Servicio ADVENTISTALiv Olsen tiene ochenta y dos años, yle agrada ayudar a las niñas en riesgo.Olsen vive en Moss (Noruega).Hace cuatro años viajó desde Noruegaa Chiang Rai (Tailandia), para visitarel flamante refugio «Niñas seguras»,que ella había ayudado a financiar pormedio de ADRA Noruega y ADRATailandia.«En realidad aún no he entendidotodo lo que ha sucedido –dijo Liv enesa ocasión–. Que yo pueda ser partede esta obra, me parece irreal, comoun sueño. Lo mejor de este viaje esreunirme con las niñas y ver con mispropios ojos el hermoso edificio. En estehogar, ellas están bien atendidas y sesienten seguras. Disfrutan de una camacómoda y de alimentos sanos. La genteque trabaja aquí es maravillosa, y estábien capacitada».La trágica realidadTailandia es uno de los países conmayor índice de trata de blancas. Seestima que el cuarenta por ciento de lasniñas y jóvenes que se dedican a la prostituciónen todo el mundo, provienendel norte de Tailandia. El país tambiénsufre elevados niveles de pobreza. Amenudo, se les dice a los padres que sushijas tienen oportunidades de trabajoen Bangkok o alguna otra ciudad, yhogarUnGry HaugenseguroNuestra contribuciónen la lucha contrala trata de blancasDIVERSIÓN Y JUEGOS: Un grupocoral de niñas noruegas devisita en el refugio, durante unmomento de juego.24 Adventist World | <strong>Sept</strong>iembre <strong>2014</strong>
VISITA EMOCIONANTE:Liv Olsen, la anciana queayudó a establecer el refugio«Niñas seguras», visita el lugar.Se estima que el cuarenta por cientode las niñas y jóvenes que se dedican ala prostitución en todo el mundo,provienen del norte de Tailandia .SEGURIDAD PLENA: Las niñasque se benefician del refugio«Niñas seguras» pueden anticiparun futuro libre del flagelo delabuso y la prostitución.se les entrega a cambio el equivalenteal salario de un año. Aunque a lasjóvenes les prometen buenos empleos, amenudo terminan forzadas a ejercer laprostitución.Por muchos años, Liv Olsen haahorrado dinero para que las jovencitasdel norte de Tailandia tengan un hogar.Para hacerlo, por ejemplo, andabaen bicicleta por la ciudad en lugar detomar el autobús. «Y el Señor me habendecido –dice Liv–. Acaso debido alciclismo, soy la única de la familia queno sufre del corazón». Ella creció enlas Islas Lofoten en una época en queestaban aislados y sin muchos recursos.Por eso, sabe muy bien lo que significatrabajar duro para sobrevivir.Las niñas del refugio de Tailandiapertenecen a familias extremadamentepobres; la mayoría, proviene de aldeasde los montes y selvas del norte del país.El refugio puede albergar a cuarentajovencitas, la mayoría de las cualestienen trasfondos difíciles causados porla enfermedad, la muerte, las drogas,el abuso y la falta de atención y educación.Estos y otros factores favorecenla trata de blancas que prevalece en laregión. Hay informes que afirmanque hasta niñas de ocho años sonforzadas a prostituirse, pero otras sonllevadas a países desarrollados de Asia,Norteamérica y Europa, donde sonforzadas a hacer tareas domésticascon escasa o ninguna paga, trabajandomuchas horas sin recibir ningúnbeneficio o atención médica.Hacer la diferenciaEn colaboración con ADRANoruega y ADRA Tailandia, Liv Olsencontribuyó a cambiar de manerasignificativa la vida de muchas niñas.En ese refugio, disfrutan de un hogarseguro, asisten a la escuela, ayudan acocinar, mantener la huerta, lavar laropa, y realizan tareas similares a lasque harían en sus aldeas. Las mayoresreciben capacitación vocacional, y lasayudan a encontrar trabajos honorables.El programas «Niñas seguras» constade tres componentes: el hogar paraniñas vulnerables; apoyo educativo paralas que permanecen en sus aldeas; ycampañas y capacitación sobre el temade los valores –para los padres y las adolescentes–procurando advertirles sobrelos peligros de la trata y la explotación.Además de eso, ADRA brinda apoyoa proyectos de desarrollo rural en variasaldeas, en cooperación con el gobiernoy los líderes locales. ADRA contribuyea sistemas de agua potable, el mantenimientode la salud, la educación y eldesarrollo de mejores técnicas agrarias.Cuanto más permanecen las niñas en laescuela, más remota es la posibilidad deque abandonen su hogar.Para una anciana viajar hasta elextremo norte de Tailandia no es unarrebato de espontaneidad. DesdeNoruega es un largo y difícil viaje queincluye una diferencia horaria de seishoras. También implica adaptarse adiferentes alimentos y culturas. «Perovale la pena –dice Liv–. Hay muchosque dicen que no tiene sentido, que nosirven para nada estas “pequeñas gotitasen medio de un océano”. Sin embargo,¡miren a estas niñas! Por cierto, paraellas sí funciona. Y una a una, estamosdedicados a ayudarlas». nGry Haugen vive cerca deOslo, y trabaja para ADRANoruega en comunicaciones,relaciones públicas y promoción.Le gusta mucho cantar, y es coordinadorade música de la Unión Asociación de Noruega.Fotografías por cortesía de Heidi AnettOldebråten / ADRA NoruegaVol. 10 No. 9 | Adventist World 25