Domingo octavo - Monasterio de El Paular
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<strong>Domingo</strong> <strong>octavo</strong> <strong>de</strong>l Tiempo Ordinario ciclo AIs 49, 14-151C 4, 1-5Mt 6, 24-34“Hermanos: Que la gente sólo vea en nosotros servidores <strong>de</strong>Cristo y administradores <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> Dios”. Así nosexhortaba san Pablo, queridos hermanos y hermanas, al principio<strong>de</strong> la segunda lectura <strong>de</strong> esta misa: una exhortación que bienpo<strong>de</strong>mos tomar como guía para compren<strong>de</strong>r y vivir la enseñanza<strong>de</strong> Jesús en el evangelio; enseñanza sacada, un domingo más,como viene haciendo la liturgia estos primeros domingos duranteel año, <strong>de</strong>l conocido Sermón <strong>de</strong> la montaña, en la versión <strong>de</strong>levangelista Mateo. “Ser sólo servidores <strong>de</strong> Cristo” y“administradores <strong>de</strong> los misterios <strong>de</strong> Dios”. Y el evangelio, lorecordáis, <strong>de</strong>cía sólo al empezar el fragmento: “Nadie pue<strong>de</strong> estaral servicio <strong>de</strong> dos amos…No podéis servir a Dios y al dinero”.Servir sólo al Señor Jesús, no a otros “señores” y administrar losbienes <strong>de</strong> Dios, no el dinero. Dos frases paralelas que vienen a sersinónimas: el corazón y los actos <strong>de</strong> los discípulos <strong>de</strong>l Evangeliono pue<strong>de</strong>n estar divididos en diferentes intereses contradictorios,o mejor, contrapuestos; intereses que ocupen nuestra confianza,nuestra seguridad, nuestro bienestar, nuestro objetivo final. Sólovale un señor, y está en nuestras manos el hacer la elección; sólovale ser administradores <strong>de</strong> un patrimonio: ¿cual escogemos?Jesús no impone: Él sólo invita y <strong>de</strong>sea y urge a que nuestralibertad <strong>de</strong>cida, <strong>de</strong> manera que nuestro corazón no esté partido, nosea incongruente, inestable e inseguro. Nos <strong>de</strong>scubre la fuerza <strong>de</strong>la unidad entre el querer y el ser. Aquí entra en juego el EspírituSanto, luz y fuerza para nuestra mente, para nuestra alma, paranuestra voluntad.En esta frase inicial <strong>de</strong>l texto resuenan las bienaventuranzas, queMateo sitúa al inicio <strong>de</strong>l sermón, como anuncio <strong>de</strong>l Reino y comocamino a seguir. Y <strong>de</strong> manera especial resuena labienaventuranza: “Dichosos los limpios <strong>de</strong> corazón, porqué verána Dios”. En efecto, tener el corazón limpio, según los exégetas,
pue<strong>de</strong> significar tener el corazón unificado, no partido entreintereses diferentes, a menudo contradictorios. Es hacer realida<strong>de</strong>n nuestro ser el primer mandamiento, el más importante <strong>de</strong>todos: “Amar a Dios sobre todo y al prójimo como a si mismo”.Por eso los limpios <strong>de</strong> corazón son los que “verán a Dios”, porquién apostaron, en quién confiaron y a quién prometieronfi<strong>de</strong>lidad y lealtad. Y por quien, tantos y tantos mártires y fielescristianos, dieron gustosos sus vidas.Después <strong>de</strong>l enunciado inicial, con valor <strong>de</strong> proclama general,viene la parte <strong>de</strong> las consecuencias: no estar agobiado por lascosas <strong>de</strong> la vida. Esta parte, muy gráfica y llena <strong>de</strong> poesía ybelleza, no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> inquietarnos y <strong>de</strong>jarnos un poco perplejos antela realidad <strong>de</strong> la vida, ya sea la personal o la <strong>de</strong> tantas y tantaspersonas que viven o malviven a causa <strong>de</strong> tantos efectos<strong>de</strong>structores o <strong>de</strong> tantos intereses egoístas <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>rosos. Esverdad que es una proclama a cada uno <strong>de</strong> nosotros en particular,pero, en este momento <strong>de</strong> la predicación, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la lecturacolectiva, se torna una proclama que la Iglesia, que los cristianoshacemos a nuestros hermanos los hombres que, junto connosotros hacen el camino <strong>de</strong> la vida en este mundo convulso ycontradictorio; unos hermanos a los que hay que ayudar a salir <strong>de</strong>su agobio, no sólo exhortando a la confianza y a la paciencia, sinotrabajando para erradicar <strong>de</strong> nuestra sociedad la pobreza y elsufrimiento, la violencia y el <strong>de</strong>shonor.No nos equivoquemos, hermanos y hermanas, <strong>El</strong> Señor se dirige acada uno en particular para que escoja entre seguir a Jesús y a suReino o bien continúe instalado en sus bienes, fruto <strong>de</strong> su trabajoo <strong>de</strong> su astucia, que le dan seguridad y felicidad momentáneas.“Buscad sobre todo el reino <strong>de</strong> Dios y su justicia; lo <strong>de</strong>más se osdará por añadidura”.Este es el gran reto <strong>de</strong> la fe y también el <strong>de</strong>la esperanza y sobre todo el <strong>de</strong> la caridad.Que esta eucaristía, celebrada y vivida juntos aquí y en comunióncon todos los hermanos en la fe, esparcidos por todo el mundo,nos dé luz y fuerza y plena conciencia para <strong>de</strong>cidirnos por Dios.Que el “Amén” pronunciado al recibir el Cuerpo <strong>de</strong> Cristo tengael valor <strong>de</strong> testimonio <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>lidad y <strong>de</strong> esperanza, al mismotiempo que <strong>de</strong> compromiso firme <strong>de</strong> caridad. Así sea.