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BASES BIOLÓGICAS DEL AUTISMO INFANTIL. I. ASPECTOS ...

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Psicología Conductual, Vol. 6, Nº 2, 1998, pp. 359-389<br />

363<br />

<strong>BASES</strong> BIOLÓGICAS <strong>DEL</strong> <strong>AUTISMO</strong> <strong>INFANTIL</strong>. I. <strong>ASPECTOS</strong><br />

GENÉTICOS, NEUROINMUNOLÓGICOS Y NEUROQUÍMICOS<br />

José Francisco Navarro 1<br />

Universidad de Málaga<br />

Raúl Espert<br />

Universidad de Valencia<br />

Resumen<br />

En la primera parte de este trabajo de revisión sobre las bases biológicas del<br />

autismo infantil se presentan las principales investigaciones genéticas, neuroinmunológicas<br />

y neuroquímicas realizadas en esta patología. Los estudios de<br />

gemelos y de agregación familiar indican que los factores genéticos pueden<br />

desempeñar un destacado papel en la génesis del autismo infantil. Sin embargo,<br />

aunque los aspectos genéticos son claramente relevantes las variables ambientales<br />

pueden ser también importantes. De hecho, la tasa de concordancia para<br />

el autismo en gemelos monozigóticos no es del 100%. Las investigaciones relacionadas<br />

con la hipótesis de la autoinmunidad se pueden clasificar en tres<br />

amplias categorías. El primer grupo se ha asociado con los elementos celulares<br />

del sistema inmune (células T y células NK). El segundo grupo se ha centrado en<br />

el examen de los elementos humorales del sistema inmune. La tercera categoría<br />

incluye los estudios sobre tolerancia e inmunorreactividad materno-fetal.<br />

Asimismo, en este contexto se ha planteado una hipotésis viral para explicar<br />

algunos casos de autismo infantil, habiéndose relacionado con numerosas infecciones<br />

prenatales, incluyendo principalmente rubeola, citomegalovirus, varicela<br />

zoster, herpes simple y toxoplasmosis. Por otro lado, en numerosos pacientes<br />

con autismo se ha descrito una disfunción del sistema serotoninérgico, aunque<br />

los resultados son actualmente inconsistentes. Igualmente, se ha sugerido la<br />

existencia de un desequilibrio funcional entre las distintas monoaminas. Los<br />

péptidos opiodes endógenos han sido también implicados en la patogenia del<br />

autismo infantil. Según dicha hipótesis, la hiperfunción del sistema opioide<br />

endógeno podría explicar la mayor parte de los síntomas asociados con el<br />

autismo infantil.<br />

PALABRAS CLAVE: Autismo, genética, sistema inmune, neurotransmisores, serotonina,<br />

opioides.<br />

1 Correspondencia: José Francisco Navarro. Área de Psicobiología, Facultad de Psicología, Campus<br />

de Teatinos, 29071 Málaga (España). E-mail: navahuma@uma.es.


364 NAVARRO Y ESPERT<br />

Abstract<br />

In the first part of this review paper on biological basis of infantile autism we<br />

describe the main genetic, neuroimmunological and neurochemical investigations<br />

carried out in this pathology. Twin and segregation analysis studies indicate that<br />

genetic factors may play a relevant role in the etiology of autism. However,<br />

although genetic factors are clearly involved, environmental variables must be also<br />

important. In fact, concordance rates for autism in monozigotic twins are not of<br />

100%. Investigations related to autoimmunity hipothesis can be grouped into<br />

three broad categories. The first includes studies on the cellular elements of the<br />

immune system (T-cells and NK cells). The second group concerns studies on the<br />

humoral elements of the immune system. The third category focuses on maternalfetal<br />

tolerance and immunoreactivity studies. Likewise, in this context a viral<br />

hipothesis has been proposed to explain some cases of infantile autism. Thus,<br />

autism has been etiologically linked to numerous prenatal infections, including<br />

rubella, cytomegalovirus, varicella zoster, herpes simplex and toxoplasmosis. On<br />

the other hand, although results are still inconclusive, a serotonergic dysfunction<br />

has been described in numerous patients with autism. Furthermore, a functional<br />

imbalance between monoamines has been suggested in this pathology.<br />

Endogenous opioids peptides have been also involved in the pathogenesis of<br />

autism. According with this hipothesis, the hyperfunction of the endogenous<br />

opioid system could explain the majority of the symptoms associated with autism.<br />

KEY WORDS: Autism, genetics, immune system, neurotransmitters, serotonin,<br />

opioids.<br />

Actualmente, no existe ninguna duda de que la etiología del autismo infantil es<br />

claramente biológica. El síndrome autista es, posiblemente, el resultado de múltiples<br />

agentes etiológicos, que incidirían bien de forma aislada (lo que nos permitiría<br />

hablar de varios síndromes autistas), o en combinación (Navarro, 1989). En la primera<br />

parte de este trabajo de revisión sobre las bases biológicas del autismo infantil<br />

se presentan las principales investigaciones genéticas, neuroinmunológicas y<br />

neuroquímicas realizadas en esta patología.<br />

Hallazgos genéticos<br />

Existe un acuerdo general de que los factores genéticos desempeñan un destacado<br />

papel en la etiología del autismo. Los estudios de gemelos y de agregación<br />

familiar indican que las variables genéticas se encuentran indudablemente implicadas<br />

en la génesis del autismo infantil (Hallmayer et al., 1996a, b; Le Couteur et al.,<br />

1996; Fombone et al., 1997).<br />

Se ha demostrado que el riesgo de recurrencia para el autismo entre hermanos<br />

es al menos 75 veces superior al de la población general, y que la tasa de concordancia<br />

para los gemelos monozigóticos es mucho más alta que para los gemelos<br />

dizigóticos. Sin embargo, no está todavía claro cómo se hereda el autismo. Aunque<br />

se han propuesto modelos de transmisión poligénicos, autosómicos recesivos y liga-


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

365<br />

dos al cromosoma X, ninguno explica satisfactoriamente el autismo (Hallamayer et<br />

al., 1996a).<br />

El autismo es familiar. Dicha afirmación se fundamenta en el riesgo de recurrencia<br />

entre hermanos del 3% y en las tasas de concordancia para gemelos monozigóticos<br />

y dizigóticos del 64% y el 9%, respectivamente, muy superiores a la<br />

prevalencia del autismo en la población general, que se sitúa entre el 0.02-0.05%.<br />

Constituye un trastorno con una marcada heterogeneidad genética, con diferentes<br />

posibles subgrupos genéticos, incluyendo una herencia autosómica recesiva, herencia<br />

ligada al cromosoma X y casos esporádicos de alteraciones cromosómicas. Las<br />

investigaciones sobre marcadores subclínicos en el autismo han puesto de manifiesto<br />

la existencia de marcadores potenciales a distintos niveles de expresión fenotípica,<br />

desde el nivel de ADN hasta el nivel conductual. Los estudios citogenéticos y<br />

de ligamiento apuntan hacia dos regiones cromosómicas como posibles marcadores:<br />

9q34 y Xq27. Por otro lado, los estudios familiares apoyan la existencia de un<br />

posible marcador bioquímico (niveles bajos de dopamina-beta-hidroxilasa) (Smalley,<br />

Asarnow y Spence, 1988).<br />

Estudios de gemelos<br />

Los estudios de gemelos han proporcionado un marcado apoyo a la hipótesis<br />

genética del autismo infantil. El primer estudio epidemiológico de gemelos monozigóticos<br />

