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Evangelii Nuntiandi - Iglesia Católica Conferencia Episcopal del ...

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Desde el punto de vista espiritual, este mundo moderno parece debatirse siempre enlo que un autor contemporáneo ha llamado "el drama <strong>del</strong> humanismo ateo" (77).Por una parte, hay que constatar en el corazón mismo de este mundo contemporáneoun fenómeno, que constituye como su marca más característica: el secularismo. Nohablamos de la secularización en el sentido de un esfuerzo, en sí mismo justo ylegítimo, no incompatible con la fe y la religión, por descubrir en la creación, en cadacosa o en cada acontecimiento <strong>del</strong> universo, las leyes que los rigen con una ciertaautonomía, con la convicción interior de que el Creador ha puesto en ellos sus leyes.El reciente Concilio afirmó, en este sentido, la legítima autonomía de la cultura y,particularmente, de las ciencias (78). Tratamos aquí <strong>del</strong> verdadero secularismo: unaconcepción <strong>del</strong> mundo según la cual este último se explica por sí mismo sin que seanecesario recurrir a Dios; Dios resultaría pues superfluo y hasta un obstáculo. Dichosecularismo, para reconocer el poder <strong>del</strong> hombre, acaba por sobrepasar a Dios eincluso por renegar de El.Nuevas formas de ateísmo -un ateísmo antropocéntrico, no ya abstracto y metafísico,sino pragmático y militante- parecen desprenderse de él. En unión con estesecularismo ateo, se nos propone todos los días, bajo las formas más distintas, unacivilización <strong>del</strong> consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad depoder y de dominio, de discriminaciones de todo género: constituyen otras tantasinclinaciones inhumanas de este "humanismo".Por otra parte, y paradójicamente, en este mismo mundo moderno, no se puede negarla existencia de valores inicialmente cristianos o evangélicos, al menos bajo forma devida o de nostalgia. No sería exagerado hablar de un poderoso y trágico llamamiento aser evangelizado.Los que no practican56. Una segunda esfera es la de los no practicantes; toda una muchedumbre, hoy díamuy numerosa, de bautizados que, en gran medida, no han renegado formalmente desu bautismo, pero están totalmente al margen <strong>del</strong> mismo y no lo viven. El fenómenode los no practicantes es muy viejo en la historia <strong>del</strong> cristianismo y supone unadebilidad natural, una gran incongruencia que nos duele en lo más profundo denuestro corazón. Sin embargo, hoy día presenta aspectos nuevos. Se explica muchasveces por el desarraigo típico de nuestra época. Nace también <strong>del</strong> hecho de que loscristianos se aproximan hoy a los no creyentes y reciben constantemente el influjo <strong>del</strong>a incredulidad. Por otra parte, los no practicantes contemporáneos, más que los deotras épocas tratan de explicar y justificar su posición en nombre de una religióninterior, de una autonomía o de una autenticidad personal.Ateos y no creyentes por una parte, no practicantes por otra, oponen a laevangelización resistencias no pequeñas. Los primeros, la resistencia de un ciertorechazo, la incapacidad de comprender el nuevo orden de las cosas, el nuevo sentido<strong>del</strong> mundo, de la vida, de la historia, que resulta una empresa imposible si no se parte<strong>del</strong> Absoluto que es Dios. Los otros, la resistencia de la inercia, la actitud un pocohostil de alguien que se siente como de casa, que dice saberlo todo, haber probadotodo y ya no cree en nada.Secularismo ateo y ausencia de práctica religiosa se encuentran en los adultos y en los

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