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“ASCENSO A LA CASA DE LAS DOS - Biblioteca Virtual de Antioquia

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Ensayo<br />

ASCENSO A <strong>LA</strong> <strong>CASA</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong>S <strong>DOS</strong> PALMAS<br />

C<strong>LA</strong>IRE LEW <strong>de</strong> HOLGUÍN<br />

Primer Premio en el Concurso <strong>de</strong> Ensayo sobre la vida y obra <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo,<br />

promovido por la Corporación Fomento <strong>de</strong> la Música, 1997<br />

© Claire Lew <strong>de</strong> Holguín, 1997


Yo vi un brazo <strong>de</strong> la silla, pelado <strong>de</strong> tanto restregar<br />

la mano nerviosa contra él, el cuero señalado por la<br />

marca húmeda <strong>de</strong> las copas, quemada su pelambre por<br />

el cigarrillo.<br />

Los Invocados. (1)<br />

Des<strong>de</strong> un sillón parecido, Manuel Mejía Vallejo, en la sombra <strong>de</strong> la pequeña sala <strong>de</strong> Ziruma, la<br />

bravura en los ojos, bien podría estar <strong>de</strong> regreso por la trocha <strong>de</strong> los recuerdos, acci<strong>de</strong>ntada, dolorosa, una<br />

y otra vez.<br />

La vida está <strong>de</strong>terminada por un lugar <strong>de</strong> nacimiento, una familia, la situación política <strong>de</strong> un país, el<br />

talento, el azar <strong>de</strong> los encuentros, el trabajo <strong>de</strong>dicado a un oficio, terca y amorosamente. La obra <strong>de</strong> un<br />

escritor no pue<strong>de</strong> aislarse <strong>de</strong> la vida, se alimenta <strong>de</strong> ella, la marcan un estilo, obsesiones, personajes y temas<br />

recurrentes. Sin embargo cada libro es único, adquiere la vida propia <strong>de</strong> toda creación. Si existe<br />

consanguinidad entre algunos <strong>de</strong> ellos se simplifica al <strong>de</strong>cir que el autor escribió una sola obra durante su<br />

vida. A veces se le conce<strong>de</strong> el crédito <strong>de</strong> algunas variaciones. Manuel Mejía Vallejo ha sido andariego, ha<br />

trazado un “camino rial” el cual parte <strong>de</strong> La tierra éramos nosotros, conduce a Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano, La Casa <strong>de</strong><br />

las dos Palmas y Los Invocados. Sin embargo no es así <strong>de</strong> simple: el pueblo mítico <strong>de</strong> Balandú, los<br />

integrantes <strong>de</strong> la familia Herreros intervienen en Las noches <strong>de</strong> la vigilia, Aire <strong>de</strong> tango, Las muertes ajenas, Y<br />

el mundo sigue andando, La sombra <strong>de</strong> tu paso, en coplas, poemas y décimas. Des<strong>de</strong> un principio un plan<br />

mayor fue concebido para dar libertad e in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia a las creaciones pero también un fuerte aire <strong>de</strong><br />

familia. Numerosos caminos adyacentes <strong>de</strong>sembocan en el principal: cuentos, ensayos, la novela Al pie <strong>de</strong> la<br />

ciudad, Colombia campesina, <strong>Antioquia</strong> y Caldas, El año que viene vuelvo, conferencias, entrevistas,<br />

reportajes, artículos periodísticos. El trabajo se extien<strong>de</strong> sobre un período <strong>de</strong> cincuenta años y refleja los<br />

cambios profundos en Colombia y fuera <strong>de</strong> ella: consecuencias <strong>de</strong> la segunda guerra mundial, inestabilidad<br />

política en Colombia y en Centroamérica, violencia <strong>de</strong> partidos, <strong>de</strong> guerrillas, influencia <strong>de</strong>l existencialismo,<br />

<strong>de</strong>rrumbe <strong>de</strong> lo establecido y trastornos en la sociedad antioqueña tradicionalista, migración constante <strong>de</strong>l<br />

campo a la ciudad por enfrentamientos entre guerrilla y fuerza armada, miseria e invasión <strong>de</strong> terrenos,<br />

mo<strong>de</strong>rnización <strong>de</strong> la ciudad y mutilación <strong>de</strong>l patrimonio antiguo, pesimismo perdurable y <strong>de</strong> la imposibilidad<br />

<strong>de</strong> mejorar la situación política y social. Rómulo Gallegos en Cantaclaro <strong>de</strong>fine la novela como “un espejo en<br />

el camino”. Eso podría aplicarse a la obra <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo. Un espejo especial como lo son todos los


suyos: no refleja solamente, está vivo y lo que se ve en él es un viacrucis en el cual el escritor ha <strong>de</strong>jado algo<br />

<strong>de</strong> su vida, <strong>de</strong> su sangre.<br />

¿Cómo empieza un escritor <strong>de</strong> veinte años ¿De qué materiales dispone De su infancia, <strong>de</strong> su<br />

adolescencia. Ha observado lo cotidiano a poca distancia, se ha lanzado al agua para ver si sale a la otra<br />

orilla. A veces se ahoga. Si no, afirma su confianza, se sentirá capaz <strong>de</strong> escribir un próximo libro.<br />

La tierra éramos nosotros (2) es el atrevimiento <strong>de</strong> los veinte años. Escribe a escondidas, guarda el<br />

manuscrito en el cajón <strong>de</strong>l escritorio, justifica un orgullo secreto: “Soy capaz pero nadie lo sabe”. Siente<br />

también temor, inseguridad, presiente un juicio infernal que perseguirá cada obra.<br />

La carátula <strong>de</strong>l libro, dibujada por el autor, se tiñe <strong>de</strong>l color sepia <strong>de</strong> las fotografías antiguas. Doña<br />

Rosana, su madre, siembra un árbol: una mujer fuerte, el trazo es firme; un mayordomo pensativo, el guarniel<br />

terciado, el poncho al hombro podría ser Abraham. El dibujante está ahí, no se pier<strong>de</strong> en <strong>de</strong>talles, sólo queda<br />

lo esencial, cierta adustez <strong>de</strong>l rostro, la edad cargada en los hombros. Sobriedad <strong>de</strong> sus futuros dibujos,<br />

especialmente <strong>de</strong> los que ilustrarán el libro <strong>de</strong> poemas Memoria <strong>de</strong>l olvido (3) Una “advertencia inútil”, ironía<br />

<strong>de</strong>l contraste, precedió la edición siguiente. (4) Es la mirada <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> treinta y ocho años sobre su<br />

obra escrita a los veinte. Es dura la crítica: “En ella transcribí con juvenil fi<strong>de</strong>lidad unos cuantos <strong>de</strong>stinos...”.<br />

“Fue escrita con peligrosa flui<strong>de</strong>z”. André Maurois, prologuista <strong>de</strong> Jean Santeuil (5) <strong>de</strong> Marcel Proust, texto<br />

anterior a la obra En busca <strong>de</strong>l tiempo perdido, cita unos apartes <strong>de</strong> una carta <strong>de</strong>l escritor a Marie<br />

Nordlinger: “Escribo al galope, tengo tanto que <strong>de</strong>cir”. No pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>tenerse. Como los caballeros, hacen sus<br />

primeras armas con la infancia, la adolescencia, el doloroso contacto <strong>de</strong> la vida, sus injusticias, su violencia,<br />

la observación <strong>de</strong> los <strong>de</strong>fectos ajenos, los enfrentamientos, la superación, el valor <strong>de</strong> seguir, la duda, la<br />

<strong>de</strong>sesperación. Sorprendidos, evalúan la elasticidad <strong>de</strong> sus recuerdos y cómo se convocan unos a otros<br />

mediante analogías secretas.<br />

¿Por qué sintió Manuel Mejía Vallejo la necesidad <strong>de</strong> escribir ¿Tuvo la intuición <strong>de</strong> tener el talento<br />

para contar y la voluntad <strong>de</strong> intentarlo Recuerda haber asistido a una función <strong>de</strong> cine, daban una película <strong>de</strong><br />

vaqueros. ¿De qué tratan siempre De la tierra, <strong>de</strong> su posesión, <strong>de</strong> su pérdida, <strong>de</strong> su apego a ella: ahí se<br />

nació, se trabajó, se cuidaron animales, se pasaron privaciones. Esas películas son trágicas, la injusticia <strong>de</strong><br />

las situaciones duele. En general son <strong>de</strong> pocas palabras, sobrias. Entonces Manuel Mejía Vallejo compró<br />

cua<strong>de</strong>rnos, se fue a un café, se sentó y recordó. Sin embargo ese primer libro no es tan cinematográfico


como sus cuentos escritos en Centroamérica o las novelas que vendrían <strong>de</strong>spués. En su caso escribir será<br />

ver, hacernos ver.<br />

Mientras escribía La tierra éramos nosotros recuperaba la finca Gibraltar, la vida en Jardín, la<br />

infancia. Invocaba. Asumía el remordimiento heredado <strong>de</strong> su padre, el haberla abandonado, vendido,<br />

negociado “los recuerdos, la belleza <strong>de</strong> la niñez ida”, (6) ven<strong>de</strong>rla a don Delfín, patrón indiferente, entregar<br />

a los seres leales que habían servido durante todas sus vidas, como si fueran objetos o animales<br />

traspasados. En el capítulo XII Bernardo sufre: “¡Pero si no hemos vendido únicamente la hacienda! Una<br />

tradición, una familia, una comunidad hermana”. (7) Todavía Manuel Mejía Vallejo sufre como Bernardo.<br />

Recuerda, recuerda... se entristece. Luego murmura que el abuelo Manuel María se <strong>de</strong>jó llevar: “su <strong>de</strong>bilidad<br />

fueron las mujeres”, se impuso el castigo <strong>de</strong> nunca volver a su casa, aunque le hubieran perdonado. Entre<br />

las memorias que ahora se precipitan, la hazaña <strong>de</strong> “montar una maquinaria para sacar sal” (8), para los<br />

niños tan fantástica como el laboratorio <strong>de</strong> Melquia<strong>de</strong>s. La quiebra, la pérdida <strong>de</strong> todo, la obligación <strong>de</strong><br />

interrumpir los estudios y trabajar en un juzgado afectaría también la seguridad que busca todo hijo. Pero<br />

¿hubiera escrito este libro <strong>de</strong> no haber sido así su <strong>de</strong>stino<br />

Se hace siempre la distinción autor-narrador pero Manuel Mejía Vallejo lo ha repetido: “Soy<br />

Medardo, soy Bernardo, soy el Profesor, soy la Cachorra, soy Zoraida, soy el árbol y aquella mesa”.<br />

Transformarse, sentirse no “como” sino “ser” el otro. Así se convierten los signos en sangre, hacen creer en<br />

otra realidad, transmutación <strong>de</strong> la nuestra. La escritura es un trabajo <strong>de</strong> alquimista.<br />

Bernardo se <strong>de</strong>fine como un artista, un pintor. Manuel Mejía Vallejo seguía las clases en Bellas Artes<br />

y hubiera apostado a que sería escultor. Todavía buscaba su vocación. En Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verano, (9) en Los<br />

Invocados (10) Bernardo será el narrador. Traspasa al Poeta esa facilidad para escribir: “cartas di-amor”.<br />

Manuel Mejía Vallejo era el escribano <strong>de</strong> mayordomos y muchachas <strong>de</strong> la finca, lo cuenta con regocijo y<br />

malicia.<br />

La lectura <strong>de</strong> La tierra éramos nosotros es parecida a la observación <strong>de</strong> cuadros primitivistas. La<br />

perspectiva no está presente pero ningún <strong>de</strong>talle falta. Po<strong>de</strong>mos imaginar cómo eran ese pueblo y esa finca<br />

<strong>de</strong>l Suroeste, a una distancia <strong>de</strong> cincuenta años: “Las mañanas <strong>de</strong> mi pueblo no tienen gracia alguna. Sin<br />

embargo me gustan los amaneceres tranquilos <strong>de</strong> esta al<strong>de</strong>a.”. (11) Luego: “Los mediodías <strong>de</strong> mi pueblo,<br />

como sus mañanas no tienen gracia alguna. Pero gusto <strong>de</strong> estos mediodías intrascen<strong>de</strong>ntes”. Y finalmente:


“Las anochecidas <strong>de</strong> mi pueblo tampoco tienen gracia alguna. Sin embargo, yo he amado las anochecidas sin<br />

importancia <strong>de</strong> ese caserío”. Muñecas rusas que salen unas <strong>de</strong> otras, variaciones sobre un mismo tema,<br />

ondulación melódica <strong>de</strong> las frases, encanto y melancolía.<br />

¿Cuál fue el mundo <strong>de</strong> Bernardo Un mundo antiguo regido por el sol, las lluvias, el eterno retorno. La<br />

preparación <strong>de</strong>l terreno, la siembra, la cosecha son los ritos que aseguran la regularidad <strong>de</strong> la vida, el<br />

bienestar. De ahí la angustia <strong>de</strong> inundaciones, <strong>de</strong> inviernos prolongados o sequías. Traen el sufrimiento, el<br />

hambre, la muerte y se <strong>de</strong>be influir sobre ellos mediante la oración, los ritos y ofrendas antiguas que<br />

apaciguan los dioses enojados.<br />

Llegamos entonces a la violencia, tanto <strong>de</strong>l clima como <strong>de</strong> los habitantes. En ambos casos las<br />

<strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong> esa vida pausada y las <strong>de</strong> inundaciones, <strong>de</strong> los muertos que <strong>de</strong>ja el río San Juan a su paso<br />

no son <strong>de</strong> un principiante. Cobran una fuerza apocalíptica: “Es el cielo un incendio <strong>de</strong> relámpagos. Enormes<br />

fogatas seguidas <strong>de</strong> ecos tardíos muestran siluetas medrosas, brazos orantes <strong>de</strong> la montaña... el huracán<br />

arranca trechos <strong>de</strong> monte... lleva, cañón abajo, el lamento <strong>de</strong> un árbol que cae, <strong>de</strong> las piedras que<br />

entrechocan, <strong>de</strong> la greda en catarata sobre las aguas <strong>de</strong> ímpetu arrasador”. (12) Una mujer muere “la cara<br />

retorcida al cielo, iracundo el gesto <strong>de</strong> su boca, perdida su belleza...” Viene a la memoria el texto<br />

“Carpincheros” <strong>de</strong> Augusto Roa Bastos en su libro <strong>de</strong> cuentos El trueno entre las hojas: (13) “la misma<br />

fuerza alucinada, la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l río, una noche <strong>de</strong> San Juan y la lucha <strong>de</strong> un carpinchero con un lobo-pe,<br />

tigre <strong>de</strong> agua:” “Las hogueras rojas bajan por el agua... Un trueno sordo le respon<strong>de</strong> ahora. Surge <strong>de</strong>l río,<br />

llena toda la caja acústica <strong>de</strong>l río ardiendo bajo el cielo negro”.<br />

El río como todos los dioses es caprichoso. Pue<strong>de</strong> salvar también. Lo invoca Bernardo como medio<br />

<strong>de</strong> alejarse “al mar <strong>de</strong> velas henchidas”, <strong>de</strong> vivir como aventurero. José Joaquín, Celimo, El Caucano sueñan<br />

con los viajes. Raza antioqueña, pionera, andariega. Pero le recuerda el abuelo: “Aunque tus estudios te<br />

aparten, aunque te alejes, nunca podrás olvidarlas”. (14) Un clima extremo, los <strong>de</strong>sastres naturales<br />

permanentes influyen sobre los hombres. Una violencia congénita, el sentido <strong>de</strong>l honor, la venganza los<br />

impulsa a pelear. Los combates son épicos: El Caucano es a la vez el más conocido y el más misterioso <strong>de</strong>l<br />

lugar. Por la Sonámbula se arma un duelo: “Un segundo que pasa son cien choques incendiarios. Crecen en<br />

estatura los rivales, ya dioses primitivos brutales y rencorosos”. (15) Pero ya sabe Bernardo que un hombre<br />

tiene medias tintas. El Caucano es generoso, valiente, aceptaría per<strong>de</strong>r la vida cuando se requiere: “Y con el<br />

pequeño protegido por su fuerte brazo, se mete a través <strong>de</strong>l río salido <strong>de</strong> madre, sin miedo a la muerte”.


Libro <strong>de</strong> heroísmo, <strong>de</strong> seres buenos como Rogelia y Abraham. Es notable la observación <strong>de</strong> la vejez o<br />

“<strong>de</strong>sadaptación”, la lentitud <strong>de</strong> los movimientos, la pereza que prece<strong>de</strong>n la muerte. Vejez <strong>de</strong> los padres y<br />

vejez <strong>de</strong> la casa abandonada.<br />

Recuerdos y realidad se mezclan en esa provincia. A las veladas asisten siempre los espantos: El<br />

Patas, la Llorona, la Patasola, el espanto <strong>de</strong> la guaca, el hombre-gorila. Se cuenta la leyenda <strong>de</strong>l Indio<br />

Desterrado, surge la Laguna Encantada, los cuentos infantiles<br />

Sebastián <strong>de</strong> las Gracias, El caballo <strong>de</strong> los siete colores. Los relatos toman proporciones fantásticas,<br />

exageran “como buenos paisas”. No podían faltar las coplas <strong>de</strong>l Poeta, el trovador, la música <strong>de</strong> los boleros,<br />

bambucos, pasillos y guabina. Des<strong>de</strong> un principio Manuel Mejía Vallejo muestra un conocimiento extenso <strong>de</strong><br />

su entorno: orquí<strong>de</strong>as, claveles, pensamientos, hortensias, rosas. Tomarán luego un significado particular<br />

para Isabel <strong>de</strong> La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas (16), traducirán los secretos <strong>de</strong>l amor. La ceiba, el yarumo; las<br />

moras, guayabas, piñuelas, mortiños, matandreas, madroños, la fauna con sus carriquíes, loros, carpinteros,<br />

soleda<strong>de</strong>s, gurrias, gavilanes, turpiales, sinsontes y toches cantan “el lenguaje <strong>de</strong>l monte”. (17) Corren por<br />

esos lugares y por el libro los armadillos, conejos, ardillas, perros <strong>de</strong> monte, cusumbos y venados; perros<br />

como Robachol y Terrible, caballos y yeguas como La Colorada, El Carey, La Imperia. Aroma <strong>de</strong> la leña en los<br />

frisoles petacos o comunes con plátano, arepa, mazamorra y café; en Navidad: la natilla, el quesito, los<br />

buñuelos <strong>de</strong> maíz capio. La tierra éramos nosotros es olorosa a fogón <strong>de</strong> leña y sabe a campo.<br />

Implica para el escritor un largo trabajo <strong>de</strong> apuntes. Unas formas vienen <strong>de</strong> arcaísmos: enantes,<br />

entuavía, en estico, otras son adaptaciones fonéticas (se busca siempre el menor esfuerzo): Nu-hay-di-otra,<br />

gediundo, li-arrebanó la cabeza, al filo di-oración. Se crean palabras o se les cambia el sentido: el<br />

bastimento, sí era curiosa, arriscadiña, el forástico, penamenta...<br />

Manuel Mejía Vallejo fue, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio, un estudioso <strong>de</strong>l lenguaje y un maestro <strong>de</strong>l diálogo.<br />

Existe soltura, naturalidad <strong>de</strong> la forma. Otros aspectos son la reflexión filosófica y la poesía. Bernardo<br />

observa a Abraham: “La lluvia <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> lo hace meter en su yo más hondo”. (18) Lo sigue y luego se<br />

sienta a su lado: “Sólo se oye el murmurar <strong>de</strong>l monte y <strong>de</strong> la hierba y el eco sordo <strong>de</strong>l río. Y algún ladrido <strong>de</strong><br />

perro supersticioso, allá lejos, tendido contra las montañas”. (19) Poesía <strong>de</strong>l beso <strong>de</strong> Bernardo, sugerido en<br />

una exclamación <strong>de</strong> Clara, así como el hijo sólo se refleja en los ojos <strong>de</strong> la Caucanita. Poesía don<strong>de</strong> fluye el<br />

tiempo. Veinte años y tan cerca <strong>de</strong> lo que se va y muere: “Los días se <strong>de</strong>slizan sobre nuestras vidas<br />

tranquilas hasta caer en el vacío <strong>de</strong>l tiempo”.