(MZ) autistas encontró una tasa de concordancia para el autismo del<br />

36% (4/11), mientras que ninguna de las parejas de gemelos dizigóticos (DZ) eran<br />

concordantes (Folstein y Rutter, 1977, a, b). La mayoría de los cogemelos MZ no<br />

autistas tenían algún tipo de deterioro cognitivo, implicando generalmente al lenguaje.<br />

En un trabajo posterior, Steffenburg et al. (1989) observaron una tasa de<br />

concordancia considerablemente mayor (91%) para el autismo en 11 parejas de<br />

gemelos MZ y, como en la investigación anterior, una ausencia de concordancia<br />

en las 10 parejas de gemelos DZ. El estudio de Ritvo et al. (1985) fue el único en<br />

el que se halló una concordancia significativa en gemelos DZ (24%), aunque ciertos<br />

problemas metodológicos limitan claramente la interpretación de sus resultados.<br />

Más recientemente, Bailey et al. (1995) han comunicado una tasa de<br />

concordancia para el autismo del 60% en gemelos MZ, y una falta total de concordancia<br />

en las parejas de gemelos DZ.<br />

LeCouteur et al. (1996) examinaron los límites diagnósticos del fenotipo conductual<br />

del autismo en 28 parejas de gemelos MZ y 20 parejas de gemelos DZ<br />

del mismo sexo, donde uno o ambos gemelos tenían autismo. En el cogemelo<br />

no autista (es decir, en las parejas discordantes para el autismo) era frecuente<br />

encontrar alteraciones del lenguaje en la infancia y déficits sociales que persistían<br />

en el estado adulto. La concordancia para este fenotipo más amplio era<br />

mucho mayor en los gemelos MZ que en los DZ, lo que indica la existencia de un<br />

fuerte componente genético. Asimismo, compararon las manifestaciones conductuales<br />

y cognitivas del autismo dentro y entre las parejas monozigóticas. La<br />

variación era tan grande dentro de las parejas de gemelos como entre las distintas<br />

parejas.


366 NAVARRO Y ESPERT<br />

Autores Año Parejas Parejas concordantes<br />

Monozigóticos<br />

Bakwin 1954 1 1<br />

Kamp 1964 1 0<br />

McQuaid 1975 1 1<br />

Folstein y Rutter 1977a,b 11 4<br />

Eshkevan 1979 1 1<br />

Ritvo et al. 1985a 23 22<br />

Steffenburg et al. 1989 11 10<br />

Bailey et al. 1995 25 15<br />

Dizigóticos<br />

Tabla 1<br />

Estudio de autismo en gemelos<br />

Ward y Hoddinott 1962 1 1<br />

Böok et al. 1963 1 0<br />

Vaillant 1963 1 0<br />

Havelokova 1967 1 0<br />

Kotsopoulos 1976 1 1<br />

Folstein y Rutter 1977a,b 10 0<br />

Sloan 1978 1 0<br />

Ritvo et al. 1985a 17 4<br />

Steffenburg et al. 1989 10 0<br />

Bailey et al. 1995 20 0<br />

Estudios familiares<br />

El autismo muestra una clara tendencia a presentarse en familias (Jorde et al.,<br />

1990). La prevalencia de autismo entre los hermanos de estos pacientes se sitúa<br />

entre el 3-6%, tanto en muestras clínicas como en estudios epidemiológicos.<br />

Aunque el porcentaje es pequeño, es 50-100 veces más alto de lo esperado<br />

(Fombonne et al., 1997).<br />

Se ha encontrado un alto "peso" familiar para los trastornos sociales, lingüísticos<br />

y cognitivos en los familiares de los autistas. Bolton et al. (1994) examinaron<br />

las tasas acumuladas de autismo en los hermanos de sujetos autistas. Estos autores<br />

hallaron una tasa de "trastornos pervasivos del desarrollo" (TPD) en el 5.8%<br />

de los hermanos (2.9% de autismo y 2.9% de otros TPD), en comparación con el<br />

0% de los hermanos de sujetos con síndrome de Down (SD). Asimismo, describieron<br />

un incremento de la tasa de prevalencia de una combinación de alteracio-


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

367<br />

nes cognitivas/comunicativas menos severas con afectación social y/o conductas<br />

estereotipadas.<br />

Spiker et al. (1994) han evaluado a 44 familias que contaban con dos o más<br />

niños autistas como parte de un estudio de ligamiento genético en el autismo. Para<br />

la evaluación del autismo se utilizó dos instrumentos estandarizados, el ADI y el<br />

ADOS. 37 de los 44 familias (87%) tenían al menos dos niños que cumplían los criterios<br />

diagnósticos para el autismo en el ADI. Del grupo total de 117 niños evaluados<br />

en dichas familias, 83 (71%) cumplían todos los criterios ADI y podían ser<br />

claramente clasificados como autistas, 26 (22%) no cumplían ninguno de los criterios<br />

y fueron clasificados como no autistas, y 8 (7%) fueron clasificados como dudosos<br />

ya que cumplían sólo algunos de los criterios diagnósticos. Los hermanos de los<br />

niños autistas no eran significativamente concordantes para la mayoría de las características<br />

del autismo, para el CI y para la habilidad verbal. Sin embargo, se encontraron<br />

concordancias significativas para las conductas relacionadas con los rituales<br />

y el juego repetitivo, así como para las alteraciones en la expresión y comprensión<br />

facial de las emociones.<br />

Recientemente, Fombonne et al. (1997) han evaluado a los familiares de primer<br />

grado de 99 autistas y de 36 niños con SD con tests estandarizados de inteligencia,<br />

lectura y deletreo. En los familiares de los autistas se observaron CIs verbales medios<br />

más elevados, así como discrepancias en favor de las puntuaciones verbales. No se<br />

apreciaron diferencias consistentes en las escalas manipulativas ni en los tests de<br />

lectura y deletreo.<br />

Modelos genéticos<br />

Ritvo et al. (1985b) sugirieron la existencia de un modelo de transmisión autosómico<br />

recesivo para al menos un subgrupo de sujetos autistas. Así, examinaron a<br />

46 familias con múltiples casos de autismo (41 con dos y 5 con tres autistas). Los<br />

análisis de segregación revelaron una valor compatible con una herencia autosómica<br />

recesiva. Los datos disponibles en la actualidad indican, sin embargo, que es<br />

altamente improbable que un modelo de un único gen pueda dar cuenta de la<br />

mayor parte de los casos de autismo (Jorde et al., 1990). De hecho, pueden ser<br />

necesarios modelos más complejos de herencia (v.g., modelos de dos locus o modelos<br />

multifactoriales) para explicar las influencias genéticas en el autismo (Smalley,<br />

1991).<br />

La elevada frecuencia de autismo en varones, junto con la frecuente asociación<br />

del cromosoma X con el retraso mental, sugiere una posible implicación de este cromosoma<br />

en la etiología del autismo. Petit et al. (1996) han evaluado varios marcadores<br />

del cromosoma X en un grupo de autistas y controles normales. Para el<br />

marcador DXS287, los análisis revelaron la existencia de una diferente distribución<br />

alélica entre ambos grupos.<br />

Se han descrito diferencias de sexo (niños 3 ó 4 veces más frecuentes que las<br />

niñas) en distintas familias con autismo infantil, lo que refuerza la posibilidad de un<br />

modo de transmisión ligado al sexo. La característica clave de este tipo de asociación<br />

es que todos los hijos de los varones afectados no lo están (no transmisión


368 NAVARRO Y ESPERT<br />

varón a varón). Hallmayer et al. (1996b) examinaron en 77 familias con múltiples<br />

casos de autismo la veracidad de la hipótesis de la transmisión ligada al X. Sus resultados<br />

indicaron que el autismo no puede seguir exclusivamente un modelo de transmisión<br />

