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Testimonios de una<br />

escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

Serie<br />

Pensamiento Social<br />

Caracas, Venezuela 2014


© Julio <strong>Cortázar</strong><br />

© Fundación Editorial El perro y la rana, 2014<br />

Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio,<br />

Caracas - Venezuela, 1010.<br />

Teléfonos: (0212) 768.8300 / 768.8399.<br />

Correos electrónicos<br />

comunicaciones@fepr.gob.ve<br />

editorialelperroylarana@fepr.gob.ve<br />

Páginas web<br />

www.elperroylarana.gob.ve<br />

www.mincultura.gob.ve/mppc/<br />

Diseño de la colección<br />

Hernán Rivera<br />

Dileny Jiménez<br />

Edición<br />

Alejandro Madero<br />

Corrección<br />

Erika Palomino Camargo<br />

Yesenia Galindo<br />

Zoraida Coello<br />

La Colección Alfredo Maneiro, Política y sociedad, publica obras<br />

puntuales, urgentes, necesarias, capaces de desentrañar el<br />

significado de los procesos sociales que dictaminan el curso del<br />

mundo actual. Venezuela integra ese mundo en formación, de allí<br />

la importancia del pensamiento, la investigación, la crítica, la<br />

reflexión, y por ende, de las soluciones surgidas del análisis y la<br />

comprensión de nuestra realidad.<br />

Firmes propósitos animan a esta colección: por una parte, rendir<br />

homenaje a la figura de Alfredo Maneiro, uno de los principales<br />

protagonistas de los movimientos sociales y políticos que<br />

tuvieron lugar en Venezuela durante los duros y conflictivos años<br />

sesenta, y por la otra, difundir ediciones de libros en los cuales se<br />

abordan temas medulares de nuestro tiempo.<br />

Pensamiento Social: es un espacio para el debate teórico en torno al<br />

ideario económico, político y social que ha perfilado el devenir<br />

histórico latinoamericano y caribeño. Igualmente sirve para la<br />

exposición y profundización del espíritu emancipador de nuestro<br />

continente.<br />

Diagramación<br />

Maria Victoria Sosa Martínez<br />

Hecho el Depósito de Ley<br />

Depósito legal lf 4022014800520<br />

ISBN 978-980-14-2796-4<br />

IMPRESO EN LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA


Breve introducción<br />

La literatura de Julio <strong>Cortázar</strong> en su primera etapa ha sido<br />

considerada como elitesca y demasiado preocupada por lo artístico.<br />

Él mismo manifestó en varias oportunidades que a pesar de<br />

considerarse antiperonista, en su juventud nunca hizo militancia<br />

política. Debido a esta disconformidad con el gobierno de Perón,<br />

<strong>Cortázar</strong> decide emigrar a Europa y establecerse en Francia, en<br />

1951. Ocho años más tarde, en 1959, ocurre un acontecimiento en<br />

América Latina que lo hace cambiar bruscamente sus puntos de<br />

vista en cuanto a lo que debe ser un artista: el triunfo de la Revolución<br />

Cubana. Esto lo hace verse a sí mismo como un escritor alejado<br />

de la realidad: “Desligar la obra de toda militancia es dar la espalda<br />

a nuestros pueblos en nombre de supuestos valores absolutos”,<br />

dice en Nicaragua tan violentamente dulce. Fue esta revolución la<br />

que generó un cambio en su manera de pensar y entender el arte, la<br />

que le abrió los ojos mostrándole el gran vacío político que había en<br />

él, su inutilidad política. A partir de ese momento <strong>Cortázar</strong> buscará<br />

ser un escritor comprometido y contribuir con los pueblos de<br />

América Latina que buscan su soberanía e independencia y que se<br />

ven sometidos por regímenes dictatoriales, como lo hicieron César<br />

Vallejo, Ernesto Cardenal, y muchos otros escritores. Para lograr<br />

esto se convirtió en un comunicador social que dio a conocer lo que<br />

realmente ocurría en esos países y de esta manera procuró evitar<br />

la información sesgada y manipulada que transmitían los medios<br />

imperialistas; también buscaba la solidaridad de otros pueblos y<br />

contribuir con las campañas de alfabetización. Además, <strong>Cortázar</strong><br />

dona el dinero generado por la venta y los derechos de autor de<br />

algunos de sus libros para ayudar a la liberación de los presos políticos.<br />

Uno de ellos fue Libro de Manuel, novela de tema político que<br />

fue ganadora del premio Médicis étranger; el dinero que obtuvo con<br />

este galardón lo donó al Frente Unificado de la resistencia chilena.<br />

También colaboró con Nicaragua y la Revolución Sandinista, país al<br />

que viajó en varias oportunidades y con el que contribuyó en gran<br />

7


manera; experiencia que dejó plasmada en el libro Nicaragua tan<br />

violentamente dulce.<br />

Dicho libro es el fiel testimonio de los momentos clave de la<br />

Revolución Sandinista y de cómo <strong>Cortázar</strong> colaboró en la medida<br />

de sus posibilidades con aquella revolución naciente, como en<br />

su momento lo hiciera con la cubana: “Ayudar hoy a Nicaragua es<br />

ayudar a la causa de la libertad y la justicia en América Latina”, dice.<br />

Él va a ese país por primera vez mucho antes del triunfo de la revolución,<br />

en 1967, gracias a una invitación que le extiende el poeta<br />

Ernesto Cardenal y el novelista Sergio Ramírez. Los tres hacen un<br />

viaje clandestino desde San José (Costa Rica) hasta la frontera con<br />

Nicaragua, y de ahí en barco hasta el archipiélago. Allí se encuentra<br />

con un país destruido por la guerra civil y en completa ruina física y<br />

cultural. Su propósito será dar cuenta de cada uno de los atropellos<br />

a la dignidad y los derechos humanos ocasionados por los somocistas<br />

y rechazar la injerencia de los Estados Unidos en su territorio,<br />

pero también el de testimoniar cómo este pueblo entregó todo por<br />

su libertad y no le importó arriesgar la vida con tal de conseguirla.<br />

En él da cuenta de cómo niños y jóvenes se vieron en la obligación<br />

de cumplir tareas de adultos al tener que colaborar con las guerrillas<br />

y armarse con fusiles. También hace referencia a los países<br />

que se solidarizaron con la causa de Nicaragua; ejemplo de ello<br />

el gran gesto que tuvo Grenada, esa pequeña isla del Caribe que<br />

logró reunir con grandes esfuerzos 5000 dólares para donárselos;<br />

la ayuda que prestó Cuba llevando contingentes de maestros para<br />

alfabetizar a la población, y cómo la mitad de ésta enseñó a leer a<br />

la otra mitad; y su experiencia junto a los revolucionarios Tomás<br />

Borge y Sergio Ramírez. De tal modo, testimonia cada una de estas<br />

actividades criticando ideas revolucionarias que considera erradas,<br />

por ejemplo condena que en Cuba se quisiera crear un esquema del<br />

“hombre nuevo”, un tipo de “revolucionario permanente”, dentro<br />

de cuyos parámetros no cabe el homosexual, al que se condena y se<br />

define como un enfermo, o nuestro “machismo tropical”, entre otros<br />

tópicos.<br />

Además, el libro Nicaragua tan violentamente dulce mezcla<br />

la crónica periodística y el testimonio con el ensayo literario y la<br />

crítica. Reunimos en la presente edición otros testimonios que<br />

de alguna manera dan un perfil más completo de la actividad de<br />

<strong>Cortázar</strong> como escritor comprometido con causas políticas. Ellos<br />

son:<br />

La entrevista hecha por Omar Prego, donde <strong>Cortázar</strong> explica<br />

cuándo y por qué asume un compromiso político; siendo quizás<br />

el documento más fácilmente clasificable, es la conjunción de la<br />

oralidad con imágenes que exceden lo propiamente literario para<br />

plantear conceptos políticos capitales, así, por ejemplo, la imagen<br />

de la rosa de los vientos es usada para dar cuenta de la relación<br />

entre perspectiva y orientación política en un mundo globalizado.<br />

La Carta abierta a Roberto Fernández Retamar, donde se refiere<br />

al intelectual latinoamericano, es un documento público escrito<br />

como quien habla a un amigo, es decir en un tono íntimo y fraternal.<br />

La Carta a Adelaida y Roberto Fernández Retamar es una conmovedora<br />

carta sobre la muerte del Che, que, a pesar de su carácter<br />

privado, es, sin embargo, un documento micropolítico que expresa<br />

un sentimiento de duelo necesariamente público y remata con un<br />

poema.<br />

Por su parte, la Respuesta a la revista Life se sale de los cánones<br />

de una colaboración para convertirse en “una incursión en el territorio<br />

enemigo” que denuncia los mecanismos de poder usados<br />

por Estados Unidos y las transnacionales mediáticas y el imperialismo,<br />

que manipulan la información y establecen condiciones para<br />

publicar las noticias que a ellos les interesa suministrar.<br />

Y por último, el poema Policrítica en la hora de los chacales es<br />

una respuesta y justificación a la toma de posición frente al sonado<br />

caso de Heberto Padilla y más generalmente en torno a la Revolución<br />

Cubana.<br />

Alejandro Madero<br />

8<br />

9


Nota editorial<br />

La intención de este libro es dar a conocer las facetas políticas<br />

del pensamiento y la escritura de Julio <strong>Cortázar</strong>, quien ha sido<br />

generalmente encasillado por los cánones actuales como escritor<br />

de ficción o de literatura, opacando con esto su praxis política y en<br />

particular los vínculos que él establecía entre la creación artística<br />

–en este caso literaria– y la acción revolucionaria.<br />

Por tal motivo reunimos, bajo el título Testimonios de una escritura<br />

política, una serie heterogénea de sus escritos tomados de lo<br />

que podríamos denominar como su etapa política a partir de 1959,<br />

año en que triunfa la Revolución Cubana. Lo heterogéneo de dicha<br />

antología se debe a la diversidad de géneros: cartas personales y<br />

públicas, crónica, entrevista, notas para la prensa, poesía; y también<br />

a que los textos son en sí mismos heterodoxos con respecto a los<br />

géneros estipulados por la crítica.<br />

Esta serie de escritos aborda al menos tres aspectos de importancia<br />

capital para pensar y construir la revolución. El primero es<br />

el testimonio del proceso de toma de posición política del autor<br />

en el contexto mundial que le tocó vivir. El segundo es la relación<br />

entre política y arte. El tercero es la relación entre los intelectuales<br />

y artistas con las luchas de los pueblos oprimidos y la revolución.<br />

En general, se puede decir que todo el libro desarrolla y piensa qué<br />

significa comprometerse políticamente.<br />

Los capítulos que componen Nicaragua tan violentamente dulce,<br />

fueron publicados con anterioridad en la prensa iberoamericana.<br />

La primera edición fue publicada en 1983 por la editorial Nueva<br />

Nicaragua. Esta edición se basó en la de Muchnik Editores, S.A.<br />

Cuarta edición aumentada, Barcelona, 1984.<br />

El lector podrá encontrar la información sobre las fuentes<br />

bibliográficas de donde fueron tomados los escritos aquí publicados<br />

en los pie de página de cada título, lugar donde también<br />

encontrará –en los casos necesarios– datos relativos al contexto de<br />

su publicación original.<br />

11


Por último, quisiéramos decir que si bien no agotamos aquí toda<br />

la producción política de <strong>Cortázar</strong>, los escritos reunidos son, en sí<br />

mismos, un ejemplo de praxis política. No sólo expresan las ideas<br />

del autor sino que suponen una intervención política concreta, la<br />

cual tiene como medio la potencia de la palabra.<br />

Nicaragua tan violentamente dulce<br />

Alejandro Madero<br />

12


NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Noticia para viajeros<br />

Si todo es corazón y rienda suelta<br />

y en las caras hay luz de mediodía,<br />

si en una selva de armas juegan niños<br />

y cada calle la ganó, la vida,<br />

no estás en Asunción ni en Buenos Aires,<br />

no te has equivocado de aeropuerto,<br />

no se llama Santiago el fin de etapa,<br />

su nombre es otro que Montevideo.<br />

Viento de libertad fue tu piloto<br />

y brújula de pueblo te dio el norte,<br />

cuántas manos tendidas esperándote,<br />

cuántas mujeres, cuántos niños y hombres<br />

al fin alzando juntos el futuro,<br />

al fin transfigurados en sí mismos,<br />

mientras la larga noche de la infamia<br />

se pierde en el desprecio del olvido.<br />

La viste desde el aire, ésta es Managua<br />

de pie entre ruinas, bella en sus baldíos,<br />

pobre como las armas combatientes,<br />

rica como la sangre de sus hijos.<br />

Ya ves, viajero, está su puerta abierta,<br />

todo el país es una inmensa casa.<br />

No, no te equivocaste de aeropuerto:<br />

entra nomás, estás en Nicaragua.<br />

Managua, febrero de 1980<br />

15


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Apuntes al margen de una relectura de 1984<br />

Discurso del idiota<br />

Una noche, creo que en Torún, cuna de Copérnico, el pintor Matta<br />

me vio llegar y me saludó, diciéndome:<br />

“¡Ah, aquí está, el idiota!” Me quedé un tanto helado, pero la explicación<br />

vino en seguida: “Te llamo idiota como lo llamaban al príncipe<br />

Mishkin, porque a ti te ocurre como a él, meter el dedo en la llaga con<br />

la mayor inocencia, y estás siempre alarmando a la gente porque dices<br />

las cosas más inapropiadas en cualquier circunstancia, y sólo algunos<br />

se dan cuenta de que no eran de ninguna manera inapropiadas. Tú,<br />

entretanto, no entiendes nada de lo que pasa, igual que el príncipe de<br />

Dostoievski”. Tal vez aquí tampoco entiendo nada, querido Matta.<br />

El horror: totalidad y parcialidad<br />

Casi desde el comienzo, la certidumbre de que el horror tiene un<br />

límite al que sólo se llegará después de bajar un incontable número<br />

de peldaños. El infierno de Dante Alighieri es estático, jerárquico; los<br />

grados del horror se abarcan desde la invocación inicial, la esperanza<br />

que queda atrás para siempre, pero se abarcan desde un narrador que<br />

sólo participa como testigo y que al fin, lo sabemos, volverá a ver el<br />

sol y las demás estrellas. Winston Smith, en cambio, no volverá de su<br />

inmersión en el horror, y de alguna manera lo sabe desde el principio;<br />

cuando O’Brien se lo dice en la última etapa, no le dice nada nuevo;<br />

Winston Smith deberá bajar uno a uno los peldaños, y en algunos de<br />

ellos habrá como una esperanza agazapada: Julia O’Brien, el anticuario,<br />

un destello de posible salvación que se negará a sí mismo y<br />

mostrará su traición y su engaño, hasta obligarlo a su vez a la traición<br />

y al autoengaño final. El horror es infinitamente más grande en 1984<br />

porque su límite no está en sí mismo, en la progresión del mal, sino<br />

en la inversión de la esperanza, el descubrimiento de que es también<br />

una de las fuerzas del mal. Lo que en un famoso relato de Villiers<br />

de L’Isle Adam se condensa en una inversión final y fulminante (la<br />

tortura por la esperanza), en el de Orwell se da en una serie de desgarramientos;<br />

la esperanza no es posible pero sin embargo está ahí, y la<br />

comprobación de su imposibilidad es cada vez la ocasión del desgarramiento.<br />

El fondo del horror está en una escena final nada horrible en sí<br />

misma, el breve reencuentro de Winston y Julia, cuando los dos saben<br />

que se han traicionado mutuamente y sólo buscan separarse, olvidarse,<br />

seguir traicionándose allí donde en lo más hondo de sí mismos había<br />

latido la esperanza.<br />

Obviamente, el horror en 1984 es una figura que sólo alcanza su<br />

sentido fuera del libro, en la realidad histórica que lo contiene parcial<br />

y no totalmente. Un sentido figurado: el mundo podría llegar a ser<br />

como el de 1984, puesto que ya lo es en algunas de sus facetas. Por eso<br />

Orwell puede saltar del realismo a la alegoría, a la figura total, no cree,<br />

ni tampoco busca que el lector crea que el mundo va a llegar a ser el de<br />

1984, pero al proyectar ficticiamente el horror a sus últimas consecuencias,<br />

nos sitúa frente a nuestra responsabilidad, y esa responsabilidad<br />

supone la esperanza; es ésta quien hace entrar en acción a la responsabilidad<br />

que lleva a la lucha para impedir que 1984 pueda cumplirse<br />

en cualquier otro año del siglo. Y es mi esperanza la que escribe estas<br />

líneas en un momento en que muchos fragmentos y esbozos del mundo<br />

de 1984 se manifiestan inequívocamente en nuestra realidad. Ahora<br />

bien, el mundo orwelliano es el Mal que ya ha triunfado; el nuestro (ese<br />

en el que creemos y por el cual luchamos) contiene el Mal en el seno<br />

del Bien; y si ésta es también una figura, podemos ya pasar de nuestro<br />

lado y hablar de reacción dentro de la revolución; terreno crítico si lo<br />

hay, y precisamente por ese terreno de la máxima responsabilidad del<br />

escritor comprometido con la causa de los pueblos. (Y no sólo de él, por<br />

supuesto, pero aquí me sitúo en mi terreno específico, sin pretender<br />

entrar en el de los ideólogos y los politólogos.)<br />

Los grados de la crítica<br />

Me muevo en el contexto de los procesos liberadores de Cuba<br />

y de Nicaragua, que conozco de cerca; si critico, lo hago por esos<br />

procesos y no contra ellos; aquí se instala la diferencia con la crítica<br />

16<br />

17


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

que los rechaza desde su base; aunque no siempre lo reconozca<br />

explícitamente. Esa base es casi siempre escamoteada; prácticamente<br />

no se niega nunca al socialismo como ideología válida, mientras<br />

que se denuncian y atacan vehementemente los frecuentes<br />

errores de su práctica. A la cabeza (y a la vez en el fondo cuando<br />

se trata de Cuba) está la noción de la URSS vista como un régimen<br />

execrable; Stalin borra la imagen de Lenin, y Lenin la de Marx. Esa<br />

crítica no acepta el socialismo como ideología viable, y no lo acepta<br />

por las mismas razones que el capitalismo enuncia desembozadamente,<br />

así como éste supone un elitismo económico dominante<br />

e imperialista, esa crítica intelectual supone un elitismo “espiritual”<br />

que se alía automática y necesariamente al económico. Pero<br />

eso, claro, no se dice nunca. El miedo signa esa crítica: el miedo de<br />

perder un status milenario.<br />

Cuando no se tiene en cuenta esta opción básica, ese tipo<br />

de crítica puede convencer a muchos, y de hecho los convence,<br />

máxime cuando se hace con inteligencia y con el beneficio del<br />

prestigio que da una importante obra literaria paralela; ¿cómo<br />

echar en saco roto las críticas de un Octavio Paz, de un Mario<br />

Vargas Llosa? Personalmente comparto muchos de sus reparos,<br />

con la diferencia de que en mi caso lo hago para defender una<br />

idea del futuro que ellos sólo parecen imaginar como un presente,<br />

mejorado, sin aceptar que hay que cambiarlo de raíz. Estoy de<br />

acuerdo con ellos en su punto de vista sobre problemas tales como<br />

el de Polonia o Afganistán, sobre los atropellos a la dignidad y a los<br />

derechos humanos que se repiten ominosamente en muchos regímenes<br />

socialistas (quiero decir, en muchos regímenes que a cada<br />

reiteración de esos atropellos se alejan del socialismo en vez de<br />

afirmarlo); estoy de acuerdo en que ningún argumento ideológico<br />

justifica poner el todo sobre las partes, la noción global de pueblo<br />

sobre la de individuo (pero en la medida en que la noción de individuo<br />

no escamotee la de pueblo, como es el caso en ese tipo de<br />

crítica siempre egocéntrica, que extrapola a los Sakharov o a los<br />

Padilla al conjunto de sus compatriotas y los convierte a todos en<br />

víctimas por lo menos potenciales). Hace rato que me reprochan<br />

no sumarme explícitamente a este tipo de denuncias; bueno, ahí<br />

tienen la denuncia, pero no les va a servir para gran cosa; porque<br />

mi crítica se abre y se cierra en cada caso concreto sin proyectarse<br />

a procesos sociales de una infinita complejidad y que de ninguna<br />

manera quedan invalidados, como se pretende, por errores e<br />

injusticias condenables pero circunstanciales, aborrecibles pero<br />

superables. Toda la diferencia está entre negar el socialismo como<br />

camino político viable, y defenderlo porque se lo critica, porque en<br />

cada caso concreto se denuncian errores y sus aberraciones.<br />

Y ya que estamos...<br />

Rimbaud lo dijo para siempre: Hay que cambiar la vida. Tanto él<br />

como Marx comprendieron que si la vida seguía por el cauce que<br />

hasta el siglo XX buscó trazarle ese Pantocrátor que también se<br />

llama Historia de Occidente, el destino del hombre era 1984. Ocurre<br />

entonces que el socialismo nace para destruir al Pantocrátor en la<br />

imagen del Zar, como Fidel Castro lo destruye en la de Batista y los<br />

sandinistas en la de Somoza. La noción del hombre nuevo surge<br />

inevitablemente; entonces, claro, empiezan los problemas en este<br />

ajedrez humano, demasiado humano.<br />

Para empezar: ¿en qué medida puede gestarse el hombre<br />

nuevo? ¿Quién conoce los parámetros? Hay un esquema ilusorio<br />

que rápidamente deriva al sectarismo y al empobrecimiento<br />

de la entidad humana: el de querer crear un tipo de revolucionario<br />

permanente, considerado a priori como bueno, abnegado,<br />

etc. Como bien lo supieron en Cuba, esta idealización entraña la<br />

negación de todas las ambivalencias libidinales, de las pulsiones<br />

irracionales; en última instancia se traduce en cosas tales como<br />

la condena del temperamento homosexual, del individualismo<br />

intelectual cuando se expresa en actitudes críticas o en actividades<br />

aparentemente desvinculadas del esfuerzo revolucionario,<br />

y puede abarcar en su repulsa al sentimiento religioso considerado<br />

como un resabio reaccionario.<br />

18<br />

19


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

En Cuba hace rato que las tentativas parciales por imponer el<br />

esquema idealista del hombre nuevo han cedido a una visión más<br />

abierta que se hace sentir positivamente en todos los planos, desde<br />

el intelectual hasta el lúdico y el erótico; nadie sabe en verdad cómo<br />

deberá ser el hombre nuevo, pero en cambio los cubanos parecen<br />

saber cuál es la cuota de hombre viejo que no se le puede quitar<br />

sin mutilarlo irremisiblemente. Una experiencia de veinte años<br />

empieza a dar resultados positivos en este campo fundamental;<br />

pero, por supuesto, la impenitente crítica antisocialista insiste en<br />

denunciar el primer esquema ya superado como si fuera permanente;<br />

le basta un caso aislado, un poeta en la prisión, un científico<br />

perseguido, para decretar el gulag total.<br />

El viraje negativo de la imagen exterior de Cuba se dio, es<br />

sabido, como consecuencia del llamado “caso Padilla” 1 , a comienzo<br />

de los años setenta, que en su momento condensó la visión errónea<br />

nacida del esquema ilusorio, y que se tradujo en medidas coercitivas<br />

que humillaban en vez de transformar, buscando un valor<br />

catártico y hasta ejemplar en cosas tales como la autocrítica pública,<br />

sin conseguir otra cosa que un estado de temor permanente, un<br />

pregusto de todo lo que en su última instancia desemboca en el<br />

terror de 1984. Esto lo saben de sobra los cubanos, y los que hoy<br />

lo niegan se cuentan seguramente entre quienes estuvieron más<br />

atemorizados y más callados en aquel momento.<br />

Si para algo sirvió en definitiva el caso Padilla, fue para separar<br />

el trigo de la paja fuera de Cuba, pues la crítica se escindió en las<br />

dos vertientes de que se habla más arriba. Mi crítica, por más solidaria<br />

que fuese, me valió siete años de silencio y de ausencia, pero<br />

1<br />

Heberto Padilla (1932-2000) Poeta cubano que tuvo una visión crítica de<br />

la revolución en la publicación de artículos para el periódico Juventud<br />

Rebelde y el poemario Fuera de juego con el que ganó el premio Julián<br />

del Casal pero publicado con una nota de advertencia que señalaba<br />

que contenía tópicos ideológicamente contrarios a la revolución, como<br />

la exaltación del individualismo, visión del tiempo como algo cíclico, etc.<br />

En 1971 es detenido por haber dado un recital y acusado de actividades<br />

subversivas. Este encarcelamiento provocó la protesta de muchos intelectuales<br />

y una ruptura de la armonía que había entre intelectualidad y<br />

revolución (nota del editor).<br />

20<br />

era una crítica que acaso, ayudó a franquear el paso del esquema<br />

ilusorio a otro en el que la necesidad de renovación no ignorara<br />

las pulsiones que hacen de un hombre lo que verdaderamente es.<br />

En cambio la crítica antisocialista se aferró a todas las extrapolaciones<br />

y generalizaciones que su retórica era capaz de inventar, y<br />

desde entonces hasta hoy, quince años después, sigue anclada en la<br />

denuncia permanente de algo transitorio; su periódica reiteración<br />

responde mecánicamente a la misma técnica: denunciar un atropello<br />

verdadero o no (Arenas, Valladares, etc.) y lanzar desde ahí la<br />

monótona escalada a la totalidad de lo cubano, porque esa totalidad<br />

es el socialismo en marcha, y de lo que se trata es de acabar con él.<br />

Esa crítica no me duele por sí misma sino porque opera en<br />

terreno favorable, con el sostén y el apoyo tácitos de los norteamericanos<br />

del establishment y de los intereses capitalistas mundiales.<br />

Los cubanos han contribuido no poco a favorecerla, aunque les<br />

sorprenda oírlo; demasiado solos en su isla, nunca comprendieron<br />

toda la importancia de estar auténticamente presentes en el exterior<br />

a través de su red diplomática y otros medios de información. La<br />

famosa carta de los intelectuales franceses a Fidel Castro, cuando el<br />

caso Padilla, fue una carta paternalista e imperdonable por su insolencia,<br />

pero puedo afirmar con todas las pruebas necesarias que esa<br />

carta no hubiera sido enviada si el primer pedido de información<br />

sobre los hechos –que firmé con muchos otros– hubiera tenido una<br />

respuesta en un plazo razonable. Es penoso comprobar, en Francia,<br />

por lo menos, que los episodios que se dan como negativos y que la<br />

crítica explota a fondo y diariamente, son los que se marcan más<br />

en la memoria colectiva, puesto que hay poca información sobre el<br />

prodigioso avance socioeconómico, cultural y científico de Cuba no<br />

sólo con respecto a su propio pasado sino frente al conjunto de los<br />

países latinoamericanos, la mayoría de ellos más ricos y poderosos<br />

que esa pequeña isla pero incapaces de operar el paso decisivo de la<br />

dependencia a la toma de posesión de su verdadera y escamoteada<br />

identidad nacional que reemplazan por un patriotismo vocinglero<br />

del que el fútbol y las islas Malvinas dan el mejor ejemplo.<br />

21


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

En ese sentido la crítica antisocialista ha marcado puntos y los<br />

seguirá marcando si Cuba no proyecta mejor su verdadera imagen.<br />

A veces creo soñar cuando algún francés me interroga sobre el caso<br />

Padilla; si le explico que eso es analógicamente como si me preguntara<br />

sobre los dinosaurios, se asombra un poco pues lo sigue viendo<br />

como algo actual y operante. Nicaragua, en cambio (es verdad que<br />

su revolución tiene la frescura de la infancia) ha logrado crear una<br />

imagen cada vez más amplia y completa en Europa, pese al diluvio<br />

de falsedades provenientes de Washington. ¿Pero no me estoy<br />

alejando demasiado de 1984?<br />

Los muchos caminos del buen camino<br />

No, y por una razón muy simple: la necesidad y el deber de<br />

luchar contra todos los brotes de Arimán en las tierras de Ormuz. El<br />

horror de 1984 sólo podrá evitarse si, paradójicamente, se combate<br />

contra sus gérmenes y sus latencias, dentro del campo mismo de<br />

Ormuz, dentro de un proceso socialista que es el polo opuesto del<br />

mundo imaginado por George Orwell.<br />

Hay dos críticas igualmente necesarias: la que hagamos del<br />

Moloch norteamericano, como exponente imperial de la dominación<br />

capitalista, y la que hagamos del socialismo cuando creemos<br />

que yerra el camino. Y de esta última se trata aquí como se ha visto,<br />

en la medida en que toca directamente a Cuba y a Nicaragua.<br />

Hay que volver, pues, a la cuestión del hombre nuevo que<br />

preocupa a estas dos jóvenes revoluciones...<br />

¿Pueden modificarse las estructuras antropológicas tradicionales,<br />

en las que sigue dominando el machismo no sólo tropical<br />

sino latinoamericano en su conjunto? No es fácil, cuando incluso<br />

muchas mujeres lo defienden, cuando la agresión imperialista<br />

obliga a constituir ejércitos profesionales en los que el signo es<br />

avasalladoramente masculino. Pienso que la educación en ambos<br />

países puede ser la cuña que rompa ese bloque de prejuicios<br />

activos y pasivos; que los hijos, por favor, se diferencien por fin de<br />

sus padres en este campo discriminatorio.<br />

El hecho incontestable de la homosexualidad como una de las<br />

facetas del calidoscopio humano es, a diferencia del machismo,<br />

un componente que nadie ha explicado bien, genética o socialmente,<br />

pero que no puede ser ignorado y mucho menos entendido<br />

como negativo; sus proyecciones sociales vienen de la reacción del<br />

animal acorralado, de las máscaras que buscan ocultarlo a los cazadores,<br />

y eso frente al hecho comprobable de que toda asimilación<br />

coherente al cuerpo social puede acabar con ese ghetto como lo<br />

muestran países más avanzados en ese terreno. La definición del<br />

homosexual como un enfermo, que se formuló alguna vez en Cuba,<br />

es una aberración y una ingenuidad simultáneas. Un comandante<br />

nicaragüense me dijo alguna vez que había que radiar a los homosexuales<br />

de los servicios públicos de alto nivel, porque su condición<br />

los volvía fáciles presas de la extorsión por parte de la “inteligencia”<br />

del enemigo. Le hice notar que tal cosa sólo podía ocurrir si esos<br />

funcionarios se veían obligados a mentir sobre su temperamento<br />

sexual y a ocultarlo; y que era falso, aunque cómodo, sostener como<br />

algunos críticos que se creen revolucionarios, que los movimientos<br />

gay en diversas partes del mundo sólo prueban la podredumbre del<br />

régimen capitalista. Siempre hubo y siempre habrá homosexuales,<br />

y su reconocimiento es la única manera de superar el problema;<br />

sin contar que –y esto enfurecerá a algunos–, a menos machismo<br />

menos homosexualidad; el equilibrio social derivado del equilibrio<br />

sexual amenguará automáticamente la agresividad que exacerba y<br />

compartimenta hoy la pulsión erótica.<br />

Cosa que también debe decirse del sadismo como latencia en<br />

las zonas irracionales y a veces todopoderosas, del ser humano. Esa<br />

latencia no me parece desarraigable, es una de las oscuras fuerzas<br />

que junto con la fuerza libidinal mueven muchas conductas.<br />

¿Vamos a postular al hombre nuevo como integralmente bueno?<br />

No, por supuesto, pero en cambio su novedad estará en todo lo<br />

que le dé el socialismo para que las latencias sádicas se sublimen<br />

lo más posible, así como según ciertos psicoanalistas todo cirujano<br />

esconde sin saberlo a un sádico que ama la vista de la sangre.<br />

Frente al culto del sadismo a través de los media del enemigo, que<br />

22<br />

23


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

tantas veces consigue hacer de un niño un pequeño asesino que<br />

espera su hora, la orientación ética y política del socialismo es el<br />

mejor y más legítimo cuadro de vida para que las pulsiones sádicas<br />

se sublimen o incluso sean controladas por una decisión racional y<br />

no por el miedo al castigo que es (y que no es, dicho sea de paso) el<br />

único freno que el pánico capitalista posee para disminuir las olas<br />

de “violencia y los crímenes sexuales entre otras” manifestaciones<br />

de nuestra cuota sádica. Cuota que seguirá latente también en el<br />

hombre nuevo, pero inflexionada lo más positivamente posible;<br />

digamos, emblemáticamente a más cirujanos menos violadores de<br />

niños.<br />

Todo esto es chapucero y apenas esbozado, pero estábamos<br />

hablando de 1984, si me acuerdo bien, y en 1984 el sadismo es<br />

aunque Orwell no lo dice nunca, la razón de ser de Big Brother y su<br />

aparato total y totalitario de poder. Allí Arimán ha liquidado hasta el<br />

último resto de Ormuz. El socialismo no podrá liquidar jamás enteramente<br />

a Arimán, pero puede y debe neutralizarlo; esperar y hasta<br />

postular la creación de un hombre nuevo en el que las pulsiones<br />

profundas se hayan extinguido, es una ingenuidad en la que en el<br />

fondo, nadie cree.<br />

El idiota se despide<br />

Termino estos apuntes en momentos en que Arimán Reagan<br />

empuja imperiosamente a sus títeres externos e internos para<br />

que destruyan la Revolución Sandinista en Nicaragua y continúen<br />

combatiendo a las fuerzas populares de El Salvador. 1984 acaba<br />

de entrar en su simultaneidad literaria y temporal; las cosas no<br />

serán así en el mundo este año, pero sólo lo que está ocurriendo<br />

en América Central basta para mostrar uno de los peldaños por los<br />

cuales el horror orwelliano sigue descendiendo en su monstruosa<br />

voluntad de entropía. Polonia, Guatemala, Afganistán son otros<br />

peldaños; el lector conoce muchos más en África y en Asia. La escalera<br />

parece infinita pero no lo es; en lo más profundo de la noche<br />

está su término, y el descenso puede verse acelerado en cualquier<br />

momento; la guerra nuclear, la bomba neutrónica, el arrasamiento<br />

de inmensas zonas del planeta pueden convertir el descenso<br />

paulatino en una caída vertical que sólo habrá de detenerse ante la<br />

imagen final de Big Brother.<br />

Frente a esta perspectiva, sólo creo en el socialismo como posibilidad<br />

humana; pero ese socialismo debe ser un fénix permanente,<br />

dejarse atrás a sí mismo en un proceso de renovación y de invención<br />

constantes; y eso sólo puede lograrse a través de su propia<br />

crítica, de la que estos apuntes son vagos y mínimos fragmentos.<br />

Apocalipsis de Solentiname<br />

Los ticos son siempre así, más bien calladitos pero llenos de<br />

sorpresas, uno baja en San José de Costa Rica: y ahí están esperándote<br />

Carmen Naranjo y Samuel Rovinski y Sergio Ramírez (que<br />

es de Nicaragua y no tico, pero qué diferencia en el fondo si es lo<br />

mismo, qué diferencia en que yo sea argentino aunque por gentileza<br />

debería decir tino, y los otros nicas o ricos). Hacía uno de esos<br />

calores y para peor todo empezaba en seguida, conferencia de<br />

prensa con lo de siempre, ¿por qué no vivís en tu patria, qué pasó<br />

que Blow-Up era tan distinto de tu cuento, te parece que el escritor<br />

tiene que estar comprometido? A esta altura de las cosas ya sé que<br />

la última entrevista me la harán en las puertas del infierno y seguro<br />

que serán las mismas preguntas, y si por caso es chez San Pedro la<br />

cosa no va a cambiar, ¿a usted no le parece, que allá abajo escribía<br />

demasiado hermético para el pueblo?<br />

Después el hotel Europa y esa ducha que corona los viajes con<br />

un largo monólogo de jabón y de silencio.<br />

Solamente que a las siete, cuando ya era hora de caminar por<br />

San José y ver si era sencillo y parejito como me habían dicho, una<br />

mano se me prendió del saco y detrás estaba Ernesto Cardenal<br />

y qué abrazo, poeta, qué bueno que estuvieras ahí después del<br />

encuentro en Roma, de tantos encuentros sobre el papel a lo largo<br />

de años. Siempre me sorprende, siempre me conmueve que alguien<br />

como Ernesto venga a verme y a buscarme, vos dirás que hiervo<br />

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25


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

de falsa modestia pero decilo nomás viejo, el chacal aúlla pero el<br />

ómnibus pasa, siempre seré un aficionado, alguien que desde abajo<br />

quiere tanto a algunos que un día, resulta que también lo quieren,<br />

son cosas que me superan, mejor pasamos a la otra línea.<br />

La otra línea era que Ernesto sabía que yo llegaba a Costa Rica<br />

y dale, de su isla se había venido en avión porque el pajarito que le<br />

lleva las noticias lo tenía informado de que los ticos me planeaban<br />

un viaje a Solentiname, y a él le parecía irresistible la idea de venir<br />

a buscarme, con lo cual dos días después Sergio y Oscar y Ernesto<br />

y yo colmábamos la demasiado colmable capacidad de una avioneta<br />

Piper Aztec, cuyo nombre será siempre un enigma para mí,<br />

pero que volaba entre hipos y borborigmos ominosos mientras el<br />

rubio piloto sintonizaba unos calipsos contrarrestantes y parecía<br />

por completo indiferente a mi noción de que el azteca nos llevaba<br />

derecho a la pirámide del sacrificio. No fue así, como puede verse,<br />

bajamos en Los Chiles y de ahí un jeep igualmente tambaleante<br />

nos puso en la finca del poeta José Coronel Urtecho, a quien más<br />

gente haría bien en leer y en cuya casa descansamos hablando de<br />

tantos otros amigos poetas, de Roque Dalton y de Gertrude Stein y<br />

de Carlos Martínez Rivas hasta que llegó Luis Coronel, y nos fuimos<br />

para Nicaragua en su jeep y en su panga de sobresaltadas velocidades.<br />

Pero antes hubo fotos de recuerdo con una cámara de esas<br />

que dejan salir ahí nomás un papelito celeste que poco a poco y,<br />

maravillosamente y polaroid se va llenando de imágenes paulatinas,<br />

primero ectoplasmas inquietantes y poco a poco una nariz,<br />

un pelo crespo, la sonrisa de Ernesto con su vincha nazarena, doña<br />

María y don José recortándose contra la veranda. A todos les parecía<br />

muy normal eso porque desde luego estaban habituados a servirse<br />

de esa cámara pero yo no, a mí ver salir de la nada, del cuadradito<br />

celeste de la nada esas caras y esas sonrisas de despedida me<br />

llenaba de asombro y se lo dije, me acuerdo de haberle preguntado<br />

a Oscar qué pasaría si alguna vez después de una foto de familia<br />

el papelito celeste de la nada empezara a llenarse con Napoleón a<br />

caballo, y la carcajada de don José Coronel que todo lo escuchaba<br />

como siempre, el jeep, vámonos ya para el lago.<br />

A Solentiname llegamos entrada la noche. Allí esperaban Teresa<br />

y William y un poeta gringo y los otros muchachos de la comunidad;<br />

nos fuimos a dormir casi en seguida pero antes vi las pinturas en<br />

un rincón. Ernesto hablaba con su gente y sacaba de una bolsa las<br />

provisiones y regalos que traía de San José, alguien dormía en una<br />

hamaca y yo vi las pinturas en un rincón, empecé a mirarlas. No<br />

recuerdo quién me explicó que eran trabajos de los campesinos<br />

de la zona, ésta la pintó el Vicente, ésta es de la Ramona, algunas<br />

firmadas y otras no, pero todas tan hermosas, una vez más la visión<br />

primera del mundo; la mirada limpia del que describe su entorno<br />

como un canto de alabanza: vaquitas enanas en prados de amapola,<br />

la choza de azúcar donde va saliendo la gente como hormigas; el<br />

caballo de ojos verdes contra un fondo de cañaverales, el bautismo<br />

en una iglesia que no cree en la perspectiva y se trepa o se cae sobre<br />

sí misma, el lago con botecitos como zapatos y en último plano un<br />

pez enorme que ríe con labios de color turquesa. Entonces vino<br />

Ernesto a explicarme que la venta de las pinturas ayudaba a tirar<br />

adelante; por la mañana me mostraría trabajos en madera y piedra<br />

de los campesinos y también sus propias esculturas, nos íbamos<br />

quedando dormidos, pero yo seguí todavía ojeando los cuadritos<br />

amontonados en un rincón; sacando las grandes barajas de tela con<br />

las vaquitas y las flores y esa madre con dos niños en las rodillas,<br />

uno de blanco y el otro de rojo, bajo un cielo tan lleno de estrellas<br />

que la única nube quedaba como humillada en un ángulo, apretándose<br />

contra la varilla del cuadro, saliéndose ya de la tela de puro<br />

miedo. Al otro día era domingo y misa de once, la misa de Solentiname<br />

en la que los campesinos, y Ernesto y los amigos de visita<br />

comentan juntos un capítulo del evangelio que ese día era el arresto<br />

de Jesús en el huerto, un tema que la gente de Solentiname trataba<br />

como si hablaran de ellos mismos, de la amenaza de que les cayeran<br />

en la noche, o en pleno día, esa vida en permanente incertidumbre<br />

de las islas y de la tierra firme y de toda Nicaragua; no solamente de<br />

toda Nicaragua, sino de casi toda América Latina, vida rodeada de<br />

miedo y de muerte, vida de Guatemala y vida de El Salvador, vida de<br />

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27


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

la Argentina; y de Bolivia, vida de Chile y de Santo Domingo, vida<br />

del Paraguay, vida de Brasil y de Colombia.<br />

Ya después hubo que pensar en volverse y fue entonces que<br />

pensé de nuevo en los cuadros, fui a la sala de la comunidad y<br />

empecé a mirarlos a la luz delirante de mediodía, los colores más<br />

altos, los acrílicos o los óleos enfrentándose desde caballitos y<br />

girasoles y fiestas en los prados y palmares simétricos. Recordé<br />

que tenía un rollo de color en la cámara y salí a la veranda con<br />

una brazada de cuadros; Sergio, que llegaba, me ayudó a tenerlos<br />

parados en la buena luz, y de uno en uno los fui fotografiando con<br />

cuidado, centrando de manera que cada cuadro ocupara enteramente<br />

el visor. Las casualidades son así: me quedaban tantas tomas<br />

como cuadros, ninguno se quedó afuera y cuando vino Ernesto a<br />

decirnos que la panga estaba lista, le conté lo que había hecho y él<br />

se rió, ladrón de cuadros, contrabandista de imágenes. Sí, le dije,<br />

me los llevo todos, allá los proyectaré en mi pantalla y serán más<br />

grandes y más brillantes que éstos, jódete.<br />

Volví a San José, estuve en La Habana y anduve por ahí haciendo<br />

cosas, de vuelta a París con un cansancio lleno de nostalgia, Claudine<br />

calladita esperándome en Orly, otra vez la vida de reloj pulsera<br />

y merci monsieur, bónjour madame, los comités, los cines, el vino<br />

tinto y Claudine, los cuartetos de Mozart y Claudine. Entre tanta cosa<br />

que los sapos maletas habían escupido sobre la cama y la alfombra,<br />

revistas, recortes, pañuelos y libros de poetas centroamericanos, los<br />

tubos de plástico gris con los rollos de películas, tanta cosa a lo largo<br />

de dos meses, la secuencia de la Escuela Lenin de La Habana, las<br />

calles de Trinidad, los perfiles del volcán Irazú y su cubeta de agua<br />

hirviente verde donde Samuel y yo y Sarita habíamos imaginado<br />

patos ya asados flotando entre gasas de humo azufrado. Claudine<br />

llevó los rollos a revelar, una tarde andando por el barrio latino me<br />

acordé y como tenía la boleta en el bolsillo los recogí y eran ocho,<br />

pensé en seguida en los cuadritos de Solentiname y cuando estuve<br />

en mi casa busqué en las cajas y fui mirando el primer diapositivo<br />

de cada serie, me acordaba de que antes de fotografiar los cuadritos,<br />

había estado sacando la misa de Ernesto unos niños jugando entre<br />

las palmeras igualitos a las pinturas, niños, y palmeras y vacas<br />

contra un fondo violentamente azul de cielo y de lago apenas un<br />

poco más verde, o a lo mejor al revés, ya no lo tenía claro. Puse en<br />

el cargador la caja de los niños y, la misa, sabía que después empezaban<br />

las pinturas, hasta el final del rollo.<br />

Anochecía y yo estaba solo, Claudine vendría al salir del trabajo<br />

para escuchar música y quedarse conmigo; armé la pantalla y un<br />

ron con mucho hielo, el proyector con su cargador listo y su botón<br />

de telecomando; no hacía falta correr las cortinas, la noche servicial<br />

ya estaba ahí encendiendo las lámparas y el perfume del ron; era<br />

grato pensar que todo volvería a darse poco a poco, después de los<br />

cuadritos de Solentiname empezaría a pasar las cajas con las fotos<br />

cubanas, pero por qué los cuadritos primero, por qué la deformación<br />

profesional, el arte antes que la vida, y por qué no le dijo el<br />

otro a éste en su eterno indesarmable diálogo fraterno y rencoroso,<br />

por qué no mirar primero las pinturas de Solentiname si también<br />

son la vida, si todo es lo mismo. Pasaron las fotos de la misa, más<br />

bien malas por errores de exposición, los niños en cambio jugaban<br />

a plena luz y dientes tan blancos. Apretaba sin ganas el botón de<br />

cambio, me hubiera quedado tanto rato mirando cada foto pegajosa<br />

de recuerdo, pequeño mundo frágil de Solentiname rodeado de<br />

agua y de esbirros como estaba rodeado el muchacho que miré sin<br />

comprender, yo había apretado el botón y el muchacho estaba ahí<br />

en un segundo plano, clarísimo, una cara ancha y lisa como llena de<br />

incrédula sorpresa mientras su cuerpo se vencía hacia adelante, el<br />

agujero metido en mitad de la frente, la pistola del oficial, marcando<br />

todavía la trayectoria de la bala, los otros a los lados las metralletas,<br />

un fondo confuso de casas y de árboles.<br />

Se piensa lo que se piensa, eso llega siempre antes que uno<br />

mismo y lo deja tan atrás; estúpidamente, me dije que se habrían<br />

equivocado en la óptica que me habían dado las fotos de otro cliente,<br />

pero entonces la misa; los niños jugando en el prado, entonces<br />

cómo. Tampoco mi mano obedecía cuando apretó el botón y fue un<br />

salitral interminable a mediodía con dos o tres cobertizos de chapas<br />

herrumbradas, gente amontonada a la izquierda mirando los<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE:<br />

cuerpos tendidos boca arriba, sus brazos abiertos contra un cielo<br />

desnudo y gris; había que fijarse mucho para distinguir en el fondo<br />

al grupo uniformado de espaldas y yéndose, el jeep que esperaba en<br />

lo alto de una loma.<br />

Sé que seguí; frente a eso que se resistía a toda cordura lo<br />

único posible era seguir apretando el botón, mirando la esquina de<br />

Corrientes y San Martín y el auto negro con los cuatro tipos apuntando<br />

a la vereda donde alguien corría con una camisa blanca y<br />

zapatillas, dos mujeres queriendo refugiarse detrás de un camión<br />

estacionado, alguien mirando de frente, una cara de incredulidad<br />

horrorizada, llevándose una mano al mentón como para tocarse y<br />

sentirse todavía vivo, y de golpe la pieza casi a oscuras, una sucia<br />

luz cayendo de la alta ventanilla enrejada, la mesa con la muchacha<br />

desnuda boca arriba y el pelo colgándole hasta el suelo, la sombra<br />

de espaldas metiéndole un cable entre las piernas abiertas, los dos<br />

tipos de frente hablando entre ellos, una corbata azul y un suéter<br />

verde. Nunca supe si seguía apretando o no el botón, vi un claro<br />

de selva, una cabaña con techo de paja y árboles en primer plano,<br />

contra el tronco del más próximo un muchacho flaco mirando<br />

hacia la izquierda donde un grupo confuso, cinco o seis muy juntos<br />

le apuntaban con fusiles y pistolas; el muchacho de cara larga y<br />

un mechón cayéndole en la frente morena los miraba, una mano<br />

alzada a medias, la otra a lo mejor en el bolsillo del pantalón era<br />

como si les estuviera diciendo algo sin apuro, casi displicentemente,<br />

y aunque la foto era borrosa yo sentí y supe y vi que el<br />

muchacho era Roque Dalton, y entonces sí apreté el botón como<br />

si con eso pudiera salvarlo de la infamia de esa muerte y alcancé a<br />

ver un auto que volaba en pedazos en pleno centro de una ciudad<br />

que podía ser Buenos Aires o São Paulo, seguí apretando y apretando<br />

entre ráfagas de caras ensangrentadas y pedazos de cuerpos<br />

y carreras de mujeres y de niños por una ladera boliviana o guatemalteca,<br />

de golpe la pantalla se llenó de mercurio, y de nada y<br />

también de Claudine que entraba silenciosa volcando su sombra en<br />

la pantalla antes de inclinarse y besarme en el pelo y preguntar si<br />

eran lindas, si estaba contento de las fotos, si se las quería mostrar.<br />

Corrí el cargador y volví a ponerlo en cero; uno no sabe cómo ni por<br />

qué hace las cosas. Cuando ha cruzado un límite que tampoco sabe.<br />

Sin mirarla, porque hubiera comprendido o simplemente tenido<br />

miedo de esa que debía ser mi cara, sin explicarle nada porque todo<br />

era un solo nudo desde la garganta hasta las uñas de los pies, me<br />

levanté y despacio la senté en mi sillón y algo debí decir de que iba<br />

a buscarle un trago y que mirara, que mirara ella mientras yo iba a<br />

buscarle un trago. En el baño creo que vomité, o solamente lloré<br />

y, después vomité o no hice nada y solamente estuve sentado en<br />

el borde de la bañera dejando pasar el tiempo hasta que pude ir a<br />

la cocina y prepararle a Claudine su bebida preferida, llenársela<br />

de hielo y entonces sentir el silencio, darme cuenta de que Claudine<br />

no gritaba ni venía corriendo a preguntarme, el silencio nada<br />

más y por momentos el bolero azucarado que se filtraba desde el<br />

departamento de al lado. No sé cuánto tardé en recorrer lo que<br />

iba de la cocina al salón, ver la parte de atrás de la pantalla justo<br />

cuando ella llegaba al final y la pieza se llenaba con el reflejo del<br />

mercurio instantáneo, y después la penumbra, Claudine apagando<br />

el proyector y echándose atrás en el sillón para tomar el vaso y<br />

sonreírme despacito, feliz y grata y tan contenta.<br />

—Qué bonitas te salieron, esa del pescado que se ríe y la madre<br />

con los dos niños y las vaquitas en el campo; espera y esa otra del<br />

bautismo en la iglesia, decime quién los pintó, no se ven las firmas.<br />

Sentado en el suelo sin mirarla, busqué mi vaso y bebí de un<br />

trago. No le iba a decir nada, qué le podía decir ahora, pero, me<br />

acuerdo de que pensé vagamente en preguntarle una idiotez,<br />

preguntarle si en algún momento no había visto una foto de Napoleón<br />

a caballo. Pero no se lo pregunté, claro.<br />

San José, La Habana; abril de 1976<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Nicaragua la nueva<br />

