Cortázar
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Testimonios de una<br />
escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
Serie<br />
Pensamiento Social<br />
Caracas, Venezuela 2014
© Julio <strong>Cortázar</strong><br />
© Fundación Editorial El perro y la rana, 2014<br />
Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio,<br />
Caracas - Venezuela, 1010.<br />
Teléfonos: (0212) 768.8300 / 768.8399.<br />
Correos electrónicos<br />
comunicaciones@fepr.gob.ve<br />
editorialelperroylarana@fepr.gob.ve<br />
Páginas web<br />
www.elperroylarana.gob.ve<br />
www.mincultura.gob.ve/mppc/<br />
Diseño de la colección<br />
Hernán Rivera<br />
Dileny Jiménez<br />
Edición<br />
Alejandro Madero<br />
Corrección<br />
Erika Palomino Camargo<br />
Yesenia Galindo<br />
Zoraida Coello<br />
La Colección Alfredo Maneiro, Política y sociedad, publica obras<br />
puntuales, urgentes, necesarias, capaces de desentrañar el<br />
significado de los procesos sociales que dictaminan el curso del<br />
mundo actual. Venezuela integra ese mundo en formación, de allí<br />
la importancia del pensamiento, la investigación, la crítica, la<br />
reflexión, y por ende, de las soluciones surgidas del análisis y la<br />
comprensión de nuestra realidad.<br />
Firmes propósitos animan a esta colección: por una parte, rendir<br />
homenaje a la figura de Alfredo Maneiro, uno de los principales<br />
protagonistas de los movimientos sociales y políticos que<br />
tuvieron lugar en Venezuela durante los duros y conflictivos años<br />
sesenta, y por la otra, difundir ediciones de libros en los cuales se<br />
abordan temas medulares de nuestro tiempo.<br />
Pensamiento Social: es un espacio para el debate teórico en torno al<br />
ideario económico, político y social que ha perfilado el devenir<br />
histórico latinoamericano y caribeño. Igualmente sirve para la<br />
exposición y profundización del espíritu emancipador de nuestro<br />
continente.<br />
Diagramación<br />
Maria Victoria Sosa Martínez<br />
Hecho el Depósito de Ley<br />
Depósito legal lf 4022014800520<br />
ISBN 978-980-14-2796-4<br />
IMPRESO EN LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Breve introducción<br />
La literatura de Julio <strong>Cortázar</strong> en su primera etapa ha sido<br />
considerada como elitesca y demasiado preocupada por lo artístico.<br />
Él mismo manifestó en varias oportunidades que a pesar de<br />
considerarse antiperonista, en su juventud nunca hizo militancia<br />
política. Debido a esta disconformidad con el gobierno de Perón,<br />
<strong>Cortázar</strong> decide emigrar a Europa y establecerse en Francia, en<br />
1951. Ocho años más tarde, en 1959, ocurre un acontecimiento en<br />
América Latina que lo hace cambiar bruscamente sus puntos de<br />
vista en cuanto a lo que debe ser un artista: el triunfo de la Revolución<br />
Cubana. Esto lo hace verse a sí mismo como un escritor alejado<br />
de la realidad: “Desligar la obra de toda militancia es dar la espalda<br />
a nuestros pueblos en nombre de supuestos valores absolutos”,<br />
dice en Nicaragua tan violentamente dulce. Fue esta revolución la<br />
que generó un cambio en su manera de pensar y entender el arte, la<br />
que le abrió los ojos mostrándole el gran vacío político que había en<br />
él, su inutilidad política. A partir de ese momento <strong>Cortázar</strong> buscará<br />
ser un escritor comprometido y contribuir con los pueblos de<br />
América Latina que buscan su soberanía e independencia y que se<br />
ven sometidos por regímenes dictatoriales, como lo hicieron César<br />
Vallejo, Ernesto Cardenal, y muchos otros escritores. Para lograr<br />
esto se convirtió en un comunicador social que dio a conocer lo que<br />
realmente ocurría en esos países y de esta manera procuró evitar<br />
la información sesgada y manipulada que transmitían los medios<br />
imperialistas; también buscaba la solidaridad de otros pueblos y<br />
contribuir con las campañas de alfabetización. Además, <strong>Cortázar</strong><br />
dona el dinero generado por la venta y los derechos de autor de<br />
algunos de sus libros para ayudar a la liberación de los presos políticos.<br />
Uno de ellos fue Libro de Manuel, novela de tema político que<br />
fue ganadora del premio Médicis étranger; el dinero que obtuvo con<br />
este galardón lo donó al Frente Unificado de la resistencia chilena.<br />
También colaboró con Nicaragua y la Revolución Sandinista, país al<br />
que viajó en varias oportunidades y con el que contribuyó en gran<br />
7
manera; experiencia que dejó plasmada en el libro Nicaragua tan<br />
violentamente dulce.<br />
Dicho libro es el fiel testimonio de los momentos clave de la<br />
Revolución Sandinista y de cómo <strong>Cortázar</strong> colaboró en la medida<br />
de sus posibilidades con aquella revolución naciente, como en<br />
su momento lo hiciera con la cubana: “Ayudar hoy a Nicaragua es<br />
ayudar a la causa de la libertad y la justicia en América Latina”, dice.<br />
Él va a ese país por primera vez mucho antes del triunfo de la revolución,<br />
en 1967, gracias a una invitación que le extiende el poeta<br />
Ernesto Cardenal y el novelista Sergio Ramírez. Los tres hacen un<br />
viaje clandestino desde San José (Costa Rica) hasta la frontera con<br />
Nicaragua, y de ahí en barco hasta el archipiélago. Allí se encuentra<br />
con un país destruido por la guerra civil y en completa ruina física y<br />
cultural. Su propósito será dar cuenta de cada uno de los atropellos<br />
a la dignidad y los derechos humanos ocasionados por los somocistas<br />
y rechazar la injerencia de los Estados Unidos en su territorio,<br />
pero también el de testimoniar cómo este pueblo entregó todo por<br />
su libertad y no le importó arriesgar la vida con tal de conseguirla.<br />
En él da cuenta de cómo niños y jóvenes se vieron en la obligación<br />
de cumplir tareas de adultos al tener que colaborar con las guerrillas<br />
y armarse con fusiles. También hace referencia a los países<br />
que se solidarizaron con la causa de Nicaragua; ejemplo de ello<br />
el gran gesto que tuvo Grenada, esa pequeña isla del Caribe que<br />
logró reunir con grandes esfuerzos 5000 dólares para donárselos;<br />
la ayuda que prestó Cuba llevando contingentes de maestros para<br />
alfabetizar a la población, y cómo la mitad de ésta enseñó a leer a<br />
la otra mitad; y su experiencia junto a los revolucionarios Tomás<br />
Borge y Sergio Ramírez. De tal modo, testimonia cada una de estas<br />
actividades criticando ideas revolucionarias que considera erradas,<br />
por ejemplo condena que en Cuba se quisiera crear un esquema del<br />
“hombre nuevo”, un tipo de “revolucionario permanente”, dentro<br />
de cuyos parámetros no cabe el homosexual, al que se condena y se<br />
define como un enfermo, o nuestro “machismo tropical”, entre otros<br />
tópicos.<br />
Además, el libro Nicaragua tan violentamente dulce mezcla<br />
la crónica periodística y el testimonio con el ensayo literario y la<br />
crítica. Reunimos en la presente edición otros testimonios que<br />
de alguna manera dan un perfil más completo de la actividad de<br />
<strong>Cortázar</strong> como escritor comprometido con causas políticas. Ellos<br />
son:<br />
La entrevista hecha por Omar Prego, donde <strong>Cortázar</strong> explica<br />
cuándo y por qué asume un compromiso político; siendo quizás<br />
el documento más fácilmente clasificable, es la conjunción de la<br />
oralidad con imágenes que exceden lo propiamente literario para<br />
plantear conceptos políticos capitales, así, por ejemplo, la imagen<br />
de la rosa de los vientos es usada para dar cuenta de la relación<br />
entre perspectiva y orientación política en un mundo globalizado.<br />
La Carta abierta a Roberto Fernández Retamar, donde se refiere<br />
al intelectual latinoamericano, es un documento público escrito<br />
como quien habla a un amigo, es decir en un tono íntimo y fraternal.<br />
La Carta a Adelaida y Roberto Fernández Retamar es una conmovedora<br />
carta sobre la muerte del Che, que, a pesar de su carácter<br />
privado, es, sin embargo, un documento micropolítico que expresa<br />
un sentimiento de duelo necesariamente público y remata con un<br />
poema.<br />
Por su parte, la Respuesta a la revista Life se sale de los cánones<br />
de una colaboración para convertirse en “una incursión en el territorio<br />
enemigo” que denuncia los mecanismos de poder usados<br />
por Estados Unidos y las transnacionales mediáticas y el imperialismo,<br />
que manipulan la información y establecen condiciones para<br />
publicar las noticias que a ellos les interesa suministrar.<br />
Y por último, el poema Policrítica en la hora de los chacales es<br />
una respuesta y justificación a la toma de posición frente al sonado<br />
caso de Heberto Padilla y más generalmente en torno a la Revolución<br />
Cubana.<br />
Alejandro Madero<br />
8<br />
9
Nota editorial<br />
La intención de este libro es dar a conocer las facetas políticas<br />
del pensamiento y la escritura de Julio <strong>Cortázar</strong>, quien ha sido<br />
generalmente encasillado por los cánones actuales como escritor<br />
de ficción o de literatura, opacando con esto su praxis política y en<br />
particular los vínculos que él establecía entre la creación artística<br />
–en este caso literaria– y la acción revolucionaria.<br />
Por tal motivo reunimos, bajo el título Testimonios de una escritura<br />
política, una serie heterogénea de sus escritos tomados de lo<br />
que podríamos denominar como su etapa política a partir de 1959,<br />
año en que triunfa la Revolución Cubana. Lo heterogéneo de dicha<br />
antología se debe a la diversidad de géneros: cartas personales y<br />
públicas, crónica, entrevista, notas para la prensa, poesía; y también<br />
a que los textos son en sí mismos heterodoxos con respecto a los<br />
géneros estipulados por la crítica.<br />
Esta serie de escritos aborda al menos tres aspectos de importancia<br />
capital para pensar y construir la revolución. El primero es<br />
el testimonio del proceso de toma de posición política del autor<br />
en el contexto mundial que le tocó vivir. El segundo es la relación<br />
entre política y arte. El tercero es la relación entre los intelectuales<br />
y artistas con las luchas de los pueblos oprimidos y la revolución.<br />
En general, se puede decir que todo el libro desarrolla y piensa qué<br />
significa comprometerse políticamente.<br />
Los capítulos que componen Nicaragua tan violentamente dulce,<br />
fueron publicados con anterioridad en la prensa iberoamericana.<br />
La primera edición fue publicada en 1983 por la editorial Nueva<br />
Nicaragua. Esta edición se basó en la de Muchnik Editores, S.A.<br />
Cuarta edición aumentada, Barcelona, 1984.<br />
El lector podrá encontrar la información sobre las fuentes<br />
bibliográficas de donde fueron tomados los escritos aquí publicados<br />
en los pie de página de cada título, lugar donde también<br />
encontrará –en los casos necesarios– datos relativos al contexto de<br />
su publicación original.<br />
11
Por último, quisiéramos decir que si bien no agotamos aquí toda<br />
la producción política de <strong>Cortázar</strong>, los escritos reunidos son, en sí<br />
mismos, un ejemplo de praxis política. No sólo expresan las ideas<br />
del autor sino que suponen una intervención política concreta, la<br />
cual tiene como medio la potencia de la palabra.<br />
Nicaragua tan violentamente dulce<br />
Alejandro Madero<br />
12
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Noticia para viajeros<br />
Si todo es corazón y rienda suelta<br />
y en las caras hay luz de mediodía,<br />
si en una selva de armas juegan niños<br />
y cada calle la ganó, la vida,<br />
no estás en Asunción ni en Buenos Aires,<br />
no te has equivocado de aeropuerto,<br />
no se llama Santiago el fin de etapa,<br />
su nombre es otro que Montevideo.<br />
Viento de libertad fue tu piloto<br />
y brújula de pueblo te dio el norte,<br />
cuántas manos tendidas esperándote,<br />
cuántas mujeres, cuántos niños y hombres<br />
al fin alzando juntos el futuro,<br />
al fin transfigurados en sí mismos,<br />
mientras la larga noche de la infamia<br />
se pierde en el desprecio del olvido.<br />
La viste desde el aire, ésta es Managua<br />
de pie entre ruinas, bella en sus baldíos,<br />
pobre como las armas combatientes,<br />
rica como la sangre de sus hijos.<br />
Ya ves, viajero, está su puerta abierta,<br />
todo el país es una inmensa casa.<br />
No, no te equivocaste de aeropuerto:<br />
entra nomás, estás en Nicaragua.<br />
Managua, febrero de 1980<br />
15
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Apuntes al margen de una relectura de 1984<br />
Discurso del idiota<br />
Una noche, creo que en Torún, cuna de Copérnico, el pintor Matta<br />
me vio llegar y me saludó, diciéndome:<br />
“¡Ah, aquí está, el idiota!” Me quedé un tanto helado, pero la explicación<br />
vino en seguida: “Te llamo idiota como lo llamaban al príncipe<br />
Mishkin, porque a ti te ocurre como a él, meter el dedo en la llaga con<br />
la mayor inocencia, y estás siempre alarmando a la gente porque dices<br />
las cosas más inapropiadas en cualquier circunstancia, y sólo algunos<br />
se dan cuenta de que no eran de ninguna manera inapropiadas. Tú,<br />
entretanto, no entiendes nada de lo que pasa, igual que el príncipe de<br />
Dostoievski”. Tal vez aquí tampoco entiendo nada, querido Matta.<br />
El horror: totalidad y parcialidad<br />
Casi desde el comienzo, la certidumbre de que el horror tiene un<br />
límite al que sólo se llegará después de bajar un incontable número<br />
de peldaños. El infierno de Dante Alighieri es estático, jerárquico; los<br />
grados del horror se abarcan desde la invocación inicial, la esperanza<br />
que queda atrás para siempre, pero se abarcan desde un narrador que<br />
sólo participa como testigo y que al fin, lo sabemos, volverá a ver el<br />
sol y las demás estrellas. Winston Smith, en cambio, no volverá de su<br />
inmersión en el horror, y de alguna manera lo sabe desde el principio;<br />
cuando O’Brien se lo dice en la última etapa, no le dice nada nuevo;<br />
Winston Smith deberá bajar uno a uno los peldaños, y en algunos de<br />
ellos habrá como una esperanza agazapada: Julia O’Brien, el anticuario,<br />
un destello de posible salvación que se negará a sí mismo y<br />
mostrará su traición y su engaño, hasta obligarlo a su vez a la traición<br />
y al autoengaño final. El horror es infinitamente más grande en 1984<br />
porque su límite no está en sí mismo, en la progresión del mal, sino<br />
en la inversión de la esperanza, el descubrimiento de que es también<br />
una de las fuerzas del mal. Lo que en un famoso relato de Villiers<br />
de L’Isle Adam se condensa en una inversión final y fulminante (la<br />
tortura por la esperanza), en el de Orwell se da en una serie de desgarramientos;<br />
la esperanza no es posible pero sin embargo está ahí, y la<br />
comprobación de su imposibilidad es cada vez la ocasión del desgarramiento.<br />
El fondo del horror está en una escena final nada horrible en sí<br />
misma, el breve reencuentro de Winston y Julia, cuando los dos saben<br />
que se han traicionado mutuamente y sólo buscan separarse, olvidarse,<br />
seguir traicionándose allí donde en lo más hondo de sí mismos había<br />
latido la esperanza.<br />
Obviamente, el horror en 1984 es una figura que sólo alcanza su<br />
sentido fuera del libro, en la realidad histórica que lo contiene parcial<br />
y no totalmente. Un sentido figurado: el mundo podría llegar a ser<br />
como el de 1984, puesto que ya lo es en algunas de sus facetas. Por eso<br />
Orwell puede saltar del realismo a la alegoría, a la figura total, no cree,<br />
ni tampoco busca que el lector crea que el mundo va a llegar a ser el de<br />
1984, pero al proyectar ficticiamente el horror a sus últimas consecuencias,<br />
nos sitúa frente a nuestra responsabilidad, y esa responsabilidad<br />
supone la esperanza; es ésta quien hace entrar en acción a la responsabilidad<br />
que lleva a la lucha para impedir que 1984 pueda cumplirse<br />
en cualquier otro año del siglo. Y es mi esperanza la que escribe estas<br />
líneas en un momento en que muchos fragmentos y esbozos del mundo<br />
de 1984 se manifiestan inequívocamente en nuestra realidad. Ahora<br />
bien, el mundo orwelliano es el Mal que ya ha triunfado; el nuestro (ese<br />
en el que creemos y por el cual luchamos) contiene el Mal en el seno<br />
del Bien; y si ésta es también una figura, podemos ya pasar de nuestro<br />
lado y hablar de reacción dentro de la revolución; terreno crítico si lo<br />
hay, y precisamente por ese terreno de la máxima responsabilidad del<br />
escritor comprometido con la causa de los pueblos. (Y no sólo de él, por<br />
supuesto, pero aquí me sitúo en mi terreno específico, sin pretender<br />
entrar en el de los ideólogos y los politólogos.)<br />
Los grados de la crítica<br />
Me muevo en el contexto de los procesos liberadores de Cuba<br />
y de Nicaragua, que conozco de cerca; si critico, lo hago por esos<br />
procesos y no contra ellos; aquí se instala la diferencia con la crítica<br />
16<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
que los rechaza desde su base; aunque no siempre lo reconozca<br />
explícitamente. Esa base es casi siempre escamoteada; prácticamente<br />
no se niega nunca al socialismo como ideología válida, mientras<br />
que se denuncian y atacan vehementemente los frecuentes<br />
errores de su práctica. A la cabeza (y a la vez en el fondo cuando<br />
se trata de Cuba) está la noción de la URSS vista como un régimen<br />
execrable; Stalin borra la imagen de Lenin, y Lenin la de Marx. Esa<br />
crítica no acepta el socialismo como ideología viable, y no lo acepta<br />
por las mismas razones que el capitalismo enuncia desembozadamente,<br />
así como éste supone un elitismo económico dominante<br />
e imperialista, esa crítica intelectual supone un elitismo “espiritual”<br />
que se alía automática y necesariamente al económico. Pero<br />
eso, claro, no se dice nunca. El miedo signa esa crítica: el miedo de<br />
perder un status milenario.<br />
Cuando no se tiene en cuenta esta opción básica, ese tipo<br />
de crítica puede convencer a muchos, y de hecho los convence,<br />
máxime cuando se hace con inteligencia y con el beneficio del<br />
prestigio que da una importante obra literaria paralela; ¿cómo<br />
echar en saco roto las críticas de un Octavio Paz, de un Mario<br />
Vargas Llosa? Personalmente comparto muchos de sus reparos,<br />
con la diferencia de que en mi caso lo hago para defender una<br />
idea del futuro que ellos sólo parecen imaginar como un presente,<br />
mejorado, sin aceptar que hay que cambiarlo de raíz. Estoy de<br />
acuerdo con ellos en su punto de vista sobre problemas tales como<br />
el de Polonia o Afganistán, sobre los atropellos a la dignidad y a los<br />
derechos humanos que se repiten ominosamente en muchos regímenes<br />
socialistas (quiero decir, en muchos regímenes que a cada<br />
reiteración de esos atropellos se alejan del socialismo en vez de<br />
afirmarlo); estoy de acuerdo en que ningún argumento ideológico<br />
justifica poner el todo sobre las partes, la noción global de pueblo<br />
sobre la de individuo (pero en la medida en que la noción de individuo<br />
no escamotee la de pueblo, como es el caso en ese tipo de<br />
crítica siempre egocéntrica, que extrapola a los Sakharov o a los<br />
Padilla al conjunto de sus compatriotas y los convierte a todos en<br />
víctimas por lo menos potenciales). Hace rato que me reprochan<br />
no sumarme explícitamente a este tipo de denuncias; bueno, ahí<br />
tienen la denuncia, pero no les va a servir para gran cosa; porque<br />
mi crítica se abre y se cierra en cada caso concreto sin proyectarse<br />
a procesos sociales de una infinita complejidad y que de ninguna<br />
manera quedan invalidados, como se pretende, por errores e<br />
injusticias condenables pero circunstanciales, aborrecibles pero<br />
superables. Toda la diferencia está entre negar el socialismo como<br />
camino político viable, y defenderlo porque se lo critica, porque en<br />
cada caso concreto se denuncian errores y sus aberraciones.<br />
Y ya que estamos...<br />
Rimbaud lo dijo para siempre: Hay que cambiar la vida. Tanto él<br />
como Marx comprendieron que si la vida seguía por el cauce que<br />
hasta el siglo XX buscó trazarle ese Pantocrátor que también se<br />
llama Historia de Occidente, el destino del hombre era 1984. Ocurre<br />
entonces que el socialismo nace para destruir al Pantocrátor en la<br />
imagen del Zar, como Fidel Castro lo destruye en la de Batista y los<br />
sandinistas en la de Somoza. La noción del hombre nuevo surge<br />
inevitablemente; entonces, claro, empiezan los problemas en este<br />
ajedrez humano, demasiado humano.<br />
Para empezar: ¿en qué medida puede gestarse el hombre<br />
nuevo? ¿Quién conoce los parámetros? Hay un esquema ilusorio<br />
que rápidamente deriva al sectarismo y al empobrecimiento<br />
de la entidad humana: el de querer crear un tipo de revolucionario<br />
permanente, considerado a priori como bueno, abnegado,<br />
etc. Como bien lo supieron en Cuba, esta idealización entraña la<br />
negación de todas las ambivalencias libidinales, de las pulsiones<br />
irracionales; en última instancia se traduce en cosas tales como<br />
la condena del temperamento homosexual, del individualismo<br />
intelectual cuando se expresa en actitudes críticas o en actividades<br />
aparentemente desvinculadas del esfuerzo revolucionario,<br />
y puede abarcar en su repulsa al sentimiento religioso considerado<br />
como un resabio reaccionario.<br />
18<br />
19
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
En Cuba hace rato que las tentativas parciales por imponer el<br />
esquema idealista del hombre nuevo han cedido a una visión más<br />
abierta que se hace sentir positivamente en todos los planos, desde<br />
el intelectual hasta el lúdico y el erótico; nadie sabe en verdad cómo<br />
deberá ser el hombre nuevo, pero en cambio los cubanos parecen<br />
saber cuál es la cuota de hombre viejo que no se le puede quitar<br />
sin mutilarlo irremisiblemente. Una experiencia de veinte años<br />
empieza a dar resultados positivos en este campo fundamental;<br />
pero, por supuesto, la impenitente crítica antisocialista insiste en<br />
denunciar el primer esquema ya superado como si fuera permanente;<br />
le basta un caso aislado, un poeta en la prisión, un científico<br />
perseguido, para decretar el gulag total.<br />
El viraje negativo de la imagen exterior de Cuba se dio, es<br />
sabido, como consecuencia del llamado “caso Padilla” 1 , a comienzo<br />
de los años setenta, que en su momento condensó la visión errónea<br />
nacida del esquema ilusorio, y que se tradujo en medidas coercitivas<br />
que humillaban en vez de transformar, buscando un valor<br />
catártico y hasta ejemplar en cosas tales como la autocrítica pública,<br />
sin conseguir otra cosa que un estado de temor permanente, un<br />
pregusto de todo lo que en su última instancia desemboca en el<br />
terror de 1984. Esto lo saben de sobra los cubanos, y los que hoy<br />
lo niegan se cuentan seguramente entre quienes estuvieron más<br />
atemorizados y más callados en aquel momento.<br />
Si para algo sirvió en definitiva el caso Padilla, fue para separar<br />
el trigo de la paja fuera de Cuba, pues la crítica se escindió en las<br />
dos vertientes de que se habla más arriba. Mi crítica, por más solidaria<br />
que fuese, me valió siete años de silencio y de ausencia, pero<br />
1<br />
Heberto Padilla (1932-2000) Poeta cubano que tuvo una visión crítica de<br />
la revolución en la publicación de artículos para el periódico Juventud<br />
Rebelde y el poemario Fuera de juego con el que ganó el premio Julián<br />
del Casal pero publicado con una nota de advertencia que señalaba<br />
que contenía tópicos ideológicamente contrarios a la revolución, como<br />
la exaltación del individualismo, visión del tiempo como algo cíclico, etc.<br />
En 1971 es detenido por haber dado un recital y acusado de actividades<br />
subversivas. Este encarcelamiento provocó la protesta de muchos intelectuales<br />
y una ruptura de la armonía que había entre intelectualidad y<br />
revolución (nota del editor).<br />
20<br />
era una crítica que acaso, ayudó a franquear el paso del esquema<br />
ilusorio a otro en el que la necesidad de renovación no ignorara<br />
las pulsiones que hacen de un hombre lo que verdaderamente es.<br />
En cambio la crítica antisocialista se aferró a todas las extrapolaciones<br />
y generalizaciones que su retórica era capaz de inventar, y<br />
desde entonces hasta hoy, quince años después, sigue anclada en la<br />
denuncia permanente de algo transitorio; su periódica reiteración<br />
responde mecánicamente a la misma técnica: denunciar un atropello<br />
verdadero o no (Arenas, Valladares, etc.) y lanzar desde ahí la<br />
monótona escalada a la totalidad de lo cubano, porque esa totalidad<br />
es el socialismo en marcha, y de lo que se trata es de acabar con él.<br />
Esa crítica no me duele por sí misma sino porque opera en<br />
terreno favorable, con el sostén y el apoyo tácitos de los norteamericanos<br />
del establishment y de los intereses capitalistas mundiales.<br />
Los cubanos han contribuido no poco a favorecerla, aunque les<br />
sorprenda oírlo; demasiado solos en su isla, nunca comprendieron<br />
toda la importancia de estar auténticamente presentes en el exterior<br />
a través de su red diplomática y otros medios de información. La<br />
famosa carta de los intelectuales franceses a Fidel Castro, cuando el<br />
caso Padilla, fue una carta paternalista e imperdonable por su insolencia,<br />
pero puedo afirmar con todas las pruebas necesarias que esa<br />
carta no hubiera sido enviada si el primer pedido de información<br />
sobre los hechos –que firmé con muchos otros– hubiera tenido una<br />
respuesta en un plazo razonable. Es penoso comprobar, en Francia,<br />
por lo menos, que los episodios que se dan como negativos y que la<br />
crítica explota a fondo y diariamente, son los que se marcan más<br />
en la memoria colectiva, puesto que hay poca información sobre el<br />
prodigioso avance socioeconómico, cultural y científico de Cuba no<br />
sólo con respecto a su propio pasado sino frente al conjunto de los<br />
países latinoamericanos, la mayoría de ellos más ricos y poderosos<br />
que esa pequeña isla pero incapaces de operar el paso decisivo de la<br />
dependencia a la toma de posesión de su verdadera y escamoteada<br />
identidad nacional que reemplazan por un patriotismo vocinglero<br />
del que el fútbol y las islas Malvinas dan el mejor ejemplo.<br />
21
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
En ese sentido la crítica antisocialista ha marcado puntos y los<br />
seguirá marcando si Cuba no proyecta mejor su verdadera imagen.<br />
A veces creo soñar cuando algún francés me interroga sobre el caso<br />
Padilla; si le explico que eso es analógicamente como si me preguntara<br />
sobre los dinosaurios, se asombra un poco pues lo sigue viendo<br />
como algo actual y operante. Nicaragua, en cambio (es verdad que<br />
su revolución tiene la frescura de la infancia) ha logrado crear una<br />
imagen cada vez más amplia y completa en Europa, pese al diluvio<br />
de falsedades provenientes de Washington. ¿Pero no me estoy<br />
alejando demasiado de 1984?<br />
Los muchos caminos del buen camino<br />
No, y por una razón muy simple: la necesidad y el deber de<br />
luchar contra todos los brotes de Arimán en las tierras de Ormuz. El<br />
horror de 1984 sólo podrá evitarse si, paradójicamente, se combate<br />
contra sus gérmenes y sus latencias, dentro del campo mismo de<br />
Ormuz, dentro de un proceso socialista que es el polo opuesto del<br />
mundo imaginado por George Orwell.<br />
Hay dos críticas igualmente necesarias: la que hagamos del<br />
Moloch norteamericano, como exponente imperial de la dominación<br />
capitalista, y la que hagamos del socialismo cuando creemos<br />
que yerra el camino. Y de esta última se trata aquí como se ha visto,<br />
en la medida en que toca directamente a Cuba y a Nicaragua.<br />
Hay que volver, pues, a la cuestión del hombre nuevo que<br />
preocupa a estas dos jóvenes revoluciones...<br />
¿Pueden modificarse las estructuras antropológicas tradicionales,<br />
en las que sigue dominando el machismo no sólo tropical<br />
sino latinoamericano en su conjunto? No es fácil, cuando incluso<br />
muchas mujeres lo defienden, cuando la agresión imperialista<br />
obliga a constituir ejércitos profesionales en los que el signo es<br />
avasalladoramente masculino. Pienso que la educación en ambos<br />
países puede ser la cuña que rompa ese bloque de prejuicios<br />
activos y pasivos; que los hijos, por favor, se diferencien por fin de<br />
sus padres en este campo discriminatorio.<br />
El hecho incontestable de la homosexualidad como una de las<br />
facetas del calidoscopio humano es, a diferencia del machismo,<br />
un componente que nadie ha explicado bien, genética o socialmente,<br />
pero que no puede ser ignorado y mucho menos entendido<br />
como negativo; sus proyecciones sociales vienen de la reacción del<br />
animal acorralado, de las máscaras que buscan ocultarlo a los cazadores,<br />
y eso frente al hecho comprobable de que toda asimilación<br />
coherente al cuerpo social puede acabar con ese ghetto como lo<br />
muestran países más avanzados en ese terreno. La definición del<br />
homosexual como un enfermo, que se formuló alguna vez en Cuba,<br />
es una aberración y una ingenuidad simultáneas. Un comandante<br />
nicaragüense me dijo alguna vez que había que radiar a los homosexuales<br />
de los servicios públicos de alto nivel, porque su condición<br />
los volvía fáciles presas de la extorsión por parte de la “inteligencia”<br />
del enemigo. Le hice notar que tal cosa sólo podía ocurrir si esos<br />
funcionarios se veían obligados a mentir sobre su temperamento<br />
sexual y a ocultarlo; y que era falso, aunque cómodo, sostener como<br />
algunos críticos que se creen revolucionarios, que los movimientos<br />
gay en diversas partes del mundo sólo prueban la podredumbre del<br />
régimen capitalista. Siempre hubo y siempre habrá homosexuales,<br />
y su reconocimiento es la única manera de superar el problema;<br />
sin contar que –y esto enfurecerá a algunos–, a menos machismo<br />
menos homosexualidad; el equilibrio social derivado del equilibrio<br />
sexual amenguará automáticamente la agresividad que exacerba y<br />
compartimenta hoy la pulsión erótica.<br />
Cosa que también debe decirse del sadismo como latencia en<br />
las zonas irracionales y a veces todopoderosas, del ser humano. Esa<br />
latencia no me parece desarraigable, es una de las oscuras fuerzas<br />
que junto con la fuerza libidinal mueven muchas conductas.<br />
¿Vamos a postular al hombre nuevo como integralmente bueno?<br />
No, por supuesto, pero en cambio su novedad estará en todo lo<br />
que le dé el socialismo para que las latencias sádicas se sublimen<br />
lo más posible, así como según ciertos psicoanalistas todo cirujano<br />
esconde sin saberlo a un sádico que ama la vista de la sangre.<br />
Frente al culto del sadismo a través de los media del enemigo, que<br />
22<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
tantas veces consigue hacer de un niño un pequeño asesino que<br />
espera su hora, la orientación ética y política del socialismo es el<br />
mejor y más legítimo cuadro de vida para que las pulsiones sádicas<br />
se sublimen o incluso sean controladas por una decisión racional y<br />
no por el miedo al castigo que es (y que no es, dicho sea de paso) el<br />
único freno que el pánico capitalista posee para disminuir las olas<br />
de “violencia y los crímenes sexuales entre otras” manifestaciones<br />
de nuestra cuota sádica. Cuota que seguirá latente también en el<br />
hombre nuevo, pero inflexionada lo más positivamente posible;<br />
digamos, emblemáticamente a más cirujanos menos violadores de<br />
niños.<br />
Todo esto es chapucero y apenas esbozado, pero estábamos<br />
hablando de 1984, si me acuerdo bien, y en 1984 el sadismo es<br />
aunque Orwell no lo dice nunca, la razón de ser de Big Brother y su<br />
aparato total y totalitario de poder. Allí Arimán ha liquidado hasta el<br />
último resto de Ormuz. El socialismo no podrá liquidar jamás enteramente<br />
a Arimán, pero puede y debe neutralizarlo; esperar y hasta<br />
postular la creación de un hombre nuevo en el que las pulsiones<br />
profundas se hayan extinguido, es una ingenuidad en la que en el<br />
fondo, nadie cree.<br />
El idiota se despide<br />
Termino estos apuntes en momentos en que Arimán Reagan<br />
empuja imperiosamente a sus títeres externos e internos para<br />
que destruyan la Revolución Sandinista en Nicaragua y continúen<br />
combatiendo a las fuerzas populares de El Salvador. 1984 acaba<br />
de entrar en su simultaneidad literaria y temporal; las cosas no<br />
serán así en el mundo este año, pero sólo lo que está ocurriendo<br />
en América Central basta para mostrar uno de los peldaños por los<br />
cuales el horror orwelliano sigue descendiendo en su monstruosa<br />
voluntad de entropía. Polonia, Guatemala, Afganistán son otros<br />
peldaños; el lector conoce muchos más en África y en Asia. La escalera<br />
parece infinita pero no lo es; en lo más profundo de la noche<br />
está su término, y el descenso puede verse acelerado en cualquier<br />
momento; la guerra nuclear, la bomba neutrónica, el arrasamiento<br />
de inmensas zonas del planeta pueden convertir el descenso<br />
paulatino en una caída vertical que sólo habrá de detenerse ante la<br />
imagen final de Big Brother.<br />
Frente a esta perspectiva, sólo creo en el socialismo como posibilidad<br />
humana; pero ese socialismo debe ser un fénix permanente,<br />
dejarse atrás a sí mismo en un proceso de renovación y de invención<br />
constantes; y eso sólo puede lograrse a través de su propia<br />
crítica, de la que estos apuntes son vagos y mínimos fragmentos.<br />
Apocalipsis de Solentiname<br />
Los ticos son siempre así, más bien calladitos pero llenos de<br />
sorpresas, uno baja en San José de Costa Rica: y ahí están esperándote<br />
Carmen Naranjo y Samuel Rovinski y Sergio Ramírez (que<br />
es de Nicaragua y no tico, pero qué diferencia en el fondo si es lo<br />
mismo, qué diferencia en que yo sea argentino aunque por gentileza<br />
debería decir tino, y los otros nicas o ricos). Hacía uno de esos<br />
calores y para peor todo empezaba en seguida, conferencia de<br />
prensa con lo de siempre, ¿por qué no vivís en tu patria, qué pasó<br />
que Blow-Up era tan distinto de tu cuento, te parece que el escritor<br />
tiene que estar comprometido? A esta altura de las cosas ya sé que<br />
la última entrevista me la harán en las puertas del infierno y seguro<br />
que serán las mismas preguntas, y si por caso es chez San Pedro la<br />
cosa no va a cambiar, ¿a usted no le parece, que allá abajo escribía<br />
demasiado hermético para el pueblo?<br />
Después el hotel Europa y esa ducha que corona los viajes con<br />
un largo monólogo de jabón y de silencio.<br />
Solamente que a las siete, cuando ya era hora de caminar por<br />
San José y ver si era sencillo y parejito como me habían dicho, una<br />
mano se me prendió del saco y detrás estaba Ernesto Cardenal<br />
y qué abrazo, poeta, qué bueno que estuvieras ahí después del<br />
encuentro en Roma, de tantos encuentros sobre el papel a lo largo<br />
de años. Siempre me sorprende, siempre me conmueve que alguien<br />
como Ernesto venga a verme y a buscarme, vos dirás que hiervo<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
de falsa modestia pero decilo nomás viejo, el chacal aúlla pero el<br />
ómnibus pasa, siempre seré un aficionado, alguien que desde abajo<br />
quiere tanto a algunos que un día, resulta que también lo quieren,<br />
son cosas que me superan, mejor pasamos a la otra línea.<br />
La otra línea era que Ernesto sabía que yo llegaba a Costa Rica<br />
y dale, de su isla se había venido en avión porque el pajarito que le<br />
lleva las noticias lo tenía informado de que los ticos me planeaban<br />
un viaje a Solentiname, y a él le parecía irresistible la idea de venir<br />
a buscarme, con lo cual dos días después Sergio y Oscar y Ernesto<br />
y yo colmábamos la demasiado colmable capacidad de una avioneta<br />
Piper Aztec, cuyo nombre será siempre un enigma para mí,<br />
pero que volaba entre hipos y borborigmos ominosos mientras el<br />
rubio piloto sintonizaba unos calipsos contrarrestantes y parecía<br />
por completo indiferente a mi noción de que el azteca nos llevaba<br />
derecho a la pirámide del sacrificio. No fue así, como puede verse,<br />
bajamos en Los Chiles y de ahí un jeep igualmente tambaleante<br />
nos puso en la finca del poeta José Coronel Urtecho, a quien más<br />
gente haría bien en leer y en cuya casa descansamos hablando de<br />
tantos otros amigos poetas, de Roque Dalton y de Gertrude Stein y<br />
de Carlos Martínez Rivas hasta que llegó Luis Coronel, y nos fuimos<br />
para Nicaragua en su jeep y en su panga de sobresaltadas velocidades.<br />
Pero antes hubo fotos de recuerdo con una cámara de esas<br />
que dejan salir ahí nomás un papelito celeste que poco a poco y,<br />
maravillosamente y polaroid se va llenando de imágenes paulatinas,<br />
primero ectoplasmas inquietantes y poco a poco una nariz,<br />
un pelo crespo, la sonrisa de Ernesto con su vincha nazarena, doña<br />
María y don José recortándose contra la veranda. A todos les parecía<br />
muy normal eso porque desde luego estaban habituados a servirse<br />
de esa cámara pero yo no, a mí ver salir de la nada, del cuadradito<br />
celeste de la nada esas caras y esas sonrisas de despedida me<br />
llenaba de asombro y se lo dije, me acuerdo de haberle preguntado<br />
a Oscar qué pasaría si alguna vez después de una foto de familia<br />
el papelito celeste de la nada empezara a llenarse con Napoleón a<br />
caballo, y la carcajada de don José Coronel que todo lo escuchaba<br />
como siempre, el jeep, vámonos ya para el lago.<br />
A Solentiname llegamos entrada la noche. Allí esperaban Teresa<br />
y William y un poeta gringo y los otros muchachos de la comunidad;<br />
nos fuimos a dormir casi en seguida pero antes vi las pinturas en<br />
un rincón. Ernesto hablaba con su gente y sacaba de una bolsa las<br />
provisiones y regalos que traía de San José, alguien dormía en una<br />
hamaca y yo vi las pinturas en un rincón, empecé a mirarlas. No<br />
recuerdo quién me explicó que eran trabajos de los campesinos<br />
de la zona, ésta la pintó el Vicente, ésta es de la Ramona, algunas<br />
firmadas y otras no, pero todas tan hermosas, una vez más la visión<br />
primera del mundo; la mirada limpia del que describe su entorno<br />
como un canto de alabanza: vaquitas enanas en prados de amapola,<br />
la choza de azúcar donde va saliendo la gente como hormigas; el<br />
caballo de ojos verdes contra un fondo de cañaverales, el bautismo<br />
en una iglesia que no cree en la perspectiva y se trepa o se cae sobre<br />
sí misma, el lago con botecitos como zapatos y en último plano un<br />
pez enorme que ríe con labios de color turquesa. Entonces vino<br />
Ernesto a explicarme que la venta de las pinturas ayudaba a tirar<br />
adelante; por la mañana me mostraría trabajos en madera y piedra<br />
de los campesinos y también sus propias esculturas, nos íbamos<br />
quedando dormidos, pero yo seguí todavía ojeando los cuadritos<br />
amontonados en un rincón; sacando las grandes barajas de tela con<br />
las vaquitas y las flores y esa madre con dos niños en las rodillas,<br />
uno de blanco y el otro de rojo, bajo un cielo tan lleno de estrellas<br />
que la única nube quedaba como humillada en un ángulo, apretándose<br />
contra la varilla del cuadro, saliéndose ya de la tela de puro<br />
miedo. Al otro día era domingo y misa de once, la misa de Solentiname<br />
en la que los campesinos, y Ernesto y los amigos de visita<br />
comentan juntos un capítulo del evangelio que ese día era el arresto<br />
de Jesús en el huerto, un tema que la gente de Solentiname trataba<br />
como si hablaran de ellos mismos, de la amenaza de que les cayeran<br />
en la noche, o en pleno día, esa vida en permanente incertidumbre<br />
de las islas y de la tierra firme y de toda Nicaragua; no solamente de<br />
toda Nicaragua, sino de casi toda América Latina, vida rodeada de<br />
miedo y de muerte, vida de Guatemala y vida de El Salvador, vida de<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
la Argentina; y de Bolivia, vida de Chile y de Santo Domingo, vida<br />
del Paraguay, vida de Brasil y de Colombia.<br />
Ya después hubo que pensar en volverse y fue entonces que<br />
pensé de nuevo en los cuadros, fui a la sala de la comunidad y<br />
empecé a mirarlos a la luz delirante de mediodía, los colores más<br />
altos, los acrílicos o los óleos enfrentándose desde caballitos y<br />
girasoles y fiestas en los prados y palmares simétricos. Recordé<br />
que tenía un rollo de color en la cámara y salí a la veranda con<br />
una brazada de cuadros; Sergio, que llegaba, me ayudó a tenerlos<br />
parados en la buena luz, y de uno en uno los fui fotografiando con<br />
cuidado, centrando de manera que cada cuadro ocupara enteramente<br />
el visor. Las casualidades son así: me quedaban tantas tomas<br />
como cuadros, ninguno se quedó afuera y cuando vino Ernesto a<br />
decirnos que la panga estaba lista, le conté lo que había hecho y él<br />
se rió, ladrón de cuadros, contrabandista de imágenes. Sí, le dije,<br />
me los llevo todos, allá los proyectaré en mi pantalla y serán más<br />
grandes y más brillantes que éstos, jódete.<br />
Volví a San José, estuve en La Habana y anduve por ahí haciendo<br />
cosas, de vuelta a París con un cansancio lleno de nostalgia, Claudine<br />
calladita esperándome en Orly, otra vez la vida de reloj pulsera<br />
y merci monsieur, bónjour madame, los comités, los cines, el vino<br />
tinto y Claudine, los cuartetos de Mozart y Claudine. Entre tanta cosa<br />
que los sapos maletas habían escupido sobre la cama y la alfombra,<br />
revistas, recortes, pañuelos y libros de poetas centroamericanos, los<br />
tubos de plástico gris con los rollos de películas, tanta cosa a lo largo<br />
de dos meses, la secuencia de la Escuela Lenin de La Habana, las<br />
calles de Trinidad, los perfiles del volcán Irazú y su cubeta de agua<br />
hirviente verde donde Samuel y yo y Sarita habíamos imaginado<br />
patos ya asados flotando entre gasas de humo azufrado. Claudine<br />
llevó los rollos a revelar, una tarde andando por el barrio latino me<br />
acordé y como tenía la boleta en el bolsillo los recogí y eran ocho,<br />
pensé en seguida en los cuadritos de Solentiname y cuando estuve<br />
en mi casa busqué en las cajas y fui mirando el primer diapositivo<br />
de cada serie, me acordaba de que antes de fotografiar los cuadritos,<br />
había estado sacando la misa de Ernesto unos niños jugando entre<br />
las palmeras igualitos a las pinturas, niños, y palmeras y vacas<br />
contra un fondo violentamente azul de cielo y de lago apenas un<br />
poco más verde, o a lo mejor al revés, ya no lo tenía claro. Puse en<br />
el cargador la caja de los niños y, la misa, sabía que después empezaban<br />
las pinturas, hasta el final del rollo.<br />
Anochecía y yo estaba solo, Claudine vendría al salir del trabajo<br />
para escuchar música y quedarse conmigo; armé la pantalla y un<br />
ron con mucho hielo, el proyector con su cargador listo y su botón<br />
de telecomando; no hacía falta correr las cortinas, la noche servicial<br />
ya estaba ahí encendiendo las lámparas y el perfume del ron; era<br />
grato pensar que todo volvería a darse poco a poco, después de los<br />
cuadritos de Solentiname empezaría a pasar las cajas con las fotos<br />
cubanas, pero por qué los cuadritos primero, por qué la deformación<br />
profesional, el arte antes que la vida, y por qué no le dijo el<br />
otro a éste en su eterno indesarmable diálogo fraterno y rencoroso,<br />
por qué no mirar primero las pinturas de Solentiname si también<br />
son la vida, si todo es lo mismo. Pasaron las fotos de la misa, más<br />
bien malas por errores de exposición, los niños en cambio jugaban<br />
a plena luz y dientes tan blancos. Apretaba sin ganas el botón de<br />
cambio, me hubiera quedado tanto rato mirando cada foto pegajosa<br />
de recuerdo, pequeño mundo frágil de Solentiname rodeado de<br />
agua y de esbirros como estaba rodeado el muchacho que miré sin<br />
comprender, yo había apretado el botón y el muchacho estaba ahí<br />
en un segundo plano, clarísimo, una cara ancha y lisa como llena de<br />
incrédula sorpresa mientras su cuerpo se vencía hacia adelante, el<br />
agujero metido en mitad de la frente, la pistola del oficial, marcando<br />
todavía la trayectoria de la bala, los otros a los lados las metralletas,<br />
un fondo confuso de casas y de árboles.<br />
Se piensa lo que se piensa, eso llega siempre antes que uno<br />
mismo y lo deja tan atrás; estúpidamente, me dije que se habrían<br />
equivocado en la óptica que me habían dado las fotos de otro cliente,<br />
pero entonces la misa; los niños jugando en el prado, entonces<br />
cómo. Tampoco mi mano obedecía cuando apretó el botón y fue un<br />
salitral interminable a mediodía con dos o tres cobertizos de chapas<br />
herrumbradas, gente amontonada a la izquierda mirando los<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE:<br />
cuerpos tendidos boca arriba, sus brazos abiertos contra un cielo<br />
desnudo y gris; había que fijarse mucho para distinguir en el fondo<br />
al grupo uniformado de espaldas y yéndose, el jeep que esperaba en<br />
lo alto de una loma.<br />
Sé que seguí; frente a eso que se resistía a toda cordura lo<br />
único posible era seguir apretando el botón, mirando la esquina de<br />
Corrientes y San Martín y el auto negro con los cuatro tipos apuntando<br />
a la vereda donde alguien corría con una camisa blanca y<br />
zapatillas, dos mujeres queriendo refugiarse detrás de un camión<br />
estacionado, alguien mirando de frente, una cara de incredulidad<br />
horrorizada, llevándose una mano al mentón como para tocarse y<br />
sentirse todavía vivo, y de golpe la pieza casi a oscuras, una sucia<br />
luz cayendo de la alta ventanilla enrejada, la mesa con la muchacha<br />
desnuda boca arriba y el pelo colgándole hasta el suelo, la sombra<br />
de espaldas metiéndole un cable entre las piernas abiertas, los dos<br />
tipos de frente hablando entre ellos, una corbata azul y un suéter<br />
verde. Nunca supe si seguía apretando o no el botón, vi un claro<br />
de selva, una cabaña con techo de paja y árboles en primer plano,<br />
contra el tronco del más próximo un muchacho flaco mirando<br />
hacia la izquierda donde un grupo confuso, cinco o seis muy juntos<br />
le apuntaban con fusiles y pistolas; el muchacho de cara larga y<br />
un mechón cayéndole en la frente morena los miraba, una mano<br />
alzada a medias, la otra a lo mejor en el bolsillo del pantalón era<br />
como si les estuviera diciendo algo sin apuro, casi displicentemente,<br />
y aunque la foto era borrosa yo sentí y supe y vi que el<br />
muchacho era Roque Dalton, y entonces sí apreté el botón como<br />
