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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA FEBRERO DE 2015<br />

Escribir es también un intento de construir<br />

un Arca de Noé para salvar todo lo que amamos,<br />

para salvar —deseo vano e imposible, quijotesco<br />

pero inextirpable— cada vida.<br />

— CLAUDIO MAGRIS<br />

530<br />

Además<br />

¿SABEMOS<br />

QUÉ ES LA VIDA?<br />

EDMUNDO VALADÉS<br />

PASCUALA CORONA


530<br />

EDITORIAL<br />

3<br />

6<br />

8<br />

9<br />

13<br />

16<br />

18<br />

18<br />

20<br />

20<br />

22<br />

Memoria<br />

EDMUNDO VALADÉS<br />

—————————<br />

Lápices de colores<br />

CLAUDIO MAGRIS<br />

Claudio Magris,<br />

el “infinito viajante”<br />

ESTHER COHEN<br />

¿Hay una definición<br />

de la “vida”?<br />

CAROL CLELAND Y<br />

CHRISTOPHER CHYBA<br />

Inteligencias<br />

extraterrestres y<br />

demiurgos, bacterias<br />

y dinosaurios<br />

OCTAVIO PAZ<br />

La morada terrestre<br />

FRED HOYLE<br />

Y N. CHANDRA WICKRAMASINGHE<br />

Edmundo Valadés,<br />

sonorense mareño<br />

DAMASO MURÚA<br />

La imaginación<br />

sustituye a la memoria:<br />

Edmundo Valadés<br />

JOSÉ ÁNGEL LEYVA<br />

CAPITEL<br />

NOVEDADES<br />

Pascuala Corona:<br />

la otra hermana Grimm<br />

JUANA INÉS DEHESA<br />

¿Sabemos qué es la vida?<br />

Este número de La Gaceta exalta varios modos de<br />

entender la vida. Arrancamos presentando el<br />

discurso que Claudio Magris pronunció al recibir,<br />

el día inaugural de la pasada feria de Guadalajara, el<br />

Premio fil de Literatura en Lenguas Romances,<br />

en el que parte de una teoría cromática para<br />

representar las diversas intenciones de un escritor<br />

y expresa cómo a lo largo de su vida literaria ha ido<br />

aprendiendo el oficio; incluimos asimismo la<br />

cariñosa respuesta que Esther Cohen dio ese<br />

mediodía al “infinito viajante”. Agradecemos a ambos, y a Dulce María<br />

Zúñiga, eficaz gestora del galardón tapatío, la oportunidad de publicar aquí<br />

esos dos textos.<br />

Tenemos en preparación varios libros que, desde una perspectiva<br />

científica, se preguntan qué es la vida y ponderan la importancia de la<br />

diversidad biológica. Como aperitivo de lo que el lector hallará en La<br />

esencia de la vida. Enfoques clásicos y contemporáneos de filosofía y ciencia,<br />

ofrecemos un ensayo sobre cómo puede definirse ese misterioso fenómeno<br />

que cuestiona las leyes de la termodinámica. Uno de los autores incluidos<br />

en ese volumen es Francis Crick, cuyo La vida misma apareció en Colección<br />

Popular hace tres décadas; estamos seguros de que los lectores se<br />

sorprenderán de la reseña que Octavio Paz preparó y que da cuenta de su<br />

curiosidad omnívora. Cerramos esta sección vital con un fragmento de un<br />

libro polémico, publicado por el Fondo en 1992, que nos sirve para recordar<br />

a Fred Hoyle en el año de su centenario.<br />

Y ya puestos en la veta de los festejos por alguien que habría cumplido<br />

cien años, celebramos el siglo de Edmundo Valadés; La muerte tiene permiso<br />

es un sólido cimiento del catálogo histórico de nuestra casa. José Ángel<br />

Leyva nos permitió incluir un trozo de un libro que tenemos en evaluación<br />

y de Dámaso Murúa tomamos el capítulo que dedicó en su antología<br />

personal Las mujeres primero (Letras Mexicanas, 2000) al escritor<br />

sonorense nacido el 22 de febrero de 1915.<br />

Cerramos este número con una evocación festiva de una escritora<br />

fallecida en enero pasado. Con inteligencia y conocimiento, Juana Inés<br />

Dehesa recapitula los aportes de Teresa Castelló Yturbide, quien bajo el<br />

seudónimo de Pascuala Corona contribuyó al surgimiento de la literatura<br />

para niños en nuestro país.<br />

La vida, qué duda cabe, es todo esto y mucho más. W<br />

José Carreño Carlón<br />

DIRECTOR GENERAL DEL FCE<br />

Tomás Granados Salinas<br />

DIRECTOR DE LA GACETA<br />

Alejandro Cruz Atienza<br />

JEFE DE REDACCIÓN<br />

Suscríbase en<br />

www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/<br />

lagaceta@fondodeculturaeconomica.com<br />

www.facebook.com/LaGacetadelFCE<br />

Ricardo Nudelman, Martha Cantú,<br />

Adriana Konzevik, Susana López,<br />

Alejandra Vázquez<br />

CONSEJO EDITORIAL<br />

León Muñoz Santini<br />

ARTE Y DISEÑO<br />

Andrea García Flores<br />

FORMACIÓN<br />

Juana Laura Condado Rosas, María<br />

Antonia Segura Chávez, Ernesto<br />

Ramírez Morales<br />

VERSIÓN PARA INTERNET<br />

Impresora y Encuadernadora<br />

Progreso, sa de cv<br />

IMPRESIÓN<br />

La Gaceta del Fondo de Cultura Económica<br />

es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,<br />

Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado<br />

de licitud de título 8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas<br />

Ilustradas el 15 de febrero de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto<br />

Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal,<br />

Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716<br />

ILUSTRACIÓN DE PORTADA: ©ANDREA GARCÍA FLORES Y ALEJANDRA SÁNCHEZ SALAS<br />

LAS VIÑETAS DE LAS PÁGINAS 2, 3, 18, 19, 20 Y 21 FUERON TOMADAS DE LA REVISTA EL CUENTO. REVISTA DE IMAGINACIÓN<br />

2 FEBRERO DE 2015


LÁPICES MICROFICCIÓN DE COLORES<br />

Este mes, en el que celebramos el centenario del nacimiento de Edmundo Valadés,<br />

recuperamos una de sus microficciones —género del que fue fiel espadachín y promotor<br />

en México e Hispanoamérica—. Extraída de uno de los emblemáticos recuadros que<br />

ofrecían estas pequeñas bocanadas de ficción en El Cuento, presentamos aquí una que<br />

vio la luz en el número 101 de la también llamada “Revista de imaginación”<br />

Memoria<br />

EDMUNDO VALADÉS<br />

Cuando alguien muere, sus recuerdos<br />

y experiencias son concentrados en una<br />

colosal computadora, instalada en un<br />

planeta invisible. Allí queda la historia<br />

íntima de cada ser humano, para<br />

propósitos que no se pueden revelar.<br />

Enfermo de curiosidad, el diablo ronda<br />

alrededor de ese planeta. W<br />

FEBRERO DE 2015 3


ILUSTRACIÓN: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

4 FEBRERO DE 2015


DOSSIER<br />

La escritura tiene colores diferentes.<br />

Diversos colores, diversas escrituras, también<br />

en el espacio de aquella que las abraza a todas:<br />

la escritura única e irrepetible de cada autor.<br />

Claudio Magris se vale de un curioso hábito de<br />

un escritor al que admira, que usaba tonalidades<br />

distintas en su correspondencia, para intentar<br />

comprender cómo se ha acercado a la literatura,<br />

tanto la creativa como la de reflexión<br />

FEBRERO DE 2015 5


ILUSTRACIÓN: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

LÁPICES DE COLORES<br />

Con motivo de la entrega del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2014,<br />

el pasado 29 de noviembre, en la ceremonia inaugural de la XXVIII Feria de Guadalajara,<br />

se celebró al triestino Claudio Magris. Presentamos aquí el texto que leyó en dicha ocasión,<br />

donde reconstruye con una belleza deslumbrante el origen y conformación de sus obras<br />

más significativas, así como la sensible e inteligente semblanza que preparara<br />

Esther Cohen para el mismo festejo<br />

ARTÍCULO<br />

Lápices de colores<br />

CLAUDIO MAGRIS<br />

Hace muchos años, Heimito<br />

von Doderer, el gran<br />

narrador austriaco, teórico<br />

y creador de la “novela<br />

total”, me envió un<br />

ejemplar de su obra<br />

maestra La escalinata de<br />

Strudlhof, con una afectuosa,<br />

amplia y autoirónica<br />

dedicatoria escrita<br />

con seis lápices de colores. Algunas letras en azul,<br />

otras en rojo, una palabra entera en amarillo, y así sucesivamente.<br />

Aquella dedicatoria era probablemente<br />

también autoirónica porque utilizaba colores diferentes<br />

para escribir —a mano— sus novelas, largas<br />

como la vida misma; los colores diferenciaban los distintos<br />

planos de la novela: la narración de los sucesos,<br />

el flujo de la conciencia, las descripciones… Utilizar<br />

colores diferentes también para escribir la dedicatoria<br />

significaba que toda escritura —así fueran unas<br />

cuantas líneas— es un texto, un tejido de planos diferentes,<br />

rico en referencias; sostenido por una tensión<br />

entre la totalidad y el fragmento, lo dicho y lo no dicho.<br />

La escritura tiene colores y lápices diferentes,<br />

también para quien no escribe a mano, como lo hace<br />

Doderer. Diversos colores, diversas escrituras, también<br />

en el espacio de aquella que las abraza a todas, la<br />

escritura única e irrepetible de cada autor.<br />

No sé cuántos lápices debería tener yo cuando, en<br />

la mesa de mi cuarto o en la del café San Marco en<br />

Trieste, intento garabatear mis páginas. Un color<br />

simple y definido es el del lápiz con el que se escriben<br />

los libros (al menos es lo que yo hago y he hecho en el<br />

pasado), e incluso los textos breves de los que conocemos,<br />

antes de empezar, la naturaleza, el tema, el objetivo.<br />

Es el caso de los textos de crítica literaria. Por<br />

ejemplo, cuando me senté a escribir una monografía<br />

sobre Wilhelm Heinse, un autor alemán de finales del<br />

siglo xviii, no sabía a qué resultado llegaría, pero sabía<br />

cuál era el tema y el objetivo de aquella escritura,<br />

es decir, el análisis de la obra del autor. El color de mi<br />

lápiz era firme, no irradiaba reflejos ni reverberaciones<br />

misteriosas, no se confundía con otros colores, no<br />

cambiaba su significado, como por ejemplo un azul<br />

marino puede evocar nostalgia, o bien felicidad en un<br />

mismo instante, pálido color de la angustia y la muerte.<br />

Pero ya en otros estudios críticos se había insinuado<br />

de pronto una inquietante ambigüedad, una estimulante<br />

y perturbadora incertidumbre sobre lo que<br />

yo estaba buscando. En un libro que escribí sobre<br />

Hoffmann, el genial escritor romántico y decimonónico,<br />

artista del inconsciente y de la figura del doble,<br />

me introduje en su obra y en el Romanticismo europeo<br />

que se refleja en ella. Aventurarse en el caos de<br />

sueños y fantasmas de sus relatos, donde el Yo narrativo<br />

de pronto se sorprende hablando con una voz<br />

desconocida y extraña que lo extravía, lo hechiza o lo<br />

devasta, requería no solo un análisis histórico y crítico<br />

de la obra, sino que exigía internarse en los laberintos<br />

ignotos de la vida e incluso de mi propia vida.<br />

Mientras más avanzaba en la escritura, menos sabía<br />

lo que me esperaba, cuál era el verdadero objetivo de<br />

mi búsqueda; el color de la escritura se desvanecía<br />

como una nube y cada vez ignoraba más qué libro estaba<br />

escribiendo aunque controlara meticulosamente<br />

cada detalle.<br />

Este proceso, existencial y estilístico, se fue acentuando<br />

progresivamente aun antes de que empezara<br />

a escribir ficción, y enseguida se convirtió en una ley<br />

de la escritura. El ensayo, por ejemplo, es una escritura<br />

que se hace a tientas, ensayando, y el argumento se<br />

va creando conforme se avanza, mientras se busca se<br />

construye. Una escritura que habla de algo para expresar<br />

otra cosa, que no se puede decir directamente,<br />

y que el propio autor va conociendo poco a poco, lo indecible<br />

detrás de cada imagen. Cuando escribí mi primer<br />

libro, El mito Habsbúrgico (1963), no sabía bien lo<br />

que quería escribir y esto me sucede todavía; solo<br />

cuando llego a una tercera parte o a la mitad sé qué libro<br />

quiero escribir, cuál es la metáfora detrás del<br />

tema explícito y cuál es su verdadero objetivo —por<br />

ejemplo, cuando se escribe un poema sobre un árbol y<br />

la luz que lo envuelve, puede ser la única manera en<br />

ese momento para expresar el amor por una persona—.<br />

El mito Habsbúrgico celebraba el mundo austriaco<br />

como el mundo del orden que había descubierto<br />

el desorden, una literatura que había denunciado el<br />

vacío, el sinsentido, la crisis de la civilización. Un laboratorio<br />

del nihilismo contemporáneo a la vez que<br />

una guerrilla en su contra.<br />

Pero me di cuenta de esto mientras lo estaba escribiendo<br />

y ya hacia el final. Probablemente no lo habría<br />

escrito si no hubiese nacido y crecido en el mestizaje 1<br />

de Trieste, la ciudad de los patriotas italianos que con<br />

frecuencia tienen apellidos alemanes, eslavos, judíos<br />

1 En español en el original. [N. de la T.]<br />

o húngaros, en donde el creador de la literatura triestina,<br />

Scipio Slataper, murió sirviendo como voluntario<br />

en la primera Guerra Mundial luchando para que<br />

Trieste se volviera italiana. Su libro Mi Carso (1912) se<br />

inicia con estas palabras: “Quisiera decirles”. Slataper<br />

hubiera querido decir que había nacido en el Carso, en<br />

Moravia o en Croacia. Naturalmente que no es cierto,<br />

él nació en Trieste, pero expresa el deseo de hablar a<br />

los otros, a los italianos; pero él también es italiano y<br />

poco después moriría en la Gran Guerra para que<br />

Trieste se anexara a Italia. Si en México existe la<br />

mexicanidad en Trieste existe la triestinidad; ambas<br />

suscitan apasionamiento, pero no es seguro que en<br />

realidad existan. De todas formas, en pocos lugares<br />

como en Trieste se vive la obsesión por la otredad, literariamente<br />

fecunda y potencialmente nociva, como<br />

cualquier fijación por la propia identidad, en lugar de<br />

vivir simplemente sin pensar demasiado en ello.<br />

De igual forma, el ensayo Lejos de dónde (1971) dedicado<br />

a la civilización hebraico-oriental y vinculado<br />

con mi pasión por Isaac Bashevis Singer, a quien conocí<br />

personalmente y ha sido uno de los grandes encuentros<br />

de mi vida, tuvo su primer origen en la lectura casual<br />

de una narración hebraico-oriental: la historia de<br />

dos judíos de una pequeña ciudad de Europa del Este.<br />

Se encuentran en una estación de tren, uno de ellos<br />

lleva muchas maletas y el otro le pregunta: “¿Adónde<br />

vas?” Y este responde: “Voy a Argentina”. Aquel comenta:<br />

“¡Vas muy lejos!” Y el primero dice: “¿Lejos de<br />

dónde?” Una respuesta talmúdica, que responde con<br />

una pregunta; esto significa por una parte que el judío,<br />

que vive en el exilio, siempre está lejos de todo y,<br />

por otra, que teniendo una patria en el Libro, en la tradición,<br />

en la Ley, nunca se está lejos de nada. Me dediqué<br />

a leer historias de ghetto de todos los países posibles,<br />

a autores clásicos y a menores de la literatura en<br />

yiddish, historias jasídicas, relatos de todo el mundo y<br />

sobre todo de Europa centro-oriental. Una civilización<br />

que ha sufrido con tremenda violencia la erradicación,<br />

el exilio, persecuciones, amenazas de aniquilación<br />

de su identidad… a todo esto se han enfrentado<br />

oponiendo una resistencia extraordinaria individual<br />

y un humorismo indestructible. Éxodo, exilio, pérdida<br />

del Yo y una increíble resistencia del Yo mismo.<br />

Pero poco a poco aquel libro se convirtió en una especie<br />

de metáfora de mi propia vida, de mis afectos<br />

más profundos, de mi existencia.<br />

Así nació también Danubio. En septiembre de<br />

1982, con Marisa mi esposa y algunos amigos hicimos<br />

6 FEBRERO DE 2015


LÁPICES DE COLORES<br />

LÁPICES DE COLORES<br />

un viaje a Eslovaquia. Estábamos entre Viena y Bratislava,<br />

cerca de la frontera Este con lo que se ha dado<br />

en llamar “la otra Europa” (creo que mucho de lo que<br />

he escrito ha surgido del deseo de quitar ese adjetivo<br />

“otra”, de lograr que se comprenda que esa Europa es<br />

igualmente digna). Veíamos fluir el Danubio, el esplendor<br />

de sus aguas, su color no se diferenciaba de la<br />

hierba y los prados; no se distinguía bien dónde empezaba<br />

y dónde terminaba el río, qué era río y qué no.<br />

Estábamos viviendo un momento de felicidad y armonía,<br />

uno de esos raros instantes de concordancia<br />

con el flujo de la existencia. De pronto vimos un cartel:<br />

“Museo del Danubio”. Esta palabra, museo, aparecía<br />

tan ajena al encanto del momento, cuando Marisa<br />

dijo: “¿Qué pasaría si continuásemos vagando hasta<br />

la desembocadura del Danubio?”. Así comenzaron<br />

esos cuatro años de viajes, escritura y re-escritura,<br />

vagabundeos donde el Danubio y la Mitteleuropa se<br />

convierten en la Babel del mundo actual. La escritura<br />

de Danubio es mestiza, impura, mezcla de géneros y<br />

de registros estilísticos, como las aguas del verdadero<br />

río —que no son azules—. Esto es válido, en formas diversas,<br />

para todos mis libros, novelas, relatos y pièces 2<br />

teatrales que he escrito.<br />

La escritura es a la vez un agente de aduana y un<br />

contrabandista; establece fronteras y las trasgrede.<br />

Lápices, colores diferentes, son usados por la escritura<br />

ético-política y por la propiamente literaria, de invención.<br />

Yo he escrito libros de fantasía, de invención,<br />

pero hace 47 años que escribo para el Corriere della<br />

Sera, frecuentemente sobre asuntos ético-políticos.<br />

Lo que da orden al mundo es la sintaxis, y las dos escrituras<br />

—la ético-política y la fantástica, narrativateatral—<br />

tienen sintaxis completamente distintas.<br />

La escritura ético-política, al menos en lo que me<br />

concierne, es una escritura paratáxica, implacable,<br />

clara, fuerte, constituida esencialmente por frases<br />

importantes. Cuando se protesta por algo, cuando se<br />

denuncia o se ataca algo, es natural expresarse según<br />

manda el Evangelio: “Que tus palabras sean sí sí, no<br />

no”, con una claridad despiadada. Tal claridad se expresa<br />

sobre todo con una sintaxis paratáxica y clara.<br />

En cambio, cuando se narra, cuando se relata la historia<br />

de un hombre, la escritura se vuelve más compleja<br />

porque un hombre no es nunca reductible a una<br />

realidad unívoca de su persona. La escritura, en el intento<br />

de aferrar esta realidad humana mutable y<br />

compleja, a su vez se vuelve compleja, contradictoria,<br />

hipostática, una escritura en que las frases principales<br />

que dicen o deberían decir lo esencial son corregidas,<br />

atenuadas, puestas en duda por frases secundarias,<br />

por oraciones concesivas, por subjuntivos, por<br />

condicionales. Una escritura en la que lo que sucede<br />

se combina inextricablemente con lo que podría o debería<br />

suceder. La escritura es como un río que siempre<br />

desborda sus márgenes. La escritura siempre nos<br />

rebasa. A veces es la escritura la que nos revela el<br />

tema, la historia que escribiremos y que hasta ese<br />

momento no sabíamos que escribiríamos. Mi primer<br />

relato o novela breve, Conjeturas sobre un sable, surgió<br />

de esa manera. Había escrito un artículo para el<br />

diario Corriere della Sera donde evocaba el trágico y<br />

grotesco suceso histórico de los cosacos que, durante<br />

la segunda Guerra Mundial, recibieron de los nazis la<br />

promesa de obtener una patria, un Kosakenland, que<br />

estaría situada en alguna región de la Unión Soviética.<br />

Pero ya que la guerra, gracias a Dios, iba cada vez<br />

peor para los nazis, la patria prometida debía moverse<br />

cada vez más hacia el Oeste, como en un juego trágico,<br />

hasta que durante unos meses se situó provisionalmente<br />

en Carnia, una región del confín oriental de<br />

Italia entre Trieste y Udine, donde yo estaba de niño,<br />

en el último invierno de la guerra (1944-1945) y pude<br />

ver a algunas de estas personas. Los nazis habían sacado<br />

del olvido y del exilio al viejo líder cosaco Krasnov,<br />

que siempre vestía su colorido uniforme del pasado<br />

y había creado una especie de cuartel general o<br />

corte cosaca en un pequeño albergue de un pueblo.<br />

En las últimas semanas de la guerra, los cosacos habían<br />

logrado huir del cerco partisano y en Austria se<br />

habían entregado a los ingleses porque les habían<br />

prometido no entregarlos a los soviéticos. Sin embargo,<br />

sí fueron entregados a los soviéticos y casi todos<br />

fueron ajusticiados. También Krasnov fue capturado<br />

en Moscú en 1947. Pero durante mucho tiempo se creyó<br />

—y uno que otro lo cree aún— que Krasnov había<br />

muerto durante el último enfrentamiento contra los<br />

partisanos, no endosando su extravagante y anacró-<br />

2 En francés en el original. [N. de la T.]<br />

nico uniforme sino el atuendo de un simple soldado y<br />

había sido confundido con un viejo cosaco muerto<br />

y sepultado en aquel lugar. Cuando se abrieron los chivos soviéticos, se supo que Krasnov había sido<br />