Bernardo se queja <strong>de</strong> la imprecisión <strong>de</strong> su ruta, sin embargo la presiente: “América necesita<br />

novelistas <strong>de</strong> su tierra y <strong>de</strong> sus hombres, y tal vez pueda llegar a ser uno <strong>de</strong> ellos”. (20) Y lo fue.<br />

Manuel Mejía Vallejo se traslada a Me<strong>de</strong>llín en 1938, sale para Bogotá en viaje iniciático, acu<strong>de</strong> a<br />

tertulias y al volver empren<strong>de</strong> una labor social al fundar La Casa De la Cultura <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín y 28 bibliotecas en<br />

los barrios. Generación equivalente a la “Generación perdida”. Existió en toda época, en todo país, gracias a<br />

la rebeldía <strong>de</strong> los menores <strong>de</strong> treinta años. Tertuliano <strong>de</strong> Guayaquil, profesor, colaborador <strong>de</strong>l periódico<br />

liberal, El Sol, camina lenta pero seguramente hacia el exilio. Su cargo <strong>de</strong> Secretario <strong>de</strong> Auditoria <strong>de</strong> la<br />

Contraloría Departamental <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín se le cancela por supuesta “participación en disturbios contra el or<strong>de</strong>n<br />

público”. Era el 9 <strong>de</strong> Abril <strong>de</strong> 1948.<br />

Las amenazas <strong>de</strong> muerte, las traiciones significaban el <strong>de</strong>stierro obligatorio. El exilio es una palabra<br />

que se pronuncia y mágicamente empequeñece la vida. A Manuel Mejía Vallejo se la amplia. Adquiere una<br />

visión más universal <strong>de</strong>l mundo.<br />

Viaja a Venezuela en 1950 y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar una prueba <strong>de</strong> redacción sobre tres temas: el cultivo<br />

<strong>de</strong>l trigo, la presunta nacionalización <strong>de</strong>l petróleo y un tema libre, se salva con un comentario sobre la obra<br />

<strong>de</strong> Rómulo Gallegos y el periódico “Diario <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte” lo contrata. Lo encargan <strong>de</strong> escribir dos columnas<br />

diarias que titulará “Tono menor” y “Trigo <strong>de</strong>l buen costal” tal vez en recuerdo <strong>de</strong> la primera prueba. Es<br />

extranjero y no pue<strong>de</strong> firmar con su nombre. Escoge los seudónimos: Naután y Candil (símbolo <strong>de</strong> luz). Le<br />

confían a<strong>de</strong>más los editoriales, lo que le vale al Director Rodolfo Aubert numerosas entradas a la cárcel y la<br />

fama inmerecida <strong>de</strong> héroe.<br />

Sus viajes por Venezuela, sus reportajes le confirman la miserable situación <strong>de</strong>l campesino y <strong>de</strong>l<br />

indio. Es una época <strong>de</strong> intensa creación: la novela El hombre vegetal (21), titulada también Humo <strong>de</strong> leña<br />

ver<strong>de</strong> nunca satisfizo a su autor, sin embargo, le sirvió <strong>de</strong> prueba, no la <strong>de</strong>sechó y varios capítulos se<br />

publicaron en periódicos. Los cuentos para los cuales siempre tuvo la concisión necesaria, el manejo <strong>de</strong> la<br />

tensión dramática ganan premios en Venezuela, en México, y en El Salvador. La Guitarra (22) escrito en<br />

1951, en Maracaibo, hacía parte <strong>de</strong> aquella novela. Fue tercer premio <strong>de</strong>l VII Concurso Anual <strong>de</strong> Cuento en<br />

Caracas. El texto reúne los temas <strong>de</strong> su preocupación: la tierra, la sequía, el hambre, el perro aguantador y<br />

comprensivo, la pobreza que obliga a ven<strong>de</strong>r lo que más se quiere y que para otro no vale nada, el amor


entre dos personas ya <strong>de</strong> edad, relación evocada a media palabra, con pausas en las cuales se adivina una<br />

fuerza represada. La repetición “Vea si ocurren cosas” da el ritmo. La guitarra ya no es un instrumento<br />

solamente, es compañera, es como la tierra, duele ven<strong>de</strong>rla. Trabajo <strong>de</strong>l campesino <strong>de</strong> sol a sol para nada.<br />

“Aquella tar<strong>de</strong> llovía”. La lluvia, los retoños, el hijo. Existe siempre en su obra un sentimiento <strong>de</strong> ternura, <strong>de</strong><br />

compasión para esas madres hambrientas, sin alimento para el recién nacido y la fragilidad <strong>de</strong>l pequeño, su<br />

<strong>de</strong>samparo. Nos recuerda los cuadros <strong>de</strong> Picasso: “Madre e hijo” (1904) dibujado al lápiz sobre un papel<br />

crema, “La familia <strong>de</strong>l acróbata con un mico” (1905). La maternidad ocupa un lugar <strong>de</strong> importancia. El<br />

principio <strong>de</strong>l cuento La guitarra: “La miseria toma forma <strong>de</strong> un viejo recostado contra la puerta, <strong>de</strong> un perro<br />

en el suelo <strong>de</strong> tierra apisonada”. (23) Podría ilustrarse con otros dibujos <strong>de</strong> Picasso. Al arte <strong>de</strong>l trazo se une<br />

el arte <strong>de</strong>l lenguaje, la frase precisa, la palabra exacta. El cuento es <strong>de</strong> pocos diálogos, los esenciales. Los<br />

interrumpen las reflexiones <strong>de</strong>l autor sobre el abandono <strong>de</strong>l hijo - la tierra no sirve- el espejismo <strong>de</strong> la vida<br />

mo<strong>de</strong>rna, <strong>de</strong>l dinero “porque en las ciuda<strong>de</strong>s había fábricas, porque el petróleo llamaba con voz<br />

tentacular”.(24) La profunda tristeza <strong>de</strong> tener que irse: “Todo se estaba yendo” Son personajes solos,<br />

resignados, ya muertos antes <strong>de</strong> tiempo: “Fuiste un gran perro, Amarillo - pronuncia como si escribiera en<br />

una lápida -. Yo también fui un hombre...” (25)<br />

El Milagro, también <strong>de</strong> 1951, fue premiado en el VI Concurso anual <strong>de</strong> Cuento, en Caracas. La<br />

progresión es casi insostenible, rítmica: el tiempo marcado por las campanadas aumenta la tensión. Una<br />

familia, sin padre, “la miseria hereditaria...” (26) El texto se divi<strong>de</strong> en tres partes, la última acelerada hacia el<br />

<strong>de</strong>senlace. No existe otra solución que robar. “Jamás me pregunte cómo fue el milagro”. A los trece años “su<br />

vida <strong>de</strong> hombre ha comenzado”.<br />

Pero Venezuela ya no es un refugio seguro. Es la época <strong>de</strong> dictadura <strong>de</strong> Marcos Pérez Jiménez. En<br />

diciembre <strong>de</strong> 1952, lo expulsan y regresa a Colombia. Aquí el 6 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong>l mismo año incendian las<br />

se<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los periódicos liberales “El Tiempo” y “El Espectador”. Sale en marzo <strong>de</strong> 1953 con una<br />

corresponsalía <strong>de</strong> “El Espectador”. Es la época <strong>de</strong>l General Rojas Pinilla. Viaja a Panamá, Costa Rica, San<br />

Salvador. Se quedará en este último país, todavía vivible bajo el gobierno <strong>de</strong> Jacobo Arbenz.<br />

Encuentra trabajo en el periódico “El Imparcial”, fundado por Porfirio Barba-Jacob en 1922. Se<br />

quedará hasta 1954. Escribe más <strong>de</strong> diecisiete artículos, profundiza sus conocimientos acerca <strong>de</strong> la cultura<br />

precolombina y empieza un trabajo sobre Porfirio Barba-Jacob <strong>de</strong> quien diría “yo lo quise <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la infancia”.


Es amigo <strong>de</strong> Miguel Angel Asturias, visita las ruinas <strong>de</strong> Petén en compañía <strong>de</strong> Paul Rivet y Henri<br />

Lehmann , el arqueólogo, quienes reviven con sus observaciones los ritos antiguos y sangrientos. Sus<br />

corresponsalías para el periódico “El Espectador”, fechadas <strong>de</strong> 1954, originarias <strong>de</strong> Guatemala, muestran el<br />

interés que se concretaría en investigación apoyada por las lecturas <strong>de</strong> textos antiguos. El texto “Oraciones<br />

<strong>de</strong>l maíz” analiza las costumbres <strong>de</strong> los antiguos Mayas y Quichés, sus culturas, la religiosidad que exigía el<br />

sacrificio humano, su conversión y la extraña mezcla <strong>de</strong> cultos, ya que nunca <strong>de</strong>sapareció la primera<br />

creencia. Cita la crucifixión real – ahora prohibida - <strong>de</strong>l hombre que representa a Jesús, las oraciones cuando<br />

el indio inicia una fase <strong>de</strong> su vida, el génesis y la formación <strong>de</strong> la primera madre y padre <strong>de</strong> maíz amarillo, los<br />

rituales <strong>de</strong> la siembra, las palabras pronunciadas en quechua, plegaria que “encierra todo el sentimiento <strong>de</strong><br />

una raza, todo el grandioso misticismo panteísta <strong>de</strong>l indio aferrado a la huerta y a la milpa carne <strong>de</strong> su<br />

carne”. Nos transmite una oración escuchada en una iglesia: “Que el ladino no la codicie [la cosecha] y que<br />

el tecuazín y el mapache no la vean ni la huelan mientras florezca el elote; que el maldito cuatrojos no riegue<br />

sobre mis tierras semilla <strong>de</strong> xiloj y que los granos <strong>de</strong> la mazorca sean apretados y limpios como dientes <strong>de</strong><br />

mujer nueva... si todo sale bien, me comprometo formalmente a llevar una gallina ponedora para el señor<br />

cura, y una can<strong>de</strong>la serenada tres noches para vos, como madre que sos <strong>de</strong> mi pueblo y <strong>de</strong> mi gente.” Y<br />

sigue la oración entre amenazas y promesas. Alu<strong>de</strong> a la protección <strong>de</strong> los santos y que “alejen con el viento<br />

el chapulín, que come sin haber trabajado nunca.” El maíz es un don <strong>de</strong> los dioses y “ha servido <strong>de</strong> puente<br />

<strong>de</strong> unión entre el hombre y el infinito, entre la tierra y los dioses <strong>de</strong>l panteón indio.” Carlos Wyld Ospina,<br />

Leonhard Schultze Jena, Fray Bernardino <strong>de</strong> Sahagún, Carlos Samayoa Chinchilla, Fray Diego <strong>de</strong> Landa,<br />

Mariano Picón Salas, fueron sus lecturas <strong>de</strong> apoyo para este artículo. Otro <strong>de</strong> la misma fecha “Profecías<br />

indígenas”, muestra el estado <strong>de</strong> ánimo en que se encontraba el indio, y su reacción frente al modo <strong>de</strong> vivir y<br />

<strong>de</strong> concebir las cosas que habría <strong>de</strong> imponérsele. “La caída <strong>de</strong> una cometa, fuego en el cielo, una voz <strong>de</strong><br />

mujer <strong>de</strong> noche, en el aire, monstruos que <strong>de</strong>saparecían hablaban <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> los invasores”. Luego<br />

sigue la <strong>de</strong>rrota. “Pero en ese <strong>de</strong>sconcierto abrumador no podía terminar para el indio con su <strong>de</strong>rrota. Aún<br />

ahora, reacio a la nueva cultura y a los nuevos hombres entre los cuales ha <strong>de</strong> vivir, da la impresión <strong>de</strong><br />

escuchar continuamente la voz <strong>de</strong> que les habló la profecía angustiada:<br />

- “¡ Oh, hijos míos, ya nos perdimos! Oh, hijos míos, a dón<strong>de</strong> os llevaré”.<br />

En 1970 un manuscrito <strong>de</strong> cuentos fue enviado al Concurso <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> las Américas. Se titulaba<br />

Los abuelos <strong>de</strong> cara blanca y contenía entre otros un texto “Que <strong>de</strong>spierten sus sueños”, punto <strong>de</strong> partida<br />

<strong>de</strong> una novela que primero tendría ese título, luego tomaría el <strong>de</strong>l manuscrito. Hace parte <strong>de</strong> ese camino


ecorrido en Centroamérica. En otra “Advertencia inútil”, tan útil al lector como una guía <strong>de</strong> viaje, Manuel<br />

Mejía Vallejo precisa: “La amistad con otras culturas me fue resaltando la importancia <strong>de</strong> lo indígena, su<br />

originalidad y trascen<strong>de</strong>ncia, aunque alguna vez en Guatemala Miguel Angel Asturias me reiterara lo difícil que<br />

resultaba para un escritor más o menos mestizo captar ese mundo y sus rasgos esenciales, con tan<br />

diferentes enfoques y tan opuestas maneras <strong>de</strong> concebir el más acá y el más allá <strong>de</strong> su vida cotidiana y <strong>de</strong> su<br />

otra vida, don<strong>de</strong> aguardan los muertos, los antepasados, los abuelos <strong>de</strong> cara blanca”.<br />

Como Nam Yavarí nacemos en este libro. Tal vez Dios soñó y así creó el mundo. Algunos sugieren<br />

que el sueño le salió mal y se convirtió en pesadilla. Sin embargo aquí el <strong>de</strong> Nam Yavarí salió bien. Pregunta y<br />

reflexión sobre la aparición <strong>de</strong> la luz, <strong>de</strong>l río, <strong>de</strong> la noche, <strong>de</strong>l lugar <strong>de</strong> encuentro “inventado” y <strong>de</strong>l amor,<br />

también principio <strong>de</strong>l mundo. Delica<strong>de</strong>za, sugerencia, visión <strong>de</strong> un niño que no tiene respuestas científicas<br />

sino poéticas. Antel está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> toda cosa como lo fueron los fundadores míticos: Quetzacoatl, Bochica y<br />

otros hombres blancos y barbudos, Maestros venidos al mismo tiempo cuya <strong>de</strong>saparición fue misterio. “Nadie<br />

como él para enseñar las artes <strong>de</strong> los tejidos”, “Nadie como él para enseñar la alfarería” (27). Aquí la<br />

creación la hace la palabra. Es la magia que encierra. Nam Yavarí balbucea, <strong>de</strong>scubre. El lector también.<br />

Descubre a través <strong>de</strong> la paciente recolección <strong>de</strong> datos <strong>de</strong> tribus indígenas y sus mitologías. Este es el trabajo<br />

<strong>de</strong> construcción, transparente como la pirámi<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Louvre. Indios Páez, Katíos tímidamente, con la voz<br />

apagada, van diciendo lo suyo: “La luna, hermana <strong>de</strong>l sol, cuida a los hombres cuando el sol <strong>de</strong>scansa”. (28)<br />

Es un concierto <strong>de</strong> voces antiguas que se unen y forman el mundo con sus diversas tonalida<strong>de</strong>s. Es oración,<br />

es poesía pura que se sostiene durante doscientas sesenta y tres páginas. Es la Biblia <strong>de</strong>l continente<br />

americano, <strong>de</strong> los ancestros con sus leyes, sus pensamientos filosóficos, sus fábulas, el conocimiento <strong>de</strong> la<br />

muerte: “No dos veces se vive, y saberlo es ignorarlo”, el bautizo al nombrar, los relatos extensos <strong>de</strong> las<br />

leyendas Cherokee, mejicana, Katío - acerca <strong>de</strong> la lumbre -: “...se la ponía <strong>de</strong> noche en los ojos para ver más<br />

lejos”(el lagarto Baicamia), las bebidas rituales, la siembra <strong>de</strong>l algodón. Luego llega Juan Paramuno,<br />

transición al hombre americano, se diversifican los dioses: <strong>de</strong>l bien, <strong>de</strong>l mal, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> paraíso en los Pieles<br />

Rojas, <strong>de</strong>l Guajiro, <strong>de</strong>l Kogui, la leyenda <strong>de</strong>l Zipa y la doncella china. Se intercalan poemas Nahualt, <strong>de</strong> los<br />

indios Paeces, las danzas, canciones <strong>de</strong> cuna <strong>de</strong> una mujer guaraní, ritos <strong>de</strong> embriaguez sagrada, una<br />

pequeña oración: “¡Oh tierra, a tu hijo, el inca, tenlo encima <strong>de</strong> ti quieto y pacífico!” (29) En toda Biblia no<br />

pue<strong>de</strong> faltar normas ni organización <strong>de</strong>l pueblo. Aquí los oficios a través <strong>de</strong> las culturas, el alfabeto <strong>de</strong>l quipu,<br />

la enseñanza <strong>de</strong> la agricultura, los utensilios, el conocimiento <strong>de</strong> los árboles y <strong>de</strong> las plantas para la<br />

medicina, la pesca, la música también oficio, los instrumentos: “Sin la música se dislocaría el mundo”. Aña<strong>de</strong>:<br />

“Como el mundo era ritmo, todos los ritmos posibles se basaban en la música”. Pero llega el tiempo <strong>de</strong> la


conquista. “Castrar al sol” a eso vinieron los Dzules. Es la fatalidad, nadie escapará. El engaño, la esperanza<br />

<strong>de</strong> que esos dioses serán buenos. La evangelización y sus extravíos. La exterminación y el suicidio. Pero El<br />

Kogui <strong>de</strong>tiene la última palabra: “Sólo podremos vivir si el recuerdo <strong>de</strong> quienes nos sigan es un recuerdo<br />

leal”. Así fue el <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo. Dio una segunda vida a esos pueblos que se resisten a morir, viven a<br />

escondidas con sus dioses, sus verda<strong>de</strong>s.<br />

El camino <strong>de</strong> Guatemala no llevó directamente a Los abuelos <strong>de</strong> cara blanca, se <strong>de</strong>tuvo en un<br />

páramo <strong>de</strong>l Suroeste <strong>de</strong> <strong>Antioquia</strong> primero. Las criaturas y la flora fantástica <strong>de</strong> Las noches <strong>de</strong> la vigilia (30)<br />

pertenecen a ese mismo mundo Los indígenas viven ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> regiones <strong>de</strong>sconocidas, habitadas por<br />

muertos, animales que se transforman en hombres o viceversa, por la noche y los temibles fenómenos<br />

naturales. Imaginarlos, hablar <strong>de</strong> ellos es conjurarlos, hacerlos entrar a su círculo familiar, luego a la memoria<br />

ancestral. Es también interrogarse sobre la creación, las faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre. No es extraño entonces el<br />

relato <strong>de</strong> los Andoques (31) “La búsqueda <strong>de</strong>l sueño”. A la abuelita, doña Sueño, madre <strong>de</strong>l sueño y <strong>de</strong> la<br />

noche, Garza-<strong>de</strong>-centro manda al murciélago Noé y a su hermano Ose a buscar el sueño:<br />

- ¡ Abuelita, abuelita, abuelita, abuelita! Y nada que se levantaba. Le golpearon la rodilla con la<br />

coca. Ahí sí contestó: “¿Qué fue mis hijos ¿Qué quieren” Ellos le preguntan si hay sueño y ella<br />

contesta: “Sí, mis hijos, hay sueño. Pero ¿en qué se lo van a llevar - Traemos una hoja <strong>de</strong> una<br />

mata, larguita y tiesa”. Ella cogió el sueño <strong>de</strong>l párpado <strong>de</strong>recho, y luego <strong>de</strong>l párpado izquierdo. Lo<br />

echó en la hoja y la dobló. Se la pasó a ellos y les dijo: “¿Cuál será ese hombre que no duerme<br />

Rompa la pared <strong>de</strong> su maloca por la parte <strong>de</strong> atrás y por la otra parte sóplenle en la nuca para que<br />

le llegue el sueño. Al rato comenzará a bostezar: entonces sí suelta la hoja”.<br />

Luego los murciélagos curiosos abren el paquete, caen dormidos y:<br />

“El sueño se volvió a don<strong>de</strong> doña Sueño, a don<strong>de</strong> su mamá”.<br />

Uno se pue<strong>de</strong> enterar, también, así por casualidad, <strong>de</strong> alguien que capturó el viento y lo tuvo en una<br />

jaula o <strong>de</strong> otro que amarró el sol en el cielo con una llama para que no termine el día. ¿Y no les han contado<br />

<strong>de</strong> un padre que tenía la noche en su casa para que no se perdieran las cosas o <strong>de</strong> un caballo que se volvía<br />

chiquito cuando lo miraba un niño Y la conclusión frente al fuego: “Como lo sé te lo conté; lo que contaba mi<br />

abuelito te lo conté. Esto que hablé, mi abuelito me lo contó”.