Asaltos y otras bellezas<br />

Aunque, no me falta un poco de imaginación, si alguien me<br />

hubiera dicho hace un mes que me tocaría entrar en Nicaragua<br />

a bordo del jet que perteneció a Somoza, yo le habría contestado<br />

como buen porteño:<br />

“Anda cántale a Gardel”.<br />

Bien mirado, sin embargo, hubiera debido tener presente que<br />

hasta ahora mis ingresos en Nicaragua han sido por lo menos<br />

insólitos. La vez anterior, tres años atrás, lo hice clandestinamente<br />

en una avioneta que salió de Costa Rica llevándonos a Ernesto<br />

Cardenal, Sergio Ramírez, Oscar Castillo, y yo hasta la frontera<br />

donde amigos, seguros nos trasvasaron a jeeps y lanchas para<br />

desembarcarnos en Solentiname; pero todo esto ya lo he contado en<br />

otra parte, aunque acaso algunos lectores hayan pensado entonces<br />

que se trataba de una ficción. Empiezo a creer que tratándose de<br />

Nicaragua la frontera entre ficción y realidad no está muy clara en<br />

lo que a mí se refiere, porque este segundo viaje, nada clandestino<br />

ahora, tuvo también ribetes casi oníricos, o sea que empezó con<br />

una pesadilla diurna cuando en pleno centro de Panamá, donde<br />

hacíamos tiempo antes de tomar el avión de línea para Managua,<br />

mi compañera Carol y yo fuimos asaltados por alguien que dotado<br />

de considerable eficacia se perdió en la nada llevándose casi todo lo<br />

que teníamos, entre otras cosas nuestros pasaportes.<br />

Perder el pasaporte es siempre temible en nuestros tiempos,<br />

sobre todo cuando no se está nada seguro de que las autoridades<br />

de nuestros países van a darnos otro y cuando no hay manera de<br />

abordar un avión sin papeles, tarjetas, sellos, contrasellos y matasellos.<br />

La pesadilla se volvió resueltamente kafkiana en los cuarteles<br />

de la policía, donde un trámite es un trámite y fue preciso exponer<br />

en detalle algo que había ocurrido en pocos segundos. En casos<br />

así me ocurre situarme en una especie de segundo plano desde<br />

el cual me veo a mí mismo con una indiferente objetividad (claro<br />

que la procesión sigue por dentro) y asisto con todas mis reservas<br />

de humor a lo que me está ocurriendo, en este caso que un oficial<br />

de policía alce los ojos de la máquina de escribir y me pregunte:<br />

“¿Cómo se llama su papá?” (sic) mientras yo pienso que maldito lo<br />

que tiene que hacer ahí y en esas circunstancias un señor que se ha<br />

muerto hace treinta y cinco años, pero lo mismo hay que explicar<br />

que se llamaba Julio, aunque a los efectos del caso lo mismo daría<br />

bautizarlo Hilario o Constantino.<br />

La pesadilla kafkiana (que consiste en que todo se estira interminablemente<br />

y siempre en una dirección inútil y a la vez vagamente<br />

peligrosa, como si de nuestro interrogatorio, en tanto que<br />

víctimas de un asalto pudiera nacer poco a poco una bifurcación<br />

que nos fuera transformando en sospechosos y finalmente en<br />

culpables de algún gravísimo delito), volvió bruscamente a una<br />

realidad harto preferible en esos momentos, con la entrada en<br />

escena de un emisario del general Omar Torrijos, quien enterado<br />

de nuestra presencia en Panamá nos mandaba buscar y de paso<br />

ponía a todos los detectives de la ciudad en persecución del ladrón<br />

de pasaportes. Éstos no aparecieron, pero sí largos tragos helados<br />

y alcohólicos y necesarios, y una hospitalidad que no olvidaremos,<br />

cálida y discreta a la vez, una charla con un hombre cuya fuerza<br />

interior se oculta tras una displicente bonhomía. Tímido como soy<br />

cuando no conozco bien a mi interlocutor, sentí en Torrijos la misma<br />

dificultad para el contacto, que se fue dando poco a poco y finalmente<br />

se cumplió con una llaneza, que creo nos colmó plenamente<br />

a ambos. Si tuviera que resumir la personalidad de Omar Torrijos<br />

creo que evocaría la imagen del leopardo, su suave negligencia bajo<br />

la cual se agazapa la fuerza fulminante.<br />

Pero lo irracional velaba todavía, porque cuando la realidad se<br />

acumula y se condensa en demasía termina por cambiar de signo<br />

y todo es posible en ella como en los sueños o los cuentos fantásticos.<br />

Preocupado por nuestro destino inmediato, Torrijos nos<br />

propuso enviarnos a Managua en su avión privado, y en eso estábamos<br />

cuando uno de sus asistentes llegó con la noticia de que en<br />

Nicaragua ya se habían enterado de nuestras dificultades y que<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

el comandante Tomás Borge, ministro del interior de la Junta de<br />

Gobierno, acababa de ordenar el envío de un avión para llevarnos<br />

por la mañana a Managua; he aquí cómo después de vernos<br />

privados de toda posibilidad de desplazamiento, dos aviones fuera<br />

de serie se ponían al mismo tiempo a nuestra disposición. Torrijos<br />

retiró amablemente el suyo y por la mañana nos hizo llevar al aeródromo<br />

militar, pero lo que sigue merece párrafo aparte.<br />

Un cielo por fin libre<br />

Pequeño, brillante, con dos jóvenes pilotos y una aeromoza que<br />

hacía en él su primer vuelo y estaba tan excitada como nosotros:<br />

el jet que fuera de Somoza y que se quedó atrás en la fuga nada<br />

elegante del tirano y sus esbirros. Su interior: una banqueta lateral<br />

para cuatro personas y dos sillones frente a frente con una mesa de<br />

por medio, todo forrado con pieles y oliendo a dólares. La culminación<br />

simbólica: el retrete, donde hay que buscar con mucha atención<br />

el artefacto necesario, porque tanto él como las paredes y el<br />

piso desaparecen bajo los capitonados, algo así como la tienda de<br />

un sheik árabe en una película de Hollywood.<br />

Volar a Managua en tan inesperado avión iba más allá de lo<br />

onírico, y saboreamos cada minuto junto con un par de sandwiches<br />

y un café fuerte. Sentado en uno de los sillones traté de imaginar<br />

los diálogos que pudieron darse allí: entre el dictador y los suyos,<br />

sus ojos de zopilotes mirando por las ventanillas los campos y los<br />

cultivos, entendidos como feudo personal, como reino incontestable<br />

de la dinastía. Podía imaginar incluso el recibimiento acostumbrado<br />

en el aeropuerto, la Guardia formada y los saludos serviles;<br />

nosotros en cambio, con la alegre improvisación de las revoluciones<br />

jóvenes, aterrizamos frente a un hangar vacío mientras los amigos<br />

y los periodistas nos esperaban exactamente en la otra punta del<br />

aeródromo. Un auto –perdón un carro– nos juntó en pocos minutos,<br />

y yo tuve mi segundo baño de Nicaragua, mi segunda y hermosa<br />

inmersión en las aguas de un pueblo inconteniblemente feliz<br />

en su liberación y su renacimiento. Radio, televisión, entrevistas<br />

relámpago, todo entre abrazos y planes y noticias y contradicciones<br />

y las primeras visiones de los milicianos en armas, chicos y chicas<br />

con metralletas y pistolas y uniformes a veces indescriptibles y<br />

siempre invariablemente siempre, la sonrisa de la libertad, quiero<br />

decir también la libertad de la sonrisa.<br />

Tomás Borge no solamente nos había enviado un avión, sino<br />

que nos recibió en su casa para alojarnos junto a él y su esposa Josefina,<br />

y por su parte Ernesto Cardenal nos esperaba en el Ministerio<br />

de Cultura para ponerme bajo las narices un considerable plan<br />

de trabajo (que discutí con la energía necesaria hasta reducirlo a<br />

proporciones humanas). Me alegro de que las cosas hayan ocurrido<br />

así, pues de la amistosa rivalidad de dos ministros –sin hablar de<br />

un tercero, Sergio Ramírez– nació una semana en la que no solamente<br />

hubo contactos culturales, sino una cercanía inmediata con<br />

las masas de trabajadores de la ciudad y del campo. Cambié un par<br />

de mesas redondas, por concentraciones populares en las provincias<br />

(no sin trabajo a veces porque el cariño, y la amistad suelen<br />

exigir de uno el don de ubicuidad), y creo que una semana me bastó<br />

para abarcar en sus grandes diámetros este enclave de la esperanza<br />

que es hoy Nicaragua en América Latina. No soy sistemático en mis<br />

recuerdos y sólo podré mostrar algo de lo que supe y lo que vi; otros<br />

lo irán haciendo con más profundidad y detalle, porque muchos<br />

historiadores, sociólogos y periodistas están trabajando allá sobre<br />

el terreno para que la revolución del pueblo nicaragüense sea por<br />

fin mejor conocida y reciba un apoyo, y, una solidaridad, que hasta<br />

ahora no ha estado a la altura que merece y necesita.<br />

La encrucijada de los niños<br />

Hablé de revolución, es el término que se emplea en Nicaragua<br />

para designar el estado de cosas que sigue a las infames décadas<br />

somocistas después del triunfo del Frente Sandinista de Liberación<br />

Nacional. Etimológicamente hablando, ese término sólo<br />

es correcto si se lo emplea como una proyección futura, mientras<br />

que liberación responde en un todo a la realidad actual del país.<br />

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35


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Razones que todo el mundo conoce llevan a la Junta de Gobierno a<br />

proceder con una prudencia que se impugna ya en los sectores más<br />

radicalizados, pero que la enorme mayoría del pueblo comprende<br />

y apoya. Sólo así ha sido posible hacer tanto en tan poco tiempo;<br />

asombra pensar en la transformación que se ha operado en cuatro<br />

meses apenas, comprobar las líneas de fuerza que se tienden en<br />

todas direcciones para acelerar la reconstrucción total de un país<br />

devastado por la rapiña, el terror, el monstruoso ensañamiento de<br />

la mal llamada Guardia Nacional en las últimas etapas de la lucha.<br />

Un símbolo apenas: cuando entré en un aula de la Universidad (la<br />

UCA) para participar en una mesa redonda con asistencia de escritores<br />

y estudiantes, lo primero que vi fueron pizarras con listas de<br />

voluntarios para la campaña de alfabetización que comenzará en<br />

marzo de 1980. Reunidos con profesores, los estudiantes discutían<br />

los planes, los contingentes, la distribución de esfuerzos. Un censo<br />

lo más completo posible, dadas las circunstancias, revela el estado<br />

de total abandono cultural en que se encontraban los niños y los<br />

jóvenes bajo el somocismo; ahora cada vez que asistí a una concentración<br />

popular en la que se aludía a alfabetización, vi claramente<br />

el apoyo que esta campaña tendrá en todas partes. En vísperas de<br />

nuestra partida llegó a Managua un primer contingente de cien<br />

maestros cubanos, que tanto saben de alfabetización; su tarea será<br />

la de orientar a sus colegas nicaragüenses, y sobre todo a los estudiantes<br />

de universidades y liceos que van a convertirse en alfabetizadores.<br />

Y no es inútil señalar que en este momento en la “Isla de<br />

la Juventud” de Cuba, mil niños nicaragüenses estudian a la par de<br />

los cubanos; trescientos de entre ellos combatieron en las filas del<br />

Frente Sandinista. En este último caso, los miembros de la Junta<br />

tienen clara conciencia del problema que representa la readaptación<br />

de muchos niños y jóvenes a su condición natural de menores<br />

de edad y de estudiantes; basta asomarse a la calle y ver las caras<br />

lampiñas de muchachitos uniformados y armados que cumplen<br />

sus tareas de milicianos con la evidente conciencia de ejercer un<br />

derecho bien ganado. Muchachas apenas núbiles montan guardia<br />

con pesadas metralletas al hombro; más de una vez nos mostraron,<br />

entre los más jóvenes, a guerrilleros y guerrilleras que se habían<br />

batido denodadamente contra la Guardia Nacional. Una tarde<br />

fuimos a orillas del mar con Sergio Ramírez y Tomás Borge; un niño<br />

de apenas quince años, cuyo nombre se me escapa, fue recibido<br />

calurosamente y se sumó a nuestra rueda. Guerrillero de extraordinaria<br />

puntería y audacia, había acabado con treinta hombres de la<br />

Guardia Nacional; ahora chupaba su helado y respondía sonriente<br />

a las preguntas que le hacían Tomás y Sergio. No era fácil imaginarlo<br />

de vuelta en una escuela, y sé que su caso se multiplica en todo<br />

el país. Por un lado, una enorme cantidad de analfabetos; por otro,<br />

una generación a caballo entre la niñez y la juventud que ha vivido<br />

el drama de los adultos, y que hoy, en condiciones por fin normales,<br />

tendrá no pocas dificultades para reajustarse a esa normalidad.<br />

Por todo eso, los niños<br />

El compañero David se encarga de nuestra seguridad; y, esto<br />

que podría parecer una exageración responde, sin embargo, al<br />

estado de cosas en el país. La casi increíble clemencia de los sandinistas<br />

al término de la lucha, la decisión de la Junta de no enviar<br />

al paredón a tantos guardias nacionales que habían cometido<br />

los peores crímenes hasta último momento ha sido positiva en la<br />

medida en que el pueblo la ha aprobado en su conjunto prefiriendo<br />

orientarte inmediatamente hacia el futuro en vez de ajustar las<br />

turbias cuentas del pasado. Pero la contrapartida está en grupos de<br />

emboscados que aquí y allá aprovechan de la noche para intranquilizar<br />

los ánimos y crear alertas que pueden perturbar los sectores<br />

de la población menos comprometida en la lucha armada por<br />

la liberación. Al alba de nuestro tercer día en Managua oímos un<br />

tiroteo sostenido en la zona donde habita el comandante Borge, y<br />

aunque por la mañana se nos dijo que había sido mero producto de<br />

una borrachera entre gente armada que tiraba a las estrellas para<br />

divertirse, sentimos que no había sido así porque el tiroteo se daba<br />

desde diferentes direcciones y convergía lentamente hacia la casa<br />

de Borge. Pasará probablemente un tiempo antes de que la capital y<br />

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37


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

el resto del país queden libres de los francotiradores que alimentan<br />

la insensata esperanza de modificar una realidad más que definida<br />

y que cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría. De todos modos,<br />

los extranjeros son especialmente escoltados, y asombra verificar<br />

a cada paso la disciplina de los jóvenes milicianos que no aceptan<br />

siquiera que uno de sus compañeros entre en ciertos sectores<br />

llevando sus armas, y sólo le dan paso después de verificar su identidad<br />

y sus propósitos. Uno se acostumbra de tal manera a andar<br />

entre pistolas y metralletas que, de regreso a Caracas, nos parecía<br />

extraño no ver armas en el aeropuerto y en las calles, o viajar en<br />

auto sin tener parte de una enorme metralleta sobre los muslos o<br />

apoyada en una ventanilla.<br />

El compañero David, hombre culto y fino a quien también le<br />

interesaba más hablar del futuro, que del pasado (sólo una vez,<br />

en una visita a León donde él había combatido, nos relató alguna<br />

acción de guerra) no parece haber terminado de asombrarse de<br />

lo que ocurre hoy en su país. Casi al igual que nosotros, el espectáculo<br />

de las calles, las escuelas y los comercios le produce una<br />

alegría que nos conmueve. Los niños, sobre todo, esa riente y abigarrada<br />

presencia en todas partes, sus voces y sus juegos allí donde<br />

hace apenas cuatro meses la muerte rondaba vestida de Guardia<br />

Nacional.<br />

—Nadie los dejaba salir a la calle –nos cuenta David–, porque<br />

muchas veces los mataban por matarlos, por sembrar el terror en un<br />

barrio. Sabían que muchos de ellos eran capaces de luchar al igual<br />

que los hombres, y les tenían odio y miedo. Si un niño se trepaba a<br />

un árbol para coger un fruto o mirar a lo lejos, era frecuente que un<br />

guardia se divirtiera baleándolo desde lejos para verlo caer. Y miren<br />

ahora...<br />

Hay tanto para mirar, Managua y las ciudades del interior<br />

hormiguean de niños y, de muchachos. En las concentraciones<br />

populares se los ve treparse a esos mismos árboles que antes les<br />

hubieran costado la vida, y por encima de la multitud que llena la<br />

plaza asoman como monitos o flores tropicales entre las copas y las<br />

ramas. A la salida de los liceos, racimos de chicas y chicos hacen<br />

señas a los camiones y los carros que se detienen a levantarlos y a<br />

acercarlos a sus domicilios. Los más pobres han vuelto a sus oficios,<br />

lustrabotas y vendedores de periódicos en las esquinas; los hay que<br />

piden una moneda a la entrada de los restaurantes. Ignoro la política<br />

de la Junta en materia de natalidad; sé solamente que harán<br />

falta muchas más escuelas, comedores y dispensarios, muchos<br />

manuales escolares, muchas vacunas (se prepara ya la vacuna<br />

general contra la polio, que costará harto más de lo que puede pagar<br />

el estado en estos momentos). Inevitablemente mi memoria vuelve<br />

casi veinte años atrás y me veo en mis primeros viajes a Cuba,<br />

ese gran ejemplo inicial de revolución latinoamericana, veo las<br />

mismas cosas, la alfabetización como un huracán de risas y pizarras<br />

cubriendo la isla, veo nacer las escuelas como hongos, los centros<br />

sanitarios,: los parques de juegos. Oigo a Fidel hablando de los<br />

niños como ahora acabo de oír a Ernesto Cardenal, al ministro de la<br />

Salud, al comandante Borge, a todos los que miran hacia adelante,<br />

y saben que siempre, en algún lugar de la visión hay un niño que<br />

espera y que confía.<br />

Los que muestran el camino<br />

El poeta Cardenal (casi todo el mundo le dice “padre”) no ha<br />

renunciado a su sempiterna boina y a su camisa blanca; el mismo<br />

que secretamente me desembarcó una noche en su comunidad<br />

de Solentiname me recibe ahora en su despacho del Ministerio<br />

de Cultura donde la gente entra y sale y discute y se concierta o<br />

se desconcierta según el momento, donde hay libros y carpetas<br />

por todos lados, colaboradores que luchan con los teléfonos y por<br />

supuesto con planes, encuentros, conferencias, mesas redondas,<br />

proyectos de ediciones y muy poco dinero para hacer todo eso.<br />

El despacho de Sergio Ramírez es más austero y vacío, empezando<br />

porque Sergio no está demasiado en él, puesto que viaja a<br />

todos lados para anunciar nuevas medidas, consultar a la población,<br />

juramentar a los integrantes regionales de la Junta (en Siuna<br />

asumieron esa función tres mujeres en una población de mineros,<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

lo que me pareció de buen signo en un país donde al igual que en<br />

toda América Latina el machismo pretende tener siempre la última<br />

palabra). No conocí el despacho de Tomás Borge, uno de los jefes<br />

máximos de la lucha armada y ministro del Interior, pero como<br />

estábamos alojados en su casa tuve por momentos la impresión de<br />

que Tomás manejaba desde allí su Ministerio, cosa posiblemente<br />

equivocada pero no del todo. Yo conocía desde hace años a Cardenal<br />

y a Sergio Ramírez, pero entablar ahora una relación y una amistad<br />

con Tomás Borge fue una de las más altas recompensas que me dio<br />

este primer viaje a Nicaragua, a la que por lo demás volveré muy<br />

pronto, puesto que si los elefantes son contagiosos, como decían los<br />

surrealistas, en mi caso Cuba y Nicaragua lo son muchísimo más<br />

y ya no habrá vacuna que me cure ni falta que me hace. Conocer a<br />

Borge como jefe y como hombre fue una de esas experiencias que<br />

jamás alcanzarán a entrar en la palabra escrita; el silencio, la simple<br />

alusión son preferibles, pero quiero decir aquí cómo encontré en<br />

él esa difícil alianza de la sensibilidad poética con el duro oficio<br />

de llevar a un pueblo hacia su auténtico destino, esa voluntad de<br />

hierro tendiendo una mano que aprieta sin lastimar. Conocía ya su<br />

libro de recuerdos sobre Carlos Fonseca, fundador con otros héroes<br />

del Frente Sandinista de Liberación Nacional, base germinal del<br />

movimiento que acabó con la tiranía somocista; en ese breve texto<br />

escrito en la cárcel, Tomás revelaba su propia personalidad sin<br />

ponerse jamás en primer plano, limitándose a aludir a esas páginas<br />

como “poseídas por el dios de la furia y el demonio de la ternura”.<br />

Nadie como él hubiera podido describir con tan pocas palabras la<br />

admirable personalidad de Carlos Fonseca, y a la vez describirse a<br />

sí mismo sin saberlo, retratándose a contraluz a través de un estilo<br />

donde el pudor elimina toda retórica, donde todo está dicho casi sin<br />

decirlo (y yo, que me obstino en reclamar de los revolucionarios una<br />

palabra y una escritura verdaderamente revolucionarias en vez de<br />

los clisés que seguimos escuchando en tantos discursos y libros,<br />

tengo el derecho de afirmar aquí que ese texto de Tomás Borge es<br />

un claro y raro ejemplo de ese estilo). Hosco, tierno amigo, ya para<br />

siempre, sé que en algún momento en que yo no podía escucharte,<br />

le dijiste a Carol: “Cuida de Julio, cuídalo mucho”. Claro que ella me<br />

cuidará, pero eres tú quien debe cuidarse, Tomás, porque tu pueblo<br />

te necesita como necesita a todos tus compañeros. No te diré más, no<br />

es necesario entre nosotros ahora. Vives con Nicaragua y tu pueblo<br />

es hoy el pueblo más vivo del mundo, el más hermoso y el más libre.<br />

¿Dónde está la solidaridad con Nicaragua?<br />

La palabra “solidaridad” asoma a veces a los labios de los dirigentes<br />

de la Junta, acompañada casi siempre por una sonrisa entre<br />

irónica y desencantada. Es tiempo de decirlo bien claro: la solidaridad<br />

internacional no se ha lucido hasta ahora en lo que toca a<br />

Nicaragua. Todo el mundo está ya al tanto de lo que ha costado la<br />

guerra de liberación, una guerra en la que los somocistas no vacilaron<br />

en bombardear salvajemente las ciudades más importantes<br />

del país destruyendo por el solo placer fascista de destruir. Nadie<br />

ignora ya que la guerra significó el abandono de los cultivos, una<br />

pérdida considerable de ganado, una paralización de las pequeñas<br />

industrias y manufacturas, un empeoramiento aún mayor de las<br />

pésimas condiciones en que vivía el país bajo las guerras de Somoza.<br />

¿No justifica todo esto el envío inmediato de abastecimientos de<br />

equipos, de asistencia técnica, de medicinas, de libros, por parte<br />

de tantos países que muchas veces han reaccionado frente a situaciones<br />

comparativamente menos graves? Los nicaragüenses no<br />

piden nada, tienen el silencioso orgullo de los que han ganado solos<br />

su batalla y están dispuestos a seguir librándola igualmente solos,<br />

pero los extranjeros que visitan el país y comprueban de inmediato<br />

sus inmensas necesidades están en el deber de pedir por ellos,<br />

de ser portavoces espontáneos de un pueblo que en los próximos<br />

meses se verá frente a una dramática escasez de productos alimenticios<br />

(leche para los niños, entre tantas otras cosas) que la escasez<br />

de divisas no permitirá remediar. Ayudar hoy a Nicaragua es ayudar<br />

a la causa de la libertad y la justicia en América Latina. ¿Será por<br />

eso que esa ayuda es tan escasa, oh seudodemocracias de este<br />

mundo del norte y del oeste?<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Apenas liberado el país, esa diminuta isla del Caribe que se<br />

llama Grenada y que tiene una de las poblaciones más pobres del<br />

mundo, reunió cinco mil dólares para Nicaragua. Proporcionalmente,<br />

esa mínima cantidad representó una solidaridad mayor que<br />

la de los Estados Unidos, y eso los nicaragüenses no lo olvidarán<br />

nunca. Alguien me contó que un avión chileno trajo una contribución<br />

consistente en dos cajas con latas de leche, una con medicinas,<br />

y setenta colchones; a lo mejor es una calumnia, puesto que el<br />

general Pinochet es, según él, un hombre calumniado; yo me limito<br />

a repetir la información, y pienso al mismo tiempo en el equipo de<br />

doscientos médicos cubanos que trabaja en este momento en todo<br />

el país (ya aludí antes a un contingente de cien maestros alfabetizadores).<br />

Que yo sepa a Cuba no le sobran médicos, muy al contrario;<br />

pero es que la verdadera solidaridad no es una cuestión de surplus<br />

sino de hermandad y, como ocurre casi siempre, los países pobres<br />

son los mejores hermanos de otros países pobres en dificultades.<br />

Paradójicamente, y aunque no tengo datos numéricos la solidaridad<br />

con Nicaragua fue mucho mayor en ocasión del terrible terremoto<br />

que destruyó Managua en el año 1972.<br />

Ya nadie ignora que en aquella oportunidad, Somoza y sus inteligentes<br />

colaboradores se quedaron con la mayoría de los socorros<br />

destinados a la población, razón por la cual Managua siguió y sigue<br />

siendo una ciudad casi en ruinas. Es tristemente irónico pensar<br />

que ahora se retacea o se rehúsa una solidaridad cuyo producto iría<br />

limpiamente a manos de todo un pueblo empeñado en la reconstrucción<br />

de su economía y en la salud y la educación de sus niños.<br />

Pero no seamos totalmente pesimistas al terminar estas impresiones<br />

tan llenas de luz y de esperanza; a lo mejor entre mis lectores<br />

internacionales hay algún ministro de economía, de agricultura<br />

de sanidad, o el presidente de una fundación o de un consorcio<br />

bancario, capaces de comprender esta dura realidad y de organizar<br />

planes de acción. Los nicaragüenses no les pedirán nada, pero no<br />

pueden impedirme que yo lo haga por ellos, y que lo haga por admiración<br />

y por amor frente a su coraje; ya la lección histórica que están<br />

dando a nuestra amarga, sufriente América Latina.<br />

El pueblo de Nicaragua, maestro de sí mismo<br />

Muy pocos meses después de su liberación, Nicaragua se lanza<br />

a una campaña general de alfabetización que durante un plazo<br />

todavía imprevisible convertirá la totalidad del país en una gigantesca<br />

escuela en la que de alguna manera la mitad de la población<br />

enseñará a leer y a escribir a la otra mitad.<br />

Sólo una vez se había asistido en América Latina a una movilización<br />

tan dramática y tan emocionante en procura de una<br />

auténtica toma de conciencia; así, poco después del triunfo de la<br />

revolución en 1959, el pueblo de Cuba había sido, a la vez teatro y<br />

actor de un titánico esfuerzo destinado a arrancarlo del atraso y de<br />

la ignorancia, con resultados que Nicaragua se propone repetir y, si<br />

es posible superar. Dos pequeños países latinoamericanos muestran<br />

así un camino que un día deberán seguir muchos otros, en un<br />

continente en el que el analfabetismo es no solamente una rémora<br />

en el progreso y el desarrollo de las naciones, sino un aplastante<br />

factor negativo en esa búsqueda de raíces auténticas, de identidad<br />

profunda que de diversas y confusas maneras se percibe en el<br />

convulso panorama latinoamericano de estas últimas décadas.<br />

Curiosa e irónicamente, los movimientos de independencia de<br />

nuestros países nacieron bajo ideales de educación y de cultura<br />

popular que sus gestores y héroes habían heredado de la Revolución<br />

Francesa y que bajo el sello del romanticismo habrían de<br />

manifestarse en proclamas, constituciones, y actos de gobierno.<br />

Las nociones de “educar al soberano”, la conciencia de que sólo un<br />

hombre capaz de leer y escribir podía llegar a ser un buen ciudadano,<br />

fueron moneda corriente en el siglo XIX. Pero casi de inmediato<br />

las guerras civiles, el surgimiento de los caudillismos, y su<br />

secuela de dictaduras y tiranías cada vez más preponderantes, disiparon<br />

ilusiones y propósitos que sólo muy lentamente y en condiciones<br />

más favorables hubieran podido concretarse.<br />

La inmensidad geográfica, las diferencias étnicas y las injerencias<br />

extranjeras paralelas o cómplices de regímenes despóticos se<br />

sumaron para aislar y alienar a nuestros pueblos, y para preferir<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

masas sometidas o ingenuas en vez de ciudadanos capaces de<br />

cultura, de reflexión y de crítica. El caso de Nicaragua es un ejemplo<br />

extremo de cómo cuarenta años de opresión y explotación se<br />

traducen en una tasa de analfabetismo que se ha llegado a calcular<br />

en más del sesenta por ciento.<br />

La victoria del pueblo nicaragüense el 19 de julio de 1979 se<br />

manifestó de inmediato por una voluntad de reconstrucción que<br />

iba mucho más allá del sentido material de la palabra. Cuando la<br />

Junta de Gobierno emplea ese término para autodefinirse, lo hace<br />

sabiendo que es plenamente comprendido por quienes sienten en<br />

carne propia las enormes desventajas de la ignorancia; no por nada<br />

en esa Junta hay poetas e intelectuales como Ernesto Cardenal,<br />

Sergio Ramírez y Tomás Borge, para quienes reconstruir significa<br />

levantar no sólo al país de sus ruinas todavía humeantes, sino<br />

colocar a niños y adultos en un nivel de plena participación consciente<br />

y crítica en esa tarea.<br />

Basta hablar con cualquiera de ellos para sentir que su noción<br />

de reconstrucción se basa fundamentalmente en un concepto del<br />

hombre nicaragüense que lo incluye por un lado como trabajador<br />

activo en esa reconstrucción, pero a la vez como alguien dotado de<br />

la capacidad de comprender lo que está haciendo, por qué hay que<br />

hacerlo y cómo debe hacerlo. A la noción aplastantemente pasiva<br />

de pueblo tal como siempre lo entendió y lo quiso el régimen de<br />

los Somoza, sucede una noción dinámica de participación y de<br />

consulta, y esto no es imaginable sin un mínimo de preparación<br />

intelectual que rebase los conocimientos atávicos y tradicionales,<br />

los utilice cuando los juzga positivos o los deje definitivamente<br />

atrás cuando son un factor de retraso o de estancamiento.<br />

Conocidos estos criterios, puede comprenderse mejor el apasionado<br />

interés con que Nicaragua ha preparado y puesto en marcha<br />

su campaña de alfabetización. Carente de los medios más elementales,<br />

desde lápices hasta materiales pedagógicos, el país entero<br />

entendió que la organización de la campaña debía adelantarse a la<br />

eventual ayuda solidaria que pudiera llegarle de países amigos, y<br />

en ese sentido es justo señalar que el llamamiento formulado por<br />

la Unesco responde plena y calurosamente a esa decisión popular<br />

frente a la cual no es posible permanecer indiferente o cauteloso.<br />

A diferencia de lo ocurrido en Cuba en los años sesenta, cuando la<br />

Unesco esperó el desarrollo de la campaña de alfabetización para<br />

verificar sus resultados y exponerlos elogiosamente, ahora la vemos<br />

adelantarse sin vacilar para pedir una ayuda mundial, demostrando<br />

así su plena confianza en que otro pueblo latinoamericano será<br />

también capaz de arrancarse por sí mismo a la ignorancia.<br />

Los informes oficiales estiman que el bárbaro genocidio perpetrado<br />

por los somocistas y que incluyó el bombardeo indiscriminado<br />

de centros urbanos y rurales, representa para Nicaragua una<br />

destrucción de edificios escolares, mobiliarios, equipos y materiales<br />

educativos estimada en más de cien millones de córdobas (cerca de<br />

diez millones de dólares). Esta destrucción, paralela a la espantosa<br />

suma de 30.000 muertos y cerca de 100.000 heridos, permite medir<br />

de lleno las dificultades que se enfrentarán en esta nueva batalla,<br />

la batalla por la educación popular. Los problemas son múltiples:<br />

falta de materiales de trabajo, medios de transporte y créditos, dificultades<br />

de comunicación con las zonas del interior, especialmente,<br />

la Costa Atlántica, y necesidad de llevar la alfabetización a las<br />

regiones donde predominan pobladores indios (misquitos, sumos,<br />

etcétera). ¿Cómo se va a hacer frente a todo esto?<br />

La respuesta es muy realista; todo aquel que sepa leer y escribir<br />

puede incorporarse a la campaña como alfabetizador. Los niños<br />

que estudian en los liceos constituirán el contingente mayor puesto<br />

que todavía no trabajan y pueden dedicarse por entero a esa tarea.<br />

Brigadistas cuya edad mínima es de trece años serán destinados<br />

a las diversas zonas urbanas y rurales del país, encuadrados por<br />

asesores de mayor experiencia y por toda la logística necesaria;<br />

vivirán en campos y selvas, en fábricas y aldeas en sierras y puertos,<br />

compartiendo la vida y las ocupaciones de sus alumnos adultos en<br />

su mayor parte. Todo el país será una sola escuela; y los métodos y<br />

técnicas se irán determinando en el curso de la tarea. Los pobladores<br />

indios deberán ser alfabetizados tanto en su lengua como en<br />

español, puesto que constituyen comunidades con culturas propias<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

profundamente arraigadas. En la Costa Atlántica se habla además<br />

el inglés: otro problema a enfrentar.<br />

Si la alfabetización de los adultos es imprescindible, basta<br />

visitar las ciudades y el interior del país para darse cuenta de que<br />

tanto el gobierno como el pueblo de Nicaragua ponen su máxima<br />

atención y preocupación en la infancia. Los niños han entrado en<br />

una vida por completo diferente después de la liberación del país,<br />

y a ellos les tocará la responsabilidad de llevarlo adelante dentro<br />

de muy pocos años. El hecho de que sean ellos quienes constituyen<br />

el grueso del ejército de alfabetizadores no hace más que acentuar<br />

este doble aspecto que da a la campaña un tono característico e<br />

inconfundible. Las familias nicaragüenses no han cesado todavía<br />

de maravillarse del cambio de vida que se respira en la calle, en las<br />

plazas, en cualquier lugar público. Si para ellas significa la libertad<br />

y la seguridad, el símbolo más hermoso y emocionante de esa<br />

conquista lo dan los niños con su presencia bulliciosa, sus juegos,<br />

y sus cantos.<br />

En mis primeros recorridos por Managua, me asombró que mis<br />

acompañantes, jóvenes soldados sandinistas, se entusiasmaran<br />

cada vez que veían grupos de niños en las calles. Terminaron por<br />

explicarme que bajo el régimen de Somoza no se veían niños fuera<br />

de sus casas, porque los guardias sospechaban de ellos o simplemente<br />

los odiaban por despecho o crueldad. Sabían que muchos<br />

niños y adolescentes cumplían misiones de enlace, que incluso los<br />

había capaces de participar en acciones militares, y con frecuencia<br />

los apresaban o mataban para aterrorizar a la población. “La sola<br />

aparición de alguien uniformado hacía huir a los niños como<br />

gorriones”, me dijo uno de mis acompañantes. Hasta les habían<br />

prohibido jugar al fútbol en los terrenos baldíos, porque sospechaban<br />

que era una forma de entrenarse disimuladamente. Hoy,<br />

cuando los niños ven a los soldados, el uniforme es para ellos una<br />

garantía de protección y de amistad, y muchas veces nos vimos<br />

rodeados por grupos infantiles que, como es lógico, se interesaban<br />

sobremanera por las metralletas o las pistolas de los jóvenes<br />

soldados.<br />

Al mismo tiempo, la participación de los niños y adolescentes<br />

en la alfabetización plantea problemas de no fácil solución. Para<br />

empezar, muchos de ellos pueden correr riesgos en zonas alejadas<br />

de los centros urbanos, pues los somocistas refugiados en países<br />

vecinos o escondidos en el país no han ocultado sus intenciones de<br />

venganza y de revancha; también en Cuba algunos niños alfabetizadores<br />

perecieron a manos de los bandidos contrarrevolucionarios<br />

que operaban en la sierra del Escambray. Frente a eso, la Junta<br />

ha decidido que sólo los niños debidamente autorizados por sus<br />

padres podrán partir a destinos lejanos, que por supuesto es el que<br />

la mayoría de ellos prefiere. Pude seguir en Managua las alternativas<br />

de esta situación que puede llegar a ser dramática, pues hay<br />

padres que se niegan a firmar la autorización, creando entre sus<br />

hijos y sus condiscípulos autorizados una situación muchas veces<br />

penosa. La reacción frente a esto podría parecer sorpresiva a quien<br />

no haya vivido junto al pueblo nicaragüense después de la victoria;<br />

los niños que formarán las brigadas alfabetizadoras no solamente<br />

se han mostrado solidarios con sus compañeros no autorizados,<br />

sino que muchas veces han formado comisiones para visitar a los<br />

padres, explicarles su punto de vista y pedirles que reconsideren<br />

su actitud y den la autorización que sus hijos desean. Nada parece<br />

haber de compulsivo en esto, y es ya claro que la inmensa mayoría<br />

de los alumnos de los liceos partirán en marzo para cumplir junto<br />

a maestros y universitarios una tarea que los exalta y los enorgullece:<br />

Cada uno de ellos llevará consigo una cartilla de alfabetización<br />

preparada en Nicaragua e impresa en Costa Rica; pobre bagaje<br />

frente a la inexperiencia, los azares geográficos, los riesgos climáticos,<br />

las enfermedades endémicas, las carencias alimenticias y la<br />

dureza de la vida en regiones muchas veces inhóspitas.<br />

Pienso que esto puede ayudar a comprender mejor el cálido<br />

llamamiento de la Unesco a una solidaridad mundial para la<br />

campaña nicaragüense de alfabetización. La organización cifra esa<br />

ayuda en veinte millones de dólares. Frente a tantos presupuestos<br />

bélicos y tantos dividendos comerciales, la suma citada resulta<br />

modesta; sin embargo, bastaría para que un pueblo de menos de<br />

46<br />

47


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

tres millones de personas saliera definitivamente del atraso en que<br />

lo mantuvo un régimen que huyó del país llevándose mucho más<br />

que eso en los bolsillos.<br />

Bocetos de Nicaragua<br />

Escribo estas líneas para los que sólo conocen Nicaragua a<br />

través de la prensa; simples bosquejos deseo de agregar a esa información,<br />

algo que la acerque un poco más al aire que se respira en el<br />

país, a lo que la gente dice y hace en su vida cotidiana. Bocetos más<br />

que fotografías: un poco como querer darle mis ojos al lector para<br />

que también eche a andar por sus calles y caminos, y asista lo más<br />

directamente posible a algo de lo que allí está ocurriendo.<br />

Por trivial que parezca (los observadores no siempre comentan<br />

estas cosas, preocupados por los problemas de fondo) me bastó<br />

un primer paseo por Managua para descubrir algo que me parece<br />

un claro símbolo de lo mucho que se ha avanzado en el país desde<br />

mi viaje anterior hace dos años. En aquella ocasión había recorrido<br />

lo que llaman los barrios “orientales” (o sea los situados al<br />

este de la ciudad); acaso los más pobres de esa capital tan pobre,<br />

y lo había hecho a pie porque los autobuses y los taxis no podían<br />

entrar sin empantanarse en calles que no eran más que lodazales.<br />

Ahora, cuando me di cuenta, nuestro auto recorría los barrios en<br />

todas direcciones, mientras el compañero que lo manejaba me iba<br />

mostrando las nuevas terminales de autobuses, las plazas y las<br />

calles con su pavimento flamante.<br />

—Esto se hizo muy rápido –me explicó–, y ahora todo el mundo<br />

entra y sale sin problemas.<br />

—Pero son muchos kilómetros empedrados –le dije sorprendido.<br />

—Sí, pero aquí la gente del barrio se movilizó, y todo el mundo le<br />

dio a las palas.<br />

Donde antes había pantanos con cerdos hozando entre las inmundicias,<br />

ahora pasaban autobuses llenos de escolares y empleados. Me<br />

acordé de haber visto casas, y aceras tan sucias y abandonadas<br />

como el resto, mientras que ahora me costaba reconocerlas, tan<br />

grande fue el esfuerzo cumplido por sus ocupantes para tenerlas<br />

limpias y pintadas, con tinajas de flores en las aceras que crean una<br />

sensación de comunidad y de alegría.<br />

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49


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

“Todo eso lo hizo la gente”, repitió mi acompañante, como si<br />

para él fuera lo más natural del mundo.<br />

Dos horas después escuchamos por radio que bandas somocistas<br />

acababan de volar una represa y varios puentes; el día terminaba<br />

así con un balance más que simbólico de la dura realidad<br />

nicaragüense.<br />

Sí, muchas cosas han pasado en los dos últimos años, y las diferencias<br />

son claramente perceptibles. Nadie ha perdido el tiempo<br />

en Nicaragua; para bien y para mal. Como antes y después de la<br />

victoria sobre la tiranía de Somoza, el pueblo que la logró al precio<br />

de tantos años y tantas vidas sigue respondiendo mayoritariamente<br />

a las directivas de su Junta de Gobierno, y de los resultados positivos<br />

se hablará en seguida, porque son de una evidencia deslumbrante.<br />

Pero como nadie ha perdido el tiempo, también los enemigos,<br />

abiertos o potenciales de la nueva Nicaragua, siguen buscando por<br />

todos los medios devolverla a su condición anterior. Claramente<br />

se advierten las dos maneras de intentar esto. Por un lado se enarbolan<br />

los principios abstractos de un liberalismo democrático que<br />

no es ni una cosa ni la otra, puesto que sólo busca recuperar los<br />

privilegios de los terratenientes o de las grandes empresas comerciales<br />

e industriales; por otra parte, en la frontera de Honduras y en<br />

los Estados Unidos se agrupan los exguardias de Somoza, ávidos<br />

de reconquistar a sangre y fuego, la tierra perdida y vengarse de<br />

quienes los expulsaron. Todas las ocasiones son buenas para violar<br />

las fronteras, cometer actos de sabotaje y de pillaje, y asesinar<br />

campesinos y milicianos, al punto que mientras escribo esto oigo<br />

por la radio que el gobierno nicaragüense ha decidido retirar a su<br />

embajador en Honduras, pues comprende que toda protesta por vía<br />

diplomática es inútil.<br />

La amenaza permanente de una invasión obliga a distraer cada<br />

vez más recursos, ya de por sí precarios en un pequeño país subdesarrollado,<br />

a fin de reforzar la defensa. Basta pensar que las milicias<br />

son el pueblo armado y entrenado, lo que significa una obligada<br />

disminución de la fuerza de trabajo precisamente en momentos en<br />

que Nicaragua empezaba a mostrar su plena recuperación después<br />

del difícil período que siguió al triunfo sandinista. Créditos del<br />

exiguo presupuesto que en condiciones normales hubieran sido<br />

destinados a la agricultura, al mejoramiento de la vivienda y al del<br />

nivel de vida y de educación, se ven hoy reducidos por las necesidades<br />

de la defensa. La gente trabaja con el fusil al alcance de<br />

la mano, y si ésta es una situación que viene desde hace mucho,<br />

cuando el enemigo era el propio gobierno, el derecho a la libertad<br />

y a la paz se sigue pagando con una dura cuota de tiempo y de vigilancia<br />

en un estado de quién vive permanente.<br />

Si usted va un día a Managua, no deje de visitar el museo de las<br />

fuerzas armadas. No es un museo militar, aunque allí todo habla<br />

de lucha, sino la crónica gráfica de la larga gesta de un pueblo que,<br />

privado de libertad por sus enemigos internos y externos, sólo llega<br />

a la victoria después de indescriptibles sufrimientos. Esto no es<br />

nuevo en la historia de las naciones, y prácticamente cada país del<br />

mundo tiene su museo histórico donde se retrasan las etapas de sus<br />

combates. Pero el de Nicaragua difiere de los otros en su espíritu y<br />

en su mensaje puesto que, como en tantas otras cosas, revela una<br />

mentalidad y una sensibilidad que hasta hoy no he encontrado en<br />

otra parte.<br />

Desde los primeros atropellos cometidos por los norteamericanos<br />

a fines del siglo pasado, hasta el interminable recurso de la<br />

tiranía de los Somoza padre e hijo (el nieto, refugiado en Honduras,<br />

sueña con la venganza y prepara a sus mercenarios con el apoyo<br />

de los Estados Unidos), el museo muestra el lento, penoso y a veces<br />

increíble avance de un pueblo casi desarmado frente a un enemigo<br />

tan poderoso como implacable. La figura de Augusto César Sandino<br />

domina por derecho propio la escena, pero los organizadores del<br />

museo han evitado todo sentimentalismo fácil, toda propaganda<br />

demagógica; una vez más se comprueba la dignidad, la serenidad, la<br />

confianza en un pueblo que sabe dónde está la verdad y no necesita<br />

que se la repitan a base de retumbantes consignas patrióticas. Las<br />

salas del modesto museo se suceden como los distintos momentos<br />

de una buena y clara lección de historia, documentos, mapas, fotos,<br />

pertrechos militares. Cuando se llega al período final cualquiera<br />

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51


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

esperaría encontrar las pruebas de lo que el pueblo nicaragüense<br />

conoció desde el horror y la sangre: los asesinatos, las torturas, los<br />

pillajes cometidos por la Guardia de Somoza. Pues bien, no hay<br />

nada, los rostros de los patriotas muertos en combate o masacrados<br />

en las cárceles nos miran serenamente desde fotos de familia,<br />

grupos de amigos, instantáneas tomadas en los campamentos de la<br />

montaña o de la selva.<br />

Incluso el humor está presente: uno de los uniformes de Somoza<br />

cubierto con todas las condecoraciones que dejó abandonadas, y<br />

que lo cubren desde el cuello hasta los pies. Una larga pared exhibe<br />

las armas de los combatientes revolucionarios; viejos fusiles que ya<br />

usaban los soldados de Sandino, otros fabricados de manera artesanal,<br />

armas casi inofensivas cuando se piensa en los tanques y las<br />

ametralladoras del enemigo... Y hablando de tanques, otro rasgo de<br />

humor es el que Benito Mussolini le regaló a Somoza padre, y que<br />

provoca la risa por sus exiguas dimensiones. Me imaginé teniendo<br />

que tripularlo, y pedí que me fotografiaran a su lado para guardar<br />

uno de los recuerdos más cómicos de mi vida.<br />

Fui esta vez a Managua para tomar parte en las deliberaciones<br />

del Comité de Intelectuales nacido del encuentro internacional,<br />

celebrado en La Habana a fines de 1981. Sabía que una de nuestras<br />

tareas más urgentes y necesarias era la de plantear en Nicaragua<br />

lo que ya se había discutido en Cuba: el establecimiento de<br />

relaciones y contactos positivos con los sectores intelectuales y<br />

populares estadounidenses que cada vez abren más los ojos frente<br />

a los atropellos y las arbitrariedades imperialistas del gobierno de<br />

Ronald Reagan. En el avión había tenido tiempo de preguntarme<br />

cómo sería recibida en Nicaragua una actitud que a muchos podría<br />

parecerles a contracorriente del justificado antagonismo que los<br />

Estados Unidos provocan en América Central, especialmente en la<br />

tierra que Sandino defendió tanto tiempo contra los ataques y la<br />

prepotencia de quienes siguen considerando a esos países como su<br />

traspatio.<br />

Pero era juzgar mal la clara distinción que incluso los nicaragüenses<br />

más simples establecen entre los gobiernos y el pueblo de<br />

los Estados Unidos, y me bastó participar en el acto inaugural de<br />

las sesiones del comité para darme cuenta de que estábamos en el<br />

terreno más favorable para llevar adelante nuestra acción. Después<br />

del discurso de Armando Hart, ministro de cultura de Cuba, que se<br />

refirió sin rodeos a la urgencia de llevar nuestro mensaje al seno de<br />

los intelectuales y los ciudadanos honestos de los Estados Unidos,<br />

las palabras de Sergio Ramírez en nombre de la Junta nicaragüense<br />

de gobierno confirmaron en un todo esa voluntad de abrir un<br />

diálogo no sólo posible sino necesario.<br />

Cuando más tarde traté de pulsar las reacciones en los niveles<br />

populares, no advertí ninguna oposición basada en odios atávicos,<br />

harto justificables históricamente. Con la sensibilidad que le es<br />

propia, el nicaragüense sabe que en el pueblo norteamericano hay<br />

muchos que comprenden tanto la gesta sandinista como la lucha de<br />

liberación del pueblo salvadoreño, y que cada día hacen sentir más<br />

su oposición a la política de Reagan en el área centroamericana.<br />

Como integrantes del comité, esto nos alienta en nuestro<br />

próximo paso, que será la reunión en México, en septiembre, de<br />

una gran cantidad de intelectuales y artistas de los Estados Unidos<br />

con sus homólogos latinoamericanos. Pero si en París o México esto<br />

podría parecer relativamente normal, que también lo sea en un país<br />

que diariamente sufre las amenazas y las presiones de Washington<br />

tiene algo no solamente de extraordinario sino de admirable. Especialmente<br />

cuando se sabe que los nicaragüenses están preparados<br />

para luchar hasta la muerte contra cualquier tentativa de llevar<br />

a ejecución las bravuconadas de Reagan, Haig y el resto de sus<br />

asesores.<br />

Entre dos sesiones del comité me fui de nuevo a la calle en<br />

busca de esa realidad cotidiana sin cuyo respaldo los mejores<br />

discursos son letra muerta. Pronto lo supe: en estos dos años Nicaragua<br />

ha mejorado considerablemente la variedad, la distribución y<br />

el costo de los artículos vitales de consumo. Los mercados callejeros<br />

están siendo sustituidos por centros donde vendedores y clientes<br />

se encuentran en un clima espacioso y limpio, en edificios bellamente<br />

concebidos. Como en tantos lugares de reunión popular, la<br />

52<br />

53


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

atmósfera es alegre y comunicativa, se habla y se bromea por cualquier<br />

cosa. En cambio, en los centros menos populares donde el<br />

comercio mantiene sus boutiques más pretenciosas o adineradas, el<br />

clima es menos cordial; se siente ahí la oposición de quienes siguen<br />

pensando, con criterios individualistas, los mismos criterios que<br />

llenan las costumbres del periódico La Prensa, que diariamente se<br />

sirve de su libertad de expresión para quejarse de cualquier restricción<br />

que vulnere los intereses de los propietarios y los comerciantes<br />

empeñados en mantener sus antiguos privilegios.<br />

Así, leyendo artículos de La Prensa, donde todo lo que no es<br />

“democrático” con arreglo a su terminología, se vuelve automáticamente<br />

“marxista”, no se puede menos que admirar la decisión de<br />

los dirigentes de no impedir que la oposición interna se manifieste<br />

públicamente. Si el estado de urgencia decretado por la amenaza<br />

de una invasión inminente gravitara obligadamente en este uso<br />

abusivo de la libertad de prensa (de La Prensa), nadie podría atribuir<br />

esto a una voluntad autoritaria de acallar la crítica. Para mí,<br />

en todo caso, lo que sigue dando el auténtico pulso de la realidad<br />

y la verdad está en la calle más que en los periódicos; allí se ve y se<br />

siente la respuesta popular al egoísmo de una minoría empecinada<br />

en salvar las sobras del antiguo festín, y su símbolo más directo es<br />

el de los alegres y bellos mercados frente a los restos de una mentalidad<br />

que todavía asoma desde tantas residencias, tantos automóviles,<br />

tantos restaurantes, tantas boutiques.<br />

El lector habrá leído comentarios sobre la situación de los<br />

indios misquitos, esa considerable minoría que habita en la zona<br />

atlántica de Nicaragua, separada por la tradición, el idioma y la<br />

historia de la zona pacífica donde se gestó y se realizó la liberación<br />

del país. El general Alexander Haig se cubrió de ridículo hace pocos<br />

meses dando a conocer una foto en la que figuraba la cremación de<br />

una pila de cadáveres, y atribuyéndola a milicianos sandinistas en<br />

tren de hacer desaparecer los cuerpos de los misquitos que habrían<br />

asesinado. Nada menos que Le Fígaro de París publicó esa foto,<br />

rápidamente desmentida no sólo por la presentación de pruebas<br />

sino por el propio Haig. Pero a falta de mentiras truculentas, se<br />

54<br />

insiste ahora en que el gobierno ha concentrado a los misquitos en<br />

barracones para controlarlos, pues se duda de su lealtad revolucionaria.<br />

Si usted va un día a Managua, dése un salto hasta la otra costa<br />

abierta por fin a las comunicaciones gracias a una carretera que<br />

ha sido una proeza de trabajo y de rapidez. Allí comprobará que<br />

esos indios no tienen plumas, son como usted o yo, solamente que<br />

hablan su lengua, conservan sus tradiciones, y que el olvido en<br />

que los mantuvo el régimen de Somoza los ha distanciado obligadamente<br />

de la historia, a la cual empiezan a incorporarse gracias<br />

al contacto permanente que mantienen desde hace poco con los<br />

dirigentes sandinistas y el pueblo de la zona del Pacífico. Su obligada<br />

concentración se debió al hecho de que habitan en la zona<br />

fronteriza con Honduras, a merced de las bandas somocistas y de<br />

la propaganda tendenciosa que se puede imaginar. El gobierno<br />

les está dando casas y tierras en una zona segura, de manera que<br />

puedan mantener su estilo de vida y sus costumbres, incluso su<br />

religión que, paradójicamente, es el protestantismo inculcado por<br />

misioneros moravos que guardan todo su prestigio. Para la Junta de<br />

Gobierno el problema de los misquitos ha sido acaso el más delicado<br />

y el más duro que han enfrentado en una tarea que casi no<br />

comporta más que problemas. 2<br />

Estoy acostumbrado a los estallidos de indignación que en<br />

cualquier país provoca el menor acto agresivo contra sus intereses<br />

o su soberanía, y que en muchas ocasiones son inescrupulosamente<br />

provocados o manipulados por regímenes que tratan de<br />

explotar un patriotismo no siempre reflexivo, como está ocurriendo<br />

ahora mismo en Gran Bretaña y Argentina por el caso de las islas<br />

Malvinas.<br />

Tal vez por eso me sigue asombrando que en Nicaragua la más<br />

firme de las determinaciones y el más probado de los corajes se<br />

vean acompañados por una calma, un buen humor y una gentileza<br />

2<br />

Para detalles más completos, véase el excelente artículo de Marié-<br />

Chantal Barre, en Le Monde Diplomatique (nota de la edición de<br />

muchnick Editores, S.A.,1984).<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

que debe desconcertar a más de un periodista y visitante europeo.<br />

Cuando desembarqué en Managua se hablaba en todos lados de<br />

la llamada Comunidad Democrática Centroamericana, esa burda<br />

alianza de Costa Rica, Honduras y El Salvador que excluye deliberadamente<br />

a Cuba y a Nicaragua, y nace de una manipulación<br />

norteamericana destinada obviamente a ejercer presión militar y<br />

psicológica desde los países más próximos a Nicaragua. Un cerco<br />

semejante hubiera provocado probablemente una verdadera<br />

histeria en cualquier otro país, pero los nicas lo recibían con algo<br />

que parecería fatalismo pero que no lo es en absoluto; nada hay de<br />

fatalismo en su voluntad de seguir adelante a pesar de este tipo de<br />

maquinaciones (a las que se suman las amenazas directas de los<br />

Estados Unidos, y el peligro diario de una invasión contrarrevolucionaria).<br />