si con eso pudiera salvarlo de la infamia de esa muerte y alcancé a<br />
ver un auto que volaba en pedazos en pleno centro de una ciudad<br />
que podía ser Buenos Aires o São Paulo, seguí apretando y apretando<br />
entre ráfagas de caras ensangrentadas y pedazos de cuerpos<br />
y carreras de mujeres y de niños por una ladera boliviana o guatemalteca,<br />
de golpe la pantalla se llenó de mercurio, y de nada y<br />
también de Claudine que entraba silenciosa volcando su sombra en<br />
la pantalla antes de inclinarse y besarme en el pelo y preguntar si<br />
eran lindas, si estaba contento de las fotos, si se las quería mostrar.<br />
Corrí el cargador y volví a ponerlo en cero; uno no sabe cómo ni por<br />
qué hace las cosas. Cuando ha cruzado un límite que tampoco sabe.<br />
Sin mirarla, porque hubiera comprendido o simplemente tenido<br />
miedo de esa que debía ser mi cara, sin explicarle nada porque todo<br />
era un solo nudo desde la garganta hasta las uñas de los pies, me<br />
levanté y despacio la senté en mi sillón y algo debí decir de que iba<br />
a buscarle un trago y que mirara, que mirara ella mientras yo iba a<br />
buscarle un trago. En el baño creo que vomité, o solamente lloré<br />
y, después vomité o no hice nada y solamente estuve sentado en<br />
el borde de la bañera dejando pasar el tiempo hasta que pude ir a<br />
la cocina y prepararle a Claudine su bebida preferida, llenársela<br />
de hielo y entonces sentir el silencio, darme cuenta de que Claudine<br />
no gritaba ni venía corriendo a preguntarme, el silencio nada<br />
más y por momentos el bolero azucarado que se filtraba desde el<br />
departamento de al lado. No sé cuánto tardé en recorrer lo que<br />
iba de la cocina al salón, ver la parte de atrás de la pantalla justo<br />
cuando ella llegaba al final y la pieza se llenaba con el reflejo del<br />
mercurio instantáneo, y después la penumbra, Claudine apagando<br />
el proyector y echándose atrás en el sillón para tomar el vaso y<br />
sonreírme despacito, feliz y grata y tan contenta.<br />
—Qué bonitas te salieron, esa del pescado que se ríe y la madre<br />
con los dos niños y las vaquitas en el campo; espera y esa otra del<br />
bautismo en la iglesia, decime quién los pintó, no se ven las firmas.<br />
Sentado en el suelo sin mirarla, busqué mi vaso y bebí de un<br />
trago. No le iba a decir nada, qué le podía decir ahora, pero, me<br />
acuerdo de que pensé vagamente en preguntarle una idiotez,<br />
preguntarle si en algún momento no había visto una foto de Napoleón<br />
a caballo. Pero no se lo pregunté, claro.<br />
San José, La Habana; abril de 1976<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Nicaragua la nueva<br />
Asaltos y otras bellezas<br />
Aunque, no me falta un poco de imaginación, si alguien me<br />
hubiera dicho hace un mes que me tocaría entrar en Nicaragua<br />
a bordo del jet que perteneció a Somoza, yo le habría contestado<br />
como buen porteño:<br />
“Anda cántale a Gardel”.<br />
Bien mirado, sin embargo, hubiera debido tener presente que<br />
hasta ahora mis ingresos en Nicaragua han sido por lo menos<br />
insólitos. La vez anterior, tres años atrás, lo hice clandestinamente<br />
en una avioneta que salió de Costa Rica llevándonos a Ernesto<br />
Cardenal, Sergio Ramírez, Oscar Castillo, y yo hasta la frontera<br />
donde amigos, seguros nos trasvasaron a jeeps y lanchas para<br />
desembarcarnos en Solentiname; pero todo esto ya lo he contado en<br />
otra parte, aunque acaso algunos lectores hayan pensado entonces<br />
que se trataba de una ficción. Empiezo a creer que tratándose de<br />
Nicaragua la frontera entre ficción y realidad no está muy clara en<br />
lo que a mí se refiere, porque este segundo viaje, nada clandestino<br />
ahora, tuvo también ribetes casi oníricos, o sea que empezó con<br />
una pesadilla diurna cuando en pleno centro de Panamá, donde<br />
hacíamos tiempo antes de tomar el avión de línea para Managua,<br />
mi compañera Carol y yo fuimos asaltados por alguien que dotado<br />
de considerable eficacia se perdió en la nada llevándose casi todo lo<br />
que teníamos, entre otras cosas nuestros pasaportes.<br />
Perder el pasaporte es siempre temible en nuestros tiempos,<br />
sobre todo cuando no se está nada seguro de que las autoridades<br />
de nuestros países van a darnos otro y cuando no hay manera de<br />
abordar un avión sin papeles, tarjetas, sellos, contrasellos y matasellos.<br />
La pesadilla se volvió resueltamente kafkiana en los cuarteles<br />
de la policía, donde un trámite es un trámite y fue preciso exponer<br />
en detalle algo que había ocurrido en pocos segundos. En casos<br />
así me ocurre situarme en una especie de segundo plano desde<br />
el cual me veo a mí mismo con una indiferente objetividad (claro<br />
que la procesión sigue por dentro) y asisto con todas mis reservas<br />
de humor a lo que me está ocurriendo, en este caso que un oficial<br />
de policía alce los ojos de la máquina de escribir y me pregunte:<br />
“¿Cómo se llama su papá?” (sic) mientras yo pienso que maldito lo<br />
que tiene que hacer ahí y en esas circunstancias un señor que se ha<br />
muerto hace treinta y cinco años, pero lo mismo hay que explicar<br />
que se llamaba Julio, aunque a los efectos del caso lo mismo daría<br />
bautizarlo Hilario o Constantino.<br />
La pesadilla kafkiana (que consiste en que todo se estira interminablemente<br />
y siempre en una dirección inútil y a la vez vagamente<br />
peligrosa, como si de nuestro interrogatorio, en tanto que<br />
víctimas de un asalto pudiera nacer poco a poco una bifurcación<br />
que nos fuera transformando en sospechosos y finalmente en<br />
culpables de algún gravísimo delito), volvió bruscamente a una<br />
realidad harto preferible en esos momentos, con la entrada en<br />
escena de un emisario del general Omar Torrijos, quien enterado<br />
de nuestra presencia en Panamá nos mandaba buscar y de paso<br />
ponía a todos los detectives de la ciudad en persecución del ladrón<br />
de pasaportes. Éstos no aparecieron, pero sí largos tragos helados<br />
y alcohólicos y necesarios, y una hospitalidad que no olvidaremos,<br />
cálida y discreta a la vez, una charla con un hombre cuya fuerza<br />
interior se oculta tras una displicente bonhomía. Tímido como soy<br />
cuando no conozco bien a mi interlocutor, sentí en Torrijos la misma<br />
dificultad para el contacto, que se fue dando poco a poco y finalmente<br />
se cumplió con una llaneza, que creo nos colmó plenamente<br />
a ambos. Si tuviera que resumir la personalidad de Omar Torrijos<br />
creo que evocaría la imagen del leopardo, su suave negligencia bajo<br />
la cual se agazapa la fuerza fulminante.<br />
Pero lo irracional velaba todavía, porque cuando la realidad se<br />
acumula y se condensa en demasía termina por cambiar de signo<br />
y todo es posible en ella como en los sueños o los cuentos fantásticos.<br />
Preocupado por nuestro destino inmediato, Torrijos nos<br />
propuso enviarnos a Managua en su avión privado, y en eso estábamos<br />
cuando uno de sus asistentes llegó con la noticia de que en<br />
Nicaragua ya se habían enterado de nuestras dificultades y que<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
el comandante Tomás Borge, ministro del interior de la Junta de<br />
Gobierno, acababa de ordenar el envío de un avión para llevarnos<br />
por la mañana a Managua; he aquí cómo después de vernos<br />
privados de toda posibilidad de desplazamiento, dos aviones fuera<br />
de serie se ponían al mismo tiempo a nuestra disposición. Torrijos<br />
retiró amablemente el suyo y por la mañana nos hizo llevar al aeródromo<br />
militar, pero lo que sigue merece párrafo aparte.<br />
Un cielo por fin libre<br />
Pequeño, brillante, con dos jóvenes pilotos y una aeromoza que<br />
hacía en él su primer vuelo y estaba tan excitada como nosotros:<br />
el jet que fuera de Somoza y que se quedó atrás en la fuga nada<br />
elegante del tirano y sus esbirros. Su interior: una banqueta lateral<br />
para cuatro personas y dos sillones frente a frente con una mesa de<br />
por medio, todo forrado con pieles y oliendo a dólares. La culminación<br />
simbólica: el retrete, donde hay que buscar con mucha atención<br />
el artefacto necesario, porque tanto él como las paredes y el<br />
piso desaparecen bajo los capitonados, algo así como la tienda de<br />
un sheik árabe en una película de Hollywood.<br />
Volar a Managua en tan inesperado avión iba más allá de lo<br />
onírico, y saboreamos cada minuto junto con un par de sandwiches<br />
y un café fuerte. Sentado en uno de los sillones traté de imaginar<br />
los diálogos que pudieron darse allí: entre el dictador y los suyos,<br />
sus ojos de zopilotes mirando por las ventanillas los campos y los<br />
cultivos, entendidos como feudo personal, como reino incontestable<br />
de la dinastía. Podía imaginar incluso el recibimiento acostumbrado<br />
en el aeropuerto, la Guardia formada y los saludos serviles;<br />
nosotros en cambio, con la alegre improvisación de las revoluciones<br />
jóvenes, aterrizamos frente a un hangar vacío mientras los amigos<br />
y los periodistas nos esperaban exactamente en la otra punta del<br />
aeródromo. Un auto –perdón un carro– nos juntó en pocos minutos,<br />
y yo tuve mi segundo baño de Nicaragua, mi segunda y hermosa<br />
inmersión en las aguas de un pueblo inconteniblemente feliz<br />
en su liberación y su renacimiento. Radio, televisión, entrevistas<br />
relámpago, todo entre abrazos y planes y noticias y contradicciones<br />
y las primeras visiones de los milicianos en armas, chicos y chicas<br />
con metralletas y pistolas y uniformes a veces indescriptibles y<br />
siempre invariablemente siempre, la sonrisa de la libertad, quiero<br />
decir también la libertad de la sonrisa.<br />
Tomás Borge no solamente nos había enviado un avión, sino<br />
que nos recibió en su casa para alojarnos junto a él y su esposa Josefina,<br />
y por su parte Ernesto Cardenal nos esperaba en el Ministerio<br />
de Cultura para ponerme bajo las narices un considerable plan<br />
de trabajo (que discutí con la energía necesaria hasta reducirlo a<br />
proporciones humanas). Me alegro de que las cosas hayan ocurrido<br />
así, pues de la amistosa rivalidad de dos ministros –sin hablar de<br />
un tercero, Sergio Ramírez– nació una semana en la que no solamente<br />
hubo contactos culturales, sino una cercanía inmediata con<br />
las masas de trabajadores de la ciudad y del campo. Cambié un par<br />
de mesas redondas, por concentraciones populares en las provincias<br />
(no sin trabajo a veces porque el cariño, y la amistad suelen<br />
exigir de uno el don de ubicuidad), y creo que una semana me bastó<br />
para abarcar en sus grandes diámetros este enclave de la esperanza<br />
que es hoy Nicaragua en América Latina. No soy sistemático en mis<br />
recuerdos y sólo podré mostrar algo de lo que supe y lo que vi; otros<br />
lo irán haciendo con más profundidad y detalle, porque muchos<br />
historiadores, sociólogos y periodistas están trabajando allá sobre<br />
el terreno para que la revolución del pueblo nicaragüense sea por<br />
fin mejor conocida y reciba un apoyo, y, una solidaridad, que hasta<br />
ahora no ha estado a la altura que merece y necesita.<br />
La encrucijada de los niños<br />
Hablé de revolución, es el término que se emplea en Nicaragua<br />
para designar el estado de cosas que sigue a las infames décadas<br />
somocistas después del triunfo del Frente Sandinista de Liberación<br />
Nacional. Etimológicamente hablando, ese término sólo<br />
es correcto si se lo emplea como una proyección futura, mientras<br />
que liberación responde en un todo a la realidad actual del país.<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Razones que todo el mundo conoce llevan a la Junta de Gobierno a<br />
proceder con una prudencia que se impugna ya en los sectores más<br />
radicalizados, pero que la enorme mayoría del pueblo comprende<br />
y apoya. Sólo así ha sido posible hacer tanto en tan poco tiempo;<br />
asombra pensar en la transformación que se ha operado en cuatro<br />
meses apenas, comprobar las líneas de fuerza que se tienden en<br />
todas direcciones para acelerar la reconstrucción total de un país<br />
devastado por la rapiña, el terror, el monstruoso ensañamiento de<br />
la mal llamada Guardia Nacional en las últimas etapas de la lucha.<br />
Un símbolo apenas: cuando entré en un aula de la Universidad (la<br />
UCA) para participar en una mesa redonda con asistencia de escritores<br />
y estudiantes, lo primero que vi fueron pizarras con listas de<br />
voluntarios para la campaña de alfabetización que comenzará en<br />
marzo de 1980. Reunidos con profesores, los estudiantes discutían<br />
los planes, los contingentes, la distribución de esfuerzos. Un censo<br />
lo más completo posible, dadas las circunstancias, revela el estado<br />
de total abandono cultural en que se encontraban los niños y los<br />
jóvenes bajo el somocismo; ahora cada vez que asistí a una concentración<br />
popular en la que se aludía a alfabetización, vi claramente<br />
el apoyo que esta campaña tendrá en todas partes. En vísperas de<br />
nuestra partida llegó a Managua un primer contingente de cien<br />
maestros cubanos, que tanto saben de alfabetización; su tarea será<br />
la de orientar a sus colegas nicaragüenses, y sobre todo a los estudiantes<br />
de universidades y liceos que van a convertirse en alfabetizadores.<br />
Y no es inútil señalar que en este momento en la “Isla de<br />
la Juventud” de Cuba, mil niños nicaragüenses estudian a la par de<br />
los cubanos; trescientos de entre ellos combatieron en las filas del<br />
Frente Sandinista. En este último caso, los miembros de la Junta<br />
tienen clara conciencia del problema que representa la readaptación<br />
de muchos niños y jóvenes a su condición natural de menores<br />
de edad y de estudiantes; basta asomarse a la calle y ver las caras<br />
lampiñas de muchachitos uniformados y armados que cumplen<br />
sus tareas de milicianos con la evidente conciencia de ejercer un<br />
derecho bien ganado. Muchachas apenas núbiles montan guardia<br />
con pesadas metralletas al hombro; más de una vez nos mostraron,<br />
entre los más jóvenes, a guerrilleros y guerrilleras que se habían<br />
batido denodadamente contra la Guardia Nacional. Una tarde<br />
fuimos a orillas del mar con Sergio Ramírez y Tomás Borge; un niño<br />
de apenas quince años, cuyo nombre se me escapa, fue recibido<br />
calurosamente y se sumó a nuestra rueda. Guerrillero de extraordinaria<br />
puntería y audacia, había acabado con treinta hombres de la<br />
Guardia Nacional; ahora chupaba su helado y respondía sonriente<br />
a las preguntas que le hacían Tomás y Sergio. No era fácil imaginarlo<br />
de vuelta en una escuela, y sé que su caso se multiplica en todo<br />
el país. Por un lado, una enorme cantidad de analfabetos; por otro,<br />
una generación a caballo entre la niñez y la juventud que ha vivido<br />
el drama de los adultos, y que hoy, en condiciones por fin normales,<br />
tendrá no pocas dificultades para reajustarse a esa normalidad.<br />
Por todo eso, los niños<br />
El compañero David se encarga de nuestra seguridad; y, esto<br />
que podría parecer una exageración responde, sin embargo, al<br />
estado de cosas en el país. La casi increíble clemencia de los sandinistas<br />
al término de la lucha, la decisión de la Junta de no enviar<br />
al paredón a tantos guardias nacionales que habían cometido<br />
los peores crímenes hasta último momento ha sido positiva en la<br />
medida en que el pueblo la ha aprobado en su conjunto prefiriendo<br />
orientarte inmediatamente hacia el futuro en vez de ajustar las<br />
turbias cuentas del pasado. Pero la contrapartida está en grupos de<br />
emboscados que aquí y allá aprovechan de la noche para intranquilizar<br />
los ánimos y crear alertas que pueden perturbar los sectores<br />
de la población menos comprometida en la lucha armada por<br />
la liberación. Al alba de nuestro tercer día en Managua oímos un<br />
tiroteo sostenido en la zona donde habita el comandante Borge, y<br />
aunque por la mañana se nos dijo que había sido mero producto de<br />
una borrachera entre gente armada que tiraba a las estrellas para<br />
divertirse, sentimos que no había sido así porque el tiroteo se daba<br />
desde diferentes direcciones y convergía lentamente hacia la casa<br />
de Borge. Pasará probablemente un tiempo antes de que la capital y<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
el resto del país queden libres de los francotiradores que alimentan<br />
la insensata esperanza de modificar una realidad más que definida<br />
y que cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría. De todos modos,<br />
los extranjeros son especialmente escoltados, y asombra verificar<br />
a cada paso la disciplina de los jóvenes milicianos que no aceptan<br />
siquiera que uno de sus compañeros entre en ciertos sectores<br />
llevando sus armas, y sólo le dan paso después de verificar su identidad<br />
y sus propósitos. Uno se acostumbra de tal manera a andar<br />
entre pistolas y metralletas que, de regreso a Caracas, nos parecía<br />
extraño no ver armas en el aeropuerto y en las calles, o viajar en<br />
auto sin tener parte de una enorme metralleta sobre los muslos o<br />
apoyada en una ventanilla.<br />
El compañero David, hombre culto y fino a quien también le<br />
interesaba más hablar del futuro, que del pasado (sólo una vez,<br />
en una visita a León donde él había combatido, nos relató alguna<br />
acción de guerra) no parece haber terminado de asombrarse de<br />
lo que ocurre hoy en su país. Casi al igual que nosotros, el espectáculo<br />
de las calles, las escuelas y los comercios le produce una<br />
alegría que nos conmueve. Los niños, sobre todo, esa riente y abigarrada<br />
presencia en todas partes, sus voces y sus juegos allí donde<br />
hace apenas cuatro meses la muerte rondaba vestida de Guardia<br />
Nacional.<br />
—Nadie los dejaba salir a la calle –nos cuenta David–, porque<br />
muchas veces los mataban por matarlos, por sembrar el terror en un<br />
barrio. Sabían que muchos de ellos eran capaces de luchar al igual<br />
que los hombres, y les tenían odio y miedo. Si un niño se trepaba a<br />
un árbol para coger un fruto o mirar a lo lejos, era frecuente que un<br />
guardia se divirtiera baleándolo desde lejos para verlo caer. Y miren<br />
ahora...<br />
Hay tanto para mirar, Managua y las ciudades del interior<br />
hormiguean de niños y, de muchachos. En las concentraciones<br />
populares se los ve treparse a esos mismos árboles que antes les<br />
hubieran costado la vida, y por encima de la multitud que llena la<br />
plaza asoman como monitos o flores tropicales entre las copas y las<br />
ramas. A la salida de los liceos, racimos de chicas y chicos hacen<br />
señas a los camiones y los carros que se detienen a levantarlos y a<br />
acercarlos a sus domicilios. Los más pobres han vuelto a sus oficios,<br />
lustrabotas y vendedores de periódicos en las esquinas; los hay que<br />
piden una moneda a la entrada de los restaurantes. Ignoro la política<br />
de la Junta en materia de natalidad; sé solamente que harán<br />
falta muchas más escuelas, comedores y dispensarios, muchos<br />
manuales escolares, muchas vacunas (se prepara ya la vacuna<br />
general contra la polio, que costará harto más de lo que puede pagar<br />
el estado en estos momentos). Inevitablemente mi memoria vuelve<br />
casi veinte años atrás y me veo en mis primeros viajes a Cuba,<br />
ese gran ejemplo inicial de revolución latinoamericana, veo las<br />
mismas cosas, la alfabetización como un huracán de risas y pizarras<br />
cubriendo la isla, veo nacer las escuelas como hongos, los centros<br />
sanitarios,: los parques de juegos. Oigo a Fidel hablando de los<br />
niños como ahora acabo de oír a Ernesto Cardenal, al ministro de la<br />
Salud, al comandante Borge, a todos los que miran hacia adelante,<br />
y saben que siempre, en algún lugar de la visión hay un niño que<br />
espera y que confía.<br />
Los que muestran el camino<br />
El poeta Cardenal (casi todo el mundo le dice “padre”) no ha<br />
renunciado a su sempiterna boina y a su camisa blanca; el mismo<br />
que secretamente me desembarcó una noche en su comunidad<br />
de Solentiname me recibe ahora en su despacho del Ministerio<br />
de Cultura donde la gente entra y sale y discute y se concierta o<br />
se desconcierta según el momento, donde hay libros y carpetas<br />
por todos lados, colaboradores que luchan con los teléfonos y por<br />
supuesto con planes, encuentros, conferencias, mesas redondas,<br />
proyectos de ediciones y muy poco dinero para hacer todo eso.<br />
El despacho de Sergio Ramírez es más austero y vacío, empezando<br />
porque Sergio no está demasiado en él, puesto que viaja a<br />
todos lados para anunciar nuevas medidas, consultar a la población,<br />
juramentar a los integrantes regionales de la Junta (en Siuna<br />
asumieron esa función tres mujeres en una población de mineros,<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
lo que me pareció de buen signo en un país donde al igual que en<br />
toda América Latina el machismo pretende tener siempre la última<br />
palabra). No conocí el despacho de Tomás Borge, uno de los jefes<br />
máximos de la lucha armada y ministro del Interior, pero como<br />
estábamos alojados en su casa tuve por momentos la impresión de<br />
que Tomás manejaba desde allí su Ministerio, cosa posiblemente<br />
equivocada pero no del todo. Yo conocía desde hace años a Cardenal<br />
y a Sergio Ramírez, pero entablar ahora una relación y una amistad<br />
con Tomás Borge fue una de las más altas recompensas que me dio<br />
este primer viaje a Nicaragua, a la que por lo demás volveré muy<br />
pronto, puesto que si los elefantes son contagiosos, como decían los<br />
surrealistas, en mi caso Cuba y Nicaragua lo son muchísimo más<br />
y ya no habrá vacuna que me cure ni falta que me hace. Conocer a<br />
Borge como jefe y como hombre fue una de esas experiencias que<br />
jamás alcanzarán a entrar en la palabra escrita; el silencio, la simple<br />
alusión son preferibles, pero quiero decir aquí cómo encontré en<br />
él esa difícil alianza de la sensibilidad poética con el duro oficio<br />
de llevar a un pueblo hacia su auténtico destino, esa voluntad de<br />
hierro tendiendo una mano que aprieta sin lastimar. Conocía ya su<br />
libro de recuerdos sobre Carlos Fonseca, fundador con otros héroes<br />
del Frente Sandinista de Liberación Nacional, base germinal del<br />
movimiento que acabó con la tiranía somocista; en ese breve texto<br />
escrito en la cárcel, Tomás revelaba su propia personalidad sin<br />
ponerse jamás en primer plano, limitándose a aludir a esas páginas<br />
como “poseídas por el dios de la furia y el demonio de la ternura”.<br />
Nadie como él hubiera podido describir con tan pocas palabras la<br />
admirable personalidad de Carlos Fonseca, y a la vez describirse a<br />
sí mismo sin saberlo, retratándose a contraluz a través de un estilo<br />
donde el pudor elimina toda retórica, donde todo está dicho casi sin<br />
decirlo (y yo, que me obstino en reclamar de los revolucionarios una<br />
palabra y una escritura verdaderamente revolucionarias en vez de<br />
los clisés que seguimos escuchando en tantos discursos y libros,<br />
tengo el derecho de afirmar aquí que ese texto de Tomás Borge es<br />
un claro y raro ejemplo de ese estilo). Hosco, tierno amigo, ya para<br />
siempre, sé que en algún momento en que yo no podía escucharte,<br />
le dijiste a Carol: “Cuida de Julio, cuídalo mucho”. Claro que ella me<br />
cuidará, pero eres tú quien debe cuidarse, Tomás, porque tu pueblo<br />
te necesita como necesita a todos tus compañeros. No te diré más, no<br />
es necesario entre nosotros ahora. Vives con Nicaragua y tu pueblo<br />
es hoy el pueblo más vivo del mundo, el más hermoso y el más libre.<br />
¿Dónde está la solidaridad con Nicaragua?<br />
La palabra “solidaridad” asoma a veces a los labios de los dirigentes<br />
de la Junta, acompañada casi siempre por una sonrisa entre<br />
irónica y desencantada. Es tiempo de decirlo bien claro: la solidaridad<br />
internacional no se ha lucido hasta ahora en lo que toca a<br />
Nicaragua. Todo el mundo está ya al tanto de lo que ha costado la<br />
guerra de liberación, una guerra en la que los somocistas no vacilaron<br />
en bombardear salvajemente las ciudades más importantes<br />
del país destruyendo por el solo placer fascista de destruir. Nadie<br />
ignora ya que la guerra significó el abandono de los cultivos, una<br />
pérdida considerable de ganado, una paralización de las pequeñas<br />
industrias y manufacturas, un empeoramiento aún mayor de las<br />
pésimas condiciones en que vivía el país bajo las guerras de Somoza.<br />
¿No justifica todo esto el envío inmediato de abastecimientos de<br />
equipos, de asistencia técnica, de medicinas, de libros, por parte<br />
de tantos países que muchas veces han reaccionado frente a situaciones<br />
comparativamente menos graves? Los nicaragüenses no<br />
piden nada, tienen el silencioso orgullo de los que han ganado solos<br />
su batalla y están dispuestos a seguir librándola igualmente solos,<br />
pero los extranjeros que visitan el país y comprueban de inmediato<br />
sus inmensas necesidades están en el deber de pedir por ellos,<br />
de ser portavoces espontáneos de un pueblo que en los próximos<br />
meses se verá frente a una dramática escasez de productos alimenticios<br />
(leche para los niños, entre tantas otras cosas) que la escasez<br />
de divisas no permitirá remediar. Ayudar hoy a Nicaragua es ayudar<br />
a la causa de la libertad y la justicia en América Latina. ¿Será por<br />
eso que esa ayuda es tan escasa, oh seudodemocracias de este<br />
mundo del norte y del oeste?<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Apenas liberado el país, esa diminuta isla del Caribe que se<br />
llama Grenada y que tiene una de las poblaciones más pobres del<br />
mundo, reunió cinco mil dólares para Nicaragua. Proporcionalmente,<br />
esa mínima cantidad representó una solidaridad mayor que<br />
la de los Estados Unidos, y eso los nicaragüenses no lo olvidarán<br />
nunca. Alguien me contó que un avión chileno trajo una contribución<br />
consistente en dos cajas con latas de leche, una con medicinas,<br />
y setenta colchones; a lo mejor es una calumnia, puesto que el<br />
general Pinochet es, según él, un hombre calumniado; yo me limito<br />
a repetir la información, y pienso al mismo tiempo en el equipo de<br />
doscientos médicos cubanos que trabaja en este momento en todo<br />
el país (ya aludí antes a un contingente de cien maestros alfabetizadores).<br />
Que yo sepa a Cuba no le sobran médicos, muy al contrario;<br />
pero es que la verdadera solidaridad no es una cuestión de surplus<br />
sino de hermandad y, como ocurre casi siempre, los países pobres<br />
son los mejores hermanos de otros países pobres en dificultades.<br />
Paradójicamente, y aunque no tengo datos numéricos la solidaridad<br />
con Nicaragua fue mucho mayor en ocasión del terrible terremoto<br />
que destruyó Managua en el año 1972.<br />
Ya nadie ignora que en aquella oportunidad, Somoza y sus inteligentes<br />
colaboradores se quedaron con la mayoría de los socorros<br />
destinados a la población, razón por la cual Managua siguió y sigue<br />
siendo una ciudad casi en ruinas. Es tristemente irónico pensar<br />
que ahora se retacea o se rehúsa una solidaridad cuyo producto iría<br />
limpiamente a manos de todo un pueblo empeñado en la reconstrucción<br />
de su economía y en la salud y la educación de sus niños.<br />
Pero no seamos totalmente pesimistas al terminar estas impresiones<br />
tan llenas de luz y de esperanza; a lo mejor entre mis lectores<br />
internacionales hay algún ministro de economía, de agricultura<br />
de sanidad, o el presidente de una fundación o de un consorcio<br />
bancario, capaces de comprender esta dura realidad y de organizar<br />
planes de acción. Los nicaragüenses no les pedirán nada, pero no<br />
pueden impedirme que yo lo haga por ellos, y que lo haga por admiración<br />
y por amor frente a su coraje; ya la lección histórica que están<br />
dando a nuestra amarga, sufriente América Latina.<br />
El pueblo de Nicaragua, maestro de sí mismo<br />
Muy pocos meses después de su liberación, Nicaragua se lanza<br />
a una campaña general de alfabetización que durante un plazo<br />
todavía imprevisible convertirá la totalidad del país en una gigantesca<br />
escuela en la que de alguna manera la mitad de la población<br />
enseñará a leer y a escribir a la otra mitad.<br />
Sólo una vez se había asistido en América Latina a una movilización<br />
tan dramática y tan emocionante en procura de una<br />
auténtica toma de conciencia; así, poco después del triunfo de la<br />
revolución en 1959, el pueblo de Cuba había sido, a la vez teatro y<br />
actor de un titánico esfuerzo destinado a arrancarlo del atraso y de<br />
la ignorancia, con resultados que Nicaragua se propone repetir y, si<br />
es posible superar. Dos pequeños países latinoamericanos muestran<br />
así un camino que un día deberán seguir muchos otros, en un<br />
continente en el que el analfabetismo es no solamente una rémora<br />
en el progreso y el desarrollo de las naciones, sino un aplastante<br />
factor negativo en esa búsqueda de raíces auténticas, de identidad<br />
profunda que de diversas y confusas maneras se percibe en el<br />
convulso panorama latinoamericano de estas últimas décadas.<br />
Curiosa e irónicamente, los movimientos de independencia de<br />
nuestros países nacieron bajo ideales de educación y de cultura<br />
popular que sus gestores y héroes habían heredado de la Revolución<br />
Francesa y que bajo el sello del romanticismo habrían de<br />
manifestarse en proclamas, constituciones, y actos de gobierno.<br />
Las nociones de “educar al soberano”, la conciencia de que sólo un<br />
hombre capaz de leer y escribir podía llegar a ser un buen ciudadano,<br />
fueron moneda corriente en el siglo XIX. Pero casi de inmediato<br />
las guerras civiles, el surgimiento de los caudillismos, y su<br />
secuela de dictaduras y tiranías cada vez más preponderantes, disiparon<br />
ilusiones y propósitos que sólo muy lentamente y en condiciones<br />
más favorables hubieran podido concretarse.<br />
La inmensidad geográfica, las diferencias étnicas y las injerencias<br />
extranjeras paralelas o cómplices de regímenes despóticos se<br />
sumaron para aislar y alienar a nuestros pueblos, y para preferir<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
masas sometidas o ingenuas en vez de ciudadanos capaces de<br />
cultura, de reflexión y de crítica. El caso de Nicaragua es un ejemplo<br />
extremo de cómo cuarenta años de opresión y explotación se<br />
traducen en una tasa de analfabetismo que se ha llegado a calcular<br />
en más del sesenta por ciento.<br />
La victoria del pueblo nicaragüense el 19 de julio de 1979 se<br />
manifestó de inmediato por una voluntad de reconstrucción que<br />
iba mucho más allá del sentido material de la palabra. Cuando la<br />
Junta de Gobierno emplea ese término para autodefinirse, lo hace<br />
sabiendo que es plenamente comprendido por quienes sienten en<br />
carne propia las enormes desventajas de la ignorancia; no por nada<br />
en esa Junta hay poetas e intelectuales como Ernesto Cardenal,<br />
Sergio Ramírez y Tomás Borge, para quienes reconstruir significa<br />
levantar no sólo al país de sus ruinas todavía humeantes, sino<br />
colocar a niños y adultos en un nivel de plena participación consciente<br />
y crítica en esa tarea.<br />
Basta hablar con cualquiera de ellos para sentir que su noción<br />
de reconstrucción se basa fundamentalmente en un concepto del<br />
hombre nicaragüense que lo incluye por un lado como trabajador<br />
activo en esa reconstrucción, pero a la vez como alguien dotado de<br />
la capacidad de comprender lo que está haciendo, por qué hay que<br />
hacerlo y cómo debe hacerlo. A la noción aplastantemente pasiva<br />
de pueblo tal como siempre lo entendió y lo quiso el régimen de<br />
los Somoza, sucede una noción dinámica de participación y de<br />
consulta, y esto no es imaginable sin un mínimo de preparación<br />
intelectual que rebase los conocimientos atávicos y tradicionales,<br />
los utilice cuando los juzga positivos o los deje definitivamente<br />
atrás cuando son un factor de retraso o de estancamiento.<br />
Conocidos estos criterios, puede comprenderse mejor el apasionado<br />
interés con que Nicaragua ha preparado y puesto en marcha<br />
su campaña de alfabetización. Carente de los medios más elementales,<br />
desde lápices hasta materiales pedagógicos, el país entero<br />
entendió que la organización de la campaña debía adelantarse a la<br />
eventual ayuda solidaria que pudiera llegarle de países amigos, y<br />
en ese sentido es justo señalar que el llamamiento formulado por<br />
la Unesco responde plena y calurosamente a esa decisión popular<br />
frente a la cual no es posible permanecer indiferente o cauteloso.<br />
A diferencia de lo ocurrido en Cuba en los años sesenta, cuando la<br />
Unesco esperó el desarrollo de la campaña de alfabetización para<br />
verificar sus resultados y exponerlos elogiosamente, ahora la vemos<br />
adelantarse sin vacilar para pedir una ayuda mundial, demostrando<br />
así su plena confianza en que otro pueblo latinoamericano será<br />
también capaz de arrancarse por sí mismo a la ignorancia.<br />
Los informes oficiales estiman que el bárbaro genocidio perpetrado<br />
por los somocistas y que incluyó el bombardeo indiscriminado<br />
de centros urbanos y rurales, representa para Nicaragua una<br />
destrucción de edificios escolares, mobiliarios, equipos y materiales<br />
educativos estimada en más de cien millones de córdobas (cerca de<br />
diez millones de dólares). Esta destrucción, paralela a la espantosa<br />
suma de 30.000 muertos y cerca de 100.000 heridos, permite medir<br />
de lleno las dificultades que se enfrentarán en esta nueva batalla,<br />
la batalla por la educación popular. Los problemas son múltiples:<br />
falta de materiales de trabajo, medios de transporte y créditos, dificultades<br />
de comunicación con las zonas del interior, especialmente,<br />
la Costa Atlántica, y necesidad de llevar la alfabetización a las<br />
regiones donde predominan pobladores indios (misquitos, sumos,<br />
etcétera). ¿Cómo se va a hacer frente a todo esto?<br />
La respuesta es muy realista; todo aquel que sepa leer y escribir<br />
puede incorporarse a la campaña como alfabetizador. Los niños<br />
que estudian en los liceos constituirán el contingente mayor puesto<br />
que todavía no trabajan y pueden dedicarse por entero a esa tarea.<br />
Brigadistas cuya edad mínima es de trece años serán destinados<br />
a las diversas zonas urbanas y rurales del país, encuadrados por<br />
asesores de mayor experiencia y por toda la logística necesaria;<br />
vivirán en campos y selvas, en fábricas y aldeas en sierras y puertos,<br />
compartiendo la vida y las ocupaciones de sus alumnos adultos en<br />
su mayor parte. Todo el país será una sola escuela; y los métodos y<br />
técnicas se irán determinando en el curso de la tarea. Los pobladores<br />
indios deberán ser alfabetizados tanto en su lengua como en<br />
español, puesto que constituyen comunidades con culturas propias<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
profundamente arraigadas. En la Costa Atlántica se habla además<br />
el inglés: otro problema a enfrentar.<br />
Si la alfabetización de los adultos es imprescindible, basta<br />
visitar las ciudades y el interior del país para darse cuenta de que<br />
tanto el gobierno como el pueblo de Nicaragua ponen su máxima<br />
atención y preocupación en la infancia. Los niños han entrado en<br />
una vida por completo diferente después de la liberación del país,<br />
y a ellos les tocará la responsabilidad de llevarlo adelante dentro<br />
de muy pocos años. El hecho de que sean ellos quienes constituyen<br />
el grueso del ejército de alfabetizadores no hace más que acentuar<br />
este doble aspecto que da a la campaña un tono característico e<br />
inconfundible. Las familias nicaragüenses no han cesado todavía<br />
de maravillarse del cambio de vida que se respira en la calle, en las<br />
plazas, en cualquier lugar público. Si para ellas significa la libertad<br />
y la seguridad, el símbolo más hermoso y emocionante de esa<br />
conquista lo dan los niños con su presencia bulliciosa, sus juegos,<br />
y sus cantos.<br />
En mis primeros recorridos por Managua, me asombró que mis<br />
acompañantes, jóvenes soldados sandinistas, se entusiasmaran<br />
cada vez que veían grupos de niños en las calles. Terminaron por<br />
explicarme que bajo el régimen de Somoza no se veían niños fuera<br />
de sus casas, porque los guardias sospechaban de ellos o simplemente<br />
los odiaban por despecho o crueldad. Sabían que muchos<br />
niños y adolescentes cumplían misiones de enlace, que incluso los<br />
había capaces de participar en acciones militares, y con frecuencia<br />
los apresaban o mataban para aterrorizar a la población. “La sola<br />
aparición de alguien uniformado hacía huir a los niños como<br />
gorriones”, me dijo uno de mis acompañantes. Hasta les habían<br />
prohibido jugar al fútbol en los terrenos baldíos, porque sospechaban<br />
que era una forma de entrenarse disimuladamente. Hoy,<br />
cuando los niños ven a los soldados, el uniforme es para ellos una<br />
garantía de protección y de amistad, y muchas veces nos vimos<br />
rodeados por grupos infantiles que, como es lógico, se interesaban<br />
sobremanera por las metralletas o las pistolas de los jóvenes<br />
soldados.<br />
Al mismo tiempo, la participación de los niños y adolescentes<br />
en la alfabetización plantea problemas de no fácil solución. Para<br />
empezar, muchos de ellos pueden correr riesgos en zonas alejadas<br />
de los centros urbanos, pues los somocistas refugiados en países<br />
vecinos o escondidos en el país no han ocultado sus intenciones de<br />
venganza y de revancha; también en Cuba algunos niños alfabetizadores<br />
perecieron a manos de los bandidos contrarrevolucionarios<br />
que operaban en la sierra del Escambray. Frente a eso, la Junta<br />
ha decidido que sólo los niños debidamente autorizados por sus<br />
padres podrán partir a destinos lejanos, que por supuesto es el que<br />
la mayoría de ellos prefiere. Pude seguir en Managua las alternativas<br />
de esta situación que puede llegar a ser dramática, pues hay<br />
padres que se niegan a firmar la autorización, creando entre sus<br />
hijos y sus condiscípulos autorizados una situación muchas veces<br />
penosa. La reacción frente a esto podría parecer sorpresiva a quien<br />
no haya vivido junto al pueblo nicaragüense después de la victoria;<br />
los niños que formarán las brigadas alfabetizadoras no solamente<br />
se han mostrado solidarios con sus compañeros no autorizados,<br />
sino que muchas veces han formado comisiones para visitar a los<br />
padres, explicarles su punto de vista y pedirles que reconsideren<br />
su actitud y den la autorización que sus hijos desean. Nada parece<br />
haber de compulsivo en esto, y es ya claro que la inmensa mayoría<br />
de los alumnos de los liceos partirán en marzo para cumplir junto<br />
a maestros y universitarios una tarea que los exalta y los enorgullece:<br />
Cada uno de ellos llevará consigo una cartilla de alfabetización<br />
preparada en Nicaragua e impresa en Costa Rica; pobre bagaje<br />
frente a la inexperiencia, los azares geográficos, los riesgos climáticos,<br />
las enfermedades endémicas, las carencias alimenticias y la<br />
dureza de la vida en regiones muchas veces inhóspitas.<br />
Pienso que esto puede ayudar a comprender mejor el cálido<br />
llamamiento de la Unesco a una solidaridad mundial para la<br />
campaña nicaragüense de alfabetización. La organización cifra esa<br />
ayuda en veinte millones de dólares. Frente a tantos presupuestos<br />
bélicos y tantos dividendos comerciales, la suma citada resulta<br />
modesta; sin embargo, bastaría para que un pueblo de menos de<br />
46<br />
47
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
tres millones de personas saliera definitivamente del atraso en que<br />
lo mantuvo un régimen que huyó del país llevándose mucho más<br />
que eso en los bolsillos.<br />
Bocetos de Nicaragua<br />
Escribo estas líneas para los que sólo conocen Nicaragua a<br />
través de la prensa; simples bosquejos deseo de agregar a esa información,<br />
algo que la acerque un poco más al aire que se respira en el<br />
país, a lo que la gente dice y hace en su vida cotidiana. Bocetos más<br />
que fotografías: un poco como querer darle mis ojos al lector para<br />
que también eche a andar por sus calles y caminos, y asista lo más<br />
directamente posible a algo de lo que allí está ocurriendo.<br />
Por trivial que parezca (los observadores no siempre comentan<br />
estas cosas, preocupados por los problemas de fondo) me bastó<br />
un primer paseo por Managua para descubrir algo que me parece<br />
un claro símbolo de lo mucho que se ha avanzado en el país desde<br />
mi viaje anterior hace dos años. En aquella ocasión había recorrido<br />
lo que llaman los barrios “orientales” (o sea los situados al<br />
este de la ciudad); acaso los más pobres de esa capital tan pobre,<br />
y lo había hecho a pie porque los autobuses y los taxis no podían<br />
entrar sin empantanarse en calles que no eran más que lodazales.<br />
Ahora, cuando me di cuenta, nuestro auto recorría los barrios en<br />
todas direcciones, mientras el compañero que lo manejaba me iba<br />
mostrando las nuevas terminales de autobuses, las plazas y las<br />
calles con su pavimento flamante.<br />
—Esto se hizo muy rápido –me explicó–, y ahora todo el mundo<br />
entra y sale sin problemas.<br />
—Pero son muchos kilómetros empedrados –le dije sorprendido.<br />
—Sí, pero aquí la gente del barrio se movilizó, y todo el mundo le<br />
dio a las palas.<br />
Donde antes había pantanos con cerdos hozando entre las inmundicias,<br />
ahora pasaban autobuses llenos de escolares y empleados. Me<br />
acordé de haber visto casas, y aceras tan sucias y abandonadas<br />
como el resto, mientras que ahora me costaba reconocerlas, tan<br />
grande fue el esfuerzo cumplido por sus ocupantes para tenerlas<br />
limpias y pintadas, con tinajas de flores en las aceras que crean una<br />
sensación de comunidad y de alegría.<br />
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49
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
“Todo eso lo hizo la gente”, repitió mi acompañante, como si<br />
para él fuera lo más natural del mundo.<br />
Dos horas después escuchamos por radio que bandas somocistas<br />
acababan de volar una represa y varios puentes; el día terminaba<br />
así con un balance más que simbólico de la dura realidad<br />
nicaragüense.<br />
Sí, muchas cosas han pasado en los dos últimos años, y las diferencias<br />
son claramente perceptibles. Nadie ha perdido el tiempo<br />
en Nicaragua; para bien y para mal. Como antes y después de la<br />
victoria sobre la tiranía de Somoza, el pueblo que la logró al precio<br />
de tantos años y tantas vidas sigue respondiendo mayoritariamente<br />
a las directivas de su Junta de Gobierno, y de los resultados positivos<br />
se hablará en seguida, porque son de una evidencia deslumbrante.<br />
Pero como nadie ha perdido el tiempo, también los enemigos,<br />
abiertos o potenciales de la nueva Nicaragua, siguen buscando por<br />
todos los medios devolverla a su condición anterior. Claramente<br />
se advierten las dos maneras de intentar esto. Por un lado se enarbolan<br />
los principios abstractos de un liberalismo democrático que<br />
no es ni una cosa ni la otra, puesto que sólo busca recuperar los<br />
privilegios de los terratenientes o de las grandes empresas comerciales<br />
e industriales; por otra parte, en la frontera de Honduras y en<br />
los Estados Unidos se agrupan los exguardias de Somoza, ávidos<br />
de reconquistar a sangre y fuego, la tierra perdida y vengarse de<br />
quienes los expulsaron. Todas las ocasiones son buenas para violar<br />
las fronteras, cometer actos de sabotaje y de pillaje, y asesinar<br />
campesinos y milicianos, al punto que mientras escribo esto oigo<br />
por la radio que el gobierno nicaragüense ha decidido retirar a su<br />
embajador en Honduras, pues comprende que toda protesta por vía<br />
diplomática es inútil.<br />
La amenaza permanente de una invasión obliga a distraer cada<br />
vez más recursos, ya de por sí precarios en un pequeño país subdesarrollado,<br />
a fin de reforzar la defensa. Basta pensar que las milicias<br />
son el pueblo armado y entrenado, lo que significa una obligada<br />
disminución de la fuerza de trabajo precisamente en momentos en<br />
que Nicaragua empezaba a mostrar su plena recuperación después<br />
del difícil período que siguió al triunfo sandinista. Créditos del<br />
exiguo presupuesto que en condiciones normales hubieran sido<br />
destinados a la agricultura, al mejoramiento de la vivienda y al del<br />
nivel de vida y de educación, se ven hoy reducidos por las necesidades<br />
de la defensa. La gente trabaja con el fusil al alcance de<br />
la mano, y si ésta es una situación que viene desde hace mucho,<br />
cuando el enemigo era el propio gobierno, el derecho a la libertad<br />
y a la paz se sigue pagando con una dura cuota de tiempo y de vigilancia<br />
en un estado de quién vive permanente.<br />
Si usted va un día a Managua, no deje de visitar el museo de las<br />
fuerzas armadas. No es un museo militar, aunque allí todo habla<br />
de lucha, sino la crónica gráfica de la larga gesta de un pueblo que,<br />
privado de libertad por sus enemigos internos y externos, sólo llega<br />
a la victoria después de indescriptibles sufrimientos. Esto no es<br />
nuevo en la historia de las naciones, y prácticamente cada país del<br />
mundo tiene su museo histórico donde se retrasan las etapas de sus<br />
combates. Pero el de Nicaragua difiere de los otros en su espíritu y<br />
en su mensaje puesto que, como en tantas otras cosas, revela una<br />
mentalidad y una sensibilidad que hasta hoy no he encontrado en<br />
otra parte.<br />
Desde los primeros atropellos cometidos por los norteamericanos<br />
a fines del siglo pasado, hasta el interminable recurso de la<br />
tiranía de los Somoza padre e hijo (el nieto, refugiado en Honduras,<br />
sueña con la venganza y prepara a sus mercenarios con el apoyo<br />
de los Estados Unidos), el museo muestra el lento, penoso y a veces<br />
increíble avance de un pueblo casi desarmado frente a un enemigo<br />
tan poderoso como implacable. La figura de Augusto César Sandino<br />
domina por derecho propio la escena, pero los organizadores del<br />
museo han evitado todo sentimentalismo fácil, toda propaganda<br />
demagógica; una vez más se comprueba la dignidad, la serenidad, la<br />
confianza en un pueblo que sabe dónde está la verdad y no necesita<br />
que se la repitan a base de retumbantes consignas patrióticas. Las<br />
salas del modesto museo se suceden como los distintos momentos<br />
de una buena y clara lección de historia, documentos, mapas, fotos,<br />
pertrechos militares. Cuando se llega al período final cualquiera<br />
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51