Esos relatos son <strong>de</strong>l dominio <strong>de</strong> los sueños. Lo son también Las noches <strong>de</strong> la vigilia (32). “en ceniza <strong>de</strong><br />

la noche” existe algo, no se sabe lo que no es. Algo tímido, <strong>de</strong>licado que: “Pequeño aún, arrimaba a los<br />

niños dormidos para sorber las figuras que en el sueño ensayaban los primeros balbuceos <strong>de</strong> otro Más Allá”.<br />

En “El galope” Lucía se preocupa: “De pronto el galope se me pasa al sueño”. Y la respuesta al temor<br />

infantil: “No hacen daño en el sueño los cascos <strong>de</strong> los caballos amigos”. Las tierras <strong>de</strong>l sueño son la<br />

prolongación <strong>de</strong> éstas, tan peligrosas como ellas. Pero ahí crecen “árboles inusitados” leves indicios que las<br />

diferencian. En “Sangre para un sueño” ocurre lo que se sueña. Pue<strong>de</strong> ser la muerte. “El sueño <strong>de</strong> la<br />

pesadilla” es también la lucha contra la realización <strong>de</strong>l sueño. Los seres que allí aparecen son solitarios, en<br />

un mundo <strong>de</strong> transición hacia el Apocalipsis. Pueblos <strong>de</strong> niebla don<strong>de</strong> existieron, tiempo atrás, cazadores<br />

“alucinados”. En varios cuentos se encuentran habitantes <strong>de</strong> otros libros: Roberto, Lucía, Medardo. Los<br />

caminos se cruzan. Los lugares comunes sirven también para el juego: “Me coge la noche”, “cayó la noche”<br />

Los espejos permiten el paso a la otra realidad. Fueron siempre la preocupación <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo y<br />

todos son cambiantes, <strong>de</strong> mil interpretaciones. Ese páramo alberga unas vidas <strong>de</strong> nombres sonoros y<br />

bailarines: Nua-nuas, girándulas, bisabisanes, la planta que no se nombra, zumba-zumbas, lucífagos,<br />

noctivágulos, montados en un tío-vivo <strong>de</strong> colores que nunca se <strong>de</strong>tiene. El tiempo es una presencia<br />

cambiante también: tiene vida propia, el reloj que lo representa se <strong>de</strong>tiene a su antojo “No soportaba el peso<br />

<strong>de</strong>l tiempo”, se rebela contra él pero la muerte que tiene un reloj que sí da la hora siempre está a tiempo.<br />

Ese libro es una reflexión sobre la suerte humana, su <strong>de</strong>sesperación, su soledad.<br />

En Guatemala Manuel Mejía Vallejo anduvo en busca <strong>de</strong> Porfirio Barba-Jacob. Eran seres afines. Cuando<br />

se exalta recita sus poemas. Se han sentado ambos junto a la muerte, saben <strong>de</strong> la soledad, <strong>de</strong> las injusticias,<br />

<strong>de</strong> los golpes duros <strong>de</strong> la envidia. Por “feroces odios <strong>de</strong> la política” Porfirio Barba-Jacob tuvo que salir <strong>de</strong><br />

Méjico, (33) Rafael Arrebola Martínez presenta a Ricardo Arenales en 1922:”Hay que hacer suave la estancia<br />

<strong>de</strong> ese gran atormentado entre nosotros. Él estará pocos meses aquí. Va huyendo <strong>de</strong> sí mismo y no pue<strong>de</strong><br />

estar mucho tiempo en ninguna parte... Él cae; cae por muchos lados. Le pesan <strong>de</strong>masiado el corazón y la<br />

cabeza”. Podría estar hablando <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo. Las entrevistas fueron numerosas, el libro El hombre<br />

que parecía un fantasma (34) fue publicado en 1984. Una parte es el trabajo periodístico muy profesional:<br />

Barba-Jacob visto por Rafael Arrebola Martínez y ese último visto por Manuel Mejía Vallejo. Un espejo <strong>de</strong> tres<br />

lunas. Los diálogos dan fuerza y vida a esos encuentros. El sentido <strong>de</strong>l humor siempre presente, que tal vez<br />

va con el sentido <strong>de</strong> la muerte. Otra parte es el final <strong>de</strong> ese libro: “¿Quién fue Barba-Jacob Un<br />

revolucionario. Un loco. Un amoral. ‘ Después un viento, un viento, un viento y en ese viento mi alarido’”.


Luego prosigue: “Soledad. Muerte. Grito. Errancia. Sensualidad. Ceniza. Pasmo. Azul. Estrella. Pavor. Eso y<br />

nada. Un hombre”. Y termina: “Fue un poeta”.<br />

Los países inestables centroamericanos dan a la vida <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo esa forma andariega.<br />

El 27 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1954, golpe <strong>de</strong> estado en Guatemala. Ser periodista y <strong>de</strong>cir lo que se piensa equivale a la<br />

<strong>de</strong>portación. De Honduras vuelve a Guatemala clan<strong>de</strong>stinamente, se sostiene gracias al póker durante meses.<br />

Los cuentos se suce<strong>de</strong>n, los premios igualmente. En particular Tiempo <strong>de</strong> sequía (35) una obra concisa, con<br />

las preguntas primordiales:” Diga, Carmela, ¿vivir será obligación” Un hombre, una mujer, un niño. La<br />

sequía, el hambre, la muerte. Parquedad <strong>de</strong> los diálogos. Tres elementos que faltan: agua, leche, comida. El<br />

apego a la tierra por muy seca que esté:” ...tierra <strong>de</strong>scascarada al mudar pellejo”. El progreso dramático,<br />

implacable hacia el final. Una tragedia que podría ser griega, el <strong>de</strong>stino está al acecho, se saldrá con la suya.<br />

El Salvador acoge al escritor <strong>de</strong> 1954 a 1955. Obtiene un puesto <strong>de</strong> redactor en “El Diario <strong>de</strong> Hoy”<br />

y en “Prensa Libre”. Los seudónimos son los mismos. Empieza una segunda novela Al pie <strong>de</strong> la ciudad, (36)<br />

segundo premio en el Concurso <strong>de</strong> la Editorial Losada <strong>de</strong> Buenos Aires, Argentina. Como sus cuentos<br />

contiene, implícita, una <strong>de</strong>nuncia social. En Colombia le aconsejaron que no siguiera ese camino porque<br />

estaría vetado. Esto <strong>de</strong>muestra la fuerza <strong>de</strong> la escritura, y también la confusión que existe entre el sentido <strong>de</strong><br />

justicia social y la inmediata clasificación <strong>de</strong> comunista.<br />

Esta novela no fue escrita a partir <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong> San Salvador. La traía consigo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Colombia.<br />

Ni tampoco fue novela primero sino cuento. Manuel Mejía Vallejo ha sido siempre malabarista <strong>de</strong> las formas:<br />

El día señalado (37) fue primero novela, luego cuento “La venganza”.<br />

Los campesinos llegan a la ciudad luego <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r sus tierras. Esta se compone <strong>de</strong> la parte alta y<br />

<strong>de</strong> los Barrancos. El protagonista es el niño <strong>de</strong> la cabra. El narrador tendrá está cualidad <strong>de</strong> voz entre voces,<br />

no es omnipotente. Da una impresión <strong>de</strong> multitud que se expresa, sin que sus componentes pierdan su<br />

carácter original. La novela se divi<strong>de</strong> en tres partes, el autor prefiere a menudo ese equilibrio.<br />

Des<strong>de</strong> un principio es <strong>de</strong>sgarradora, sabe a campo perdido. Descripción <strong>de</strong>l trabajo, <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>sconfianza <strong>de</strong> los compradores, <strong>de</strong> la resignación, hasta <strong>de</strong>l agra<strong>de</strong>cimiento por darles ese poquito: “Labor<br />

dura y honrada”. (38) La cabra es un lazo con el campo abandonado. La niñez conmovedora con un Papá<br />

Noel, algunas ilusiones. La vida en los Barrancos es sencilla, sin escuela, sin <strong>de</strong>rechos. La muerte es cercana,


la <strong>de</strong>l cabrito, la <strong>de</strong> la muñeca. A los adultos: “La miseria se les hace natural, la <strong>de</strong>sigualdad les parece<br />

lógica”. Pasan los políticos, sus campañas y sus engaños, se intercalan los juegos infantiles, el circo - teatro<br />

<strong>de</strong> los pobres- las cometas, la vejez, los recuerdos perdidos en la locura. Bien clara está la <strong>de</strong>nuncia en el<br />

<strong>de</strong>salojo <strong>de</strong> los Barrancos, en la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> los ranchos por la policía y la muerte <strong>de</strong> Perucho. De parte y<br />

parte salen los tiros: “¿Cómo es un muerto”, “¿La muerte duele” , “¿Cómo es el alma” - pregunta la niña.<br />

Los piperos, los marihuaneros en las lomas, el asombro <strong>de</strong>l niño: “¿Y no quema”. El niño, sin nombre.<br />

Cualquier niño y todos ellos. También los amores, los celos, Luicho el héroe. Y siempre la soledad: “Esto es<br />

soledad: no tener con quien hablar sino con el hijo que se lleva en el vientre”. (39) La escena <strong>de</strong> pesadilla <strong>de</strong><br />

los niños que quieren la leche <strong>de</strong>l recién nacido y estarían listos para matarlo y abalanzarse sobre Amalia.<br />

Vuelve al recuerdo la película <strong>de</strong> Buñuel “Los olvidados”. Impotencia frente a la crueldad y la injusticia.<br />

Interviene el autor-periodista <strong>de</strong> “El Público”, la historia <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> otra. “¿Quieres hablar <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>sorganización social Te ponen <strong>de</strong> patitas en la calle. “La amarga verdad:” Y para subsistir, su periódico<br />

tuvo que <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser libre... “En la parte alta, otras injusticias, el hijo que tuvo Amalia <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> la casa. Sin<br />

consecuencias. Un doctor Arenas, débil, preocupado por los informes que <strong>de</strong>berá cambiar por culpa <strong>de</strong> los<br />

heridos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>rrumbe. La dureza y falsa conmiseración <strong>de</strong> la señora, la mimetización <strong>de</strong> la empleada María<br />

con sus patrones. La soledad a dos en ese matrimonio. La bajeza para guardar un cargo. Finalmente la<br />

ciudad y los Barrancos influyen el uno sobre el otro. La confrontación lleva a un examen <strong>de</strong> conciencia <strong>de</strong><br />

cada uno que podría ser motivo <strong>de</strong> suicidio. En esa novela, un proceso cinematográfico: imágenes <strong>de</strong> dos<br />

hechos simultáneos: la muerte <strong>de</strong>l Doctor Arenas y la máquina <strong>de</strong>l periodista que cuenta la historia <strong>de</strong> los<br />

habitantes <strong>de</strong> los Barrancos. Se acerca el final, la ciudad atropella a la gente, a la cabra:” Nada ha pasado.<br />

Circulen.” (40) El último <strong>de</strong>salojo <strong>de</strong> los Barrancos coinci<strong>de</strong> con el <strong>de</strong>salojo <strong>de</strong>l periodista <strong>de</strong>l periódico, <strong>de</strong> su<br />

tranquilidad. El niño “ Muy pronto apren<strong>de</strong>rá a odiar. A batallar. A vivir.” Será un hombre.<br />

Años más tar<strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo publicará Las muertes ajenas, va por el mismo camino, el <strong>de</strong>l<br />

sufrimiento <strong>de</strong> la injusticia social. El periodismo ha sido crucial en su vida. Es testigo no solamente presencial<br />

sino activo. Denuncia. Sin per<strong>de</strong>r el sentido <strong>de</strong> la poesía, el calor humano hacia el <strong>de</strong>sposeído. Sin tono<br />

lastimero, el que odia tanto.<br />

Vuelve a Colombia y en diciembre <strong>de</strong> 1957 es nombrado Director <strong>de</strong> la Imprenta Departamental en<br />

Me<strong>de</strong>llín. La Colección <strong>de</strong> Autores Antioqueños revive y se enfrenta a polémicas, en particular por la<br />

publicación <strong>de</strong> dos obras <strong>de</strong> Gonzalo Arango: HK-111 y Nada bajo el cielo raso”. Dirige el Primer Festival <strong>de</strong>l<br />

Libro Antioqueño, un éxito cuyo resultado es la publicación <strong>de</strong> diez autores representativos <strong>de</strong> la literatura <strong>de</strong>


esta región. Una época activa en la creación <strong>de</strong> grupos y la edición <strong>de</strong> libros, en particular la que se hacía<br />

con papel sobrante <strong>de</strong> la Imprenta Departamental y cuya colección llevará ese nombre. Son diez obras más<br />

que se entregan al público. Luego Manuel Mejía Vallejo es nombrado Director <strong>de</strong> la emisora cultural y <strong>de</strong> la<br />

imprenta <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> <strong>Antioquia</strong>. En ese mismo año <strong>de</strong> 1963 gana el Premio Eugenio Nadal por su<br />

novela El día señalado y sale para España.<br />

El día señalado fue la consagración <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo como escritor. Siempre se aprecia más<br />

lo que fue elogiado fuera <strong>de</strong> Colombia. Un tema recurrente: la búsqueda <strong>de</strong>l padre y el viaje iniciático hacia un<br />

encuentro consigo mismo. El segundo eje sería la violencia. El cuento “Aquí yace alguien” es el primer<br />

prólogo. (41) Una lápida y “Entre las dos fechas hubo una vida sin importancia”. Siempre el absurdo, José<br />

Miguel cae al lado <strong>de</strong> los guerrilleros sin ser uno <strong>de</strong> ellos. “El sólo fue a buscar su caballo”. Se vuelve el<br />

símbolo <strong>de</strong>l guerrillero asesinado por los soldados. Tres partes conforman la novela. En la primera llega el<br />

padre Barrios. Una llegada cinematográfica – imagen y sonido-: “El enterrador oyó ruido <strong>de</strong> cascos contra<br />

los filones <strong>de</strong> lava. Después vio una mula y sobre la mula un hombre. El hombre era un sacerdote”. Tambo,<br />

nombre que suena a Africa. Tres fuerzas: el calor, el volcán, el tambor. Tres po<strong>de</strong>res: civil, militar y <strong>de</strong> la<br />

guerrilla. Se intercalan regularmente las dos historias: el forastero en busca <strong>de</strong> su padre para matarlo (relato<br />

en primera persona) y la vida asfixiante <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong>l pueblo, y sus bandos (en tercera persona). La<br />

novela se divi<strong>de</strong> en tres partes, cada una precedida <strong>de</strong> un prólogo. En la primera el centro es el padre<br />

Barrios. A su alre<strong>de</strong>dor giran los habitantes <strong>de</strong> Tambo: una sociedad hipócrita, un enterrador - símbolo <strong>de</strong> la<br />

misma muerte con su guadaña- una prostituta Otilia, más valiente y recta que las damas <strong>de</strong> la sociedad, el<br />

alfarero, el Ama-espía, el Sargento Mataya cuya misión es matar unos guerrilleros <strong>de</strong> otra época, i<strong>de</strong>alistas.<br />

El Cojo Chútez, gamonal, está atraído por ese hombre que le recuerda un tiempo pasado cuando no tenía la<br />

maldad tan metida por <strong>de</strong>ntro. Cambia paulatinamente, busca su compañía para conversar, tomarle la<br />

medida. El forastero <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> a Otilia cuando cruza el pueblo, vestida <strong>de</strong> negro, <strong>de</strong>scalza, camino a la Casa<br />

Cural. El tambor no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> retumbar, con lenguaje propio, es lejano, fondo inquietante. Cada uno tiene sus<br />

recuerdos frescos en medio <strong>de</strong> esa asfixia, casi siempre relacionados con la infancia o tiempos mejores<br />

ligados a la tierra. “Un riachuelo <strong>de</strong> aguas frías, árboles, viento y matas en la huerta y escasas voces<br />

familiares y pájaros en las madrugadas”. (42) El forastero trae su propia historia, bajo su ruana como el gallo<br />

invisible. Recuerdos <strong>de</strong> su madre, odio por el padre que los abandonó. Poco a poco se mezcla con la <strong>de</strong>l<br />

pueblo: el encuentro con Marta, la evocación <strong>de</strong> José Miguel - otra historia que el lector completa- y la <strong>de</strong><br />

Antonio Roble, héroe guerrillero, re<strong>de</strong>ntor, hermano <strong>de</strong> la muchacha. Interviene Pedro Canales, matón y<br />

fiestero. Es un juego <strong>de</strong> ajedrez con fichas en movimiento. Los diálogos son característicos <strong>de</strong> Manuel Mejía


Vallejo: sobriedad, sentido filosófico, silencios que sugieren respuestas al lector. La poesía está casi siempre<br />

en los recuerdos, la visión <strong>de</strong> los niños, la sensibilidad al sufrimiento <strong>de</strong> los animales. La segunda parte cuyo<br />

prólogo fue escogido para ser traducido en la revista Europe <strong>de</strong> París en julio - agosto <strong>de</strong> 1964 es una clara<br />

<strong>de</strong>nuncia <strong>de</strong> las atrocida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la violencia. Manuel Mejía Vallejo diría luego que se limitó a esa <strong>de</strong>scripción<br />

porque la realidad no era creíble, hubiera pasado por una exageración morbosa <strong>de</strong>l autor. Las penitencias<br />

<strong>de</strong>l padre Barrios traen alguna frescura a Tambo, un recuerdo <strong>de</strong> huertas, <strong>de</strong> flores, <strong>de</strong> trabajo en el campo.<br />

Y también la posibilidad <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r fique. La misma propuesta <strong>de</strong> Antonio Roble, el guerrillero. Entre<br />

vacilaciones y rechazos el padre Barrios consigue lo que quiere. Hasta el Cojo Chútez le dona un terreno –<br />

“Una <strong>de</strong> las pocas cosas puras <strong>de</strong> usted”. (43) Cada uno tiene su visión <strong>de</strong> Dios: la <strong>de</strong> Dolores <strong>de</strong> “ídolo en<br />

su nicho”, castigador, temible; altivo, con un código moral estrecho para las señoras <strong>de</strong>l pueblo; la <strong>de</strong>l padre<br />

