CIP-ECOSOCIALcondiciones de equilibrio tengan algún valor explicativo, (y), el futuro puede ser demasiadoimportante para dejarlo al capricho de <strong>la</strong>s expectativas erradas y los altibajos de <strong>la</strong> éticaprotestante» (Solow, 1975, pp. 378, 384, 390).Más aún, si consideramos, entre otras, <strong>la</strong>s críticas de los postkeynesianos, enumerando <strong>la</strong>imposible información con <strong>la</strong> que habría que contar para aplicar <strong>la</strong>s condiciones deHotelling, «mercados de futuros bien organizados para todas <strong>la</strong>s fechas del porvenir; que losconsumidores conozcan, con certeza actuarial, sus necesidades de recursos energéticos encada momento; que los empresarios conozcan con certeza actuarial el coste, para cada fecha,de sus flujos de producción y <strong>la</strong> trayectoria futura de <strong>la</strong>s tasas de interés» (Davidson, 1984,p.173), así como <strong>la</strong> crítica de Martínez Alier, en una línea simi<strong>la</strong>r, al considerar que «<strong>la</strong>asignación intergeneracional de recursos agotables proporciona un argumento en contra delindividualismo metodológico de <strong>la</strong> teoría económica, (ya que) muchos de los agenteseconómicos relevantes aún no han nacido, y no pueden por tanto expresar sus preferencias”(Martínez Alier, 1987, pp.44-46), <strong>la</strong> conclusión es c<strong>la</strong>ra: <strong>la</strong> economía de los recursosnaturales agotables, tal y como se ha p<strong>la</strong>nteado, presenta serias limitaciones en cuanto a sucapacidad explicativa.Sobre el problema de <strong>la</strong> valoración monetaria de los efectos ambientalesUna de <strong>la</strong>s cuestiones actualmente más de moda, si atendemos a <strong>la</strong> literatura recientesobre el tema, es <strong>la</strong> de <strong>la</strong> valoración monetaria de los beneficios y costes ambientales.Consecuencia lógica de los supuestos de los que parte <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada economía ambiental, queno son otros que los de <strong>la</strong> economía estándar, siendo aquel<strong>la</strong> como es una extensión de ésta aun nuevo campo de análisis. No es extraño, como veremos a continuación, que uno de lostemas centrales de <strong>la</strong> economía del medio ambiente sea, justamente, el problema de <strong>la</strong>valoración.La reducción del campo de lo económico, por parte de <strong>la</strong> economía neoclásica, aluniverso de los objetos apropiados y valorados que se consideran productibles, p<strong>la</strong>ntea unserio problema a <strong>la</strong> extensión de este paradigma a aquellos bienes que, frecuentemente,tienen un valor de uso pero no de mercado, como es el caso de los bienes ambientales. <strong>De</strong>ahí <strong>la</strong> supuesta necesidad de establecer criterios de valoración monetaria directos eindirectos, para estos bienes, fuera del mercado real. Sin embargo, lo que en principio sepresenta como un problema sencillo de diseño y elección de <strong>la</strong>s técnicas apropiadas devaloración, que permitirían tomar decisiones «objetivas» en el marco de <strong>la</strong> gestióneconómica, se convierte en un embarazoso asunto no exento de p<strong>la</strong>nteamientos subjetivos demagnitud nada despreciable (Fischer, 1970, artículo traducido en este volumen).La relevancia del debate en torno a <strong>la</strong> valoración monetaria del medio ambiente sepresenta de forma manifiesta en dos ámbitos consustanciales al análisis económico: e<strong>la</strong>nálisis coste-beneficio (ACB) y el proceso de revisión de <strong>la</strong> contabilidad nacional, tanto enlo que se refiere a <strong>la</strong> valoración del denominado capital natural como a <strong>la</strong> corrección del PIBy/o el PNB como indicadores de bienestar social. Aunque aquí no nos vamos a ocupar de <strong>la</strong>discusión en torno a <strong>la</strong> forma de contabilizar el valor del capital natural así como sudepreciación imputable al PIB, conviene notar que <strong>la</strong> oficina de estadística de <strong>la</strong> ONU, aúnprefiriendo <strong>la</strong> contabilización en dinero, no deja de proceder con caute<strong>la</strong> «frente a <strong>la</strong>dificultad de <strong>la</strong> contabilidad física del patrimonio natural y a los riesgos de <strong>la</strong> valoraciónmonetaria poco fundada», sugiriendo <strong>la</strong> e<strong>la</strong>boración de cuadros contables separados (BressoM. 1993, p.145).14