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
esperaría encontrar las pruebas de lo que el pueblo nicaragüense<br />
conoció desde el horror y la sangre: los asesinatos, las torturas, los<br />
pillajes cometidos por la Guardia de Somoza. Pues bien, no hay<br />
nada, los rostros de los patriotas muertos en combate o masacrados<br />
en las cárceles nos miran serenamente desde fotos de familia,<br />
grupos de amigos, instantáneas tomadas en los campamentos de la<br />
montaña o de la selva.<br />
Incluso el humor está presente: uno de los uniformes de Somoza<br />
cubierto con todas las condecoraciones que dejó abandonadas, y<br />
que lo cubren desde el cuello hasta los pies. Una larga pared exhibe<br />
las armas de los combatientes revolucionarios; viejos fusiles que ya<br />
usaban los soldados de Sandino, otros fabricados de manera artesanal,<br />
armas casi inofensivas cuando se piensa en los tanques y las<br />
ametralladoras del enemigo... Y hablando de tanques, otro rasgo de<br />
humor es el que Benito Mussolini le regaló a Somoza padre, y que<br />
provoca la risa por sus exiguas dimensiones. Me imaginé teniendo<br />
que tripularlo, y pedí que me fotografiaran a su lado para guardar<br />
uno de los recuerdos más cómicos de mi vida.<br />
Fui esta vez a Managua para tomar parte en las deliberaciones<br />
del Comité de Intelectuales nacido del encuentro internacional,<br />
celebrado en La Habana a fines de 1981. Sabía que una de nuestras<br />
tareas más urgentes y necesarias era la de plantear en Nicaragua<br />
lo que ya se había discutido en Cuba: el establecimiento de<br />
relaciones y contactos positivos con los sectores intelectuales y<br />
populares estadounidenses que cada vez abren más los ojos frente<br />
a los atropellos y las arbitrariedades imperialistas del gobierno de<br />
Ronald Reagan. En el avión había tenido tiempo de preguntarme<br />
cómo sería recibida en Nicaragua una actitud que a muchos podría<br />
parecerles a contracorriente del justificado antagonismo que los<br />
Estados Unidos provocan en América Central, especialmente en la<br />
tierra que Sandino defendió tanto tiempo contra los ataques y la<br />
prepotencia de quienes siguen considerando a esos países como su<br />
traspatio.<br />
Pero era juzgar mal la clara distinción que incluso los nicaragüenses<br />
más simples establecen entre los gobiernos y el pueblo de<br />
los Estados Unidos, y me bastó participar en el acto inaugural de<br />
las sesiones del comité para darme cuenta de que estábamos en el<br />
terreno más favorable para llevar adelante nuestra acción. Después<br />
del discurso de Armando Hart, ministro de cultura de Cuba, que se<br />
refirió sin rodeos a la urgencia de llevar nuestro mensaje al seno de<br />
los intelectuales y los ciudadanos honestos de los Estados Unidos,<br />
las palabras de Sergio Ramírez en nombre de la Junta nicaragüense<br />
de gobierno confirmaron en un todo esa voluntad de abrir un<br />
diálogo no sólo posible sino necesario.<br />
Cuando más tarde traté de pulsar las reacciones en los niveles<br />
populares, no advertí ninguna oposición basada en odios atávicos,<br />
harto justificables históricamente. Con la sensibilidad que le es<br />
propia, el nicaragüense sabe que en el pueblo norteamericano hay<br />
muchos que comprenden tanto la gesta sandinista como la lucha de<br />
liberación del pueblo salvadoreño, y que cada día hacen sentir más<br />
su oposición a la política de Reagan en el área centroamericana.<br />
Como integrantes del comité, esto nos alienta en nuestro<br />
próximo paso, que será la reunión en México, en septiembre, de<br />
una gran cantidad de intelectuales y artistas de los Estados Unidos<br />
con sus homólogos latinoamericanos. Pero si en París o México esto<br />
podría parecer relativamente normal, que también lo sea en un país<br />
que diariamente sufre las amenazas y las presiones de Washington<br />
tiene algo no solamente de extraordinario sino de admirable. Especialmente<br />
cuando se sabe que los nicaragüenses están preparados<br />
para luchar hasta la muerte contra cualquier tentativa de llevar<br />
a ejecución las bravuconadas de Reagan, Haig y el resto de sus<br />
asesores.<br />
Entre dos sesiones del comité me fui de nuevo a la calle en<br />
busca de esa realidad cotidiana sin cuyo respaldo los mejores<br />
discursos son letra muerta. Pronto lo supe: en estos dos años Nicaragua<br />
ha mejorado considerablemente la variedad, la distribución y<br />
el costo de los artículos vitales de consumo. Los mercados callejeros<br />
están siendo sustituidos por centros donde vendedores y clientes<br />
se encuentran en un clima espacioso y limpio, en edificios bellamente<br />
concebidos. Como en tantos lugares de reunión popular, la<br />
52<br />
53
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
atmósfera es alegre y comunicativa, se habla y se bromea por cualquier<br />
cosa. En cambio, en los centros menos populares donde el<br />
comercio mantiene sus boutiques más pretenciosas o adineradas, el<br />
clima es menos cordial; se siente ahí la oposición de quienes siguen<br />
pensando, con criterios individualistas, los mismos criterios que<br />
llenan las costumbres del periódico La Prensa, que diariamente se<br />
sirve de su libertad de expresión para quejarse de cualquier restricción<br />
que vulnere los intereses de los propietarios y los comerciantes<br />
empeñados en mantener sus antiguos privilegios.<br />
Así, leyendo artículos de La Prensa, donde todo lo que no es<br />
“democrático” con arreglo a su terminología, se vuelve automáticamente<br />
“marxista”, no se puede menos que admirar la decisión de<br />
los dirigentes de no impedir que la oposición interna se manifieste<br />
públicamente. Si el estado de urgencia decretado por la amenaza<br />
de una invasión inminente gravitara obligadamente en este uso<br />
abusivo de la libertad de prensa (de La Prensa), nadie podría atribuir<br />
esto a una voluntad autoritaria de acallar la crítica. Para mí,<br />
en todo caso, lo que sigue dando el auténtico pulso de la realidad<br />
y la verdad está en la calle más que en los periódicos; allí se ve y se<br />
siente la respuesta popular al egoísmo de una minoría empecinada<br />
en salvar las sobras del antiguo festín, y su símbolo más directo es<br />
el de los alegres y bellos mercados frente a los restos de una mentalidad<br />
que todavía asoma desde tantas residencias, tantos automóviles,<br />
tantos restaurantes, tantas boutiques.<br />
El lector habrá leído comentarios sobre la situación de los<br />
indios misquitos, esa considerable minoría que habita en la zona<br />
atlántica de Nicaragua, separada por la tradición, el idioma y la<br />
historia de la zona pacífica donde se gestó y se realizó la liberación<br />
del país. El general Alexander Haig se cubrió de ridículo hace pocos<br />
meses dando a conocer una foto en la que figuraba la cremación de<br />
una pila de cadáveres, y atribuyéndola a milicianos sandinistas en<br />
tren de hacer desaparecer los cuerpos de los misquitos que habrían<br />
asesinado. Nada menos que Le Fígaro de París publicó esa foto,<br />
rápidamente desmentida no sólo por la presentación de pruebas<br />
sino por el propio Haig. Pero a falta de mentiras truculentas, se<br />
54<br />
insiste ahora en que el gobierno ha concentrado a los misquitos en<br />
barracones para controlarlos, pues se duda de su lealtad revolucionaria.<br />
Si usted va un día a Managua, dése un salto hasta la otra costa<br />
abierta por fin a las comunicaciones gracias a una carretera que<br />
ha sido una proeza de trabajo y de rapidez. Allí comprobará que<br />
esos indios no tienen plumas, son como usted o yo, solamente que<br />
hablan su lengua, conservan sus tradiciones, y que el olvido en<br />
que los mantuvo el régimen de Somoza los ha distanciado obligadamente<br />
de la historia, a la cual empiezan a incorporarse gracias<br />
al contacto permanente que mantienen desde hace poco con los<br />
dirigentes sandinistas y el pueblo de la zona del Pacífico. Su obligada<br />
concentración se debió al hecho de que habitan en la zona<br />
fronteriza con Honduras, a merced de las bandas somocistas y de<br />
la propaganda tendenciosa que se puede imaginar. El gobierno<br />
les está dando casas y tierras en una zona segura, de manera que<br />
puedan mantener su estilo de vida y sus costumbres, incluso su<br />
religión que, paradójicamente, es el protestantismo inculcado por<br />
misioneros moravos que guardan todo su prestigio. Para la Junta de<br />
Gobierno el problema de los misquitos ha sido acaso el más delicado<br />
y el más duro que han enfrentado en una tarea que casi no<br />
comporta más que problemas. 2<br />
Estoy acostumbrado a los estallidos de indignación que en<br />
cualquier país provoca el menor acto agresivo contra sus intereses<br />
o su soberanía, y que en muchas ocasiones son inescrupulosamente<br />
provocados o manipulados por regímenes que tratan de<br />
explotar un patriotismo no siempre reflexivo, como está ocurriendo<br />
ahora mismo en Gran Bretaña y Argentina por el caso de las islas<br />
Malvinas.<br />
Tal vez por eso me sigue asombrando que en Nicaragua la más<br />
firme de las determinaciones y el más probado de los corajes se<br />
vean acompañados por una calma, un buen humor y una gentileza<br />
2<br />
Para detalles más completos, véase el excelente artículo de Marié-<br />
Chantal Barre, en Le Monde Diplomatique (nota de la edición de<br />
muchnick Editores, S.A.,1984).<br />
55
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
que debe desconcertar a más de un periodista y visitante europeo.<br />
Cuando desembarqué en Managua se hablaba en todos lados de<br />
la llamada Comunidad Democrática Centroamericana, esa burda<br />
alianza de Costa Rica, Honduras y El Salvador que excluye deliberadamente<br />
a Cuba y a Nicaragua, y nace de una manipulación<br />
norteamericana destinada obviamente a ejercer presión militar y<br />
psicológica desde los países más próximos a Nicaragua. Un cerco<br />
semejante hubiera provocado probablemente una verdadera<br />
histeria en cualquier otro país, pero los nicas lo recibían con algo<br />
que parecería fatalismo pero que no lo es en absoluto; nada hay de<br />
fatalismo en su voluntad de seguir adelante a pesar de este tipo de<br />
maquinaciones (a las que se suman las amenazas directas de los<br />
Estados Unidos, y el peligro diario de una invasión contrarrevolucionaria).<br />
En el más alto nivel, mis diálogos con diversos dirigentes –<br />
Tomás Borge, Sergio Ramírez, Miguel D’Escoto, entre otros– me<br />
dieron invariablemente la misma impresión de serena lucidez<br />
frente a un peligro que en nada disminuye la certidumbre de que<br />
el proceso histórico nicaragüense seguirá cumpliéndose contra<br />
viento y marea; pero si esto es de por sí sorprendente, ¿cómo no<br />
asombrarse aún más cuando se lo comprueba en el grueso de la<br />
población, en las conversaciones de café o de la calle? Inevitablemente<br />
recordé mi viaje anterior, cuando asistí a algunos de los<br />
procesos a criminales de guerra somocistas, y me pasmó el clima<br />
de calma, de objetividad, de deseo de justicia y no de venganza que<br />
reinaba no solamente entre los miembros de los tribunales sino<br />
entre el público presente. Nunca olvidaré el juicio a un coronel, de<br />
quien se tenían pruebas sobradas de que entre múltiples crímenes<br />
atroces, había hecho arrojar campesinos desde helicópteros para<br />
que cayeran en sus propias aldeas y sembraran así el espanto y el<br />
horror. Frente a esas acusaciones, el coronel respondía cínicamente<br />
que no sólo eran falsas, sino que su deber de cristiano (SIC) había<br />
consistido en cumplir misiones de bienestar social en la campaña.<br />
En otros países, la reacción de los asistentes hubiera sido difícil de<br />
contener, en Managua se le escuchaba en silencio, con la seguridad<br />
de que se haría justicia; y el solo hecho de que no se hubiera establecido<br />
la pena de muerte a pesar de tantos crímenes incalificables,<br />
¿no era ya el barómetro de esta manera de ser que separa de<br />
manera tan radical el auténtico pueblo nicaragüense de los que<br />
durante años y años fueron sus torturadores y sus verdugos?<br />
Creo que en Europa se sabe bastante sobre la campaña de<br />
alfabetización de 1980, que según informes precisos ha permitido<br />
hacer bajar una tasa de analfabetismo de más del 50 por ciento a un<br />
11 por ciento, y de la que bien pudo decirse que la mitad del pueblo<br />
enseñó a leer a la otra mitad.<br />
Por supuesto, como bien lo saben la Unesco y los especialistas,<br />
el verdadero problema empieza después de la primera campaña,<br />
cuando se trata de mantener el terreno ganado y crear poco a poco<br />
el hábito de la lectura en quienes por razones de aislamiento y de<br />
trabajo tienden a olvidar lo adquirido. Los nicas tampoco se han<br />
dormido en este sector, muy al contrario: los CEP (Colectivos de<br />
Educación Popular) son núcleos de maestros y estudiantes que en<br />
este mes de abril de 1982, después de un período de preparación de<br />
planes y materiales, se lanzarán a una nueva campaña que abarcará<br />
a 180.000 estudiantes y cerca de 26.000 maestros.<br />
Una vez más, las brigadas de intelectuales, profesores y alumnos<br />
universitarios y de liceos se diseminarán en todo el territorio para<br />
mejorar el grado de instrucción de los pobladores. En un país donde<br />
como en casi toda América Latina el nivel de los programas radiales<br />
es bajo, hay sin embargo una emisión totalmente dedicada a ayudar<br />
a las tareas de alfabetización. Y en los niveles de la cultura superior,<br />
el avance es igualmente considerable; de todo lo que pude conocer<br />
en ese campo, lo más significativo me pareció la fundación de la<br />
editorial Nueva Nicaragua, que en poco tiempo ha publicado una<br />
serie de libros de bolsillo que se difunden ampliamente, y que se<br />
dispone a lanzar una serie de casi cien títulos con las grandes obras<br />
de la literatura universal. Hace poco, en una feria del libro, la gente<br />
se arrebató un conjunto de cinco libros presentados en una divertida<br />
“casita” de cartón y a un precio que haría soñar a los lectores<br />
franceses. Paralelamente a esto, aumenta el número de semanarios<br />
56<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
dedicados a la cultura, entre los que se destaca por su gran difusión<br />
el suplemento Ventana, del diario Barricada, donde no sólo hay<br />
abundante material literario sino estético, con reproducciones de<br />
pinturas y trabajos críticos de alta calidad.<br />
Todo esto se refleja cada vez más vivamente en la respuesta<br />
popular a los actos culturales, a los que no se va por compromiso<br />
o para matar el tiempo, sino en busca de un diálogo directo con<br />
los poetas, los narradores y los artistas plásticos y musicales. Bien<br />
pudimos apreciarlo Gabriel García Márquez, Rogelio Sinán y yo la<br />
noche en que leímos algunos de nuestros textos ante un público<br />
que llenaba un parque popular de Managua; centenares de adultos,<br />
jóvenes y niños sentados en el césped siguieron con avidez cada<br />
palabra de la lectura. Personalmente no me gusta leer mis textos<br />
en voz alta ni escuchar los ajenos, supongo que por el mal hábito de<br />
la lectura solitaria, y esa noche tuve miedo de que el acto resultara<br />
demasiado largo, y que la gente se quedara solamente por cortesía:<br />
Pero cuando salíamos, un grupo de jóvenes se me acercó para<br />
decirme que estaban cordialmente enojados porque habíamos<br />
leído demasiado poco...<br />
Llego al final de estos fragmentos de recuerdos, y algunas<br />
imágenes sueltas buscan fijarse como despedida. Al igual que<br />
toda nuestra América el encanto de la inocencia popular, siempre<br />
mezclada con ironía y humor, no conoce límites. Como el cartel de<br />
una humilde tienda en los barrios orientales, donde se puede leer:<br />
Barbería Demetrio, técnica unisex, anuncio que le deja a uno pensativo.<br />
En una tienda se vende un cartel para poner en la oficina: En las<br />
horas de trabajo, las visitas al carajo. Vi una miserable choza de paja<br />
y latas viejas levantada en un descampado del centro de la ciudad,<br />
donde una anciana instalada en su hamaca espera pacientemente<br />
la llegada de quienes quieren comprarle sus buñuelos. En lo alto<br />
de la choza, un cartel dice inexplicablemente: C.I.T., y en el terreno<br />
baldío lleno de malezas y charcos, otro cartel indica: Parking reservado<br />
a la clientela de C.I.T.<br />
Por tantas cosas así, no puedo irme de Nicaragua sin que la<br />
ternura sea mi sentimiento dominante, esa ternura que me hace<br />
volver a ella cada vez que puedo. Y pienso una vez más en una frase<br />
del comandante Tomás Borge que tan bien resume lo que aquí no<br />
alcanzo a decir: “No se puede ser revolucionario sin ternura en los<br />
ojos y en las manos, sin amor a los pobres y a los niños”.<br />
58<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Nicaragua desde adentro (I)<br />
No soy un corresponsal ni un experto en la geopolítica de<br />
América Central; estas notas sólo buscan situarse como entrelineas<br />
de los informes concretos que el lector tiene con frecuencia a su<br />
alcance, un poco a la manera de esas voces en off que completan el<br />
sentido de una imagen, o tal vez mejor, como imágenes que permiten<br />
entender mejor el discurso racional. En estos últimos tiempos se<br />
repite, en todas partes que la situación en Nicaragua es grave, como<br />
parte inevitable de una gravedad que dentro de distintos contextos<br />
convulsiona a El Salvador, a Guatemala, y, actualmente incluso a<br />
Honduras. ¿Pero de qué gravedad se habla realmente?<br />
No en un plano inmediatamente visible, en todo caso. He vuelto<br />
a una Managua, a una campaña en la que todo mantiene el ritmo<br />
impreso por el gobierno nicaragüense al otro día del triunfo sandinista.<br />
Incluso los progresos son visibles en lo que toca a la vida<br />
diaria, la alimentación y las condiciones sanitarias. Pero lo que<br />
faltaba y sólo podía ser obtenido por medio de créditos y divisas,<br />
sigue faltando medios de transporte, piezas de repuesto, material<br />
hospitalario, medicamentos, infraestructuras para los planes de<br />
construcción. ¿Cómo podría no faltar; pese a los esfuerzos de solidaridad<br />
de no pocos países del este y del oeste, si Nicaragua les fue<br />
devuelta a sus legítimos dueños como un muñeco roto, una casa<br />
devastada por el más siniestro de los tifones, que no se llamó Flora<br />
ni Lucy sino Somoza?<br />
La víspera de mi llegada desde México, leí en los periódicos<br />
la denuncia que hacía Sergio Ramírez de una nueva triquiñuela<br />
de los Estados Unidos para desestabilizar el régimen y favorecer<br />
el eventual retorno a las condiciones “democráticas” tal como las<br />
definen del lado del Potomac. Después de haber dado de largas al<br />
otorgamiento de créditos prometidos inmediatamente después del<br />
triunfo sandinista por el gobierno de Jimmy Carter, el de Reagan<br />
decide generosamente la donación de cinco millones de dólares a la<br />
empresa privada de Nicaragua. Cuando se sabe que en buena parte<br />
esa empresa responde al sector conservador y/o a los intereses<br />
de los Estados Unidos, es obvio que la incidencia de esos créditos<br />
no beneficiará mucho al pueblo nicaragüense; lo que la Junta de<br />
Gobierno hubiera destinado a planes de interés general, o sea al<br />
progreso en vez de la ganancia, entra de nuevo en el turbio juego de<br />
los intereses personales, familiares o corporativos. Y es por cosas<br />
así que la situación es grave; nada parece un peligro tangible, no se<br />
ha producido la invasión planeada desde hace tanto tiempo, todo<br />
da la impresión de mantener su ritmo habitual, y sin embargo los<br />
responsables del gobierno tienen la certidumbre –y se lo dicen al<br />
pueblo con una claridad admirable, como es admirable la calma<br />
con que el pueblo recibe esas noticias– que las tenazas siguen<br />
cerrándose día a día y que la única manera de frenar lo peor es<br />
tirándose a fondo en lo mejor, en el nivel más alto de conciencia<br />
política, de trabajo y de capacidad de defensa.<br />
Como le pasó a Cuba en uno de sus peores momentos, las<br />
catástrofes naturales se suman a las manufacturadas por los<br />
enemigos: las inundaciones recientes harán sentir durante más<br />
de dos años sus efectos negativos en el plano de la agricultura, la<br />
vialidad y la vivienda. Para eso, claro, no hay créditos suficientes,<br />
pero en cambio es bueno saber que las visitas que hacen en estos<br />
días diversos miembros del gobierno a países extranjeros pueden<br />
mejorar el panorama económico e incluso político del país. El<br />
comandante Daniel Ortega en Francia y España, el canciller<br />
D’Escoto y el ministro de cultura Ernesto Cardenal en otros países,<br />
perfilarán mejor una imagen de Nicaragua que a veces se diluye<br />
en el complejo damero centroamericano. Demasiado sabemos<br />
que las agencias y los columnistas “liberales”, por no decir los de<br />
la pura derecha, han empezado hace rato el mismo sucio juego que<br />
hicieron con Cuba, y que aquí tiene ecos frecuentes en los sectores<br />
que temen por sus intereses e incluso por sus dogmas. Cada día<br />
se insiste más en presentar a Nicaragua como dependiente de la<br />
URSS, olvidando minuciosamente (y hablo ahora al margen del<br />
problema de la opción ideológica) que la presencia soviética en el<br />
Caribe fue resultado directo de la torpeza de los USA al poner a<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Cuba en la disyuntiva de aceptar una ayuda esencial, la del petróleo<br />
de la URSS, o hundirse en quince días como un barquito de papel.<br />
Lo repito: que esa presencia hubiera sido buscada sin razones tan<br />
dramáticas, es posible y hasta probable. ¿Por qué no? Pero en aquellas<br />
circunstancias y en las que hoy enfrenta Nicaragua, poner el<br />
grito en el cielo por la “injerencia soviética” en la región, es de una<br />
hipocresía que sólo se compara con la de quienes se dicen demócratas,<br />
sin querer reconocer que la primera mitad de esa palabra<br />
contiene lo que más temen, el verdadero demos, ese que en América<br />
Central acabará poco a poco por entrar de veras en la historia<br />
después de tanto tiempo de haber vivido acorralado en el famoso<br />
patio trasero de la estrategia norteamericana.<br />
La situación es grave en Nicaragua. Comprenderlo ya es algo;<br />
tratar de echar una mano sería mucho mejor.<br />
Managua, julio de 1982<br />
Nicaragua desde adentro (II)<br />
El mar, como un vasto cristal azogado. Me gusta imaginar que<br />
Darío pudo escribir su poema mirando a la distancia desde la<br />
veranda de este bungalow de “El Velero” donde trabajo; al fin y al<br />
cabo León, la ciudad del poeta, está muy cerca de aquí. Pero nada<br />
de esto existía en su tiempo, salvo el vasto cristal azogado lamiendo<br />
la playa de arena cobriza; “El Velero”, que es ahora un centro de<br />
vacaciones para obreros, nació mucho después de él, y con propósitos<br />
harto diferentes, puesto que era uno de los clubes de Somoza<br />
donde supongo que venía de cuando en cuando para meditar sobre<br />
la mejor manera de seguir instalando otros clubes no menos exclusivos<br />
en los mejores lugares del país, y así sucesivamente hasta lo<br />
que todos sabemos.<br />
Al igual que los cubanos, los nicas piensan que en esta época<br />
que ellos llaman invierno sólo a los extranjeros y a los piantados<br />
se les puede ocurrir bañarse en el mar, que imaginan cubierto de<br />
icebergs o algo así; la verdad es que hace un calor tremendo, que el<br />
agua tiene una temperatura que jamás conoció el Mediterráneo, y<br />
que si no te cuidas del sol de mediodía los cangrejos te adoptarán<br />
como a uno de los suyos. Por esas razones es fácil conseguir ahora<br />
un bungalow al lado del mar y “El Velero” boga con pocos pasajeros<br />
a bordo; su ritmo de viaje, sin embargo, es el de todo el año y los<br />
servicios funcionan normalmente: la casa comunal donde se sirven<br />
las comidas, se ve la televisión y se juega al billar; la limpieza cotidiana<br />
de las casas ocupadas, los trabajos de ampliación, alcantarillado,<br />
y la edificación de casas nuevas; la atención médica tres o<br />
cuatro veces por semana. Da gusto navegar en este velero en el que<br />
la gente tiene la sonrisa franca y espontánea y donde el “buenos<br />
días” de cada mañana suena de otra manera que en las grandes<br />
ciudades. Y sobre todo da gusto ver este antiguo reducto del despotismo<br />
convertido en un centro donde las familias obreras encuentran<br />
solaz y descanso por un precio más que económico.<br />
Entre mi bungalow y el mar se tiende el “parque”, también calificado<br />
de “vergel-jardín”, aunque todo eso pertenece más al futuro<br />
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63
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
que al presente. Pero si las plantas tardan en crecer y afirmarse,<br />
los juegos para los niños se alzan variados y multicolores. Una vez<br />
más el ingenio ha suplido la falta de materiales: hamacas y toboganes<br />
nacen de la recuperación de tablones, bidones y neumáticos<br />
usados, apenas reconocibles bajo una capa de brillantes colores. En<br />
el centro se alza una especie de pirámide maya, a cuya plataforma<br />
se accede por una escalinata cuyos peldaños amarillos y verdes<br />
son otros tantos neumáticos colocados horizontalmente. Una vez<br />
arriba, en vez de sacrificios a los dioses, espera la posibilidad de<br />
resbalar por los toboganes de cemento, aunque los niños tienden<br />
a bajarlos con saltos de ranitas, sabedores de que el sol convierte<br />
el tobogán en sartén y que si se deslizan por él se van a chamuscar<br />
el culito. Hay también una especie de mirador y mesas a la sombra;<br />
de noche se ve un caballo blanco que se acerca a los juegos y los<br />
olisquea como con una vaga nostalgia. Y hay luciérnagas, y una gran<br />
paz.<br />
No así en la frontera hondureña, de donde siguen llegando<br />
noticias de atropellos, de escaramuzas contrarrevolucionarias que<br />
se dirían ensayos generales antes de una invasión latente desde<br />
hace tanto tiempo. Los sandinistas repelen los ataques y pagan un<br />
duro tributo de pérdidas, a la misma hora en que los otros gobiernos<br />
centroamericanos bailan al compás de Washington y despliegan<br />
todo el vocabulario de la democracia tal como se la entiende allá<br />
arriba. Dentro de dos días el pueblo sandinista se reunirá en Masaya<br />
para celebrar el tercer aniversario de la liberación de país. Tres<br />
duros años, por dentro y por fuera años de reconstrucción con las<br />
manos casi vacías, de respetos a un pluralismo político que desde<br />
un comienzo fue aprovechado por quienes desconfiaban de todo<br />
que significara un avance auténtico del pueblo por el camino de la<br />
educación, la conciencia política y la participación en el bienestar<br />
común. Yo pensé alguna vez que si el socialismo se pretende internacional,<br />
hay algo que lo es más que él: la burguesía. Los burgueses<br />
son absolutamente idénticos en cualquier país de la tierra, y un<br />
burgués alemán reconoce a uno francés o uruguayo con más prontitud<br />
que los socialistas alcanzan a reconocerse entre ellos. Por eso<br />
los burgueses de Nicaragua siguen exactamente el mismo camino y<br />
los mismos procedimientos que los cubanos. Cuando una tiranía se<br />
les vuelve demasiado dura, sea la de Batista o la de Somoza, ayudan<br />
a echarla abajo y se suman al desfile de la victoria, pero pare de<br />
contar amigo: nada de dejar que el populacho se la tome en serio<br />
y quiera meterse con lo que heredamos de papá, que lo heredó de<br />
abuelito, o de lo que ganamos con las multinacionales que al final<br />
hacen progresar el país y traen las mejores importaciones. No me<br />
olvido de una frase de Fidel Castro al otro día de la entrada en La<br />
Habana, cuando los autos de los burgueses desfilaban con gallardetes<br />
revolucionarios. Le dijo al Che: “Ya vas a ver cómo esos gallardetes<br />
se caen antes de un mes”. Y aquí no habrá sido muy diferente.<br />
Pero yo estaba hablando de “El Velero”. Ahora iré a almorzar a la<br />
casa comunal: frijoles, claro, puedo ganar cualquier apuesta en ese<br />
sentido. Frijoles y carne picada, o un pescado, o huevos. Y la cerveza<br />
helada, que es tan rica en Nicaragua. El almuerzo más el café cuesta<br />
veinticinco córdobas (un dólar). La cerveza, trece córdobas. Buen<br />
provecho, compañeros.<br />
Managua, julio de 1982<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Nicaragua desde adentro (III)<br />
En Europa, la fragmentación de las noticias tiende a mostrar<br />
aisladamente a los pequeños países centroamericanos, y no<br />
siempre están claras las incidencias recíprocas de sus procesos<br />
históricos. Tampoco lo estuvieron aquí en otros tiempos, pero hoy<br />
ya nadie se engaña: cada paso adelante, de la Revolución nicaragüense<br />
o cada paso atrás de la política costarricense son sentidos<br />
globalmente en América Central, cuyos pueblos amplían cada vez<br />
más su espectro mental y su conciencia política; la lucha armada<br />
en Guatemala y El Salvador no son pulsiones populares aisladas;<br />
como tampoco la creciente resistencia del pueblo de Honduras<br />
frente al uso que se quiere hacer de su ejército. Basta abrir un diario<br />
de Managua para ver, en la primera página, la presencia total de<br />
Centroamérica en sus noticias más importantes; y la mentalidad<br />
popular es semejante a esa primera página.<br />
Digo esto después de leer una entrevista que Claribel Alegría<br />
y D. J. Flakoll acaban de hacerle a Salvador Cayetano Carpió, más<br />
conocido como el comandante Marcial, una figura ya legendaria<br />
en El Salvador donde después de toda una vida de lucha sindical,<br />
persecuciones, prisión, tortura y exilios repetidos, acabó creando<br />
con un grupo de compañeros el FPL, Fuerzas Populares de Liberación<br />
Farabundo Martí, y es hoy miembro de la comandancia<br />
del FMLN, el Frente de Liberación Nacional que también lleva<br />
el nombre de Farabundo Martí y que en estos momentos sigue<br />
teniendo en jaque a las tropas gubernamentales que, a pesar del<br />
enorme apoyo de los Estados Unidos, no han logrado ni mucho<br />
menos detener el avance de todo un pueblo cuyo brazo armado es<br />
el Frente.<br />
Hay en esa entrevista algunos puntos de vista que me parecen<br />
fundamentales para entender mejor lo que el comandante Marcial<br />
llama la “regionalización” de un proceso que muchos tienden<br />
todavía a parcelar por países. Para él esa regionalización es el objetivo<br />
de la nueva política de Washington en la zona centroamericana<br />
y del Caribe, en la que hasta ahora sus intervenciones de todo orden<br />
(desde créditos a los gobiernos amigos hasta invasiones armadas<br />
como aquellas contra las cuales tanto luchó Sandino en Nicaragua)<br />
habían estado casi siempre localizadas, centradas en escenarios<br />
precisos. Desde hace tiempo, observa Marcial que una estrategia<br />
global reemplaza cada vez más las injerencias y las intervenciones<br />
aisladas; no es por azar que una lenta e insidiosa tela de araña se va<br />
tejiendo en la totalidad de la zona centroamericana y caribeña; no<br />
es por azar que los tres ejércitos que responden a gobiernos “manejables”<br />
–Guatemala, Honduras y El Salvador– están siendo diariamente<br />
alimentados con toda clase de armamentos antiguerrilleros,<br />
sin hablar de la asesoría técnica y los créditos cuantiosos; no es azar,<br />
pensamos a nuestra vez, que se haya creado la mal llamada Comunidad<br />
Democrática Centroamericana en la que por supuesto no<br />
figuran ni Cuba ni Nicaragua; no es por azar que el nuevo gobierno<br />
de Costa Rica, país que alguna vez fue un ejemplo de sensatez y<br />
de buena vecindad, multiplique las denuncias sobre el “avance<br />
marxista” allí donde se lucha por la soberanía popular; y tampoco<br />
es por azar que al abrigo de maniobras conjuntas en las que los<br />
norteamericanos han impartido un amplio know how al ejército<br />
hondureño, este último esté tendiendo una línea de agresivos<br />
campamentos y fuertes en la frontera con Nicaragua, allí mismo<br />
donde las bandas somocistas incursionan bajo su protección y tolerancia<br />
para sabotear, asesinar y saquear en las zonas rurales, como<br />
acaba de ocurrir en San Francisco del Norte. Por todo eso Marcial<br />
tiene harta razón cuando concluye textualmente: “Podríamos decir<br />
que estamos a las puertas de la guerra, pero es más adecuado decir<br />
que Centroamérica entera está en guerra”.<br />
Si todo esto es grave, si la enorme araña del norte puede cubrir<br />
cada vez más lo que se obstina en considerar como su traspatio, a<br />
la vez este proceso suscita un efecto dialéctico que a Washington<br />
parece escapársele como siempre se le han escapado los puntos<br />
esenciales en materia internacional. Hoy en día no hay nadie en<br />
Centroamérica que se considere aislado, tanto si cuenta con el favor<br />
o enfrenta la enemistad de los Estados Unidos, y vuelvo a citar a<br />
los diarios nicas como el mejor ejemplo de esta regionalización<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
informativa, puesto que ellos son el espejo de todo un pueblo. Cada<br />
triunfo o cada revés popular en Guatemala y en El Salvador, cada<br />
maniobra favorable o desfavorable de la diplomacia costarricense<br />
u hondureña, los últimos sucesos en Panamá, que representan una<br />
malla más de la tela de la araña del norte, los problemas en Granada<br />
o Belice, cada hecho centroamericano o caribeño son vistos como<br />
parte de un proceso global, como elementos positivos o negativos<br />
de un juego en el que todos los pueblos de la zona están comprometidos<br />
y frente a los cuales se sienten responsables. Marcial<br />
piensa que Estados Unidos tendrá finalmente que invadir militarmente<br />
a Centroamérica, y que no le servirá de nada. Entre otras<br />
cosas porque en cualquier país en el que desembarque no tardará<br />
en darse cuenta de que frente a él no sólo estará el pueblo de ese<br />
país; sino los de todos los países de la zona. Y esa es una determinación<br />
que comparten cada vez más aquellos que en esta parte del<br />
mundo luchan por su soberanía y por su dignidad, como bien lo<br />
sabe Marcial que es uno de sus más admirables ejemplos.<br />
Managua, agosto de 1982<br />
Nicaragua desde adentro (IV)<br />
Hace dos noches estuve en una de las salas de mujeres del<br />
hospital Dávila Bolaños de Managua, para visitar a una jovencita de<br />
quince años, estudiante del segundo año de secundaria.<br />
La reconocí en seguida entre las muchas enfermas, porque<br />
su foto se está publicando diariamente en los periódicos nicaragüenses,<br />
y su cara no es de las que puedan olvidarse o confundirse.<br />
Todo el mundo habla de su sonrisa, que estaba como siempre en<br />
sus labios cuando me acerqué a su cama. Todo el mundo habla de<br />
Brenda Rocha con una mezcla de amor y de admiración, pero a la<br />
par de esos sentimientos se percibe el horror y, sobre todo la cólera<br />
frente a las razones por las cuales esta niña está en una cama de<br />
hospital.<br />
Desde hace unos días a Brenda le falta el brazo derecho, amputado<br />
a cinco centímetros del hombro.<br />
En una de las zonas de más difícil acceso en el país, la región de<br />
los yacimientos minerales de Siuna, La Rosita y Bonanza, hay un<br />
pueblecito llamado Salto Grande que, como todos los lugares aislados<br />
del interior, se ve frecuentemente amenazado por las bandas de los<br />
exguardias somocistas que, valiéndose de la ayuda en armas que<br />
reciben del exterior, se dedican a asaltar y asesinar a los campesinos,<br />
a robar y saquear las comunidades y a hostigar a los milicianos<br />
sandinistas que defienden a los pobladores.<br />
Junto con un pequeño grupo de compañeros procedentes de<br />
Bonanza, Brenda Rocha tenía a su cargo la protección de Salto Grande.<br />
A los quince años, después de haber trabajado como alfabetizadora<br />
e ingresado a las Juventudes Sandinistas, Brenda se había<br />
sumado a las milicias; como ella misma lo dice con toda naturalidad,<br />
su tarea era la de hacer frente a cualquier ataque, y el 24 de julio<br />
pasado estaba montando guardia con sus compañeros cuando una<br />
banda muy superior en número y armamento descendió por las<br />
lomas y atacó el poblado.<br />
En la batalla que siguió, siete milicianos hallaron la muerte, seis<br />
hombres y una mujer; Brenda, gravemente alcanzada por balas que<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
le destrozaron el brazo, siguió disparando con la mano izquierda<br />
hasta que la pérdida de sangre la obligó a cesar el fuego cuando<br />
ya los somocistas invadían el poblado. Tendida boca abajo, fingió<br />
estar muerta, y los asaltantes que temían la llegada de refuerzos<br />
sandinistas se retiraron sin tocarla; los pobladores la atendieron en<br />
un primer momento, hasta que pudo ser transportada a Managua<br />
donde fue preciso amputarle el brazo. Los médicos afirman que a<br />
fin de mes estará en condiciones de ser trasladada a la Unión Soviética,<br />
y allí la cirugía más avanzada le instalará una prótesis; para<br />
Brenda esto significa volver a estar en condiciones para reanudar<br />
su trabajo, de seguir cumpliendo con sus obligaciones de miliciana.<br />
Mientras estaba a su lado, recibiendo su mirada que parece<br />
rechazar dulcemente toda piedad e incluso toda admiración, me<br />
dije que los nicaragüenses conocen la muerte de tan cerca después<br />
de años y años de lucha sin cuartel, que sus sentimientos frente a<br />
Brenda no se limitan a la alegría de que haya escapado por un mero<br />
azar al destino que abatió a sus compañeros de combate: tanto en<br />
Brenda como en todos los que la sienten hoy como una hija, una<br />
hermana o una novia, lo que cuenta es aceptar lo sucedido como<br />
parte del trabajo revolucionario y verlo como prueba de una imbatible<br />
determinación. Creo que por eso su sonrisa, de la que todos<br />
hablan, se ha grabado en las memorias y en los corazones con tanta<br />
fuerza como si fuera una consigna de lucha, una bandera o una<br />
canción revolucionaria.<br />
Uno de los amigos que me acompañaba esa noche en el hospital,<br />
me dijo que Brenda se sonreía como los ángeles de Giotto.<br />
Es cierto, pero yo la siento todavía más cerca, de la inolvidable<br />
sonrisa del ángel de la catedral de Reims, que desde lo alto nos<br />
contempla con una expresión llena de travesura y de gracia, casi<br />
de complicidad. Ese ángel parece comprenderlo todo, y precisamente<br />
por eso está más cerca de nosotros que los que se distancian<br />
envueltos en una pureza abstracta. El rostro de Brenda Rocha<br />
es el rostro de un ángel, pero nada podría ser más hermosamente<br />
humano que ese rostro que vio la muerte y el horror de frente, y sin<br />
embargo no está marcado por el sufrimiento o la cólera. De pronto<br />
sé con toda claridad por qué Brenda es hoy un símbolo entrañable<br />
para los nicas: ella es como Nicaragua, ella es Nicaragua.<br />
Sus quince años son la juventud de los tres años de la revolución;<br />
su coraje y su serenidad son los que día a día veo en quienes<br />
esperan a pie firme a los enemigos de fuera y de dentro; el muñón<br />
de su brazo es la cuota de sangre que ha pagado y sigue pagando<br />
este pueblo enamorado de la luz y la libertad y la alegría.<br />
Sí; la sonrisa de Brenda es también la sonrisa de Nicaragua que<br />
se reconoce en ella y la hace suya.<br />
Managua, agosto de 1982<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Aquí, la dignidad y la belleza<br />
Conócete a ti mismo. Es fácil decirlo, y aún más creerlo; después,<br />
en los momentos de ruptura, de implosión; de caída en uno mismo,<br />
lo que se descubre es otra cosa. Cebollas infinitas, no terminaremos<br />
jamás de retirar las telas que nos abarcan desde los siete<br />
velos de Salomé hasta la prodigiosa espeleología del psicoanálisis;<br />
debajo, siempre más abajo, el centro rehúsa dejarse ver tal como es.<br />
Estamos lejos de muchas cosas, pero de nada estamos más lejos que<br />
de nosotros mismos.<br />
Pensamientos de alto vuelo, como se ve, tal vez por hilarlos a<br />
ocho mil metros de altura mientras el avión me trae una vez más<br />
hacia Managua mi muy querida. Todos estos meses he deseado<br />
diariamente llegar para agregarme una vez más al esfuerzo sandinista,<br />
avanzar en el conocimiento de su proceso liberador y difundirlo<br />
después a mi manera a fin de contrarrestar en lo posible tantas<br />
mentiras o verdades a medias que circulan en Europa. Confieso que<br />
he tenido miedo de quedarme afuera, de que lo peor se produjera<br />
estando lejos y ya no pudiese entrar; ¿quién no sabe que la frontera<br />
con Honduras es esa gigantesca espada de Damocles suspendida<br />
sobre todo un pueblo que quiere la paz y está dando su sangre por<br />
ella?<br />
Pero ahora que toco tierra en Managua, algo toca también tierra<br />
en otra parte de mí, y siento que lo primero, lo que más deseo ver,<br />
es el museo de pintura y escultura inaugurado en diciembre y<br />
que contiene las donaciones solidarias de centenares de grandes<br />
artistas latinoamericanos. Apenas lo haya visto me echaré a la calle<br />
como tantas otras veces, y empezaré la ronda de amigos que me<br />
reseñarán la situación y me embarcarán en viajes a las zonas más<br />
críticas del momento. Pero el museo primero, no sé realmente por<br />
qué. (¡Conócete a ti mismo, vaya broma!)<br />
Y ahí, como una rectificación brutal y necesaria, la realidad esperándome<br />
apenas salgo del aeropuerto con el comandante Tomás<br />
Borge: no hemos recorrido ni medio kilómetro cuando vemos llegar<br />
un cortejo fúnebre y escuchamos las consignas sandinistas de la<br />
pequeña multitud que acompaña a uno de los combatientes caídos<br />
hace tres días, en la frontera hondureña, uno de los muchos que han<br />
muerto y siguen muriendo bajo las balas de los exguardias somocistas<br />
allí concentrados. Sólo mucho más tarde vuelvo a pensar<br />
en el museo, y me digo que allí sigue la vida, que allí se concentra<br />
otro tipo de incitación a seguir adelante y a superarse en todos los<br />
planos. Carmen Waugh, la compañera chilena que lo ha organizado,<br />
me lleva al teatro Rubén Darío en cuyas galerías están expuestas<br />
provisionalmente gran parte de las obras, en espera de un local<br />
definitivo que no es fácil conseguir en una ciudad que guarda<br />
todavía las infinitas cicatrices del terremoto de los años setenta, y<br />
que carece de recursos para la instalación de un museo moderno.<br />
Pero es así, en Nicaragua las cosas se hacen como se puede<br />
y después se las va consolidando, y no creo que en el mundo haya<br />
otro caso de una enorme y valiosísima colección de obras de arte que<br />
antecede al museo que deberá contenerlas. Por ahora el público se<br />
pasea por las galerías del teatro, se conforma con la iluminación insuficiente,<br />
entabla sus primeros diálogos silenciosos (o a gritos, cuando<br />
es un grupo de amigos) con un arte resueltamente contemporáneo<br />
que provoca todo lo que siempre debe provocar el arte de avanzada:<br />
fascinación, repulsa, amor, antagonismo, las tomas de posición<br />
necesarias, para lanzar la imaginación a todo motor, discutir hasta<br />
quedarse sin aliento, y al final salir del museo con algo nuevo y diferente<br />
en la memoria, ese “algo” que irá modificando la visión interior<br />
sin que la conciencia se dé clara cuenta que irá afinando lentamente<br />
el gusto y ayudando a rechazar tanta cosa barata que se tomaba por<br />
arte y por belleza, y que desde luego no puede desaparecer en un día.<br />
Y si en Nicaragua ha habido y hay magníficos artistas, tanto “cultos”<br />
como “primitivos”, el museo contribuirá a crear en el público un<br />
mayor interés por sus obras, no sólo las que figuran en él, sino las que<br />
existen en diferentes centros culturales, establecimientos de educación<br />
y talleres de pintores. El ojo, la visión estética, se enriquece con<br />
cada nuevo descubrimiento en ese terreno, y lo internacional ayuda<br />
siempre a comprender y a valorar mejor lo nacional.<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Agrego algo que me parece de primera importancia: aunque el<br />
museo ya esté allí abierto gratuitamente al público, casi todo queda<br />
todavía por hacer, y confío en que los nicas lo harán lo antes posible<br />
a pesar de las dramáticas dificultades del momento en materia de<br />
defensa, producción y educación popular. Entre otras cosas hará<br />
falta un catálogo explicativo para que el público poco familiarizado<br />
con el arte de nuestro tiempo pueda entrar en las variadas<br />
corrientes estéticas y conocer la personalidad de artistas tan célebres<br />
en el mundo como Lam, Matta, Le Pare, Soto, la lista es enorme.<br />
Hará falta que los artistas y profesores lleven a sus estudiantes y<br />
los guíen en esa selva de colores y de formas y de ritmos. Hará falta<br />
que los suplementos literarios que llegan a todo el país despierten<br />
en el público el deseo de darse una vuelta por el museo. Y hablando<br />
de esto, no me gusta el término “museo”, que suena siempre un poco<br />
a momia egipcia, a templo académico. ¿Por qué no la Casa del Arte<br />
Latinoamericano, o algo igualmente acogedor y próximo? ¿Por qué<br />
los jóvenes pintores, grabadores y escultores de Nicaragua no organizan<br />
turnos voluntarios para charlar con los visitantes y acompañarlos<br />
en su exploración, ayudándoles de compañero a compañero<br />
a orientarse mejor en ese terreno tan nuevo para Nicaragua?<br />
Por mi parte salgo del museo pensando en que es el primero en<br />
el país, y que la solidaridad latinoamericana ha hecho de él uno de<br />
los más ricos y representativos del continente. Que la belleza pura se<br />
instale hoy con ese vuelo en Nicaragua es para mí el mejor símbolo<br />
del presente y del futuro de un pueblo en el que es posible llevar a<br />
cabo cosas así. De una manera que la razón no podría explicar, ese<br />
museo multiplica la fuerza y la decisión de quienes luchan aquí por<br />
una vida libre y digna. No hay verdadera revolución sin belleza y sin<br />
poesía, las dos caras de una misma medalla.<br />
Managua, enero de 1983<br />
Vigilia en Bismuna<br />
En las planicies pantanosas del nordeste, a muy poca distancia<br />
de la frontera con Honduras donde arde una guerra no declarada,<br />
hay un ínfimo punto en el mapa: Bismuna, ruina de lo que fue un<br />
poblado de indios misquitos y teatro, hace apenas diez días, de un<br />
encarnizado combate entre los guardafronteras sandinistas y una<br />
banda de contrarrevolucionarios que intentaron repetir otra de las<br />
frecuentes incursiones que dejan un elevado saldo de asesinatos de<br />
campesinos y saqueos de sus míseras aldeas.<br />