Barrios, a la medida <strong>de</strong>l hombre. La presencia <strong>de</strong>l cura suaviza la vida, “ tranquilas y burlonas las fumarolas<br />

<strong>de</strong>l volcán”. El Cojo Chútez llega a proteger al sacerdote cuando se entera <strong>de</strong> su salida para el Páramo, hacia<br />

los guerrilleros. La trampa está armada por el enterrador quien se disfraza. Muestra claramente el odio <strong>de</strong>l<br />

pueblo por los soldados. La historia <strong>de</strong>l forastero corre paralelamente, su protección a don Jacinto le vale el<br />

amor <strong>de</strong> Marta y una vez más suena el tambor: “Se hizo hondo en la respiración <strong>de</strong> Marta”. Siempre<br />

interviene el recuerdo <strong>de</strong> la madre, la poesía. Y llega el encuentro entre el forastero y su padre: “Algo cojeó<br />

en mí”. El hecho <strong>de</strong> cojear lo distingue, le da una superioridad: peleó con un tigre y lo venció. La risa <strong>de</strong><br />

Juancho Lopera quien le había entregado una escopeta sin municiones le valió una muerte atroz. El alambre<br />

<strong>de</strong> púas la señala en el tamarindo. Es también símbolo <strong>de</strong> una vida que no anda <strong>de</strong>recho, un <strong>de</strong>sequilibrio, un<br />

alma <strong>de</strong>formada. El hombre ve un parecido en el forastero: “pareció <strong>de</strong>scubrir un recuerdo”. La tercera parte<br />

es precedida <strong>de</strong> una meditación <strong>de</strong>l enterrador sobre la parcela que tenía en el Páramo “Aquí no vive nadie”,<br />

la pérdida <strong>de</strong> su mano por un machetazo <strong>de</strong> unos jinetes “<strong>de</strong> sombra”, la muerte <strong>de</strong> su esposa, el entierro<br />

con el muñón en sangre viva, el niño aterrado y las visiones que conservaría, la muerte <strong>de</strong>l perro. La<br />

injusticia: “Lo sacaban contra todo <strong>de</strong>recho”. El Cojo Chútez nos da otra visión <strong>de</strong> Dios: “El Gran Indiferente”<br />

y la <strong>de</strong>l Sargento Mataya, esa opinión sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> quien acostumbra matar: “Padre, si yo hubiera creado<br />

el mundo, si hubiera formado al hombre, me habría suicidado <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación”. (45) Luego en buen militar<br />

pero también “en un susurro”: “ Si Dios me dijera qué <strong>de</strong>bo hacer, lo obe<strong>de</strong>cería”. En esta parte ya son<br />

claras las posiciones, los cambios que aportó la presencia <strong>de</strong>l padre Barrios. El Cojo Chútez va camino a una<br />

conversión, lo <strong>de</strong>muestran una cierta armonía, la sincronización entre los dos mientras conversan. El niño<br />

Daniel conjura sus miedos “jinetes en caballos <strong>de</strong> viento”, los fantasmas que le parecen reales. En el<br />

enfrentamiento entre el forastero y su padre el recuerdo <strong>de</strong> la madre <strong>de</strong>be reforzar el odio: “¿Rezaba. Era<br />

su manera <strong>de</strong> gritar”. (46) Gana Aguilán, gana el hijo. Pero “De pronto en el Cojo, no vi más que un hombre,


sólo un hombre, también <strong>de</strong>samparado, sin más camino que la muerte”. Manuel Mejía Vallejo tuvo que <strong>de</strong>cidir<br />

el final. Fue el <strong>de</strong>l perdón. La violencia se mezcla con los gritos <strong>de</strong> la gallera, los soldados mueren<br />

envenenados y llegan los guerrilleros. Otilia escoge otra vida y Pedro Canales se aleja entre borracheras y<br />

fiestas. El día señalado podría ser una tragedia griega en la cual el <strong>de</strong>stino es vencido por el hombre. Su<br />

poesía es intensa, su fuerza y la sobriedad <strong>de</strong> sus diálogos clásica. Un libro humano, <strong>de</strong> hondo examen <strong>de</strong><br />

conciencia.<br />

A Rafael Vásquez Zamora (47), jurado <strong>de</strong>l Concurso, la luminosidad “casi <strong>de</strong>slumbrante que se<br />

<strong>de</strong>sprendía <strong>de</strong> la narración” lo impresionó. “Luminosidad que no sólo era natural consecuencia <strong>de</strong>l medio<br />

físico sino <strong>de</strong> la extraordinaria facultad <strong>de</strong>l autor para presentar <strong>de</strong> un modo relevante y nítido personas,<br />

animales, plantas... y las i<strong>de</strong>as que abundan en el libro”. “Lo difícil es lograr que una novela compleja <strong>de</strong><br />

acción y pensamiento sea a la vez diáfana. Esto lo ha conseguido Mejía Vallejo <strong>de</strong> una manera<br />

impresionante”.<br />

A su regreso <strong>de</strong> España, Manuel Mejía Vallejo se reintegra a sus activida<strong>de</strong>s: profesor <strong>de</strong> Historia <strong>de</strong>l<br />

Arte en el Instituto <strong>de</strong> Bellas Artes <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín, la continuación <strong>de</strong> su trabajo editorial. En 1967 empieza su<br />

trabajo <strong>de</strong> Profesor <strong>de</strong> Español y Literatura en la Universidad Nacional <strong>de</strong> la cual se jubilará en 1981. Una<br />

planeación y preparación cuidadosa <strong>de</strong> sus cursos: literatura <strong>de</strong> la época colonial, novela <strong>de</strong>l siglo XIX,<br />

problemas y perspectivas <strong>de</strong> la novela americana, textos precolombinos, gramática y lenguaje. Para “vivir y<br />

escribir” se retira a partir <strong>de</strong> 1968 en Ziruma - en guajiro “el cielo”, finca comprada con los ahorros <strong>de</strong> los<br />

premios. Se los guardaba doña Rosana, su madre. En Caracas ese “Ziruma” fue un refugio para los indios<br />

don<strong>de</strong> aprendieron a robar, prostituirse, pedir limosna. Las dos interpretaciones <strong>de</strong>l cielo.<br />

Tres novelas fueron posiblemente revisadas en ese refugio, propio para la reflexión y la reunión con<br />

los amigos. Cuatro aspectos <strong>de</strong> la ciudad a distintas épocas que nos entregan finalmente un Me<strong>de</strong>llín entero.<br />

Aire <strong>de</strong> tango y Guayaquil - pequeña ciudad en sí -, Las muertes ajenas, sus barrios, los tugurios, el centro,<br />

La sombra <strong>de</strong> tu paso y Junín, sus cafés, Y el Mundo sigue andando. En cada una Balandú como una isla<br />

don<strong>de</strong> la infancia es una región perdida, mítica.<br />

Aire <strong>de</strong> tango (48) ganó en la primera Bienal <strong>de</strong> Novela Colombiana el premio “Vivencias” en 1973<br />

pero existe un cuento previo “El guapo”. El protagonista tenía cuchillos con nombres pero no había sido<br />

bautizado todavía “Jairo”. El texto se dirige a alguien que no conoce Guayaquil. El narrador lo entera con esa


facilidad en manejar un diálogo en el argot <strong>de</strong>l barrio. Los personajes - con tanta vida que son más bien<br />

personas- llevan otros nombres: “el finao Caleta”, “el Bautista”, “Cachipay, café <strong>de</strong> los maricas”, “La Cortica”<br />

(Juana Perucha), “Ver<strong>de</strong>sita”... La novela esperaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ese cuento.<br />

Buena parte <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong>l campo emigra a Me<strong>de</strong>llín. Desembarcan en la Estación <strong>de</strong> Cisneros y se<br />

encuentran frente a La Plaza, recuerdo <strong>de</strong> otras en el centro <strong>de</strong> sus pueblos. Es peculiar: si entran una vez a<br />

los cafés, escuchan los tangos y músicas <strong>de</strong> sus montañas, se sienten atrapados para siempre. Es Guayaquil,<br />

así nombrado “ porque fue pantanero <strong>de</strong> zancudos, rumbaban las fiebres como un tiempo esa ciudá <strong>de</strong> Los<br />

Ecuadores”. Dos historias se intercalan: la <strong>de</strong> Jairo, la <strong>de</strong> Ernesto. Y en ellas la <strong>de</strong> Gar<strong>de</strong>l, la <strong>de</strong> Guayaquíl, la<br />

<strong>de</strong> Balandú. Ernesto es el espectador y el implicado. Jairo es un cuarto ambulante, con altar, brujerías y<br />

Gar<strong>de</strong>l. Transporta la soledad y sus cuchillos. Es un misterio como su ídolo. Se le adivina un pasado. Una<br />

personalidad fuerte y a la vez ambigua: “Su modito <strong>de</strong> andar como buscando camorra”. (49). Es el “guapo”<br />

y lo <strong>de</strong>muestra con frialdad. Ciertas manías <strong>de</strong>finen los personajes <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo, en ese caso la<br />

obsesión por los cuchillos. Dos guerrillas con catorce puñales y “El Desconocido” encontrado por Ernesto<br />

Arango entre ma<strong>de</strong>ras. Gar<strong>de</strong>l traza un camino paralelo, a veces se cruza con el <strong>de</strong> Jairo. Le salió peleador<br />

según los recortes que conserva, lo que justifica sus actos. Es una compensación, una advertencia, esa<br />

bravura. Ser más macho que el mismo macho. Algo felino en la mesura, en el cálculo al atacar. La brujería,<br />

Satanás, afirman su po<strong>de</strong>r. Por lo menos los <strong>de</strong>más así lo creen. Más misterioso todavía. Es <strong>de</strong> los crueles<br />

que no perdonan, humillan a su adversario, terminan con él. Ernesto nos <strong>de</strong>scubre su lado generoso que no<br />

sufre las injusticias. Sale en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> “La Chocoanita” y castiga al chulo: los cuchillos y la humillación:<br />

“Ahora voltése y pare las nalgas, ponga las manos en las rodillas”. (50) Cuando encuentran el cartelito <strong>de</strong><br />

Juana Perrucha “ESTOY JARTA <strong>DE</strong> BIBIR esta noche ME MATO” Jairo llora y la ayuda a bien morir. “El Puto<br />

Erizo” y su banda se burlan <strong>de</strong> Don Sata, el guapo viejo que fue dueño <strong>de</strong> una cantina y a Jairo “lo<br />

emberriondaron las burlas al viejo”. Entran a bailar las dos guerrillas. Nunca va a la cárcel por las muertes.<br />

Es la ley <strong>de</strong>l silencio. Tampoco podía <strong>de</strong>tenerse “hay que seguir <strong>de</strong> guapo”. Su admiración por Gar<strong>de</strong>l va<br />

<strong>de</strong>cayendo al final, <strong>de</strong>scubre que no era infalible, que era humano. El ídolo resbala, Jairo se <strong>de</strong>sespera. Con<br />

el final <strong>de</strong> Gar<strong>de</strong>l llega el suyo. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> esa personalidad compleja gira Aire <strong>de</strong> tango. Recuerda a los<br />

gitanos <strong>de</strong> García Lorca: “Ver<strong>de</strong>, te quiero ver<strong>de</strong>” y la obsesión <strong>de</strong> los cuchillos:<br />

La luna <strong>de</strong>ja un cuchillo<br />

abandonado en el aire<br />

que siendo acecho <strong>de</strong> plomo


quiere ser dolor <strong>de</strong> sangre. (51)<br />

Ernesto es el observador <strong>de</strong> ese mundo que se agita, mal vive, ama, muere en ese espacio <strong>de</strong> pocas<br />

calles alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong> Cisneros. Como si estuviera hilando crece la ma<strong>de</strong>ja a medida que cuenta y se<br />

llega a la punta final, la que tal vez se espera a partir <strong>de</strong>l encuentro <strong>de</strong>l cuchillo “El Desconocido”. El argot es<br />

perfectamente natural, es la puerta por don<strong>de</strong> se entra a Guayaquil y se camina más bien <strong>de</strong> noche. Dan un<br />

sabor especial a la novela: “la runfla”, “el tronador”, “las llantas”, “perdidoso”, “patidifuntiado”, “la brillazón<br />

<strong>de</strong>l peinado”, “tirisbistimbis”, “cosiampiras”, “el <strong>de</strong>mócaro”, “ la riseria”, “hobachones”; frases: “ se le<br />

enguaraló el tiro”, “estaba cundo <strong>de</strong> fotos”... Nos llega una vida intensa por la acumulación <strong>de</strong> datos,<br />

nombres, anécdotas, avisos, oraciones, refranes, inci<strong>de</strong>ntes que se cruzan. Muchedumbre y abigarramiento.<br />

El libro no está dividido en capítulos, es una corriente <strong>de</strong> un solo ritmo, a veces alucinado, entre tragos y<br />

tragos. “La vida pi<strong>de</strong> a toda fuerza la borrachera con pena <strong>de</strong> por medio y <strong>de</strong>sesperación”. La muerte<br />

aparece en el fondo <strong>de</strong>l vaso, se riega por el cuerpo. Ernesto se pregunta: “Si es que morir a tiempo no es<br />

una forma <strong>de</strong> ganar” (52), si “en naciendo había empezado a morir. La muerte está presente: la <strong>de</strong> los<br />

guapos, <strong>de</strong> Gar<strong>de</strong>l, <strong>de</strong> José Alvear, <strong>de</strong> José Horacio Betancur, <strong>de</strong> Edgar Poe Restrepo, Balmore Alvarez a<br />

quien está <strong>de</strong>dicada la obra. No son personajes <strong>de</strong> ficción, vivieron con ese nombre en el Me<strong>de</strong>llín <strong>de</strong> esta<br />

época. La violencia aña<strong>de</strong> su toque a ese <strong>de</strong>saliento: “cortes <strong>de</strong> franela, fumadas <strong>de</strong> tabaco-chimbo, niños<br />

sacados a machete <strong>de</strong> la barriga”. (53) , la situación política - Laureano Gómez, el incendio <strong>de</strong> Rionegro -, la<br />

generación <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sencanto. Ernesto <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> más y más <strong>de</strong> Jairo. Acepta primero como un honor, luego<br />

como una servidumbre ser <strong>de</strong>signado para recoger los cuchillos lanzados y traerlos a Jairo. Se vuelve<br />

cómplice <strong>de</strong> cada muerte. Sin embargo se cuela la <strong>de</strong>sconfianza <strong>de</strong> parte y parte. Se hace claro que uno <strong>de</strong><br />

los dos <strong>de</strong>be morir. Es la ley. Jairo, el vi<strong>de</strong>nte, como todos ellos, no supo reconocer en el cuchillo entregado<br />

por Ernesto, el que lo mataría. “El Desconocido” sería <strong>de</strong>l hombre que lo encontraría. La constatación:<br />

“Carajo, también me estaría enamorando”. Y la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> fe: “...lo maté como amigo y sigue siendo<br />

amigo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto”. Ernesto cuenta su vida, la intercala con su observación <strong>de</strong>l grupo, <strong>de</strong> Guayaquil,<br />

<strong>de</strong> sus recuerdos <strong>de</strong> Balandú. Es un hombre solitario a pesar <strong>de</strong> estar tan ro<strong>de</strong>ado. La estadía en La La<strong>de</strong>ra,<br />

la evocación <strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> aislamiento “La Guayana”, la aparición <strong>de</strong> Marujita, la ratica, el dolor <strong>de</strong> su muerte<br />

para los presos, la salida y el regreso a los lugares que ya no están. La miseria <strong>de</strong> los ranchos quemados, la<br />

historia <strong>de</strong> Santiago y su gallinazo. Con él estuvimos en el Guayaquil <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sembarque <strong>de</strong> los campesinos, <strong>de</strong><br />

los tranvías, <strong>de</strong> los cafés y su música, <strong>de</strong>l puestecito <strong>de</strong> Enrique Bler, <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong> Cisneros, <strong>de</strong> la Estación,<br />

<strong>de</strong> sus prostíbulos, <strong>de</strong> la tomada <strong>de</strong>l tren <strong>de</strong> Puerto Berrío a Bolombolo. Todo ha cambiado: es zona <strong>de</strong>


talleres, <strong>de</strong> agencias, <strong>de</strong> carteristas,“Ya tumbaron La Plaza”. El viejo Guayaquil se evoca en una balada que<br />

podría ser medieval:<br />

“¿On<strong>de</strong> los billares <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s tacadas ¿On<strong>de</strong> las tablas y la pista que brillaban sus zapatos<br />

combinaos en el baile fino” (54) Ernesto pensativo: “A uno le quitan sus sitios, en esta edá es como si lo<br />

rematara”. (55) Y concluye: “...ahora pertenezco a lo acabao.”<br />

De Balandú van y vienen a Me<strong>de</strong>llín. Es el pequeño corazón <strong>de</strong> Aire <strong>de</strong> tango el que todavía tiene<br />

lazos afectivos con su gente, las evoca con gusto aunque al campo “uno le va perdiendo sabor”. Las<br />

Barbaritas, Chelito Leucemia, Pascasio, Fabián Mejía, Elías Botero, Piedad Rojas, Eusebio Morales, El<br />

Profesor Bernardo, los caballos Carey, Tirano, la mula La Gitana. Las veredas, las frutas, las flores.<br />

El tango y Gar<strong>de</strong>l. Manuel Mejía Vallejo guardaba recortes <strong>de</strong> prensa en su archivo. Lo que<br />

representaba para él: “Es un poco eso, lo que <strong>de</strong>jamos más allá <strong>de</strong> nuestro recuerdo, lo que amamos y<br />

morimos y nostalgiamos en la hora tarda. Ahora tarareamos esas viejas canciones y en Luis Penagos<br />

volvemos al viejo oficio <strong>de</strong> sufrir y ser hombre junto a la voz que nos habla <strong>de</strong>l amor, la vida y <strong>de</strong> la muerte”.<br />

Aire <strong>de</strong> tango es un homenaje a su generación, a los artistas que lo acompañaron. Es la historia <strong>de</strong><br />

un tiempo que fue, parte <strong>de</strong> su historia: “Don Bernardo y el Profesor en Aire <strong>de</strong> tango soy yo”.<br />

En 1975 Manuel Mejía Vallejo viaja a Rusia para asistir al Congreso Mundial <strong>de</strong> Escritores. Los<br />

comentarios acerca <strong>de</strong> su obra La tierra éramos nosotros lo sorpren<strong>de</strong>n: el entorno es exótico para ellos<br />

pero la situación <strong>de</strong> los campesinos, la religiosidad - aún represada en otros países - la cali<strong>de</strong>z humana<br />

permiten una lectura universal. A su regreso la situación política, su temperamento <strong>de</strong> antioqueño dado al<br />

humor lo llevan a publicar unas hojas polémicas y ágiles “El siriri” (abril - mayo 1976). Ese pájaro diminuto<br />

picaba, se burlaba y murió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cuatro vuelos. Lo constituían: el i<strong>de</strong>ario <strong>de</strong> Don Perucho Pelotas que<br />

seriamente cavilaba “Y suponiendo que la religión sea el opio <strong>de</strong>l pueblo... ¿qué Como nuestro pueblo es<br />

profundamente vicioso, será más religioso cada día”. (56) “El problema campesino se solucionará cuando<br />

todo el campo sea una hermosa ciudad”. Ilustrado por el mismo autor con las caricaturas <strong>de</strong> Juan<br />

Chumbimba: Colombia anda mal por culpa <strong>de</strong> los estudiantes (primer cuadro) Yo propongo una universidad<br />

libre (segundo cuadro) ¡Don<strong>de</strong> no se reciban estudiantes! (Tercer cuadro).


