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La quimera del Rey Filósofo - CSIC

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LA QUIMERADEL REY FILÓSOFOLos DILEMAS DEL PODER,O EL FRUSTRADO IDILIOENTRE LA ÉTICAY LO POLÍTICOTAURUSFILOSOFíA


Juan Bravo, 38. 28006 MadridTeléfono (91) 3224700Telefax (91)3224771Diseño de cubierta:Juan Pablo RadaFotografía: Alfonso ZubiagaISBN: 84-306-0013-2Dep. Legal, M·31.3I4-I997Prinled in Spaio - Impreso en EspailaTod05105 derechos reservados.Esta publicación no puede serreproducida, ni en todo ni en parte,ni regist.rada en o transmitida por,un sistema de recuperaciónde información, en ninguna formani por ningún medio, sea mecánico,fOloquímico, eleclr6nico, magnético,e1eclr06plico. por fotocopia,o cualquier OlfO, sin el permiso previopor escriLO de la editorial.


Preámbulo1. El síndrome de Giges..................11. <strong>La</strong> panacea platónica <strong>del</strong> rey-filósofo......111. Maquiavelo como notario <strong>del</strong> divorciola ética y lo político3.1. <strong>La</strong> metáfora <strong>del</strong> ajedrez3.2. El político ante los requiebros de ltuna3.3. Acerca <strong>del</strong> vicio como clave de lacaIV. Los dilemas <strong>del</strong> poder en Federico el Gro el sueño de Voltaire y la pesadilla derot4.1. <strong>La</strong>s cuitas morales <strong>del</strong> "filósofo deSouci»4.2. Los coautores <strong>del</strong> Antimaquiavelo


fo reyVI. En torno al distingo weberiano entreción y responsabilidadVIL Epílogo: el «Arthasastra» de Kautilya, untro <strong>del</strong> maquiavelismo en la India milenA modo de colofón


(tú ya s


.Cuando nuestros politiros dicen quetiene entrañas acienan alguna vez en lo quque quieren decir. Una política sin entrañaid politica hueca que S1lelen hacer los homtripas.•(Antonio MAcHAOo,juan


Desde la noche de los tiempos hasta hoy miscio <strong>del</strong> político no ha gozado de muy buena famhaber contado entre sus filas con honrosas exc¿A qué obedece tal fenómeno? ¿Acaso estamoepisodio más de los estragos causados por lempeñada en calumniar a cualquiera que descencima de la media? ¿O quizá nos las habemosas aún más profundas? ¿Por qué la políticatan mala prensa desde siempre? ¿Cuál es el mque sus prácticas hayan sido identificadas enmento con la perfidia, las malas artes o el engrealmente incompatible con los dictados de laHace muy poco un prestigiosojurista metitoriamente a ministro quiso pensar que no, ynifestaba en cuanto podía, aun cuando su caciera protagonizar algunos comentarios perque ponían en tela dejuicio tan beneméritasnes!. El biministroJuan Alberto Belloch hacíclaración de principios al prologar un textoque cumplía su primer bicentenario:1 Tengo preseme la columna firmada por Manuel VÁZQUEZque publicó EL País <strong>del</strong> 7.8.95 bajo el título de EL asceruo.1 I


tido desde este Ministerio: "sólo lo ético esPor azares <strong>del</strong> destino a mí me tocó esctroducción para esta obra de Kant prologaAlberto Belloch 3 , y redacté un pequeño esductorio que llevaba este significativo título:patibilidad entre los oficios defilósofo y <strong>Rey</strong>, o <strong>del</strong>moral sobre la política 4 • Dicho trabajo fue realidio de grandes escándalos políticos. En aquemedios informativos le hacían desayunarse anumerables casos de corrupción (malversados públicos, cobro sistemático de comisiocriminales actuaciones antiterroristas con ppaldo por parte <strong>del</strong> Estado...) y las tesis kan tnidas en su ensayo sobre la paz perpetua pbrar una inusitada vigencia, máxime cuand'efr.Juan Alberto SEU.OCH. prólogo al ensayo kantianolua, Ediciones <strong>del</strong> Ministerio deJusticia e Interior, Madrid3 Eugenio Nasarre (al frente <strong>del</strong> servicio de publicacionesdeJusticia) necesitaba con toda premura un especialista efesor Elías Díaz [uva la gentileza de dar mi nombre para eencargo no podía sino complacenne, puesto que por aquehabía ocupado <strong>del</strong> texto en cuestión, tal como demuestracolectivo que acaba de aparecer: Roberto R. ARMtAID,JaConcha ROLDÁN, <strong>La</strong> paz J el idtal cosnwpolita de la flwtraciónrio de .Hocia la paz perpetua- de Kant), Tecnos, Madrid, 19964 Cfr. Manuel KANT, Por la paz perjMlua (versión castel1anatestrUc), Ediciones <strong>del</strong> Ministerio de Justicia e Imerior(pp. IX-XXXIV).12


quistar el poder.Una vez más estaba en can<strong>del</strong>ero el viejo sunico de moralizar la política; tal era para Platónde todos los males. A su modo de ver, si el filósse convirtiera en gobernante, o viceversa, las cpropias <strong>del</strong> poder desaparecerían como por enembargo, hace más de dos milenios que su fópatentada y nadie parece haber conseguido ppráctica de un modo plenamente satisfactorque, andando el tiempo, Kant habría de califquimérica la propuesta platónica <strong>del</strong> rey-filósofPara decirlo en dos palabras, las relacionemoral y lo político suponen un ejemplo parade liaison dangereuse, puesto que ambas partequedar seriamente perjudicadas en ese pecuEl político encaprichado de la ética se vuelvedado que sus devaneos con la moral suele tornsu determinación política, mientras que, amoralista prendado <strong>del</strong> poder no consiguepervertido por éste, al quedar corrompido sumiento ético por mil y una tentaciones. A decel matrimonio entre la política y lo específicaral nunca ha gozado de muy buena salud, cpuso de manifiesto Maquiavelo, a quien la hbía destinado el oficiar como notario de sem• Cfr. ibíd., pp. XXXIII-XXXIV YVJ-VII.13


mático florentino, parece inevitable que nuemoral sea de muy distinto tenor según esplaza (piaua) o dentro <strong>del</strong> palacio (palaz.z.o)Así lo experimentó en carne propiaFederde, quien antes de acceder al trono llegó aespecie de manual ético para gobernantes ygo, no dejó luego de contradecir en cuantodo cuanto había predicado como príncipdedicado a la filosofía. Una vez instalado enel llamado filósofo de Sans-5ouci olvidó muque había mantenido fuera <strong>del</strong> mismo. Scuando se accede al poder, se atraviesan lamítico río Leteo y que, tras cruzar ese Rubicde cada nuevo César esta echada. Enfrentadde tener que optar entre la razón de Estado yrandos morales, el político suele olvidar ccia someter sus actuaciones al refrendo deEn este libr0 8 se quieren analizar las relaciéticay el quehacer político, algo que tradicio6 Cfr. mi trabajo .Maquiave1o: el político en estado purBoNETE (comp.). lApolílica desde la ética (en prensa).7 Cfr. Nicolás MAQUIAVELO, Discursos sobrtlaprirrutradécada


conquista cuanto presumir de haberla realizadcurso ético pretende únicamente obtener el poservarlo. lnstrumentaliza sin más a su partenairele para nada en cuenta. Sin embargo, dicha rerevela mucho menos espuria cuando es clandesale a la luz. Nos encontrariamos entonces antemoral, empeñ.ado en conjugar -malgré Webelo--tan dispares como los provenientes de sus conéticas y las responsabilidades políticas inherenteque desempeñe. Si no estoy equivocado, la exigral y el imperativo político estarían condenadossuerte de amantes clandestinos, es decir, a manidilio imposible de institucionalizar, habida cque oficializar semejante matrimonio significcomo acabar con su mutuo y benéfico apasionPuede que no haya lugar para un quimérico rede corte platónico, pero acaso sí lo haya para unque -more kantiarur- coquetee puntualmentelosofia moral, o para un pensamiento ético qude vez en cuando al poderysepa llevar las aguasmi edición castellana de f'EDERJOO 11 DE PRUSIA, Anlimaquiavtlo (opríncipe tÚ Maquiavtlo) -editado por Voltaire en 1740-, CentrConstitucionales, Madrid, 1995 (pp. IX-LVI) o el trabajo que lled..as Üilisans lÚlng~reusesentre la moral ylo político_, el cual fonnvolumen colectivo que han copilado Roberto R. ARAMAm yJoséÑAS (eds.), <strong>La</strong> herr:ntiotÚMaquiavtlo: MotÚntiliod J VoIunladtÚPocurso homónimo auspiciado por la UlMP valenciana en marro d15


niciosa liaison dang/ffcuse que malogre susdestinos.El problema que sirve de hilo conductotrabajo fue planteado porWeber en su famocia sobre <strong>La</strong> política corrw vocación. Sus interrode intentar simplificar el tema, lo exhibencomplejidad:«¿Cuál es entonces la verdadera relaciónpolítica? ¿No tienen nada que ver la una conse ha dicho en muchas ocasiones? ¿O es cierttrario, que "la misma" ética resulta válida tobrarpolítico como para cualquierotro procen cuando se ha pensado que ambas afirmaca excluirse mutuamente y que sólo puedeuna de las dos. ¿Pero existe alguna ética en elpueda establecer preceptos cuyo contenidopara las relaciones eróticas y las comerciales,ciones familiares y las profesionales, para lacon la esposa, con la verdulera, con el hijo,con el amigo, por no mencionar al reo? ¿Alas exigencias éticas mostrarse indiferentespolítica opere con un instrumento tan singel poder y que tras éste se halle agazapada la9 Cfr. Max WEBER, PoIilik aIs &ruJ-1919-(hrsg. von Wosen und Wolrgang Schlucht.er in zusarnmenarbeit mit Birg- 16


guen: brindar una visión panorámica <strong>del</strong> escalio que, según los celestineos de turno, han idniendo entre sí la ética y 10 político.Aunque no sé si se trata de un imperativo muna obligación política, debo reconocer que,ber mediado cierto acicate, este libro quizá no sescrito jamás. Me refiero a la suerte de haberciado por el Ministerio de Cultura con una de spara la Creación Literaria (Ensayo). Por otra ptituye una de mis contribuciones al Proyecto «Étropología: un dilema kantiano» (PS94-{)049).en Gesarnlausgabe,j. C. B. Mohr (Paul Siebeck), Tubinga, 199233. Del célebre Lexto de Weber existen dos ediciones castemente solvenLes: El poüuco J el científico (traducción de FranUorenLe; introducción de Rayrnond Aron), Alianza Editor1994" (1967'), Y<strong>La</strong> pomica cama flroftsi6n (edición de JoaquEspasa Calpe, Madrid, 1992; cfr. pp. lOO Y150-151, respectivam17


Según cuenta Heródoto lO , Giges e~ el ofici<strong>del</strong> rey de los lidios, llamado Mírsilo entre sutriotas griegos, aun cuando sería recordado poria merced a! apodo que le dispensó su puebloles 11. Este monarca estaba muy enamorado deNisia y la consideraba extraordinariamente heufanaba de poseer a su amada y estaba orgullenorme belleza. Para convencer a su confideservidor de que no exageraba lo más mínimque Giges debía ver desnudarse a la reina, perle así apreciar su incomparable hermosura. Pesistencia inicia! de Giges, Candaules le hizo edentro de su propio dormitorio y logró que cse a Nisia completamente desnuda. <strong>La</strong> reina,simulado no darse cuenta de nada l2 , llamó a! d10 efr. HERÓDOTO, Historia, 1, 8-14; ciT. ed. casl. (trad. y nolSehrader) en Gredos. Madrid. 1977. pp. 92-97.11 Candaules es un epíteto lidio aplicado a Hermes y que signgulador de perros,..12 El fragmento <strong>del</strong> papiro de Oxirrinco, publicado en 194(cfr.•A Greek historieal drama•. Proceeding> OJIM Brilish Acarefierejustamente a los pensamienLOs albergados por Nisia dlla interminable noche de insomnio; cfr.José A1.sINA, Literatutenido. problemas y mitodos. Ariel. Barcelona. 1967. p. 110. T19


de la traición y de una felonía presuntamentpor Nisia, quien-a mi modo dever-simboder en su sentido más amplio.Esta crónica ha inspirado distintas recrerarias a lo largo de todas las épocas. Ya Pluesta narración para ilustrar una de tantas lusucesión dinástica. Muchas centurias despuéturgo alemán Friedrich Hebbel (1813-186una tragedia, titulada El anillo de Giges, don<strong>del</strong> choque cultural representado por las dicepciones que griegos y lidios tenían acercadez corporal, escudriñando las motivacionecas de sus personajes. Pero, desde luego, noque se interesó por esta historia. Distintos eccionado relato sobre Giges también están pobras tales como El rey Candaules de AndréNuuvelles de T. Gautier. Entre nosotros, junde Castro yJosé de Cañizares, hay varios autdejan de aludir a ella, como es el caso de Rader en Donde crece la rrul1ihuanao de Valle-Incque se tTalara de un atentado contra su marido y percatahabía brindado su cuerpo desnudo a ojos extraños (algobien con la mentalidad lidia. tan opuesta en este punto asu venganza. sin negar a decidir cuál de los dos hombres dha de castigar al otro, sin importarle demasiado quién oficaverdugo.20


to yen una esquemáticaobra teatral nos describcuya estirpe se halla entroncada con los diosespo, Candaules, ávido por compartir su mayorhermosura de su mujer, con el capitán de su guges, bien dispuesto a servirle con la lealtad ciede un perro; luego Nisia hace comprender a Gibelleza no puede ser compartida (como tamocurrir con el poder) y le hace optar por suicidcionar a su señor l5 , con el resultado que ya conoEn el segundo libro de la República l6 se nos oversión algo distinta <strong>del</strong> mismo relato debidoto, introduciendo un elemento de gran intertema que nos ocupa. Platón cuenta que Giges,un simple pastor <strong>del</strong> rey de Lidia, sedujo a la real rey sirviéndose de un anillo mágico que le tvisible cuando lo hacía girar en su dedo l7 . Co13 Joaquín Álvarez Barriemos es quien ha realizado este petario en el prólogo a su edición de José DE CAÑ[ZARES, El aeSte, Madrid, 1983, pp. 65 Yss.14 Cfr., v.g., Paul M. ARRIOLA, «Varia fortuna de la historia <strong>del</strong>es y El curioso impertinente», Anales cervantinos, lO (197J),15 Cfr.Jacinto GRAu,.<strong>La</strong>s bodas de Camacho y El <strong>Rey</strong> Candauleestudio de Luciano Garoa Lorenzo), Anales Cervantinas, 11 (19716 Cfr. PLATÓN, &pública, 11, 359d-360d; cfr. PLATÓN, Diálotrad. y notas de Gonrado Eggers <strong>La</strong>n), Gredos, Madrid, 1986,17 Los aficionados a la ufología podrían encontrar en estas pátón un pasaje bastante sugestivo para su oficio. Me refiero a21


<strong>del</strong> díálogo platónico encargado de relatarnoria, termina su crónica sobre Giges con estaconsideraciones:«Si existiesen dos anillos de semejanteotorgara uno a un hombre justo y otro a usegún la opinión común no habría nadieque perseverara con firmeza en la senda desoportara el abstenerse de los bienes ajenolos, cuando podría tanto apoderarse impunlo que quisiera <strong>del</strong> mercado, como, al entrsas, acostarse con la mujer que prefiriera, ya unos como librar de las cadenas a otros, sluntad, y hacer todo como si fuera igual a ulos hombres. En esto el hombrejusto no haferente de quien se muestra injusto, sinomarcharían por el mismo camino»18.sobrevino una gran tormenta y un terremoto que rasgó lajo un abismo en el lugar en que Giges llevaba el ganaAsombrado al ver esto, descendió al abismo yhalló, entreque cuentan los mitos, un caballo de bronce, hueco y con vende las cuales divisó adentro un cadáver de tamaño más grahombrey que no tenía nada excepto un anillo de oro en lapública, n, 359d; ed. cast. cit., p. 107). <strong>La</strong> cursiva es mía y--como ya he apuntad~a los ufólogos de tumo.'s Cfr. República, U, 360b; ed. cast. cit., p. 108.22


ello mismo una suerte de aniUo de Giges, que lerecubrir sus dislates con una inescrutable opacEl manto <strong>del</strong> podersuele propendera tornaciertos actos de quienes lo detentan. Yno es necmontarse a los tiempos <strong>del</strong> absolutismo paraese fenómeno. Basta con recordar que una opode Secretos Oficiales puede servir para ocultarlos ojos de lajudicatura, determinadas actuacidas a cabo por los gobernantes de un sistema dco, aun cuando existan indicios de comportamlictivos. El estadista que, como el Giges <strong>del</strong> queHeródoto, accede a secretQs que permaneceante los demás, parece considerarse perfectamrizado para sacrificar los requisitos de la mor<strong>del</strong> Estado, unavez que se ha visto seducido pobles encantos <strong>del</strong> poder. A este singular heccuenta con la clandestinidad como su más firmme referiré a lo largo <strong>del</strong> presente trabajo con lnación de síndrome de Giges.Con estos datos en la mano, se diria que a laética y al imperativo político no les ha podido ido bien en sus intentos por arrejuntarse a lo lhistoria. ¿Nos hallamos acaso ante la crónica detable fracaso sentimental? ¿Cabe recordar aquecontigo ni sin ti? Contigo porque me matas-lpolítico a la ética- y sin ti porque me mueroreplicar la filosofia moral al político en activo. ¿S23


como prácticos.- 24


«Attaño, cuando yo erajoven --confiesa PlCarta VIl-- sentí lo mismo que les pasa a otroTenía la idea de dedicarme a la política tan profuera dueño de mis actos,,19. Pero, como es biePlatón jamás ejerció ningím papel de relevancy gracias a ello se convertiría en uno de los grasadores quejalonan la hist01;a de las ideas. Loque sólo se dedicó a cultivar la filosofia tras verreiteradamente su fuerte vocación política. y,será esta honda vocación política la que impulsun primer momento todo los afanes teóricos dma filosófico 20 . Finalizada la guerra <strong>del</strong> Peloponas experimenta una serie de convulsiones poldarán al traste con las ilusiones depositadas pen el quehacer de la gestión pública. Primeroron al poder los llamados Treinta Tiranos, entse contaban algunos familjares y amigos decual fue invitado a colaborar con ellos. Pero, s19 Cfr. PlATÓN, Carta VTl, 325b; cfr. PlATÓN. Diálogo.• VTl (prótasdeJuan Zaragoza), Gredas, Madrid, 1992, p. 486.20 Cfr. la magnífica exposición de Carlos CARCÍA GUAL. autordedicado a Platón en V. CM1PS (ed.), Historia de la Ética, Critna, 1988, vol. 1, pp. 8().133 (pássim).25


nes habían sido desterrados por aquéllos, y Potra vez el impulso de consagrarse a la polítbargo, el ajusticiamiento de su maestro, detes que se había negado a intervenir en crímdos hacia quienes ahora lo condenaban, ledefinitivamente de tales aspiraciones.Al comprobar que -no hay nada sano enpolítica -leemos en el sexto libro de laquien reflexiona sobre todas estas cosas se qyse ocupa tan sólo de sus propios asuntos, coque se colocajunto a un muro en medio deta para protegerse <strong>del</strong> polvo yde la lluvia queto; y, mirando a los demás de bordados pordad, se da por contento con que de algún moestar limpio de injusticias a través de su vidaresume <strong>del</strong> siguiente modo la incidencia devocación política en el pensamiento platóniél mismo a participar en la política, llegó inclse avergonzado de su desgana y de ese modnotable conclusión de que un filósofo no departe en la política de una sociedad existenen una ideal, y, al mismo tiempo, a la idea dedo ideal nunca se podría realizar hasta que ecediera a tomar parte en la polítiea- 22 •" Cfr. &pública, VI, 497d; ed. ta5L ciL. p. 314... Cfr. W. K. C. GlmIRJE, HisumarkilJjillJsojúJgriegn, Gredovol. IV, p. 482.26


política y sólo se dispone a intervenir en ellohaya tenido lugar una serie de cambios que sóposibles merced a su intervención. Tal comonunca podrá ganar a la tortuga, según la célría propuesta por Zenón de Elea, tampoco eplatónico podría nunca llegar a oficiar comopara ello habría de haber sido rey antes quetoda vez que sólo así se libraría de sus escrúpverse salpicado por el barro de las decisioneslo cual constituye a su vez la condición de poque le permitiría ejercer como gobernante. Pparadójicas consideraciones no hubieran cohacer abdicar a Platón de su célebre panacetratarse de un pasaje sobradamente conocidinexcusable transcribirlo de nuevo aquí:«A menos que los filósofos reinen en los Elos que ahora son llamados reyes y gobernantfen de modo genuino y adecuado, y que coinuna misma persona el poder político y la filohabrá fin de los males para los Estados ni pararo humano»23.Sólo el matrimonio entre la filosofía y el poes, entre la moral y lo político, sería capaz de c2~Cfr. República, V, 473


lo político a quienes mejor conocen las pcas, es decir, que los fLlósofos devengan rque los reyes aprendan a filosofar. «Al obsecosas -escribe- y ver a los hombres quepolítica, cuanto más atentamente lo estuiba avanzando en edad, tanto más dificiladministrar bien los asuntos públicos. Pono me parecía poder hacerlo sin la ayudacolaboradores de confianza, y no era fácilquienes lo fueran. Por otra parte, tanto laleyes como las costumbres, se iban corromta tal punto que yo, que al principio estabagran entusiasmo para trabajar en actividadal dirigir la mirada a la situación y ver quederiva por todas partes, acabé por marearbargo, no dejaba de reflexionar sobre la pomejorar todo el sistema político. Entoncobligado a reconocer, en alabanza de la filodera, que sólo a partir de ella es posible rque es justo, tanto en el terreno de la vcomo en la privada. Por ello, no cesarán lgénero humano hasta que ocupen el podfos puros y auténticos o bien los que ejercen las ciudades lleguen a ser filósofos verda..Cfr. Carla VT1, 325


