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Camille Claudel

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l a H I S T O R I A d e l a s m u j e r e s<br />

mujeres<br />

en la historia<br />

<strong>Camille</strong> <strong>Claudel</strong><br />

o la magia del movimiento<br />

(1928-2010)


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la<br />

debatidos ha estado tradicionalmente marginada. Algunas privilegiadas<br />

recibieron una educación comparable a la de los hombres, otras<br />

fueron autodidactas pero todas ellas se enfrentaron a una misma<br />

barrera infranqueable: el arte no era cosa de mujeres. Las atrevidas<br />

que hicieron caso omiso de esta norma, tuvieron que firmar su obra<br />

bajo pseudónimos, y otras muchas vieron como sus parejas se apropiaron<br />

directamente de su obra verbigracia María de Lejárraga o <strong>Camille</strong><br />

ClaudeL, que por ende, su tortuosa vida llegó a eclipsar su importante<br />

aportación a la escultura, adelantándose así a lo que sería<br />

la escultura contemporánea. Aquello sucedía hace algunos siglos.<br />

Hoy, pese a esa igualdad manida, las mujeres siguen marginadas en el<br />

mundo de la cultura (ver cualquier programa de exposiciones de los<br />

principales museos), pero esa es otra historia. Por Adela Muñoz Páez<br />

UUn cuerpo se mueve cuando su posición cambia<br />

con el tiempo, por lo que parece imposible que<br />

un trozo estático de un material pueda encarnar<br />

el movimiento. Y sin embargo, si ese material es la<br />

estatua de bronce titulada El vals, no sólo vemos<br />

el movimiento ensimismado de la pareja que<br />

baila ajena al mundo que los rodea, sino que casi<br />

podemos oír su música. Cuando contemplamos la<br />

obra titulada La ola percibimos la inminencia de la<br />

caída de la masa de agua tallada en ónix sobre las<br />

tres bañistas que, asustadas, se encogen cogidas de<br />

la mano. Pero el movimiento más desgarrado es el<br />

de una joven que arrodillada extiende sus manos<br />

hacia el amante que se aleja, arrastrado por una<br />

mujer mayor, aunque su brazo y pierna izquierdos<br />

no se deciden a separarse de la muchacha suplicante<br />

a punto de desplomarse.<br />

Estas esculturas son algunas de las obras de<br />

<strong>Camille</strong> <strong>Claudel</strong> que pueden contemplarse en<br />

el museo Rodin, en Paris. La última, titulada La<br />

edad madura, es el preámbulo del cataclismo<br />

que sobrevino en la vida de la escultora cuando<br />

se separó de su maestro. La joven suplicante<br />

es la propia <strong>Camille</strong>, jovencísima y brillante<br />

alumna de un Auguste Rodin en la plenitud de<br />

su fama; el hombre que se aleja es el escultor;<br />

la mujer que lo arrastra es Rose Beuret, la<br />

que había sido compañera de Rodin durante<br />

muchos años y con la que finalmente se<br />

casaría pocos días antes de la muerte de ella.<br />

La escultura es de una belleza sobrecogedora<br />

que lacera por lo desgarrado de la historia que<br />

nos cuenta.<br />

<strong>Camille</strong> <strong>Claudel</strong> había nacido en 1864 en Fereen-Tardenois,<br />

