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Pablo Redondo Sánchez | La noche eterna. La meditación de la ...

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<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…9<strong>de</strong>saprendido a servir. <strong>La</strong> vida nada tiene <strong>de</strong> malo para aquel que ha entendido bien que <strong>la</strong>privación <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida no es un mal. Saber morir nos libera <strong>de</strong> toda sujeción y constricción” 39 .Los maestros que están <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> estas pa<strong>la</strong>bras son Séneca y el adorado Plutarco. <strong>La</strong> tareano es sencil<strong>la</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. <strong>La</strong> muerte provoca punzadas, angustia y <strong>de</strong>sesperación, pero elentrenamiento <strong>de</strong> tener<strong>la</strong> presente termina por hacernos ver que en sí misma no es nadaextraordinario. “A cada minuto me parece que me escapo” 40 , vivimos muertes parciales, asíque <strong>la</strong> llegada <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>finitiva no <strong>de</strong>bería añadir nada nuevo.<strong>La</strong> filosofía como preparación <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte tiene como objetivo “volvernos mejoresy más sabios” 41 . Ese aprendizaje <strong>de</strong>bería repercutir en <strong>la</strong> vida, pero a <strong>la</strong> hora <strong>de</strong> encarar elfin no resulta útil. Y es que no hay modo <strong>de</strong> entrenarse para esta experiencia. Como elnacimiento y pocas vivencias más, se trata <strong>de</strong> algo único: “Para morir, que es <strong>la</strong> mayor tareaque <strong>de</strong>bemos afrontar, <strong>la</strong> ejercitación no pue<strong>de</strong> ayudarnos. Gracias a <strong>la</strong> práctica y <strong>la</strong>experiencia es posible fortificarse contra los dolores, <strong>la</strong> vergüenza, <strong>la</strong> indigencia y otrosinfortunios semejantes; pero, en cuanto a <strong>la</strong> muerte, no po<strong>de</strong>mos experimentar<strong>la</strong> más queuna vez. Todos somos aprendices cuando llegamos a el<strong>la</strong>” 42 . Lo único que po<strong>de</strong>mos haceres familiarizarnos con algo parecido a el<strong>la</strong>, con un sucedáneo <strong>de</strong> muerte que vivimos adiario. Se trata <strong>de</strong>l sueño. Montaigne insiste en algunos lugares en <strong>la</strong> semejanza entre elsueño y <strong>la</strong> muerte. En ocasiones ésta ha recibido el nombre <strong>de</strong> “sueño eterno”. Elparalelismo se explica <strong>de</strong>l siguiente modo: “Acaso <strong>la</strong> facultad <strong>de</strong>l sueño, que nos priva <strong>de</strong>toda acción y todo sentimiento, podría parecer inútil y contranatural si no fuese porque,gracias a el<strong>la</strong>, <strong>la</strong> naturaleza nos instruye <strong>de</strong> que nos ha hecho igualmente para morir quepara vivir, y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, nos presenta el eterno estado que nos reserva tras el<strong>la</strong>, paraacostumbrarnos y quitarnos el miedo” 43 .Más allá <strong>de</strong> esta experiencia, lo único que tenemos son <strong>la</strong>s cercanías <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte, susaledaños. Montaigne presta una atención extraordinaria a esos territorios y no hab<strong>la</strong>ba porhab<strong>la</strong>r. Cuenta que en cierta ocasión sufrió una grave caída <strong>de</strong> un caballo. A pesar <strong>de</strong> ser unexperimentado jinete que soportaba <strong>la</strong>rgas jornadas <strong>de</strong> marcha, ese día estuvo al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>muerte. Tal como <strong>de</strong>scribe <strong>la</strong> vivencia, parece que perdió el conocimiento durante untiempo consi<strong>de</strong>rable y que <strong>la</strong> conmoción fue tan intensa que todos temieron por su vida.Sin embargo, el hilo <strong>de</strong> conciencia que le quedaba y que le ataba a <strong>la</strong> vida le permitiórecordar sus tenues sensaciones. No había dolor a pesar <strong>de</strong>l fuerte golpe, tampocopreocupación aunque los allegados lloraban y le daban por muerto: “Mi situación era enverdad muy suave y apacible; no estaba afligido ni por los otros ni por mí. Era una<strong>la</strong>ngui<strong>de</strong>z y <strong>de</strong>bilidad extrema, sin dolor alguno… Habría sido, sin mentir, una muerte muydichosa. En efecto, <strong>la</strong> <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> mi razón me impedía pensar en nada, y <strong>la</strong> <strong>de</strong>l cuerpo,sentir nada. Me <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong>slizar con tanta dulzura y <strong>de</strong> una manera tan suave y tan feliz queapenas siento otra acción menos penosa que ésta” 44 . No sabemos con exactitud qué lepasó, pero <strong>la</strong> <strong>de</strong>scripción se acerca bastante a <strong>la</strong> que hacen personas clínicamente muertasque vuelven a <strong>la</strong> vida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> oportuna reanimación. P<strong>la</strong>ci<strong>de</strong>z, serenidad, calma…,hasta dulzura.Sin embargo, <strong>de</strong>scripciones como esta no mitigan el temor. Si se consi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>spacio,no es tanto <strong>la</strong> muerte como el dolor lo que se teme. Cuando alguien enferma <strong>de</strong> gravedad,tiene presente <strong>la</strong> muerte hasta el punto <strong>de</strong> convertirse en una obsesión, pero es sobre todoel sufrimiento y el dolor lo que espanta y espeluzna. <strong>La</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que se va a sufrir provocamás tormento que el sufrimiento mismo.39 Ensayos, I, XIX, p. 93.40 Ensayos, I, XIX, p. 94.41 Ensayos, I, XXV, p. 193.42 Ensayos, II, VI, p. 534.43 Ensayos, II, VI, p. 535.44 Ensayos, II, VI, p. 543.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774

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