En el más alto nivel, mis diálogos con diversos dirigentes –<br />

Tomás Borge, Sergio Ramírez, Miguel D’Escoto, entre otros– me<br />

dieron invariablemente la misma impresión de serena lucidez<br />

frente a un peligro que en nada disminuye la certidumbre de que<br />

el proceso histórico nicaragüense seguirá cumpliéndose contra<br />

viento y marea; pero si esto es de por sí sorprendente, ¿cómo no<br />

asombrarse aún más cuando se lo comprueba en el grueso de la<br />

población, en las conversaciones de café o de la calle? Inevitablemente<br />

recordé mi viaje anterior, cuando asistí a algunos de los<br />

procesos a criminales de guerra somocistas, y me pasmó el clima<br />

de calma, de objetividad, de deseo de justicia y no de venganza que<br />

reinaba no solamente entre los miembros de los tribunales sino<br />

entre el público presente. Nunca olvidaré el juicio a un coronel, de<br />

quien se tenían pruebas sobradas de que entre múltiples crímenes<br />

atroces, había hecho arrojar campesinos desde helicópteros para<br />

que cayeran en sus propias aldeas y sembraran así el espanto y el<br />

horror. Frente a esas acusaciones, el coronel respondía cínicamente<br />

que no sólo eran falsas, sino que su deber de cristiano (SIC) había<br />

consistido en cumplir misiones de bienestar social en la campaña.<br />

En otros países, la reacción de los asistentes hubiera sido difícil de<br />

contener, en Managua se le escuchaba en silencio, con la seguridad<br />

de que se haría justicia; y el solo hecho de que no se hubiera establecido<br />

la pena de muerte a pesar de tantos crímenes incalificables,<br />

¿no era ya el barómetro de esta manera de ser que separa de<br />

manera tan radical el auténtico pueblo nicaragüense de los que<br />

durante años y años fueron sus torturadores y sus verdugos?<br />

Creo que en Europa se sabe bastante sobre la campaña de<br />

alfabetización de 1980, que según informes precisos ha permitido<br />

hacer bajar una tasa de analfabetismo de más del 50 por ciento a un<br />

11 por ciento, y de la que bien pudo decirse que la mitad del pueblo<br />

enseñó a leer a la otra mitad.<br />

Por supuesto, como bien lo saben la Unesco y los especialistas,<br />

el verdadero problema empieza después de la primera campaña,<br />

cuando se trata de mantener el terreno ganado y crear poco a poco<br />

el hábito de la lectura en quienes por razones de aislamiento y de<br />

trabajo tienden a olvidar lo adquirido. Los nicas tampoco se han<br />

dormido en este sector, muy al contrario: los CEP (Colectivos de<br />

Educación Popular) son núcleos de maestros y estudiantes que en<br />

este mes de abril de 1982, después de un período de preparación de<br />

planes y materiales, se lanzarán a una nueva campaña que abarcará<br />

a 180.000 estudiantes y cerca de 26.000 maestros.<br />

Una vez más, las brigadas de intelectuales, profesores y alumnos<br />

universitarios y de liceos se diseminarán en todo el territorio para<br />

mejorar el grado de instrucción de los pobladores. En un país donde<br />

como en casi toda América Latina el nivel de los programas radiales<br />

es bajo, hay sin embargo una emisión totalmente dedicada a ayudar<br />

a las tareas de alfabetización. Y en los niveles de la cultura superior,<br />

el avance es igualmente considerable; de todo lo que pude conocer<br />

en ese campo, lo más significativo me pareció la fundación de la<br />

editorial Nueva Nicaragua, que en poco tiempo ha publicado una<br />

serie de libros de bolsillo que se difunden ampliamente, y que se<br />

dispone a lanzar una serie de casi cien títulos con las grandes obras<br />

de la literatura universal. Hace poco, en una feria del libro, la gente<br />

se arrebató un conjunto de cinco libros presentados en una divertida<br />

“casita” de cartón y a un precio que haría soñar a los lectores<br />

franceses. Paralelamente a esto, aumenta el número de semanarios<br />

56<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

dedicados a la cultura, entre los que se destaca por su gran difusión<br />

el suplemento Ventana, del diario Barricada, donde no sólo hay<br />

abundante material literario sino estético, con reproducciones de<br />

pinturas y trabajos críticos de alta calidad.<br />

Todo esto se refleja cada vez más vivamente en la respuesta<br />

popular a los actos culturales, a los que no se va por compromiso<br />

o para matar el tiempo, sino en busca de un diálogo directo con<br />

los poetas, los narradores y los artistas plásticos y musicales. Bien<br />

pudimos apreciarlo Gabriel García Márquez, Rogelio Sinán y yo la<br />

noche en que leímos algunos de nuestros textos ante un público<br />

que llenaba un parque popular de Managua; centenares de adultos,<br />

jóvenes y niños sentados en el césped siguieron con avidez cada<br />

palabra de la lectura. Personalmente no me gusta leer mis textos<br />

en voz alta ni escuchar los ajenos, supongo que por el mal hábito de<br />

la lectura solitaria, y esa noche tuve miedo de que el acto resultara<br />

demasiado largo, y que la gente se quedara solamente por cortesía:<br />

Pero cuando salíamos, un grupo de jóvenes se me acercó para<br />

decirme que estaban cordialmente enojados porque habíamos<br />

leído demasiado poco...<br />

Llego al final de estos fragmentos de recuerdos, y algunas<br />

imágenes sueltas buscan fijarse como despedida. Al igual que<br />

toda nuestra América el encanto de la inocencia popular, siempre<br />

mezclada con ironía y humor, no conoce límites. Como el cartel de<br />

una humilde tienda en los barrios orientales, donde se puede leer:<br />

Barbería Demetrio, técnica unisex, anuncio que le deja a uno pensativo.<br />

En una tienda se vende un cartel para poner en la oficina: En las<br />

horas de trabajo, las visitas al carajo. Vi una miserable choza de paja<br />

y latas viejas levantada en un descampado del centro de la ciudad,<br />

donde una anciana instalada en su hamaca espera pacientemente<br />

la llegada de quienes quieren comprarle sus buñuelos. En lo alto<br />

de la choza, un cartel dice inexplicablemente: C.I.T., y en el terreno<br />

baldío lleno de malezas y charcos, otro cartel indica: Parking reservado<br />

a la clientela de C.I.T.<br />

Por tantas cosas así, no puedo irme de Nicaragua sin que la<br />

ternura sea mi sentimiento dominante, esa ternura que me hace<br />

volver a ella cada vez que puedo. Y pienso una vez más en una frase<br />

del comandante Tomás Borge que tan bien resume lo que aquí no<br />

alcanzo a decir: “No se puede ser revolucionario sin ternura en los<br />

ojos y en las manos, sin amor a los pobres y a los niños”.<br />

58<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Nicaragua desde adentro (I)<br />

No soy un corresponsal ni un experto en la geopolítica de<br />

América Central; estas notas sólo buscan situarse como entrelineas<br />

de los informes concretos que el lector tiene con frecuencia a su<br />

alcance, un poco a la manera de esas voces en off que completan el<br />

sentido de una imagen, o tal vez mejor, como imágenes que permiten<br />

entender mejor el discurso racional. En estos últimos tiempos se<br />

repite, en todas partes que la situación en Nicaragua es grave, como<br />

parte inevitable de una gravedad que dentro de distintos contextos<br />

convulsiona a El Salvador, a Guatemala, y, actualmente incluso a<br />

Honduras. ¿Pero de qué gravedad se habla realmente?<br />

No en un plano inmediatamente visible, en todo caso. He vuelto<br />

a una Managua, a una campaña en la que todo mantiene el ritmo<br />

impreso por el gobierno nicaragüense al otro día del triunfo sandinista.<br />

Incluso los progresos son visibles en lo que toca a la vida<br />

diaria, la alimentación y las condiciones sanitarias. Pero lo que<br />

faltaba y sólo podía ser obtenido por medio de créditos y divisas,<br />

sigue faltando medios de transporte, piezas de repuesto, material<br />

hospitalario, medicamentos, infraestructuras para los planes de<br />

construcción. ¿Cómo podría no faltar; pese a los esfuerzos de solidaridad<br />

de no pocos países del este y del oeste, si Nicaragua les fue<br />

devuelta a sus legítimos dueños como un muñeco roto, una casa<br />

devastada por el más siniestro de los tifones, que no se llamó Flora<br />

ni Lucy sino Somoza?<br />

La víspera de mi llegada desde México, leí en los periódicos<br />

la denuncia que hacía Sergio Ramírez de una nueva triquiñuela<br />

de los Estados Unidos para desestabilizar el régimen y favorecer<br />

el eventual retorno a las condiciones “democráticas” tal como las<br />

definen del lado del Potomac. Después de haber dado de largas al<br />

otorgamiento de créditos prometidos inmediatamente después del<br />

triunfo sandinista por el gobierno de Jimmy Carter, el de Reagan<br />

decide generosamente la donación de cinco millones de dólares a la<br />

empresa privada de Nicaragua. Cuando se sabe que en buena parte<br />

esa empresa responde al sector conservador y/o a los intereses<br />

de los Estados Unidos, es obvio que la incidencia de esos créditos<br />

no beneficiará mucho al pueblo nicaragüense; lo que la Junta de<br />

Gobierno hubiera destinado a planes de interés general, o sea al<br />

progreso en vez de la ganancia, entra de nuevo en el turbio juego de<br />

los intereses personales, familiares o corporativos. Y es por cosas<br />

así que la situación es grave; nada parece un peligro tangible, no se<br />

ha producido la invasión planeada desde hace tanto tiempo, todo<br />

da la impresión de mantener su ritmo habitual, y sin embargo los<br />

responsables del gobierno tienen la certidumbre –y se lo dicen al<br />

pueblo con una claridad admirable, como es admirable la calma<br />

con que el pueblo recibe esas noticias– que las tenazas siguen<br />

cerrándose día a día y que la única manera de frenar lo peor es<br />

tirándose a fondo en lo mejor, en el nivel más alto de conciencia<br />

política, de trabajo y de capacidad de defensa.<br />

Como le pasó a Cuba en uno de sus peores momentos, las<br />

catástrofes naturales se suman a las manufacturadas por los<br />

enemigos: las inundaciones recientes harán sentir durante más<br />

de dos años sus efectos negativos en el plano de la agricultura, la<br />

vialidad y la vivienda. Para eso, claro, no hay créditos suficientes,<br />

pero en cambio es bueno saber que las visitas que hacen en estos<br />

días diversos miembros del gobierno a países extranjeros pueden<br />

mejorar el panorama económico e incluso político del país. El<br />

comandante Daniel Ortega en Francia y España, el canciller<br />

D’Escoto y el ministro de cultura Ernesto Cardenal en otros países,<br />

perfilarán mejor una imagen de Nicaragua que a veces se diluye<br />

en el complejo damero centroamericano. Demasiado sabemos<br />

que las agencias y los columnistas “liberales”, por no decir los de<br />

la pura derecha, han empezado hace rato el mismo sucio juego que<br />

hicieron con Cuba, y que aquí tiene ecos frecuentes en los sectores<br />

que temen por sus intereses e incluso por sus dogmas. Cada día<br />

se insiste más en presentar a Nicaragua como dependiente de la<br />

URSS, olvidando minuciosamente (y hablo ahora al margen del<br />

problema de la opción ideológica) que la presencia soviética en el<br />

Caribe fue resultado directo de la torpeza de los USA al poner a<br />

60<br />

61


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Cuba en la disyuntiva de aceptar una ayuda esencial, la del petróleo<br />

de la URSS, o hundirse en quince días como un barquito de papel.<br />

Lo repito: que esa presencia hubiera sido buscada sin razones tan<br />

dramáticas, es posible y hasta probable. ¿Por qué no? Pero en aquellas<br />

circunstancias y en las que hoy enfrenta Nicaragua, poner el<br />

grito en el cielo por la “injerencia soviética” en la región, es de una<br />

hipocresía que sólo se compara con la de quienes se dicen demócratas,<br />

sin querer reconocer que la primera mitad de esa palabra<br />

contiene lo que más temen, el verdadero demos, ese que en América<br />

Central acabará poco a poco por entrar de veras en la historia<br />

después de tanto tiempo de haber vivido acorralado en el famoso<br />

patio trasero de la estrategia norteamericana.<br />

La situación es grave en Nicaragua. Comprenderlo ya es algo;<br />

tratar de echar una mano sería mucho mejor.<br />

Managua, julio de 1982<br />

Nicaragua desde adentro (II)<br />

El mar, como un vasto cristal azogado. Me gusta imaginar que<br />

Darío pudo escribir su poema mirando a la distancia desde la<br />

veranda de este bungalow de “El Velero” donde trabajo; al fin y al<br />

cabo León, la ciudad del poeta, está muy cerca de aquí. Pero nada<br />

de esto existía en su tiempo, salvo el vasto cristal azogado lamiendo<br />

la playa de arena cobriza; “El Velero”, que es ahora un centro de<br />

vacaciones para obreros, nació mucho después de él, y con propósitos<br />

harto diferentes, puesto que era uno de los clubes de Somoza<br />

donde supongo que venía de cuando en cuando para meditar sobre<br />

la mejor manera de seguir instalando otros clubes no menos exclusivos<br />

en los mejores lugares del país, y así sucesivamente hasta lo<br />

que todos sabemos.<br />

Al igual que los cubanos, los nicas piensan que en esta época<br />

que ellos llaman invierno sólo a los extranjeros y a los piantados<br />

se les puede ocurrir bañarse en el mar, que imaginan cubierto de<br />

icebergs o algo así; la verdad es que hace un calor tremendo, que el<br />

agua tiene una temperatura que jamás conoció el Mediterráneo, y<br />

que si no te cuidas del sol de mediodía los cangrejos te adoptarán<br />

como a uno de los suyos. Por esas razones es fácil conseguir ahora<br />

un bungalow al lado del mar y “El Velero” boga con pocos pasajeros<br />

a bordo; su ritmo de viaje, sin embargo, es el de todo el año y los<br />

servicios funcionan normalmente: la casa comunal donde se sirven<br />

las comidas, se ve la televisión y se juega al billar; la limpieza cotidiana<br />

de las casas ocupadas, los trabajos de ampliación, alcantarillado,<br />

y la edificación de casas nuevas; la atención médica tres o<br />

cuatro veces por semana. Da gusto navegar en este velero en el que<br />

la gente tiene la sonrisa franca y espontánea y donde el “buenos<br />

días” de cada mañana suena de otra manera que en las grandes<br />

ciudades. Y sobre todo da gusto ver este antiguo reducto del despotismo<br />

convertido en un centro donde las familias obreras encuentran<br />

solaz y descanso por un precio más que económico.<br />

Entre mi bungalow y el mar se tiende el “parque”, también calificado<br />

de “vergel-jardín”, aunque todo eso pertenece más al futuro<br />

62<br />

63


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

que al presente. Pero si las plantas tardan en crecer y afirmarse,<br />

los juegos para los niños se alzan variados y multicolores. Una vez<br />

más el ingenio ha suplido la falta de materiales: hamacas y toboganes<br />

nacen de la recuperación de tablones, bidones y neumáticos<br />

usados, apenas reconocibles bajo una capa de brillantes colores. En<br />

el centro se alza una especie de pirámide maya, a cuya plataforma<br />

se accede por una escalinata cuyos peldaños amarillos y verdes<br />

son otros tantos neumáticos colocados horizontalmente. Una vez<br />

arriba, en vez de sacrificios a los dioses, espera la posibilidad de<br />

resbalar por los toboganes de cemento, aunque los niños tienden<br />

a bajarlos con saltos de ranitas, sabedores de que el sol convierte<br />

el tobogán en sartén y que si se deslizan por él se van a chamuscar<br />

el culito. Hay también una especie de mirador y mesas a la sombra;<br />

de noche se ve un caballo blanco que se acerca a los juegos y los<br />

olisquea como con una vaga nostalgia. Y hay luciérnagas, y una gran<br />

paz.<br />

No así en la frontera hondureña, de donde siguen llegando<br />

noticias de atropellos, de escaramuzas contrarrevolucionarias que<br />

se dirían ensayos generales antes de una invasión latente desde<br />

hace tanto tiempo. Los sandinistas repelen los ataques y pagan un<br />

duro tributo de pérdidas, a la misma hora en que los otros gobiernos<br />

centroamericanos bailan al compás de Washington y despliegan<br />

todo el vocabulario de la democracia tal como se la entiende allá<br />

arriba. Dentro de dos días el pueblo sandinista se reunirá en Masaya<br />

para celebrar el tercer aniversario de la liberación de país. Tres<br />

duros años, por dentro y por fuera años de reconstrucción con las<br />

manos casi vacías, de respetos a un pluralismo político que desde<br />

un comienzo fue aprovechado por quienes desconfiaban de todo<br />

que significara un avance auténtico del pueblo por el camino de la<br />

educación, la conciencia política y la participación en el bienestar<br />

común. Yo pensé alguna vez que si el socialismo se pretende internacional,<br />

hay algo que lo es más que él: la burguesía. Los burgueses<br />

son absolutamente idénticos en cualquier país de la tierra, y un<br />

burgués alemán reconoce a uno francés o uruguayo con más prontitud<br />

que los socialistas alcanzan a reconocerse entre ellos. Por eso<br />

los burgueses de Nicaragua siguen exactamente el mismo camino y<br />

los mismos procedimientos que los cubanos. Cuando una tiranía se<br />

les vuelve demasiado dura, sea la de Batista o la de Somoza, ayudan<br />

a echarla abajo y se suman al desfile de la victoria, pero pare de<br />

contar amigo: nada de dejar que el populacho se la tome en serio<br />

y quiera meterse con lo que heredamos de papá, que lo heredó de<br />

abuelito, o de lo que ganamos con las multinacionales que al final<br />

hacen progresar el país y traen las mejores importaciones. No me<br />

olvido de una frase de Fidel Castro al otro día de la entrada en La<br />

Habana, cuando los autos de los burgueses desfilaban con gallardetes<br />

revolucionarios. Le dijo al Che: “Ya vas a ver cómo esos gallardetes<br />

se caen antes de un mes”. Y aquí no habrá sido muy diferente.<br />

Pero yo estaba hablando de “El Velero”. Ahora iré a almorzar a la<br />

casa comunal: frijoles, claro, puedo ganar cualquier apuesta en ese<br />

sentido. Frijoles y carne picada, o un pescado, o huevos. Y la cerveza<br />

helada, que es tan rica en Nicaragua. El almuerzo más el café cuesta<br />

veinticinco córdobas (un dólar). La cerveza, trece córdobas. Buen<br />

provecho, compañeros.<br />

Managua, julio de 1982<br />

64<br />

65


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Nicaragua desde adentro (III)<br />

En Europa, la fragmentación de las noticias tiende a mostrar<br />

aisladamente a los pequeños países centroamericanos, y no<br />

siempre están claras las incidencias recíprocas de sus procesos<br />

históricos. Tampoco lo estuvieron aquí en otros tiempos, pero hoy<br />

ya nadie se engaña: cada paso adelante, de la Revolución nicaragüense<br />

o cada paso atrás de la política costarricense son sentidos<br />

globalmente en América Central, cuyos pueblos amplían cada vez<br />

más su espectro mental y su conciencia política; la lucha armada<br />

en Guatemala y El Salvador no son pulsiones populares aisladas;<br />

como tampoco la creciente resistencia del pueblo de Honduras<br />

frente al uso que se quiere hacer de su ejército. Basta abrir un diario<br />

de Managua para ver, en la primera página, la presencia total de<br />

Centroamérica en sus noticias más importantes; y la mentalidad<br />

popular es semejante a esa primera página.<br />

Digo esto después de leer una entrevista que Claribel Alegría<br />

y D. J. Flakoll acaban de hacerle a Salvador Cayetano Carpió, más<br />

conocido como el comandante Marcial, una figura ya legendaria<br />

en El Salvador donde después de toda una vida de lucha sindical,<br />

persecuciones, prisión, tortura y exilios repetidos, acabó creando<br />

con un grupo de compañeros el FPL, Fuerzas Populares de Liberación<br />

Farabundo Martí, y es hoy miembro de la comandancia<br />

del FMLN, el Frente de Liberación Nacional que también lleva<br />

el nombre de Farabundo Martí y que en estos momentos sigue<br />

teniendo en jaque a las tropas gubernamentales que, a pesar del<br />

enorme apoyo de los Estados Unidos, no han logrado ni mucho<br />

menos detener el avance de todo un pueblo cuyo brazo armado es<br />

el Frente.<br />

Hay en esa entrevista algunos puntos de vista que me parecen<br />

fundamentales para entender mejor lo que el comandante Marcial<br />

llama la “regionalización” de un proceso que muchos tienden<br />

todavía a parcelar por países. Para él esa regionalización es el objetivo<br />

de la nueva política de Washington en la zona centroamericana<br />

y del Caribe, en la que hasta ahora sus intervenciones de todo orden<br />

(desde créditos a los gobiernos amigos hasta invasiones armadas<br />

como aquellas contra las cuales tanto luchó Sandino en Nicaragua)<br />

habían estado casi siempre localizadas, centradas en escenarios<br />

precisos. Desde hace tiempo, observa Marcial que una estrategia<br />

global reemplaza cada vez más las injerencias y las intervenciones<br />

aisladas; no es por azar que una lenta e insidiosa tela de araña se va<br />

tejiendo en la totalidad de la zona centroamericana y caribeña; no<br />

es por azar que los tres ejércitos que responden a gobiernos “manejables”<br />

–Guatemala, Honduras y El Salvador– están siendo diariamente<br />

alimentados con toda clase de armamentos antiguerrilleros,<br />

sin hablar de la asesoría técnica y los créditos cuantiosos; no es azar,<br />

pensamos a nuestra vez, que se haya creado la mal llamada Comunidad<br />

Democrática Centroamericana en la que por supuesto no<br />

figuran ni Cuba ni Nicaragua; no es por azar que el nuevo gobierno<br />

de Costa Rica, país que alguna vez fue un ejemplo de sensatez y<br />

de buena vecindad, multiplique las denuncias sobre el “avance<br />

marxista” allí donde se lucha por la soberanía popular; y tampoco<br />

es por azar que al abrigo de maniobras conjuntas en las que los<br />

norteamericanos han impartido un amplio know how al ejército<br />

hondureño, este último esté tendiendo una línea de agresivos<br />

campamentos y fuertes en la frontera con Nicaragua, allí mismo<br />

donde las bandas somocistas incursionan bajo su protección y tolerancia<br />

para sabotear, asesinar y saquear en las zonas rurales, como<br />

acaba de ocurrir en San Francisco del Norte. Por todo eso Marcial<br />

tiene harta razón cuando concluye textualmente: “Podríamos decir<br />

que estamos a las puertas de la guerra, pero es más adecuado decir<br />

que Centroamérica entera está en guerra”.<br />

Si todo esto es grave, si la enorme araña del norte puede cubrir<br />

cada vez más lo que se obstina en considerar como su traspatio, a<br />

la vez este proceso suscita un efecto dialéctico que a Washington<br />

parece escapársele como siempre se le han escapado los puntos<br />

esenciales en materia internacional. Hoy en día no hay nadie en<br />

Centroamérica que se considere aislado, tanto si cuenta con el favor<br />

o enfrenta la enemistad de los Estados Unidos, y vuelvo a citar a<br />

los diarios nicas como el mejor ejemplo de esta regionalización<br />

66<br />

67


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

informativa, puesto que ellos son el espejo de todo un pueblo. Cada<br />

triunfo o cada revés popular en Guatemala y en El Salvador, cada<br />

maniobra favorable o desfavorable de la diplomacia costarricense<br />

u hondureña, los últimos sucesos en Panamá, que representan una<br />

malla más de la tela de la araña del norte, los problemas en Granada<br />

o Belice, cada hecho centroamericano o caribeño son vistos como<br />

parte de un proceso global, como elementos positivos o negativos<br />

de un juego en el que todos los pueblos de la zona están comprometidos<br />

y frente a los cuales se sienten responsables. Marcial<br />

piensa que Estados Unidos tendrá finalmente que invadir militarmente<br />

a Centroamérica, y que no le servirá de nada. Entre otras<br />

cosas porque en cualquier país en el que desembarque no tardará<br />

en darse cuenta de que frente a él no sólo estará el pueblo de ese<br />

país; sino los de todos los países de la zona. Y esa es una determinación<br />

que comparten cada vez más aquellos que en esta parte del<br />

mundo luchan por su soberanía y por su dignidad, como bien lo<br />

sabe Marcial que es uno de sus más admirables ejemplos.<br />

Managua, agosto de 1982<br />

Nicaragua desde adentro (IV)<br />

Hace dos noches estuve en una de las salas de mujeres del<br />

hospital Dávila Bolaños de Managua, para visitar a una jovencita de<br />

quince años, estudiante del segundo año de secundaria.<br />

La reconocí en seguida entre las muchas enfermas, porque<br />

su foto se está publicando diariamente en los periódicos nicaragüenses,<br />

y su cara no es de las que puedan olvidarse o confundirse.<br />

Todo el mundo habla de su sonrisa, que estaba como siempre en<br />

sus labios cuando me acerqué a su cama. Todo el mundo habla de<br />

Brenda Rocha con una mezcla de amor y de admiración, pero a la<br />

par de esos sentimientos se percibe el horror y, sobre todo la cólera<br />

frente a las razones por las cuales esta niña está en una cama de<br />

hospital.<br />

Desde hace unos días a Brenda le falta el brazo derecho, amputado<br />

a cinco centímetros del hombro.<br />

En una de las zonas de más difícil acceso en el país, la región de<br />

los yacimientos minerales de Siuna, La Rosita y Bonanza, hay un<br />

pueblecito llamado Salto Grande que, como todos los lugares aislados<br />

del interior, se ve frecuentemente amenazado por las bandas de los<br />

exguardias somocistas que, valiéndose de la ayuda en armas que<br />

reciben del exterior, se dedican a asaltar y asesinar a los campesinos,<br />

a robar y saquear las comunidades y a hostigar a los milicianos<br />

sandinistas que defienden a los pobladores.<br />

Junto con un pequeño grupo de compañeros procedentes de<br />

Bonanza, Brenda Rocha tenía a su cargo la protección de Salto Grande.<br />

A los quince años, después de haber trabajado como alfabetizadora<br />

e ingresado a las Juventudes Sandinistas, Brenda se había<br />

sumado a las milicias; como ella misma lo dice con toda naturalidad,<br />

su tarea era la de hacer frente a cualquier ataque, y el 24 de julio<br />

pasado estaba montando guardia con sus compañeros cuando una<br />

banda muy superior en número y armamento descendió por las<br />

lomas y atacó el poblado.<br />

En la batalla que siguió, siete milicianos hallaron la muerte, seis<br />

hombres y una mujer; Brenda, gravemente alcanzada por balas que<br />

68<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

le destrozaron el brazo, siguió disparando con la mano izquierda<br />

hasta que la pérdida de sangre la obligó a cesar el fuego cuando<br />

ya los somocistas invadían el poblado. Tendida boca abajo, fingió<br />

estar muerta, y los asaltantes que temían la llegada de refuerzos<br />

sandinistas se retiraron sin tocarla; los pobladores la atendieron en<br />

un primer momento, hasta que pudo ser transportada a Managua<br />

donde fue preciso amputarle el brazo. Los médicos afirman que a<br />

fin de mes estará en condiciones de ser trasladada a la Unión Soviética,<br />

y allí la cirugía más avanzada le instalará una prótesis; para<br />

Brenda esto significa volver a estar en condiciones para reanudar<br />

su trabajo, de seguir cumpliendo con sus obligaciones de miliciana.<br />

Mientras estaba a su lado, recibiendo su mirada que parece<br />

rechazar dulcemente toda piedad e incluso toda admiración, me<br />

dije que los nicaragüenses conocen la muerte de tan cerca después<br />

de años y años de lucha sin cuartel, que sus sentimientos frente a<br />

Brenda no se limitan a la alegría de que haya escapado por un mero<br />

azar al destino que abatió a sus compañeros de combate: tanto en<br />

Brenda como en todos los que la sienten hoy como una hija, una<br />

hermana o una novia, lo que cuenta es aceptar lo sucedido como<br />

parte del trabajo revolucionario y verlo como prueba de una imbatible<br />

determinación. Creo que por eso su sonrisa, de la que todos<br />

hablan, se ha grabado en las memorias y en los corazones con tanta<br />

fuerza como si fuera una consigna de lucha, una bandera o una<br />

canción revolucionaria.<br />

Uno de los amigos que me acompañaba esa noche en el hospital,<br />

me dijo que Brenda se sonreía como los ángeles de Giotto.<br />

Es cierto, pero yo la siento todavía más cerca, de la inolvidable<br />

sonrisa del ángel de la catedral de Reims, que desde lo alto nos<br />

contempla con una expresión llena de travesura y de gracia, casi<br />

de complicidad. Ese ángel parece comprenderlo todo, y precisamente<br />

por eso está más cerca de nosotros que los que se distancian<br />

envueltos en una pureza abstracta. El rostro de Brenda Rocha<br />

es el rostro de un ángel, pero nada podría ser más hermosamente<br />

humano que ese rostro que vio la muerte y el horror de frente, y sin<br />

embargo no está marcado por el sufrimiento o la cólera. De pronto<br />

sé con toda claridad por qué Brenda es hoy un símbolo entrañable<br />

para los nicas: ella es como Nicaragua, ella es Nicaragua.<br />

Sus quince años son la juventud de los tres años de la revolución;<br />

su coraje y su serenidad son los que día a día veo en quienes<br />

esperan a pie firme a los enemigos de fuera y de dentro; el muñón<br />

de su brazo es la cuota de sangre que ha pagado y sigue pagando<br />

este pueblo enamorado de la luz y la libertad y la alegría.<br />

Sí; la sonrisa de Brenda es también la sonrisa de Nicaragua que<br />

se reconoce en ella y la hace suya.<br />

Managua, agosto de 1982<br />

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71


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Aquí, la dignidad y la belleza<br />

Conócete a ti mismo. Es fácil decirlo, y aún más creerlo; después,<br />

en los momentos de ruptura, de implosión; de caída en uno mismo,<br />

lo que se descubre es otra cosa. Cebollas infinitas, no terminaremos<br />

jamás de retirar las telas que nos abarcan desde los siete<br />

velos de Salomé hasta la prodigiosa espeleología del psicoanálisis;<br />

debajo, siempre más abajo, el centro rehúsa dejarse ver tal como es.<br />

Estamos lejos de muchas cosas, pero de nada estamos más lejos que<br />

de nosotros mismos.<br />

Pensamientos de alto vuelo, como se ve, tal vez por hilarlos a<br />

ocho mil metros de altura mientras el avión me trae una vez más<br />

hacia Managua mi muy querida. Todos estos meses he deseado<br />

diariamente llegar para agregarme una vez más al esfuerzo sandinista,<br />

avanzar en el conocimiento de su proceso liberador y difundirlo<br />

después a mi manera a fin de contrarrestar en lo posible tantas<br />

mentiras o verdades a medias que circulan en Europa. Confieso que<br />

he tenido miedo de quedarme afuera, de que lo peor se produjera<br />

estando lejos y ya no pudiese entrar; ¿quién no sabe que la frontera<br />

con Honduras es esa gigantesca espada de Damocles suspendida<br />

sobre todo un pueblo que quiere la paz y está dando su sangre por<br />

ella?<br />

Pero ahora que toco tierra en Managua, algo toca también tierra<br />

en otra parte de mí, y siento que lo primero, lo que más deseo ver,<br />

es el museo de pintura y escultura inaugurado en diciembre y<br />

que contiene las donaciones solidarias de centenares de grandes<br />

artistas latinoamericanos. Apenas lo haya visto me echaré a la calle<br />

como tantas otras veces, y empezaré la ronda de amigos que me<br />

reseñarán la situación y me embarcarán en viajes a las zonas más<br />

críticas del momento. Pero el museo primero, no sé realmente por<br />

qué. (¡Conócete a ti mismo, vaya broma!)<br />

Y ahí, como una rectificación brutal y necesaria, la realidad esperándome<br />

apenas salgo del aeropuerto con el comandante Tomás<br />

Borge: no hemos recorrido ni medio kilómetro cuando vemos llegar<br />

un cortejo fúnebre y escuchamos las consignas sandinistas de la<br />

pequeña multitud que acompaña a uno de los combatientes caídos<br />

hace tres días, en la frontera hondureña, uno de los muchos que han<br />

muerto y siguen muriendo bajo las balas de los exguardias somocistas<br />

allí concentrados. Sólo mucho más tarde vuelvo a pensar<br />

en el museo, y me digo que allí sigue la vida, que allí se concentra<br />

otro tipo de incitación a seguir adelante y a superarse en todos los<br />

planos. Carmen Waugh, la compañera chilena que lo ha organizado,<br />

me lleva al teatro Rubén Darío en cuyas galerías están expuestas<br />

provisionalmente gran parte de las obras, en espera de un local<br />

definitivo que no es fácil conseguir en una ciudad que guarda<br />

todavía las infinitas cicatrices del terremoto de los años setenta, y<br />

que carece de recursos para la instalación de un museo moderno.<br />

Pero es así, en Nicaragua las cosas se hacen como se puede<br />

y después se las va consolidando, y no creo que en el mundo haya<br />

otro caso de una enorme y valiosísima colección de obras de arte que<br />

antecede al museo que deberá contenerlas. Por ahora el público se<br />

pasea por las galerías del teatro, se conforma con la iluminación insuficiente,<br />

entabla sus primeros diálogos silenciosos (o a gritos, cuando<br />

es un grupo de amigos) con un arte resueltamente contemporáneo<br />

que provoca todo lo que siempre debe provocar el arte de avanzada:<br />

fascinación, repulsa, amor, antagonismo, las tomas de posición<br />

necesarias, para lanzar la imaginación a todo motor, discutir hasta<br />

quedarse sin aliento, y al final salir del museo con algo nuevo y diferente<br />

en la memoria, ese “algo” que irá modificando la visión interior<br />

sin que la conciencia se dé clara cuenta que irá afinando lentamente<br />

el gusto y ayudando a rechazar tanta cosa barata que se tomaba por<br />

arte y por belleza, y que desde luego no puede desaparecer en un día.<br />

Y si en Nicaragua ha habido y hay magníficos artistas, tanto “cultos”<br />

como “primitivos”, el museo contribuirá a crear en el público un<br />

mayor interés por sus obras, no sólo las que figuran en él, sino las que<br />

existen en diferentes centros culturales, establecimientos de educación<br />

y talleres de pintores. El ojo, la visión estética, se enriquece con<br />

cada nuevo descubrimiento en ese terreno, y lo internacional ayuda<br />

siempre a comprender y a valorar mejor lo nacional.<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Agrego algo que me parece de primera importancia: aunque el<br />

museo ya esté allí abierto gratuitamente al público, casi todo queda<br />

todavía por hacer, y confío en que los nicas lo harán lo antes posible<br />

a pesar de las dramáticas dificultades del momento en materia de<br />

defensa, producción y educación popular. Entre otras cosas hará<br />

falta un catálogo explicativo para que el público poco familiarizado<br />

con el arte de nuestro tiempo pueda entrar en las variadas<br />

corrientes estéticas y conocer la personalidad de artistas tan célebres<br />

en el mundo como Lam, Matta, Le Pare, Soto, la lista es enorme.<br />

Hará falta que los artistas y profesores lleven a sus estudiantes y<br />

los guíen en esa selva de colores y de formas y de ritmos. Hará falta<br />

que los suplementos literarios que llegan a todo el país despierten<br />

en el público el deseo de darse una vuelta por el museo. Y hablando<br />

de esto, no me gusta el término “museo”, que suena siempre un poco<br />

a momia egipcia, a templo académico. ¿Por qué no la Casa del Arte<br />

Latinoamericano, o algo igualmente acogedor y próximo? ¿Por qué<br />

los jóvenes pintores, grabadores y escultores de Nicaragua no organizan<br />

turnos voluntarios para charlar con los visitantes y acompañarlos<br />

en su exploración, ayudándoles de compañero a compañero<br />

a orientarse mejor en ese terreno tan nuevo para Nicaragua?<br />

Por mi parte salgo del museo pensando en que es el primero en<br />

el país, y que la solidaridad latinoamericana ha hecho de él uno de<br />

los más ricos y representativos del continente. Que la belleza pura se<br />

instale hoy con ese vuelo en Nicaragua es para mí el mejor símbolo<br />

del presente y del futuro de un pueblo en el que es posible llevar a<br />

cabo cosas así. De una manera que la razón no podría explicar, ese<br />

museo multiplica la fuerza y la decisión de quienes luchan aquí por<br />

una vida libre y digna. No hay verdadera revolución sin belleza y sin<br />

poesía, las dos caras de una misma medalla.<br />

Managua, enero de 1983<br />

Vigilia en Bismuna<br />

En las planicies pantanosas del nordeste, a muy poca distancia<br />

de la frontera con Honduras donde arde una guerra no declarada,<br />

hay un ínfimo punto en el mapa: Bismuna, ruina de lo que fue un<br />

poblado de indios misquitos y teatro, hace apenas diez días, de un<br />

encarnizado combate entre los guardafronteras sandinistas y una<br />

banda de contrarrevolucionarios que intentaron repetir otra de las<br />

frecuentes incursiones que dejan un elevado saldo de asesinatos de<br />

campesinos y saqueos de sus míseras aldeas.<br />

Casi en el mismo momento, un grupo de unos veinte norteamericanos<br />

de diferentes procedencias, confesiones y profesiones,<br />

desembarcó en Managua con el propósito declarado de llevar a<br />

cabo una “vigilia de la paz”, o sea instalarse en algún lugar lo más<br />

próximo posible de la frontera para protestar con su actitud y su<br />

ejemplo contra las maniobras “Pino Grande” que estaban llevando<br />

a cabo tropas estadounidenses en combinación con las hondureñas.<br />

La poeta salvadoreña Claribel Alegría, su esposo y yo decidimos<br />

partir con el grupo y compartir la vigilia; cuando llegamos, en la<br />

aislada y poco accesible Costa Atlántica, a Puerto Cabezas, etapa<br />

inicial del viaje (desde luego aprobado y facilitado por el gobierno<br />

sandinista), lo primero que nos dijo William Ramírez, comandante<br />

de la zona, fue que estábamos completamente locos.<br />

—Hasta ayer se estaba combatiendo en Bismuna, y a ustedes<br />

se les ocurre precisamente ir allí. No sé si podré autorizar el viaje,<br />

mañana les daré la respuesta; pero si es afirmativa, sepan que iré<br />

con ustedes porque también yo soy loco cuando se trata de cosas<br />

así.<br />

Tras esa declaración que todos encontramos de una gran<br />

cordura, hubo un compás de espera que nos permitió conocer<br />

Puerto Cabezas, segunda ciudad de la distante y crítica zona<br />

atlántica del país. El grupo de los norteamericanos conoció por<br />

primera vez en esos días amenazantes la actitud de los pobladores<br />

de la ciudad, que por las noches encienden grandes fogatas<br />

en las esquinas y se reúnen para cantar canciones revolucionarias<br />

74<br />

75


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

y folklóricas, escuchar poemas de autores locales, y manifestar su<br />

apoyo a las tareas de defensa y vigilancia, más que nunca necesarias<br />

en una costa particularmente vulnerable a las infiltraciones del<br />

enemigo.<br />

A la mañana siguiente partimos por fin a Bismuna, donde los<br />

guardafronteras sandinistas nos esperaban para asegurar nuestra<br />

protección y darnos las instrucciones necesarias en caso de algún<br />

ataque. Nos alojamos en las cabañas abandonadas de los misquitos<br />

–que viven ahora en uno de los nuevos asentamientos que a su vez<br />

les aseguran protección contra las incursiones–, y nuestro campamento<br />

donde los principales enemigos eran los insectos, y el sol<br />

como de plomo fundido se volvió escenario de esa vigilia de paz<br />

a tan poca distancia del lugar donde se cumplían las sospechosas<br />

maniobras.<br />

El contacto de los visitantes con los jóvenes combatientes<br />

sandinistas se llevó a cabo fácilmente gracias a los excelentes<br />

intérpretes con que contábamos, y todos pudimos conocer de<br />

muy cerca la situación fronteriza, visitar la zona donde se habían<br />

desarrollado los combates de los últimos días, con algunas de sus<br />

macabras huellas y los restos todavía humeantes de los incendios<br />

de cabañas y pastizales. Muchas y a veces pintorescas anécdotas<br />

llenaron nuestros días de vigilia, y sus noches se vieron animadas<br />

por largas reuniones en las que los jóvenes combatientes pudieron<br />

escuchar las canciones de Norma Elena Gadea, incansable trovadora<br />

de la canción nicaragüense, conocer mejor a sus insólitos visitantes,<br />

dialogar con ellos y compartir vituallas y mosquitos con la<br />

misma fraternidad. Hubo alguna alerta la segunda noche, que nos<br />

obligó a dormir con las botas puestas y prontos a correr hasta la trinchera<br />

a la que teníamos orden de arrojarnos en caso de bombardeo;<br />

pero pronto se vio que la derrota sufrida por los contrarrevolucionarios<br />

en los días anteriores bastaba por el momento para mantenerlos<br />

a distancia.<br />

En el ínterin se supo que la noticia de la vigilia estaba ya llegando<br />

a los Estados Unidos, donde muchos sectores de la población no<br />

habrán quedado indiferentes ante un acto cuyo valor simbólico<br />

debió ser profundamente dramático para muchos de ellos: del otro<br />

lado de la frontera en Honduras, imponentes despliegues de tropas,<br />

barcos, aviones y hasta submarinos norteamericanos maniobraban<br />

en la zona junto con tropas del ejército hondureño. De este lado, un<br />

pequeño grupo de veinte mujeres y hombres cumplían una vigilia<br />

silenciosa y pacífica, enarbolando distintivos contra la guerra<br />

nuclear y la intervención de su país en América Central. Una vez<br />

más el pequeño David se erguía ante el monumental Goliat, a uno y<br />

otro lado de esa frontera diariamente violada por las incursiones de<br />

los exguardias somocistas envalentonados por el apoyo de los que<br />

buscan desestabilizar el proceso liberador de Nicaragua.<br />

Nunca las estrellas de la caliente noche tropical me parecieron<br />

más brillantes y hermosas mientras velaba junto con mis compañeros<br />

norteamericanos; nunca estuve más seguro de que el futuro<br />

centroamericano pertenece a sus pueblos en lucha, desde Guatemala<br />

hasta El Salvador. Se lo dije a uno de esos amigos a la vez<br />

momentáneos y permanentes: “El día vendrá en que aquí podremos<br />

mirar el cielo por el placer de contemplar estas estrellas y no para<br />

detectar los aviones que traen la muerte”. El humo de nuestros<br />

cigarrillos era más dulce y más perfumado en ese silencio que nos<br />

envolvía en torno a la fogata de medianoche.<br />

Nicaragua, febrero de 1983<br />

76<br />

77


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Retorno a Solentiname<br />

Siete años, no son muchos años, pero en la historia de la nueva<br />

Nicaragua se diría que equivalen a las botas de siete leguas llevando<br />

a enormes brincos a este Pulgarcito centroamericano. Tal vez por<br />

eso, cuando acepto la invitación de un amigo para volver a la región<br />

del gran lago, pienso en mi primer pasaje en 1976, y hay algo de<br />

remoto en la memoria de esos días, como si de alguna manera todo<br />

hubiera sucedido después de esa fecha en que por primera vez puse<br />

los pies en el archipiélago de Solentiname y entré en plena noche<br />

y clandestinamente en la comunidad del poeta Ernesto Cardenal.<br />

Prodigiosa aceleración de la historia, culminando en el 19 de<br />

julio del 79, abriéndose hoy en el vasto panorama de un proceso<br />

popular que comporta tantas realizaciones tangibles, tantas metas<br />

cumplidas o cumpliéndose en medio de esto que sigue siendo<br />

pobreza / trópico, tópico trópico con sus rezagos, sus rémoras, su<br />

machismo exacerbado, América Latina en su franja más tórrida,<br />

Nicaragua tan violentamente dulce como sus bruscos atardeceres<br />

cuando del rosa y del naranja se vira a un terciopelo verde y<br />

la noche cae llena de ojos de tigre, oliente y espesa. Y hablando de<br />

tigres, hay otro aquí, pero antes está mi nuevo viaje a San Carlos y la<br />

panga que baja por el Río San Juan hasta Santa Fe, hasta esa casa de<br />

amigos donde a lo largo de tantas horas miraré fluir las aguas que<br />

perezosamente buscan la salida al Atlántico, anchísimas, hirvientes<br />

de peces, empenachadas de camalotes.<br />

Frente al río pienso en Langston Hughes (I´ve seen rivers) y la<br />

extraña fusión del tiempo y el espacio que parece cumplirse en ese<br />

camino que anda –como le llamaron al Nilo los antiguos egipcios–.<br />

No sé describir paisajes y por una vez lo lamento; hubiera querido<br />

embarcar al lector en esta caliente pereza puntuada por el garabato<br />

blanco de las garzas en las orillas del San Juan, hacerle sentir eso<br />

que Europa ha perdido hace mucho, el vago temor a lo desconocido,<br />

al misterio que empieza en las orillas del río y que el doble telón<br />

verde de la selva y los manglares oculta a la mirada. Inútil consultar<br />

el mapa donde vagas e imprecisas referencias muestran afluentes,<br />

colinas y volcanes, raramente una indicación de vida humana,<br />

aldeas desperdigadas en una soledad que también aquí merece<br />

llamarse sonora, pero sus sonidos son los de la alerta, el pájaro<br />

agorero, el rugido de la fiera, la burla chillante de los monos.<br />

Sombras terribles de Orellana, Gonzalo Pizarro, Lope de Aguirre,<br />

su coraje casi impensable mientras se internaban por primera<br />

vez en este mundo fluvial americano que aún ahora y por otras<br />

razones encierra la amenaza y la muerte; ya no la flecha envenenada<br />

viniendo desde la espesura, sino el fusil del contrarrevolucionario,<br />

la emboscada que tantas vidas cuesta en Nicaragua<br />

como precio de esta libertad que hay que seguir defendiendo día<br />

a día. En Santa Fe, antes de partir hacia el lago y Solentiname, veo<br />

al tigre junto al muelle. Será un jaguar pero tan enorme que nada<br />

lo distingue del rey de las selvas bengalíes: lo cazaron pequeño,<br />

creció en la finca y ahí está su territorio limitado por una irrisoria<br />

cadena que podría romper sin esfuerzo, y que le da amplio<br />

espacio para tirarse al agua de la que sale con un pez en la boca,<br />

y para jugar con los que ahora lo acariciamos recelosamente.<br />

Los de la casa lo tratan como a un gato, le abren la boca para que<br />

veamos sus dientes, le cortan las uñas cada tanto, y el tigre acepta<br />

y gruñe, ahora de golpe me traba las piernas con sus zarpas y me<br />

mira como juzgándome, y yo preferiría enormemente estar más<br />

allá del alcance de la cadena, pero eso no se dice en esta tierra<br />

donde de alguna manera cada uno está jugando con un tigre. Y<br />

cuando consigo apartarme decorosamente (el dueño de casa está<br />

ahí, por las dudas, pero mis dudas son muchas), me acuerdo de un<br />

viejo cuento donde también un tigre se paseaba por una casa de<br />

campo, y me digo que acaso estoy imaginando de nuevo todo esto;<br />

pero todavía siento en los brazos la lengua del tigre, su áspera<br />

lima explorando mi piel, y debajo de la piel está la sangre...<br />

Después nos vamos, a caballo a Solentiname, quiero decir<br />

que cruzamos el inmenso lago en una panga que galopa sobre un<br />

oleaje duro y solapado, nos obliga a sujetarnos y a buscar instintivamente<br />

estribos y riendas para no saltar tanto. Y allí está el<br />

archipiélago donde la isla que abrigó la comunidad de Ernesto<br />

78<br />

79


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Cardenal va a mostrarnos las huellas del vandalismo somocista, el<br />

taller de artesanía quemado, las cabañas saqueadas. Todo está en<br />

reconstrucción, blanco y dulce como en las pinturas que ya todo<br />

el mundo conoce; la iglesia no fue tocada y las deliciosas decoraciones<br />

infantiles de los muros brillan con todos los colores de<br />

sus peces, gallinas, chozas, caimanes y avioncitos. En abril volverá<br />

Cardenal a la casa que le están terminando, la de huéspedes<br />

funciona ya, almorzamos largamente con los amigos y vemos<br />

crecer el lago bajo un viento que pone en peligro el retorno. ¿Pero<br />

quién tiene ganas de retornar?<br />

Solo, me paseo un rato por los prados donde en el 76 sentí por<br />

primera vez la llamada de Nicaragua, el inicio de una comunión,<br />

de un pacto entonces secreto y nocturno. Me embarco a desgana<br />

en la lancha que nos devolverá a San Carlos, y estoy todavía en<br />

esa mezcla de recuerdos y sensaciones donde el río, el lago y el<br />

tiempo juegan conmigo, cuando una tremenda sacudida nos hace<br />

saltar a todos en una realidad que no se anuncia como agradable.<br />

La lancha se inmoviliza y hay las carreras y los gritos de rigor en<br />

esos casos, tras de los cuales llega la explicación casi irrisoria: un<br />

enorme sábalo se ha dejado atrapar por la hélice y es una masa<br />

sanguinolenta de escamas y carne que hay que desprender con<br />

no poco trabajo de las palas. ¿Cuánto medía ese sábalo kamikaze<br />

capaz de meternos semejante susto? Ya está ahí San Carlos, la<br />

avioneta nos espera para llevarnos de vuelta a Managua. Pienso<br />

en el sábalo, pienso en el tigre, vuelvo a ver la ancha y bruñida<br />

corriente del San Juan. La desmesura ha sido aquí la medida de<br />

las cosas. Como todo en el país, me digo atándome el cinturón que<br />

siempre parece inútil en las avionetas. Tan pequeña, Nicaragua,<br />

tierra de gente viviendo con tigres, de sábalos que revientan una<br />

lancha, de un pueblo que se mide diariamente contra fuerzas<br />

tanto más grandes que él. Desde el aire vuelvo a ver Solentiname<br />

bajo un cielo dorado de atardecer. Ahí está la paz, volverá a<br />

florecer la belleza del arte popular ingenuo y sabio, con sábalos y<br />

tigres pintados y esculpidos por los niños, las mujeres, los pescadores.<br />

Todo busca aquí su camino, su equilibrio difícil. Un trópico<br />

que deja de ser tópico en sus muchas carencias y torpezas, un<br />

trópico para un pueblo verdaderamente libre por fuera y por<br />

dentro. Será largo, compañero. Pero Pulgarcito se ha puesto las<br />

botas para siempre.<br />

Nicaragua, febrero de 1983<br />

80<br />

81


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

El escritor y su quehacer en América Latina 3<br />

Si estas páginas suenan como una conferencia, será por culpa<br />

mía, y lo lamentaré mucho. Subo a esta tribuna, en torno a la cual<br />

se reúnen tantos amigos queridos y admirados, con el estado de<br />

ánimo del que entra en una casa o en un café; donde esos amigos<br />

lo esperan para charlar. Pero me conozco lo bastante como para<br />

saber que el solo hecho de estar en un estrado que me sitúa físicamente<br />

por encima de los demás –a pesar de que eso también<br />

me pasa casi siempre al nivel del suelo– basta para privarme de<br />

toda espontaneidad oral y hasta de toda coherencia; incapaz de<br />

improvisar una línea discursiva, me veo precisado a escribir lo<br />

que hubiera preferido exponer con esa soltura que admiro en<br />

tantos otros. Por eso, si empiezo por justificar la necesidad de<br />

estos folios, quisiera que nadie lo tome como una vanidad estilística;<br />

estoy hablando con ustedes y no leyendo una conferencia.<br />

Hace años que muchos de los aquí presentes enfrentamos el<br />

problema que motiva esta reunión, y particularmente el que me<br />

atribuye el temario: el quehacer del escritor en América Latina.<br />

No es necesario reiterar nociones que se han vuelto muy claras<br />

para todo intelectual responsable, entendiendo por responsabilidad<br />

la conciencia de la libertad y de la autodeterminación de<br />

nuestros pueblos y la decisión de participar en el proceso que los<br />

lleve a ellas o las consolide si ya están logradas. Viejas polémicas<br />

sobre el llamado compromiso del escritor se ven hoy felizmente<br />

superadas por una problemática concreta. ¿Qué hacer además<br />

de lo que hacemos, cómo incrementar nuestra participación en<br />

el terreno geopolítico desde nuestro particular sector de trabajadores<br />

intelectuales, cómo inventar y aplicar nuevas modalidades<br />

de contacto que disminuyan cada vez más el enorme hiato que<br />

separa al escritor de los que todavía no pueden ser sus lectores?<br />

3<br />

Texto para un seminario sobre política cultural y liberación democrática<br />

en América Latina (Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Sitges,<br />