ligado al X, sino que en algunas familias sigue un modelo de transmisión<br />

autosómico. Por lo tanto, el autismo sería un trastorno genéticamente heterogéneo<br />

que implica al menos un locus autosómico con una expresión asociada al sexo, así<br />

como un posible locus sobre el cromosoma X.<br />

Aunque los factores genéticos son claramente relevantes en la etiología del<br />

autismo infantil, las variables ambientales pueden ser también importantes<br />

(Smalley y Collins, 1996). En primer lugar, como hemos visto, la tasa de concordancia<br />

para el autismo en gemelos monozigóticos no es del 100%, incluso<br />

cuando se considera un fenotipo amplio. En segundo lugar, las alteraciones inmunológicos<br />

descritas en esta enfermedad pueden reflejar la implicación de agentes<br />

patógenos (Warren et al., 1990a). En tercer lugar, las complicaciones del embarazo<br />

y el parto en el autismo infantil son más elevados que en la población general,<br />

aunque los resultados no son totalmente consistentes (Nelson, 1991). En<br />

cuarto lugar, se ha constatado un incremento de "anomalías físicas menores"<br />

entre los autistas, lo que sugiere la existencia de un retraso o disfunción en el<br />

desarrollo temprano.<br />

Asociación con trastornos genéticos específicos<br />

Las dos patologías genéticas que más ampliamente se han asociado con el<br />

autismo son, posiblemente, el síndrome del X frágil (SXF) (Maes et al., 1993) y la<br />

esclerosis tuberosa (Bolton y Griffiths, 1997; Reich, 1997).<br />

Los primeros informes que señalaron la existencia de una relación entre SXF y<br />

autismo indicaron que esta alteración aparecía en al menos el 16% de los casos de<br />

autismo. Posteriormente se ha constatado que dicha tasa es considerablemente<br />

menor, lo que ha llevado a algunos autores a reconsiderar la cuestión de si existe o<br />

no realmente una asociación específica entre ambas enfermedades (Einfeld, Molony<br />

y Hall, 1989).<br />

Reiss y Freund (1992) compararon a 34 niños con X frágil (edad: 3-18 años) con<br />

32 niños sin X frágil emparejados en CI y edad utilizando criterios específicos para<br />

el autismo infantil (DSM-III-R). Los resultados indicaron que los varones con SXF<br />

mostraron un incremento de las alteraciones del juego social, comunicación no verbal<br />

(v.g. desviación de la mirada, gestos), comunicación verbal y conductas motoras<br />

repetitivas. Por lo tanto, dichos datos apoyan la idea de que los varones con X frágil<br />

manifiestan un subconjunto específico de conductas del espectro autista. En<br />

otras trabajos, sin embargo, no se ha observado una asociación entre autismo y SXF.<br />

Así, Einfeld et al. (1989) compararon los rasgos autistas de 45 niños con síndrome<br />

del X frágil y 45 controles con retraso mental utilizando los criterios de autismo<br />

infantil del DSM-III-R y dos instrumentos estandarizados para la evaluación del<br />

autismo (ABC y ADC). No encontraron diferencias significativas entre ambos grupos,<br />

e incluso las diferencias en las escalas ABD y ADC fueron en dirección opuesta<br />

a la hipótesis inicial.


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

369<br />

Maes et al. (1993) compararon a 58 adultos varones con retraso mental y SXF<br />

con 58 controles sin SXF igualados en edad, nivel cognitivo, condiciones de vida y<br />

tiempo de institucionalización. Sus resultados demostraron que no existe una evidencia<br />

clara que nos permita defender una asociación entre SXF y diagnóstico global<br />

de autismo infantil. Una alta proporción de los pacientes con SXF exhibían un<br />

número limitado de características conductuales específicas que pertenecían al<br />

espectro de trastornos pervasivos del desarrollo. Sin embargo, los rasgos centrales<br />

del autismo, es decir, la indiferencia social y la severa alteración de las relaciones<br />

sociales, no se encontraron en general en el grupo con SXF.<br />

Aproximadamente el 2-5% de los niños autistas presentan una evidencia citogenética<br />

del síndrome del X frágil. Hallmayer et al. (1994) evaluaron si la existencia<br />

de familias con varios casos de autismo estaba relacionada con una manifestación<br />

inusual del SXF. Esto podría ocurrir como consecuencia de la expansión de la repetición<br />

del trinucleótico CGG en el gen FMR-1 o de una mutación en otra zona del<br />

gen. Sus resultados no apoyaron la hipótesis de que el autismo en dichas familias<br />

provenía de una expansión del trinucleótido CGG en el gen FMR-1.<br />

Por otro lado, Li et al. (1993) realizaron un análisis del cariotipo y del ADN de<br />

104 niños autistas. No se encontraron diferencias entre los sujetos autistas y los controles<br />

en la frecuencia de los lugares frágiles. De los 12 autistas con alteraciones cromosómicas,<br />

8 tenían un SXF, 2 un síndrome de Down y el resto otras constituciones<br />

aneuploides. Los resultados de este estudio ilustran la contribución de las alteraciones<br />

cromosómicas o sus variantes a la patogénesis del autismo infantil.<br />

La esclerosis tuberosa ha sido también típicamente asociada con el autismo<br />

infantil. Hunt y Dennis (1987) informaron que el 50% de los niños con esclerosis<br />

tuberosa (ET) mostraban conductas típicamente autistas. Más recientemente, se ha<br />

constatado, sin embargo, que dicho porcentaje es sensiblemente menor. Así, Hunt<br />

y Shepherd (1993) encontraron que el 24 % de los niños con ET cumplían los criterios<br />

del DSM-III-R para el autismo y un 19% más muestran rasgos autistas. Existen<br />

más varones que mujeres con ET y autismo, a pesar de la ausencia de diferencias de<br />

sexo en la prevalencia de ET. Los niños con ET con autismo presentan significativamente<br />

más crisis epilépticas y retraso mental que los sujetos con ET sin autismo<br />

(Smalley et al., 1992).<br />

Bolton y Griffiths (1997) analizaron si la tendencia al autismo infantil y al retraso<br />

mental estaba relacionada con el número y distribución del crecimiento de harmatomas<br />

cerebrales que caracterizan a la esclerosis tuberosa. Sus resultados indicaron<br />

que el número de harmatomas era significativamente más elevado en niños con un<br />

diagnóstico de autismo o autismo atípico. No se apreció, en cambio, una distribución<br />

particular de dichas lesiones en estos sujetos.<br />

Se han asociado varios fenotipos de autismo diferentes con la presencia de<br />

un cromosoma 15 duplicado, supernumerario e invertido. Flejter et al. (1996)<br />

han descrito dos pacientes con conductas autistas, retraso mental y crisis epilépticas<br />

asociadas a dicha alteración cromosómica. Los estudios citogenéticos moleculares<br />

realizados confirmaron el origen cromosómico de los cromosomas<br />

supernumerarios y mostraron que la región duplicada se extendía hasta, al<br />

menos, la banda 15p13.


