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de los Palacios

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Introducción<br />

Pue<strong>de</strong> resultar curioso hablar <strong>de</strong> palacios en Chile; absurdo si pensamos<br />

que jamás hubo realeza que <strong>los</strong> habitara, o que sus dimensiones más bien<br />

discretas, no harían ni sombra a <strong>los</strong> gigantescos Charlottenburg, Versailles<br />

o las burguesas mansiones <strong>de</strong> Newport.<br />

Pero <strong>de</strong>tengámonos un minuto a pensar en la <strong>de</strong>solada silueta <strong>de</strong> nuestro<br />

Santiago <strong>de</strong> principios <strong>de</strong>l siglo xix, con calles polvorientas, pestilentes<br />

acequias y blancos muros <strong>de</strong> cal, ensombrecidos por las numerosas torres<br />

<strong>de</strong> las iglesias. Las resi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong>stacaban más por <strong>los</strong> finos amoblados<br />

que por una arquitectura atractiva, siendo quizás la Casa Fontecilla o<br />

la Casa Colorada las únicas que podrían consi<strong>de</strong>rarse como mansiones<br />

coloniales, aunque tras sus llamativas fachadas no diferían mucho <strong>de</strong><br />

otras viviendas <strong>de</strong> la época.<br />

La llegada <strong>de</strong> Toesca un poco antes que el Reyno <strong>de</strong> Chile llegara a su fin,<br />

abrió <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> <strong>los</strong> habitantes a una nueva arquitectura, exótica y monumental.<br />

Sin embargo, no es hasta la década <strong>de</strong> 1840 cuando la capital<br />

comienza realmente a cambiar, con el ascenso a la presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l General<br />

Manuel Bulnes, quien realizó reformas administrativas, educacionales y<br />

comerciales, e incentivó la llegada <strong>de</strong> profesionales extranjeros que hicieron<br />

valiosos aportes en la industria, las ciencias, la arquitectura y las artes.<br />

El gobierno pudo costear estas innovaciones gracias a un auge exp<strong>los</strong>ivo<br />

<strong>de</strong> la minería y la agricultura, beneficiándose con <strong>los</strong> buenos divi<strong>de</strong>ndos<br />

aduaneros que caían en saco roto a las arcas fiscales. “Entre <strong>los</strong> años <strong>de</strong><br />

1840 y 1870 hubo en Chile un bienestar parecido a la opulencia. Las minas<br />

<strong>de</strong>l norte enviaban a la capital fortunas rápidamente hechas, y la agricultura<br />

<strong>de</strong>l valle central, las minas <strong>de</strong> carbón y el comercio producían mucho<br />

dinero mientras el costo <strong>de</strong> vida era bajo y las costumbres sencillas”. 1<br />

Surge entonces una élite que tras un golpe <strong>de</strong> riqueza inusitado quiso<br />

olvidar esas antiguas costumbres coloniales –como disponer escupi<strong>de</strong>ras<br />

en cada rincón o sentarse fuera <strong>de</strong> la casa a ver pasar la tar<strong>de</strong>– y se precipitaron<br />

a adoptar las refinadas maneras <strong>de</strong> la alta burguesía europea.<br />

1<br />

Car<strong>los</strong> Silva Vildósola, Diario el Mercurio, 1934<br />

8

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