capturado en Moscú. Pero aun después de que se die-<br />

arra<br />

a conocer esta indiscutible verdad, muchos, sobre<br />

todo en aquellas tierras, se obstinaban en creer que<br />

Krasnov era aquel viejo muerto en su escuálido uniforme.<br />

Yo relaté en el Corriere della Sera ese episodio,<br />

narrando obviamente los hechos históricos realmente<br />

acontecidos y por supuesto también la muerte de<br />

Krasnov en Moscú. Pero cuando releí el artículo noté<br />

que estaba lleno de frases concesivas, de condicionales,<br />

subjuntivas, de “quizás”, que parecían crear la<br />

duda en el lector acerca de la verdad de la muerte de<br />

Krasnov, como si también yo, en el fondo, quisiese<br />

convencerme de que Krasnov había muerto en Moscú.<br />

Entonces me pregunté qué verdad humana, existencial,<br />

poética, había en aquel deseo de creer en una<br />

versión históricamente falsa.<br />

Para comprender esto, hay que recurrir a la literatura<br />

que —decía Manzoni— no es cierta en los hechos,<br />

pero cuenta cómo los hombres los vivieron. Es un<br />

tema muy borgiano, y de hecho, cuando pasé una velada<br />

con Borges en Venecia, quise regalarle ese tema,<br />

ese argumento. Pero él me acarició suavemente el<br />

brazo y me dijo: “No, usted debe escribirlo, es una historia<br />

de su vida”. Así la literatura universal perdió<br />

una obra maestra, pero yo me desbloqueé y escribí mi<br />

primer texto narrativo, Conjeturas sobre un sable.<br />

Otro episodio que revela esa fuerza y autonomía de<br />

la escritura e impone sus leyes es lo que presencié<br />

cuando Marisa Madieri escribió su Verde agua, libro<br />

tan apreciado en particular en los países de lengua española.<br />

Hay un personaje femenino inspirado en un<br />

personaje real de impetuosa, desbordante y astuta vitalidad<br />

(también con conductas moralmente reprobables)<br />

y una gran fidelidad a los detalles. Marisa sentía<br />

por esta persona una profunda y justificada aversión.<br />

Pero cuando narró este personaje, mantuvo sus<br />

característica negativas y acentuó esos aspectos fascinantes<br />

de su vitalidad como su humorismo cínico y<br />

su inteligencia veloz aunque ignorante. El resultado<br />

fue un personaje impetuoso y mucho menos odioso<br />

de lo que la autora hubiese querido. Aquí es válido lo<br />

que una vez dijo Tolstói: “Perdí el control sobre Anna<br />

Karenina. Ella hace lo que quiere”.<br />

Hay tantas escrituras: las que dan voz a la tragedia<br />

y al horror de la vida y aquéllas que dan voz a su<br />

encanto; las que se obsesionan con la verdad y aquéllas<br />

que pretenden reinventar el mundo. Está la escritura<br />

que nace en la cabeza, en el conocimiento intelectual,<br />

y aquélla que nace en la mano, en la creatividad<br />

que ignora que el autor entiende menos su obra<br />

que los demás, como me sucedió cuando hablaba con<br />

Singer y me daba cuenta de que yo entendía más sus<br />

grandes obras, sus relatos y parábolas que había escrito<br />

él y no yo.<br />

Hay la escritura que informa sobre el mundo, que<br />

detecta las necesidades y denuncia las injusticias;<br />

también la escritura que se practica como “buen<br />

combate”, para usar la expresión de san Pablo, en defensa<br />

del ser humano, y hay la escritura que se practica<br />

con absoluta e irresponsable libertad.<br />

Hay una increíble paleta de colores diferentes, a<br />

veces cada uno separado en su propio recipiente,<br />

como en la escuela, en las clases de dibujo y pintura<br />

con acuarelas, y otras veces mezclados en un color<br />

imposible de nombrar.<br />

La dialéctica que siento con más fuerza es aquella<br />

que se da —recordando la definición del gran Ernesto<br />

Sábato, de quien tuve la fortuna de ser amigo—<br />

entre la escritura diurna y la nocturna. En la primera,<br />

un escritor, aunque invente, expresa un mundo<br />

en el que se reconoce, del que enuncia sus valores,<br />

su modo de ser. En la segunda, el escritor ajusta<br />

cuentas con algo que de pronto surge dentro de él y<br />

que tal vez no sabía que tenía: sentimientos, pulsiones<br />

inquietantes, “verdades detestables”, como escribió<br />

Sábato, que lo dejan estupefacto, lo horrorizan,<br />

le muestran un rostro suyo que no conocía, lo<br />

ponen frente a frente con la Medusa de la vida que<br />

en ese momento no puede ser enviada con el peluquero<br />

a que le corten la cabellera de serpientes para<br />

que esté presentable.<br />

Es la escritura en la que habla una especie de sosia<br />

del autor y éste, aunque le gustaría que el sosia dijera<br />

cosas distintas de las que está diciendo, no puede hacer<br />

sino —si es honesto— dejarle la palabra. ¿Lápiz negro?<br />

En lo que me concierne, en la narrativa —especialmente<br />

en la novela A ciegas, y en la que estoy escri-<br />

biendo y quizás publique en unos meses— y en los<br />

textos teatrales (sobre todo en Exposición) predomina<br />

la escritura nocturna.<br />

Comencé a escribir Aciegas en forma lineal, l tradicional,<br />

pero no funcionó, no podía funcionar porque<br />

en una narración el “cómo” —es decir el estilo, la estructura,<br />

la escritura— debe corresponder, identificarse<br />

incluso, con el “qué”, con la anécdota, y con su<br />

sentido o sinsentido. No se puede escribir de forma<br />

tradicional, ordenada, racional, armónica, una historia<br />

de delirio, de descomposición de los sentidos, de<br />

desorden descomunal. El desorden y la tragedia están<br />

en las cosas y en las palabras. Logré, en un impulso<br />

creativo, en medio del gran mar conradiano que es la<br />

novela moderna contemporánea, cuya estructura se<br />

construye disgregándose y difiriendo o alternando<br />

las revelaciones del significado y la relación fundamental<br />

con el tiempo y con la Historia, la relación entre<br />

novela contemporánea e Historia, entre escribir<br />

la Historia y escribir historias, entre relatar e inventar<br />

la realidad, History as Fiction, Fiction as History,<br />

como escribiera Norman Mailer y que muchos otros<br />

han repetido. Mientras escribía A ciegas, me debatía<br />

en la escisión entre la forma de verdad que la novela<br />

(si quiere ser auténtica) puede encontrar solo a través<br />

de la distorsión, y la otra forma de verdad ético-política<br />

que, en cambio (como era el caso), solamente puede<br />

ser encontrada apegándose a la razón y a la racionalidad<br />

que los oleajes de la épica parecen haber llevado<br />

al naufragio. Me di cuenta después, una vez terminado<br />

el libro, cuánto le debe a Noticias del Imperio, de<br />

Fernando del Paso, a su flujo aglutinante que arrastra<br />

—en una mezcla de erudición, sensualidad y delirio—<br />

núcleos intrincados de vida y de Historia. Para la novela<br />

del siglo xix —grande o menor— la acción del individuo<br />

estaba inserta en una Historia difícil pero no<br />

del todo irracional. El escritor decimonónico, cuando<br />

inventaba historias, podía fiarse de la misma licencia<br />

de la Historia que él expresa en sus escritos históricos<br />

y políticos. Y puede incluso usar un estilo de alguna<br />

manera análogo. La escritura de Victor Hugo en Los<br />

miserables no es demasiado distinta de la de sus polémicas<br />

contra Napoleón III; Kafka o Rulfo, en cambio,<br />

no hubieran podido escribir una declaración política<br />

o un mensaje de solidaridad a las víctimas de la explotación<br />

con el mismo lenguaje de la Metamorfosis o de<br />

Pedro Páramo. Las obras maestras del siglo xix, escribió<br />

un célebre escritor italiano, Raffaele La Capria,<br />

son obras maestras imperfectas. Con estas palabras<br />

no pretendía naturalmente negar la grandeza de<br />

Kafka, Svevo, Joyce o de los grandes autores latinoamericanos,<br />

sino que quería subrayar cómo estos<br />

autores habían asumido, en las estructuras mismas<br />

de su narrativa, el desorden del mundo, la dificultad<br />

o la imposibilidad de entenderlo y de expresarlo<br />

conforme con un orden, el maelstrom que hace colapsar<br />

cosas y palabras.<br />

¿Por qué se escribe? Por tantas razones: por<br />

amor, por miedo, como protesta, para distraerse<br />

ante la imposibilidad de vivir, para exorcizar un vacío,<br />

para buscarle un sentido a la vida. A veces para<br />

establecer un orden, otras para deshacer un orden<br />

preconstruido; para defender a alguien, para agredir<br />

a alguien. Para luchar contra el olvido, con el deseo<br />

—tal vez patético pero grande y apasionado— de<br />

proteger, de salvar las cosas y sobre todo los rostros<br />

amados, de la abrasión del tiempo, de la muerte. Escribir<br />

es también un intento de construir un Arca<br />

de Noé para salvar todo lo que amamos, para salvar<br />

—deseo vano e imposible, quijotesco pero inextirpable—<br />

cada vida.<br />

No sé qué color tenga este grácil y maltrecho barquito<br />

de papel que podemos construir con nuestras<br />

palabras; lo sabemos destinado a hundirse pero no<br />

por eso dejamos de escribir. Y si se hunde, esa escritura<br />

no es de color negro, la ausencia de color, sino blanco,<br />

o sea la unión de todos los colores. W<br />

Traducción de Dulce Ma. Zúñiga.<br />

Claudio Magris es autor de más de 20 obras que<br />

exploran la tradición germánica, el sentido del<br />

viaje y su natal Trieste. Además del Premio FIL de<br />

Literatura ha recibido importantes reconocimientos<br />

internacionales, entre los que destacan el Leipzig<br />

Book Award en 2001, la medalla de oro del Círculo de<br />

Bellas Artes de Madrid en 2003 y el Premio Príncipe<br />

de Asturias de las Letras en 2004.<br />

FEBRERO DE 2015 7


ILUSTRACIÓN: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

LÁPICES DE COLORES<br />

ARTÍCULO<br />

Claudio Magris, el “infinito viajante”<br />

ESTHER COHEN<br />

Hombre de frontera, escritor<br />

de frontera, pensador<br />

de y desde múltiples<br />

fronteras, Claudio<br />

Magris recibe hoy el<br />

Premio fil de Literatura<br />

en Lenguas Romances.<br />

Éste viene a sumarse<br />

a una larga lista de<br />

reconocimientos y galardones<br />

que ha obtenido a lo largo de su vida de escritor:<br />

el Premio Strega (1997), el Premio Erasmus<br />

de Holanda (2001), el Premio Príncipe de Asturias<br />

(2004), entre muchos otros. Motivos, sin duda, para<br />

congratularse. Sin dejar de lado el valor de cada uno<br />

de estos premios, fruto del trabajo intelectual de<br />

Claudio Magris a lo largo de su vida, quisiera detenerme,<br />

en cambio, en el hombre, el escritor y pensador<br />

que abrió a los ojos del mundo el universo mítico<br />

del imperio austrohúngaro, de ese imaginario desgarrado<br />

y melancólico que él mismo rescató del alemán<br />

con el nombre de Mitteleuropa. Es ésa “su mitteleuropa”<br />

la que Magris despliega como espacio geográfico<br />

e imaginario de su erudito trayecto. Sucede a menudo<br />

que, a la manera de Ulises, el regreso a casa no<br />

es necesariamente el regreso a lo Mismo sino a un<br />

Mismo enriquecido. Y esto lo sabe muy bien Claudio<br />

Magris, el “infinito viajante” que, como él mismo escribe:<br />

“Viajar no para llegar sino para viajar. Para<br />

llegar lo más tarde posible, para no llegar posiblemente<br />

jamás”. Si hubiera que pensar la obra de nuestro<br />

premiado, sin duda diría que sus ensayos, escritos<br />

diversos y novelas son fragmentos de un todo que<br />

gira obsesivamente alrededor de una inquietud:<br />

Mitteleuropa. Su recorrido por ese cosmos que se<br />

mira reflejado en la figura del emperador Franz Joseph<br />

y en ese Danubio que lo atraviesa, no se agota en<br />

ninguno de sus libros, cada uno aparece como continuación<br />

y refuerzo del anterior, no importa si se trata<br />

de un libro de ensayos o de una novela como Danubio,<br />

de la cual el autor reconoce que se trata de una de<br />

autobiografía interior. Alguna vez, en una entrevista,<br />

Claudio Magris habló de su experiencia del Danubio<br />

como viaje que señala su propia vida. Danubio “es<br />

una especie de novela sumergida: escribo sobre la civilización<br />

danubiana, pero también del ojo que la<br />

contempla”, y fue redactado “con la sensación de escribir<br />

mi propia autobiografía”. Porque el Danubio y<br />

el mar son actores silenciosos que fluyen secretamente<br />

a lo largo de su escritura, escritura hecha de<br />

agua, como el mismo autor confiesa: “prefiero el mar<br />

a la política. Pero sé también que para que todos puedan<br />

ir al mar es preciso interesarse por la política”.<br />

¡Hombre libre, siempre amarás el mar!, escribe<br />

Baudelaire, y Magris no podría estar más de acuerdo<br />

porque es ahí donde se juegan sus pasiones. “El mar es<br />

el telón de fondo de todo: del amor, del significado, del<br />

naufragio, de la muerte, el mar es el abismo en el que<br />

incluso se puede convivir mejor con las tinieblas.”<br />

Tuve el privilegio de verlo en Trieste, preparándose<br />

para lo que los italianos llaman fare il bagno, es decir, ir<br />

al mar en el verano, entusiasmado como un niño a<br />

quien le está reservada una sorpresa, por demás conocida<br />

pero siempre única. Para Claudio este sumergirse<br />

en las aguas del Adriático, un mar “suyo” siempre presente<br />

en su vida y obra, conlleva todo un ritual festivo.<br />

No por algo se vive en Trieste, frente a ese mar “abismal”<br />

pero que también es vida, eso, sobre todo vida.<br />

A partir de su tesis doctoral, escrita a los 22 años,<br />

El mito habsbúrgico en la literatura austriaca moderna<br />

(1963) y su Lontano da dove. Joseph Roth e la tradizione<br />

ebraico-orientale (1968), Magris delimitó, quizás<br />

sin ser del todo consciente, el campo donde sembraría<br />

hasta la fecha su pensamiento y escritura.<br />

Desde la perspectiva de su entrañable Trieste, a la<br />

que apela en todo momento como su más devoto admirador,<br />

Magris observó y sigue observando el tiempo<br />

que le tocó vivir de cerca con un ojo crítico a la vez<br />

que melancólico. Crítico aunque atrapado también<br />

en la fascinación por ese universo perdido y su literatura.<br />

Es la tierra de Franz Tunda de Joseph Roth, en<br />

su Fuga sin fin o el de Trotta de La Marcha Radetzky<br />

del mismo autor, donde el derrumbe del Imperio<br />

austro-húngaro deja a sus ciudadanos en la más mísera<br />

indefensión, al que Magris dedicará una vida de<br />

estudio. A esa geografía resquebrajada, dolida en lo<br />

más profundo, al tiempo que a su belleza taciturna y<br />

en momentos desesperanzada, Magris entrega su<br />

pluma con ferviente entusiasmo. Desde el café San<br />

Marco, en Trieste, donde una mesa lo espera pacientemente<br />

día con día, el escritor se asume también<br />

como un ciudadano de frontera, como sus autores,<br />

atravesados todos ellos por esa disgregación existencial<br />

que significó la primera Guerra Mundial y la caída<br />

del Imperio. Pero la frontera para nuestro escritor<br />

no es una limitación; por el contrario, es fuerza y<br />

fuente de su riqueza literaria. Habitante de varios<br />

espacios y varias lenguas, Magris se convierte en un<br />

sabio que logra con su intuición deslizarse por ese<br />

mundo, como el Danubio que irriga con sus aguas<br />

tanta historia, tanta literatura, tanta pasión.<br />

Danubio, la novela que dio fama mundial a Claudio<br />

Magris, es un género muy particular de escritura<br />

que va de la novela al ensayo, a la autobiografía, la<br />

historia cultural y el libro de viajes. Todo eso con<br />

la conciencia de que vivir en una ciudad de frontera<br />

tiene también consecuencias en la forma de mirar el<br />

entorno, pero también en la exigencia del pensar y<br />

del escribir. Ninguna concesión en cuanto a la rigidez<br />

de los formatos académicos, ninguna exigencia<br />

tampoco de unidad narrativa; no, para quien habita<br />

en Trieste, a la que por cierto dedica un maravilloso<br />

libro: Trieste. Un’identitá di frontera, las reglas literarias<br />

no existen; si se vive a caballo de universos y<br />

lenguas distintas, la literatura se abre como abanico<br />

multicolor que se niega a cerrase a una sola y canónica<br />

manera de escribir. Siempre me sorprendió la capacidad<br />

de concentración de Magris en los cafés,<br />

donde según sé, sigue escribiendo a mano, rechazando<br />

las nuevas tecnologías; lo cierto es que todavía<br />

hoy está convencido de la fuerza de la mano, y<br />

de que la experiencia de escribir pasa por el roce de<br />

la pluma con el papel. Sus autores que van de Musil<br />

a Kafka, de Grillparzer a Roth, a Bashevis Singer se<br />

mueven en las aguas del Danubio, en la lengua alemana,<br />

pero también en el shtetl del judaísmo oriental.<br />

En su libro Lontano da dove, el propio Magris<br />

cita un fragmento de la novela de Bernard Malamud,<br />

El hombre de Kiev, que resuena, a pesar de la<br />

distancia, en ese universo perdido tantos años antes;<br />

cito: “Si me hubiera quedado en el shtetl… Si me<br />

hubiera quedado en el shtetl no hubiera sucedido<br />

jamás… Una vez que te vas, estás afuera, a la intemperie:<br />

llueve y nieva. Nieva historia”. Y, en efecto,<br />

esa historia no es sino la del nazismo y la desaparición<br />

de dos terceras partes del judaísmo europeo,<br />

particularmente aquellos del Este, de ese cosmos<br />

cerrado y, por ello, aparentemente protegido del<br />

shtetl. Hablando de Joseph Roth, Magris escribe:<br />

“Roth se retrae y observa la realidad que lo conforma<br />

desde una perspectiva descentrada, desde la<br />

falta de un punto central y coordinador. Tal vacío<br />

es el resultado de la disolución del imperio y del<br />

shtetl…” “Es justamente la falta de un punto de<br />

apoyo, quizás utópico…, lo que hace de él (Roth), en<br />

esta fase, un poeta moderno del vacío y de la ausencia<br />

de significados.” Ese desamparo de la posguerra<br />

fue el ocaso de una civilización al tiempo que el<br />

surgimiento de una literatura riquísima que se dolió<br />

de esa desolación que lo dejó a la intemperie, y<br />

que fue genial en su empeño. Es cierto, como dice<br />

Walter Benjamin, que 1914 marcó un parteaguas en<br />

las sociedades occidentales y que dejó a millones de<br />

seres que regresaban de las trincheras sin nada que<br />

contar. Pero también es cierto que los novelistas de<br />

los que se ha ocupado Claudio Magris: Joseph Roth,<br />

Stefan Zweig, Franz Kafka, Robert Musil, Hugo von<br />

Hofmannsthal, etcétera, fueron capaces de responder<br />

al aplastamiento “casi total” de la dignidad humana.<br />

El interés y fascinación por ese “imperio perdido”<br />

que Magris ha desplegado en toda su literatura, de<br />

ficción y ensayística, me remite tanto a la atmósfera<br />

que él mismo describió en su libro Lontano da dove<br />

—del que me declaro sensible admiradora—, como a<br />

un fragmento de Fuga sin fin del propio Roth, a quien<br />

no puedo evitar referirme. Magris me abrió los ojos a<br />

ese imaginario extraordinario y abismal, y leyendo<br />

este fragmento de Joseph Roth, espero que Claudio<br />

sienta el afecto y la admiración que le tengo.<br />

“Era el 27 de agosto de 1926, a las cuatro de la<br />

tarde. Las tiendas estaban llenas, las mujeres se<br />

agolpaban en los almacenes, en los salones de moda<br />

giraban los maniquíes, en las confiterías charlaban<br />

los desocupados, en las fábricas zumbaban las ruedas,<br />

en las orillas del Sena se espulgaban los mendigos,<br />

en el bosque de Bolonia se besaban las parejas,<br />

en los parques los niños montaban en los tiovivos.<br />

En ese momento vi a mi amigo Franz Tunda, treinta<br />

y dos años, sano y despierto, un hombre joven y<br />

fuerte, con todo tipo de talentos; estaba en la plaza<br />

frente a la Madeleine, en el centro de la capital del<br />

mundo, y no sabía qué hacer. No tenía profesión, ni<br />

amor, ni alegría, ni esperanza, ni ambición ni egoísmo<br />

siquiera.<br />

Nadie en el mundo era tan superfluo como él.”<br />

Regresando a nuestro homenajeado, me pregunto<br />

¿si no es acaso la obra de Claudio Magris iluminadora,<br />

no sólo de una época sino de nuestro presente? Y<br />

me contesto definitivamente que sí. La literatura de<br />

Magris nos habla de un aparente “lejos de dónde”<br />

pero aterriza en este nuestro presente lleno de vacío<br />

y horror, la caída del imperio austro-húngaro, la barbarie<br />

que desató la primera Guerra Mundial y el reacomodo<br />

del mapa mundi, son tan actuales como lo es,<br />

para nuestro país, el dolor y este tiempo aciago.<br />

Caro Claudio, tanti auguri! W<br />

Esther Cohen es doctora en filosofía por la UNAM<br />

y especialista en semiótica por la Universidad de<br />

Bolonia, Italia. Entre sus obras más destacadas se<br />

encuentra Con el diablo en el cuerpo. Filósofos y<br />

brujas en el Renacimiento.<br />

8 FEBRERO DE 2015


FRAGMENTO<br />

¿Hay una definición<br />

de la “vida”?*<br />

CAROL CLELAND<br />

Y CHRISTOPHER CHYBA


ILUSTRACIÓN: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

¿SABEMOS QUÉ ES LA VIDA?<br />

En próximas fechas lanzaremos La esencia de la vida, una obra concebida<br />

por los filósofos Mark A. Bedau y Carol E. Cleland que reúne distintos ensayos de autores<br />

clásicos y contemporáneos, dedicados a descifrar la clave de la vida. Compartimos aquí un<br />

adelanto en manos de la propia Cleland en colaboración con Christopher Chyba, donde se<br />

dan a la nada sencilla labor de comprender cómo se puede definir el estar vivos<br />

INTRODUCCIÓN<br />

La pregunta “¿Qué es la vida?” es fundamental en la<br />

biología y especialmente importante para los astrobiólogos<br />

que algún día pudieran encontrar un tipo de vida<br />

totalmente alienígena. ¿Pero cómo plantearse la pregunta?<br />

Una estrategia ampliamente adoptada entre los<br />

científicos es el intento de definir la ‘vida’. 1 Este capítulo<br />

evalúa de manera crítica tal propósito. Nosotros alegamos,<br />

basándonos en nuestras investigaciones filosóficas<br />

sobre la naturaleza de la lógica y del lenguaje, que<br />

no es probable que tenga éxito. Proponemos una estrategia<br />

diferente que acaso muestre ser más fructífera<br />

en la búsqueda de la vida extraterrestre.<br />

Iniciamos con una revisión de los intentos de definir<br />

la ‘vida’ y de su utilidad en la búsqueda de la vida<br />

extraterrestre. Como se verá, estas definiciones generalmente<br />

se topan con notables contraejemplos, y acaso<br />

crean tantos problemas como los que solucionan.<br />

A fin de explicar por qué los intentos de definir la<br />

‘vida’ enfrentan tantas dificultades, debemos antes<br />

exponer los argumentos filosóficos de fondo que se requieren<br />

para entenderlo. Por lo tanto, en estas páginas<br />

discutimos la cuestión de la naturaleza de las definiciones<br />

y de las llamadas declaraciones de identidad<br />

teórica. Más adelante aplicamos al proyecto de la definición<br />

de la ‘vida’ los argumentos desarrollados por<br />

nosotros. Pensamos que es errónea la idea de que se<br />

pueda responder a la pregunta “¿Qué es la vida?” mediante<br />

una definición de la “vida”, puesto que se basa<br />

en confusiones respecto a la naturaleza de las definiciones<br />

y su capacidad para responder a preguntas<br />

fundamentales sobre las categorías naturales.<br />

Para dar una respuesta a la pregunta “¿Qué es la<br />

vida?” no se requiere una definición, sino una teoría<br />

general sobre la naturaleza de los sistemas vivientes.<br />

En ausencia de semejante teoría, nos encontramos<br />

en una situación análoga a la de un investigador del<br />

siglo xvi que intentara definir el ‘agua’ antes de que<br />

se formulara la teoría molecular. Solamente hubiera<br />

podido definirla con base en sus propiedades sensitivas,<br />

tales como su humedad, su transparencia, su carencia<br />

de olor y sabor, su capacidad de calmar la sed y<br />

de ser un buen solvente. Pero el análisis visual o conceptual<br />

de estos aspectos, a pesar de la profundidad<br />

con que se pudiera realizar, no revelaría jamás que el<br />

agua es H 2<br />

O. Sin embargo, como hoy sabemos, “H 2<br />

O”<br />

es la respuesta científicamente más informativa a la<br />

pregunta “¿Qué es el agua?” De manera análoga, en<br />

ausencia de una teoría general de la naturaleza de los<br />

sistemas vivientes, el análisis de los aspectos que actualmente<br />

asociamos con la vida con toda probabilidad<br />

no proporcionaría una respuesta particularmente<br />

informativa a la pregunta “¿Qué es la vida?”<br />

LOS INTENTOS DE DEFINIR LA VIDA<br />

La historia de los intentos de definir la ‘vida’ es muy<br />

larga y se remonta por lo menos a Aristóteles, quien<br />

definió la ‘vida’ como la capacidad de la reproducción.<br />

Hasta la fecha no existe una definición de la ‘vida’ que<br />

haya sido aceptada ampliamente. La literatura científica<br />

está llena de propuestas; hace algunos decenios,<br />

Sagan catalogó las definiciones fisiológicas, metabólicas,<br />

bioquímicas, darwinianas (que él llamó “genéticas”),<br />

y termodinámicas, junto con sus contraejemplos.<br />

Ha habido muchas otras propuestas. Todas en<br />

general son problemáticas, ya que incluyen fenómenos<br />

que la mayoría de los científicos no están dispuestos<br />

a considerar como fenómenos de la vida, o que excluyen<br />

entes que sin duda son vivientes.<br />

Veamos, a modo de ilustración, algunas de las definiciones<br />

propuestas. Una definición metabólica,<br />

* Este capítulo apareció originalmente en Woodruff T. Sullivan III y John<br />

A. Baross (comps.), Planets and Life: The Emerging Science of Astrobiology,<br />

Cambridge, Cambridge University Press, 2007.<br />

1 Las comillas sencillas en torno a una palabra indican que se menciona,<br />

pero que no se utiliza. Las definiciones proporcionan un ejemplo. Como se<br />

expone aquí, las definiciones enfocan el significado y el lenguaje. Otro<br />

ejemplo sería la afirmación de que “vida” tiene cuatro letras; compárese<br />

esto con la muy diferente afirmación de que la vida se originó en la Tierra<br />