370 NAVARRO Y ESPERT<br />

En algunos niños autistas se han encontrado duplicaciones a nivel del cromosona<br />

15q, con variados grados de retraso mental. Con frecuencia, dichas anormalidades<br />

adquieren la forma de un cromosoma 15 duplicado, supernumerario, e<br />

invertido, descrito como cromosoma 15 isodicéntrico o idic(15). Sin embargo, se<br />

han observado también duplicaciones intracromosomales. En algunos casos, las<br />

madres de dichos niños (no afectadas por el trastorno) llevan las mismas duplicaciones<br />

(Cook et al., 1997).<br />

Martinsson et al. (1996) examinaron a las familias de cuatro pacientes con<br />

autismo infantil que presentaban un cromosima 15 extra duplicado e invertido.<br />

Dichos pacientes tenían cuatro copias de la región cromosómica 15pter-q13. En<br />

todos los casos, el cromosoma afectado era de origen materno. Asimismo, observaron<br />

que dicha alteración se originaba en el proceso meiótico materno más en el<br />

proceso de mitosis inicial. Por otra parte, Bundey et al. (1994) describieron un caso<br />

de autismo asociado a epilepsia, ataxia y duplicación intersticial del cromosoma<br />

15q, en los que el análisis molecular reveló la existencia de una duplicación de los<br />

genes GABRA5 y GABRB3 en el cromosoma materno.<br />

El autismo infantil se ha relacionado también con otras alteraciones cromosómicas.<br />

Por ejemplo, Burd et al. (1988) describieron un caso de autismo infantil asociado<br />

con una trisomía parcial del cromosoma 6p. Por otro lado, Bolton et al. (1995)<br />

observaron rasgos autistas junto con retraso mental, estatura corta y múltiples exostosis<br />

en una niña con un cariotipo 46, X, t (X;8) (p22.13;q22.1).<br />

Hallazgos neuroinmunológicos<br />

El autismo infantil se ha relacionado con diversas alteraciones inmunológicas. En<br />

Zimmerman, Frye y Potter (1993) y, más recientemente, en van Gen, Heijnen y<br />

Treffers (1997), se pueden encontrar dos excelentes revisiones de los principales<br />

estudios sobre inmunología y autismo infantil.<br />

a) Hipotésis viral. El autismo infantil se ha asociado con numerosas infecciones<br />

prenatales, casi siempre de origen viral: rubeola, citomegalovirus, varicela zoster,<br />

herpes simple y, en ocasiones, también con toxoplasmosis.<br />

La relación mejor documentada es, posiblemente, con la rubeola. Así, en un estudio<br />

longitudinal con 243 niños con rubeola congénita se encontró una tasa muy alta<br />

de autistas y de rasgos autistas (4% de autismo y 9% de rasgos autistas). Todo ello<br />

sugiere que las infecciones víricas prenatales que afectan al cerebro podrían producir,<br />

al menos en un subgrupo de sujetos, un cuadro clínico compatible con el autismo<br />

infantil (Chess, 1977). Sin embargo, los resultados de los estudios sobre el papel de<br />

las infecciones víricas prenatales en la etiología del autismo infantil son contradictorios.<br />

Así, por ejemplo, Deykin y MacMahon (1979) no encontraron una correlación<br />

significativa entre el autismo infantil y las infecciones víricas de la madre durante el<br />

embarazo. Igualmente, los trabajos sobre las posibles variaciones estacionales en el<br />

nacimiento de los niños autistas (relacionadas con una exposición a un posible<br />

agente viral patógeno) no han arrojado resultado consistentes (Bolton et al., 1992).


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

371<br />

La búsqueda sistemática de la evidencia de un agente viral en niños autistas ha<br />

sido escasa. Algunos virus no son fácilmente detectables ya que sus estrategias de<br />

replicación les permite mantenerse a nivel intracelular, a veces de forma latente. Su<br />

replicación, o su mera presencia en la célula, puede interferir además con el funcionamiento<br />

celular. Los virus pueden afectar la inmunidad celular mediante diversos<br />

mecanismos: (1) alterando la expresión de los determinantes de la superfice<br />

celular, (2) influenciando el estado de activación de la célula (v.g., aumentando la<br />

secreción de citoquinas, y (3) influenciando la función neuroendocrina, posiblemente<br />

mediante efectos indirectos de la citoquinas a nivel cerebral (van Gent et al.,<br />

1997).<br />

Por otro lado, sobre la base del análisis del patrón circanual de nacimientos autistas<br />

en diversos grupos étnicos, Ticher et al. (1996) han planteado recientemente<br />

que la etiología del autismo infantil podría estar relacionada con la existencia de<br />

posibles pandemias virales.<br />

b) Hipótesis autoinmune. La alteración en los mecanismos de auto-reconocimiento,<br />

o autoinmunidad, se caracteriza por la presencia de reacciones inmunológicas<br />

celulares y/o humorales contra componentes del propio organismo. Las<br />

investigaciones relacionadas con la hipótesis de la autoinmunidad se pueden clasificar<br />

en tres amplias categorías. El primer grupo se ha relacionado con los elementos<br />

celulares del sistema inmune (células T y células NK). El segundo grupo se ha<br />

centrado en el examen de los elementos humorales del sistema inmune. La tercera<br />

categoría incluye los estudios sobre tolerancia e inmunoreactividad materno-fetal<br />

(van Gent et al., 1997):<br />

(1) Inmunidad celular (células T y células NK)<br />

A mediados de los años 70, se publicaron varios estudios que demostraban que<br />

algunos niños autistas no parecían desarrollar anticuerpos en respuesta a la vacunación<br />

para impedir el desarrollo de la rubeola (Stubbs, 1976). En principio, se formularon<br />

dos explicaciones alternativas para intentar explicar esa ausencia de<br />

respuesta inmune en este subrupo de sujetos autistas. En primer lugar, se sugirió la<br />

existencia de una infección viral primaria "in utero" que afectaría al correcto funcionamiento<br />

del sistema inmune. Una de las consecuencias podría ser la inducción<br />

de tolerancia al virus, que no era posteriormente reconocido como un antígeno<br />

extraño. En segundo lugar, se planteó la existencia de una alteración prenatal primaria<br />

en la inmunidad mediada por las células T, que haría al feto más suceptible a<br />

infecciones virales, con el consiguiente daño al sistema nervioso central. Para comporbar<br />

esta última hipótesis, Stubbs et al. (1977) examinaron a 12 niños autistas y<br />

13 controles sanos. La proliferación de linfocitos T inducida por el mitógeno fitohemaglutinina<br />

(PHA) fue significativamente más elevada en el grupo autista que en los<br />

controles, lo que sugería una alteración de las células T en el grupo de pacientes<br />

autistas.<br />

Esta deficiencia en la inmunidad mediada por las células T ha sido también constatada<br />

en estudios posteriores. Así, por ejemplo, Warren et al. (1986) encontraron


372 NAVARRO Y ESPERT<br />

varios anormalidades en el funcionamiento de las células T en un grupo de 31 autistas.<br />

En concreto, observaron una disminución significativa de la respuesta profilerativa<br />

de linfocitos tras la activación mediante los mitógenos PHA y ConA (que<br />

estimulan a las células T) y el PWM, que estimula la profileración de linfocitos B y<br />

células T. Asimismo, hallaron una reducción en el número total de células T en el<br />

grupo autista, mientras que no existían diferencias en la proporción de células B.<br />

Curiosamente, sólo el grupo de pacientes que mostraban todos los síntomas del<br />

autismo (según criterios del DSM-III) desarrollaron un descenso significativo tanto<br />

del número total de células T como de las CD4+. El subgrupo de autistas con un síndrome<br />

parcial mostró también un decremento de ambas tipos de células, pero las<br />

diferencias no fueron estadísticamente significativas en comparación con los controles.<br />

Más recientemente, Warren et al. (1990a) investigaron en 36 autistas y 35 controles<br />

la posibilidad de que las alteraciones en la inmunidad celular pudiera implicar<br />

una distribución anómala de las subpoblaciones de células T. En el grupo autista se<br />

constató una disminución significativa del número total de linfocitos, número total<br />

de células T, número total de CD4+ y de Tsi-CD4+. En contraste, presentaron un<br />

número total normal de células Th-CD4+, células-B y células NK. Dichos resultados<br />

sugerían que la alteración en la población de células Tsi parecía estar asociada con<br />

el autismo y que la posible disfunción de dichas células podría contribuir al desarrollo<br />

de mecanismos autoinmunes en la enfermedad.<br />

Las células citotóxicas NK están involucradas en el mecanismo de defensa básico<br />

contra las células infectadas por virus y en las celulas tumorales. En un estudio con<br />

