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Guillermo O'Donnell y su compromiso con la democratización1 ...

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Para O’Donnell, en cambio, <strong>su</strong> experiencia política fue tan efímera como traumática:nombrado <strong>su</strong>bsecretario del Interior cuando solo tenía 25 años durante elgobierno de Guido, <strong>su</strong> corta experiencia en el cargo se dio en un violento <strong>con</strong>textosignado por <strong>la</strong> po<strong>la</strong>rización exacerbada entre peronismo y antiperonistas, renunciandoluego de una serie de polémicas medidas tomadas por <strong>su</strong> <strong>su</strong>perior inmediato1 (Barón et al., 1995; Springler, 1968; Potash, 1996: 105). Después de unospocos años recluido en <strong>su</strong> estudio de abogado y dictando c<strong>la</strong>ses en <strong>la</strong> f<strong>la</strong>mante Escue<strong>la</strong>de Ciencia Política de <strong>la</strong> Universidad del Salvador decidió viajar a EstadosUnidos como estudiante del doctorado de <strong>la</strong> Universidad de Yale.Sin embargo, Weber y O’Donnell presentan una trayectoria sorprendentementeinvertida: del politeísmo valorativo que, para él caracterizaba <strong>la</strong> política moderna,Weber eligió en <strong>su</strong>s trabajos como el fin último los intereses de poder de <strong>la</strong> naciónalemana, <strong>su</strong> grandeza, sostenida en una visión teórica de <strong>la</strong> Machpolitik en el que<strong>la</strong> democracia solo tenía un valor circunstancial. Pero en un afamado artículo, RaymondAron señaló que “En el fondo, Max Weber se traicionó a sí mismo <strong>con</strong> <strong>su</strong>teoría de <strong>la</strong> política pues jamás el poder, ni el <strong>su</strong>yo ni el de <strong>la</strong> nación, fue <strong>su</strong> dios”(Aron, 1981 [1964]: 403).O’Donnell, por <strong>su</strong> parte, vivió una corta experiencia política frustrante en mediode <strong>la</strong> prohibición del peronismo, <strong>la</strong> creciente po<strong>la</strong>rización y el <strong>con</strong>flicto entre“azules y colorados”, pero toda <strong>su</strong> actividad académica estuvo orientada a <strong>la</strong><strong>con</strong>strucción de una ciencia política <strong>con</strong> un fuerte <strong>compromiso</strong> valorativo <strong>con</strong> <strong>la</strong>democracia.Una de <strong>la</strong>s críticas habituales que se le hace a <strong>la</strong> producción científica deO’Donnell es que <strong>su</strong>s <strong>con</strong>ceptualizaciones eran demasiado demandantes en términosde datos, y que así <strong>su</strong>s <strong>con</strong>tribuciones estaban más allá de <strong>la</strong> prueba empírica.Incluso, más allá de <strong>la</strong> posibilidad a futuro de llegar a operacionalizar <strong>su</strong>s variables,a <strong>la</strong> espera de que alguna vez <strong>la</strong> metodología pudiera dar respuesta técnicaa semejantes desafíos (por lo que se criticaban <strong>la</strong>s debilidades en <strong>su</strong> cientificidadmetodológica).Para <strong>la</strong> otra barricada de <strong>la</strong> ciencia política, los <strong>con</strong>ceptos e hipótesis de <strong>Guillermo</strong>O’Donnell no se inscribían en el individualismo metodológico de <strong>la</strong> elecciónracional ni procedían deductivamente de axiomas de racionalidad primeros (porlo que se le criticaba <strong>su</strong> cientificidad teórica). Cuando, muy tempranamente, en <strong>su</strong>Modernización y Autoritarismo, a décadas de <strong>la</strong> generalización del uso actual deeste enfoque en ciencia política, acudió a <strong>la</strong> teoría de juegos, lo hizo <strong>con</strong> una cargairónica muy importante, como para demostrar que los políticos argentinos, pese aquerer hacer lo mismo que hacían los políticos de todo el mundo, o sea “maximizarlos votos”, obtenían un re<strong>su</strong>ltado distinto al del obtenido en <strong>la</strong>s democracias<strong>con</strong>solidadas: el golpe de Estado. En <strong>la</strong>s particu<strong>la</strong>res circunstancias de <strong>la</strong> políticainmediatamente después de <strong>la</strong> caída de Perón finalmente los políticos y los electoresadvertían que habían participado de un “juego imposible”, siempre cance<strong>la</strong>dopor <strong>su</strong> árbitro, <strong>la</strong>s Fuerzas Armadas (O’Donnell, 1972).O sea, O’Donnell no incurrió en <strong>la</strong> exploración ateórica de datos para dar cuentade <strong>su</strong>s corre<strong>la</strong>ciones a partir del análisis estadístico. Ni siquiera en <strong>la</strong> búsqueda

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