Academia -----


al destierro. Pese a todo, un Platón casi septusitará nuevamente Siracusa.Con estos reiterados intentos Platón qucomo nos recuerda Carlos García Gual- «ejemplo de que el sabio debe sacrificar su ta la oportunidad de actuar en política parademás, <strong>del</strong> mismo modo que el prisionerona que ha salido a ver la luz deberá retornadad para adoctrinar sobre la verdad a los cde prisión, aun a costa de su propia felicidasofo, consagrado por entero al estudio decualesquiera otros ideales, tendría la misinar las tinieblas en que se hallan sumidosestán familiarizados con esas ideas o, cuaasí debe intentar hacerlo, sobre todo con adetentan el poder, habida cuenta de que suacaban por afectarnos a todos.Para enderezar el rumbo de la nave dconseguir que arribe a buen puerto haría fto experto, yese papel no podríajugarlo sfo. En el sexto libro de la República Platónuna espléndida parábola (donde se forja ucon gran tradición en la politología moderel Estado es comparado con una embarcac.. Cfr. C. GARclA GUAL, .p. cil.. pp. 86-87.30


para que les deje hacer de timonel y, si algucon la suya, los otros le arrojan por la bordguir disputándose su puesto. Luego embriagtrón para hacerse dueños <strong>del</strong> barco y saqueanando como primer oficial a cualquiera quesecundar su motín y les permita seguir esquilprovisiones <strong>del</strong> navio. El verdadero naveganque para fyar el rumbo habrá de tener muy elas estaciones, el cielo, los vientos y los astrosde ser considerado un inútil por semejante trital como le ocurre al auténtico filósofo en losde la política 29 •Unavez recreado el mundo de la política enminos, Platón concluye que «la culpa de semejlidad no es atribuible a los filósofos, sino a quiecurren a ellos. Porque no es acorde a la naturaIpiloto ruegue a los marineros que se dejen gobél. Lo que verdaderamente corresponde por nal enfermo es que vaya a las puertas de los método el que tiene necesidad de ser gobernadpuertas <strong>del</strong> que es capaz de gobernar; no quebierna ruegue a los gobernados para poder gosu gobierno es verdaderamente provechoso»30se cifraba el auténtico sueño de Platón. Su may.. Cfr. República, VI, 488b-489a; ed. casto cit., pp. 301-302.'" Cfr. República, VI, 4891>


tia casi toda su vida, echarían sobre sus homellos desagradable peso de la política, en acomún 5J • <strong>La</strong> indudable ventaja de su plantque, lejos de considerar un privilegio semejdo, estos pilotos gobernarían la nave <strong>del</strong> Esestricto sentido <strong>del</strong> deber, sabiendo conjugmiento <strong>del</strong> buen gobierno con una indiferenpresuntas prebendas de la política52.Lo que no está dispuesto a consentir Plagrado son las medias tintas; el filósofo que dcipar en la política habrá de hacerlo asumiecada una de sus consecuencias. En el Eutiarremete contra lo que hoy denominaríamoo «intelectuales orgánicos», aquellos que, predactan discursos para los oradores u oficiguleyos de pacotilla 55 •Aquellos que se colocan en un terreno inttre la filosotia y la política merecen un enormpor parte de Platón, pues lo único que logrninguna de las dos cosas, ni filósofos ni polítpersonajes «se consideran sabios y se tienen pmoderadamente dedicadas a la filosofia, ymente a la política;juzgan que participan de" Cfr. &p1í/Jlica, VII, 540b; ed. casl. cil., p. 575... Cfr. República, VII, 54Od; ed. casl. Cil., p. 576. Cfr. asiGt.rntRlE, op. cit., p. 499.53 Cfr. Eutidemo, 289


sería influir en las decisiones políticas, pero siresponsabilizarse de sus propias propuestas. «-hace decir Platón a Sócrates-- es que, particiambas, son ellos inferiores a ambas, en relaciónnes respectivos que confieren su propia importfilosofia y a la política. Es necesario, no obstantperdonemos por su ambición y que no nos econsiderándolos en cambio por lo que son»35tiene cierto interés porque arroja cierta luz sobnición <strong>del</strong> rey filósofo platónico, el cual habría dcrarse por entero en la política cuando le toquasí, aunque preserve su condición de filósofo moRespecto a la fortuna histórica <strong>del</strong> empeñopor fOljar filósofos-reyes corren muy diferentnes. El inventario que hace Guthrie, por ejemplmente positivo. Guthrie nos recuerda que, segúco, Platón envió a varios de sus discípulos paraexitosamente diversas constituciones, y él mismsido llamado por los tebanos para redactar lación de Megalópolis S6 .51 Cfr. ¡bid, 305


nos nueve tiranos entre los que fueron aldiscípulos o amigos, circunstancia que vide manifiesto -según Popper- las pecultades que obstaculizan la selección de los haptos para recibir el poder absoluto. Parecontrar al hombre cuyo carácter no seapor él. Como dice lord Acton, todo poderel poder absoluto, en forma absoluta,,57.Sin embargo, Popper no se conforma condesastrosa cuenta de resultados y da un pparademostrar que incluso a nivel teórico eltónico pormoralizar la política representa toJusto al comienzo <strong>del</strong> capítulo que titula Elfilbraya cierto pasaje de Platón que serviría paen un pionero defensor de la razón de Esnerse allí que la mentira es un privilegio exctadista. El texto en cuestión sostiene lo sigui«Si es adecuado que algunos hombres mserán los que gobiernan el Estado, y siempresus enemigos o frente a los ciudadanos mieneficio <strong>del</strong> Estado; a todos los demás les esta~7 Cfr. Karl POPPER, <strong>La</strong> sociedad abierta y sus enemigos, Paid1981, p. 159... Cfr. .p. cit., p. 141... Cfr. &pública, lll, 589b; ed. caslo CiL, p.155.34


Este intento platónico por matrimoniar éticaseña puesto en cuestión un par de milenios máirrumpir Maquiavelo en el escenario de la histfica. Maquiavelo entiende que semejante casamse ha basado en la hipocresía de mantener las ay por eUo procede a levantar acta de lo que a élja un divorcio irreconciliable, teniendo en cuenantagónicos caracteres de ambos cónyuges imñan su convivencia. Yasí vienen a testimoniarlolegión de intérpretes que suscriben la tesis landía por Benedetto Croce, para quien la gran arealizada por Maquiavelo es haber sabido recestatuto autonómico de la política que viene«más allá ~ mejor dicho más acá- <strong>del</strong> bienmoral, pues tiene leyes ante las que resulta inúse y tampoco puede ser exorcizada con agua b«Maquiavelo -apostilla Croce- confrontómia de la política y la moral al agudizarse ésta"" Cfr. Benedeuo CROCE. E/nnenlo di polilica, Bari, 1925, p. 60guel Ángel GRANADA, ..<strong>La</strong> filosofia política en el Renacimientoy las ulOpí.... en ViclOriaCMtps (ed.), Hisloria<strong>del</strong>ailica.-/.Renaamimlo. vol. l. p. 554.37


misma --esto es el mal-, sino que tiene supositivo y distinto como fuerza vital, una fueguna otra puede abatir ni ningún juicio canno se abate ni se cancela aquello que es necesAlgunos, como Isaiah Berlin, pretendeneste divorcio, pero a cambio solicitan una sudad matrimonial, al declarar que dicha unióncarácter más o menos incestuoso, puesto quea su argumentación-los consortes pertenetintas generaciones de una misma familia eles mediaña el consabido abismo generacioncomúnmente -{)bserva Berlin- que Maquró a la política de la moral, recomendandocamente ciertos caminos que la opinión cona moralmente. Lo que Maquiavelo distinguvalores específicamente morales de los valocamente políticos; lo que logra no es la emanla política respecto de la ética o la religión, sirenciación entre dos ideales de vida incommoral <strong>del</strong> mundo pagano y la moralidad cris


al hecho de no admitir en modo alguno su caque considera simplemente como algo impenpolítica supone para Berlin una suerte de morcial absolutamente incompatible con la ética insiendo así que ambas cosas podrían entremezcto como el agua y el aceite. Por eso no cabe sque nunca se hajuntado.«Hay dos mundos -insiste Berlin-, el dedad personal yel de la organización pública. Evelo se dan dos códigos éticos, ambos fundamendos regiones "autónomas", una de "ética", otraca", sino dos alternativas exhaustivas entre dode valores conflictivos entre sí» 44. Pero, aun cuajamos esta redefinición de la política en cuanpanorámica de las variopintas corrientes imerpretaúvas a que hMaquiavelo (cfr. pp. 85-99). En un momento dado las resumque Maquiavelo ha sido represenlado -como un ánico ypor lmeme, como un superficial defensor <strong>del</strong> poder político, o comque recela para situaciones particulannente desesperadas quepresentan, o como un contemporizador, o como un amargapolítico, o como mero vocero de verdades que siempre hempero no nos gusta pronunciar, o nuevamente como el ilusu-ade antiguos principios sociales universalmente aceplados dennos empíricos, o como un criplorrepublicano satírico (un desJuvenal, un precursor de O~en); o un fria científico, un mepolítico libre de implicaciones morales; o como un úpico pucentista que practica un género ahora obsoleto.... (cfr. ¡bid.,4~ Cfr. Federico CHABon, Escriros sobrl Mtu¡uiavelo, Fondo denómica, México, 1994, p. 107.•• Cfr. 1. BERUN. op. ¡;jI.• p. J20.39


ativas que tanto Platón como el cristianismempecinado en fusionar por muy di tintaspropio Maquiavelo se tuvo a sí mismo porcuya curiosidad le hizo explorar tierras ignotde sus Discursos so!Jre la primeraDécada de Tito Lhaberse decidido a «entrar por un caminosido recorrido aún por nadie. 46 • Por utilizarde Leo Strauss, Maquiavelo quiso presentarscomo «otro Colón, como el descubridor detonce inso pechado continente moral, combre que había fundado nuevos modo yórde45 ..En las primeras décadas <strong>del</strong> siglo XVI la ética de Maquye una novedad. <strong>La</strong> ética de los cristianos tiene por centrna y su salvación. <strong>La</strong> ética de Maquiavelo no se preocupasu destino: sólo le pide que sirva al Estado [...]; el Estadoautoritario, ejerce su imperio más allá <strong>del</strong> bien y <strong>del</strong> mal,te, sobre el individuo. En el momenLo en que se lJilta deel cenLrO <strong>del</strong> debate se desplaza; el imperativo de la leycarácter absoluto y se reduce al deber de obedecer; el prplantea para quien manda en nombre de) Estado. o hala <strong>del</strong> gobierno> (ér. Agustín !U:NAUDET, Maquiavt/o-traDiez <strong>del</strong> Corral y Daniele l..aca5cade-, Tecnos, Madrid339). Quizá convenga recordar que Renaudet public6 sumavera de 1942, es decir. cuando su país-Francia- estalos alemanes... Cfr. Nicow MAQUIAVELO. Discursos sobre la prilflLT(J dic(pról., trad. y nolaS de Ana Martinez Arancón), Alianza Ed1987; Libro 1, p. 25.., Cfr. Leo STRAUSS, Mtditaci6n solm Maquiav


ser radicalmente malo, pérfido, cruel y traidoquiavelo toma nota de algo extraordinariamecomo es el que la ética suele constituir undentro <strong>del</strong> ámbito de lo pol.ítico. El universo ade la moral y los raseros de la pol.ítica se mueslutamente incompatibles, a la vista de que sucia suele arruinar sus respectivos intereses. Atexto sociocultural que le tocó vivir era bienpara ello, pues es entonces cuando la coroaquel resplandor místico que había ostentadtodo el medievo. «Sobre el suelo de la Italia depaís abandonado por el Emperador y por emultiplican en feroz anarquía las fundacionedos, en su mayor parte totalmente desarraigatradición, obra casi siempre de hombres de pdotieros y tiranos, que se elevan por sí mismode desenfrenadas luchas por el poder llenas dsos actos de crueldad. Hombres apoyados únen la energia de su voluntad, sin ninguna legjurídica, sin ningún paliativo moral para su pfrecuentemente en abierto desprecio <strong>del</strong> derla moral. En estas luchas políticas, llenas desangrientas, desenfrenada ambición e indómmo, naufragó definitivamente la teoría morado. Con ello se planteó por primeravez en su f.8 Cfr. G. Rr!TER, op. cit., p. 29.41


teórico.Sus ideas no eran muy originales por losu contenido, el cual es tan añejo como latencia <strong>del</strong> hombre, pero, sin embargo, sí suuna novedad el atreverse a expresar esas vietentando insertarlas dentro de una complezación filosófica so . Tal es al menos la opindrich Meinecke, para quien todo el ppolíúco de Maquiavelo


la con tanta rotundidad como lo hacen estas ltresacadas <strong>del</strong> tercer libro de sus Discursos, en dquiavelo dejó escrita la siguiente reflexión:«En las <strong>del</strong>iberaciones en que está enjuegoción de la patria, no se debe guardar ningunaración de lo justo o lo injusto, lo piadoso o lolaudable o lo vergonzoso, sino que, dejando dequierotro respeto, se hade seguir aquel caminola vida de la patria y mantenga su libertad»53.Una cosa era que dentro <strong>del</strong>juego de la polítlara fácticamente cualquier ley moral y otra muque dichas violaciones vinieran a justificarse pouna necesidad inevitable 54 • Con todo, eso no sigmucho menos, que Maquiavelo pretenda canvalores morales con la preeminencia de los poComo bien apunta Miguel Ángel Granada, Mno establece


por su mutua emancipación. -Porque -seexplicarnos Leo Strauss en su Meditación solo--- si la virtud presupone la sociedad polídad política está precedida por hombres psub-morales; aún más: ha sido fundada porbres. No puede existir una ley moral de valcional; las leyes morales no pueden encontpor tanto, de tinatarío ,antes de que los hoyan convertido en miembros de la sociedacir, se hayan civilizado. <strong>La</strong> moralidad sólo epués de haberse creado su condición, y esno puede crearse moralmente: la moralidalo que a los hombres morales tiene que pmoral,,57. Así pues, al exponer la doctrinavelo, algún estudioso de su pensamientoque lo político y la moralidad constituyentos diferentes, por lo que nunca podrían lldiren un mismo instante.Comoquiera que sea, para Maquiave10dos continentes distintos que se hallaban seel océano <strong>del</strong> antagonismo. Cualquier otrano retenga este profundo hiato señalado uarriba por Miguel Ángel Granada desvirtuaco significado <strong>del</strong> discurso de Maquiavelo,56 Cfr. M. A. GRANADA, .p. cil., p. 555•., Cfr. L STRAUSS, .p. cil., p. 309.44


ticio moralista cuyos escritos debían ser leídos«maquiavélica», puesto que habrían enmascverdadero sentido: instruir al pueblo sobre lojos <strong>del</strong> poder para que sepa enfrentarse mejorbernantes. En esta misma línea, y con el ánimfilar tanto explícita como implícitamente lo apor Berlin, se inscribe un documentado estuque su autor, José Manuel Bermudo, ve a Macomo un moralista empecinado en forjar unurgencia que sólo resultaría válida para circucuyo carácter excepcional pusiera entre parédictados de la moralidad convencional 59 • Al ede Bermudo, «Maquiavelo descubrió, tal vezmente, que las situaciones excepcionales coel verdadero reto de la política y de la moralque es en esas situaciones reales de absoluta ecia donde se pone a prueba la fi<strong>del</strong>idad y los lírespeto a la legalidad y a la moralidad,,60.58 Cfr. Baruch S'lNOZA. Tratado político, cap, V. epígrafe 7; yJROUSSEAU, El contrato sedal, cap. 111, una nola <strong>del</strong> epígrafe G.59 Cfr. Maquiavelo, consejero de príncipes, Univ. de Barcelona,•Suscribimos los análisis yconclusiones de Berlin con la única-aunque es importante-- de aceptarlos sólo como circunsctuaciones excepcionales; en los momentos de nonnalidad ponicto se diluye y la moral común es suficiente- (cfr.ibíd. p. 9760 Cfr.]. M. BERMUDO, Op. al., p. 20; cfr. flás'im, v.g.: pp. 19168, 203 Y229. Contra esta lectura existen opiniones contralettrlf. «<strong>La</strong>s recetas <strong>del</strong> Principeson, ciertamente, medicina fue45


es menos cierto que, desde luego, no es eseca descubrimiento lo que ha convertido aen un hito inexcusable de la filosofia polísino el que se atreviese a trazar en términoslínea divisoria entre dos lógicas tan irrcomo son las de la ética y lo político. Ésta,guna otra, constituye su principal aportaciriencia de Maquiavelo como emisario diplojugada con su atenta lectura de los clásicconvertían en un buen conocedor de la nmana en general y de la casta política endecir, de la normalidad politológica 61 .Ante todo, Maquiavelo fue un observadobial curiosidad le hacía tomar buena nota deveía y se limitó a exponer con toda franqudictaba la realidad circundante. Ahora biencaso de cualquier otro clásico, los escritos dse caracterizan por saber elevar a categoría lanecdótico, acertando a extraer un retratoremedios heroicos para una situación de irremediable criencamación ysustancia de la sabiduña maquiavélica. porde crisis es esencialmente extraña a la mente <strong>del</strong> gran floreciscoJavier CoNDE. El sabtrpoIitiaJ tú Maquiavtl. Revisla ddrid.1977. p. 65).61 .Sól0 quiere definir las reglas más úúles y ciertas <strong>del</strong> aMaquiavelo no considera ni el bien de los hombres ni susmedios más seguros de imponerles un orden y una autorNAUD>:!', op. cit., p. 141).46


hace un momento. Maquiavelo fotografia de ctero al político profesional, recolectando los rashan adornado a lo largo de la historia. Pero edigno retrato no encuentra por ninguna partecomo consorte suya. De ahí que oficie involuntcomo notario <strong>del</strong> divorcio de un matrimonio, eca y lo político, que sólo se había consumadocomo el acariciado por Platón.•El problema de Maquiavelo -señalahauer- consistió en responder a la cuestiónpuede un principe mantenerse sobre su trono aPor lo tanto, su problema no era en modo alcuestión ética, referente a si el príncipe debierarer semejante objetivo en cuanto hombre; sinotión puramente política sobre cómo podría lletal cosa, si así lo quería. Ypor eso se limita sin mdar una solución para dicho problema, comuno en una partidade ajedrez prescribe algún mto, por muy disparatado que sea, sin preguntarsralmente aconsejable jugar al ajedrez. Reprocquiavelo la inmoralidad de sus escritos sería taecharle en cara al maestro de esgrima el no inicseñanzas con una lección en contra <strong>del</strong> asesinato62 Cfl". Arthur SCHOPENHAUER, Sijmtliche Wer*.e (hrsg. von Acher) Brockhaus, Wiesbaden, 1972; vol. 11, p. 612 n. En la edi47


la menor intención de criticar o de cambiagIas. Su experiencia política le había ensejuego político siempre se hajugado con fragaño, traición y <strong>del</strong>ito. Él no censuraba ni reestas cosas. Su única preocupación era encojorjugada-la que gana el juego. Cuando ude ajedrez se lanza a una combinación audatrata de engañar a su adversario mediantede ardides y estratagemas, su habilidad nosmira. Ésta era exactamente la actitud decuando contemplaba las cambiantes escendrama político que se estaba representandorada. No sólo se sentía interesado; se sentíNo podía por menos de dar su opinión. Ala cabeza cuando veía una malajugada; otrarrumpía en admiración yaplauso»6S.3.1. LA METÁFORA DEL AJEDREZEso es justamente lo que, conforme a es<strong>del</strong> ajedrez, merecieron Savonarola y Césarparte de Maquiavelo: un despectivo cabecna de Ovejero y Mauri no figura esta nota <strong>del</strong> Apéndicevoluntad J ...prorotaci6n.6! Cfr. Emsl CAsslRER, El milo <strong>del</strong> Estado (versión castellanacol), Fondo de Cullura Económica, México, 1993 8 , p. 170- 48


ola era un mero .profeta desarmado» que pcambiar las cosas e imponer ciertas reformascon la sola fuerza de su persuasión y por ello estdenado al más rotundo de los fracasos, ya quede medios para conservar firmes a su lado a quhabían creído, así como para hacer creer a los10s»65. El célebre fraile f1orentino 66 supone asíejemplo respecto a lo que no se debe hacer engular tablero de ajedrez configurado por la po64 En su correspondencia Maquiavelo se refiere un par de vecerola para describirle como alguien que .sabe colorear sus mmodándose a las circunstancias. (cfr. la carla de MaquiaveloBecchi fechada el 9 de marzo <strong>del</strong> atlO J498; en las Cartas privalás Maquiavt'lo-imI'od., versión castellana y notas de Luis A.Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1979, p. 14) o para.astuto fray Girolamo- (cfr. ibíd., p. 201). Sin embargo. en lmantiene que .de un hombre de su talla se ha de hablar co(cfr. Libro 1, cap. 11; ed. casl. cit., p. 67). ya que sus escritos mprudencia y la virtud de su ánimo> (cfr. Libro 1, cap. 45; p. 1bién lo compara con Piero Sonderini, gonfaloniero de Floquien habría compartido el destino de no saber .derrotar a(cfr. Libro IlI, cap. 30; p. 383).6S Cfr. icolás MAQUIAVELO, El prfrui/J< (pról., trad. y notasÁngel Granada). Alianza Editorial, Madrid, 1995", cap. Vl, p.66 .Maquiave1o autoriza sin vacilar al hombre de genio que epueblos para su bien; pero debe engañar con arte y la obrd <strong>del</strong>os medios. Savonarola sostuVO, por una débil mentira, una obvirtud. A Maquiavelo no le gustan las gentes de la Iglesia. Desmonjes, les considera trapaceros, hipócritas y simuladores:en su comedia <strong>La</strong> Mandrágora el personaje de fray Timoteo-NAUDET, op. cil., p. 51).49


<strong>La</strong>'estrategia seguida por César Borgia rel contrario, absolutamente modélica, hashacerle afirmar a Maquiavelo que «no sapríncipe nuevo otros preceptos mejores qde su conducta»67. Poco, por no decir naportarle a Maquiavelo el perverso cumcuCésar Borgia. Bajo una óptica moral, Césade aparecer como el colmo de la perfidia. Pde haber mantenido relaciones incestuosamana Lucrecia o el que hubiese mandadoa su hermano mayor como a su cuñado,tan sólo a los parientes más cercanos 68 , norito alguno a su brillantísimo expedienteque Maquiavelo no duda ni por un momeder el premio extraordinari0 70 . Desde un., Cfr. El frríncif>e, cap. VIl (ed. cast. cit.. p. 52).58 Este inventario de felonías puede verse ampliado con sir más lejos, Federico el Grande brinda un buen muestren el capítulo VIl <strong>del</strong> AntimaquiaV


tudiar las reglas <strong>del</strong> «ajedrez político».El hacer ajusticiar a su leal Ramiro de Lerpreviamente había dado plenos poderes paracualquier precio los recién conquistados terr<strong>La</strong> Romaña, es considerado por Maquiavelojugada maestra, comparable al sacrificio de la dajedrez. César Borgia no vaciló en sacrificar ahombre con tal de ganar la partida; «como splica Maquiavelo en El prínci~que los rigorle habían generado algún odio, para curar lde aquellos pueblos y ganárselos plenamenmostrar que, si alguna crueldad se había ejehabía provenido de él, sino de la acerba natusu ministro. Así que, cuando tuvo ocasión, leuna mañana a la plaza partido en dos mitadeplaza de Navarra. Sin embargo, el secretario norentino quen él al príncipe, dueño de los hombres y los acontecimieúnicamente de realizar, más allá <strong>del</strong> bien y<strong>del</strong> mal, un ideano de grandeza trágica. Esta transfiguración permite compplanos en que se desarrolla el pensamiento de Maquiavelo,tivo y poeta visionario. El político vive en el dominio de loanota fríamente, los examina y losjuzga sin ninguna preocuden moral ojurídico. Pero el poeta se evade fuera de lo realción recibe el mito yla leyenda. En el pensamiento de Maqudantesco <strong>del</strong> redentor que vendrá un día a salvar a Italia semito romano <strong>del</strong> dictador genial que salva a su pueblo <strong>del</strong>pojado por el tiempo de sus debilidades y miserias, la imaBorgia se va embelleciendo poco a poco para la eternidadNAUDET. op. cit., p. 274).51


que Valentino (título con el que Maquiaveloferirse a César Borgia) sospechó que suslugartenientes le podían volver la espalda yaenemigo, decidíó a<strong>del</strong>antarse a ellos yrecurrcon el fin de tenderles una celada para exteantes de que sus adversarios pudie.ran llegargún peón bien situado. Como bien sabe todal ajedrez cualquier artimaña resulta valiosaque nuestro rival ponga enjaque a nuestro reSin embargo, los planteamientos de Césaberán ser tenidos en cuenta por todo aquelcirlo así,juegue con las piezas blancas <strong>del</strong> aes, por quien llegue al poder a través de la vtuna. Al que le toquejugar con las negras, o71 Cfr. El Principt, cap. VU (ed. casI. cil., p. 55).72 César Borgia tlsupo disimular tan bien sus verdaderaslos Orsini se reconciliaron con él por mediación <strong>del</strong> señordesplegó todo tipo de conesías para ganar su confianza, rero, vestidos ycaballos, hasta el punto que su ingenuidad losgiglia. a SU5 propias manos. Extcnninados, pues, eStos cabedos sus partidarios en aliados suyos, el duque había ccimientos bastante sólidos para su pode... (E/príncipe, capquiavelo escribió una detallada crónica de tal hazaña qujunto a la primera edición de El príncipe. contribuyendo a<strong>del</strong> «'maquiavelismo_ como el ane de una política inmorlJ'llición (cfr. Miguel Ángel GRANADA, Antología tU MaquiaBarcelona, 1987, p. 116 n.). Este opúsculo relativo a la magUa está recogido por Miguel Ángel Granada en su antoloMAQUIAVELO, Escritos poiiticos _ (edición de Maria Terezar), Tecnos, Madrid, 199!, pp. 25-33.- 52