hace aproximadamente 4 000 millones de años.<br />

por ejemplo, podría basarse en la capacidad que tiene<br />

un organismo para consumir y transformar la<br />

energía a fin de moverse, crecer o reproducirse. Pero<br />

se podría decir que el fuego, y acaso también los automóviles,<br />

pueden satisfacer todos o algunos de estos<br />

criterios. Una definición termodinámica podría<br />

describir un sistema viviente como uno que aprovecha<br />

la energía a fin de crear el orden localmente, pero<br />

esto también podría decirse de los cristales, que por<br />

lo general no se consideran entes vivientes, al igual<br />

que el fuego. Una definición bioquímica podría basarse<br />

en la presencia de ciertos tipos de biomoléculas,<br />

pero nos debería preocupar que cualquier opción<br />

molecular de este tipo pudiera en el futuro toparse<br />

con contraejemplos —en la forma de sistemas que en<br />

todo pudieran parecernos vivientes pero que no estuvieran<br />

compuestos de las moléculas que particularmente<br />

favorecemos—. Las definiciones genéticas<br />

o darwinianas hoy se prefieren generalmente a las<br />

anteriores, pero éstas también tienen desventajas<br />

que veremos en detalle más adelante.<br />

Otro tipo de planteamiento ha sido no tanto “definir”<br />

la vida sino simplemente dar una lista de sus supuestas<br />

características. Pero los mismos problemas<br />

esenciales aparecen en este caso; por ejemplo, Schulze<br />

y Makuch ofrecen una lista de paralelismos inorgánicos<br />

de varios criterios supuestamente distintivos<br />

de la vida, como el metabolismo, el crecimiento,<br />

la reproducción y la adaptación al medio ambiente.<br />

Sin embargo, la importancia práctica de la cuestión<br />

filosófica de la definición de la ‘vida’ se ha incrementado<br />

ahora que los experimentos en el laboratorio se<br />

plantean la síntesis de la vida (la ‘vida’ según los criterios<br />

de algunas definiciones) y que aumenta cada vez<br />

más el interés en la búsqueda de la vida en Marte y en<br />

la luna Europa de Júpiter. En particular, las definiciones<br />

de la ‘vida’ con frecuencia incluyen explícita o implícitamente<br />

los proyectos de la búsqueda in situ de la<br />

vida extraterrestre. El diseño de los experimentos de<br />

detección de la vida que se habrán de realizar en Europa<br />

o en Marte depende de las decisiones sobre lo<br />

que es la vida, y sobre cuáles pruebas se tomarán en<br />

cuenta para detectarla. Una clara ilustración de esta<br />

cuestión es la historia de la búsqueda de la vida en<br />

Marte por la misión espacial Viking.<br />

LA BÚSQUEDA DE LA VIDA<br />

EN MARTE DE LA MISIÓN<br />

VIKING<br />

La búsqueda de la vida en Marte que ha<br />

realizado la misión espacial Viking sigue<br />

siendo hasta la fecha la única búsqueda dedicada<br />

específicamente a la detección in<br />

situ de la vida extraterrestre. El planteamiento<br />

básico consistió en llevar a cabo experimentos<br />

en el suelo marciano para<br />

comprobar la existencia de organismos<br />

metabolizadores, y de hecho los resultados<br />

del experimento de liberación marcada, en<br />

particular, fueron semejantes a los esperados<br />

en relación con la presencia de la vida.<br />

Pero al final el equipo de biólogos del proyecto<br />

Viking se adhirió a una interpretación<br />

no biológica de los resultados en la que<br />

influyó mucho que el aparato de cromatografía<br />

de gases-espectrometría de masas<br />

(gc-ms) no hubiera encontrado ningún<br />

tipo de moléculas orgánicas en el suelo<br />

marciano dentro de su rango de detección<br />

experimental, con un calentamiento de las<br />

muestras de hasta 500 o C. No se había concebido<br />

este instrumento para realizar un<br />

experimento de “detección de la vida”,<br />

pero de hecho lo hizo, empleando implícitamente<br />

una definición bioquímica. Sin<br />

embargo, el gc-ms no hubiera podido detectar<br />

siquiera ~ 10 6 células bacterianas por<br />

gramo de polvo, y hoy se sabe que la oxidación<br />

de las sustancias orgánicas meteoríticas<br />

en la superficie marciana pudo haber<br />

LA ESENCIA<br />

DE LA VIDA<br />

Enfoques clásicos<br />

y contemporáneos<br />

de filosofía y ciencia<br />

MARK A.<br />

BEDAU<br />

Y CAROL E.<br />

CLELAND<br />

(COORDS.)<br />

obras de ciencia<br />

y tecnología<br />

Traducción<br />

de Mariano<br />

Sánchez-Ventura<br />

Revisión técnica de<br />

Vladimir Cachón y<br />

Ana Barahona<br />

1ª ed., 2014, 862 pp.<br />

978 607 16 2455 0<br />

producido compuestos orgánicos no volátiles difícilmente<br />

detectables. Ya fueran, o no, interpretados correctamente,<br />

los resultados fueron psicológicamente<br />

potentes: ninguna sustancia orgánica (detectada),<br />

ningún tipo de vida. Chyba y Phillips han extraído de<br />

los experimentos realizados una lista de enseñanzas:<br />

una de ellas es que cualquier búsqueda in situ de la<br />

vida extraterrestre debería basarse en más de una definición<br />

de la vida, a fin de que sea posible comparar<br />

los resultados entre sí.<br />

Claro, si realmente hubiera una definición de la<br />

“vida” correcta, ésta sería una estrategia innecesaria.<br />

En la actualidad, la definición darwiniana es al<br />

parecer la más aceptada. Nosotros enseguida examinaremos<br />

esta definición, pero habremos de concluir<br />

que más que proporcionarnos una definición irrebatible<br />

nos presenta nuevos dilemas.<br />

LA DEFINICIÓN DARWINIANA<br />

Las definiciones darwinianas (a veces llamadas genéticas)<br />

afirman que la vida es “un sistema capaz de experimentar<br />

la evolución mediante la selección natural”.<br />

Una versión práctica de la misma que goza de cierta<br />

popularidad en el campo del origen de la vida es la “definición<br />

química darwiniana”, según la cual la “vida es<br />

un sistema químico automantenido que es capaz de<br />

experimentar la evolución darwiniana”. Joyce dice<br />

que la “noción de la evolución darwiniana supone los<br />

procesos de la autorreproducción, la continuidad material<br />

a lo largo de un linaje histórico, la variación genética<br />

y la selección natural. El requisito de que el sistema<br />

se pueda automantener se relaciona con el hecho<br />

de que los sistemas vivientes contienen toda la información<br />

genética necesaria para su propia producción<br />

constante (es decir, el metabolismo)”. La definición<br />

química darwiniana excluye la “vida” computacional<br />

o artificial, exigiendo que el sistema bajo consideración<br />

sea “químico”, y también excluye los virus biológicos<br />

con base en el requisito del “automantenimiento”.<br />

Por otra parte, algunos investigadores no limitan la<br />

evolución darwiniana a los sistemas químicos, dejando<br />

abierta explícitamente la posibilidad de la vida computacional.<br />

Esto refleja la idea funcionalista de que la evolución<br />

darwiniana es un proceso más general, el cual se<br />

puede abstraer de cualquier elaboración física en particular.<br />

Según esta idea, no sería la computadora la que<br />

estuviera viva, sino el proceso mismo. El estatus<br />

de esos vehículos artificiales que son<br />

las computadoras y que han sido producidos<br />

por los seres humanos, no resulta distinto al<br />

estatus de los utensilios de vidrio artificiales<br />

que podrían utilizarse en la síntesis experimental<br />

de la vida orgánica. No resulta<br />

sorprendente que con base en esta idea sea<br />

posible crear mediante una computadora<br />

sistemas o ecosistemas “vivientes”.<br />

Sin embargo, también esta idea podría<br />

parecer insuficiente: la simulación computacional<br />

de la bioquímica celular equivale a<br />

una simulación de la bioquímica, pero no a<br />

la bioquímica misma. Por ejemplo, ninguna<br />

simulación computacional de la fotosíntesis<br />

equivale a la fotosíntesis real, puesto que<br />

no produce auténticos carbohidratos; produce,<br />

en el mejor de los casos, simulaciones<br />

de los carbohidratos. ¿Por qué habría de llamarse<br />

‘vida’, en vez de simulación de la vida,<br />

a una simulación computacional de la<br />

‘vida’? De acuerdo con la idea funcionalista,<br />

la simulación es la vida, porque la vida es un<br />

proceso abstracto independiente de cualquier<br />

realización física.<br />

Hay todavía más problemas con las definiciones<br />

darwinianas, además del dilema<br />

relacionado con la “vida” computacional.<br />

Es posible (aunque las actuales teorías sobre<br />

el origen de la vida no lo respalden) que<br />

la primigenia vida celular en la Tierra o en<br />

algún otro planeta pasara por un periodo<br />

de reproducción sin una replicación de tipo<br />

10 FEBRERO DE 2015


¿SABEMOS QUÉ ES LA VIDA?<br />

¿HAY UNA DEFINICIÓN DE LA “VIDA”?<br />

adn, durante la cual todavía no ocurriría la evolución<br />

darwiniana. En esta hipótesis, los entes basados en<br />

proteínas y capaces de llevar a cabo el metabolismo,<br />

fueron anteriores al desarrollo de la replicación exacta<br />

basada en los ácidos nucleicos. Si fueran descubiertos<br />

tales entes en otro planeta, las definiciones darwinianas<br />

no los considerarían entes vivientes.<br />

Hay por añadidura una objeción elemental a la<br />

definición darwiniana: los organismos que se reproducen<br />

sexualmente en nuestro mundo del adn<br />

no evolucionan ellos mismos, de manera que muchos<br />

entes vivientes en nuestro mundo no serían<br />

ejemplos de la vida, según la definición darwiniana.<br />

La definición darwiniana se relaciona con un sistema<br />

que al menos debe contener más de un ente; según<br />

este razonamiento, la singular criatura de Victor<br />

Frankenstein no representaría la vida, aunque<br />

fuera un ente viviente. Pero es necesario explicar<br />

esta resolución, precisando que constituye algo más<br />

que un intento ad hoc de desembarazar la definición<br />

de entes problemáticos que de otro modo serían calificados<br />

de ejemplos de vida, pero que le causan<br />

problemas a una definición específica.<br />

Finalmente, existe una desventaja práctica en las<br />

definiciones darwinianas. En una búsqueda in situ de<br />

la vida en otros planetas, ¿cuánto tiempo tendríamos<br />

que esperar para que un sistema demostrara que es<br />

“capaz” de experimentar la evolución darwiniana y<br />

bajo qué condiciones? Esta objeción, sin embargo, no<br />

es por sí misma decisiva, ya que una objeción de tipo<br />

operativo no representa una objeción en principio, y se<br />

podría encontrar la manera de hacer que la definición<br />

sea operativa.<br />

Hemos enfocado las definiciones darwinianas porque<br />

en la actualidad están en boga, especialmente a la<br />

luz de los grandes éxitos del modelo del mundo del<br />

arn para el origen de la vida. No obstante, como ya lo<br />

discutimos, todas las versiones populares de la definición<br />

darwiniana son susceptibles cuestionamientos<br />

similares.<br />

DEFINICIONES<br />

A fin de entender las dificultades que enfrentan los<br />

intentos de definir la ‘vida’, vamos ahora a exponer<br />

el fondo filosófico de la naturaleza de la definición.<br />

Las definiciones se relacionan con el lenguaje y los<br />

conceptos. Por ejemplo, la definición “ ‘soltero’ significa<br />

varón humano no casado”, no habla de los<br />

solteros, sino que explica el significado de una palabra,<br />

en este caso ‘soltero’, diseccionando el concepto<br />

que asociamos con ésta. Como lo muestra este<br />

ejemplo, toda definición consta de dos partes. El definiendum<br />

es la expresión que se define (‘soltero)’ y<br />

el definiens es la expresión de la definición.<br />

VARIEDADES DE LA DEFINICIÓN<br />

Muchas cosas diferentes se consideran comúnmente<br />

como “definiciones”. En esta parte sólo discutiremos<br />

aquellas que son pertinentes para nuestra comprensión<br />

del problema de proporcionar una definición científicamente<br />

útil de la ‘vida’.<br />

Las definiciones lexicográficas exponen los significados<br />

estándar de los términos mediante un vocabulario<br />

natural. Un ejemplo de esto serían las definiciones en<br />

un diccionario. En cambio, las definiciones estipulativas<br />

proponen de manera explícita nuevos significados,<br />

con frecuencia técnicos, de los términos. La siguiente<br />

definición estipulativa propone un nuevo significado<br />

para un viejo término: el ‘trabajo’ significa el producto<br />

de la magnitud de una fuerza activa y el desplazamiento<br />

debido a su acción. Las definiciones estipulativas<br />

también se utilizan para proponer términos inventados,<br />

por ejemplo, ‘electrón’ (que significa una unidad<br />

básica de la electricidad), o ‘gen’ (que significa una unidad<br />

básica de la herencia). A diferencia de las definiciones<br />

lexicográficas, las definiciones estipulativas son<br />

arbitrarias, en el sentido de que en vez de utilizar los<br />

significados existentes de los términos, proponen de<br />

manera explícita nuevos significados.<br />

Otro conocido tipo de definición es la definición ostensiva.<br />

Las definiciones ostensivas especifican el<br />

significado de un término mediante la mera indicación<br />

de unos cuantos ejemplos prototípicos que la extensión<br />

del término abarca; la extensión de un término<br />

es la clase de cosas a las cuales se puede aplicar.<br />

Un adulto que le explica a un niño el significado de la<br />

palabra ‘perro’ apuntando a un perro y diciendo “ése<br />

es un perro”, lo que hace es dar una definición ostensiva.<br />

Alguien que define ‘universidad’ como “una institución<br />

como la Universidad de Colorado, la Universidad<br />

de Stanford, la Universidad de Guadalajara y la<br />

Universidad de Cambridge”, también emplea una definición<br />

ostensiva.<br />

Las definiciones operativas proporcionan un importante<br />

tipo de definición relacionado con el anterior. Al<br />

igual que las definiciones ostensivas, éstas explican los<br />

significados a través de ejemplos representativos. Sin<br />

embargo, no señalan ejemplos directamente, sino que<br />

especifican los procedimientos que pueden llevarse a<br />

cabo con una cierta cosa a fin de determinar si cae o no<br />

dentro del campo del definiendum. Un ejemplo de una<br />

definición operativa sería: el ‘ácido’ es “cierta cosa que<br />

hace que el papel tornasol se vuelva rojo”. El definiens<br />

especifica un procedimiento que puede utilizarse para<br />

determinar si una sustancia desconocida es o no es un<br />

ácido. Las definiciones operativas son particularmente<br />

importantes en nuestra discusión, ya que muchos<br />

astrobiólogos han dicho que es necesario utilizar las<br />

definiciones operativas en las búsquedas de la vida extraterrestre.<br />

El problema con las definiciones operativas<br />

está en que no nos dicen mucho sobre lo que tienen<br />

en común las cosas abarcadas por el definiendum. El<br />

hecho de que el papel tornasol se vuelva rojo cuando se<br />

sumerge en un líquido no nos dice mucho sobre la naturaleza<br />

de la acidez; sólo nos dice que cierto líquido es<br />

una cosa llamada ‘ácido’. En otras palabras, las definiciones<br />

operativas difieren de las definiciones ostensivas<br />

sobre todo en la forma en que indican de manera<br />

indirecta, mediante “pruebas”, las cosas que el definiendum<br />

abarca, en vez de hacerlo mediante enumeraciones<br />

o gestos (como en el ejemplo del “perro”). Posteriormente<br />

regresaremos a este punto importante.<br />

Las definiciones más informativas especifican el<br />

significado de los términos mediante el análisis de los<br />

conceptos, proporcionando un sinónimo no circular<br />

para el término que se define. En la filosofía, tales definiciones<br />

se conocen como definiciones totales o completas.<br />

Pero puesto que los filósofos a veces utilizan estas<br />

expresiones para designar distinciones más sutiles,<br />

nosotros utilizaremos el término de definición ideal.<br />

LAS DEFINICIONES IDEALES<br />

Las definiciones ideales explican el significado de los<br />

términos relacionándolo con expresiones que ya conocemos.<br />

Es por lo tanto importante que el definiens<br />

no utilice el término que se define (u otro semejante),<br />

pues de otra manera la definición sería circular.<br />

La definición de ‘línea’ como “un trayecto rectilíneo”<br />

sería un ejemplo de una definición explícitamente<br />

circular, mientras que un implícitamente circular<br />

sería la de ‘causa’ como “algo que produce un<br />

efecto”. Alguien que no entendiera el significado de<br />

‘causa’ tampoco entendería el significado de ‘efecto’,<br />

puesto que ‘efecto’ significa algo que se causa. Muchas<br />

definiciones lexicográficas adolecen del defecto<br />

de la circularidad, razón por la cual los filósofos desaprueban<br />

las definiciones de los diccionarios.<br />

La definición de ‘soltero’ (como “varón humano no<br />

casado”) con que iniciamos esta discusión es un ejemplo<br />

claro de una definición ideal. No es circular, ya que<br />

el concepto de un varón humano no casado no presupone<br />

el conocimiento del concepto de soltero. Así, el<br />

definiens proporciona un análisis informativo del significado<br />

de ‘soltero’. Por ende, una definición ideal especifica<br />

el significado de un término haciendo referencia<br />

a una conjugación lógica de propiedades (no estar<br />

casado, ser un varón humano), a diferencia de la<br />

referencia a unos ejemplos representativos (la definición<br />

ostensiva) o a unos ejemplos relacionados con un<br />

procedimiento (la definición operativa). La conjugación<br />

de las descripciones determina la extensión del<br />

definiendum mediante la especificación de las condiciones<br />

necesarias y suficientes para su aplicación. Una<br />

condición necesaria para la aplicación dentro del campo<br />

abarcado por un término es una cuya ausencia<br />

hace que el término no sea aplicable, y una condición<br />

suficiente es una cuya presencia hace que el término<br />

sea totalmente aplicable.<br />

Casi todas las definiciones que pretenden ser<br />

ideales se enfrentan a casos límites donde no se sabe<br />

con precisión si una cosa satisface o no la conjugación<br />

de los predicados proporcionados por el definiens.<br />

Un buen ejemplo sería la pregunta de si un<br />

niño de 10 años es o no un soltero. Además, si estos<br />

casos se resuelven mediante la utilización de condiciones<br />

adicionales (por ejemplo, adulto) al definiens,<br />

siempre habrá otros casos límites (por ejemplo, el<br />

estatus de los varones de 18 años). Los léxicos son<br />

imprecisos. Esto se demuestra claramente por el clásico<br />

ejemplo de tratar de diferenciar un hombre calvo<br />

de uno que no lo es mediante el número de cabellos<br />

que tenga en la cabeza. El hecho de que no podamos<br />

especificar con claridad la diferencia no prueba<br />

que no haya una entre el ser calvo y el no serlo. Son<br />

raras las definiciones ideales que especifiquen tanto<br />

las condiciones necesarias como las suficientes. Sin<br />

embargo, si dejamos de lado el problema de los casos<br />

límites, con frecuencia podemos construir aproximaciones<br />

bastante aceptables. Si las definiciones de<br />

la ‘vida’ sólo se toparan con contraejemplos que no<br />

fueran más serios que los casos límites (por ejemplo,<br />

los virus), acaso no enfrentarían problemas insuperables.<br />

Pero sí se enfrentan a problemas más serios.<br />

Así como una buena definición de ‘soltero’ u ‘hombre<br />

calvo’ tiene que lidiar con los varones de 40 años no<br />

casados o con los hombres cuya cabellera es espesa,<br />

respectivamente, así una buena definición de la<br />

‘vida’ tiene que lidiar con cristales de cuarzo y llamas<br />

de las velas, que (presumiblemente) es claro que<br />

no son ejemplos de vida.<br />

LOS TIPOS NATURALES<br />

Y LAS DECLARACIONES TEÓRICAS<br />

DE IDENTIDAD<br />

Las definiciones ideales especifican los significados<br />

mediante un análisis “completo” (dentro de los límites<br />

de la imprecisión) de los conceptos asociados con<br />

los términos. Funcionan bien con términos como ‘soltero’<br />

o ‘quincena’ o ‘silla’, los cuales designan categorías<br />

cuya existencia depende solamente de los intereses<br />

y las preocupaciones humanos. Es difícil imaginar<br />

una respuesta mejor a la pregunta “¿Qué es un soltero?”,<br />

que “un varón humano adulto no casado”.<br />

Pero las definiciones ideales no proporcionan<br />

buenas respuestas a las preguntas sobre la identidad<br />

de las categorías naturales, las categorías que la naturaleza<br />

esculpe, a diferencia de los intereses, preocupaciones<br />

y convenciones que los humanos hemos<br />

creado. 2 Este asunto es particularmente importante<br />

en nuestra discusión, ya que parece probable (pero<br />

no seguro) que la ‘vida’ sea una categoría natural, es<br />

decir, que el hecho de que un ente sea viviente o no<br />

represente un dato objetivo relacionado con el mundo<br />

natural. Por ejemplo, intentemos responder a la<br />

pregunta “¿Qué es el agua?” mediante la definición<br />

de la categoría natural ‘agua’. Uno podría intentar<br />

definir el agua con referencia a sus propiedades sensitivas,<br />

tales como su humedad, transparencia, carencia<br />

de olor y sabor, y su capacidad para apagar la<br />

sed y ser un buen solvente. (Esta definición es análoga<br />

a algunas de las definiciones de la vida que se han<br />

propuesto, por ejemplo la de Koshland.) No obstante,<br />

a diferencia de la definición de ‘soltero’, esta definición<br />

del ‘agua’ no es simplemente cuestión de una<br />

convención lingüística. La descripción de las propiedades<br />

sensitivas no debería excluir las cosas que se<br />

parecen al agua, pero que de hecho no son el agua.<br />

Por ejemplo, los alquimistas, impresionados por el<br />

poder del agua como solvente, llamaron aqua fortis<br />

(“agua fuerte”) al ácido nítrico, aqua regia (“agua regia”)<br />

al ácido clorhídrico, y aqua vitae (“agua de la<br />

vida”) a una mezcla de alcoholes. Incluso hoy en día<br />

clasificamos como “agua” varios líquidos cuyas propiedades<br />

sensitivas son muy distintas, por ejemplo,<br />

el agua salada, el agua lodosa y el agua destilada.<br />

¿Cuáles son las propiedades sensitivas (la transparencia<br />

o la falta de sabor) más importantes de las diversas<br />

cosas que llamamos “agua”? Hace 500 años<br />

Leonardo da Vinci describió bien esta cuestión: “Así,<br />

[el agua] es a veces aguda y a veces fuerte, a veces ácida<br />

y a veces amarga, a veces dulce y a veces espesa o<br />

delgada, a veces se cree que acarrea el daño o la pestilencia,<br />

a veces que aporta la salud, a veces que es<br />

venenosa. Así que uno diría que sufre cambios, adoptando<br />

tantas naturalezas diferentes como lo son los<br />

sitios por donde pasa. Y así como un espejo cambia<br />

según el color de su objeto, así cambia [el agua] según<br />

sea la naturaleza del lugar a través del cual pasa: salubre,<br />

ruidosa, laxativa, astringente, sulfurosa, salada,<br />

encarnada, doliente, iracunda, roja, amarilla,<br />

verde, negra, azul, grasosa, gorda, delgada.”<br />

Sin el conocimiento de la naturaleza subyacente<br />

del agua, no puede haber una respuesta definitiva a<br />

la pregunta “¿Qué es el agua?”. Pero si se conoce la<br />

estructura molecular de la materia, el problema desaparece.<br />

El agua es H 2<br />

0 —una molécula que consta<br />

de dos átomos de hidrógeno y un átomo de oxígeno—.<br />

La molécula de H 2<br />

0 es lo que tienen en común el agua<br />

2 Algunos filósofos de la ciencia (los conocidos como “antirrealistas”)<br />

rechazan en mayor o menor grado las alegaciones de que existen hechos,<br />

entes o leyes independientes de la mente y conocibles.<br />

FEBRERO DE 2015 11


¿SABEMOS QUÉ ES LA VIDA?<br />

¿HAY UNA DEFINICIÓN DE LA “VIDA”?<br />

salada, el agua lodosa, el agua destilada, e incluso las<br />

soluciones ácidas, a pesar de sus obvias diferencias<br />

sensitivas. La equivalencia del agua con H 2<br />

0 explica<br />

por qué algunos líquidos (por ejemplo, el ácido nítrico)<br />

que se parecen (en ciertos y obvios aspectos importantes)<br />

al agua, no son agua; su composición molecular<br />

es más compleja que la del H 2<br />

0. Además, esta<br />

equivalencia explica el comportamiento, dentro de<br />

una amplia gama de circunstancias químicas y físicas,<br />

de lo que llamamos “agua”. Esta equivalencia<br />

persiste a pesar de que el agua se encuentre en cualquiera<br />

de sus conocidos estados —el sólido, el líquido<br />

o el gaseoso— y también persiste en los estados sólidos<br />

menos conocidos que produce la alta presión. De<br />

hecho, antes de la aparición de la química moderna,<br />

por lo general no se sabía que el hielo, el vapor y el<br />

agua líquida eran distintos estados del mismo elemento.<br />

Algunos pensadores griegos de la Antigüedad<br />

(por ejemplo, Anaxímenes) creían que el vapor<br />

era una forma del “aire”. Hasta el siglo xvii, se pensaba<br />

que el agua y el hielo eran dos “especies” distintas.<br />

La idea aristotélica del agua como uno de los<br />

cuatro elementos básicos que forman la materia sólo<br />

empezó a cuestionarse a finales del siglo xviii en investigaciones<br />

como la de Antoine Lavoisier, “Sobre la<br />

naturaleza del agua y los experimentos que prueban<br />

que esta sustancia no es en sentido estricto un elemento,<br />

sino que es susceptible a la descomposición y<br />

la recomposición”. Fue necesario algo más que el<br />

análisis de las propiedades sensitivas para solucionar<br />

definitivamente las cuestiones sobre la clasificación<br />

adecuada de sustancias tan obviamente distintas<br />

como el hielo y el vapor.<br />

Hay que advertir que esta equivalencia del agua y el<br />

H 2<br />

O no tiene las características de una definición<br />

ideal. No explica el concepto que se ha asociado históricamente<br />

con el término ‘agua’, ya que este concepto<br />

abarca cosas cuya composición química y física es<br />

muy diversa. Además, en el habla cotidiana nosotros<br />

seguimos utilizando la palabra ‘agua’ para designar<br />

cosas que no se componen solamente de H 2<br />

O. La afirmación<br />

de que el agua es H 2<br />

O empezó como una conjetura<br />

empírica comprobable (situada en el nuevo<br />

marco teórico de la química lavoisierana) y hoy se<br />

considera como algo que se ha confirmado totalmente,<br />

tanto que para muchos científicos es un hecho. Sigue<br />

siendo, sin embargo, una hipótesis científica. Es<br />

concebible (aunque extraordinariamente improbable)<br />

que algún día descubramos que la actual teoría<br />

molecular se equivoca en algún sentido importante y<br />

que el agua no es H 2<br />

O, de la misma manera que hace<br />

un siglo Planck y Einstein demostraron que la teoría<br />

ondulatoria de la luz no era definitiva y que la luz también<br />

se comporta como una partícula. Si la afirmación<br />

de que el agua es H 2<br />

O representara una definición<br />

ideal, no podríamos admitir la posibilidad de que el<br />

agua pudiera no ser H 2<br />

O, mientras que no podemos<br />

admitir la posibilidad de que un soltero esté casado o<br />

