Programa de mano 2 de abril - Orquesta y Coro de la Comunidad ...

digno representante de esa generación intermedia,
nacida con posterioridad a Falla (1876) y poco más
tarde que Turina (1882), una generación completa anterior
a los jóvenes que marcarían el paso de la República,
nacidos, en general, con el nuevo siglo.
Algún especialista los ha definido como la generación
de los maestros y, a tenor de su exigente formación
musical, no es una mala definición.
También viene a cuento Julio Gómez de la obra anteriormente
comentada; sobre todo del homenaje a Arbós
en el que Gómez participa con otra de las breves
obras, en su caso, la denominada Canción árabe. La
anécdota del citado homenaje nos recuerda la labor que
Julio Gómez realizó como crítico en el diario El Liberal
de 1928 a 1936. Nos lo hace notar el crítico Ruiz de la
Serna al destacar, aunque solo sea en su condición de
colegas, a Adolfo Salazar, Joaquín Turina y Julio Gómez.
La larga y ancha trayectoria profesional de Julio
Gómez ha dejado una muy fecunda huella en la historia
musical del siglo XX español, y muy especialmente
en su primera mitad. Compositor, profesor, ensayista,
crítico, académico, director en varios momentos, no
hay casi espacio de la vida musical que escapara a su
infatigable actividad.
Desde ese punto de vista, su memoria muestra
injustos olvidos, pese a que los especialistas lo han
seguido considerando en todo momento como una
figura capital. También ha contribuido a ello una independencia
permanente y un apego al legado tradicional
de la música que le hizo estar a contracorriente
en los principales “ismos” del tiempo que
vivió.
Sus obras son, no obstante, poderosas y plenas de
inspiración y, sobre todo, resisten bien el paso del
tiempo. Además de que su producción cubrió prácticamente
todas las preocupaciones profesionales que
un músico de su generación podía abarcar.
Desde ese punto de vista, resulta curiosa la escasa
atención que Julio Gómez prestó al piano en su catálogo,
un instrumento que dominaba, además.
Dos son, en efecto, las únicas obras presentadas al
público por el autor madrileño: las Variaciones sobre
un tema salmantino, para piano solo, y el Concierto lírico
para piano y orquesta, que es, por tanto, su única
pieza concertante para el instrumento.
El Concierto lírico fue compuesto en el verano de
1942. Periodo difícil en la vida del músico, que había
sido depurado por las autoridades franquistas, lo que
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