Casi en el mismo momento, un grupo de unos veinte norteamericanos<br />
de diferentes procedencias, confesiones y profesiones,<br />
desembarcó en Managua con el propósito declarado de llevar a<br />
cabo una “vigilia de la paz”, o sea instalarse en algún lugar lo más<br />
próximo posible de la frontera para protestar con su actitud y su<br />
ejemplo contra las maniobras “Pino Grande” que estaban llevando<br />
a cabo tropas estadounidenses en combinación con las hondureñas.<br />
La poeta salvadoreña Claribel Alegría, su esposo y yo decidimos<br />
partir con el grupo y compartir la vigilia; cuando llegamos, en la<br />
aislada y poco accesible Costa Atlántica, a Puerto Cabezas, etapa<br />
inicial del viaje (desde luego aprobado y facilitado por el gobierno<br />
sandinista), lo primero que nos dijo William Ramírez, comandante<br />
de la zona, fue que estábamos completamente locos.<br />
—Hasta ayer se estaba combatiendo en Bismuna, y a ustedes<br />
se les ocurre precisamente ir allí. No sé si podré autorizar el viaje,<br />
mañana les daré la respuesta; pero si es afirmativa, sepan que iré<br />
con ustedes porque también yo soy loco cuando se trata de cosas<br />
así.<br />
Tras esa declaración que todos encontramos de una gran<br />
cordura, hubo un compás de espera que nos permitió conocer<br />
Puerto Cabezas, segunda ciudad de la distante y crítica zona<br />
atlántica del país. El grupo de los norteamericanos conoció por<br />
primera vez en esos días amenazantes la actitud de los pobladores<br />
de la ciudad, que por las noches encienden grandes fogatas<br />
en las esquinas y se reúnen para cantar canciones revolucionarias<br />
74<br />
75
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
y folklóricas, escuchar poemas de autores locales, y manifestar su<br />
apoyo a las tareas de defensa y vigilancia, más que nunca necesarias<br />
en una costa particularmente vulnerable a las infiltraciones del<br />
enemigo.<br />
A la mañana siguiente partimos por fin a Bismuna, donde los<br />
guardafronteras sandinistas nos esperaban para asegurar nuestra<br />
protección y darnos las instrucciones necesarias en caso de algún<br />
ataque. Nos alojamos en las cabañas abandonadas de los misquitos<br />
–que viven ahora en uno de los nuevos asentamientos que a su vez<br />
les aseguran protección contra las incursiones–, y nuestro campamento<br />
donde los principales enemigos eran los insectos, y el sol<br />
como de plomo fundido se volvió escenario de esa vigilia de paz<br />
a tan poca distancia del lugar donde se cumplían las sospechosas<br />
maniobras.<br />
El contacto de los visitantes con los jóvenes combatientes<br />
sandinistas se llevó a cabo fácilmente gracias a los excelentes<br />
intérpretes con que contábamos, y todos pudimos conocer de<br />
muy cerca la situación fronteriza, visitar la zona donde se habían<br />
desarrollado los combates de los últimos días, con algunas de sus<br />
macabras huellas y los restos todavía humeantes de los incendios<br />
de cabañas y pastizales. Muchas y a veces pintorescas anécdotas<br />
llenaron nuestros días de vigilia, y sus noches se vieron animadas<br />
por largas reuniones en las que los jóvenes combatientes pudieron<br />
escuchar las canciones de Norma Elena Gadea, incansable trovadora<br />
de la canción nicaragüense, conocer mejor a sus insólitos visitantes,<br />
dialogar con ellos y compartir vituallas y mosquitos con la<br />
misma fraternidad. Hubo alguna alerta la segunda noche, que nos<br />
obligó a dormir con las botas puestas y prontos a correr hasta la trinchera<br />
a la que teníamos orden de arrojarnos en caso de bombardeo;<br />
pero pronto se vio que la derrota sufrida por los contrarrevolucionarios<br />
en los días anteriores bastaba por el momento para mantenerlos<br />
a distancia.<br />
En el ínterin se supo que la noticia de la vigilia estaba ya llegando<br />
a los Estados Unidos, donde muchos sectores de la población no<br />
habrán quedado indiferentes ante un acto cuyo valor simbólico<br />
debió ser profundamente dramático para muchos de ellos: del otro<br />
lado de la frontera en Honduras, imponentes despliegues de tropas,<br />
barcos, aviones y hasta submarinos norteamericanos maniobraban<br />
en la zona junto con tropas del ejército hondureño. De este lado, un<br />
pequeño grupo de veinte mujeres y hombres cumplían una vigilia<br />
silenciosa y pacífica, enarbolando distintivos contra la guerra<br />
nuclear y la intervención de su país en América Central. Una vez<br />
más el pequeño David se erguía ante el monumental Goliat, a uno y<br />
otro lado de esa frontera diariamente violada por las incursiones de<br />
los exguardias somocistas envalentonados por el apoyo de los que<br />
buscan desestabilizar el proceso liberador de Nicaragua.<br />
Nunca las estrellas de la caliente noche tropical me parecieron<br />
más brillantes y hermosas mientras velaba junto con mis compañeros<br />
norteamericanos; nunca estuve más seguro de que el futuro<br />
centroamericano pertenece a sus pueblos en lucha, desde Guatemala<br />
hasta El Salvador. Se lo dije a uno de esos amigos a la vez<br />
momentáneos y permanentes: “El día vendrá en que aquí podremos<br />
mirar el cielo por el placer de contemplar estas estrellas y no para<br />
detectar los aviones que traen la muerte”. El humo de nuestros<br />
cigarrillos era más dulce y más perfumado en ese silencio que nos<br />
envolvía en torno a la fogata de medianoche.<br />
Nicaragua, febrero de 1983<br />
76<br />
77
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Retorno a Solentiname<br />
Siete años, no son muchos años, pero en la historia de la nueva<br />
Nicaragua se diría que equivalen a las botas de siete leguas llevando<br />
a enormes brincos a este Pulgarcito centroamericano. Tal vez por<br />
eso, cuando acepto la invitación de un amigo para volver a la región<br />
del gran lago, pienso en mi primer pasaje en 1976, y hay algo de<br />
remoto en la memoria de esos días, como si de alguna manera todo<br />
hubiera sucedido después de esa fecha en que por primera vez puse<br />
los pies en el archipiélago de Solentiname y entré en plena noche<br />
y clandestinamente en la comunidad del poeta Ernesto Cardenal.<br />
Prodigiosa aceleración de la historia, culminando en el 19 de<br />
julio del 79, abriéndose hoy en el vasto panorama de un proceso<br />
popular que comporta tantas realizaciones tangibles, tantas metas<br />
cumplidas o cumpliéndose en medio de esto que sigue siendo<br />
pobreza / trópico, tópico trópico con sus rezagos, sus rémoras, su<br />
machismo exacerbado, América Latina en su franja más tórrida,<br />
Nicaragua tan violentamente dulce como sus bruscos atardeceres<br />
cuando del rosa y del naranja se vira a un terciopelo verde y<br />
la noche cae llena de ojos de tigre, oliente y espesa. Y hablando de<br />
tigres, hay otro aquí, pero antes está mi nuevo viaje a San Carlos y la<br />
panga que baja por el Río San Juan hasta Santa Fe, hasta esa casa de<br />
amigos donde a lo largo de tantas horas miraré fluir las aguas que<br />
perezosamente buscan la salida al Atlántico, anchísimas, hirvientes<br />
de peces, empenachadas de camalotes.<br />
Frente al río pienso en Langston Hughes (I´ve seen rivers) y la<br />
extraña fusión del tiempo y el espacio que parece cumplirse en ese<br />
camino que anda –como le llamaron al Nilo los antiguos egipcios–.<br />
No sé describir paisajes y por una vez lo lamento; hubiera querido<br />
embarcar al lector en esta caliente pereza puntuada por el garabato<br />
blanco de las garzas en las orillas del San Juan, hacerle sentir eso<br />
que Europa ha perdido hace mucho, el vago temor a lo desconocido,<br />
al misterio que empieza en las orillas del río y que el doble telón<br />
verde de la selva y los manglares oculta a la mirada. Inútil consultar<br />
el mapa donde vagas e imprecisas referencias muestran afluentes,<br />
colinas y volcanes, raramente una indicación de vida humana,<br />
aldeas desperdigadas en una soledad que también aquí merece<br />
llamarse sonora, pero sus sonidos son los de la alerta, el pájaro<br />
agorero, el rugido de la fiera, la burla chillante de los monos.<br />
Sombras terribles de Orellana, Gonzalo Pizarro, Lope de Aguirre,<br />
su coraje casi impensable mientras se internaban por primera<br />
vez en este mundo fluvial americano que aún ahora y por otras<br />
razones encierra la amenaza y la muerte; ya no la flecha envenenada<br />
viniendo desde la espesura, sino el fusil del contrarrevolucionario,<br />
la emboscada que tantas vidas cuesta en Nicaragua<br />
como precio de esta libertad que hay que seguir defendiendo día<br />
a día. En Santa Fe, antes de partir hacia el lago y Solentiname, veo<br />
al tigre junto al muelle. Será un jaguar pero tan enorme que nada<br />
lo distingue del rey de las selvas bengalíes: lo cazaron pequeño,<br />
creció en la finca y ahí está su territorio limitado por una irrisoria<br />
cadena que podría romper sin esfuerzo, y que le da amplio<br />
espacio para tirarse al agua de la que sale con un pez en la boca,<br />
y para jugar con los que ahora lo acariciamos recelosamente.<br />
Los de la casa lo tratan como a un gato, le abren la boca para que<br />
veamos sus dientes, le cortan las uñas cada tanto, y el tigre acepta<br />
y gruñe, ahora de golpe me traba las piernas con sus zarpas y me<br />
mira como juzgándome, y yo preferiría enormemente estar más<br />
allá del alcance de la cadena, pero eso no se dice en esta tierra<br />
donde de alguna manera cada uno está jugando con un tigre. Y<br />
cuando consigo apartarme decorosamente (el dueño de casa está<br />
ahí, por las dudas, pero mis dudas son muchas), me acuerdo de un<br />
viejo cuento donde también un tigre se paseaba por una casa de<br />
campo, y me digo que acaso estoy imaginando de nuevo todo esto;<br />
pero todavía siento en los brazos la lengua del tigre, su áspera<br />
lima explorando mi piel, y debajo de la piel está la sangre...<br />
Después nos vamos, a caballo a Solentiname, quiero decir<br />
que cruzamos el inmenso lago en una panga que galopa sobre un<br />
oleaje duro y solapado, nos obliga a sujetarnos y a buscar instintivamente<br />
estribos y riendas para no saltar tanto. Y allí está el<br />
archipiélago donde la isla que abrigó la comunidad de Ernesto<br />
78<br />
79
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Cardenal va a mostrarnos las huellas del vandalismo somocista, el<br />
taller de artesanía quemado, las cabañas saqueadas. Todo está en<br />
reconstrucción, blanco y dulce como en las pinturas que ya todo<br />
el mundo conoce; la iglesia no fue tocada y las deliciosas decoraciones<br />
infantiles de los muros brillan con todos los colores de<br />
sus peces, gallinas, chozas, caimanes y avioncitos. En abril volverá<br />
Cardenal a la casa que le están terminando, la de huéspedes<br />
funciona ya, almorzamos largamente con los amigos y vemos<br />
crecer el lago bajo un viento que pone en peligro el retorno. ¿Pero<br />
quién tiene ganas de retornar?<br />
Solo, me paseo un rato por los prados donde en el 76 sentí por<br />
primera vez la llamada de Nicaragua, el inicio de una comunión,<br />
de un pacto entonces secreto y nocturno. Me embarco a desgana<br />
en la lancha que nos devolverá a San Carlos, y estoy todavía en<br />
esa mezcla de recuerdos y sensaciones donde el río, el lago y el<br />
tiempo juegan conmigo, cuando una tremenda sacudida nos hace<br />
saltar a todos en una realidad que no se anuncia como agradable.<br />
La lancha se inmoviliza y hay las carreras y los gritos de rigor en<br />
esos casos, tras de los cuales llega la explicación casi irrisoria: un<br />
enorme sábalo se ha dejado atrapar por la hélice y es una masa<br />
sanguinolenta de escamas y carne que hay que desprender con<br />
no poco trabajo de las palas. ¿Cuánto medía ese sábalo kamikaze<br />
capaz de meternos semejante susto? Ya está ahí San Carlos, la<br />
avioneta nos espera para llevarnos de vuelta a Managua. Pienso<br />
en el sábalo, pienso en el tigre, vuelvo a ver la ancha y bruñida<br />
corriente del San Juan. La desmesura ha sido aquí la medida de<br />
las cosas. Como todo en el país, me digo atándome el cinturón que<br />
siempre parece inútil en las avionetas. Tan pequeña, Nicaragua,<br />
tierra de gente viviendo con tigres, de sábalos que revientan una<br />
lancha, de un pueblo que se mide diariamente contra fuerzas<br />
tanto más grandes que él. Desde el aire vuelvo a ver Solentiname<br />
bajo un cielo dorado de atardecer. Ahí está la paz, volverá a<br />
florecer la belleza del arte popular ingenuo y sabio, con sábalos y<br />
tigres pintados y esculpidos por los niños, las mujeres, los pescadores.<br />
Todo busca aquí su camino, su equilibrio difícil. Un trópico<br />
que deja de ser tópico en sus muchas carencias y torpezas, un<br />
trópico para un pueblo verdaderamente libre por fuera y por<br />
dentro. Será largo, compañero. Pero Pulgarcito se ha puesto las<br />
botas para siempre.<br />
Nicaragua, febrero de 1983<br />
80<br />
81
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
El escritor y su quehacer en América Latina 3<br />
Si estas páginas suenan como una conferencia, será por culpa<br />
mía, y lo lamentaré mucho. Subo a esta tribuna, en torno a la cual<br />
se reúnen tantos amigos queridos y admirados, con el estado de<br />
ánimo del que entra en una casa o en un café; donde esos amigos<br />
lo esperan para charlar. Pero me conozco lo bastante como para<br />
saber que el solo hecho de estar en un estrado que me sitúa físicamente<br />
por encima de los demás –a pesar de que eso también<br />
me pasa casi siempre al nivel del suelo– basta para privarme de<br />
toda espontaneidad oral y hasta de toda coherencia; incapaz de<br />
improvisar una línea discursiva, me veo precisado a escribir lo<br />
que hubiera preferido exponer con esa soltura que admiro en<br />
tantos otros. Por eso, si empiezo por justificar la necesidad de<br />
estos folios, quisiera que nadie lo tome como una vanidad estilística;<br />
estoy hablando con ustedes y no leyendo una conferencia.<br />
Hace años que muchos de los aquí presentes enfrentamos el<br />
problema que motiva esta reunión, y particularmente el que me<br />
atribuye el temario: el quehacer del escritor en América Latina.<br />
No es necesario reiterar nociones que se han vuelto muy claras<br />
para todo intelectual responsable, entendiendo por responsabilidad<br />
la conciencia de la libertad y de la autodeterminación de<br />
nuestros pueblos y la decisión de participar en el proceso que los<br />
lleve a ellas o las consolide si ya están logradas. Viejas polémicas<br />
sobre el llamado compromiso del escritor se ven hoy felizmente<br />
superadas por una problemática concreta. ¿Qué hacer además<br />
de lo que hacemos, cómo incrementar nuestra participación en<br />
el terreno geopolítico desde nuestro particular sector de trabajadores<br />
intelectuales, cómo inventar y aplicar nuevas modalidades<br />
de contacto que disminuyan cada vez más el enorme hiato que<br />
separa al escritor de los que todavía no pueden ser sus lectores?<br />
3<br />
Texto para un seminario sobre política cultural y liberación democrática<br />
en América Latina (Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Sitges,<br />
España, septiembre de 1982)(nota de la edición de muchnick Editores,<br />
S.A.,1984).<br />
82<br />
Por poco dotados que estemos muchos de nosotros en el terreno<br />
práctico –y creo que somos mayoría, y que no cabe avergonzarse,<br />
puesto que nuestra práctica es otra–, a nadie puede escapársele<br />
ya la importancia de esta etapa en la que los análisis teóricos<br />
parecen haber sido suficientemente agotados y abren el camino<br />
a las formas de la acción, a las intervenciones directas. Como<br />
ingenieros de la creación literaria, como proyectistas y arquitectos<br />
de la palabra, hemos tenido tiempo sobrado para imaginar<br />
y calcular el arco de los puentes, cada vez más imprescindibles<br />
entre el producto intelectual y sus destinatarios, ahora es ya<br />
el momento de construir esos puentes en la realidad y echar a<br />
andar sobre ese espacio: a fin de que se convierta en sendero, en<br />
comunicación tangible, en literatura de vivencias para nosotros<br />
y en vivencia de la literatura para nuestros pueblos.<br />
El puente, como imagen y como realidad, es casi tan viejo<br />
como el hombre. Un poema ha sido siempre un puente, como una<br />
música, o una novela, o una pintura. Lo que es menos nuevo es<br />
la noción de un puente que partiendo de un lugar habitado por<br />
esas novelas, esas pinturas y esas músicas, se tienda hacia otra<br />
orilla donde nada de eso ha llegado o llega verdaderamente.<br />
Los puentes, que tienden los editores, por ejemplo, unen<br />
a los escritores con los lectores, pero más allá de las zonas de<br />
ese tráfico se abren los páramos de la soledad y de la incomunicación,<br />
quizá en menor escala en un país como éste, pero en<br />
proporciones pavorosas, en el conjunto de América Latina. Y por<br />
eso la noción de quehacer que nos reúne hoy aquí, parte obligadamente<br />
de algo que las ilusiones urbanas, los humanismos<br />
elitistas y las buenas conciencias intelectuales prefirieron<br />
ignorar o escamotear de la misma manera que tantos gobiernos y<br />
tantas políticas se atrincheran en el circuito de las capitales y los<br />
centros urbanos, marginándose de la inmensidad de los pueblos<br />
que los rodean en un silencio de ignorancia, de opresión, de<br />
incomunicación, de extranjería, por decirlo así.<br />
83
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
En Nicaragua la cultura ha roto todas las etiquetas<br />
Hace tres semanas yo estaba todavía en Nicaragua, donde una<br />
vez más fui a reunirme con quienes conocen mejor que nadie los<br />
efectos de esta hipócrita noción de cultura, de esta discriminación<br />
que una dinastía de tiranos practicó a base del viejo principio de<br />
que la ignorancia de los muchos facilita el enriquecimiento de los<br />
pocos.<br />
Desde hace tres años el gobierno sandinista dedica el máximo<br />
de sus posibilidades a eliminar el analfabetismo como primer<br />
peldaño para incorporar la totalidad del pueblo a una conciencia de<br />
la existencia humana que se diversifique en todos sus aspectos intelectuales,<br />
estéticos y políticos. No es por azar que en ese gobierno<br />
haya escritores de la talla de Ernesto Cardenal, de Sergio Ramírez, y<br />
catadores de la belleza plástica y de la poesía como Miguel D’Escoto<br />
y Tomás Borge; que uno de sus jóvenes comandantes guerrilleros,<br />
Omar Cabezas, publique un libro donde el testimonio de la lucha<br />
contra Somoza se alía a una eficacia poco frecuente en el género, y<br />
que una pléyade de escritores y artistas colabore estrechamente en<br />
las duras tareas cotidianas de ese pequeño país amenazado cada<br />
vez más por Estados Unidos y sus cómplices. No es azar que sean<br />
ellos los que están tendiendo los primeros puentes intelectuales<br />
entre la ciudad y el interior, entre los creadores, limitados hasta<br />
hace poco a los lectores previsibles, y esa masa que de día en día y<br />
paso a paso ha empezado a descubrir que la vida no es sólo sobrevivir,<br />
que el trabajo no tiene por qué terminar en el espeso sueño<br />
de cada noche, y que pensar es mucho más que dar vueltas en la<br />
cabeza a las ideas recibidas, los atavismos y los prejuicios.<br />
Si aludo aquí a Nicaragua con algún detalle, es porque la noción<br />
de quehacer se vuelve más imperiosa cuando se está en contacto<br />
directo con una de las muchas realidades latinoamericanas en<br />
las que nuestro trabajo es necesario y urgente. Para empezar, los<br />
intelectuales nicaragüenses me dan cada vez más la impresión de<br />
estar articulando su obra vocacional con las múltiples actividades<br />
que cumplen públicamente como dirigentes, administradores,<br />
o simples interlocutores en los incesantes encuentros, mesas<br />
redondas, reuniones de información y manifestaciones populares.<br />
Y si esto sólo parece factible en un contexto de reestructuración<br />
revolucionaria como el de Nicaragua, sirve, sin embargo, para<br />
mostrar por contraste hasta qué punto en otros países el escritor<br />
vive pegado a una especie de etiqueta que lo distingue de los demás,<br />
y para preguntarse en qué medida nuestro quehacer en cualquier<br />
lugar donde vivamos no consiste hoy en proyectarnos mucho más,<br />
personalmente al escenario latinoamericano, físicamente cuando<br />
es posible, o bien dando a nuestros trabajos nuevas características<br />
de difusión que, sin privarlos en absoluto de su índole natural<br />
propia los inserten más y mejor en aquellos núcleos para quienes<br />
pueden ser útiles. Huelga decir que no estoy abogando por la facilidad,<br />
por la simplificación que tantos reclaman todavía en nombre<br />
de esa inserción popular, sin darse cuenta de que todo paternalismo<br />
intelectual es una forma de desprecio disimulado. Las vanguardias<br />
intelectuales son incontenibles y nadie conseguirá jamás que un<br />
verdadero escritor baje el punto de mira de su creación, puesto<br />
que ese escritor sabe que el símbolo y el signo del hombre en<br />
la historia y en la cultura es una espiral ascendente; de lo que se<br />
trata es que los accesos inmediatos o mediatos a la cultura se estimulen<br />
y faciliten para que esa espiral sea cada vez más la obra de<br />
todos, para que su ritmo ascendente se acelere en esa multiplicación<br />
en la que cada uno hacedor o receptor, pueda dar el máximo<br />
de sus posibilidades.<br />
Pero ya dije que habíamos dejado atrás las teorías y que ha<br />
llegado la hora de la acción. Por eso quisiera apuntalar esta voluntad<br />
de quehacer en la forma más tangible que las condiciones actuales<br />
permiten y sobre todo reclaman.<br />
Hace poco, en un discurso que todavía sigue levantando polvo<br />
en muchas palestras, el ministro de cultura de Francia afirmó en<br />
México que una cultura indisociada de las pulsiones más profundas<br />
de los pueblos –y eso no sólo incluye las idiosincrasias étnicas, sino<br />
también las opciones históricas y políticas– no es verdaderamente<br />
la cultura. Si esta noción no es nueva, en cambio surge por primera<br />
84<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
vez con la fuerza que le da el ser proclamada por un gobierno<br />
dispuesto a llevarla a la práctica, lanzada como un desafío frente<br />
a las falsas culturas estabilizantes cuando no desestabilizantes,<br />
como de sobra las conoce y sufre América Latina. Un punto de vista<br />
que hasta ahora parecía reservado a nuestro enclave intelectual y<br />
a su formulación restringida al libro, a la conferencia o a la clase<br />
magistral irrumpe hoy como un golpe de lanza en el escenario<br />
más apropiado, el de un continente de culturas escamoteadas, de<br />
culturas sojuzgadas, de culturas aculturadas, de culturas ridículamente<br />
minoritarias y elitistas, de culturas para hombres cultos. Y<br />
por eso, cuando se me pide que hable de nuestro quehacer en este<br />
plano, digo simplemente que hay que superar la vieja noción de lo<br />
cultural como un bien inmueble e intentar lo imposible para que se<br />
convierta en un bien mueble, en un elemento de la vida colectiva<br />
que se ofrezca, se dé y se tome, se trueque y se modifique, tal como<br />
lo hacemos con los bienes de consumo, con el pan y las bicicletas, y<br />
los zapatos.<br />
¿Pero cómo?, me lo pregunto como imagino que muchos se lo<br />
están preguntando aquí. ¿Cómo podemos los intelectuales sacar la<br />
cultura de su cáscara, que definen los diccionarios y defienden los<br />
que todavía viven replegados en un elitismo mental que les parece<br />
inseparable de toda poesía, de toda creación?<br />
Por una autocrítica de los estereotipos<br />
Esta pregunta ha tenido ya un comienzo de respuesta a lo<br />
largo de los últimos años. Pocos son los escritores responsables<br />
en América Latina que, al margen de sus libros, no participan de<br />
una u otra manera en el proceso geopolítico de sus pueblos, tanto<br />
en forma directa como en el caso de los nicaragüenses ya citados,<br />
o bien cumpliendo actividades paralelas de información periodística<br />
(García Márquez es aquí un alto ejemplo), o de colaboración<br />
con organizaciones nacionales e internacionales que luchan<br />
por los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos,<br />
sin hablar de muchas otras tareas literarias y extraliterarias de<br />
solidaridad, de apoyo o de denuncia, según los casos. Estas labores<br />
que cada día agrupan a un número mayor de intelectuales trabajando<br />
de consuno con juristas, dirigentes políticos, económicos y<br />
sociólogos, me parecen una primera etapa de sobra conocida, en<br />
la que acaso el Tribunal Bertrand Russell vale como símbolo dominante.<br />
Sin embargo, esta creciente intervención intelectual en la<br />
materia misma de la historia y de los procesos populares latinoamericanos<br />
ha tenido hasta ahora un límite negativo, creado en parte<br />
por lo específico, y especializado de esas actividades, y en parte,<br />
por el bloqueo que los regímenes opresores de nuestro continente<br />
y su vigilante padrino norteamericano oponen a la irradiación de<br />
sus líneas de fuerza, del estímulo y la influencia que estas actividades<br />
podrían y deberían tener en los niveles populares. Es por eso<br />
que nuestro quehacer debe inventar nuevas formas de contacto,<br />
abrir otro espectro de comunicaciones en todos los niveles, y es ahí<br />
donde los estereotipos profesionales (digamos vocacionales si se<br />
quiere, pero agregando que escribir no es sólo vocación, sino traslación,<br />
comunicación), es precisamente ahí donde nuestros estereotipos<br />
demandan una autocrítica profunda que no todos hemos sido<br />
capaces de hacer hasta ahora.<br />
No sólo palabras...<br />
Lo que sigue podrá parecer pueril, pero si el viejo adagio dice<br />
que el niño es el padre del hombre, ¿por qué callarlo en nombre de<br />
una seriedad adulta que no siempre lleva a buen puerto? Se habrá<br />
advertido ya que me abstengo hoy de toda incursión o digresión<br />
literaria, y la única excepción estará destinada a marcar aún más<br />
esta distancia. Quisiera recordar solamente que en 1812 el poeta<br />
Shelley sintió exactamente lo que estamos sintiendo hoy aquí, y<br />
que su deseo de comunicar lo más ampliamente posible sus ideas<br />
revolucionarias le llevó a echar botellas al mar y lanzar globos al<br />
aire con mensajes destinados a todo aquel que los encontrara. Su<br />
aparente excentricidad le valió los peores ataques del establishment<br />
de su tiempo y el comienzo de una persecución política que debía<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
conducirle finalmente al exilio, y la peor acusación de sus enemigos<br />
fue la de puerilidad.<br />
Cito así a uno de mis poetas más queridos, pensando que hace<br />
unos años, en una reunión de solidaridad para con el pueblo de<br />
Chile que se celebró en Polonia, propuse –supongo que con la<br />
misma puerilidad de Shelley– algunas actividades que podían<br />
reemplazar con ventaja tantas afirmaciones tribunicias que no<br />
siempre van más allá de las palabras y de quienes se conforman<br />
con ellas. Sugerí, por ejemplo, que en vez de lamentarse tanto por<br />
la censura impuesta por Pinochet a los libros editados en Chile o<br />
provenientes del extranjero, cada uno de nosotros se ingeniara<br />
para enviar paquetes de libros por vía marítima, que cuesta muy<br />
poco, a personas capaces de distribuir su contenido, y hoy sé que<br />
muchos jóvenes chilenos tuvieron y tienen oportunidad de leer lo<br />
que unos cuantos depositamos en el correo de la esquina de nuestra<br />
casa, como ahora lo estamos haciendo para el pueblo nicaragüense<br />
por razones muy diferentes, pero igualmente necesarias.<br />
Aludí también a la posibilidad de perfeccionar las emisiones de<br />
onda corta con destino a Chile, Argentina y Uruguay, no sólo como<br />
vehículo de información fidedigna sobre todo que los gobiernos<br />
de esos países escamotean y distorsionan (y la guerra de las<br />
Malvinas acaba de dar un ejemplo monstruoso de cómo se puede<br />
mentir a un pueblo incluso hasta después de la catástrofe final),<br />
sino también como presencia viva de escritores exiliados, cuya voz<br />
y cuya obra podría llegar a miles de oyentes sometidos a la censura<br />
de las publicaciones por escrito y de las radios o televisoras locales.<br />
Recursos para aproximarnos...<br />
¿Es pueril, es insignificante todo esto? Muchos de nosotros<br />
hemos grabado cassettes que son introducidos fácilmente en nuestros<br />
países y que tienen un valor a la vez intelectual y político, y<br />
muchos hemos aprovechado las facilidades del video para multiplicar<br />
una presencia o por lo menos una cercanía. ¿Por qué escritores<br />
que se limitan específicamente a escribir artículos que casi<br />
nunca pueden entrar en sus países no toman contacto con equipos<br />
de video, cada vez más accesibles y numerosos en los sectores militantes<br />
latinoamericanos para burlar fácilmente las barreras de la<br />
censura? Yo acabo de hacerlo para los combatientes salvadoreños,<br />
y sé de muchos compañeros que lo hacen para Guatemala, Argentina<br />
y Chile. Si es cierto que la imaginación es y será nuestra mejor<br />
arma para tomar el poder, entendiendo por poder una participación<br />
más estrecha y más eficaz en la lucha del pueblo por su identidad y<br />
su legítimo destino, nuestro quehacer tiene que articularse a base<br />
de técnicas más eficaces que las consuetudinarias, menos estereotipadas<br />
que las que emanan de nuestras tradicionales etiquetas<br />
de cuentistas, poetas, novelistas y ensayistas, y todo eso sin dar un<br />
solo paso atrás en lo que nos es connatural, pero vehiculándolo de<br />
una manera capaz de llegar allí, donde nunca llegará si seguimos<br />
en nuestro viejo circuito rutinario, por más bello, avanzado y audaz<br />
que sea en sí mismo.<br />
Eficacia del relato gráfico<br />
Y por eso espero que a esta altura de lo que digo nadie sonreirá<br />
irónicamente si hago referencia a posibilidades tales como las tiras<br />
cómicas, así denominadas por una mala traducción del inglés y que<br />
sería mejor llamar relatos gráficos. Sabemos que los dibujos humorísticos<br />
de contenido satírico –eso que los anglosajones llaman<br />
cartoons– han probado desde hace siglos su eficacia política incluso<br />
en países donde la censura se ensaña contra todo lo que considera<br />
serio, pero se ve obligada a dejar pasar lo meramente cómico, tras<br />
de lo cual alienta una seriedad que el pueblo descifra y asimila infaliblemente.<br />
Por desgracia, es evidente que este arte tan importante no nos<br />
ha sido dado a los escritores, incapaces en la mayoría de los casos<br />
de imaginar un tema de ese tipo y mucho menos de dibujarlo. La<br />
tira cómica, en cambio, supone casi siempre la colaboración de un<br />
dibujante y un escritor; es como un cine inmóvil, un relato en el que<br />
participan la imagen y la escritura, el guión con todo su contenido<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
intelectual y los personajes representados por una pluma capaz de<br />
darles vida y conectarlos con la sensibilidad del lector-espectador.<br />
Este género tiene magníficos exponentes en casi todos los países<br />
latinoamericanos, pero el trabajo individual de talentos, como el<br />
de Rius, en México; Quino, en Argentina, y tantos otros sin duda<br />
bien conocidos por ustedes, abre la posibilidad de multiplicar sus<br />
efectos si los escritores forman equipo con los dibujantes y llevan<br />
la tira cómica a dimensiones que no tienen por qué ser inferiores<br />
a los de la literatura narrativa. Hace unos años yo robé una tira<br />
cómica mexicana que me incluía con gran desenvoltura como uno<br />
de los personajes de las aventuras de Fantomas, una especie de<br />
supermán idolatrado por millares de lectores populares, y con<br />
ayuda de amigos publiqué un falso equivalente, cuyo verdadero<br />
fin era denunciar a las transnacionales y poner en descubierto las<br />
más sucias tareas de la CIA en América Latina. La edición se agotó<br />
en seguida gracias a Fantomas, por supuesto, que una vez más se<br />
metió por la ventana y no por la puerta de sus lectores, pero ahora<br />
con una finalidad muy diferente de las que le habían dado tanta<br />
fama en México.<br />
Escritores y medios de comunicación<br />
Y ya que estamos en esto, ¿qué decir de esa otra plaga moderna<br />
que podría ser convertida en un fascinante mensaje cultural,<br />
como es el caso de las fotonovelas? La asociación inteligente de<br />
escritores y fotógrafos abre un campo inmenso a la imaginación<br />
popular, pero ya sabemos lo que se publica hoy en revistas que<br />
embrutecen a millares de lectores ingenuos y llena los bolsillos de<br />
las transnacionales. Me quedaría por citar el arma más extraordinaria,<br />
más delirante, más operativa: la televisión. Alguien me dirá<br />
en seguida que ella, como el cine, está en manos del gran capital y<br />
que nadie accede a sus santuarios sin la censura previa de los lavadores<br />
de cerebros; pero es triste comprobar que en América Latina<br />
hay países como Cuba y Nicaragua, que tienen canales que son del<br />
pueblo y para el pueblo, y que, sin embargo, continúan obedeciendo<br />
en gran medida a la ley de la facilidad y del conformismo, simplemente,<br />
porque los escritores, los artistas, todos nosotros, con nuestras<br />
etiquetas, hemos sido incapaces hasta hoy de tomar por asalto<br />
esos reductos desde donde la verdadera cultura podría abrirse<br />
paso hasta los lugares más alejados y más desposeídos. Tal vez las<br />
únicas excepciones dignas en el terreno artístico sean el cine y el<br />
teatro, puesto que en América Latina se dan con un acento cada<br />
vez más revolucionario; es bueno poder decir que su ejemplo<br />
tiene un alto valor en esta hora en que nos preguntamos, siempre<br />
un poco desconcertados, por las formas posibles de nuestro<br />
quehacer intelectual.<br />
Como bien saben los escritores, el azar es nuestro mejor Virgilio<br />
en este infierno histórico en que vivimos, y él me ha guiado en<br />
estos días hacia unas páginas del escritor venezolano Luis Britto<br />
García, que hablando en un encuentro celebrado en Managua en<br />
julio del año pasado se refirió admirablemente a la incomunicación<br />
de la cultura en América Latina. De su ponencia quisiera citar<br />
estas líneas, que sólo él podía escribir con tanta lucidez, y que tras<br />
de referirse a la ofensiva de las transnacionales y de los medios<br />
de comunicación para alienar el espacio cultural latinoamericano,<br />
mostrando que la única cultura que ellas buscan en nuestro continente<br />
es la cultura imperialista que niega al ser humano, lo explota<br />
y lo discrimina, agregan lo siguiente:<br />
Ello plantea, para el intelectual latinoamericano, la tarea de<br />
servirse de los medios de comunicación de masas aún en los países<br />
en los cuales no hay perspectivas revolucionarias inmediatas. Posiciones<br />
muy respetables han afirmado el derecho del creador a desligar<br />
su obra de toda militancia en favor del contenido estético. Pensamos,<br />
por el contrario, que la urgencia de la hora impone al intelectual una<br />
triple militancia: la de la participación en las organizaciones políticas<br />
progresistas; la de la inclusión del compromiso en el contexto de su<br />
obra, y la tercera militancia de batallar por la inserción de su obra, en<br />
el ámbito real de los medios masivos de comunicación, anticipándose<br />
así a la revolución política, que concluirá por ponerlos íntegramente<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
al servicio del pueblo. Porque mientras la política no asegure la liberación<br />
cultural de nuestra América, la cultura deberá abrir el camino<br />
para la liberación política.<br />
Por un quehacer abierto en todas las direcciones<br />
Sé muy bien que podemos discutir los matices de esa triple<br />
militancia, y que por mi parte no creo que el compromiso deba ser<br />
una constante invariable en la obra de un escritor, ni mucho menos,<br />
puesto que la pura ficción es también una levadura revolucionaria<br />
cuando procede de un autor que su pueblo reconoce como uno de<br />
los suyos. Pero sí creo, con Britto García, que nuestro quehacer tiene<br />
que abrirse en todas las direcciones posibles, según las vocaciones<br />
y las posibilidades de cada uno, y que desligar la obra de toda militancia<br />
es dar la espalda a nuestros pueblos en nombre de supuestos<br />
valores absolutos que el huracán de nuestro tiempo contemporáneo<br />
convierte en hojas secas y en olvido. De sobra sabemos que<br />
en América Latina hay escritores que no renuncian a la feria de las<br />
vanidades editoriales y a los galardones de la sociedad privilegiada<br />
que los adula, y que se obstinan en el anacrónico refugio de sus<br />
torres de marfil. Nada han hecho ni nada harán para evitar que un<br />
día pueda caer también sobre ellos el fuego del napalm o la bomba<br />
de neutrones; acaso creen basándose en lecturas esotéricas, que el<br />
marfil los protegerá de las radiaciones.<br />
Podría seguir proponiendo quehaceres, como, por ejemplo, el<br />
de la asociación de la música popular con textos que la salven de<br />
la sensiblería, el conformismo y la vulgaridad, que sigue siendo<br />
en gran medida la norma comercial y que el público absorbe ingenuamente.<br />
Las llamadas canciones de protesta, así como las de la<br />
Nueva Trova Cubana y las de muchos artistas españoles y, de otros<br />
países, han mostrado ya el camino, y por mi parte sé que algunos<br />
tangos que hicimos en París con amigos argentinos y que obviamente<br />
fueron prohibidos en el Río de la Plata, viven hoy en la<br />
memoria de quienes los escucharon por vías clandestinas. Pero me<br />
detengo aquí, porque todo esto no es una lección para nadie, sino<br />
una manera de concretar lo mejor posible una esperanza y traer<br />
algo más que ideas teóricas a una reunión que espera otra cosa de<br />
todos nosotros. Terminaré con otra esperanza, la de un quehacer<br />
fundamental que no puedo pasar por alto y que toca directamente<br />
a esa inmensa multitud de los latinoamericanos exiliados en tantos<br />
pedazos del mundo. Si ese exilio ha de tener algún sentido, no será<br />
a base de negatividad de todo lo que comporta, de sufrimiento y<br />
de nostalgia, sino de una inversión total de valores que le den esa<br />
fuerza que hace temible al bumerang: la fuerza del regreso...<br />
Todo aquel que no haya renunciado a esa voluntad de regreso<br />
puede y debe poner su capacidad y su imaginación al servicio de su<br />
pueblo, y a los intelectuales se les abren no sólo posibilidades como<br />
las que he esbozado aquí, sino todas aquellas que puedan nacer de<br />
su propia invención, siempre capaz de saltar de la página escrita,<br />
de la novela o del poema, a la arena más que nunca inevitable y<br />
preciosa de la realidad latinoamericana, ese inmenso libro que<br />
podemos escribir entre todos y para todos.<br />
Dejando de hablar para el silencio<br />
Por más crueles que puedan parecer mis palabras, digo una<br />
vez más que el exilio enriquece a quien mantiene los ojos abiertos<br />
y la guardia en alto. Volveremos a nuestras tierras siendo menos<br />
insulares, menos nacionalistas, menos egoístas; pero esa vuelta<br />
tenemos que ganarla desde ahora, y la mejor manera es proyectarnos,<br />
en obra, en contacto, y transmitir infatigablemente ese<br />
enriquecimiento interior que nos está dando la diáspora. Este seminario<br />
de escritores amigos, entre los cuales hay tantos exiliados, ha<br />
nacido del generoso deseo de una universidad en tierra española<br />
que quiso acogerme en su seno y reunirme con todos aquellos que<br />
amo y respeto.<br />
Ella comprenderá mi gratitud si digo que mi esperanza más<br />
honda es la de que nuestro encuentro sea ya un momento útil en<br />
ese quehacer que nos preocupa. Porque no es la reunión misma<br />
la que tiene importancia, sino su irradiación hacia una América<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Latina profundamente solitaria, la de millones de hombres para<br />
los cuales no hay reuniones, no hay libros, no hay puentes. Si cada<br />
uno de nosotros ayuda a proyectarla hacia nuestros pueblos por<br />
todos los medios a su alcance, no habremos venido inútilmente a<br />
Sitges, no habremos hablado para el silencio.<br />
Discurso de recepción de la orden Rubén Darío<br />
Recibir del pueblo sandinista de Nicaragua la Orden que su dirigencia<br />
me confiere esta noche, no es solamente una distinción ante<br />
la cual todas las palabras me parecen como espejos empañados;<br />
como inútiles tentativas para comunicar algo que está mucho antes<br />
y también mucho más allá de ellas. Para mí, la Orden Rubén Darío no<br />
es solamente esa alta distinción, sino que representa algo así como<br />
el fin de un larguísimo viaje por las tierras y los mares del tiempo,<br />
el término del periplo de una vida que entra en su ocaso sin ningún<br />
orgullo, pero sin la cabeza baja. Y como sucede siempre en los periplos,<br />
en ese eterno retorno en el que principio y fin se confunden<br />
y se concilian, yo pienso esta noche en mi lejana infancia, en mis<br />
primeras lecturas, en mi despertar a la poesía, mala y buena poesía;<br />
de los manuales escolares y las bibliotecas familiares, y así como<br />
hace pocos días en Managua citaba un poema nunca olvidado de<br />
Gaspar Núñez de Arce, así ahora surge ese instante de mi joven<br />
vida en que sobre mí cayó un relámpago que habría de dibujar para<br />
siempre su serpiente de fuego en mi memoria, el instante en que<br />
creyendo leer, uno de los tantos poemas de uno de mis tantos libros,<br />
entré en la maravilla de El coloquio de los centauros, y descubrí en<br />
una misma iluminación a Rubén Darío, a la más alta poesía que me<br />
hubiera sido dada a conocer hasta ese entonces, y acaso mi propio<br />
destino literario, mi hermosa y dura condena a ser un pastor de<br />
palabras, ése que ahora trata una vez más de encauzarlas en su<br />
rebaño infinito, en su arte combinatoria que ninguna computadora<br />
podría abarcar jamás y cuyo producto es eso que llamamos cultura.<br />
De esa cultura quisiera decir algo aquí, pero antes me era necesario<br />
recordar mi primer encuentro con Rubén Darío para que se<br />
comprendiera mejor lo que para mí significa esta alta recompensa<br />
que recibo en su patria, este término del largo viaje en que vuelvo a<br />
sentirme ese niño que despertó a la belleza gracias a él en un lejano<br />
pero nunca olvidado día.<br />
Hablar de la cultura en Nicaragua constituye un problema muy<br />
diferente del que se plantea en muchos otros países del mundo.<br />
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Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Quien pretenda hacerlo partiendo de los parámetros habituales en<br />
la materia, sean los europeos o los de diversos países latinoamericanos,<br />
se expone a hablar en el vacío, o a lo sumo aplicar fórmulas<br />
válidas en otras circunstancias, pero que aquí se diluyen frente a<br />
una realidad por completo diferente. Por mi parte, quisiera transmitir<br />
mis propias vivencias sin la menor pretensión de agotar un<br />
tema inagotable por definición, puesto que la cultura, siempre<br />
difícil de definir exactamente, es un proceso que recuerda el<br />
mito del Fénix, un proceso cíclico e ininterrumpido a la vez, una<br />
dialéctica que incide en la historia y a la vez la refleja, un camaleón<br />
mental sentimental y estético que varía sus colores según las<br />
sociedades en las que se manifiesta. Como toda generalización,<br />
querer hablar de cultura en abstracto no es demasiado útil; pero sí<br />
lo es abordarla dentro de un contexto dado y tratar de comprender<br />
su especificidad y sus modalidades, como quisiera hacerlo ahora<br />
y aquí. Dejemos pues a otros el tema de las muchas revoluciones<br />
en la cultura desde los tiempos más remotos, y hablemos concretamente<br />
de la cultura en la revolución, en esta revolución que hoy<br />
me une más que nunca a ella con un lazo de amor que jamás podré<br />
agradecer lo bastante.<br />
La cosa es así: apenas se llega a Nicaragua, la del 19 de julio por<br />
supuesto, la palabra cultura empieza a repiquetear en los oídos,<br />
forma parte de una temática y de un programa extremadamente<br />
variados, y basta muy poco tiempo para advertir que esa palabra<br />
tiene aquí una connotación de la que carece en países donde sólo se<br />
la usa en un nivel que algunos llamarían privilegiado, pero que yo<br />
prefiero calificar de elitista. Para dar un ejemplo, Nicaragua tiene<br />
un Ministerio de Cultura, pero ese ministerio no se parece para<br />
nada a muchos de sus homólogos en los que la noción y la práctica<br />
de la cultura siguen respondiendo a esquemas piramidales, o en<br />
el mejor de los casos a la noción de que la cultura es sólo uno de<br />
los diversos componentes de la estructura social. De inmediato se<br />
tiene aquí la clara sensación de que tanto el ministerio como cualquiera<br />
de las otras instancias del gobierno han expandido desde un<br />
primer momento el concepto de cultura, le han quitado ese barniz<br />
siempre un poco elegante que tiene por ejemplo en el occidente<br />
europeo, han empujado la palabra cultura a la calle como si fuera<br />
un carrito de helados o de frutas, se la han puesto al pueblo en la<br />
mano y en la boca con el gesto simple y cordial del que ofrece un<br />
banano; y esa incorporación de la palabra al vocabulario común y<br />
cotidiano expresa lo que verdaderamente importa, que no es la<br />
palabra en sí, sino lo que ella comporta como carga, su explosiva,<br />
maravillosa, riquísima carga actual y potencial para cada uno de<br />
los habitantes del país. Y si mi ejemplo está quizá despertando ya<br />
el apetito de algunos de ustedes, lo completaré diciendo que en<br />
Nicaragua todo lo que es, puede ser o llegará a ser cultura no me<br />
parece visto como un componente autónomo del alimento social,<br />
no me parece visto como la sal o el azúcar que se agregan para darle<br />
más sabor o más sazón a un plato de comida; aquí yo siento que el<br />
plato y la cultura son ya una misma cosa, que en última instancia<br />
la cultura está presente en cada uno de los avances, de las iniciativas<br />
y de las realizaciones populares, que no es ya el privilegio de<br />
los que escriben muy bien o cantan muy bien o pintan muy bien,<br />
sino que la noción parcial de la cultura ha explotado en miles de<br />
pedazos que se recomponen en una síntesis cada vez más visible<br />
y que comporta igualmente miles de voluntades, de sentimientos,<br />
de opciones y de actos.<br />
Alguien podrá decir que esta tentativa de descripción no<br />
parece lo suficientemente precisa: es justamente el tipo de crítica<br />
que podría hacer un hombre “culto” en el sentido académico del<br />
término, para quien cultura es ante todo una difícil adquisición<br />