de que una quincena contenga 30 días.<br />

A veces se afirma que las declaraciones de identidad<br />

teórica, tales como “el agua es H 2<br />

O”, “la temperatura<br />

es energía cinética promedio” y “el sonido es<br />

una onda de compresión”, en realidad representan<br />

definiciones estipulativas. No son más que decisiones<br />

lingüísticas que toman prestados del léxico común<br />

términos conocidos y les dan, en el contexto de<br />

una teoría aceptada, un significado técnico totalmente<br />

nuevo. El problema principal con este planteamiento<br />

es que nos impide entender la idea de que<br />

estas declaraciones nos dicen algo nuevo sobre las<br />

cosas que se han designado con el viejo término conocido<br />

(‘agua’, ‘temperatura’, ‘sonido’). Con base en<br />

este planteamiento, en vez de aprender algo nuevo,<br />

simplemente vinculamos nuevos conceptos (identificamos<br />

descripciones) con viejos términos, y por lo<br />

tanto sólo cambiamos la forma en que nos referimos<br />

al mundo. Incluso alguien podría atreverse a decir<br />

que ésta es la forma en que el lenguaje funciona: si<br />

uno altera suficientemente el concepto asociado con<br />

una palabra, entonces uno ya no habla de la misma<br />

cosa. Sin embargo, esta idea, la cual se relaciona con<br />

el filósofo John Locke (y que utiliza Thomas Kuhn<br />

en su famoso argumento sobre el carácter inconmensurable<br />

de las teorías científicas), tiene serios<br />

problemas lógicos que por cierto examinamos detalladamente<br />

en los apéndices 1 y 2 al final de este capítulo.<br />

Por lo tanto, la mayoría de los filósofos contemporáneos<br />

rechazan la idea de que las declaraciones<br />

teóricas de identidad sean definiciones estipulativas.<br />

Algunas de las modificaciones del sentido de una vieja<br />

palabra resultan del descubrimiento de que estábamos<br />

equivocados sobre el fenómeno conocido que<br />

la palabra designa; para más detalles, véase el apéndice<br />

26.3. Para decirlo más concretamente, sabemos<br />

algo sobre el agua que Aristóteles y Anaxímenes no<br />

sabían: el agua no es un elemento primigenio, sino<br />

un compuesto molecular.<br />

¿QUÉ ES LA VIDA?<br />

Regresemos ahora a la definición de la ‘vida’. Si<br />

(como parece probable, pero no seguro) la vida es<br />

una categoría natural, entonces los intentos por definir<br />

la ‘vida’ están fundamentalmente desencaminados.<br />

Las definiciones sólo sirven para explicar conceptos<br />

que actualmente asociamos con términos conocidos.<br />

En cuanto que son entes mentales humanos,<br />

los conceptos no pueden revelar la naturaleza objetiva<br />

subyacente (o la carencia de tal naturaleza) de las<br />

categorías designadas como categorías naturales.<br />

Pero cuando utilizamos un término que expresa una<br />

categoría natural, lo que nos interesa realmente es<br />

esa naturaleza subyacente (no los conceptos en<br />

nuestra mente). El ‘agua’ significa esa cosa que tienen<br />

en común los ríos, lagos, océanos, y todo lo demás<br />

que sea agua. Actualmente creemos que tal cosa es el<br />

H 2<br />

O, y nuestra creencia se basa en una bien confirmada<br />

teoría científica general sobre esa materia.<br />

Claro que no podemos estar totalmente seguros de<br />

que la teoría molecular haya identificado definitivamente<br />

la naturaleza de la materia; en la ciencia simplemente<br />

no es posible probar cualquier cosa definitivamente.<br />

Sin embargo, el actual concepto científico<br />

del agua como H 2<br />

O representa un avance enorme en<br />

relación con los conceptos anteriores que se basaban<br />

en la experiencia sensorial superficial. Si algún día<br />

descubrimos que la teoría molecular es errónea, tendremos<br />

que cambiar el concepto que asociamos con<br />

el ‘agua’, pero de todos modos seguiremos hablando<br />

de la misma cosa.<br />

Así como el ‘agua’, la ‘vida’ significa esa cosa que<br />

tienen en común las cianobacterias, las arqueobacterias<br />

hipertermófilas, las amibas, los hongos, las palmeras,<br />

las tortugas marinas, los elefantes, los seres<br />

humanos y todo lo demás que esté vivo (en la Tierra o<br />

en cualquier otro lugar del universo). Ninguna supuesta<br />

definición de la ‘vida’ puede proporcionar una<br />

respuesta científicamente satisfactoria a la pregunta<br />

“¿Qué es la vida?”, porque ningún análisis que utilice<br />

conceptos humanos puede revelar la naturaleza de<br />

un mundo que los trasciende. Únicamente podemos<br />

construir y probar empíricamente las teorías científicas<br />

sobre la naturaleza general de los sistemas vivientes,<br />

teorías que solucionen nuestros dilemas clasificatorios<br />

mediante la explicación de casos enigmáticos:<br />

por qué ciertos entes vivientes a veces<br />

carecen de ciertos aspectos que asociamos con la<br />

vida, y por qué ciertos entes no vivientes a veces poseen<br />

ciertos aspectos que asociamos con la vida.<br />

Ninguna teoría científica puede ser definitiva, pero<br />

acaso algún día tengamos una bien confirmada,<br />

aceptablemente general, teoría de la vida que nos<br />

permita formular una declaración teórica de identidad<br />

que proporcione una respuesta científicamente<br />

satisfactoria a la pregunta “¿Qué es la vida?”<br />

LOS SUEÑOS DE UNA TEORÍA<br />

GENERAL DE LA VIDA<br />

Para formular una declaración teórica de identidad<br />

sobre la vida, primero necesitamos una teoría general<br />

de los sistemas vivientes. El problema es que actualmente<br />

tan sólo tenemos una muestra de la vida,<br />

es decir, la vida terráquea. Aunque sea enorme la diversidad<br />

morfológica de la vida terráquea, la bioquímica<br />

de toda la vida conocida en la Tierra es extraordinariamente<br />

similar. Con la excepción de algunos<br />

virus, la materia hereditaria de toda la vida conocida<br />

en la Tierra es el adn con la misma quiralidad derecha.<br />

Además, la vida en la Tierra utiliza 20 aminoácidos<br />

para construir las proteínas, y éstos tienen una<br />

quiralidad izquierda. Tales similitudes bioquímicas<br />

nos han llevado a concluir que la vida en la Tierra<br />

tuvo un solo origen. La evolución darwiniana ha explicado<br />

cómo pudo producir esa estructura bioquímica<br />

común una tan asombrosa diversidad de formas<br />

de vida. Aunque las similitudes bioquímicas de<br />

toda la vida en la Tierra se pueden explicar por el hecho<br />

del origen único, es difícil decidir cuáles son los<br />

aspectos de la vida terráquea comunes en toda la<br />

vida, dondequiera que se encuentre. Muchos de los<br />

aspectos bioquímicos que actualmente nos parecen<br />

importantes (porque toda la vida terráquea los comparte)<br />

acaso se deriven de meras contingencias químicas<br />

o físicas que tuvieron lugar cuando la vida se<br />

originó en la Tierra. Si no tenemos una teoría general<br />

de los sistemas vivientes, ¿cómo distinguir entre<br />

lo contingente y lo esencial? Es un poco como el intento<br />

de elaborar una teoría de los mamíferos cuando<br />

sólo se puede estudiar a las cebras. ¿Cuáles serían<br />

los aspectos de las cebras que se enfocarían: las<br />

manchas de su piel, comunes en todas, o las glándulas<br />

mamarias que sólo son características en las<br />

hembras? De hecho, las glándulas mamarias, aunque<br />

sólo las tengan algunas de las cebras, nos dicen<br />

más sobre lo que significa ser un mamífero que las<br />

marcas que son comunes en todas. Si no conocemos<br />

entes vivientes con un origen histórico distinto al<br />

nuestro, resulta difícil y acaso finalmente imposible<br />

formular una teoría aceptablemente general de la<br />

naturaleza de los sistemas vivientes.<br />

Este problema no se limita a la vida, sino que refleja<br />

una sencilla cuestión lógica. No es posible generalizar<br />

a partir de un solo ejemplo. Es la asombrosa diversidad<br />

de la vida en la Tierra actual lo que hace que<br />

parezca diferente el caso de la vida. Podemos caer en<br />

la trampa de pensar que la vida terráquea nos proporciona<br />

una amplia diversidad de muestras de vida<br />

diferentes. Sin embargo, el análisis bioquímico, junto<br />

con el conocimiento sobre la evolución, nos ha revelado<br />

que la mayor parte de esta diversidad se debe<br />

a accidentes históricos. Si la historia de la Tierra hubiera<br />

sido diferente, la vida en la Tierra hoy sería sin<br />

duda diferente. “¿Qué tan diferente?” Ésta es una<br />

pregunta crucial en la astrobiología. Es algo que simplemente<br />

no se puede definir hasta que no exista una<br />

teoría general de los sistemas vivientes. El origen común<br />

de la vida terráquea contemporánea esencialmente<br />

nos impide considerar las posibles características<br />

de la vida universal.<br />

Un vistazo a algunas de las definiciones de la ‘vida’<br />

más populares ilustra el problema de intentar identificar<br />

la naturaleza de la vida sin poder basarse en<br />

un marco teórico aceptablemente general de los entes<br />

vivientes. Muchas definiciones citan las propiedades<br />

de la vida terráquea —aspectos tales como el<br />

metabolismo, la reproducción, la estructura jerárquica<br />

compleja y la autorregulación—. Pero definir la<br />

‘vida’ con base en las propiedades sensitivas es lo<br />

mismo que definir el ‘agua’ como una sustancia húmeda,<br />

transparente, sin sabor, sin olor, que calma la<br />

sed y que es un buen solvente. Como ya vimos, la indicación<br />

de las propiedades sensitivas no es capaz ni<br />

de excluir las cosas que no son agua (por ejemplo, el<br />

ácido nítrico), ni de incluir todo lo que el agua es (por<br />

ejemplo, el hielo). Similarmente, este tipo de planteamiento<br />

es incapaz de definir la ‘vida’.<br />

Las definiciones de la ‘vida’ que no citan las propiedades<br />

sensitivas tienen el defecto de ser demasiado<br />

generales. Buen ejemplo de esto son las definiciones<br />

de la ‘vida’ que se basan en la termodinámica.<br />

Como antes, es difícil excluir los sistemas que obviamente<br />

no son sistemas vivientes (por ejemplo, los<br />

cristales) sin proponer a su vez conceptos ad hoc. Así,<br />

la definición “darwiniana química” que anteriormente<br />

comentamos excluye los casos problemáticos<br />

(tales como la vida artificial o computacional) mediante<br />

la simple especificación de que un ente debe<br />

ser un sistema químico a fin de que se pueda considerar<br />

como ente viviente. Si tuviéramos un marco teórico<br />

adecuado para la comprensión de la vida, podríamos<br />

evitar el problema de ser demasiado generales<br />

sin recurrir a conceptos ad hoc.<br />

Las nuevas teorías científicas modifican las viejas<br />

clasificaciones, por ejemplo, unificando la masa y la<br />

energía como masa-energía, o dividiendo el jade en<br />

dos minerales, la jadeíta y la nefrita. Una teoría general<br />

de los sistemas vivientes bien podría modificar<br />

nuestras actuales clasificaciones de los sistemas vivientes<br />

y los sistemas no vivientes. Estas modificaciones<br />

en la clasificación sólo serán convincentes si<br />

una teoría general de los sistemas vivientes empíricamente<br />

comprobada puede explicar, por ejemplo,<br />

por qué un sistema que anteriormente veíamos como<br />

un sistema no viviente es realmente un sistema viviente,<br />

o viceversa. 3 Pero para poder estar en situación<br />

de formular tal teoría se requerirá una diversidad<br />

más amplia de ejemplos de vida. Representan pasos<br />

importantes en esta dirección las actuales investigaciones<br />

experimentalespor ejemplo, la investigación<br />

del hipotético “mundo CONTINÚA EN LA PÁGINA 15<br />

3 Otras posibilidades serían la de tres categorías de la vida distintas, o la<br />

de ninguna categoría distinta (sino más bien un fenómeno continuo).<br />

12 FEBRERO DE 2015


¿SABEMOS QUÉ ES LA VIDA?<br />

La insaciable curiosidad de Octavio Paz por atender todo lo humano, lo llevó<br />

a ocuparse de obras tan complejas y diversas como la aquí reseñada: el ensayo<br />

redactado por Francis Crick en el que analiza ciertas hipótesis sobre el origen de la<br />

vida en la Tierra y esboza la teoría de la panespermia dirigida. Presente en el<br />

volumen I de la nueva edición de las Obras Completas de nuestro premio Nobel<br />

de Literatura, recuperamos aquí esta brillante reseña<br />

ILUSTRACIÓN: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

RESEÑA<br />

Inteligencias extraterrestres<br />

y demiurgos, bacterias<br />

y dinosaurios<br />

OCTAVIO PAZ<br />

Francis Crick, premio Nobel de<br />

biología en 1962 con James<br />

Watson y Maurice Wilkins por<br />

su descubrimiento de la estructura<br />

molecular del dna y<br />

actualmente investigador del<br />

Instituto Salk en San Diego,<br />

California, acaba de publicar<br />

un libro que ha despertado<br />

muchos comentarios en la<br />

prensa mundial: Life itself, its Origin and Nature<br />

(Nueva York, 1981). Es una obra clara y breve. Su claridad<br />

no excluye ni la riqueza de las informaciones<br />

—física, biología nuclear, teoría de la evolución— ni<br />

la complejidad de los hechos y razones en que funda<br />

su arriesgada hipótesis; su brevedad puede llamarse<br />

también condensación rigurosa de un vasto saber.<br />

Así, el libro no sólo es claro y breve: es denso, arduo y<br />

osado. Es un libro de ciencia y es un ejercicio fascinante<br />

de la imaginación histórico-científica. Por<br />

esto último me atrevo a comentarlo.<br />

Me sorprendió encontrar, desde las primeras páginas,<br />

una frase: feliz accidente (happy accident). Reaparece<br />

una y otra vez en los momentos cruciales de<br />

la exposición, al hablar del origen de la vida en nuestro<br />

planeta o del origen de nuestro sistema solar —la<br />

gran mayoría de los otros sistemas ofrecen la desventaja<br />

de tener dos soles en lugar de uno como nosotros—<br />

o del origen del universo mismo. Encontrar<br />

tantas veces la noción de accidente en un libro de uno<br />

de los grandes científicos contemporáneos es un signo<br />

de los tiempos. Revela un cambio en la actitud de<br />

los hombres de ciencia: la aparición de la perspectiva<br />

histórica en la consideración de los fenómenos naturales,<br />

trátese de la materia orgánica o de la inorgánica.<br />

La palabra accidente, por supuesto, no designa a<br />

un fenómeno sin causa sino a un hecho excepcional y<br />

que es el resultado de la conjunción, poco frecuente<br />

o improbable, de ciertas circunstancias. El accidente<br />

no es algo indeterminado pero sí difícilmente<br />

previsible. Al determinismo intemporal<br />

de la ciencia del siglo xix sucede la<br />

idea de un proceso entre varios posibles.<br />

La ciencia contemporánea se inclina, a<br />

la manera de la historia, sobre los fenómenos<br />

particulares y aspira a comprenderlos<br />

en su evolución temporal y como lo que<br />

son realmente: excepciones. Es irónico<br />

que en el momento mismo en que las ciencias<br />

sociales pretenden, vanamente, imitar<br />

el formalismo de las ciencias puras, éstas<br />

adopten el punto de vista histórico<br />

(pero sin renunciar a la regularidad sino,<br />

más bien, dentro de ella). El dominio de<br />

las matemáticas está fuera del tiempo y el<br />

teorema de Pitágoras es hoy tan cierto<br />

como el día en que fue formulado. Sin embargo,<br />

apenas intentamos aplicar las matemáticas<br />

y sus combinaciones a la materia,<br />

debemos tomar en cuenta al factor<br />

tiempo. Y el tiempo es cambio: particularidad,<br />

historia. Hace poco, en una conferencia<br />

pronunciada ante la Academia de<br />

Ciencias y Artes de Boston, el físico Victor<br />

LA VIDA MISMA<br />

Su origen<br />

y naturaleza<br />

FRANCIS<br />

CRICK<br />

popular<br />

Traducción de José<br />

Ramón Pérez Lías y<br />

Pedro Torres Aguilar<br />

1ª ed., 1985, 206 pp.<br />

978 607 16 1447 8<br />

$108<br />

F. Weisskopf del mit indicó que el universo, con sus<br />

galaxias, sus sistemas solares, sus moléculas, sus<br />

átomos y sus partículas, tiene una historia que la<br />

ciencia física debe tomar en consideración. El libro<br />

de Crick revela que la materia orgánica, con sus moléculas,<br />

sus ácidos y sus mecanismos de reproducción<br />

celular, mutación y selección natural, también<br />

tiene una historia.<br />

Crick pone al servicio de su exploración<br />

todo lo que sabemos en materia de astronomía,<br />

física nuclear y biología molecular.<br />

Su método recuerda al de los historiadores<br />

y los arqueólogos: los datos científicos,<br />

como las piedras y los documentos al historiador,<br />

le sirven para su reconstrucción<br />

del pasado de la materia viva. Sólo que en<br />

su caso ese pasado no se cuenta en millares<br />

de años sino en billones de siglos. El<br />

método también hace pensar en la criminología.<br />

Mezcla sorprendente, como en<br />

Sherlock Holmes, de sólido empirismo, inducciones<br />

arriesgadas y deducciones categóricas.<br />

Pero el método no sólo evoca a los<br />

procedimientos e hipótesis de historiadores<br />

y detectives: el adjetivo feliz, unido al<br />

sustantivo accidente, hace pensar en otra<br />

tradición: la de la historia sagrada. Llamar<br />

feliz accidente a la aparición de la vida<br />

sobre la tierra debe hacer fruncir el entrecejo<br />

a más de un budista: todos ellos están<br />

empeñados en escapar de la rueda de las<br />

transmigraciones; en cambio, hace son-<br />

FEBRERO DE 2015 13


¿SABEMOS QUÉ ES LA VIDA?<br />

INTELIGENCIAS EXTRATERRESTRES Y DEMIURGOS, BACTERIAS Y DINOSAURIOS<br />

reír a un cristiano: San Agustín llamó felix culpa a la<br />

de Adán y Eva porque, sin su pecado, Cristo no se habría<br />

hecho hombre ni habría muerto en la cruz por<br />

nosotros. A medida que avanzaba en la lectura del libro<br />

de Crick se dibujaba con mayor claridad lo que al<br />

principio me pareció una sospecha gratuita: leía una<br />

suerte de transposición o alegoría moderna, laica,<br />

materialista y atea, de la vieja historia judeo-cristiana<br />

de la creación de la vida.<br />

ENIGMAS DE LAS GÉNESIS<br />

Un misterio rodea al origen de la vida, al de nuestro<br />

sistema solar y al del universo. Todo comenzó con el<br />

Big Bang o como traduce, y muy bien, Jorge Hernández<br />

Campos: el Gran Pum. Steve Weinberg explica<br />

en su libro famoso que, en los tres primeros minutos<br />

que sucedieron al Gran Pum, se formaron los elementos<br />

de la primitiva y más bien pequeña bola de<br />

fuego que, al dilatarse y rodar, se convertiría en el<br />

universo actual, con sus estrellas innumerables. 1<br />

Pero ¿qué pasó en los primeros segundos y, sobre<br />

todo, qué pasó antes? Weinberg confiesa que no lo sabemos.<br />

A pesar de sus inmensos progresos, la ciencia<br />

física no puede responder a la pregunta básica: nuestra<br />

ignorancia acerca del origen del universo es la de<br />

los filósofos de Jonia hace más de dos mil quinientos<br />

años. En una ocasión, en Harvard, conversando con<br />

el físico Gerald Holton acerca de las visiones del<br />

tiempo que han elaborado las distintas civilizaciones<br />

y filosofías, me dijo que el Gran Pum, para algunos<br />

científicos, era un fenómeno recurrente: el universo<br />

comienza con el estallido de una bola de materia<br />

condensada que se dilata más y más hasta que<br />

empieza a enfriarse, cae en sí misma, se contrae y<br />

¡otra vez el Gran Pum! Me pareció oír una versión<br />

puesta al día del eterno retorno de los estoicos, con<br />

su cíclica conflagración universal (ekpyrosis) y el inevitable<br />

recomienzo. Sólo que los estoicos exageraban<br />

la fatalidad del fenómeno; los modernos, tal vez<br />

como una reacción ante el rígido determinismo del<br />

siglo xix, son más cautos. El determinismo se atempera<br />

y, en plural, reaparecen los posibles.<br />

En un libro reciente el biólogo François Jacob<br />

dice: “Es muy difícil no encontrar elementos de arbitrariedad<br />

e incluso de fantasía en las estructuras y el<br />

funcionamiento de la naturaleza… Es imposible imaginar<br />

un mundo en el que uno más uno no sea dos.<br />

Hay un aspecto inevitable en esa relación… En cambio,<br />

podemos imaginar perfectamente un mundo en<br />

el que las leyes físicas sean diferentes a las del nuestro;<br />

un mundo en el que, por ejemplo, el hielo caiga al<br />

fondo del agua en lugar de subir a la superficie; o en el<br />

que la manzana, al desprenderse de la rama, se dispare<br />

hacia arriba y desaparezca en el cielo… La contingencia<br />

se manifiesta más netamente en el mundo de<br />

la vida.” 2<br />

Después de esto no puede extrañarnos que Crick<br />

use la palabra accidente para designar la aparición de<br />

la materia viva. En verdad, fue algo más que un accidente:<br />

un prodigio. No repetiré aquí el examen, riguroso<br />

y exhaustivo, de las posibilidades de su emergencia.<br />

La conclusión es desalentadora: no podemos<br />

afirmar nada con certeza, salvo lo siguiente: “Un<br />

hombre honesto, armado con todos los conocimientos<br />

hoy disponibles, sólo podría decir que, en cierto<br />

modo, el origen de la vida aparece casi como un milagro,<br />

tantas son las condiciones que habrían tenido<br />

que satisfacerse para que comenzase”. El resultado de<br />

su investigación no desanimó a Crick: “Se haya originado<br />

aquí en la Tierra o en cualquier otro lugar, la<br />

vida comenzó: éste es un hecho histórico que no podemos<br />

dejar de lado como si fuese algo insignificante”.<br />

Me complace la admisión: el problema es científico<br />

y es histórico. Su resolución requiere conocimientos<br />

e imaginación.<br />

Frente al enigma, dice Crick, hay dos —y sólo<br />

dos— teorías válidas. Una, la ortodoxa, “sostiene que<br />

la vida se originó aquí por sí misma, con poca o ninguna<br />

ayuda que viniese de fuera de nuestro sistema<br />

solar”. Esta teoría no es falsa sino muy improbable y,<br />

además, indemostrable. Otra, la de Crick, considera<br />

que “acaso pudiera haber surgido en otros lugares<br />

del universo en donde, por esto o aquello, las condiciones<br />

eran más favorables”. Enseguida, el científico<br />

inglés emprende un examen, no menos estricto y<br />

amplio que los anteriores, para determinar con razo-<br />

1 Steve Weinberg, The First Three Minutes, Nueva York, 1977.<br />

2 François Jacob, Le Jeu des possibles. (Essai sur la diversité du vivant),<br />

París, 1981.<br />

nable probabilidad el número de planetas en la galaxia<br />

en los que podría haberse originado la vida. Las<br />

cifras marean: entre un millón y, mínimo, diez mil<br />

planetas. La segunda teoría postula que las raíces de<br />

nuestra forma de vida aparecieron en otro lugar del<br />

universo, casi seguramente en otro planeta, en el que<br />

la vida había alcanzado una forma mucho más avanzada<br />

cuando aún no había comenzado nada aquí, y<br />

que esa vida fue esparcida (seeded) por microorganismos<br />

enviados en una suerte de navío espacial por<br />

una alta civilización extraterrestre.<br />

Crick llama a esta operación de siembra cósmica:<br />

Panespermia Dirigida. 3<br />

Una de las razones en que se apoya Crick es turbadora:<br />

el código genético de todos los seres vivos, sin<br />

excluir a las especies desaparecidas en el curso de la<br />

evolución, es el mismo. Pero ¿por qué las inteligencias<br />

extraterrestres no se transportaron ellas mismas<br />

en sus naves espaciales y prefirieron enviar a la<br />

Tierra un cargamento de bacterias? Crick explica<br />

abundantemente que, debido a la inmensidad de las<br />

distancias y a otras circunstancias no menos desfavorables,<br />

era imposible para los extraterrestres realizar<br />

el viaje a través de la galaxia. Por lo visto, cada<br />

civilización —también la nuestra— está condenada a<br />

extinguirse precisamente en el planeta en donde nació<br />

y creció: sombría visión de la historia de los sistemas<br />

solares del universo. Presas en su planeta, las inteligencias<br />

extraterrestres no tuvieron más recurso<br />

que lanzar en una nave a las bacterias, únicos organismos<br />

vivos capaces de resistir la duración y las penalidades<br />

de la travesía. Las bacterias cayeron en el<br />

caldo nutricio que era entonces la superficie terrestre,<br />

medraron, se desarrollaron y así comenzó la historia<br />

de la evolución hasta llegar a la especie humana…<br />

Aunque muchos lo han hecho con más ligereza<br />

que discernimiento, no es fácil hacer una crítica de<br />

las hipótesis de Crick. Al lego que soy, sus razones le<br />

parecen convincentes. Tengo un reparo que él comparte:<br />

tal vez su hipótesis es “un tanto prematura”.<br />

Pero mi crítica —o más bien, mi comentario— se refiere<br />

a otro aspecto de su teoría.<br />

INTELIGENCIAS EXTRATERRESTRES<br />

Y DEMIURGOS<br />

Es claro que la hipótesis de la Panespermia Dirigida<br />

no responde a la pregunta sobre el origen de la vida:<br />

cambia el lugar de su aparición, eso es todo. Continuamos<br />

sin saber cómo emergió la vida en nuestro<br />

planeta. Tampoco en el otro; en realidad, no sabemos<br />

nada ni de ese planeta ni de sus inteligentes nativos.<br />

¿Cómo saber si en ese planeta que nos envió<br />

sus bacterias hace miles de millones de años existían<br />

condiciones favorables para que comenzase la vida?<br />

Muy bien pudo ocurrir que otra civilización de otro<br />

planeta les haya enviado, por un procedimiento análogo,<br />

un cargamento de microorganismos. La hipótesis<br />

de la Panespermia Dirigida puede aplicarse indefinidamente<br />

—regresión que escandalizaría a los<br />

lógicos— hasta encontrar al planeta en donde sí haya<br />

existido el “caldo de pollo” y las otras condiciones<br />

propicias a la emergencia de la vida. Ese planeta,<br />

tanto desde el punto de vista de la lógica como del de<br />

su comprobación empírica, es inlocalizable. No digo<br />

que no haya podido existir: digo que nunca podrá encontrarse.<br />

Es un planeta que está, como la felicidad<br />

en el poema de Baudelaire, anywhere out of this<br />

world. Crick no responde a estas preguntas. Mejor<br />

dicho: ni siquiera se las hace; se limita a decirnos que<br />

las bacterias fueron fabricadas —o seleccionadas: no<br />

lo aclara— por altas inteligencias extraterrestres y<br />

lanzadas hacia la Tierra. Esta afirmación puede verse<br />

como una respuesta implícita. Es bueno compararla<br />

con las que ha dado la tradición al mismo<br />

problema.<br />

Ante el enigma del origen —el del universo, el de la<br />

vida y el del hombre— los antiguos conocieron dos<br />

respuestas: unos, como los judíos y los cristianos,<br />

creían que un Dios omnipotente había creado al<br />

mundo, a las plantas, los animales y los hombres;<br />

otros, sostenían que el universo existía por sí mismo<br />

y que era eterno o estaba sujeto a destrucciones y resurrecciones<br />

cíclicas. Aristóteles, por ejemplo, creía<br />

que el universo no había tenido principio ni tendría<br />

fin y que, ventaja suplementaria, era finito. El Gran<br />

Pum está en contra de Aristóteles y de su universo<br />

3 Se debe el término panespermia al científico sueco S. A. Arrhenius<br />

(1859-1927), premio Nobel de físico-química en 1903, que atribuyó el origen<br />

