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[ REPORTAJE ]<br />

Encandilados<br />

Pájaros que cantan durante la noche, insectos que se queman contra ampolletas, especies que migran antes<br />

de tiempo, humanos cansados y bajo estrés permanente. ¿Qué tienen en común todos ellos? Que viven bajo<br />

un cielo que, de tan brillante, no tiene estrellas.<br />

El año pasado, el borde costero de<br />

Antofagasta vio llover golondrinas de mar.<br />

Para desconcierto de sus habitantes,<br />

decenas de pequeñas aves cayeron en<br />

calles y patios. La explicación del Servicio<br />

Agrícola y Ganadero (SAG) fue clara: los<br />

polluelos habían bajado desde el desierto<br />

en busca del mar, con las estrellas como<br />

guía, pero se desorientaron con el brillo<br />

urbano. Perdidos y encandilados, muchos<br />

se estrellaron contra el alumbrado.<br />

Este es solo uno de los miles de casos del<br />

fenómeno conocido como contaminación<br />

lumínica, ese exceso de luz artificial que<br />

ilumina el cielo nocturno y afecta al medio<br />

ambiente, las personas y la astronomía.<br />

Distintas causas suman a que no<br />

podamos ver las estrellas en la ciudad:<br />

las intensidades y rangos espectrales de<br />

la luminaria utilizada, así como la<br />

dirección en la que apunta. Algunos<br />

faroles pierden parte de su luz, al irradiar<br />

hacia el cielo, y otros utilizan una<br />

potencia mayor a la necesaria.<br />

24 [ N° 4 / Mayo 2015 ]

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