Águila pretende rescatar <strong>del</strong> olvido a la figurJunio Bruto, de la que se ocupa Maquiavelocursos 74 , aduciendo la tesis de que sería máspersonaje histórico, y no tanto César Borgia,carnaría más cabalmente todos los ideales dpolítica maquiaveliana 75 . Bruto -recordémhizo pasar por idiota76 para escapar <strong>del</strong> deshermano, asesinado por su tío Tarquino el Soúltimo rey de Roma. El hijo de dicho monadría célebre por una violación que Shakespetalizaría en El rapto de Lucrecia. <strong>La</strong> víctima setras narrar a su marido el ignominioso trancebía sido sometida, y este gran escándalo fue a" Cfr. Elpríncipt, cap. VII (ed. cast. cit., p. 52)." Cfr. Discursos, Libro IJI, cap" 2 y 3; ed. casl. cit., pp. 2%Sonderini habría fracasado como gonfaloniero vitalicio deflorentina por _no saber asemejarse a Bruto- (cfr. ibúl., p. 2975 _Tradicionalmente se ha considerado a César Borgia cohistórica preferida para ejemplificar el concepto de prácticobstante. a la luz de lo aquí analizado. se diría que tal figurade LuciusJunius Brutus... En este ejemplo histórico, así comración positiva por Maquiavelo, se dejan traslucir las tres impolítica (zorro, fundador y ciudadano] en forma intercaBruttlS, y no César Borgia, el que ejemplificaría más adecutensión que entre ellas se produce en la teoría política de n(cfr. Rafael DEL ÁGUILA, «Maquiavelo yla leoría política renFernando VALLESplN (ed.), Histuria ih la Twría Polllíca.- 2.política modernos, Alianza Editorial, Madrid, 1990, vol. 11, p. 176 Brutus en laún, de ahí el apodo que recibirían tanto él ccendientes, entre los que se cuenta el famoso ahijado deJul53


me habilidad para deambular por el tableroco de la política. Haciendo un somero recuestrategia, comprobaremos que Bruto supotiempo, aprovechar los fallos cometidos porrio y sacrificar sus piezas predilectas para rpartida que ganó pese a la debilidad inicialcionamiento. Después de todo, puede que nzón a Rafael <strong>del</strong> Águila y LucioJunio Brutoser, en consideración a sus méritos «ajedrehéroe preferido de Maquiavelo. Pero, sin eautor de Elfrrincipe se siente fascinado por Céy esta fascinación eclipsa cualquier otra. ¿PorAcaso porque, además de haberle tratadmente 77 , César Borgia era impetuoso y habíasafiar con éxito a la fortuna en situaciones harmetidas. Pues, como es bien sabido, entre lael arrojo Maquiavelo se inclina decididameaudaces, acatando el viejo adagio latino de au77' Maquiavelo coincide con César Borgia en tres momencarrera política: en su apogeo, una vez que se ha convertid<strong>La</strong> Romaña yla república florentina leme correr igual suernos (en junio de 1502), su apoteosis, cuando se deshacenienles para quedar consolidado en el poder (a comienzocaída (a finales <strong>del</strong> mismo año), provocada por el nombrlio II como nuevo Papa. En eSle orden de cosas, resulta mconsultar la documentación que de dichos encuentros hguel Ángel Granada en su brillante antología (cfr. cap. 2.2de un príncipe nuevo: la experiencia de César Borgia_, en AquialJ


le y Maqui


osada virtu que poseía César Borgia y quedomeñar a la veleidosa fortuna. Esa malhadvista circunstancia le impidió levantar losdiques que sirven para contener esas agules en las cuales gusta de transmutarse a vecsegún indica una metáfora utilizada en cierpor Maquiavelo. Así, la fortuna es comparacipecon un río torrencial que «muestra su pno hay una virtud organizada y preparadafrente»82; y en el denominado Capítulo de laquiavelo le dedica estos versos: «Como un tdo y soberbio / al máximo, todo aquello dedonde su curso brama, / y una parte acrerebaja, / varía las orillas, varía el lecho y ehace temblar la tierra por donde pasa, / asísu furibundo ímpetu, muchas veces aquí ybiando las cosas <strong>del</strong> mundo»8s.Teniendo en cuenta todo ello, el balancebiografia política <strong>del</strong> duque Valentino es asitivo y Maquiavelo le obsequia con estas elbras: «Recogidas todas las acciones <strong>del</strong> duqcensurarlo. Creo más bien que se le ha dcomo mo<strong>del</strong>o a imitar a todos aquellos que81 Cfr. ElprínciP.. cap. VII (ed. cast. cit.. p. 57)... Cfr. ElprínciP.. cap. XXV (ed. cast. cit.. p. 117) ... Cfr. versos 151/159; en Anlología de Maquia..ic. ed. cit.56


domesticar a la fortuna. «Esta voluble criaturana] / frecuentemente con más fuerza oponerallí donde ve que naturaleza más fuerza tiene. /cia natural a todos toma, / su reino siempreto / si virtud superior no la doma. 85 . Ciertameperanza de Maquiavelo se apoya en la suposicila humana providencia puede conquistar la f.. Cfr. El príncipe, cap. VII (ed.


la acción resultante- con el fin de alcanzmás altos. De este modo virtu denota concrecualidad de flexibilidad moral en un príncber mudar los propios designjos al compás dnes a que va sometiéndonos la fortuna, tal<strong>del</strong> éxito en términos políticos. El políticotencia Maquiavelo, «necesita tener un ánimto a moverse según le exigen los vientos y lnes de la fortuna, no alejándose <strong>del</strong> bien, cposible, pero sabiendo entrar en el mal, si sdo a ello»88. Es más, añade, por lo generaldictados de la virtud conllevará su ruina, mlo catalogado como vicio le procurará la sTal es el perfil de la política según Maquiavtor de la Historia deFlorencia lo tenía muy cla«A las faltas pequeñas, se les impone unmientras que a las grandesygraves se les da prSi observáis el modo de proceder de los homroa el pensamiento de uno o de pocos en opinión <strong>del</strong> púben poder público> (cfr. L STRAUSS,.p. cil., p. 207). Hayun rque se ocupa de analizar esta perspectiva <strong>del</strong> pensamiento mManuel SANrAEUA 1.6pEZ, Opinión pública e imagm políticaAlianza Universidad, Madrid, 1990.87 Cfr. Quintin SKlNNER, Maquiavelo (trad. Manuel 1lenaEditorial, Madrid, 1991', p. 54... Cfr. Elpríncip.. cap xvm (ed. casI. cil., p. 92)... Cfr. El príncipe, cap. XV (ed. casto Cil., p. 84).58


pobreza, ya que los siervos fieles son siempre siehombres buenos son siempre pobres. Los únse libran de la esclavitud son los infieles y los alos únicos que se libran de la pobreza son losy los trampoSOS»90.Fuese o no a su pesar, se regocijara o no concubrimiento», Maquiavelo constató que dentroverso de la política rigen otras normas diferenpautas éticas, unas reglas distintas a las imperanorbe moral. <strong>La</strong> lógica <strong>del</strong> poder sólo responderativo de la eficacia y se le antoja extremadamecrita no reconocerlo así. De ahí que cuanto mleónico sea el ánimo <strong>del</strong> político y mayor sea supara saber adaptarse a las variables circunstancmejor le irá en un juego donde la diplomaciamulo (amparados por la coacción) se revelanmejores armas, por no decir las únicas. Maquiaconvencido de que, «si se pudiese cambiar conmente la propia naturaleza de acuerdo con losy las cosas, nunca mudaría el signo de la fortunembargo, esto es prácticamente imposible. «90 Cfr. Nicolás MAQUIAVEW, Historia de Flormaa (prólogo, tnotas de Félix Femández Murga), Alfaguara, Madrid, 1979cap. XIII, pp. 172-173. Cfr. el comentario de L. STRAUSS, en op• 1 Cfr. Elprinape. cap. XXV (ed. cast. cit., p. 119). Cfr. Discur.mcap. 9, ed. cit., p. 330.59


dirse de la conveniencia de apartarse de dPor eso el hombre precavido, cuando llegaechar mano al ímpetu, no lo sabe hacer y phunde,,92. A la hora de administrar nuestrfortuna parece controlar algo más <strong>del</strong> ciciento de las acciones en esa empresa 93 , yacarácter no sabe adaptarse a sus vertiginosohumor. «Los hombres pueden secundarpero no oponerse a ella, pueden tejer sus rromperlas" -dictaminaráen los Discursos 9En los llamados Cafrrichos o Fantasías pMaquiavelo desarrolla un poco más esta rsobre la fortuna: «comoquiera que los tiemsas cambian con frecuencia tanto en lo genlo particular y, sin embargo, los hombressus fantasías ni sus modos de proceder, suctiene durante un tiempo buenafortuna ydotro mala. Quien fuera tan sabio como par.tiempos y el orden de las cosas, sabiendo aellos, tendría siempre buenafortuna o se gu.2 Cfr. El principe, cap. XXV (ed. cast. cit.• pp. 118-11Lib. lIl, cap. 9. ed. cit., p. 332.93 «Para que nuestra libre voluntad no quede anulada, pser cierto que la fortuna sea árbitro de la mitad de npero la otra mitad, o casi, nos es dejada, incluso por ella,trol. (cfr. Elprincipe, cap. XXV; ed. cit., p. 117).'4 Cfr. Discursos, Libro II, cap. 29; ed. cit., p. 277.60


Al igual que no puede uno saltar sobre su prbra, tampoco es capaz de mudar su temperamehábitos al ritmo que imponen los regates de la«porque los humores que actuar te hacen / ---secuerden o no con ella [la fortuna]- / son cadaño y de tu bien; / no te puedes, sin embargella / ni creer evitar su fiera mordedura [...];mientras te ves llevado por el dorso / de la ruedzón feliz y buena, / suele cambiar a veces en mcarrera / y no pudiendo cambiar tÚ de personjar el orden de que el cielo te dota, / en el medmino te abandona»OO. <strong>La</strong> emblemática rueda dna gira caprichosamente, sin que nuestro tacapaz de acompasarse a tales vaivenes, al resultposible pronosticar cabalmente sus veleidosos d9~ Cfr. el cap. 2.6.3 de la AnUJlogía de Maquia1N!W: ..Fantasías escrgia a Sonderini» (ed. ciL, p. 192). Un momento antes ha escritte: ..Yo creo que, al igual que la naturaleza ha dado al hombdiverso, también le ha dado diverso ingenio y diversa fanla5por otra parte, los tiempos cambian yel orden de las cosas ecumplen sus deseos a gusto y es feliz aquel que armoniza suproceder con la condición de los tiempos y, por el contrariciado quien se separa con sus acciones de los tiempos y el ocosas-o96 fr. el reiteradamente cilado Capítulo de la Fortuna; en Antoquiav


mente la diosa fortuna no sólo gusta de requienes esgrimen una gran audacia, sinoparece decantarse con suma frecuencia pnestos en detrimento de la gente honrada.nos, eso es lo que piensa el autor <strong>del</strong> Capítuna. <strong>La</strong> fortuna -leemos allí- «frecuentbuenos bajo su pie tiene, / a los deshonestoacaso te promete / cosa alguna,jamás te laSon sólo tres líneas entresacadas de ununo tiene la honda impresión de hallarsenífico resumen <strong>del</strong> ideario maquiavélico.aparte de intentar domeñar a la fortunaportentosa virtu 98 (para rentabilizar al máxtunidades brindadas por el azar), el polítiliano está igualmente llamado a emularlpor lo tanto, a engañar al honesto, ensalzapor descontado, no mantener casi nada d97 Cfr. ¡bid., versos 2S.50 (ed. ciL.. p. 194).98 Sobre las distintaS acepciones <strong>del</strong> conceplo de virtupuede acudirse con provecho al trabajo de Angelo PA1'AFortuna en MaquiavelolO, en A propósito de Nicolás MaGrupo editorial Nonna. Barcelona tt alia, 1995, pp. 55-bajo que precede al recién citado, cuyo tilulo es «PrincifJt» -


meollo de la política sería el disimulo. De ahírían cual corolarios el resto de las pautas a seges el caso <strong>del</strong> quebrantamiento de las promeBorgia dominaba el arte de la simulación y pomo fue un consumado maestro <strong>del</strong> juego de lEn el capítulo XVIII de El príncipe se nosclaro que más vale «parecer clemente, leal, híntegro a serlo de verdad, pues ello nos permiánimo predispuesto de tal manera que uno pmente adoptar la cualidad opuesta en cuantosario,,99. El saber adoptar esas cualidades o virrales como un actor hace con sus personajeutilizándolas como se usaban antaño las máuna tragedia griega, nos dota de una mayor veque nos permite acoplarnos mejor a las varcunstancias dictadas por la caprichosa fortunabio, identificarse plenamente con ellas podríanuestra ruina dentro <strong>del</strong> escenario de la pohecho -insiste Maquiavelo-, «si se poseen rtodas esas cualidades y se las observa en todoserán perjudiciales, pero, si tan sólo se aparelas, entonces es cuando resultarán útiles...conviene aparentar el ser leal, siempre y cuanmentirijillas, habida cuenta de que un políticte «no puede, ni tampoco debe, guardar fide99 Cfr. Elprincipe, cap. xvrn (ed. cast. cit., p. 92).63


trictamente moral, Maquiavelo se limitó a oun simple notario de la realidad política,acta de lo que había ido siendo sancionadonir histórico: -Cuán loable es en un príncipla palabra dada y comportarse con integridastucia, todo el mundo lo sabe. Sin embarriencia muestra que quienes han hecho grhan sido aquellos príncipes que han tenidomientos hacia sus propias promesas y han scon astucia el ingenio de los hombres. Al fperado a quienes se han fundado en la lealBurla e infi<strong>del</strong>idad son precisamente loque vertebran <strong>La</strong> Mandrágora, una comediaprotagonista, Callimaco, logra obtener louna mujer casada gracias al servicio que le pmoteo, bien dispuesto a embaucar al maridsuma de dinero que le permita ejercer la carzando, claro está, consigo mismo. En térmcos, Lucrecia representaría el poder y su gacualquier político que pretenda conquistardo sin escrúpulos al pueblo, simbolizado aqposo, sirviéndose para ello de la religión, enesta ficción por un eclesiástico que no duda100 Cfr. Elprínci/J


sugerido por ejemplo ---entre otros muchosl0Strauss: .El caso <strong>del</strong> amante de Lucrecia esmente paralelo al <strong>del</strong> tirano. El triunfo <strong>del</strong> amobido que se celebra en <strong>La</strong> Mandrágora es estricparalelo al <strong>del</strong> triunfo <strong>del</strong> prohibido deseo deo gobernar. En ambos casos, lo que se desea etenso placer divorciado de su fin natural (lación o el bien común, respectivamente). En amsos, es la necesidad la que hace a los hombrebien", es decir, adquirir mediante prudenciade voluntad aquello que ansían» lOS.Tanto la historia como el presente le allegandatos estadísticos que Maquiavelo se limitó a r102 Cfr. el estudio preliminar con que Helena Puigdoménechedición castellana <strong>del</strong> texto de Maquiavelo: <strong>La</strong> Mandrágora, Cdrid, 1992. pp. 57 Yss.1M Cfr. Leo STRAuss, op. cit., p. 346. En este contexto, quisiera rla lectura de una curiosa novela. Me refiero a la obra de W.MAuCHAM, cuyo título es Enlon


apetezcan el poder. Dando por supuesto qferible obrar honestamente y guardar fi<strong>del</strong>abra dada, sólo advierte'que nadie inmersde la negociación política estará dispuestsu conveniencia por un posicionamiento mqueda hipotecado a la eficacia y al éxitovos e intereses. A la base de sus tesis nos econ un radical pesimismo antropológico. Lcuando menos en la esfera de la política,de fiar lO4 • De ahi que sus consejos no supobaño de realismo, unacura contrala ingendetenta el poder debe tener como referenro Quirón y «saber utilizar correctamentehombre» que lleva dentro de sí lOS , conjugy fiereza según convenga. Su «prudenciasino en conocer la naturaleza de los incoadoptar el menos malo como bueno»loo. Asrir «ser temido que amado cuando haya dunade las dos cosas; máxime cuando puedperfectamente el ser temido y no ser odiaello, al igual que hiciera César Borgia coH).4 .Si los hombres fueran todos buenos, este preceptopero -puesto que son malos y no te guardarían a ti supoco tienes por qué guardarles la Nya_ (cfr. Elpríncipe,lOS Cfr. EJpríncipe, cap. XVlU (ed. casl. cil., pp. 90 y91).106 Cfr. EJpríncipe, cap. XXI (ed. casl. cil., p. 111).107 Cfr. El príncipe, cap. XVII (ed. casto cil., p. 88).66


tan concisamente sus observaciones que nocordar el estilo aforístico de <strong>La</strong> Rochefoucaumos algunos ejemplos de tales aforismos: «e-leemos en el capítulo XVIII de Elpríncipeelzorro, para reconocer las trampas, y comocon objeto de amedrentar a los lobos» 110. «Nober buenas leyes donde no hay buenas armahay buenas armas siempre hay buenas leyes»1escrito en el capítulo XII. El VII se cierra con ebras: .quien cree que nuevas recompensas hdar a los hombres las viejas injusticias, se en•A los hombres -aconseja el cap. 111-se lesmar o aplastar, pues se vengan de las ofensasque de las graves no pueden; la afrenta que sehombre debe ser, por lo tanto, tal que no hagavenganza» I 13.Todas estas divisas, al igual que todo cuanMaquiavelo en este sentido, responden a un úpósito, cual es el de adiestrar a quienes quieIDO Cfr. El príncif>


ser hipócritas, desleales, mentirosos y retoperversos. Nada ni nadie les hará desviarseno. Ante semejante panorama resulta obvipretenda introducir otras pautas de condsería el caso de cualesquiera reglas moralesvos éticos, no tendrá nada que hacer en esaDe ahí que, según Maquiavelo, valga más aque acontece ytomar buena nota de todo e-Siendo mi propósito --


ése no es el caso <strong>del</strong> político moral de Kant.no han de hacerse reyes, puesto que perddición de tales. Tampoco hace falta que lfilosofen, pero sí es necesario que quienepoder se dejen asesorar por la filosofia mosólo sea de vez en cuando.ROBERTOPasai DonibaneOtoño de 1996/174


<strong>La</strong>s calas históricas, los hitos de nuestro perdrían haber sido muy otros y mucho más procuanto al número. Sin embargo, el resultadoría un ápice, creo yo. Esta pequeña excursión ala historia <strong>del</strong> pensamiento filosófico, que termto donde comenzó, es decir, hace veinticuatro sconfirmado lo que uno se temía desde un pEsto es, que la ética y lo político pueden tenecarceos, mantener esporádicas aventurillas, maforma de institucionalizar sus relaciones, pocerlo seria tanto como hacerles perder o anulpectiva identidad. Yese híbrido no podría satninguna de las dos partes. Decididamente, pano pueden casarse. Mas no son mala cosa esos dfurtivos que permiten conjugar responsabilidadvicciones, cuando quien se halla en el ejercicio dconcierta una cita secreta para que la ética y lovengan a coincidir dentro de su fuero interno.que cabe desear es un incremento de su frecueneso bastaría. ¿No creen?Ahora bien, una cosa es que no puedanbajo el mismo techo y otra muy distinta que seo acaben por darse la espalda, su mutuo des173


como el apuntador bajo la concha <strong>del</strong> esccribiendo unas convicciones morales decuencias tienen que responsabilizarse los acos inspirados por sus propias reflexiones?puede representarél mismo ese papel asignna» dentro <strong>del</strong> ajedrez y hacer las veces de «sin zaherir su presunto talante moral?172


gen hindú) donde el papel de púrusaestá reprpor el "rey", en tanto que el omnipotente "gen"rey" (senapaIJ) --el equivalente a la "reina"sión occidental de estejuego-ocupa un podego, pero subordinado, aunque también sea dte.. 347 • Sin embargo, para comprender catodo el poder acumulado por un intelectual ctilya, habría que acudir a esa versión ajedrecnueve casillas (mucho más dificil de jugar, po·en la cual, además de la tradicional dama, hanistro.. dotado de una gran versatilidad y podeto que también se desplaza como un caballo sciar a los movimientos propios <strong>del</strong> alfil y la«reina.. sería entonces el equivalente al monartado kautilyano, una pieza que puede sustitunando cualquier peón en un momento dado,caso, mientras que la figura correspondiente asea, el preceptor <strong>del</strong> soberano) acapara tamfunciones <strong>del</strong> «ministro.. ajedrecístico, si nos aa la leyenda sobre Visnugupta Canakya, esechamán que ofició como canciller de Candragconocido en la historia <strong>del</strong> pensamiento polítalias de Kautilya, valga decir: el maestro de la cau<strong>La</strong> pregtmta que me hago y quiero formulaésta: ¿hasta qué punto no supone Kautilya un>1, Cfr. ibid., p. 230.171


«Vemos de nuevo que las leyes son lo quépocas pasadas, lo cual nos hace otorgar uprofundo respeto hacia ese genio que, yado tan remoto, supo reconocer y dilucidaracciones fundamentales que habrían depermanentemente en el campo de la polítEl mismo estilo de pensamiento indio que invenajedrez captó con profunda intuición las reglasmás real: eljuego <strong>del</strong> poder>,546.Esta sugerente metáfora, que asimila lola política con el juego <strong>del</strong> ajedrez, se ha mmúltiples ocasiones a lo largo <strong>del</strong> presentera me veo en la obligación de recurrir a ellapues entiendo que cuadra muy bien conveíamos hace un momento en relación coasignados por el Arthasastra tanto a! monarpoderoso ministro. El «rey» <strong>del</strong> tablero eszando a! purohita, es decir, a ese brahmán cuguiar el destino <strong>del</strong> soberano, mientras quecorrespondería más bien con el titular <strong>del</strong>es, con el raja. Es comparable--comenta Hmer hablando de otro asunto--a la relacióese desligado y todopoderoso sacerdote fa~6 Cfr. H. ZIMMER, op. cit., p. ] 18; la cursiva es mía.170


dios al fm asignado. Ahora bien, al igual quevelo, quien inspiró el Arthasastra «no '~ustimedios, cuyo valor moral queda enteramentecualquier consideración. Kautilya habla de posólo en cuanto político»s43. En realidad, la úrencia que cabe apreciar entre Kautilya y Maes de índole metodológica; mientras el métodtor de El príncipe presenta un talante historicile hace volverse hacia la historia para confconclusiones extraídas de sus propias obsercomo diplomático, el Arthasastra ignora las ines históricas (aun cuando dialogue con los<strong>del</strong> pasado) y se concentra en imaginar un sintuaciones políticas posibles, indicando lospara enfrentarse a ellas s44 .Recusar como inmorales tales recetas políticto como dar por sentado que la política habruna función de la ética yeso, al menos por el msigue siendo --l' Cfr. The KautilyaArtha.l' Cfr. M. DAMBUYANT, .p. cil., p. 58.,.. CEr. R P. KANCLE, .p. cil., p. 27s.>l5 CEr. ibid., p. 265.169


con el enemigo al que se quiere atacar paruna engañosa confianza. y, por descontaningún escrúpulo a la hora de violar cualqusiempre que su incumplimiento resultepara los objetivos perseguidos 34o .El tratado de Kautilya presenta una comptica que contempla infinitas posibilidades. Plidad, por lo que atañe a las guerras, éstasducirse a tres clases: 1) la guerra abierta, estse declara solemnemente; 2) la guerra suciaataque por sorpresa y con engaño, y 3) la gciosa, que no consiste sino en las intrigas urdgún agente secreto enviado al territorio enefecto 34l . Dentro de semejante contexto hapio fundamental, un deber ineludible cusiempre cuesta muy cara y conlleva un irrecaso: saber mantener el secreto. «Los asuntosque no sepa mantenerlos en secreto, aun". Cfr. TM Kuurilya Arlha.