de la vida a una lluvia de esporas bacteriales venidas del espacio<br />

exterior.<br />

autosuficiente: el mundo tuvo un principio y de ahí<br />

que sea necesario afirmar que también tuvieron un<br />

comienzo nuestro sistema solar y la vida terrestre. No<br />

sabemos a ciencia cierta si el Gran Pum es recurrente<br />

o si ha sido un fenómeno único. La idea de un Dios<br />

creador omnipotente repugna a muchos espíritus modernos;<br />

tampoco era del gusto de la mayoría de los filósofos<br />

de la Antigüedad aunque por razones opuestas<br />

a las nuestras: no era digno de Dios crear un mundo<br />

como el nuestro, regido por la contingencia. Platón<br />

habla, en el Timeo, de un demiurgo que crea, a imitación<br />

de las Formas eternas, al universo con sus astrosdioses<br />

y sus hombres. El demiurgo es divino pero no<br />

es Dios en el sentido judeo-cristiano. La noción del demiurgo<br />

fue aprovechada después por otras escuelas y<br />

sectas, entre ellas por los gnósticos, que vieron en él a<br />

una divinidad maléfica, origen de la materia, el pecado<br />

y el tiempo. Así resolvieron un misterio que siempre<br />

ha perturbado a los hombres: ¿cómo un Dios perfecto,<br />

todopoderoso y bueno pudo crear un mundo<br />

cambiante y sujeto al error, al mal, a la enfermedad, al<br />

accidente y la muerte?<br />

La alta civilización extraterrestre de Crick es el<br />

equivalente moderno no tanto del Dios omnipotente<br />

de la tradición judeo-cristiana como del demiurgo de<br />

los platónicos y los gnósticos. Un demiurgo semejante<br />

al de Platón, bueno e inteligente. El parecido con el<br />

del Timeo es impresionante: combina, ya que no las<br />

almas y sus propiedades, las moléculas y los ácidos<br />

para reproducir (imitar) la vida y enviarla a este planeta.<br />

El demiurgo de los modernos no es individual<br />

sino colectivo y se llama civilización. Su modo de<br />

operación no es la contemplación de las esencias sino<br />

la acción histórica. La noción del demiurgo es filosófica<br />

y teológica; la de la civilización es social e histórica.<br />

Sin embargo, sus funciones son semejantes. En el<br />

siglo xx la historia ha sido divinizada de muchas maneras<br />

pero esa divinización no había sido, hasta ahora,<br />

la obra de los científicos sino de los filósofos y los<br />

ideólogos. En este sentido es insólita la hipótesis de la<br />

Panespermia Dirigida: Crick es un científico notable.<br />

Por fortuna su idea no contiene gérmenes nocivos y<br />

pasionales —religiosos o políticos— capaces de encender<br />

los ánimos; nadie matará ni morirá por una<br />

civilización extraterrestre que floreció en un planeta<br />

desconocido hace millones de millones de años.<br />

La analogía entre las inteligencias extraterrestres<br />

y el demiurgo de los antiguos no agota el paralelo. En<br />

la hipótesis de Crick hay otro elemento —inconsciente<br />

como el del demiurgo que pertenece no a la historia<br />

profana sino a la sagrada—. En la tradición cristiana<br />

Dios no sólo es creador sino redentor del mundo.<br />

Por eso es feliz la culpa de Eva: gracias al<br />

accidente del Edén, Dios bajó a la Tierra, se hizo<br />

hombre, padeció con nosotros y murió para darnos<br />

vida verdadera. La alta civilización extraterrestre de<br />

Crick también desciende a la Tierra, en la forma humilde<br />

de unas bacterias, y nos da la vida. ¿Por qué?<br />

Según Crick porque esa civilización de inteligencias<br />

superiores alcanzó, en un momento de su evolución<br />

histórica e intelectual, la clara conciencia de su<br />

muerte y de la imposibilidad de escapar. Antes de<br />

morir, como Cristo, la civilización extraterrestre nos<br />

regaló la vida. Fue un acto de filantropía cósmica.<br />

Sin embargo, me pregunto cuál podría ser la reacción<br />

de un espíritu auténticamente religioso ante<br />

una teoría como la de la Panespermia Dirigida. Por<br />

ejemplo, un Bernardino de Sahagún, que también<br />

tuvo la experiencia de otra civilización: la de los antiguos<br />

mexicanos. Me imagino que su reacción habría<br />

sido la misma que experimentó ante los sacrificios<br />

humanos de los aztecas. Le parecieron una fúnebre<br />

caricatura de la historia de la redención.<br />

EL EPISODIO DE LOS DINOSAURIOS<br />

La idea de la civilización extraterrestre, como metáfora<br />

o alegoría inconsciente del antiguo demiurgo, adquiere<br />

una tonalidad a un tiempo cómica y escalofriante<br />

apenas recordamos uno de los episodios más<br />

extraños de la historia de la evolución. En el periodo<br />

Cretáceo dominaban la Tierra unos inmensos vertebrados:<br />

los dinosaurios. Su repentina extinción hace<br />

sesenta y cinco millones de años, en el apogeo de su<br />

desarrollo, nunca ha sido explicada del todo. Crick<br />

acepta la teoría de los Álvarez (padre e hijo). Estos dos<br />

reputados científicos (el mayor es premio Nobel de física)<br />

dan una ingeniosa explicación de la catástrofe<br />

que cambió el curso de la evolución: un asteroide de<br />

unas seis millas de diámetro cayó sobre la Tierra y<br />

tras causar un terremoto y abrir una cavidad enorme,<br />

cubrió nuestro planeta con un fino polvo que durante<br />

14 FEBRERO DE 2015


INTELIGENCIAS EXTRATERRESTRES Y DEMIURGOS, BACTERIAS Y DINOSAURIOS ¿HAY UNA DEFINICIÓN DE LA “VIDA”?<br />

varios años no dejó pasar la luz solar. La vegetación<br />

pereció, ahogada por la oscuridad y el polvo. Y con<br />

ella los dinosaurios, en su mayoría vegetarianos. El<br />

infortunio de los grandes reptiles favoreció a los mamíferos,<br />

unos pequeños animales nocturnos e insectívoros,<br />

que soportaron mejor que las otras especies<br />

los años de oscuridad y escasez. Hasta entonces los<br />

mamíferos habían vivido dominados por los gigantescos<br />

saurios: el asteroide los libró de sus opresores.<br />

Los mamíferos se desarrollaron, poblaron la Tierra,<br />

cambiaron y, en un momento de su evolución, produjeron<br />

al hombre. La extinción de los dinosaurios fue<br />

un verdadero accidente feliz. Esas enormes bestias,<br />

dice Crick, difícilmente habrían llegado a producir<br />

inteligencias capaces de crear una ciencia y una tecnología:<br />

“Los dinosaurios se habían especializado en<br />

una dirección equivocada”.<br />

Temo que Crick no haya reparado en las consecuencias<br />

que tiene para su teoría el episodio de los<br />

dinosaurios. Cuando las inteligencias extraterrestres<br />

decidieron enviar, hace miles de millones de<br />

años, sus bacterias a la Tierra, no podían prever que<br />

un asteroide chocaría con nuestro planeta y que su<br />

caída provocaría la extinción de los dinosaurios.<br />

Este hecho no es menos histórico que el del origen de<br />

la vida y nos hace una pregunta que, asimismo, tiene<br />

dos, y sólo dos, respuestas.<br />

La primera: las inteligencias extraterrestres fabricaron<br />

la vida a su imagen y semejanza. Si lo hicieron<br />

así, coincidieron con nuestra tradición religiosa:<br />

Dios creó al hombre a su imagen. Consecuencia: los<br />

dinosaurios debieron ser una copia más o menos fiel<br />

de las inteligencias extraterrestres y su estupidez nos<br />

enfrenta a un enigma: ¿por qué, a diferencia de sus<br />

lejanos progenitores, los sabios reptiles extraterrestres,<br />

no lograron ascender en la escala de la evolución<br />

hasta llegar a la inteligencia? Tuvieron tiempo<br />

suficiente para hacerlo; se calcula que duraron más<br />

de ciento cincuenta millones de años mientras que la<br />

evolución de la especie humana se realizó apenas en<br />

unos tres millones y medio. ¿Cuánto tiempo habrían<br />

necesitado los reptiles para desarrollar una inteligencia<br />

comparable a la de los primeros homínidos?<br />

Los sabios de la civilización extraterrestre se equivocaron:<br />

los seres a su semejanza, los reptiles gigantes,<br />

fracasaron y fueron eliminados por los diminutos<br />

mamíferos.<br />

La segunda hipótesis no es menos inquietante y<br />

también tiene un antecedente en la Antigüedad: el<br />

pesimismo de los gnósticos. Las inteligencias extraterrestres<br />

fabricaron las bacterias no a su semejanza<br />

sino con un código genético distinto: el nuestro y el<br />

de todos los seres vivos terrestres, sin excluir a los<br />

dinosaurios. Si fue así, esas inteligencias revelaron<br />

una perversidad insondable por gratuita: decidieron<br />

que la Tierra fuese poblada y dominada (no previeron<br />

la caída del asteroide) por enormes y estúpidos<br />

reptiles. La primera hipótesis indica que las inteligencias<br />

extraterrestres cometieron un grave error,<br />

indigno de su alto saber; la segunda revela una maldad<br />

inexplicable. La alta civilización de Crick es el<br />

equivalente de un demiurgo estúpido o de un demiurgo<br />

perverso.<br />

Después de leer el poema, cambié un imaginario y<br />

fugaz signo de inteligencia con el fantasma de Supervielle.<br />

Sentí que él —alto, delgado y con aquel aire<br />

suyo de álamo que habla solo en la noche— sonreía<br />

en su mundo de allá. Incluso me pareció que sus labios<br />

invisibles me decían, en un lenguaje idéntico al<br />

silencio, estas palabras: “¿Le asombra la coincidencia?<br />

Sí, en aquellos años la idea de la Panespermia<br />

Espontánea me maravilló y me aterró. Pero ¿no le<br />

parece aún más escalofriante la suposición que hoy<br />

lo desvela a usted? La Panespermia Dirigida: ¡unas<br />

inteligencias extraterrestres, desde otro sistema solar,<br />

hace miles de millones de años, enviaron a los<br />

planetas naves cargadas de bacterias! ¿Se imagina la<br />

desesperación de aquellas inteligencias extraterrestres<br />

que, a punto de extinguirse, decidieron confiar a<br />

los océanos sin olas de la galaxia unos gérmenes de<br />

vida? Cuando el fin se acerca, regresamos al origen…”<br />

Extrañas palabras en boca de un fantasma.<br />

Me sorprendió, además, su acento patético, elocuente.<br />

La muerte le había hecho perder uno de los encantos<br />

de su conversación: los rodeos, las vacilaciones,<br />

las pausas en busca de la palabra no demasiado<br />

exacta. Pensé en el hombre que había conocido: Supervielle<br />

o la poética de la incertidumbre. Un arte<br />

que hemos olvidado… El espíritu se desvaneció y me<br />

quedé solo de nuevo. A manera de oblación, ofrenda a<br />

sus manes, traduje el poema:<br />

LOS GÉRMENES<br />

¿SABEMOS QUÉ ES LA VIDA?<br />

Se repartieron por todas partes,<br />

como si sembrasen en el universo.<br />

Arrhenius<br />

Noche condenada a la ceguera,<br />

Noche que aún a través del día buscas a los hombres<br />

Con manos perforadas de milagros,<br />

He aquí a los gérmenes espaciales, polen vaporoso de<br />

los mundos.<br />

Los gérmenes que en su larga jornada han medido los<br />

cielos<br />

Y se posan sobre la hierba sin ruido,<br />

Capricho de una sombra que atraviesa el espíritu.<br />

Escapan fluidos del murmullo confuso de los mundos<br />

Hasta donde se eleva el rumor de nuestros más<br />

lejanos pensamientos,<br />

Sueños del hombre bajo las estrellas atentas<br />

Que suscitan zarzas violentas en pleno cielo<br />

Y un cabrito que gira sobre sí mismo hasta volverse<br />

astro.<br />

Sueño del marinero que va a dispersar la tormenta<br />

Y que, al entregar su alma al último lucero,<br />

Visto entre dos olas que se alzan,<br />

Hace nacer de su mirada, ahogada en el mar y la<br />

muerte,<br />

En millones de horribles años-luz, los gérmenes.<br />

Y los postigos verdes de sus moradas tímidamente se<br />

entreabren<br />

Como si una mano de mujer los lanzase desde allá<br />

dentro.<br />

Pero nadie sabe que los gérmenes acaban de llegar<br />

Mientras la noche remienda los andrajos del día.<br />

No es el mejor Supervielle. El poema es confuso; tiene<br />

sin embargo, como casi todo lo que escribió, una<br />

gracia desmañada y secreta. Me gustan sobre todo<br />

esos gérmenes que abren sus postigos verdes —como<br />

los de tantas ventanas de París— y que una mujer<br />

lanza al espacio con el gesto de una muchacha al asomarse<br />

al balcón. Imagen diaria en la que reaparece el<br />

antiguo mito: la mano sembradora de estrellas.<br />

México, 1982 W<br />

[“Inteligencias extraterrestres y demiurgos, bacterias<br />

y dinosaurios” se publicó en Sombras de obras,<br />

Barcelona, Seix Barral, 1983.]<br />

GÉRMENES VAGABUNDOS<br />

Vivimos en una red invisible de llamadas y respuestas.<br />

A veces percibimos estas señales y decimos, por<br />

falta de palabra mejor, que son coincidencias. Hace<br />

unos días, un poco después de haber escrito el pequeño<br />

comentario sobre el libro de Francis Crick<br />

acerca del origen de la vida, al recorrer con ojos distraídos<br />

un estante en el que guardo libros de poetas<br />

franceses, me detuve de pronto y sin motivo ante un<br />

volumen de Jules Supervielle: Gravitations. Movido<br />

por un impulso indefinible, lo retiré del estante y, de<br />

pie, me dispuse a hojearlo. Al pasar las páginas, en<br />

una sección cuyo título, como el del libro, no necesita<br />

comentarios: El corazón astrológico, me encontré<br />

con un curioso poema: Les Germes. Confieso que no<br />

habría reparado en él a no ser por el epígrafe, una<br />

frase de Svante August Arrhenius, el físico sueco<br />

que, a principios de este siglo, sostuvo por primera<br />

vez la hipótesis del origen extraterrestre de la vida.<br />

Según Arrhenius, la vida comenzó por el descenso, so,<br />

desde los espacios estelares, de una lluvia de esporas<br />

vagabundas movidas suavemente por la luz. Los poemas<br />

de Gravitations (nrf, 1925) fueron escritos entre<br />

1922 y 1924; así pues, ya en esos años la Panespermia<br />

—ése fue el nombre que dio Arrhenius a su<br />

hipótesis— conmovía a los espíritus curiosos y taba la fantasía de los<br />

exci-<br />

poetas.<br />

Octavio Paz, poeta, ensayista, traductor y narrador,<br />

ganó el premio Nobel de Literatura en 1990.<br />

VIENE DE LA PÁGINA 12 (del arn” prebiótico en la Tierra)<br />

y las búsquedas empíricas de formas de vida extraterrestre.<br />

Hasta que no se formule tal teoría, no<br />

podremos saber si puede existir o no tal declaración<br />

teórica de identidad.<br />

CÓMO BUSCAR<br />

LA VIDA EXTRATERRESTRE<br />

Nos queda el problema de cómo buscar la vida extraterrestre<br />

sin una definición de la ‘vida’ o sin una teoría<br />

general de los sistemas vivientes. Una forma de hacerlo<br />

sería considerar como criterios tentativos de la vida (a<br />

diferencia de los criterios definitorios) los aspectos que<br />

actualmente empleamos para definir la vida terráquea.<br />

Por lo tanto, estos aspectos no son categóricos; su<br />

inexistencia no es suficiente para concluir que un ente<br />

carece de vida. Por lo tanto, no pueden proporcionar<br />

definiciones útiles de la ‘vida’ (en el sentido estricto del<br />

término). El propósito de utilizar criterios tentativos<br />

no consiste en solucionar definitivamente la cuestión<br />

de que si un ente carece o no de vida, sino más bien en<br />

enfocar los sistemas posiblemente vivientes, sobre<br />

todo los sistemas físicos cuya condición como sistemas<br />

vivientes o no vivientes realmente es dudosa. Por lo<br />

tanto, los criterios deben incluir una amplia variedad<br />

de los aspectos de la vida terráquea. Esta diversidad de<br />

los aspectos resulta absolutamente crucial cuando se<br />

investigan las posibles pruebas de la vida extraterrestre<br />

muy antigua; por ejemplo, en el meteorito marciano<br />

alh84001, o en las planicies marcianas o en los “estanques”<br />

congelados de Europa. Algunos de los aspectos<br />

que se deben incluir en las búsquedas de la vida extraterrestre<br />

(ya sea extinta o vigente) acaso no sean universales<br />

en la vida terráquea. Por ejemplo, ciertos aspectos<br />

que sólo se encuentran en las formas de vida de<br />

algunos medioambientes terráqueos podrían ser más<br />

útiles en la búsqueda de la vida en medioambientes extraterrestres<br />

similares, que los aspectos que son universales<br />

en la vida terráquea. De manera similar, ciertos<br />

aspectos que no son comunes o que no existen en<br />

los sistemas no vivientes terráqueos, incluso si no son<br />

universales en los sistemas vivientes, podrían constituir<br />

buenos criterios para identificar la vida presente o<br />

pasada porque se destacarían contra el fondo de unos<br />

procesos no vivientes. Buen ejemplo de esto son las cadenas<br />

de cristales de magnetita químicamente puros<br />

que se han descubierto en el meteorito alh84001. Si<br />

llega a establecerse (lo cual es todavía bastante controvertido)<br />

que estas cadenas sólo pueden producirse biogenéticamente<br />

(excepto en circunstancias que muy<br />

probablemente jamás se darían en la naturaleza), entonces<br />

habrían de proporcionar una buena biofirma de<br />

la vida, a pesar del hecho de que la mayoría de las bacterias<br />

terráqueas no las produzcan.<br />

La idea fundamental de nuestra estrategia para la<br />

búsqueda de la vida extraterrestre consiste en utilizar<br />

criterios empíricamente bien fundados, aunque<br />

provisionales, que incrementen la probabilidad de<br />

identificar la vida extraterrestre, al mismo tiempo<br />

que minimicen las posibilidades de una desorientación<br />

debida a las definiciones inadecuadas. Aunque<br />

tomando más en cuenta las limitaciones de las “definiciones”,<br />

esto es en principio similar a las propuestas<br />

de que las búsquedas in situ de la vida extraterrestre<br />

deberían basarse, siempre que fuera posible, en<br />

definiciones de la vida diferentes. A diferencia de los<br />

planteamientos que enfocan una definición preferida,<br />

nuestras sugerencias acaso estén más cercanas a<br />

la estrategia propuesta por Nealson y sus colaboradores,<br />

quienes (a pesar de utilizar demasiado la palabra<br />

“definición”) enfatizan la utilización de diversas biofirmas<br />

(las atmosféricas, las hidrosféricas y las litosféricas).<br />

Sin embargo, el punto importante es que<br />

nuestra estrategia se ha diseñado deliberadamente<br />

para sondear las fronteras de nuestro concepto actual<br />

de la vida. Sólo de esta manera podremos avanzar<br />

más allá de la idea de la vida centrada en la vida<br />

terráquea, a fin de poder identificar la vida extraterrestre<br />

genuinamente extraña, si hemos de tener la<br />

fortuna de encontrarla. Y sólo podremos reunir las<br />

pruebas empíricas que se requieren para formular<br />

una teoría verdaderamente general de los sistemas<br />

vivientes si abrimos a las posibilidades imprevistas<br />

las fronteras de nuestro concepto de la vida. W<br />

Carol E. Cleland es profesora de filosofía e<br />

investigadora en la Universidad de Colorado y<br />

forma parte del Instituto de Astrobiología de la NASA.<br />

Christopher Chyba es profesor de astrofísica en la<br />

Universidad de Princeton.<br />

ILUSTRACIÓN: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

FEBRERO DE 2015 15


ILUSTRACIÓN: ©ANDREA GARCÍA FLORES<br />

¿SABEMOS QUÉ ES LA VIDA?<br />

En junio de este año el astrónomo británico Fred Hoyle<br />

cumpliría 100 años de vida, y nada mejor para evocarlo que recuperando<br />

este frgamento de una obra publicada por el FCE en 1992 en la que, junto con<br />