España, septiembre de 1982)(nota de la edición de muchnick Editores,<br />

S.A.,1984).<br />

82<br />

Por poco dotados que estemos muchos de nosotros en el terreno<br />

práctico –y creo que somos mayoría, y que no cabe avergonzarse,<br />

puesto que nuestra práctica es otra–, a nadie puede escapársele<br />

ya la importancia de esta etapa en la que los análisis teóricos<br />

parecen haber sido suficientemente agotados y abren el camino<br />

a las formas de la acción, a las intervenciones directas. Como<br />

ingenieros de la creación literaria, como proyectistas y arquitectos<br />

de la palabra, hemos tenido tiempo sobrado para imaginar<br />

y calcular el arco de los puentes, cada vez más imprescindibles<br />

entre el producto intelectual y sus destinatarios, ahora es ya<br />

el momento de construir esos puentes en la realidad y echar a<br />

andar sobre ese espacio: a fin de que se convierta en sendero, en<br />

comunicación tangible, en literatura de vivencias para nosotros<br />

y en vivencia de la literatura para nuestros pueblos.<br />

El puente, como imagen y como realidad, es casi tan viejo<br />

como el hombre. Un poema ha sido siempre un puente, como una<br />

música, o una novela, o una pintura. Lo que es menos nuevo es<br />

la noción de un puente que partiendo de un lugar habitado por<br />

esas novelas, esas pinturas y esas músicas, se tienda hacia otra<br />

orilla donde nada de eso ha llegado o llega verdaderamente.<br />

Los puentes, que tienden los editores, por ejemplo, unen<br />

a los escritores con los lectores, pero más allá de las zonas de<br />

ese tráfico se abren los páramos de la soledad y de la incomunicación,<br />

quizá en menor escala en un país como éste, pero en<br />

proporciones pavorosas, en el conjunto de América Latina. Y por<br />

eso la noción de quehacer que nos reúne hoy aquí, parte obligadamente<br />

de algo que las ilusiones urbanas, los humanismos<br />

elitistas y las buenas conciencias intelectuales prefirieron<br />

ignorar o escamotear de la misma manera que tantos gobiernos y<br />

tantas políticas se atrincheran en el circuito de las capitales y los<br />

centros urbanos, marginándose de la inmensidad de los pueblos<br />

que los rodean en un silencio de ignorancia, de opresión, de<br />

incomunicación, de extranjería, por decirlo así.<br />

83


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

En Nicaragua la cultura ha roto todas las etiquetas<br />

Hace tres semanas yo estaba todavía en Nicaragua, donde una<br />

vez más fui a reunirme con quienes conocen mejor que nadie los<br />

efectos de esta hipócrita noción de cultura, de esta discriminación<br />

que una dinastía de tiranos practicó a base del viejo principio de<br />

que la ignorancia de los muchos facilita el enriquecimiento de los<br />

pocos.<br />

Desde hace tres años el gobierno sandinista dedica el máximo<br />

de sus posibilidades a eliminar el analfabetismo como primer<br />

peldaño para incorporar la totalidad del pueblo a una conciencia de<br />

la existencia humana que se diversifique en todos sus aspectos intelectuales,<br />

estéticos y políticos. No es por azar que en ese gobierno<br />

haya escritores de la talla de Ernesto Cardenal, de Sergio Ramírez, y<br />

catadores de la belleza plástica y de la poesía como Miguel D’Escoto<br />

y Tomás Borge; que uno de sus jóvenes comandantes guerrilleros,<br />

Omar Cabezas, publique un libro donde el testimonio de la lucha<br />

contra Somoza se alía a una eficacia poco frecuente en el género, y<br />

que una pléyade de escritores y artistas colabore estrechamente en<br />

las duras tareas cotidianas de ese pequeño país amenazado cada<br />

vez más por Estados Unidos y sus cómplices. No es azar que sean<br />

ellos los que están tendiendo los primeros puentes intelectuales<br />

entre la ciudad y el interior, entre los creadores, limitados hasta<br />

hace poco a los lectores previsibles, y esa masa que de día en día y<br />

paso a paso ha empezado a descubrir que la vida no es sólo sobrevivir,<br />

que el trabajo no tiene por qué terminar en el espeso sueño<br />

de cada noche, y que pensar es mucho más que dar vueltas en la<br />

cabeza a las ideas recibidas, los atavismos y los prejuicios.<br />

Si aludo aquí a Nicaragua con algún detalle, es porque la noción<br />

de quehacer se vuelve más imperiosa cuando se está en contacto<br />

directo con una de las muchas realidades latinoamericanas en<br />

las que nuestro trabajo es necesario y urgente. Para empezar, los<br />

intelectuales nicaragüenses me dan cada vez más la impresión de<br />

estar articulando su obra vocacional con las múltiples actividades<br />

que cumplen públicamente como dirigentes, administradores,<br />

o simples interlocutores en los incesantes encuentros, mesas<br />

redondas, reuniones de información y manifestaciones populares.<br />

Y si esto sólo parece factible en un contexto de reestructuración<br />

revolucionaria como el de Nicaragua, sirve, sin embargo, para<br />

mostrar por contraste hasta qué punto en otros países el escritor<br />

vive pegado a una especie de etiqueta que lo distingue de los demás,<br />

y para preguntarse en qué medida nuestro quehacer en cualquier<br />

lugar donde vivamos no consiste hoy en proyectarnos mucho más,<br />

personalmente al escenario latinoamericano, físicamente cuando<br />

es posible, o bien dando a nuestros trabajos nuevas características<br />

de difusión que, sin privarlos en absoluto de su índole natural<br />

propia los inserten más y mejor en aquellos núcleos para quienes<br />

pueden ser útiles. Huelga decir que no estoy abogando por la facilidad,<br />

por la simplificación que tantos reclaman todavía en nombre<br />

de esa inserción popular, sin darse cuenta de que todo paternalismo<br />

intelectual es una forma de desprecio disimulado. Las vanguardias<br />

intelectuales son incontenibles y nadie conseguirá jamás que un<br />

verdadero escritor baje el punto de mira de su creación, puesto<br />

que ese escritor sabe que el símbolo y el signo del hombre en<br />

la historia y en la cultura es una espiral ascendente; de lo que se<br />

trata es que los accesos inmediatos o mediatos a la cultura se estimulen<br />

y faciliten para que esa espiral sea cada vez más la obra de<br />

todos, para que su ritmo ascendente se acelere en esa multiplicación<br />

en la que cada uno hacedor o receptor, pueda dar el máximo<br />

de sus posibilidades.<br />

Pero ya dije que habíamos dejado atrás las teorías y que ha<br />

llegado la hora de la acción. Por eso quisiera apuntalar esta voluntad<br />

de quehacer en la forma más tangible que las condiciones actuales<br />

permiten y sobre todo reclaman.<br />

Hace poco, en un discurso que todavía sigue levantando polvo<br />

en muchas palestras, el ministro de cultura de Francia afirmó en<br />

México que una cultura indisociada de las pulsiones más profundas<br />

de los pueblos –y eso no sólo incluye las idiosincrasias étnicas, sino<br />

también las opciones históricas y políticas– no es verdaderamente<br />

la cultura. Si esta noción no es nueva, en cambio surge por primera<br />

84<br />

85


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

vez con la fuerza que le da el ser proclamada por un gobierno<br />

dispuesto a llevarla a la práctica, lanzada como un desafío frente<br />

a las falsas culturas estabilizantes cuando no desestabilizantes,<br />

como de sobra las conoce y sufre América Latina. Un punto de vista<br />

que hasta ahora parecía reservado a nuestro enclave intelectual y<br />

a su formulación restringida al libro, a la conferencia o a la clase<br />

magistral irrumpe hoy como un golpe de lanza en el escenario<br />

más apropiado, el de un continente de culturas escamoteadas, de<br />

culturas sojuzgadas, de culturas aculturadas, de culturas ridículamente<br />

minoritarias y elitistas, de culturas para hombres cultos. Y<br />

por eso, cuando se me pide que hable de nuestro quehacer en este<br />

plano, digo simplemente que hay que superar la vieja noción de lo<br />

cultural como un bien inmueble e intentar lo imposible para que se<br />

convierta en un bien mueble, en un elemento de la vida colectiva<br />

que se ofrezca, se dé y se tome, se trueque y se modifique, tal como<br />

lo hacemos con los bienes de consumo, con el pan y las bicicletas, y<br />

los zapatos.<br />

¿Pero cómo?, me lo pregunto como imagino que muchos se lo<br />

están preguntando aquí. ¿Cómo podemos los intelectuales sacar la<br />

cultura de su cáscara, que definen los diccionarios y defienden los<br />

que todavía viven replegados en un elitismo mental que les parece<br />

inseparable de toda poesía, de toda creación?<br />

Por una autocrítica de los estereotipos<br />

Esta pregunta ha tenido ya un comienzo de respuesta a lo<br />

largo de los últimos años. Pocos son los escritores responsables<br />

en América Latina que, al margen de sus libros, no participan de<br />

una u otra manera en el proceso geopolítico de sus pueblos, tanto<br />

en forma directa como en el caso de los nicaragüenses ya citados,<br />

o bien cumpliendo actividades paralelas de información periodística<br />

(García Márquez es aquí un alto ejemplo), o de colaboración<br />

con organizaciones nacionales e internacionales que luchan<br />

por los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos,<br />

sin hablar de muchas otras tareas literarias y extraliterarias de<br />

solidaridad, de apoyo o de denuncia, según los casos. Estas labores<br />

que cada día agrupan a un número mayor de intelectuales trabajando<br />

de consuno con juristas, dirigentes políticos, económicos y<br />

sociólogos, me parecen una primera etapa de sobra conocida, en<br />

la que acaso el Tribunal Bertrand Russell vale como símbolo dominante.<br />

Sin embargo, esta creciente intervención intelectual en la<br />

materia misma de la historia y de los procesos populares latinoamericanos<br />

ha tenido hasta ahora un límite negativo, creado en parte<br />

por lo específico, y especializado de esas actividades, y en parte,<br />

por el bloqueo que los regímenes opresores de nuestro continente<br />

y su vigilante padrino norteamericano oponen a la irradiación de<br />

sus líneas de fuerza, del estímulo y la influencia que estas actividades<br />

podrían y deberían tener en los niveles populares. Es por eso<br />

que nuestro quehacer debe inventar nuevas formas de contacto,<br />

abrir otro espectro de comunicaciones en todos los niveles, y es ahí<br />

donde los estereotipos profesionales (digamos vocacionales si se<br />

quiere, pero agregando que escribir no es sólo vocación, sino traslación,<br />

comunicación), es precisamente ahí donde nuestros estereotipos<br />

demandan una autocrítica profunda que no todos hemos sido<br />

capaces de hacer hasta ahora.<br />

No sólo palabras...<br />

Lo que sigue podrá parecer pueril, pero si el viejo adagio dice<br />

que el niño es el padre del hombre, ¿por qué callarlo en nombre de<br />

una seriedad adulta que no siempre lleva a buen puerto? Se habrá<br />

advertido ya que me abstengo hoy de toda incursión o digresión<br />

literaria, y la única excepción estará destinada a marcar aún más<br />

esta distancia. Quisiera recordar solamente que en 1812 el poeta<br />

Shelley sintió exactamente lo que estamos sintiendo hoy aquí, y<br />

que su deseo de comunicar lo más ampliamente posible sus ideas<br />

revolucionarias le llevó a echar botellas al mar y lanzar globos al<br />

aire con mensajes destinados a todo aquel que los encontrara. Su<br />

aparente excentricidad le valió los peores ataques del establishment<br />

de su tiempo y el comienzo de una persecución política que debía<br />

86<br />

87


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

conducirle finalmente al exilio, y la peor acusación de sus enemigos<br />

fue la de puerilidad.<br />

Cito así a uno de mis poetas más queridos, pensando que hace<br />

unos años, en una reunión de solidaridad para con el pueblo de<br />

Chile que se celebró en Polonia, propuse –supongo que con la<br />

misma puerilidad de Shelley– algunas actividades que podían<br />

reemplazar con ventaja tantas afirmaciones tribunicias que no<br />

siempre van más allá de las palabras y de quienes se conforman<br />

con ellas. Sugerí, por ejemplo, que en vez de lamentarse tanto por<br />

la censura impuesta por Pinochet a los libros editados en Chile o<br />

provenientes del extranjero, cada uno de nosotros se ingeniara<br />

para enviar paquetes de libros por vía marítima, que cuesta muy<br />

poco, a personas capaces de distribuir su contenido, y hoy sé que<br />

muchos jóvenes chilenos tuvieron y tienen oportunidad de leer lo<br />

que unos cuantos depositamos en el correo de la esquina de nuestra<br />

casa, como ahora lo estamos haciendo para el pueblo nicaragüense<br />

por razones muy diferentes, pero igualmente necesarias.<br />

Aludí también a la posibilidad de perfeccionar las emisiones de<br />

onda corta con destino a Chile, Argentina y Uruguay, no sólo como<br />

vehículo de información fidedigna sobre todo que los gobiernos<br />

de esos países escamotean y distorsionan (y la guerra de las<br />

Malvinas acaba de dar un ejemplo monstruoso de cómo se puede<br />

mentir a un pueblo incluso hasta después de la catástrofe final),<br />

sino también como presencia viva de escritores exiliados, cuya voz<br />

y cuya obra podría llegar a miles de oyentes sometidos a la censura<br />

de las publicaciones por escrito y de las radios o televisoras locales.<br />

Recursos para aproximarnos...<br />

¿Es pueril, es insignificante todo esto? Muchos de nosotros<br />

hemos grabado cassettes que son introducidos fácilmente en nuestros<br />

países y que tienen un valor a la vez intelectual y político, y<br />

muchos hemos aprovechado las facilidades del video para multiplicar<br />

una presencia o por lo menos una cercanía. ¿Por qué escritores<br />

que se limitan específicamente a escribir artículos que casi<br />

nunca pueden entrar en sus países no toman contacto con equipos<br />

de video, cada vez más accesibles y numerosos en los sectores militantes<br />

latinoamericanos para burlar fácilmente las barreras de la<br />

censura? Yo acabo de hacerlo para los combatientes salvadoreños,<br />

y sé de muchos compañeros que lo hacen para Guatemala, Argentina<br />

y Chile. Si es cierto que la imaginación es y será nuestra mejor<br />

arma para tomar el poder, entendiendo por poder una participación<br />

más estrecha y más eficaz en la lucha del pueblo por su identidad y<br />

su legítimo destino, nuestro quehacer tiene que articularse a base<br />

de técnicas más eficaces que las consuetudinarias, menos estereotipadas<br />

que las que emanan de nuestras tradicionales etiquetas<br />

de cuentistas, poetas, novelistas y ensayistas, y todo eso sin dar un<br />

solo paso atrás en lo que nos es connatural, pero vehiculándolo de<br />

una manera capaz de llegar allí, donde nunca llegará si seguimos<br />

en nuestro viejo circuito rutinario, por más bello, avanzado y audaz<br />

que sea en sí mismo.<br />

Eficacia del relato gráfico<br />

Y por eso espero que a esta altura de lo que digo nadie sonreirá<br />

irónicamente si hago referencia a posibilidades tales como las tiras<br />

cómicas, así denominadas por una mala traducción del inglés y que<br />

sería mejor llamar relatos gráficos. Sabemos que los dibujos humorísticos<br />

de contenido satírico –eso que los anglosajones llaman<br />

cartoons– han probado desde hace siglos su eficacia política incluso<br />

en países donde la censura se ensaña contra todo lo que considera<br />

serio, pero se ve obligada a dejar pasar lo meramente cómico, tras<br />

de lo cual alienta una seriedad que el pueblo descifra y asimila infaliblemente.<br />

Por desgracia, es evidente que este arte tan importante no nos<br />

ha sido dado a los escritores, incapaces en la mayoría de los casos<br />

de imaginar un tema de ese tipo y mucho menos de dibujarlo. La<br />

tira cómica, en cambio, supone casi siempre la colaboración de un<br />

dibujante y un escritor; es como un cine inmóvil, un relato en el que<br />

participan la imagen y la escritura, el guión con todo su contenido<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

intelectual y los personajes representados por una pluma capaz de<br />

darles vida y conectarlos con la sensibilidad del lector-espectador.<br />

Este género tiene magníficos exponentes en casi todos los países<br />

latinoamericanos, pero el trabajo individual de talentos, como el<br />

de Rius, en México; Quino, en Argentina, y tantos otros sin duda<br />

bien conocidos por ustedes, abre la posibilidad de multiplicar sus<br />

efectos si los escritores forman equipo con los dibujantes y llevan<br />

la tira cómica a dimensiones que no tienen por qué ser inferiores<br />

a los de la literatura narrativa. Hace unos años yo robé una tira<br />

cómica mexicana que me incluía con gran desenvoltura como uno<br />

de los personajes de las aventuras de Fantomas, una especie de<br />

supermán idolatrado por millares de lectores populares, y con<br />

ayuda de amigos publiqué un falso equivalente, cuyo verdadero<br />

fin era denunciar a las transnacionales y poner en descubierto las<br />

más sucias tareas de la CIA en América Latina. La edición se agotó<br />

en seguida gracias a Fantomas, por supuesto, que una vez más se<br />

metió por la ventana y no por la puerta de sus lectores, pero ahora<br />

con una finalidad muy diferente de las que le habían dado tanta<br />

fama en México.<br />

Escritores y medios de comunicación<br />

Y ya que estamos en esto, ¿qué decir de esa otra plaga moderna<br />

que podría ser convertida en un fascinante mensaje cultural,<br />

como es el caso de las fotonovelas? La asociación inteligente de<br />

escritores y fotógrafos abre un campo inmenso a la imaginación<br />

popular, pero ya sabemos lo que se publica hoy en revistas que<br />

embrutecen a millares de lectores ingenuos y llena los bolsillos de<br />

las transnacionales. Me quedaría por citar el arma más extraordinaria,<br />

más delirante, más operativa: la televisión. Alguien me dirá<br />

en seguida que ella, como el cine, está en manos del gran capital y<br />

que nadie accede a sus santuarios sin la censura previa de los lavadores<br />

de cerebros; pero es triste comprobar que en América Latina<br />

hay países como Cuba y Nicaragua, que tienen canales que son del<br />

pueblo y para el pueblo, y que, sin embargo, continúan obedeciendo<br />

en gran medida a la ley de la facilidad y del conformismo, simplemente,<br />

porque los escritores, los artistas, todos nosotros, con nuestras<br />

etiquetas, hemos sido incapaces hasta hoy de tomar por asalto<br />

esos reductos desde donde la verdadera cultura podría abrirse<br />

paso hasta los lugares más alejados y más desposeídos. Tal vez las<br />

únicas excepciones dignas en el terreno artístico sean el cine y el<br />

teatro, puesto que en América Latina se dan con un acento cada<br />

vez más revolucionario; es bueno poder decir que su ejemplo<br />

tiene un alto valor en esta hora en que nos preguntamos, siempre<br />

un poco desconcertados, por las formas posibles de nuestro<br />

quehacer intelectual.<br />

Como bien saben los escritores, el azar es nuestro mejor Virgilio<br />

en este infierno histórico en que vivimos, y él me ha guiado en<br />

estos días hacia unas páginas del escritor venezolano Luis Britto<br />

García, que hablando en un encuentro celebrado en Managua en<br />

julio del año pasado se refirió admirablemente a la incomunicación<br />

de la cultura en América Latina. De su ponencia quisiera citar<br />

estas líneas, que sólo él podía escribir con tanta lucidez, y que tras<br />

de referirse a la ofensiva de las transnacionales y de los medios<br />

de comunicación para alienar el espacio cultural latinoamericano,<br />

mostrando que la única cultura que ellas buscan en nuestro continente<br />

es la cultura imperialista que niega al ser humano, lo explota<br />

y lo discrimina, agregan lo siguiente:<br />

Ello plantea, para el intelectual latinoamericano, la tarea de<br />

servirse de los medios de comunicación de masas aún en los países<br />

en los cuales no hay perspectivas revolucionarias inmediatas. Posiciones<br />

muy respetables han afirmado el derecho del creador a desligar<br />

su obra de toda militancia en favor del contenido estético. Pensamos,<br />

por el contrario, que la urgencia de la hora impone al intelectual una<br />

triple militancia: la de la participación en las organizaciones políticas<br />

progresistas; la de la inclusión del compromiso en el contexto de su<br />

obra, y la tercera militancia de batallar por la inserción de su obra, en<br />

el ámbito real de los medios masivos de comunicación, anticipándose<br />

así a la revolución política, que concluirá por ponerlos íntegramente<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

al servicio del pueblo. Porque mientras la política no asegure la liberación<br />

cultural de nuestra América, la cultura deberá abrir el camino<br />

para la liberación política.<br />

Por un quehacer abierto en todas las direcciones<br />

Sé muy bien que podemos discutir los matices de esa triple<br />

militancia, y que por mi parte no creo que el compromiso deba ser<br />

una constante invariable en la obra de un escritor, ni mucho menos,<br />

puesto que la pura ficción es también una levadura revolucionaria<br />

cuando procede de un autor que su pueblo reconoce como uno de<br />

los suyos. Pero sí creo, con Britto García, que nuestro quehacer tiene<br />

que abrirse en todas las direcciones posibles, según las vocaciones<br />

y las posibilidades de cada uno, y que desligar la obra de toda militancia<br />

es dar la espalda a nuestros pueblos en nombre de supuestos<br />

valores absolutos que el huracán de nuestro tiempo contemporáneo<br />

convierte en hojas secas y en olvido. De sobra sabemos que<br />

en América Latina hay escritores que no renuncian a la feria de las<br />

vanidades editoriales y a los galardones de la sociedad privilegiada<br />

que los adula, y que se obstinan en el anacrónico refugio de sus<br />

torres de marfil. Nada han hecho ni nada harán para evitar que un<br />

día pueda caer también sobre ellos el fuego del napalm o la bomba<br />

de neutrones; acaso creen basándose en lecturas esotéricas, que el<br />

marfil los protegerá de las radiaciones.<br />

Podría seguir proponiendo quehaceres, como, por ejemplo, el<br />

de la asociación de la música popular con textos que la salven de<br />

la sensiblería, el conformismo y la vulgaridad, que sigue siendo<br />

en gran medida la norma comercial y que el público absorbe ingenuamente.<br />

Las llamadas canciones de protesta, así como las de la<br />

Nueva Trova Cubana y las de muchos artistas españoles y, de otros<br />

países, han mostrado ya el camino, y por mi parte sé que algunos<br />

tangos que hicimos en París con amigos argentinos y que obviamente<br />

fueron prohibidos en el Río de la Plata, viven hoy en la<br />

memoria de quienes los escucharon por vías clandestinas. Pero me<br />

detengo aquí, porque todo esto no es una lección para nadie, sino<br />

una manera de concretar lo mejor posible una esperanza y traer<br />

algo más que ideas teóricas a una reunión que espera otra cosa de<br />

todos nosotros. Terminaré con otra esperanza, la de un quehacer<br />

fundamental que no puedo pasar por alto y que toca directamente<br />

a esa inmensa multitud de los latinoamericanos exiliados en tantos<br />

pedazos del mundo. Si ese exilio ha de tener algún sentido, no será<br />

a base de negatividad de todo lo que comporta, de sufrimiento y<br />

de nostalgia, sino de una inversión total de valores que le den esa<br />

fuerza que hace temible al bumerang: la fuerza del regreso...<br />

Todo aquel que no haya renunciado a esa voluntad de regreso<br />

puede y debe poner su capacidad y su imaginación al servicio de su<br />

pueblo, y a los intelectuales se les abren no sólo posibilidades como<br />

las que he esbozado aquí, sino todas aquellas que puedan nacer de<br />

su propia invención, siempre capaz de saltar de la página escrita,<br />

de la novela o del poema, a la arena más que nunca inevitable y<br />

preciosa de la realidad latinoamericana, ese inmenso libro que<br />

podemos escribir entre todos y para todos.<br />

Dejando de hablar para el silencio<br />

Por más crueles que puedan parecer mis palabras, digo una<br />

vez más que el exilio enriquece a quien mantiene los ojos abiertos<br />

y la guardia en alto. Volveremos a nuestras tierras siendo menos<br />

insulares, menos nacionalistas, menos egoístas; pero esa vuelta<br />

tenemos que ganarla desde ahora, y la mejor manera es proyectarnos,<br />

en obra, en contacto, y transmitir infatigablemente ese<br />

enriquecimiento interior que nos está dando la diáspora. Este seminario<br />

de escritores amigos, entre los cuales hay tantos exiliados, ha<br />

nacido del generoso deseo de una universidad en tierra española<br />

que quiso acogerme en su seno y reunirme con todos aquellos que<br />

amo y respeto.<br />

Ella comprenderá mi gratitud si digo que mi esperanza más<br />

honda es la de que nuestro encuentro sea ya un momento útil en<br />

ese quehacer que nos preocupa. Porque no es la reunión misma<br />

la que tiene importancia, sino su irradiación hacia una América<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Latina profundamente solitaria, la de millones de hombres para<br />

los cuales no hay reuniones, no hay libros, no hay puentes. Si cada<br />

uno de nosotros ayuda a proyectarla hacia nuestros pueblos por<br />

todos los medios a su alcance, no habremos venido inútilmente a<br />

Sitges, no habremos hablado para el silencio.<br />

Discurso de recepción de la orden Rubén Darío<br />

Recibir del pueblo sandinista de Nicaragua la Orden que su dirigencia<br />

me confiere esta noche, no es solamente una distinción ante<br />

la cual todas las palabras me parecen como espejos empañados;<br />

como inútiles tentativas para comunicar algo que está mucho antes<br />

y también mucho más allá de ellas. Para mí, la Orden Rubén Darío no<br />

es solamente esa alta distinción, sino que representa algo así como<br />

el fin de un larguísimo viaje por las tierras y los mares del tiempo,<br />

el término del periplo de una vida que entra en su ocaso sin ningún<br />

orgullo, pero sin la cabeza baja. Y como sucede siempre en los periplos,<br />

en ese eterno retorno en el que principio y fin se confunden<br />

y se concilian, yo pienso esta noche en mi lejana infancia, en mis<br />

primeras lecturas, en mi despertar a la poesía, mala y buena poesía;<br />

de los manuales escolares y las bibliotecas familiares, y así como<br />

hace pocos días en Managua citaba un poema nunca olvidado de<br />

Gaspar Núñez de Arce, así ahora surge ese instante de mi joven<br />

vida en que sobre mí cayó un relámpago que habría de dibujar para<br />

siempre su serpiente de fuego en mi memoria, el instante en que<br />

creyendo leer, uno de los tantos poemas de uno de mis tantos libros,<br />

entré en la maravilla de El coloquio de los centauros, y descubrí en<br />

una misma iluminación a Rubén Darío, a la más alta poesía que me<br />

hubiera sido dada a conocer hasta ese entonces, y acaso mi propio<br />

destino literario, mi hermosa y dura condena a ser un pastor de<br />

palabras, ése que ahora trata una vez más de encauzarlas en su<br />

rebaño infinito, en su arte combinatoria que ninguna computadora<br />

podría abarcar jamás y cuyo producto es eso que llamamos cultura.<br />

De esa cultura quisiera decir algo aquí, pero antes me era necesario<br />

recordar mi primer encuentro con Rubén Darío para que se<br />

comprendiera mejor lo que para mí significa esta alta recompensa<br />

que recibo en su patria, este término del largo viaje en que vuelvo a<br />

sentirme ese niño que despertó a la belleza gracias a él en un lejano<br />

pero nunca olvidado día.<br />

Hablar de la cultura en Nicaragua constituye un problema muy<br />

diferente del que se plantea en muchos otros países del mundo.<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Quien pretenda hacerlo partiendo de los parámetros habituales en<br />

la materia, sean los europeos o los de diversos países latinoamericanos,<br />

se expone a hablar en el vacío, o a lo sumo aplicar fórmulas<br />

válidas en otras circunstancias, pero que aquí se diluyen frente a<br />

una realidad por completo diferente. Por mi parte, quisiera transmitir<br />

mis propias vivencias sin la menor pretensión de agotar un<br />

tema inagotable por definición, puesto que la cultura, siempre<br />

difícil de definir exactamente, es un proceso que recuerda el<br />

mito del Fénix, un proceso cíclico e ininterrumpido a la vez, una<br />

dialéctica que incide en la historia y a la vez la refleja, un camaleón<br />

mental sentimental y estético que varía sus colores según las<br />

sociedades en las que se manifiesta. Como toda generalización,<br />

querer hablar de cultura en abstracto no es demasiado útil; pero sí<br />

lo es abordarla dentro de un contexto dado y tratar de comprender<br />

su especificidad y sus modalidades, como quisiera hacerlo ahora<br />

y aquí. Dejemos pues a otros el tema de las muchas revoluciones<br />

en la cultura desde los tiempos más remotos, y hablemos concretamente<br />

de la cultura en la revolución, en esta revolución que hoy<br />

me une más que nunca a ella con un lazo de amor que jamás podré<br />

agradecer lo bastante.<br />

La cosa es así: apenas se llega a Nicaragua, la del 19 de julio por<br />

supuesto, la palabra cultura empieza a repiquetear en los oídos,<br />

forma parte de una temática y de un programa extremadamente<br />

variados, y basta muy poco tiempo para advertir que esa palabra<br />

tiene aquí una connotación de la que carece en países donde sólo se<br />

la usa en un nivel que algunos llamarían privilegiado, pero que yo<br />

prefiero calificar de elitista. Para dar un ejemplo, Nicaragua tiene<br />

un Ministerio de Cultura, pero ese ministerio no se parece para<br />

nada a muchos de sus homólogos en los que la noción y la práctica<br />

de la cultura siguen respondiendo a esquemas piramidales, o en<br />

el mejor de los casos a la noción de que la cultura es sólo uno de<br />

los diversos componentes de la estructura social. De inmediato se<br />

tiene aquí la clara sensación de que tanto el ministerio como cualquiera<br />

de las otras instancias del gobierno han expandido desde un<br />

primer momento el concepto de cultura, le han quitado ese barniz<br />

siempre un poco elegante que tiene por ejemplo en el occidente<br />

europeo, han empujado la palabra cultura a la calle como si fuera<br />

un carrito de helados o de frutas, se la han puesto al pueblo en la<br />

mano y en la boca con el gesto simple y cordial del que ofrece un<br />

banano; y esa incorporación de la palabra al vocabulario común y<br />

cotidiano expresa lo que verdaderamente importa, que no es la<br />

palabra en sí, sino lo que ella comporta como carga, su explosiva,<br />

maravillosa, riquísima carga actual y potencial para cada uno de<br />

los habitantes del país. Y si mi ejemplo está quizá despertando ya<br />

el apetito de algunos de ustedes, lo completaré diciendo que en<br />

Nicaragua todo lo que es, puede ser o llegará a ser cultura no me<br />

parece visto como un componente autónomo del alimento social,<br />

no me parece visto como la sal o el azúcar que se agregan para darle<br />

más sabor o más sazón a un plato de comida; aquí yo siento que el<br />

plato y la cultura son ya una misma cosa, que en última instancia<br />

la cultura está presente en cada uno de los avances, de las iniciativas<br />

y de las realizaciones populares, que no es ya el privilegio de<br />

los que escriben muy bien o cantan muy bien o pintan muy bien,<br />

sino que la noción parcial de la cultura ha explotado en miles de<br />

pedazos que se recomponen en una síntesis cada vez más visible<br />

y que comporta igualmente miles de voluntades, de sentimientos,<br />

de opciones y de actos.<br />

Alguien podrá decir que esta tentativa de descripción no<br />

parece lo suficientemente precisa: es justamente el tipo de crítica<br />

que podría hacer un hombre “culto” en el sentido académico del<br />

término, para quien cultura es ante todo una difícil adquisición<br />

individual, lo que naturalmente reduce el número de quienes la<br />

poseen y además los distingue claramente de los que no han accedido<br />

a ella. Por eso casi fatalmente hay que dar un paso adelante<br />

y tratar de entenderse mejor sobre esa palabra tan equívoca. El<br />

interés, yo diría la pasión por la cultura en Nicaragua, constituye,<br />

a partir del triunfo de la revolución popular, un índice clarísimo<br />

de cuál es el derrotero presente y futuro de este incontenible<br />

proceso de liberación, de dignidad, de justicia y de perfeccionamiento<br />

intelectual y estético. A los indiferentes no se los cultiva,<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

a lo sumo se les inculcan rudimentos de educación; pero en Nicaragua<br />

basta observar la forma en que enormes multitudes escuchan<br />

y comprenden discursos en los que se plantean y analizan<br />

cuestiones muchas veces complejas, y la forma en que reaccionan<br />

frente a manifestaciones artísticas de toda naturaleza, para darse<br />

cuenta de que para ellas la noción de cultura no es ya una inalcanzable<br />

referencia intelectual, sino un estado de ánimo y de<br />

conciencia que busca por todos los medios alcanzar su realización<br />

práctica. Por encima de los diversos grados de conocimiento que<br />

puedan existir en el pueblo sandinista, ese interés de las masas<br />

populares por la cosa pública, por los problemas comunes, por los<br />

actos y los eventos más variados, muestran con claridad lo que<br />

podríamos llamar la movilización cultural, por difícil y precaria<br />

que sea todavía frente a los obstáculos que le oponen los enemigos<br />

de dentro y de fuera.<br />

Desde luego, nada de esto es nuevo para ustedes, pero en<br />

cambio lo es para muchos de los que desde lejos siguen con interés<br />

el proceso histórico nicaragüense. Para ustedes, identificados con<br />

el ideario y el mensaje de hombres como Sandino y Carlos Fonseca,<br />

esta asimilación y esta ósmosis de la revolución y la cultura es<br />

un hecho más que evidente; pero las cosas cambian cuando no<br />

se conocen suficientemente las claves históricas, intelectuales<br />

y morales del proceso liberador, y por eso, aunque estas palabras<br />

son dichas en Nicaragua y para Nicaragua, mi esperanza es que<br />

se proyecten también hacía quienes no siempre creen lo que para<br />

nosotros es casi obvio.<br />

Me bastará dar un solo ejemplo: en Europa se asombran a veces<br />

de la multiplicación y la importancia que han llegado a tener los<br />

talleres de poesía en Nicaragua. Que la sed y la voluntad de cultura<br />

busquen su expresión en tantísimos centros donde jóvenes y<br />

menos jóvenes ejercitan la imaginación, gozan del placer de ese<br />

inmenso plato de frutas que es el lenguaje cuando se lo saborea,<br />

después de elegirlo, pulirlo y morderlo con fruición, he ahí algo que<br />

pasma a otras sociedades donde la poesía sigue siendo una actividad<br />

solitaria y entre cuatro paredes, reducida a un mínimo de<br />

publicaciones y de lectores. No es fácil que comprendan hasta qué<br />

punto esa actividad no tiene absolutamente nada de “cultural” en el<br />

sentido elitista, sino que es una manifestación de esta otra cultura<br />

que estoy tratando de mostrar a los escépticos o a los sorprendidos,<br />

esta cultura que es revolución porque esta revolución es<br />

cultura, sin compartimentaciones selectivas ni genéricas.<br />

Algunos de los no convencidos apelarán a la tradicional adhesión<br />

de Nicaragua a todo lo que sea poesía, y estaré dispuesto a<br />

conceder que nada tiene de fortuito que la poesía sea la expresión<br />

cultural más favorecida a esta altura del proceso revolucionario.<br />

Pero precisamente la movilización cultural que estamos viendo<br />

en plena marcha equivale –si se me permite semejante despropósito<br />

bajo este clima– a la bola de nieve que aumenta y aumenta a<br />

medida que rueda. Todo lo que he podido y puedo ver aquí muestra<br />

que no me equivoco: la música está ahí para probarlo, con la entusiasta<br />

adhesión del público a sus diversas manifestaciones, el teatro<br />

popular que parece cada vez más dinámico e inventivo, el baile en<br />

sus diversos estilos, y ahora también el campo de las artes plásticas,<br />

que en este avance incontenible va a expandirse enormemente con<br />

la creación y la influencia del Museo de Arte de las Américas, nacido<br />

de la solidaridad internacional, pero respondiendo desde luego<br />

a una urgente necesidad de asimilación y disfrute de los campos<br />

estéticos más variados. En efecto, ¿quién hubiera podido soñar,<br />

hace tan poco tiempo con una colección de pintura y escultura<br />

como la que se expone provisionalmente en el teatro Rubén Darío?<br />

¿Quién que no tuviera los medios económicos para viajar al extranjero<br />

hubiera podido asomarse a un desfile tan múltiple y complejo<br />

de todas las tendencias estéticas dominantes de nuestro tiempo?<br />

Todo eso es cultura, pero una cultura que en vez de darse como<br />

procesos aislados salta hacia adelante en la gran ola de la movilización<br />

cultural masiva, y la fuerza incontenible de esa ola nace de<br />

que la dirigencia y el pueblo comparten y se reparten esa misma<br />

sed de conocimiento y de belleza. ¿Quién hubiera imaginado aquí<br />

una editorial como Nueva Nicaragua, que apenas en sus primeros<br />

pasos ha lanzado ya una serie considerable y hermosísima de libros<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

para satisfacer un ansia de lectura que la campaña alfabetizadora<br />

ha vuelto multitudinaria?<br />

Por cosas así se comprenderá que alguien como yo no tenga el<br />

menor temor de que esta movilización se estanque o se anquilose;<br />

el gran camaleón del arte y de las letras, de las artesanías y de las<br />

músicas, inventará nuevos colores cada día en la imaginación de su<br />

pueblo. Pero al mismo tiempo sé el precio que desde el 19 de julio<br />

se ha venido pagando para que la cultura se difunda y se renueve,<br />

un precio que en estos momentos se ha vuelto más alto y más duro<br />

que nunca. Que el esfuerzo que trato de esbozar se siga cumpliendo<br />

frente al ataque desembozado de contrarrevolucionarios cínicamente<br />

ayudados por los Estados Unidos y sus cómplices o títeres, no<br />

solamente es la prueba de su inflexible arraigo en el pueblo sandinista,<br />

sino también la mejor garantía de su indomable vitalidad.<br />

No olvido a aquel jerarca nazi de los años treinta, no sé si Goering<br />

o Goebbels, que dijo: “Cuando oigo hablar de la cultura, saco la<br />

pistola”. La amenaza no era gratuita, porque cuando una cultura<br />

es como la que está creando y viviendo el pueblo de Nicaragua, esa<br />

cultura es revolucionaria y resulta inevitable que frente a ella se<br />

alcen una vez más las pistolas de quienes buscan esclavos, colonos<br />

o lacayos a quienes imponer la ley del amo. Si el pueblo sandinista<br />

muestra diariamente que está dispuesto a enfrentar esas pistolas,<br />

lo hace con una decisión que sólo puede nacer de un sentimiento de<br />

plenitud humana, de saberse al mismo tiempo pueblo e individuo,<br />

pueblo formado por individuos y no por una masa amorfa de individuos<br />

que no buscan ser entidades aisladas, como lo es en el fondo el<br />

programa cultural de tantas sociedades basadas en el egoísmo, en<br />

la llamada lucha por la vida, ese tan norteamericano struggle for life<br />

que en definitiva es la ley de la selva, es tratar de ser el más rico o el<br />

más poderoso o el más culto a costa de cualquier cosa, y sobre todo<br />

a costa del prójimo.<br />

Por eso, ya a esta altura del proceso revolucionario, lo que me<br />

parece más acertado y más importante es que la política cultural<br />

nicaragüense se abra como lo está haciendo en todas las direcciones<br />

posibles y por todos los medios a su alcance. Me conmueve que aquí<br />

todas las actividades populares van siempre como de la mano con<br />

un elemento de cultura, un incentivo mental o estético, y eso es<br />

algo que se siente en los discursos de los dirigentes, en ese evidente<br />

deseo de que cada cosa que se haga, por simple o incluso penosa<br />

que sea, no caiga jamás en el mero nivel del trabajo a ciegas. A<br />

ustedes tal vez ya no les impresiona como a mí encontrar cada<br />

semana los suplementos culturales de los diarios revolucionarios,<br />

sin hablar de tantas revistas, programas radiales y televisados,<br />

y otras incitaciones que pueden mejorarse todavía mucho más,<br />

pero que ya están ahí y son parte de la vivencia permanente que<br />

tiene el pueblo en materia estética y literaria. Cada vez que abro<br />

esos suplementos pienso que en ese mismo momento están<br />

llegando a todos los rincones del país, humildemente escondidos<br />

en el cuerpo del diario, y que millares y millares de ojos que no<br />

sabían distinguir las letras del alfabeto hace tan poco tiempo, van<br />

a leer junto conmigo, el poema de un combatiente o de un niño, un<br />

ensayo sobre pintura o una entrevista a un médico o a un músico,<br />

y que acaso en muchas de esas familias habrá quienes lean eso y<br />

quienes no lo lean, habrá las ignorancias o las indiferencias que<br />

también son parte lógica del proceso, y habrá las revelaciones<br />

inesperadas y fecundas que un artículo, un cuento, un poema o<br />

una imagen pueden provocar en un adolescente o en un adulto, y<br />

cambiar acaso completamente su vida.<br />

En esta diseminación, en este esfuerzo, hay las nubes negras<br />

de tantos obstáculos que aún llevará tiempo y sacrificio echar<br />

abajo. ¿Cómo ignorar las dificultades de las comunicaciones, los<br />

problemas étnicos, las múltiples trabas a esos contactos mentales<br />

capaces de eliminar poco a poco los tabúes y prejuicios, de acabar<br />

con las ideas fijas y sustituir todo ese aparato negativo y siempre<br />

peligroso por una conciencia clara de las metas revolucionarias en<br />

todos sus planos? Nicaragua no es Arcadia, sus carreteras y sus<br />

vías fluviales no son las de Suiza. Pero si la alfabetización dio los<br />

resultados que conocemos gracias a que una parte del pueblo fue<br />

el maestro de la otra parte, ahora es el momento en que los contenidos<br />

culturales, tanto de orden intelectual como político, ético o<br />

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NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

estético, se ahonden en la conciencia popular gracias a ese mecanismo<br />

de transmisión de individuo a individuo y de grupo a grupo,<br />

allí donde el que sabe algo esté dispuesto a comunicarlo y a hacer<br />

de toda cultura individual una cultura compartida. Pero cuando<br />

digo compartida no pienso de ninguna manera en una cultura<br />

repetitiva sino, muy al contrario, en un fermento mental y afectivo<br />

con todo lo que eso puede conllevar de discusión, polémica,<br />

aciertos y equivocaciones. Así como personalmente he defendido<br />

siempre el derecho del escritor a explorar a fondo su espacio de<br />

trabajo, pese al riesgo de no ser bien comprendido en el momento<br />

e incluso acusado de elitista o de egotista, así también veo esta<br />

cultura revolucionaria de Nicaragua como una palestra de ideas<br />

y de sentimientos en sus más diversas posibilidades y manifestaciones.<br />

Para mí la menor huella de uniformidad temática o formal<br />

sería un desencanto. La cultura revolucionaria se me aparece<br />

como una bandada de pájaros volando a cielo abierto; la bandada<br />

es siempre la misma, pero a cada instante su dibujo, el orden de<br />

sus componentes, el ritmo del vuelo van cambiando, la bandada<br />

asciende y desciende, traza sus curvas en el espacio, inventa de<br />

continuo un maravilloso dibujo, lo borra y empieza otro nuevo, y<br />

es siempre la misma bandada, y en esa bandada están los mismos<br />

pájaros, y eso a su manera es la cultura de los pájaros, su júbilo<br />

de libertad en la creación, su fiesta continua. Estoy convencido,<br />

porque es algo que siento cada vez con más fuerza en cada una<br />

de mis visitas a Nicaragua, que ésa será la cultura de su pueblo en<br />

el futuro, firme en lo que le es propio y abierta a la vez a todos los<br />

vientos de la creación y de la libertad del hombre planetario.<br />

Pido que se me perdone todo lo que esta tentativa de abarcar<br />

un panorama tan vasto pueda tener de precario e incluso de superficial.<br />

Hablo de lo que he visto y sentido, pero no lo hago como los<br />

visitantes o periodistas extranjeros que apenas desembarcan en el<br />

país se creen capacitados para explicar y criticar cualquier cosa,<br />

y hasta para profetizar acerca de la Revolución Sandinista y su<br />

proceso popular. Sé que cualquiera de ustedes conoce mejor y vive<br />

más a fondo que yo ese proceso, pero que también puede ser útil<br />

que alguien del exterior ofrezca sus puntos de vista siempre que<br />

lo haga sinceramente, siempre que sea capaz de vivir de muy cerca<br />

y apasionadamente esta realidad antes de pronunciar la primera<br />

palabra de una opinión o de un juicio. Muchas gracias.<br />

Nicaragua, febrero de 1983<br />

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Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Las batallas desiguales<br />

En una reciente declaración firmada por varios conocidos<br />

escritores latinoamericanos, entre ellos Carlos Fuentes y Gabriel<br />

García Márquez, se acusa a los Estados Unidos de haber desencadenado<br />

contra Nicaragua una guerra que se califica de reaccionaria,<br />

inhumana e inmoral. La moral poco ha tenido y tiene que ver<br />

con las guerras, pero en este caso la conducta y los procedimientos<br />

que aplica el gobierno de Ronald Reagan –estrechamente paralelos<br />

a los que practica en El Salvador– merecen ser mejor conocidos<br />

por quienes sólo cuentan con la información periodística en<br />

la que la inmoralidad de esa política suele pasar inadvertida frente<br />

al sonido y la furia de los hechos de armas. De todas las calificaciones<br />

que recibe esa guerra por parte de los firmantes de la declaración,<br />

la de inmoral es sin duda la más grave, porque en ella se<br />

resumen de alguna manera todas las otras; y esto no sólo porque<br />

la versión oficial que se da como pasto cotidiano a millones de<br />

norteamericanos es de una inmoralidad total, sino que con escasas<br />

excepciones la información periodística independiente de ese país<br />

coincide en lo profundo con la geopolítica del sistema y de hecho<br />

lo avala, a pesar de sus críticas frecuentes y de sus pretensiones de<br />

objetividad y de verdad.<br />

En ese sentido la “autopsia” de cualquier artículo independiente<br />

de diarios tan influyentes como el Washington Post o el<br />

New York Times muestra de inmediato, a quien sepa manejar el<br />

bisturí mental, el grado de inmoralidad que subyace en los artículos<br />

aparentemente más objetivos. Tomo al azar uno de Christopher<br />

Dickey, publicado en el Post hace pocos días 4 , y que narra sus<br />

experiencias en la zona nicaragüense de Nueva Segovia donde este<br />

periodista pasó una semana junto a las bandas contrarrevolucionarias<br />

que invadieron Nicaragua desde Honduras. Dickey tiene<br />

esa suprema habilidad del oficio que consiste en poner todo lo que<br />

dice en una especie de balanza de la justicia, para que el lector esté<br />

4<br />

Reproducido en el Herald Tribune del 7 de abril de 1983 (edición internacional)<br />