<strong>De</strong> <strong>la</strong> Economía <strong>Ambiental</strong> a <strong>la</strong> Economía EcológicaEl método del ACB, íntimamente ligado desde su nacimiento al análisis de proyectosde inversión, ha sido utilizado con frecuencia, sobre todo en EE.UU., en el estudio dedeterminadas actuaciones sobre el medio ambiente. En efecto, aunque los costes y beneficiosambientales no son los únicos que presentan un problema de inclusión (por <strong>la</strong> dificultad detraducción a términos monetarios al tratarse de elementos externos al mercado) en el análisisde proyectos, el método ACB exige <strong>la</strong> traducción a términos monetarios de los mencionadosbeneficios y costes, utilizando para ello técnicas de valoración monetaria «de no mercado»de dudosa relevancia tanto empírica como conceptual (Eberle y Hayden, 1991, en estemismo libro). No obstante, <strong>la</strong>s dudas respecto al ACB como criterio de decisión económicano se dan so<strong>la</strong>mente en re<strong>la</strong>ción a <strong>la</strong>s técnicas de valoración sino que afectan a <strong>la</strong>s basesconceptuales del método, como guía de <strong>la</strong>s políticas medioambientales. La objeción másrelevante, en este sentido, es <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nteada por Pearce (1975, en este volumen) al poner demanifiesto que el vertido de residuos —medido en términos del impacto biológicoprovocado por los mismos— siempre que sea superior a <strong>la</strong> capacidad de asimi<strong>la</strong>ciónexistente imposibilita <strong>la</strong> eliminación de <strong>la</strong> contaminación con criterios económicos. «Esto sedebe a que, aplicando dichos criterios, siempre se aconseja que <strong>la</strong> emisión de residuos seasuperior a <strong>la</strong> capacidad de asimi<strong>la</strong>ción existente, por lo que <strong>la</strong> acumu<strong>la</strong>ción de residuoscontinuaría aumentando, <strong>la</strong> capacidad de asimi<strong>la</strong>ción disminuiría continuamente enproporción al aumento de residuos y al final nos encontraríamos en una situación en <strong>la</strong> quesería imposible <strong>la</strong> actividad económica y en definitiva <strong>la</strong> vida» (Aguilera 1992 a, p.34). Lacrítica de Pearce se centra en <strong>la</strong> validez conceptual del método en cuanto tal, y esto en dossentidos: 1) <strong>la</strong> irrelevancia del método, en tanto en cuanto en el caso de los contaminantescon efectos acumu<strong>la</strong>tivos <strong>la</strong> contaminación sólo puede aumentar, nunca eliminarse, y en elcaso de emisiones inferiores a <strong>la</strong> capacidad de asimi<strong>la</strong>ción del medio ambiente, aúnpudiéndose aplicar, carece de sentido su aplicación; 2) en el supuesto de emisionescontaminantes superiores a <strong>la</strong> capacidad asimi<strong>la</strong>tiva del ambiente esta técnica no parece <strong>la</strong>más adecuada, debiendo dejar paso a otros criterios, médicos, epidemiológicos y biológicosque definan <strong>la</strong>s pautas adecuadas para fijar tanto los niveles de emisión como los de calidadambiental. El rechazo, desde este punto de vista, del método ACB, p<strong>la</strong>ntea serias dudas conrespecto a <strong>la</strong> utilidad de <strong>la</strong>s decisiones de política económica basadas en este tipo de análisis,toda vez que lo que se cuestiona son los fundamentos conceptuales del método. Unaconclusión a <strong>la</strong> que ya había llegado Pearce (1973), hoy firme partidario de <strong>la</strong> aplicación delACB a los problemas ambientales, al referirse a los resultados analíticos obtenidos en elcontexto de <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong>s externalidades y a <strong>la</strong>s recomendaciones de política económicaque de dichos análisis se desprenden.Tanto en el enfoque crítico de Pearce como en el de Fischer, se seña<strong>la</strong> que <strong>la</strong> elecciónde <strong>la</strong> solución adecuada a un determinado problema medioambiental, a partir de losresultados del análisis coste-beneficio, no está exenta de una sustancial carga desubjetivismo. Si, como ya hemos indicado, en el caso de Pearce el problema reside en losproblemas de su aplicación al análisis medioambiental a partir del propio concepto de ACB,en el caso de Fischer, en cambio, el problema no sólo reside en que «los teóricos, en tantoque partidarios de los criterios de inversión pública que formu<strong>la</strong>n, tratan el contextoambiental bien ignorándolo bien siendo indiferentes a <strong>la</strong> distorsión potencial de losresultados teóricos», sino que <strong>la</strong> misma magnitud de los problemas de objetivos políticos, devaloración, etc., se resuelva <strong>la</strong>s más de <strong>la</strong>s veces acudiendo a juicios de valor noexplicitados, como es el caso de <strong>la</strong> elección de <strong>la</strong> tasa de descuento de costes y beneficiosfuturos. Tanto en uno como en otro caso, <strong>la</strong>s críticas atienden al núcleo mismo de unatécnica que se propone, generalmente, como instrumento paradigmático para <strong>la</strong> toma dedecisiones objetivas. <strong>De</strong> ahí que hayamos creído justificada <strong>la</strong> inclusión de ambos trabajosen este libro.15