaria,
a la parábola: «Todo esto lo decía Jesús a la
muchedumbre por medio de parábolas (...) y no les
hablaba sin parábolas» (Mt 13, 3.34). Jesús en su
anuncio del reino de Dios, nunca se dirigía a sus
interlocutores con un lenguaje vago, abstracto y
etéreo, sino que les conquistaba partiendo justamente
de la tierra, donde apoyaban sus pies para
conducirlos de lo cotidiano, a la revelación del
reino de los cielos. (...)
13. Jesús, en la parábola del sembrador, nos recuerda
que existen terrenos áridos, pedregosos y
sofocados por los abrojos (cf. Mt 13,3-7). Quien
entra en las calles del mundo descubre también los
bajos fondos donde anidan sufrimientos y pobreza,
humillaciones y opresiones, marginación y miserias,
enfermedades físicas, psíquicas y soledades. A
menudo, las piedras de las calles están ensangrentadas
por guerras y violencias, en los centros de
poder la corrupción se reúne con la injusticia. Se
alza el grito de los perseguidos por la fidelidad a su
conciencia y su fe. Algunos se ven arrollados por la
crisis existencial o su alma se ve privada de un
significado que dé sentido y valor a la vida misma.
(...)
marcadas por la violencia y la opresión, en el grito
áspero y continuado de Job, en las vehementes
súplicas de los salmos, en la sutil crisis interior que
recorre el alma del Eclesiastés, en las vigorosas
denuncias proféticas contra las injusticias sociales.
Conclusión
«La voz de cielo que yo había oído me habló otra
vez y me dijo: “Toma el librito que está abierto en la
mano del ángel (...)”. Y el ángel me dijo: “Toma,
devóralo; te amargará las entrañas, pero en tu boca
será dulce como la miel”. Tomé el librito de la mano
del ángel y lo devoré; y fue en mi boca dulce como
la miel; pero, cuando lo comí, se me amargaron las
entrañas» (Ap 10,8-11).
Hermanos y hermanas de todo el mundo, acojamos
también nosotros esta invitación; acerquémonos
a la mesa de la Palabra de Dios, para alimentarnos
y vivir «no sólo de pan, sino de toda palabra
que sale de la boca del Señor» (Dt 8,3; Mt 4,4). La
Sagrada Escritura – como afirmaba una gran figura
de la cultura cristiana – «tiene pasajes adecuados
para consolar todas las condiciones humanas y
pasajes adecuados para atemorizar en todas las
condiciones» (B. Pascal, Pensieri, n. 532 ed.
Brunschvicg).
La Palabra de Dios, en efecto, es «más dulce que la
miel, más que el jugo de panales» (Sal 19,11), es
«antorcha para mis pasos, luz para mi sendero»
(Sal 119,105), pero también «como el fuego y como
un martillo que golpea la peña» (Jr 23,29). Es como
una lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace
germinar, haciendo florecer de este modo también
la aridez de nuestros desiertos espirituales (cf. Is
55,10-11). Pero también es «viva, eficaz y más cortante
que una espada de dos filos. Penetra hasta la
división entre alma y espíritu, articulaciones y
médulas; y discierne sentimientos y pensamientos
del corazón» (Hb 4,12).
La Biblia, que propone precisamente una fe histórica
y encarnada, representa incesantemente este
inmenso grito de dolor que sube de la tierra hacia
el cielo. Bastaría sólo con pensar en las páginas

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La muerte inesperada de Mons. Wilhelm Egger, ex Presidente de la FEBIC
Del todo inesperadamente, la tarde del 16 de agosto de 2008, el obispo de Bolzano-Bressanone,
Mons. Wilhelm Egger, sucumbió a un infarto. Sólo dos semanas antes, había recibido al Papa
Benedicto XVI en Brixen, donde el pontífice transcurría sus vacaciones de verano en el Seminario
de la ciudad.
Mons. Egger, biblista y reconocido especialista de pastoral bíblica, fue Presidente de la Federación
Bíblica Católica entre 1996 y 2002. Desempeñó su función impulsando vigorosamente el trabajo
bíblico en todo el mundo y asumió un intenso compromiso en el diálogo ecuménico. Al perder a
Mons. Egger, la FEBIC pierde a un benévolo compañero crítico, que permaneció muy vinculado con
nosotros aún después de haber cumplido su mandato.