31 sujetos dignosticados de autismo infantil, Warren et al. (1990b) encontraron que<br />

aproximadamente el 40% de los autistas presentaron una reducción significativa en<br />

los niveles de citotoxicidad NK que no correlacionaba con una alteración cuantitativa<br />

en el número de las células NK. La relación entre este decremento en la actividad<br />

NK y el desarrollo de autismo no está clara. Se ha sugerido la existencia de una<br />

predisposición genética a una deficiencia de la actividad NK, que incrementaría el<br />

riesgo de que el feto o el neonato sufriera algún tipo de daño neurológico producido<br />

por un virus. Una segunda posibilidad es que las alteraciones inmunológicas<br />

estén relacionadas con los efectos inmunológicos directos provocados por las elevadas<br />

concentraciones de serotonina descritas en esta patología. De hecho, la serotonina<br />

no es sólo un neurotransmisor central sino también una amina vasoactiva y<br />

un inmunomodulador periférico, cuya acción más relevante es incrementar el funcionamiento<br />

de los linfocitos estimulando la proliferación de las células T y la expresión<br />

del receptor de interleucina-2 (IL-2) en dichas células.<br />

Puesto que las respuesta autoinmune implica la activación del sistema inmunológico,<br />

Singh (1996) analizó recientemente en sujetos autistas los niveles plasmáticos<br />

de interferón-alfa, interferón-gamma, interleucina-12, interleucina-6, el<br />

factor-alfa de necrosis tumoral y la molécula-1 de adhesión intrercelular soluble<br />

(s/CAM-1). Los niveles de IL-12 e interferón-gamma fueron significativamente más<br />

elevados en los niños autistas, en comparación con los controles. Sin embargo, no<br />

se observarón diferencias en el resto de los parámetros analizados. Los autores<br />

sugieren que el incremento en los niveles de IL-12 e interferón-gamma puede indi-


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

373<br />

car una estimulación antigénica de las células Th-1 (T helper) patogenéticamente<br />

relacionadas con la autoinmunidad en el autismo.<br />

Asimismo, Demsey, Frei y Gaffney (1996) examinaron en 10 autistas (7-15 años)<br />

y 10 controles sanos las subpoblaciones linfocitarias (células T auxiliares, número<br />

total de células T y B y células citotóxicas-supresoras) utilizando anticuerpos monoclonales<br />

y citometría de flujo. Se analizaron, además, los receptores de interleucina-<br />

2 unidos y solubles en muestras sanguíneas no estimuladas y en cultivos celulares<br />

tras estimulación con fitohemaglutinina. Los niños con autismo mostraron un porcentaje<br />

más bajo de células T auxiliares y una ratio más baja de linfocitos T supresores,<br />

estando ambas medidas inversamente relacionadas con la severidad de los<br />

síntomas autistas. De igual modo, observaron un porcentaje más bajo de linfocitos<br />

que expresaban receptores de interleucinas unidas tras la estimulación mitogénica,<br />

correlacionando también negativamente con la severidad de los síntomas autistas.<br />

(2) Inmunidad humoral (inmunoglobulinas y autoanticuerpos)<br />

Los estudios sobre inmunoglobulinas en niños autistas han arrojado resultados<br />

contrapuestos. Así, aunque algunos investigadores no han encontrado un incremento<br />

anormal de los niveles de inmunoglobulinas (Ig), otros sí que han observado<br />

niveles elevados de algunas inmunoglobulinas (especialmente IgG) en niños autistas<br />

(van Gent et al., 1997).<br />

La posibilidad de que anticuerpos anti-cerebro estén involucrados en el síndrome<br />

autista ha sido también examinada en varios trabajos. Así, Singh et al. (1988) han<br />

constatado que 10 de 15 autistas y aproximadamente la mitad de sus padres y de<br />

sus hermanos presentaban anticuerpos para las proteinas de los neurofilamentos,<br />

que han sido también observados en algunas encefalopatías espongiformes. Por<br />

otra parte, Pliopys (1989) comunicó un incremento en los niños autistas de la incidencia<br />

de anticuerpos IGg y IgM dirigidos a los neurofilamentos cerebelares.<br />

Se ha sugerido que si el reconocimiento auto-antígeno constituye una característica<br />

importante del autismo, la respuesta inmune debe estar restringida probablemente<br />

a unos pocos antígenos, como por ejemplo la respuesta de los<br />

anticuerpos mediados por las células T a los receptores de serotonina. En este sentido,<br />

diversos autores han planteado la posibilidad de que la hiperserotonemia<br />

observada en el 30-40% de los niños autistas pueda estar relacionada con mecanismos<br />

de autoinmunidad (Westall y Root-Bernstein, 1983; Warren et al., 1986;<br />

Warren, Foster y Margaretten, 1987). Westall y Root-Bernstein (1983) especularon<br />

que la reactividad inmune contra los receptores de serotonina podría estar conectada<br />

con la autoinmunidad relacionada con la proteína básica de la mielina. Por su<br />

parte, Todd y Ciaranello (1985) describieron auto-anticuerpos contra los receptores<br />

serotoninérgicos en la sangre y líquido cefalorraquídeo de niños autistas. Sin<br />

embargo, en dos investigaciones más recientes no se ha podido confirmar la hipótesis<br />

de los auto-anticuerpos contra los receptores de serotonina (Yuwiler et al.,<br />

1992; Cook et al., 1993). Un resultado interesante del estudio de Cook et al. (1993)<br />

fue el incremento significativo de la inhibición por los anticuerpos en la fracción IgG,<br />

que inhibían la unión a los receptores alfa-2 en los niños autistas y en sus familiares


374 NAVARRO Y ESPERT<br />

de primer grado, en comparación con los controles sanos. Dichos resultados sugieren<br />

que tanto los autistas como sus familiares más cercanos tienen auto-anticuerpos<br />

contra los receptores alfa-2.<br />

(3) Tolerancia e inmunoreactividad materno-fetal<br />

En diversos estudios se han detectado anticuerpos maternos reactivos a las proteinas<br />

antigénicas expresadas sobre las membranas celulares de los linfocitos paternos<br />

en parejas con una historia de abortos recurrentes tras partos previos con niños<br />

normales. Sobre la base de dichos trabajos, Warren et al. (1990b) investigaron la<br />

posible conexión entre autismo y una alteración de la respuesta inmunológica<br />

materna a antígenos fetales que son también expresados sobre los linfocitos de los<br />

padres, en un grupo de 11 autistas, sus hermanos y sus padres. Seis de las once<br />

madres (54%) con un niño autista mostraron una reacción citotóxica significativamente<br />

elevada a los linfocitos de su hijo, frente a dos de las 20 controles (10%). En<br />

todos los casos en los que el plasma materno reaccionó a los linfocitos del niño<br />

autista, reaccionó también a los linfocitos del padre. Los autores plantearon como<br />

hipótesis que los anticuerpos maternos podrían ser directamente responsables del<br />

daño inmunológico al tejido neural del feto.<br />

El complejo principal de histocompatibilidad abarca cierto número de genes que<br />

controlan la función y regulación del sistema inmune. Uno de dichos genes —el<br />