(nota de la edición de muchnick Editores, S.A.,1984).<br />

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seguro de que no toma partido ni por unos ni por otros. Escucha<br />

las afirmaciones o las quejas de los campesinos de esa región, y es<br />

sumamente moderado en sus juicios. Pero, para empezar, como no<br />

dice nada de las características aisladas, atrasadas y primitivas de<br />

la zona donde se mueve, cualquier lector ignorante de la geografía<br />

nicaragüense verá en los campesinos de Nueva Segovia un equivalente<br />

de la entera población rural del país, y en eso reside la<br />

primera añagaza. Personalmente ignoro el grado de eficacia que<br />

en esa zona pudo tener la campaña de alfabetización emprendida<br />

por los sandinistas al otro día de su victoria, pero supongo que fue<br />

muy relativo y que una de las primeras consecuencias nefastas del<br />

hostigamiento somocista a lo largo de la frontera hondureña es la<br />

paralización total de los trabajos de post-alfabetización (lo que se<br />

suma al enorme retraso que la guerra provoca en todos los terrenos<br />

de la educación y del trabajo y que está haciendo más daño a Nicaragua<br />

que la propia guerra, cosa que sin duda satisface profundamente<br />

a los dirigentes norteamericanos).<br />

Frente a este cuadro, nadie debería sorprenderse de que una<br />

parte de los campesinos de la región tiendan a simpatizar con los<br />

invasores; su grado de conciencia política es todavía muy bajo,<br />

puesto que la situación en la zona y los frecuentes asesinatos de<br />

alfabetizadores y asistentes sociales no han permitido llevar a<br />

cabo el trabajo con la eficacia alcanzada en regiones más accesibles<br />

del país. Dickey lo revela claramente cuando subraya en<br />

primer lugar los intereses económicos puramente individuales de<br />

los campesinos, que traducen una ignorancia profunda de las finalidades<br />

de la revolución popular y el apego a un estado de cosas<br />

atávico del cual el gobierno busca arrancarlos gracias a la reforma<br />

agraria, a la educación y a la participación plena e inteligente en el<br />

proceso popular. Cito un párrafo revelador de esta situación harto<br />

frecuente en América Central, en cuyas zonas más miserables el<br />

dinero es lo único que tiene sentido, y máxime en el caso de estos<br />

campesinos que no son culpables de haber sido relegados e ignorados<br />

por cuarenta años de somocismo urbano y proburgués. Dice<br />

Dickey: “Los campesinos se quejan de verse obligados a vender<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

sus cosechas o sus animales a los almacenes del estado, y a precios<br />

fijados por el gobierno”. O sea que no entienden aún el plan de<br />

reforma agraria, de cooperativas, de incorporación de la economía<br />

rural a un conjunto económico que elimine cada vez más las<br />

desigualdades sobre las cuales Dickey guarda un perfecto silencio.<br />

“Se enfurecen –agrega– frente a las tropas sandinistas que les<br />

piden la entrega de una parte de sus escasas provisiones y sólo les<br />

dejan un papel en cambio”. ¿No se le ocurrió a Dickey que ese papel<br />

es el recibo que ajustará las cuentas con arreglo a las disposiciones<br />

económicas del gobierno? Pero aquí surge la realidad profunda en<br />

la frase siguiente: “(En cambio) los ‘contras’ pagan en efectivo. La<br />

patrulla con la cual me movía en la zona llevaba consigo el equivalente<br />

de varios miles de dólares en moneda local”. Y, por supuesto, al<br />

señor Dickey no se le ocurre preguntarse de dónde salen esos miles<br />

de dólares, espejos de engaños para gente miserable, soborno irresistible<br />

para quienes viven en un mundo de hambre.<br />

Así, la contrarrevolución busca abrirse paso en las masas<br />

campesinas con el dinero introducido, como sus tropas, desde<br />

Honduras, aunque su procedencia original se sitúa indudablemente<br />

mucho más al norte. Para quien conozca un poco la mentalidad<br />

del campesino que aún no ha despertado a la conciencia<br />

de un proceso que abarca a la totalidad del país, el dinero es un<br />

arma mucho más poderosa que la intimidación de los fusiles. Para<br />

terminar su artículo, Dickey descubre que “las gentes de Nueva<br />

Segovia son las más conservadoras de Nicaragua, y el régimen<br />

centralista que los sandinistas han tratado de imponer desde su<br />

triunfo en 1979 no les gusta”. ¿Por qué no les gusta? Porque no<br />

tienen la menor idea de que la elaboración del proceso popular<br />

se inicia en Managua, y que el gobierno tiende desde la capital las<br />

líneas de organización, educación, planificación y mejoramiento<br />

colectivo. Son todavía incapaces de hacerse una idea global de ese<br />

proceso, y por eso sus primeros efectos prácticos les parecen una<br />

intromisión en su enclave de aislamiento; en el fondo, la patria de<br />

todo campesino atrasado es su aldea, pues del resto sólo tiene una<br />

idea nebulosa y casi siempre hostil. Por eso, desde julio de 1979<br />

el gobierno nicaragüense lucha incesantemente contra esa visión<br />

primitiva, y por eso la alfabetización fue la primera y fundamental<br />

etapa de ese combate que hoy se ve coartado y mutilado por una<br />

invasión que responde precisamente a todo lo que hay que erradicar<br />

en Nicaragua. Resulta casi ingenuo por parte de Dickey que<br />

termine su artículo con estas palabras:<br />

En cambio (o sea a diferencia de los esfuerzos del gobierno para<br />

llevar el adelanto desde el centro hacia la periferia), los dirigentes<br />

contrarrevolucionarios prometen a los nicaragüenses, para citar las<br />

palabras de uno de sus jefes, Adolfo Calero, menos gobierno del que<br />

tuvieron hasta ahora, y menos intervención del gobierno en sus vidas.<br />

Es aquí donde la inmoralidad profunda del artículo salta como<br />

el pus de una herida infectada. ¿Qué fue la tiranía de los Somoza<br />

en sus décadas de infamia? Precisamente eso: menos gobierno,<br />

porque el gobierno no tenía otro interés que el de explotar sin<br />

gobernar; y menos intervención del gobierno en las vidas de los<br />

campesinos, porque las vidas de los campesinos malditos si les<br />

importaban a los Somoza mientras se estuvieran quietos en sus<br />

míseras parcelas, ajenos a cualquier cosa que no fuera su entorno<br />

cotidiano. El programa de los contrarrevolucionarios es simplemente<br />

la vuelta a ese estado de cosas del pasado, o sea, la vuelta<br />

al sistema de los latifundios y las ganancias exorbitantes para un<br />

grupo privilegiado protegido por el poder que a su vez es protegido<br />

por los intereses de Washington.<br />

Tal es la moral de los Calero y los Robelo y de los somocistas<br />

que a sus ambiciones materiales suman la sed de la venganza por<br />

haber sido arrojados fuera del país (al precio de cincuenta mil<br />

muertos).<br />

Naturalmente, los lectores norteamericanos sacarán del artículo<br />

de Dickey y de tantos otros la impresión tranquilizadora de que<br />

los sandinistas son impopulares en las zonas rurales. Pocos, seguramente,<br />

serán capaces de sospechar la realidad que se esconde<br />

detrás de esta batalla desigual en la que un proceso de avance<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

popular multitudinario se ve obstaculizado por las fuerzas combinadas<br />

del dinero y las armas procedentes del extranjero. Pero,<br />

claro, el Departamento de Estado seguirá afirmando que no se<br />

mete en los asuntos internos de Nicaragua; la moral se lo impide,<br />

no faltaba más.<br />

Un sueño realizado: El arte de las Américas llega a Nicaragua<br />

Aunque parezca mentira...<br />

Estamos tan acostumbrados a visitar museos de arte que<br />

resulta difícil imaginar un país que no los tenga, grandes o<br />

pequeños. Y éste era el caso de Nicaragua antes de la revolución<br />

de 1979. Un país con magníficos artistas plásticos, y una pintura<br />

“primitiva” llena de gracia, un país cuyo pueblo tiene una sensibilidad<br />

a flor de piel cuando se trata de la belleza en cualquiera<br />

de sus formas, había llegado a nuestros días sin la menor posibilidad<br />

de asomarse a un museo de obras de arte; la ignorancia y el<br />

desprecio de los Somoza padre e hijo frente a cualquier manifestación<br />

estética habían privado a tres millones de nicaragüenses de<br />

todo contacto con el arte internacional; que se arreglaran con el<br />

cine o la televisión...<br />

Lo que voy a narrar aquí es otra prueba de cómo los dirigentes<br />

sandinistas no perdieron un solo día en la batalla contra la ignorancia.<br />

Todo el mundo conoce la amplitud y los resultados de la<br />

campaña contra el analfabetismo, llevada a cabo en el primer año<br />

de la liberación del país, en cambio se conoce menos la múltiple<br />

acción paralela emprendida en el campo de la música, el teatro y<br />

las artes plásticas. A cuatro años del triunfo del 19 de julio, Nicaragua<br />

ve concretarse la ambición de los dirigentes y del pueblo; el<br />

primer museo de arte abre sus puertas (con las dificultades que<br />

reseñaré), y los nicaragüenses pueden asomarse con curiosidad y<br />

maravilla al panorama artístico de todo el continente.<br />

Lo que pocos años antes hubiera parecido un cuento de hadas<br />

se ha vuelto realidad tangible: Nicaragua posee hoy uno de los<br />

museos más ricos en pintura y escultura de todo el ámbito latinoamericano;<br />

y lo que es aún más hermoso, ese museo ha nacido<br />

de un vasto movimiento de solidaridad por parte de los artistas<br />

de América Latina. A la hora en que los exguardias somocistas<br />

buscan invadir y aplastar el país en nombre de lo que Reagan y la<br />

señora Kirkpatrick llaman “la democracia”, centenares de artistas<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

se hacen presentes con sus obras como reafirmación de su amor<br />

por ese pequeño país que no ceja en seguir adelante frente a las<br />

mayores dificultades, y que a cada tentativa de intimidación de los<br />

Estados Unidos responde con las últimas palabras de uno de sus<br />

mártires, el joven combatiente y poeta Leonel Rugama: “¡Que se<br />

rinda tu madre!”.<br />

Todos los caminos llevan a Roma, pero algunos empiezan ahí<br />

En su casa de Managua, Carmen Waugh –chilena, experta en<br />

artes plásticas a lo largo de un amplio derrotero como directora<br />

de galerías de pintura en Chile, Argentina y España– me cuenta el<br />

comienzo de la historia.<br />

—Poco después del triunfo sandinista se organizó una semana<br />

latinoamericana en Roma, y el alcalde de la ciudad me confió la<br />

preparación de una muestra de artes plásticas. Por razones económicas<br />

hubo que limitarse a los artistas exiliados en Europa, pero<br />

como entre ellos figuraban y figuran muchos de los más famosos,<br />

expulsados de sus países por circunstancias harto conocidas, la<br />

muestra tuvo un alto nivel de calidad. En esos días llegó Ernesto<br />

Cardenal, gran poeta nicaragüense y ministro de cultura de su país,<br />

quien luego de visitar la exposición nos habló de los problemas de<br />

Nicaragua en ese campo, y nos preguntó si no sería posible organizar<br />

un movimiento de solidaridad que se tradujera en la creación<br />

de un fondo artístico para Nicaragua. Tanto yo como algunos<br />

pintores presentes –Le Pare, Gamarra y otros– recogimos con entusiasmo<br />

la idea e hicimos los primeros trámites, pero sólo al año<br />

siguiente la idea tomó cuerpo. Viajé a Nicaragua por primera vez,<br />

y Cardenal me pidió que tomara a mi cargo la puesta en práctica<br />

del proyecto; volví a Europa, y a finales del año 81 teníamos ya cien<br />

obras de artistas exiliados en Francia, casi treinta de los que viven<br />

en España, y eso constituyó el núcleo inicial de la colección.<br />

Se dice demasiado que los poetas son soñadores; en el caso de<br />

Cardenal, su confianza en Carmen Waugh mostró de sobra su capacidad<br />

pragmática, puesto que a ella se debía la organización y las<br />

múltiples presentaciones del llamado museo Salvador Allende, que<br />

en estos diez años llevó a tantas ciudades el mensaje estético de<br />

los artistas identificados con la causa del pueblo chileno. Poseedora<br />

de una vasta experiencia en la materia, conocedora de los mejores<br />

artistas de nuestro tiempo, Carmen pudo lograr en muy poco tiempo<br />

una cantidad inapreciable de donaciones.<br />

—Hicimos una primera presentación en París, en el Palais de<br />

Tokyo, y tuvimos la generosa adhesión del ministro de cultura de<br />

Francia, Jack Lang, quien además nos ofreció el traslado de las obras<br />

a Nicaragua: cuando se piensa en lo que cuesta un envío de esa<br />

naturaleza, te imaginas lo que eso pudo representar para los nicas...<br />

—Y entretanto, ¿se seguían recibiendo donaciones?<br />

—Por supuesto. A los artistas latinoamericanos de los países<br />

que cité antes, se sumaron los que viven en la República Democrática<br />

Alemana, en Italia y en Inglaterra. Se incorporaron así trabajos<br />

de artistas tan conocidos como Nemesio Antúnez, Rómulo Macció y<br />

otros. En agosto de 1982 teníamos en Managua un total de 150 obras<br />

de primerísima calidad. Te juro que yo me frotaba los ojos cuando<br />

las veía. ¡Ciento cincuenta trabajos de ese calibre en Managua!<br />

En verdad la nómina de los artistas solidarios enorgullecería a<br />

cualquier colección de pintura contemporánea. Imposible citarlos<br />

a todos, pero bastan algunos nombres para hacerse una idea de<br />

conjunto: Matta, Cruz Diez, Soto, Ravelo, Sobrino, Zañartu, Tomasello,<br />

Cuevas; Gamarra, Núñez, Piza, Seguí, Gironella, Felguérez,<br />

Balmes, Asís, Lublin, Le Pare, Novoa...<br />

Problemas de alojamiento<br />

Sí, de veras es como para frotarse los ojos: Y preguntarle<br />

después a Carmen Waugh cómo se las arreglaron los nicas para<br />

alojar y presentar ese primer núcleo del museo en una ciudad<br />

que sigue estando parcialmente en ruinas después del espantoso<br />

terremoto de 1973.<br />

—Ah, esa es toda una historia que te resumiré lo mejor posible.<br />

Aquí no había la menor experiencia en materia de museos, y ni<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

siquiera la posibilidad de presentar los cuadros en cualquier local,<br />

puesto que todo edificio más o menos útil está ocupado por las<br />

oficinas del gobierno; y las dificultades económicas reducen al<br />

mínimo los planes de construcción de viviendas. Cuando llegó el<br />

primer lote de obras, Ernesto Cardenal y yo hablamos con otros<br />

dirigentes y les planteamos la urgencia de encontrar un local que<br />

se prestara para una buena presentación de los trabajos. Sergio<br />

Ramírez y el comandante Tomás Borge se interesaron desde un<br />

comienzo, y este último me propuso un edificio en el centro de<br />

Managua, que luego resultó estar ya asignado a un ministerio.<br />

Todos estábamos de acuerdo en que el museo debería crearse en<br />

la zona de la Plaza de la Revolución, que está destinada a convertirse<br />

en un gran centro cívico. Había que renunciar al sueño de un<br />

edificio construido especialmente y buscar entre las ruinas de la<br />

zona, alguno que se prestara a una reconstrucción. Te aseguro que<br />

fueron meses penosos en los que yo creía haber encontrado por<br />

fin el edificio soñado hasta que debía abandonar la idea por una<br />

razón u otra.<br />

—¿Y los cuadros, entretanto?<br />

—Los cuadros fueron mostrados desde el principio en forma<br />

provisional, aprovechando las galerías del “foyer” del Teatro<br />

Popular Rubén Darío. Pese a la iluminación insuficiente y a otras<br />

carencias técnicas, la colección pudo ser expuesta en toda su<br />

importancia. Pero déjame seguir con lo de la sede, que por suerte<br />

tiene un final feliz luego de un período lleno de decepciones. Hay<br />

que darse cuenta, Julio, de que este problema de la sede no era el<br />

más importante para los dirigentes en momentos en que Nicaragua<br />

se veía atacada diariamente por los exguardias de Somoza<br />

con bases en Honduras. Y, sin embargo, lo era en otro sentido,<br />

puesto que ninguno de ellos lo olvidó, al punto de que el comandante<br />

Daniel Ortega encontró tiempo para estudiar el asunto con<br />

Ernesto Cardenal y finalmente propuso que se utilizara lo que<br />

quedaba del antiguo Gran Hotel en pleno centro de Managua.<br />

—Ayer fui a visitar esa ruina, y no me extraña que la idea te<br />

haya parecido una solución definitiva.<br />

—Por supuesto, ya que el emplazamiento responde a todos<br />

nuestros proyectos (a veces los llamo sueños, pero sé que muchos<br />

sueños se realizan en Nicaragua, y éste será uno de ellos). Para<br />

empezar, lo que queda del edificio del Gran Hotel permite una<br />

reconstrucción que se adaptará admirablemente al museo, ya que<br />

se cuenta con una vasta superficie aprovechable. ¿Sabías que el<br />

hotel era de Somoza?<br />

—No, pero a veces me pregunto qué no era de Somoza antes del<br />

19 de julio...<br />

—Bueno, la gran ventaja de eso es que sus innumerables<br />

propiedades han pasado automáticamente a ser del pueblo, y se<br />

las puede destinar a mejores fines. Para darte una idea, el hotel<br />

tiene una superficie total de seis mil metros cuadrados, y bastará<br />

reconstruir la planta baja, cuya estructura se mantuvo en pie<br />

cuando el terremoto, para disponer de todo lo necesario para el<br />

museo.<br />

—O sea que se planea algo más que una gran sala de exposición.<br />

—Mucho más que eso. El edificio está situado al lado de la Plaza<br />

de la Revolución y el gobierno sandinista quiere crear allí una gran<br />

zona cultural abierta al público. Junto con el museo se instalará<br />

la biblioteca nacional y el edificio del llamado Palacio Nacional,<br />

antigua sede del gobierno, será destinado a abrigar el Museo de la<br />

Revolución. El cine González, está en esa misma zona, y la cinemateca<br />

tendrá también su sala de proyecciones. La idea es convertir ese<br />

conjunto en un lugar de paseo donde no entrarán los automóviles,<br />

donde el pueblo podrá visitar los diferentes centros culturales; por<br />

eso queremos completar ese panorama con una reconstrucción del<br />

antiguo Gran Hotel que permita la instalación no sólo del museo<br />

en sí mismo, sino de una serie de recintos que alberguen una cafetería,<br />

una librería, venta de discos y cassettes, un taller de grabado,<br />

otro de fabricación de marcos, e incluso una gran tienda donde se<br />

venda la hermosa artesanía nicaragüense, esas ropas y trabajos en<br />

algodón y cuero que tanta reputación le han dado a Masaya entre<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

otras ciudades. Todo eso va a nacer de las ruinas, como tantas otras<br />

cosas en Nicaragua...<br />

“Museo” es una palabra triste<br />

Carmen me muestra un primer proyecto de reconstrucción que<br />

permite imaginar el futuro museo flanqueado por otros centros de<br />

cultura y espacios verdes. El impulso solidario que llevó a la donación<br />

de centenares de obras de arte va a multiplicarse aquí, y de la<br />

primera semilla van a brotar múltiples espigas. Pienso, con amarga<br />

ironía, en algunos artistas que se obstinan en sostener que las<br />

donaciones no sirven de nada, y me alegro por todos aquellos cuyo<br />

trabajo estará representado en el museo como un magnífico detonador<br />

cultural, presencia viva de la libertad y la belleza en el seno<br />

de un pueblo que se bate por ellas.<br />

—La denominación definitiva del museo ha sido bastante<br />

discutida –digo–. ¿Hay un acuerdo?<br />

—Sí, aunque por ahora seguimos hablando de “museo”. El<br />

problema se planteó en diciembre del 82, cuando la inauguración<br />

provisional. En esa oportunidad Ernesto Cardenal sostuvo que la<br />

colección de arte no debería limitarse solamente a América Latina,<br />

sino abarcar la totalidad del continente americano, incluyendo así<br />

a los Estados Unidos, Canadá y los países caribeños, en los que hay<br />

cantidad de artistas dispuestos a mostrarse solidarios con Nicaragua.<br />

De esa idea, recogida con entusiasmo y ya en vías de materialización,<br />

surgió la denominación definitiva:<br />

ARTE DE LAS AMÉRICAS / SOLIDARIDAD<br />

CON NICARAGUA.<br />

—Me alegro que se haya eliminado lo de “museo”, que suena<br />

siempre como algo solemne y un poco polvoriento.<br />

—Y que hubiera distanciado a muchos espectadores, es verdad.<br />

Hay que pensar que aquí no ha habido jamás un museo de esta naturaleza<br />

(ni de otras) y que nuestra intención es incorporar a todos los<br />

nicaragüenses, sea en Managua o en las ciudades del interior, a una<br />

experiencia de contacto directo con el arte del hemisferio, lo cual no<br />

es nunca fácil en un comienzo. Queremos que la gente entre a ver<br />

las obras de arte con la misma naturalidad con que entra en el cine,<br />

y que las salas de exposición no tengan el empaque y la gravedad de<br />

tantos museos del mundo.<br />

—Lo cual supone una técnica de presentación y de acogida.<br />

Pero antes de ir a eso me gustaría saber cómo se sigue manifestando<br />

la solidaridad de los artistas en el hemisferio.<br />

—Si te digo que lo que ya tenemos constituye una colección de<br />

primerísima fila, te darás cuenta de lo que será dentro de muy poco,<br />

y sobre todo después que la sede de Managua esté lista para recibir<br />

las más diversas obras.<br />

—¿Se acepta cualquier donación?<br />

—No, desgraciadamente tú sabes que eso es imposible; pues la<br />

buena voluntad no sustituye por sí misma la calidad artística. Lo<br />

que hemos hecho es invitar a los artistas de primera línea, y así a<br />

las 250 obras ya reunidas en Managua se van sumando las provenientes<br />

de diversos países. Aquí me parece justo y bello decir que<br />

Venezuela ha sido la avanzada en este campo pues fue el primer<br />

país que envió más de veinte obras en 1980, antes de que nos lanzáramos<br />

a nuestra campaña, y recuerdo que las enviaron “para el<br />

futuro museo latinoamericano”.<br />

—¿Y actualmente?<br />

—Los cubanos nos han prometido veinticinco trabajos, de<br />

los que ya han llegado ocho. De México vienen cincuenta obras,<br />

y un número equivalente de Colombia. El Perú está presente<br />

con dieciocho trabajos. Nos faltan aún varios países, entre ellos<br />

Ecuador, y sólo ahora empezamos a ocuparnos de los Estados<br />

Unidos y Canadá, además de los países caribeños.<br />

—Cuando hablas de países, ¿te refieres a artistas que viven en<br />

su patria o a exiliados? ¿Qué pasa con la Argentina, por ejemplo?<br />

—Todos los trabajos recibidos son de artistas exiliados, y lo<br />

mismo te puedo decir de Chile, con tres excepciones. Ahora me<br />

toca a mí viajar a varios países, encontrar a sus artistas y hacer<br />

una selección. Pero como ves, el primer fondo de obras reunidas<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

solamente en Europa se está multiplicando de una manera extraordinaria.<br />

Menos mal que el antiguo Gran Hotel nos dará todo el<br />

espacio necesario...<br />

El arte para todos<br />

Lo que me está diciendo Carmen Waugh despierta la imagen de<br />

una vasta colección de pinturas, esculturas y grabados que llenan<br />

salas y salas. Pero recuerdo a la vez que una de las preocupaciones<br />

culturales básicas del gobierno nicaragüense es la de descentralizar<br />

lo más posible las actividades en ese terreno. ¿Se podrá hacer<br />

lo mismo con Arte de las Américas?<br />

—No sólo se podrá sino que la primera etapa acaba de<br />

cumplirse en estos días cuando en la ciudad de León se inauguró<br />

nuestra primera filial, que por ahora se llama Sede León del Museo<br />

de las Américas. El comandante Carlos Núñez, que se ocupaba de<br />

organizar los actos de celebración del cuarto aniversario de la revolución<br />

en esa ciudad que tan valientemente había luchado contra<br />

el somocismo, me llamó para pedirme que pusiéramos a punto<br />

una filial del museo. Bueno, ya sabes el tipo de problema que uno<br />

enfrenta en Nicaragua en esas circunstancias: no hay locales o falta<br />

toda infraestructura, o hay que reconstruir una parte del edificio...<br />

—Sí, algo sé de eso. ¿Y de cuánto tiempo disponías?<br />

—¡De dos semanas! Bien empleadas, te aseguro. Rechacé una<br />

primera posibilidad de local, y entonces, la gente de los centros<br />

populares de cultura de León me informaron de la existencia de<br />

una casa hermosísima situada en pleno centro, y que había pertenecido<br />

a un abuelo de Somoza, un médico que tenía allí un hospital.<br />

Incluso la gente la seguía llamando “la casa de salud”. Vi el edificio<br />

y me entusiasmé, pero el problema era que estaba sirviendo de<br />

cuartel a un destacamento de milicianos. Hablé entonces con Luis<br />

Felipe Pérez, coordinador regional de la Junta de Gobierno, quien<br />

me asombró al decirme que siempre se había pensado que esa<br />

casa merecía ser convertida en museo. “Nunca lo hicimos –agregó<br />

memorablemente–, porque no sabíamos qué ponerle adentro”.<br />

—¿Y te la dieron?<br />

—Claro que sí, pero apenas quedaban doce días y el interior de<br />

la casa estaba a la miseria. Todo el mundo “se puso las pilas”, como<br />

dicen los nicas, y se procedió a techar y a habilitar cuatro grandes<br />

salas. ¿Me creerás? Yo estaba hablando a las nueve de la mañana<br />

con los compañeros de la Junta y a las dos de la tarde llegaron los<br />

primeros albañiles y electricistas, a trabajar.<br />

—¿Qué pensó la gente de León?<br />

—Estaban encantados con la idea de tener un museo de arte.<br />

Incluso, el día de la inauguración, aparecieron diversas personas<br />

pertenecientes a la burguesía local, nada simpatizantes con el<br />

proceso sandinista. Era la primera vez que participaban en un<br />

acto popular, y su presencia mostró de sobra lo que esa iniciativa<br />

representaba para la ciudad de León. Supongo que en Granada,<br />

donde estamos ya buscando la sede de la segunda filial, ocurrirá lo<br />

mismo. Y después llevaremos otra parte del fondo a Estelí, porque<br />

el gobierno no quiere para Managua otras prioridades que las<br />

lógicas en una capital. Llegará el día en que todos los habitantes del<br />

país podrán visitar alguna de las sedes de Arte de las Américas<br />

y la ignorancia y el atraso en la materia pertenecerán definitivamente<br />

al pasado.<br />

Lo que falta por hacer<br />

No quiero terminar esta reseña sin saber algo de las reacciones<br />

populares frente a obras plásticas, de las que jamás habían tenido<br />

la menor idea. Cuando le hago la pregunta, Carmen Waugh sonríe<br />

feliz.<br />

—Muy por encima de lo que esperaba –me dice–. Te confieso<br />

que el día en que se abrió la muestra provisional en el foyer del<br />

teatro Rubén Darío, yo me preguntaba si no habría que salir a la<br />

calle para convencer a la gente de que entrara a ver las obras. Pero<br />

ocurrió exactamente lo contrario, porque la televisión había anunciado<br />

la apertura de la muestra y el público no se hizo esperar. Lo<br />

más hermoso ocurrió en la semana del cuarto aniversario, cuando<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

el Ministerio de Cultura organizó visitas colectivas, y los primeros<br />

en llegar fueron los miembros de la Central Sandinista de Trabajadores,<br />

en su mayoría cortadores de caña del interior. Luego<br />

vinieron las mujeres de la Asociación Nicaragüense de Madres<br />

Luisa Amanda Espinosa, después se presentó un amplio sector de<br />

la Juventud Sandinista, seguido por la Asociación Nicaragüense<br />

de Maestros y por más de doscientos miembros del Ministerio del<br />

Interior. Ahora la gente conocía el camino de la exposición, y no<br />

cabía duda alguna de su interés y su entusiasmo.<br />

—Tú estabas allí, por supuesto. ¿Cómo reaccionaba el público<br />

frente a obras a veces tan complejas, y en todo caso sin ninguna<br />

complacencia hacia los espectadores?<br />

—Había y hay de todo, como es lógico. Los que no entienden,<br />

los que no quieren entender, y los que descubren por primera vez<br />

un mundo diferente que los maravilla. En ese sentido se hace lo<br />

posible por dar explicaciones, se guía a los grupos o a los individuos<br />

a fin de familiarizarlos con los movimientos contemporáneos<br />

del arte, y se buscan los diálogos, que a veces te aseguro son<br />

muy animados, porque los nicas nunca callan sus opiniones que<br />

naturalmente son muy variadas.<br />

—¿Se ha pensado ya en preparar un catálogo, explicaciones<br />

sucintas, reproducciones de obras, para que el público pueda<br />

ampliar su conocimiento?<br />

—Todo eso deberá estar preparado para el día en que Arte<br />

de las Américas inaugure su sede definitiva en Managua, coincidiendo<br />

con el quinto aniversario de la revolución. La editorial Nueva<br />

Nicaragua ha ofrecido publicar el catálogo que será planeado no sólo<br />

como la nómina de las obras reunidas, sino como una introducción<br />

a las artes plásticas contemporáneas: tendencias, líneas de fuerza,<br />

datos biográficos de los artistas... Se ha pensado asimismo publicar<br />

extractos de los diálogos que mantienen los guías y profesores con<br />

el público, puesto que dan la pauta de las reacciones frente a cada<br />

obra expuesta. Mi propia experiencia en este campo me dice que<br />

el público en general se deslumbra frente a los trabajos abstractos<br />

pero prefiere la pintura figurativa, donde ve un espejo de la historia<br />

contemporánea. “Ahora entendemos mejor lo que pasa en otros<br />

países latinoamericanos”, me dijo una campesina después de ver<br />

una serie de obras donde está presente la lucha y donde se evoca<br />

la opresión y la tortura. “Ahora sabemos que no estamos solos”, es<br />

otra frase que resume la toma de conciencia popular frente a otros<br />

procesos históricos latinoamericanos que se reflejan en un arte de<br />

protesta y de combate.<br />

—¿Podrá Nicaragua costear los trabajos de construcción de la<br />

sede?<br />

—No lo sé –dice Carmen Waugh–. A base de los primeros planos<br />

y proyectos, se prevé un costo de medio millón de dólares, que es<br />

mucho dinero para un país que está de hecho en pie de guerra y<br />

sometido a todo tipo de bloqueos y presiones del enemigo. Digamos<br />

que si la solidaridad fundamental ya ha sido lograda plenamente en<br />

el campo de los artistas, se entra ahora en una etapa que requiere<br />

una solidaridad económica por parte de países amigos, organizaciones<br />

nacionales o internacionales, e incluso personas privadas<br />

que quieran asociar su esfuerzo a nuestro trabajo. Pronto estarán<br />

listos los proyectos concernientes a la iluminación, al aire acondicionado,<br />

la compleja infraestructura que requiere un museo<br />

moderno. En este campo hay países amigos que podrán facilitar<br />

parte de esos elementos; por ejemplo, un país como Holanda podría<br />

ayudarnos mucho en materia de electricidad e iluminación.<br />

—¿Pero cómo encauzar todo eso?<br />

—Pienso que los comités de solidaridad con Nicaragua, que<br />

existen en muchos países, podrán ocuparse de interesar al estado y<br />

a los particulares en cada caso concreto. Los agregados culturales<br />

nicaragüenses podrán por su parte presentar nuestros planes a los<br />

organismos capaces de contribuir de alguna manera. En realidad<br />

se trata de multiplicar la información sobre Arte de las Américas,<br />

mostrando la enorme riqueza del material reunido y la necesidad<br />

de presentarlo dignamente. Dicho sea de paso, esta entrevista que<br />

me estás haciendo forma ya parte de esa información; habrá que<br />

sumarle otros mensajes, enriquecer los datos que das en ella, para<br />

que los aportes parciales provenientes de diversos países amigos<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

nos permitan llevar a término nuestros planes. Creo que lo lograremos,<br />

creo que Arte de las Américas Solidaridad con Nicaragua<br />

podrá abrir sus puertas al pueblo en el curso del año que viene.<br />

Cuando salgo de casa de Carmen Waugh veo a un grupo de<br />

niños jugando en la calle. Dos de ellos hacen dibujos en la tierra,<br />

trazan líneas con un palito, estudian seriamente su trabajo. Uno<br />

de ellos me explica que su dibujo es una gallina; el otro ha optado<br />

por un avión de guerra. Los niños corren y se persiguen, pero<br />

cuando llegan a la zona de los dibujos dan un salto para no estropearlos.<br />

La noche de Managua avanza con sus perfumes, con su<br />

cielo violeta y fosforescente.<br />

Nicaragua: el fast food de las noticias<br />

Se diría que la gran mayoría de los países que son o se dicen<br />

democráticos asisten al drama que se está desarrollando en Nicaragua<br />

con la actitud del que mira un programa de televisión desde<br />

su sofá, la copa de licor y los cigarrillos al alcance de la mano, la<br />

atención vagamente puesta en un programa que no le interesa<br />

demasiado.<br />

Si algunos de ellos utilizan las vías diplomáticas con el propósito<br />

de buscar un mejoramiento de la grave situación actual, sus<br />

gestiones de carácter regional o internacional se llevan a cabo<br />

con una lentitud insoportable frente al ritmo de los enfrentamientos<br />

armados en el territorio nicaragüense. Nadie, en el fondo,<br />

parecería querer abandonar el sofá desde el cual contempla el<br />

espectáculo. Nadie, ni los gobiernos ni los pueblos; no sé en estas<br />

semanas de manifestaciones callejeras, de protestas públicas, de<br />

expresiones concretas de solidaridad hacia los sandinistas que<br />

defienden metro a metro su tierra y su libertad ganadas hace<br />

apenas cuatro años al terror y a la opresión del somocismo.<br />

Por una de esas paradojas que terminan por dar náuseas a<br />

la hora en que las informaciones se multiplican sobre las intenciones<br />

y las acciones de los Estados Unidos contra Nicaragua,<br />

de la doble invasión por el norte y el sur, de la intervención de<br />

elementos militares hondureños junto a los contrarrevolucionarios<br />

somocistas, a esta hora en la que cualquier lector o telespectador<br />

recibe el máximo de información sobre lo que sucede en ese<br />

lejano país; la indiferencia y la pasividad se hacen sentir más que<br />

nunca, como si la gente no tuviera idea de lo que sucede.<br />

¿El mundo llamado libre va a abandonar a Nicaragua a su<br />

suerte? ¿Va a permitir que día a día el peso de la intervención<br />

estadounidense, en forma de dólares, equipos y asesores, infiltraciones<br />

de la CIA, presiones sobre los países limítrofes, multiplique<br />

sus puntas de lanza en un país que defiende su derecho a<br />

ser soberano y a buscar su propia vía histórica en el presente y el<br />

futuro?<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Se diría que sí, que no son muchos los que tratan de ayudar<br />

a Nicaragua desde el exterior. Pero entonces, ¿se ha perdido la<br />

noción de la justicia al punto de tirar la ética más elemental a la<br />

basura? Esa indiferencia –entre otras, desde luego–, ¿no revela algo<br />

así como una entropía universal, un abandono de valores que no<br />

sólo abarca el destino de otros pueblos, sino el de cada pueblo en sí<br />

mismo? Si tolero que una banda de matones golpee a un ciego en<br />

plena calle, ¿podré volver a mi casa y mirar en los ojos a mi propia<br />

familia?<br />

Se diría que es así, y que en su enorme mayoría a los europeos<br />

no les importa lo que está pasando en Nicaragua porque en el<br />

fondo tampoco les importa demasiado lo que pasa en sus propias<br />

tierras, salvo (¡ah, eso sí!) en materias de interés personal, de escalamiento<br />

de posiciones, de bienestar egoísta (cf. la actual oposición<br />

en Francia). Se diría que un cinismo helado gana terreno día a día<br />

en los pueblos y en los gobiernos. Nunca hubiera tenido el coraje<br />

de decir esto si no viera diariamente cómo, frente a la posibilidad<br />

de analizar o juzgar los hechos sobre los cuales existe un máximo<br />

de información, el hombre medio pliega el diario y decide olvidarse<br />

de lo que acaba de leer. ¿Para qué sirven al fin de cuentas la orgullosa<br />

prensa mundial, la televisión y la radio? Nicaragua está sola,<br />

más sola que nunca; rodeada de hienas y de lobos, defendiéndose<br />

en una soledad que ninguna palabrería diplomática puede ya disimular.<br />

Y, sin embargo, lo que sabemos hoy debería bastar para<br />

promover y suscitar reacciones oficiales y populares capaces de<br />

influir incluso, decisivamente en la coyuntura de está hora tan<br />

grave. Acabo de leer, como todo el mundo, un resumen de las últimas<br />

maniobras políticas norteamericanas, de las que surge sin el menor<br />

disimulo ni desmentido que:<br />

1) La CIA está prestando pleno apoyo a los contrarrevolucionarios<br />

que invaden Nicaragua después de tres años de entrenamiento favorecido<br />

por la misma CIA, asesores argentinos y dólares norteamericanos,<br />

además del apoyo entre furtivo y abierto de Honduras, principal base<br />

de operaciones de la invasión; 2) La Cámara de Representantes había<br />

prohibido hace pocos días a la CIA que se sirviera de sus créditos<br />

para apoyar a los antisandinistas, pero una comisión del Senado<br />

acaba de dar carta blanca a Reagan pata mantener ese sostén<br />

(que no es el único), y eso basta el 30 de septiembre de 1982. ¿Se<br />

ha pensado en lo que representan cuatro meses de una invasión<br />

cada vez más reforzada por los Estados Unidos? ¿Se ha pensado<br />

en que el gigantesco esfuerzo llevado a cabo por el pueblo nicaragüense<br />

para alfabetizarse, difundir la cultura, mejorar el nivel<br />

de vida de todo lo cual he sido y soy testigo y partícipe, se ve hoy<br />

frenado y acaso paralizado por la necesidad de mantener al país en<br />

pie de guerra? ¿Se ha pensado que diariamente jóvenes madres y<br />

hermanos entierran a muchachos milicianos caídos en combate?<br />

Nicaragua apela ahora al Consejo de Seguridad, y frente al seguro<br />

veto de los Estados Unidos pedirá una reunión extraordinaria de<br />

las Naciones Unidas. Pero, una vez más, Hamlet podrá murmurar:<br />

Words, words, words... Las buenas conciencias se darán por satisfechas<br />

con los debates diplomáticos, pero en esas buenas conciencias,<br />

como también diría Hamlet, empieza a percibirse el olor de<br />

la podredumbre. Cien mil nicaragüenses han protestado hace<br />

diez días en Managua por el cínico discurso de Reagan sobre los<br />

“deberes” norteamericanos en América Central. ¿No habrá grupos<br />

de quinientos, de mil europeos que repitan esas protestas frente a<br />

las embajadas de los Estados Unidos en sus países? ¿Nos vamos<br />

a quedar así, comiendo el fast food de las noticias diarias como si<br />

vinieran de Marte? Es para pensar que los telespectadores ya no<br />

distinguen demasiado entre un noticioso y una película de ficción, o<br />

que prefieren estás últimas puesto que son más realistas. Sí, se diría<br />

que la verdadera realidad se nos escapa de entre los dedos, trátese<br />

de la bomba de neutrones o de la lucha del pueblo sandinista.<br />

Hay momentos en que envidio al primer bonzo que se inmoló<br />

por el fuego como gesto supremo de repugnancia ante lo que lo<br />

rodeaba. Pero a la vez sé que ese no es el camino. Un pueblo se<br />

bate allá lejos por su dignidad y su felicidad: en su ejemplo está el<br />

camino. ¿De qué sirve escribir estas líneas que tanta gente tirará<br />

junto con el diario? De nada, piensa el bonzo y se pega fuego. Pero<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

la verdadera nada, el triunfo de la entropía definitiva, estaría en no<br />

escribirlas. Somos muchos los que seguiremos abriéndonos paso<br />

en la indiferencia como tantas otras veces en la historia, sabemos<br />

que en algún momento las manos empezarán a tenderse, las palabras<br />

se volverán verdad y vida.<br />

De diferentes maneras de matar<br />

Como en el cuento del pastor y el lobo, la invasión de Nicaragua<br />

tan anunciada a lo largo de estos meses no se produce, por lo cual<br />

en Europa se tiende a pensar en un estancamiento sine díe de la<br />

situación. Otros vórtices de violencia atraen la atención del público:<br />

América Central se deslíe lentamente en las memorias. Y en su más<br />

reciente reencarnación, Maquiavelo cuenta con eso para armar<br />

una estrategia diferente y más peligrosa que el ataque frontal a la<br />

manera de Granada.<br />

En el ajedrez de estas últimas semanas se han acumulado<br />

jugadas como las siguientes, que enumero sin orden cronológico y<br />

sin agotarlas:<br />

—Rechazo expreso o tácito por parte de Washington de todas<br />

las aperturas hechas por Nicaragua en favor de una negociación<br />

clara y limpia basada en el retiro de la ayuda militar y económica<br />

de los Estados Unidos a El Salvador y a Honduras, destinada a favorecer<br />

la invasión de Nicaragua por fuerzas antisandinistas, y recíprocamente<br />

la suspensión de todo contacto o ayuda de Nicaragua a<br />

las fuerzas rebeldes de El Salvador.<br />

—Negativa a conceder un visado al comandante Tomás Borge<br />

para que discuta esas y otras cuestiones análogas con los responsables<br />

de la administración Reagan en Washington.<br />

—Crédito de 25 millones de dólares otorgado públicamente por<br />

el Congreso norteamericano: a la CIA para que lleve adelante sus<br />

operaciones “destinadas a desestabilizar el régimen sandinista”.<br />

—Revelación hecha por el New York Times de que el avión<br />

utilizado en el intento de bombardeo a Managua fue comprado<br />

en Estados Unidos con fondos facilitados indirecta pero probadamente<br />

por la CIA y entregado al contrarrevolucionario Edén<br />

Pastora.<br />

—Confesión ante periodistas y cámaras de TV en Managua, del<br />

piloto aviador Amador Narváez, capturado por los sandinistas, de<br />

la que resulta que los ataques aéreos a Nicaragua se organizan en<br />

Honduras bajo la supervisión directa de la CIA; con la participación<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

de militares hondureños y de asesores argentinos que entrenan a<br />

las fuerzas somocistas.<br />

Mientras estas formas directas e indirectas de hostigamiento,<br />

a las que podrían agregarse muchas otras, se van acumulando<br />

a lo largo de los días, los esfuerzos de Nicaragua por mostrar su<br />

voluntad de negociación son objeto de un total silencio o de comentarios<br />

escépticos por parte de funcionarios norteamericanos y de<br />

dirigentes contrarrevolucionarios. Así, el hecho de que la Junta de<br />

Gobierno de Managua haya informado del regreso a Cuba de los<br />

asesores de ese país (maestros y médicos en su enorme mayoría) no<br />

se considera como “suficiente” en Washington, de la misma manera<br />

que se ignora o se comenta irónicamente la serie de disposiciones<br />

tomadas por el gobierno nicaragüense con vistas a las elecciones.<br />

Resulta obvio que Reagan y sus asesores han decidido de antemano<br />

que toda tentativa para lograr una normalización por vía pacífica<br />

no merece ser tenida en cuenta. Su meta está clara: conseguir que<br />

los contrarrevolucionarios continúen sus ataques hasta posesionarse<br />

de una fracción de territorio nicaragüense y proclamar un<br />

gobierno “democrático” con vistas a ser reconocidos oficialmente<br />

por los Estados Unidos y sus países cómplices.<br />

Todo esto ocurre en forma parcelada, de manera de distraer la<br />

atención mundial de algo que de hecho es una ofensiva cada vez<br />

más cerrada y continua. La mejor prueba de su siniestra eficacia<br />

viene de la misma Nicaragua, a poco que se examine su situación<br />

interior. Por un lado, los problemas militares en las fronteras<br />

hondureña y costarricense, y los ataques aéreos contra ciudades y<br />

puertos petroleros, obliga al país a un esfuerzo de guerra que se<br />

está haciendo sentir en el plano del trabajo –cultivos, producción<br />

y distribución en general–, en el plano de la cultura (postalfabetización<br />

y educación en todos los niveles), y en el ritmo de la vida en<br />

el país. Por otro lado, la Junta de Gobierno ha mostrado al máximo<br />

su buena voluntad para negociar en un plano que no atente contra<br />

los derechos y la dignidad de su pueblo, y es evidente que no puede<br />

ni quiere ir más allá de ese límite. ¿Qué se pretende de Nicaragua<br />

al acorralarla de esa manera? Los que no conocen el coraje y la<br />

decisión del pueblo sandinista esperan un derrumbe interior, favorecido<br />

no sólo por todo lo dicho más arriba, sino por la actitud de la<br />

iglesia conservadora del país y los grupos opositores abiertamente<br />

alineados en lo que ellos llaman “democracia” a la manera de la<br />

señora Kirkpatrick. La actitud del arzobispado nicaragüense ante<br />

la necesidad de un servicio militar que abarque a la totalidad del<br />

pueblo, es una prueba clarísima de esta obstrucción sistemática a<br />

los legítimos esfuerzos de la Junta para defender una revolución<br />

amenazada desde todos los ángulos. Tal es en síntesis el panorama,<br />

pero lo que no todo el mundo pregunta en España y América Latina<br />

es cuáles son las razones más profundas que mueven a los Estados<br />

Unidos a buscar el aniquilamiento del proceso social sandinista. En<br />

“Sábado”, suplemento del diario mexicano Uno más uno, acabo de<br />

leer un lúcido ensayo de Sol Argüedas sobre este tema, que resumo<br />

aquí parcialmente. Argüedas señala que el propósito expreso de<br />

Nicaragua ha sido desde un comienzo el de organizar una economía<br />

mixta partiendo de una hegemonía de las fuerzas populares, y<br />

es esto lo que resulta inaceptable a los intereses del capitalismo<br />

norteamericano y a la burguesía nicaragüense; porque si bien la<br />

economía mixta existe y funciona en muchos países, lo hace bajo<br />

una égida exclusivamente burguesa, y por tanto en detrimento de<br />

las clases desfavorecidas. Cuando en un reciente programa de TV<br />

en España dije que detrás de todo el palabrerío “democrático” de<br />

Kirkpatrick and Co. estaban como siempre los dólares, quise decir<br />

lo mismo.<br />

Argüedas hace notar que la tentativa nicaragüense tiene<br />

estrecha relación con los postulados del llamado “eurocomunismo”,<br />

que se aparta de la línea leninista (para escándalo de los<br />

ortodoxos) al sostener que a esta altura de la historia no se trata de<br />

destruir el “Estado burgués” ni mucho menos, sino de transformar<br />

la sociedad partiendo del mismo Estado, sólo que bajo la hegemonía<br />

de las fuerzas del trabajo y de la cultura y no de la envejecida<br />

“dictadura del proletariado”. Y esto, que para los europeos no<br />

es más que un ideal, Nicaragua lo ha puesto en marcha desde el 19<br />

de julio de 1979.<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

Pero, claro, Washington prefiere callar algo que sabe muy bien, y<br />

en cambio clama contra lo que considera trabas a la democracia en<br />

el campo del pluralismo político y la libertad de expresión, trabas<br />

inevitables en el caso de una nación agredida y que debe defenderse<br />

de enemigos internos y externos. ¿Se sabe de algún país en<br />

guerra –y Nicaragua lo está– que no haya controlado los medios<br />

informativos y los grupos opositores? Argüedas cita palabras de<br />

Olof Palme que resumen esto claramente: “No se puede exigir una<br />

total pureza democrática, con prensa libre y elecciones inmediatas,<br />

a un país que está siendo agredido constantemente y sometido a<br />

presiones como le ocurre ahora a Nicaragua”.<br />

A mí, asistente a la campaña de alfabetización en la primera<br />

etapa del gobierno sandinista, me consta la decidida voluntad de<br />

los dirigentes en el sentido de crear un grado de conciencia intelectual<br />

y política capaz de llevar al pueblo hacía la democracia sin<br />

que ésta, como en tantos casos, sea parodiada por una mera demagogia.<br />

Ese gigantesco esfuerzo en un país tan desposeído, pobre e<br />

ignorante como Nicaragua, se ha visto brutalmente frenado por<br />

los ataques somocistas telecomandados desde Washington. ¡Y<br />

Washington reclama democracia! También he visto la forma en<br />

que procede la iglesia reaccionaria del país, y que llega al colmo<br />

en la campaña en contra de la conscripción militar. ¡Y Washington<br />

reclama libertad de prensa y pluralidad política! No joroben.<br />

Reagan and Co., el juego es demasiado claro, y ese juego es una<br />

estrangulación paulatina de un país al que se le van quitando uno<br />

a uno los medios para llevar a cabo su proceso en busca de una<br />

democracia verdadera y de raíz popular, a la vez que se le reprocha<br />

airadamente que no cumpla con los postulados de la democracia<br />

tal como es concebible en los países más desarrollados. (Y ahora<br />

que pienso en mi mención inicial de Maquiavelo, recuerdo que<br />

éste elogia con entusiasmo a César Borgia que alguna vez hizo<br />

caer en una trampa a sus enemigos y los mandó estrangular uno a<br />

uno...).<br />

Todo está tristemente claro: Nicaragua caerá si no multiplicamos<br />

nuestros esfuerzos solidarios, y esto significa algo más que<br />

leer un texto como este y estar de acuerdo con él; significa una movilización<br />

ante los poderes nacionales en América Latina y en Europa<br />

–especialmente en España–, para que sepan que sus pueblos no<br />

toleran esa ejecución retardada, ese lento suplicio inferido con<br />

tanto cinismo. ¿Vamos a dejar sola a Nicaragua en esta hora que es<br />

como su Huerto de los Olivos? ¿Dejaremos que le claven las manos<br />

y los pies para que un insolente procónsul siga jugando con el resto<br />

del mundo en nombre de una pax... norteamericana?<br />

Febrero 1984<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

“Buenas noches”<br />

El 24 de noviembre de 1983, Julio <strong>Cortázar</strong> fue entrevistado, junto<br />

con Ernesto Cardenal y Ricardo Utrilla, director de la agencia EFE,<br />

por Mercedes Milá en su programa “Buenas Noches” de Televisión<br />

Española. Esta es la transcripción de lo que se dijo.<br />

Mercedes Milá: Hola, buenas noches. Estamos con ustedes en<br />

directo, como todos los jueves, desde San Cugat, cuando son las 9:10<br />

de la noche. Juntos, ustedes y nosotros, vamos a cumplir una ilusión:<br />

cantarán juntos Ana Belén y Víctor Manuel. Como ustedes saben,<br />

desde hace tiempo Nicaragua está pasando una situación muy<br />

difícil.<br />

Podríamos decir que el pueblo nicaragüense está ahora en<br />

estado de alerta. Ernesto Cardenal, poeta, sacerdote y ahora<br />

ministro de Cultura del Gobierno sandinista. Buenas noches,<br />

Ernesto Cardenal. Hemos visto imágenes suyas en el Telediario,<br />

en las que usted adelantaba un poco cuál es la situación de Nicaragua.<br />

Pero, para quienes no lo han visto ¿podría en pocas palabras<br />

situarnos en la posición del pueblo nicaragüense hoy?<br />

Ernesto Cardenal: Sabemos que Reagan ha planeado una invasión<br />

a Nicaragua. Sabemos que ya se ha decidido. Pensaban hacerlo<br />

inmediatamente después de la invasión a Granada, a fines de<br />

noviembre. Casi como decir el día de hoy. No han podido hacerlo. Lo<br />

han aplazado para fines de diciembre. No sabemos si lo van a poder<br />

hacer también a fines de diciembre. Luego ya viene la campaña<br />

electoral de Reagan. De todas maneras el pueblo de Nicaragua, con<br />

la herencia heroica de los españoles y los indios para resistir las<br />

invasiones, está decidido a repeler esta invasión.<br />

MM: Habla usted en un tono muy duro. Yo lo comprendo, pues<br />

que a alguien lo invadan así por las buenas es como para hablar en<br />

un tono muy duro. ¿Se podría decir que está usted tan humanamente<br />

enfadado o furioso que le cuesta utilizar palabras suaves?<br />

EC: Usted recuerde, ya que es española, la invasión de los moros.<br />

Tenemos que resistir nosotros esa invasión y vencer.<br />

MM: Entonces hablaremos más tarde, durante esta entrevista,<br />

con Cardenal de esto y muchas cosas más...<br />

La información es muy importante. La gente que tiene en sus<br />

manos el acceso a la información tiene algo que se valora mucho<br />

en el mundo contemporáneo. La agencia EFE es como agencia de<br />

noticias una primerísima fuente de información. Ricardo Utrilla<br />

es su presidente. Uno de los problemas de tener la información<br />

y entregarla a los demás a través de los periódicos es la posible<br />

manipulación de esa información. ¿Cómo se defiende una persona<br />

como usted frente a esa acusación de manipulación que se hace en<br />

general a toda la prensa?<br />

Ricardo Utrilla: Es una acusación un poco temeraria. La palabra<br />

manipulación es peyorativa; es como si alguien estuviera amasando<br />

cosas que no son. En realidad, siempre he dicho que en una agencia de<br />

información, incluso si hubiera la voluntad de manipular la información,<br />

sería muy difícil porque el proceso es tan rápido y obliga tanto a<br />

la objetividad que resulta imposible. Puesto que estamos hablando de<br />

Nicaragua, diré que la agencia EFE tiene como clientes en Nicaragua a<br />

La Prensa y a Barricada, que son dos periódicos totalmente enfrentados.<br />

Es decir que las noticias que proporcionamos tienen que ser tan utilizables<br />

por La Prensa como por Barricada. Es muy difícil caer en esa tentación<br />

de la manipulación. Hablar de ella sólo viene como consecuencia<br />

de haber vivido en un régimen totalitario donde una de las obsesiones<br />

es manipular la información. En un contexto de información libre yo<br />

creo que a nadie se le ocurre hacer esto en plan profesional.<br />

MM: Una agencia de noticias puede dar lugar a una gran<br />

cantidad de temas interesantes que supongo saldrán aquí esta<br />

noche. También está con nosotros una de esas pocas personas que<br />

se puede decir que hacen literatura al máximo nivel. Él está considerado<br />

como uno de los creadores más importantes de nuestro siglo<br />

en lengua castellana. Buenas noches, Julio <strong>Cortázar</strong>. Hace tiempo<br />

que no le vemos en TV, no es fácil verle en las pantallas.<br />

Julio <strong>Cortázar</strong>: No, yo supongo que es una cuestión de deformación<br />

profesional. Donde yo estoy verdaderamente cómodo es<br />

delante de mi máquina de escribir. Las pantallas, los proyectores,<br />

130<br />

131


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

las luces, todo eso me asusta un poco. Sé que tengo que hacerlo,<br />

pero prefiero mi máquina.<br />

MM: Este acento que habrán notado de R francesa en Julio<br />

<strong>Cortázar</strong> es tradicional. Vive en Francia desde hace 32 años, pero lo<br />

tiene desde antes.<br />

JC: Es un defecto vocal.<br />

MM: Pero en todo caso es la típica R francesa.<br />

JC: Coincide. Si viviera en Suecia, tendría exactamente el mismo<br />

defecto.<br />

MM: De todas maneras <strong>Cortázar</strong> tiene la nacionalidad francesa<br />