N. Chandra Wickramasinghe, defiende la tesis de que la vida llegó<br />

a la Tierra del espacio exterior<br />

FRAGMENTO<br />

La morada terrestre<br />

FRED HOYLE Y N. CHANDRA WICKRAMASINGHE<br />

FUERZA VITAL<br />

CÓSMICA<br />

La energía<br />

de la vida<br />

por el universo<br />

FRED HOYLE Y<br />

N. CHANDRA<br />

WICKRAMASINGHE<br />

obras de ciencia<br />

y tecnología<br />

Traducción<br />

de Agustín Bárcena<br />

1ª ed., 1992, 153 pp.<br />

96 8163 881 6<br />

$58<br />

En este libro afirmaremos que<br />

la vida es un fenómeno<br />

que debe abarcar a todo el<br />

Universo. El proceso de la<br />

vida, tal como lo conocemos,<br />

no puede circunscribirse a<br />

hechos que ocurren en sólo<br />

un planeta como la Tierra;<br />

los esfuerzos que se hagan<br />

para limitarlo o circunscribirlo<br />

de ese modo llevan a conflictos graves con los<br />

datos experimentales.<br />

¿Qué es la vida? Es difícil contestar<br />

esta pregunta, al grado de que cabe preguntarse<br />

si habrá algún día una respuesta<br />

precisa. Aun las formas de vida más simples<br />

están compuestas de un conjunto de<br />

sustancias increíblemente complejo y<br />

bien ordenado, sustancias que constantemente<br />

reaccionan entre sí, buscando entre<br />

otras cosas, duplicar sus propias estructuras.<br />

Químicos y bioquímicos pueden<br />

decirnos mucho sobre la naturaleza<br />

de estas sustancias, pero resulta punto<br />

menos que imposible seguir, con los métodos<br />

actuales, todos los cambios complejos<br />

que ocurren en las células cuando realizan<br />

sus funciones. Para definir la vida<br />

adoptaremos en esta obra el criterio pragmático<br />

de reconocer lo que sabemos que<br />

es incuestionablemente viviente, algo que<br />

todo el mundo aceptará como vida sin la<br />

menor disputa.<br />

La vida tiene propiedades que sin la menor<br />

duda se encuentran al nivel de las células,<br />

pero también propiedades de conducta<br />

en forma de cooperación, que pueden identificarse<br />

con organismos, grupos de organismos<br />

y hasta con sistemas ecológicos<br />

completos. En la especie humana hay muchas<br />

propiedades y rasgos que son comunes a los animales<br />

inferiores, en tanto que otros son tan diferentes<br />

que merecen atención especial. En esta última categoría<br />

cabe incluir nuestro amor por el arte, la<br />

música y la especulación abstracta.<br />

Por ejemplo, el hombre moderno que lucha para<br />

conservar el entorno ecológico trata de imponer<br />

juicios de valor estético al mundo de la vida. Las<br />

motivaciones de una persona así son, como veremos,<br />

en parte animales y en parte superanimales.<br />

Los más fanáticos que se esfuerzan por preservar<br />

un paisaje campestre prístino o una vista<br />

litoral de las acometidas de la sociedad<br />

humana actual están librando una batalla<br />

perdida. En los foros públicos ocupan<br />

lugares destacados, y sus pronunciamientos<br />

generalmente aparecen en las<br />

primeras planas de nuestros diarios,<br />

pero en verdad basta una mirada superficial<br />

para darnos cuenta de que no progresan<br />

gran cosa. Sucede que opera una<br />

fuerza silenciosa y general que no hace el<br />

menor caso de sus protestas verbales. La<br />

situación se aclara cuando volamos sobre<br />

las grandes ciudades del llamado mundo<br />

civilizado, digamos las de Estados Unidos.<br />

Las urbes se expanden rapidísimamente,<br />

amenazando más y más los bosques,<br />

la campiña y sitios naturales de<br />

toda clase, a los que sustituyen lenta pero<br />

implacablemente con una maraña de<br />

construcciones de cemento y con todos<br />

los problemas sociales que significan estas<br />

urbanizaciones. De momento no parece<br />

haber límite a este proceso inexorable,<br />

excepto por lo que hace a considerar<br />

las necesidades mínimas del hombre por<br />

conservar la agricultura, es decir, terrenos<br />

de siembra y de pastoreo, actividades<br />

que ahora se ven limitadas a superficies<br />

muy pequeñas merced a las técnicas modernas de<br />

agricultura intensiva.<br />

La fuerza impulsora que mueve a los ecologistas<br />

parece ser la necesidad interna de vivir en armonía<br />

con la naturaleza y preservar y proteger muchísimas<br />

especies de animales y plantas. Su regla de oro es vive<br />

y deja vivir, no nada más por lo que hace al presente<br />

sino también respecto a las generaciones futuras. En<br />

oposición se encuentra una fuerza expansionista poderosísima<br />

que busca separar al hombre de otras formas<br />

de vida y que lo induce a hacer valer su dominio<br />

irrestricto, destruyendo de paso todo lo demás.<br />

Esta actitud egoísta y al parecer arrogante que<br />

controla a la sociedad moderna, irónicamente es hija<br />

del proceso de la civilización, producto de los niveles<br />

más y más complejos de organización social que<br />

cada vez se extienden más. Por mala que nos parezca,<br />

la verdad es que es un derivado de una fuerza vital<br />

cósmica que opera aun en los niveles más inferiores<br />

de la vida, aunque en grado no tan marcado. Esta<br />

“fuerza” busca a toda costa remodelar y modificar el<br />

medio para satisfacer la necesidad imperativa de aumentar<br />

al máximo la población de un tipo especial<br />

de sistema de vida, un genotipo. Este proceso opera<br />

inflexiblemente dondequiera que puede hacerlo, por<br />

cuya razón los ecologistas tienen pocas probabilidades<br />

de éxito en el estado actual del mundo.<br />

Hace unos cuatro mil millones de años la Tierra<br />

era un planeta desolado y sin vida, no muy diferente<br />

de un paisaje lunar. El primer paso hacia la remodelación<br />

de nuestro planeta fue resultado de la llegada<br />

de cometas que trajeron materiales volátiles provenientes<br />

de las regiones más distantes del Sistema Solar.<br />

El agua traída por los cometas formó los océanos<br />

de la Tierra. La evaporación del agua de estos océanos,<br />

a la cual siguió la descomposición de las moléculas<br />

de agua por medio de la luz solar proporcionó las<br />

condiciones apropiadas para el desarrollo de la atmósfera<br />

terrestre que con el tiempo sería propicia<br />

para albergar la vida primitiva. Al mismo tiempo<br />

16 FEBRERO DE 2015


¿SABEMOS QUÉ ES LA VIDA?<br />

LA MORADA TERRESTRE<br />

empezó el ciclo evaporación-precipitación del agua y<br />

la formación de tierras propicias por obra de los procesos<br />

de adaptación de la corteza de la Tierra y de la<br />

acumulación de sedimentos.<br />

El hecho de que las rocas sedimentarias más antiguas<br />

de nuestro planeta, formadas hace unos 3 500 o<br />

3 800 millones de años, muestren la presencia de fósiles<br />

microbianos es, en nuestra opinión, un indicio<br />

claro de que la vida llegó a la Tierra del exterior.<br />

Hubo poco tiempo o quizá ninguno para la formación<br />

de una “sopa primigenia” en la Tierra antes del<br />

momento en que estos sedimentos se asentaron. Al<br />

parecer los microorganismos incidieron en la Tierra<br />

desde los más antiguos principios de su existencia<br />

como planeta, pero el que se arraigaran dependió del<br />

remodelamiento inicial que ya hemos mencionado.<br />

Obviamente, la atmósfera era indispensable. La vida<br />

aparece en las rocas muy cerca del primer momento<br />

en que pudo sobrevivir. De los estudios hechos en las<br />

piedras lunares sabemos que desde el momento de la<br />

formación de la Tierra, hace unos 4 600 millones de<br />

años, a hace alrededor de 3 800 millones de años,<br />

tanto la Luna como la Tierra deben haber sufrido un<br />

bombardeo de meteoritos tan intenso que no habría<br />

sido posible que ni la corteza ni la atmósfera de la<br />

Tierra permanecieran tranquilas.<br />

En capítulos posteriores haremos ver que la presencia<br />

de una atmósfera que amortigüe el aterrizaje<br />

de los microorganismos es requerimiento esencial<br />

para la sobrevivencia de la vida cósmica.<br />

Debido a que es muy probable que en la atmósfera<br />

original no hubiera ozono, el gas que nos escuda de<br />

los rayos ultravioleta del Sol, es muy probable que la<br />

primera gran explosión de vida ocurriera en los<br />

océanos. Bajo unos cuantos centímetros de agua se<br />

tendría la protección suficiente contra los rayos ultravioleta.<br />

El desarrollo posterior de una atmósfera<br />

con ozono permitió la expansión de la vida de los<br />

océanos a tierra.<br />

La meta primaria de la vida parecería estar encauzada<br />

a inducir a un medio inorgánico acuoso a aceptar<br />

una forma de vida similar. La unidad de vida funcional<br />

más simple podría ser considerada la célula<br />

que poseyera una membrana orgánica porosa que<br />

englobara el material genético, proteínas, azúcares y<br />

lo demás. Para crear materia orgánica partiendo de<br />

agua, bióxido de carbono y sales inorgánicas se requiere<br />

energía, la cual, a final de cuentas, provino de<br />

la luz del Sol. Los organismos llamados fotosintetizadores,<br />

plantas, algas, y ciertos tipos de bacterias, se<br />

valen de la energía de la luz solar aprovechando la<br />

molécula orgánica compleja llamada clorofila, la sustancia<br />

verde de las plantas.<br />

El primer paso de la fotosíntesis es una reacción<br />

de este tipo:<br />

agua + bióxido de carbono + clorofila + luz solar<br />

glucosa + oxígeno + clorofila<br />

En esta reacción la molécula de clorofila actúa como<br />

catalizador proporcionando simplemente una batería<br />

de almacenamiento de la energía solar y liberando<br />

esta energía de modo tal que produzca una transformación<br />

fundamental para todo tipo de vida. Las<br />

moléculas de azúcar pueden polimerizarse y formar<br />

almidón, celulosa y otros polisacáridos. La energía<br />

almacenada en los vínculos químicos de los polisacáridos<br />

o los azúcares se usa enseguida para poner<br />

en marcha la compleja maquinaria de las reacciones<br />

que ocurren en la célula. A fin de lograr este almacenamiento<br />

de energía la célula suele recurrir a la<br />

“molécula compleja” intermedia conocida como atp<br />

(trifosfato de adenosina).<br />

Una vez establecida la fotosíntesis en los océanos<br />

por medio del plancton y las bacterias fotosintetizadoras<br />

quedó abierto el camino a fenómenos<br />

posteriores en el terreno de creación de la vida. Los<br />

microorganismos fotosintéticos se valen de la<br />

energía de la luz solar para producir material orgánico<br />

complejo del cual puedan vivir otros tipos de<br />

organismos. La fotosíntesis también permite que<br />

el bióxido de carbono sea reconvertido en oxígeno,<br />

gas indispensable para la respiración de los animales<br />

superiores.<br />

Para que un organismo viva es necesario que tenga<br />

acceso, directa o indirectamente, a la energía de<br />

la luz del Sol. La estrategia básica de la vida es idear<br />

los medios y fórmulas de realizar tal proceso. Todas<br />

las especies pueden ser vistas como un esfuerzo para<br />

domeñar la energía circundante. Hoy en día la Tierra<br />

está habitada por millones de especies diferentes<br />

que dependen unas de otras, que pelean por asir la<br />

energía de la luz solar de la superficie. La historia<br />

evolutiva de toda esta conjunción de vida puede ser<br />

vista como una regulación prudente y económica de<br />

energía y de recursos naturales para satisfacer las<br />

diversas formas de vida que han existido.<br />

Antes de que formas de vida superiores a plantas<br />

y animales se desarrollaran resultó importante que<br />

organismos como los líquenes, que crecen sobre las<br />

rocas desnudas, se establecieran; estos organismos<br />

tienen la capacidad de aprovechar las minúsculas<br />

cantidades de humedad del aire. Los líquenes producen<br />

ácidos que descomponen las estructuras minerales<br />

de las peñas convirtiéndolas en partículas pequeñas,<br />

a la vez que, por medio de la clorofila, usan la<br />

luz solar para fabricar material orgánico. Cuando<br />

los líquenes mueren, la materia orgánica descompuesta<br />

junto con las partículas de tierra recientemente<br />

generadas ofrece un campo amplio para el desarrollo<br />

de vida animal y vegetal más compleja. De<br />

esta suerte, plantas superiores como pastos y helechos<br />

se crean, con lo cual se facilita el camino para la<br />

aparición de encinos, pinos, arces, hayas. En el proceso<br />

se genera una enorme variedad de hábitats para<br />

la vida de insectos y animales. Dando por sentado<br />

que el material genético en bruto no faltará, es fácil<br />

imaginar una situación en que un sistema ecológico<br />

compuesto de microorganismos, plantas y animales<br />

se desarrolla para cubrir toda la superficie del planeta.<br />

Cambios evolucionarlos que siguen estos lineamientos<br />

han ocurrido de hecho a lo largo de tiempos<br />

geológicos enormes.<br />

Hoy en día, tanto la composición química como el<br />

estado físico detallado de una capa de nuestro planeta<br />

que se extiende unos ocho kilómetros sobre la superficie<br />

del océano y tal vez otros tantos bajo ella está<br />

controlada apropiadamente por las fuerzas de la vida.<br />

Casi todos los “nichos” concebibles de vida han sido<br />

colonizados con una variedad increíble de vida animal,<br />

vegetal y microbiana. El poderío de la vida para<br />

alterar el estado de la Tierra, aun en escalas de tiempo<br />

relativamente cortas, es innegable. Toda perturbación<br />

importante de una ecología local establecida<br />

causada por hechos naturales o humanos tiene como<br />

resultado reajustes inmediatos. Durante los primeros<br />

tiempos de la historia de Estados Unidos se taló<br />

gran parte del bosque virgen de la Nueva Inglaterra<br />

para usarse como tierra de cultivo, pero las migraciones<br />

posteriores hacia el oeste hicieron que se abandonara<br />

una enorme superficie. Entonces empezó de<br />

modo espectacular la recolonización natural. Primero<br />

aparecieron pastos duros y cizañas, luego arbustos,<br />

más adelante juníperos, álamos y otros árboles<br />

semejantes; finalmente arces y hayas.<br />

A dondequiera que volvamos la vista, aun en los<br />

rincones más apartados de la Tierra, especies interdependientes<br />

de plantas, animales y microorganismos<br />

se hallan en estado de flujo constante. Continuamente<br />

reajustan sus relaciones recíprocas y con<br />

el medio. Lagos al parecer tranquilos sufren continuamente<br />

cambios ecológicos en tiempos relativamente<br />

breves. Consideremos, por ejemplo, un lago<br />

rodeado inicialmente por un bosque robusto de hayas<br />

y arces. Obviamente algas y diatomeas fotosintéticas<br />

son el puntal de esta comunidad lacustre; son<br />

los productores primarios de energía. Cuentan con<br />

el aparato bioquímico para aprovechar la energía de<br />

la luz solar visible y almacenarla en forma de moléculas,<br />

azúcares y carbohidratos orgánicos en los<br />

cuales pueden alimentarse las formas de vida llamadas<br />

no fotosintéticas, que se encuentran en la porción<br />

más alta de la escala ecológica de la energía. Los<br />

consumidores inmediatos de esta energía son los ciliados<br />

y otros protozoarios unicelulares, y luego los<br />

gusanos y los peces. Con el paso del tiempo, el humus<br />

proveniente de la descomposición de las plantas<br />

se acumula en los bordes del lago, y eso crea un borde<br />

externo que es colonizado por musgos y arbustos<br />

pequeños. Gradualmente el lago se va llenando a<br />

partir de sus riberas y es colonizado por plantas que<br />

más tarde ceden ante las hayas y los arces.<br />

En el mundo animal, al igual que en el vegetal, los<br />

grandes y fuertes dominan la escena y expulsan a la<br />

competencia. El dominio del hombre sobre este planeta<br />

y su función en cuanto a cambiar la estructura<br />

física de la Tierra se ha desarrollado a lo largo de etapas<br />

lentas desde de su aparición hace unos dos millones<br />

de años. Al igual que los ciliados, los gusanos y<br />

otras formas de vida animal más elevadas, el hombre<br />

es un consumidor de energía, no un productor<br />

primario de ella. Nuestro poderío inicial sobre nuestros<br />

rivales animales tuvo que depender forzosamente<br />

de nuestra mayor capacidad para aprovechar<br />

las fuentes de energía almacenadas en otros animales<br />

y plantas.<br />

No somos más que parásitos, pura y llanamente,<br />

que aprovechamos en nuestro beneficio las formas<br />

de vida que tienen acceso más directo al tesoro de la<br />

energía solar. Carecemos de la capacidad de sostenernos<br />

sin la ayuda de la vida animal y vegetal. Estamos<br />

actualmente trepados en la cúspide de la pirámide<br />

de la vida terrestre, ocupamos el lugar del gran<br />

depredador, de la especie dominadora indiscutible<br />

de nuestro planeta cuyo destino se halla en nuestras<br />

manos.<br />

Para formas de vida similares a la nuestra la sobrevivencia<br />

es una rebatiña loca de la energía disponible.<br />

Mientras más éxito tengamos en este acto de<br />

piratería, más dominantes nos volveremos. Durante<br />

más del 99 por ciento del tiempo en que ha habido<br />

seres humanos, la sobrevivencia de nuestra especie<br />

no se ha diferenciado significativamente de la de los<br />

animales inferiores con quienes competimos. El<br />

hombre cazó y se apoderó de otros animales silvestres<br />

y consumió las plantas silvestres que estuvieron<br />

a su alcance. En esta etapa los grupos humanos tendieron<br />

a vivir en tribus nómadas de unos cuantos<br />

miles de individuos. Probablemente habitaron en albergues<br />

temporales, los cuales se movían conforme<br />

las estaciones avanzaban para situarse cerca del alimento.<br />

Los restos arqueológicos más antiguos nos<br />

indican que las herramientas inventadas por el<br />

hombre para ayudarse en la caza no estaban desprovistas<br />

de ingenio o de habilidad manual. También<br />

tuvieron algo de valor artístico pues muestran grabados<br />

complicados que, sin la menor duda, no tienen<br />

explicación práctica. De las pinturas de las cuevas<br />

más antiguas se deduce que los humanos desarrollaron<br />

con presteza una especie de instinto religioso. El<br />

hombre miró hacia las alturas, a los cielos en busca<br />

de un creador. Debe haber comprendido que se diferenciaba<br />

de los otros seres en cuanto a formular interrogantes<br />

profundos relacionados con sus orígenes<br />

y su destino final. Inventó creencias mágico-religiosas<br />

que se muestran en los rituales deliberados<br />

y complejos de enterrar a sus muertos y que aparecen<br />

en varias culturas de la Edad de la Piedra, hace<br />

bastante más de 10 000 años. A pesar de todos estos<br />

adelantos, casi no cabe duda de que el consumo de<br />

energía por el hombre en esta etapa se limitaba a lo<br />

que necesitaba para su sobrevivencia, y que su existencia<br />

se mantuvo dentro del contexto general de<br />

animal depredador hasta tiempos notablemente<br />

recientes.<br />

El primer alejamiento significativo de una existencia<br />

esencialmente “silvestre” ocurrió hace apenas<br />

unos 10 000 años. Por primera vez en la historia<br />

de nuestro grupo animal, los mamíferos, una especie<br />

singular, empezó a domesticar a otras especies y<br />

a cultivar un surtido de plantas para consumirlas<br />

como alimento. Ésta fue la revolución agrícola que<br />

ocurrió a comienzos del llamado periodo Neolítico<br />

que se inició hace unos 10 000 años. No cabe duda de<br />

que este adelanto se debió a la capacidad mental superior<br />

del hombre en relación con los demás animales.<br />

La energía total a disposición del hombre, energía<br />

proveniente de las plantas cultivadas y los animales<br />

de carga, aumentó mucho más allá de la que<br />

estuvo al alcance del hombre cazador.<br />

No está muy en claro cómo ocurrió esta transformación,<br />

pero es probable que fuera poco después del<br />

final de la última glaciación. Vestigios arqueológicos<br />

fechados entre los años 7 000 y 6 000 a. C. en Irak e<br />

Irán muestran sin lugar a dudas que por esas fechas<br />

el hombre tenía animales domesticados y que cultivaba<br />

trigo y cebada. Evidencias similares se encuentran<br />

en fechas posteriores, alrededor del año 5 000<br />

a. C. en Asia sudoriental y en China y en 4 000 a. C.<br />

en América. Entre los años 4 000 y 2 000 a. C. la revolución<br />

agrícola se propagó a partir, según se cree,<br />

del Medio Oriente a la mayor parte de los países que<br />

hoy forman la Europa occidental, incluyendo las Islas<br />

Británicas. Con el alborear de la revolución agrícola<br />

vino también el desarrollo de la vida comunitaria,<br />

pues se crearon las primeras aldeas y con posterioridad<br />

las primeras ciudades. Se presentó también<br />

el principio del comercio entre comunidades partiendo<br />

del supuesto de que las cosechas y los animales<br />

sobrantes se podían intercambiar o vender. El<br />

aumento de la prosperidad y de los niveles generales<br />

de vida llevó a la primera gran explosión de población<br />

humana, y a su vez, CONTINÚA EN LA PÁGINA 23<br />

FEBRERO DE 2015 17


100 AÑOS DE EDMUNDO VALADÉS<br />

La imaginación<br />

sustituye a la memoria:<br />

Edmundo Valadés<br />

JOSÉ ÁNGEL LEYVA<br />

Maestro de maestos, periodista y defensor<br />

invaluable del cuento como género literario, Edmundo<br />

Valadés es una figura central en nuestra tradición<br />

literaria y baluarte de la llamada microficción en<br />

América Latina. Aquí, para festejarlo en su centenario,<br />

recuperamos el texto leído por Dámaso Murúa en 1986,<br />

cuando se presentó en el Museo Carrillo Gil el número<br />

100 de la revista El cuento, y una nota biográfica<br />

preparada por el escritor José Ángel Leyva<br />

En uno de los últimos homenajes que recibió<br />

en vida, Edmundo Valadés escuchó con<br />

una mueca de desencanto el resumen analítico<br />

de Carlos Monsiváis: “Edmundo Valadés<br />

es esencialmente un hombre bueno”. El autor<br />

de La muerte tiene permiso era en verdad un hombre<br />

bondadoso, pero no ingenuo. Una de las exigencias<br />

que él elevaba como indispensables en todo<br />

cuentista era la malicia. Por algo su rostro se iluminaba<br />

cuando alguien leía un relato chispeante,<br />

pero sobre todo pícaro, más aún si el lector era una<br />

autora. Muchos escritores mexicanos contemporáneos<br />

se formaron en los talleres de Valadés.<br />

El entonces delegado de Iztacalco, José Castelazo,<br />

con la intención de llevar hasta la Casa de los Siete<br />

Barrios al reconocido maestro y director de la revista<br />

El Cuento, abrió un taller de creación con su<br />

nombre. Valadés me pidió que yo lo condujera.<br />

Acepté con la condición de que él fuera a visitarnos<br />

de vez en cuando. Así ocurrió en varias ocasiones,<br />

hasta que la salud del viejo escritor se fue quebrantando.<br />

Un día le pregunté por qué no había escrito<br />

más, y me dijo con esa ternura propia de él: “Porque<br />

la tentación toca a mi puerta y yo le abro. Un escritor<br />

no debe de atender esas llamadas, sino exclusivamente<br />

las del oficio.” Dedicaba mucha energía a su<br />

revista El Cuento, que fue un auténtico taller de narrativa.<br />

Su influencia llegaba lejos, era conocida en<br />

toda la América hispana. Sus vivencias representan<br />

maravillosos momentos de la cultura nacional, del<br />

periodismo y de la narrativa. Siempre evocaba la figura<br />

de Juan Rulfo como un entusiasta colaborador<br />

de la publicación, un lector refinado que traía a la revista<br />

hallazgos invaluables, autores que luego serían<br />

referentes en las nuevas generaciones. Lo mismo<br />

decía de Juan José Arreola.<br />

Valadés había nacido en Guaymas, Sonora, en<br />

1915. Una de las experiencias más reveladoras de su<br />

sensibilidad es aquella de su primera experiencia<br />

erótica. Tras la lluvia en su natal Guaymas, quedaba<br />

en las calles una arena muy fina, a él le gustaba, a<br />

sus cinco años, salir descalzo y sentir la lluvia cálida<br />

sobre el rostro, luego caminar por el limo que acariciaba<br />

la planta de sus pies. “Esa, afirmaba, fue la primera<br />

conciencia de la sensualidad, la primera experiencia<br />

erótica.” A propósito de su afición por el<br />

tema del erotismo, reconocía la diferencia con la<br />

pornografía porque eran dos formas de ver la realidad:<br />

en la primera participaban la imaginación, la<br />

fantasía, la sublimación, la idealización, la embriaguez<br />

de los sentidos, mientras que lo pornográfico<br />

nos confrontaba con el cuerpo, con el sexo, con la<br />

realidad magnificada y detallada, fragmentada,<br />

como cuando se observa un objeto con una lupa o un<br />

microscopio, sin asociarlo a la persona. Para ilustrar<br />

su idea evocaba uno de sus primeros viajes a París.<br />

“Éramos un grupo de periodistas muy conocidos:<br />

Enrique Figueroa, Jacobo Zabludovsky, entre<br />

otros. Fuimos al famoso cabaret ‘Crazy Horse<br />

Saloon’ y presencié uno de los espectáculos más<br />

eróticos y formidables de mi vida. Puedo verlo<br />

muy claro aún. Apareció una mujer que era ya en<br />

sí la encarnación del erotismo, la provocación de<br />

Edmundo Valadés,<br />

sonorense mareño<br />

Sucedió a fines de noviembre de<br />

este año, en el Museo Carrillo Gil<br />

de la Tenochtitlan City. El acontecimiento<br />

era simple pero notable:<br />

celebrar los primeros cien números<br />

de la revista El Cuento, que ha<br />

dirigido desde siempre<br />

Edmundo Valadés. Anteriormente<br />

con ayuda<br />

de Juan Rulfo, Mempo<br />

Giardinelli y ahora con la de Agustín<br />

Monsreal y Juan Antonio Ascencio. Decir<br />

cien números de tal revista, en nuestro<br />

país, equivale a proeza no fácil de igualar.<br />

Un hombre de mar, que tuvo horizonte<br />

azul en su infancia guaymense, es el causante<br />

de este acontecimiento.<br />

La mesa de los homenajes fue ocupada<br />

por José Agustín, José de la Colina, Marco<br />

Antonio Campos, Felipe Garrido y el<br />

mago de nuestra literatura cuentística. A<br />

Edmundo debemos muchísimos escritores<br />

mexicanos consejo, apoyo y estímulos.<br />

Yo no puedo contarme fuera de su generosidad.<br />

Afortunadamente la reunión fue<br />

entrelazada, colectiva, y debido a ello pudimos<br />

saber muchos secretos de esta portentosa<br />

obra del sonorense escritor, autor<br />

ARTÍCULO<br />

DAMASO MURÚA<br />

LA MUERTE<br />

TIENE PERMISO<br />

EDMUNDO<br />

VALADÉS<br />

popular<br />

8ª reimpresión de la<br />

3ª ed., 2014, 139 pp.<br />

978 968 16 6238 7<br />

$65<br />

del magistral cuento llamado “La muerte tiene<br />

permiso”.<br />

Lo menos que dijo Pepe de la Colina fue que sus libros<br />

no serán muy conocidos, sus cuentos tal vez un<br />

poco menos, pero por el hecho de haberle publicado<br />

Edmundo Valadés algunos textos suyos en El Cuento,<br />

podía considerarse conocido no sólo en<br />

México, sino en toda Sudamérica. Porque<br />

por todo el Cono Sur la revista es famosísima;<br />

se le considera el primer embajador<br />

mexicano de las letras. No hay escritor importante<br />

o menor que en los países sudamericanos<br />

no la conozca.<br />

Ante lo dicho por De la Colina, Marco<br />

Antonio Campos apuntó que él se consideraría<br />

desheredado y sin estímulo en las<br />

letras mexicanas hasta que Edmundo Valadés<br />

algún día lo publique, y ojalá que sea<br />

pronto, porque Campos es un escritor joven<br />

que nos brindará buenas cosas en el<br />

futuro. José Agustín, más novelista que<br />

cuentista, lamentó que Edmundo aún no<br />

lo haya incluido en ninguno de los más de<br />

mil quinientos cuentos que se han logrado<br />

publicar en la revista que celebrábamos<br />

en un ciento. Pero Agustín es un escritor<br />

talentoso, ya conocido, tan hecho en su<br />

personalidad inconfundible de escritor<br />

18 FEBRERO DE 2015


100 AÑOS DE EDMUNDO VALADÉS<br />

EDMUNDO VALADÉS, SONORENSE MAREÑO<br />

grande, que no le hace falta. Fue a la reunión<br />

porque el afecto por Edmundo Valadés<br />

se nos desparrama siempre. Edmundo<br />

es como un hermano mayor en esto de las<br />

letras mexicanas.<br />

A medida que se desarrollaba esta asamblea<br />

literaria, no pude omitir el recuerdo de<br />

otro homenaje hecho a Valadés en otra galería<br />

de pintura, por las calles de Havre,<br />

cuando Juan Rulfo nos dijo a todos que si<br />

era escritor se lo debía a Valadés.<br />

Carajo, en mi vida he vuelto a escuchar<br />

un elogio tan sincero y franco en favor de<br />

Valadés. El mejor cuentista de México le estaba<br />

diciendo que era escritor por él, por sus<br />

consejos, por su amistad y sapiencia literarios.<br />

Pero también, ya en reflexión, creo que<br />

Rulfo no estaba diciendo mentiras ni elogios<br />

desmedidos. Edmundo es un grande de<br />

la literatura mexicana y de muchas partes<br />

del mundo. También es un maestro.<br />