C4B— codifica un producto que está implicado en la eliminación corporal de patógenos<br />

tales como virus y bacterias. Warren et al. (1996a) han observado que una<br />

forma deficiente del gen C4B (denominada alelo nulo C4B) se encuentra frecuentemente<br />

incrementada en el autismo. Asimismo, estos mismos autores (Warren et<br />

al., 1996b) han hallado una fuerte asociación entre la tercera región hipervariable<br />

(HVR-3) de ciertos alelos DRß1 y el autismo infantil. Curiosamente, esas secuencias<br />

HVR-3 están también claramente relacionadas con la artritis reumatoide, una conocida<br />

enfermedad autoinmune.<br />

La administración intravenosa de inmunoglobulina, empleada como terapia<br />

inmunomodulatoria en algunas enfermedades autoinmunes e inmuno-inflamatorias,<br />

ha sido utilizada con cierto éxito en algunos sujetos autistas (Gupta, Aggarwal<br />

y Heads, 1996).<br />

Serotonina<br />

Hallazgos neuroquímicos<br />

Desde principios de los años 60 los investigadores han intentado encontrar alteraciones<br />

en los sistemas de neurotransmisores en el autismo. En numerosos pacientes<br />

con autismo se ha descrito una disfunción del sistema serotoninérgico. El primer<br />

estudio que relacionaba las concentraciones de serotonina (5-HT) con los síntomas<br />

del autismo infantil fue realizado por Schain y Freedman en 1961. Estos autores


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

375<br />

observaron un incremento de los niveles de la serotonina endógena en muestras<br />

sanguíneas en el 26% de los autistas examinados.<br />

Los resultados con respecto a la serotonina son, sin embargo, bastante inconsistentes.<br />

Así, aunque se han encontrado niveles elevados de serotonina en sangre en<br />

una cuarta parte de los sujetos autistas, muchos estudios han puesto de manifiesto<br />

que las concentraciones de 5-HIAA en el LCR no son altas (Bailey et al., 1996).<br />

La mayor parte de la serotonina sanguínea se localiza en las plaquetas. Diversas<br />

investigaciones han demostrado la existencia de una correlación positiva en los niveles<br />

de serotonina en plaquetas entre sujetos con autismo y sus padres y hermanos.<br />

Curiosamente, los autistas que tenían un hermano con la enfermedad mostraban<br />

niveles más elevados de serotonina en plaquetas que los sujetos que no lo tenían.<br />

Este resultado sugiere que la hiperserotonemia puede ser un indicador de autismo<br />

con un riesgo más alto de recurrencia entre hermanos. Los niveles de serotonina<br />

plaquetaria se estabilizan después de los 9 años, lo que apoya la hipótesis de que<br />

puedan ser regulados genéticamente (Cook y Leventhal, 1996).<br />

Leventhal et al. (1990) determinaron los niveles en sangre de 5-HT y norepinefrina<br />

(NE) en 47 familias de autistas. Los niveles totales de 5-HT (pero no de NE)<br />

correlacionaban significativa y positivamente entre los niños autistas y sus madres,<br />

padres y hermanos. Veintitres de las 47 familias estudiadas tenían al menos un<br />

miembro con hiperserotonemia. De esas 23 familias, 10 (43.5%) tenían 2 o más<br />

miembros con hiperserotonemia. Se identificaron cinco familias en las que cada<br />

miembro de la familia examinado mostraba hiperserotonemia, con niveles de 5-HT<br />

en sangre superiores a 270 ng/ml. Si el chico autista de una familia era hiperserotonémico,<br />

los familiares de primer grado presentaban una probabilidad 2.4 mayor<br />

de serlo también. Finalmente, se observó que los niveles de 5-HT eran más altos en<br />

los autistas que en sus padres o hermanos. Estos resultados concuerdan con los<br />

encontrados en un trabajo anterior realizado por el mismo grupo de investigación<br />

(Cook et al., 1990).<br />

Más recientemente, Mc.Dougle et al. (1996) investigaron las respuestas conductuales<br />

y bioquímicas a la deplección aguda de triptófano (precursor de la serotonina)<br />

en sujetos adultos con autismo no-medicados. La deplección de triptófano produjo<br />

un incremento significativo de conductas de balanceo o autolesiones. Además, los<br />

pacientes se encontraban menos tranquilos y más ansiosos. No se observaron diferencias<br />

significativas en las conductas de relación social o en los pensamientos y<br />

rituales repetitivos. Los resultados de este estudio son consistentes con la hipótesis<br />

de la existencia de una disregulación en el sistema serotoninérgico en algunos<br />

pacientes autistas y sugiere que la reducción de la disponibilidad del precursor de la<br />

serotonina puede exarcebar algunos síntomas característicos del autismo en algunos<br />

pacientes.<br />

Otras monoaminas: dopamina, noradrenalina y adrenalina<br />

Se ha sugerido también la existencia de un desequilibrio funcional anormal<br />

entre las distintas monoaminas en el autismo infantil. Barthelemy et al. (1988) analizaron<br />

los niveles urinarios de catecolaminas (noradrenalina, adrenalina, dopa-


376 NAVARRO Y ESPERT<br />

Tabla 2<br />

Autismo y serotonina (1988-1997)<br />

Autores Año Resultados<br />

Launay et al. 1988 Niveles elevados de 5-HT en la cuarta parte de los autistas<br />

examinados (N=22)<br />

Abramson et al. 1989 Se encontraron niveles elevados de 5-HT en autistas<br />

(n=15) y en sus familiares de primer grado (n=57)<br />

Cook et al. 1990 Los niveles totales de 5-HT correlacionaban negativamente<br />

con el nivel de vocabulario de los autistas (n=16)<br />

Leventhal et al. 1990 Los niveles de 5HT en sangre (pero no los niveles de<br />

NE plasmática) correlacionaban positivamente entre los<br />

autistas y sus madres, padres y hermanos<br />

Piven et al. 1991 Los niveles de 5-HT de autistas con hermanos afectados<br />

eran significativamente más altos que los autistas<br />

sin hermanos afectados<br />

Narayan et al. 1992 No se hallaron diferencias significativas en los niveles<br />

de 5-HIAA entre autistas y controles<br />

Naffah et al. 1993 Se hallaron concentraciones de 5-HT significativamente<br />

más elevadas en autistas (N=19) que en niños normales<br />

(N=46)<br />

Cook et al. 1993 La densidad (Bmax) de los lugares de unión al receptor<br />

5-HT2 en plaquetas fue significativamente más bajo en<br />

autistas hiperserotoninérgicos (n=11) que en autistas<br />

con niveles normales de 5-HT<br />

Laszlo et al. 1994 Aproximadamente el 50% de los niños autistas muestran<br />

hiperserotononemia plasmática<br />

D’Eufemia et al. 1995 Se observó una ratio significativamente baja de triptófano/LNAA<br />

(aminoácidos neutros) en sujetos autistas<br />

(n=40), en comparación con los controles (n=46)<br />

Hérault et al. 1996 Se encontró una asociación entre autismo y un marcador<br />

del gen para el receptor 5HT2A. Se observaron niveles<br />

elevados de 5-HT en orina y en sangre en los autistas.<br />

La 5-HT en orina disminuía con la edad. Los niveles<br />

de 5-HT en sangre correlacionaban con el estado<br />

clínico. No se encontraron diferencias en las frecuencias<br />

alélicas para el receptor 5-HT2A entre los autistas<br />

y los controles sanos igulados en edad


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

377<br />

McDougle et al. 1996 La deplección de triptófano produjo un empeoramiento<br />

de los síntomas conductuales en el 65% de los autistas<br />

analizados (N=17)<br />

Warren y Singh 1996 Se observó en los sujetos con autismo (n=20) una relación<br />

positiva entre los niveles elevados de 5-HT y los tipos<br />

de CPH (complejo principal de histocompatabilidad)<br />

previamente asociados con autismo<br />

Singh et al. 1997 Se encontró una hiperserotonemia y anticuerpos contra<br />

el receptor de 5-HT en niños autistas (N=23), pero no en<br />

niños con retraso mental (n=10)<br />

mina) y sus principales metabolitos (HVA, DOPAC, MHPG), tanto de forma libre<br />

como conjugada, en ocho niños autistas y en ocho controles. Los autistas mostraron<br />

niveles urinarios más bajos de dopamina y MHPG y más elevados de HVA y<br />

noradrenalina.<br />

Estos resultados no han sido replicados en trabajos posteriores. En concreto,<br />