individual, lo que naturalmente reduce el número de quienes la<br />
poseen y además los distingue claramente de los que no han accedido<br />
a ella. Por eso casi fatalmente hay que dar un paso adelante<br />
y tratar de entenderse mejor sobre esa palabra tan equívoca. El<br />
interés, yo diría la pasión por la cultura en Nicaragua, constituye,<br />
a partir del triunfo de la revolución popular, un índice clarísimo<br />
de cuál es el derrotero presente y futuro de este incontenible<br />
proceso de liberación, de dignidad, de justicia y de perfeccionamiento<br />
intelectual y estético. A los indiferentes no se los cultiva,<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
a lo sumo se les inculcan rudimentos de educación; pero en Nicaragua<br />
basta observar la forma en que enormes multitudes escuchan<br />
y comprenden discursos en los que se plantean y analizan<br />
cuestiones muchas veces complejas, y la forma en que reaccionan<br />
frente a manifestaciones artísticas de toda naturaleza, para darse<br />
cuenta de que para ellas la noción de cultura no es ya una inalcanzable<br />
referencia intelectual, sino un estado de ánimo y de<br />
conciencia que busca por todos los medios alcanzar su realización<br />
práctica. Por encima de los diversos grados de conocimiento que<br />
puedan existir en el pueblo sandinista, ese interés de las masas<br />
populares por la cosa pública, por los problemas comunes, por los<br />
actos y los eventos más variados, muestran con claridad lo que<br />
podríamos llamar la movilización cultural, por difícil y precaria<br />
que sea todavía frente a los obstáculos que le oponen los enemigos<br />
de dentro y de fuera.<br />
Desde luego, nada de esto es nuevo para ustedes, pero en<br />
cambio lo es para muchos de los que desde lejos siguen con interés<br />
el proceso histórico nicaragüense. Para ustedes, identificados con<br />
el ideario y el mensaje de hombres como Sandino y Carlos Fonseca,<br />
esta asimilación y esta ósmosis de la revolución y la cultura es<br />
un hecho más que evidente; pero las cosas cambian cuando no<br />
se conocen suficientemente las claves históricas, intelectuales<br />
y morales del proceso liberador, y por eso, aunque estas palabras<br />
son dichas en Nicaragua y para Nicaragua, mi esperanza es que<br />
se proyecten también hacía quienes no siempre creen lo que para<br />
nosotros es casi obvio.<br />
Me bastará dar un solo ejemplo: en Europa se asombran a veces<br />
de la multiplicación y la importancia que han llegado a tener los<br />
talleres de poesía en Nicaragua. Que la sed y la voluntad de cultura<br />
busquen su expresión en tantísimos centros donde jóvenes y<br />
menos jóvenes ejercitan la imaginación, gozan del placer de ese<br />
inmenso plato de frutas que es el lenguaje cuando se lo saborea,<br />
después de elegirlo, pulirlo y morderlo con fruición, he ahí algo que<br />
pasma a otras sociedades donde la poesía sigue siendo una actividad<br />
solitaria y entre cuatro paredes, reducida a un mínimo de<br />
publicaciones y de lectores. No es fácil que comprendan hasta qué<br />
punto esa actividad no tiene absolutamente nada de “cultural” en el<br />
sentido elitista, sino que es una manifestación de esta otra cultura<br />
que estoy tratando de mostrar a los escépticos o a los sorprendidos,<br />
esta cultura que es revolución porque esta revolución es<br />
cultura, sin compartimentaciones selectivas ni genéricas.<br />
Algunos de los no convencidos apelarán a la tradicional adhesión<br />
de Nicaragua a todo lo que sea poesía, y estaré dispuesto a<br />
conceder que nada tiene de fortuito que la poesía sea la expresión<br />
cultural más favorecida a esta altura del proceso revolucionario.<br />
Pero precisamente la movilización cultural que estamos viendo<br />
en plena marcha equivale –si se me permite semejante despropósito<br />
bajo este clima– a la bola de nieve que aumenta y aumenta a<br />
medida que rueda. Todo lo que he podido y puedo ver aquí muestra<br />
que no me equivoco: la música está ahí para probarlo, con la entusiasta<br />
adhesión del público a sus diversas manifestaciones, el teatro<br />
popular que parece cada vez más dinámico e inventivo, el baile en<br />
sus diversos estilos, y ahora también el campo de las artes plásticas,<br />
que en este avance incontenible va a expandirse enormemente con<br />
la creación y la influencia del Museo de Arte de las Américas, nacido<br />
de la solidaridad internacional, pero respondiendo desde luego<br />
a una urgente necesidad de asimilación y disfrute de los campos<br />
estéticos más variados. En efecto, ¿quién hubiera podido soñar,<br />
hace tan poco tiempo con una colección de pintura y escultura<br />
como la que se expone provisionalmente en el teatro Rubén Darío?<br />
¿Quién que no tuviera los medios económicos para viajar al extranjero<br />
hubiera podido asomarse a un desfile tan múltiple y complejo<br />
de todas las tendencias estéticas dominantes de nuestro tiempo?<br />
Todo eso es cultura, pero una cultura que en vez de darse como<br />
procesos aislados salta hacia adelante en la gran ola de la movilización<br />
cultural masiva, y la fuerza incontenible de esa ola nace de<br />
que la dirigencia y el pueblo comparten y se reparten esa misma<br />
sed de conocimiento y de belleza. ¿Quién hubiera imaginado aquí<br />
una editorial como Nueva Nicaragua, que apenas en sus primeros<br />
pasos ha lanzado ya una serie considerable y hermosísima de libros<br />
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Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
para satisfacer un ansia de lectura que la campaña alfabetizadora<br />
ha vuelto multitudinaria?<br />
Por cosas así se comprenderá que alguien como yo no tenga el<br />
menor temor de que esta movilización se estanque o se anquilose;<br />
el gran camaleón del arte y de las letras, de las artesanías y de las<br />
músicas, inventará nuevos colores cada día en la imaginación de su<br />
pueblo. Pero al mismo tiempo sé el precio que desde el 19 de julio<br />
se ha venido pagando para que la cultura se difunda y se renueve,<br />
un precio que en estos momentos se ha vuelto más alto y más duro<br />
que nunca. Que el esfuerzo que trato de esbozar se siga cumpliendo<br />
frente al ataque desembozado de contrarrevolucionarios cínicamente<br />
ayudados por los Estados Unidos y sus cómplices o títeres, no<br />
solamente es la prueba de su inflexible arraigo en el pueblo sandinista,<br />
sino también la mejor garantía de su indomable vitalidad.<br />
No olvido a aquel jerarca nazi de los años treinta, no sé si Goering<br />
o Goebbels, que dijo: “Cuando oigo hablar de la cultura, saco la<br />
pistola”. La amenaza no era gratuita, porque cuando una cultura<br />
es como la que está creando y viviendo el pueblo de Nicaragua, esa<br />
cultura es revolucionaria y resulta inevitable que frente a ella se<br />
alcen una vez más las pistolas de quienes buscan esclavos, colonos<br />
o lacayos a quienes imponer la ley del amo. Si el pueblo sandinista<br />
muestra diariamente que está dispuesto a enfrentar esas pistolas,<br />
lo hace con una decisión que sólo puede nacer de un sentimiento de<br />
plenitud humana, de saberse al mismo tiempo pueblo e individuo,<br />
pueblo formado por individuos y no por una masa amorfa de individuos<br />
que no buscan ser entidades aisladas, como lo es en el fondo el<br />
programa cultural de tantas sociedades basadas en el egoísmo, en<br />
la llamada lucha por la vida, ese tan norteamericano struggle for life<br />
que en definitiva es la ley de la selva, es tratar de ser el más rico o el<br />
más poderoso o el más culto a costa de cualquier cosa, y sobre todo<br />
a costa del prójimo.<br />
Por eso, ya a esta altura del proceso revolucionario, lo que me<br />
parece más acertado y más importante es que la política cultural<br />
nicaragüense se abra como lo está haciendo en todas las direcciones<br />
posibles y por todos los medios a su alcance. Me conmueve que aquí<br />
todas las actividades populares van siempre como de la mano con<br />
un elemento de cultura, un incentivo mental o estético, y eso es<br />
algo que se siente en los discursos de los dirigentes, en ese evidente<br />
deseo de que cada cosa que se haga, por simple o incluso penosa<br />
que sea, no caiga jamás en el mero nivel del trabajo a ciegas. A<br />
ustedes tal vez ya no les impresiona como a mí encontrar cada<br />
semana los suplementos culturales de los diarios revolucionarios,<br />
sin hablar de tantas revistas, programas radiales y televisados,<br />
y otras incitaciones que pueden mejorarse todavía mucho más,<br />
pero que ya están ahí y son parte de la vivencia permanente que<br />
tiene el pueblo en materia estética y literaria. Cada vez que abro<br />
esos suplementos pienso que en ese mismo momento están<br />
llegando a todos los rincones del país, humildemente escondidos<br />
en el cuerpo del diario, y que millares y millares de ojos que no<br />
sabían distinguir las letras del alfabeto hace tan poco tiempo, van<br />
a leer junto conmigo, el poema de un combatiente o de un niño, un<br />
ensayo sobre pintura o una entrevista a un médico o a un músico,<br />
y que acaso en muchas de esas familias habrá quienes lean eso y<br />
quienes no lo lean, habrá las ignorancias o las indiferencias que<br />
también son parte lógica del proceso, y habrá las revelaciones<br />
inesperadas y fecundas que un artículo, un cuento, un poema o<br />
una imagen pueden provocar en un adolescente o en un adulto, y<br />
cambiar acaso completamente su vida.<br />
En esta diseminación, en este esfuerzo, hay las nubes negras<br />
de tantos obstáculos que aún llevará tiempo y sacrificio echar<br />
abajo. ¿Cómo ignorar las dificultades de las comunicaciones, los<br />
problemas étnicos, las múltiples trabas a esos contactos mentales<br />
capaces de eliminar poco a poco los tabúes y prejuicios, de acabar<br />
con las ideas fijas y sustituir todo ese aparato negativo y siempre<br />
peligroso por una conciencia clara de las metas revolucionarias en<br />
todos sus planos? Nicaragua no es Arcadia, sus carreteras y sus<br />
vías fluviales no son las de Suiza. Pero si la alfabetización dio los<br />
resultados que conocemos gracias a que una parte del pueblo fue<br />
el maestro de la otra parte, ahora es el momento en que los contenidos<br />
culturales, tanto de orden intelectual como político, ético o<br />
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estético, se ahonden en la conciencia popular gracias a ese mecanismo<br />
de transmisión de individuo a individuo y de grupo a grupo,<br />
allí donde el que sabe algo esté dispuesto a comunicarlo y a hacer<br />
de toda cultura individual una cultura compartida. Pero cuando<br />
digo compartida no pienso de ninguna manera en una cultura<br />
repetitiva sino, muy al contrario, en un fermento mental y afectivo<br />
con todo lo que eso puede conllevar de discusión, polémica,<br />
aciertos y equivocaciones. Así como personalmente he defendido<br />
siempre el derecho del escritor a explorar a fondo su espacio de<br />
trabajo, pese al riesgo de no ser bien comprendido en el momento<br />
e incluso acusado de elitista o de egotista, así también veo esta<br />
cultura revolucionaria de Nicaragua como una palestra de ideas<br />
y de sentimientos en sus más diversas posibilidades y manifestaciones.<br />
Para mí la menor huella de uniformidad temática o formal<br />
sería un desencanto. La cultura revolucionaria se me aparece<br />
como una bandada de pájaros volando a cielo abierto; la bandada<br />
es siempre la misma, pero a cada instante su dibujo, el orden de<br />
sus componentes, el ritmo del vuelo van cambiando, la bandada<br />
asciende y desciende, traza sus curvas en el espacio, inventa de<br />
continuo un maravilloso dibujo, lo borra y empieza otro nuevo, y<br />
es siempre la misma bandada, y en esa bandada están los mismos<br />
pájaros, y eso a su manera es la cultura de los pájaros, su júbilo<br />
de libertad en la creación, su fiesta continua. Estoy convencido,<br />
porque es algo que siento cada vez con más fuerza en cada una<br />
de mis visitas a Nicaragua, que ésa será la cultura de su pueblo en<br />
el futuro, firme en lo que le es propio y abierta a la vez a todos los<br />
vientos de la creación y de la libertad del hombre planetario.<br />
Pido que se me perdone todo lo que esta tentativa de abarcar<br />
un panorama tan vasto pueda tener de precario e incluso de superficial.<br />
Hablo de lo que he visto y sentido, pero no lo hago como los<br />
visitantes o periodistas extranjeros que apenas desembarcan en el<br />
país se creen capacitados para explicar y criticar cualquier cosa,<br />
y hasta para profetizar acerca de la Revolución Sandinista y su<br />
proceso popular. Sé que cualquiera de ustedes conoce mejor y vive<br />
más a fondo que yo ese proceso, pero que también puede ser útil<br />
que alguien del exterior ofrezca sus puntos de vista siempre que<br />
lo haga sinceramente, siempre que sea capaz de vivir de muy cerca<br />
y apasionadamente esta realidad antes de pronunciar la primera<br />
palabra de una opinión o de un juicio. Muchas gracias.<br />
Nicaragua, febrero de 1983<br />
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Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Las batallas desiguales<br />
En una reciente declaración firmada por varios conocidos<br />
escritores latinoamericanos, entre ellos Carlos Fuentes y Gabriel<br />
García Márquez, se acusa a los Estados Unidos de haber desencadenado<br />
contra Nicaragua una guerra que se califica de reaccionaria,<br />
inhumana e inmoral. La moral poco ha tenido y tiene que ver<br />
con las guerras, pero en este caso la conducta y los procedimientos<br />
que aplica el gobierno de Ronald Reagan –estrechamente paralelos<br />
a los que practica en El Salvador– merecen ser mejor conocidos<br />
por quienes sólo cuentan con la información periodística en<br />
la que la inmoralidad de esa política suele pasar inadvertida frente<br />
al sonido y la furia de los hechos de armas. De todas las calificaciones<br />
que recibe esa guerra por parte de los firmantes de la declaración,<br />
la de inmoral es sin duda la más grave, porque en ella se<br />
resumen de alguna manera todas las otras; y esto no sólo porque<br />
la versión oficial que se da como pasto cotidiano a millones de<br />
norteamericanos es de una inmoralidad total, sino que con escasas<br />
excepciones la información periodística independiente de ese país<br />
coincide en lo profundo con la geopolítica del sistema y de hecho<br />
lo avala, a pesar de sus críticas frecuentes y de sus pretensiones de<br />
objetividad y de verdad.<br />
En ese sentido la “autopsia” de cualquier artículo independiente<br />
de diarios tan influyentes como el Washington Post o el<br />
New York Times muestra de inmediato, a quien sepa manejar el<br />
bisturí mental, el grado de inmoralidad que subyace en los artículos<br />
aparentemente más objetivos. Tomo al azar uno de Christopher<br />
Dickey, publicado en el Post hace pocos días 4 , y que narra sus<br />
experiencias en la zona nicaragüense de Nueva Segovia donde este<br />
periodista pasó una semana junto a las bandas contrarrevolucionarias<br />
que invadieron Nicaragua desde Honduras. Dickey tiene<br />
esa suprema habilidad del oficio que consiste en poner todo lo que<br />
dice en una especie de balanza de la justicia, para que el lector esté<br />
4<br />
Reproducido en el Herald Tribune del 7 de abril de 1983 (edición internacional)<br />
(nota de la edición de muchnick Editores, S.A.,1984).<br />
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seguro de que no toma partido ni por unos ni por otros. Escucha<br />
las afirmaciones o las quejas de los campesinos de esa región, y es<br />
sumamente moderado en sus juicios. Pero, para empezar, como no<br />
dice nada de las características aisladas, atrasadas y primitivas de<br />
la zona donde se mueve, cualquier lector ignorante de la geografía<br />
nicaragüense verá en los campesinos de Nueva Segovia un equivalente<br />
de la entera población rural del país, y en eso reside la<br />
primera añagaza. Personalmente ignoro el grado de eficacia que<br />
en esa zona pudo tener la campaña de alfabetización emprendida<br />
por los sandinistas al otro día de su victoria, pero supongo que fue<br />
muy relativo y que una de las primeras consecuencias nefastas del<br />
hostigamiento somocista a lo largo de la frontera hondureña es la<br />
paralización total de los trabajos de post-alfabetización (lo que se<br />
suma al enorme retraso que la guerra provoca en todos los terrenos<br />
de la educación y del trabajo y que está haciendo más daño a Nicaragua<br />
que la propia guerra, cosa que sin duda satisface profundamente<br />
a los dirigentes norteamericanos).<br />
Frente a este cuadro, nadie debería sorprenderse de que una<br />
parte de los campesinos de la región tiendan a simpatizar con los<br />
invasores; su grado de conciencia política es todavía muy bajo,<br />
puesto que la situación en la zona y los frecuentes asesinatos de<br />
alfabetizadores y asistentes sociales no han permitido llevar a<br />
cabo el trabajo con la eficacia alcanzada en regiones más accesibles<br />
del país. Dickey lo revela claramente cuando subraya en<br />
primer lugar los intereses económicos puramente individuales de<br />
los campesinos, que traducen una ignorancia profunda de las finalidades<br />
de la revolución popular y el apego a un estado de cosas<br />
atávico del cual el gobierno busca arrancarlos gracias a la reforma<br />
agraria, a la educación y a la participación plena e inteligente en el<br />
proceso popular. Cito un párrafo revelador de esta situación harto<br />
frecuente en América Central, en cuyas zonas más miserables el<br />
dinero es lo único que tiene sentido, y máxime en el caso de estos<br />
campesinos que no son culpables de haber sido relegados e ignorados<br />
por cuarenta años de somocismo urbano y proburgués. Dice<br />
Dickey: “Los campesinos se quejan de verse obligados a vender<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
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NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
sus cosechas o sus animales a los almacenes del estado, y a precios<br />
fijados por el gobierno”. O sea que no entienden aún el plan de<br />
reforma agraria, de cooperativas, de incorporación de la economía<br />
rural a un conjunto económico que elimine cada vez más las<br />
desigualdades sobre las cuales Dickey guarda un perfecto silencio.<br />
“Se enfurecen –agrega– frente a las tropas sandinistas que les<br />
piden la entrega de una parte de sus escasas provisiones y sólo les<br />
dejan un papel en cambio”. ¿No se le ocurrió a Dickey que ese papel<br />
es el recibo que ajustará las cuentas con arreglo a las disposiciones<br />
económicas del gobierno? Pero aquí surge la realidad profunda en<br />
la frase siguiente: “(En cambio) los ‘contras’ pagan en efectivo. La<br />
patrulla con la cual me movía en la zona llevaba consigo el equivalente<br />
de varios miles de dólares en moneda local”. Y, por supuesto, al<br />
señor Dickey no se le ocurre preguntarse de dónde salen esos miles<br />
de dólares, espejos de engaños para gente miserable, soborno irresistible<br />
para quienes viven en un mundo de hambre.<br />
Así, la contrarrevolución busca abrirse paso en las masas<br />
campesinas con el dinero introducido, como sus tropas, desde<br />
Honduras, aunque su procedencia original se sitúa indudablemente<br />
mucho más al norte. Para quien conozca un poco la mentalidad<br />
del campesino que aún no ha despertado a la conciencia<br />
de un proceso que abarca a la totalidad del país, el dinero es un<br />
arma mucho más poderosa que la intimidación de los fusiles. Para<br />
terminar su artículo, Dickey descubre que “las gentes de Nueva<br />
Segovia son las más conservadoras de Nicaragua, y el régimen<br />
centralista que los sandinistas han tratado de imponer desde su<br />
triunfo en 1979 no les gusta”. ¿Por qué no les gusta? Porque no<br />
tienen la menor idea de que la elaboración del proceso popular<br />
se inicia en Managua, y que el gobierno tiende desde la capital las<br />
líneas de organización, educación, planificación y mejoramiento<br />
colectivo. Son todavía incapaces de hacerse una idea global de ese<br />
proceso, y por eso sus primeros efectos prácticos les parecen una<br />
intromisión en su enclave de aislamiento; en el fondo, la patria de<br />
todo campesino atrasado es su aldea, pues del resto sólo tiene una<br />
idea nebulosa y casi siempre hostil. Por eso, desde julio de 1979<br />
el gobierno nicaragüense lucha incesantemente contra esa visión<br />
primitiva, y por eso la alfabetización fue la primera y fundamental<br />
etapa de ese combate que hoy se ve coartado y mutilado por una<br />
invasión que responde precisamente a todo lo que hay que erradicar<br />
en Nicaragua. Resulta casi ingenuo por parte de Dickey que<br />
termine su artículo con estas palabras:<br />
En cambio (o sea a diferencia de los esfuerzos del gobierno para<br />
llevar el adelanto desde el centro hacia la periferia), los dirigentes<br />
contrarrevolucionarios prometen a los nicaragüenses, para citar las<br />
palabras de uno de sus jefes, Adolfo Calero, menos gobierno del que<br />
tuvieron hasta ahora, y menos intervención del gobierno en sus vidas.<br />
Es aquí donde la inmoralidad profunda del artículo salta como<br />
el pus de una herida infectada. ¿Qué fue la tiranía de los Somoza<br />
en sus décadas de infamia? Precisamente eso: menos gobierno,<br />
porque el gobierno no tenía otro interés que el de explotar sin<br />
gobernar; y menos intervención del gobierno en las vidas de los<br />
campesinos, porque las vidas de los campesinos malditos si les<br />
importaban a los Somoza mientras se estuvieran quietos en sus<br />
míseras parcelas, ajenos a cualquier cosa que no fuera su entorno<br />
cotidiano. El programa de los contrarrevolucionarios es simplemente<br />
la vuelta a ese estado de cosas del pasado, o sea, la vuelta<br />
al sistema de los latifundios y las ganancias exorbitantes para un<br />
grupo privilegiado protegido por el poder que a su vez es protegido<br />
por los intereses de Washington.<br />
Tal es la moral de los Calero y los Robelo y de los somocistas<br />
que a sus ambiciones materiales suman la sed de la venganza por<br />
haber sido arrojados fuera del país (al precio de cincuenta mil<br />
muertos).<br />
Naturalmente, los lectores norteamericanos sacarán del artículo<br />
de Dickey y de tantos otros la impresión tranquilizadora de que<br />
los sandinistas son impopulares en las zonas rurales. Pocos, seguramente,<br />
serán capaces de sospechar la realidad que se esconde<br />
detrás de esta batalla desigual en la que un proceso de avance<br />
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NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
popular multitudinario se ve obstaculizado por las fuerzas combinadas<br />
del dinero y las armas procedentes del extranjero. Pero,<br />
claro, el Departamento de Estado seguirá afirmando que no se<br />
mete en los asuntos internos de Nicaragua; la moral se lo impide,<br />
no faltaba más.<br />
Un sueño realizado: El arte de las Américas llega a Nicaragua<br />
Aunque parezca mentira...<br />
Estamos tan acostumbrados a visitar museos de arte que<br />
resulta difícil imaginar un país que no los tenga, grandes o<br />
pequeños. Y éste era el caso de Nicaragua antes de la revolución<br />
de 1979. Un país con magníficos artistas plásticos, y una pintura<br />
“primitiva” llena de gracia, un país cuyo pueblo tiene una sensibilidad<br />
a flor de piel cuando se trata de la belleza en cualquiera<br />
de sus formas, había llegado a nuestros días sin la menor posibilidad<br />
de asomarse a un museo de obras de arte; la ignorancia y el<br />
desprecio de los Somoza padre e hijo frente a cualquier manifestación<br />
estética habían privado a tres millones de nicaragüenses de<br />
todo contacto con el arte internacional; que se arreglaran con el<br />
cine o la televisión...<br />
Lo que voy a narrar aquí es otra prueba de cómo los dirigentes<br />
sandinistas no perdieron un solo día en la batalla contra la ignorancia.<br />
Todo el mundo conoce la amplitud y los resultados de la<br />
campaña contra el analfabetismo, llevada a cabo en el primer año<br />
de la liberación del país, en cambio se conoce menos la múltiple<br />
acción paralela emprendida en el campo de la música, el teatro y<br />
las artes plásticas. A cuatro años del triunfo del 19 de julio, Nicaragua<br />
ve concretarse la ambición de los dirigentes y del pueblo; el<br />
primer museo de arte abre sus puertas (con las dificultades que<br />
reseñaré), y los nicaragüenses pueden asomarse con curiosidad y<br />
maravilla al panorama artístico de todo el continente.<br />
Lo que pocos años antes hubiera parecido un cuento de hadas<br />
se ha vuelto realidad tangible: Nicaragua posee hoy uno de los<br />
museos más ricos en pintura y escultura de todo el ámbito latinoamericano;<br />
y lo que es aún más hermoso, ese museo ha nacido<br />
de un vasto movimiento de solidaridad por parte de los artistas<br />
de América Latina. A la hora en que los exguardias somocistas<br />
buscan invadir y aplastar el país en nombre de lo que Reagan y la<br />
señora Kirkpatrick llaman “la democracia”, centenares de artistas<br />
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se hacen presentes con sus obras como reafirmación de su amor<br />
por ese pequeño país que no ceja en seguir adelante frente a las<br />
mayores dificultades, y que a cada tentativa de intimidación de los<br />
Estados Unidos responde con las últimas palabras de uno de sus<br />
mártires, el joven combatiente y poeta Leonel Rugama: “¡Que se<br />
rinda tu madre!”.<br />
Todos los caminos llevan a Roma, pero algunos empiezan ahí<br />
En su casa de Managua, Carmen Waugh –chilena, experta en<br />
artes plásticas a lo largo de un amplio derrotero como directora<br />
de galerías de pintura en Chile, Argentina y España– me cuenta el<br />
comienzo de la historia.<br />
—Poco después del triunfo sandinista se organizó una semana<br />
latinoamericana en Roma, y el alcalde de la ciudad me confió la<br />
preparación de una muestra de artes plásticas. Por razones económicas<br />
hubo que limitarse a los artistas exiliados en Europa, pero<br />
como entre ellos figuraban y figuran muchos de los más famosos,<br />
expulsados de sus países por circunstancias harto conocidas, la<br />
muestra tuvo un alto nivel de calidad. En esos días llegó Ernesto<br />
Cardenal, gran poeta nicaragüense y ministro de cultura de su país,<br />
quien luego de visitar la exposición nos habló de los problemas de<br />
Nicaragua en ese campo, y nos preguntó si no sería posible organizar<br />
un movimiento de solidaridad que se tradujera en la creación<br />
de un fondo artístico para Nicaragua. Tanto yo como algunos<br />
pintores presentes –Le Pare, Gamarra y otros– recogimos con entusiasmo<br />
la idea e hicimos los primeros trámites, pero sólo al año<br />
siguiente la idea tomó cuerpo. Viajé a Nicaragua por primera vez,<br />
y Cardenal me pidió que tomara a mi cargo la puesta en práctica<br />
del proyecto; volví a Europa, y a finales del año 81 teníamos ya cien<br />
obras de artistas exiliados en Francia, casi treinta de los que viven<br />
en España, y eso constituyó el núcleo inicial de la colección.<br />
Se dice demasiado que los poetas son soñadores; en el caso de<br />
Cardenal, su confianza en Carmen Waugh mostró de sobra su capacidad<br />
pragmática, puesto que a ella se debía la organización y las<br />
múltiples presentaciones del llamado museo Salvador Allende, que<br />
en estos diez años llevó a tantas ciudades el mensaje estético de<br />
los artistas identificados con la causa del pueblo chileno. Poseedora<br />
de una vasta experiencia en la materia, conocedora de los mejores<br />
artistas de nuestro tiempo, Carmen pudo lograr en muy poco tiempo<br />
una cantidad inapreciable de donaciones.<br />
—Hicimos una primera presentación en París, en el Palais de<br />
Tokyo, y tuvimos la generosa adhesión del ministro de cultura de<br />
Francia, Jack Lang, quien además nos ofreció el traslado de las obras<br />
a Nicaragua: cuando se piensa en lo que cuesta un envío de esa<br />
naturaleza, te imaginas lo que eso pudo representar para los nicas...<br />
—Y entretanto, ¿se seguían recibiendo donaciones?<br />
—Por supuesto. A los artistas latinoamericanos de los países<br />
que cité antes, se sumaron los que viven en la República Democrática<br />
Alemana, en Italia y en Inglaterra. Se incorporaron así trabajos<br />
de artistas tan conocidos como Nemesio Antúnez, Rómulo Macció y<br />
otros. En agosto de 1982 teníamos en Managua un total de 150 obras<br />
de primerísima calidad. Te juro que yo me frotaba los ojos cuando<br />
las veía. ¡Ciento cincuenta trabajos de ese calibre en Managua!<br />
En verdad la nómina de los artistas solidarios enorgullecería a<br />
cualquier colección de pintura contemporánea. Imposible citarlos<br />
a todos, pero bastan algunos nombres para hacerse una idea de<br />
conjunto: Matta, Cruz Diez, Soto, Ravelo, Sobrino, Zañartu, Tomasello,<br />
Cuevas; Gamarra, Núñez, Piza, Seguí, Gironella, Felguérez,<br />
Balmes, Asís, Lublin, Le Pare, Novoa...<br />
Problemas de alojamiento<br />
Sí, de veras es como para frotarse los ojos: Y preguntarle<br />
después a Carmen Waugh cómo se las arreglaron los nicas para<br />
alojar y presentar ese primer núcleo del museo en una ciudad<br />
que sigue estando parcialmente en ruinas después del espantoso<br />
terremoto de 1973.<br />
—Ah, esa es toda una historia que te resumiré lo mejor posible.<br />
Aquí no había la menor experiencia en materia de museos, y ni<br />
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siquiera la posibilidad de presentar los cuadros en cualquier local,<br />
puesto que todo edificio más o menos útil está ocupado por las<br />
oficinas del gobierno; y las dificultades económicas reducen al<br />
mínimo los planes de construcción de viviendas. Cuando llegó el<br />
primer lote de obras, Ernesto Cardenal y yo hablamos con otros<br />
dirigentes y les planteamos la urgencia de encontrar un local que<br />
se prestara para una buena presentación de los trabajos. Sergio<br />
Ramírez y el comandante Tomás Borge se interesaron desde un<br />
comienzo, y este último me propuso un edificio en el centro de<br />
Managua, que luego resultó estar ya asignado a un ministerio.<br />
Todos estábamos de acuerdo en que el museo debería crearse en<br />
la zona de la Plaza de la Revolución, que está destinada a convertirse<br />
en un gran centro cívico. Había que renunciar al sueño de un<br />
edificio construido especialmente y buscar entre las ruinas de la<br />
zona, alguno que se prestara a una reconstrucción. Te aseguro que<br />
fueron meses penosos en los que yo creía haber encontrado por<br />
fin el edificio soñado hasta que debía abandonar la idea por una<br />
razón u otra.<br />
—¿Y los cuadros, entretanto?<br />
—Los cuadros fueron mostrados desde el principio en forma<br />
provisional, aprovechando las galerías del “foyer” del Teatro<br />
Popular Rubén Darío. Pese a la iluminación insuficiente y a otras<br />
carencias técnicas, la colección pudo ser expuesta en toda su<br />
importancia. Pero déjame seguir con lo de la sede, que por suerte<br />
tiene un final feliz luego de un período lleno de decepciones. Hay<br />
que darse cuenta, Julio, de que este problema de la sede no era el<br />
más importante para los dirigentes en momentos en que Nicaragua<br />
se veía atacada diariamente por los exguardias de Somoza<br />
con bases en Honduras. Y, sin embargo, lo era en otro sentido,<br />
puesto que ninguno de ellos lo olvidó, al punto de que el comandante<br />
Daniel Ortega encontró tiempo para estudiar el asunto con<br />
Ernesto Cardenal y finalmente propuso que se utilizara lo que<br />
quedaba del antiguo Gran Hotel en pleno centro de Managua.<br />
—Ayer fui a visitar esa ruina, y no me extraña que la idea te<br />
haya parecido una solución definitiva.<br />
—Por supuesto, ya que el emplazamiento responde a todos<br />
nuestros proyectos (a veces los llamo sueños, pero sé que muchos<br />
sueños se realizan en Nicaragua, y éste será uno de ellos). Para<br />
empezar, lo que queda del edificio del Gran Hotel permite una<br />
reconstrucción que se adaptará admirablemente al museo, ya que<br />
se cuenta con una vasta superficie aprovechable. ¿Sabías que el<br />
hotel era de Somoza?<br />
—No, pero a veces me pregunto qué no era de Somoza antes del<br />
19 de julio...<br />
—Bueno, la gran ventaja de eso es que sus innumerables<br />
propiedades han pasado automáticamente a ser del pueblo, y se<br />
las puede destinar a mejores fines. Para darte una idea, el hotel<br />
tiene una superficie total de seis mil metros cuadrados, y bastará<br />
reconstruir la planta baja, cuya estructura se mantuvo en pie<br />
cuando el terremoto, para disponer de todo lo necesario para el<br />
museo.<br />
—O sea que se planea algo más que una gran sala de exposición.<br />
—Mucho más que eso. El edificio está situado al lado de la Plaza<br />
de la Revolución y el gobierno sandinista quiere crear allí una gran<br />
zona cultural abierta al público. Junto con el museo se instalará<br />
la biblioteca nacional y el edificio del llamado Palacio Nacional,<br />
antigua sede del gobierno, será destinado a abrigar el Museo de la<br />
Revolución. El cine González, está en esa misma zona, y la cinemateca<br />
tendrá también su sala de proyecciones. La idea es convertir ese<br />
conjunto en un lugar de paseo donde no entrarán los automóviles,<br />
donde el pueblo podrá visitar los diferentes centros culturales; por<br />
eso queremos completar ese panorama con una reconstrucción del<br />
antiguo Gran Hotel que permita la instalación no sólo del museo<br />
en sí mismo, sino de una serie de recintos que alberguen una cafetería,<br />
una librería, venta de discos y cassettes, un taller de grabado,<br />
otro de fabricación de marcos, e incluso una gran tienda donde se<br />
venda la hermosa artesanía nicaragüense, esas ropas y trabajos en<br />
algodón y cuero que tanta reputación le han dado a Masaya entre<br />
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otras ciudades. Todo eso va a nacer de las ruinas, como tantas otras<br />
cosas en Nicaragua...<br />
“Museo” es una palabra triste<br />
Carmen me muestra un primer proyecto de reconstrucción que<br />
permite imaginar el futuro museo flanqueado por otros centros de<br />
cultura y espacios verdes. El impulso solidario que llevó a la donación<br />
de centenares de obras de arte va a multiplicarse aquí, y de la<br />
primera semilla van a brotar múltiples espigas. Pienso, con amarga<br />
ironía, en algunos artistas que se obstinan en sostener que las<br />
donaciones no sirven de nada, y me alegro por todos aquellos cuyo<br />
trabajo estará representado en el museo como un magnífico detonador<br />
cultural, presencia viva de la libertad y la belleza en el seno<br />
de un pueblo que se bate por ellas.<br />
—La denominación definitiva del museo ha sido bastante<br />
discutida –digo–. ¿Hay un acuerdo?<br />
—Sí, aunque por ahora seguimos hablando de “museo”. El<br />
problema se planteó en diciembre del 82, cuando la inauguración<br />
provisional. En esa oportunidad Ernesto Cardenal sostuvo que la<br />
colección de arte no debería limitarse solamente a América Latina,<br />
sino abarcar la totalidad del continente americano, incluyendo así<br />
a los Estados Unidos, Canadá y los países caribeños, en los que hay<br />
cantidad de artistas dispuestos a mostrarse solidarios con Nicaragua.<br />
De esa idea, recogida con entusiasmo y ya en vías de materialización,<br />
surgió la denominación definitiva:<br />
ARTE DE LAS AMÉRICAS / SOLIDARIDAD<br />
CON NICARAGUA.<br />
—Me alegro que se haya eliminado lo de “museo”, que suena<br />
siempre como algo solemne y un poco polvoriento.<br />
—Y que hubiera distanciado a muchos espectadores, es verdad.<br />
Hay que pensar que aquí no ha habido jamás un museo de esta naturaleza<br />
(ni de otras) y que nuestra intención es incorporar a todos los<br />
nicaragüenses, sea en Managua o en las ciudades del interior, a una<br />
experiencia de contacto directo con el arte del hemisferio, lo cual no<br />
es nunca fácil en un comienzo. Queremos que la gente entre a ver<br />
las obras de arte con la misma naturalidad con que entra en el cine,<br />
y que las salas de exposición no tengan el empaque y la gravedad de<br />
tantos museos del mundo.<br />
—Lo cual supone una técnica de presentación y de acogida.<br />
Pero antes de ir a eso me gustaría saber cómo se sigue manifestando<br />
la solidaridad de los artistas en el hemisferio.<br />
—Si te digo que lo que ya tenemos constituye una colección de<br />
primerísima fila, te darás cuenta de lo que será dentro de muy poco,<br />
y sobre todo después que la sede de Managua esté lista para recibir<br />
las más diversas obras.<br />
—¿Se acepta cualquier donación?<br />
—No, desgraciadamente tú sabes que eso es imposible; pues la<br />
buena voluntad no sustituye por sí misma la calidad artística. Lo<br />
que hemos hecho es invitar a los artistas de primera línea, y así a<br />
las 250 obras ya reunidas en Managua se van sumando las provenientes<br />
de diversos países. Aquí me parece justo y bello decir que<br />
Venezuela ha sido la avanzada en este campo pues fue el primer<br />
país que envió más de veinte obras en 1980, antes de que nos lanzáramos<br />
a nuestra campaña, y recuerdo que las enviaron “para el<br />
futuro museo latinoamericano”.<br />
—¿Y actualmente?<br />
—Los cubanos nos han prometido veinticinco trabajos, de<br />
los que ya han llegado ocho. De México vienen cincuenta obras,<br />
y un número equivalente de Colombia. El Perú está presente<br />
con dieciocho trabajos. Nos faltan aún varios países, entre ellos<br />
Ecuador, y sólo ahora empezamos a ocuparnos de los Estados<br />
Unidos y Canadá, además de los países caribeños.<br />
—Cuando hablas de países, ¿te refieres a artistas que viven en<br />
su patria o a exiliados? ¿Qué pasa con la Argentina, por ejemplo?<br />
—Todos los trabajos recibidos son de artistas exiliados, y lo<br />
mismo te puedo decir de Chile, con tres excepciones. Ahora me<br />
toca a mí viajar a varios países, encontrar a sus artistas y hacer<br />
una selección. Pero como ves, el primer fondo de obras reunidas<br />
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Julio <strong>Cortázar</strong><br />
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solamente en Europa se está multiplicando de una manera extraordinaria.<br />
Menos mal que el antiguo Gran Hotel nos dará todo el<br />
espacio necesario...<br />
El arte para todos<br />
Lo que me está diciendo Carmen Waugh despierta la imagen de<br />
una vasta colección de pinturas, esculturas y grabados que llenan<br />
salas y salas. Pero recuerdo a la vez que una de las preocupaciones<br />
culturales básicas del gobierno nicaragüense es la de descentralizar<br />
lo más posible las actividades en ese terreno. ¿Se podrá hacer<br />
lo mismo con Arte de las Américas?<br />
—No sólo se podrá sino que la primera etapa acaba de<br />
cumplirse en estos días cuando en la ciudad de León se inauguró<br />
nuestra primera filial, que por ahora se llama Sede León del Museo<br />
de las Américas. El comandante Carlos Núñez, que se ocupaba de<br />
organizar los actos de celebración del cuarto aniversario de la revolución<br />
en esa ciudad que tan valientemente había luchado contra<br />
el somocismo, me llamó para pedirme que pusiéramos a punto<br />
una filial del museo. Bueno, ya sabes el tipo de problema que uno<br />
enfrenta en Nicaragua en esas circunstancias: no hay locales o falta<br />
toda infraestructura, o hay que reconstruir una parte del edificio...<br />
—Sí, algo sé de eso. ¿Y de cuánto tiempo disponías?<br />
—¡De dos semanas! Bien empleadas, te aseguro. Rechacé una<br />
primera posibilidad de local, y entonces, la gente de los centros<br />
populares de cultura de León me informaron de la existencia de<br />
una casa hermosísima situada en pleno centro, y que había pertenecido<br />
a un abuelo de Somoza, un médico que tenía allí un hospital.<br />
Incluso la gente la seguía llamando “la casa de salud”. Vi el edificio<br />
y me entusiasmé, pero el problema era que estaba sirviendo de<br />
cuartel a un destacamento de milicianos. Hablé entonces con Luis<br />
Felipe Pérez, coordinador regional de la Junta de Gobierno, quien<br />
me asombró al decirme que siempre se había pensado que esa<br />
casa merecía ser convertida en museo. “Nunca lo hicimos –agregó<br />
memorablemente–, porque no sabíamos qué ponerle adentro”.<br />
—¿Y te la dieron?<br />
—Claro que sí, pero apenas quedaban doce días y el interior de<br />
la casa estaba a la miseria. Todo el mundo “se puso las pilas”, como<br />
dicen los nicas, y se procedió a techar y a habilitar cuatro grandes<br />
salas. ¿Me creerás? Yo estaba hablando a las nueve de la mañana<br />
con los compañeros de la Junta y a las dos de la tarde llegaron los<br />
primeros albañiles y electricistas, a trabajar.<br />
—¿Qué pensó la gente de León?<br />
—Estaban encantados con la idea de tener un museo de arte.<br />
Incluso, el día de la inauguración, aparecieron diversas personas<br />
pertenecientes a la burguesía local, nada simpatizantes con el<br />
proceso sandinista. Era la primera vez que participaban en un<br />
acto popular, y su presencia mostró de sobra lo que esa iniciativa<br />
representaba para la ciudad de León. Supongo que en Granada,<br />
donde estamos ya buscando la sede de la segunda filial, ocurrirá lo<br />
mismo. Y después llevaremos otra parte del fondo a Estelí, porque<br />
el gobierno no quiere para Managua otras prioridades que las<br />
lógicas en una capital. Llegará el día en que todos los habitantes del<br />
país podrán visitar alguna de las sedes de Arte de las Américas<br />
y la ignorancia y el atraso en la materia pertenecerán definitivamente<br />
al pasado.<br />
Lo que falta por hacer<br />
No quiero terminar esta reseña sin saber algo de las reacciones<br />
populares frente a obras plásticas, de las que jamás habían tenido<br />
la menor idea. Cuando le hago la pregunta, Carmen Waugh sonríe<br />
feliz.<br />
—Muy por encima de lo que esperaba –me dice–. Te confieso<br />
que el día en que se abrió la muestra provisional en el foyer del<br />
teatro Rubén Darío, yo me preguntaba si no habría que salir a la<br />
calle para convencer a la gente de que entrara a ver las obras. Pero<br />
ocurrió exactamente lo contrario, porque la televisión había anunciado<br />
la apertura de la muestra y el público no se hizo esperar. Lo<br />
más hermoso ocurrió en la semana del cuarto aniversario, cuando<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
el Ministerio de Cultura organizó visitas colectivas, y los primeros<br />
en llegar fueron los miembros de la Central Sandinista de Trabajadores,<br />
en su mayoría cortadores de caña del interior. Luego<br />
vinieron las mujeres de la Asociación Nicaragüense de Madres<br />
Luisa Amanda Espinosa, después se presentó un amplio sector de<br />
la Juventud Sandinista, seguido por la Asociación Nicaragüense<br />
de Maestros y por más de doscientos miembros del Ministerio del<br />
Interior. Ahora la gente conocía el camino de la exposición, y no<br />
cabía duda alguna de su interés y su entusiasmo.<br />
—Tú estabas allí, por supuesto. ¿Cómo reaccionaba el público<br />
frente a obras a veces tan complejas, y en todo caso sin ninguna<br />
complacencia hacia los espectadores?<br />
—Había y hay de todo, como es lógico. Los que no entienden,<br />
los que no quieren entender, y los que descubren por primera vez<br />
un mundo diferente que los maravilla. En ese sentido se hace lo<br />
posible por dar explicaciones, se guía a los grupos o a los individuos<br />
a fin de familiarizarlos con los movimientos contemporáneos<br />
del arte, y se buscan los diálogos, que a veces te aseguro son<br />
muy animados, porque los nicas nunca callan sus opiniones que<br />
naturalmente son muy variadas.<br />
—¿Se ha pensado ya en preparar un catálogo, explicaciones<br />
sucintas, reproducciones de obras, para que el público pueda<br />
ampliar su conocimiento?<br />
—Todo eso deberá estar preparado para el día en que Arte<br />
de las Américas inaugure su sede definitiva en Managua, coincidiendo<br />
con el quinto aniversario de la revolución. La editorial Nueva<br />
Nicaragua ha ofrecido publicar el catálogo que será planeado no sólo<br />
como la nómina de las obras reunidas, sino como una introducción<br />
a las artes plásticas contemporáneas: tendencias, líneas de fuerza,<br />
datos biográficos de los artistas... Se ha pensado asimismo publicar<br />
extractos de los diálogos que mantienen los guías y profesores con<br />
el público, puesto que dan la pauta de las reacciones frente a cada<br />
obra expuesta. Mi propia experiencia en este campo me dice que<br />
el público en general se deslumbra frente a los trabajos abstractos<br />
pero prefiere la pintura figurativa, donde ve un espejo de la historia<br />
contemporánea. “Ahora entendemos mejor lo que pasa en otros<br />
países latinoamericanos”, me dijo una campesina después de ver<br />
una serie de obras donde está presente la lucha y donde se evoca<br />
la opresión y la tortura. “Ahora sabemos que no estamos solos”, es<br />
otra frase que resume la toma de conciencia popular frente a otros<br />
procesos históricos latinoamericanos que se reflejan en un arte de<br />
protesta y de combate.<br />
—¿Podrá Nicaragua costear los trabajos de construcción de la<br />
sede?<br />
—No lo sé –dice Carmen Waugh–. A base de los primeros planos<br />
y proyectos, se prevé un costo de medio millón de dólares, que es<br />
mucho dinero para un país que está de hecho en pie de guerra y<br />
sometido a todo tipo de bloqueos y presiones del enemigo. Digamos<br />
que si la solidaridad fundamental ya ha sido lograda plenamente en<br />
el campo de los artistas, se entra ahora en una etapa que requiere<br />
una solidaridad económica por parte de países amigos, organizaciones<br />
nacionales o internacionales, e incluso personas privadas<br />
que quieran asociar su esfuerzo a nuestro trabajo. Pronto estarán<br />
listos los proyectos concernientes a la iluminación, al aire acondicionado,<br />
la compleja infraestructura que requiere un museo<br />
moderno. En este campo hay países amigos que podrán facilitar<br />
parte de esos elementos; por ejemplo, un país como Holanda podría<br />
ayudarnos mucho en materia de electricidad e iluminación.<br />
—¿Pero cómo encauzar todo eso?<br />
—Pienso que los comités de solidaridad con Nicaragua, que<br />
existen en muchos países, podrán ocuparse de interesar al estado y<br />
a los particulares en cada caso concreto. Los agregados culturales<br />
nicaragüenses podrán por su parte presentar nuestros planes a los<br />
organismos capaces de contribuir de alguna manera. En realidad<br />
se trata de multiplicar la información sobre Arte de las Américas,<br />
mostrando la enorme riqueza del material reunido y la necesidad<br />
de presentarlo dignamente. Dicho sea de paso, esta entrevista que<br />
me estás haciendo forma ya parte de esa información; habrá que<br />