En 1978, otra invitación a Cuba para un congreso similar. Es jurado <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> las Américas. De<br />

1979 a 1993 dirige el Taller <strong>de</strong> Escritores <strong>de</strong> la <strong>Biblioteca</strong> Pública Piloto <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín. No es un curso<br />

académico <strong>de</strong> literatura, la expresión libre lo convierte en tertulia. Sin embargo es más profundo. Enseña <strong>de</strong><br />

una forma amena, la <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo el conversador, el cuentista, el humorista, el inspirado cuando<br />

lee en su memoria poemas <strong>de</strong> César Vallejo y León <strong>de</strong> Greiff o invoca a Porfirio Barba-Jacob. El que trabajó<br />

cada novela como si fuera la primera, se documentó y tomó apuntes <strong>de</strong> libros especializados en Literatura<br />

Precolombina, sobre el tango, sobre Dios y el Diablo, sobre la escritura, el valor <strong>de</strong> la palabra que mágica se<br />

apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> seres y cosas, sobre la vida, lo esencial para acercarse a una visión <strong>de</strong>l hombre, <strong>de</strong>l mundo.<br />

Ha trabajado siempre en varias obras. No se podría fechar realmente la escritura <strong>de</strong> sus libros.<br />

Solamente la publicación.<br />

Toma <strong>de</strong> nuevo una novela Los negociantes, recomendada en 1965 para un premio adicional en el<br />

Concurso “Esso” <strong>de</strong> novela colombiana. Las muertes ajenas es un título más apropiado entonces. Obtendrá<br />

una mención especial en el Primer Concurso Nacional <strong>de</strong> Novela Plaza y Janés. Figura igualmente en la lista<br />

<strong>de</strong> novelas seleccionadas para el Premio <strong>Biblioteca</strong> Breve 1965 <strong>de</strong> Seix Barral.<br />

Pertenece al estudio <strong>de</strong> la ciudad, otra faceta que completa Al pie <strong>de</strong> la ciudad. Se entrelazan los<br />

relatos, facetas <strong>de</strong> caleidoscopio. Al final tenemos una visión completa tanto <strong>de</strong> la trama como <strong>de</strong>l contenido.<br />

Entramos al texto por un capítulo en segunda persona. Nos acercamos a la Cachorra, y al estudiante en un<br />

primer encuentro. “Estado <strong>de</strong> inocencia primaria” así la <strong>de</strong>scriben. Será durante la obra un personaje infantil,<br />

<strong>de</strong> gran frescura y poesía. No importa la vida que pudo llevar antes <strong>de</strong> encontrarse con él, es pura. En el<br />

segundo capítulo, Ernesto Larrea “El Espía” cuenta en primera persona lo que fue su vida. Es un texto<br />

apretado y como el rebusque en las calles en constante movimiento. La ciudad se nos viene encima, es una<br />

colmena que se vacía por las calles <strong>de</strong>l Centro <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín. Las noticias políticas, los avisos clasificados <strong>de</strong> los<br />

periódicos marean al transeúnte. Evocación <strong>de</strong> la cárcel, <strong>de</strong> la tortura, <strong>de</strong> la venta <strong>de</strong> droga, <strong>de</strong> los<br />

asesinatos, <strong>de</strong> las violaciones. El preso “siente ganas <strong>de</strong> llorar y encoca las manos como para guardar un<br />

pájaro en ellas”. (57) Los contrastes <strong>de</strong> clase son marcados: ricos antiguos venidos a menos, nuevos ricos,<br />

zona <strong>de</strong> tugurios. Los primeros recluidos en sus recuerdos, sus objetos extranjeros, su esnobismo, entre el<br />

señor Arzobispo y árboles genealógicos marchitos. Los directivos, nacidos <strong>de</strong> esa clase, trepan y se<br />

convierten en nuevos ricos corruptos. Las mujeres ocupan su tiempo en la “inversión productiva <strong>de</strong> la<br />

caridad”. Familias con secretos vergonzantes. Los que viven en los tugurios en la “Montonera”, en parte no


son mejores. Una Corte <strong>de</strong> los Milagros, Merce<strong>de</strong>s y su venta <strong>de</strong> muertos. Desplazados <strong>de</strong>l campo, mutilados,<br />

gente que se ven<strong>de</strong> a cualquier precio. La policía no sale mejor librada, tampoco los periodistas. Horacio y<br />

Claudia nos hacen pensar en la novela La sombra <strong>de</strong> tu paso. (58) Es el amor y la poesía, la creación <strong>de</strong>l<br />

nombre cantado: Claudiamor, Claudiaxexo, Claudiatodo, Claudiafuga... Entramos a los sueños, a su fuerza, al<br />

significado. El amor “con esta tristedumbre sin ti”. (59) Es el <strong>de</strong>cálogo existencial: “no trabajar, abolir la<br />

religión...” “La neurosis verbal, sexual, artistico - literaria, neurosis existencial”.<br />

La ciudad aparece en los años veinte, con la creación <strong>de</strong> la avenida La Playa, el río tapado, la<br />

construcción sobre terrenos que eran guayabales y rastrojos. Y en ella la revolución - montaje, que organiza<br />

manifestaciones con pobres rentados. Me<strong>de</strong>llín, ciudad <strong>de</strong> negociantes, canto “a la estafa, al engaño, al<br />

raterismo, a la mentira, al frau<strong>de</strong>”. Una ciudad pulpo que crece <strong>de</strong>smedida y con ella sus problemas sociales.<br />

Juan Gutiérrez, antes <strong>de</strong> morir, sufre al recordar el <strong>de</strong>salojo <strong>de</strong> su tierra por un gamonal: “Hijos sin tierra”,<br />

muerte “en tierra ajena”. (60)<br />

Es una novela dura. Las memorias <strong>de</strong> la vida en el campo, en la tierra <strong>de</strong> uno, es lo único que<br />

permite no <strong>de</strong>sgarrarse, volver a encontrar una unidad, la calma.<br />

Manuel Mejía Vallejo en toda su obra ha sido constante renovador <strong>de</strong>l lenguaje. Palabras inventadas<br />

<strong>de</strong> la Cachorra: “sorombático”, “perchuda”, “escarapelosa”, “forástico”, o <strong>de</strong>l indio: “tristeando pues”, dan<br />

un movimiento natural al diálogo.<br />

En La sombra <strong>de</strong> tu paso encontramos <strong>de</strong> nuevo a Claudia. Fue la mujer que inspiró un libro <strong>de</strong><br />

poemas inéditos, y marca una época <strong>de</strong>l escritor. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> ella, un Me<strong>de</strong>llín bohemio, existencialista, <strong>de</strong><br />

los años sesenta. Es <strong>de</strong> reflexión y <strong>de</strong> canto. Dos funerales: al principio, al final, un marco <strong>de</strong> época y<br />

a<strong>de</strong>ntro, el dolor <strong>de</strong> existir, <strong>de</strong> amar, <strong>de</strong> sobrevivir. François Villon no está lejos. Una crítica acerada <strong>de</strong> la vida<br />

bohemia <strong>de</strong> la época, <strong>de</strong> las discusiones seudo - filosóficas. Una sociedad en <strong>de</strong>rrumbe, otra con orejeras<br />

que trata <strong>de</strong> salvar privilegios, en particular el dinero, pacata, enquistada. La adicción a la droga, al alcohol,<br />

una atmósfera <strong>de</strong> “Dolce Vita”, <strong>de</strong> “Buenos días, tristeza”, <strong>de</strong> “La náusea”. Existe un cuento “Los<br />

humaníacos”, escrito por el año 1972, luego recopilado en una antología Papel quemado <strong>de</strong> 1977. En ese<br />

texto, Silvio Velero es el aparecido entre dos funerales, el segundo es el propio. En la novela pasan por el<br />

libro escritores con nombres propios. Los nadaístas: Gonzalo Arango el profeta, Darío Lemos, Eduardo<br />

Escobar, Amílkar U, X-504, no salen bien librados. Sin embargo reconoce que ese último era “mirador <strong>de</strong> las


imágenes que le llegaban como pájaros, con la sencillez <strong>de</strong>l agua”. (61) Monotonía <strong>de</strong> esos muchachos <strong>de</strong><br />

vanguardia como si fueran generaciones viejas. Barba-Jacob, León <strong>de</strong> Greiff, José Manuel Arango, Oscar<br />

Hernán<strong>de</strong>z, Artaud, Kavafis, Silvia Plath, Emily Dickinson, la música <strong>de</strong> boleros, la voz <strong>de</strong> Leonardo Favio, los<br />

cuadros <strong>de</strong> Botero, Obregón, Leonel Estrada, los “intaglios” <strong>de</strong> Omar Rayos, Justo Arosemena, las esculturas<br />

<strong>de</strong> Edgar Negret mejoran los días. Viene a la memoria el libro <strong>de</strong> ensayos Hojas <strong>de</strong> papel (62). Fueron<br />

escritos entre 1962 y 1983. Kurt Levy y su trabajo sobre Tomás Carrasquilla, Fernando González, Ciro<br />

Mendía, El Vate González, El Mono Villa, Hernando Rivera Jaramillo, Carlos Castro Saavedra, Barba-Jacob,<br />

Rogelio Echavarría, Oscar Hernán<strong>de</strong>z están ahí, vivos para siempre. Otro grupo, todavía a su lado, es el <strong>de</strong><br />

los amigos: Miguel Escobar, Alicia, Eduardo Peláez, Juan Luis Mejía y los <strong>de</strong> Cali: Humberto Valver<strong>de</strong>,<br />

Fernando Cruz Kronfly, Alberto Bejarano entre otros. Es un libro melancólico, <strong>de</strong> afectos y cosas idas hacia la<br />

Isla <strong>de</strong>l Olvido. Es también <strong>de</strong> remordimiento. Es difícil ser justo en su momento.<br />

El diseño es original: una copla encabeza cada capítulo, sigue un corto diálogo <strong>de</strong> Bernardo y<br />

Claudia, el mundo hermético <strong>de</strong> los enamorados. La relación es <strong>de</strong> juego para conjurar el aburrimiento. Juego<br />

poético don<strong>de</strong> intervienen los sueños. Claudia es la Dama, Bernardo su caballero. Pero no tienen la suerte <strong>de</strong><br />

los héroes medievales. Sobreviven a su historia. Celos, traiciones, mala fe <strong>de</strong> los amigos los separan. Claudia<br />

es una persona secreta, sus regalos son simbólicos: un mapamundi para regresar a la Atlántida, una bomba<br />

con luz <strong>de</strong> estrellas toda mágica, una planta <strong>de</strong> hojas anchas que crece al ritmo <strong>de</strong>l amor y también <strong>de</strong>l<br />

olvido. Las memorias son re-inventadas, frescas al principio, melancólicas al final. Bernardo nunca estuvo tan<br />

cerca <strong>de</strong> su creador: el asma, el oficio <strong>de</strong> labrar muñecos “...como hacer novelas con navaja”, el apartamento<br />

<strong>de</strong> la calle Perú, Ziruma, Balandú “país <strong>de</strong> la niebla”. Cuando Claudia abre la puerta, da a las calles <strong>de</strong><br />

Me<strong>de</strong>llín, ciudad <strong>de</strong> “libertad y estrechez, gente y retraimiento”. Ha sido siempre <strong>de</strong> contrastes. Está ahí con<br />

toda su fuerza: su olor, sus pregones, los jóvenes <strong>de</strong> quena, tiple, flauta y caramillo, las plazoletas, El<br />

Guanábano, las hela<strong>de</strong>rías, El Astor, Junín y su venta <strong>de</strong> flores. Después <strong>de</strong> la lectura un extranjero podría<br />

pasear por la ciudad, llegar a la Basílica, escuchar el órgano, guiarse por un vuelo <strong>de</strong> palomas y verificar<br />

también las remo<strong>de</strong>laciones que afean y uniforman. El cambio se siente como el <strong>de</strong>rrumbe paralelo al <strong>de</strong> una<br />

sociedad gastada. Ese libro es curiosamente <strong>de</strong> un moralista. De un enamorado que inventa cada día su<br />

amor, los juegos, la <strong>de</strong>clinación <strong>de</strong> la palabra “Claudia”: Claudiafuga, Claudiaboba, Claudicación; la letanía a<br />

Claudia; otras inventadas, calambures: sarrasartroso, campos para-lelos, Pentagrúa y Gargantuel,<br />

sonambulaba, habla-bla-durías... Dios inquieta tanto como el diablo: el hombre ¿su pesadilla , ¿Dios, sueño<br />

<strong>de</strong>l hombre, “Dios sólo pue<strong>de</strong> existir/cuando lo crea el silencio”. (63) La mujer superficial, esnob,<br />

misteriosa, a ratos bondadosa, infantil. En “Terra Nostra” (64) <strong>de</strong> Carlos Fuentes, La Viajera necesita: “...que


el tiempo se <strong>de</strong>svanezca y luego regrese sobre sus pasos hasta encontrar el momento privilegiado <strong>de</strong>l amor<br />

y allí, sólo allí, se <strong>de</strong>tenga para siempre”. Se cumple en “La sombra <strong>de</strong> tu paso”. Es un libro doloroso como<br />

todos los <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo. Hace todavía mella en él, cuando evoca a Claudia, la <strong>de</strong> otro nombre.<br />

Otro aspecto <strong>de</strong> la ciudad en Y el mundo sigue andando (65), título con letra <strong>de</strong> tango. El hastío <strong>de</strong><br />

un amor un domingo a las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Existe una versión anterior “4 p.m.”. A Manuel Mejía Vallejo<br />

nunca le gustó la rutina, sinónimo <strong>de</strong> muerte. Debía, por lo menos, divertirse al escribirla. Está en dos planos:<br />

Bernardo en monólogo interior (rebeldía) y el diálogo insípido con Libia, la novia. En 1941 la escritora<br />

inglesa Ivy Compton-Burnett publica una serie <strong>de</strong> novelas por las cuales pasan las clases altas victorianas.<br />

Padres e hijos (66) es una <strong>de</strong> ellas. Un mundo en el cual lo que se piensa sale a la superficie y se integra a<br />

las conversaciones cotidianas, en forma <strong>de</strong> monólogo interior. Años más tar<strong>de</strong> se convierte en una <strong>de</strong> las<br />

características <strong>de</strong> Nathalie Sarraute y <strong>de</strong> la “nueva novela” con Tropismos. Experimentalismo y crítica social<br />

están ambos presentes en Y el mundo sigue andando. La clase media, la mujer y el hombre superficiales que<br />

viven como si estuvieran enquistados o muertos. La sensibilidad y la poesía <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo quita la<br />

frialdad y la distancia constantes en esa clase <strong>de</strong> obras. Aquí se convierte en el juego <strong>de</strong> un bufón “el loco”<br />

con el cuerdo. Ella no piensa sino en conseguirle trabajo, estabilizarlo para que se casen. El se eva<strong>de</strong>, se<br />

burla, tiene remordimientos. En el texto salen avisos <strong>de</strong> prensa, funciones <strong>de</strong> cine, juegos tipógrafos, <strong>de</strong><br />

palabras, <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as, poemas, pregones, oraciones a Dios y al Diablo, esas últimas enrevesadas, cuentos<br />

intercalados, citas <strong>de</strong> varios autores. Se pasa por una “Puerta <strong>de</strong> entrada”, se sigue por un “capítulo único”<br />

y la “Puerta <strong>de</strong> salida” conduce <strong>de</strong>recho a “los sueños <strong>de</strong>l dios <strong>de</strong>saparecido”. (67) Mantener el lector en<br />

aliento hasta el final es obra <strong>de</strong> un mago. Una <strong>de</strong>claración en las páginas previas a la novela: “Ser hombre es<br />

lo esencial, resume mi razón <strong>de</strong> ser”. Pero luego ¿quién es el hombre “El ser más <strong>de</strong>solado porque lleva<br />

conciencia <strong>de</strong> su <strong>de</strong>solación”. La atmósfera prolonga la <strong>de</strong> La sombra <strong>de</strong> tu paso. Son numerosas las<br />

preguntas en torno a la vida, a la muerte. La primera pue<strong>de</strong> ser un “cáncer”, la segunda, parecida a la rutina,<br />

y “carece <strong>de</strong> importancia, casi como la vida”. La muerte fue siempre su preocupación <strong>de</strong> poeta y pensador.<br />

En San Salvador - julio <strong>de</strong> 1956- escribe un ensayo “Breve elogio <strong>de</strong> la muerte”. Será premiado. Es un texto<br />

clásico, <strong>de</strong> lógica apretada. Podría haber sido <strong>de</strong> un austero clérigo <strong>de</strong> la Edad <strong>de</strong> Oro. “Si empezamos a<br />

morir cuando nacemos, y si comenzamos a vivir cuando morimos se nos antojan sutilezas que apenas abren<br />

ventanas a un más allá bajo cuya sombra el hombre y sus fantasmas se abrazan con adusto dolor y con<br />

serena alegría; la dura y a un tiempo dulce interrogación <strong>de</strong>l alma en cada hora”. Muerte y poema. Dios y el<br />

diablo hacen <strong>de</strong> las suyas en la obra <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo. Parece ateo y como buena parte <strong>de</strong> ellos busca<br />

a Dios. Tal vez se encuentren. Es un dios cercano, con el cual se pue<strong>de</strong> conversar o <strong>de</strong>cirle sus cuatro


verda<strong>de</strong>s. Que vive gracias a la memoria y al sueño <strong>de</strong> los hombres, quienes son su pesadilla. El diablo<br />

merece un estudio completo con sus <strong>de</strong>monios, vourdalaks, sucubos, incubos y otras fraternida<strong>de</strong>s. Vive en<br />

los Farallones, habita La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas, Balandú, San Lucas <strong>de</strong> los Huracanes. No es noticia.<br />

Apren<strong>de</strong>mos que “el diablo necesitaba creer en Dios para po<strong>de</strong>r odiarlo”, (68) eso sí es noticia. Más<br />

po<strong>de</strong>roso Dios, más po<strong>de</strong>roso el diablo. Sin embargo ambos andan juntos a menudo: “Dios y el diablo<br />

vinieron a parar en un par <strong>de</strong> solterones caprichosos”. Debe vivir también gracias a la memoria y al sueño <strong>de</strong><br />

los hombres y ser la pesadilla <strong>de</strong> Dios. Pero ese último se merece esta reflexión: “El lenguaje nació por<br />

urgencia <strong>de</strong> la plegaria”... “Tal vez el idioma <strong>de</strong> Dios es el silencio”. El tiempo también lo preocupa y <strong>de</strong>duce<br />

“Soy tiempo, así sea en su peor forma”. El <strong>de</strong>stino se vislumbra en el niño que tropieza, en la copa que se<br />

quiebra, en la caída en el alcohol.<br />

La ciudad interviene en esas meditaciones. Su transformación en edificios y “Propiedad horizontal”<br />

es el reflejo <strong>de</strong> la modificación interior <strong>de</strong> la persona. La conclusión: “Vivimos el más espectacular y<br />

corrompido y formidable siglo <strong>de</strong>l hombre”. Una vida “que supera la velocidad <strong>de</strong>l recuerdo”. (69) Bernardo<br />

se fuga ¿a dón<strong>de</strong> a Guayaquil, por esa trocha <strong>de</strong>l recuerdo. Completa su visión <strong>de</strong>l tango, música para abrir<br />

heridas, cercana a la muerte. A Balandú. Encontramos a las Barbaritas, a “Nuevo Mundo”, a Piedad Rojas, al<br />

primo Roberto “el cogerayos”, Asdrúbal.<br />

La poesía pertenece a Balandú: un viaje mítico, <strong>de</strong> recordación: “Si vas a un pueblo don<strong>de</strong> se oye<br />

por lo menos el cascoteo <strong>de</strong> un caballo sobre las piedras... conocerás a Balandú, otra muerte más sobre tu<br />

muerte”. “Los Inusitados” se <strong>de</strong>finen: “Que vengan los muertos hermanos. Los Inusitados”. Este libro está<br />

irrigado por Los Invocados. “Algún día volveré a Balandú en busca <strong>de</strong> mis pasos perdidos, a morir en La<br />