y al mismo tiempo conserva la nacionalidad argentina, porque<br />

es argentino y continúa siéndolo. ¿Cuánto tiempo hace que no ha<br />

estado en Argentina?<br />

JC: Exactamente diez años. O sea desde el momento del golpe<br />

de Videla, después de las elecciones que había ganado Cámpora.<br />

El golpe de Videla inició la escalada de las torturas, las desapariciones,<br />

los asesinatos, y yo –que vivía como un emigrado voluntario<br />

e iba y venía de la Argentina cuando quería– me convertí en un<br />

exiliado como tantos miles y miles de argentinos dispersos en todo<br />

el mundo.<br />

MM: Y ahora, después de las elecciones, ¿cuál es su opinión de<br />

la situación de Argentina?<br />

JC: Bueno, yo creo que se abre un momento de esperanza y<br />

espero que los argentinos no se vean defraudados en sus esperanzas.<br />

En gran medida depende de ellos, depende de los civiles<br />

argentinos. Estoy absolutamente convencido de que si el pueblo<br />

argentino deja de lado sus diferencias sin perder su sentido crítico,<br />

y la oposición es una oposición constructiva y no negativa frente<br />

al nuevo poder, tenemos posibilidades de mantener alejados a<br />

los militares. De lo contrario, si empiezan de nuevo las querellas<br />

internas, si los civiles pierden el tiempo en esas querellas,<br />

tendremos otro golpe de Estado, porque eso ya es una costumbre<br />

del ejército argentino.<br />

MM: ¿Y usted piensa volver ahora?<br />

JC: Sí, claro. Lo antes que pueda.<br />

MM: Todo el mundo está deseando saber si <strong>Cortázar</strong> va a volver<br />

a la Argentina, ¿no?<br />

JC: Soy yo el que está deseando volver hacia los argentinos.<br />

MM: Además allí está su madre, que es una mujer muy mayor.<br />

JC: Sí, claro. Desde luego. Tiene casi 90 años y yo hace 10 que no<br />

la veo.<br />

MM: Vaya momento, duro y emotivo encontrarse con su madre.<br />

JC: Desde luego va a ser una cosa muy hermosa.<br />

MM: Usted tiene casi 70 años. Es un tópico decirlo. Pero realmente<br />

Julio <strong>Cortázar</strong> no lo parece en absoluto. Nadie lo diría. Me<br />

quiere decir cómo lo hace. ¿O es natural?<br />

JC: Yo no he hecho nada. Yo tampoco lo creo.<br />

MM: ¿Qué es lo que no cree?<br />

JC: No creo tener 69 años, porque usted me ha agregado uno<br />

gratuitamente. Creo que el hecho de no creerlo, es lo que me<br />

mantiene relativamente joven, porque yo sé muy bien los años<br />

que tengo.<br />

MM: Quizá el ser un hombre solitario, un hombre que, como<br />

he dicho antes, los medios de comunicación no son precisamente<br />

lo que más le atrae, le ha hecho tener este aspecto. Pero por otro<br />

lado se dedica a viajar de una forma tremenda. Tiene una viajadera<br />

–como diría Ernesto Cardenal– tremenda. Es una palabra muy<br />

gráfica en este sentido. No para de escribir, de viajar, de explicar. No<br />

se cansa.<br />

JC: Bueno, no siempre lo decido yo: lo deciden las circunstancias.<br />

Y lo deciden además los enemigos, cosa que me fastidia<br />

mucho porque es precisamente para luchar contra los enemigos<br />

de América Latina que yo viajo mucho a países latinoamericanos.<br />

Sobre todo a Nicaragua en estos últimos tiempos. La situación es tan<br />

angustiosa y yo tengo tanto miedo frente a lo que está sucediendo<br />

en América Central, que esos viajes son la mínima contribución que<br />

un escritor puede hacer en el plano de la comunicación: difundir la<br />

verdad frente a tanta mentira, frente a tanta información falsa que<br />

se difunde y que lamentablemente es muy creída en Europa.<br />

132<br />

133


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

MM: Ve, eso es lo que yo le preguntaba antes a Ricardo Utrilla,<br />

lo de la información falsa, lo de la manipulación de la información.<br />

Entonces supongo que no estaba muy de acuerdo con lo que ha<br />

dicho Ricardo Utrilla.<br />

JC: No, no, en absoluto. Estoy perfectamente de acuerdo con él,<br />

porque no es Utrilla quien manipula la información que viene de<br />

Washington que yo sepa, ¿no?<br />

MM: Entonces, la información manipulada viene de Washington.<br />

JC: Bueno, es una de las informaciones (la que cuenta más para<br />

mí) que viene profundamente manipulada.<br />

MM: A través de las agencias americanas ¿o cómo?<br />

JC: A través de ellas, aunque también hay que reconocer que<br />

en Estados Unidos hay una crítica y un periodismo muy independiente,<br />

y el señor Ronald Reagan lo sabe muy bien, porque ahí le<br />

hacen críticas muy duras, y saben perfectamente de qué lado está la<br />

verdad y de qué lado está la razón. Pero la masa de información que<br />

sale al exterior y que se difunde en un país como España, en un país<br />

como Francia, está frecuentemente contaminada, no por la información<br />

misma, sino por el vocabulario. En la época en que los sandinistas<br />

luchaban en las montañas contra Somoza, los periódicos<br />

norteamericanos hablaban elogiosamente en la última etapa. Ya no<br />

les quedaba otra solución. Hablaban elogiosamente del avance de<br />

los sandinistas, pero los calificaban siempre de marxistas, es decir<br />

metían la palabrita para ir creando el sentimiento de desconfianza<br />

y de miedo en el público lector norteamericano. La principal manipulación<br />

está dirigida a los lectores locales, y no a los extranjeros,<br />

pero se refleja como en un espejo.<br />

MM: ¿Pertenece usted a algún partido político, es comunista?<br />

JC: No.<br />

MM: Es un hombre independiente.<br />

JC: Absolutamente.<br />

MM: ¿Y no es peligroso para la creación literaria ese compromiso<br />

político que usted tiene con gobiernos latinoamericanos?<br />

JC: Yo creo que es muy peligroso para los malos escritores.<br />

Ahora, un escritor que tiene una conciencia precisa de lo que es la<br />

literatura –como me parece que es mi caso–, creo que tiene la técnica<br />

y los medios suficientes como para establecer una convergencia entre<br />

su mensaje literario y su mensaje político, sin que el uno sacrifique al<br />

otro. Hay que decir que es muy difícil, ¿eh?<br />

MM: Claro, porque hay momentos en que a Julio <strong>Cortázar</strong> se le<br />

hacen entrevistas prácticamente políticas.<br />

JC: Sí, me toman por politólogo.<br />

MM: No lo es, ¿no?<br />

JC: No, en absoluto.<br />

MM: Le gusta mucho más la literatura supongo —y su profesión,<br />

¿no?<br />

JC: Sí, desde luego.<br />

MM: Aunque es muy difícil en estos momentos, tal como está el<br />

mundo, hablar con Julio <strong>Cortázar</strong> solamente de literatura, ¿hay algo<br />

que le guste más que la literatura?<br />

JC: Tal vez, en el fondo, la música. Yo soy un músico frustrado. Yo<br />

hubiera querido ser un músico, y bueno no tengo capacidad para ser un<br />

músico y entonces me limito a escuchar música, y escucho tal vez más<br />

cantidad de música que lo que absorbo como literatura.<br />

MM: Toda esa conciencia de lucha por América Latina comienza en<br />

Cuba, parece ser, hacia el año 1961, y usted en alguna ocasión ha dicho<br />

“Nunca me perdonarán mi apoyo a la Revolución Cubana”, ¿por qué?<br />

JC: Por supuesto que hay muchos que no me lo perdonarán<br />

nunca. Pero es verdad que yo desperté a una conciencia política y al<br />

sentimiento de ser latinoamericano en el momento de la Revolución<br />

Cubana, como consecuencia inmediata de cuando fui a Cuba por<br />

primera vez y vi a ese pueblo ajustándose el cinturón al máximo; y<br />

luchando en condiciones monstruosas de dificultades frente al injusto<br />

bloqueo estadounidense, frente a todo lo que significaba ese cerco a<br />

que se veía sometido, mostraba al mismo tiempo un sentimiento de<br />

alegría, una sensación de haber llegado a un punto desde el cual podía<br />

encontrar su propia identidad. Y 25, casi 25 años de revolución no han<br />

desmentido ese sentimiento.<br />

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135


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

MM: Pero sí habrá algún aspecto criticable para usted en Cuba.<br />

JC: Claro que sí.<br />

MM: ¿Por ejemplo?<br />

JC: Yo creo que un verdadero revolucionario debe saber criticar.<br />

El que dice sí a todo no es un verdadero revolucionario. Desde<br />

luego, tanto en Cuba como en Nicaragua hay aspectos que se<br />

pueden criticar. En Cuba me gustaría ver, por ejemplo, una verdadera<br />

prensa. Todavía no hay una prensa en Cuba. Me gustaría ver<br />

una difusión cultural en planos diferentes del simple libro. Me<br />

gustaría ver una serie de cosas que faltan. Pero es el Tercer Mundo,<br />

es el subdesarrollo y es además el problema económico cotidiano.<br />

MM: El caso de Ernesto Cardenal es muy parecido, ¿no?<br />

También en Cuba tiene esa conversión a un tipo de revolución<br />

concreta, ¿es así?<br />

EC: He dicho que fue mi segunda conversión. Mi primera<br />

conversión fue mi conversión a Dios. Y cuando yo visité por primera<br />

vez Cuba, en el año 70, yo tuve una segunda conversión, fue mi<br />

conversión a la revolución. Porque ahí descubrí que se estaba<br />

poniendo en práctica el Evangelio, en dar de comer al hambriento,<br />

vestir al desnudo, enseñar al que no sabe, en fin darle todo al que<br />

nada tenía. Y siendo ellos cristianos o no cristianos, era una revolución<br />

cristiana porque ponía en práctica el Evangelio. Porque el<br />

Evangelio es práctica, no es una creencia. San Juan el Apóstol dice<br />

que el que ama a su prójimo conoce a Dios y el que no ama a su<br />

prójimo no conoce a Dios.<br />

MM: Seguramente podríamos estar mucho rato hablando de<br />

Nicaragua, y durante la entrevista a Ernesto Cardenal tendremos<br />

la oportunidad de hacerlo también con Julio <strong>Cortázar</strong>, porque yo<br />

no quisiera dejar de hablar, de agradecer públicamente a Julio<br />

<strong>Cortázar</strong> el placer que nos provoca a los que hemos podido leer, no<br />

ya su literatura por supuesto (eso ya no hay ni que decirlo), sino<br />

por ejemplo sus traducciones. Su traducción de las Memorias de<br />

Adriano de Marguerite Yourcenar es tan maravillosa, Julio <strong>Cortázar</strong>,<br />

de verdad. Usted es consciente de eso, supongo. Disfrutó muchísimo<br />

traduciendo el libro.<br />

JC: La palabra maravillosa la encuentro exagerada, tal vez. Creo<br />

que es una buena y fiel traducción, que me llevó mucho tiempo y<br />

mucho amor. Sólo así, con tiempo y amor, se puede traducir bien.<br />

MM: ¿Y ahora está haciendo algo respecto a traducciones o ya<br />

las dejó completamente? ¿Está traduciendo algo más?<br />

JC: Lo último que traduje fueron los textos de mi mujer, Carol<br />

Dunlop, para ese libro que ha aparecido últimamente, porque ella<br />

escribía en francés. Pero ya no hago más traducciones.<br />

MM: Ese libro se titula Los autonautas de la cosmopista, título<br />

del que me va a permitir que le pida explicación, porque la gente no<br />

va a entender.<br />

JC: Bueno, es un juego de palabras. Es la historia de dos automovilistas,<br />

en este caso Carol y yo, que decidimos llevar a cabo<br />

un viaje exploratorio un poco extraño, es decir, bajar de París a<br />

Marsella por la autopista del sur de Francia, que es un viaje que<br />

dura 10 horas. Nosotros lo hicimos en 33 días, deteniéndonos a<br />

razón de dos paraderos o dos parkings por día, y explorando todo y<br />

descubriendo un mundo muy extraordinario del que los turistas no<br />

tienen idea porque se detienen en los paraderos simplemente para<br />

tomar gasolina o comer un emparedado. Bueno, ahí descubrimos<br />

un mundo diferente y escribimos el libro juntos cada uno sus textos<br />

por su cuenta, parodiando un poco amablemente las grandes expediciones<br />

del pasado.<br />

MM: Carol, su mujer, murió ahora hace un año. Por lo tanto se<br />

trata de un libro que para <strong>Cortázar</strong> tiene muchísima más importancia<br />

de la que hubiera tenido el libro sin más. Hubiera sido un<br />

libro sobre sus experiencias en la autopista y se acabó. Vamos a<br />

ver, ¿y ahora qué? Porque ese no es un tema que vamos a tratar<br />

con usted. Es demasiado doloroso como para que entremos ahí,<br />

es preferible respetarlo. ¿Ahora qué? Porque en España hay<br />

muchas obras suyas publicadas. La editorial Alfaguara lo ha hecho,<br />

Deshoras, su penúltimo libro. ¿Y ahora qué va a seguir escribiendo?<br />

¿Tiene prevista alguna novela, otro cuento, cuentos?<br />

JC: Bueno, los viajes de que hablábamos hace un momento me<br />

quitan mucho tiempo. No me es fácil escribir en esta época. Pero los<br />

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137


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

cuentos se pueden escribir o comenzar por lo menos en un avión<br />

y terminar en un hotel. Cosa que no sucede con las novelas. Por<br />

eso hace muchos años que no escribo una novela. Una novela para<br />

mí significa un mínimo de un año o año y medio. Pero en cambio<br />

sí puedo escribir cuentos cuando me baja alguna idea y la puedo<br />

aprovechar. Entonces tal vez aparezcan nuevos cuentos. No lo sé.<br />

Nunca hago planes ni cálculos.<br />

MM: ¿Y no hay nada que le está molestando ahí dentro, que<br />

quiera salir?<br />

JC: Sí, una novela.<br />

MM: ¡Ah!<br />

JC: Sí, sí. Es una novela con la que yo sueño todas las noches.<br />

MM: Qué es, a ver, cuénteme.<br />

JC: Y lo que es muy triste, en el sueño la novela ya está escrita.<br />

De manera que, cuando me despierto, es una sensación muy frustrante,<br />

pero que al mismo tiempo me da ánimos y pienso que el<br />

año que viene voy a encontrar un hueco como para comenzar ese<br />

trabajo.<br />

MM: No me diga que va a ser un año sabático.<br />

JC: Sí, sí. Lo voy a autotitular mi año sabático.<br />

MM: Y de esa novela ¿no me puede adelantar nada de nada?<br />

JC: No, porque yo no sé nada.<br />

MM: Pero lo que sueña.<br />

JC: Eh, no, porque en el sueño lo que existe es el libro. Yo veo<br />

el manuscrito, yo veo el libro ya hecho siempre en manuscrito.<br />

Aunque escribo a máquina, lo veo manuscrito. Pero del contenido<br />

no tengo ninguna idea. Me despierto antes de poder leerla.<br />

MM: ¡Qué rabia! ¿No? Una impotencia espantosa.<br />

JC: Me molesta mucho, sí.<br />

MM: La misma impotencia que debe sentir una persona,<br />

o parecida, que haya dedicado tantas horas de su vida a trabajar<br />

en el Tribunal Russell, cuando se llamaba así, o en el Tribunal de<br />

los Pueblos después, tratando de defender los derechos humanos,<br />

tratando de luchar por los pueblos en un mundo, Julio <strong>Cortázar</strong>,<br />

al que yo creo que, para definirlo, podríamos utilizar la palabra<br />

cinismo.<br />

JC: Yo la uso con mucha frecuencia, Mercedes. Porque el cinismo<br />

parece ser una constante en muchas de las cosas que suceden<br />

actualmente en el mundo. Y entonces la tarea de un tribunal como<br />

el Russell, donde conocí a Ernesto Cardenal, donde nos vimos por<br />

primera vez, y tantos otros tribunales o comisiones, da la impresión<br />

de ser un pigmeo frente a gigantes. Yo creo, sin embargo, que<br />

la palabra y que la voz, no ya la de los intelectuales, sino también<br />

la de los juristas y luego la de la opinión pública (porque el trabajo<br />

de esos tribunales se trasmite por las vías de la prensa) hacen su<br />

camino y avanzan. No se puede luchar contra fuerzas aplastantes en<br />

otros campos, pero en la medida de sus posibilidades el trabajo de los<br />

intelectuales obtiene resultados a veces insospechados para los que<br />

detentan los poderes, los poderes negativos. Por eso hay que seguir<br />

adelante, por eso hay que seguir escribiendo y hablando.<br />

MM: Y si usted un buen día se da cuenta que eso por lo que<br />

luchaba... es decir, por ejemplo, apoyando a la Revolución Cubana, o<br />

apoyando a la Revolución Sandinista, apoyando a Nicaragua, ya no<br />

es por lo que usted estaba luchando, porque se ha desvirtuado, ¿será<br />

capaz de echar atrás?<br />

JC: Bueno, primero tendría que saber eso, y creo que estoy y<br />

estaré muy lejos de saber una cosa parecida.<br />

MM: ¿Por qué? Ah, porque no pasa.<br />

JC: Desde luego; tengo la impresión de que el camino de Cuba<br />

y de Nicaragua está trazado con la suficiente claridad como para<br />

que yo no lo imagine como negativo en ningún momento del futuro.<br />

Puede tener sus accidentes, sus problemas, pero yo lo veo como positivo<br />

en los dos casos. De manera que no hago frente a esa hipótesis.<br />

Pero suponiendo, en un terreno absolutamente hipotético, que eso<br />

pudiera suceder, desde luego que yo me pondría en contra.<br />

MM: Supongo que lo que más le importa es el respeto al ser<br />

humano, de manera que en el momento en que eso desapareciera,<br />

usted se pondría en contra.<br />

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139


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

JC: Allí donde se falte el respeto a la dignidad humana, pues yo<br />

estaré en contra siempre.<br />

MM: Gracias por sus palabras. Gracias, Julio.<br />

(Mercedes Milá hace un paréntesis para presentar a los cantantes<br />

Víctor Manuel y Ana Belén; comenta que Ana Belén se cortó el pelo al<br />

estilo de los años 30).<br />

MM: ¿Qué decía usted sobre los años 30, Ricardo Utrilla, mientras<br />

veía cantar a Ana Belén con su corte de pelo años 30?<br />

RU: Me parece mala señal que los años 30 vuelvan a estar tan de<br />

moda, porque fueron unos años donde todo presagiaba tormenta y<br />

me parece que en estos momentos estamos en una situación muy<br />

parecida.<br />

MM: Usted utilizó las palabras “todo huele a guerra”.<br />

RU: No, no he dicho huele, he dicho apesta.<br />

MM: Más duro todavía, ¿no? Me ha dejado usted en un plan<br />

para continuar la entrevista...<br />

RU: No quiero ser trágico ni mucho menos.<br />

MM: Bueno, de todos modos es usted un hombre informado,<br />

quiero decir como presidente de la agencia EFE.<br />

RU: Creo que en ese terreno todos estamos igualmente informados.<br />

Para estos temas no hay secretos.<br />

MM: Julio <strong>Cortázar</strong>, este es un tema que también le angustia y le<br />

afecta a usted. Este “apesta a guerra”, que podría ser la señal de la<br />

moda años 30 –como decíamos–, ¿qué le dice a usted?<br />

JC: Me dice de una gran insensatez por parte de los que no<br />

tienen derecho a ser insensatos, los que por circunstancias diversas<br />

tienen las riendas del poder en tantos países, en tantas potencias,<br />

en tantas superpotencias. Y no sé si algún psicoanalista tiene<br />

razón cuando dice que en el fondo la humanidad tiene una cierta<br />

tendencia a lo que llama la entropía o el suicidio. Yo no lo veo así, yo<br />

soy optimista en este plano y creo que si la humanidad ha sobrevivido<br />

a tanta plaga y a tanta guerra y a tanta destrucción a lo largo<br />

de miles de años, seguirá avanzando por su camino. Pero es triste<br />

pensar que en una época en que estamos utilizando, por ejemplo,<br />

esta maravilla que es la TV, y que estamos viendo las posibilidades<br />

tecnológicas que podrían hacer una parte de la felicidad humana,<br />

todo eso derivando hacia un camino que, como muy bien lo ha dicho<br />

usted hace un segundo, apesta a guerra.<br />

MM: ¿Para ser presidente de la agencia EFE, hay que ser militante<br />

del Partido Socialista?<br />

RU: No, evidentemente no, y la prueba está en que yo soy presidente.<br />

MM: Y, cuando se es presidente de EFE, ¿se reciben presiones<br />

muy fuertes del gobierno para publicar o no publicar ciertas cosas?<br />

RU: No sé qué habrá sucedido con otros presidentes. Desde<br />

luego, conmigo ni fuertes ni ligeras ni medianas, de ningún tipo.<br />

MM: ¿Está diciendo la verdad?<br />

RU: Absolutamente. ¿No hay una Biblia por aquí?<br />

MM: Seguramente mucha gente no lo cree así, porque es una<br />

agencia estatal y por lo tanto es lógico que en algún momento...<br />

RU: Sí, pero hay muchas cosas estatales: por ejemplo, Iberia<br />

es una compañía estatal y no se les dan gratis los billetes a los<br />

ministros. Es una compañía que funciona como una compañía<br />

privada. Lo que pasa es que a ciertos niveles las empresas tienen<br />

que tener una financiación estatal. Yo siempre estoy en contra de<br />

la definición de la agencia EFE como agencia oficial. Simplemente<br />

es nacional.<br />

MM: ¿Tiene sentido que la agencia EFE sea estatal?<br />

RU: Sí, porque no hay capitales privados que puedan o que<br />

hayan intentado crear una agencia similar, y es evidente que es un<br />

gran instrumento para la imagen y la presencia cultural española,<br />

sobre todo en Iberoamérica.<br />

MM: ¿Cuesta dinero a los españoles la agencia EFE?<br />

RU: Sí, pero menos de lo que se piensa, y sobre todo proporcionalmente<br />

a su función.<br />

MM: ¿Se puede conseguir que sea rentable?<br />

RU: Eso es muy difícil, porque en las agencias de ese tipo no hay<br />

casos en el mundo. El único que yo conozco es la agencia Reuter, y<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

es cada vez menos estatal y tiene un esquema muy comercial y casi<br />

de empresa privada.<br />

MM: ¿Se pueden dar todas las noticias que llegan a una<br />

agencia? ¿Se dan?<br />

RU: Si se entiende por noticia un producto acabado con arreglo<br />

a ciertas técnicas y que se ha probado por una serie de profesionales<br />

de la información que empiezan desde reporteros hasta digamos el<br />

redactor jefe, entonces evidentemente se da. Yo no conozco personalmente<br />

ningún caso en que una noticia que se ajuste a las normas<br />

(digamos profesionales) haya sido retenida en una agencia.<br />

MM: ¿Por qué ha dado usted una explicación tan larga cuando<br />

un sí bastaba?<br />

RU: Quizá te resulte fácil porque tú eres una profesional. Desde<br />

que se origina la noticia, con quien la encuentra, hasta que sale por<br />

el hilo su evolución es bastante complicada.<br />

MM: ¿No hay noticias que es mejor que no se den para el bien a<br />

lo mejor de un país o para una situación en un momento dado?<br />

RU: Bueno, eso es un problema de alta ética profesional y<br />

entramos en un terreno... ¿Quién juzga lo que es bueno y lo que es<br />

malo para los lectores?<br />

MM: Es una cosa que yo sé que a Ricardo Utrilla le preocupa en<br />

particular. Lo ha dicho en muchas ocasiones. Esa ética...<br />

RU: La ética, sí, pero no la posibilidad de dar o no dar una información.<br />

Yo soy partidario en un 99,9% de dar la información.<br />

MM: ¿Siempre de darla?<br />

RU: Siempre, si se ajusta a las normas técnicas, es decir, si es una<br />

información fiable y es una información de interés para la mayoría<br />

de los ciudadanos.<br />

MM: ¿Está satisfecho de su posición en EFE? La verdad.<br />

RU: La verdad, me he encontrado con una situación en que lo<br />

profesional –que es lo que a mí me hace vivir, como a <strong>Cortázar</strong> la<br />

literatura– es la información de agencia a la que he dedicado prácticamente<br />

toda mi vida profesional, y en EFE tengo muy poca ocasión<br />

de ejercer y de poder satisfacer esa pasión. Estoy dedicado a temas<br />

empresariales sobre todo.<br />

MM: ¿Toda su experiencia en France Presse no la ha podido<br />

poner en marcha?<br />

RU: No he podido aplicar técnicamente mis conocimientos,<br />

pero evidentemente el haber estado 15 años en una agencia como<br />

France Presse ayuda mucho a la hora de dirigir EFE.<br />

MM: ¿Se siente el poder, siendo presidente de una agencia como<br />

EFE, se siente uno más poderoso que sus conciudadanos?<br />

RU: No, esa pregunta me la han hecho varias veces.<br />

MM: ¡No me diga que no lo siente! Usted descuelga el teléfono...<br />

RU: No lo siento, no...<br />

MM: Vamos, usted, entonces, igual que yo.<br />

RU: ¡Por supuesto!<br />

MM: Pues es un cargo muy codiciado, eso sí lo sabrá, ¿no?<br />

RU: Hombre, sí, claro, debe ser gente mal informada quienes<br />

codician el cargo, pero...<br />

MM: ¿No siente orgullo?<br />

RU: En España es una consagración estar al frente de una<br />

agencia que es el órgano informativo español, donde se reúnen más<br />

y mejores profesionales.<br />

MM: ¿Interviene la ideología política en la selección del<br />

personal?<br />

RU: No, en absoluto. Lo que importa es la capacidad profesional.<br />

MM: ¿Se ha encontrado con sorpresas en EFE?<br />

RU: Sí, algunas.<br />

MM: ¿Positivas o negativas?<br />

RU: Ambas, pero más negativas, a veces de responsabilidad<br />

colectiva y a veces personal.<br />

MM: ¿Por ejemplo?<br />

RU: Por ejemplo mi predecesor, el señor Ansón, tenía la idea<br />

de que la agencia EFE debía ser una especie de gran ministerio<br />

de asuntos exteriores y tener una capacidad de representación de<br />

España a un altísimo nivel. Por ejemplo, elegía comprar edificios<br />

suntuosos para las delegaciones de EFE, cuando yo prefiero tener<br />

mejores teletipos y menos palacios.<br />

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Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

MM: Concretamente, hace unos días hubo una agresión a un<br />

fotógrafo de El País y a un fotógrafo de la agencia EFE. ¿Usted<br />

cree que, si no hubieran sido periodistas, aunque me duele hacer<br />

esta pregunta, hubiera habido una denuncia tan fuerte en todo el<br />

mundo de lo que ocurrió?<br />

RU: No, evidentemente no. En todos los países del mundo hay<br />

una solidaridad inmediata que es identificarse con el colega y en<br />

España todavía más. Aquí se llega a lo que llamamos un poco peyorativamente<br />

el corporativismo. Es decir, quizá heredada de la etapa<br />

anterior de nuestro país, hay una mentalidad corporativa de identificación<br />

total cuando uno de los compañeros es víctima del poder.<br />

Es una cosa que el periodista siente muy claramente y su reacción,<br />

aunque no tenga tendencias corporativistas, es identificarse con el<br />

agredido.<br />

MM: En todo caso es una acción condenable.<br />

RU: Por supuesto.<br />

MM: Casi nos habíamos olvidado de estas cosas. ¿Verdad, señor<br />

Utrilla?<br />

RU: Son moneda corriente en muchos países y en algunos<br />

mucho más brutales. Hace poco la TV estaba pasando las manifestaciones<br />

de los ecologistas y pacifistas en Alemania, cuando<br />

el parlamento alemán estaba votando sobre los euromisiles, y se<br />

pudo ver la forma en que la policía alemana actúa. He visto en París<br />

(como el señor <strong>Cortázar</strong> seguramente) actuar a los CRS, y no son<br />

hermanas de la caridad. Son objetivamente más brutales que en<br />

general la policía española, bastante más.<br />

MM: Las personas que lo conocen de años anteriores dirán:<br />

¡Cómo se ha puesto Utrilla de gubernamental! ¿no? Porque está<br />

usted justificando una acción que quizás en otras circunstancias<br />

hubiera condenado.<br />

RU: Yo hubiera dicho lo mismo en el franquismo. La policía<br />

española disolviendo manifestaciones ha sido siempre, incluso<br />

con Franco, mucho menos feroz, mucho menos profesional si se<br />

quiere, que la policía que yo he visto actuar, como la francesa y la<br />

norteamericana. Ésta disolviendo manifestaciones es una máquina<br />

implacable de destrozar a la gente que se pone por delante.<br />

MM: ¿Tiene usted alguna noticia esperanzadora de última hora<br />

que darme?<br />

RU: Las noticias más recientes no son esperanzadoras. Lo que<br />

acaban de pasar aquí en la TV es más reciente que lo que yo leí en<br />

mi teletipo antes de venir al programa.<br />

MM: Debe ser difícil salir de esa oficina todos los días, ya que<br />

habrá algunos en que diga: “No aguanto más las malas noticias,<br />

tanto que mejor me tiro por la ventana”, ¿no? ¿O se va formando un<br />

callo y desaparece la sensibilidad?<br />

RU: No desaparece exactamente. La sensibilidad, cuando se<br />

tiene, siempre queda en el trasfondo. Pero es cierto que la profesión<br />

de periodista, y sobremodo de agenciero (que es como les llamamos<br />

a los que trabajan en agencias), es una profesión que crea una<br />

especie de cinismo, una palabra de la que se ha hablado antes. Yo<br />

no la emplearía como término peyorativo sino que es una especie<br />

de autodefensa, porque si no uno tendría que salir corriendo y no<br />

seguir con esta historia.<br />

MM: Antes de empezar la entrevista con Ernesto Cardenal,<br />

ministro de cultura de Nicaragua, le pregunto, Ricardo Utrilla, ¿cuál<br />

es su postura sobre la situación en Nicaragua en este momento<br />

como periodista?<br />

RU: Como periodista –lo dije antes–, nosotros tenemos que<br />

ser lo más objetivos posible, sobre todo tratándose de una agencia<br />

de información que tiene clientes en Nicaragua que están en los<br />

dos bandos. Es decir, lo que los franceses llaman los hermanos<br />

enemigos, porque literalmente están dirigidos: el periódico La<br />

Prensa, por Pedro Joaquín Chamorro, y Barricada está dirigido por<br />

su hermano Carlos Fernando. Es decir que nosotros tenemos la<br />

obligación de ser lo más objetivos posible y ya como persona uno<br />

puede ver un aspecto más negro que otro.<br />

MM: ¿Por ejemplo?<br />

RU: Se hablaba hace un momento de los derechos humanos<br />

(estoy hablando como individuo y no como periodista), es triste,<br />

144<br />

145


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

por decirlo de alguna manera, que una revolución tenga que transgredir<br />

derechos humanos de una forma más o menos evidente,<br />

como sucede en Nicaragua, como sucedió en Cuba y sucede todavía.<br />

Es decir que no es como uno desearía, como hemos soñado de<br />

jóvenes y no tan jóvenes con lo que es una revolución que tengan<br />

que sufrir inocentes en función de esa ansia revolucionaria.<br />

EC: Yo le podría decir al señor Utrilla, ahora que él está hablando<br />

de diferentes policías de distintos países, que en Nicaragua desde el<br />

triunfo de la revolución, hace ya cuatro años y medio, la policía no<br />

ha usado gases lacrimógenos ni una sola vez, en ninguna ciudad<br />

de Nicaragua. Tampoco ha usado mangueras de agua para disolver<br />

ninguna protesta. Ni una sola vez, en ninguna ciudad, desde el<br />

triunfo de la revolución. La policía no usa en Nicaragua cachiporras:<br />

Julio <strong>Cortázar</strong> ha estado muchas veces y puede atestiguarlo.<br />

Los policías en la calle no llevan cachiporra. Los policías en Nicaragua<br />

no han usado ni una sola vez escudos antimitines. Éste es un<br />

récord que pocos países tienen, y la agencia EFE eso no lo informa.<br />

La agencia EFE informa muy poco en España de América Latina<br />

teniendo corresponsales en América Latina.<br />

RU: No, permítame.<br />

EC: Tenemos un corresponsal en Nicaragua y muy pocas veces<br />

se han publicado noticias de Nicaragua en la prensa y cuando<br />

se publican suelen ser cosas en contra de la revolución y no, por<br />

ejemplo, esto que yo estoy diciendo.<br />

RU: No de la agencia EFE, le puedo asegurar. En primer lugar<br />

el hecho de que se publique una información o no se publique ya<br />

no es responsabilidad de la agencia EFE. La agencia EFE difunde<br />

la información y hay periódicos que la utilizan y periódicos que<br />

no la utilizan. Pero si hay una agencia en el mundo que se ocupe<br />

de América Latina puede usted garantizar que es la nuestra, y lo<br />

será cada vez más. Porque el objetivo declarado de la agencia EFE,<br />

el objetivo oficial, es convertirse en la primera agencia mundial<br />

en información iberoamericana. Es el objetivo de la nueva presidencia.<br />

JC: Me gustaría agregar algo a lo que ha dicho el señor Utrilla.<br />

Su idea de lo que debería ser una revolución me parece estar un<br />

poco fuera del contexto realista de la historia y de la humanidad.<br />

Es absolutamente inimaginable que una revolución, por el hecho<br />

de ser una revolución, sea un fenómeno absolutamente puro,<br />

absolutamente positivo, en el que jamás haya una trasgresión a los<br />

derechos humanos. Lo que es importante es distinguir entre violaciones<br />

incidentales o individuales (que pueden producirse dentro<br />

de un contexto revolucionario, y que yo condeno, desde luego), y la<br />

violación sistemática de los derechos humanos que, por ejemplo,<br />

están llevando a cabo en este momento los EE.UU. Yo creo que es<br />

una diferencia muy grande y que una de las faltas mayores, de los<br />

crímenes, de las culpas mayores que tienen los que atacan sistemáticamente<br />

a la Revolución Cubana y la nicaragüense, es el hecho de<br />

extrapolar cualquier incidente individual que toca a una persona,<br />

a un preso político, a cualquier acto que pueda significar una violación<br />

individual de derechos humanos, de desplazarlo inmediatamente<br />

en las noticias y en los comentarios para que la gente tenga<br />

la impresión de que eso abarca nueve millones de personas, o tres<br />

millones de personas. Hay que distinguir cuidadosamente en ese<br />

terreno.<br />

RU: Yo tengo entendido, señor <strong>Cortázar</strong>, que en Nicaragua hay<br />

más de un preso político.<br />

MM: Un momento. ¿Hay o no hay presos políticos?<br />

JC: Hay montones de somocistas condenados por sus crímenes;<br />

si usted les considera como presos políticos, y yo también en este<br />

caso, por supuesto que están en la cárcel. Pero no nos olvidemos de<br />

una cosa maravillosa, un caso único en la historia de la humanidad:<br />

la clemencia de la Revolución Sandinista. La abolición de la pena de<br />

muerte. Criminales a cuyos juicios yo he asistido, coroneles somocistas<br />

que habían tirado campesinos desde helicópteros en el medio<br />

de sus pueblos, para aterrorizar a la población, y que se defendían con<br />

un cinismo increíble diciendo que esa era una acusación falsa porque<br />

ellos eran católicos.<br />

MM: ¿Los habían tirado para matarlos?<br />

146<br />

147


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

JC: ¡No se puede tirar a nadie desde un helicóptero sin matarlo!<br />

Los tiraban para matarlos y sembrar el espanto en el pueblo. Esa era<br />

la acusación directa contra ese coronel cuyo nombre he olvidado y a<br />

cuyo proceso asistí. Y ese hombre recibió la pena máxima. La pena<br />

máxima son 30 años de cárcel en Nicaragua. No es el paredón, no es la<br />

pena de muerte. No nos olvidemos de eso.<br />

RU: Yo no quisiera erigirme ni mucho menos en fiscal de la Revolución<br />

Sandinista, pero no tengo más remedio que recurrir a datos<br />

de los que dispongo. No sólo hay presos políticos en Nicaragua, que<br />

usted califica de somocistas. Bueno, Franco, a todos sus enemigos los<br />

calificaba de comunistas. Los españoles tenemos un cierto hábito de<br />

esta forma de calificar las cosas. Pero es que además se empieza a<br />

hablar desde hace algún tiempo en Nicaragua (y yo lamento tener que<br />

evocarlo) de un fenómeno tan trágico y tan repelente como el que se<br />

ha producido en Argentina con los llamados desaparecidos. Es decir,<br />

que es posible que la pena de muerte haya sido abolida en Nicaragua,<br />

pero se han producido muchos casos de desaparecidos, algunos de<br />

ellos identificados como detenidos, es decir que no desaparecieron<br />

de sus casas, desaparecieron de comisarías. Esos son datos objetivos.<br />

EC: No, no es cierto. Perdone que le diga que no es cierto (faltan<br />

unas palabras por el cambio de cinta) fueron desaparecidos a quienes<br />

mató el pueblo. Fueron unos 70.<br />

MM: Pero después de que la Junta tomó el poder eso no ha vuelto<br />

a tener lugar.<br />

EC: En absoluto.<br />

MM: Esto puede usted certificarlo con toda seguridad. Como<br />

ministro, supongo que tiene conocimiento.<br />

EC: He conocido muchísimos casos personales, por ejemplo,<br />

un compañero mío fue formado por mí en la comunidad de Solentiname.<br />

Él expuso su vida por defender a unos guardias no somocistas.<br />

Ninguno ha sido preso por ser somocista, sino por ser guardias<br />

asesinos. A unos asesinos los habían capturado y el pueblo los quería<br />

linchar. Iban a linchar también a ese compañero, y entonces él estuvo<br />

a punto de entregarlos al pueblo para salvar su vida, pero pensó que<br />

él tenía el deber de preservar la vida de los prisioneros y expuso<br />

su vida por salvar la vida de los prisioneros. El pueblo estaba deteniendo<br />

el jeep. Las madres decían que ellos habían matado a sus hijas,<br />

matado a sus hijos, y enseñaban las fotografías de sus hijos. Estaban<br />

dispuestas a matar a este compañero porque no les entregaba a los<br />

guardias criminales.<br />

MM: Ernesto Cardenal ha hablado de Solentiname. Cardenal es<br />

un poeta, como dije al principio, es sacerdote y es ministro de cultura<br />

también. Él ha hablado ya al principio del programa de que tuvo dos<br />

conversiones en su vida. Una cuando viajó a Cuba, que fue después<br />

de la auténtica conversión religiosa, que tuvo lugar cuando él tenía 37<br />

años, ya mayor. Él se hizo sacerdote y fundó esa comunidad de Solentiname<br />

que podríamos decir, Ernesto Cardenal, señor ministro, que<br />

fue ya un signo de una visión de la religión no en la línea tradicional<br />

sino en otra línea.<br />

EC: Sí. Fue un consejo que me dio mi maestro de novicios, el<br />

escritor místico norteamericano muy famoso Thomas Merton, que<br />

fundara una comunidad contemplativa en mi país, que no tuviera<br />

las cosas arcaicas de las órdenes contemplativas medievales, sino<br />

que fuera una institución nueva, libre. Le dije que me hiciera unas<br />

reglas para la comunidad y me dijo que la primera regla era que<br />

no hubiera reglas, entonces sobraban todas las reglas. Estaba con<br />

el espíritu del Concilio Vaticano II, que empezó poco después y yo<br />

estuve en esa comunidad 12 años hasta que vino la insurrección del<br />

pueblo de Nicaragua. Dos jóvenes, muchachos y muchachas de la<br />

comunidad, se hicieron guerrilleros y la comunidad fue destruida<br />

por la guardia de Somoza y yo también pasé a las filas del Frente<br />

Sandinista.<br />

MM: Jesucristo y Marx han sido dos personas muy importantes<br />

para la vida de Ernesto Cardenal. Para muchas personas, el que<br />

Jesucristo y Marx sean fundamentales, los dos juntos, puede ser<br />

raro. ¿Pero se pueden compaginar, señor ministro?<br />

EC: Yo lo que digo es que el marxismo y el cristianismo no son<br />

incompatibles. Podrían ser incompatibles el ateísmo y el cristianismo;<br />

pero se puede ser marxista sin ser ateo y entonces no hay<br />

incompatibilidad.<br />

148<br />

149


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

MM: ¿No hay contradicciones entre el Dios de la Biblia y el<br />

concepto de Dios del marxismo- leninismo?<br />

EC: El marxismo de Marx, tal y como está en el libro El Capital,<br />

no se mete con la existencia o no existencia de Dios, sino en el<br />

problema del capitalismo.<br />

MM: Cuando triunfa la revolución y a usted lo nombran ministro<br />

de cultura, es decir un cargo político, a usted y a otros sacerdotes<br />

que ostentan cargos políticos también en Nicaragua, ¿qué reacción<br />

tiene la Iglesia católica oficial?<br />

EC: Nosotros somos la Iglesia católica también.<br />

MM: Bueno, la Iglesia oficial, la Iglesia de Roma.<br />

EC: Quiere decir los obispos. Bueno, yo estuve en el Vaticano, yo<br />

hablé con el cardenal secretario de Estado, el cardenal Cassaroli,<br />

y me dijo que yo sabía la posición del Vaticano con respecto a los<br />

sacerdotes en puestos públicos, pero que para ellos el caso de Nicaragua<br />

era una excepción, porque el caso de Nicaragua es nuevo, y<br />

me dijo: “Yo aquí en el Vaticano siempre digo que en Nicaragua todo<br />

es nuevo”.<br />

MM: Pero usted no está dispuesto a desobedecer a la Iglesia,<br />

¿no?<br />

EC: No nos han prohibido estar en estos cargos.<br />

MM: Si así fuera, ¿desobedecería?<br />

EC: Obedecería a mi conciencia.<br />

MM: Y cuando el viaje del Papa a Centroamérica, todos o muchos<br />

recordamos en este momento esa fotografía en que usted, Ernesto<br />

Cardenal, arrodillado, le está besando la mano al Papa. ¿Qué le dijo<br />

el Papa?<br />

EC: El Papa me dijo sencillamente: “Usted debe regularizar su<br />

situación”.<br />

MM: ¿Lo ha hecho?<br />

EC: No sé qué quiso decir, porque mi situación está regularizada.<br />

Estamos con la aprobación de los obispos y del Vaticano en<br />

nuestros cargos.<br />

MM: ¿Entonces?<br />

EC: Yo no me podía poner a discutir con Su Santidad en ese<br />

momento, cuando era un saludo de protocolo que estaba haciendo a<br />

los ministros del gabinete y al cuerpo diplomático.<br />

MM: ¿Pero le dolió?<br />

EC: Fue una humillación, pero en la vida religiosa uno está<br />

acostumbrado a no pensar en uno mismo y a recibir con naturalidad<br />

las humillaciones.<br />

MM: Y usted en este momento, en una situación tan difícil como<br />

en la que está Nicaragua, ¿cree que la gente del país, el pueblo de<br />

Nicaragua, están satisfechos con lo que ustedes están haciendo?<br />

¿Han entendido que todos estos sacrificios son necesarios? ¿Han<br />

tenido tiempo de demostrarlo?<br />

EC: Por ejemplo, cuando yo salgo a la calle, veo con qué cariño<br />

me saludan los niños, las viejitas, las muchachas, los hombres, todo<br />

el mundo, todo el pueblo. ¿Y por qué? No por ser poeta; Nicaragua<br />

tiene muchos poetas y muy buenos. No por ser sacerdote, ya que en<br />

Nicaragua hay muchos sacerdotes. Es porque soy un sacerdote que<br />

apoya la revolución.<br />

MM: Y ese cariño no será un cariño... También aquí podría decir<br />

que a Francisco Franco, al general Franco, le saludaban con cariño<br />

por las calles. Eso no me parece un argumento muy de peso.<br />

EC: Yo digo la gente sencilla de la calle. Los niños que están<br />

vendiendo los periódicos, las viejitas, la gente del pueblo.<br />

MM: Pero los movimientos del país, es decir, Nicaragua tiene una<br />

serie de millones de habitantes, ¿están entendiendo lo que se está<br />

haciendo?<br />

EC: Por eso el pueblo está defendiendo la revolución y está<br />

muriendo por ella. Porque la mayoría de los combates contra los<br />

somocistas no los hace el ejército, los hace el pueblo armado: obreros,<br />

campesinos, estudiantes, que son milicianos voluntarios.<br />

MM: ¿Existe libertad de expresión y de movimiento en Nicaragua?<br />

¿Uno puede entrar y salir del país cuando quiere?<br />

EC: Completamente, sí. Hay viajes diarios a Miami y cualquiera<br />

va a Miami y se puede quedar, y puede quedarse y volver.<br />

150<br />

151


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

MM: Esa libertad de prensa a la que hacía alusión Ricardo Utrilla<br />

antes, ¿es cierta? Es decir, hay un periódico que está en...<br />

EC: Hay un periódico de oposición.<br />

MM: Usted en este momento tiene el Ministerio de Cultura en la<br />

que fue mansión de Somoza. Ha dicho antes Julio <strong>Cortázar</strong>, reivindicando<br />

–de una forma muy seria y muy importante para mí– la abolición<br />

de la pena de muerte en Nicaragua cuando ustedes llegan al<br />

poder. ¿Qué pensó cuando asesinaron a Somoza?<br />

EC: Todos en Nicaragua nos alegramos. Hubo una fiesta nacional.<br />

MM: ¿Y no le parece eso contradictorio con la abolición de la<br />

pena de muerte?<br />

EC: Nosotros no lo matamos.<br />

MM: Es igual. Si uno se alegra de la muerte de alguien...<br />

EC: Le digo con franqueza que sí nos alegramos. Le mentiría si<br />

dijera lo contrario.<br />

MM: Y no le parece a usted que esto no tiene nada que ver con el<br />

mandamiento de Jesús cuando dice: “No matarás”.<br />

EC: En ese mismo libro de La Biblia, en el “Deuteronomio”, se<br />

especifica cómo se debe matar al homicida culpable por haber<br />

faltado al mandamiento “No matarás”. En La Biblia están especificadas<br />

las distintas maneras de matar al asesino.<br />

MM: Señor ministro, usted durante una época fue partidario de<br />

la no-violencia; más tarde, justificó la lucha armada.<br />

EC: Sigo siendo partidario de la no-violencia, pero Gandhi decía<br />

que había casos en que la violencia tenía que ser necesaria. Gandhi<br />

instó al pueblo hindú a ingresar al ejército inglés para combatir a<br />

Hitler. Y Gandhi decía que él prefería la no-violencia a la violencia,<br />

pero que prefería la violencia a la cobardía.<br />

MM: Usted sabe que en este momento, en España, hay voces<br />

que acusan a Nicaragua de ser cómplice de grupos armados como<br />

la ETA. A pesar de que su gobierno ya ha desmentido esa relación,<br />

y que incluso Luis Yáñez, que está hoy precisamente en Nicaragua<br />

firmando unos convenios con su país, ha dicho que el Gobierno<br />

de Nicaragua afirma que nada tiene que ver con ETA. ¿Desearía<br />

usted añadir algo a eso?<br />

EC: Es completamente estúpido pensar eso. El Frente Sandinista<br />

nunca recurrió al terrorismo en más de 20 años de lucha.<br />

¿Y por qué va a buscar alianzas con terroristas ahora que está en<br />

el poder? Los detectives siempre siguen el principio de buscar,<br />

cuando hay una investigación, ¿a quién le interesa el delito? ¿Qué<br />

interés puede tener el Gobierno de Nicaragua en una alianza<br />

con terroristas? ¿El interés de Nicaragua no será la amistad con el<br />

gobierno, y el pueblo de España? ¿Seríamos tan estúpidos nosotros<br />

de no buscar el apoyo del Gobierno de España y del pueblo, sino<br />

de unos terroristas, cuando nosotros estamos siendo atacados por<br />

terroristas y somos víctimas del terrorismo?<br />

MM: Además incluso creo que ustedes ponen en cuestión<br />

que ese terrorismo tenga nada que ver con una revolución, ¿no es<br />

cierto? O sea, no consideran que los etarras estén llevando a cabo<br />

una revolución.<br />

EC: Nosotros no creemos en la legitimidad del separatismo en<br />

una nación que ha estado históricamente unida. Y no aprobamos<br />

ese separatismo.<br />

MM: ¿Cuándo reciben por primera vez ayuda de la URSS?<br />

EC: Pues pronto. Después del triunfo. No le puedo decir cuándo.<br />

MM: ¿Después del triunfo?<br />

EC: Sí.<br />

MM: ¿Nunca antes?<br />

EC: No.<br />

MM: Julio <strong>Cortázar</strong>, en este sentido, cuando se acusa a Nicaragua<br />

de ser una cabeza de puente, y cuando se le acusa de estar en<br />

la órbita de Moscú, en ese grupo de poder, ¿también se está cometiendo<br />

un error, desde su punto de vista?<br />

JC: Sí, porque se está haciendo una discriminación en lo que<br />

podemos calificar de solidaridad. Yo tengo la impresión de que<br />

muchísimos países del mundo se han mostrado y se muestran<br />

solidarios con Nicaragua, y entre ellos España por supuesto, y<br />

expresan esa solidaridad de múltiples maneras: prácticas culturales,<br />

espirituales, con simpatía. La URSS es uno de los países que<br />

manifiesta esa solidaridad con el mismo derecho que cualquier<br />

152<br />

153


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

otro país. Lo que pasa es que basta que sea la URSS para que<br />

inmediatamente en Washington entren en plena histeria y hagan<br />

una discriminación bien precisa entre la URSS y cualquier otro<br />

país del mundo. La solidaridad sueca los tiene totalmente sin<br />

cuidado. Pero la solidaridad soviética...<br />

EC: Quería decir que la ayuda que Nicaragua recibe de Europa<br />

Occidental es el 27% de la ayuda que recibe Nicaragua, y de la URSS<br />

y de todos los países socialistas es el 18 %.<br />

RU: Hay que distinguir solidaridades, porque da la casualidad<br />

que la URSS está expresando su solidaridad con Nicaragua<br />

de la misma forma que los EE.UU. expresaron su solidaridad con<br />

Vietnam del Sur. Es decir, enviando armas y asesores militares.<br />

La solidaridad cubana y la solidaridad soviética se distinguen<br />

precisamente por eso: son fuentes de armamento y de instrucción<br />

militar del régimen sandinista.<br />

EC: Señor Utrilla, le quiero decir que Nicaragua después del<br />

triunfo de la revolución, quiso comprar armas a los EE.UU., y el<br />

presidente Cárter las negó. Después quiso comprar también a<br />

Suecia y le fue negado. Y también le quiso comprar a Alemania<br />

Federal, y en público, el alcalde de Hamburgo, el señor Von Tonane,<br />

me dijo: “Nosotros somos culpables de no haber vendido armas a<br />

Nicaragua”. Nicaragua entonces tenía que buscarlas en otra parte.<br />

RU: Eso es cierto. Hay errores históricos, es verdad.<br />

MM: Señor Cardenal, mi última pregunta sería: ¿se sienten<br />

ustedes heridos por la reacción que estamos teniendo muchas<br />

veces gentes que, por estar lejos, no entendemos bien lo que está<br />

pasando allí en Nicaragua?<br />

¿Y están incluso desesperados porque no pueden explicar o no<br />

son capaces de explicar algo que para ustedes está clarísimo?<br />

EC: No diría yo que heridos ni desesperados, pero sí realmente<br />

quisiéramos nosotros que se tuviera aquí más conciencia de la<br />

inminencia de una invasión de los EE.UU. en Nicaragua.<br />

MM: ¿Pero podemos hablar tan tranquilamente de una invasión?<br />

EC: Pero si lo están diciendo ellos.<br />

MM: ¿Y podemos aceptarlo todos tan tranquilamente?<br />

EC: Es lo que yo digo. Que no se debe de aceptar, que el mundo<br />

no lo debe de aceptar.<br />

MM: ¡Y qué se puede hacer!<br />

EC: Condenarlo, antes que suceda, y no lamentarlo después.<br />

JC: El programa de esta noche es una de las cosas que se pueden<br />

hacer. Yo creo que no caerá en oídos sordos en muchas personas<br />

que lo habrán escuchado.<br />

MM: No sé, Ricardo Utrilla, cuál puede ser su postura pero,<br />

como ciudadano de este mundo, ¿se puede aceptar que los EE.UU.<br />

puedan amenazar a un país con que lo van a invadir?<br />

RU: No, no en absoluto, de ninguna manera.<br />

MM: ¿Y todos estamos tan tranquilos?<br />

RU: Estoy absolutamente en contra de que ningún país invada a<br />

otro, y mucho menos en función de consideraciones que pueden ser<br />

muy arbitrarias. Evidentemente, los únicos jueces de la realidad,<br />

digamos de la relación de un país con el resto de los habitantes, no<br />

es individual de un país sino colectiva. Es decir, es objetivamente<br />

reprobable que un país amenace y sobre todo que invada. Pero es<br />

válido igual para Afganistán, para en su momento Hungría, y para<br />

las amenazas de invasión, que afortunadamente ya han desaparecido,<br />

pero siguen latentes en Polonia.<br />

MM: ¿Algo más?<br />

JC: Hay algo que se olvida con mucha frecuencia. Los EE.UU.<br />

manejan ahora su tentativa de agresión y sus explicaciones de<br />

agresión en toda América Central, no sólo en Nicaragua, con argumentos<br />

de tipo político: restaurar la democracia, por ejemplo. Volver a<br />

instaurar la democracia. Ellos que en Nicaragua fueron los cómplices<br />

y los protectores de los dos Somozas, padre e hijo, durante 45 años;<br />

que los tuvieron en el poder porque les convenía. Es que hay una cosa<br />

que se olvida, de la que se hablaba mucho hace 20 años y ahora no sé<br />

por qué no se habla nunca. Y es del dinero. Lo que hay detrás de eso se<br />

llama dólar. Los EE.UU. no quieren perder su traspatio, lo han poseído<br />

demasiado tiempo. Han explotado demasiado tiempo a América<br />

Central y no la quieren perder. Entonces es muy fácil inventar una<br />

154<br />

155


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />

plataforma política, como la señora Kirkpatrick que dice que “hay que<br />

restaurar la democracia”. Tiene el cinismo de decir eso con respecto<br />

a Nicaragua. Lo que hay detrás de eso es simplemente el capitalismo<br />

norteamericano en su forma más repugnante y más cínica.<br />

MM (presenta ahora la canción La muralla, con letra de Nicolás<br />

Guillen y música chilena de Quilapayún): Ernesto Cardenal, las<br />

últimas noticias de la prensa dicen que Nicaragua tiene previsto<br />

realizar elecciones generales pronto. Incluso se decía que se<br />

adelantaría ese calendario. ¿Qué podría decirnos al respecto?<br />

EC: No se va a adelantar, va a ser como se había previsto. Acaba<br />

de terminarse de elaborar la Ley de Partidos Políticos y se está<br />

terminando de elaborar la Ley Electoral. La campaña electoral<br />

empieza en el año 1984. Las elecciones serán en 1985. En estos días<br />

se va a fijar ya el calendario de las elecciones.<br />

MM: Si Jesús estuviera aquí, ¿estaría en Nicaragua?<br />

EC: ¡Está en Nicaragua!<br />

MM: Ricardo Utrilla, ¿se puede ser optimista viviendo en<br />

España en este momento, después de las cosas que uno oye y que<br />

uno ve del mundo?<br />

RU: Yo creo que hay dos motivos. España es uno de los países<br />

que ha acumulado más optimismo. En los últimos años hemos<br />

hecho una transición modélica que muchos nos envidian y además<br />

los españoles somos muy sufridos.<br />

MM: ¿Estamos dispuestos a...?<br />

RU: Yo creo que lo que haya que aguantar se aguantará y yo creo<br />

que, al final, todo saldrá bien –dentro del contexto mundial, claro.<br />

MM: Tener a Julio <strong>Cortázar</strong> en un programa es algo que emociona<br />

mucho. Le voy a dejar a <strong>Cortázar</strong> que termine este programa con sus<br />

palabras diciendo lo que quiera. Seguro que siempre serán palabras<br />

bonitas, de esperanza, y sobre todo palabras que nos van a meter en<br />

la cama un poco más optimistas, lo que es muy importante.<br />

JC: No, mis palabras no serán bonitas. Mis palabras creo que<br />

serán justas y sobre todo serán necesarias. Una vez más hago<br />

alusión a la solidaridad con Nicaragua, porque hay muchas formas<br />

de solidaridad, incluso desde la llamada caridad hasta la solidaridad<br />

en un sentido mucho más amplio. Yo creo que para los pueblos<br />

latinos, y muy especialmente para el caso de España –puesto que<br />

estoy en este momento dirigiéndome a un público español–, la<br />

solidaridad con Nicaragua es una responsabilidad muy profunda,<br />

porque va más allá de Nicaragua misma. Al defender a Nicaragua,<br />

la causa de Nicaragua que es justa, estamos defendiendo muchas<br />

cosas. Estamos defendiendo un idioma, estamos defendiendo un<br />

origen común, estamos defendiendo una cultura. ¡Al defender a<br />

Nicaragua, defendemos a América Latina y defendemos a España!<br />

MM: Gracias a todos ustedes por sus testimonios, a Ernesto<br />

Cardenal, a Ricardo Utrilla y a Julio <strong>Cortázar</strong>.<br />

156<br />

157


Otros testimonios


OTROS TESTIMONIOS<br />

Entrevista por Omar Prego 5<br />

Omar Prego: Hay un aspecto de tu obra que ha generado un<br />

malentendido bastante considerable, es la noción de juego (en su<br />

sentido más amplio y más profundo, yo diría casi sagrado) y la de<br />

compromiso político. Yo sé que acerca de esto se ha escrito mucho,<br />

sé que tú has explicado en más de un texto cuál es tu posición a<br />

ese respecto. Pero como no podemos remitir al lector a esa bibliografía<br />

bastante cuantiosa, me parece útil que hablemos de ello aquí<br />

y que empecemos por el principio. Es decir, cuándo, de qué manera<br />

y por qué Julio <strong>Cortázar</strong> asume un compromiso político. Que no es<br />

lo mismo que ser un escritor comprometido.<br />

Julio <strong>Cortázar</strong>: En primer lugar, es uno de los momentos en<br />

que la biografía de una persona se bifurca, toma un nuevo rumbo,<br />

adquiere nuevas características. La verdad es que yo era acentuadamente<br />

indiferente a las coyunturas políticas y a la situación política<br />

en general.<br />

OP: A pesar de que en la Argentina asumiste una actitud claramente<br />

antiperonista.<br />

JC: Sí, pero fue una actitud política que se limitaba –como las<br />

actitudes políticas de la mayoría de mis amigos y de la gente de mi<br />

generación– a la expresión de opiniones en un plano privado y a<br />

lo sumo en un café, entre nosotros, pero que no se traducía en la<br />

menor militancia. Es decir que yo me sentía antiperonista pero<br />

nunca me integré a grupos políticos o grupos de pensamiento o de<br />

estudio que pudieran tratar de llegar a hacer una especie de práctica<br />

de ese antiperonismo. Todo quedaba en esa época en la opinión<br />

personal, en lo que uno pensaba. Y curiosamente eso nos satisfacía<br />

a casi todos nosotros, nos parecía suficiente. Incluso nuestra posición<br />

durante la guerra civil española y durante la segunda guerra<br />

mundial. En un caso, claro, estábamos por los republicanos, pero<br />

ninguno de nosotros fue a combatir como voluntario a España y<br />

ni siquiera actuó políticamente en asociaciones republicanas en<br />

5<br />

Tomado de Omar Prego: La fascinación de las palabras. Conversaciones<br />

con Julio <strong>Cortázar</strong>. Barcelona, Muchnik Editores, 1985. (Nota del editor).<br />