sumarle otros mensajes, enriquecer los datos que das en ella, para<br />
que los aportes parciales provenientes de diversos países amigos<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
nos permitan llevar a término nuestros planes. Creo que lo lograremos,<br />
creo que Arte de las Américas Solidaridad con Nicaragua<br />
podrá abrir sus puertas al pueblo en el curso del año que viene.<br />
Cuando salgo de casa de Carmen Waugh veo a un grupo de<br />
niños jugando en la calle. Dos de ellos hacen dibujos en la tierra,<br />
trazan líneas con un palito, estudian seriamente su trabajo. Uno<br />
de ellos me explica que su dibujo es una gallina; el otro ha optado<br />
por un avión de guerra. Los niños corren y se persiguen, pero<br />
cuando llegan a la zona de los dibujos dan un salto para no estropearlos.<br />
La noche de Managua avanza con sus perfumes, con su<br />
cielo violeta y fosforescente.<br />
Nicaragua: el fast food de las noticias<br />
Se diría que la gran mayoría de los países que son o se dicen<br />
democráticos asisten al drama que se está desarrollando en Nicaragua<br />
con la actitud del que mira un programa de televisión desde<br />
su sofá, la copa de licor y los cigarrillos al alcance de la mano, la<br />
atención vagamente puesta en un programa que no le interesa<br />
demasiado.<br />
Si algunos de ellos utilizan las vías diplomáticas con el propósito<br />
de buscar un mejoramiento de la grave situación actual, sus<br />
gestiones de carácter regional o internacional se llevan a cabo<br />
con una lentitud insoportable frente al ritmo de los enfrentamientos<br />
armados en el territorio nicaragüense. Nadie, en el fondo,<br />
parecería querer abandonar el sofá desde el cual contempla el<br />
espectáculo. Nadie, ni los gobiernos ni los pueblos; no sé en estas<br />
semanas de manifestaciones callejeras, de protestas públicas, de<br />
expresiones concretas de solidaridad hacia los sandinistas que<br />
defienden metro a metro su tierra y su libertad ganadas hace<br />
apenas cuatro años al terror y a la opresión del somocismo.<br />
Por una de esas paradojas que terminan por dar náuseas a<br />
la hora en que las informaciones se multiplican sobre las intenciones<br />
y las acciones de los Estados Unidos contra Nicaragua,<br />
de la doble invasión por el norte y el sur, de la intervención de<br />
elementos militares hondureños junto a los contrarrevolucionarios<br />
somocistas, a esta hora en la que cualquier lector o telespectador<br />
recibe el máximo de información sobre lo que sucede en ese<br />
lejano país; la indiferencia y la pasividad se hacen sentir más que<br />
nunca, como si la gente no tuviera idea de lo que sucede.<br />
¿El mundo llamado libre va a abandonar a Nicaragua a su<br />
suerte? ¿Va a permitir que día a día el peso de la intervención<br />
estadounidense, en forma de dólares, equipos y asesores, infiltraciones<br />
de la CIA, presiones sobre los países limítrofes, multiplique<br />
sus puntas de lanza en un país que defiende su derecho a<br />
ser soberano y a buscar su propia vía histórica en el presente y el<br />
futuro?<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Se diría que sí, que no son muchos los que tratan de ayudar<br />
a Nicaragua desde el exterior. Pero entonces, ¿se ha perdido la<br />
noción de la justicia al punto de tirar la ética más elemental a la<br />
basura? Esa indiferencia –entre otras, desde luego–, ¿no revela algo<br />
así como una entropía universal, un abandono de valores que no<br />
sólo abarca el destino de otros pueblos, sino el de cada pueblo en sí<br />
mismo? Si tolero que una banda de matones golpee a un ciego en<br />
plena calle, ¿podré volver a mi casa y mirar en los ojos a mi propia<br />
familia?<br />
Se diría que es así, y que en su enorme mayoría a los europeos<br />
no les importa lo que está pasando en Nicaragua porque en el<br />
fondo tampoco les importa demasiado lo que pasa en sus propias<br />
tierras, salvo (¡ah, eso sí!) en materias de interés personal, de escalamiento<br />
de posiciones, de bienestar egoísta (cf. la actual oposición<br />
en Francia). Se diría que un cinismo helado gana terreno día a día<br />
en los pueblos y en los gobiernos. Nunca hubiera tenido el coraje<br />
de decir esto si no viera diariamente cómo, frente a la posibilidad<br />
de analizar o juzgar los hechos sobre los cuales existe un máximo<br />
de información, el hombre medio pliega el diario y decide olvidarse<br />
de lo que acaba de leer. ¿Para qué sirven al fin de cuentas la orgullosa<br />
prensa mundial, la televisión y la radio? Nicaragua está sola,<br />
más sola que nunca; rodeada de hienas y de lobos, defendiéndose<br />
en una soledad que ninguna palabrería diplomática puede ya disimular.<br />
Y, sin embargo, lo que sabemos hoy debería bastar para<br />
promover y suscitar reacciones oficiales y populares capaces de<br />
influir incluso, decisivamente en la coyuntura de está hora tan<br />
grave. Acabo de leer, como todo el mundo, un resumen de las últimas<br />
maniobras políticas norteamericanas, de las que surge sin el menor<br />
disimulo ni desmentido que:<br />
1) La CIA está prestando pleno apoyo a los contrarrevolucionarios<br />
que invaden Nicaragua después de tres años de entrenamiento favorecido<br />
por la misma CIA, asesores argentinos y dólares norteamericanos,<br />
además del apoyo entre furtivo y abierto de Honduras, principal base<br />
de operaciones de la invasión; 2) La Cámara de Representantes había<br />
prohibido hace pocos días a la CIA que se sirviera de sus créditos<br />
para apoyar a los antisandinistas, pero una comisión del Senado<br />
acaba de dar carta blanca a Reagan pata mantener ese sostén<br />
(que no es el único), y eso basta el 30 de septiembre de 1982. ¿Se<br />
ha pensado en lo que representan cuatro meses de una invasión<br />
cada vez más reforzada por los Estados Unidos? ¿Se ha pensado<br />
en que el gigantesco esfuerzo llevado a cabo por el pueblo nicaragüense<br />
para alfabetizarse, difundir la cultura, mejorar el nivel<br />
de vida de todo lo cual he sido y soy testigo y partícipe, se ve hoy<br />
frenado y acaso paralizado por la necesidad de mantener al país en<br />
pie de guerra? ¿Se ha pensado que diariamente jóvenes madres y<br />
hermanos entierran a muchachos milicianos caídos en combate?<br />
Nicaragua apela ahora al Consejo de Seguridad, y frente al seguro<br />
veto de los Estados Unidos pedirá una reunión extraordinaria de<br />
las Naciones Unidas. Pero, una vez más, Hamlet podrá murmurar:<br />
Words, words, words... Las buenas conciencias se darán por satisfechas<br />
con los debates diplomáticos, pero en esas buenas conciencias,<br />
como también diría Hamlet, empieza a percibirse el olor de<br />
la podredumbre. Cien mil nicaragüenses han protestado hace<br />
diez días en Managua por el cínico discurso de Reagan sobre los<br />
“deberes” norteamericanos en América Central. ¿No habrá grupos<br />
de quinientos, de mil europeos que repitan esas protestas frente a<br />
las embajadas de los Estados Unidos en sus países? ¿Nos vamos<br />
a quedar así, comiendo el fast food de las noticias diarias como si<br />
vinieran de Marte? Es para pensar que los telespectadores ya no<br />
distinguen demasiado entre un noticioso y una película de ficción, o<br />
que prefieren estás últimas puesto que son más realistas. Sí, se diría<br />
que la verdadera realidad se nos escapa de entre los dedos, trátese<br />
de la bomba de neutrones o de la lucha del pueblo sandinista.<br />
Hay momentos en que envidio al primer bonzo que se inmoló<br />
por el fuego como gesto supremo de repugnancia ante lo que lo<br />
rodeaba. Pero a la vez sé que ese no es el camino. Un pueblo se<br />
bate allá lejos por su dignidad y su felicidad: en su ejemplo está el<br />
camino. ¿De qué sirve escribir estas líneas que tanta gente tirará<br />
junto con el diario? De nada, piensa el bonzo y se pega fuego. Pero<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
la verdadera nada, el triunfo de la entropía definitiva, estaría en no<br />
escribirlas. Somos muchos los que seguiremos abriéndonos paso<br />
en la indiferencia como tantas otras veces en la historia, sabemos<br />
que en algún momento las manos empezarán a tenderse, las palabras<br />
se volverán verdad y vida.<br />
De diferentes maneras de matar<br />
Como en el cuento del pastor y el lobo, la invasión de Nicaragua<br />
tan anunciada a lo largo de estos meses no se produce, por lo cual<br />
en Europa se tiende a pensar en un estancamiento sine díe de la<br />
situación. Otros vórtices de violencia atraen la atención del público:<br />
América Central se deslíe lentamente en las memorias. Y en su más<br />
reciente reencarnación, Maquiavelo cuenta con eso para armar<br />
una estrategia diferente y más peligrosa que el ataque frontal a la<br />
manera de Granada.<br />
En el ajedrez de estas últimas semanas se han acumulado<br />
jugadas como las siguientes, que enumero sin orden cronológico y<br />
sin agotarlas:<br />
—Rechazo expreso o tácito por parte de Washington de todas<br />
las aperturas hechas por Nicaragua en favor de una negociación<br />
clara y limpia basada en el retiro de la ayuda militar y económica<br />
de los Estados Unidos a El Salvador y a Honduras, destinada a favorecer<br />
la invasión de Nicaragua por fuerzas antisandinistas, y recíprocamente<br />
la suspensión de todo contacto o ayuda de Nicaragua a<br />
las fuerzas rebeldes de El Salvador.<br />
—Negativa a conceder un visado al comandante Tomás Borge<br />
para que discuta esas y otras cuestiones análogas con los responsables<br />
de la administración Reagan en Washington.<br />
—Crédito de 25 millones de dólares otorgado públicamente por<br />
el Congreso norteamericano: a la CIA para que lleve adelante sus<br />
operaciones “destinadas a desestabilizar el régimen sandinista”.<br />
—Revelación hecha por el New York Times de que el avión<br />
utilizado en el intento de bombardeo a Managua fue comprado<br />
en Estados Unidos con fondos facilitados indirecta pero probadamente<br />
por la CIA y entregado al contrarrevolucionario Edén<br />
Pastora.<br />
—Confesión ante periodistas y cámaras de TV en Managua, del<br />
piloto aviador Amador Narváez, capturado por los sandinistas, de<br />
la que resulta que los ataques aéreos a Nicaragua se organizan en<br />
Honduras bajo la supervisión directa de la CIA; con la participación<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
de militares hondureños y de asesores argentinos que entrenan a<br />
las fuerzas somocistas.<br />
Mientras estas formas directas e indirectas de hostigamiento,<br />
a las que podrían agregarse muchas otras, se van acumulando<br />
a lo largo de los días, los esfuerzos de Nicaragua por mostrar su<br />
voluntad de negociación son objeto de un total silencio o de comentarios<br />
escépticos por parte de funcionarios norteamericanos y de<br />
dirigentes contrarrevolucionarios. Así, el hecho de que la Junta de<br />
Gobierno de Managua haya informado del regreso a Cuba de los<br />
asesores de ese país (maestros y médicos en su enorme mayoría) no<br />
se considera como “suficiente” en Washington, de la misma manera<br />
que se ignora o se comenta irónicamente la serie de disposiciones<br />
tomadas por el gobierno nicaragüense con vistas a las elecciones.<br />
Resulta obvio que Reagan y sus asesores han decidido de antemano<br />
que toda tentativa para lograr una normalización por vía pacífica<br />
no merece ser tenida en cuenta. Su meta está clara: conseguir que<br />
los contrarrevolucionarios continúen sus ataques hasta posesionarse<br />
de una fracción de territorio nicaragüense y proclamar un<br />
gobierno “democrático” con vistas a ser reconocidos oficialmente<br />
por los Estados Unidos y sus países cómplices.<br />
Todo esto ocurre en forma parcelada, de manera de distraer la<br />
atención mundial de algo que de hecho es una ofensiva cada vez<br />
más cerrada y continua. La mejor prueba de su siniestra eficacia<br />
viene de la misma Nicaragua, a poco que se examine su situación<br />
interior. Por un lado, los problemas militares en las fronteras<br />
hondureña y costarricense, y los ataques aéreos contra ciudades y<br />
puertos petroleros, obliga al país a un esfuerzo de guerra que se<br />
está haciendo sentir en el plano del trabajo –cultivos, producción<br />
y distribución en general–, en el plano de la cultura (postalfabetización<br />
y educación en todos los niveles), y en el ritmo de la vida en<br />
el país. Por otro lado, la Junta de Gobierno ha mostrado al máximo<br />
su buena voluntad para negociar en un plano que no atente contra<br />
los derechos y la dignidad de su pueblo, y es evidente que no puede<br />
ni quiere ir más allá de ese límite. ¿Qué se pretende de Nicaragua<br />
al acorralarla de esa manera? Los que no conocen el coraje y la<br />
decisión del pueblo sandinista esperan un derrumbe interior, favorecido<br />
no sólo por todo lo dicho más arriba, sino por la actitud de la<br />
iglesia conservadora del país y los grupos opositores abiertamente<br />
alineados en lo que ellos llaman “democracia” a la manera de la<br />
señora Kirkpatrick. La actitud del arzobispado nicaragüense ante<br />
la necesidad de un servicio militar que abarque a la totalidad del<br />
pueblo, es una prueba clarísima de esta obstrucción sistemática a<br />
los legítimos esfuerzos de la Junta para defender una revolución<br />
amenazada desde todos los ángulos. Tal es en síntesis el panorama,<br />
pero lo que no todo el mundo pregunta en España y América Latina<br />
es cuáles son las razones más profundas que mueven a los Estados<br />
Unidos a buscar el aniquilamiento del proceso social sandinista. En<br />
“Sábado”, suplemento del diario mexicano Uno más uno, acabo de<br />
leer un lúcido ensayo de Sol Argüedas sobre este tema, que resumo<br />
aquí parcialmente. Argüedas señala que el propósito expreso de<br />
Nicaragua ha sido desde un comienzo el de organizar una economía<br />
mixta partiendo de una hegemonía de las fuerzas populares, y<br />
es esto lo que resulta inaceptable a los intereses del capitalismo<br />
norteamericano y a la burguesía nicaragüense; porque si bien la<br />
economía mixta existe y funciona en muchos países, lo hace bajo<br />
una égida exclusivamente burguesa, y por tanto en detrimento de<br />
las clases desfavorecidas. Cuando en un reciente programa de TV<br />
en España dije que detrás de todo el palabrerío “democrático” de<br />
Kirkpatrick and Co. estaban como siempre los dólares, quise decir<br />
lo mismo.<br />
Argüedas hace notar que la tentativa nicaragüense tiene<br />
estrecha relación con los postulados del llamado “eurocomunismo”,<br />
que se aparta de la línea leninista (para escándalo de los<br />
ortodoxos) al sostener que a esta altura de la historia no se trata de<br />
destruir el “Estado burgués” ni mucho menos, sino de transformar<br />
la sociedad partiendo del mismo Estado, sólo que bajo la hegemonía<br />
de las fuerzas del trabajo y de la cultura y no de la envejecida<br />
“dictadura del proletariado”. Y esto, que para los europeos no<br />
es más que un ideal, Nicaragua lo ha puesto en marcha desde el 19<br />
de julio de 1979.<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
Pero, claro, Washington prefiere callar algo que sabe muy bien, y<br />
en cambio clama contra lo que considera trabas a la democracia en<br />
el campo del pluralismo político y la libertad de expresión, trabas<br />
inevitables en el caso de una nación agredida y que debe defenderse<br />
de enemigos internos y externos. ¿Se sabe de algún país en<br />
guerra –y Nicaragua lo está– que no haya controlado los medios<br />
informativos y los grupos opositores? Argüedas cita palabras de<br />
Olof Palme que resumen esto claramente: “No se puede exigir una<br />
total pureza democrática, con prensa libre y elecciones inmediatas,<br />
a un país que está siendo agredido constantemente y sometido a<br />
presiones como le ocurre ahora a Nicaragua”.<br />
A mí, asistente a la campaña de alfabetización en la primera<br />
etapa del gobierno sandinista, me consta la decidida voluntad de<br />
los dirigentes en el sentido de crear un grado de conciencia intelectual<br />
y política capaz de llevar al pueblo hacía la democracia sin<br />
que ésta, como en tantos casos, sea parodiada por una mera demagogia.<br />
Ese gigantesco esfuerzo en un país tan desposeído, pobre e<br />
ignorante como Nicaragua, se ha visto brutalmente frenado por<br />
los ataques somocistas telecomandados desde Washington. ¡Y<br />
Washington reclama democracia! También he visto la forma en<br />
que procede la iglesia reaccionaria del país, y que llega al colmo<br />
en la campaña en contra de la conscripción militar. ¡Y Washington<br />
reclama libertad de prensa y pluralidad política! No joroben.<br />
Reagan and Co., el juego es demasiado claro, y ese juego es una<br />
estrangulación paulatina de un país al que se le van quitando uno<br />
a uno los medios para llevar a cabo su proceso en busca de una<br />
democracia verdadera y de raíz popular, a la vez que se le reprocha<br />
airadamente que no cumpla con los postulados de la democracia<br />
tal como es concebible en los países más desarrollados. (Y ahora<br />
que pienso en mi mención inicial de Maquiavelo, recuerdo que<br />
éste elogia con entusiasmo a César Borgia que alguna vez hizo<br />
caer en una trampa a sus enemigos y los mandó estrangular uno a<br />
uno...).<br />
Todo está tristemente claro: Nicaragua caerá si no multiplicamos<br />
nuestros esfuerzos solidarios, y esto significa algo más que<br />
leer un texto como este y estar de acuerdo con él; significa una movilización<br />
ante los poderes nacionales en América Latina y en Europa<br />
–especialmente en España–, para que sepan que sus pueblos no<br />
toleran esa ejecución retardada, ese lento suplicio inferido con<br />
tanto cinismo. ¿Vamos a dejar sola a Nicaragua en esta hora que es<br />
como su Huerto de los Olivos? ¿Dejaremos que le claven las manos<br />
y los pies para que un insolente procónsul siga jugando con el resto<br />
del mundo en nombre de una pax... norteamericana?<br />
Febrero 1984<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
“Buenas noches”<br />
El 24 de noviembre de 1983, Julio <strong>Cortázar</strong> fue entrevistado, junto<br />
con Ernesto Cardenal y Ricardo Utrilla, director de la agencia EFE,<br />
por Mercedes Milá en su programa “Buenas Noches” de Televisión<br />
Española. Esta es la transcripción de lo que se dijo.<br />
Mercedes Milá: Hola, buenas noches. Estamos con ustedes en<br />
directo, como todos los jueves, desde San Cugat, cuando son las 9:10<br />
de la noche. Juntos, ustedes y nosotros, vamos a cumplir una ilusión:<br />
cantarán juntos Ana Belén y Víctor Manuel. Como ustedes saben,<br />
desde hace tiempo Nicaragua está pasando una situación muy<br />
difícil.<br />
Podríamos decir que el pueblo nicaragüense está ahora en<br />
estado de alerta. Ernesto Cardenal, poeta, sacerdote y ahora<br />
ministro de Cultura del Gobierno sandinista. Buenas noches,<br />
Ernesto Cardenal. Hemos visto imágenes suyas en el Telediario,<br />
en las que usted adelantaba un poco cuál es la situación de Nicaragua.<br />
Pero, para quienes no lo han visto ¿podría en pocas palabras<br />
situarnos en la posición del pueblo nicaragüense hoy?<br />
Ernesto Cardenal: Sabemos que Reagan ha planeado una invasión<br />
a Nicaragua. Sabemos que ya se ha decidido. Pensaban hacerlo<br />
inmediatamente después de la invasión a Granada, a fines de<br />
noviembre. Casi como decir el día de hoy. No han podido hacerlo. Lo<br />
han aplazado para fines de diciembre. No sabemos si lo van a poder<br />
hacer también a fines de diciembre. Luego ya viene la campaña<br />
electoral de Reagan. De todas maneras el pueblo de Nicaragua, con<br />
la herencia heroica de los españoles y los indios para resistir las<br />
invasiones, está decidido a repeler esta invasión.<br />
MM: Habla usted en un tono muy duro. Yo lo comprendo, pues<br />
que a alguien lo invadan así por las buenas es como para hablar en<br />
un tono muy duro. ¿Se podría decir que está usted tan humanamente<br />
enfadado o furioso que le cuesta utilizar palabras suaves?<br />
EC: Usted recuerde, ya que es española, la invasión de los moros.<br />
Tenemos que resistir nosotros esa invasión y vencer.<br />
MM: Entonces hablaremos más tarde, durante esta entrevista,<br />
con Cardenal de esto y muchas cosas más...<br />
La información es muy importante. La gente que tiene en sus<br />
manos el acceso a la información tiene algo que se valora mucho<br />
en el mundo contemporáneo. La agencia EFE es como agencia de<br />
noticias una primerísima fuente de información. Ricardo Utrilla<br />
es su presidente. Uno de los problemas de tener la información<br />
y entregarla a los demás a través de los periódicos es la posible<br />
manipulación de esa información. ¿Cómo se defiende una persona<br />
como usted frente a esa acusación de manipulación que se hace en<br />
general a toda la prensa?<br />
Ricardo Utrilla: Es una acusación un poco temeraria. La palabra<br />
manipulación es peyorativa; es como si alguien estuviera amasando<br />
cosas que no son. En realidad, siempre he dicho que en una agencia de<br />
información, incluso si hubiera la voluntad de manipular la información,<br />
sería muy difícil porque el proceso es tan rápido y obliga tanto a<br />
la objetividad que resulta imposible. Puesto que estamos hablando de<br />
Nicaragua, diré que la agencia EFE tiene como clientes en Nicaragua a<br />
La Prensa y a Barricada, que son dos periódicos totalmente enfrentados.<br />
Es decir que las noticias que proporcionamos tienen que ser tan utilizables<br />
por La Prensa como por Barricada. Es muy difícil caer en esa tentación<br />
de la manipulación. Hablar de ella sólo viene como consecuencia<br />
de haber vivido en un régimen totalitario donde una de las obsesiones<br />
es manipular la información. En un contexto de información libre yo<br />
creo que a nadie se le ocurre hacer esto en plan profesional.<br />
MM: Una agencia de noticias puede dar lugar a una gran<br />
cantidad de temas interesantes que supongo saldrán aquí esta<br />
noche. También está con nosotros una de esas pocas personas que<br />
se puede decir que hacen literatura al máximo nivel. Él está considerado<br />
como uno de los creadores más importantes de nuestro siglo<br />
en lengua castellana. Buenas noches, Julio <strong>Cortázar</strong>. Hace tiempo<br />
que no le vemos en TV, no es fácil verle en las pantallas.<br />
Julio <strong>Cortázar</strong>: No, yo supongo que es una cuestión de deformación<br />
profesional. Donde yo estoy verdaderamente cómodo es<br />
delante de mi máquina de escribir. Las pantallas, los proyectores,<br />
130<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
las luces, todo eso me asusta un poco. Sé que tengo que hacerlo,<br />
pero prefiero mi máquina.<br />
MM: Este acento que habrán notado de R francesa en Julio<br />
<strong>Cortázar</strong> es tradicional. Vive en Francia desde hace 32 años, pero lo<br />
tiene desde antes.<br />
JC: Es un defecto vocal.<br />
MM: Pero en todo caso es la típica R francesa.<br />
JC: Coincide. Si viviera en Suecia, tendría exactamente el mismo<br />
defecto.<br />
MM: De todas maneras <strong>Cortázar</strong> tiene la nacionalidad francesa<br />
y al mismo tiempo conserva la nacionalidad argentina, porque<br />
es argentino y continúa siéndolo. ¿Cuánto tiempo hace que no ha<br />
estado en Argentina?<br />
JC: Exactamente diez años. O sea desde el momento del golpe<br />
de Videla, después de las elecciones que había ganado Cámpora.<br />
El golpe de Videla inició la escalada de las torturas, las desapariciones,<br />
los asesinatos, y yo –que vivía como un emigrado voluntario<br />
e iba y venía de la Argentina cuando quería– me convertí en un<br />
exiliado como tantos miles y miles de argentinos dispersos en todo<br />
el mundo.<br />
MM: Y ahora, después de las elecciones, ¿cuál es su opinión de<br />
la situación de Argentina?<br />
JC: Bueno, yo creo que se abre un momento de esperanza y<br />
espero que los argentinos no se vean defraudados en sus esperanzas.<br />
En gran medida depende de ellos, depende de los civiles<br />
argentinos. Estoy absolutamente convencido de que si el pueblo<br />
argentino deja de lado sus diferencias sin perder su sentido crítico,<br />
y la oposición es una oposición constructiva y no negativa frente<br />
al nuevo poder, tenemos posibilidades de mantener alejados a<br />
los militares. De lo contrario, si empiezan de nuevo las querellas<br />
internas, si los civiles pierden el tiempo en esas querellas,<br />
tendremos otro golpe de Estado, porque eso ya es una costumbre<br />
del ejército argentino.<br />
MM: ¿Y usted piensa volver ahora?<br />
JC: Sí, claro. Lo antes que pueda.<br />
MM: Todo el mundo está deseando saber si <strong>Cortázar</strong> va a volver<br />
a la Argentina, ¿no?<br />
JC: Soy yo el que está deseando volver hacia los argentinos.<br />
MM: Además allí está su madre, que es una mujer muy mayor.<br />
JC: Sí, claro. Desde luego. Tiene casi 90 años y yo hace 10 que no<br />
la veo.<br />
MM: Vaya momento, duro y emotivo encontrarse con su madre.<br />
JC: Desde luego va a ser una cosa muy hermosa.<br />
MM: Usted tiene casi 70 años. Es un tópico decirlo. Pero realmente<br />
Julio <strong>Cortázar</strong> no lo parece en absoluto. Nadie lo diría. Me<br />
quiere decir cómo lo hace. ¿O es natural?<br />
JC: Yo no he hecho nada. Yo tampoco lo creo.<br />
MM: ¿Qué es lo que no cree?<br />
JC: No creo tener 69 años, porque usted me ha agregado uno<br />
gratuitamente. Creo que el hecho de no creerlo, es lo que me<br />
mantiene relativamente joven, porque yo sé muy bien los años<br />
que tengo.<br />
MM: Quizá el ser un hombre solitario, un hombre que, como<br />
he dicho antes, los medios de comunicación no son precisamente<br />
lo que más le atrae, le ha hecho tener este aspecto. Pero por otro<br />
lado se dedica a viajar de una forma tremenda. Tiene una viajadera<br />
–como diría Ernesto Cardenal– tremenda. Es una palabra muy<br />
gráfica en este sentido. No para de escribir, de viajar, de explicar. No<br />
se cansa.<br />
JC: Bueno, no siempre lo decido yo: lo deciden las circunstancias.<br />
Y lo deciden además los enemigos, cosa que me fastidia<br />
mucho porque es precisamente para luchar contra los enemigos<br />
de América Latina que yo viajo mucho a países latinoamericanos.<br />
Sobre todo a Nicaragua en estos últimos tiempos. La situación es tan<br />
angustiosa y yo tengo tanto miedo frente a lo que está sucediendo<br />
en América Central, que esos viajes son la mínima contribución que<br />
un escritor puede hacer en el plano de la comunicación: difundir la<br />
verdad frente a tanta mentira, frente a tanta información falsa que<br />
se difunde y que lamentablemente es muy creída en Europa.<br />
132<br />
133
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
MM: Ve, eso es lo que yo le preguntaba antes a Ricardo Utrilla,<br />
lo de la información falsa, lo de la manipulación de la información.<br />
Entonces supongo que no estaba muy de acuerdo con lo que ha<br />
dicho Ricardo Utrilla.<br />
JC: No, no, en absoluto. Estoy perfectamente de acuerdo con él,<br />
porque no es Utrilla quien manipula la información que viene de<br />
Washington que yo sepa, ¿no?<br />
MM: Entonces, la información manipulada viene de Washington.<br />
JC: Bueno, es una de las informaciones (la que cuenta más para<br />
mí) que viene profundamente manipulada.<br />
MM: A través de las agencias americanas ¿o cómo?<br />
JC: A través de ellas, aunque también hay que reconocer que<br />
en Estados Unidos hay una crítica y un periodismo muy independiente,<br />
y el señor Ronald Reagan lo sabe muy bien, porque ahí le<br />
hacen críticas muy duras, y saben perfectamente de qué lado está la<br />
verdad y de qué lado está la razón. Pero la masa de información que<br />
sale al exterior y que se difunde en un país como España, en un país<br />
como Francia, está frecuentemente contaminada, no por la información<br />
misma, sino por el vocabulario. En la época en que los sandinistas<br />
luchaban en las montañas contra Somoza, los periódicos<br />
norteamericanos hablaban elogiosamente en la última etapa. Ya no<br />
les quedaba otra solución. Hablaban elogiosamente del avance de<br />
los sandinistas, pero los calificaban siempre de marxistas, es decir<br />
metían la palabrita para ir creando el sentimiento de desconfianza<br />
y de miedo en el público lector norteamericano. La principal manipulación<br />
está dirigida a los lectores locales, y no a los extranjeros,<br />
pero se refleja como en un espejo.<br />
MM: ¿Pertenece usted a algún partido político, es comunista?<br />
JC: No.<br />
MM: Es un hombre independiente.<br />
JC: Absolutamente.<br />
MM: ¿Y no es peligroso para la creación literaria ese compromiso<br />
político que usted tiene con gobiernos latinoamericanos?<br />
JC: Yo creo que es muy peligroso para los malos escritores.<br />
Ahora, un escritor que tiene una conciencia precisa de lo que es la<br />
literatura –como me parece que es mi caso–, creo que tiene la técnica<br />
y los medios suficientes como para establecer una convergencia entre<br />
su mensaje literario y su mensaje político, sin que el uno sacrifique al<br />
otro. Hay que decir que es muy difícil, ¿eh?<br />
MM: Claro, porque hay momentos en que a Julio <strong>Cortázar</strong> se le<br />
hacen entrevistas prácticamente políticas.<br />
JC: Sí, me toman por politólogo.<br />
MM: No lo es, ¿no?<br />
JC: No, en absoluto.<br />
MM: Le gusta mucho más la literatura supongo —y su profesión,<br />
¿no?<br />
JC: Sí, desde luego.<br />
MM: Aunque es muy difícil en estos momentos, tal como está el<br />
mundo, hablar con Julio <strong>Cortázar</strong> solamente de literatura, ¿hay algo<br />
que le guste más que la literatura?<br />
JC: Tal vez, en el fondo, la música. Yo soy un músico frustrado. Yo<br />
hubiera querido ser un músico, y bueno no tengo capacidad para ser un<br />
músico y entonces me limito a escuchar música, y escucho tal vez más<br />
cantidad de música que lo que absorbo como literatura.<br />
MM: Toda esa conciencia de lucha por América Latina comienza en<br />
Cuba, parece ser, hacia el año 1961, y usted en alguna ocasión ha dicho<br />
“Nunca me perdonarán mi apoyo a la Revolución Cubana”, ¿por qué?<br />
JC: Por supuesto que hay muchos que no me lo perdonarán<br />
nunca. Pero es verdad que yo desperté a una conciencia política y al<br />
sentimiento de ser latinoamericano en el momento de la Revolución<br />
Cubana, como consecuencia inmediata de cuando fui a Cuba por<br />
primera vez y vi a ese pueblo ajustándose el cinturón al máximo; y<br />
luchando en condiciones monstruosas de dificultades frente al injusto<br />
bloqueo estadounidense, frente a todo lo que significaba ese cerco a<br />
que se veía sometido, mostraba al mismo tiempo un sentimiento de<br />
alegría, una sensación de haber llegado a un punto desde el cual podía<br />
encontrar su propia identidad. Y 25, casi 25 años de revolución no han<br />
desmentido ese sentimiento.<br />
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135
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
MM: Pero sí habrá algún aspecto criticable para usted en Cuba.<br />
JC: Claro que sí.<br />
MM: ¿Por ejemplo?<br />
JC: Yo creo que un verdadero revolucionario debe saber criticar.<br />
El que dice sí a todo no es un verdadero revolucionario. Desde<br />
luego, tanto en Cuba como en Nicaragua hay aspectos que se<br />
pueden criticar. En Cuba me gustaría ver, por ejemplo, una verdadera<br />
prensa. Todavía no hay una prensa en Cuba. Me gustaría ver<br />
una difusión cultural en planos diferentes del simple libro. Me<br />
gustaría ver una serie de cosas que faltan. Pero es el Tercer Mundo,<br />
es el subdesarrollo y es además el problema económico cotidiano.<br />
MM: El caso de Ernesto Cardenal es muy parecido, ¿no?<br />
También en Cuba tiene esa conversión a un tipo de revolución<br />
concreta, ¿es así?<br />
EC: He dicho que fue mi segunda conversión. Mi primera<br />
conversión fue mi conversión a Dios. Y cuando yo visité por primera<br />
vez Cuba, en el año 70, yo tuve una segunda conversión, fue mi<br />
conversión a la revolución. Porque ahí descubrí que se estaba<br />
poniendo en práctica el Evangelio, en dar de comer al hambriento,<br />
vestir al desnudo, enseñar al que no sabe, en fin darle todo al que<br />
nada tenía. Y siendo ellos cristianos o no cristianos, era una revolución<br />
cristiana porque ponía en práctica el Evangelio. Porque el<br />
Evangelio es práctica, no es una creencia. San Juan el Apóstol dice<br />
que el que ama a su prójimo conoce a Dios y el que no ama a su<br />
prójimo no conoce a Dios.<br />
MM: Seguramente podríamos estar mucho rato hablando de<br />
Nicaragua, y durante la entrevista a Ernesto Cardenal tendremos<br />
la oportunidad de hacerlo también con Julio <strong>Cortázar</strong>, porque yo<br />
no quisiera dejar de hablar, de agradecer públicamente a Julio<br />
<strong>Cortázar</strong> el placer que nos provoca a los que hemos podido leer, no<br />
ya su literatura por supuesto (eso ya no hay ni que decirlo), sino<br />
por ejemplo sus traducciones. Su traducción de las Memorias de<br />
Adriano de Marguerite Yourcenar es tan maravillosa, Julio <strong>Cortázar</strong>,<br />
de verdad. Usted es consciente de eso, supongo. Disfrutó muchísimo<br />
traduciendo el libro.<br />
JC: La palabra maravillosa la encuentro exagerada, tal vez. Creo<br />
que es una buena y fiel traducción, que me llevó mucho tiempo y<br />
mucho amor. Sólo así, con tiempo y amor, se puede traducir bien.<br />
MM: ¿Y ahora está haciendo algo respecto a traducciones o ya<br />
las dejó completamente? ¿Está traduciendo algo más?<br />
JC: Lo último que traduje fueron los textos de mi mujer, Carol<br />
Dunlop, para ese libro que ha aparecido últimamente, porque ella<br />
escribía en francés. Pero ya no hago más traducciones.<br />
MM: Ese libro se titula Los autonautas de la cosmopista, título<br />
del que me va a permitir que le pida explicación, porque la gente no<br />
va a entender.<br />
JC: Bueno, es un juego de palabras. Es la historia de dos automovilistas,<br />
en este caso Carol y yo, que decidimos llevar a cabo<br />
un viaje exploratorio un poco extraño, es decir, bajar de París a<br />
Marsella por la autopista del sur de Francia, que es un viaje que<br />
dura 10 horas. Nosotros lo hicimos en 33 días, deteniéndonos a<br />
razón de dos paraderos o dos parkings por día, y explorando todo y<br />
descubriendo un mundo muy extraordinario del que los turistas no<br />
tienen idea porque se detienen en los paraderos simplemente para<br />
tomar gasolina o comer un emparedado. Bueno, ahí descubrimos<br />
un mundo diferente y escribimos el libro juntos cada uno sus textos<br />
por su cuenta, parodiando un poco amablemente las grandes expediciones<br />
del pasado.<br />
MM: Carol, su mujer, murió ahora hace un año. Por lo tanto se<br />
trata de un libro que para <strong>Cortázar</strong> tiene muchísima más importancia<br />
de la que hubiera tenido el libro sin más. Hubiera sido un<br />
libro sobre sus experiencias en la autopista y se acabó. Vamos a<br />
ver, ¿y ahora qué? Porque ese no es un tema que vamos a tratar<br />
con usted. Es demasiado doloroso como para que entremos ahí,<br />
es preferible respetarlo. ¿Ahora qué? Porque en España hay<br />
muchas obras suyas publicadas. La editorial Alfaguara lo ha hecho,<br />
Deshoras, su penúltimo libro. ¿Y ahora qué va a seguir escribiendo?<br />
¿Tiene prevista alguna novela, otro cuento, cuentos?<br />
JC: Bueno, los viajes de que hablábamos hace un momento me<br />
quitan mucho tiempo. No me es fácil escribir en esta época. Pero los<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
cuentos se pueden escribir o comenzar por lo menos en un avión<br />
y terminar en un hotel. Cosa que no sucede con las novelas. Por<br />
eso hace muchos años que no escribo una novela. Una novela para<br />
mí significa un mínimo de un año o año y medio. Pero en cambio<br />
sí puedo escribir cuentos cuando me baja alguna idea y la puedo<br />
aprovechar. Entonces tal vez aparezcan nuevos cuentos. No lo sé.<br />
Nunca hago planes ni cálculos.<br />
MM: ¿Y no hay nada que le está molestando ahí dentro, que<br />
quiera salir?<br />
JC: Sí, una novela.<br />
MM: ¡Ah!<br />
JC: Sí, sí. Es una novela con la que yo sueño todas las noches.<br />
MM: Qué es, a ver, cuénteme.<br />
JC: Y lo que es muy triste, en el sueño la novela ya está escrita.<br />
De manera que, cuando me despierto, es una sensación muy frustrante,<br />
pero que al mismo tiempo me da ánimos y pienso que el<br />
año que viene voy a encontrar un hueco como para comenzar ese<br />
trabajo.<br />
MM: No me diga que va a ser un año sabático.<br />
JC: Sí, sí. Lo voy a autotitular mi año sabático.<br />
MM: Y de esa novela ¿no me puede adelantar nada de nada?<br />
JC: No, porque yo no sé nada.<br />
MM: Pero lo que sueña.<br />
JC: Eh, no, porque en el sueño lo que existe es el libro. Yo veo<br />
el manuscrito, yo veo el libro ya hecho siempre en manuscrito.<br />
Aunque escribo a máquina, lo veo manuscrito. Pero del contenido<br />
no tengo ninguna idea. Me despierto antes de poder leerla.<br />
MM: ¡Qué rabia! ¿No? Una impotencia espantosa.<br />
JC: Me molesta mucho, sí.<br />
MM: La misma impotencia que debe sentir una persona,<br />
o parecida, que haya dedicado tantas horas de su vida a trabajar<br />
en el Tribunal Russell, cuando se llamaba así, o en el Tribunal de<br />
los Pueblos después, tratando de defender los derechos humanos,<br />
tratando de luchar por los pueblos en un mundo, Julio <strong>Cortázar</strong>,<br />
al que yo creo que, para definirlo, podríamos utilizar la palabra<br />
cinismo.<br />
JC: Yo la uso con mucha frecuencia, Mercedes. Porque el cinismo<br />
parece ser una constante en muchas de las cosas que suceden<br />
actualmente en el mundo. Y entonces la tarea de un tribunal como<br />
el Russell, donde conocí a Ernesto Cardenal, donde nos vimos por<br />
primera vez, y tantos otros tribunales o comisiones, da la impresión<br />
de ser un pigmeo frente a gigantes. Yo creo, sin embargo, que<br />
la palabra y que la voz, no ya la de los intelectuales, sino también<br />
la de los juristas y luego la de la opinión pública (porque el trabajo<br />
de esos tribunales se trasmite por las vías de la prensa) hacen su<br />
camino y avanzan. No se puede luchar contra fuerzas aplastantes en<br />
otros campos, pero en la medida de sus posibilidades el trabajo de los<br />
intelectuales obtiene resultados a veces insospechados para los que<br />
detentan los poderes, los poderes negativos. Por eso hay que seguir<br />
adelante, por eso hay que seguir escribiendo y hablando.<br />
MM: Y si usted un buen día se da cuenta que eso por lo que<br />
luchaba... es decir, por ejemplo, apoyando a la Revolución Cubana, o<br />
apoyando a la Revolución Sandinista, apoyando a Nicaragua, ya no<br />
es por lo que usted estaba luchando, porque se ha desvirtuado, ¿será<br />
capaz de echar atrás?<br />
JC: Bueno, primero tendría que saber eso, y creo que estoy y<br />
estaré muy lejos de saber una cosa parecida.<br />
MM: ¿Por qué? Ah, porque no pasa.<br />
JC: Desde luego; tengo la impresión de que el camino de Cuba<br />
y de Nicaragua está trazado con la suficiente claridad como para<br />
que yo no lo imagine como negativo en ningún momento del futuro.<br />
Puede tener sus accidentes, sus problemas, pero yo lo veo como positivo<br />
en los dos casos. De manera que no hago frente a esa hipótesis.<br />
Pero suponiendo, en un terreno absolutamente hipotético, que eso<br />
pudiera suceder, desde luego que yo me pondría en contra.<br />
MM: Supongo que lo que más le importa es el respeto al ser<br />
humano, de manera que en el momento en que eso desapareciera,<br />
usted se pondría en contra.<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
JC: Allí donde se falte el respeto a la dignidad humana, pues yo<br />
estaré en contra siempre.<br />
MM: Gracias por sus palabras. Gracias, Julio.<br />
(Mercedes Milá hace un paréntesis para presentar a los cantantes<br />
Víctor Manuel y Ana Belén; comenta que Ana Belén se cortó el pelo al<br />
estilo de los años 30).<br />
MM: ¿Qué decía usted sobre los años 30, Ricardo Utrilla, mientras<br />
veía cantar a Ana Belén con su corte de pelo años 30?<br />
RU: Me parece mala señal que los años 30 vuelvan a estar tan de<br />
moda, porque fueron unos años donde todo presagiaba tormenta y<br />
me parece que en estos momentos estamos en una situación muy<br />
parecida.<br />
MM: Usted utilizó las palabras “todo huele a guerra”.<br />
RU: No, no he dicho huele, he dicho apesta.<br />
MM: Más duro todavía, ¿no? Me ha dejado usted en un plan<br />
para continuar la entrevista...<br />
RU: No quiero ser trágico ni mucho menos.<br />
MM: Bueno, de todos modos es usted un hombre informado,<br />
quiero decir como presidente de la agencia EFE.<br />
RU: Creo que en ese terreno todos estamos igualmente informados.<br />
Para estos temas no hay secretos.<br />
MM: Julio <strong>Cortázar</strong>, este es un tema que también le angustia y le<br />
afecta a usted. Este “apesta a guerra”, que podría ser la señal de la<br />
moda años 30 –como decíamos–, ¿qué le dice a usted?<br />
JC: Me dice de una gran insensatez por parte de los que no<br />
tienen derecho a ser insensatos, los que por circunstancias diversas<br />
tienen las riendas del poder en tantos países, en tantas potencias,<br />
en tantas superpotencias. Y no sé si algún psicoanalista tiene<br />
razón cuando dice que en el fondo la humanidad tiene una cierta<br />
tendencia a lo que llama la entropía o el suicidio. Yo no lo veo así, yo<br />
soy optimista en este plano y creo que si la humanidad ha sobrevivido<br />
a tanta plaga y a tanta guerra y a tanta destrucción a lo largo<br />
de miles de años, seguirá avanzando por su camino. Pero es triste<br />
pensar que en una época en que estamos utilizando, por ejemplo,<br />
esta maravilla que es la TV, y que estamos viendo las posibilidades<br />
tecnológicas que podrían hacer una parte de la felicidad humana,<br />
todo eso derivando hacia un camino que, como muy bien lo ha dicho<br />
usted hace un segundo, apesta a guerra.<br />
MM: ¿Para ser presidente de la agencia EFE, hay que ser militante<br />
del Partido Socialista?<br />
RU: No, evidentemente no, y la prueba está en que yo soy presidente.<br />
MM: Y, cuando se es presidente de EFE, ¿se reciben presiones<br />
muy fuertes del gobierno para publicar o no publicar ciertas cosas?<br />
RU: No sé qué habrá sucedido con otros presidentes. Desde<br />
luego, conmigo ni fuertes ni ligeras ni medianas, de ningún tipo.<br />
MM: ¿Está diciendo la verdad?<br />
RU: Absolutamente. ¿No hay una Biblia por aquí?<br />
MM: Seguramente mucha gente no lo cree así, porque es una<br />
agencia estatal y por lo tanto es lógico que en algún momento...<br />
RU: Sí, pero hay muchas cosas estatales: por ejemplo, Iberia<br />
es una compañía estatal y no se les dan gratis los billetes a los<br />
ministros. Es una compañía que funciona como una compañía<br />
privada. Lo que pasa es que a ciertos niveles las empresas tienen<br />
que tener una financiación estatal. Yo siempre estoy en contra de<br />
la definición de la agencia EFE como agencia oficial. Simplemente<br />
es nacional.<br />
MM: ¿Tiene sentido que la agencia EFE sea estatal?<br />
RU: Sí, porque no hay capitales privados que puedan o que<br />
hayan intentado crear una agencia similar, y es evidente que es un<br />
gran instrumento para la imagen y la presencia cultural española,<br />
sobre todo en Iberoamérica.<br />
MM: ¿Cuesta dinero a los españoles la agencia EFE?<br />
RU: Sí, pero menos de lo que se piensa, y sobre todo proporcionalmente<br />
a su función.<br />
MM: ¿Se puede conseguir que sea rentable?<br />
RU: Eso es muy difícil, porque en las agencias de ese tipo no hay<br />
casos en el mundo. El único que yo conozco es la agencia Reuter, y<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
es cada vez menos estatal y tiene un esquema muy comercial y casi<br />
de empresa privada.<br />
MM: ¿Se pueden dar todas las noticias que llegan a una<br />
agencia? ¿Se dan?<br />
RU: Si se entiende por noticia un producto acabado con arreglo<br />
a ciertas técnicas y que se ha probado por una serie de profesionales<br />
de la información que empiezan desde reporteros hasta digamos el<br />
redactor jefe, entonces evidentemente se da. Yo no conozco personalmente<br />
ningún caso en que una noticia que se ajuste a las normas<br />
(digamos profesionales) haya sido retenida en una agencia.<br />
MM: ¿Por qué ha dado usted una explicación tan larga cuando<br />
un sí bastaba?<br />
RU: Quizá te resulte fácil porque tú eres una profesional. Desde<br />
que se origina la noticia, con quien la encuentra, hasta que sale por<br />
el hilo su evolución es bastante complicada.<br />
MM: ¿No hay noticias que es mejor que no se den para el bien a<br />
lo mejor de un país o para una situación en un momento dado?<br />
RU: Bueno, eso es un problema de alta ética profesional y<br />
entramos en un terreno... ¿Quién juzga lo que es bueno y lo que es<br />
malo para los lectores?<br />
MM: Es una cosa que yo sé que a Ricardo Utrilla le preocupa en<br />
particular. Lo ha dicho en muchas ocasiones. Esa ética...<br />
RU: La ética, sí, pero no la posibilidad de dar o no dar una información.<br />
Yo soy partidario en un 99,9% de dar la información.<br />
MM: ¿Siempre de darla?<br />
RU: Siempre, si se ajusta a las normas técnicas, es decir, si es una<br />
información fiable y es una información de interés para la mayoría<br />
de los ciudadanos.<br />
MM: ¿Está satisfecho de su posición en EFE? La verdad.<br />
RU: La verdad, me he encontrado con una situación en que lo<br />
profesional –que es lo que a mí me hace vivir, como a <strong>Cortázar</strong> la<br />
literatura– es la información de agencia a la que he dedicado prácticamente<br />
toda mi vida profesional, y en EFE tengo muy poca ocasión<br />
de ejercer y de poder satisfacer esa pasión. Estoy dedicado a temas<br />
empresariales sobre todo.<br />
MM: ¿Toda su experiencia en France Presse no la ha podido<br />
poner en marcha?<br />
RU: No he podido aplicar técnicamente mis conocimientos,<br />
pero evidentemente el haber estado 15 años en una agencia como<br />
France Presse ayuda mucho a la hora de dirigir EFE.<br />
MM: ¿Se siente el poder, siendo presidente de una agencia como<br />
EFE, se siente uno más poderoso que sus conciudadanos?<br />
RU: No, esa pregunta me la han hecho varias veces.<br />
MM: ¡No me diga que no lo siente! Usted descuelga el teléfono...<br />
RU: No lo siento, no...<br />
MM: Vamos, usted, entonces, igual que yo.<br />
RU: ¡Por supuesto!<br />
MM: Pues es un cargo muy codiciado, eso sí lo sabrá, ¿no?<br />
RU: Hombre, sí, claro, debe ser gente mal informada quienes<br />
codician el cargo, pero...<br />
MM: ¿No siente orgullo?<br />
RU: En España es una consagración estar al frente de una<br />
agencia que es el órgano informativo español, donde se reúnen más<br />
y mejores profesionales.<br />
MM: ¿Interviene la ideología política en la selección del<br />
personal?<br />
RU: No, en absoluto. Lo que importa es la capacidad profesional.<br />
MM: ¿Se ha encontrado con sorpresas en EFE?<br />
RU: Sí, algunas.<br />
MM: ¿Positivas o negativas?<br />