Casa <strong>de</strong> las dos Palmas invocando espectros <strong>de</strong> mis antepasados, sus dolidas almas en pena. Vivir no<br />

pasaría <strong>de</strong> ser una invocación”. (70)<br />

La “Puerta <strong>de</strong> salida” es dolorosa, da al abismo que podría presentar alegremente un payaso. Las<br />

preguntas: “¿qué querían <strong>de</strong> mí”, y el balance incierto. La predicción: “Y moriré <strong>de</strong> vida. Sé que voy a morir<br />

pronto, pero moriré vivo”. A la salida está Dios, y el grito.<br />

En 1979 la novela Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano (71) queda finalista en el Concurso Plaza y Janés. Será<br />

publicada por esa misma editorial en 1981. Entramos a la época mítica <strong>de</strong> Los Fundadores - los Herreros - la<br />

cual se extien<strong>de</strong> a La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas y Los Invocados. La casona <strong>de</strong> Balandú, alberga a Paula


Morales y su hermano Eusebio, a Narcisa y “La Madre”. Des<strong>de</strong> ese lugar, Balandú, isla <strong>de</strong>l recuerdo, se va y<br />

viene por la historia <strong>de</strong> la familia en un tiempo inmemorial como lo es el pasado cuando inva<strong>de</strong> el presente.<br />

Tiempo impermeable a los cambios - futuro -, tiempo sagrado en sus rituales <strong>de</strong> tareas sencillas que implican<br />

repetición. La construcción es circular, sin capítulos, el ritmo lo <strong>de</strong>finen el ensimismamiento <strong>de</strong> Paula y sus<br />

variaciones: “Algunas tar<strong>de</strong>s ocurren cosas extrañas”, “algo raro suce<strong>de</strong> esta tar<strong>de</strong>”, voz a la cual contesta<br />

Eusebio como en un dúo: “Estar alegre es lo importante”, “lo importante es el juego”, “lo importante es la<br />

canción”, “lo importante es la muerte” (72). Se intercalan el rito <strong>de</strong> la copa <strong>de</strong> vino al turpial, las<br />

exclamaciones: “Santo Cristo <strong>de</strong> los Nubarrones”, el gesto que abre y cierra “El Album”, el balanceo <strong>de</strong> la<br />

mecedora, el paso <strong>de</strong> “Almanaque” y <strong>de</strong> los días <strong>de</strong> la semana. Existe también un ritmo cósmico, rige las<br />

activida<strong>de</strong>s. La <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> las huertas, sus frutas, las flores, la aplicación medicinal <strong>de</strong> las plantas, la<br />

planchada, el ruido <strong>de</strong> la escoba <strong>de</strong> Narcisa, es minuciosa, poética. Atmósfera lenta, obsesiva en la cual todo<br />

lo que pasa ya sucedió. Contribuye a la <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia tanto <strong>de</strong> las cosas como <strong>de</strong> la gente. “Días largos <strong>de</strong><br />

cada semana, en las semanas largas <strong>de</strong> cada mes, en los meses inmensamente largos”. Intervienen la<br />

música: el disco en la ortofónica, guitarra, canciones, boleros; el vaivén <strong>de</strong> los gatos “Ovillo” y <strong>de</strong> “Bola-<strong>de</strong><br />

billar”, el baile <strong>de</strong> “Tigre” y <strong>de</strong>l turpial - la muerte <strong>de</strong> la sombra y <strong>de</strong>l pájaro -; las apariciones <strong>de</strong> “La Madre”<br />

al balcón; los ruidos familiares <strong>de</strong> la casa, los ruidos inexplicables <strong>de</strong>bidos a presencias invisibles. Los<br />

habitantes no tienen más <strong>de</strong>stino que repetir las conversaciones, vivir al ritmo <strong>de</strong> las campanas que toca<br />

Bartolo aunque <strong>de</strong>cidan firmar Actas, ocuparse <strong>de</strong> “La Obra”, - variantes <strong>de</strong>l río que no dan qué hacer- y<br />

tiene el movimiento <strong>de</strong> la vida estancada <strong>de</strong>l pueblo. Discusiones ociosas <strong>de</strong> “La Gran Tijera”, <strong>de</strong>splantes <strong>de</strong><br />

cantina - que se encuentran la mayoría <strong>de</strong> los libros y dan naturalidad y <strong>de</strong>sparpajo a los textos- preguntas<br />

sobre el estado <strong>de</strong> salud <strong>de</strong> cada uno caracterizado por un lobanillo, una úlcera, el asma, el embarazo <strong>de</strong><br />

Almanaque, su orina<strong>de</strong>ra sobre los sapos completan la atmósfera <strong>de</strong> semi inmovilidad, <strong>de</strong> sueño o “siesta <strong>de</strong><br />

verano”. Recuerda el cuento “Humo” (73) <strong>de</strong> William Faulkner, la plaza a pleno sol, la muerte <strong>de</strong>l juez cuya<br />

oficina vigilaba un negro “que allí permanecía sentado, dormitando, todo el día, como lo hiciera durante<br />

diecisiete años”. El verbo que se conjuga en Balandú es “al<strong>de</strong>ar”, estar “al<strong>de</strong>ado: triste, anulado, jodido,<br />

hastiado, solo, en vísperas <strong>de</strong> morir sin trascen<strong>de</strong>ncia”. Es una vida interior, más bien, la característica <strong>de</strong><br />

esta obra. La búsqueda <strong>de</strong> un trabajo <strong>de</strong> Eusebio para casarse con Piedad Rojas no conduce a nada, sólo a<br />

una “cansada resignación”. (74) Y la conclusión: “El futuro ya pasó”. Los recuerdos son los que adquieren<br />

vida a través <strong>de</strong> “El Album”: Miguel Herreros y el Cristo en cedro, la épica travesía <strong>de</strong>l río Cauca, la salvación<br />

<strong>de</strong>l sacerdote y <strong>de</strong>l segundo Miguel gracias a la imagen, la familiaridad <strong>de</strong> siempre: “No nos engañemos,<br />

Viejo...”, los monstruos que componen la familia: Efrén Herreros, José Aníbal, Juancho López, Evangelina, su<br />

hija. Las fotos y los espejos, el mismo procedimiento al captar la imagen, la misma magia al <strong>de</strong>volverla <strong>de</strong> pie,


semejante a la realidad. No es extraño que en el espejo vivan los <strong>de</strong> “El Album” “... rostros solemnes, rostros<br />

crueles y <strong>de</strong>samparados, rostros <strong>de</strong> bondad fotogénica, hipócritas, santos y cínicos”. “Ellos” y sus tragedias,<br />

“sus caras estancadas en un tiempo sin orillas, fijas las miradas <strong>de</strong> prisioneros, febriles y congelados los<br />

ojos, en un asombro resignado”. Existe un espejo oscuro <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l cual vigilan los fantasmas. En el cuento<br />

“Música para camaleones” (75) <strong>de</strong> Truman Capote- en el libro <strong>de</strong>l mismo título- aparece un espejo negro así<br />

<strong>de</strong>scrito: “La oscuridad a medida que uno mira <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser negra, pero se convierte en un<br />

extraño azul plateado: umbral <strong>de</strong> visiones secretas”, y al concentrarse el visitante ve reflejado a un amigo<br />

suyo quien murió. Es el espejo don<strong>de</strong> flota un pasado. Los espejos son importantes en la obra <strong>de</strong> Manuel<br />

Mejía Vallejo, permiten perspectivas diversas <strong>de</strong> una misma historia. También los puentes que cruzan ligero<br />

<strong>de</strong> una novela a otra: se aclaran las muertes <strong>de</strong> Elías Botero, mencionada en Los Invocados, <strong>de</strong> Gustavo por<br />

Eugenio Saldarriaga, ya en La tierra éramos nosotros, <strong>de</strong> Héctor, hijo <strong>de</strong> David Henao y la hermana <strong>de</strong> Paula<br />

Morales; Rocío Peláez espera un hijo y será Jairo <strong>de</strong> Aire <strong>de</strong> Tango <strong>de</strong> quien no sabíamos nada. Interviene<br />

Bernardo, el trashumante, y tien<strong>de</strong> otro puente. Afirma el aspecto mítico <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> los Herreros. En<br />

primera persona, tan cercana al lector, Bernardo toma aliento y nos lleva por la fuerza <strong>de</strong> su recuerdo y su<br />

invocación al muro blanco, telón don<strong>de</strong> se imprime <strong>de</strong> modo cinematográfico el paso <strong>de</strong> los Herreros, <strong>de</strong><br />

juerga en La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas. Es una progresión apocalíptica, <strong>de</strong> gran tensión: “...Con la lluvia<br />

asomaron aquellos hombres míticos bajo sus encauchados olorosos a licor y a sudor <strong>de</strong> bestias. El relinchar<br />

<strong>de</strong> los caballos entre las gruesas gotas <strong>de</strong>l aguacero arrimó a la puerta <strong>de</strong> golpe, el chapoteo <strong>de</strong> los cascos<br />

en el barro <strong>de</strong> la entrada, resuellos en la noche...” “Veía las sombras en el muro blanco, sólo veía las<br />

sombras en el muro blanco; si las sombras se juntaban había un golpe en mí, era infernal que las cosas se<br />

juntaran en el muro blanco...” (76) Todos los sentidos y sus prolongaciones están en ese texto: olfato, oído,<br />

vista, tacto, imaginación, sueño, miedo. Una fuerza sobrenatural y la voz lancinante en primera persona: “yo<br />

tenía diez años”, “yo lo recuerdo”, “yo los recuerdo”... “tal vez recuerdo el recuerdo que un día tuve <strong>de</strong><br />

ellos”, la repetición: “veía, veía... yo veía...” Bernardo <strong>de</strong>fine su parentesco con los Herreros “mis tíos”. Es<br />

uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>scendientes y carga con las culpas “heredadas”. Pasa entonces a una primera persona<br />

colectiva, da una impresión <strong>de</strong> fuerza tribal: “Pero celebrábamos la fiesta <strong>de</strong>l sol cuando irrumpía entre la<br />

cerrazón <strong>de</strong> niebla. A jugar con su luz, a fabricar sombras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las piedras, a inventar juegos y llamar otras<br />

voces que <strong>de</strong> pronto iban saliendo entre el rastrojo. - Efrén Herreros. Enrique. Leonel. Roberto. José Aníbal”.<br />

Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano es un libro extremadamente poético. Las mujeres son tratadas con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y perspicacia.<br />

El recato no permitió a veces el casarse “todo pudo haber sido”, el afecto por Chelito Leucemia y su mísero<br />

entorno, la bondad <strong>de</strong> Paula Morales, Narcisa y la lealtad, la locura y el sufrimiento <strong>de</strong> “La Madre”. Educación<br />

<strong>de</strong> bordados, arreglo <strong>de</strong> casa, y tocar guitarra, preparación que les da esa habilidad, esa intuición para hacer


<strong>de</strong> un hogar un sitio cálido. La bebida se merece un estudio especial. Se evoca su origen sagrado, el Soma,<br />

los poetas que la celebraron: Omar El Khayyam, y se llega al disfrute íntimo <strong>de</strong>l licor: “Llega a los labios y<br />

sabe bien; pasa a la lengua, mejor; recorre la garganta y se va regando en todo el cuerpo, la sangre lo lleva,<br />

los pequeños vasos, corren cerca ríos sabrosos, cantan pájaros, <strong>de</strong>spierta el cerebro y el calorcito bueno y la<br />

vida atenta y amable con este atento y seguro servidor”. Confluye el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> Eusebio y <strong>de</strong> Medardo.<br />

Ambos tienen esa pasión por el hundimiento provocado por la bebida. “Hundirse, <strong>de</strong>stino doloroso y<br />

amable...”(77) Están emparentados con “El Cónsul” <strong>de</strong> la obra Bajo el volcán (78) <strong>de</strong> Malcom Lowry quien<br />

escribe en el prefacio: “Las agonías <strong>de</strong>l ebrio son similares a las agonías <strong>de</strong>l místico que abusó <strong>de</strong> sus<br />

po<strong>de</strong>res”. Es un abismo sagrado al cual se cae y se purifica. En Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verano la plegaria: “Hágame caer<br />

más bajo para que pueda conocer la verdad”. El libro termina:<br />

-“Lo importante es la muerte” - habría dicho Eusebio, si Eusebio viviera todavía”. Contención <strong>de</strong>l dolor<br />

<strong>de</strong> Paula Morales.<br />

Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano es un preludio a las novelas La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas y Los Invocados. Un<br />

preludio <strong>de</strong> sueños: “Entre la vida y la muerte no hay más <strong>de</strong>stino que la memoria”. (79)<br />

Vendría luego, en 1988, la publicación <strong>de</strong> La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas. (80) Trabajó esta novela<br />

durante quince años. Se rastrean una primera copia en 1980 y tres más en 1985. Fue <strong>de</strong>dicada a Alvaro<br />

Mutis. Originalmente fueron planeadas cuatro partes: “Tierra fría”, “Tierra caliente”, “Los Invocados”, “El<br />

regreso”. Los reportajes confirman esa tetralogía. Luego las dos primeras formaron La Casa <strong>de</strong> las dos<br />

Palmas, la segunda sería Los Invocados, y la tercera El regreso.<br />

Continuamos el ciclo mítico <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo. Maldiciones y <strong>de</strong>stierros afectan a la familia<br />

Herreros. Recuerdan a nuestros primeros padres con<strong>de</strong>nados por Dios a pagar una culpa durante<br />

generaciones. Ahora el po<strong>de</strong>r está en manos <strong>de</strong> sus ministros. Esas maldiciones llevan a muertes violentas, a<br />

la errancia <strong>de</strong> antepasados que no abandonan los lugares don<strong>de</strong> fueron enterrados. Se convierten en<br />

fantasmas, en seres sobrenaturales. Lo mismo pasa con los animales, comparten la suerte <strong>de</strong> sus amos.<br />

Todas son almas en pena cuyas historias se relatan en las veladas y cuyas proporciones crecen a medida<br />

que son contadas. El misterio queda entero. Los puentes tienen una larga tradición mítica. Representan un<br />

pasaje peligroso y El Puente Cinvat en la mitología Iraní “estrecho como la hoja <strong>de</strong> una navaja” se encarga <strong>de</strong><br />

precipitar al abismo a los que han cometido faltas. Abismo o infierno. La Puerta Estrecha cumple la misma<br />

función. Así es el Puente <strong>de</strong> las Brujas por el cual se <strong>de</strong>speña Juan Herreros. La maldición no pue<strong>de</strong>


<strong>de</strong>shacerse. Monseñor Herreros está a punto <strong>de</strong> lanzar otra al Padre Tobón pero se abstiene. Por bondad,<br />

por respeto a lo que representa. La venganza no <strong>de</strong>be interferir.<br />

El primer capítulo es <strong>de</strong> una progresión dramática. La fatalidad, también ciega, enlaza con precisión<br />

los actos. Nadie escapará. La casualidad prepara el encuentro <strong>de</strong>l maestro Bastidas con Zoraida, un sueño la<br />

obliga a entrar a la iglesia: <strong>de</strong>be rezar por el alma <strong>de</strong> su padre. Un viacrucis humil<strong>de</strong> semejante al <strong>de</strong> Otilia en<br />

El día señalado. Un coro <strong>de</strong> tragedia griega le sigue los pasos. La ira <strong>de</strong>l Padre Tobón, sus <strong>de</strong>smanes, la<br />

intervención <strong>de</strong> Efrén Herreros, <strong>de</strong> paso por el pueblo, <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>na la maldición. Cae sobre los tres. Diálogo<br />

sobrio, <strong>de</strong> gran fuerza, contención <strong>de</strong> los personajes. Una escena clásica.<br />

Luego sigue el <strong>de</strong>stierro, el ascenso a la Casa <strong>de</strong> las dos Palmas.<br />

Manuel Mejía Vallejo <strong>de</strong>muestra el perfecto dominio <strong>de</strong> su arte. En cada capítulo varias historias se<br />

entretejen. Continuidad y ruptura. El hábil juglar convoca a su lector.<br />

La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas tiene vocación <strong>de</strong> refugio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> antes. Pasó a la leyenda el leproso y su<br />

hermana. Floreció un rosal, nació un colmenar. Es fuerte como Los Fundadores, amplia para la familia<br />

numerosa. Es cálida, sus muebles, sus pare<strong>de</strong>s recuerdan cuerpos, conversaciones. Es protectora. Acoge a<br />

Zoraida, al maestro Bastidas, luego a Evangelina, Narcisa. Era importante “buscar una i<strong>de</strong>ntidad como su<br />

geografía, su sangre, saber danzas y leyendas y canciones que danzaran y cantaran quienes tenían ritmo en<br />

el nervio, y esperanza. Para no continuar siendo el extranjero, palabra <strong>de</strong>testable en un mundo tan pequeño,<br />

tan <strong>de</strong> todos, tan <strong>de</strong> nadie”. (81) Importancia <strong>de</strong> las raíces, <strong>de</strong> la patria porque sino “carecerá <strong>de</strong> lenguaje”.<br />

Son dos los planos en el páramo: uno <strong>de</strong> vida cotidiana, <strong>de</strong> veladas, relatos, alimentos compartidos,<br />

Navida<strong>de</strong>s, reuniones con vecinos. Recuerdan las fiestas <strong>de</strong> los castillos medievales. La atmósfera sería el<br />

otro. Incita a lo sobrenatural, lo onírico, lo mágico. Zoraida, Asdrúbal, Escolástica y Roberto participan <strong>de</strong> los<br />

misterios.<br />

Zoraida es la pitonisa. La ceguera acerca a la divinidad, confiere po<strong>de</strong>res. Uno <strong>de</strong> ellos es ver mejor,<br />

ver lo que nadie ve. “Todavía podía soñar en colores”. (82) Los espejos son otros ojos, absorben imágenes,<br />

<strong>de</strong>ntro vagan figuras en soledad. La ceguera y su misterio atrajeron a varios escritores, a Ernesto Sábato<br />

entre ellos. La asocia con la maldad, lo subterráneo, las cuevas, los pájaros prehistóricos. En el “Perro


Andaluz” <strong>de</strong> Buñuel, una imagen <strong>de</strong>l ojo cortado con una cuchilla. La ceguera <strong>de</strong> Zoraida es diferente: es<br />

luminosa. El tío Mariano es otro ciego <strong>de</strong> “La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas”. Es impedimento pero también un<br />

sentido extra.<br />

Asdrúbal es un hombre extraño, “ancho <strong>de</strong> alas su sombrero negro, saco negro al envés <strong>de</strong> las<br />

rodillas”. (83) Su presencia se relaciona con Zoraida. Luego adquiere una dimensión universal: se convierte<br />

en “El Judío Errante”.<br />

Escolástica siempre fue bruja, invoca a Dios y al diablo por parejo. Nada se pier<strong>de</strong>. Raíces,<br />

invocaciones, el mal le hace falta.<br />

Roberto es el trovador, el juglar, el príncipe, el paje. Vence con armas muy distintas al latiguillo y al<br />

revólver. Con ironía e ingenio. Las estocadas no son menos hirientes. Canta sus coplas sobre el amor, el<br />

olvido, la vida y la muerte. Reflexión filosófica, sensibilidad a las cosas sencillas. “Des<strong>de</strong> pequeño - escribe<br />