ciudad del norte de Francia donde<br />

su padre trabajaba como registrador de la propiedad.<br />

Desde muy pequeña tuvo una afición a<br />

modelar barro tan extraordinaria como su talento<br />

para hacerlo. Su padre alentó ese don proporcionándole<br />

maestros, uno de los cuales, al ver una<br />

Busto de <strong>Camille</strong><br />

<strong>Claudel</strong> realizado<br />

por Rodin.<br />

composición de <strong>Camille</strong> le preguntó si había recibido<br />

clases de Rodin, escultor que por esa época<br />

empezaba a ser conocido en los círculos artísticos<br />

parisinos, aunque ni el padre ni la hija habían<br />

oído hablar de él. Cuando <strong>Camille</strong> tenía 16 años,<br />

su padre decidió que debía continuar sus estudios<br />

en Paris y allí mandó a su mujer y a sus tres hijos.<br />

Como entonces las mujeres no eran admitidas en<br />

la Escuela de Bellas Artes, <strong>Camille</strong> y otras señoritas<br />

aspirantes a artistas, todas ellas inglesas, comenzaron<br />

a trabajar en un taller supervisadas por el<br />

escultor Boucher, amigo del padre de <strong>Camille</strong>. Al<br />

partir Boucher en viaje de estudios a Florencia,<br />

pidió a su amigo Rodin que lo sustituyera en el<br />

taller de las señoritas. Éste, que por entonces tenía<br />

42 años, quedó fascinado con la fuerza y perfección<br />

del trabajo de <strong>Camille</strong>, de 18, a la cual<br />

invitó a entrar como alumna en su propio<br />

taller. Del puesto de aprendiza pronto<br />

pasó al de ayudante, ocupándose de<br />

tareas tales como el modelado de<br />

los pies y las manos de las obras<br />

de Rodin. A cambio, él la introdujo<br />

en el mundo del arte, en el<br />

cual era el rey indiscutible de la<br />

escultura. El ascendiente que<br />

<strong>Camille</strong> tenía sobre su maestro<br />

era cada vez mayor, no llegando<br />

a hacer él nada sin consultarla.<br />

<strong>Camille</strong> empezó a crear su propia<br />

obra, de un estilo muy similar<br />

al de Rodin, tanto que algunos<br />

decían que el maestro dejaba<br />

que su alumna predilecta firmara<br />

algunas de las obras que él mismo<br />

hacía. Años después, otros dirían que<br />

era el maestro el que robaba las ideas<br />

y el trabajo de una alumna que<br />

podía llegar a aventajarlo. Lo más<br />

probable es que trabajaran juntos


maginaria 007 001 36|37 34|35<br />

y que hubiera ideas de ambos en las obras que<br />

cada uno firmaba de forma independiente, pues la<br />

compenetración artística era total porque sentían<br />

la escultura de la misma forma. <strong>Camille</strong>, además<br />

de ser la principal musa de Rodin, era el modelo<br />

habitual para sus obras, y así la cara, las manos y<br />

el cuerpo de <strong>Camille</strong> están en todas las obras de<br />

Rodin de la época en la que estuvieron juntos, que<br />

fue la más productiva y brillante del escultor. Por<br />

su parte la cabeza de Rodin que esculpió <strong>Camille</strong> se<br />

convirtió en el retrato oficial del escultor. Cien años<br />

después de haber sido esculpida resulta estremecedora<br />

la fuerza que irradia esa pequeña talla.<br />

Tras la irresistible atracción mutua que experimentaron<br />

al conocerse, Auguste y <strong>Camille</strong> desarrollaron<br />

una feroz relación amorosa llena de celos personales<br />

y profesionales. <strong>Camille</strong>, a la cual Rodin había<br />

escrito cartas atormentadas en las que le decía que<br />

era su única mujer sin cuya presencia la vida se<br />

le hacía insoportable, siempre fue la otra. A pesar<br />

de no estar casados, la mujer oficial de Rodin era<br />

Rose Beuret, con la que llevaba veinte años cuando<br />

conoció a <strong>Camille</strong> y con la cual había tenido un<br />

hijo. Queriendo huir de esa situación de clandestinidad<br />

o tratando de huir de la sombra del maestro,<br />

que pesaba demasiado en su propia obra, <strong>Camille</strong><br />

se alejó de Rodin y montó su propio taller en 1893,<br />

aunque todavía pasarían juntos algunas vacaciones<br />

hasta el año 1898.<br />

La desaparición de Rodin de su vida fue para<br />

<strong>Camille</strong> el comienzo de un auténtico descenso a<br />

los infiernos. Primero vino la ruina económica,<br />

pues los materiales para esculpir y el alquiler<br />

del taller eran caros, su familia no la ayudaba lo<br />

suficiente y lejos de Rodin empezaron a escasear<br />