ciones que podría suscitar éste, adoptando luotra decisión con arreglo a este complejo ando en el mandala.«Deberá firmar la paz con un igual y, porcon alguien más poderoso, pues entablar una geste último sería tanto como pretender abatfante usando nuestros pies y guerrear con unvale a estampar dos cántaros entre sí, causanden ambos; por contra, emprender una campcontra un enemigo más débil tiene garantizto, como cuando se pulveriza con piedras unbarro"ss7.Por supuesto, también resulta elementcharse de las calamidades que puedan asolago en un momento dado y lo debiliten aunquanillo de peligro más remolo, que imeresa porque puedeenemigos inmedialos. Además, dentro de cada anillo hay drepresentan naturales rencores reóprocos; pues corno cadsu mandala.. se entiende que exisle un conjunto muy compsiones en lodo sentido. Esle plan de reóprocos encierrosyectado, considerado cuidadosamente y luego utilizado coacción. En él se dibuja y expresa cierto equilibrio y tensiónnaturales, y también se prefiguran los lerribles estallidosconfliclos que se generalizan ampliamente_ (ibúJ.., pp. 99-1'" Cfr. The KautilyaATthasastm, Libro 7, cap. S. versículos 2-5;p.S27.167


de éste, siguiendo la misma lógica, quedaen aliado <strong>del</strong> enemigo (arimitra). Luego vando el aliado de nuestro aliado (mitramitra) , ealiado enemigo (arimitramitra) , el enemigo sretaguardia <strong>del</strong> conquistador (parsnigraha) , sla retaguardia (akranda) , el aliado <strong>del</strong> enemen la retaguardia (parsnigrahasara) y el aliadde la retaguardia (akrandasara). También sela existencia de un rey intermedio, cuyo terrcon el <strong>del</strong> conquistador y su aliado, pero esque la coalición de ambos (madhyama) , así corey neutral o indiferente cuyo poder superacho al conjunto formado por este último, edor y su aliado (udasina)335. "Como principcarácter universal se da por supuesto queson propensos a la enemistad, la envidia y laque cada uno de ellos aguarda el momenttraidoramente por sorpresa,,336.~S5 Cfr. TIu! Kautilya ATthasastra, Libro 6, cap. 2, versículosvol. JII, p. 318; cfr. R P. KANCLE, op. cil., vol. 1lI. p. 248.~36 Cfr. Heinrich ZIMMER, Filosoftas de la India, Eudeba,1979 2 , p. 100...Cada rey debe considerar a su reino comuna especie de blanco, rodeado de anillos (mandala) queternativamente a sus enemigos y aliados naturales. Los erepresentados por el primer anillo que lo rodea; son sus vetos, todos ellos listos a dar el zarpazo. El segundo anillo egos naturales, es decir, los reyes que están a la espalda dque, por el hecho mismo de ser vecinos, los amenazan. M166


no nuestros propósitos es algo incalculable y,to, queda fuera de su tratado. Éste sólo quierede lo previsible. Tal es el arte de la política, labuena cuando nos conduce al bienestary mallogra es arruinarnos 333 . He ahí los dos polos dcer político: bienestary ruina, únicas categoriterminan la bondad (o maldad) de cualqupolítica. Bajo estas premisas, la conquista suobligación inexcusable para todo buen gobersólo porque las conquistas acrecientan el bieEstado, sino porque los demás monarcas albmisma intención y, por lo tanto, se impone haparado para prevenir el golpe, aprestándose amero. Así pues, las relaciones con los otros Etán regidas por seis procedimientos: firmar trpaz, entablar una guerra, permanecer indineutral, tomar un respiro para marchar másmeterse a otro en busca de asilo y la política djuego,,334.A la hora de concertar sus alianzas y coalicséxtuple fórmula procedimental debe aplicarde la teoría <strong>del</strong> mandala o, más exactamentemandala, esto es, de un «círculo de reyes o Es!!3 Cfr. The Kautilya Arthasastra, Libro 6, cap. 2, versículosvol. III, p. 317.!S4 Cfr. 1'he Kautilya Arthasastra, Libro 7, cap. 1, versículosvol. IJI, p. 321.~165


do <strong>del</strong> servicio secreto. En este sentido, haciertas medidas de seguridad para evitar, poque los «agentes dobles» puedan acabar prservicio al enemigo; se trata simplemente dea sus familiares como rehenes que afiancen smejor dicho, obstaculicen su probable sedicviamente, también hay un servicio de contraal darse por sentado que las potencias extrtentan infiltrar sus agentes y se comportan exigual que uno mismo.Esos viejos maestros con los cuales Kautitodo el tiempo sostenían que un ejército siemconseguir oro y que, por lo tanto, las fuerzaconstituyen un elemento prioritario <strong>del</strong> Estabargo, Kautilya piensa que las finanzas estántodo y que con las arcas llenas puede consegquier cosa, como por ejemplo conjurar la tragurar una sólida «lealtad». «El ejército -leemde sus raíces en el tesoro. Sin éste, las fuerzapueden pasarse al bando <strong>del</strong> enemigo y/rey»332. De ahí su constante preocupación po". Cfr. Tk Kaulilya Arlhasastra, Libro 2, cap. 9, versículo 33;p.91.~~I aro The KaulilyaArthasastra. Libro 1, cap. 12, versículo 19;p.26.~~2 Cfr. The Kaulilya. AnhasastrQ., Libro 8, cap. 1, versículosvol. 1Il, p. 388.164


do a cumplir los más variopintos propósitos»su editor3 28 .Los agentes <strong>del</strong> servicio secreto valen paray la mejor cantera para nutrir su extensa red,filtra minuciosamente a través de todos los<strong>del</strong> aparato estatal, viene dada por algunos dhuérfanos cuyo mantenimiento ha quedad<strong>del</strong> Estado y que son entrenados desde niñomiliarizarse con todas las técnicas <strong>del</strong> espiontro <strong>del</strong> país estos espías ejercen labores de pda, compulsando de paso qué ciudadanos esmenos descontentos con las medidas <strong>del</strong>aun cuando su principal misión consista enlas posibles corrupciones de los funcionariprobar si los dignatarios permanecen lealesestablecid0 329 • Todo el mundo, independiede su cargo, se ve sometido a esta secreta supesu honestidad. En realidad, ésta no se presuptodo lo contrario; se presume más bien que brausencia. <strong>La</strong> tarea no es fácil, ya veces detectarción es tan complicado como darse cuenta d,.., Cfr. Tht KaulilyaAnhasastro, übro 2, cap. 4, versículo 21; ep.70.'" Cfr. R. P. KANGLE, .p. cit., vol. 11, p. 205; cfr. pp. 206-207.,,. Cfr. The KautilyaMtha.sastra, pássim; cfr., v.g., übro 1, caY13; ed. cil., vol. lII, pp. 18Yss.163


nados. Reparemos ahora en el resto siguden de la enumeración. En el Arthasastra sa un increíble nivel de concreción, detecosas tales como el salario de funcionariosres, los barrios en que debe vivir cada cualde familias que debe integrar una comuniso la distancia que ha de separarlas entre snas de quienes están en torno al poder sonmente altas e idénticas, ascendiendo a cuamil monedas de plata cada uno. Esta igualpropósito: evitar las conspiraciones y que pubornados fácilmente 326 . <strong>La</strong> sociedad está mcada y esto se refleja en la escala de las reque caen en picado hasta llegar al salariosesenta piezas plateadas. Esta estratificacióa ese sistema de castas que se halla tan arrIndia e incide incluso en el trazado urbantro de las ciudades, la zona norte queda rclusivamente para los dirigentes, mientrabe ha de residir en el sur. Lo más cursemejante segregación vale también pararios, donde se reproduce la división entre,.. Cfr. TIle KtJutilya A1tha.saslTa, libro 6, cap. 1, vernculo Jp.314.... Cfr. TIle K/JulilyaArthas4rlTa, libro 5, cap. 3, versículos 3-p.302.162


el monarca, bien podría deshacerse discretamsus herederos y no hacer ascos al trono; lo conría tanto como desdeñar los encantos de unamujer que nos brinda su disfrute m . Pero Kapiensa lo mismo. Por supuesto, no se trata de lecia la estirpe real o cualquier cosa por el estilo.tiva está basada, como siempre lo están sus razotos, en razones bien pragmáticas. <strong>La</strong> empresauno mismo el poder, al margen de la línea s«ofrece un resultado incierto y podría incitar lación <strong>del</strong> pueblo»322. Esto lo afirma, no hay qulo, alguien que había derrocado una dinastíaner otra en su lugar. Por eso se da por satisf«investir de su autoridad al nuevo príncipe»3razón R. P. Kangle al escribir estas líneas: «elmiento de que todo gobernante quede adiestla filosofía no equivale, de de luego, al alegatoco de que los filósofos deban hacerse reyes»324que hace, piensa Kautilya, quien encuentra pponer y quitar soberanos a su antojo, manejanlos <strong>del</strong> poder desde la sombra.'" Cfr. TM Kautilya Arlhasastra. Libro 5, cap. 6, versículos 24vol.lU, p. 311.52. Cfr. T"" KaulilyaArlhasastra, Libro 5, cap. 6, versículo 32; edp.312.S2~ Cfr, ibíd., versículo 36.'" Cfr. R. P. KANGLE,.p. cit., vol.ll., p. 130.161


endirle una obediencia ciega. De otro ladmomento <strong>del</strong> texto, el primer ministro es deaquel que tiene realmente a su cargo las prreas administrativas <strong>del</strong> Estad0 518 . Ademásller-eomo pone de relieve R. P. Kangle-tade oficiar en la práctica como un «king-mapecie de «hacedorde reyes»519. Imaginemosder atesorado por alguien que lograse simubos cargos, un preceptor que desempeñastiempo la más alta magistratura después deberano, siendo a la vez el mentor <strong>del</strong> príncmer ministro. Eso es lo que parecía quererKautilya para sí: un puesto a salvo de posibmientos.El muy ladino de Kautilya se «conformaby no se mostraba nada interesado en hacersposición aparentemente secundaria quedsado, por ejemplo, de tener que ostentar lacualidades enumeradas para un legislador'" Cfe. The Kautilya Arthasastra, libro 1, cap. 9, versículo 10p.18.31. Cfr. The Kautilya Arthasastra, libro 8, cap. 1, versículo 25p.S87.... Cfr. R. P. KANGLE, op. cit., vol. n. p. 133. Cfr. The Kaued. cit., Libro 5, cap. 6; ed. cit., vol. lII, pp. 3


dad económica están gravadas con una tasa.satisfacer toda suerte de aranceles y derechosA modo de impuestos indirectos están las mmuerte o cualquier tipo de mutilación quedadas para los crímenes más graves. Tampocodemasiado en encarcelar a la gente. Resulta mprovechoso que quien sea incapaz de satisfaceda la pague sirviendo como esclavo durante alpo.Incluso la guerra será enfocada como un sgocio más.Al frente de la nave <strong>del</strong> Estado está el rey.mismo sería el Estado, conforme a una formularajya~16, que nos hace recordar aquellas fambras de Luis XIV: «L'État, cest moi». Pero, ¿quimente moi en este caso? Da la impresión de quconcede al soberano un papel ejecutivo y no msimbólico, toda vez que sólo él puede nombranistros, quedando asimismo encargado de sutodo. Según esto, el monarca sería, no sólo elde proa, sino también el comandante de la emestatal. Sin embargo, no cabe despreciar el comtimonel, encargado de fijar el rumbo y asesortán. El purohita o preCeptor <strong>del</strong> príncipe, un daparentemente desprovisto de cualquierjerar316 Cfr. TIle Kaulil)'aArlhasaslra, Libro 8, cap. 2. versículo J; edp.390.159


una vertiente asistencial por parte <strong>del</strong> Estata una buena lección para ese furibundomo que nos asola. Hay algunas cuestiones cción atenta contra el mero mantenimientoeconómico (¿para qué sirve una sociedadmercado cuando la mayoría de los consumperdiendo paulatina e inexorablemente squisitivo?) y cuya observancia se sitúa muc(o, mejor dicho, bastante más acá) de vcomo lajusticia o la equidad. Cuando menlo tenía muy claro y nunca se le ocurre invcorazón, una convicción religiosa o principguno para fundamentar su discurso, sinopropio interés. A quien detenta el poder leabusar <strong>del</strong> mismo para evitar una revueltadejarle sin é1 314 . Ni más ni menos. El estatencia- «debe recolectar los frutos <strong>del</strong> Estque han madurado, cual si se tratara de unteniéndose de tomarlos cuando aún estánpor miedo a propiciar su propia destruccióello podría dar pie a un a1zamiento,,315.excesiva puede anegar la fuente de sus ingr'" Cfr. TI", KaulilyaArthasastra. A Sludy, Bombay, 1965, vo", Cfr. op. dt., vol. 11, p. 120; cfr. vol.lll, p. 10 (1.4.7-15).'" Cfr. TIU! Kaulilya Arthasastrn, Libro 5, cap. 2, versículo 70p.301.158


economicista presiden toda la obra. De un mprosaico, el pacto social originario se noscomo una suerte de convenio económico-laboevitar que impere «la ley de los peces» (el estaturaleza) y el pez grande acabe devorando alinstaura la figura <strong>del</strong> rey. es decir. de un procambio de una sexta parte <strong>del</strong> grano, así comomo <strong>del</strong> patrimonio y de los beneficios que lea uno sus actividades profesionales (no estaríatales porcentajes valieran como ejemplo patablas impositivas de nuestros Estados moderey --o sea el Estado- se compromete a «veseguridad y el bienestar <strong>del</strong> ciudadano»SIJ. Epromiso no se agota con la seguridad, esto esservar al ciudadano de los malhechores. Tamciertos atisbos de lo que hoy daríamos en llamdo <strong>del</strong> bienestar», pues entre los deberes <strong>del</strong>se cuenta el atender a los menores, ancianoaquel que se halle asolado por la desgracia ynadie que le auxilie S12 • Bien entendido que --ñala muy atinadamente R. P. Kangle-, dicho510 Cfr. M. DAMBUYANT, introducción a su antología francessastra. ed. cit, p. 34.!11 Cfr. The Kautilya Arthasastra (English Transl. with critiR. P. Kangle), Bombay, 1972', Lib. 1, cap. 1S, verso 5-7; vol.lI,51' Cfr. TIu KtJulilya Arthasastm, Libro II, cap. 1, versículo 26; ep.57.157


se describían los engranajes <strong>del</strong> Estado? Lorealmente son las tesis defendidas allí -tanel estereotipo de una India consagrada pomeditación metafisica. <strong>La</strong> cuestión que nosque pensaba un intelectual metido de llenoca. Vayamos a ello.¿Qué significa exactamente Arthasastra:?tulo <strong>del</strong> tratado nos hace reparar en una cdamental: la enorme dificultad para traducma occidental una lengua como el sánscsinnúmero de matices que se pierden poPor supuesto que cabe traducir al euskeraByron o Goethe, pero es indudable que qdesvirtuados como cuando se intenta vertlas coplas de un versolari. Estas dificultaanejas a toda traducción se ven sensiblemmentadas en el caso que nos ocupa y no dderse nunca de vista. El término sastra sigcia» o «tratado» y no plantea mayores prohora de traducirlo. Sin embargo, la primerque no se utilice la palabra niti (


en el que urdiría una terrible venganza. Tras amconsiderable fortuna gracias a sus conocimienquimia, recluta tropas mercenarias y se alía conarca extranjero al que promete la corregenciaa conquistar. Sin embargo, una vez alcanzada lasu alíado resultó envenenado yél gobernó comode un infante cuya dinastía era obra suya308. Portas hazañas mereció el sobrenombre de Kautilya,viene a significar algo así como cauteÚJSo, ladino(en una palabra: "maquiavélicon).Los eruditos han discutido mucho acerca detado que nos ocupa se debe a un solo autor o mátrata de una obra colectiva. El texto ha sido somcluso a un tratamiento informático para estudísticamente sus variaciones estilísticas y preciautoría. Según estos análisis, el Arthasastra seríapilación (cual es el caso de otros tratados hindúlebres como Kamasutra o el Código de Manu) qusido redactada por tres o cuatro personas 309 . Tresulta meramente anecdótico. Es irrelevantetilya escribie.ra el tratado de su puño y letra, lo ftando a sus escribas o fuera ulteriormente comp"'" Cfr. Thomas R TRAUTMANN, Ko.ulilya and u.. AnhaJastra. AwslígaJibn oflheaulhtmhip and evoIulion ofu.. IDct (wilh • pref.ceh.m), E.J. Brill, Leiden, 1971, pp. 47y49.""'Cfr. Th. R. TRAUTMANN, op. cil., p. 186; cfr. el cap. IV <strong>del</strong> comR P. KANCEL. su edición <strong>del</strong> AnhaJastra, vol. Ill, pp. 59-1 15.155


al primogénito de sus noventa y nueve herconvertirse así en el "legitimo" heredero <strong>del</strong><strong>La</strong>s tinieblas que rodean la leyenda sobre Kmiten trazar algún paralelismo entre Giges ymarckiano canciller hindú, si tenemos entambién Canakya (Kautilya es un mero apodnaje histórico) habña sido encumbrado alel auxilio de la reina consorte <strong>del</strong> monarca-una meretriz que había llegado a ser la favrén. Esta conjura exterminó la estirpe de los Nsentó en el trono a un rey todavía niño queno podía sersino una simple marioneta en mnistro regente. Por otra parte, a Kautilya sebien pasar inadvertido, como si al igual quesiera de un anillo para tornarse invisible,siempre se las ingeniaba para quedar en un sno y prefeña mover los hilos <strong>del</strong> títere al quecado la corona. En torno a este longevo chamle atribuyen los más variopintos poderes teúrgmuchos otros legendarios relatos. Con arregpopular de dichas narraciones, VlSnugupta(patronímico que le señala como el hijo <strong>del</strong>ka) habña nacido con toda la dentadura, lo cupretado como un augurio de que podña llem Cfr. Marinette DAMBUYANT, introducción a su antologíIra.... ed. cil. en la nota 305, pp. 61-62 n.154


te Dambuyant, .Kautilya funda la ciencia poltando su especificidad, al <strong>del</strong>imitarlo como uprofano aislado <strong>del</strong> teológico y <strong>del</strong> moral; cocaso de otros teóricos de la razón de Estadomucho de oscurecer los hechos introducienmorales ajenos a su realidad y encuentra ocioatenuantes o excusas- para sus argumentos estte políticos30 5 . De ser esto así, es indudable qucontraríamos ante un ancestro indio de MCon la diferencia, eso sí, de que Kautilya no semitado tan sólo a escribir un pionero tratado scia política, como hiciera el pensador florenque habría podido llevar a la práctica sus enderrocando a una dinastía para inaugurar otperador Asoka, nieto de Chandragupta, ha phistoria como el Anti-Kautylia, toda vez que ssión al budismo habría supuesto una moralizapolítica, tal como testimoniarían sus famosos edonde renegaría de las masacres cometidas econquistador. Sin embargo, bien pudo quere"'" Cfr. KAU11LYA. L :-\rlhasaslm. Le Imitipoliliqtu tú ¡'bule antic.hoisis et publiés avec une introduction de Marinette Damtions Marcel Riviere, París. 1971, pp. 59 Y60 de la introduccigado a sugerir que, dada su precocidad, esla secularización detico situarla en la India, y no tanto en Roma, la invención deLouis DUMONT, HOtM himJrthicus, Gallimard. París, 1966, pp.S06 Cfr.]u!es BLOCH, Les inscriplilms d:-\so.la, Les Belles LeIITe153


de la India septentrional en el siglo III a.C.tante papel de esa dinastía en los siglos sigron a la fama <strong>del</strong> fabuloso canciller Kautilartes se atribuye la creación de un nuevotórico- un resplandor de leyenda, práctipenetrable. sol .Con arreglo a cierta tradición, Kautilya hdo como preceptor <strong>del</strong> emperador Chandren la misma época que Aristóteles hacía loAlejandro MagnoS02, cuyo expansionismodo de mo<strong>del</strong>o a la flamante dinastía Mauryauna nueva invasión extranjera habría servisolidar su identidad nacionalista, exactamenpara la Italia renacentista y, en este sentido,bría tenido idéntico acicate que Maquiavelobrir el arte de la politica sos . Krishna Rao afirque, para Kautilya, los ministros vendríanmisma misión que Platón atribuye al filósofoguiar el destino de los monarcas administmente las actividades <strong>del</strong> Estado S04 •"" Cfr. H ¡nrich ZlMMER, Fil


nizado mucho tiempo atrás incluso en términosDe hecho, la sabiduria política india ya se habíacido en Occidente a través de fábulas en que susnistas, personificados por toda suerte de animdaban lecciones magistrales acerca <strong>del</strong> arte de lla defensa. <strong>La</strong> colección mejor conocida, el Paentró en Europa durante todo el siglo XI[( atraducciones árabesy hebreas, siendo <strong>La</strong> Fontahabria de inmortalizarlas entre nosotros, aunbién habrian de popularizarlas los hermanocon sus célebres cuentos.Un solvente orientalista como es Heinrichcomenta lo siguiente a propósito <strong>del</strong> ArthaKautilya: .EI estilo cáustico y sentencioso, suteraria y el talento desplegado, hablan muy<strong>del</strong> maestro de procedimientos políticos queeste tratado asombroso. Gran parte <strong>del</strong> matecede de fuentes más antiguas, pues la obra sla rica tradición de enseñanzas políticas anteSri Visnugupta, siendo revisada la versión inglesa de R. ShamN. S. Ven.katanathacharya. Entremedias aparece una edicirealizada porJ. J. Meyer: Das altindische Huc/a von Wtlt- unDasArllw¡;a.stra -1926 (6SOO Cfr. Tht &utilya Anhasastro, ed. by R. P. Kangle, Univerbay, 1960 (vol. 1: original sánscrito), 1963 (vol. ll: rraduccióninglé.) y 1965 (vol. 1l1: estudio y comenrario. <strong>del</strong> editorlitera151


sentido popular <strong>del</strong> término, está clásicamsentado en la literatura india por el Arthasatilya (el cua! es muy anterior a la era cristianagún dicen- de la época en que reinó ChaPuesto a su lado, el Príncipe de Maquiavelo stan ingenuo como anodino e inofensivo»297.Puede que Weber hubiera cobrado intetratado a través <strong>del</strong> artículo de HermannJac«Kautilya, el Bismarck indio»298 y que, adempresente la segunda edición inglesa <strong>del</strong> texten 1919, es decir, el mismo año en que dictC011W vocación. Comoquiera que sea, este anmento era perfectamente desconocido pmundo hasta principios <strong>del</strong> presente sigloentregado a un bibliotecario, R. Shamasastrde traducirlo a! inglés y publicar sus distinten diversas revistas a partir de 1905 299 . Sinedición critica no aparece sino entre 1960 y 1a! profesor R. P. Kangle, quien publica el orig297 Cfr. Max WEBER, Polililr als &.uf, ed. cit., p. 24g; cfr.pp. 169 Y157.... Este trabajo apareció en la SilzungsberichÚ! der J(jj,¡iglicAltademiederW..........chaJlen<strong>del</strong> año 1912.2'99 <strong>La</strong> primera edición íntegra <strong>del</strong> Arihasastm o/KnutilJa1909, ocupando el volumen g7 de la Bibliolh


Como sabemos, Max Weber predicó esta sentre la ética y la política con su propio ejempdose al ejercicio de su vocación intelectual ytan sólo en determinados momentos de su vidamentarista o asesor político. El maduro realiscoetáneo nuestro, como lo es Weber, llega, porla misma conclusión <strong>del</strong> Maquiavelo renacenque sin las estridencias propias <strong>del</strong> adolesceanalizar el problema de las relaciones ético-pounamayor complejidad.Además de inspirar el capítulo precedentambién es responsable <strong>del</strong> epílogo que cierrajo, pues él fue quien despertó mi curiosidad pome a un antiguo texto indio: el Arthasastrade KEn su célebre conferencia sobre la vocación dt96 Tal cosa no hubiera sido posible sin el magnífico equipotación <strong>del</strong> centro donde trabajo: el Instituto de Filosofíaeste caso concreLO, fue Ana MariaJiménez quien me propobliografia necesaria para redactar este último epígrafe. Tamencionar en este capítulo de agradecimientos a Francispor haberme proporcionado información puntual sobre unha estudiado a fondo; no en vano es autor de un trabajo tituhamro la IILt <strong>del</strong>asfilasofias de Orim~ (con el que se ha doclodirección). Barcelona. ClMS. 1997.149


fuerzas diabólicas que acechan al entornopoder y hacerse responsable, no sólo de las cque animan su actuación política, sino tamconsecuencias previsibles que van a generaaprestándose a involucrar su alma y respondmente de los mismos. Es entonces cuando sedo a hacer girar la rueda <strong>del</strong> devenir histórisus decisiones políticas, en las cuales persetrándose inasequible al desaliento, aun cuanponda tratar con un mundo éticamente irracha escrito uno de sus más autorizados comentgang Mommsen: -Weber dudaba básicamenbilidad de conferir acentos éticos a la accióconsideraba que la cIara separación entre amera la solución más honesta. 295 •... Cfr. Max WEBER. Polilik als &ruf, p. 230; cfr. edo. castS148.295 Cfr. Wolgang MOMMSEN, Max Webtr. sociedo4.. política ecast. de Ernesto Garzón Valdés), Alfa, Buenos Aires, 1971148