161


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

Argentina. Y naturalmente, cuando la segunda guerra mundial<br />

éramos todos antinazis, pero ese antinazismo no se tradujo nunca<br />

en ninguna militancia. Las había y se podía hacer cosas en el plano<br />

práctico. Digamos entonces que mis decisiones políticas ya estaban<br />

tomadas y daban hacia la izquierda, pero no pasaban de una<br />

opinión, en realidad era un punto de vista que no se diferenciaba<br />

mucho de los puntos de vista que yo podía tener sobre la literatura<br />

o sobre la filosofía.<br />

En cambio, la Revolución Cubana me mostró, me metió en algo<br />

que ya no era una visión política teórica, una postura política meramente<br />

oral: esa primera visita a Cuba me colocó frente a un hecho<br />

consumado. Yo fui muy poco tiempo después del triunfo de la revolución<br />

–la revolución triunfó en 1959 y yo fui en 1961–, en momentos<br />

muy difíciles en que los cubanos tenían que apretarse el cinturón<br />

porque el bloqueo era implacable, había problemas internos a raíz de<br />

las tentativas contrarrevolucionarias: muy poco después se produjo<br />

eso que se llamó los alzados del Escambray, esos grupos anticastristas<br />

que hubo que eliminar al precio de una lucha de varios años.<br />

OP: Es decir que por primera vez –y esto le ocurrió a toda una<br />

generación de escritores, artistas, economistas, periodistas– los intelectuales<br />

latinoamericanos podían asistir al proceso de construcción<br />

del socialismo en un país del continente.<br />

JC: Claro. Y ese con el pueblo cubano, esa relación con los dirigentes<br />

y con los amigos cubanos, de golpe, sin que yo me<br />

diera cuenta (nunca fui consciente de todo eso) y ya en el camino<br />

de vuelta a Europa, vi que por primera vez yo había estado metido<br />

en pleno corazón de un pueblo que estaba haciendo su revolución,<br />

que estaba tratando de buscar su camino. Y ése es el momento en<br />

que tendí los lazos mentales y en que me pregunté, o me dije, que<br />

yo no había tratado de entender el peronismo. Un proceso que<br />

no pudiendo compararse en absoluto con la Revolución Cubana,<br />

de todas maneras tenía analogías: también ahí un pueblo se había<br />

levantado, había venido del interior hacia la capital y a su manera, en<br />

mi opinión equivocada y chapucera, también estaba buscando algo<br />

que no había tenido hasta ese momento.<br />

La Revolución Cubana, por analogía, me mostró entonces y de<br />

una manera muy cruel y que me dolió mucho, el gran vacío político<br />

que había en mí, mi inutilidad política. Desde ese día traté de documentarme,<br />

traté de entender, de leer: el proceso se fue haciendo<br />

paulatinamente y a veces de una manera casi inconsciente. los<br />

temas en donde había implicaciones de tipo político o ideológico,<br />

más que político, se fueron metiendo en mi literatura. Ése es un<br />

proceso que se puede ir apreciando a lo largo de los años.<br />

OP: ¿Tenés un ejemplo?<br />

JC: Ese cuento que se llama “Reunión”, cuyo personaje es<br />

el Che Guevara. Ése es un cuento que yo jamás habría escrito si<br />

me hubiera quedado en Buenos Aires ni en mis primeros años de<br />

París, porque no me hubiera parecido un tema, no hubiera tenido<br />

ningún interés para mí. En cambio, en ese momento, el tema de ese<br />

relato me resultaba absolutamente apasionante, porque yo traté de<br />

meter ahí, en esas 20 páginas, toda la esencia, todo el motor, todo el<br />

impulso revolucionario que llevó a los barbudos al triunfo.<br />

Pero todo esto que te estoy diciendo acerca de esa especie de<br />

entrada en la conciencia política o ideológica, que antes había<br />

sido más bien uno de los tantos ejercicios intelectuales y de las<br />

opiniones que uno tiene a lo largo de la vida, no tendría demasiado<br />

sentido si no se conectara con otra cosa. Y así como te cité “Reunión”<br />

como el primer cuento que marcaría esa entrada en el campo ideológico<br />

y por lo tanto una participación (porque ahí yo ya entré participando),<br />

de esos mismos años debería citar, de manera simbólica,<br />

ese otro cuento que es “El perseguidor”.<br />

OP: Yo, así, a primera vista, no veo una relación muy clara.<br />

JC: Bueno, en “El perseguidor” la política no tiene absolutamente<br />

nada que ver, la ideología tampoco. Pero sí tiene que ver,<br />

por primera vez en lo que yo llevaba escrito hasta ese momento,<br />

una tentativa de acercamiento al máximo a los hombres como<br />

seres humanos. Hasta ese momento mi literatura se había servido<br />

un poco de los personajes, los personajes estaban ahí para que<br />

se cumpliera un acto fantástico, una trama fantástica,. los personajes<br />

no me interesaban demasiado, yo no estaba enamorado de mis<br />

162<br />

163


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

personajes, con una que otra excepción relativa. En “El perseguidor”<br />

es fácil darse cuenta de que la figura de Johnny Carter y la de su antagonista<br />

fraternal, Bruno, han tratado de ser vistas por el autor como<br />

si él fuera ellos en alguna medida. El autor trata ahí de estar lo más<br />

cerca posible de su pie, de su carne, de su pensamiento. Y si hago esta<br />

referencia a este otro cuento es porque en el fondo se trata de una<br />

misma operación.<br />

La toma de conciencia ideológica, política, que me dio la Revolución<br />

Cubana no se limitó solamente a las ideas. La revolución debe<br />

triunfar y se debe hacer la revolución porque sus protagonistas son<br />

los hombres, lo que cuenta son los hombres. Y esa cosa aparentemente<br />

tan trivial e incluso perogrullesca fue muy importante para mí,<br />

porque si yo había sido indiferente a los vaivenes políticos del mundo,<br />

era porque era indiferente a los protagonistas de esos vaivenes políticos.<br />

Yo podía tener mucha simpatía por los republicanos españoles y<br />

mucho odio por los franquistas, pero era a base de criterios mentales.<br />

No me gustaba el fascismo por razones obvias y sí me gustaba la<br />

democracia de los republicanos. Pero yo me quedaba afuera de la<br />

parte que correspondía a la sangre, a la carne, a la vida, al destino<br />

personal de cada uno de los participantes en esos enormes dramas<br />

históricos.<br />

Entonces, en muy poco tiempo (el símbolo son estos dos cuentos)<br />

se produce la aparición de lo que actualmente se llama el compromiso.<br />

Es decir, que yo empiezo a darme cuenta, a descubrir un territorio<br />

que hasta entonces apenas había entrevisto. Lo cual no quiere<br />

decir que yo vaya a ser un escritor de obediencia, un escritor que se<br />

limita únicamente a defender su causa y a atacar a la contraria, sino<br />

que voy a seguir viviendo en plena libertad, en mi terreno fantástico,<br />

en mi terreno lúdico, y yo sé que vos querés que hablemos de lo lúdico.<br />

OP: Sí, pero antes me gustaría que dejáramos claro esto que<br />

algunos llamarían “un viraje” a falta de una expresión mejor. Yo<br />

siempre tuve la impresión de que en ti fue algo así como el deslumbramiento<br />

en el Camino de Damasco, salvo que vos nunca estuviste<br />

del lado de los represores, como en cambio lo estuvo Saulo.<br />

JC: Sí, un viraje que en realidad no lo es. Más bien eso que<br />

consiste en tomar una conciencia directa de los problemas ideológicos<br />

por un lado y de sus protagonistas por otro, algo que empezaba<br />

a determinar, por lo que a mi tocaba, eso que suele llamarse<br />

habitualmente compromiso. Es decir, que llegó el día en que frente<br />

a una injusticia cualquiera –hablemos en abstracto– yo tuve la<br />

necesidad de sentarme a la máquina y escribir un artículo protestando<br />

por esa injusticia, me sentí obligado a no quedarme callado,<br />

sino a hacer lo único que podía hacer, que era o hablar en público<br />

si se trataba de reuniones o de escribir artículos de denuncia o de<br />

defensa según los casos. Y eso, en el fondo, es lo que termina por<br />

llamarse compromiso. O sea, que un hombre que está entregado a<br />

la literatura, de golpe, agrega, incorpora y fusiona preocupaciones<br />

de tipo geopolítico que se pueden manifestar en lo que escribe literariamente<br />