Entrando a la reunión, me topé con<br />

Ascencio, a quien yo confundí con Noé Jitrik cuando<br />

me lo presentaron, un argentino cuentista y de facha<br />

parecidísima a este jalisciense amigo. Antes de decirle<br />

buenas noches a Juan Antonio, me emplazó a recordarle<br />

el nombre de un cuento de mi libro El mineral<br />

de los Cauques (“Tengo ocho libros tuyos, ya sabes”),<br />

que no era otro que “El héroe”, el soldado<br />

cobarde y escuinapense que se fue de conscripto a la<br />

guerra del cuarenta y cinco, temiendo que lo mataran<br />

con rifle de municiones; iba llorando como el soldado<br />

que consagró Daniel Santos en una cancionzona<br />

de aquellos tiempos. Juan Antonio fue testigo del<br />

premio que me dieron por “El tiburón Larín”, en<br />

Puerto Vallarta, en el año de mil novecientos ochenta<br />

y cuatro. Hasta me aseguró que había salido en El<br />

Cuento; que lo había publicado Valadés. Fuimos a<br />

preguntarle a Edmundo si era cierto y me dijo que no,<br />

que no lo había publicado. Juan Antonio quedó descubierto<br />

y yo me reí, porque tanto Edmundo como<br />

yo, para esas cosas, tenemos memoria de elefante<br />

grande. A mí no se me podría pasar que me publicaran<br />

en esa revista y no saberlo.<br />

Porque, como José de la Colina, estoy en deuda<br />

con Edmundo Valadés. En el número veinte o veinticinco,<br />

me publicó el cuento “El tigre ensillado” de<br />

mi libro El Güilo Mentiras, lindamente ilustrado; y<br />

en el número sesenta, el texto grande que yo llamé<br />

“En el tiempo”, un cuento bonito de las fiestas de toros<br />

en el sur de Sinaloa, donde narro que una mujer<br />

bellísima, Walfa llamada, por el recuerdo de sus axilas<br />

velludas, baja con una indicación de ojos a uno de<br />

sus admiradores a torear un toro cebú que le pone<br />

una paliza de órdago, reventándole un testículo con<br />

el testuz, porque la fiera no tenía cuernos. A Edmundo<br />

no se le olvida el tema, ni el Mentiroso tampoco.<br />

Por eso pude dirigirme casi pedante, como si<br />

fuera hijo de la familia Valadés, a Marco Antonio<br />

Campos. Otros lloran por lo que a uno le sobra. Carajo,<br />

qué presumido me sentí esa noche.<br />

Todavía me acerqué a José Agustín para confiarle<br />

mi fanatismo por sus letras y para asegurarle, sin<br />

mentir, que lo leo siempre que publica un libro. Este<br />

escritor es de Guerrero, nació en Acapulco y para mí<br />

que es de origen cambujo o saltapatrás, como calificaban<br />

a algunos mulatos los güeros españoles racistas.<br />

Además, tiene manos grandes, como de boxeador<br />

con ko. Gran amigo, sencillo y ñero, como decir “mi<br />

cuais”, en Sinaloa.<br />

Pepe de la Colina se quejó conmigo de la falta de<br />

notas por los libros de escritores mexicanos. Que<br />

los aprendices de crítica mexicana y literaria parece<br />

que viven en extranjía, porque sí hacen crónicas de<br />

Milan Kundera, Leonardo Sciascia, Chesterton y<br />

otros extranjeros, pero de los mexicanos ni una<br />

nota. Hay que esperar que se apiaden de nosotros<br />

estos traidores de la cultura mexicana. Es cierto<br />

que hay pocos escritores mexicanos de gran calidad,<br />

pero los hay, sin duda. Sergio Galindo ha publicado<br />

recientemente un libro importantísimo cuyo<br />

tema se desarrolla entre las ciudades de Jalapa y<br />

Orizaba. Además hay ya gente joven trabajando<br />

bien y con acierto. Pero la aclaración de De la Colina<br />

venía a cuento porque le di a uno de sus croniqueros<br />

un ejemplar de la primera novela de José Luis Franco,<br />

un escritor novel pero bravo, de Mazatlán, que<br />

escribió sobre los amores fallidos de Ángela Peralta<br />

y sobre el teatro que lleva su nombre, que ahora es<br />

una cueva de fantasmas marinos en el puerto<br />

sinaloense.<br />

EL LIBRO DE LA<br />

IMAGINACIÓN<br />

EDMUNDO<br />

VALADÉS<br />

popular<br />

19ª reimpresión de la<br />

1ª ed., 2012, 240 pp.<br />

978 968 16 0532 2<br />

$90<br />

La reunión de marras me hizo reflexionar<br />

en el porqué Edmundo Valadés es<br />

como es. Seguramente su infancia la pasó<br />

enfrente de un espejo de mar, que no es lo<br />

mismo que pasarla frente a un espejo de<br />

rocas. El mar avivó la imaginación del<br />

niño y adolescente; lo tornó afectivo, porque<br />

Guaymas, en el tiempo de su vida, era<br />

un puerto muy generoso y no ha dejado de<br />

serlo.<br />

De Sonora emigró un agricultor tozudo,<br />

sin mucha preparación, maestro que mataba<br />

presidentes y sueños, llamado Plutarco<br />

Elías Calles, el turco inmortal. Este<br />

turco es el autor de la primera estructura<br />

social y política más importante de nuestro<br />

país. También desde Huatabampo se<br />

fajó los machos y tomó grado de general<br />

por sus pistolas, el Manco Obregón, Álvaro<br />

para su familia. Uno de los presidentes nacionales<br />

más astutos y canijos que ha tenido<br />

México. Tanto, que tuvieron que matarlo.<br />

Si el turco lo mató, o mandó matar, como dejó<br />

dicho doña Elisa Beaven en Escuinapa, no quiero meterme<br />

en líos históricos. Pero ambos sonorenses, por<br />

no citar más, fueron hechura de las tierras y hábitat<br />

de esos rumbos. El desierto de Altar y el Golfo de California<br />

producen hombres sensibles y constructivos,<br />

trabajadores y ladinos.<br />

Cualquiera que vaya a Guaymas, ahora, en estos<br />

tiempos, en los muelles pesqueros, llegando al hotel<br />

Rubí, por ese rumbo podrá contemplar tres estatuas:<br />

las de Calles, De la Huerta y Abelardo Rodríguez. Los<br />

tres, presidentes de la República, que son de Sonora.<br />

Ahí nomás les falta el Gordo Valenzuela… Para que<br />

dejemos de toser por nuestras presumidas pretensiones.<br />

Los sonorenses de veras que son gallos, como<br />

acostumbraba decir Florencio Villa.<br />

Pero también de Sonora salieron tres maravillosas<br />

mujeres, tres repito, tres. Las más valientes, independientes<br />

y bonitas. Me refiero a María Félix, Silvia<br />

Pinal e Isela Vega. La divina Isela, personaje femenino<br />

que ilustró la portada de mi libro Amor en el Yanqui<br />

Stadium. Sobre las tres no necesito amontonar<br />

adjetivos, porque les sobran. Casi opacan a las otras<br />

tres nórdicas divinas del cine mundial: Hedy Lamar,<br />

Greta Garbo y Liv Ullmann. Tengo razón en deducir<br />

cualidades por Edmundo Valadés, porque su tierra se<br />

las dio, y él supo desarrollarlas. Es un hombre que ha<br />

sabido estar a la altura de su talento.<br />

Cuando vuela una gaviota frente a nosotros, besando<br />

al reventadero de las olas o paralizando sus<br />

alas en el centro del huevo azul, se nos da una lección<br />

inolvidable: el pájaro es uno de los animales más libres<br />

de la creación. Edmundo Valadés es un pájaro de<br />

mar, pero con la inteligencia orientada por el afecto a<br />

sus hermanos y a las letras escritas.<br />

Que vengan otros cien ejemplares de la revista El<br />

Cuento, porque los escritores de habla hispana estamos<br />

muy orgullosos de esta publicación y de su autor,<br />

Edmundo Valadés, el tantas veces repetido y afamado<br />

sonorense. W<br />

DamasoMurúa,cuentistaycronistadeorigen<br />

cronista origen<br />

sinaloense, es autor de Las mujeres primero.<br />

Antología personal ( FCE, 2000).<br />

la fantasía. Con toda seguridad la habían elegido<br />

entre miles. Todo en ella era voluptuoso, sus cabellos,<br />

el color de la piel, el rostro, el cuerpo, los<br />

ojos. Inició su actuación con una pantomima en<br />

la que aparentaba ir acompañada de un hombre y<br />

poco a poco sus caricias los orillaban al acto sexual.<br />

El público masculino se observaba realmente<br />

perturbado. En el lugar de aquel hombre<br />

ficticio nos instalábamos cada uno de nosotros,<br />

nos veíamos en posesión y poseídos por tan bella<br />

criatura. Cuando los varones veían por los suelos<br />

sus resistencias y estaban a punto de ser dominados<br />

por el impulso de subirse al escenario y violar<br />

a la actriz, entonces se cortaba el número y daba<br />

paso a un show cómico, que también era fabuloso.<br />

Cuando las carcajadas lo dejaban a uno sin aliento<br />

irrumpía de nuevo otra chica de las mismas características<br />

que la anterior e iniciaba su actuación.<br />

Se volvían a encender los apetitos sexuales y<br />

se repetía el corte y el paso a otra actuación cómica.<br />

El autor de ese espectáculo es un genio, se llamaba<br />

Alain Bernardin, el Rey del strip tease”.<br />

Suele ocurrir, cuando alguien dedica demasiado<br />

tiempo y energía a la difusión de la literatura y de<br />

la cultura, que se le escatimen méritos a su escritura.<br />

Es el caso de Valadés, quien por cierto aportó<br />

mucho al universo de la narrativa latinoamericana,<br />

particularmente del llamado microcuento, minicuento<br />

o minificción. En ese momento las fronteras<br />

del cuento moderno no estaban bien dilucidadas,<br />

por ello convocaba y buscaba reflexiones y<br />

análisis sobre el género, que debía ajustarse a la<br />

brevedad y la contundencia. En el número 119-120,<br />

de 1991, el propio Valadés refería el desdén de muchos<br />

por la minificción como literatura menor,<br />

pero su importancia iba cobrando fuerza en los<br />

países de habla hispana gracias al empeño de la revista<br />

El Cuento a lo largo de 25 años. En Colombia<br />

recogieron dicho esfuerzo y lanzaron un manifiesto<br />

en favor de la minificción, además de crear una<br />

publicación especializada, Ekuóreo, dispuesta a recoger<br />

los mejores productos del género literario. La<br />

revista El Cuento sentó magisterio a lo largo y ancho<br />

de América Latina, tanto que el escritor argentino<br />

Mempo Giardinelli fundó en Argentina el<br />

Puro Cuento, en 1986, cuando volvió de su exilio<br />

mexicano.<br />

Valadés no vivía del cuento, vivía para El Cuento,<br />

que publicó más de 110 números. Como muchos<br />

otros escritores de la época desempeñaba trabajos<br />

burocráticos. Pocos meses antes de morir, en 1994,<br />

fue invitado al taller literario de Iztacalco que llevaba<br />

su nombre. La charla sería en las propias oficinas<br />

de la Delegación. Pasé a recogerlo a su casa a la hora<br />

pactada. Cuando íbamos en camino, me pidió que<br />

nos regresáramos, había olvidado un libro que deseaba<br />

leer al público. Entró a su casa y salió desconcertado,<br />

no recordaba en dónde lo había dejado. Pregunté<br />

si no era el que asomaba en una de las bolsas de su<br />

saco. Asintió sonriente.<br />

Para abrir cauce a su charla, le hice un par de preguntas.<br />

Su primera respuesta fue muy breve, pero no<br />

la segunda: ¿Qué le hubiese gustado ser si no fuese<br />

cuentista? Bailarín, contestó. De inmediato narró<br />

una experiencia maravillosa que confirmaba su dicho.<br />

En una estancia en la Unión Soviética, casi al final<br />

del viaje, lo invitaron a una fiesta. Descubrió a<br />

una mujer de belleza inaudita. Bebió algunos whiskys<br />

para darse valor e invitarla a bailar. Con gran disposición<br />

la rubia angelical lo acompañó a la pista de<br />

baile. Éramos Ginger y Fred, sostenía el maestro Valadés<br />

con una mueca de gozo. Bailamos y bailamos<br />

sin pausa.<br />

La gente comenzaba a irse, pero nosotros continuamos<br />

impulsados por la fuerza de la danza y de la<br />

música. Al final sólo estábamos ella y yo. Alguien<br />

me sacudió por el hombro y en un apenas legible español<br />

me dijo: “Señor, despierte, ya se acabó la fiesta”.<br />

Estaba dormido con la cabeza apoyada sobre<br />

una mesa. Pregunté por la chica, pero el hombre se<br />

alzó de hombros. Mi ropa olía aún a su perfume, no<br />

era un sueño. Esa noche había bailado con un ángel.<br />

De regreso a su casa me dijo sonriente: “La<br />

imaginación siempre sustituye a la memoria, este<br />

cuento lo gané por nocaut”. El libro nunca abandonó<br />

la bolsa de su saco. W<br />

José Ángel Leyva es poeta, narrador, ensayista,<br />

editor y promotor cultural.<br />

FEBRERO DE 2015 19


LÁPICES DE COLORES<br />

C A P I T E L<br />

Prolífico<br />

y polifacético<br />

A<br />

riesgo de consolidar una leve tendencia<br />

necrológica, este espacio vuelve a<br />

alojar un obituario: a fines de octubre<br />

falleció uno de esos científicos cuyos<br />

hallazgos marcan una época, un autor tardío<br />

que incursionó en la narrativa, la poesía, el teatro<br />

y el género autobiográfico —al que llamó<br />

con sarcasmo “una forma de ficción automitológica”—;<br />

el Fondo tiene el orgullo de ser casi su<br />

única casa editorial en español, circunstancia<br />

que tal vez responda al nexo que Carl Djerassi<br />

tuvo con México, y por todo ello reincide esta<br />

columna en su evocación de vidas ya cerradas.<br />

DE FEBRERODE 2015<br />

Nacido en Viena el 29 de octubre de<br />

1923, Djerassi fue considerado en la escuela<br />

como un niño problema y durante<br />

la adolescencia vivió el exilio: después<br />

de que Austria fuera fagocitada por la Alemania<br />

nazi, los padres del joven Carl, que se habían<br />

divorciado pocos años después de que él<br />

naciera, se volvieron a casar para que madre e<br />

hijo pudieran viajar a Bulgaria, de donde era originario<br />

el progenitor. Djerassi vivió ahí con su<br />

padre, mientras su madre hacía en Londres los<br />

trámites para obtener la visa estadunidense.<br />

Carl continuó su formación en el Colegio Americano<br />

de Sofía, gracias a lo cual adquirió un fluido<br />

inglés. En diciembre de 1939 llegaron a Estados<br />

Unidos, y el muchacho, en un audaz y cándido<br />

acto, le escribió a la primera dama, Eleanor Roosevelt,<br />

para solicitarle una beca, que le fue<br />

concedida.<br />

Estudió química en el Kenyon College,<br />

donde se graduó summa cum laude en<br />

1942. Pronto comenzó a trabajar en la<br />

farmacéutica ciba, en el equipo que desarrolló<br />

uno de los primeros antihistamínicos<br />

comerciales: la tripelenamina, esteroide que sigue<br />

usándose en nuestros días. También se casó,<br />

en un apasionado amor de juventud, con la que<br />

sería su primera esposa, Virginia. Al mismo<br />

tiempo que trabajaba en ciba decidió estudiar el<br />

doctorado en la Universidad de Wisconsin, donde<br />

se graduó en tiempo récord, y al año siguiente<br />

publicó sus primeros artículos científicos.<br />

En 1948, Djerassi se unió a Syntex, un pequeño<br />

y muy pintoresco laboratorio<br />

afincado en México, donde encabezó un<br />

equipo dedicado a la producción de esteroides.<br />

En primer lugar se enfocaron en la cortisona,<br />

y desarrollaron con éxito el primer procedimiento<br />

para sintetizarla, venciendo en esa carrera<br />

a grandes farmacéuticas y universidades.<br />

Lamentablemente, al poco tiempo otro laboratorio<br />

desarrolló un método más eficiente y el hallazgo<br />

de Djerassi y sus colegas quedó eclipsado.<br />

Ese mismo equipo, donde destacó la labor<br />

del mexicano Luis Ernesto Miramontes,<br />

fue el primero en desarrollar una<br />

variante de la hormona progesterona<br />

que mantenía sus propiedades al ser consumida<br />

por vía oral; a partir de ahí sintetizaron, en 1951,<br />

la noretindrona, que permitió el desarrollo de la<br />

píldora anticonceptiva. Por este trabajo, Djerassi<br />

recibió, en 1973, la estadunidense Medalla Nacional<br />

de Ciencias y fue llevado al Salón de la<br />

Fama de los Inventores, entre muchos otros re-<br />

ANNO DOMINI<br />

Y OTRAS PARÁBOLAS<br />

GEORGE STEINER<br />

Mejor conocido por sus obras<br />

ensayísticas y de crítica literaria,<br />

muchas de ellas publicadas por esta<br />

casa editorial —como Diez (posibles)<br />

razones para la tristeza del<br />

pensamiento, La muerte de la<br />

tragedia, La idea de Europa, Los<br />

logócratas o Lecciones de los<br />

maestros—, Steiner también ha<br />

explorado el mundo de la narrativa<br />

con piezas ampliamente<br />

reconocidas. Muestra de ello es este<br />

volumen, donde se recuperan los<br />

tres cuentos que conforman Anno<br />

Domini (editados en 1964) y la<br />

noveleta y tres relatos que dan vida a<br />

Proof and Three Parables (salidos de<br />

las prensas en 1992). Aunque cada<br />

uno plantea situaciones y abordajes<br />

diferentes (ahí encontramos a un<br />

corrector de pruebas comunista que<br />

va atestiguando cómo pierde la vista<br />

o a un soldado que después de la<br />

guerra vuelve con la familia enemiga<br />

que lo alojó), todos revelan un<br />

entrecruce entre la fantasía y la<br />

erudición que sólo un humanista<br />

como Steiner podría realizar para<br />

plantear reflexiones en torno a las<br />

encrucijadas filosóficas que rodean<br />

la existencia.<br />

tezontle<br />

Traducción de Carlos Gardini y Héctor Silva<br />

Revisión de la traducción<br />

de Eduardo Matías Cruz<br />

1ª ed., 2014, 312 pp.<br />

978 607 16 2244 0<br />

$235<br />

EL LIBRO DE LAS PLANTAS<br />

ALBERTO BLANCO<br />

Como pequeña libreta de<br />

curiosidades, donde la botánica es<br />

descifrada en clave de verso, este<br />

delicado volumen se desdobla en<br />

las manos con una colección de<br />

instantes naturalistas en los que el<br />

poeta Blanco captura la impresión<br />

e impacto que diferentes vegetales<br />

le han producido. Árboles, plantas,<br />

alimentos y flores están aquí<br />

reunidos bajo la gracia de la poesía,<br />

acercándolos al lector desde la<br />

experiencia sensible del verlos,<br />

tocarlos, olerlos o probarlos. ¿Dé<br />

que nos sirve saber que las flores<br />

de las bugambilias no son esos<br />

pétalos rojos, morados o<br />

anaranjados que encienden las<br />

paredes?, se pregunta el poeta, por<br />

ejemplo, “Si todo en la bugambilia<br />

/ es un llamado desde el fondo de<br />

la noche / que en su alquimia<br />

sexual excita / a los sentidos hasta<br />

alcanzar su perfección.” Y<br />

siguiendo la tradición naturalista,<br />

cada planta es también registrada<br />

gráficamente, en este caso con los<br />

trazos de Sandra Pani, logrando<br />

estimular todos los sentidos de<br />

quien los observa.<br />

tezontle<br />

Ilustraciones de Sandra Pani<br />

1ª ed., 2014, 110 pp.<br />

978 607 16 2366 9<br />

$345<br />

TODOS SOMOS CANÍBALES<br />

Precedido de El suplicio de Papá Noel<br />

CLAUDE LÉVI-STRAUSS<br />

Por solicitud del periódico italiano<br />

La Repubblica, entre 1989 y 2000 el<br />

antropólogo y etnólogo Lévi-Strauss<br />

publicó esta colección de 16 ensayos<br />

en los que analiza, con una mirada<br />

crítica al racionalismo, diferentes<br />

fenómenos culturales de nuestros<br />

tiempos, entre los que se encuentran<br />

ciertos prejuicios racistas ligados a<br />

determinadas prácticas rituales<br />

(como la ablación o la circuncisión) o<br />

diferentes formas de canibalismo<br />

(alimentario o terapéutico).<br />

Inspirado en la obra de Montaigne,<br />

específicamente en su idea de que<br />

“cada uno llama barbarie a aquello<br />

que no forma parte de sus usos”, el<br />

autor de El pensamiento salvaje<br />

(también publicado por el fce)<br />

invita a cuestionar con estos escritos<br />

la categorización que distingue a las<br />

sociedades entre modernas y<br />

primitivas, demostrando que cada<br />

configuración social y cultural debe<br />

ser comprendida en su propio<br />

contexto. El resultado es esta<br />

magnífica colección de textos en los<br />

que se revisan temas tan variados<br />

como el fenómeno que desató las<br />

“vacas locas”, la procreación<br />

asistida, el simbolismo de la Navidad<br />

o las estructuras familiares, entre<br />

muchos otros.<br />

popular<br />

Prólogo de Maurice Olender<br />

Traducción de Agustina Blanco<br />

1ª ed., 2014, 208 pp.<br />

978 607 16 2350 8<br />

$115<br />

20 FEBRERO DE 2015


LÁPICES DE COLORES<br />

NOVEDADES<br />

conocimientos. Con ingenio, Djerassi gustaba<br />

decir de sí mismo que había sido la “madre” de<br />

este revolucionario invento químico.<br />

LA ENFERMEDAD Y LA CURA<br />

Conceptos de una<br />

medicina diferente<br />

ANNETTE KERCKHOFF<br />

Frente a un malestar cada vez es<br />

más frecuente escuchar<br />

recomendaciones de lo más<br />

disímiles sobre la manera en que<br />

debe enfrentarse o curarse. Desde<br />

los defensores ciegos de la alopatía<br />

hasta los alternativos que<br />

aseguran la curación con roces de<br />

manos o ingesta de infusiones,<br />

pasando por las tradicionales<br />

acupuntura, homeopatía o la<br />

medicina ayurvédica, el concierto<br />

es cada día más amplio y diverso.<br />

Frente a ello, la especialista en<br />

ciencias de la salud Annette<br />

Kerckhoff apuesta por la<br />

conformación de una “medicina<br />

integral” que, desde el<br />

conocimiento de cada tradición y<br />

práctica médica, encuentre una<br />

nueva manera de comprender y<br />

tratar la enfermedad y la cura. En<br />

el presente volumen estudia doce<br />

sistemas médicos (entre ellos, el<br />

hipocrático, la macrobiótica, la<br />

homeopatía, la medicina<br />

tradicional china, la ayurvédica y<br />

las terapias de regulación) y<br />

rastrea sus fundamentos<br />

culturales, la historia de sus<br />

fundadores y los conceptos que<br />

han construido sobre la<br />

enfermedad y la forma de curarla,<br />

tomando como ejemplo de cada<br />

una tres padecimientos comunes:<br />

el resfriado, el dolor de espalda y el<br />

cáncer.<br />

obras de ciencia y tecnología<br />

Traducción de Eduard Urbanek<br />

1ª ed., 2015, 298 pp.<br />

978 607 16 2238 9<br />

$250<br />

DEFENSA LEGAL CONTRA<br />

DELITOS AMBIENTALES<br />

JOSÉ RAMÓN COSSÍO,<br />

JOSÉ SARUKHÁN, JULIA<br />

CARABIAS Y ANTONIO<br />

BOLÍVAR (COORDS.)<br />

Quienes coordinan el presente<br />

volumen, destacadas autoridades<br />

en materia ambiental de nuestro<br />

país, concibieron este trabajo como<br />

una apuesta para ciudadanizar,<br />

desde el conocimiento de nuestras<br />

leyes y normativas ambientales, el<br />

cuidado de la naturaleza en México.<br />

Así, a lo largo de diez capítulos y<br />

cinco anexos, se examinan los<br />

fundamentos legales del sistema<br />

general de protección del medio<br />

ambiente mexicano (donde se<br />

define qué es un daño ambiental, se<br />

aclara qué debe entenderse por<br />

delito en esta materia y se<br />

distinguen las responsabilidades<br />

que posee el Estado en sus<br />

diferentes órdenes de gobierno).<br />

Contrario al principio de que<br />

las autoridades deben resolver<br />

autónomamente los problemas<br />

ambientales que se enfrentan,<br />

los autores apuestan por una<br />

participación de todos los actores<br />

sociales y para ello ofrecen no sólo<br />

las definiciones más generales que<br />

existen en la materia sino ejemplos<br />

prácticos y accesibles donde<br />

ilustran las formas de acción y<br />

denuncia que están al alcance de la<br />

ciudadanía.<br />

popular<br />

1ª ed., 2014, 191 pp.<br />

978 607 16 2332 4<br />

$40<br />

EL TRIMESTRE ECONÓMICO<br />

El mes pasado se puso en<br />

circulación el número 325 de esta<br />

publicación emblemática del<br />

Fondo de Cultura Económica: una<br />

revista que se ocupa de los<br />

problemas económicos de mayor<br />

relevancia para Latinoamérica,<br />

con textos escritos por connotados<br />

especialistas en la materia. En este<br />

número, tras la sección<br />

Perspectiva Económica —donde<br />

Christian A. Johnson se ocupa de<br />

la producción potencial y la brecha<br />

de producción en Centroamérica,<br />

Panamá y la República<br />

Dominicana—, se presentan<br />

artículos de Roberto E. Muñoz y<br />

Jorge A. Ortega —sobre el impacto<br />

de las tecnologías de la<br />

información y la comunicación en<br />

el rendimiento escolar—, de<br />

Mónica García-Ochoa Mayor,<br />

Nuria Bajo Davó y Félix Roux<br />

Martínez —sobre las ventajas<br />

competitivas de las empresas de<br />

telefonía móvil en América<br />

Latina—, de Eduardo Rodríguez-<br />

Oreggia y Bruno López-Videla<br />

—sobre la imputación de ingresos<br />

laborales en México—, de<br />

Francisco Campos Ortiz y<br />

Mariana Oviedo Pacheco —sobre<br />

la extensión de los predios<br />

agrícolas y su productividad en<br />

México, tomando el caso del<br />

campo cañero—, de Mario V.<br />

González Fuentes y Carlos Iglesias<br />

Fernández —sobre las decisiones<br />

de tenencia de la vivienda y<br />

aculturación de los residentes<br />

extranjeros en España— y, por<br />

último, un artículo de Salvador<br />

Cruz Aké, Reyna<br />

Susana García<br />

Ruiz y Francisco<br />

Venegas-<br />

Martínez sobre la medición no<br />

lineal de la dependencia de la<br />

inflación sobre el tipo de cambio<br />

nominal.<br />

Vol. lxxxii (1), núm. 325,<br />

enero-marzo de 2015, 2015, 248 pp.<br />

issn 0041-3011<br />

$180<br />

En 1951 Djerassi dejó México, aunque no<br />

cortó su relación con Syntex (donde<br />

continuó en altos cargos hasta 1972 y<br />

cuyas acciones le permitieron acumular<br />

una notable fortuna) para comenzar una carrera<br />

como docente en la Universidad Estatal<br />

de Wayne, donde permaneció hasta 1959. Fue<br />

en este periodo cuando comenzó a recibir premios<br />

y distinciones por sus aportaciones a la<br />

anticoncepción, entre ellos un doctorado honoris<br />

causa que le otorgó la unam en 1953: fue el<br />

primero de los 32 doctorados honorarios que<br />

habría de recibir. En 1959 Djerassi dejó Detroit<br />

para incorporarse a la Universidad de Stanford,<br />

en la que siguió activo hasta su fallecimiento y<br />

donde fue profesor emérito desde 2002.<br />

Djerassi realizó investigaciones en diversos<br />

campos de la química, como el<br />

estudio de los alcaloides y de la familia<br />

química a la que pertenecen los esteroides.<br />

Asimismo generó importantes avances<br />

en aspectos metodológicos aplicados, como<br />

la espectrometría de masas, la dispersión rotatoria<br />

óptica y la resonancia magnética nuclear,<br />

que permiten conocer la composición y estructura<br />

de moléculas orgánicas complejas, y propició<br />

la aplicación de la inteligencia artificial<br />

en la química. Publicó más de mil doscientos<br />

artículos técnicos.<br />

En México, aún casado con Virginia,<br />

Carl inició un romance con Norma<br />

Lundholm, quien resultó embarazada.<br />

El matrimonio Djerassi-Lundholm,<br />

que duró hasta 1976 y culminó en un acre divorcio,<br />

tuvo dos hijos: Pamela y Dale. Gran<br />

apasionado del arte, y uno de los principales<br />

coleccionistas privados de obras de Paul Klee,<br />

decidió convertirse en mecenas en 1978, tras el<br />

suicidio de su hija, que era artista. Para ello,<br />

Djerassi convirtió su rancho smip (siglas que<br />

significan Syntex Made It Possible, “Syntex lo<br />

hizo posible”, aunque luego agregó otro significado<br />

al acrónimo: Sic Manebimus in Pace, “Así<br />

nos mantendremos en paz”) en una residencia<br />

para artistas. También donó, aunque eso se<br />

haría efectivo a partir de su muerte, su colección<br />

de Klee a los museos Albertina en Viena y<br />

de Arte Moderno de San Francisco.<br />

Contra todo pronóstico, ya entrado en<br />

su sexta década, decidió cambiar de<br />

carrera y dedicarse a la literatura. En<br />

parte porque sentía que debía empezar<br />

una nueva vida intelectual; en parte a causa<br />

del memento mori que vivió tras una operación<br />

de cáncer de garganta; en parte por venganza.<br />

En 1977 Djerassi había conocido a Dianne<br />

Middlebrook, profesora de literatura (también<br />

ella llegó a ser emérita en Stanford), que<br />

resultó el amor de su vida. Sin embargo, en<br />

1983 ella lo abandonó por un profesor de literatura;<br />

Djerassi, dolido, escribió una novela que<br />

relataba una historia muy parecida a la suya:<br />

esa obra permanece inédita, pues Dianne y<br />

Carl volvieron a frecuentarse, y se casaron en<br />

1985, matrimonio que duró hasta la muerte de<br />

ella en 2007. Carl escribió cinco novelas, numerosos<br />

poemas y relatos breves, y en 1997 se convirtió<br />

en dramaturgo. Casi toda su obra se enfoca<br />

en mostrar la ciencia real, no a través de sus<br />

resultados y productos, sino retratando la vida<br />

cotidiana de los científicos: sus ilusiones, sus<br />

rencillas, su crueldad intelectual. Con la “ciencia<br />

en ficción” y la “ciencia en teatro”, Djerassi<br />

no inventó géneros literarios pero ensanchó el<br />

alcance temático de la narrativa y la dramaturgia,<br />

al tiempo que ofrecía sutiles vías para conocer<br />

la práctica científica y aun para divulgar<br />

conocimiento. W<br />

(Agradezco a Miguel Nadal Palazón la ayuda<br />

para preparar estos párrafos.)<br />

TOMÁS GRANADOS SALINAS<br />

@tgranadosfce<br />

FEBRERO DE 2015 21


LÁPICES DE COLORES<br />

ARTÍCULO<br />

PASCUALA CORONA:<br />

LA OTRA HERMANA GRIMM<br />

Con el mismo espíritu que los hermanos Grimm pero entre nanas, cocineras<br />

y mujeres de estas latitudes, Teresa Castelló Yturbide, mejor conocida como Pascuala<br />