ás corresponsable de su triunfo". Según la posca de cada cual, uno de estos predicados resuno y el otro diabólico, y es cada individuo el qdecidir quién es para élDios y quién el demonioCada cual ha de vérselas con su dairrumy tomadas de su destino. Quien opte por no mancharnos y suscriba una éticade la mera convicción pen la indignidad, al hacerse corresponsable <strong>del</strong>nio de un mal que no ha querido contrarrestapropias armas 293 . El auténtico político, aquelvocación política y vive paraella (sólo eventualmmisma), no busca detentar el poder para haceción <strong>del</strong> mismo, sino para ponerlo al servicio desa en la que cree y que le apasiona sin hacerlesentido de la realidad. Por otra parte, tambiénciente de que, «porlo general, el resultado final292 Cfr. op. cil., p. 217...El conflicto entre las exigencias <strong>del</strong> SMontaña ylos imperativos maquiavélicos de la preocupación elos medios <strong>del</strong> poder en el conl.eXto de la violencia se resuelveevocación <strong>del</strong> hombre político auténtico, cuya responsabilidlas consecuencias de la acción le hace perseverar en opcionmente injustificables" (cfr. Pierre BoURJ:.Tl, Les J1rrnna.W du m"hiuúMfJJC W.6


y constituye la mejor manera de influir sobcos 290 . Pero Weber tampoco cifraba demanes en su labor. Citando a Tolstói, reconocecia carece de sentido puesto que no tiene relas únicas cuestiones que nos importan, labemos hacer y cómo debemos vivip,29J. Stienda de los distintos dioses, esto es, entreterios valorativos, no es a la ciencia, sinoquien le toca decidir:..Poderes muy otros que los de las cátedrrias tienen aquí la palabra. ¿Quién osaría "rficamente" la ética <strong>del</strong> Sermón de la Montacipio que ordena "no resistirás al mal",parábola que aconseja ofrecer la otra mejil288 Cfr. Max WEBER, Escritos políticos, ed. cit., p. 300.289 Cfr. Max WEBER, Elpolítico yel cUmlíftcO, ed. cit., p. 216.290 «Aunque los valores no pueden ser deducidos de la redes políticas est:án sometidas a la influencia de numerosapíricas sobre la sociedad y la naturaleza humana. Weberque proporcionar apoyo a estas asunciones o contribuir aconstituir una forma de persuasión política laJ1 eficaz csentimientos morales. En este sentido, el hecho de investtos de la vida social, dejando Otros sin tratar, podía encerción política. En estos casos resultaba más dificil establecetre actividades científicas y políticas. (cfr. D. BEETHA", .p.291 Cfr. Max WEBER, El políliCfJ yel científico, ed. cit.. p. 207.146


por ello con el papel de comentarista y asesco. No cabe duda de que la política era su «creto»285. Sin embargo, como le confesó a E(amante suya, por cierto) poco antes de dictaferencia sobre <strong>La</strong> política como vocación, cuande «asumir su cargo como profesor universit-reconoce Weber-, naturalmente, que pagadable precio de superanoda "política", habidde que no podía realizar ambas cosas a la vezeso el autor de <strong>La</strong> ciencia como vocación sosttoda firmeza que «la política no tiene cabida elas»; el profesor que «se siente llamado a interlos conflictos existentes entre las distintas cones <strong>del</strong> mundo y las diversas opiniones, que lola plaza pública, en la prensa, en reuniones, eciones o en donde quiera, mas no en las aulas»mismo vale a la recíproca, para quien se consiintelectual, y no un político; que se interese epor las verdades eternas y que siga con sus lib"'Cfr. D. BEETHAM,.p. cil., pp. 1&-16....Así se lo dice. Mio.Tobler; cfr. l.cartacitad. por WolfganTER, eo Unversjjhnte Modeme, Suhrkamp, Francfort, 1996, p. 30"'Cfr.l. carta <strong>del</strong> 20 de eoero <strong>del</strong> año 1919 citad. por WoLUCJITER en su trabajo .Han<strong>del</strong>n und Entsagen. Max Webeseosebaf, uod Politik al, Beruf. (cfr. Unversjjhnte Modeme, ed.287 Cfr. Cfr. Max WEBER, Elpolítico] tI científico, ed. cil., pp. 211145


emanados de una superioridad en quien deresponsalJilidad, el dirigente político ha depersonalmentesin arrojarla sobre nadie más 28¿Soñó Weber con encarnar esta figura dbiscitario, aunando así al intelectual con eldecir, sus dos hondas vocaciones? En otraspor utilizar una terminología que ya nos¿acaso quiso ser una suerte de "rey filósofo"nimo vestigio de volunl:ad política, acostumbrada a conthombre de Estado que dirigiese la política por ella". <strong>La</strong> tsupuso un intento de conservar las venl:ajas de un líder cdo los inconvenientes presentados por Bismarck. (cfr.Max Weber J la teoría política moderna, Centro de Estudiosles. Madrid, 1979, p. 382). Cfr. Stefan BIlEUER, 8uTOCTaciaciología poülica de Max Wtber, Edicions Alfons el Magm1989, pp. 196Y55.282 .Weber, el único asesor de Preuss [ponente de la consmar] que no dedicaba toda su actividad profesional a las tadministrativas, estaba en completo desacuerdo con losen cuanto al problema de los poderes presidenciales. Losraban que el presidente no tenía sino que sustituir al mcional, sin desempeñar ningún papel activo en el gobierel contrario, defendía que las tareas de reconstrucciónrían un presidente que pudiese ejercer su autoridad realfin, debería ser elegido por sufragio directo, para que lospoder se situasen fuera <strong>del</strong> Parlamento y pudiese serviréste. (cfr. D. BEETHAM, op. dI., pp. 372-373).•EI ejemphizo comprender a Max Weber la lección contenida en Equiavelo. (cfr.]. Pete, MAYEJl, Max WtberJ la poIítiea altmaESlUdios Políticos, Madrid, 1966, p. 43).2.' Cfr. Mal< WEBER, PoIitik als &ruf, p. 190; cfr. pp. 115-11144


a sugerir que Weber quizá se identificó en ciecon una especie de Bismarck burgués y quebiera importado proseguir la tarea emprendiaristocrático Canciller de Hierr0 279 .«Aunque no llegó a desempeñar en toda sugo político alguno -advierte Anthony Giddhubo ni un solo momento en que sus interescos y académicos no se entremezclaran enriencias personales. Sus impresiones políticasprovocaron en Weber una orientación ambivcia los triunfos de Bismarck, que no llegó a resoca <strong>del</strong> todo, y que se encuentra en el origensus escritos políticos»280. Una de tales ambiviene dada por la evolución que sufrió su coacerca <strong>del</strong> papel asignable a un líder carismáticcriticar en su momento el cesarismo de Bismber pasó a propugnar una fuerte presidenciam Cfr. ¡bid., p. 840 y ...m .Weber había venido a identificar la cohesión alemana conlia, ya él mismo con el hombre que rescataría la nación de lostidistas -de hecho, se identificaba con una especie de Bismque comenzaría la labor donde el Bismarck arislOCrático la habdo, cuando Guillermo n lo destituyó. (cfr.A. MmMAN, op. cit,!SO Cfr. Anthony GIDDENS, Política y sociología m Max Webtr, Arial, Madrid, ! 972, p. 14.281 «l.a reiteradas críticas de Weber contra el cesarismo <strong>del</strong> gobmarck se refeñan a que éste había dejado tras él "una nación s- 143


<strong>La</strong> ética de la convicción acaso pueda seregular nuestras relaciones familiares, conticas o amistosas 275 ; diríase capaz de regvida privada, mas no tanto la pública 276 .esa misma ética puede propiciar la indignirreno polític0 277 , donde tiene que primaresponsable de las consecuencias previsidas por la decisión adoptada. Poner la otrade valer para el santo y su cosmovisión pmas no para el político, que se ve obligadola violencia y el mal con su propia medicinre hacerse corresponsable de los mismos.bipolar guarda cierto paralelismo con la eda por Weber en su fuero interno a causa dtimas vocaciones: la científica y la política. Lvio sobradamante colmada, tanto con susvestigaciones académicas como por su ex274 Cfr. Max WEBER, "El sentido de la "neutralidad valoracias sociológicas yeconómicas. (1917) I Ensayos sobre mdo(trad.)' L. Eteheverry). Amorronu. Buenos Aires. 1978, p275 Cfr. el texto al que se remite la nota 9 <strong>del</strong> presente tra276 .. El destino de nuestro tiempo -leemos en <strong>La</strong> cienciaes el de que los valores últimos y más sublimes han desvida públjca yse han retirado, o bien al reino ultraterrenrica, o bien a la fraternidad de las relaciones inmediatasentre sí.. (cfr. Max WEBER, El poütiro y tl cientifico -versióFrancisco Rubio L1orente-. Alianza Editorial, Madrid, 1m Cfr. Marianne WEBER, .p. cil., p. 489.142


tica 272 . Por supuesto que una ética basada ención acarrea cierta cuota de responsabilidad yésta no puede darse sin creer en la causa que sde. Se trata de poner el énfasis en uno u otr<strong>del</strong> dilema 27S . <strong>La</strong> cuestión fundamental a diluces, -si sólo el valor intrínseco de la acción éticaluntad pura" o "intención"- debe bastar para271 Aunque, por supuesto, tal cosa no sea incompatible con la dfumiunario tiene que sacrificar sus propias convicciones a su deaa. El poIilirodirigente ha de nchawrpúblicamente la responsacciones políticas, si contradicen sus convicciones, y tiene quepuesto ante éstas. Pero esto no ha sucedido nunca enLre noMax WEBER, ..Parlamento ygobierno en una Alemania reorgacrítica política de la burocracia yde los partidos- -1918-, elíticos ~dición deJoaquín Abellán-, Alianza Editorial, Mp. 210. De hecho, como es bien conocido, a Weber le hubieradimitiera el general Ludendorff, ante tos errores políticos commando <strong>del</strong> ejército (cfr. Marianne WEBER, op. cit., pp. 877 Yss.).,., Cfr. Arthur MrrzMAN, <strong>La</strong> jaula de hierro. Una intntmtaciáMax W


en su responsabilidad hacia las consecuenactos], diciéndose llegado el momento: "ncer otra cosa, yen este punto me mantengofir<strong>La</strong> cursiva es mía y merece un pequeñoWeber escribe aquí: «hier stehe ich», o sea, «eme mantengo firme», «me planto», «revalira» o> como traduce Joaquín Abellán> «aqSin embargo> la versión castellana de FranUorente> opta por un «aquí me detengo».ción ha dado pie a interpretaciones como lporVictoria Camps, de la que nos hacíamoscipio <strong>del</strong> presente capítulo. Ahora bien, siequivocado, Weber no sostiene> como sugCamps, que las convicciones hagan desertade sus responsabilidades cuando ambas enflicto, sino más bien que su madurez o autción política le hará perseverar, pese a todo, enamiento> para responsabilizarse de la propiaasumiendo así la responsabilidad por las coque se deriven de su obrar.Ésta es la verdadera síntesis de las dos étipone Weber: hacerse responsable de las propias270 Cfr. Max WEBER, PoIitiJ< als &ro/.


y mesura (recordemos que Maquiavelo recomser al mismo tiempo tan audaz como prudeponsabilizándose siempre de las consecuencradas por sus convicciones; el político vocacioser consciente de que, para conseguir lo posibde intentar una y otra vez lo imposible, sin cdesaliento 268 .Marianne Weber, en la magnífica biografiamarido, resume así esta postura: «El ético deción niega la irracionalidad ética <strong>del</strong> mundo,cual a menudo surge de lo bueno lo malo, yavmalo lo bueno. El político ha de soportarla. "'llamado' a la política quien está seguro de nabajo si el mundo, visto desde su posición, es deestúpido o demasiado vil para lo que él quisierle".269. A Weber le conmueve sobremaneración <strong>del</strong> hombre políticamente maduro que, ade su edad (puesto que la madurez no es una26' Cfr. José María GoNZÁLEZ CARcIA• .p. cit., pp. 173-174; cfraUlor, .Max Weber: responsabilidad y convicción», p. 17 <strong>del</strong> tvía inédito que recogerá el volumen colectivo <strong>La</strong> poIíliaJ d.t.sM... Cfr. Max WEBER, PoIilik als Beruf, ed. ciL, p. 252; eds. casl5. cJ79y164.269 Cfr. Marianne WEBER., Max Webtr. Una biografia (versión cJavier Benel yJorge Navarro), Edicions A1fons el Magnanimlencia, 1995, p. 917.139


sentido de la realidad 264 .Así debe ser desde una perspectiva éticque aspire a «poner su mano sobre los radida <strong>del</strong> devenir histórico»265, esto es, todosienta llamado por la política. Pese a su crentemente irreconciliable, Weber aducede la convicción y la ética de la responsabitérminos absolutamente contrapuestos, comás bien principios complementarios cción da lugar a ese hombre auténtico al qubuírsele una genuina "vocación política»»2ría González García ha insistido en la impsubrayar este carácter complementario pversar el razonamiento seguido por Weberbuen conocedor <strong>del</strong> pensamiento weberiapolítica defendida por Weber busca una síponsabilidad y convicciones. Desde los plaweberianos -añade Pepe González-, esevitar tanto la Escila de una política irreque puede conducir una fúación unilatertenciones como la Caribdis de una polítresponsabilidad que suele degenerar en o,6< Cfr. op. cit., p. 227; cfr. cds. casu. du. pp. 153 Y145.'65 Cfr. iUd.'66 Cfr. op. cit, p. 250; cfT. cds. casu. du. pp. 176 Y162-16138


mente, mientras que la segunda exige responconsecuencias (previsibles) de su actuación. 261 •Ajuicio de Weber la primera máxima resumasiado acomodaticia para el político, que siedría transferir sus responsabilidades a la torpedemás o algo por el estilo, cuando en realidadningún derecho a ello y debe contar con subles imperfecciones, así como con la maldadpera en el mundo. No puede apelar al valor denas intenciones y refugiarse tras ellas, puestobligación conlleva el calcular dentro de lo pconsecuencias de sus actos. En definitiva, Were despojar al sultán de la figura <strong>del</strong> gran visirtar al político a responsabilizarse directamengestión gubernamental, sin que le quepa descfracasos o tropelías en cualesquiera cabezasPero una vez hecho esto, Weber entiende qupuede prescribir a nadie si uno debe actuar cético de la convicción o como un ético de la rbilidad. ni tampoco cuándo ha de oficiar comotro. 26 !.justamente porque a cada cual, ya na"1 Cfr. .p. cil.. p. 237; cfr. cds. caslS. dlS. pp. 163-164 Y153.... Cfr. .p. cil.. p. 177; cfr. cds. caslS. dlS. pp. lO! Y109.... Cfr. .p. cil.• p. 249; cfr. cds. caslS. dlS.. pp. 175 Y162.137


sirven para nada desde una perspectiva poética que Weber califica de absoluta, la moda por ejemplo en los evangelios, no puedcada en un momento dado a nuestro captranquilizar nuestra conciencia legitimancualquier desmán y despedirla sin más al mguiente. «De tal ética vale decir lo mismo qcho de la causalidad en el ámbito científiccoche de alquiler al que se puede hacer pcionalmente para subirse o bajarse <strong>del</strong> misme a nuestro antojo,,259. Los mandatos de lsoluta se imponen sin condiciones, porquese permite no preguntarse acerca de las coa decir verdad, piensa Weber, "su reino noeste mundo". El Sermón de la Montaña piotra mejilla, es decir, no resistir al mal copero para el político tiene validez justo lo«debes contrarrestar el mal con la violencia,de no hacerlo así, te haces responsable de snio))260."Cualquier acción éticamente orientadaber- puede hallarse bajo dos máximas diam,,.Cfr. .p. at., p. 251; cfr. e


sucede más bien todo lo contrario. El que no resto (el gran problema de toda teodicea en útancia) se comportará como un auténtico niñonos políticos, observaWeber. <strong>La</strong> ética propia decon los pies en la tierra, esto es, la moral deno puede obviar este dato acreditado por la hhecho de que «la consecución de un "buen"\levar aparejada ciertos medios moralmente dcuando menos arriesgados, así como la posibitante probable de tener que contar con pervetos colaterales»255.Estas paradojas éticas 256 no pueden ser obvel político vocacional 257 , cuya responsabilidadfuturo eclipsaría las culpas <strong>del</strong> pasado. Webece un curioso paralelismo con las relaciones aAlguien que deshace su matrimonio para entnueva relación sentimental suele caer en lade intentarjustificarse ante sí mismo, descar... Cfr. Max WEBER, op. at., p. 241; cfr. eds. easlS. dlS., pp. 1pectivamente.'" Cfr. op. at., p. 238; cfr. eds. easlS. dlS. pp. 165 Y154.256 Recogidas por la sabiduría popular <strong>del</strong> refranero: .F.l infipedrado de buenas intenciones".•no hay mal que por bien n257 Weber distingue tres clases de políticos: el ocasional (quedos, cuando votamos o hacemos un discurso político), el poMl que vive tU la política y el voauional que vive para la polal., pp. 167-169; cfr. eds. easlS. dlS., pp. 9S-95 y 102-103).- 135


cia sobre su distribución dentro <strong>del</strong> Estad0 2definido a su vez como aquel ámbito que réxito «el monopolio de la violencia física lBajo estas premisas, cualquier político hfáusticamente 252 con el diablo; el políticoesos poderes diabólicos que acechan a tcia»253. «Quien se compromete con la polí248 Cfr. Victoria CAPMS, Ética, retórica y poütica, Alianza Ed1988, pp. II Y105.249 t


Varias han sido las ocasiones en que, a lopresente trabajo, se ha invocado la célebre dfraguada por Weber entre convicción y respdad, identificándolas respectivamente -y desubrepticio- con la inocencia moral y el decpolítico. Yes que, como advierte Victoria Camde Weber acá, seguimos haciendo uso de su ltinción siempre que abordamos la dualidad ey política. Para acabar reconociendo que la actica no puede evitar ensuciarse las manos, enla ética se mantiene impecable e implacable,rre de marfil, cumpliendo su obligación dejuzcar y negar la acción. [oo.] <strong>La</strong> teoría weberitraerse a colación con el fin de señalar el inevvorcio entre la ética y la política: quien quieratarse éticamente, sin abdicar de sus principiohuir de la política que obliga a olvidar los ppara asumir las consecuencias de los propioscierto que Weber dice todo esto, pero dice tam-añade V. Camps. Dice que el político maquel que, ante una decisión claramente conética, tiene el valor de desertar y renunciar, s133


da en donde se confunden los deseos con lpesar de ir comprobando que no cabe idA esa edad plagada de sueños y <strong>quimera</strong>sdebía sucederle inevitablemente otra caracla insolencia típica de los adolescentes y porcontrarnos con Maquiave10 en plena eclostista. Luego, durante lajuventud, al despunres de la modernidad, Kant pudo permitinuevo y su renovado entusiasnw le hizo ilula esperanza de que las cosas pueden cambjor. Aquella ingenuidad infantil, esa molespropia <strong>del</strong> adolescente y estejuvenil entusiquedar superados por el realismo de la made vida, como diría cualquieranciano. Porevisitar a un coetáneo como Weber, para tercon una pequeña excursión en el tiempo hdo anterior a la misma infancia de nuestra cello nos permitirá comprobar que nuestrocambiado gran cosa desde los primeros balhumanidad hasta nuestros días.- 132


personalidad al quedar eclipsada por el fuertede los apremios políticos, como muy bien sabquien Kant denomina rnlffalista pofitiro. En camdo sus encuentros vienen a ser tan fortuitos covos, gracias a esas citas clandestinas que de vez epropiciaría un polítiro rnlffal, permitiendo que lbusque algún tipo de asesoramiento entre losobtenemos un saldo mucho más positivo: conjusiderandos de una convicción rnlffal con las responasumidas por el pofitiro.Quizá sea este distingo kantiano entre moratico y político moral, u otro muy similar, el queMachado tuviera en mente al poner estas paboca deJuan de Mairena:.Cuando nuestros políticos dicen que la ptiene entrañas aciertan alguna vez en lo que dlo que quieren decir. Una política sin entrañefecto, la política hueca que suelen hacer losde malas tripas».Trazando un grosero paralelismo entre onfilogenia, es decir, si nos diera por comparar,nos metafóricos, las etapas evolutivas <strong>del</strong> indivlos períodos históricos de la humanidad, este s*131


«<strong>La</strong> verdadera política --dictamina Kandar un solo paso sin tributar antes vasallajederecho es algo que debe ser salvaguardadsacrosanto, sea cual fuere el sacrificio que tase acarrear al poder establecido. A este resppartir la diferencia e inventarse una compomedia como sería el hibrido de un derechomente condicionado (a medio camino entrprovechoso), sino que todo político debe ddillas ante lajusticia repreSentada por el derEn este orden de cosas, Kant viene a disralista político <strong>del</strong> político muraL Mientras eforja una moral útil a sus conveniencias, eltentaría conjugar sus pautas de conducta cocias éticas. El moralista político no dudarárazón de Estado para excusar su inmoralida<strong>del</strong> político moral no estaría dispuesto a disotidad ética en una instancia que pueda trpropia conciencia moral, prefiriendo llegar aresponsabilidad política antes que abandonar oconvicciones murales. Por supuesto, sólo este úría el asesoramiento <strong>del</strong> filósofo para quedando su inexcusable compromiso con la é247 Cfr. Zum ewigenFrieden. Ak. VIrI, 380. <strong>La</strong> traducción e130


que, la publicidad, constituye un criterio negano sirve para conocer lo justo, pero sí para dislo injusto, tal como explica en el último de los acon que cuenta HacÜl la paz perpetua, un apartmisión es estudiar las posibilidades de lograr udo entre la ética y lo político, armonizando enda de lo posible sus respectivos intereses 246 •En el citado artículo secreto, Kant se permitecon el emblema de losjuristas, a quienes ahorta como meros representantes <strong>del</strong> poder estDicho emblema contiene la balanza propiacho y la espada de una implacablejusticia. Sigo, nos dice socarronamente Kant, esa espadse usa para mantener alejado cualquier elemtraño que pudiese alterar el perfecto equilibride la balanza, y también suele utilizarse compeso <strong>del</strong> platillo que no interesa ver vencido.tación de inclinar la balanza en provecho prolo que debe combatir el filósofo moral con sus246 A este respecto resulta provechoso consultar el artículo deCAFFARENA, «<strong>La</strong> conexión de la política con la ética (¿Lograrguiar a la serpienle?).. , recogido en el volumen colectivo <strong>La</strong>'osmojXJ/ita de la ilustraci6n (A propósito <strong>del</strong> bicentenario de .Haciatua tk Kantlt, ed. ciL., pp. 65 Yss. Caffarena subraya en su trabato de Kant: «Aunque la Política es en sí un arte dificil, su conla Moral no es ningún arte; ya que ésta corta el nudo que aqdía desatar en cuanlo surgen desavenencias entre ambaslt (cgen Friedm, Ak. VIU, 380).129


que aquí se ha bautizado como síndrome decido por los encantos <strong>del</strong> poder, que por añle recubrirle a uno con el manto de la impurá a un lado la lealtad o lo que sea necesarsu conquista. En cambio, un espectadorsido hechizado por sus encantos, como serfilósofo moral, podrá recordarle al goberpre que sea necesario, «que el juego de la pjuega con fichas, sino con hombres de verhumanos de carne y hueso, cuyo bienestardependen de dicho juego,,245. Este olvidoreprocha Cassirer a Maquiavelo, el cual, fala brillantez de ciertas estrategias, no haben la deshumanización de sus ganadores faPara paliar este olvido en que suele incpolítica, Kant ofrece una receta bastante seconsiste sino en arrebatar al politico su canillo de Giges, a fin de impedir que su comto sea invisible, declarándose así como inUI Al fin yal cabo. Kant estaría llevando hasta sus últimlo razonado por Maquiavelo en el prólogo de El prind~nes dibujan el paisaje se sitúan en el punto más bajo de ltudiar la naturaleza de las montañas ylos lugares más elevdiar la de las más bajas planicies ascienden al punto mámontes, de la misma fonnalt (cfr. ed. casl. cit., p. 32), lmonarca, encerrado en las torres de su palacio, debermentada por quien habita en la plaza pública, esto es, po... Cfr. E. CAssIRER, El mi/(¡ tÚl Estado, ed. cit., p. 170.128


peño es parodiar el estilo de los protocolos dipldestinados a sellar un momentáneo armisticiodocumentos no solía faltar algún que otro codicto yKant decidió llevar su caricatura hasta el finaanexo de última hora. Este articulo secreto derograciones platónicas de que los filósofos devengaviceversa, para declarar a la filosofia como unable instancia consultiva <strong>del</strong> poder, el cual deberíla opinión de un espectador cualificado, pero qhalle comprometido en el juego de la política. Qnes tienen responsabilidades de gobierno busquramiento en los moralistas, le parece a Kant mción que la querencia platónica <strong>del</strong> rey filósomodo de ver, cualquiera que toque podery queddo en las telarañas de sus intrigas viene a perdercamente su sensibilidad moral. El afán por ganculiar partida de ajedrez prevalecerá sobre cualqconsiderando. Los intereses <strong>del</strong> Estado anularánsu personalidad ética, tal como sabemos que lpor ejemplo a Federico el Grande. Recordemomente que Maquiavelo retrató muy bien estamutación, al decirnos que parece inevitable tenmo en la plaza (pi=) y otro muy distinto dentlacio (pala=J) 243, dado el profundo cambio de p24~ Cfr. Nicolás MAQUIAVELO, Discursos, Libro 1, cap. 47, ed. cast127


quede iluminada por sus publicaciones. <strong>La</strong>taría desde luego al servicio <strong>del</strong> monarca,colocarse tras él y recoger la cola de su mcando sus tropelías, sino para precederlelo de las tinieblas al iluminar el camino conética.Una ingrata experiencia gravita sobre Kamar esta tesis: la censura 240 , ya que había siddo por el sucesorde Federico y se le había pblicar nada sobre asuntos concernientes aComo confiesa en su prólogo a El conflicto ddes241, Kant prometió no escribir a ese resp<strong>del</strong> monarca cuyo ministro le había censurbargo, al publicar Hacia la paz perpetua, Kanpuesto a demostrar que dicha promesa nohablar de muchas otras cosas 242 . <strong>La</strong>s líneastranscrito un poco más arriba no aparecíanra edición <strong>del</strong> ensayo kantiano sobre la paQuizá fuera el éxito editorial <strong>del</strong> que gozó e240 Cfr. Roberto R. ARAMA\'O, AntoUJgía de Kant, Peníns1991, pp. 15-16.241 Cfr. Immanuel KANT, <strong>La</strong> contienda entre lasfacultades de(versión casteUana de Roberlo R. Afamayo; estudio introCómez Caffarena), Debate/estC, Madrid, 1992, pp. 55-5242 aro Allen W. WOOD, «KanLS Entwuñ für einen ewig"Zum twigm Frieden". Gntndlagm, Aklualil


