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“ASCENSO A LA CASA DE LAS DOS - Biblioteca Virtual de Antioquia

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no ven nada... /Van a tientas, en vértigo anhelante, /y, dilatando las pupilas, /el alma lanzan a<strong>de</strong>lante,/ y<br />

alzan las manos intranquilas...”) (100)<br />

Y es el regreso a la vida: Medardo, el alucinado, “arrolletado” en su sillón, los gestos sin<br />

coordinación, envuelto en humo, la copa lenta hacia los labios. Bernardo, El Acompañante, El Escu<strong>de</strong>ro. La<br />

<strong>de</strong>sazón: ¿Para qué viene uno”. “¿Por qué” (101)<br />

En este capítulo 12, Bernardo tiene voz propia y fuerte. Invoca a Medardo, es un traspaso <strong>de</strong> herencia.<br />

De acólito pasa a ser oficiante. La invocación es tan salvaje como la suya.<br />

Medardo es inerte, viaja sólo por la memoria. Marca la puerta <strong>de</strong> Zoraida Vélez con un hierro.<br />

Reflexiones acerca <strong>de</strong> Dios, el mito creado que fue el hombre, su <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia, sus obras. Resultó ser su<br />

pesadilla. Agoniza entre sueños, se <strong>de</strong>sdobla, ya los gestos no se coordinan, son lentos como si vinieran <strong>de</strong><br />

la niebla <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> los muertos. Las calles <strong>de</strong> Balandú, Lucía, la Banda, el entierro <strong>de</strong> Chelito. El grito: “¡Que<br />

vengan los invocados!” Bernardo contesta muy cerca: “Te invoco, ahora, Medardo Herreros, insomne <strong>de</strong> mis<br />

vigilias, días atentos al disparo, ojos redondos al fantasma <strong>de</strong> Elías Botero.” (102) Y la afirmación y la<br />

pregunta: “Has muerto, Medardo, ¿Has muerto Que en el remordimiento final <strong>de</strong>scanse tu alma en pena”.<br />

Los capítulos 13,14 y 15 relajan la tensión, son un regreso al pasado: las “charlas inoficiosas”, el<br />

<strong>de</strong>sparpajo, el juego <strong>de</strong> las etimologías, las canciones <strong>de</strong> Bilitis, los viajes inventados en otras épocas, la<br />

alfombra antes <strong>de</strong>l disparo, las novias, el amor cortés, Elizabeta <strong>de</strong>l Chocó, el cuadro <strong>de</strong> la mujer más bella<br />

<strong>de</strong>l mundo hecha con todas las <strong>de</strong> Balandú. Canto a la amistad, a la vida. Una reunión con los vecinos en<br />

Navidad, los arrieros “tras su hora señalada”, El Judío Errante. Intercalado el recuerdo <strong>de</strong> Bernardo cuando<br />

era niño: “Con la lluvia asomaron aquellos hombres míticos bajo sus encauchados olorosos a licor y sudor <strong>de</strong><br />

bestias...” (103). Luego, los lados amables <strong>de</strong> Balandú, la historia <strong>de</strong> Merce<strong>de</strong>s Luna y una alusión a las<br />

Ferias <strong>de</strong> Tambo que une El día señalado a las tierras altas.<br />

En el capítulo 16 regresamos a la agonía <strong>de</strong> Medardo. Pinta un último cuadro “La Lámpara”. Cada<br />

lienzo está preso en su marco, la figura que representa, también. Pinta con su sangre. Habla con Elías<br />

Botero, le reprocha su muerte - aunque él haya sido el causante –“... al matarte maté lo mejor <strong>de</strong> mí mismo,<br />

lo único que me quedaba”. (104) En el sillón enfrente se sienta el espectro <strong>de</strong> Elías, Medardo quisiera matar<br />

a la muerte para que su primo reviviera. No pue<strong>de</strong> sobrevivir sin su perdón ni el <strong>de</strong> Zoraida.

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