RU: Ambas, pero más negativas, a veces de responsabilidad<br />
colectiva y a veces personal.<br />
MM: ¿Por ejemplo?<br />
RU: Por ejemplo mi predecesor, el señor Ansón, tenía la idea<br />
de que la agencia EFE debía ser una especie de gran ministerio<br />
de asuntos exteriores y tener una capacidad de representación de<br />
España a un altísimo nivel. Por ejemplo, elegía comprar edificios<br />
suntuosos para las delegaciones de EFE, cuando yo prefiero tener<br />
mejores teletipos y menos palacios.<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
MM: Concretamente, hace unos días hubo una agresión a un<br />
fotógrafo de El País y a un fotógrafo de la agencia EFE. ¿Usted<br />
cree que, si no hubieran sido periodistas, aunque me duele hacer<br />
esta pregunta, hubiera habido una denuncia tan fuerte en todo el<br />
mundo de lo que ocurrió?<br />
RU: No, evidentemente no. En todos los países del mundo hay<br />
una solidaridad inmediata que es identificarse con el colega y en<br />
España todavía más. Aquí se llega a lo que llamamos un poco peyorativamente<br />
el corporativismo. Es decir, quizá heredada de la etapa<br />
anterior de nuestro país, hay una mentalidad corporativa de identificación<br />
total cuando uno de los compañeros es víctima del poder.<br />
Es una cosa que el periodista siente muy claramente y su reacción,<br />
aunque no tenga tendencias corporativistas, es identificarse con el<br />
agredido.<br />
MM: En todo caso es una acción condenable.<br />
RU: Por supuesto.<br />
MM: Casi nos habíamos olvidado de estas cosas. ¿Verdad, señor<br />
Utrilla?<br />
RU: Son moneda corriente en muchos países y en algunos<br />
mucho más brutales. Hace poco la TV estaba pasando las manifestaciones<br />
de los ecologistas y pacifistas en Alemania, cuando<br />
el parlamento alemán estaba votando sobre los euromisiles, y se<br />
pudo ver la forma en que la policía alemana actúa. He visto en París<br />
(como el señor <strong>Cortázar</strong> seguramente) actuar a los CRS, y no son<br />
hermanas de la caridad. Son objetivamente más brutales que en<br />
general la policía española, bastante más.<br />
MM: Las personas que lo conocen de años anteriores dirán:<br />
¡Cómo se ha puesto Utrilla de gubernamental! ¿no? Porque está<br />
usted justificando una acción que quizás en otras circunstancias<br />
hubiera condenado.<br />
RU: Yo hubiera dicho lo mismo en el franquismo. La policía<br />
española disolviendo manifestaciones ha sido siempre, incluso<br />
con Franco, mucho menos feroz, mucho menos profesional si se<br />
quiere, que la policía que yo he visto actuar, como la francesa y la<br />
norteamericana. Ésta disolviendo manifestaciones es una máquina<br />
implacable de destrozar a la gente que se pone por delante.<br />
MM: ¿Tiene usted alguna noticia esperanzadora de última hora<br />
que darme?<br />
RU: Las noticias más recientes no son esperanzadoras. Lo que<br />
acaban de pasar aquí en la TV es más reciente que lo que yo leí en<br />
mi teletipo antes de venir al programa.<br />
MM: Debe ser difícil salir de esa oficina todos los días, ya que<br />
habrá algunos en que diga: “No aguanto más las malas noticias,<br />
tanto que mejor me tiro por la ventana”, ¿no? ¿O se va formando un<br />
callo y desaparece la sensibilidad?<br />
RU: No desaparece exactamente. La sensibilidad, cuando se<br />
tiene, siempre queda en el trasfondo. Pero es cierto que la profesión<br />
de periodista, y sobremodo de agenciero (que es como les llamamos<br />
a los que trabajan en agencias), es una profesión que crea una<br />
especie de cinismo, una palabra de la que se ha hablado antes. Yo<br />
no la emplearía como término peyorativo sino que es una especie<br />
de autodefensa, porque si no uno tendría que salir corriendo y no<br />
seguir con esta historia.<br />
MM: Antes de empezar la entrevista con Ernesto Cardenal,<br />
ministro de cultura de Nicaragua, le pregunto, Ricardo Utrilla, ¿cuál<br />
es su postura sobre la situación en Nicaragua en este momento<br />
como periodista?<br />
RU: Como periodista –lo dije antes–, nosotros tenemos que<br />
ser lo más objetivos posible, sobre todo tratándose de una agencia<br />
de información que tiene clientes en Nicaragua que están en los<br />
dos bandos. Es decir, lo que los franceses llaman los hermanos<br />
enemigos, porque literalmente están dirigidos: el periódico La<br />
Prensa, por Pedro Joaquín Chamorro, y Barricada está dirigido por<br />
su hermano Carlos Fernando. Es decir que nosotros tenemos la<br />
obligación de ser lo más objetivos posible y ya como persona uno<br />
puede ver un aspecto más negro que otro.<br />
MM: ¿Por ejemplo?<br />
RU: Se hablaba hace un momento de los derechos humanos<br />
(estoy hablando como individuo y no como periodista), es triste,<br />
144<br />
145
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
por decirlo de alguna manera, que una revolución tenga que transgredir<br />
derechos humanos de una forma más o menos evidente,<br />
como sucede en Nicaragua, como sucedió en Cuba y sucede todavía.<br />
Es decir que no es como uno desearía, como hemos soñado de<br />
jóvenes y no tan jóvenes con lo que es una revolución que tengan<br />
que sufrir inocentes en función de esa ansia revolucionaria.<br />
EC: Yo le podría decir al señor Utrilla, ahora que él está hablando<br />
de diferentes policías de distintos países, que en Nicaragua desde el<br />
triunfo de la revolución, hace ya cuatro años y medio, la policía no<br />
ha usado gases lacrimógenos ni una sola vez, en ninguna ciudad<br />
de Nicaragua. Tampoco ha usado mangueras de agua para disolver<br />
ninguna protesta. Ni una sola vez, en ninguna ciudad, desde el<br />
triunfo de la revolución. La policía no usa en Nicaragua cachiporras:<br />
Julio <strong>Cortázar</strong> ha estado muchas veces y puede atestiguarlo.<br />
Los policías en la calle no llevan cachiporra. Los policías en Nicaragua<br />
no han usado ni una sola vez escudos antimitines. Éste es un<br />
récord que pocos países tienen, y la agencia EFE eso no lo informa.<br />
La agencia EFE informa muy poco en España de América Latina<br />
teniendo corresponsales en América Latina.<br />
RU: No, permítame.<br />
EC: Tenemos un corresponsal en Nicaragua y muy pocas veces<br />
se han publicado noticias de Nicaragua en la prensa y cuando<br />
se publican suelen ser cosas en contra de la revolución y no, por<br />
ejemplo, esto que yo estoy diciendo.<br />
RU: No de la agencia EFE, le puedo asegurar. En primer lugar<br />
el hecho de que se publique una información o no se publique ya<br />
no es responsabilidad de la agencia EFE. La agencia EFE difunde<br />
la información y hay periódicos que la utilizan y periódicos que<br />
no la utilizan. Pero si hay una agencia en el mundo que se ocupe<br />
de América Latina puede usted garantizar que es la nuestra, y lo<br />
será cada vez más. Porque el objetivo declarado de la agencia EFE,<br />
el objetivo oficial, es convertirse en la primera agencia mundial<br />
en información iberoamericana. Es el objetivo de la nueva presidencia.<br />
JC: Me gustaría agregar algo a lo que ha dicho el señor Utrilla.<br />
Su idea de lo que debería ser una revolución me parece estar un<br />
poco fuera del contexto realista de la historia y de la humanidad.<br />
Es absolutamente inimaginable que una revolución, por el hecho<br />
de ser una revolución, sea un fenómeno absolutamente puro,<br />
absolutamente positivo, en el que jamás haya una trasgresión a los<br />
derechos humanos. Lo que es importante es distinguir entre violaciones<br />
incidentales o individuales (que pueden producirse dentro<br />
de un contexto revolucionario, y que yo condeno, desde luego), y la<br />
violación sistemática de los derechos humanos que, por ejemplo,<br />
están llevando a cabo en este momento los EE.UU. Yo creo que es<br />
una diferencia muy grande y que una de las faltas mayores, de los<br />
crímenes, de las culpas mayores que tienen los que atacan sistemáticamente<br />
a la Revolución Cubana y la nicaragüense, es el hecho de<br />
extrapolar cualquier incidente individual que toca a una persona,<br />
a un preso político, a cualquier acto que pueda significar una violación<br />
individual de derechos humanos, de desplazarlo inmediatamente<br />
en las noticias y en los comentarios para que la gente tenga<br />
la impresión de que eso abarca nueve millones de personas, o tres<br />
millones de personas. Hay que distinguir cuidadosamente en ese<br />
terreno.<br />
RU: Yo tengo entendido, señor <strong>Cortázar</strong>, que en Nicaragua hay<br />
más de un preso político.<br />
MM: Un momento. ¿Hay o no hay presos políticos?<br />
JC: Hay montones de somocistas condenados por sus crímenes;<br />
si usted les considera como presos políticos, y yo también en este<br />
caso, por supuesto que están en la cárcel. Pero no nos olvidemos de<br />
una cosa maravillosa, un caso único en la historia de la humanidad:<br />
la clemencia de la Revolución Sandinista. La abolición de la pena de<br />
muerte. Criminales a cuyos juicios yo he asistido, coroneles somocistas<br />
que habían tirado campesinos desde helicópteros en el medio<br />
de sus pueblos, para aterrorizar a la población, y que se defendían con<br />
un cinismo increíble diciendo que esa era una acusación falsa porque<br />
ellos eran católicos.<br />
MM: ¿Los habían tirado para matarlos?<br />
146<br />
147
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
JC: ¡No se puede tirar a nadie desde un helicóptero sin matarlo!<br />
Los tiraban para matarlos y sembrar el espanto en el pueblo. Esa era<br />
la acusación directa contra ese coronel cuyo nombre he olvidado y a<br />
cuyo proceso asistí. Y ese hombre recibió la pena máxima. La pena<br />
máxima son 30 años de cárcel en Nicaragua. No es el paredón, no es la<br />
pena de muerte. No nos olvidemos de eso.<br />
RU: Yo no quisiera erigirme ni mucho menos en fiscal de la Revolución<br />
Sandinista, pero no tengo más remedio que recurrir a datos<br />
de los que dispongo. No sólo hay presos políticos en Nicaragua, que<br />
usted califica de somocistas. Bueno, Franco, a todos sus enemigos los<br />
calificaba de comunistas. Los españoles tenemos un cierto hábito de<br />
esta forma de calificar las cosas. Pero es que además se empieza a<br />
hablar desde hace algún tiempo en Nicaragua (y yo lamento tener que<br />
evocarlo) de un fenómeno tan trágico y tan repelente como el que se<br />
ha producido en Argentina con los llamados desaparecidos. Es decir,<br />
que es posible que la pena de muerte haya sido abolida en Nicaragua,<br />
pero se han producido muchos casos de desaparecidos, algunos de<br />
ellos identificados como detenidos, es decir que no desaparecieron<br />
de sus casas, desaparecieron de comisarías. Esos son datos objetivos.<br />
EC: No, no es cierto. Perdone que le diga que no es cierto (faltan<br />
unas palabras por el cambio de cinta) fueron desaparecidos a quienes<br />
mató el pueblo. Fueron unos 70.<br />
MM: Pero después de que la Junta tomó el poder eso no ha vuelto<br />
a tener lugar.<br />
EC: En absoluto.<br />
MM: Esto puede usted certificarlo con toda seguridad. Como<br />
ministro, supongo que tiene conocimiento.<br />
EC: He conocido muchísimos casos personales, por ejemplo,<br />
un compañero mío fue formado por mí en la comunidad de Solentiname.<br />
Él expuso su vida por defender a unos guardias no somocistas.<br />
Ninguno ha sido preso por ser somocista, sino por ser guardias<br />
asesinos. A unos asesinos los habían capturado y el pueblo los quería<br />
linchar. Iban a linchar también a ese compañero, y entonces él estuvo<br />
a punto de entregarlos al pueblo para salvar su vida, pero pensó que<br />
él tenía el deber de preservar la vida de los prisioneros y expuso<br />
su vida por salvar la vida de los prisioneros. El pueblo estaba deteniendo<br />
el jeep. Las madres decían que ellos habían matado a sus hijas,<br />
matado a sus hijos, y enseñaban las fotografías de sus hijos. Estaban<br />
dispuestas a matar a este compañero porque no les entregaba a los<br />
guardias criminales.<br />
MM: Ernesto Cardenal ha hablado de Solentiname. Cardenal es<br />
un poeta, como dije al principio, es sacerdote y es ministro de cultura<br />
también. Él ha hablado ya al principio del programa de que tuvo dos<br />
conversiones en su vida. Una cuando viajó a Cuba, que fue después<br />
de la auténtica conversión religiosa, que tuvo lugar cuando él tenía 37<br />
años, ya mayor. Él se hizo sacerdote y fundó esa comunidad de Solentiname<br />
que podríamos decir, Ernesto Cardenal, señor ministro, que<br />
fue ya un signo de una visión de la religión no en la línea tradicional<br />
sino en otra línea.<br />
EC: Sí. Fue un consejo que me dio mi maestro de novicios, el<br />
escritor místico norteamericano muy famoso Thomas Merton, que<br />
fundara una comunidad contemplativa en mi país, que no tuviera<br />
las cosas arcaicas de las órdenes contemplativas medievales, sino<br />
que fuera una institución nueva, libre. Le dije que me hiciera unas<br />
reglas para la comunidad y me dijo que la primera regla era que<br />
no hubiera reglas, entonces sobraban todas las reglas. Estaba con<br />
el espíritu del Concilio Vaticano II, que empezó poco después y yo<br />
estuve en esa comunidad 12 años hasta que vino la insurrección del<br />
pueblo de Nicaragua. Dos jóvenes, muchachos y muchachas de la<br />
comunidad, se hicieron guerrilleros y la comunidad fue destruida<br />
por la guardia de Somoza y yo también pasé a las filas del Frente<br />
Sandinista.<br />
MM: Jesucristo y Marx han sido dos personas muy importantes<br />
para la vida de Ernesto Cardenal. Para muchas personas, el que<br />
Jesucristo y Marx sean fundamentales, los dos juntos, puede ser<br />
raro. ¿Pero se pueden compaginar, señor ministro?<br />
EC: Yo lo que digo es que el marxismo y el cristianismo no son<br />
incompatibles. Podrían ser incompatibles el ateísmo y el cristianismo;<br />
pero se puede ser marxista sin ser ateo y entonces no hay<br />
incompatibilidad.<br />
148<br />
149
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
MM: ¿No hay contradicciones entre el Dios de la Biblia y el<br />
concepto de Dios del marxismo- leninismo?<br />
EC: El marxismo de Marx, tal y como está en el libro El Capital,<br />
no se mete con la existencia o no existencia de Dios, sino en el<br />
problema del capitalismo.<br />
MM: Cuando triunfa la revolución y a usted lo nombran ministro<br />
de cultura, es decir un cargo político, a usted y a otros sacerdotes<br />
que ostentan cargos políticos también en Nicaragua, ¿qué reacción<br />
tiene la Iglesia católica oficial?<br />
EC: Nosotros somos la Iglesia católica también.<br />
MM: Bueno, la Iglesia oficial, la Iglesia de Roma.<br />
EC: Quiere decir los obispos. Bueno, yo estuve en el Vaticano, yo<br />
hablé con el cardenal secretario de Estado, el cardenal Cassaroli,<br />
y me dijo que yo sabía la posición del Vaticano con respecto a los<br />
sacerdotes en puestos públicos, pero que para ellos el caso de Nicaragua<br />
era una excepción, porque el caso de Nicaragua es nuevo, y<br />
me dijo: “Yo aquí en el Vaticano siempre digo que en Nicaragua todo<br />
es nuevo”.<br />
MM: Pero usted no está dispuesto a desobedecer a la Iglesia,<br />
¿no?<br />
EC: No nos han prohibido estar en estos cargos.<br />
MM: Si así fuera, ¿desobedecería?<br />
EC: Obedecería a mi conciencia.<br />
MM: Y cuando el viaje del Papa a Centroamérica, todos o muchos<br />
recordamos en este momento esa fotografía en que usted, Ernesto<br />
Cardenal, arrodillado, le está besando la mano al Papa. ¿Qué le dijo<br />
el Papa?<br />
EC: El Papa me dijo sencillamente: “Usted debe regularizar su<br />
situación”.<br />
MM: ¿Lo ha hecho?<br />
EC: No sé qué quiso decir, porque mi situación está regularizada.<br />
Estamos con la aprobación de los obispos y del Vaticano en<br />
nuestros cargos.<br />
MM: ¿Entonces?<br />
EC: Yo no me podía poner a discutir con Su Santidad en ese<br />
momento, cuando era un saludo de protocolo que estaba haciendo a<br />
los ministros del gabinete y al cuerpo diplomático.<br />
MM: ¿Pero le dolió?<br />
EC: Fue una humillación, pero en la vida religiosa uno está<br />
acostumbrado a no pensar en uno mismo y a recibir con naturalidad<br />
las humillaciones.<br />
MM: Y usted en este momento, en una situación tan difícil como<br />
en la que está Nicaragua, ¿cree que la gente del país, el pueblo de<br />
Nicaragua, están satisfechos con lo que ustedes están haciendo?<br />
¿Han entendido que todos estos sacrificios son necesarios? ¿Han<br />
tenido tiempo de demostrarlo?<br />
EC: Por ejemplo, cuando yo salgo a la calle, veo con qué cariño<br />
me saludan los niños, las viejitas, las muchachas, los hombres, todo<br />
el mundo, todo el pueblo. ¿Y por qué? No por ser poeta; Nicaragua<br />
tiene muchos poetas y muy buenos. No por ser sacerdote, ya que en<br />
Nicaragua hay muchos sacerdotes. Es porque soy un sacerdote que<br />
apoya la revolución.<br />
MM: Y ese cariño no será un cariño... También aquí podría decir<br />
que a Francisco Franco, al general Franco, le saludaban con cariño<br />
por las calles. Eso no me parece un argumento muy de peso.<br />
EC: Yo digo la gente sencilla de la calle. Los niños que están<br />
vendiendo los periódicos, las viejitas, la gente del pueblo.<br />
MM: Pero los movimientos del país, es decir, Nicaragua tiene una<br />
serie de millones de habitantes, ¿están entendiendo lo que se está<br />
haciendo?<br />
EC: Por eso el pueblo está defendiendo la revolución y está<br />
muriendo por ella. Porque la mayoría de los combates contra los<br />
somocistas no los hace el ejército, los hace el pueblo armado: obreros,<br />
campesinos, estudiantes, que son milicianos voluntarios.<br />
MM: ¿Existe libertad de expresión y de movimiento en Nicaragua?<br />
¿Uno puede entrar y salir del país cuando quiere?<br />
EC: Completamente, sí. Hay viajes diarios a Miami y cualquiera<br />
va a Miami y se puede quedar, y puede quedarse y volver.<br />
150<br />
151
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
MM: Esa libertad de prensa a la que hacía alusión Ricardo Utrilla<br />
antes, ¿es cierta? Es decir, hay un periódico que está en...<br />
EC: Hay un periódico de oposición.<br />
MM: Usted en este momento tiene el Ministerio de Cultura en la<br />
que fue mansión de Somoza. Ha dicho antes Julio <strong>Cortázar</strong>, reivindicando<br />
–de una forma muy seria y muy importante para mí– la abolición<br />
de la pena de muerte en Nicaragua cuando ustedes llegan al<br />
poder. ¿Qué pensó cuando asesinaron a Somoza?<br />
EC: Todos en Nicaragua nos alegramos. Hubo una fiesta nacional.<br />
MM: ¿Y no le parece eso contradictorio con la abolición de la<br />
pena de muerte?<br />
EC: Nosotros no lo matamos.<br />
MM: Es igual. Si uno se alegra de la muerte de alguien...<br />
EC: Le digo con franqueza que sí nos alegramos. Le mentiría si<br />
dijera lo contrario.<br />
MM: Y no le parece a usted que esto no tiene nada que ver con el<br />
mandamiento de Jesús cuando dice: “No matarás”.<br />
EC: En ese mismo libro de La Biblia, en el “Deuteronomio”, se<br />
especifica cómo se debe matar al homicida culpable por haber<br />
faltado al mandamiento “No matarás”. En La Biblia están especificadas<br />
las distintas maneras de matar al asesino.<br />
MM: Señor ministro, usted durante una época fue partidario de<br />
la no-violencia; más tarde, justificó la lucha armada.<br />
EC: Sigo siendo partidario de la no-violencia, pero Gandhi decía<br />
que había casos en que la violencia tenía que ser necesaria. Gandhi<br />
instó al pueblo hindú a ingresar al ejército inglés para combatir a<br />
Hitler. Y Gandhi decía que él prefería la no-violencia a la violencia,<br />
pero que prefería la violencia a la cobardía.<br />
MM: Usted sabe que en este momento, en España, hay voces<br />
que acusan a Nicaragua de ser cómplice de grupos armados como<br />
la ETA. A pesar de que su gobierno ya ha desmentido esa relación,<br />
y que incluso Luis Yáñez, que está hoy precisamente en Nicaragua<br />
firmando unos convenios con su país, ha dicho que el Gobierno<br />
de Nicaragua afirma que nada tiene que ver con ETA. ¿Desearía<br />
usted añadir algo a eso?<br />
EC: Es completamente estúpido pensar eso. El Frente Sandinista<br />
nunca recurrió al terrorismo en más de 20 años de lucha.<br />
¿Y por qué va a buscar alianzas con terroristas ahora que está en<br />
el poder? Los detectives siempre siguen el principio de buscar,<br />
cuando hay una investigación, ¿a quién le interesa el delito? ¿Qué<br />
interés puede tener el Gobierno de Nicaragua en una alianza<br />
con terroristas? ¿El interés de Nicaragua no será la amistad con el<br />
gobierno, y el pueblo de España? ¿Seríamos tan estúpidos nosotros<br />
de no buscar el apoyo del Gobierno de España y del pueblo, sino<br />
de unos terroristas, cuando nosotros estamos siendo atacados por<br />
terroristas y somos víctimas del terrorismo?<br />
MM: Además incluso creo que ustedes ponen en cuestión<br />
que ese terrorismo tenga nada que ver con una revolución, ¿no es<br />
cierto? O sea, no consideran que los etarras estén llevando a cabo<br />
una revolución.<br />
EC: Nosotros no creemos en la legitimidad del separatismo en<br />
una nación que ha estado históricamente unida. Y no aprobamos<br />
ese separatismo.<br />
MM: ¿Cuándo reciben por primera vez ayuda de la URSS?<br />
EC: Pues pronto. Después del triunfo. No le puedo decir cuándo.<br />
MM: ¿Después del triunfo?<br />
EC: Sí.<br />
MM: ¿Nunca antes?<br />
EC: No.<br />
MM: Julio <strong>Cortázar</strong>, en este sentido, cuando se acusa a Nicaragua<br />
de ser una cabeza de puente, y cuando se le acusa de estar en<br />
la órbita de Moscú, en ese grupo de poder, ¿también se está cometiendo<br />
un error, desde su punto de vista?<br />
JC: Sí, porque se está haciendo una discriminación en lo que<br />
podemos calificar de solidaridad. Yo tengo la impresión de que<br />
muchísimos países del mundo se han mostrado y se muestran<br />
solidarios con Nicaragua, y entre ellos España por supuesto, y<br />
expresan esa solidaridad de múltiples maneras: prácticas culturales,<br />
espirituales, con simpatía. La URSS es uno de los países que<br />
manifiesta esa solidaridad con el mismo derecho que cualquier<br />
152<br />
153
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
otro país. Lo que pasa es que basta que sea la URSS para que<br />
inmediatamente en Washington entren en plena histeria y hagan<br />
una discriminación bien precisa entre la URSS y cualquier otro<br />
país del mundo. La solidaridad sueca los tiene totalmente sin<br />
cuidado. Pero la solidaridad soviética...<br />
EC: Quería decir que la ayuda que Nicaragua recibe de Europa<br />
Occidental es el 27% de la ayuda que recibe Nicaragua, y de la URSS<br />
y de todos los países socialistas es el 18 %.<br />
RU: Hay que distinguir solidaridades, porque da la casualidad<br />
que la URSS está expresando su solidaridad con Nicaragua<br />
de la misma forma que los EE.UU. expresaron su solidaridad con<br />
Vietnam del Sur. Es decir, enviando armas y asesores militares.<br />
La solidaridad cubana y la solidaridad soviética se distinguen<br />
precisamente por eso: son fuentes de armamento y de instrucción<br />
militar del régimen sandinista.<br />
EC: Señor Utrilla, le quiero decir que Nicaragua después del<br />
triunfo de la revolución, quiso comprar armas a los EE.UU., y el<br />
presidente Cárter las negó. Después quiso comprar también a<br />
Suecia y le fue negado. Y también le quiso comprar a Alemania<br />
Federal, y en público, el alcalde de Hamburgo, el señor Von Tonane,<br />
me dijo: “Nosotros somos culpables de no haber vendido armas a<br />
Nicaragua”. Nicaragua entonces tenía que buscarlas en otra parte.<br />
RU: Eso es cierto. Hay errores históricos, es verdad.<br />
MM: Señor Cardenal, mi última pregunta sería: ¿se sienten<br />
ustedes heridos por la reacción que estamos teniendo muchas<br />
veces gentes que, por estar lejos, no entendemos bien lo que está<br />
pasando allí en Nicaragua?<br />
¿Y están incluso desesperados porque no pueden explicar o no<br />
son capaces de explicar algo que para ustedes está clarísimo?<br />
EC: No diría yo que heridos ni desesperados, pero sí realmente<br />
quisiéramos nosotros que se tuviera aquí más conciencia de la<br />
inminencia de una invasión de los EE.UU. en Nicaragua.<br />
MM: ¿Pero podemos hablar tan tranquilamente de una invasión?<br />
EC: Pero si lo están diciendo ellos.<br />
MM: ¿Y podemos aceptarlo todos tan tranquilamente?<br />
EC: Es lo que yo digo. Que no se debe de aceptar, que el mundo<br />
no lo debe de aceptar.<br />
MM: ¡Y qué se puede hacer!<br />
EC: Condenarlo, antes que suceda, y no lamentarlo después.<br />
JC: El programa de esta noche es una de las cosas que se pueden<br />
hacer. Yo creo que no caerá en oídos sordos en muchas personas<br />
que lo habrán escuchado.<br />
MM: No sé, Ricardo Utrilla, cuál puede ser su postura pero,<br />
como ciudadano de este mundo, ¿se puede aceptar que los EE.UU.<br />
puedan amenazar a un país con que lo van a invadir?<br />
RU: No, no en absoluto, de ninguna manera.<br />
MM: ¿Y todos estamos tan tranquilos?<br />
RU: Estoy absolutamente en contra de que ningún país invada a<br />
otro, y mucho menos en función de consideraciones que pueden ser<br />
muy arbitrarias. Evidentemente, los únicos jueces de la realidad,<br />
digamos de la relación de un país con el resto de los habitantes, no<br />
es individual de un país sino colectiva. Es decir, es objetivamente<br />
reprobable que un país amenace y sobre todo que invada. Pero es<br />
válido igual para Afganistán, para en su momento Hungría, y para<br />
las amenazas de invasión, que afortunadamente ya han desaparecido,<br />
pero siguen latentes en Polonia.<br />
MM: ¿Algo más?<br />
JC: Hay algo que se olvida con mucha frecuencia. Los EE.UU.<br />
manejan ahora su tentativa de agresión y sus explicaciones de<br />
agresión en toda América Central, no sólo en Nicaragua, con argumentos<br />
de tipo político: restaurar la democracia, por ejemplo. Volver a<br />
instaurar la democracia. Ellos que en Nicaragua fueron los cómplices<br />
y los protectores de los dos Somozas, padre e hijo, durante 45 años;<br />
que los tuvieron en el poder porque les convenía. Es que hay una cosa<br />
que se olvida, de la que se hablaba mucho hace 20 años y ahora no sé<br />
por qué no se habla nunca. Y es del dinero. Lo que hay detrás de eso se<br />
llama dólar. Los EE.UU. no quieren perder su traspatio, lo han poseído<br />
demasiado tiempo. Han explotado demasiado tiempo a América<br />
Central y no la quieren perder. Entonces es muy fácil inventar una<br />
154<br />
155
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
NICARAGUA TAN VIOLENTAMENTE DULCE<br />
plataforma política, como la señora Kirkpatrick que dice que “hay que<br />
restaurar la democracia”. Tiene el cinismo de decir eso con respecto<br />
a Nicaragua. Lo que hay detrás de eso es simplemente el capitalismo<br />
norteamericano en su forma más repugnante y más cínica.<br />
MM (presenta ahora la canción La muralla, con letra de Nicolás<br />
Guillen y música chilena de Quilapayún): Ernesto Cardenal, las<br />
últimas noticias de la prensa dicen que Nicaragua tiene previsto<br />
realizar elecciones generales pronto. Incluso se decía que se<br />
adelantaría ese calendario. ¿Qué podría decirnos al respecto?<br />
EC: No se va a adelantar, va a ser como se había previsto. Acaba<br />
de terminarse de elaborar la Ley de Partidos Políticos y se está<br />
terminando de elaborar la Ley Electoral. La campaña electoral<br />
empieza en el año 1984. Las elecciones serán en 1985. En estos días<br />
se va a fijar ya el calendario de las elecciones.<br />
MM: Si Jesús estuviera aquí, ¿estaría en Nicaragua?<br />
EC: ¡Está en Nicaragua!<br />
MM: Ricardo Utrilla, ¿se puede ser optimista viviendo en<br />
España en este momento, después de las cosas que uno oye y que<br />
uno ve del mundo?<br />
RU: Yo creo que hay dos motivos. España es uno de los países<br />
que ha acumulado más optimismo. En los últimos años hemos<br />
hecho una transición modélica que muchos nos envidian y además<br />
los españoles somos muy sufridos.<br />
MM: ¿Estamos dispuestos a...?<br />
RU: Yo creo que lo que haya que aguantar se aguantará y yo creo<br />
que, al final, todo saldrá bien –dentro del contexto mundial, claro.<br />
MM: Tener a Julio <strong>Cortázar</strong> en un programa es algo que emociona<br />
mucho. Le voy a dejar a <strong>Cortázar</strong> que termine este programa con sus<br />
palabras diciendo lo que quiera. Seguro que siempre serán palabras<br />
bonitas, de esperanza, y sobre todo palabras que nos van a meter en<br />
la cama un poco más optimistas, lo que es muy importante.<br />
JC: No, mis palabras no serán bonitas. Mis palabras creo que<br />
serán justas y sobre todo serán necesarias. Una vez más hago<br />
alusión a la solidaridad con Nicaragua, porque hay muchas formas<br />
de solidaridad, incluso desde la llamada caridad hasta la solidaridad<br />
en un sentido mucho más amplio. Yo creo que para los pueblos<br />
latinos, y muy especialmente para el caso de España –puesto que<br />
estoy en este momento dirigiéndome a un público español–, la<br />
solidaridad con Nicaragua es una responsabilidad muy profunda,<br />
porque va más allá de Nicaragua misma. Al defender a Nicaragua,<br />
la causa de Nicaragua que es justa, estamos defendiendo muchas<br />
cosas. Estamos defendiendo un idioma, estamos defendiendo un<br />
origen común, estamos defendiendo una cultura. ¡Al defender a<br />
Nicaragua, defendemos a América Latina y defendemos a España!<br />
MM: Gracias a todos ustedes por sus testimonios, a Ernesto<br />
Cardenal, a Ricardo Utrilla y a Julio <strong>Cortázar</strong>.<br />
156<br />
157
Otros testimonios
OTROS TESTIMONIOS<br />
Entrevista por Omar Prego 5<br />
Omar Prego: Hay un aspecto de tu obra que ha generado un<br />
malentendido bastante considerable, es la noción de juego (en su<br />
sentido más amplio y más profundo, yo diría casi sagrado) y la de<br />
compromiso político. Yo sé que acerca de esto se ha escrito mucho,<br />
sé que tú has explicado en más de un texto cuál es tu posición a<br />
ese respecto. Pero como no podemos remitir al lector a esa bibliografía<br />
bastante cuantiosa, me parece útil que hablemos de ello aquí<br />
y que empecemos por el principio. Es decir, cuándo, de qué manera<br />
y por qué Julio <strong>Cortázar</strong> asume un compromiso político. Que no es<br />
lo mismo que ser un escritor comprometido.<br />
Julio <strong>Cortázar</strong>: En primer lugar, es uno de los momentos en<br />
que la biografía de una persona se bifurca, toma un nuevo rumbo,<br />
adquiere nuevas características. La verdad es que yo era acentuadamente<br />
indiferente a las coyunturas políticas y a la situación política<br />
en general.<br />
OP: A pesar de que en la Argentina asumiste una actitud claramente<br />
antiperonista.<br />
JC: Sí, pero fue una actitud política que se limitaba –como las<br />
actitudes políticas de la mayoría de mis amigos y de la gente de mi<br />
generación– a la expresión de opiniones en un plano privado y a<br />
lo sumo en un café, entre nosotros, pero que no se traducía en la<br />
menor militancia. Es decir que yo me sentía antiperonista pero<br />
nunca me integré a grupos políticos o grupos de pensamiento o de<br />
estudio que pudieran tratar de llegar a hacer una especie de práctica<br />
de ese antiperonismo. Todo quedaba en esa época en la opinión<br />
personal, en lo que uno pensaba. Y curiosamente eso nos satisfacía<br />
a casi todos nosotros, nos parecía suficiente. Incluso nuestra posición<br />
durante la guerra civil española y durante la segunda guerra<br />
mundial. En un caso, claro, estábamos por los republicanos, pero<br />
ninguno de nosotros fue a combatir como voluntario a España y<br />
ni siquiera actuó políticamente en asociaciones republicanas en<br />
5<br />
Tomado de Omar Prego: La fascinación de las palabras. Conversaciones<br />
con Julio <strong>Cortázar</strong>. Barcelona, Muchnik Editores, 1985. (Nota del editor).<br />
161
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
Argentina. Y naturalmente, cuando la segunda guerra mundial<br />
éramos todos antinazis, pero ese antinazismo no se tradujo nunca<br />
en ninguna militancia. Las había y se podía hacer cosas en el plano<br />
práctico. Digamos entonces que mis decisiones políticas ya estaban<br />
tomadas y daban hacia la izquierda, pero no pasaban de una<br />
opinión, en realidad era un punto de vista que no se diferenciaba<br />
mucho de los puntos de vista que yo podía tener sobre la literatura<br />
o sobre la filosofía.<br />
En cambio, la Revolución Cubana me mostró, me metió en algo<br />
que ya no era una visión política teórica, una postura política meramente<br />
oral: esa primera visita a Cuba me colocó frente a un hecho<br />
consumado. Yo fui muy poco tiempo después del triunfo de la revolución<br />
–la revolución triunfó en 1959 y yo fui en 1961–, en momentos<br />
muy difíciles en que los cubanos tenían que apretarse el cinturón<br />
porque el bloqueo era implacable, había problemas internos a raíz de<br />
las tentativas contrarrevolucionarias: muy poco después se produjo<br />
eso que se llamó los alzados del Escambray, esos grupos anticastristas<br />
que hubo que eliminar al precio de una lucha de varios años.<br />
OP: Es decir que por primera vez –y esto le ocurrió a toda una<br />
generación de escritores, artistas, economistas, periodistas– los intelectuales<br />
latinoamericanos podían asistir al proceso de construcción<br />
del socialismo en un país del continente.<br />
JC: Claro. Y ese con el pueblo cubano, esa relación con los dirigentes<br />
y con los amigos cubanos, de golpe, sin que yo me<br />
diera cuenta (nunca fui consciente de todo eso) y ya en el camino<br />
de vuelta a Europa, vi que por primera vez yo había estado metido<br />
en pleno corazón de un pueblo que estaba haciendo su revolución,<br />
que estaba tratando de buscar su camino. Y ése es el momento en<br />
que tendí los lazos mentales y en que me pregunté, o me dije, que<br />
yo no había tratado de entender el peronismo. Un proceso que<br />
no pudiendo compararse en absoluto con la Revolución Cubana,<br />
de todas maneras tenía analogías: también ahí un pueblo se había<br />
levantado, había venido del interior hacia la capital y a su manera, en<br />
mi opinión equivocada y chapucera, también estaba buscando algo<br />
que no había tenido hasta ese momento.<br />
La Revolución Cubana, por analogía, me mostró entonces y de<br />
una manera muy cruel y que me dolió mucho, el gran vacío político<br />
que había en mí, mi inutilidad política. Desde ese día traté de documentarme,<br />
traté de entender, de leer: el proceso se fue haciendo<br />
paulatinamente y a veces de una manera casi inconsciente. los<br />
temas en donde había implicaciones de tipo político o ideológico,<br />
más que político, se fueron metiendo en mi literatura. Ése es un<br />
proceso que se puede ir apreciando a lo largo de los años.<br />
OP: ¿Tenés un ejemplo?<br />
JC: Ese cuento que se llama “Reunión”, cuyo personaje es<br />
el Che Guevara. Ése es un cuento que yo jamás habría escrito si<br />
me hubiera quedado en Buenos Aires ni en mis primeros años de<br />
París, porque no me hubiera parecido un tema, no hubiera tenido<br />
ningún interés para mí. En cambio, en ese momento, el tema de ese<br />
relato me resultaba absolutamente apasionante, porque yo traté de<br />
meter ahí, en esas 20 páginas, toda la esencia, todo el motor, todo el<br />
impulso revolucionario que llevó a los barbudos al triunfo.<br />
Pero todo esto que te estoy diciendo acerca de esa especie de<br />
entrada en la conciencia política o ideológica, que antes había<br />
sido más bien uno de los tantos ejercicios intelectuales y de las<br />
opiniones que uno tiene a lo largo de la vida, no tendría demasiado<br />
sentido si no se conectara con otra cosa. Y así como te cité “Reunión”<br />
como el primer cuento que marcaría esa entrada en el campo ideológico<br />
y por lo tanto una participación (porque ahí yo ya entré participando),<br />
de esos mismos años debería citar, de manera simbólica,<br />
ese otro cuento que es “El perseguidor”.<br />
OP: Yo, así, a primera vista, no veo una relación muy clara.<br />
JC: Bueno, en “El perseguidor” la política no tiene absolutamente<br />
nada que ver, la ideología tampoco. Pero sí tiene que ver,<br />
por primera vez en lo que yo llevaba escrito hasta ese momento,<br />
una tentativa de acercamiento al máximo a los hombres como<br />
seres humanos. Hasta ese momento mi literatura se había servido<br />
un poco de los personajes, los personajes estaban ahí para que<br />
se cumpliera un acto fantástico, una trama fantástica,. los personajes<br />
no me interesaban demasiado, yo no estaba enamorado de mis<br />
162<br />
163
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
personajes, con una que otra excepción relativa. En “El perseguidor”<br />
es fácil darse cuenta de que la figura de Johnny Carter y la de su antagonista<br />
fraternal, Bruno, han tratado de ser vistas por el autor como<br />
si él fuera ellos en alguna medida. El autor trata ahí de estar lo más<br />
cerca posible de su pie, de su carne, de su pensamiento. Y si hago esta<br />
referencia a este otro cuento es porque en el fondo se trata de una<br />
misma operación.<br />
La toma de conciencia ideológica, política, que me dio la Revolución<br />
Cubana no se limitó solamente a las ideas. La revolución debe<br />
triunfar y se debe hacer la revolución porque sus protagonistas son<br />
los hombres, lo que cuenta son los hombres. Y esa cosa aparentemente<br />
tan trivial e incluso perogrullesca fue muy importante para mí,<br />
porque si yo había sido indiferente a los vaivenes políticos del mundo,<br />
era porque era indiferente a los protagonistas de esos vaivenes políticos.<br />
Yo podía tener mucha simpatía por los republicanos españoles y<br />
mucho odio por los franquistas, pero era a base de criterios mentales.<br />
No me gustaba el fascismo por razones obvias y sí me gustaba la<br />
democracia de los republicanos. Pero yo me quedaba afuera de la<br />
parte que correspondía a la sangre, a la carne, a la vida, al destino<br />
personal de cada uno de los participantes en esos enormes dramas<br />
históricos.<br />
Entonces, en muy poco tiempo (el símbolo son estos dos cuentos)<br />
se produce la aparición de lo que actualmente se llama el compromiso.<br />
Es decir, que yo empiezo a darme cuenta, a descubrir un territorio<br />
que hasta entonces apenas había entrevisto. Lo cual no quiere<br />
decir que yo vaya a ser un escritor de obediencia, un escritor que se<br />
limita únicamente a defender su causa y a atacar a la contraria, sino<br />
que voy a seguir viviendo en plena libertad, en mi terreno fantástico,<br />
en mi terreno lúdico, y yo sé que vos querés que hablemos de lo lúdico.<br />
OP: Sí, pero antes me gustaría que dejáramos claro esto que<br />
algunos llamarían “un viraje” a falta de una expresión mejor. Yo<br />
siempre tuve la impresión de que en ti fue algo así como el deslumbramiento<br />
en el Camino de Damasco, salvo que vos nunca estuviste<br />
del lado de los represores, como en cambio lo estuvo Saulo.<br />
JC: Sí, un viraje que en realidad no lo es. Más bien eso que<br />
consiste en tomar una conciencia directa de los problemas ideológicos<br />
por un lado y de sus protagonistas por otro, algo que empezaba<br />
a determinar, por lo que a mi tocaba, eso que suele llamarse<br />
habitualmente compromiso. Es decir, que llegó el día en que frente<br />
a una injusticia cualquiera –hablemos en abstracto– yo tuve la<br />
necesidad de sentarme a la máquina y escribir un artículo protestando<br />
por esa injusticia, me sentí obligado a no quedarme callado,<br />
sino a hacer lo único que podía hacer, que era o hablar en público<br />
si se trataba de reuniones o de escribir artículos de denuncia o de<br />
defensa según los casos. Y eso, en el fondo, es lo que termina por<br />
llamarse compromiso. O sea, que un hombre que está entregado a<br />
la literatura, de golpe, agrega, incorpora y fusiona preocupaciones<br />
de tipo geopolítico que se pueden manifestar en lo que escribe literariamente<br />
o que pueden darse separadamente, como un cuerpo ya<br />
más especializado de escritura. Creo que ya te señalé el horror que<br />
me produce todo “escritor comprometido” que solamente es eso. En<br />
general, nunca he conocido un buen escritor que fuera comprometido<br />
a tal punto que todo lo que escribiera estuviese embarcado en<br />
ese compromiso, sin libertad para escribir otras cosas.<br />
OP: Un profesional del compromiso, o un comprometido profesional.<br />
JC: No, yo no conozco ningún gran escritor que haya hecho eso.<br />
Estoy hablando de escritores de literatura, no de filósofos ni de<br />
ensayistas. Alguien como Gregorio Selser, por ejemplo, no hace otra<br />
cosa que escribir artículos políticos, pero él no es un novelista ni<br />
un cuentista, ni tiene interés en serlo. Ese no es mi caso, porque yo<br />
siempre he vivido en un mundo de literatura que al mismo tiempo<br />
es un mundo lúdico, porque para mí es la misma cosa. Yo no podía<br />
de ninguna manera aceptar el compromiso como una obediencia a<br />
un deber exclusivo de ocuparme de cosas de tipo ideológico.<br />
OP: Sería un poco el caso de Sartre, de mención inevitable<br />
cuando se habla de este tema.<br />
JC: El caso de Sartre me parece profundamente admirable,<br />
porque cuando Sartre despierta a una realidad política (un poco<br />
164<br />
165
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
como en otro plano habría de sucederme a mí), pero sin abandonar<br />
la literatura y la filosofía, comienza a introducir elementos de la<br />
historia contemporánea, de los problemas contemporáneos en su<br />
creación de ficción, como es el caso de Los caminos de la libertad y<br />
La náusea. En Los caminos de la libertad eso es más explícito, porque<br />
el libro se va cumpliendo mientras fuera del libro se están desarrollando<br />
esos procesos. Y creo que Sartre, mientras tuvo una capacidad<br />
creadora pura, la utilizó sin ninguna concesión. Sólo forzando<br />
mucho las cosas se puede ir a buscar símbolos de tipo político o<br />
ideológico en muchos de sus cuentos y obras de teatro.<br />
Yo tengo la impresión de que él quería que se las considerara<br />
como puras obras de arte, y ése es estrictamente mi punto de vista.<br />
Cuando a mí me nace la idea de un cuento que tiene una referencia<br />
a las desapariciones en Argentina, escribo ese cuento con el mismo<br />
criterio literario y la misma absorción literaria con que puedo<br />
escribir cualquier cuento puramente fantástico, digamos “La isla a<br />
mediodía”. Para mí se trata de obras literarias, sólo que en el caso<br />
de los desaparecidos se trata de un tema que significa mucho para<br />
mí, es ese tema espantoso de lo que ha sucedido en Argentina estos<br />
últimos años, y se presenta como una posibilidad de desarrollo literario<br />
y si lo escribo igual que los cuentos puramente literarios, hay<br />
una cosa que me complace, y es que una vez que lo he terminado no<br />
puedo dejar de pensar que ese cuento va a llegar a muchos lectores<br />
y que además del efecto literario va a tener un efecto de tipo político.<br />
Ésa me parece que es la visión del compromiso, la justa en un<br />
escritor.<br />
OP: O sea que las dos visiones se concilian finalmente y se<br />
hacen una sola.<br />
JC: Claro. Pero cuando decís eso planteás el grave problema al<br />
que aludo en el prólogo a libro de Manuel, que es donde ataqué de<br />
frente el problema. Problema que consiste en el tratar de conseguir<br />
una convergencia de la historia contemporánea –para llamarlo así–<br />
de ciertos aspectos de la historia y su convergencia con la literatura<br />
pura. Convergencia particularmente difícil porque en la mayoría<br />
de los libros llamados comprometidos o bien la política (la parte<br />
política, la parte del mensaje político) anula y empobrece la parte<br />
literaria y se convierte en una especie de ensayo disfrazado, o bien<br />
la literatura es más fuerte y apaga, deja en una situación de inferioridad<br />
al mensaje, a la comunicación que el autor desea pasar a<br />
su lector. Entonces, ese dificilísimo equilibrio entre un contenido<br />
de tipo ideológico y un contenido de tipo literario –que es lo que<br />
yo quise hacer en libro de Manuel– me parece que es uno de los<br />
problemas más apasionantes de la literatura contemporánea. Y me<br />
parece, además, que las soluciones son individuales, que no hay<br />
ninguna fórmula. Nadie tiene una fórmula para eso.<br />
OP: Claro, porque si vamos a las fórmulas, entonces se corre<br />
el riesgo de caer en los esquemas que rechazás. Yo creo que este<br />
punto quedó suficientemente ventilado en tu “Carta a Roberto<br />
Fernández Retamar”, publicada en la revista Casa de las Américas<br />
e incluida en Último round, a la que podemos remitir a todo lector<br />
interesado en estos temas. Pero ya que estamos aquí, me gustaría<br />
que habláramos precisamente de dos cuentos tuyos recientes,<br />
“Grafitti” y “Segunda vez”. Yo creo que en ellos encontraste un<br />
nuevo camino para mostrar el rostro asumido por el horror en<br />
muchos países de nuestra América, y que consiste precisamente<br />
en despersonalizarlo, en hacerlo anónimo. En libros como El otoño<br />
del patriarca o Yo, el Supremo o El recurso del método, hay siempre<br />
un hombre de carne y hueso detrás del horror. Y entonces, como le<br />
ocurre a García Márquez con su Patriarca, el creador se encuentra<br />
con una criatura a la que se puede llegar a compadecer. En cambio,<br />
en esos cuentos tuyos no hay un hombre, por cruel que sea, sino<br />
algo que en ningún momento puede asumir una forma (como el ser<br />
monstruoso imaginado por Lovecraft en Las montañas de la locura,<br />
y sé que no te gusta Lovecraft), que en un momento determinado<br />
puede llamarse Ejército, Organizaciones Paramilitares, Comandos<br />
de la Muerte, pero que carece de rostro.<br />
JC: Exactamente. El horror se acentúa porque se vuelve una<br />
especie de latencia omnímoda, una atmósfera que flota, en donde<br />
no se pueden conocer caras ni responsabilidades directas. Una<br />
especie de superestructura. Yo creo que la máquina del horror tiene<br />
166<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
en el campo de la novela dos ejemplos extraordinarios. Uno de<br />
ellos es El proceso, de Kafka. Y aunque ahora hay toda una teoría<br />
según la cual El proceso sería un libro cómico y que Kafka lo consideraba<br />
como un libro cómico, nosotros por lo menos lo leímos en<br />
una lectura dramática. Ahí ya se da el caso de ese destino que se va<br />
cumpliendo inexorablemente, paso a peso, sin que jamás se sepa<br />
hasta la última línea, sin que se llegue a saber jamás cuáles eran<br />
las motivaciones que determinaban ese destino. Muchas veces yo<br />
he pensado, leyendo casos típicos de desaparecidos y torturados en<br />
Argentina, que ellos han vivido exactamente El proceso de Kafka,<br />
porque han sido detenidos muchas veces por ser sólo parientes de<br />
gente que tenía una actuación política (ellos no la tenían, o la tenían<br />