las ventas. Después vino su ruina física, porque<br />

<strong>Camille</strong> empezó a beber y engordó. Con apenas<br />

35 años casi no quedaba rastro en su cuerpo de la<br />

altiva joven de ojos verdes y mirada desafiante que<br />

había deslumbrado al maestro pocos años antes.<br />

Además, cada vez vivía en lugares más lúgubres, su<br />

falta de dinero hizo que dejara de encontrarse con<br />

amigos y comenzó a vivir rodeada de gatos. Por<br />

último llegó el colapso mental cuando comenzó a<br />

imaginar que a su alrededor se sucedían las conspiraciones<br />

para robarle las ideas, orquestadas por<br />

Rodin. En uno de sus ataques de locura destruyó<br />

todas las esculturas que tenía en su taller para<br />

evitar que se las robaran. Al parecer eran múltiples<br />

versiones de cabezas de niños. En sus inicios como<br />

escultora había hecho algunas memorables de<br />

su hermano pequeño, Paul <strong>Claudel</strong>, pero las que<br />

esculpió al final de su carrera podrían estar relacionadas<br />

con un aborto que al parecer tuvo instigada<br />

por Rodin. Éste se ocupaba de ella desde lejos,<br />

pagando sus alquileres y haciéndole llegar dinero y<br />

consuelo a través de amigos.<br />

Un familiar muy cercano a <strong>Camille</strong> hizo que<br />

sufriera el más terrible de los castigos: a instancias<br />

de su madre, un día dos enfermeros irrumpieron<br />

en su casa y la internaron en un manicomio. Esta<br />

madre renegaba de su<br />

hija, de su vida escandalosa,<br />

de su obra, de su<br />

relación con el mundo e<br />

intentó internarla a los<br />

primeros síntomas de<br />

desvarío, pero el padre<br />

se había opuesto tajantemente.<br />

No había transcurrido<br />

ni una semana<br />

de la muerte de su padre<br />

cuando <strong>Camille</strong> perdió<br />

su libertad para siempre.<br />

Permaneció encerrada<br />

en varios sanatorios para<br />

enfermos mentales los<br />

treinta años que aún<br />

vivió, recibiendo las<br />

visitas esporádicas de su<br />

hermano, cuando su trabajo<br />

como diplomático<br />

lo llevaba a Francia, y<br />

la de una de sus compañeras<br />

de taller en su juventud. Aparte de eso, su<br />

relación con el mundo fue nula, su madre y su hermana<br />

no la visitaron nunca, es más, prohibieron<br />

que recibiera visitas y que recibiera o enviara cartas.<br />

Cuando un nuevo director del sanatorio sugirió<br />

la posibilidad de trasladarla a un centro próximo<br />

a Paris para que estuviera cerca de su familia, e<br />

incluso pensó en la posibilidad de darle de alta, se<br />

negaron rotundamente. Según su madre, <strong>Camille</strong><br />

les había hecho mucho daño y por ello en ninguna<br />

circunstancia podía salir de su encierro, donde la<br />

peor condena fue que no pudo volver a esculpir.<br />

Eugène Blot, uno de sus amigos, le dijo en la última<br />

carta que le remitió al sanatorio años después de<br />

que Rodin hubiera muerto, y que <strong>Camille</strong> nunca<br />

recibió, que ella había sido el gran amor de Rodin.<br />

En esa carta le decía también que el tiempo todo lo<br />

ponía en su sitio. Parece que no se equivocaba, el<br />

tiempo ha hecho renacer el alma de <strong>Camille</strong> en su<br />

obra, la cual luce hoy en todo su esplendor junto a<br />

la de su maestro, como en la época en que su relación<br />

fue armoniosa. Así hoy podemos contemplar<br />

la magia del movimiento de su Vals, o la plenitud<br />

del amor en su Sakountala, que representa el<br />

éxtasis del abandono de quien disfrutó “la bonheur<br />

d´être toujours compris”, la felicidad de ser siempre<br />

comprendida.<br />

<strong>Camille</strong> <strong>Claudel</strong><br />

esculpiendo en el<br />

taller.<br />

Más información<br />

• Las obras aquí comentadas se pueden ver en el Museo Rodin, Paris.<br />

• Hay una documentación exhaustiva sobre la obra de <strong>Camille</strong> <strong>Claudel</strong>, reproducciones<br />

de todos sus trabajos e información de sus localizaciones actuales,<br />

en museos de Francia y otros países, y en colecciones particulares en el sitio<br />

web http://www.camilleclaudel.asso.fr/<br />

• Uno de los textos más recientes sobre su vida, obra y relación con Rodin<br />

«<strong>Camille</strong> <strong>Claudel</strong> & Rodin. Le temps remettra tout en place» Antoinette Le<br />

Normand Romain, Publications des Éditions du musée Rodin, Paris 2008.

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