Wilhelm Egger había nacido en 1940 en Innsbruck. En 1986 Juan Pablo II lo nombró obispo de Bolzano-Bressanone.
En la Iglesia italiana y a nivel mundial, Mons. Egger ocupó cargos importantes, trabajando, entre otras cosas, en la promoción
de los estudios bíblicos, la pastoral bíblica y el ecumenismo. Además de ser Presidente de la Federación Bíblica
Católica, fue también Presidente de la comisión para la revisión de la «Einheitsübersetzung». Al principiar el año, Mons.
Egger había sido designado por el Papa como secretario especial para el Sínodo sobre la Palabra de Dios.
En ocasión de los 40 años de la revista Bibel und Liturgie, Mons. Egger habló en Klosterneuburg (Austria) el 21 de octubre
de 2006 sobre el tema «La Palabra de Dios para el tercer milenio. La Biblia en diálogo con las culturas y las religiones».
Publicamos aquí en su memoria algunos extractos de su texto.
Todos nosotros tenemos experiencias de conversaciones y diálogos. En algunas circunstancias y para algunas expresiones
del pensamiento, el diálogo y las clarificaciones se vuelven necesarias porque contribuyen a la comprensión de
los textos. Durante esas conversaciones y esos diálogos nos hemos dado cuenta más de una vez de que habíamos
entendido poco algunas cosas. Como dice Klaus Weimar en su Enzyklopädie der Literaturwissenschaft [Enciclopedia
de la literatura]: «Nunca deberíamos leer solos».
Quien lee solo corre mayor riesgo de no entender bien algo que aquel que discute con los demás lo que ha leído. La
conversación y el diálogo sirven para cerciorarnos de que hemos leído correctamente. El diálogo también puede ayudarnos
a entender nuestra propia precomprensión.
Todo eso vale también para la Sagrada Escritura, porque gracias a la lectura en común, podemos profundizar la comprensión
y descubrir perspectivas nuevas. El diálogo tiene muchas condiciones previas: hay participantes distintos en
la conversación y muchas maneras de leer la Sagrada Escritura; hay acercamientos distintos a la Biblia; hay pluralismo
de métodos; los lectores abordan la Biblia con intereses distintos, incluso hay una lectura fundamentalista de la Sagrada
Escritura. Es en este sentido que hay que recurrir a las obras especializadas y al documento de la Comisión Bíblica
sobre La interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993), que ofrece una suerte de meta-metodología, es decir, una reflexión
sobre los métodos. También es necesario un «acercamiento dialógico y abierto al diálogo» con los textos sagrados
de las religiones.
A través del diálogo y gracias a los textos de otras religiones, podemos crecer en la comprensión de la Escritura y quizá
también ayudar a los demás a que entiendan nuestra Biblia y puedan leer sus propios textos sagrados desde perspectivas
nuevas. Podemos aprender unos de otros. La pregunta es: ¿Cómo podemos aprender y qué podemos aprender
Nuestra tarea es de llevar al diálogo la Biblia como Palabra de Dios y aprender de los demás. (...)
Nicolás de Cusa nos muestra lo difícil que puede ser el camino del diálogo entre las religiones y qué esperanzas puede
suscitar. Inmediatamente después de la caída de Constantinopla, es decir, en un tiempo de grandes enfrentamientos,
escribe, durante su estadía en Bressanone, un breve tratado, el De pace fidei: en una visión asiste a un diálogo en el
cielo entre representantes de las religiones y los pueblos, en un encuentro convocado por Dios mismo. En él, Nicolás
de Cusa presenta las argumentaciones de un cristianismo ilustrado. El cardenal Karl Lehmann considera al respecto
que: «Lo razonable de todas las religiones se encuentra en Jesucristo. El texto de Nicolás de Cusa contiene, con pasión
verdaderamente escatológica, la anticipación de una esperanza que no puede ser totalmente extraña a la fe bíblica y,
sobre todo, a la fe cristiana». La conclusión del De pace fidei declara que, en el cielo de la razón, se llegará a una convivencia
concorde de las religiones. Los sabios se reunirán en Jerusalén, como centro común de todos, y en nombre
de todos adoptarán la única fe y construirán sobre ella la paz perpetua, para que el Creador de todo, que será alabado
para toda la eternidad, sea glorificado en la paz. Concluye Nicolás de Cusa diciendo «Amén».
El texto completo de la conferencia puede ser solicitado a la Secretaría General de la FEBIC.
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