Minderaa et al. (1994) realizaron una evaluación neuroquímica del funcionamiento<br />

noradrenérgico y adrenérgico en un grupo de 40 sujetos autistas (17 no<br />

medicados, 23 medicados) y 29 controles normales. Se tomaron medidas de los<br />

niveles plasmáticos y la excreción urinaria del MHPG (metabolito de la noradrenalina),<br />

así como de la excreción urinaria de noradrenalina, epinefrina y ácido<br />

vanililmandélico (VMA). No se encontraron diferencias significativas entre ambos<br />

grupos en los niveles medios de dichas sustancias. Las tasas de excreción urinaria<br />

de noradrenalina y adrenalina fueron más elevadas por la tarde (5-11 PM)<br />

que durante la noche (11 PM-7 AM) en ambos grupos. Por lo tanto, no parecen<br />

existir alteraciones importantes en el funcionamiento noradrenérgico en el<br />

autismo.<br />

Garreau et al. (1988) examinaron los niveles totales del ácido homovanílico<br />

(HVA) (metabolito de la dopamina), y sus fracciones libres y conjugadas, en la orina<br />

de 34 autistas, 34 niños normales y 34 niños con retraso mental. El principal hallazgos<br />

fue la existencia de un incremento en los niveles de HVA total en los autistas y<br />

en los sujetos con retraso mental.<br />

Por otra parte, Mindaraa et al. (1989) midieron los niveles de excreción urinaria<br />

de dopamina y HVA, realizando además determinaciones plasmáticas de este metabolito<br />

y de la prolactina, en autistas no medicados, autistas medicados y controles<br />

normales. No encontraron diferencias significativas entre los autistas no medicados<br />

y los controles en los niveles de HVA, dopamina y prolactina. Observaron, en cambio,<br />

un incremento significativo de los niveles de HVA en orina y plasma, así como<br />

de prolactina, en el grupo de pacientes autistas tratados con neurolépticos, en<br />

comparación con los autistas no tratados. En conjunto, los resultados indican que


378 NAVARRO Y ESPERT<br />

los índices periféricos de funcionamiento dopaminérgico son normales en el<br />

autismo infantil.<br />

Opioides endógenos y otros neuropéptidos<br />

Los péptidos opioides endógenos han sido también implicados en la patogenia<br />

del autismo infantil (Tordjman et al., 1997). De acuerdo con esta hipótesis, la hiperfunción<br />

del sistema opioide endógeno podría explicar la mayor parte de los síntomas<br />

asociados con el autismo infantil. Dicha hiperfunción ha sido sugerida sobre la<br />

base del conjunto de conductas autistas elicitadas por la administración de sustancias<br />

opioides en humanos. Estos síntomas y conductas incluyen al menos: (1) reducción<br />

de la socialización e indiferencia social, (2) conductas estereotipadas y<br />

repetitivas, (3) reducción de la sensibilidad al dolor, (4) episodios de hiperactividad<br />

motora que alternan con episodios de hipoactividad, (5) labilidad afectiva y (6)<br />

aumento de la actividad convulsiva (Gillberg, 1995).<br />

En la Tabla 3 se presenta un cuadro-resumen con los principales resultados respecto<br />

a la disfunción de los péptidos opioides en el autismo infantil. La información<br />

disponible parece apoyar la existencia de una disminución de la beta-endorfina en<br />

el plasma y líquido cefalorraquídeo (LCR) de niños con autismo. Sin embargo, los<br />

resultados no son todavía concluyentes ya que el tamaño de las muestras examinadas<br />

ha sido generalmente pequeño y los controles a veces no son suficientemente<br />

apropiados, particularmente en los estudios en LCR.<br />

Tabla 3<br />

Opiáceos endógenos y autismo infantil<br />

Autores Año Resultados<br />

Weizman et al. 1984 Reducción de la endorfina plasmática en 10 pacientes<br />

con autismo comparados con 12 pacientes<br />

con esquizofrenia crónica y 11 controles<br />

Gillberg et al. 1985 Incremento de metencefalina en LCR y baja<br />

sensibilidad al dolor<br />

Herman et al. 1986 Aunque no se alcanza la significación estadística,<br />

se observa una reducción de los niveles de betaendorfina<br />

en los sujetos autistas<br />

Ross et al. 1987 Niveles significativamente elevados de beta-endorfina<br />

en 9 autistas, en comparación con los<br />

controles


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

379<br />

Weizman et al. 1988 Reducción de la beta-endorfina en 8 autistas no<br />

medicados, en comparación con controles normales<br />

y con esquizofrénicos medicados<br />

Gillberg et al. 1990 Niveles significativamente bajos de beta-endorfina<br />

en 31 niños autistas y 8 niñas con síndrome<br />

de Rett, en comparación con 5 niños con espasmos<br />

infantiles y 6 varones y 45 mujeres sanas<br />

Herman et al. 1991 No se encontraron diferencias significativas en<br />

los niveles de beta-endorfina en autistas (n=7),<br />

en comparación con los controles<br />

Sandman et al. 1991 Reducción de los niveles de beta-endorfina en<br />

autistas. Valores aún más bajos en adultos institucionalizados<br />

con retraso mental<br />

Leboyer et al. 1992 Incremento de los niveles de beta-endorfina plasmática<br />

en autistas (n=4), en comparación con los<br />

controles<br />

Zingarelli et al. 1992 Incremento de los niveles de beta-endorfina tras<br />

la administración de naltrexona en niños autistas<br />

(n=8)<br />

Ernst et al. 1993 Reducción de los niveles de beta-endorfina en<br />

un grupo de 13 autistas, en comparación con<br />

controles normales<br />

Nagamitsu 1993 Niveles de beta-endorfina en LCR en autistas<br />

(n=19) similares a los controles<br />

Leboyer et al. 1994 Existencia de una amplia discrepancia entre la<br />

inmunorreactividad de la beta-endorfina dirigida<br />

hacia los extremos N y C terminal, lo que sugiere<br />

una alteración en el procesamiento del gen de la<br />

proopiomelanocortina<br />

Bouvard et al. 1995 Fragmentos alterados de beta-endorfina plasmática<br />

en el autismo (n=10)<br />

Willemsen- 1995 La administración de naltrexona no modificó los<br />

Swinkles et al.<br />

niveles de beta-endorfina en autistas (n=15)<br />

Nagamitsu et al. 1997 Niveles de beta-endorfina en LCR en autistas<br />

(n=19) similares a los controles<br />

LCR: líquido cefalorraquídeo


380 NAVARRO Y ESPERT<br />

Chamberlain y Herman (1990) han presentado un modelo más complejo que<br />

relaciona la disfunción de la melatonina cerebral, con los péptidos relacionados con<br />

la proopiomelanocortina (POMC) y las monoaminas (especialmente serotonina) en<br />

el autismo infantil. De acuerdo a este modelo, la hipersecreción de la melatonina<br />

induce un incremento de la serotonina cerebral y sanguínea. La hipersecreción de la<br />

melatonina pineal inhibe la liberación de la CRH (hormona liberadora de corticotropina).<br />