lase Platón durante toda su vida y a lo largo detos. Este implacable diagnóstico kantiano hactoda claridad que, ante su nada ingenua mirafar y gobernar constituyen sendos oficios totacompatibles, por lo que resulta necio confiposible alternancia de los mismos, puesto qpuede llegar a desempeñarlos al mismo tiempcho, semejante ideal no sólo es impensable, aimposible de realizar, sino que ni tan siquiejuicioso el proponérselo como una meta de ctótico, por cuanto que representa una verdaddangereuse para los dos partenaires en liza. Dimás atinado desde un punto de vista moral ypoder político suponen actividades que no dtremezclarse para bien de ambas. A su modorelación es mutuamente peligrosa, puesto qusus respectivos intereses. El poder políticoirremisiblemente a la consideración moral,car su libertad y empañar su necesaria obmientras que, por otra parte (si bien esto no lKant aquí) la ética sólo sabe suscitar una inefitencia en quien ha de tomar decisiones políticcosas, antes que intentar tender un puenteabismo, vale más dejar a cada uno en la orillarresponde, aunque con ello no se aboguemenos por una incomunicación entre ambTodo lo contrario. Pues una cosa es que no p125


todas estas interrogantes cuenten con una retiva. Federico representaba, eso sí, a un autódo que albergó en su ánimo la intención de gun espíritu republicano, lo cual reportaba patas ventajas (que ya han quedado suficientemnadas) con respecto a otras posibilidades mnadas. Pero en modo alguno cabria identifrey filósofo añorado por Platón. Entre unamediaria un infranqueable abismo, que taconveniente salvar, según señala Kant en sula paz perpetua, cuando reputa de quiméricata panacea platónica para todos los males pol«No cabe confiar--escribió Kant en su arto de Hacia la paz perpetua- en que lo reyeesperar que los filósofos lleguen a ser reyes,co hay que desearlo, porque detentar el podinexorablemente aquella libertad que debealjuicio de la razón. Sin embargo, es impreslos reyes no hagan desaparecer o acallar a lafilósofos y que, por el contrario, les dejen hamente para que iluminen su tarea,,239.2-'9 Cfr. Zum ewigtn Frieden, Ak. VHI, 369; la traducción esto, como cualquier lector mínimamente perspicaz habnos encontramos ante la reflexión que, no sólo inspirósente libro. sino que también sirvió de acicale a su lenta g124


espetando los derechos ajenos 2 S 7 . Ahora bien,blicanismo kantiano <strong>del</strong> que debe hacer galacrata de turno tiene una indudable ascendennica, la cual es reconocida expresamente porKant: «<strong>La</strong> idea de una constitución en consonael derecho natural de los hombres, a saber, quobedecen la ley deben ser simultáneamentedores, se halla a la base de todas las formas polcomunidad conforme a ella por medio de cpuros de la razón, que se denomina ideal platpublica noumenon), no es una vana <strong>quimera</strong>, sima eterna para cualquier constitución civilral,,2sB.El ideal platónico <strong>del</strong> republicanismo no es<strong>quimera</strong>, según afirma Kant literalmente aquí.esto que Kant suscribe todos los principios poPlatón, incluida su panacea <strong>del</strong> filósofo rey?¿acaso Federico el Grande habría encarnado elósofo ajuicio de Kant, a la vista de los encomprodiga? <strong>La</strong> pregunta no es en absoluto baladícomo se habrán dado cuenta, una contestaciótiva impondría proceder a cambiar el título <strong>del</strong>'" Cfr. ¡bid. Ak. vrn. 302; p. 44. Cfr. igualmente Roberto R. Atica de la ratón uCTÓnica, ed. cit., pp. 172 Yss.". Cfr. DerStreil...• Ak.• VII. 9()'91; ed. casI cit.. p. 95.123


esa idea <strong>del</strong> pacto social que ya conocemos.podrá equivocarse al adoptar unas medidasdas, pero siempre le cabrá preguntarse si supadece con aquel principio, ya que «tieneción, incluso a priari, aquella idea <strong>del</strong> contracomo criterio infalible (sin tener que agucon el principio de la felicidad, a experiencitruyan previamente sobre la convenienciadas). Pues basta con que no sea contradictoun pueblo esté de acuerdo con semejantedura que le resulte, para que esa ley sea legítiembargo~ al tocarles administrar a sus hijos, que no conocíala fortuna ni podían sentirse satisfechos con esa igualdad áambiciosos y se hicieron tan odiosos como el tirano, por loharta de su gobierno, se convirtió en dócil instrumento dquisiera derrocar a esos oligarcas. Una vez expulsados, el ppor la democracia, ordenándola de manera que ni los poderope pudieran acaparar autoridad alguna Con todo, al extinción que había organizado ese gobierno popular, cundiófreno y, viviendo cada uno a su aire, se haáan cada día mque, para huir de tal desorden, se volvió de nuevo al princírculo en que giran todas las repúblicas» (cfr. Nicolás MAQsos, Libro 1, cap. 2; ed. cast. cit., pp. 3~35). Teniendo en ccircular, poco importa cuándo escribiera Maquiavelo El prisos, pese a lo sostenido por Hans BARON en su excelente tralo, el ciudadano republicano y autor de El príncifM't (dr. Enismo ávicoflorentino, Fondo de Cultura Económica, MéxicYss.), ya que se trataria de dos momentos <strong>del</strong> mismo proces,,. Cfr. iJb.r den Gem


conculcados derechos <strong>del</strong> pueblo, cuando sustradores hayan realizado una desastrosa gestimismos, pero asimismo entiende que hubierajor no dar pie a esa situación mediante unaoportunas reformas constitucionales, atentaducir los cambios que actualicen la preservacles derechos 235 •255 Cfr. el quinto epígrafe de mi trabajo .<strong>La</strong> versión kantianainvisible' (y otros ali.. <strong>del</strong> destino)", en <strong>La</strong> paz J ti idml am>ilustmci6n, ed. ciL, pp. 111 Yss. Quizá esta fónnula kantiana ddestinado a gobernar de un modo republicano para evitar lcon sus reformas, pretende conjurar aquel cieJo histórico queformas de gobierno irían experimentando una y otra vez segexposición de Maquiavelo. Conforme a esa circular evolucinarquía desemboca carde o temprano en una tiranía que da pbiemo aristocráJico y éste, al tomarse oligárquico. propicia unque, inevitablemente, no tarda en instaurar de nuevo aquerégimen monárquico, iniciándose de nuevo ese inexorable prico: .Cuando elegían a un principeya no iban directamente adotes fisicas, sino al que fuese más prudente ymásjusto. Perose comenzó a proclamar a los príncipes por sucesión y no ppronto comenzaron los herederos a desmerecer a sus antepjando de lado las acciones virtuosas, no se ocupaban sino dedemás en suntuosidad ylascivia. de modo que, comenzandoser odiado y a tener miedo por ese odio, pasó rápidamente dofensa y asi nació la tironía. Y así surgieron las conspiracionpñncipes, fr.tgU3das por aquellos que aventajaban a los demáza de ánimo y rwbID.a, los cuales no podían soportar la deshonpñncipe. Entonces la multitud se levantó en armas contra ecuando éste fue arrojado <strong>del</strong> trono, obedeció a losjefes de laconsidera sus libertadores. Éstos. que recelaban hasta <strong>del</strong> nojefe único, constituyeron un gobierno fonnado por ellos mque se postergaba todo interés propio en aras de la utilidad121


poner a todo soberano. ¿Cuál era esa misiónNi más ni menos que cumplir con este imper«Es deber de los monarcas -leemos enparte de El conflicto de las facultades---, aunqautocráticamente, gobernar pese a todo de mcano (que no democrático), esto es, tratar aacuerdo con principios conformes a las leyetad (tales como los que un pueblo en la marazón se prescribiría a sí mismo) , si bien noteralmente su consentimiento para ello»234El filósofo de K6nigsberg nunca rehuíapor muy paradójicas que fuesen y tampoaquí, aunque sea consciente de lo impopude resultar su parecer y la facilidad con qugiversarlo.Será todo lo paradójico que se quiera,honesta opinión, el autócrata es quien mm Cfr. Immnauel KANT, ZumewigrmFrietkn, AK. VIII, 350paz perpetua (versión castellana deJoaquín Abellán, con pnio Truyol), Tecnos, Madrid, 1985.... Cfr. Immanuel KANT, DerSlml derFakulliilm, Ak., VII,teamiento sobre la cuestión de si el género humano se hprogreso hacia lo mejor», en 1. KANT, Ideas para una hisclave cosmopolita J otros escritos sobrt!fiWsofia de la histuria (vede Roberto Rodríguez Aramayo y Concha Roldán PanMadrid, 1987, p. 96.120


démosla una vez más: «Administra el Estadohonradez, prudencia y desinterés, como si atante debierasjusúficar tu gestión ante los ciuque forman parte <strong>del</strong> mismo». ¿Aprobaría Kformulación de Federico? ¿<strong>La</strong> consideraría cocon su ficción heurística <strong>del</strong> contrato social?probable que sí. No en vano, Federico represeojos de Kant todo un mo<strong>del</strong>o para su filosofca 232 , la cual apostaba decididamente por unareJfffmas graduales que fueran perfeccionandpus legislativo para evitar un traumático proclucionario.Al parecer de Kant, cuanto mayor sea la retividad tanto más fácil será realizar su apuestaformismo, puesto que la dispersión <strong>del</strong> podeduciría en última instancia sino a una conabsolutamente disfuncional multiplicación dnos o -para expresarlo con más exactitudrantesa serlo. El objetivo de conseguir una conpolítica lo más perfecta posible mediante conformas resulta entonces menos complicado panarquíay cuesta mucho alcanzarlo merced a unaristocrático, resultando prácticamente imposuna democracia salvo que se apele al ingrato e2'2 Alguien podria querer aplicar a este laudatoriojuicio de Kble <strong>del</strong> mecenazgo: ¿acaso no estaría mostrando este probo<strong>del</strong> Estado prusiano gratitud hacia su antiguojefe administrat119


En palabras de Alexis Philonenko, Kant hpretado el contrato social como una especifórmula» <strong>del</strong> imperativo categórico cuya priliaridad estriba en tener un único usuariosólo atañe al soberan0 251 . Philonenko nopero esta cuarta formulación <strong>del</strong> imperativkantiano podría expresarse más o menos ano!, al gobernar, has de tomar a los ciudadanes en sí mismos y no utilizarlosjamás tan sólples medios instrumentales para la consecupropios objetivos particulares; así pues, tusben poseer un carácter universalizable paraverse suscritas por todos cuantos hayan detambién deben mostrarse tan ecuánimes coran emanado autónomamente de aquella vneral <strong>del</strong> pueblo que tú te limitas a representdría ser una de las muchas enunciacionespacto social kantiano, habida cuenta de qufórmula <strong>del</strong> imperativo categórico trasladar... Cfr. 1rnrnanuel K.wr, Über den Gemt:insflruch: Das mag inuin, taugt abernichlJü'-du Praxis, Ak. VIII, 297; +eEn lomoeso sea correclo en leoria, pero no sirve para la práctica,.,na y Práctica (versión castellana de Manuel Francisco PérezlO Rodñguez Aramayo) , Tecnos, Madrid, 1986, p. 57. Hecursiva <strong>del</strong> propio Kanl e introducido las tres que figuran e•" CfL Alexis PHI.LONENKO, Thiorie tl praxis dans la pensieIÜ Kant tl deFichlun 1793,]. Vrin, París, 1968, pp. 58 y ss.118


«El príncipe no es otra cosa -sentencia Fesu escrito sobre los deberes <strong>del</strong> soberano- smerservidur <strong>del</strong> Estado, viéndose por ello obligaportarse con probidad, prudencia y un complterés, como si a cada mamento debiera rendir csu administración a los ciudadanos»229.Desde luego, este planteamiento no podíaplacer a Kant e incluso cabe preguntarse hpunto no lo conocía y pudo quedar subreptiinspirado por él. Como se sabe, Kant recreórousseauniana <strong>del</strong> pacto social, para reconvunaficción heurística con arreglo a su filosofisi. Para Kant, el contrato social «es una merarazón, pero que tiene una indudable realidadole práctica), a saber, el obligar a todo legislque dicte sus leyes C01TW si éstas pudieran habedo de la voluntad unida de todo un pueblo y ca cada súbdito, en la medida en que quieradano, C01TW si hubiera expresado su acuerdo!29 Cfr. FEnERJOO n DE. PRUSIA, .üsai sur les fonnesde gouvemlesdevoirs des souverains_ (1781), ed. cil tvol IX, p. 208. <strong>La</strong> c117


m «Los reyes no han sido revestidos con la aUloridad subulllrse impunemente en la molicie y el lujo; no son educde sus conciudadanos parn que su orgullo, pavoneándoseción, insulte con menosprecio la simplicidad de las coslumla miseria; no han sido pueslos al frente <strong>del</strong> Estado para msus personas a un atajo de holgazanes cuya ociosidad e idren todos los vicios» (cfr. ibid., p. 199). Porlo demás, larano a sus tareas debe ser absoluta, y esto no le pennite dtros o tener amantes favoritos que acaben por gobernarlomi Veamos un ejemplo de las mismas: «En las materias civseguir la máxima de salvar al posible culpable antes que cinocente. Después de todo, ante la incertidumbre sobre suso no vale más mantenerle preso en lugar de apresurar(cfr. Carla de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 11.10.1777; ed. cil.. vo116


encontrado necesario, de cara a su tranquilmantenimiento, el contar con jueces para didiferencias, protectores para salvaguardarlessesión de sus bienes frente a los enemigos, spara concitar sus distintos intereses en un inmún, dieron en escoger de entre ellos a los qderaron más prudentes, más justos, más desdos, más humanos y más valerosos, para gob[y echar sobre sí la pesada carga de tener qpor todos sus asuntos] .225. Esta última línearrada entre corchetes) fue suprimida por Vohora de publicar el texto. Sin embargo, no sde una mera licencia retórica, dado que Fesentía como una pesada carga las responsapropias <strong>del</strong> gobernante y envidiaba la tranq<strong>del</strong> filósofo dedicado por entero al estudio, cmos visto anteriormente. Por eso su soberaresponde a ese arquetipo estoico <strong>del</strong> sabio, alto habría sabido aproximarse Marco Aureli0Fede.rico su cargo conllevaba muchas más ca225 Cfr. FEDERICO U DE PRUSIA, Antimaquiav


sueño en una pesadilla?Sean cuales fueren las respuestas quedas estas interrogantes, no estará de mástercera opinión que no se vea tan condieste factor <strong>del</strong> mecenazgo. Nueve años deber muerto el monarca prusiano, en el prlo definitivo de su ensayo Hacia la paz peelogiará la figura de Federico el Grandecomo alguien capaz de acometer las reconjuren esa revolución augurada por Ddo la ituación se hace insoportable. Mmente, Kant alaba la definición que Fedesí mismo como primer servidor <strong>del</strong> Estadono -había escrito el autor <strong>del</strong> Antimaquiade ser el dueño absoluto de los pueblos qbajo su dominio, no es él mismo sino su pdor»22s. Según explicaba Federico en sulas formas de gobierno y los debffTes de los sobfporar los orígenes <strong>del</strong> pacto social 224 , el s,.,. Cfr. FEDERICO 11 DE PRUSIA, Anlimaquiovt/o, ed. casl. cilt24 .. Esa gran verdad: "acluar para con los demás comose comportaran re peClO a nosoLTos", se conviene así enlas leyes y<strong>del</strong> paclo social, de donde mana el amor a la pda como el asilo de nuestra felicidad- {cfr. FEDERJCO JI Dsur les formes de gouvernement.. el sur les de\'oirs(l781 Jo, en Oeuvr


se halagado resulta sencillo, pues cuesta poco elper a los hombres de letras; basta con mostrarsprodigar algunas carantoñas y emplear unasuma de dinero,,221. Quizá estas líneas nos hacho más de Diderot que <strong>del</strong> monarca prusianodicho sea de paso le molestaban sobremaneragos gratuitos <strong>del</strong> adulador profesional) 222.¿Hasta qué punto le incomodó a Diderotpendencia económica respecto de una déspoCatalina? ¿Cuánto ayudó este hecho a tergiverloración pública de la emperatriz rusa? ¿Podminar este factor su distinción entre una y otratiranos, habida cuenta de que fue forjada parsos tan concretos? ¿Acaso sus respectivos meque Catalina II nombró coronel de sus ejércitos: .Grimm hadesde Petersburgo. Hemos hablado mucho de la panLOcraLrde Rusia], de sus leyes yde las medidas que adopta para civilizaGrimm ha sido nombrado coronel; no conviene que olvidéis ecual ha convertido en militar a ese filósofolt (cfr. la carta deVollaire fechada el 24 de septiembre de 1777: ed CiL, vol.lIl, p220 .EI nombramiento de gentilhombre de cámara, un sueldmil libras anuales, casa, carruajes yla cruz de la Orden <strong>del</strong> Mélos primeros obsequios <strong>del</strong> rey de Prusia a su amigo Voltairetuvo a su lado... lt (cfr. Antonio EsPINA, Vollaire y el siglo XVII), Ecar, Madrid, 1974, pp. 91 Yss.)221 Cfr. Denis DroEROT. Principes di! poü/iqtU di!s souverains, ed.LXXXVTI, pp. 178-179.m Cfr. FEDERICO 1I DE PRUSIA, AnlimaquíaVi!lo, ed. cit., cap. XX113


1III1IIIdeja de ser una déspota 218 • ¿Qué la distingu<strong>del</strong> monarca prusiano ante los ojos de Diderdenostaba tanto al primero mientras manjfemuestras de respeto hacia la segunda? ¿Cuáde que su parecer fuera tan distinto en unoA buen seguro, la respuesta que se me ocumuy de su agrado, tanto más cuanto que sesimple anécdota biográfica. Con arreglo a esDiderot habría querido mostrarse agradecidle salvó de la miseria y procuró una buena dPues Catalina II de Rusia nosólo compró su bpermitió seguir conservándola hasta su muerademás le otorgó una sinecura porcuidárselaces, convirtiéndolo así en bibliotecario de la c217 Cfr. Denis OIDEROT, Mbnoires pour Calherine 11 (TexLI'autographe de Moscou, avec introduction, bibliographPaul Venliere), Garnier, París, 1966. <strong>La</strong>s múltiples vicisitcrito, eXLraviado durante más de un siglo. están recogiden su introducción (cfr. ibúJ., pp. IVY ss.) .... Cfr. op. cit., p. xv."9 Cfr. P. N. FuRRANK, DidmJl. Biografia critica (trad. de MValle). Emecé Editores, Barcelona, 1994, p. 304. Vollairede mostrarse irónico para con Diderol, calificando de sutinombramienLO:.<strong>La</strong> emperauiz de Rusia puede guerrear tal haber oblenido de Diderol, a cambio de una buena sumpara que los rusos combatan contra el lurco- (cfr. la canaderico fechada el 24 de mayo de 1770; ed. ci'., vol. m, p. 1mo sentido, Federico se pennile bromear sobre OlfO filó1 12~-------~---


parecer sobre Federico:«El rey de Prusia-leemos en Mi ensoñacióndeDenis elfilósofo- nos merece nuestro más ilulos filósofos le odian porque lo consideran uambicioso, sin fe, para el que nada hay de sapríncipe que no repara en sacrificar todo, comla felicidad de sus súbditos, a su poder actual,botafuego de Europa»216.Lo más llamativo es que, tras esta sarta derios contra el monarca prusiano, Diderot dacarle un rosario de ditirambos a Catalina laSurge, pues, esta interrogante: ¿qué rasgos ditan radicalmente al uno de la otra? ¿Cuál es ecriterio que permite a Diderot discernir conentre un tirano execrable y una déspota ilustrilfaut? Todas estas preguntas no admiten sinode contestación. En primer lugar, se imponetanto Voltaire como Diderotsólo saben ilusionbijar sueños con aquel gobernante al que pconvertir en filósofo. Voltaire sueña con Federtras escribenjuntos un tratado de moral para216 Cfr. Denis DIDEROT, EscrilD.J poIiticos (estudio preliminar,notas de Antonio Hermosa Andújar), CenLro de Estudios Cles. Madrid. 1989, p. 117.111


tanto se habla nunca ha sido ni será sino umera; el grito <strong>del</strong> débil, que éste arrancaríasi fuera el más fuerte, supone tan sólo unhermosos tópicos de la fiJosofia»214.Sí, en opinión de Diderot, la defensa dno pasará de ser un lugar común entre losmenos hasta que una instancia investida cres atribuidos tradicionalmente a la divinorden en estos asuntos. Ese hábil dramatuderot lleva dentro termina su aparentedespotismo con una sutil amenaza de índoTodo seguirá iendo así hasta que quien tieel poder, esto es, el pueblo, decida ejercertanto «el filósofo aguarda pacientementegésimo buen rey que saque provecho deEn la espera esclarece a los hombres acercrechos inalienables. Modera el fanatismo rea los pueblos que son los más fuertes y quematanza, es porque se dejan llevar. Preparciones que siempre sobrevienen cuando ees tan extremo como para compensar la smada»215.21~ Cfr. Denis DIDEROT...Entretiens avec Catherine JI (17po/itiqms. ed. cit., p. 316.m Cfr. .p. cit., p. 318.m Cfr. ¡bid., p. 320.110


declaraciones de humildad con que rematamtras cartas. 212 • A estas alturas, estamos lo smente familiarizados con las cuitas morales dede Sans-souci en todo cuanto atañe a pactos y pcomo para no descalificar los excesos derrochDiderot al querer acometer su caricatura de udespótico, sirviéndose para ello <strong>del</strong> perfil de Fel cual acaba por escabullirse <strong>del</strong> marco al qucircunscribirlo su histriónica puesta en escenaNo contento con esta exagerada caricatuDiderot utiliza también a Federico como telódo cuando redacta el séptimo capítulo -tituturno a la moral de los reyer- de sus Conversaciontalina JI. Curiosamente, al quererjustificar oparcialmente las actuaciones de Catalina desado a su oponente prusiano, Diderot, que pretesentar los alegatos propios <strong>del</strong> fiscal en esta ctra Federico, acaba oficiando como abogadode ambos monarcas y aboga durante unos insfavor de las tesis mantenidas por aquel a quiecaracterizar como un despreciable tirano.«Dudo -argumenta Diderot- que la justireyes, y en consecuencia su moral, pueda idecon la de los particulares, porque la moral de u212 Cfr. máxima CC, en op. cit., p. 199.109


un soberano, aun cuando sea conocido porcorto subtítulo, a saber, Principios de politica d<strong>La</strong> puesta en escena imaginada por Diderotsimple. <strong>La</strong>s presuntas notas marginales quficción- Federico habría hecho en sus ejTácito constituirían todo un mosaico de mlutistas y servirían para desenmascarar sumo. Aunque no escribe su nombre, Dideromente a Federico en uno de los últimos pmentar de pasada que dicho soberano, essunto autor de las anotaciones marginaledas, es aficionado a la f1auta 21O .En la mente de dicho flautista pone máse compadecen con las <strong>del</strong> monarca prusque pecan de ser demasiado caricaturescajar un retrato mínimamente verosímil <strong>del</strong>tre las primeras encajarían algunas como étranjero no hay que mandar ministros, sóloel interior tampoco hace falta ministro ameros recaderos»; o «hay que ser el primerejército»21l. Todas ellas responden bien, ctenido la ocasión de comprobar, a ciertas c... Cfr. .p. cil., p. 148.210 Cfr. Denis DIOEROT, .Prindpes de politique des souvvm poliliques (texles établis avec inlroductions, bibliogrpar Paul Vemiere), Gamier, Parí., 1963; máxima CCXXV'JI Cfr. máximas XCVII, XCV\lI y CI, en .p. ci~ p. 180.108


dilla para dos egregios representantes de la ilufrancesa. El mismo personaje cuyo acceso alpresentó un sueño paraVoltaire seña reputadodilla por Diderot.4.4. UNA PESADIllA PARA DlDEROTHace tan sólo seis décadas que se publicó pora vez un opúsculo inédito de Diderot en donreplicar a un ensayo <strong>del</strong> monarca prusiano. Atítulo no le fue puesto sino por quien lo editó,tó al titularlo Páginas contra un tirano 208 , pues astamente como catalogaba su autor a Federico.simpatía que Diderot le profesaba queda bienen esta obra, cuya última línea se muestra biente a este respecto, dado que acaba con esta excl208 Cfr. Denis OIDEROT, Pap inédites contre un tyran (édition Vñs, 1937. El manuscñLO, redactado en 1771 panabael utulo dederol aarca dtJ Examen en lomo a los Jmjuicios Yfue incorporadode la Biblioteca Nacional de París en el año 1888. Volta.ire, svertió unjuicio muy distinto acerca <strong>del</strong> mismo ensayo dondementaba el escrito de O'Holbach: .Tenía en mi biblioteca ellos prrjuiCÜJs, pero nunca Jo había leído; había intentado recornas, pero se me habia caído de las manos por su verborreaVos le habéis hecho el honor de criticarlo; ¡bendito seáis por htado sobre pedruscos y convertirlos en auténticos diamantesmalos libros tienen de bueno el propiciar otros buenos- (cfrFederico a Voltaire fechada el8 dejunio de 1770; ed. CiL. vol.107


a Voltaire- que los pueblos de dos comarchan abandonado sus haciendas para degopueblos de quienes desconocían inclusoque han ido hasta lejanas tierras para hasólo porque su señor tenía un tratado conpe, no cabe duda de que reputaríais acomo locos furiosos, por prestarse así a losa la barbarie de su señor. En cambio, si os inque el rey de Prusia, enterado de que los Ealiado el emperador eran asolados porHungría, ha corrido en su auxilio y ha unida las <strong>del</strong> rey de Polonia para realizar una mdistracción en Austria, sirviendo así a su alseguro que calificaríais estos hechos comosión de generosidad y heroísmo. y, sin equerido Voltaire, ambos cuadros describmisma cosa. Se trata de la misma mujer, apresenta en primer lugar con su cofia depojada de todos sus seductores encantos, yción con su maquillaje, su dentadura posuerte de acicalamientos. 2 0 7 .Barbarie o heroísmo. He aquí la distintque un filó ofo haría de los mismos hecho207 Cfr. la carta de Federico a Voltaire fechada eI2!UU74pp. 118-119.106