o que pueden darse separadamente, como un cuerpo ya<br />

más especializado de escritura. Creo que ya te señalé el horror que<br />

me produce todo “escritor comprometido” que solamente es eso. En<br />

general, nunca he conocido un buen escritor que fuera comprometido<br />

a tal punto que todo lo que escribiera estuviese embarcado en<br />

ese compromiso, sin libertad para escribir otras cosas.<br />

OP: Un profesional del compromiso, o un comprometido profesional.<br />

JC: No, yo no conozco ningún gran escritor que haya hecho eso.<br />

Estoy hablando de escritores de literatura, no de filósofos ni de<br />

ensayistas. Alguien como Gregorio Selser, por ejemplo, no hace otra<br />

cosa que escribir artículos políticos, pero él no es un novelista ni<br />

un cuentista, ni tiene interés en serlo. Ese no es mi caso, porque yo<br />

siempre he vivido en un mundo de literatura que al mismo tiempo<br />

es un mundo lúdico, porque para mí es la misma cosa. Yo no podía<br />

de ninguna manera aceptar el compromiso como una obediencia a<br />

un deber exclusivo de ocuparme de cosas de tipo ideológico.<br />

OP: Sería un poco el caso de Sartre, de mención inevitable<br />

cuando se habla de este tema.<br />

JC: El caso de Sartre me parece profundamente admirable,<br />

porque cuando Sartre despierta a una realidad política (un poco<br />

164<br />

165


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

como en otro plano habría de sucederme a mí), pero sin abandonar<br />

la literatura y la filosofía, comienza a introducir elementos de la<br />

historia contemporánea, de los problemas contemporáneos en su<br />

creación de ficción, como es el caso de Los caminos de la libertad y<br />

La náusea. En Los caminos de la libertad eso es más explícito, porque<br />

el libro se va cumpliendo mientras fuera del libro se están desarrollando<br />

esos procesos. Y creo que Sartre, mientras tuvo una capacidad<br />

creadora pura, la utilizó sin ninguna concesión. Sólo forzando<br />

mucho las cosas se puede ir a buscar símbolos de tipo político o<br />

ideológico en muchos de sus cuentos y obras de teatro.<br />

Yo tengo la impresión de que él quería que se las considerara<br />

como puras obras de arte, y ése es estrictamente mi punto de vista.<br />

Cuando a mí me nace la idea de un cuento que tiene una referencia<br />

a las desapariciones en Argentina, escribo ese cuento con el mismo<br />

criterio literario y la misma absorción literaria con que puedo<br />

escribir cualquier cuento puramente fantástico, digamos “La isla a<br />

mediodía”. Para mí se trata de obras literarias, sólo que en el caso<br />

de los desaparecidos se trata de un tema que significa mucho para<br />

mí, es ese tema espantoso de lo que ha sucedido en Argentina estos<br />

últimos años, y se presenta como una posibilidad de desarrollo literario<br />

y si lo escribo igual que los cuentos puramente literarios, hay<br />

una cosa que me complace, y es que una vez que lo he terminado no<br />

puedo dejar de pensar que ese cuento va a llegar a muchos lectores<br />

y que además del efecto literario va a tener un efecto de tipo político.<br />

Ésa me parece que es la visión del compromiso, la justa en un<br />

escritor.<br />

OP: O sea que las dos visiones se concilian finalmente y se<br />

hacen una sola.<br />

JC: Claro. Pero cuando decís eso planteás el grave problema al<br />

que aludo en el prólogo a libro de Manuel, que es donde ataqué de<br />

frente el problema. Problema que consiste en el tratar de conseguir<br />

una convergencia de la historia contemporánea –para llamarlo así–<br />

de ciertos aspectos de la historia y su convergencia con la literatura<br />

pura. Convergencia particularmente difícil porque en la mayoría<br />

de los libros llamados comprometidos o bien la política (la parte<br />

política, la parte del mensaje político) anula y empobrece la parte<br />

literaria y se convierte en una especie de ensayo disfrazado, o bien<br />

la literatura es más fuerte y apaga, deja en una situación de inferioridad<br />

al mensaje, a la comunicación que el autor desea pasar a<br />

su lector. Entonces, ese dificilísimo equilibrio entre un contenido<br />

de tipo ideológico y un contenido de tipo literario –que es lo que<br />

yo quise hacer en libro de Manuel– me parece que es uno de los<br />

problemas más apasionantes de la literatura contemporánea. Y me<br />

parece, además, que las soluciones son individuales, que no hay<br />

ninguna fórmula. Nadie tiene una fórmula para eso.<br />

OP: Claro, porque si vamos a las fórmulas, entonces se corre<br />

el riesgo de caer en los esquemas que rechazás. Yo creo que este<br />

punto quedó suficientemente ventilado en tu “Carta a Roberto<br />

Fernández Retamar”, publicada en la revista Casa de las Américas<br />

e incluida en Último round, a la que podemos remitir a todo lector<br />

interesado en estos temas. Pero ya que estamos aquí, me gustaría<br />

que habláramos precisamente de dos cuentos tuyos recientes,<br />

“Grafitti” y “Segunda vez”. Yo creo que en ellos encontraste un<br />

nuevo camino para mostrar el rostro asumido por el horror en<br />

muchos países de nuestra América, y que consiste precisamente<br />

en despersonalizarlo, en hacerlo anónimo. En libros como El otoño<br />

del patriarca o Yo, el Supremo o El recurso del método, hay siempre<br />

un hombre de carne y hueso detrás del horror. Y entonces, como le<br />

ocurre a García Márquez con su Patriarca, el creador se encuentra<br />

con una criatura a la que se puede llegar a compadecer. En cambio,<br />

en esos cuentos tuyos no hay un hombre, por cruel que sea, sino<br />

algo que en ningún momento puede asumir una forma (como el ser<br />

monstruoso imaginado por Lovecraft en Las montañas de la locura,<br />

y sé que no te gusta Lovecraft), que en un momento determinado<br />

puede llamarse Ejército, Organizaciones Paramilitares, Comandos<br />

de la Muerte, pero que carece de rostro.<br />

JC: Exactamente. El horror se acentúa porque se vuelve una<br />

especie de latencia omnímoda, una atmósfera que flota, en donde<br />

no se pueden conocer caras ni responsabilidades directas. Una<br />

especie de superestructura. Yo creo que la máquina del horror tiene<br />

166<br />

167


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

en el campo de la novela dos ejemplos extraordinarios. Uno de<br />

ellos es El proceso, de Kafka. Y aunque ahora hay toda una teoría<br />

según la cual El proceso sería un libro cómico y que Kafka lo consideraba<br />

como un libro cómico, nosotros por lo menos lo leímos en<br />

una lectura dramática. Ahí ya se da el caso de ese destino que se va<br />

cumpliendo inexorablemente, paso a peso, sin que jamás se sepa<br />

hasta la última línea, sin que se llegue a saber jamás cuáles eran<br />

las motivaciones que determinaban ese destino. Muchas veces yo<br />

he pensado, leyendo casos típicos de desaparecidos y torturados en<br />

Argentina, que ellos han vivido exactamente El proceso de Kafka,<br />

porque han sido detenidos muchas veces por ser sólo parientes de<br />

gente que tenía una actuación política (ellos no la tenían, o la tenían<br />

de manera muy parcial) y han sido torturados, han sido detenidos<br />

y finalmente muchas veces ejecutados. Y esa gente, en cada etapa<br />

de su destino, ha debido preguntarse quién era el responsable, de<br />

dónde le venía esa acumulación de desgracias, y no lo ha podido<br />

saber nunca porque lo único que ha conocido es a los ejecutores, a<br />

los torturadores. Quienes, por otra parte, tampoco sabían quiénes<br />

eran los jefes.<br />

El otro libro es ese a cuyo título, 1984, vamos a llegar cronológicamente<br />

el año que viene, dentro de muy poco, el libro de Orwell. Yo<br />

acabo de escribir un texto bastante largo para El País de Madrid, que<br />

va a hacer crujir los dientes de mucha gente, incluso compañeros,<br />

porque es un artículo bastante duro, muy crítico. Ese libro contiene<br />

la imagen del Big Brother (que finalmente no existe, el Big Brother<br />

es un simulacro fabricado por ese partido que tampoco se sabe lo<br />

que es) donde se llega a un nivel totalmente infernal, a ese nivel<br />

al que vos aludías. Sí, esos dos cuentos míos que citaste contienen<br />

también esa mecánica del horror, el horror sin causa definible, sin<br />

causa precisable.<br />

OP: Que también se da, aunque en otro registro, en “Satarsa”,<br />

donde todo también sucede sin que nadie sepa muy bien por qué<br />

ocurren las cosas, cuál es su sentido último, donde siempre alguien<br />

puede referirse a un escalón situado por encima suyo, hasta llegar<br />

acaso a la Ley de Seguridad del Estado.<br />

JC: O sea, a una abstracción total.<br />

OP: Bueno, yo te pediría que me hablaras un poco de las similitudes<br />

que –al menos para mí– tienen Oliveira y Andrés, el de Libro<br />

de Manuel. Te adelanto algunos de esos elementos: el desconcierto<br />

en la búsqueda y el sentimiento de lo lúdico, como si los<br />

dos creyeran que lo lúdico es una especificidad de la historia. Dos<br />

rasgos, por otra parte, que más de una vez le han sido atribuidos a<br />

un tal Julio <strong>Cortázar</strong>.<br />

JC: Bueno, tu pregunta es demasiado vasta y exigiría tal vez un<br />

análisis parcializado. Pero tampoco hay por qué complicar inútilmente<br />

las cosas. Vamos de lo más autobiográfico, de algo que yo<br />

conozco bien, a lo más general. Desde pequeño yo he tenido un<br />

gran sentido del humor y me acuerdo que siendo muy niño –tendría<br />

ocho o nueve años– me producía un gran asombro que en ciertas<br />

conversaciones de los mayores, en circunstancias en que todo<br />

hubiera podido arreglarse con una broma, con una respuesta llena<br />

de humor, todo el mundo se ponía trágico, todo el mundo se tomaba<br />

las cosas por el lado negativo. En el mejor de los casos se hacían<br />

chistes, los argentinos hacen muchos chistes, pero no todos tienen<br />

sentido del humor. Mirá que esto también puede aplicarse a la raza<br />

humana en general...<br />

En todo caso la Argentina ha sido un país de humoristas individuales,<br />

como Macedonio Fernández, detrás de cuya metafísica se<br />

esconde un humor terrible. Yo, desde muy niño, sentía que el humor<br />

era una de las formas con las cuales era posible hacerle frente a la<br />

realidad, a las realidades negativas sobre todo. Si cuando sucedía<br />

algo desagradable te defendías a base de humor, salías mejor parado<br />

que tu amigo o compañero que no disponía de esa arma, que no veía<br />

más que lo trágico. Bueno, de ahí a lo lúdico no hay más que un paso.<br />

Porque quien tiene sentido del humor tiene siempre la tendencia a<br />

ver en diferentes elementos de la realidad que lo rodea una serie de<br />

constelaciones que se articulan y que son en apariencia absurdas.<br />

Todas las frases del humor tienen ese elemento de absurdo, de cosa<br />

que no funciona dentro de una lógica aristotélica. Yo sentí que eso<br />

168<br />

169


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

era una especie de pararealidad, es decir, una realidad que está a tu<br />

disposición en la medida que vos la sepas asumir y la sepas utilizar.<br />

OP: Utilizabas el humor como una suerte de anticuerpo.<br />

JC: Yo me defendía de situaciones bastante penosas mediante el<br />

recurso del humor, un humor blanco o negro, según las circunstancias.<br />

El humor negro también es un elemento importante. De modo<br />

que esas asociaciones aparentemente ilógicas que determinan<br />

las reacciones del humor y la eficacia del humor, llevan al juego.<br />

Lo lúdico no es un lujo, un agregado del ser humano que le puede<br />

ser útil para divertirse: lo lúdico es una de las armas centrales por<br />

las cuales él se maneja o puede manejarse en la vida. Lo lúdico no<br />

entendido como un partido de truco ni como un match de fútbol; lo<br />

lúdico entendido como una visión en la que las cosas dejan de tener<br />

sus funciones establecidas para asumir muchas veces funciones<br />

muy diferentes, funciones inventadas. El hombre que habita un<br />

mundo lúdico es un hombre metido en un mundo combinatorio,<br />

de invención combinatoria, está creando continuamente formas<br />

nuevas.<br />

OP: Eso puede sonar un poco abstracto. ¿Cuáles eran tus<br />

métodos prácticos de defensa cuando eras niño?<br />

JC: Bueno, te doy un ejemplo. A mí, desde pequeño, me fascinó<br />

la noción de monstruo, la idea de los animales mitológicos: una<br />

cabeza de león, alas de águila y plumas de pato, que naturalmente<br />

provoca la indiferencia general de la gente. Pero a mí, te repito, me<br />

fascinaba porque me di cuenta de que eso (la noción del monstruo,<br />

que es el resultado de una combinación diferente de los elementos<br />

aceptados por todos) se podía extrapolar a operaciones mentales,<br />

a conductas. Uno podía a veces conducirse lúdicamente, es decir,<br />

hacer un juego en el que de alguna manera uno era el monstruo,<br />

porque a un mismo tiempo estabas moviéndote como un león y<br />

volando como un águila.<br />

Para llegar a la cosa central: desde que yo empecé a escribir (a<br />

escribir cosas publicables) la noción de lo lúdico estuvo profundamente<br />

imbricada, confundida, con la noción de literatura. Para mí,<br />

una literatura sin elementos lúdicos era una literatura aburrida, la<br />

170<br />

literatura que no leo, la literatura pesada, el realismo socialista, por<br />

ejemplo.<br />

OP: Bueno, precisamente, de eso se trata. Es decir que en cierta<br />

medida y hasta cierta época, se dio por aceptado que revolución era<br />

un concepto inseparable de realismo socialista. De modo que tú te<br />

insurgís justamente contra ese concepto.<br />

JC: Sí, lo que me vale a veces enfrentamientos cordiales, si<br />

quieres, pero enfrentamientos bastante fuertes con compañeros<br />

revolucionarios. libro de Manuel fue uno de esos ejemplos.<br />

OP: Claro, porque Libro de Manuel, por el año en que fue publicado,<br />

1973, hizo las veces de pararrayos de todas esas discrepancias<br />

que andaban flotando por ahí, las atrajo y las concentró de manera<br />

fulminante. En un reportaje publicado poco después de que te<br />

dieran el Premio Médicis para extranjeros, vos dijiste lo siguiente:<br />

“Yo no sé si llamarlo un libro político. Ésa es una palabra que me<br />

da un poco de miedo, porque política es una cosa muy profesional<br />

y muy precisa. Yo creo que es un libro que una vez más continúa<br />

una especie de apertura ideológica en la línea socialista que yo veo<br />

para América Latina, y además una especie de pre-crítica a todas<br />

las equivocaciones que suelen cometerse cuando se intentan y<br />

realizan revoluciones”. Y esto se compadece perfectamente, a<br />

mi modo de ver, con otro texto tuyo, Casilla del camaleón 6 , donde<br />

oponés precisamente el concepto de camaleón al de coleóptero. El<br />

caleóptero es quitinoso, rígido, poco flexible, como ciertos procesos<br />

revolucionarios.<br />

JC: Desgraciadamente. Desgraciadamente las revoluciones<br />

parecen conllevar una tendencia a la estratificación (o quitinosidad,<br />

para seguir con la imagen). En sus formas iniciales, esas<br />

revoluciones adoptaron formas dinámicas, formas lúdicas, formas<br />

en las que el paso adelante, el salto adelante, esa inversión de todos<br />

los valores que implica una revolución, se operaban en un campo<br />

moviente, fluido y abierto a la imaginación, a la invención y a sus<br />

productos connaturales, la poesía, el teatro, el cine y la literatura.<br />

6 La vuelta al día en ochenta mundos, Tomo II, pp. 185-193 (Nota de Omar<br />

Prego).<br />

171


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

Pero con una frecuencia bastante abrumadora, después de esa<br />

primera etapa las revoluciones se institucionalizan, empiezan a<br />

llenarse de quitina, van pasando a la condición de coleópteros.<br />

Bueno, yo trato de luchar contra eso, ese es mi compromiso con<br />

a las revoluciones, a la revolución, para decirlo en general. Trato de<br />

luchar por todos los medios, y sobre todo con medios lúdicos, contra<br />

lo quitinoso. libro de Manuel fue una tentativa de desquitinizar<br />

esos proemios revolucionarios que vagamente se asomaban en<br />

Argentina y que no llegaban a cuajar. Ese libro fue escrito cuando<br />

los grupos guerrilleros estaban en plena acción. Yo había conocido<br />

personalmente a algunos de sus protagonistas aquí en París, y me<br />

había quedado aterrado por su sentido dramático, trágico, de su<br />

acción, en donde no había el menor resquicio para que entrara ni<br />

siquiera una sonrisa, y mucho menos un rayo de sol.<br />

Me di cuenta de que esa gente, con todos sus méritos, con todo<br />

su coraje y con toda la razón que tenían de llevar adelante su acción,<br />

si llegaban a cumplirla, si llegaban al final, la revolución que de<br />

ellos iba a salir no iba a ser mi revolución. Iba a ser una revolución<br />

quitinizada y estratificada desde el comienzo. libro de Manuel es un<br />

desafío, pero no un desafío insolente ni negativo. Es un desafío muy<br />

cordial: vos has visto que yo a los personajes con toda la simpatía<br />

posible. Por ejemplo a Marcos, el jefe de ese grupo de guerrilla<br />

urbana que está un poco de vacaciones en Europa en ese momento.<br />

Y él mismo discute con sus amigos, si no este problema, problemas<br />

paralelos. Yo no los atacaba, muy al contrario. Si hubiera tenido<br />

ganas de atacarlos no habría escrito la novela. No sólo no era un<br />

ataque, sino que era una tentativa de ponerles en el bolsillo un libro<br />

que tal vez los hubiera ayudado un poco.<br />

OP: En eso que a falta de mejor palabra podemos llamar<br />

prólogo, decís que “lo que cuenta, lo que yo he tratado de contar, es …<br />

el signo afirmativo frente a la escalada del desprecio y del espanto,<br />

y esa afirmación debe ser lo más solar, lo más vital del hombre: su<br />

sed erótica y lúcida, su liberación de los tabúes, su reclamo de una<br />

dignidad compartida en una tierra ya libre de este horizonte diario<br />

de colmillos y de dólares”. Han pasado diez años: si no hubieras<br />

escrito entonces Libro de Manuel, ¿escribirías hay algo parecido?<br />

JC: Creo que sí. Sí, escribiría algo parecido. En libro de Manuel<br />

yo di un paso adelante, incluso forzándome la mano a veces, porque<br />

estaba harto de haber discutido en Cuba acerca de problemas de<br />

tipo erótico, por ejemplo, y de tropezarme con la quitina. O el tema<br />

de la homosexualidad, que ahora es también objeto de una discusión<br />

fraternal pero muy viva con los nicaragüenses cada vez que voy<br />

para allá. Yo creo que esa actitud machista de rechazo, despectiva y<br />

humillante hacia la homosexualidad, no es en absoluto una actitud<br />

revolucionaria. Ése es otro de los aspectos que quise mostrar en<br />

libro de Manuel.<br />

Eso es, claro, sólo un aspecto. También hay un ataque al<br />

lenguaje anquilosado, al lenguaje quitinizado. Allí, a mi manera, yo<br />

libré un combate en el plano del idioma, por que pensaba (y lo sigo<br />

pensando) que ése es uno de los problemas más graves que hay en<br />

América Latina, toda esa hipocresía lingüística con la que habrá<br />

que acabar de una vez.<br />

172<br />

173


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

Carta abierta a Roberto Fernández Retamar 7<br />

174<br />

Saignon (Vaucluse), 10 de mayo de 1967<br />

A Roberto Fernández Retamar en La Habana<br />

Mi querido Roberto:<br />

Te debo una carta, y unas páginas para el número de la Revista<br />

que tratará de la situación del intelectual latinoamericano contemporáneo.<br />

Por lo que verás a renglón casi seguido, me resulta más<br />

sencillo unir ambas cosas; hablando contigo, aunque sólo sea desde<br />

un papel por encima del mar, me parece que alcanzaré a decir<br />

mejor algunas cosas que se me almidonarían si les diera el tono<br />

del ensayo, y tú ya sabes que el almidón y yo no hacemos buenas<br />

camisas. Digamos entonces que una vez más estamos viajando<br />

en auto rumbo a Trinidad y que después de habernos apoderado<br />

con gran astucia de los dos mejores asientos, con probable cólera<br />

de Mario, Ernesto y Fernando apiñados en el fondo, reanudamos<br />

aquella conversación que me valió pasar tres maravillosos días en<br />

enero último, y que de alguna manera no se interrumpirá jamás<br />

entre tú y yo.<br />

Prefiero este tono porque palabras como “intelectual” y “latinoamericano”<br />

me hacen levantar instintivamente la guardia, y si<br />

además aparecen juntas me suenan en seguida a disertación del<br />

tipo de las que terminan casi siempre encuadernadas (iba a decir<br />

enterradas) en pasta española. Súmale a eso que llevo dieciséis<br />

años fuera de Latinoamérica, y que me considero sobre todo como<br />

un cronopio que escribe cuentos y novelas sin otro fin que el perseguido<br />

ardorosamente por todos los cronopios, es decir su regocijo<br />

personal. Tengo que hacer un gran esfuerzo para comprender que<br />

a pesar de esas peculiaridades soy un intelectual latinoamericano;<br />

y me apresuro a decirte que si hasta hace pocos años esa clasificación<br />

despertaba en mí el reflejo muscular consistente en elevar los<br />

7<br />

Publicada en la revista Casa de las Américas, Nº 45 (1967) y luego en el<br />

libro Último round, de Julio <strong>Cortázar</strong>. (Nota del editor).<br />

hombros hasta tocarme las orejas creo que los hechos cotidianos<br />

de esta realidad que nos agobia (¿realidad esta pesadilla irreal,<br />

esta danza de idiotas al borde del abismo?) obligan a suspender<br />

los juegos, y sobre todo los juegos de palabras. Acepto, entonces,<br />

considerarme un intelectual latinoamericano, pero mantengo una<br />

reserva: no es por serlo que diré lo que quiero decirte aquí. Si las<br />

circunstancias me sitúan en ese contexto y dentro de él debo hablar,<br />

prefiero que se entienda claramente que lo hago como un ente<br />

moral, digamos lisa y llanamente como un hombre de buena fe, sin<br />

que mi nacionalidad y mi vocación sean las razones determinantes<br />

de mis palabras. El que mis libros estén presentes desde hace años<br />

en Latinoamérica no invalida el hecho deliberado e irreversible de<br />

que me marché de la Argentina en 1951 y que sigo residiendo en un<br />

país europeo que elegí sin otro motivo que mi soberana voluntad<br />

de vivir y escribir en la forma que me parecía más plena y satisfactoria.<br />

Hechos concretos me han movido en los últimos cinco años a<br />

reanudar un contacto personal con Latinoamérica, y ese contacto<br />

se ha hecho por Cuba y desde Cuba; pero la importancia que tiene<br />

para mí ese contacto no se deriva de mi condición de intelectual<br />

latinoamericano; al contrario, me apresuro a decirte que nace de<br />

una perspectiva mucho más europea que latinoamericana, y más<br />

ética que intelectual. Si lo que sigue ha de tener algún valor, debe<br />

nacer de una total franqueza, y empiezo por señalarlo a los nacionalistas<br />

de escarapela y banderita que directa o indirectamente me<br />

han reprochado muchas veces mi “alejamiento” de mi patria o, en<br />

todo caso, mi negativa a reintegrarme físicamente a ella.<br />

En última instancia, tú y yo sabemos de sobra que el problema<br />

del intelectual contemporáneo es uno solo, el de la paz fundada en<br />

la justicia social, y que las pertenencias nacionales de cada uno<br />

sólo subdividen la cuestión sin quitarle su carácter básico. Pero<br />

es aquí donde un escritor alejado de su país se sitúa forzosamente<br />

en una perspectiva diferente. Al margen de la circunstancia local,<br />

sin la inevitable dialéctica del challenge and response cotidianos<br />

que representan los problemas políticos, económicos o sociales<br />

del país, y que exigen el compromiso inmediato de todo intelectual<br />

175


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

consciente, su sentimiento del proceso humano se vuelve por<br />

decirlo así más planetario, opera por conjuntos y por síntesis, y si<br />

pierde la fuerza concentrada en un contexto inmediato, alcanza<br />

en cambio una lucidez a veces insoportable pero siempre esclarecedora.<br />

Es obvio que desde el punto de vista de la mera información<br />

mundial, da casi lo mismo estar en Buenos Aires que en<br />

Washington o en Roma, vivir en el propio país o fuera de él. Pero<br />

aquí no se trata de información sino de visión. Como revolucionario<br />

cubano, sabes de sobra hasta qué punto los imperativos locales, los<br />

problemas cotidianos de tu país, forman por así decirlo un primer<br />

círculo vital en el que debes obrar e incidir como escritor, y que ese<br />

primer círculo en el que se juega tu vida y tu destino personal a la<br />

par de la vida y el destino de tu pueblo, es a la vez contacto y barrera<br />

con el resto del mundo, contacto porque tu batalla es la de la humanidad,<br />

barrera porque en la batalla no es fácil atender a otra cosa<br />

que a la línea de fuego.<br />

No se me escapa que hay escritores con plena responsabilidad<br />

de su misión nacional que bregan a la vez por algo que la rebasa<br />

y la universaliza; pero bastante más frecuente es el caso de los<br />

intelectuales que, sometidos a ese condicionamiento circunstancial,<br />

actúan por así decirlo desde fuera hacia adentro, partiendo de<br />

ideales y principios universales para circunscribirlos a un país, a<br />

un idioma, a una manera de ser. Desde luego no creo en los universalismos<br />

diluidos y teóricos, en las “ciudadanías del mundo” entendidas<br />

como un medio para evadir las responsabilidades inmediatas<br />

y concretas “Vietnam, Cuba, toda Latinoamérica” en nombre de<br />

un universalismo más cómodo por menos peligroso; sin embargo,<br />

mi propia situación personal me inclina a participar en lo que<br />

nos ocurre a todos, a escuchar las voces que entran por cualquier<br />

cuadrante de la rosa de los vientos. A veces me he preguntado<br />

qué hubiera sido de mi obra de haberme quedado en la Argentina;<br />

sé que hubiera seguido escribiendo porque no sirvo para otra<br />

cosa, pero a juzgar por lo que llevaba hecho hasta el momento de<br />

marcharme de mi país, me inclino a suponer que habría seguido<br />

la concurrida vía del escapismo intelectual, que era la mía hasta<br />

entonces y sigue siendo la de muchísimos intelectuales argentinos<br />

de mi generación y mis gustos. Si tuviera que enumerar las causas<br />

por las que me alegro de haber salido de mi país (y quede bien claro<br />

que hablo por mí solamente, y de manera a título de parangón)<br />

creo que la principal sería el haber seguido desde Europa, con<br />

una visión des-nacionalizada, la Revolución Cubana. Para afirmarme<br />

en esta convicción me basta, de cuando en cuando, hablar<br />

con amigos argentinos que pasan por París con la más triste ignorancia<br />

de lo que verdaderamente ocurre en Cuba; me basta hojear<br />

los periódicos que leen veinte millones de compatriotas; me basta<br />

y me sobra sentirme a cubierto de la influencia que ejerce la información<br />

norteamericana en mi país y de la que no se salvan, incluso<br />

creyéndolo sinceramente, infinidad de escritores y artistas argentinos<br />

de mi generación que comulgan todos los días con las ruedas<br />

de molino subliminales de la United Press y las revistas “democráticas”<br />

que marchan al compás de Time o de Life.<br />

Aquí ya puedo hablar en primera persona, puesto que de eso<br />

se trata en los testimonios que nos has pedido. Lo primero que diré<br />

es una paradoja que puede tener su valor si se la mide a la luz de<br />

los párrafos anteriores en que he tratado de situarme y situarte<br />

mejor ¿No te parece en verdad paradójico que un argentino casi<br />

enteramente volcado hacia Europa en su juventud, al punto de<br />

quemar las naves y venirse a Francia, sin una idea precisa de su<br />

destino, haya descubierto aquí, después de una década, su verdadera<br />

condición de latinoamericano? Pero esta paradoja abre una<br />

cuestión más honda: la de si no era necesario situarse en la perspectiva<br />

más universal del viejo mundo, desde donde todo parece<br />

poder abarcarse con una especie de ubicuidad mental, para ir<br />

descubriendo poco a poco las verdaderas raíces de lo latinoamericano<br />

sin perder por eso la visión global de la historia y del hombre.<br />

La edad, la madurez, influyen desde luego, pero no bastan para<br />

explicar ese proceso de reconciliación y recuperación de valores<br />

originales; insisto en creer (y en hablar por mí mismo y sólo por mí<br />

mismo) que, si me hubiera quedado en la Argentina, mi madurez de<br />

escritor se hubiera traducido de otra manera, probablemente más<br />

176<br />

177


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

perfecta y satisfactoria para los historiadores de la literatura, pero<br />

ciertamente menos incitadora, provocadora y en última instancia<br />

fraternal para aquellos que leen mis libros por razones vitales y<br />

no con vistas a la ficha bibliográfica o la clasificación estética. Aquí<br />

quiero agregar que de ninguna manera me creo un ejemplo de esa<br />

“vuelta a los orígenes” –telúricos, nacionales, lo que quieras– que<br />

ilustra precisamente una importante corriente de la literatura<br />

latinoamericana, digamos Los pasos perdidos y, más circunscritamente,<br />

Doña Bárbara. El telurismo como lo entiende entre ustedes<br />

un Samuel Feijóo, por ejemplo, me es profundamente ajeno por<br />

estrecho, parroquial y hasta diría aldeano; puedo comprenderlo<br />

y admirarlo en quienes no alcanzan, por razones múltiples, una<br />

visión totalizadora de la cultura y de la historia, y concentran todo<br />

su talento en una labor “de zona“, pero me parece un preámbulo a<br />

los peores avances del nacionalismo negativo cuando se convierte<br />

en el credo de escritores que, casi siempre por falencias culturales,<br />

se obstinan en exaltar los valores del terruño contra los valores<br />

a secas, el país contra el mundo, la raza (porque en eso se acaba)<br />

contra las demás razas. ¿Podrías tú imaginarte a un hombre de la<br />

latitud de un Alejo Carpentier convirtiendo la tesis de su novela<br />

citada en una inflexible bandera de combate? Desde luego que no,<br />

pero los hay que lo hacen, así como hay circunstancias de la vida<br />

de los pueblos en que ese sentimiento del retorno, ese arquetipo<br />

casi junguiano del hijo pródigo, de Odiseo al final de periplo, puede<br />

derivar a una exaltación tal de lo propio que, por contragolpe lógico,<br />

la vía del desprecio más insensato se abra hacia todo lo demás. Y<br />

entonces ya sabemos lo que pasa, lo que pasó hasta 1945, lo que<br />

puede volver a pasar.<br />

Quedamos, entonces, para volver a mí que soy desganadamente<br />

el tema de estas páginas, que la paradoja de redescubrir a distancia<br />

lo latinoamericano entraña un proceso de orden muy diferente<br />

a una arrepentida y sentimental vuelta al pago. No solamente no<br />

he vuelto al pago sino que Francia, que es mi casa, me sigue pareciendo<br />

el lugar de elección para un temperamento como el mío,<br />

para mis gustos y, espero, para lo que pienso todavía escribir antes<br />

de dedicarme a la vejez, tarea complicada y absorbente como es<br />

sabido. Cuando digo que aquí me fue dado descubrir mi condición<br />

de latinoamericano, indico tan sólo una de las consecuencias de<br />

una evolución más compleja y abierta. Ésta no es una autobiografía,<br />

y por eso resumiré esa evolución en el mero apunte de sus etapas.<br />

De la Argentina se alejó un escritor para quien la realidad, como<br />

lo imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació<br />

un hombre para quien los libros deberán culminar en la realidad.<br />

Ese proceso comportó muchas batallas, derrotas, traiciones y logros<br />

parciales. Empecé por tener conciencia de mi prójimo, en un plano<br />

sentimental y por decirlo así antropológico; un día desperté en<br />

Francia a la evidencia abominable de la guerra de Argelia, yo que de<br />

muchacho había seguido la guerra de España y más tarde la guerra<br />

mundial como una cuestión en la que lo fundamental eran principios<br />

e ideas en lucha. En 1957 empecé a tomar conciencia de lo que<br />

pasaba en Cuba (antes había noticias periodísticas de cuando en<br />

cuando, vaga noción de una dictadura sangrienta como tantas otras,<br />

ninguna participación afectiva a pesar de la adhesión en el plano<br />

de los principios). El triunfo de la Revolución Cubana, los primeros<br />

años del gobierno, no fueron ya una mera satisfacción histórica<br />

o política; de pronto sentí otra cosa, una encarnación de la causa<br />

del hombre como por fin había llegado a concebirla y desearla.<br />

Comprendí que el socialismo, que hasta entonces me había parecido<br />

una corriente histórica aceptable e incluso necesaria, era la<br />

única corriente de los tiempos modernos que se basaba en el hecho<br />

humano esencial, en el ethos tan elemental como ignorado por las<br />

sociedades en que me tocaba vivir, en el simple, inconcebiblemente<br />

difícil y simple principio de que la humanidad empezará verdaderamente<br />

a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación<br />

del hombre por el hombre. Más allá no era capaz de ir, porque,<br />

como te lo he dicho y probado tantas veces, lo ignoro todo de la<br />

filosofía política, y no llegué a sentirme un escritor de izquierda a<br />

consecuencia de un proceso intelectual sino por el mismo mecanismo<br />

que me hace escribir como escribo o vivir como vivo, un<br />

estado en el que la intuición, la participación al modo mágico en<br />

178<br />

179


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

el ritmo de los hombres y las cosas, decide mi camino sin dar ni<br />

pedir explicaciones. Con una simplificación demasiado maniquea,<br />

puedo decir que así como tropiezo todos los días con hombres que<br />

conocen a fondo la filosofía marxista y actúan sin embargo con una<br />

conciencia reaccionaria en el plano personal, a mí me sucede estar<br />

empapado por el peso de toda una vida en la filosofía burguesa, y<br />

sin embargo me interno cada vez más por las vías del socialismo. Y<br />

no es fácil, y ésa es precisamente mi situación actual por la que se<br />

pregunta en esta encuesta. Un texto mío que publicaste hace poco<br />

en la revista Casilla del camaleón puede mostrar una parte de ese<br />

conflicto permanente de un poeta con el mundo, de un escritor con<br />

su trabajo.<br />

Pero para hablar de mi situación como escritor que ha decidido<br />

asumir una tarea que considera indispensable en el mundo que lo<br />

rodea, tengo que completar la síntesis de ese camino que llegó a<br />

su fin con mi nueva conciencia de la Revolución Cubana. Cuando<br />

fui invitado por primera vez a visitar tu país, acababa de leer Cuba,<br />

isla profética, de Waldo Frank, que resonó extrañamente en mí,<br />

despertándome a una nostalgia, a un sentimiento de carencia, a<br />

un no estar verdaderamente en el mundo de mi tiempo aunque en<br />

esos años mi mundo parisiense fuera tan pleno y exaltante como lo<br />

había deseado siempre y lo había conseguido después de más de<br />

una década de vida en Francia. El contacto personal con las realizaciones<br />

de la revolución, la amistad y el diálogo con escritores y<br />

artistas, lo positivo y lo negativo que vi y compartí en ese primer<br />

viaje actuaron doblemente en mí; por un lado tocaba otra vez la<br />

realidad latinoamericana de la que tan alejado me había sentido en<br />

el terreno personal, y por otro lado asistía cotidianamente a la dura<br />

y a veces desesperada tarea de edificar el socialismo en un país tan<br />

poco preparado en muchos aspectos y tan abierto a los riesgos más<br />

inminentes. Pero entonces sentí que esa doble experiencia no era<br />

doble en el fondo, y ese brusco descubrimiento me deslumbró. Sin<br />

razonarlo, sin análisis previo, viví de pronto el sentimiento maravilloso<br />

de que mi camino ideológico coincidiera con mi retorno<br />

latinoamericano; de que esa revolución, la primera revolución<br />

socialista que me era dado seguir de cerca, fuera una revolución<br />

latinoamericana. Guardo la esperanza de que en mi segunda visita<br />

a Cuba, tres años más tarde, te haya mostrado que ese deslumbramiento<br />

y esa alegría no se quedaron en mero goce personal. Ahora<br />

me sentía situado en un punto donde convergían y se conciliaban<br />

mi convicción en un futuro socialista de la humanidad y mi regreso<br />

individual y sentimental a una Latinoamérica de la que me había<br />

marchado sin mirar hacia atrás muchos años antes.<br />

Cuando regresé a Francia luego de esos dos viajes, comprendí<br />

mejor dos cosas. Por una parte, mi hasta entonces vago compromiso<br />

personal e intelectual con la lucha por el socialismo entraría, como<br />

ha entrado, en un terreno de definiciones concretas, de colaboración<br />

personal allí donde pudiera ser útil. Por otra parte, mi trabajo<br />

de escritor continuaría el rumbo que le marca mi manera de ser, y<br />

aunque en algún momento pudiera reflejar ese compromiso (como<br />

algún cuento que conoces y que ocurre en tu tierra) lo haría por las<br />

mismas razones de libertad estética que ahora me están llevando<br />

a escribir una novela que ocurre prácticamente fuera del tiempo<br />

y del espacio histórico. A riesgo de decepcionar a los catequistas y<br />

a los propugnadores del arte al servicio de las masas, sigo siendo<br />

ese cronopio que, como lo decía al comienzo, escribe para su regocijo<br />

o su sufrimiento personal, sin la menor concesión, sin obligaciones<br />

“latinoamericanas” o “socialistas” entendidas como a prioris<br />

pragmáticos. Y es aquí donde lo que traté de explicar al principio<br />

encuentra, creo, su justificación más profunda. Sé de sobra que<br />

vivir en Europa y escribir “argentino” escandaliza a los que exigen<br />

una especie de asistencia obligatoria a clase por parte del escritor.<br />

Una vez que para mi considerable estupefacción un jurado insensato<br />

me otorgó un premio en Buenos Aires, supe que alguna célebre<br />

novelista de esos pagos había dicho con patriótica indignación que<br />

los premios argentinos deberían darse solamente a los residentes<br />

en el país. Esta anécdota sintetiza en su considerable estupidez<br />

una actitud que alcanza a expresarse de muchas maneras pero que<br />

tiende siempre al mismo fin; incluso en Cuba, donde poco podría<br />

importar si habito en Francia o en Islandia, no han faltado los que<br />

180<br />

181


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

se inquietan amistosamente por ese supuesto exilio. Como la falsa<br />

modestia no es mi fuerte, me asombra que a veces no se advierta<br />

hasta qué punto el eco que han podido despertar mis libros en<br />

Latinoamérica se deriva de que proponen una literatura cuya raíz<br />

nacional y regional está como potenciada por una experiencia más<br />

abierta y más compleja, y en la que cada evocación o recreación de<br />

lo originalmente mío alcanza su extrema tensión gracias a esa apertura<br />

sobre y desde un mundo que lo rebasa y en último extremo lo<br />

elige y lo perfecciona. Lo que entre ustedes ha hecho un Lezama<br />

Lima, es decir, asimilar y cubanizar por vía exclusivamente libresca<br />

y de síntesis mágico-poética los elementos más heterogéneos de<br />

una cultura que abarca desde Parménides hasta Serge Diaghilev,<br />

me ocurre a mí hacerlo a través de experiencias tangibles, de<br />

contactos directos con una realidad que no tiene nada que ver con<br />

la información o la erudición pero que es su equivalente vital, la<br />

sangre misma de Europa. Y si de Lezama puede afirmarse, como<br />

acaba de hacerlo Vargas Llosa en un bello ensayo aparecido en la<br />

revista Amaru, que su cubanidad se afirma soberana por esa asimilación<br />

de lo extranjero a los jugos y a la voz de su tierra, yo siento<br />

que también la argentinidad de mi obra ha ganado en vez de perder<br />

por esa ósmosis espiritual en la que el escritor no renuncia a nada,<br />

no traiciona nada sino que sitúa su visión en un plano desde donde<br />

sus valores originales se insertan en una trama infinitamente más<br />

amplia y más rica y por eso mismo –como de sobra lo sé yo aunque<br />

otros lo nieguen– ganan a su vez en amplitud y riqueza, se recobran<br />

en lo que pueden tener de más hondo y de más valedero.<br />

Por todo esto, comprenderás que mi “situación” no solamente<br />

no me preocupa en el plano personal sino que estoy dispuesto<br />

a seguir siendo un escritor latinoamericano en Francia. A salvo<br />

por el momento de toda coacción, de la censura o la autocensura<br />

que traban la expresión de los que viven en medios políticamente<br />

hostiles o condicionados por circunstancias de urgencia, mi<br />

problema sigue siendo, como debiste sentirlo al leer Rayuela, un<br />

problema metafísico, un desgarramiento continuo entre el monstruoso<br />

error de ser lo que somos como individuos y como pueblos<br />

en este siglo, y la entrevisión de un futuro en el que la sociedad<br />

humana culminaría por fin en ese arquetipo del que el socialismo<br />

da una visión práctica y la poesía una visión espiritual. Desde el<br />

momento en que tomé conciencia del hecho humano esencial, esa<br />

búsqueda representa mi compromiso y mi deber. Pero ya no creo,<br />

como pude cómodamente creerlo en otro tiempo, que la literatura<br />

de mera creación imaginativa baste para sentir que me he cumplido<br />

como escritor, puesto que mi noción de esa literatura ha cambiado<br />

y contiene en sí el conflicto entre la realización individual como la<br />

entendía el humanismo, y la realización colectiva como la entiende<br />

el socialismo, conflicto que alcanza su expresión quizá más desgarradora<br />

en el Marat-Sade de Peter Weiss. Jamás escribiré expresamente<br />

para nadie, minorías o mayorías, y la repercusión que tengan<br />

mis libros será siempre un fenómeno accesorio y ajeno a mi tarea;<br />

y sin embargo hoy sé que escribo para, que hay una intencionalidad<br />

que apunta a esa esperanza de un lector en el que reside ya<br />

la semilla del hombre futuro. No puedo ser indiferente al hecho<br />

de que mis libros hayan encontrado en los jóvenes latinoamericanos<br />

un eco vital, una confirmación de latencias, de vislumbres,<br />

de aperturas hacia el misterio y la extrañeza y la gran hermosura<br />

de la vida. Sé de escritores que me superan en muchos terrenos y<br />

cuyos libros, sin embargo, no entablan con los hombres de nuestras<br />

tierras el combate fraternal que libran los míos. La razón es simple,<br />

porque si alguna vez se pudo ser un gran escritor sin sentirse partícipe<br />

del destino histórico inmediato del hombre, en este momento<br />

no se puede escribir sin esa participación que es responsabilidad y<br />

obligación, y sólo las obras que la trasunten, aunque sean de pura<br />

imaginación, aunque inventen la infinita gama lúdica de que es<br />

capaz el poeta y el novelista, aunque jamás apunten directamente a<br />

esa participación, sólo ellas contendrán de alguna indecible manera<br />

ese temblor, esa presencia, esa atmósfera que las hace reconocibles<br />

y entrañables, que despierta en el lector un sentimiento de contacto<br />

y cercanía.<br />

Si esto no es aún suficientemente claro, déjame completarlo<br />

con un ejemplo. Hace veinte años veía yo en un Paul Valéry el más<br />

182<br />

183


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

alto exponente de la literatura occidental. Hoy continúo admirando<br />

al gran poeta y ensayista, pero ya no representa para mí ese ideal.<br />

No puede representarlo quien, a lo largo de toda una vida consagrada<br />

a la meditación y a la creación, ignoró soberanamente (y no<br />

sólo en sus escritos) los dramas de la condición humana que en<br />

esos mismos años se abrían paso en la obra epónima de un André<br />

Malraux y, desgarrada y contradictoriamente pero de una manera<br />

admirable precisamente por ese desgarramiento y esas contradicciones,<br />

en un André Gide. Insisto en que a ningún escritor le<br />

exijo que se haga tribuno de la lucha que en tantos frentes se está<br />

librando contra el imperialismo en todas sus formas, pero sí que sea<br />

testigo de su tiempo como lo querían Martínez Estrada y Camus, y<br />

que su obra o su vida (¿pero cómo separarlas?) den ese testimonio<br />

en la forma que les sea propia. Ya no es posible respetar como se<br />

respetó en otros tiempos al escritor que se refugiaba en una libertad<br />

mal entendida para dar la espalda a su propio signo humano, a su<br />

pobre y maravillosa condición de hombre entre hombres, de privilegiado<br />

entre desposeídos y martirizados.<br />

Para mí, Roberto, y con esto terminaré, nada de eso es fácil. El<br />

lento, absorbente, infinito y egoísta comercio con la belleza y la<br />

cultura, la vida en un continente donde unas pocas horas me ponen<br />

frente a los frescos de Giotto o los Velázquez del Prado, en la curva<br />

del Rialto del Gran Canal o en esas salas londinenses donde se<br />

diría que las pinturas de Turner vuelven a inventar la luz, la tentación<br />

cotidiana de volver como en otros tiempos a una entrega total<br />

y fervorosa a los problemas estéticos e intelectuales, a la filosofía<br />

abstracta, a los altos juegos del pensamiento y de la imaginación, a<br />

la creación sin otro fin que el placer de la inteligencia y de la sensibilidad,<br />

libran en mí una interminable batalla con el sentimiento de<br />

que nada de todo eso se justifica éticamente si al mismo tiempo no<br />

se está abierto a los problemas vitales de los pueblos, si no se asume<br />

decididamente la condición de intelectual del tercer mundo en la<br />

medida en que todo intelectual, hoy en día, pertenece potencial o<br />

efectivamente al tercer mundo puesto que su sola vocación es un<br />

peligro, una amenaza, un escándalo para los que apoyan lenta pero<br />

seguramente el dedo en el gatillo de la bomba. Ayer, en Le Monde,<br />

un cable de la UPI transcribía declaraciones de Robert McNamara.<br />

Textualmente, el secretario norteamericano de la defensa (¿de qué<br />

defensa?) dice esto: “Estimamos que la explosión de un número<br />

relativamente pequeño de ojivas nucleares en cincuenta centros<br />

urbanos de China destruiría la mitad de la población urbana (más<br />

de cincuenta millones de personas) y más de la mitad de la población<br />

industrial. Además, el ataque exterminaría a un gran número<br />

de personas que ocupan puestos clave en el gobierno, en la esfera<br />

técnica y en la dirección de las fábricas, así como una gran proporción<br />

de obreros especializados”. Cito ese párrafo porque pienso<br />

que, después de leerlo, un escritor digno de tal nombre no puede<br />

volver a sus libros como si no hubiera pasado nada, no puede seguir<br />

escribiendo con el confortable sentimiento de que su misión se<br />

cumple en el mero ejercicio de una vocación de novelista, de poeta<br />

o de dramaturgo. Cuando leo un párrafo semejante, sé cuál de los<br />

dos elementos de mi naturaleza ha ganado la batalla. Incapaz de<br />

acción política, no renuncio a mi solitaria vocación de cultura, a mi<br />

empecinada búsqueda ontológica, a los juegos de la imaginación en<br />

sus planos más vertiginosos; pero todo eso no gira ya en sí mismo y<br />

por sí mismo, no tiene ya nada que ver con el cómodo humanismo<br />

de los mandarines de occidente. En lo más gratuito que pueda yo<br />

escribir asomará siempre una voluntad de contacto con el presente<br />

histórico del hombre, una participación en su larga marcha hacia lo<br />

mejor de sí mismo como colectividad y humanidad. Estoy convencido<br />

de que sólo la obra de aquellos intelectuales que respondan a<br />

esa pulsión y a esa rebeldía se encarnará en las conciencias de los<br />

pueblos y justificará con su acción presente y futura este oficio de<br />

escribir para el que hemos nacido.<br />

Un abrazo muy fuerte de tu<br />

Julio<br />

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185


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

Carta a Adelaida y Roberto Fernández Retamar<br />

París, 29 de octubre de 1967<br />

Roberto, Adelaida, mis muy queridos:<br />

Anoche volví a París desde Argel. Sólo ahora, en mi casa, soy<br />

capaz de escribirles coherentemente; allá, metido en un mundo<br />

donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla,<br />

comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme,<br />

mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos<br />

cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones.<br />

Entonces me llegó telefónicamente tu mensaje, Roberto, y entregué<br />

ese texto que debiste recibir y que vuelvo a enviarte aquí por si hay<br />

tiempo de que lo veas otra vez antes de que se imprima, pues sé lo<br />

que son los mecanismos del télex y lo que pasa con las palabras y<br />

las frases. Quiero decirte esto: no sé escribir cuando algo me duele<br />

tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo<br />

que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente.<br />

La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me<br />

parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo<br />

casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a<br />

mí no me queda más que el silencio, hasta quién sabe cuándo; si te<br />

envié ese texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé<br />

cuánto querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París<br />

encontré un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta<br />

palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como si uno<br />

pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo<br />

que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica. Y<br />

eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonará mi silencio, o lo<br />

entenderá mal, no me importa; en todo caso tú sabrás lo que siento.<br />

Mira, allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina<br />

donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra<br />

vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes,<br />

para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas<br />

reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto<br />

que te cuento también me avergüenza porque hablo de mí, la eterna<br />

primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de<br />

decir nada de él. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te<br />

envié antes de tu mensaje. Era mi única manera de abrazarte, a ti y a<br />

Adelaida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti también es esto, lo<br />

único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació<br />

como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que<br />

estemos más juntos.<br />

Che<br />

Yo tuve un hermano. No nos vimos nunca<br />

pero no importaba. Yo tuve un hermano<br />

que iba por los montes<br />

mientras yo dormía.<br />

Lo quise a mi modo<br />

le tomé su voz<br />

libre como el agua,<br />

caminé de a ratos<br />

cerca de su sombra.<br />

No nos vimos nunca<br />

pero no importaba,<br />

mi hermano despierto<br />

mientras yo dormía,<br />

mi hermano mostrándome<br />

detrás de la noche<br />

su estrella elegida.<br />

Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida.<br />

Hasta siempre,<br />

Julio<br />

186<br />

187


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

Incursión en territorio enemigo. En respuesta a la revista Life<br />

(Fragmentos) 8<br />

Lo que sigue se basa en una serie de preguntas que Rita Guibert<br />

me formuló por escrito en nombre de Life, pero antes de contestarlas<br />

me parece indispensable dejar en claro algunas circunstancias<br />

vinculadas con estas páginas. La moral y la práctica quieren<br />

que un escritor exprese habitualmente sus ideas en publicaciones<br />

que pertenecen a su propio campo ideológico e incluso intelectual;<br />

no es esto lo que ocurre aquí, y tanto Life como yo lo sabemos y lo<br />

aceptamos. Desde nuestro primer contacto quedó entendido que<br />

mi consentimiento no solamente no “significaba” una colaboración<br />

para Life, sino que para mí representaba precisamente lo contrario:<br />

una incursión en territorio adversario. Life aceptó este punto de<br />

vista y se dio las garantías necesarias de que mis palabras serían<br />

reproducidas textualmente. Soy, pues, único responsable de ellas;<br />

nadie las ha adaptado a exigencias periodísticas y es justicia decirlo<br />

desde ahora.<br />

Si como usted dice, Life quiere abrirse al diálogo, enhorabuena.<br />

Pero yo necesito una garantía formal, digamos incluso legal,<br />

de que razones “tipográficas”, y otras argucias de última hora no<br />

van a mutilar o alterar mi texto… Yo entregaré un original de mis<br />

respuestas junto con una copia, y en esta copia, un responsable<br />

directo de Life hará constar que el original contiene el mismo texto<br />

hasta la última coma. Esta copia así certificada quedará en mis<br />

manos; si Life modifica luego la entrevista, yo podré iniciar una<br />

acción o protestar, pruebas en mano, en otras publicaciones de<br />

cualquier país(...)<br />

Todo eso suena mal, lo sé. Pero es que todo suena mal en el<br />

mundo de hoy. Hay muchas maneras de matar a los Che Guevara,<br />

y aunque estoy lejos de compararme a él, yo hago también mi<br />

guerrilla desde hace mucho contra el imperialismo yanqui (…) Mi<br />

desconfianza inicial, mi demanda de garantías, sorprendieron a los<br />

8<br />

Tomado de Life en español, Chicago, vol XXXIII, n° 7, 7 de abril de 1969.<br />

(Nota del editor).<br />

188<br />

responsables de Life como sorprenderían a muchos de sus lectores;<br />

empezaré por referirme a esto, pues es una manera de responder<br />

prácticamente a algunas de las preguntas de carácter ideológico y<br />

político que se me formulan. No solamente desconfío de las publicaciones<br />

norteamericanas del tipo de Life, en cualquier idioma en<br />

que aparezcan y muy especialmente en español, sino que tengo el<br />

convencimiento de que todas ellas, por más democráticas y avanzadas<br />

que pretendan ser, han servido, sirven y servirán a la causa<br />

del imperialismo norteamericano, que a su vez sirve por todos los<br />

medios a la causa del capitalismo (…)<br />

El capitalismo norteamericano ha comprendido que su colonización<br />

cultural en América Latina –punta de lanza por excelencia<br />

para la colonización económica y política– exigía procedimientos<br />

más sutiles e inteligentes que los utilizados en otros tiempos; ahora<br />

sabe servirse incluso de instituciones y personas que, en su propio<br />

país y en el exterior, creen combatirlo y neutralizarlo en el terreno<br />

intelectual. Hay algo de diabólico en este aprovechamiento de<br />

las buenas voluntades, de las complicidades inconscientes en las<br />

que caen tantos hombres a quienes la difusión de la cultura les<br />

sigue pareciendo ingenuamente el mejor camino hacia la paz y el<br />

progreso. La buena voluntad de Life puede ser en ese sentido tan<br />

diabólica como la más agresiva de las actitudes del Departamento<br />

de Estado, e incluso más en la medida en que muchos de sus redactores<br />

y la gran mayoría de sus lectores creen sin duda en la utilidad<br />

democrática y cultural de sus páginas. A mí me basta una ojeada a<br />

cualquiera de sus números para adivinar el verdadero rostro que<br />

se oculta tras la máscara; consulten los lectores, por ejemplo, el<br />

número del 11 de marzo de 1968: en la cubierta, soldados norvietnameses<br />

ilustran una loable voluntad de información objetiva; en<br />

el interior, Jorge Luis Borges habla larga y bellamente de su vida y<br />

de su obra; en la contratapa, por fin, asoma la verdadera cara: un<br />

anuncio de la Coca Cola. Variante divertida en el número del 17 de<br />

junio del mismo año: Ho Chi Minh en la tapa, y los cigarrillos Chesterfield<br />

en la contratapa. Simbólicamente, psicoanalíticamente,<br />

189


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

capitalísticamente, Life entrega las claves: la tapa es la máscara, la<br />

contratapa el verdadero rostro mirando hacia América Latina.<br />

Algún lector sobresaltado se estará preguntando cómo es posible<br />

que semejantes juicios se publiquen precisamente en la revista<br />

enjuiciada. Ignora, sin duda, que la dialéctica del diablo consiste<br />

justamente en pagar un alto precio para conseguir, en otro tablero,<br />

ganancias mucho más altas (…) yo sostengo por mi parte que el<br />

capitalismo yanqui se vale de Life como de tantas otras cosas para<br />

sus fines últimos, que requieren la colonización cultural que facilite<br />

la colonización económica de América Latina; hoy sabemos que<br />

CIA ha pagado revistas que hablaban muy mal de la CIA, un poco<br />

como la Iglesia Católica tiene siempre un sector “avanzado” que<br />

arremete contra encíclicas y concilios. La tradición del bufón del<br />

rey no se ha perdido, porque es útil y necesaria para los reyes de<br />

todos los tiempos, aunque los de ahora huelan a petróleo y hablen<br />

con acento tejano.<br />

Algún otro lector igualmente sobresaltado se estará encogiendo<br />

de hombros al darse-cuenta-de-la-verdad: Julio <strong>Cortázar</strong><br />

es comunista, y por consiguiente ve enemigos escondidos en cada<br />

botella de la pausa que refresca. Como ya es hora de entrar en la<br />

entrevista propiamente dicha, será bueno aclarar que mi ideal del<br />

socialismo no pasa por Moscú sino que nace con Marx para proyectarse<br />

hacia la realidad revolucionaria latinoamericana que es una<br />

realidad con características propias, con ideologías y realizaciones<br />

condicionadas por nuestras idiosincrasias y nuestras necesidades,<br />

y que hoy se expresa históricamente en hechos tales como la Revolución<br />

Cubana, la guerra de guerrillas en diversos países del continente,<br />

y las figuras de hombres como Fidel Castro y Che Guevara. A<br />

partir de esa concepción revolucionaria, mi idea del socialismo latinoamericano<br />

es profundamente crítica, como lo saben de sobra mis<br />

amigos cubanos, en la medida en que rechazo toda postergación de<br />

la plenitud humana en aras de una hipotética consolidación a largo<br />

plazo de las estructuras revolucionarias. Mi humanismo es socialista,<br />

lo que para mi significa que es el grado más alto, por universal,<br />

del humanismo; si no acepto la alienación que necesita mantener<br />

el capitalismo para alcanzar sus fines, mucho menos acepto la alienación<br />

que se deriva de la obediencia a los aparatos burocráticos<br />

de cualquier sistema por revolucionario que pretenda ser. Creo,<br />

con Roger Garaudy y Eduardo Goldsticker, que el fin supremo<br />

del marxismo no puede ser otro que el de proporcionar a la raza<br />

humana los instrumentos para alcanzar la libertad y la dignidad<br />

que le son consustanciales; esto entraña una visión optimista de la<br />

historia, como se ve, contrariamente al pesimismo egoísta que justifica<br />

y defiende el capitalismo, triste paraíso de unos pocos a costa de<br />

un purgatorio cuando no de un infierno de millones y millones de<br />

desposeídos. De todas maneras, mi idea del socialismo no se diluye<br />

en un tibio humanismo teñido de tolerancia; si los hombres valen<br />

para mí más que los sistemas, entiendo que el sistema socialista es<br />

el único que puede llegar alguna vez a proyectar al hombre hacia<br />

su auténtico destino; parafraseando el famoso verso de Mallarmé<br />

sobre Poe (me regocija el horror de los literatos puros que lean<br />

esto) creo que el socialismo, y no la vaga eternidad anunciada<br />

por el poeta y las iglesias, transformará al hombre en el hombre<br />

mismo. Por eso rechazo toda solución basada en el sistema capitalista<br />

o el llamado neocapitalismo, y a la vez rechazo la solución<br />

de todo comunismo esclerosado y dogmático; creo que el auténtico<br />

socialismo esta amenazado por las dos, que no solamente no representan<br />

soluciones sino que postergan cada una a su manera, y con<br />

fines diferentes, el acceso del hombre auténtico a la libertad y a la<br />

vida.<br />

Así, mi solidaridad con la Revolución Cubana se basó desde<br />

un comienzo en la evidencia de que tanto sus dirigentes como<br />

la inmensa mayoría del pueblo aspiraban a sentar las bases<br />

de un marxismo centrado en lo que por falta de mejor nombre<br />

seguiré llamando humanismo. No sé de otra revolución que<br />

haya contado con un apoyo más entusiasta de intelectuales y<br />

artistas, naturalmente sensibles a esa tentativa de afirmación y<br />

defensa de valores humanos a partir de una justicia económica<br />

y social. Para un intelectual que poco sabe de economía y de<br />

política esa coincidencia entre hombres como Fidel, el Che, y<br />

190<br />

191


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

la enorme mayoría de los escritores cubanos (para no hablar de<br />

los intelectuales extranjeros) era el signo más seguro de la buena<br />

vía; por eso siempre me inquietaron –y me siguen inquietando–<br />

los conflictos que pueden darse en Cuba o en cualquier otra<br />

revolución socialista entre la plena manifestación del espíritu<br />

crítico revolucionario y otras tendencias más “duras” (quizá<br />

inevitables, pero también superables, pues eso y no otra cosa es<br />

una dialéctica bien entendida) que busquen en el intelectual una<br />

adhesión a ras de trabajo cotidiano, un mero magisterio más que<br />

una libre y alta creación de valores. Subrayo esta cuestión porque<br />

es la mejor manera de contestar a varias preguntas de Life y porque<br />

entiendo que un revolucionario (intelectual o guerrillero, pensador<br />

o ejecutor o ambas cosas, poco importa en este caso) está obligado<br />

a luchar en dos frentes, el exterior y el interior, es decir, contra el<br />

capitalismo que es el enemigo total, y también contra las corrientes<br />

regresivas o esclerosantes dentro de la revolución misma, los<br />

aparatos burocráticos tantas veces denunciados por Fidel Castro,<br />

esa barrera de la que creo ya hablaba Marx y que paulatinamente<br />

va aislando a los dirigentes de su pueblo, condenándolos a mirarse<br />

desde lejos como quien contempla un acuario o forma parte de<br />

éste. Y puesto que he citado a Cuba, quisiera que se entienda<br />

(contestando de paso a una pregunta concreta de Life), que mi<br />

adhesión a su lucha revolucionaria nace de que la creo la primera<br />

gran tentativa en profundidad para rescatar a América Latina del<br />

colonialismo y del subdesarrollo. Cuando se me reprocha mi falta de<br />

militancia política con respecto a la Argentina, por ejemplo, lo único<br />

que podría contestar es, primero, que no soy un militante político<br />

y, segundo, que mi compromiso personal e intelectual rebasa<br />

nacionalidades y patriotismos para servir la causa latinoamericana<br />

allí donde pueda ser más útil. Desde Europa, donde vivo, sé de sobra<br />

que es preferible trabajar en pro de la Revolución Cubana que<br />

dedicarme a criticar el régimen de Onganía o de sus equivalentes<br />

en el cono sur, y que mi mejor contribución al futuro de la Argentina<br />

está en hacer todo lo que pueda para ampliar el ámbito continental<br />

de la Revolución Cubana. Lo he dicho muchas veces, pero habría<br />

que repetirlo: el patriotismo (¿por qué no el nacionalismo, en el que<br />

tan fácilmente desemboca?) me causa horror en la medida en que<br />

pretende someter a los individuos a una fatalidad casi astrológica<br />

de ascendencia y de nacimiento. Yo les pregunto a esos patriotas:<br />

¿por qué no se quedó en la Argentina el Che Guevara? ¿Por qué<br />

no se quedó Régis Debray en Francia? ¿Qué diablos tenían que<br />

hacer fuera de su país? Pienso con algo que se parece al asco en los<br />

que le reprochan a Mario Vargas Llosa que viva en Europa o que<br />

se indignan porque yo asisto a un congreso cultural en La Habana<br />

en vez de ir a dar conferencias en Buenos Aires. Si en la Argentina<br />

las querellas políticas e intelectuales llevaran de una buena vez a<br />

un movimiento de fondo que se enfrentara revolucionariamente<br />

con las oligarquías y el gorilato, nada justificaría mi ausencia;<br />

pero tal como veo las cosas hoy en día, lo poco que puedo hacer<br />

en favor de ese movimiento de fondo lo estoy haciendo a mi<br />

manera desde Francia, como también desde Francia trabajo en pro<br />

de la Revolución Cubana. Y cuando voy a Cuba lo hago con fines<br />

concretos que no tendrían equivalentes válidos en la Argentina<br />

actual: formo parte de un jurado que escoge libros destinados a una<br />

población de la que un alto porcentaje ha salido del analfabetismo<br />

gracias a la obra revolucionaria, y cuya nueva generación está<br />

ansiosa de educación y cultura; trabajo en el comité de colaboración<br />

de la revista de la Casa de las Américas, asisto a un congreso donde<br />

se discute el deber de los intelectuales del tercer mundo frente al<br />

colonialismo económico y cultural, temas que no creo frecuentes<br />

en los congresos de escritores de nuestros países. Todo eso, como<br />

se ve, tiene un objetivo capital: la lucha contra el imperialismo<br />

en todos los planos materiales y mentales, lucha que desde Cuba<br />

y por Cuba sigue proyectándose sobre todo el continente, no sólo<br />

a nivel de la acción, que llega al martirio en las selvas de Bolivia,<br />

en Colombia y Venezuela, sino en las ideas, los diálogos entre<br />

intelectuales y artistas de todos nuestros países, la infraestructura<br />

moral y mental que acabará un día con el gorilato latinoamericano<br />

y con el subdesarrollo que todavía lo explica y hace su triste fuerza.<br />

192<br />

193


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

En una “Carta abierta a Roberto Fernández Retamar”, que ha<br />

sido tema de no pocas polémicas, dije claramente que jamás<br />

renunciaría a ser ante todo y sobre todo un escritor y que esa y no<br />

otra era mi manera de hacer la revolución; pero este aserto no es<br />

una especie de escapismo por la vía de lo sublime, y por eso cuando<br />

Life me pregunta concretamente qué diferencia encuentro entre la<br />

intervención de los soviéticos en Checoslovaquia y la de los norteamericanos<br />

en la República Dominicana y en Vietnam, yo le pregunto<br />

a mi vez si alguno de los reporteros de Life vio niños quemados<br />

con napalm en las calles de Praga. Y cuando me pregunta en base<br />

a qué he desarrollado mi sentimiento antiyanqui, le contesto que<br />

si cualquier sistema imperialista me es odioso, el neocolonialismo<br />

norteamericano disfrazado de ayuda al tercer mundo, alianza para<br />

el progreso, decenio para el desarrollo y otras boinas verdes de<br />

esa calaña me es todavía más odioso porque miente en cada etapa,<br />

finge la democracia que niega cotidianamente a sus ciudadanos<br />

negros, gasta millones en una política cultural y artística destinada<br />

a fabricar una imagen paternal y generosa en la imaginación de las<br />

masas desposeídas e ingenuas. Aquí en París tengo sobrada ocasión<br />

de medir la fuerza con que se implantan los espejismos de la “civilización”<br />

norteamericana; en Moscú también saben de eso, según<br />

parece, y acaso en Checoslovaquia lo supieron demasiado. Si esto<br />

ocurre en países tan altamente desarrollados, ¿qué esperar de nuestras<br />

poblaciones analfabetas, de nuestras economías dependientes,<br />

de nuestras culturas embrionarias? ¿Cómo aceptar, incluso en sus<br />

formas más generosas –las hay, sin duda–, los dones de nuestro peor<br />

enemigo? Cuando se me dice que la ayuda de los Estados Unidos a<br />

Latinoamérica es menos egoísta de lo que parece, entonces me veo<br />

precisado a recordar cifras. En la última conferencia de la Unctad,<br />

celebrada en Nueva Delhi a comienzos de 1968, un informe oficial<br />

(no hablo de comunicados de delegaciones adversarias) indicó lo<br />

siguiente, textualmente: “En el año 1959, los Estados Unidos obtuvieron<br />

en América Latina 775 millones de dólares de beneficios<br />

por concepto de inversiones privadas, de los cuales reinvirtieron<br />

200 y guardaron 575”. Estas son las cosas que prefieren ignorar<br />

tantos intelectuales latinoamericanos que se pasean por los<br />

Estados Unidos en plan de confraternidad cultural y otras comedias.<br />

Yo me niego a ignorarlo, y eso define mi actitud como escritor<br />

latinoamericano. Pero también –listen, American– me enorgullece<br />

que mis libros y los de mis colegas se traduzcan en los Estados<br />

Unidos, donde sé que tenemos lectores y amigos, y jamás me negare<br />

a un contacto con los auténticos valores del país de Lincoln, de Poe<br />

y de Whitman; amo en los Estados Unidos todo lo que un día será<br />

la fuerza de su revolución, porque también habrá una revolución<br />

en los Estados Unidos cuando suene la hora del hombre y acabe<br />

la del robot de carne y hueso, cuando la voz de los Estados Unidos<br />

dentro y fuera de sus fronteras sea, simbólicamente, la voz de Bob<br />

Dylan y no la de Robert MacNamara(…) ¿No habremos inventado<br />

la metafísica por mera pobreza, porque como en la fábula decretábamos<br />

que las uvas estaban verdes? No lo estaban para Platón,<br />

y esa es una metafísica de la nostalgia que pocos entendieron más<br />

allá de lo teórico; tampoco lo estaban para Rimbaud, y esa es ya la<br />

ardiente metafísica del verbo en plena tierra, y tampoco para el Che<br />

Guevara, y esa es la metafísica en el preciso instante en que Aquiles<br />

sabe que jamás alcanzará a la tortuga si se queda en la nostalgia o<br />

en el verbo, pero que sí la alcanzará corriendo tras ella y demostrándole<br />

que el hombre vive aquí abajo y que esa es su verdadera<br />

metafísica, si es capaz de adueñarse de la realidad y aniquilar los<br />

fantasmas inventados por una historia alienante. Creo que Marx<br />

acabó con las metafísicas compensatorias en el plano mental, y que<br />

mostró el camino para liquidarlas en el plano de la praxis; personalmente<br />

no necesito ya de esas metafísicas, creo con Sartre que la<br />

existencia precede a la esencia en la medida en que la existencia es<br />

como Aquiles y la esencia como la tortuga, es decir, que la auténtica<br />

existencia es correr para alcanzar la meta y que esa meta está aquí,<br />

no en el mundo de las ideas platónicas o en los diversos y vistosos<br />

paraísos de las iglesias(…) De paso: ¿hasta cuándo vamos a seguir<br />

pegados a las bibliotecas? Día a día siento que las aparentemente<br />

liquidadas torres de marfil siguen habitadas en todos sus pisos<br />

y hasta en la azotea por una raza de escribas que se horripila de<br />

194<br />

195


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

cualquier acto extraliterario dentro de la literatura, entendiendo<br />

que ésta nace del hombre como un gesto de conformismo y no con<br />

el libre movimiento de Prometeo al robarle el fuego al gorila de su<br />

tiempo. Lo cual me lleva analógicamente una vez más al problema<br />

del “compromiso” del escritor en lo que se refiere a los temas de<br />

que trata, porque los locatarios de las torres de marfil se-ponenpálidos-como-la-muerte<br />

ante la idea de novelizar situaciones o<br />

personajes de la historia contemporánea, puesto que en el fondo su<br />

idea de la literatura es aséptica, ucrónica, y tiende patéticamente a<br />

la eternidad, a ser un valor absoluto y permanente (…)<br />

Cuando publiqué Todos los fuegos el fuego, recibí no pocas<br />

cartas en las que después de alabar la mayoría de los cuentos se<br />

lamentaba la presencia del titulado “Reunión”, cuyos personajes<br />

eran transparentemente el Che y Fidel. Para los ebúrneos,<br />

en efecto, esos no son temas literarios. Por lo que a mí se refiere lo<br />

que ha dejado de ser literario es el libro mismo, la noción de libro;<br />

estamos al borde del vértigo, de las bombas atómicas, acercándonos<br />

a las peores catástrofes, y el libro sólo me parece una de las armas<br />

(estética o política o ambas cosas, pues cada cual debe hacer lo que<br />

le dé la gana mientras lo haga bien) que todavía puede defendernos<br />

del autogenocidio universal en el que colaboran alegremente la<br />

mayoría de las futuras víctimas. Me resulta risible que un novelista<br />

mexicano o argentino tenga úlcera de estómago porque sus libros<br />

no son lo bastante famosos, y que organice minuciosas políticas de<br />

autopromoción para que los editores o la critica no lo olviden; frente<br />

a lo que nos muestra la primera página de los diarios al despertar<br />

con miras a una “duración” cada vez más improbable frente a una<br />

historia en la que los gustos y sus formas de expresión habrán<br />

cambiado vertiginosamente antes de mucho? Cuando me pregunta<br />

qué pienso del futuro de la novela, contesto que me importa tres<br />

pitos; lo único importante es el futuro del hombre, con novelas o<br />

televisores o todavía inconcebibles tiras cómicas o perfumes significantes<br />

o significativos, sin contar que a lo mejor uno de estos<br />

días llegan los marcianos con sus múltiples patitas y nos enseñan<br />

formas de expresión frente a las cuales El Quijote parecerá un<br />

pterodáctilo resfriado. Por mi parte me reservo la úlcera de estómago<br />

para cuando camino por los suburbios de Calcuta, cuando<br />

leo un discurso de Adolf Von Thadden o de Castelo Branco, cuando<br />

descubro, con Sartre, que un niño muerto en Vietnam cuenta más<br />

que La náusea. El futuro de mis libros o de los libros ajenos me tiene<br />

perfectamente sin cuidado; tanto ansioso atesoramiento me hace<br />

pensar en esos locos que guardan sus recortes de uñas o de pelo;<br />

en el terreno de la literatura también hay que acabar con el sentimiento<br />

de la propiedad privada, porque para lo único que sirve la<br />

literatura es para ser un bien común como lo intuyó Lautréamont<br />

de la poesía, y eso no lo decide ni lo regentea ningún autor desde su<br />

torrecita criselefantina.<br />

(…)<br />

Si no hacemos la revolución profunda en todos los planos y<br />

proyectamos al hombre de nuestras tierras hacia la órbita de un<br />

destino más autentico, el verbo sólo será realmente nuestro el día<br />

en que también lo sean nuestras tierras y nuestros pueblos. Mientras<br />

haya colonizadores y gorilas en nuestros países, la lucha por<br />

una literatura latinoamericana debe ser –en su terreno espiritual,<br />

lingüístico y estético– la misma lucha que en tantos otros terrenos<br />

se esta librando para acabar con el imperialismo que nos envilece y<br />

nos enajena.<br />

196<br />

197


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

Policrítica en la hora de los chacales 9<br />

198<br />

Julio-agosto de 1971, La Habana<br />

Explicación del título: hablando de los complejos problemas<br />

cubanos, una amiga francesa mezcló los términos crítica y política,<br />

inventando la palabra policritique. Al escucharla pensé (también en<br />

francés) que entre poli y tique se situaba la sílaba cri, es decir, grito.<br />

Grito político, crítica política en la que el grito está ahí como un<br />

pulmón que respira; así he entendido siempre, así la seguiré sintiendo<br />

y diciendo. Hoy hay que gritar una política crítica, hay que criticar<br />

gritando cada vez que se lo cree justo: sólo así podremos acabar un<br />

día con los chacales y las hienas.<br />

de qué sirve escribir la buena prosa,<br />

de qué vale que exponga razones y argumentos<br />

si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo,<br />

lo mutilan, le sacan lo que quieren, dejan de lado el resto,<br />

vuelven lo blanco negro, el signo más se cambia en signo menos,<br />

los chacales son sabios en los télex,<br />

son las tijeras de la infamia y del malentendido,<br />

manada universal, blancos, negros, albinos,<br />

lacayos si no firman y todavía más chacales cuando firman,<br />

de qué sirve escribir midiendo cada frase,<br />

de qué sirve pesar cada acción, cada gesto que expliquen la<br />

conducta<br />

9<br />

En 1971 el poeta cubano Heberto Padilla es detenido y acusado de actividades<br />

contrarrevolucionarias. Esto determinó que intelectuales de<br />

todo el globo se dirigieran a Fidel Castro mediante una carta, reclamando<br />

una explicación al hecho. Entre los que firmaron la misiva se encuentran<br />

Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Mario Vargas Llosa, Carlos<br />

Fuentes y Julio <strong>Cortázar</strong>. La polémica se extendió hasta una segunda<br />

carta que firmaron 62 intelectuales y que significó el alejamiento de estos<br />

del régimen cubano. <strong>Cortázar</strong> no firmó esa carta. Tanto sus razones<br />

como su posición las expuso en el poema que aquí presentamos, el cual<br />

fue publicado en la revista de la Casa de las Américas en mayo de 1971.<br />

(Nota del editor).<br />

si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias,<br />

los policías disfrazados,<br />

los asesores del gorila, los abogados de los trusts<br />

se encargarán de la versión más adecuada para consumo de<br />

inocentes o de crápulas,<br />

fabricarán una vez más la mentira que corre, la duda que se<br />

instala,<br />

y tanta buena gente en tanto pueblo y tanto campo de tanta<br />

tierra nuestra<br />

que abre su diario y busca su verdad y se encuentra<br />

con la mentira maquillada, los bocados a punto, y va tragando<br />

baba prefabricada, mierda en pulcras columnas, y hay quien<br />

cree<br />

y hay quien olvida el resto, tantos años de amor y de combate,<br />

porque así es, compadre, los chacales lo saben: la memoria es<br />

falible<br />

y como en los contratos, como en los testamentos, el diario de<br />

hoy con sus noticias invalida<br />

todo lo precedente, hunde el pasado en la basura de un presente<br />

traficado y mentido.<br />

Entonces no, mejor ser lo que se es,<br />

decir eso que quema la lengua y el estómago, siempre habrá<br />

quien entienda<br />

este lenguaje que del fondo viene<br />

como del fondo brotan el semen, la leche, las espigas.<br />

Y el que espera otra cosa, la defensa o la fina explicación,<br />

la reincidencia o el escape, nada más fácil que comprar el diario<br />

made in USA<br />

y leer los comentarios a este texto, las versiones de Reuter o<br />

de la UPI<br />

donde los chacales sabihondos le darán la versión satisfactoria,<br />

donde editorialistas mexicanos o brasileños o argentinos<br />

traducirán para él, con tanta generosidad,<br />

las instrucciones del chacal con sede en Washington,<br />

199


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

las pondrán en correcto castellano, mezcladas con saliva<br />

nacional<br />

con mierda autóctona, fácil de tragar.<br />

No me excuso de nada, y sobre todo<br />

no excuso este lenguaje,<br />

es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes:<br />

los mando a todos a la reputa madre que los parió,<br />

y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que<br />

espero.<br />

Diariamente, en mi mesa, los recortes de prensa: París,<br />

Londres,<br />

Nueva York, Buenos Aires, México City, Río. Diariamente<br />

(en poco tiempo, apenas dos semanas) la máquina montada,<br />

la operación cumplida, los liberales encantados, los<br />

revolucionarios confundidos,<br />

la violación con letra impresa, los comentarios compungidos,<br />

alianza de chacales y de puros, la manada feliz, todo va bien.<br />

Me cuesta emplear esta primera persona del singular, y más me<br />

cuesta<br />

decir: esto es así, o esto es mentira. Todo escritor, Narciso, se<br />

masturba<br />

defendiendo su nombre, el Occidente<br />

lo ha llenado de orgullo solitario. ¿Quién soy yo<br />

frente a los pueblos que luchan por la sal y la vida,<br />

con qué derecho he de llenar más páginas con negociaciones y<br />

opiniones personales?<br />

Si hablo de mí es que acaso, compañero,<br />

allí donde te encuentran estas líneas,<br />

me ayudarás, te ayudaré a matar a los chacales,<br />

veremos más preciso el horizonte, más verde el mar y más<br />

seguro el hombre.<br />

Les hablo a todos mis hermanos, pero miro hacia Cuba,<br />

no sé de otra manera mejor para abarcar la América Latina.<br />

Comprendo a Cuba como sólo se comprende al ser amado,<br />

los gestos, las distancias y tantas diferencias,<br />

las cóleras, los gritos: por encima está el sol, la libertad.<br />

Y todo empieza por lo opuesto, por un poeta encarcelado,<br />

por la necesidad de comprender por qué, de preguntar y de<br />

esperar,<br />

qué sabemos aquí de lo que pasa, tantos que somos Cuba,<br />

Tantos que diariamente resistimos el aluvión y el vómito<br />

de las buenas conciencias,<br />

de los desencantados, de los que ven cambiar ese modelo<br />

que imaginaron por su cuenta y en sus casas, para dormir<br />

tranquilos<br />

sin hacer nada, sin mirar de cerca, la luna de miel barata con su<br />

isla<br />

paraíso<br />

lo bastante lejana para ser de verdad paraíso<br />

y que de golpe encuentran en su cielito lindo les cae en la<br />

cabeza.<br />

Tienes razón Fidel: sólo en la brega hay derecho al<br />

descontento,<br />

sólo de adentro ha de salir la crítica, la búsqueda de fórmulas<br />

mejores,<br />

sí, pero de adentro es tan afuera a veces,<br />

y si hoy me aparto para siempre del liberal a la violeta, de los<br />

que firman los virtuosos textos<br />

por-que-Cu-ba-no-es-eso-que-e-xi-gen-sus-es-que-mas-debu-fe-te,<br />

no me creo excepción, soy como ellos, qué habré hecho por<br />

Cuba más allá del amor,<br />

qué habré dado por Cuba más allá de un deseo, una esperanza.<br />

Pero me aparto ahora de su mundo ideal, de sus esquemas,<br />

precisamente ahora cuando<br />

se me pone en la puerta de lo que amo, se me prohíbe<br />

defenderlo,<br />

es ahora que ejerzo mi derecho a elegir, a estar una vez más y<br />

200<br />

201


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

más que nunca<br />

con tu Revolución, mi Cuba, a mi manera. Y mi manera torpe,<br />

a manotazos,<br />

es ésta, es repetir lo que me gusta o no me gusta,<br />

aceptando el reproche de hablar desde tan lejos<br />

y a la vez insistiendo (cuántas veces lo habré hecho para el<br />

viento)<br />

en que soy lo que soy, y no soy nada, y esa nada es mi tierra<br />

americana,<br />

Y como pueda y donde este signo siendo tierra, y por sus<br />

hombres<br />

escribo cada letra de mis libros y vivo cada día de mi vida.<br />

Comentario de los chacales (vía México, reproducida con alborozo<br />

en Río de Janeiro y Buenos Aires): “El ahora francés Julio <strong>Cortázar</strong>…<br />

etc.”. De nuevo el patrioterismo de escarapela, cómodo y rendidor, de<br />

nuevo la baba de los resentidos, de tantos que se quedan en sus pozos<br />

sin hacer nada, sin ser oídos más que en sus casas a la hora del bife;<br />

como si en algo dejara yo de ser latinoamericano, como si un cambio<br />

a nivel de pasaporte (y ni siquiera lo es, pero no vamos a poner a<br />

explicar, al chacal se lo patea y se acabó) mi corazón fuera a cambiar,<br />

mi conducta fuera a cambiar, mi camino fuera a cambiar. Demasiado<br />

asco para seguir con esto; mi patria es otra cosa, nacionalista infeliz;<br />

me sueno los mocos con tu bandera de pacotilla, ahí donde estés. La<br />

revolución también es otra cosa; a su término, muy lejos, tal vez infinitamente<br />

lejos, hay una magnífica quema de banderas, una fogata de<br />

trapos manchados por todas las mentiras y la sangre de la historia<br />

de los chacales y los resentidos y los mediocres y los burócratas y los<br />

gorilas y los lacayos.<br />

Y así es, compañeros, si me oyen en La Habana, en cualquier<br />

parte,<br />

hay cosas que no trago,<br />

hay cosas que no puedo tragar en una marcha hacia la luz,<br />

nadie llega a la luz si saca a relucir los podridos fantasmas del<br />

pasado,<br />

si los perjuicios, los tabúes del macho y de la hembra<br />

siguen en sus maletas,<br />

y si un vocabulario de casuistas cuando no de energúmenos<br />

arma la burocracia del idioma y los cerebros, condiciona a los<br />

pueblos<br />

que Marx y que Lenin soñaron libres por dentro y por fuera,<br />

en carne y en conciencia y en amor,<br />

en alegría y trabajo.<br />

Por eso, compañeros, sé que puedo decirles<br />

lo que creo y no creo, lo que acepto y no acepto,<br />

está mi policrítica, mi herramienta de luz,<br />

y en Cuba sé de ese combate contra tanto enemigo,<br />

sé de esa isla de hombres enteros que nunca olvidarán la risa y<br />

La ternura,<br />

que las defenderán enamoradamente,<br />

que cantan y que beben entre turnos de brega, que hacen<br />

guardia fumando,<br />

que son los que buscó Martí, lo que firmaron con su sangre<br />

tantos muertos<br />

a la hora de caer frente a chacales de dentro y a chacales de<br />

fuera.<br />

No seré yo quien proclame al divino botón el coraje de Cuba y<br />

su combate.<br />

Siempre hay alguna hiena maquinada de juez, poeta o crítico,<br />

lista a cantar las loas de lo que odia en el fondo de sus tripas,<br />

pronta a asfixiar la voz de los que quieren el verdadero diálogo,<br />

el contacto<br />

por lo alto y por lo bajo: contacto con ese hombre que manda<br />

en el peligro porque el pueblo<br />

cuenta con él y sabe<br />

que está ahí porque es justo, porque en él se define<br />

la razón de la lucha, del duro derrotero,<br />

202<br />

203


Testimonios de una escritura política<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

OTROS TESTIMONIOS<br />

porque jugó su vida con Camilo y el Che y tantos que pueblan<br />

de huesos y memorias la tierra de la palma;<br />

y también en contacto con el otro, el sencillo camarada que<br />

necesita la palabra y el rumbo<br />

para impulsar mejor la máquina, para cortar mejor la caña.<br />

Nadie espere de mí el elogio fácil,<br />

pero hoy es más que nunca tiempo de decisión y de aguas<br />

claras:<br />

diálogo pido, encuentro en las borrascas, policríticas diarias,<br />

no acepto la repetición de humillaciones torpes,<br />

no acepto risas de los fariseos convencidos de que todo anda<br />

bien después de cada ejemplo,<br />

no acepto la intimidación ni la vergüenza. Y es por eso que<br />

acepto<br />

la crítica de veras, la que viene de aquel que aguanta en el<br />

timón,<br />

de aquellos que pelean por una causa justa, allá o aquí, en lo<br />

alto o en lo bajo,<br />

y reconozco la torpeza de pretender saberlo todo desde un mero<br />

escritorio<br />

y busco humildemente la verdad en los hechos de ayer y de<br />

mañana,<br />

y te busco la cara, Cuba la muy querida, y soy el que fue a ti<br />

como se va a beber el agua, con la sed que será racimo o canto.<br />

Revolución hecha de hombres,<br />

llena estarás de errores y desvíos, llena estarás de lágrimas y<br />

ausencias,<br />

pero a mí, a los que tantos en horizontes somos pedazos de<br />

América Latina,<br />

tú nos comprenderás al término del día,<br />

volveremos a vernos, a estar juntos, carajo,<br />

contra hienas y cerdos y chacales de cualquier meridiano,<br />

contra tibios y flojos y escribas y lacayos<br />

en París, en La Habana o Buenos Aires,<br />

contra lo peor que duerme en lo mejor, contra el peligro<br />

de quedarse atascado en plena ruta, de no cortar los nudos<br />

machetazo limpio,<br />

así yo sé que un día volveremos a vernos,<br />

buenos días, Fidel, buenos días, Haydée, buenos días mi Casa,<br />

mi sitio en los amigos y en las calles, mi buchito, mi amor,<br />

mi caimancito herido y más vivo que nunca,<br />

yo soy esta palabra mano a mano como otros son tus ojos o tus<br />

músculos,<br />

todos juntos iremos a la zafra futura,<br />

al azúcar de un tiempo sin imperios ni esclavos.<br />

Hablémonos, eso es de hombres: al comienzo<br />

fue el diálogo. Déjame defenderte<br />

cuando asome el chacal de turno, déjame estar ahí. Y si no lo<br />

quieres,<br />

oye, compadre, olvida tanta crisis barata. Empecemos de nuevo,<br />

di lo tuyo, aquí estoy, aquí te espero; toma, fuma conmigo,<br />

largo es el día, el humo ahuyenta los mosquitos. Sabes,<br />

nunca estuve tan cerca<br />

como ahora, de lejos, contra viento y marea. El día nace.<br />

Julio <strong>Cortázar</strong><br />

204<br />

205


Índice<br />

Breve introducción 7<br />

Nota editorial 11<br />

Nicaragua tan violentamente dulce 13<br />

Noticia para viajeros 15<br />

Apuntes al margen de una relectura de 1984 16<br />

Apocalipsis de Solentiname 25<br />

Nicaragua la nueva 32<br />

El pueblo de Nicaragua, maestro de sí mismo 43<br />

Bocetos de Nicaragua 49<br />

Nicaragua desde adentro (I) 60<br />

Nicaragua desde adentro (II) 63<br />

Nicaragua desde adentro (III) 66<br />

Nicaragua desde adentro (IV) 69<br />

Aquí, la dignidad y la belleza 72<br />

Vigilia en Bismuna 75<br />

Retorno a Solentiname 78<br />

El escritor y su quehacer en América Latina 82<br />

Discurso de recepción de la orden Rubén Darío 95<br />

Las batallas desiguales 104<br />

Un sueño realizado: El arte de las Américas llega a Nicaragua 109<br />

Nicaragua: el fast food de las noticias 121<br />

De diferentes maneras de matar 125<br />

“Buenas noches” 130<br />

Otros testimonios 159<br />

Entrevista por Omar Prego 161<br />

Carta abierta a Roberto Fernández Retamar 174<br />

Carta a Adelaida y Roberto Fernández Retamar 186<br />

Incursión en territorio enemigo. En respuesta<br />

a la revista Life (Fragmentos) 188<br />

Policrítica en la hora de los chacales 198


3.000 ejemplares<br />

Se terminó de imprimir en la<br />

Fundación Imprenta de la Cultura<br />

Caracas, julio de 2014

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