La disminución de la CRH produce una reducción de las hormonas hipofisarias<br />

beta-endorfina y ACTH. Ello da lugar a una disminución de las niveles<br />

plasmáticos de beta-endorfina plasmática, ACTH y cortisol. Se considera, asimismo,<br />

que los sujetos con autismo infantil muestran una hipersecreción de la beta-endorfina<br />

hipotalámica determinada genéticamente, que a su vez puede contribuir a la<br />

inhibición de la beta-endorfina hipofisaria y plasmática.<br />

La posible disfunción de la melatonina ha sido realmente poco estudiada en el<br />

autismo infantil. Los recientes datos sobre una posible asociación entre hipomelanosis<br />

de Ito y autismo (Hermida et al., 1997) y, en particular, la concurrencia de esos<br />

trastornos en gemelos monozigóticos (Zapella, 1993) indica que ésta puede ser una<br />

interesante línea de investigación. Zapella (1993) encontró una extinción del ritmo<br />

normal diurno de melatonina en uno de los dos gemelos con autismo e hipomelanosis<br />

de Ito. El gemelo con la alteración de la melatonina presentaba un cuadro de<br />

autismo más severo, más problemas de sueño y una estatura considerablemente<br />

más corta que su hermano con un ciclo de melatonina normal. Esta observación<br />

suscita la cuestión de la existencia de una reducción de los niveles de melatonina,<br />

en contra de la elevación predicha en el modelo de Chamberlain y Herman (1990).<br />

Algunos autores han postulado que el autismo puede reflejar una disfunción en<br />

el eje pineal-hipotalámico-hipofisario-adrenal (Hoshino et al., 1989). Diversos estudios<br />

indican la presencia de una disfunción neuroendocrina en algunos autistas.<br />

Por ejemplo, Ragusa, Elia y Scifo (1993) describieron un caso de un niño con<br />

autismo con unos niveles de hormona de crecimiento más bajo de lo normal.<br />

Asimismo, Hashimoto et al. (1991) encontraron que la respuesta a la hormona TSH<br />

era inferior en autistas que en los controles. Más recientemente, Gingell, Parmar y<br />

Sungum (1996) describieron un caso de autismo asociado a una deficiencia hipofisaria.<br />

En la Tabla 4 se presenta un cuadro-resumen con los principales estudios sobre<br />

ACTH/cortisol en sujetos autistas.<br />

Andrógenos<br />

Los andrógenos pueden desempeñar un papel relevante en la patogenia del<br />

autismo infantil. De hecho, se ha constatado claramente la existencia de una prevalencia<br />

marcadamente superior del autismo en varones que en mujeres. Asimismo,<br />

los casos de hipermasculinización en sujetos autistas junto con los casos descritos<br />

de pubertad precoz en autistas tienden a reforzar la idea de una posible alteración<br />

en la secreción y funcionamiento de los andrógenos en esta enfermedad. Tordjman<br />

et al. (1995) midieron los niveles plasmáticos de testosterona y del andrógeno sulfato<br />

dehidroepiandrosterona (DHEA-S) en sujetos autistas (31 prepuberales, 9 post-


Bases biológicas del autismo infantil. I. Aspectos Genéticos, neuroinmunológicos y …<br />

381<br />

Tabla 4<br />

Investigaciones sobre ACTH/cortisol en autistas<br />

Autores Año Medida Resultados<br />

Brambilla et al. 1969 ACTH en plasma Niveles más bajos en autistas (n=8)<br />

que en los controles<br />

Goodwin et al. 1971 Cortisol en plasma Niveles normales en autistas (n=15)<br />

similares al de los hermanos<br />

Maher et al. 1975 Cortisol en plasma Niveles basales normales. Hipersecreción<br />

tras hipoglucemia (n=11)<br />

Yamazaki et al. 1975 Cortisol en plasma Ritmo de secreción alterado en<br />

autistas (n=7)<br />

Hill et al. 1977 Cortisol en plasma Niveles más bajos en autistas (n=6)<br />

que en los controles. Ritmo alterado<br />

Jensen et al. 1985 TSD Más del 80% de los autistas (n=13)<br />

fueron no supresores<br />

Hoshino et al. 1986 TSD El 100% de los autistas más graves<br />

(n=8) fueron no supresores, frente al<br />

20% de los autistas menos graves<br />

(n=11)<br />

Herman et al. 1988 Cortisol en plasma Niveles más bajos en autistas (n=5)<br />

que en los controles<br />

Hoshino et al. 1989 TSD El 80% de los autistas más graves<br />

(n=5) fueron no supresores, frente<br />

al 60% de los autistas menos graves<br />

(n=10). Ritmo anormal<br />

Sandman et al. 1991 Cortisol en plasma Niveles normales en autistas (n=8),<br />

en comparación con los controles<br />

Richdale y Prior 1992 Cortisol urinario Niveles ligeramente elevados en<br />

autistas (n=17). Ritmo diurno normal<br />

Bouvard et al. 1995 ACTH en plasma Niveles más bajos en autistas<br />

(n=10). No existió grupo de control<br />

Willemson- 1995 Cortisol en plasma Efectos variables con el tratamiento<br />

Swinkles et al.<br />

con naltrexona en autistas (n=16)<br />

TSD: test de supresión de la dexametasona


382 NAVARRO Y ESPERT<br />

puberales), sujetos con retraso mental (12 prepuberales) y controles normales (10<br />

prepuberales, 11 postpuberales). Los niveles medios de testosterona plasmática fueron<br />

similares en los autistas prepuberales y postpuberales. Tampoco se observaron<br />

diferencias significativas en los niveles de DHEA-S entre los autistas postpuberales y<br />

los controles postpuberales. Se encontró una correlación negativa entre los niveles<br />

de testosterona y 5-HT. En suma, los resultados de este estudio indican que la secreción<br />

de andrógenos no parece estar alterada en el autismo infantil.<br />

Gangliósidos<br />

Los gangliósidos son especialmente abundantes en la sustancia gris cerebral y<br />

constituyen un marcador bioquímico óptimo sobre el estado de las membranas neuronales.<br />

Los principales tipos de gangliósidos (GM1, GD1a, GD1b y GT1b) se localizan<br />

en la capa externa de la membrana, siendo liberados de forma contínua desde<br />

la superficie neuronal al espacio intercelular, en contacto directo con el LCR. Dicha<br />

liberación se encuentra acoplada a la liberación de neurotransmisores y podría servir<br />

como marcador de la actividad sináptica. Lekman et al. (1995) han determinado<br />

recientemente las concentraciones de los cuatro principales tipos de gangliósidos<br />

cerebrales en el LCR de 20 niños autistas, 25 controles y 22 niños con trastornos<br />

neurológicos sin características clínicas de autismo. Todos los gangliósidos estaban<br />

significativamente incrementados sólo en los pacientes autistas, lo que sugiere un<br />

aumento de la actividad sináptica en este trastorno.<br />

Otras alteraciones neuroquímicas<br />

Ahlsén et al. (1993) analizaron en 47 niños y adolescentes con autismo, en sujetos<br />

con otros trastornos neuropsiquiátricos (n=25), y en niños normales (n=10) el<br />

contenido de dos proteínas presentes en la astroglía: la proteína acida fibrilar y glial<br />

(PAFG) y la S-100. Los niveles de la S-100 no permitían discriminar entre los tres grupos.<br />

Sin embargo, se encontró que los niveles de la PAFG eran casi tres veces más<br />

elevados en el autismo que en el grupo control. Dichos resultados son indicativos<br />

de la presencia de gliosis y de daño cerebral inespecífico en el autismo.<br />

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