Manuel Mejía Vallejo en el prólogo a Prácticas para el olvido (84) - la escuché en mi cordillera y la aprendí al<br />

galope <strong>de</strong> caballo por aquellos caminos increíbles <strong>de</strong>l San Juan-Docató, río <strong>de</strong> los yuyos en lenguaje nativo -,<br />

abiertos al aire sus cuatro versos cuando un rastro <strong>de</strong> leyenda hablaba <strong>de</strong> ausencias por amor, <strong>de</strong> ausencias<br />

por muerte y ausencias por olvido”. Para él, “La copla era otra seña <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad”. “Coplas <strong>de</strong> buen querer y<br />

prácticas para el olvido”. No sólo <strong>de</strong> amor sino <strong>de</strong> muerte, <strong>de</strong> soledad, <strong>de</strong> agonía. Soledumbres (85), es un<br />

libro <strong>de</strong> coplas acerca <strong>de</strong>l cual Geraldino Brasil, poeta <strong>de</strong> Recife, escribe: “Leí <strong>de</strong> la primera a la última página<br />

con encanto, con ternura, con emoción. Aquí y allá reflexionaba: pues era esto precisamente lo que quería<br />

<strong>de</strong>cir”. (86)<br />

Roberto <strong>de</strong>saparece, es un duen<strong>de</strong>. Medardo, imaginativo, viajero como él, construye para Lucía un<br />

mundo hecho a cuatro manos. Las <strong>de</strong> Roberto y las suyas: “Nadie muere. Uno mira hacia a<strong>de</strong>ntro y se lleva<br />

las cosas que quiso. Allá está uno con todo lo que miró”. (87) Cuando ella fallece los vientos se <strong>de</strong>satan<br />

como en las tragedias <strong>de</strong> Shakespeare, liberan un pasadizo hacia los espejos.<br />

Bajamos a las tierras calientes, al infierno <strong>de</strong> Evangelina y José Aníbal Gómez. Todo está en exceso,<br />

exuberancia y colores, inquietante multiplicación <strong>de</strong> insectos, reptiles, pájaros. Olores <strong>de</strong> fermentaciones,<br />

sudor. La violencia domina en la vida cotidiana: marcada <strong>de</strong> reses, doma, castrada. Bramidos, quejidos,<br />

cascoteos. Atmósfera <strong>de</strong> pesadilla. La alegría, las danzas, la sensualidad contrastan con el modo <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>


los habitantes <strong>de</strong>l páramo. Sadismo <strong>de</strong>l hombre en su manifestación <strong>de</strong> amor, celos que llevan a ritos<br />

medievales <strong>de</strong> encierro, ca<strong>de</strong>nas y tortura. La mujer se refugia en el pasado <strong>de</strong> Balandú, en el recuerdo <strong>de</strong><br />

su padre. La locura <strong>de</strong> José Aníbal es progresiva, las páginas tienen la inspiración <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mencia.<br />

Se aborda una reflexión sobre las relaciones en la familia. ¿Cómo eran las mujeres en ese tiempo,<br />

¿Qué educación recibían , ¿A qué las preparaban Sumisión, religiosidad, ignorancia <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> pareja,<br />

rutina <strong>de</strong> oficios, visitas <strong>de</strong> cumplidos. La queja <strong>de</strong> Evangelina a Efrén Herreros es reveladora: “Yo nada<br />

sabía, papá”. No excluye el valor a la hora <strong>de</strong> los enfrentamientos. En el campo el trabajo solidario <strong>de</strong>l<br />

hombre y <strong>de</strong> la mujer los prepara mejor para apoyarse mutuamente. Los niños hacen preguntas acerca <strong>de</strong><br />

los animales que ven aparearse y las repuestas son naturales.<br />

Los hombres no salen mejor librados. El padre <strong>de</strong> Efrén Herreros es un patriarca <strong>de</strong> tribu bíblica.<br />

Impone su voluntad: “mi ley”. Su <strong>de</strong>recho es señorial, lo ejerce con mujeres distintas a su esposa y son<br />

numerosos los hermanos medios que a veces se <strong>de</strong>sconocen como Escolástica y Juancho López. Los hijos<br />

reprueban, sufren por la madre y <strong>de</strong>sarrollan un odio hacia el padre. La madre educa a las hijas, el padre se<br />

encarga <strong>de</strong> los varones. La menor ten<strong>de</strong>ncia a la sensibilidad es con<strong>de</strong>nada. Acostumbran seguir las carreras<br />

tradicionales: Derecho, Medicina.<br />

Cuando Zoraida, el maestro Bastidas se reúnen por las noches en la sala <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> las dos<br />

Palmas, Enrique Herreros sale <strong>de</strong> los relatos <strong>de</strong> su hermano Efrén como si la locura lo persiguiera más allá<br />

<strong>de</strong> su muerte y necesitara volver para ser una vez más el Coronel Herreros, pelear en Palonegro, cruzar <strong>de</strong><br />

nuevo el puente <strong>de</strong> Peralonso, vencer por lo que estima justo- un cambio -. Heroísmo, nobleza <strong>de</strong>l General<br />

Uribe Uribe con sus adversarios en los cuales ve siempre un colombiano, “un compatriota”, miseria y<br />

crueldad <strong>de</strong> la guerra. Necesidad <strong>de</strong> borrar a su padre que usurpaba su rostro, su vida. Un aliento épico en<br />

las evocaciones <strong>de</strong> Efrén Herreros, como si <strong>de</strong>biera una vez más hacerle una justicia que le faltó en vida. La<br />

preocupación por el sufrimiento <strong>de</strong> los caballos, el grito: “No <strong>de</strong>jen ir solos a los caballos muertos”. (88) Y su<br />

búsqueda: “Trataba <strong>de</strong> encontrar a Dios entre la niebla, porque Dios era la niebla”.<br />

El maestro Bastidas heredó la figura, el rostro, las pocas palabras <strong>de</strong> su padre. Es orgulloso <strong>de</strong> su<br />

origen indio. En el corredor, a la lumbre <strong>de</strong>l fogón “el maestro seguía con el variocolor <strong>de</strong> las llamas, metido<br />

en los fantasmas <strong>de</strong> su lejano sur, mezclados con los que salían en la tertulia nocturnal: fuegos fatuos sobre<br />

guacas indígenas, vientos con forma entre sobrenatural y humana, curas sin cabeza, lamentos en los


incones... (89) Es sencillo, habla <strong>de</strong> su pasado, <strong>de</strong> sus amigas, les <strong>de</strong>dica, agra<strong>de</strong>cido, figuras <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

Labra una serie <strong>de</strong> Profetas, la Biblia es su libro. Sus palabras tienen el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> crear: “Vieron el humo,<br />

vieron el volcán, vieron el silencio. Después Efrén Herreros habló <strong>de</strong>l campo, y Zoraida creía que esas<br />

palabras olían a yerba recién cortada, a musgo bajo los árboles, a oración en la tar<strong>de</strong>, a lluvia sobre un río<br />

tranquilo. Y sintió ganas <strong>de</strong> salir, e invitó inclusive a los niños”. (90) El maestro Bastidas será el creador <strong>de</strong><br />

los pumas <strong>de</strong> piedra. De ellos escaparán animales vivos, parte <strong>de</strong> la leyenda como la paloma <strong>de</strong> cera negra<br />

mol<strong>de</strong>ada por Zoraida.<br />

Personas buenas transitan por ese libro: Monseñor Pedro José Herreros, jovial, con sentido <strong>de</strong>l<br />

humor, un gusto por el lujo eclesiástico, cierta inocencia que <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nará una avalancha <strong>de</strong> locos,<br />

vagabundos, avivatos - una Corte <strong>de</strong> los Milagros -. Morirá en la ley <strong>de</strong> Dios pero no en la <strong>de</strong>l Padre Tobón,<br />

mezquino, arribista, intrigante. Juancho López se modificará también, nadie es completamente malo.<br />

Reflexiona : “Ya matar no era una venganza, matar sería en alguna forma el suicidio, la crueldad sin amo: la<br />

vida <strong>de</strong>bería ganar, <strong>de</strong> cualquier modo”. (91) Hace pensar en el forastero <strong>de</strong> El día señalado quien opta por<br />

el perdón.<br />

Este libro es <strong>de</strong> reflexión: sobre la vida en la cual nos <strong>de</strong>batimos, sobre la bondad, la generosidad, el<br />

perdón- única vía para salvarnos- la necesidad <strong>de</strong> no per<strong>de</strong>r los sueños, la imaginación, los sentidos, el<br />

amor; lo absurdo <strong>de</strong> la guerra, la angustia <strong>de</strong> la soledad que nos acompaña como una pequeña muerte<br />

diaria, el recuerdo y la dificultad <strong>de</strong> olvidar; la importancia <strong>de</strong> la música, <strong>de</strong> la tertulia, <strong>de</strong> la amistad. Manuel<br />

Mejía Vallejo anda siempre con palabras nuevas para no aburrirse, la copla siempre cercana: “Lo importante<br />

es la canción”.<br />

Pero también la muerte. La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas es el testamento <strong>de</strong> Efrén Herreros, <strong>de</strong>l hombre<br />

maduro que no pue<strong>de</strong> irse sin repasar lo que fue su vida. El capítulo XXV es <strong>de</strong> enseñanza. Un<br />

agra<strong>de</strong>cimiento hondo para su amor tardío, un amor sin traiciones que contrasta con el <strong>de</strong> Claudia en La<br />

sombra <strong>de</strong> tu paso, la importancia <strong>de</strong> la casa para “saberse parte <strong>de</strong>l mundo, ser habitante <strong>de</strong> su dignidad.<br />

Era no sentirse extranjero, el punto <strong>de</strong> referencia, el punto <strong>de</strong> apoyo <strong>de</strong> la vieja raza humana”. (92) Los hijos<br />

y el sufrimiento por ellos, por sus locuras, sus rebeldías, su dolor; la angustia <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jar todo arreglado - el<br />

hombre es remordimiento incesante - la muerte, separación y silencio: “No po<strong>de</strong>r atestiguar las cosas sería el<br />

otro lado <strong>de</strong> la muerte, el que llama y ejecuta, el <strong>de</strong>l grito clausurado, el elegido por los siglos <strong>de</strong> los siglos”.<br />

(93) El balance “... <strong>de</strong> todas maneras la vida había sido un buen asunto”. (94) Cuando lo creemos muerto


las palabras lo traen <strong>de</strong> regreso hacia nosotros con su amor por la tierra, su preocupación por los pájaros<br />

pequeños, las matas, la soledad - que se posa también en los cuadros <strong>de</strong> Ziruma - su cercanía a los potros.<br />

El <strong>de</strong>sdoblamiento narrador y autor nos hace pensar en el entusiasmo <strong>de</strong> Manuel Mejía Vallejo al fabricar un<br />

palomar en Ziruma, la inquietud - ¿el olor <strong>de</strong> mis manos en la ma<strong>de</strong>ra las alejará- en sus inventos <strong>de</strong><br />

juguetes para los niños y los mayores, la contemplación <strong>de</strong> las montañas, <strong>de</strong> unas águilas que fueron tres y<br />

ninguna. Y la referencia final a Efrén Herreros: “...él hacía cantar viejas canciones y les marcaba el ritmo <strong>de</strong><br />

su corazón” (95). “Él recreaba el mundo con su mirada nueva y propiciaba el vigor <strong>de</strong> la piedra y <strong>de</strong> la<br />

montaña. Él sabía que iba a morir.” (96)<br />

Testamento humil<strong>de</strong>, no <strong>de</strong>l hombre actual sino <strong>de</strong>l antepasado para quien las plantas, las<br />

montañas, los animales, las nubes, el sol, un vuelo <strong>de</strong> palomas, la luna menguante le permiten seguir vivo, en<br />

armonía consigo mismo, presentir algo más allá.<br />

“La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas” ganó el VI Premio Internacional <strong>de</strong> Novela “Rómulo Gallegos” el 25 <strong>de</strong><br />

julio <strong>de</strong> 1989. El veredicto fue firmado por Abel Posse, Osvaldo Larrazábal, Caupolicán Ovalles, Mario<br />

Torrealba: “Es un libro raigal, con personajes <strong>de</strong> gran hondura existencial, revelado por un lenguaje poético y<br />

analítico que <strong>de</strong>muestra la presencia <strong>de</strong> un escritor <strong>de</strong> madurez creativa”.<br />

Manuel Mejía Vallejo se enteró <strong>de</strong> ese premio por radio. Bajó a Me<strong>de</strong>llín para averiguar si era cierto.<br />

Cogió el bus y a la mitad <strong>de</strong>l camino sus familiares lo interceptaron. Fue una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> entrevistas radiales, <strong>de</strong><br />

ron, <strong>de</strong> parva y quesito, <strong>de</strong> felicitaciones emotivas. El que menos creía era él.<br />

Los integrantes <strong>de</strong>l Taller <strong>de</strong> Escritores <strong>de</strong> la <strong>Biblioteca</strong> Pública Piloto <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín lo esperaron con<br />

pancartas en el parquea<strong>de</strong>ro, le hicieron una guardia <strong>de</strong> honor, lo escoltaron hasta el auditorio. Los<br />

asistentes se pusieron <strong>de</strong> pie y lo aplaudieron. El premio ya era <strong>de</strong> todos.<br />

En Ziruma la niebla <strong>de</strong>l páramo amanece ciertos días, se alimenta <strong>de</strong> las flores que dormitan ahí,<br />

acaricia la vaca y “Amanecer” la ternera. En la pieza-estudio <strong>de</strong>spiertan los manuscritos, los inéditos, a la<br />

espera <strong>de</strong> su publicación. Des<strong>de</strong> 1991 existe un primer original <strong>de</strong> Los Invocados. De febrero 1992 está<br />

fechada la siguiente copia. Tres títulos para escoger: Los Invocados, La brisa entre los naranjos, Lugar <strong>de</strong><br />

invocaciones. Manuel Mejía Vallejo optó por Los Invocados. En el texto se encuentra una referencia al


segundo título: “El amor es algo <strong>de</strong> que una muchas veces no se da cuenta, es como la brisa entre los<br />

naranjos”.<br />

El libro se divi<strong>de</strong> en dieciséis capítulos y el primero continúa el último <strong>de</strong> La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas.<br />

La muerte <strong>de</strong> Efrén Herreros y la venganza trunca <strong>de</strong> José Aníbal Gómez. Es el regreso al páramo para los<br />

lectores y luego para Bernardo, <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> los Herreros. Su voz aparece, se escon<strong>de</strong> para <strong>de</strong>jar hablar,<br />

no sólo a los invocados que viven en los cuadros, sino a los habitantes <strong>de</strong> los recuerdos <strong>de</strong> Balandú y <strong>de</strong> La<br />

Casa <strong>de</strong> las dos Palmas. Pero esa voz cobra fuerza al invocar a Medardo y se afianza en la última parte. Él va<br />

en busca <strong>de</strong> sus raíces, su ascenso a La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas es interior.<br />

De creaciones anteriores se citan fragmentos. Selección cuidadosa, son lo más importante <strong>de</strong> la<br />

historia <strong>de</strong> cada personaje o <strong>de</strong>l sitio mencionado. Confieren a Los Invocados esa particularidad <strong>de</strong> centro <strong>de</strong><br />

una obra y una movilidad giratoria. También una total in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. Ella se basta a sí misma. Está completa.<br />

Relata la <strong>de</strong>sintegración <strong>de</strong> una familia, <strong>de</strong> una mansión, <strong>de</strong> un pueblo. Y su rescate por el recuerdo.<br />

El or<strong>de</strong>n no es “<strong>de</strong> una lógica fría”, es <strong>de</strong> “mis impulsos” (97) advierte Bernardo. Otro juego para el lector.<br />

Reviven Evangelina y José Aníbal en un segundo matrimonio. La muerte <strong>de</strong> ese verdugo apasionado<br />

que no tiene fibra <strong>de</strong> fantasma. Enrique Herreros en su dramática lucha por un i<strong>de</strong>al, Paula Morales y su coro<br />

<strong>de</strong> aulladoras, Zoraida y sus ojos ausentes, Asdúbal- El Judío Errante-, Isabel, Efrén Herreros “y su mirada<br />

eterna”. Lucía y Medardo se encuentran <strong>de</strong> nuevo en ese mundo tan real <strong>de</strong> los sueños que parecen vivir en<br />

el páramo y alimentarse <strong>de</strong> niebla y <strong>de</strong> la voz que los recrea. Los muertos lo habitan también y “como las<br />

piedras labradas, se fueron haciendo mito en las tierras altas <strong>de</strong> Balandú”. (98) ¿Cómo son los Inusitados<br />

Desconfiados, silenciosos, miran en <strong>de</strong>rredor: “Su presencia - o su ausencia agresiva y peligrosa- tenía más<br />

valor que la palabra”. (99) A veces parecen tímidos, esquivos, al margen. Sus gestos están cansados. Elías<br />

Botero cita a Marie <strong>de</strong> France cuyos cantos pertenecen a la tradición celta. En los cuentos <strong>de</strong> su autoría<br />

existe un país <strong>de</strong> los muertos transitado por los vivos. Se cruza un río y el otro mundo está en una isla. Los<br />

suicidas, los asesinados o embrujados se vuelven unos espíritus malos, celosos. Los <strong>de</strong>más son protectores.<br />

En Los Invocados reviven los amigos <strong>de</strong> Medardo Herreros: Elías Botero, Eusebio Morales, Octavio<br />

Ospina, sus “charlas ociosas” , esa vena rabelaisiana, la afición por las Eglogas , las canciones <strong>de</strong> Bilitis, las


tomaduras <strong>de</strong> pelo, las novias inventadas, las exageraciones y el buen vino que sostiene esas reuniones<br />

durante siete días y sus noches. Omar El Kayyam no está lejos, podría escucharse:<br />

Cuando la mano izquierda <strong>de</strong> la aurora<br />

brilla en el cielo, en la taberna implora<br />

soñada voz: ‘El ánfora se mustia<br />

y la vida se va: bebed, ya es hora.<br />

Elías Botero es el mejor amigo <strong>de</strong> Medardo quien en una borrachera le dispara. Es casi un<br />

acci<strong>de</strong>nte. Los remordimientos lo corroen. Presiente que Ellos, los jueces implacables se acercan. La segunda<br />

parte empieza con el juicio. Es estremecedor, pavoroso. Una atmósfera helada, esculturas funerarias, frialdad<br />

<strong>de</strong> la piedra, inmensidad <strong>de</strong> los muros. Desnu<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la nada. Ni un color, ni un perfume, ni un canto. Rocas.<br />

Los versos <strong>de</strong> Porfirio Barba-Jacob completarían esa visión: “Llego junto a los muros que circundan / el reino<br />

<strong>de</strong> la muerte.”. A lo lejos unas campanas confieren un carácter religioso. Sin embargo es un juicio metafísico.<br />

Parece más bien un juicio <strong>de</strong> Medardo al Juez y a los Jurados sobre lo que es la vida - trampolín a la muertela<br />

existencia <strong>de</strong> Dios - con<strong>de</strong>nado a existir por la fe que se le tiene- la libertad que tampoco existe, el<br />

remordimiento vano “dos brazos extendidos como cardando neblina”. Ningún acto se enmienda, es la<br />

con<strong>de</strong>na. Es el mito <strong>de</strong> Sisifo: repetir sin fin el mismo gesto. La salvación: sentir un segundo la alegría al<br />

recoger la piedra, respirar hondo, sonreír y seguir la repetición durante la eternidad. Juicio metafísico porque<br />

implica el absurdo <strong>de</strong> los actos <strong>de</strong> la vida. No existe posibilidad, sólo caminar hasta caer. La vida es<br />

inconclusa, los actos también. No hay perdón ni Dios. La muerte es paz, inmovilidad, plenitud, eternidad. Es<br />

ausencia <strong>de</strong> todo: movimiento, cambio, sensibilidad. Es el alejamiento <strong>de</strong> los recuerdos. El olvido es muerte.<br />