Corona, se dedicó a recuperar la tradición oral de nuestro país hasta configurar una<br />

importante obra que hoy la resguarda en hojas de papel, para el disfrute de miles de<br />

lectores. Con este artículo hacemos un homenaje a la importantísima labor<br />

de esta autora e investigadora fallecida el pasado 20 de enero<br />

JUANA A INÉS DEHESA<br />

Palabra de rey no vuelve atrás”, espetábamos mi hermano<br />

Ángel y yo con ocasión o sin ella cuando éramos chicos,<br />

cuando sentíamos una imperiosa necesidad de establecer<br />

una profunda convicción. En ese momento no éramos<br />

conscientes del hecho, pero estábamos citando a una de<br />

las fundadoras de la literatura infantil en México: a Pascuala<br />

Corona.<br />

Quizás, en estricto sentido físico, Cuentos mexicanos<br />

para niños, de Pascuala Corona, en su edición original de<br />

1945, es el libro más bonito e imponente que guardaron<br />

nuestros libreros de infancia. Era grande, en un momento en que nuestra vida<br />

bibliográfica se limitaba a la media carta, a los apaisados de Mafalda o, si acaso,<br />

a la carta vertical de los volúmenes de Astérix y Tintin y eso hacía no sólo que<br />

hubiera que guardarle un lugar particular en el librero, sino que nos llamara<br />

particularmente la atención. Hay que recordar que, en los lejanos años ochenta<br />

del siglo pasado, las bibliotecas infantiles mexicanas no contaban con álbumes<br />

ilustrados (porque prácticamente no existían en español; los libros álbum son<br />

un deleite más que le debemos al proyecto de obras para niños y jóvenes del<br />

fce) y cualquier libro grande, a los jóvenes lectores de entonces, se nos antojaba<br />

exótico y lujoso. Con más razón el de Pascuala: tenía pasta dura y guardapolvo,<br />

márgenes generosísimos, una mancha tipográfica armoniosa, tipografía con<br />

patines e ilustraciones sencillas, minimalistas, con una línea sutil y muy delgada,<br />

y coloreadas en acuarela por la autora, rematadas por las partituras para<br />

cantar las canciones y rimas incluidas en los cuentos.<br />

Tanta atención al detalle y tanta exquisitez, en una industria que alimentaba<br />

a sus cachorritos a base de cartulina deleznable, papel revolución e indigestas<br />

columnas dobles, no era fruto de la casualidad: esa edición la pagó Pascuala<br />

misma, o Mauricio su marido, aclararía ella, como parte de un afán de conservar<br />

las historias que con tanto celo había juntado a lo largo de los años.<br />

María Teresa Castelló Yturbide, como dice el registro civil que se llama realmente<br />

Pascuala Corona, nunca pensó en ser escritora. Ella, nacida en el seno de<br />

una familia elegante de la ciudad de México de principios del siglo veinte, quería<br />

en lo profundo de su corazón ser enfermera. Y así se lo hizo saber a su papá, una<br />

vez que terminó la preparatoria en el Colegio del Sagrado Corazón de San Luis<br />

Potosí, donde estuvo interna. Su padre, por supuesto, puso el grito en el cielo y<br />

se rehusó terminantemente y, a cambio, la mandó a París un año, acompañada<br />

de una institutriz francesa. Según contaba ya muchos años después, cuando generosamente<br />

accedía a dedicarle sus tardes a una renuente tesista de Letras<br />

Hispánicas, ese viaje la marcó: más allá de visitar a Carmelita Romero Rubio,<br />

en su viudez de exilio, lo que recordaba con más cariño eran las visitas que diariamente<br />

le organizaba la institutriz francesa a cuyo cargo estaba; “por las mañanas”,<br />

decía, “íbamos a alguna iglesia o a ver algún monumento; y, por las tardes,<br />

escribíamos una composición sobre lo que habíamos visto”.<br />

Según ella, estos ejercicios le habían enseñado a mirar. A fijarse y a fijar en la<br />

memoria detalles, matices y esencias. Y si se observaban con atención los montones<br />

de cuadernos que guardaba en un armario en la entrada de su casa, repletos<br />

de bocetos y apuntes de historias, cuentos y leyendas, era claro que sí, que<br />

conservó la costumbre aún después de regresar a la ciudad de México. Y el resto<br />

de su vida: ese aprendizaje se quedó con ella siempre, más aún cuando tomó la<br />

decisión de convertirse en una conservadora, en una amanuense de las técnicas<br />

ancestrales y la tradición oral de los pueblos de México.<br />

Pero para eso todavía faltaba. A su regreso a México, en vista de que la enfermería<br />

le estaba vedada, se conformó con ejercer de maestra parroquial. Según<br />

ella misma confesaba, era malísima; los niños no se callaban nunca y no le hacían<br />

el menor caso a la muchacha, casi adolescente, menudita y con voz delgada<br />

que les imploraba que se estuvieran en paz. Después de mucho sufrir, Teresa<br />

encontró la solución: en un momento desesperado, recurrió a prometerles “si se<br />

portan bien, les cuento un cuento”, y con esa promesa no sólo se instauró una<br />

cierta paz en el aula, sino que una cuentera descubrió su vocación.<br />

Porque los cuentos que empezó a contar no eran sino los que ella recordaba<br />

de su infancia, escuchados a las nanas y cocineras de su casa, y a la nana de su<br />

mamá, Cuallita, que era de Pátzcuaro y a quien visitaban cuando iban a la casa<br />

que la familia conservaba ahí. Ella se encargaba de contarles a los niños cuentos<br />

de aparecidos, magias y diablos, cuentos para contar mientras se hacen los<br />

tamales, que Teresa y sus hermanos asimilaron y memorizaron junto con los de<br />

los volúmenes de cuentos europeos tradicionales que guardaba la biblioteca familiar.<br />

Todo ese acervo se volvió parte fundamental de las herramientas de<br />

coerción de la joven maestra, a tal grado que, cuando se vio sin una historia<br />

nueva que contarles a los niños, echó mano de un recurso insospechado. Fue<br />

casa por casa, visitando a sus amigos y familias conocidas, pidiendo hablar con<br />

las nanas, sirvientas o cocineras que ahí habitaran; ya frente a ellas, cuaderno<br />

en mano, les pedía: “cuénteme algo”.<br />

En efecto, eso que hicieron en Alemania los hermanos Grimm en el siglo xix,<br />

o que hizo a su modo el francés Perrault en el xviii, de recuperar las historias<br />

tradicionales de boca de sus usuarios (usuarias, casi siempre), de los encargados<br />

mismos de contarlos, lo hizo María Teresa con la población indígena o mestiza<br />

que habitaba las cocinas de sus conocidos. A pesar de que en ese momento a<br />

ella no la animaba un espíritu filológico, sino que el suyo era más un afán utilitario<br />

e inmediato, a la larga todos esos relatos y leyendas, copiados al vuelo con<br />

su caligrafía de colegio de monjas, se revelarían como el tesoro histórico que<br />

hoy conocemos, y en un plano más personal, más de nuestra autora, ayudarían<br />

a María Teresa a encontrar su verdadera vocación; no la de maestra, ni, menos<br />

aún, la de enfermera, sino la de celosa defensora del patrimonio intangible de<br />

México.<br />

Para fortuna de maestra y alumnos, Teresa abandonó la enseñanza cuando<br />

se casó con el arquitecto Mauricio de Maria y Campos. Tuvo cuatro hijos, quienes<br />

se convirtieron en los destinatarios de sus historias, pero en cierto momento,<br />

su marido le propuso que publicara esos cuentos para que no sólo los disfrutaran<br />

sus hijos, sino todos los niños de México. De ahí nació la primera edición<br />

de Cuentos mexicanos para niños, de 1945, publicada en una edición de autor por<br />

la Imprenta Robledo. Para ilustrar esta obra, la autora tomó clases de ilustración<br />

en la escuela de pintura La Esmeralda, y en muchos casos utilizó juguetes<br />

tradicionales mexicanos como modelos para cada una de las obras. Inclusive,<br />

llevada por un ánimo didáctico que no la abandonó nunca y que era muy propio<br />

de los libros para niños de la época, incluyó las partituras de las rimas de los<br />

cuentos para que los lectores pudieran entonarlas correctamente. Al momento<br />

de firmar el libro, tomó prestado el nombre de Cuallita, Pascuala Corona, como<br />

un homenaje a la mujer a quien debía buena parte de su memoria y su acervo.<br />

Los cuentos reunidos en esta colección son, probablemente, los más evidentemente<br />

mestizos de todos los que publicó en vida Pascuala. Prácticamente todos<br />

comparten la estructura que el lingüista ruso Vladimir Propp, en su Morfología<br />

del cuento, consignó como propia de los cuentos tradicionales. Inclusive,<br />

22 FEBRERO DE 2015


LÁPICES DE COLORES<br />

PASCUALA CORONA: LA OTRA HERMANA GRIMM<br />

LA MORADA TERRESTRE<br />

es posible encontrar en ellos ecos de cuentos de otras tradiciones, aunque con<br />

ligeras variaciones propias de nuestro territorio; donde los rusos tienen a un<br />

hermano asesinado por sus hermanos enterrado bajo una mata de bayas, aquí<br />

lo encontramos yaciendo bajo un carrizo. Detalles aparte, estos cuentos también<br />

guardan hermanos pequeños que superan pruebas, brujas malas, reyes generosos<br />

y seres maravillosos que premian la bondad y la virtud.<br />

Pero el volumen más significativo para el Fondo de Cultura Económica vendría<br />

después, en 1951. Se trató de una colección de cuentos “engarzados”, a la<br />

manera del Decamerón o el mismo Quijote, alrededor de una anécdota muy simple;<br />

en una cocina se encuentran muchas personas haciendo tamales y, para pasar<br />

el tiempo y hacer la tarea más llevadera, cada uno de los participantes en la<br />

preparación de la masa y el relleno cuenta una historia. Los cuentos contenidos<br />

aquí son de un talante distinto de aquellos del volumen anterior; sus estructuras<br />

son menos sistemáticas y tienen más que ver con las historias de bromas y<br />

confusiones que con los cuentos de hadas tradicionales. Aquí sale un hombre,<br />

don Juan Cantimplatas, que es compadre del diablo, y que como tal se ostenta; y<br />

una mujer de fe tan acendrada que es conocida como “la beata”. Estos personajes<br />

están bastante lejos de Propp, pero muy cerca del hablar y el contar del pueblo<br />

mexicano, y por ello, en 1992, se eligieron, bajo el título El pozo de los ratones<br />

y otros cuentos al calor del fogón, para inaugurar la colección de narrativa A la<br />

Orilla del Viento, de la naciente gerencia de obras para niños y jóvenes del fce.<br />

Sin embargo, después de los Cuentos de rancho la labor de Pascuala se detendría<br />

por un problema ideológico y fundamental. Por encargo de la Secretaría de<br />

Educación, elaboró Fiesta, que explicaba y consignaba las diversas celebraciones<br />

del pueblo de México. Para María Teresa era lógico y necesario referirse a la<br />

fiesta de la Virgen de Guadalupe, fundamental para la vida mexicana, pero en<br />

ese entonces, finales de los años cincuenta del siglo pasado, el gobierno ponía<br />

mucha atención en mostrarse diametralmente laico y detuvo la publicación de<br />

la obra hasta en tanto no se omitiera ese pasaje en particular. Para la autora,<br />

cuya fe y apego a las tradiciones y costumbres religiosas la recorrían de parte a<br />

parte, esta imposición implicó una renuncia de tal magnitud, que lograron alejarla<br />

de la producción de libros para niños durante décadas.<br />

Publicó, junto con su hija Beatriz Campos, un par de libros sobre la piñata y<br />

las posadas en la colección Fiesta de Patria, durante los años ochenta, y puso<br />

por escrito la leyenda de El morralito de ocelote, para Conaculta (maravillosamente<br />

ilustrada por Fabricio Vanden Broeck, por cierto) en 2001, pero para ella<br />

ese capítulo de su vida estaba cerrado: nunca más tratar con los niños y nunca<br />

más tratar con la censura gubernamental. Eso sí, encontró otra forma de canalizar<br />

su necesidad por resguardar las tradiciones de su país; convencida de que<br />

“a las piedras las cuida la tierra, pero a las palabras y las técnicas no las cuida<br />

nadie”, se dedicó a consignar las técnicas ancestrales de los artesanos mexicanos<br />

y a partir de esa labor publicó varios volúmenes, de los lujosos y llamados<br />

coffee-table books sobre arte plumario, trabajo de la seda, cocina conventual y<br />

muchos más por el estilo. Fue tan ardua su tarea, que hace algunos años el museo<br />

Franz Mayer le rindió un homenaje.<br />

Cuando yo la conocí, un día en que fui a tocar a su puerta después de una larga<br />

conversación con Felipe Garrido, mi asesor, sobre mi tema de tesis, Teresa<br />

Castelló era ya una viejita que preparaba sus libros de arte y tomaba clases de<br />

encaje de bolillos, una mujer encorvada y de andar despacioso, para quien los<br />

libros para niños y los cuentos eran parte de una vida pasada. Poco a poco, a<br />

fuerza de recordar, fue entusiasmándose de nuevo, hasta recuperar un poco de<br />

su afición por ese público y esas historias. El haber encontrado a un Sancho<br />

para sus labores quijotescas, y una oreja dispuesta a escuchar sus narraciones,<br />

la convirtió en la maestra parroquial de antaño. Así, me envió en una misión<br />

(infructuosa, por desgracia) a la biblioteca pública de Nueva York a recuperar<br />

una mítica traducción de Pombo de “Rin-Rin Renacuajo”, me compartió su niñez<br />

y su té de lavanda y, en su momento, con enorme generosidad me dio cuentos<br />

nuevos para acompañar una antología de todos sus relatos anteriores, que<br />

coeditaron la dgp de Conaculta y Norma, con el título Baulito de cuentos contados<br />

por Pascuala Corona. La aclaración de que eran “contados”, y no escritos,<br />

era una obsesión particular de ella: habiendo sido una mujer tan valiente y, en<br />

cierto sentido, tan transgresora, tan constructora de su destino, sentía una necesidad<br />

imperiosa por hacer las cosas bien, por no abrogarse honores ni distinciones<br />

que no le correspondían; así, siempre insistía en que ella no era autora de<br />

esas historias, en que ella no las había inventado, sino que se había limitado a<br />

recogerlas y guardarlas para las siguientes generaciones.<br />

En los años siguientes, en buena parte gracias al Programa Nacional de Lectura<br />

y al buen olfato de los editores de Tecolote y otras casas, Pascuala volvió a<br />

publicar, sobre todo, leyendas y narraciones tradicionales: la de San Isidro Labrador,<br />

por ejemplo, la de las hormiguitas maiceras o la de los canales de Xochimilco.<br />

Para cada una de ellas, aprendió y desarrolló una técnica tradicional<br />

para la ilustración, de tal manera que cada uno de los libros se concebía como<br />

un instrumento didáctico que documentaba de diferentes maneras un enorme<br />

conjunto de saberes a los que, de otra forma, los jóvenes lectores difícilmente<br />

tendrían acceso.<br />

Teresa Castelló, Pascuala Corona, nunca dejó de trabajar. En un cierto momento<br />

anunció que nunca más publicaría, pues las cataratas le impedían ver e<br />

ilustrar; dos años después, con un par de cirugías oculares a cuestas, Tecolote<br />

publicaba el libro sobre Xochimilco, con ilustraciones de su autora realizadas<br />

en popotillo. Doña Tere era invencible, y buena parte de su ánimo lo inflamaba<br />

la conciencia irreductible de todo lo que le debía a México, de todo lo que México<br />

le había dado. En sus cuentos, en sus historias, se nota, desde luego, un profundo<br />

orgullo por ese país que aprendió a querer, a mirar y a admirar desde muy<br />

pequeña, pero también una fuerza y una determinación insólitas para una mujer<br />

de su generación y su condición. Pascuala Corona les enseñó a sus lectores a<br />

amar a México, y a sus lectoras, a trabajar y a atrevernos. Adiós y gracias, siempre,<br />

doña Tere Castelló. W<br />

Juana Inés Dehesa, escritora, editora y actualmente jefa de información en Radio<br />

UNAM, dedicó su tesis de licenciatura a Pascuala Corona, donde inició un fructífero<br />

recorrido por la creación e investigación de la literatura en infantil en México.<br />

VIENE DE LA PÁGINA 17 a una explosión en los requerimientos de energía de nuestra<br />

especie en su conjunto. En los días que precedieron a la revolución agrícola la población<br />

del mundo no debió haber sido superior a unos cuantos millones. La razón<br />

es que sólo un número limitado de animales podían ser cazados y también a<br />

que había pocas plantas y frutos comestibles. Si un número mayor de individuos<br />

nacía repentinamente, este excedente habría muerto de hambre, con lo cual la<br />

población volvería a su nivel óptimo. La revolución agrícola cambió todo eso. Cosechas<br />

y ganado quedaron bajo el control del hombre. Al comenzar la Era Cristiana<br />

se calcula que la población era de unos 150 millones, en tanto que hacia el año<br />

1800 de nuestra era había saltado a 900 millones. Para entonces el estilo de vida<br />

basado en la caza había sido abandonado por casi todos los pueblos. Excepciones<br />

notables ocurrieron en porciones remotas de África, América del Sur y Australia.<br />

Con el avance de la agricultura al nivel del arte, los humanos se encontraron<br />

repentinamente liberados de la necesidad de una lucha puramente animal. Su<br />

tiempo libre, recién descubierto, se encauzó directamente hacia empresas intelectuales<br />

más elevadas. Aumentó la destreza en la comunicación, en la escritura;<br />

se pintaron cuadros y casas y, probablemente, se dedicó una porción cada vez<br />

mayor del tiempo a la contemplación abstracta del Universo. Es evidente que<br />

solo el tiempo libre no habría bastado para lograr un adelanto notable.<br />

Un importante requisito previo fue que el cerebro humano ya tenía la capacidad<br />

para emprender estas búsquedas y efectuar saltos intelectuales considerables<br />

hacia adelante. A partir de estas tempranas actividades humanas nacieron<br />

indudablemente el arte, la música, la literatura, las matemáticas y la filosofía, y<br />

también nuestra actitud para construir equipos más complejos y también aparatos<br />

domésticos que ayudaran en nuestra vida diaria.<br />

Al quemar leña para producir calor, cultivar el campo y emplear carros movidos<br />

por animales, el hombre no usaba mucha más energía que otros animales de tamaño<br />

igual al suyo. A lo más, el humano promedio usaría la energía consumida, digamos,<br />

por otros diez animales de su tamaño. Aun en nuestras sociedades agrícolas<br />

contemporáneas el consumo de energía per cápita no excede para la mayoría de la<br />

gente de 10 000 kilocalorías al día, dentro de una escala en la que un trabajador sedentario<br />

tal vez necesita consumir 2 000 kilocalorías. Se trata, por supuesto, de<br />

promedios, pues se dieron casos excepcionales en los que se consumió mucho más<br />

energía, como por ejemplo en la construcción de las pirámides de Egipto. En este<br />

caso se empleó una cifra mucho más elevada de energía, unas 10 000 kilocalorías<br />

por trabajador, mas también la fuente básica de energía fue la carne de animal, a su<br />

vez formada por combustible proveniente de las plantas.<br />

El primer gran alejamiento del empleo de la energía biológica se presentó apenas<br />

hacia 1800, con la Revolución Industrial; se liberaron fuerzas hasta entonces<br />

desconocidas en nuestro planeta. Puede decirse que la explosión industrial empezó<br />

a principios del siglo xviii con la invención del motor de vapor por Thomas<br />

Newcomen, aunque de hecho el empleo comercial generalizado del motor de vapor<br />

no se realizó sino hasta 1820. Los motores de vapor no sólo se usaron para el transporte<br />

sino también en las minas, de carbón y otros metales, y en la industria textil.<br />

La fuente de energía que alimentaba al motor de vapor fue por supuesto el carbón.<br />

Al fin el hombre había aprendido a aprovechar no solamente la energía química<br />

almacenada en las formas de vida existentes, sino también la energía almacenada<br />

primero en el carbón y después en el petróleo. Estos combustibles, llamados fósiles,<br />

no son otra cosa que almacenes de energía solar acumulada en los bosques que<br />

cubrieron la Tierra durante el periodo Carbonífero, hace unos 300 millones de<br />

años. De este modo se aprovechó una fuerza vital de un modo tal que vinculó la<br />

vida presente con la vida que había existido hace muchísimo tiempo.<br />

Y si ésta fue la energía almacenada que quedó al alcance del hombre, el albor<br />

de la Revolución Industrial bien pudo señalar un momento preñado de peligros<br />

en la historia de nuestra especie. Hacia 1800 la producción mundial de carbón<br />

era de 15 millones de toneladas anuales. Para 1950 había ascendido a 1 500 millones<br />

de toneladas, a lo cual siguió una ingente demanda de energía no biológica<br />

y propiedades semejantes. Hasta hace muy poco tiempo se pensó que la energía<br />

acumulada no habría podido abastecer nuestras cada vez mayores necesidades<br />

después de unos cuantos siglos, lo cual habría significado que se volvería<br />

inevitablemente a un estilo de vida más primitivo. Hubo una cierta urgencia,<br />

definida con claridad en relación con nuestro destino: todo lo que debía lograrse<br />

había de hacerse antes de que se presentara la inevitable crisis de energía.<br />

Esta crisis, según parece, ha sido evitada merced al descubrimiento de la energía<br />

nuclear, descubrimiento que presenta sus problemas: el aumento de las armas<br />

nucleares, la carrera armamentista y el almacenamiento de estas armas<br />

significa una amenaza cada vez mayor.<br />

Hace poco el astrónomo Thomas Gold indicó una solución posible a este problema.<br />

Afirmó que bajo la superficie de la Tierra debe haber muchísimo petróleo<br />

de origen extraterrestre, proveniente de los días en que nuestro planeta estaba<br />

siendo moldeado por el bombardeo de meteoritos y cometas. Desde hace mucho<br />

sabemos que los meteoritos carbonosos contienen cantidades importantes de<br />

hidrocarburos, y de los estudios hechos hace un año sobre el cometa Halley sabemos<br />

que el material de los cometas está compuesto tanto de hidrocarburos complejos<br />

como de agua; también sabemos que los hidrocarburos son combustibles<br />

potenciales. Si los cometas son la causa de que haya océanos en la Tierra, entonces<br />

debe haber océanos de petróleo enterrados bajo la corteza terrestre.<br />

Según el punto de vista que desarrollaremos en capítulos posteriores, la materia<br />

orgánica de los cometas se deriva de procesos biológicos y no abióticos como<br />

sugirió originalmente Gold. De ser esto cierto, nuestro futuro en este planeta<br />

puede ser visto como dependiente del aprovechamiento de la energía almacenada<br />

originada por los cometas. La duración de la energía disponible podría muy<br />

bien medirse en cientos de miles de años, siempre limitada, pero suficientemente<br />

grande como para que se produzcan otros adelantos. Probablemente para entonces<br />

los humanos hayan alcanzado una posición más elevada. W<br />

Fred Hoyle fue un destacado astrónomo británico reconocido, entre otras teorías,<br />

por la nucleosíntesis estelar y la panspermia, también defendida por el astrónomo<br />

N. Chandra Wickramasinghe.<br />

FEBRERO DE 2015 23

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