Aurelio (aquel emperador que, pese a su vocacióca. se puso al frente de sus ejércitos para ensafronteras <strong>del</strong> imperio e imponer después la pax ren cambio, no dejen de criticar a quien intentapara mantener cierto equilibrio entre las distintcias europeas. Esta censura por parte de quienera sus colegas le parece harto injusta y sólo puedcer en su opinión al desconocimiento de una cpolítica, que tiene us propias reglas 205 •«Vos -le aduce Federico a Voltaire- descómodamente contra los que sostienen su dsus pretensiones con las armas en la mano; sigo. me acuerdo de una época en la que, de hado un ejército, lo hubierais empleado sin titutra cualesquiera de vuestros contrincantes. Marbitraje platónico <strong>del</strong> abate de Saint-Pierrelugar. los reyes no disponen de otros mediosmir sus diferencias que apelar a los hechos, code arrancar a sus adversarios aquello que nconseguirse por medio de ningún otro expediEn honor suyo debe hacerse constar queno sólo supo mostrarse sarcástico con las te!05 Cfr. el aserto que remite a'la nOta 131.206 Cfr. carta de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 25.7.l742; ed. cit., vol105


Con respecto al tema de las promesas-acomienzo <strong>del</strong> presente capítulo-, el autorquiavelo entiende que bien pueden darseenojosas en las cuales un príncipe no sepa dper sus tratados y a1ianzas»202; por lo demás,poco resulta conveniente abusar de tales ardisólo se puede «llegar a engañar una sola vde quedar desacreditado ante todos. Huelmentario.En este supuesto antídoto contra el venenoceñas maquiavélicas, tampoco deja de proclamejor defensa es el ataque yse aboga con entlas guerras ofensivas destinadas a evitar el memiento <strong>del</strong> potencial enemigo 204 • Semejantde asertos poco edificantes desde un punto dpodñaverse ampliado con suma facilidad, penecesario insistir más en ello. Este tipo de aviene a demostrar con bastante rotundidad q200 Cfr. FEDERIco U O" PRUSIA, Antimaquiavtlo. cap. XXVI, ed.201 Cfr. FI:DERlCO 11 O" PRUSIA, Anlimaquiavtlo, cap. XXII, ed.Aquí sí que Volt:aire no dejó de retocar est.e pasaje para sua20! Cfr. FEDERICO JI DE PRUSiA, A.nlimaquiavt.lo~cap. XV1p. 125. Eso sí, recomienda guardar las buenas manerasaliados de la ruptura, impuesta siempre por una menesterble, claro está.20' Cfr. ibid., supra.... Cfr. FEDERIco 11 D" PRUSIA, Anlimaquiav


autor de El principe, como cuando reconoce quvelo ha «vislumbrado ciertos resortes de una mextraordinariamente compleja» 198; la política; ede ajedrez en donde priman la eficacia yel disimSin embargo, ese reconocimiento podría hacho a regañadientes y no resultar demasiado svo. Pero hay otros datos que no pueden ser igsí atentan contra la hipótesis que se viene apDentro <strong>del</strong> propio Antimaquiavelo, ese texto qugustaba de presentar como un catecismo éticobernantes, nos encontramos en muchas ocastesis que hacen gala de una notoria estirpe «mca». y, en este orden de cosas, no deja de asomVoltaire no las encontrara censurables e incocon un supuesto manual de moralidad.Los ejemplos abundan y pueden ser escogidUno de sus capítulos define a los embajadorespías destacados en las cortes extranjeras»199 qudistinguirse «tanto por su astucia como por su197 4CJustamente -señala F. Meinecke- porque Federico crequiavelo una caricatura demoníaca de lo que él, andando ebría de poner en práctica, podía prender en él una ira tanda, y podía sentirse impulsado a empuñar contra el norentiéticas más potentes que su tiempo podía ofrecerle- (cfr. op. c198 Cfr. FEDERICO II DE PRUSIA, Antimaquiavtlo. cap. rv. ed. cas199 Cfr. FEDERICO Il DE PRUSIA, AnlimaquiaveúJ, cap. XXVI. ed. cas103


Este famoso ensayo, corregido y supervpropio Voltaire, podría confirmar ese desfdia entre las convicciones morales <strong>del</strong> prprincipios políticos <strong>del</strong> monarca. Pues tancicio <strong>del</strong> poder habría impulsado ese trámoralista insobornable hacia un políticodecide rendir culto al pragmatismo. Únicaceso al trono le habría hecho ir comprendzones <strong>del</strong> pensador florentino, llegandoinclu o su apreciación acerca <strong>del</strong> mismo,monia el Testamento político de 1752:.«Maquiavelo -leemos en sus Ensoñaciondice que una potencia desinteresada situapotencias ambiciosas terminará siendo engutas. <strong>La</strong>mento tener que admitirlo, pero Maqrazón. Los príncipes han de serambiciosos aSegún esta hipótesis, el monarca prusibría modificado su valoración de Maquiaval ejercicio <strong>del</strong> poder. Al fin y al cabo, las obde Maquiavelo no eran tan insensatas compensarla el avezado político, aun cuando el196 Cfr. F1uEDRlCH DER GROBE, Das Politi.ldJe r.'lamenl vonfranzásischen übenragen von Friedrich con OppeIn-Bronem Nachwort von Eckhard Most) , Reclam. Stullgart. 19102


ca <strong>del</strong> estado actual <strong>del</strong> cuerpo político de Europcabe leer lo siguiente: «El principio permanenpríncipes es engrandecerse tanto como se lo ppoder; y, aunque dicho engrandecimiento estuna serie infinita de variables, tales como lade los Estados, la fuerza de sus vecinos o que lara sea propicia, el principio no es por ello meriable y los príncipes no desisten jamás de talpues en ello les va la gloria; en una palabra, tihacer por engrandecerse» 194. Debe advertirseun factor a tener en cuenta. Como este pequeñsólo fue publicado a la muerte de Federico l95die habría podido detectar esta continuidad esamiento, que une al príncipe con el monarclando al filósofo con el rey. Pero éste no era eVoltaire, a quien Federico había remitido el tenio <strong>del</strong> año 1738 y lo conocía perfectamenteobedece por lo tanto el comentario de VoltairePese a todo, aún quedaría un pequeño resqula hipótesis <strong>del</strong> hiato entre una y otra personaliopúsculo, de carácter histórico, no sería reprepara lo que aquí se quiere dilucidar. Al tomar19' Cfr. carta de Voltaire a Federico fechada enjunio de 174g; ep.172.'94 Cfr. FEDERICO" DE PRUSIA, Considerations sur I'ital ptisml sque<strong>del</strong>'Europe (1789), en OeuumdeFrédiricleGrand, ed. cit, voi"" En las Oeuumposthu",.., deFridiri~ roy de Prwse, Berlín, 1788y101


prusiano para encarnaresa figura platónicafo, entendido como panacea política.Es indudable que Federico experimentflictos internos al asumir su doble condicilista inmerso en la política y tener que afromas planteados por el ejercicio <strong>del</strong> poder. Sno estaría tan clara la otra cuestión, a saber,so al trono modificara radicalmente sus pusobre los deberes y obligaciones propios dete. <strong>La</strong> cuestión que me interesa dilucidar a¿en qué medida contradijo el monarcapríncipe heredero? ¿Acaso tuvo que abdicavicciones filosóficas para poder asumir susrey? ¿O, más bien, siempre, tanto antes cointentó compatibilizar ambos oficios?.<strong>La</strong>s pasiones de los príncipes -escrib1743-- no tienen otro freno salvo el de lade sus fuerzas; así lo determinan las leyes cla política europea, haciéndose necesario qlítico se pliegue a ellas; si algún príncipe vintereses menos cujdadosamente que sustos irían robusteciéndose mientras él petanto más virtuoso cuanto más débil» 192.'92 Cfr. FEDERIco JI DE PRUSIA••Prólogo de 1743 a L'Hisloen Nachtraguu dem Briefw


Voltaire, cuyo trabajo sólo responde a los dictagusto e ingenio, bien al contrario de lo que sulas obligaciones concernientes a un «obrero deca» como él, cuya tarea se ve absolutamente dda por una inexorable necesidad l91 .Pero, si bien es cierto que Federico vivia con cgarro interno esta doble condición de gobernaralista, quizá tampoco lo sea menos que no queuna línea divisoria perfectamente nítida entre loredactados antes y después de subir al trono. Uatento de los primeros nos descubre que ya coprincipe heredero defendia los mismos principtados después porel monarcaen ejercicio. De seel sueño propalado porVoltaire a los cuatro vieJ90 Cfr. carta de Vohaire a Federico <strong>del</strong> 25.5.1742; ed. CiL, vSin embargo, esta misma causticidad sería empleada t.ambiére conlra Rousseau, en una línea bien distinta y que tanlO hplacido al monarca prusiano; cfr. VOLTAlRE, .Rescriplo <strong>del</strong> emla China con motivo <strong>del</strong> proyeclo de paz perpetualt, en Opúsy jilos6jicos (pról. de Carlos Pujol; rrad. y notas de CarlosAlfuguara, Madrid, 1978, pp. 246-248. Los intentos llevadoRousseau para difundir la propuesta <strong>del</strong> abate Sainl-Pierre hsomeramente recogidos en el primer epígrafe de un trabajolulo es:.<strong>La</strong> versión kantiana de la "mano invisible" (yotros ano).; cfr. lA paz,.1 ideal cosmqpolila de la iluslradón, ed. ciL,J" Cfr. carta de Federico a Vohaire fechada el g.2. I742; ed. OL,•Os confieso~be aVohaire-- que la vida de un hombre qupara reflexionar. ypara sí mismo, me parece infinitamente prefede un hombrecuya única ocupación debe consistiren procurar ldemás- (cfr. la carta de Federico a Vohaire <strong>del</strong> 12.6.1740; ed OL99


defender los intereses de su patria, sinque, al carecer de un alto tribunal quecausas, cualquier soberano responsable napelar al concurso de la fuerza y «mantenmas el equilibrio <strong>del</strong> poder entre las poteropa. 187 .Albergando estos razonamientos en suextraño que Federico, al pronunciarse sobrre l88 , lo haga en estos términos: «su prdice a Voltaire- para restablecer la pazpreservarla de una vez para siempre se mpracticable; para verse coronada por el éfalta sino el consentimiento de toda Eurotra bagatela por el estilo» 189. Con igualescasmo Voltaire le contestó lo siguiente: «pVuestra Majestad ve las cosas adivinadas p'86 Cfr. FEDERICO Il DE PRUSIA, Exa'M1I <strong>del</strong>'Essai sur 1M p.Oeuvm deFridhicle Orand, ed. cit., vol. IX. pp. 143-144.'.7 Cfr. ibúJ., p. 142.188 Quien quiera profundizar en este autor puede acudtrabajos de Concha ROLDÁN, ..Los "prolegómenos" <strong>del</strong>sobre la paz perpetua_ (en Roberto R. ARAMA\'O,javier Mcha ROLDÁN, <strong>La</strong> paz J el ideal CM11IDf!oIita de ILlllustmaón. Atenario de .Hacia lLl paz perpetua de KJJnl., Tecnos, Madridces <strong>del</strong> multiculturalismo en Leibniz" (en Conciencia,Pro! alto Sao".., Comares, Granada, 1995; pp. 369-394).189 Cfr. la carta de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 12.4.1742; ed. cCfr. asimismo su carta <strong>del</strong> 29.2.1773; vol. 111, p. 262.98


mante monarca prusiano a su famoso proyecuna paz perpetua en Europa. Pero el sueño ptrocaña en pesadilla. Tremendamente decepporque una de las primeras actuaciones <strong>del</strong>prusiano fuera emprender una guerra contrario austriaco e invadir Silesia, Saint-Pierre nomanifestar su frustración en otro ensayo queEnigma político. Allí comenzaba por elogiar conmo lo mantenido por Federico en su escrito,sar luego a lamentar el abismo que mediaba eencomiables posicionamientos éticos en la tementís dados a ésta por su praxis política. FeGrande le respondió con otro escrito que mafeccionar a tal efecto y que se titulaba Anti-8ainrefutación <strong>del</strong> enigma político <strong>del</strong> abate de Saint-Pieello, Saint-Pierre merecía por parte <strong>del</strong> rey demismo tratamiento que había dispensado a Mlo en cuanto heredero de la corona.«Aquel que aspire a establecer una paz perpettiene Federico en su Examen <strong>del</strong>Ensayo sobre los prdebe trasladarse a un mundo ideal donde se <strong>del</strong>a distinción entre lo tuyo y lo mío, un mundo elos príncipes, sus ministros ysúbditos carezcan tode pasiones, y en donde la razón sea universalmcundada; o bien le cabe asociarse a los proyect'85 Cfr. F!:DERlCO n DE PRUSIA, AntimaquiatJ


do por Voltaire: -Otros -escribe Voltacon su amante, yo sueño con mi príncipefantasía onírica ha visto subir a Federico amás aflicción que alegría, enfundando sucrear academias; la misiva en cuestión termtos verso: «No, no se trata de un embustecon engaños a mi corazón encantado, /los demás reyes mi sueño sería una vana ilute, / en vos mi sueño se ve de verdad acredCiertamente, la biografía <strong>del</strong> príncipe pruba ese sueño. Federico escribía poemas, comcayamaba la filosofia, pese a los ímprobos emetido por su padre -apodado el rey sarhacerle abdicar de semejantes aficiones. y,esto fuera poco, también parecía rendir culcomo lo demostraba el deseo que había expAntimaquiavelo por anatematizar las tesis de.se debería exterminar de una vez por todapantosa política [la maquiavélica], por ser182 Cfr. la oda que le dedica por su advenimiento al tronFrUdriclLs lÚS Gro5sen mil Voltailll (hr,g. yon R. Koser u. Hlín, \909, yol.lI, p. 3.1" Cfr. Nachlriigt %U dnn BriLfwtchul FrUdrich.s lÚS Gro5seund Voltain (hrsg. von Hans Droysen, Femand Caussy uhold Volz) , Leipzig, 1917, p. 47.184 .Nrm. non. a nesl poinl un mmsongt / 0'i lrompa nuChc.low /es autm rvis mon rivt esl un vain songr. / CJu:z. vouti. (cfr. ibid., p. 49).96


contestable que la conducta <strong>del</strong> monarca prumintió con rotundidad los buenos deseos expor él mismo en su famoso AntimaquiaveÚl.•Pronto se vio -sentenciaVoltaire-- que Ferey de Prusia, no era tan enemigo de Maquiavel pñncipe heredero había parecido serlo. 181.4.3. EL EFÍMERO uEÑo DE VOLTAIREEsta profunda decepción hizo despertarde un hermoso sueño. Cuando el príncipedistinguido con su amistad, y mantiene uncorrespondencia con él, accede al trono, Vatrevió a soñar con que su siglo conocería u180 Curiosamente, la única vez que Federico habló a Voltaireprimer ministro 10 hizo sarcásticamente y mucho tiempo dexplicitar su enojo por el ensañamiento de Voltaire con(quien, dicho sea de paso, era el presidente de su Academiadecir, <strong>del</strong> otro puesto presuntamente añorado porVoltaire)a todo el mundo de que Maupertius pretende asesinaros. ¡conmigo en que os cuadraría muy bien haber oficiado comnislfo de César Borgial¡Cuámo le hubiera complacido a Maestratagemal_ (cfr. la carta de Federico a Voh.a.ire fechada e<strong>del</strong> año 1753; ed. cit., vol. IU. p. 3}.-Como es bien sabido, eprovocó una ruptura entre Federico y Voltaire, quien lo nacausticidad en sus Memorias (cfr. ed. casl. Cil., pp. 77 Y55.).181 Cfr. VOLTAJRE, Memorias, ed. cit., p. 44.95


Cualquier aficionado a las explicacionebre psicológica intentaría explicarnos estsu regio corresponsal rastreando algunas<strong>del</strong> propio Voltaire> quien habría podido aperanza de conseguir algún puesto relevasu amistad con Federico. Bajo este supuesdespecho al no ver colmado su anhelo dAcademia berlinesa178 o su hipotética desilhaber sido investido como primer ministrca prusiano, un rumor que recorrió comodas las cancillerías europeas en su mom175 Cfr. las cartas escriw por Vol<strong>La</strong>ire a Federico el 271770 (vol. m, p. 174) Yel 28 de mano <strong>del</strong> año 1775 (vofebrero <strong>del</strong> año 1775 Voltaire terminaba con estas palcar<strong>La</strong>S a Federico: «Pasaré lo que me resta de vida releyerelio-Federico, el héroe de la guerra yde la filosofia.. (cfr176 «Supone un gran consuelo para mí que, al abandonsobre la tierra un rey filósofo como vos.. (cfr. la carta deco escrita en septiembre <strong>del</strong> año 1757; ed. ciL., vol. III. p.177 Clr. VOLTAJRE, Le Prix de lajusticut de I'humanili (1777PolilU¡ue de Vollaire (Textes choisis et presentés par Rémand Colin, Pañs, 1963, p. 168.178 Cfr. Christiane MERVAUD, Vollaire el FrédéricII: une dra.... 1736-1778, The Voltaire Foundation, Oxford, 1985, p179 Cfr. ibíd., p. 106, nota 7. Voltaire podría haberse fosión al reparar en estas líneas: «Un genio tan vasto, un eme, un hombre <strong>La</strong>n afanoso como lo es Voltaire, se hubino hacia los empleos más ilustres, si hubiera querido salas ciencias que cultiva... (dr. FEDERICO II DE PRUSlA, «Próde Voltaire. (1739), en Omvres de Frédiric le Grand, ed. cit94


Memorias fundamentalmente para vengarse deca prusiano, dada la causticidad que rebosannas 171 , aunque a veces aflore algún pequeñode su viejo afecto hacia el antiguo amigo. Eque Federico redactó un Elogio soilre VoUairmurió éste l72 y, en cambio, Voltaire le dedicócatura literaria que albergan sus Memoria}73. Etico retrato de Federico, que sólo debía publila muerte de Voltaire según lo estipulado porcontrasta enormemente con las alabanzas queprodigando, no sólo en su correspondencia cnarca prusiano (donde ya mediada la décacincuenta sigue llamándole .Salomón <strong>del</strong> N\70 Cfr. VOLTAIRE, Memorias (Lrad., pról. y notas de AgustínValdemar, Madrid, 1994, pp. 42.171 Federico es presentado como alguien que declaraba guerrzones más frívolas yque, para colmo, ganaba las batallas tras hatado <strong>del</strong> escenario bélico (cfr. ¡bid., pp. 4!H7). De otro lado, ses despachada con suma crueldad, mediante satíricas alusiosunta homosexualídad e impotencia (cfr. p. 57).172 Cfr. FEDERICO n DE PRUSIA, Éloge dt Voltaire, en OeuvmGrand, ed. cit., vol. VII, pp. 50 Yss. El texto fue leído en unaordinaria de la Real Academia de Ciencias de Berlín el 26.1117! Federico lo había vaticinado en cieno modo, al presumir ete que -dada su longevidad- Voltaire le sobreviviria: .Todael gusto de verter algún malicioso epitafio sobre mi tumba, pmaré a mal yos absuelvo de antemano por ello» (cfr. la cana dVoltaire fechada el 12 de mayo <strong>del</strong> año 1760; ed. cil., vol.lll, p174 Cfr. la carta de Vollaire a Federico <strong>del</strong> año 1756; vol. UI, p93


maquiaveÚT, pero son tan poco seguidas y vetan poco acorde con la teoría que he abanentero esta obra. Yo la publiqué con la vana eque produjese algún bien; sin embargo, nodo sino dinero para los libreros» 167. <strong>La</strong> decetaire fue tan grande como las expectativas qpositado en Federico. Todavía el 18 de oct1740, el embajador prusiano en <strong>La</strong> Haya reneas de un pletórico Voltaire: «Tengo sobrapara esperar que la conducta <strong>del</strong> rey justimente al AntimaquiaveÚi <strong>del</strong> príncipe» 168, añsu estima hacia esta obra supera incluso apor las Meditaciones de Marco Aurelio. Yese mcribe al señor de Cideville, describiendo aAurelio <strong>del</strong> orte» como «un hombre quef:ilósofo y un rey que piensa como hombre»bargo, en sus Mem01ias, que no consintiósino pósturnamente, nos brinda un retrato m«Al rey de Prusia, algún tiempo antes dedre, se le ocurrió escribir contra los princquiavelo. Si Maquiavelo hubiera tenido un'.7 Cfr. VOLTAlRE, Otu....CompliUs-ed. Moland-. Pañs. 1p.83.168 Ur. Oeu.vrtS tU Voitaire (avec préfaces, avertissements, nochal), Pañs, 1831; vol.llV, p. 225.,.. Cfr. ilJíd., pp. 23",236.92


mente hasta Arnsterdam y urde todo un relatopara tranquilizar a su regio amigo. Le dice quetado sabotear al impresor, manipulando las gaunque no ha logrado paralizar sus prensas. Asas, le sugiere publicar cuanto antes otra edicdesautorizar la que ya está en camino. <strong>La</strong> estrataresultado y se publican así, no una, sino dos e<strong>del</strong> texto, que rápidamente se traduce a varios ialcanza sucesivas reimpresiones en muy brevetiempo. Pero, al fmal, Federico no queda satisfcribe lo siguiente a Voltaire: .He leído el Mtu¡uprincipio a fin; pero, a decir verdad, no estoy eto contento y he resuelto cambiar lo que no masí como hacer una nueva edición, bajo mi supen Berlín. A tal efecto, he redactado un artículogacetas, mediante la cual el autor <strong>del</strong> Ensayo deslas dos impresiones. Os pido disculpas, pero nodo actuar de otro modo, porque hay tanto devuestra edición, que ha dejado de ser obra mía;esta obra constituirá una buena ocupación parvierno» 166.Por supuesto, demasiado entretenido con lata de Silesia, Federico nunca supo encontrapara ocuparse de semejante tarea. También Volt'06 Cfr. Carta de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 7.11.1740; ed. cil., vol91