Juicio penal con i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pena, castigo, con<strong>de</strong>na. El cargo: atraer a los muertos por el recuerdo. Es un juicio<br />

<strong>de</strong> conciencia que el mismo Medardo se hace: remordimiento por el suicidio <strong>de</strong> Zoraida y la muerte <strong>de</strong> Elías.<br />

El mismo se con<strong>de</strong>na. Es aterrador. No hay salvación. La nada. Sólo equivocarse en vida, nadie que perdone,<br />

que escuche. Un <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> piedra. Es el más potente grito a Dios, la más alta acusación, la <strong>de</strong>solación.<br />

Estamos solos y equivocados. La gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong>l ser humano consiste en vivir a sabiendas <strong>de</strong> que no hay nada<br />

y a veces disfrutarlo. Es el existencialismo <strong>de</strong> Albert Camus con toda su agonía y amor por la vida.<br />

Más allá los Inusitados, la niebla. Allá lo espera Porfirio Barba-Jacob, el invocado <strong>de</strong> Manuel Mejía<br />

Vallejo: “(Hay un silencio pavoroso... /Por la llanura <strong>de</strong>solada /los peregrinos sin reposo/ ya no ven nada...


no ven nada... /Van a tientas, en vértigo anhelante, /y, dilatando las pupilas, /el alma lanzan a<strong>de</strong>lante,/ y<br />

alzan las manos intranquilas...”) (100)<br />

Y es el regreso a la vida: Medardo, el alucinado, “arrolletado” en su sillón, los gestos sin<br />

coordinación, envuelto en humo, la copa lenta hacia los labios. Bernardo, El Acompañante, El Escu<strong>de</strong>ro. La<br />

<strong>de</strong>sazón: ¿Para qué viene uno”. “¿Por qué” (101)<br />

En este capítulo 12, Bernardo tiene voz propia y fuerte. Invoca a Medardo, es un traspaso <strong>de</strong> herencia.<br />

De acólito pasa a ser oficiante. La invocación es tan salvaje como la suya.<br />

Medardo es inerte, viaja sólo por la memoria. Marca la puerta <strong>de</strong> Zoraida Vélez con un hierro.<br />

Reflexiones acerca <strong>de</strong> Dios, el mito creado que fue el hombre, su <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia, sus obras. Resultó ser su<br />

pesadilla. Agoniza entre sueños, se <strong>de</strong>sdobla, ya los gestos no se coordinan, son lentos como si vinieran <strong>de</strong><br />

la niebla <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> los muertos. Las calles <strong>de</strong> Balandú, Lucía, la Banda, el entierro <strong>de</strong> Chelito. El grito: “¡Que<br />

vengan los invocados!” Bernardo contesta muy cerca: “Te invoco, ahora, Medardo Herreros, insomne <strong>de</strong> mis<br />

vigilias, días atentos al disparo, ojos redondos al fantasma <strong>de</strong> Elías Botero.” (102) Y la afirmación y la<br />

pregunta: “Has muerto, Medardo, ¿Has muerto Que en el remordimiento final <strong>de</strong>scanse tu alma en pena”.<br />

Los capítulos 13,14 y 15 relajan la tensión, son un regreso al pasado: las “charlas inoficiosas”, el<br />

<strong>de</strong>sparpajo, el juego <strong>de</strong> las etimologías, las canciones <strong>de</strong> Bilitis, los viajes inventados en otras épocas, la<br />

alfombra antes <strong>de</strong>l disparo, las novias, el amor cortés, Elizabeta <strong>de</strong>l Chocó, el cuadro <strong>de</strong> la mujer más bella<br />

<strong>de</strong>l mundo hecha con todas las <strong>de</strong> Balandú. Canto a la amistad, a la vida. Una reunión con los vecinos en<br />

Navidad, los arrieros “tras su hora señalada”, El Judío Errante. Intercalado el recuerdo <strong>de</strong> Bernardo cuando<br />

era niño: “Con la lluvia asomaron aquellos hombres míticos bajo sus encauchados olorosos a licor y sudor <strong>de</strong><br />

bestias...” (103). Luego, los lados amables <strong>de</strong> Balandú, la historia <strong>de</strong> Merce<strong>de</strong>s Luna y una alusión a las<br />

Ferias <strong>de</strong> Tambo que une El día señalado a las tierras altas.<br />

En el capítulo 16 regresamos a la agonía <strong>de</strong> Medardo. Pinta un último cuadro “La Lámpara”. Cada<br />

lienzo está preso en su marco, la figura que representa, también. Pinta con su sangre. Habla con Elías<br />

Botero, le reprocha su muerte - aunque él haya sido el causante –“... al matarte maté lo mejor <strong>de</strong> mí mismo,<br />

lo único que me quedaba”. (104) En el sillón enfrente se sienta el espectro <strong>de</strong> Elías, Medardo quisiera matar<br />

a la muerte para que su primo reviviera. No pue<strong>de</strong> sobrevivir sin su perdón ni el <strong>de</strong> Zoraida.


Llegan los Invocados. Cada uno sale <strong>de</strong> lo que fue importante para él. Primero Efrén Herreros <strong>de</strong> los<br />

“Cerros llenos <strong>de</strong> sus bosques amados” (105) La constatación triste: “Haber nacido fue mi única amistad.<br />

Padre, tú me la diste. Perdóname.”. Luego Roberto, viene <strong>de</strong> los caminos, con su caballo. Está solo. Se queja<br />

pero “Toda compañía es otro pretexto <strong>de</strong> nuestra soledad”. (106) Lo sienta cerca <strong>de</strong> la ventana, <strong>de</strong> sus<br />

paisajes. El tercero es Mariano Herreros, está ciego y sin bastón. Es el juez acusador, Medardo <strong>de</strong>be pagar.<br />

La cuarta es Lucía, pura, triste, sin reproches. Le duele tanto esta aparición. La quinta es La Madre. La<br />

muerte <strong>de</strong> su hijo la obsesiona. Su dolor no <strong>de</strong>ja espacio para más.<br />

El último capítulo es el <strong>de</strong> Bernardo. Se cierra el texto. Se vuelve al principio, a su llegada a La Casa<br />

<strong>de</strong> las dos Palmas. Da continuación al capítulo 3 y al encuentro que tuvo con la Brujita que podría ser Eulalia,<br />

la hija <strong>de</strong> Escolástica y José Aníbal. Encuentra los cua<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong> Medardo, “... la historia <strong>de</strong>l caserón <strong>de</strong> las<br />

dos palmas...” Y aña<strong>de</strong>: “... esa historia contaré algún día”. (107) Lo inva<strong>de</strong>n las presencias misteriosas <strong>de</strong>l<br />

mundo sobrenatural que ro<strong>de</strong>a La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas. Los fantasmas se integran al presente, la historia<br />

<strong>de</strong> los Invocados a los actos <strong>de</strong> Bernardo. Lo han hecho suyo, tal vez antes <strong>de</strong> tomar la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> escribir<br />

sobre la historia <strong>de</strong> su familia.<br />

No se sabe cómo se planearía el tercer volumen <strong>de</strong> esa saga: El regreso. Tal vez el <strong>de</strong> Bernardo,<br />

¿una transcripción <strong>de</strong> los cua<strong>de</strong>rnos encontrados, ¿Qué pasó con Medardo en la cárcel, ¿Ha muerto<br />

La historia <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> las dos Palmas no ha terminado. Nunca terminará. Es inmortal. Está<br />

escrita. Cada lector la volverá a la vida, le prestará su fuerza, su aterradora visión <strong>de</strong> la culpa, <strong>de</strong>l<br />

remordimiento y <strong>de</strong> la muerte.<br />

Manuel Mejía Vallejo ha construido su obra con paciencia, trabajo y sangre. Los Antepasados<br />

estarían orgullosos. No solamente los <strong>de</strong> su tierra, los <strong>de</strong>l continente, el Guaraní, el Azteca, el Inca, el Maya,<br />

el Esquimal, los Pieles Rojas. Es también la memoria <strong>de</strong>l Suroeste <strong>de</strong> <strong>Antioquia</strong>, <strong>de</strong> una época histórica <strong>de</strong><br />

Colombia, <strong>de</strong> sus escritores y artistas, <strong>de</strong> la gente que no tiene voz y a quien se la presta. Es la sensibilidad,<br />

la expresión popular, la cercanía a todos nosotros, la cali<strong>de</strong>z, la generosidad <strong>de</strong> su palabra. La experiencia, la<br />

sabiduría. No todos los caminos han sido recorridos, faltan algunos, los <strong>de</strong> sus obras inéditas que revisa con<br />

el cuidado <strong>de</strong> siempre, con entusiasmo y humildad, en compañía <strong>de</strong> su hermana Luz Mejía. Algunos libros<br />

nunca cierran un ciclo, abren paso a textos anteriores y como niños que un hombre mayor toma <strong>de</strong> la mano<br />

regresamos al pasado.


NOTAS<br />

1. Manuel Mejía Vallejo, Los Invocados, Bogotá, Grupo Editorial Norma (Colección La Otra<br />

Orilla), 1997, p. 276.<br />

2. Manuel Mejía Vallejo, La tierra éramos nosotros, Me<strong>de</strong>llín, Balmore Alvarez G., 1945, 1ª ed.,<br />

p. 229.<br />

3. Manuel Mejía Vallejo, Memoria <strong>de</strong>l olvido, Me<strong>de</strong>llín, Editorial Universidad <strong>de</strong> <strong>Antioquia</strong>, 1990,<br />

p.110.<br />

4. Manuel Mejía Vallejo, La tierra éramos nosotros, Lima, Editora Popular Panamericana, 2ª<br />

ed., 1961, p. 7-8.<br />

5. Marcel Proust, Jean Santeui, Madrid, Alianza Editorial, 1971, p. 11.<br />

6. M. Mejía Vallejo. La tierra éramos nosotros, p, 207.<br />

7. Ibíd., p. 255.<br />

8. Ibíd., p. 54.<br />

9. Manuel Mejía Vellejo, Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verano, Bogotá, Plaza y Janés, 1ª ed., 1981, 208 p.<br />

10. M. Mejía Vallejo, Los Invocados.<br />

11. M. Mejía Vallejo. La tierra éramos nosotros, p. 11, 147, 269.<br />

12. Ibíd., p. 21, 25, 260, 40.<br />

13. Augusto Roa Bastos, El trueno entre las hojas, Barcelona, Alfaguara, 1977, p. 39.<br />

14. M. Mejía Vallejo. La tierra éramos nosotros, p. 40<br />

15. Ibíd., p. 260, 171.<br />

16. Manuel Mejía Vallejo La Casa <strong>de</strong> las dos palmas, Bogotá, Planeta Colombiana Editorial S.A.<br />

(Colección Autores Colombianos), 1988, p. 403.<br />

17. M. Mejía Vallejo. La tierra éramos nosotros, p. 32.<br />

18. Ibíd., p. 59.<br />

19. Ibíd., p. 116, 159.<br />

20. Ibíd., p. 185.<br />

21. Manuel Mejía Vallejo, El hombre vegetal (novela inédita)


22. Manuel Mejía Vallejo, La guitarra en: Tiempo <strong>de</strong> sequía, Me<strong>de</strong>llín, Balmore Alvarez G., (1ª.<br />

Ed.) 1957, p. 173.<br />

23. Manuel Mejía Vallejo, La guitarra en: Cuentos <strong>de</strong> zona tórrida y noches <strong>de</strong> la vigilia, Bogotá,<br />

Procultura, 1986, p. 173.<br />

24. Ibíd., p. 117.<br />

25. Ibíd., p. 118.<br />

26. Manuel Mejía Vallejo, El milagro en: Cuentos <strong>de</strong> zona tórrida y noches <strong>de</strong> la vigilia,<br />

Procultura, 1986, p. 106, 110.<br />

27. Manuel Mejía Vallejo, Los abuelos <strong>de</strong> cara blanca, Bogotá, Planeta Colombiana Editorial S.A.<br />

(Colección Autores Colombianos), 1991, p. 13.<br />

28. Ibíd., p. 19, 33.<br />

29. Ibíd., p. 93, 113, 124.<br />

30. Manuel Mejía Vallejo, Las noches <strong>de</strong> la vigilia, Bogotá, Instituto Colombiano <strong>de</strong> Cultura,<br />

1975, p. 162.<br />

31. Jon Landaburu y Roberto Pineda C., Tradiciones <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong>l hacha: Mitología <strong>de</strong> los<br />

indios Andoques <strong>de</strong>l Amazonas, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1984, p. 59.<br />

32. M. Mejía Vallejo, Las noches <strong>de</strong> la vigilia, p. 142, 143, 154.<br />

33. “Ricardo Arenales, Un criterio personal- Mi penacho, em: El Imparcial (periódico), 9 <strong>de</strong><br />

agosto <strong>de</strong> 1922.<br />

34. Manuel Mejía Vallejo, Un hombre que parecía un fantasma, Me<strong>de</strong>llín, Imprenta Municipal, p.<br />

150.<br />

35. Manuel Mejía Vallejo, Tiempo <strong>de</strong> sequía, Méjico, UNAM, 1994, p. 58<br />

36. Manuel Mejía Vallejo, Al pie <strong>de</strong> la ciudad, Buenos Aires, Editorial Losada, S.A., 1958, p. 170<br />

37. Manuel Mejía Vallejo, El día señalado, España, Editorial Destino, 1964, p. 259.<br />

38. M. Mejía Vallejo, Al pie <strong>de</strong> la ciudad, p. 9, 15, 22, 26.<br />

39. Ibíd., p. 35, 66, 67.<br />

40. Ibíd., p. 143<br />

41. Manuel Mejía Vallejo, El día señalado, p. 7, 12.<br />

42. Ibíd., p. 33.<br />

43. Ibíd., p. 135, 139, 145.<br />

44. Ibíd., p. 177, 181, 183, 182, 188.<br />

45. Ibíd., p. 217, 218.


46. Ibíd., p. 256, 257<br />

47. Rafael Vásquez Zamora, Tanger, En: España Dominical (periódico), marzo 29 <strong>de</strong> 1964, p.<br />

10.<br />

48. Manuel Mejía Vallejo, Aire <strong>de</strong> tango, España: Plaza y Janés, 1979, p. 61.<br />

49. Ibíd., p. 8, 236.<br />

50. Ibíd., p.158, 35, 172.<br />

51. Fe<strong>de</strong>rico García Lorca, Romance <strong>de</strong> la luna luna, en: Antología poética, Buenos Aires,<br />

Pleamar, 1943, p. 237.<br />

52. M. Mejía Vallejo, Aire <strong>de</strong> tango, p. 22.<br />

53. Ibíd., p. 221, 176, 248, 249.<br />

54. Ibíd., p. 249.<br />

55. Ibíd., p. 232, 250, 42.<br />

56. Manuel Mejía Vallejo (director), El Siriri, Me<strong>de</strong>llín. No.2, abril <strong>de</strong> 1976.<br />

57. Manuel Mejía Vallejo, Las muertes ajenas, España, Plaza y Janés, 1979, p. 23.<br />

58. Manuel Mejía Vallejo, La sombra <strong>de</strong> tu paso, Bogotá, Planeta Colombiana Editorial S.A.,<br />

1987<br />

59. Ibíd., p. 195, 145, 147.<br />

60. Ibíd.,<br />

61. Ibíd. , p. 79.<br />

62. Manuel Mejía Vallejo, Hojas <strong>de</strong> papel, Me<strong>de</strong>llín, Universidad <strong>de</strong> <strong>Antioquia</strong>, 1985, p. 172.<br />

63. Manuel Mejía Vallejo, La sombra <strong>de</strong> tu paso, p. 73.<br />

64. Carlos Fuentes, Terra Nostra, Barcelona, Seix Barral S.A., 1975, p.76.<br />

65. Manuel Mejía Vallejo, Y el mundo sigue andando, Bogotá, Planeta Colombiana Editorial S.A.,<br />

1984, p. 226.<br />

66. Ivy Compton Burnett, Parents and children”<strong>de</strong>, New York, Penguin Books, 1941, p. 285.<br />

67. M. Mejía Vallejo, Y el mundo sigue andando”, p. 226, 11, 71, 50 , 71.<br />

68. Ibíd., p. 75, 74, 96.<br />

69. M. Mejía Vallejo, La sombra <strong>de</strong> tu paso, p. 71.<br />

70. “M. Mejía Vallejo, Y el mundo sigue andando”, p. 178, 220.<br />

71. M. Mejía Vallejo, Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano, p. 6, 10, 161.<br />

72. Ibíd., p. 6, 11, 42, 8, 37, 9, 207, 208.<br />

73. William Faulkner, Humo en: Gámbito <strong>de</strong> caballo, Buenos Aires, Emecé Editores, 1964, p. 17.


74. M. Mejía Vallejo, Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano, p. 25, 168, 16, 68, 83.<br />

75. Truman Capote, Música para camaleones, Editorial Bruguera, S.A., 1981, p. 25.<br />

76. “M. Mejía Vallejo, Tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano, p. 80, 81, 83, 84, 85, 104.<br />

77. Ibíd., p. 125, 208.<br />

78. Malcom Lowry, Bajo el volcán, México, <strong>Biblioteca</strong> Era, 1964, p. 403.<br />

79. Carlos Fuentes, Terra Nostra, p. 406.<br />

80. M. Mejía Vallejo, La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas, p. 403.<br />

81. Ibíd., p. 39.<br />

82. Ibíd., p. 158.<br />

83. Ibíd., p. 19.<br />

84. Manuel Mejía Vallejo, Prácticas para el olvido, Me<strong>de</strong>llín, Universidad <strong>de</strong> <strong>Antioquia</strong>, 1993, p.<br />

9, 10, 11.<br />

85. Manuel Mejía Vallejo, Soledumbres, Me<strong>de</strong>llín, <strong>Biblioteca</strong> Pública Piloto, (Ediciones<br />

Especiales) , 1990, p. 200<br />

86. Geraldino Brasil, Los enamorados recordarán sus versos, Atlanta, diciembre 24 <strong>de</strong> 1990.<br />

Traducción <strong>de</strong> Jaime Jaramillo Escobar.<br />

87. M. Mejía Vallejo, La Casa <strong>de</strong> las dos Palmas, p. 228.<br />

88. Ibíd., p. 199, 198.<br />

89. Ibíd., p. 115.<br />

90. Ibíd., p. 100.<br />

91. Ibíd., p. 366.<br />

92. Ibíd., p. 389.<br />

93. Ibíd., p. 399.<br />

94. Ibíd., p. 401.<br />

95. Ibíd., p. 402.<br />

96. Ibíd., p. 403.<br />

97. M. Mejía Vallejo, Los Invocados, p. 29.<br />

98. Ibíd., p. 141.<br />

99. Ibíd., p. 155.<br />

100. Porfirio Barba-Jacob, Parábola <strong>de</strong> los viajeros en: Poemas (recopilación y notas <strong>de</strong><br />

Fernando Vallejo), Bogotá, Nueva <strong>Biblioteca</strong> Colombiana <strong>de</strong> Cultura, 1985, p. 75.<br />

101. M. Mejía Vallejo, Los Invocados, p. 223.


102. Ibíd., p. 226.<br />

103. Ibíd., p. 249.<br />

104. Ibíd., p. 274.<br />

105. Ibíd., p. 280.<br />

106. Ibíd., p. 281.<br />

107. Ibíd., p. 293.

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