Tanto más ahora, que refutaréis a Maquiavvuestra conducta; por ello espero vuestro coto para ver impreso el antídoto preparadopluma»l64.Con una gran demora, un atribulado Fedfesará no disponer de tiempo para corregir lfinitiva <strong>del</strong> texto, aduciendo que más le valdri«ir pensando en refutar a Maquiavelo con men lugarde mediante mis escritos»l65.Con la corona gravitando sobre su cabezaque ya es un monarca in pectore se desentienpleto <strong>del</strong> asunto, en tanto que a Voltaire le smente lo contrario. Aun cuando no ha recneplácito de Federico, emprende negociaimprimir la obra en Holanda. Por otra parmentos cambian de registro yescribe varias veco para hacerle ver que su texto sólo podria imodo positivo en sus relaciones diplomáticpotencias europeas. Acogiéndose a la divisa dcalla otorga, Voltaire entrega primero el textoy se lo comunica después al autor, advirtiénd164 Cfr. la carta de Voltaire a Federico fechada el 10.3.174p. 332. <strong>La</strong> cursiva es mía.165 Cfr. la carta de Federico a Voltaire <strong>del</strong> ]8.3.1740; ed. ci90


manuscrito hasta que se me permita disponemo»162.A Federico ahora sólo le preocupa que supublicado de modo anónimo, para evitar engratuitamente con otros monarcas europeos.ro <strong>del</strong> año 1740 remite a Voltaire los materialtaban como quien se libera de una carga, mála ilusión <strong>del</strong> trabajo finalizado después de mfuerzosl 63 • Con su padre agonizando, y casi sel trono de Prusia, su distanciamiento respepublicación es cada vez mayor. Por contra, Vha ido encariñando paulatinamente con ellejos de limitarse a realizar un revisión formalto, encuentra que Federico se ha dejado enun puñado de buenos argumentos y, al aprescorporarlos, desborda con mucho el encargo162 Cfr. ibíd.165 .A pesar <strong>del</strong> poco úempo de que dispongo para mí, heacabar la obra sobre Maquiavelo. Os envío lo que faltaba yme panicipéis vuestras cñticu. Estoy decidido a revisar yniendo entre parénlesis mi amor propio, lodo cuamo juz.gde ser presentado aJ público. Hablo demasiado librememegrandes pñncipes como para consentir que el AlIJimaquiacon mi firma. Por ello he resuello hacerlo imprimir, despuécorregido, como la obra de un aUlor anónimo. Así pues, mlodas las injurias que deis en considerar superfluas y no lolefalla conLra la pureza <strong>del</strong> idioma. (cfr. la cana de Federico3.2.1740; ed. cit., vol. l. p. 326).89


con este contraveneno al final de cada caconvierta en uno de los más preciosos mola literatura»16J.Mas todas estas alabanzas quieren introdcas literarias a 10 que lleva leído. En resumlo encuentra demasiado largo. Un ingesuyo, tan amante de los aforismos y <strong>del</strong> epfrase lapidaria que aniquila con toda contargumentos <strong>del</strong> adversario, no podía verotro modo. No le parece acertado que los crefutación superen en extensión al textoanuncia la poda que se propone llevar a caconsienten. Pero no sabe muy bien cómopara no desanimar a su distinguido amigocluta opiniones ajenas para exponer la protidme, monseñor, deciros que, según las ode madame de Chatelet, coincidentes con mrecer, hay algunas ramas en este hermosopodrían podar sin dañarlo. El afán por oppreceptos de usurpadores y tiranos ha devogeneroso ánimo y os ha embargado en algnes. Si es un defecto, más bien parece una161 Cfr. la carla de Voltaire a Federico fechada el 18.12.17p.316.88


uena nota y relee a Maquiavelo en italiano paralgunas directrices, además de seguir alentandoco para elaborar lo que deberá ser «el catecismoyes» 159. A comienzos de noviembre <strong>del</strong> año 173co envía ya unos cuantos capítulos, para que Voexamine y le sugiera las correcciones que creaopAl mandarle una segunda remesa, le confía sucon estas indicaciones: «Es preciso que vos oficipadre putativo de tal infante, y que añadáis a sción lo que demande la purezade la lengua franpoder ser presentados en público»160. Implicaese punto en el proyecto, Voltaire da un paso máta el honor de redactar un prólogo para esta obque asimismo quisiera oficiar como editor literde pronto ya ha concebido el título que la haráAntirruu¡uiaveÚJ (Federico había titulado su trabación <strong>del</strong> príncipe de MaquiaveÚJ). Estas peticionescoltadas por toda unasarta de pomposos halagos«Monseñor, es menester, por el bien <strong>del</strong> muaparezca esta obra; es preciso que se cuente co1.. Cfr. la cana de Federico a Voltaire <strong>del</strong> 26.6.1739; ed. cit., v159 Cfr. tacana de Voltaire a Federico fechada e118.10.1739; ep.307.160 Cfr.!a cartade Federico a Vohaire <strong>del</strong> 4.12.1739; ed. cit., v87


príncipes. No basta con mostrar la virtudbres, también es preciso activar los resortesal margen de los cuales hay muy pocos queclinados a seguir la recta razón" 156.«A vos -le contesta un entusiasta Voltapete destruir al infame político que erigió evirtud. <strong>La</strong> palabra político significa, en su orivo, ciudadano, mientras que hoy, merced aversidad, viene a significar embaucador de loDevolverle, monseñor, su auténticasignificaconocery amar la virtud a los hombres,,157.Esta incitación se desliza de uno u otro mocada unade las cartas enviadas porVoltaire arante aquellos meses. Incluso se permite realgunas lecturas a quien apoda como «nuevrelio" (mote que agrada enormemente al msiano). Federico, por su parte, correspondegentilezas comunicándole que sólo pretendenseñanzas: «Mi meditación contra el maqupropiamente una continuación de la Henriada'56 Cfr. l. carta de Federico. Voltaire <strong>del</strong> 16.5.1739; ed. c157 Cfr. la carta de Volt:aire a Federico fechada el 25.4.173p.269.86


dencia cruzada por entonces entre Federicore 154 . Un Federico fascinado por la Historia dLuis XIVsólo encuentra un reproche que hacetor: haber contabilizado a Maquiavelo entredes hombres de su época l55 . Voltaire no vacilaplacer a su egregio corresponsal y tacha el noMaquiavelo, reconociéndolo indigno de figumejante nómina. Un año después, en marzoFederico le participa su proyecto de rebatirmaquiavelianas. Dos meses más tarde Federpermite visualizar claramente las adiciones, enmiendas y talroducidas por Vollaire denlro <strong>del</strong> texto de Federico, así comtas versiones correspondientes a un par de capítulos.15~ «-Siguiendo su impostada costumbre de dar por autOrespolíticas yreligiosas a personas supuestas o muertas, Voltaireimputar a Federico 1I de Pmsia un libro que no había escritosueltamente que la redacción <strong>del</strong> Anlirntlquiavtlo pertenecíaaquel príncipe, y que él se había limitado a corregir, anotaproducción. En realidad hubo bastante más que acicalamiensuya. (Cfr. Edmundo GoNZA1.F.Z BlANCO, estudio intToductosión castellana de N. MAQUtAVELO, El Principe, comentado pornapam, Ediciones Ibéricas, Madrid, s. a. [1933J, p. 226.)154 El estudio inlroductorio que antepuse a mi edición casteuna morosa crónica de dichos avatares (cfr. FEoF.RICO ti m:maquiav


primado de lo político sobre la moral, su ada! trono había suscitado grandes esperanzanos de los más insignes pensadores europdidos como estaban de que la historia podrializado en su persona el viejo sueño pfiJósofo-rey. En una buena medida la culpapectativas vino a tenerla precisamente Voltodo, su empeño por publlcar, incluso contrcia fina! <strong>del</strong> propio autor, un ensayo que Feredactado mientras no era todavía sino el prdero <strong>del</strong> trono prusiano. Esta obra, cuyo útAnti1llaquiaveÚJ, tuvo una enorme repercusiómento, dado que, aun cuando fuera publicaconstar el nombre de su autor, el misteriopresunto anonimato sobre quién lo había etó ser un secreto a voces. Todo el mundotrataba <strong>del</strong> flamante rey de Prusia, que acacoronado cuando este libro comenzó a circropa. Se llegó a dudar, eso sí, <strong>del</strong> nivel deción aportada porVoltalre a esta empresa l52algún comentarista le presentaba hace tan s'" Hasta 1848 no se publicó la FlLfulllción d


no, pues casi un año antes de recibir tal encarenviado estos versos a su ya por entonces regponsal: -Cuando teníais un padre, y en esteúnico dueño, / vos erais filósofo y viviais bajopropias leyes. / Hoy en día, una vez elevadomerecimiento al rango de los reyes, / habéis dveinte señores al mismo tiempo,,148. De la veamos a los que Federico debe servir en cuantoria es citada en primer lugar porVoltaire comoque suele darnos a elegir entre seguir nuestro pterés o cumplir fielmente nuestros pactos y proA esas alturas Voltaire ya se había dado cuenta dderico anhelaba «ocupar su rinconcito en el tla gloria", so pretexto de servir a su patria l50 .sabe, muy poco tiempo después de acceder alderico II de Prusia decidió acudir a su cita cone invadir Silesia151.•47 .SagIoi,.. tl SIm profil, vojUí son Dieu, sa IAj. /11 pensun philoduitmRoi•.H8 «Quand vous avíe: un pire, el diJm ce pere un maitre, / Vous elitI vívit.:z S01U vos lDis, / Aujourd'hui, mis au mngdes roU, / El pludigne de l't,.., / Vous _ apendant vingt mo;tres á laJois- (cfVoltaire a Federico <strong>del</strong> 15.5.1742; ed. cit., vol. n, p. 124).'49 Cfr. ¡bid., p. 125.'50 Cfr. FEDERIco 11 DE PRUSIA, DiaI"K'Ude mmaL.., ed. cit., vol1'1 Cfr., v.g., W. F. REoOAWAY, Ftdmcotl Grantk(traducción deJuan) Planeta, Madrid. 1964, pp. 88 yss.83


sas plasmadas en un tratado deben romperlo imponga el interés <strong>del</strong> Estado y otro tancon respecto a la propiedad, toda vez que scualesquiera derechos respecto a los territcomo Federico demostró en cuanto se locasión para ello.Con todo, Federico nunca logró identiftero con su Mr. Hyrk político y la concienDr.Jekyllque llevaba dentro no le abandonmomento, instándole siempre a diferencdos esquizofrénicos oficios. En su correspoVoltaire, sin ir más lejos, le ruega que sepaél .al hombre de Estado <strong>del</strong> filósofo», aseg«se puede ser político por deber y filósofoción» 146, como sería su propio caso.Anticipándose al juicio de la posteridaquiso inmortalizar esa disquisición en untico puesto a los pies de un retrato <strong>del</strong> mono, mas no en el sentido que pretendíaquien hubiera disgustado sobremanera clíneas <strong>del</strong> pensador ginebrino, por cuantosu primado de lo político sobre la refleximoral:146 Cfr. la carl:a fechada el 1g de febrero <strong>del</strong> año 1749, edrichs des Grosstn mil VoUaim, ed. cit., vol n, p. 245.82


tan escrupulosa como la descrita poco más tardformalismo ético kantiano l45 •En cambio, nada de todo ello resulta válido<strong>del</strong> monarca prusiano cuando asume las oblipropias <strong>del</strong> político. Como ya hemos visto, suresponsabilidades de gobierno le fueron enseñalas exigencias políticas no suelen compadecelos imperativos de la moral. Si bien el honorpor encima <strong>del</strong> interés para el común de los mesto le obliga sin más a mantener sus promesasuna palabra que se ha empeñado a la ligera,peIjudicial que tal cosa pueda resultarle, no esasí para el estadista, quien se ve sometido a upio aún más alto que la propia moralidad, cuaterés <strong>del</strong> Estado. <strong>La</strong> razón de Estado se impola moral <strong>del</strong> individuo. El secreto y el ocultamlas verdaderas intenciones vale así más que lala sinceridad. <strong>La</strong>s decisiones políticas no reante una conciencia moral inflexible y don<strong>del</strong>ugar para relativismo alguno, sino ante una poque habrá de tener muy en cuenta el contexto,.. Cfr. jbid., p. 104.145 Como se sabe, para Kant, el hallarse contento consigo misjridenheif) constituirá la condici6n fonnal de toda felicidad (cR. ARAMAro, Critica de la TaZÓnuaónica. En lbmoa las apmías mo(pról. deJavier Muguena), Tecnos, Madrid, 1992, pp. ~5~~60- 81


<strong>del</strong> diálogo en cuestión, aquel que interrogamente al otro, le plantea esta interroganteque las leyes castigan los cñmenes públicos;tas malas acciones, envueltas entre tinieblocultas a la penetrante mirada de Temis¿Por qué no señais vos uno de tantos culpabque disfrutan de sus fechoñas a la sombra ddad?.. 142. <strong>La</strong> respuesta es que nada queda tancomo para no aflorar a la luz tarde o tempra<strong>del</strong> tiempo se hace insoportable al abrigarser descubiertos un día u otro. Y por si estomientras nuestro crimen permanece ocultoatormentados por el remordimiento. «¿Acasfocar la voz de mi conciencia con sus vengativmientos? Esta conciencia es como un espejuna vez que nuestras pasiones están apacigua reflejarse todas nuestras deformidades [m<strong>La</strong> forma de mantener limpio este singularevitar hacer a los demás todo lo que no quenosotros mismos, como porejemplo no despde sus propiedades o seducir a la mujer detener escrupulosamente mis promesas, abs14' Cfr. ilJíd.. p. 91.'" Cfr. FEDERJ


miento de toda sociedad.Sin ella el hombre se comportaría comotruo intratable, incurriendo en toda serie dedes; en orden a dulcificar sus bárbaras costulegisladores promulgan leyes y algunos filósñan la virtud 138 • Ahora bien, como únicamentdes genios pueden conservar el buen sentidorar las tinieblas de la metafisica o las abstracla religión 139, se hace necesario emplear unmás general y simple para volver virtuosos abres; «este resorte tan poderoso-nos dice Fes el amor propio, ese guardián de nuestración, ese artesano de nuestra felicidad, esa fgotable de nuestros vicios y virtudes, ese ocupio de todas las acciones humanas. 140. Usuficientemente hábil podría servirse de talpara contrarrestar las pasiones con lo único qconseguir frenarlas: otras pasiones de distin<strong>La</strong> gran recompensa <strong>del</strong> comportamiento virtla felicidad alcanzada por un ánimo sereno yconsigo mismo porque no tendría nada qcharse. Esta felicidad suprema se consigueesa implacable voz secreta de la conciencia q13. Cfr. .p. cil., p. 87."., Cfr. ¡bid.• p. 89.,.. Cfr. ¡bid., p. 90.- 79


mo de moral, puesto que su interés primoren la ética y no desde luego en las especulafisicas l35 • Por eso le gustaría -que los filóaplicados a investigaciones tan peregrinasles, ejercieran sobre todo sus talentos en my su vida sirviera como ejemplo para los diFiJosofia y ética se identifican en quien gblicar sus escritos como las OlJras <strong>del</strong>filósofo de(el nombre que había puesto a su palacioI~~ Cfr. FEDERIco 11 DE PRUSIA, Di.ssertation sur l'innoance d(17!lB), en OeurmstúFridiriclLOrand, ed. cit., vol. Vl1I, p'>4 Cfr. Examen tú l'tssai sur /e$ flrijugis, ed. cit., p. Is7.ISS «Cuando me refiero a la filosofía no estoy pensando enla metafisica. <strong>La</strong> primera, pese a su carácter sublime, no estfavorecer las relaciones entre los hombres; la dejo en mansioso inglés, para gobernar el cielo como le plazca. mienten el planeta que habito. Por lo que hace a la metafisica,lleherJa descrito como un baJón lleno de aire. Cuando noque viajar por ese país, se deambula de fonna errática enabismos; y estoy convencido de que la naturaleza no nosmodo alguno para adivinar sus secretos, sino para cooperpropone llevar a cabo. Saquemos todo el partido posiblequietamos por la cuestión de si 50n m6viles superiores o elo que nos hace actuar- (ár. carta de Federico a VoltaireBn.fw


puede caer con suma facilidad en la tentación dfreno y llegar a convertir los propios caprichosbusca tranquilizarse a sí mismo erigiendo a! agloria como el mejor freno contra los abusos deno 1 !lO. Muy a pesar suyo, Federico debe terminamitir que la política o «ciencia <strong>del</strong> gobierno sucapítulo aparte» de todas las demás y no puedeciadasin conocimiento de causaporel filósofo l34.1. LAs CUITAS MORALES DEL «FILÓSOFO DE SANs-Reconocer esta escisión entre gobierno y fildecir, ese radica! antagonismo entre lo políticoral que ha ido constatando a través de los dileque le ha enfrentado el poder, no podia resultafácil a quien declaró en su testamento «habcomo filósofo» 132, a pesar de haberle tocadojuglevante papel político. A lo largo de sus escritoco refleja con insistencia su gran afición por laque viene a caracterizar como «una pasión que'29 Cfr. ¡bid.'''' Cfr. .p. cit., p. 49.,S! Cfr. Examen de l'Essaisurw prijugis (1770), en 0euVrt5 deFrided. cil., vol. IX, p.141.... Cfr. FF.oERlCO (J DE PRUSIA, Testament du roi, en 0euVrt5Grand, ed. cil., vol. 11, p. 215.77


juicios temerarios y que, no pudiendo jucomprometer el interés <strong>del</strong> Estado, (el scontente con legitimarse ante los ojos desinla posteridad. 126.En su lrif(JT7TUi acerca <strong>del</strong> gvilierrw prusiano,vierte que, a su juicio, «el secreto es una vircial para la política como consustancial al arra. 127 • Tanto eljuego político como la conprecisarian de su servicio para tener éxitoprusiano sucumbe así ante lo que se ha dado.principio <strong>del</strong> presente trabajo síndrmne de Gembargo, también debemos darnos cuentmismo tiempo, se ve obligado a confesar coridad que la hipocresía y el fingimiento corasgos fundamentales <strong>del</strong> político, cuyas accserjuzgadas con un rasero distinto a las pa<strong>del</strong> hombre particular, teniéndose muy pretextualización, y por parte <strong>del</strong> únicojuez imal no estar escorado por la envidia, no se depanegíricos o sátiras interesados: la histori125 Cfr. op. liL, p. XXVII.126 Cfr. ¡bid., p. XXVIII.127 Cfr. FEoooco 11 DE PRUSIA, &posé du gr>tlVnenl prusur leslflUls il roule, alH!C 1flU/ques 7iJlexíom polil/ques (1775/1deFridbic LeGmnd, ed. cil., vol. IX, 188.128 Cfr. Diswun sur les saJiriques (1762), en Oeuvrn deF7idciL, vol. IX, p. 50.76


mismo razonamiento con el firme propósitozar sus argumentos. En un alarde que nos rmal que le pese al monarca prusiano, la franqtivada por Maquiavelo, Federico asegura tomacencia de recitar en alta voz lo que cada cuadentro de su fuero interno sin atreverse a recoYa renglón seguido establece una serie de pque refuerzan su postura, queriendo hacernola conducta de todo soberano sólo está regidinterés <strong>del</strong> Estado y cómo los príncipes no sonclavos de dicha leyl24.Atrapado por su propio discurso, Federico Isia enumera los motivos que pueden habilitar arano para no respetar sus tratados. De los cuados resultan inobjetables, a saber, que los aliada sus compromisos o que se adolezca de recurcumplir lo pactado. Los otros le sumergen en uladiza y arbitraría casuística, donde todo acabavir de coartada para incumplir la promesa hechsospechar sin más que vamos a ser engañados hcausa de fuerza mayor. Al final afirma textu«¿Acaso vale más que la población perezca o qusu tratado el príncipe? ¿Quién sería tan idio124 Cfr. FEDERICO IJ DE PRUSIA, «Introducción de 1775 a [..' HiIemP",


aquello que se deriva de la misma, lo que nosjuzgar si es buena o mala" 122. No deja de sertras haber invocado -mure kantianc;- a unluntad en sí misma como piedra de toque psar nuestro valor moral, abdique tan radicalformalismo éúco y apele al éxito para refrenmo criterio valorativo. <strong>La</strong> contradicción es depectacular para no reparar en ella y por esoentre dos raseros harto diferentes: el de la my las obligaciones <strong>del</strong> estadista u hombre púdando en la idea de que ser honesto con arrepias convicciones morales es algo vedado parde ahí su obsesión, explicitada ya en 1743, deteridad no llegue a confundir al filósofo conIncluso dentro de una y la misma persona, esonajes observarán un comportamiento sobrtinto con respecto al mantenimiento de las p«En tanto que particular, un hombre quete a otro su palabra debe mantenerla, por mpromesa pueda peIjudicarle al haberla hechdo irreflexivo, pues el honor se halla por debrés; sin embargo, un príncipe podría expondos a enormes desgracias. 123."" Cfr. op. cil., p. XVII.'" Cfr. ¡bid., pp. XVI·XVlI.74


va en los acontecimientos de su época, quierun relato bien documentado y objetivo de lodurante su reinado, sin «ocultar nada sobrepersona», para demostrar(se) que, pese a habeaquellas «razones que obligan a todo príncipcen seguir la práctica que autoriza el engañodo <strong>del</strong> poder», su corazón dista mucho de hato corrompido por ello, a la vista de la generosupo derrochar para con sus vecinos120. Estacatarsis autopsicoanalítica será empleada ende las nuevas introducciones que Federico redsus memorias. Tanto en el prólogo escritodespués, en 1746, como en el redactado en 1ánimo autoexculpatorio ante sí mismo y antria continúa siendo el principal protagonistpáginas.«A la posteridad --escribirá en 17~le tonos tras nuestra muerte y a nosotros juzgarnonuestra vida. Para ello debe bastarnos el que nutenciones hayan sido puras y hayamos amadopues eso evita que nuestro corazón sea cómplerrores cometidos por nuestro espíritu» 121. Tra,.. Cfr. ibíd.• pp. 86 Y84.12' Cfr. FEDERICO 11 DE PRUSIA, .Prologo de 1746. L'Histoi",den o.u""" deFridéride Grand O, D. E. Preuss--


quedar atrapado en el gran torbellino polítpa. Expuesto a ser constantemente traicionaliados, abandonado por sus amigos, avasacelos y la envidia, uno se ve constreñido finacoger entre la terrible resolución de sacrifblos o su palabra» 118.El monarca prusiano se ha encontrado epolítico con unas reglas dejuego que no puya las que debe plegarse toda política, una dmjsas más elementales determina una relamente proporcional entre virtud y eficacia.-ha de confesarnos a regañadientes-- setralmente opuesto en muchos extremos alos particulares, mas no lo es con respectopríncipes, quienes, sobre la base de un mutmiento tácito, se otorgan el privilegio deambición al precio que sea, aunque paraque secundar todo cuanto exija su interés esangre y fuego, cuando no medjante intrigaen las negociaciones, faltando incluso a laobservancia de los tratados, que para ser frasinojuramentos consagrados al fraude y la'" Cfr. Naclrag. %U dem Briefw


Federico el Grande sufrió de un modo parady en sus propias carnes estos conflictos interpios de una mentalidad moderna. Por suptambién solía romper sus tratados a su enteniencia, como por otra parte lo hacía todo elpero no dejaba de tener cierta mala conciencicerlo, llegando a experimentar una necesidadsiva dejustificarse tanto ante sí mismo comoestole importa todavía más- ante la posteridjuiciar sus actos debía desdoblar su personalide que una faceta compensara la otra; su vocasófica le servía para enjugar los errores (u himputables a la vertiente política. En el primcio a su Crónica de mi época, remitido a Voltairenales de mayo <strong>del</strong> año 1743, Federico 1I de Prvotos para que las generaciones venideras pucernir en él esas dos vertientes y no confundsofo moralista, cuyo corazón quiere conservae inmaculado, con el político instado a comeuna tropelías por mor de las circunstancias.respetar la palabra dada y arruinar los intepueblo, el político se veía obligado -malgrétcoger el mal menor:71


no es el de haber resuelto el dilema de las retre la política y la moral, sino el de haber forproblema de una manera tal que dicho dilepodido ser olvidado o esquivado. 1l6 .Todo esto parece bastante claro y no haceen ello. Sí nos interesa, en cambio, recoger amentario de Friedrich Meinecke que nos coel próximo capítulo <strong>del</strong> presente trabajo. «Coideas rectoras de Maquiavelo hubiera podidosin duda, la exigencia para el principe de unaral interior, siempre que ésta se combinara cnecesaria para, en caso de necesidad política,sí el conflicto entre moral individua! e interésrealizando así un sacrificio trágico. Sin embalución <strong>del</strong> problema, tal como hade ofrecérnde Federico el Grande, quizá no era todavíala mentalidad de Maquiavelo y de su época. Econflictos internos, refracciones y problemas tsupone una mentalidad refinada, más moderntalidad que acaso no comienza hasta Shakesp116 Cfr. Georges MOUNIN, Machiav


ales no constituyen la premisa básica <strong>del</strong> juegoque, por añadidura, suelen resultar perniciosoeficacia, por cuanto que la observancia de cieréticas podria reportarnos una seria desventajpecto a nuestros contrincantes, bien predispuedirlas o subvertirlas a la menor oportunidadpresente. Por lo tanto, se impone conocer todamañas para esquivarlas o incluso aplicarlas cumenester hacerlo. «Si se quisiera --escribió FedPrusia-prestar probidad ybuen sentido a los edos pensamientos de Maquiavelo, habria que pmás o menos así. El mundo es como una partidajuego en donde,junto a losjugadores honestoshay bribones que hacen trampa; para que unque debajugaresta partida, no se vea engañadoso que sepa el modo como se hacen las trampasgo [...) parano quedar burlado porIos demás., 1Conviene conocer las trampas de los tahúreverse timado por ellas. E incluso el autor <strong>del</strong> Avelo reconoce que se impone conoceresas artimesquivarlas, o no dudar en aplicarlas cuando ster hacerlo así -según demostraría luego con sta. Hay que saber no ser bueno en caso de necees todo cuanto dice Maquiavelo, mas no es pocque con ello abre las puertas a una ciencia nuev11> Cfr. Antimaquiav


Este librose tenninó de imprimiren los Talleres Gráficosde Huertas, S. A.Fuenlabrada, Madrid, España,en el mes de octubre de 1997

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