de manera muy parcial) y han sido torturados, han sido detenidos<br />
y finalmente muchas veces ejecutados. Y esa gente, en cada etapa<br />
de su destino, ha debido preguntarse quién era el responsable, de<br />
dónde le venía esa acumulación de desgracias, y no lo ha podido<br />
saber nunca porque lo único que ha conocido es a los ejecutores, a<br />
los torturadores. Quienes, por otra parte, tampoco sabían quiénes<br />
eran los jefes.<br />
El otro libro es ese a cuyo título, 1984, vamos a llegar cronológicamente<br />
el año que viene, dentro de muy poco, el libro de Orwell. Yo<br />
acabo de escribir un texto bastante largo para El País de Madrid, que<br />
va a hacer crujir los dientes de mucha gente, incluso compañeros,<br />
porque es un artículo bastante duro, muy crítico. Ese libro contiene<br />
la imagen del Big Brother (que finalmente no existe, el Big Brother<br />
es un simulacro fabricado por ese partido que tampoco se sabe lo<br />
que es) donde se llega a un nivel totalmente infernal, a ese nivel<br />
al que vos aludías. Sí, esos dos cuentos míos que citaste contienen<br />
también esa mecánica del horror, el horror sin causa definible, sin<br />
causa precisable.<br />
OP: Que también se da, aunque en otro registro, en “Satarsa”,<br />
donde todo también sucede sin que nadie sepa muy bien por qué<br />
ocurren las cosas, cuál es su sentido último, donde siempre alguien<br />
puede referirse a un escalón situado por encima suyo, hasta llegar<br />
acaso a la Ley de Seguridad del Estado.<br />
JC: O sea, a una abstracción total.<br />
OP: Bueno, yo te pediría que me hablaras un poco de las similitudes<br />
que –al menos para mí– tienen Oliveira y Andrés, el de Libro<br />
de Manuel. Te adelanto algunos de esos elementos: el desconcierto<br />
en la búsqueda y el sentimiento de lo lúdico, como si los<br />
dos creyeran que lo lúdico es una especificidad de la historia. Dos<br />
rasgos, por otra parte, que más de una vez le han sido atribuidos a<br />
un tal Julio <strong>Cortázar</strong>.<br />
JC: Bueno, tu pregunta es demasiado vasta y exigiría tal vez un<br />
análisis parcializado. Pero tampoco hay por qué complicar inútilmente<br />
las cosas. Vamos de lo más autobiográfico, de algo que yo<br />
conozco bien, a lo más general. Desde pequeño yo he tenido un<br />
gran sentido del humor y me acuerdo que siendo muy niño –tendría<br />
ocho o nueve años– me producía un gran asombro que en ciertas<br />
conversaciones de los mayores, en circunstancias en que todo<br />
hubiera podido arreglarse con una broma, con una respuesta llena<br />
de humor, todo el mundo se ponía trágico, todo el mundo se tomaba<br />
las cosas por el lado negativo. En el mejor de los casos se hacían<br />
chistes, los argentinos hacen muchos chistes, pero no todos tienen<br />
sentido del humor. Mirá que esto también puede aplicarse a la raza<br />
humana en general...<br />
En todo caso la Argentina ha sido un país de humoristas individuales,<br />
como Macedonio Fernández, detrás de cuya metafísica se<br />
esconde un humor terrible. Yo, desde muy niño, sentía que el humor<br />
era una de las formas con las cuales era posible hacerle frente a la<br />
realidad, a las realidades negativas sobre todo. Si cuando sucedía<br />
algo desagradable te defendías a base de humor, salías mejor parado<br />
que tu amigo o compañero que no disponía de esa arma, que no veía<br />
más que lo trágico. Bueno, de ahí a lo lúdico no hay más que un paso.<br />
Porque quien tiene sentido del humor tiene siempre la tendencia a<br />
ver en diferentes elementos de la realidad que lo rodea una serie de<br />
constelaciones que se articulan y que son en apariencia absurdas.<br />
Todas las frases del humor tienen ese elemento de absurdo, de cosa<br />
que no funciona dentro de una lógica aristotélica. Yo sentí que eso<br />
168<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
era una especie de pararealidad, es decir, una realidad que está a tu<br />
disposición en la medida que vos la sepas asumir y la sepas utilizar.<br />
OP: Utilizabas el humor como una suerte de anticuerpo.<br />
JC: Yo me defendía de situaciones bastante penosas mediante el<br />
recurso del humor, un humor blanco o negro, según las circunstancias.<br />
El humor negro también es un elemento importante. De modo<br />
que esas asociaciones aparentemente ilógicas que determinan<br />
las reacciones del humor y la eficacia del humor, llevan al juego.<br />
Lo lúdico no es un lujo, un agregado del ser humano que le puede<br />
ser útil para divertirse: lo lúdico es una de las armas centrales por<br />
las cuales él se maneja o puede manejarse en la vida. Lo lúdico no<br />
entendido como un partido de truco ni como un match de fútbol; lo<br />
lúdico entendido como una visión en la que las cosas dejan de tener<br />
sus funciones establecidas para asumir muchas veces funciones<br />
muy diferentes, funciones inventadas. El hombre que habita un<br />
mundo lúdico es un hombre metido en un mundo combinatorio,<br />
de invención combinatoria, está creando continuamente formas<br />
nuevas.<br />
OP: Eso puede sonar un poco abstracto. ¿Cuáles eran tus<br />
métodos prácticos de defensa cuando eras niño?<br />
JC: Bueno, te doy un ejemplo. A mí, desde pequeño, me fascinó<br />
la noción de monstruo, la idea de los animales mitológicos: una<br />
cabeza de león, alas de águila y plumas de pato, que naturalmente<br />
provoca la indiferencia general de la gente. Pero a mí, te repito, me<br />
fascinaba porque me di cuenta de que eso (la noción del monstruo,<br />
que es el resultado de una combinación diferente de los elementos<br />
aceptados por todos) se podía extrapolar a operaciones mentales,<br />
a conductas. Uno podía a veces conducirse lúdicamente, es decir,<br />
hacer un juego en el que de alguna manera uno era el monstruo,<br />
porque a un mismo tiempo estabas moviéndote como un león y<br />
volando como un águila.<br />
Para llegar a la cosa central: desde que yo empecé a escribir (a<br />
escribir cosas publicables) la noción de lo lúdico estuvo profundamente<br />
imbricada, confundida, con la noción de literatura. Para mí,<br />
una literatura sin elementos lúdicos era una literatura aburrida, la<br />
170<br />
literatura que no leo, la literatura pesada, el realismo socialista, por<br />
ejemplo.<br />
OP: Bueno, precisamente, de eso se trata. Es decir que en cierta<br />
medida y hasta cierta época, se dio por aceptado que revolución era<br />
un concepto inseparable de realismo socialista. De modo que tú te<br />
insurgís justamente contra ese concepto.<br />
JC: Sí, lo que me vale a veces enfrentamientos cordiales, si<br />
quieres, pero enfrentamientos bastante fuertes con compañeros<br />
revolucionarios. libro de Manuel fue uno de esos ejemplos.<br />
OP: Claro, porque Libro de Manuel, por el año en que fue publicado,<br />
1973, hizo las veces de pararrayos de todas esas discrepancias<br />
que andaban flotando por ahí, las atrajo y las concentró de manera<br />
fulminante. En un reportaje publicado poco después de que te<br />
dieran el Premio Médicis para extranjeros, vos dijiste lo siguiente:<br />
“Yo no sé si llamarlo un libro político. Ésa es una palabra que me<br />
da un poco de miedo, porque política es una cosa muy profesional<br />
y muy precisa. Yo creo que es un libro que una vez más continúa<br />
una especie de apertura ideológica en la línea socialista que yo veo<br />
para América Latina, y además una especie de pre-crítica a todas<br />
las equivocaciones que suelen cometerse cuando se intentan y<br />
realizan revoluciones”. Y esto se compadece perfectamente, a<br />
mi modo de ver, con otro texto tuyo, Casilla del camaleón 6 , donde<br />
oponés precisamente el concepto de camaleón al de coleóptero. El<br />
caleóptero es quitinoso, rígido, poco flexible, como ciertos procesos<br />
revolucionarios.<br />
JC: Desgraciadamente. Desgraciadamente las revoluciones<br />
parecen conllevar una tendencia a la estratificación (o quitinosidad,<br />
para seguir con la imagen). En sus formas iniciales, esas<br />
revoluciones adoptaron formas dinámicas, formas lúdicas, formas<br />
en las que el paso adelante, el salto adelante, esa inversión de todos<br />
los valores que implica una revolución, se operaban en un campo<br />
moviente, fluido y abierto a la imaginación, a la invención y a sus<br />
productos connaturales, la poesía, el teatro, el cine y la literatura.<br />
6 La vuelta al día en ochenta mundos, Tomo II, pp. 185-193 (Nota de Omar<br />
Prego).<br />
171
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
Pero con una frecuencia bastante abrumadora, después de esa<br />
primera etapa las revoluciones se institucionalizan, empiezan a<br />
llenarse de quitina, van pasando a la condición de coleópteros.<br />
Bueno, yo trato de luchar contra eso, ese es mi compromiso con<br />
a las revoluciones, a la revolución, para decirlo en general. Trato de<br />
luchar por todos los medios, y sobre todo con medios lúdicos, contra<br />
lo quitinoso. libro de Manuel fue una tentativa de desquitinizar<br />
esos proemios revolucionarios que vagamente se asomaban en<br />
Argentina y que no llegaban a cuajar. Ese libro fue escrito cuando<br />
los grupos guerrilleros estaban en plena acción. Yo había conocido<br />
personalmente a algunos de sus protagonistas aquí en París, y me<br />
había quedado aterrado por su sentido dramático, trágico, de su<br />
acción, en donde no había el menor resquicio para que entrara ni<br />
siquiera una sonrisa, y mucho menos un rayo de sol.<br />
Me di cuenta de que esa gente, con todos sus méritos, con todo<br />
su coraje y con toda la razón que tenían de llevar adelante su acción,<br />
si llegaban a cumplirla, si llegaban al final, la revolución que de<br />
ellos iba a salir no iba a ser mi revolución. Iba a ser una revolución<br />
quitinizada y estratificada desde el comienzo. libro de Manuel es un<br />
desafío, pero no un desafío insolente ni negativo. Es un desafío muy<br />
cordial: vos has visto que yo a los personajes con toda la simpatía<br />
posible. Por ejemplo a Marcos, el jefe de ese grupo de guerrilla<br />
urbana que está un poco de vacaciones en Europa en ese momento.<br />
Y él mismo discute con sus amigos, si no este problema, problemas<br />
paralelos. Yo no los atacaba, muy al contrario. Si hubiera tenido<br />
ganas de atacarlos no habría escrito la novela. No sólo no era un<br />
ataque, sino que era una tentativa de ponerles en el bolsillo un libro<br />
que tal vez los hubiera ayudado un poco.<br />
OP: En eso que a falta de mejor palabra podemos llamar<br />
prólogo, decís que “lo que cuenta, lo que yo he tratado de contar, es …<br />
el signo afirmativo frente a la escalada del desprecio y del espanto,<br />
y esa afirmación debe ser lo más solar, lo más vital del hombre: su<br />
sed erótica y lúcida, su liberación de los tabúes, su reclamo de una<br />
dignidad compartida en una tierra ya libre de este horizonte diario<br />
de colmillos y de dólares”. Han pasado diez años: si no hubieras<br />
escrito entonces Libro de Manuel, ¿escribirías hay algo parecido?<br />
JC: Creo que sí. Sí, escribiría algo parecido. En libro de Manuel<br />
yo di un paso adelante, incluso forzándome la mano a veces, porque<br />
estaba harto de haber discutido en Cuba acerca de problemas de<br />
tipo erótico, por ejemplo, y de tropezarme con la quitina. O el tema<br />
de la homosexualidad, que ahora es también objeto de una discusión<br />
fraternal pero muy viva con los nicaragüenses cada vez que voy<br />
para allá. Yo creo que esa actitud machista de rechazo, despectiva y<br />
humillante hacia la homosexualidad, no es en absoluto una actitud<br />
revolucionaria. Ése es otro de los aspectos que quise mostrar en<br />
libro de Manuel.<br />
Eso es, claro, sólo un aspecto. También hay un ataque al<br />
lenguaje anquilosado, al lenguaje quitinizado. Allí, a mi manera, yo<br />
libré un combate en el plano del idioma, por que pensaba (y lo sigo<br />
pensando) que ése es uno de los problemas más graves que hay en<br />
América Latina, toda esa hipocresía lingüística con la que habrá<br />
que acabar de una vez.<br />
172<br />
173
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
Carta abierta a Roberto Fernández Retamar 7<br />
174<br />
Saignon (Vaucluse), 10 de mayo de 1967<br />
A Roberto Fernández Retamar en La Habana<br />
Mi querido Roberto:<br />
Te debo una carta, y unas páginas para el número de la Revista<br />
que tratará de la situación del intelectual latinoamericano contemporáneo.<br />
Por lo que verás a renglón casi seguido, me resulta más<br />
sencillo unir ambas cosas; hablando contigo, aunque sólo sea desde<br />
un papel por encima del mar, me parece que alcanzaré a decir<br />
mejor algunas cosas que se me almidonarían si les diera el tono<br />
del ensayo, y tú ya sabes que el almidón y yo no hacemos buenas<br />
camisas. Digamos entonces que una vez más estamos viajando<br />
en auto rumbo a Trinidad y que después de habernos apoderado<br />
con gran astucia de los dos mejores asientos, con probable cólera<br />
de Mario, Ernesto y Fernando apiñados en el fondo, reanudamos<br />
aquella conversación que me valió pasar tres maravillosos días en<br />
enero último, y que de alguna manera no se interrumpirá jamás<br />
entre tú y yo.<br />
Prefiero este tono porque palabras como “intelectual” y “latinoamericano”<br />
me hacen levantar instintivamente la guardia, y si<br />
además aparecen juntas me suenan en seguida a disertación del<br />
tipo de las que terminan casi siempre encuadernadas (iba a decir<br />
enterradas) en pasta española. Súmale a eso que llevo dieciséis<br />
años fuera de Latinoamérica, y que me considero sobre todo como<br />
un cronopio que escribe cuentos y novelas sin otro fin que el perseguido<br />
ardorosamente por todos los cronopios, es decir su regocijo<br />
personal. Tengo que hacer un gran esfuerzo para comprender que<br />
a pesar de esas peculiaridades soy un intelectual latinoamericano;<br />
y me apresuro a decirte que si hasta hace pocos años esa clasificación<br />
despertaba en mí el reflejo muscular consistente en elevar los<br />
7<br />
Publicada en la revista Casa de las Américas, Nº 45 (1967) y luego en el<br />
libro Último round, de Julio <strong>Cortázar</strong>. (Nota del editor).<br />
hombros hasta tocarme las orejas creo que los hechos cotidianos<br />
de esta realidad que nos agobia (¿realidad esta pesadilla irreal,<br />
esta danza de idiotas al borde del abismo?) obligan a suspender<br />
los juegos, y sobre todo los juegos de palabras. Acepto, entonces,<br />
considerarme un intelectual latinoamericano, pero mantengo una<br />
reserva: no es por serlo que diré lo que quiero decirte aquí. Si las<br />
circunstancias me sitúan en ese contexto y dentro de él debo hablar,<br />
prefiero que se entienda claramente que lo hago como un ente<br />
moral, digamos lisa y llanamente como un hombre de buena fe, sin<br />
que mi nacionalidad y mi vocación sean las razones determinantes<br />
de mis palabras. El que mis libros estén presentes desde hace años<br />
en Latinoamérica no invalida el hecho deliberado e irreversible de<br />
que me marché de la Argentina en 1951 y que sigo residiendo en un<br />
país europeo que elegí sin otro motivo que mi soberana voluntad<br />
de vivir y escribir en la forma que me parecía más plena y satisfactoria.<br />
Hechos concretos me han movido en los últimos cinco años a<br />
reanudar un contacto personal con Latinoamérica, y ese contacto<br />
se ha hecho por Cuba y desde Cuba; pero la importancia que tiene<br />
para mí ese contacto no se deriva de mi condición de intelectual<br />
latinoamericano; al contrario, me apresuro a decirte que nace de<br />
una perspectiva mucho más europea que latinoamericana, y más<br />
ética que intelectual. Si lo que sigue ha de tener algún valor, debe<br />
nacer de una total franqueza, y empiezo por señalarlo a los nacionalistas<br />
de escarapela y banderita que directa o indirectamente me<br />
han reprochado muchas veces mi “alejamiento” de mi patria o, en<br />
todo caso, mi negativa a reintegrarme físicamente a ella.<br />
En última instancia, tú y yo sabemos de sobra que el problema<br />
del intelectual contemporáneo es uno solo, el de la paz fundada en<br />
la justicia social, y que las pertenencias nacionales de cada uno<br />
sólo subdividen la cuestión sin quitarle su carácter básico. Pero<br />
es aquí donde un escritor alejado de su país se sitúa forzosamente<br />
en una perspectiva diferente. Al margen de la circunstancia local,<br />
sin la inevitable dialéctica del challenge and response cotidianos<br />
que representan los problemas políticos, económicos o sociales<br />
del país, y que exigen el compromiso inmediato de todo intelectual<br />
175
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
consciente, su sentimiento del proceso humano se vuelve por<br />
decirlo así más planetario, opera por conjuntos y por síntesis, y si<br />
pierde la fuerza concentrada en un contexto inmediato, alcanza<br />
en cambio una lucidez a veces insoportable pero siempre esclarecedora.<br />
Es obvio que desde el punto de vista de la mera información<br />
mundial, da casi lo mismo estar en Buenos Aires que en<br />
Washington o en Roma, vivir en el propio país o fuera de él. Pero<br />
aquí no se trata de información sino de visión. Como revolucionario<br />
cubano, sabes de sobra hasta qué punto los imperativos locales, los<br />
problemas cotidianos de tu país, forman por así decirlo un primer<br />
círculo vital en el que debes obrar e incidir como escritor, y que ese<br />
primer círculo en el que se juega tu vida y tu destino personal a la<br />
par de la vida y el destino de tu pueblo, es a la vez contacto y barrera<br />
con el resto del mundo, contacto porque tu batalla es la de la humanidad,<br />
barrera porque en la batalla no es fácil atender a otra cosa<br />
que a la línea de fuego.<br />
No se me escapa que hay escritores con plena responsabilidad<br />
de su misión nacional que bregan a la vez por algo que la rebasa<br />
y la universaliza; pero bastante más frecuente es el caso de los<br />
intelectuales que, sometidos a ese condicionamiento circunstancial,<br />
actúan por así decirlo desde fuera hacia adentro, partiendo de<br />
ideales y principios universales para circunscribirlos a un país, a<br />
un idioma, a una manera de ser. Desde luego no creo en los universalismos<br />
diluidos y teóricos, en las “ciudadanías del mundo” entendidas<br />
como un medio para evadir las responsabilidades inmediatas<br />
y concretas “Vietnam, Cuba, toda Latinoamérica” en nombre de<br />
un universalismo más cómodo por menos peligroso; sin embargo,<br />
mi propia situación personal me inclina a participar en lo que<br />
nos ocurre a todos, a escuchar las voces que entran por cualquier<br />
cuadrante de la rosa de los vientos. A veces me he preguntado<br />
qué hubiera sido de mi obra de haberme quedado en la Argentina;<br />
sé que hubiera seguido escribiendo porque no sirvo para otra<br />
cosa, pero a juzgar por lo que llevaba hecho hasta el momento de<br />
marcharme de mi país, me inclino a suponer que habría seguido<br />
la concurrida vía del escapismo intelectual, que era la mía hasta<br />
entonces y sigue siendo la de muchísimos intelectuales argentinos<br />
de mi generación y mis gustos. Si tuviera que enumerar las causas<br />
por las que me alegro de haber salido de mi país (y quede bien claro<br />
que hablo por mí solamente, y de manera a título de parangón)<br />
creo que la principal sería el haber seguido desde Europa, con<br />
una visión des-nacionalizada, la Revolución Cubana. Para afirmarme<br />
en esta convicción me basta, de cuando en cuando, hablar<br />
con amigos argentinos que pasan por París con la más triste ignorancia<br />
de lo que verdaderamente ocurre en Cuba; me basta hojear<br />
los periódicos que leen veinte millones de compatriotas; me basta<br />
y me sobra sentirme a cubierto de la influencia que ejerce la información<br />
norteamericana en mi país y de la que no se salvan, incluso<br />
creyéndolo sinceramente, infinidad de escritores y artistas argentinos<br />
de mi generación que comulgan todos los días con las ruedas<br />
de molino subliminales de la United Press y las revistas “democráticas”<br />
que marchan al compás de Time o de Life.<br />
Aquí ya puedo hablar en primera persona, puesto que de eso<br />
se trata en los testimonios que nos has pedido. Lo primero que diré<br />
es una paradoja que puede tener su valor si se la mide a la luz de<br />
los párrafos anteriores en que he tratado de situarme y situarte<br />
mejor ¿No te parece en verdad paradójico que un argentino casi<br />
enteramente volcado hacia Europa en su juventud, al punto de<br />
quemar las naves y venirse a Francia, sin una idea precisa de su<br />
destino, haya descubierto aquí, después de una década, su verdadera<br />
condición de latinoamericano? Pero esta paradoja abre una<br />
cuestión más honda: la de si no era necesario situarse en la perspectiva<br />
más universal del viejo mundo, desde donde todo parece<br />
poder abarcarse con una especie de ubicuidad mental, para ir<br />
descubriendo poco a poco las verdaderas raíces de lo latinoamericano<br />
sin perder por eso la visión global de la historia y del hombre.<br />
La edad, la madurez, influyen desde luego, pero no bastan para<br />
explicar ese proceso de reconciliación y recuperación de valores<br />
originales; insisto en creer (y en hablar por mí mismo y sólo por mí<br />
mismo) que, si me hubiera quedado en la Argentina, mi madurez de<br />
escritor se hubiera traducido de otra manera, probablemente más<br />
176<br />
177
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
perfecta y satisfactoria para los historiadores de la literatura, pero<br />
ciertamente menos incitadora, provocadora y en última instancia<br />
fraternal para aquellos que leen mis libros por razones vitales y<br />
no con vistas a la ficha bibliográfica o la clasificación estética. Aquí<br />
quiero agregar que de ninguna manera me creo un ejemplo de esa<br />
“vuelta a los orígenes” –telúricos, nacionales, lo que quieras– que<br />
ilustra precisamente una importante corriente de la literatura<br />
latinoamericana, digamos Los pasos perdidos y, más circunscritamente,<br />
Doña Bárbara. El telurismo como lo entiende entre ustedes<br />
un Samuel Feijóo, por ejemplo, me es profundamente ajeno por<br />
estrecho, parroquial y hasta diría aldeano; puedo comprenderlo<br />
y admirarlo en quienes no alcanzan, por razones múltiples, una<br />
visión totalizadora de la cultura y de la historia, y concentran todo<br />
su talento en una labor “de zona“, pero me parece un preámbulo a<br />
los peores avances del nacionalismo negativo cuando se convierte<br />
en el credo de escritores que, casi siempre por falencias culturales,<br />
se obstinan en exaltar los valores del terruño contra los valores<br />
a secas, el país contra el mundo, la raza (porque en eso se acaba)<br />
contra las demás razas. ¿Podrías tú imaginarte a un hombre de la<br />
latitud de un Alejo Carpentier convirtiendo la tesis de su novela<br />
citada en una inflexible bandera de combate? Desde luego que no,<br />
pero los hay que lo hacen, así como hay circunstancias de la vida<br />
de los pueblos en que ese sentimiento del retorno, ese arquetipo<br />
casi junguiano del hijo pródigo, de Odiseo al final de periplo, puede<br />
derivar a una exaltación tal de lo propio que, por contragolpe lógico,<br />
la vía del desprecio más insensato se abra hacia todo lo demás. Y<br />
entonces ya sabemos lo que pasa, lo que pasó hasta 1945, lo que<br />
puede volver a pasar.<br />
Quedamos, entonces, para volver a mí que soy desganadamente<br />
el tema de estas páginas, que la paradoja de redescubrir a distancia<br />
lo latinoamericano entraña un proceso de orden muy diferente<br />
a una arrepentida y sentimental vuelta al pago. No solamente no<br />
he vuelto al pago sino que Francia, que es mi casa, me sigue pareciendo<br />
el lugar de elección para un temperamento como el mío,<br />
para mis gustos y, espero, para lo que pienso todavía escribir antes<br />
de dedicarme a la vejez, tarea complicada y absorbente como es<br />
sabido. Cuando digo que aquí me fue dado descubrir mi condición<br />
de latinoamericano, indico tan sólo una de las consecuencias de<br />
una evolución más compleja y abierta. Ésta no es una autobiografía,<br />
y por eso resumiré esa evolución en el mero apunte de sus etapas.<br />
De la Argentina se alejó un escritor para quien la realidad, como<br />
lo imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació<br />
un hombre para quien los libros deberán culminar en la realidad.<br />
Ese proceso comportó muchas batallas, derrotas, traiciones y logros<br />
parciales. Empecé por tener conciencia de mi prójimo, en un plano<br />
sentimental y por decirlo así antropológico; un día desperté en<br />
Francia a la evidencia abominable de la guerra de Argelia, yo que de<br />
muchacho había seguido la guerra de España y más tarde la guerra<br />
mundial como una cuestión en la que lo fundamental eran principios<br />
e ideas en lucha. En 1957 empecé a tomar conciencia de lo que<br />
pasaba en Cuba (antes había noticias periodísticas de cuando en<br />
cuando, vaga noción de una dictadura sangrienta como tantas otras,<br />
ninguna participación afectiva a pesar de la adhesión en el plano<br />
de los principios). El triunfo de la Revolución Cubana, los primeros<br />
años del gobierno, no fueron ya una mera satisfacción histórica<br />
o política; de pronto sentí otra cosa, una encarnación de la causa<br />
del hombre como por fin había llegado a concebirla y desearla.<br />
Comprendí que el socialismo, que hasta entonces me había parecido<br />
una corriente histórica aceptable e incluso necesaria, era la<br />
única corriente de los tiempos modernos que se basaba en el hecho<br />
humano esencial, en el ethos tan elemental como ignorado por las<br />
sociedades en que me tocaba vivir, en el simple, inconcebiblemente<br />
difícil y simple principio de que la humanidad empezará verdaderamente<br />
a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación<br />
del hombre por el hombre. Más allá no era capaz de ir, porque,<br />
como te lo he dicho y probado tantas veces, lo ignoro todo de la<br />
filosofía política, y no llegué a sentirme un escritor de izquierda a<br />
consecuencia de un proceso intelectual sino por el mismo mecanismo<br />
que me hace escribir como escribo o vivir como vivo, un<br />
estado en el que la intuición, la participación al modo mágico en<br />
178<br />
179
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
el ritmo de los hombres y las cosas, decide mi camino sin dar ni<br />
pedir explicaciones. Con una simplificación demasiado maniquea,<br />
puedo decir que así como tropiezo todos los días con hombres que<br />
conocen a fondo la filosofía marxista y actúan sin embargo con una<br />
conciencia reaccionaria en el plano personal, a mí me sucede estar<br />
empapado por el peso de toda una vida en la filosofía burguesa, y<br />
sin embargo me interno cada vez más por las vías del socialismo. Y<br />
no es fácil, y ésa es precisamente mi situación actual por la que se<br />
pregunta en esta encuesta. Un texto mío que publicaste hace poco<br />
en la revista Casilla del camaleón puede mostrar una parte de ese<br />
conflicto permanente de un poeta con el mundo, de un escritor con<br />
su trabajo.<br />
Pero para hablar de mi situación como escritor que ha decidido<br />
asumir una tarea que considera indispensable en el mundo que lo<br />
rodea, tengo que completar la síntesis de ese camino que llegó a<br />
su fin con mi nueva conciencia de la Revolución Cubana. Cuando<br />
fui invitado por primera vez a visitar tu país, acababa de leer Cuba,<br />
isla profética, de Waldo Frank, que resonó extrañamente en mí,<br />
despertándome a una nostalgia, a un sentimiento de carencia, a<br />
un no estar verdaderamente en el mundo de mi tiempo aunque en<br />
esos años mi mundo parisiense fuera tan pleno y exaltante como lo<br />
había deseado siempre y lo había conseguido después de más de<br />
una década de vida en Francia. El contacto personal con las realizaciones<br />
de la revolución, la amistad y el diálogo con escritores y<br />
artistas, lo positivo y lo negativo que vi y compartí en ese primer<br />
viaje actuaron doblemente en mí; por un lado tocaba otra vez la<br />
realidad latinoamericana de la que tan alejado me había sentido en<br />
el terreno personal, y por otro lado asistía cotidianamente a la dura<br />
y a veces desesperada tarea de edificar el socialismo en un país tan<br />
poco preparado en muchos aspectos y tan abierto a los riesgos más<br />
inminentes. Pero entonces sentí que esa doble experiencia no era<br />
doble en el fondo, y ese brusco descubrimiento me deslumbró. Sin<br />
razonarlo, sin análisis previo, viví de pronto el sentimiento maravilloso<br />
de que mi camino ideológico coincidiera con mi retorno<br />
latinoamericano; de que esa revolución, la primera revolución<br />
socialista que me era dado seguir de cerca, fuera una revolución<br />
latinoamericana. Guardo la esperanza de que en mi segunda visita<br />
a Cuba, tres años más tarde, te haya mostrado que ese deslumbramiento<br />
y esa alegría no se quedaron en mero goce personal. Ahora<br />
me sentía situado en un punto donde convergían y se conciliaban<br />
mi convicción en un futuro socialista de la humanidad y mi regreso<br />
individual y sentimental a una Latinoamérica de la que me había<br />
marchado sin mirar hacia atrás muchos años antes.<br />
Cuando regresé a Francia luego de esos dos viajes, comprendí<br />
mejor dos cosas. Por una parte, mi hasta entonces vago compromiso<br />
personal e intelectual con la lucha por el socialismo entraría, como<br />
ha entrado, en un terreno de definiciones concretas, de colaboración<br />
personal allí donde pudiera ser útil. Por otra parte, mi trabajo<br />
de escritor continuaría el rumbo que le marca mi manera de ser, y<br />
aunque en algún momento pudiera reflejar ese compromiso (como<br />
algún cuento que conoces y que ocurre en tu tierra) lo haría por las<br />
mismas razones de libertad estética que ahora me están llevando<br />
a escribir una novela que ocurre prácticamente fuera del tiempo<br />
y del espacio histórico. A riesgo de decepcionar a los catequistas y<br />
a los propugnadores del arte al servicio de las masas, sigo siendo<br />
ese cronopio que, como lo decía al comienzo, escribe para su regocijo<br />
o su sufrimiento personal, sin la menor concesión, sin obligaciones<br />
“latinoamericanas” o “socialistas” entendidas como a prioris<br />
pragmáticos. Y es aquí donde lo que traté de explicar al principio<br />
encuentra, creo, su justificación más profunda. Sé de sobra que<br />
vivir en Europa y escribir “argentino” escandaliza a los que exigen<br />
una especie de asistencia obligatoria a clase por parte del escritor.<br />
Una vez que para mi considerable estupefacción un jurado insensato<br />
me otorgó un premio en Buenos Aires, supe que alguna célebre<br />
novelista de esos pagos había dicho con patriótica indignación que<br />
los premios argentinos deberían darse solamente a los residentes<br />
en el país. Esta anécdota sintetiza en su considerable estupidez<br />
una actitud que alcanza a expresarse de muchas maneras pero que<br />
tiende siempre al mismo fin; incluso en Cuba, donde poco podría<br />
importar si habito en Francia o en Islandia, no han faltado los que<br />
180<br />
181
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
se inquietan amistosamente por ese supuesto exilio. Como la falsa<br />
modestia no es mi fuerte, me asombra que a veces no se advierta<br />
hasta qué punto el eco que han podido despertar mis libros en<br />
Latinoamérica se deriva de que proponen una literatura cuya raíz<br />
nacional y regional está como potenciada por una experiencia más<br />
abierta y más compleja, y en la que cada evocación o recreación de<br />
lo originalmente mío alcanza su extrema tensión gracias a esa apertura<br />
sobre y desde un mundo que lo rebasa y en último extremo lo<br />
elige y lo perfecciona. Lo que entre ustedes ha hecho un Lezama<br />
Lima, es decir, asimilar y cubanizar por vía exclusivamente libresca<br />
y de síntesis mágico-poética los elementos más heterogéneos de<br />
una cultura que abarca desde Parménides hasta Serge Diaghilev,<br />
me ocurre a mí hacerlo a través de experiencias tangibles, de<br />
contactos directos con una realidad que no tiene nada que ver con<br />
la información o la erudición pero que es su equivalente vital, la<br />
sangre misma de Europa. Y si de Lezama puede afirmarse, como<br />
acaba de hacerlo Vargas Llosa en un bello ensayo aparecido en la<br />
revista Amaru, que su cubanidad se afirma soberana por esa asimilación<br />
de lo extranjero a los jugos y a la voz de su tierra, yo siento<br />
que también la argentinidad de mi obra ha ganado en vez de perder<br />
por esa ósmosis espiritual en la que el escritor no renuncia a nada,<br />
no traiciona nada sino que sitúa su visión en un plano desde donde<br />
sus valores originales se insertan en una trama infinitamente más<br />
amplia y más rica y por eso mismo –como de sobra lo sé yo aunque<br />
otros lo nieguen– ganan a su vez en amplitud y riqueza, se recobran<br />
en lo que pueden tener de más hondo y de más valedero.<br />
Por todo esto, comprenderás que mi “situación” no solamente<br />
no me preocupa en el plano personal sino que estoy dispuesto<br />
a seguir siendo un escritor latinoamericano en Francia. A salvo<br />
por el momento de toda coacción, de la censura o la autocensura<br />
que traban la expresión de los que viven en medios políticamente<br />
hostiles o condicionados por circunstancias de urgencia, mi<br />
problema sigue siendo, como debiste sentirlo al leer Rayuela, un<br />
problema metafísico, un desgarramiento continuo entre el monstruoso<br />
error de ser lo que somos como individuos y como pueblos<br />
en este siglo, y la entrevisión de un futuro en el que la sociedad<br />
humana culminaría por fin en ese arquetipo del que el socialismo<br />
da una visión práctica y la poesía una visión espiritual. Desde el<br />
momento en que tomé conciencia del hecho humano esencial, esa<br />
búsqueda representa mi compromiso y mi deber. Pero ya no creo,<br />
como pude cómodamente creerlo en otro tiempo, que la literatura<br />
de mera creación imaginativa baste para sentir que me he cumplido<br />
como escritor, puesto que mi noción de esa literatura ha cambiado<br />
y contiene en sí el conflicto entre la realización individual como la<br />
entendía el humanismo, y la realización colectiva como la entiende<br />
el socialismo, conflicto que alcanza su expresión quizá más desgarradora<br />
en el Marat-Sade de Peter Weiss. Jamás escribiré expresamente<br />
para nadie, minorías o mayorías, y la repercusión que tengan<br />
mis libros será siempre un fenómeno accesorio y ajeno a mi tarea;<br />
y sin embargo hoy sé que escribo para, que hay una intencionalidad<br />
que apunta a esa esperanza de un lector en el que reside ya<br />
la semilla del hombre futuro. No puedo ser indiferente al hecho<br />
de que mis libros hayan encontrado en los jóvenes latinoamericanos<br />
un eco vital, una confirmación de latencias, de vislumbres,<br />
de aperturas hacia el misterio y la extrañeza y la gran hermosura<br />
de la vida. Sé de escritores que me superan en muchos terrenos y<br />
cuyos libros, sin embargo, no entablan con los hombres de nuestras<br />
tierras el combate fraternal que libran los míos. La razón es simple,<br />
porque si alguna vez se pudo ser un gran escritor sin sentirse partícipe<br />
del destino histórico inmediato del hombre, en este momento<br />
no se puede escribir sin esa participación que es responsabilidad y<br />
obligación, y sólo las obras que la trasunten, aunque sean de pura<br />
imaginación, aunque inventen la infinita gama lúdica de que es<br />
capaz el poeta y el novelista, aunque jamás apunten directamente a<br />
esa participación, sólo ellas contendrán de alguna indecible manera<br />
ese temblor, esa presencia, esa atmósfera que las hace reconocibles<br />
y entrañables, que despierta en el lector un sentimiento de contacto<br />
y cercanía.<br />
Si esto no es aún suficientemente claro, déjame completarlo<br />
con un ejemplo. Hace veinte años veía yo en un Paul Valéry el más<br />
182<br />
183
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
alto exponente de la literatura occidental. Hoy continúo admirando<br />
al gran poeta y ensayista, pero ya no representa para mí ese ideal.<br />
No puede representarlo quien, a lo largo de toda una vida consagrada<br />
a la meditación y a la creación, ignoró soberanamente (y no<br />
sólo en sus escritos) los dramas de la condición humana que en<br />
esos mismos años se abrían paso en la obra epónima de un André<br />
Malraux y, desgarrada y contradictoriamente pero de una manera<br />
admirable precisamente por ese desgarramiento y esas contradicciones,<br />
en un André Gide. Insisto en que a ningún escritor le<br />
exijo que se haga tribuno de la lucha que en tantos frentes se está<br />
librando contra el imperialismo en todas sus formas, pero sí que sea<br />
testigo de su tiempo como lo querían Martínez Estrada y Camus, y<br />
que su obra o su vida (¿pero cómo separarlas?) den ese testimonio<br />
en la forma que les sea propia. Ya no es posible respetar como se<br />
respetó en otros tiempos al escritor que se refugiaba en una libertad<br />
mal entendida para dar la espalda a su propio signo humano, a su<br />
pobre y maravillosa condición de hombre entre hombres, de privilegiado<br />
entre desposeídos y martirizados.<br />
Para mí, Roberto, y con esto terminaré, nada de eso es fácil. El<br />
lento, absorbente, infinito y egoísta comercio con la belleza y la<br />
cultura, la vida en un continente donde unas pocas horas me ponen<br />
frente a los frescos de Giotto o los Velázquez del Prado, en la curva<br />
del Rialto del Gran Canal o en esas salas londinenses donde se<br />
diría que las pinturas de Turner vuelven a inventar la luz, la tentación<br />
cotidiana de volver como en otros tiempos a una entrega total<br />
y fervorosa a los problemas estéticos e intelectuales, a la filosofía<br />
abstracta, a los altos juegos del pensamiento y de la imaginación, a<br />
la creación sin otro fin que el placer de la inteligencia y de la sensibilidad,<br />
libran en mí una interminable batalla con el sentimiento de<br />
que nada de todo eso se justifica éticamente si al mismo tiempo no<br />
se está abierto a los problemas vitales de los pueblos, si no se asume<br />
decididamente la condición de intelectual del tercer mundo en la<br />
medida en que todo intelectual, hoy en día, pertenece potencial o<br />
efectivamente al tercer mundo puesto que su sola vocación es un<br />
peligro, una amenaza, un escándalo para los que apoyan lenta pero<br />
seguramente el dedo en el gatillo de la bomba. Ayer, en Le Monde,<br />
un cable de la UPI transcribía declaraciones de Robert McNamara.<br />
Textualmente, el secretario norteamericano de la defensa (¿de qué<br />
defensa?) dice esto: “Estimamos que la explosión de un número<br />
relativamente pequeño de ojivas nucleares en cincuenta centros<br />
urbanos de China destruiría la mitad de la población urbana (más<br />
de cincuenta millones de personas) y más de la mitad de la población<br />
industrial. Además, el ataque exterminaría a un gran número<br />
de personas que ocupan puestos clave en el gobierno, en la esfera<br />
técnica y en la dirección de las fábricas, así como una gran proporción<br />
de obreros especializados”. Cito ese párrafo porque pienso<br />
que, después de leerlo, un escritor digno de tal nombre no puede<br />
volver a sus libros como si no hubiera pasado nada, no puede seguir<br />
escribiendo con el confortable sentimiento de que su misión se<br />
cumple en el mero ejercicio de una vocación de novelista, de poeta<br />
o de dramaturgo. Cuando leo un párrafo semejante, sé cuál de los<br />
dos elementos de mi naturaleza ha ganado la batalla. Incapaz de<br />
acción política, no renuncio a mi solitaria vocación de cultura, a mi<br />
empecinada búsqueda ontológica, a los juegos de la imaginación en<br />
sus planos más vertiginosos; pero todo eso no gira ya en sí mismo y<br />
por sí mismo, no tiene ya nada que ver con el cómodo humanismo<br />
de los mandarines de occidente. En lo más gratuito que pueda yo<br />
escribir asomará siempre una voluntad de contacto con el presente<br />
histórico del hombre, una participación en su larga marcha hacia lo<br />
mejor de sí mismo como colectividad y humanidad. Estoy convencido<br />
de que sólo la obra de aquellos intelectuales que respondan a<br />
esa pulsión y a esa rebeldía se encarnará en las conciencias de los<br />
pueblos y justificará con su acción presente y futura este oficio de<br />
escribir para el que hemos nacido.<br />
Un abrazo muy fuerte de tu<br />
Julio<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
Carta a Adelaida y Roberto Fernández Retamar<br />
París, 29 de octubre de 1967<br />
Roberto, Adelaida, mis muy queridos:<br />
Anoche volví a París desde Argel. Sólo ahora, en mi casa, soy<br />
capaz de escribirles coherentemente; allá, metido en un mundo<br />
donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla,<br />
comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme,<br />
mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos<br />
cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones.<br />
Entonces me llegó telefónicamente tu mensaje, Roberto, y entregué<br />
ese texto que debiste recibir y que vuelvo a enviarte aquí por si hay<br />
tiempo de que lo veas otra vez antes de que se imprima, pues sé lo<br />
que son los mecanismos del télex y lo que pasa con las palabras y<br />
las frases. Quiero decirte esto: no sé escribir cuando algo me duele<br />
tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo<br />
que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente.<br />
La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me<br />
parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo<br />
casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a<br />
mí no me queda más que el silencio, hasta quién sabe cuándo; si te<br />
envié ese texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé<br />
cuánto querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París<br />
encontré un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta<br />
palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como si uno<br />
pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo<br />
que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica. Y<br />
eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonará mi silencio, o lo<br />
entenderá mal, no me importa; en todo caso tú sabrás lo que siento.<br />
Mira, allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina<br />
donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra<br />
vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes,<br />
para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas<br />
reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto<br />
que te cuento también me avergüenza porque hablo de mí, la eterna<br />
primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de<br />
decir nada de él. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te<br />
envié antes de tu mensaje. Era mi única manera de abrazarte, a ti y a<br />
Adelaida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti también es esto, lo<br />
único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació<br />
como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que<br />
estemos más juntos.<br />
Che<br />
Yo tuve un hermano. No nos vimos nunca<br />
pero no importaba. Yo tuve un hermano<br />
que iba por los montes<br />
mientras yo dormía.<br />
Lo quise a mi modo<br />
le tomé su voz<br />
libre como el agua,<br />
caminé de a ratos<br />
cerca de su sombra.<br />
No nos vimos nunca<br />
pero no importaba,<br />
mi hermano despierto<br />
mientras yo dormía,<br />
mi hermano mostrándome<br />
detrás de la noche<br />
su estrella elegida.<br />
Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida.<br />
Hasta siempre,<br />
Julio<br />
186<br />
187
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
Incursión en territorio enemigo. En respuesta a la revista Life<br />
(Fragmentos) 8<br />
Lo que sigue se basa en una serie de preguntas que Rita Guibert<br />
me formuló por escrito en nombre de Life, pero antes de contestarlas<br />
me parece indispensable dejar en claro algunas circunstancias<br />
vinculadas con estas páginas. La moral y la práctica quieren<br />
que un escritor exprese habitualmente sus ideas en publicaciones<br />
que pertenecen a su propio campo ideológico e incluso intelectual;<br />
no es esto lo que ocurre aquí, y tanto Life como yo lo sabemos y lo<br />
aceptamos. Desde nuestro primer contacto quedó entendido que<br />
mi consentimiento no solamente no “significaba” una colaboración<br />
para Life, sino que para mí representaba precisamente lo contrario:<br />
una incursión en territorio adversario. Life aceptó este punto de<br />
vista y se dio las garantías necesarias de que mis palabras serían<br />
reproducidas textualmente. Soy, pues, único responsable de ellas;<br />
nadie las ha adaptado a exigencias periodísticas y es justicia decirlo<br />
desde ahora.<br />
Si como usted dice, Life quiere abrirse al diálogo, enhorabuena.<br />
Pero yo necesito una garantía formal, digamos incluso legal,<br />
de que razones “tipográficas”, y otras argucias de última hora no<br />
van a mutilar o alterar mi texto… Yo entregaré un original de mis<br />
respuestas junto con una copia, y en esta copia, un responsable<br />
directo de Life hará constar que el original contiene el mismo texto<br />
hasta la última coma. Esta copia así certificada quedará en mis<br />
manos; si Life modifica luego la entrevista, yo podré iniciar una<br />
acción o protestar, pruebas en mano, en otras publicaciones de<br />
cualquier país(...)<br />
Todo eso suena mal, lo sé. Pero es que todo suena mal en el<br />
mundo de hoy. Hay muchas maneras de matar a los Che Guevara,<br />
y aunque estoy lejos de compararme a él, yo hago también mi<br />
guerrilla desde hace mucho contra el imperialismo yanqui (…) Mi<br />
desconfianza inicial, mi demanda de garantías, sorprendieron a los<br />
8<br />
Tomado de Life en español, Chicago, vol XXXIII, n° 7, 7 de abril de 1969.<br />
(Nota del editor).<br />
188<br />
responsables de Life como sorprenderían a muchos de sus lectores;<br />
empezaré por referirme a esto, pues es una manera de responder<br />
prácticamente a algunas de las preguntas de carácter ideológico y<br />
político que se me formulan. No solamente desconfío de las publicaciones<br />
norteamericanas del tipo de Life, en cualquier idioma en<br />
que aparezcan y muy especialmente en español, sino que tengo el<br />
convencimiento de que todas ellas, por más democráticas y avanzadas<br />
que pretendan ser, han servido, sirven y servirán a la causa<br />
del imperialismo norteamericano, que a su vez sirve por todos los<br />
medios a la causa del capitalismo (…)<br />
El capitalismo norteamericano ha comprendido que su colonización<br />
cultural en América Latina –punta de lanza por excelencia<br />
para la colonización económica y política– exigía procedimientos<br />
más sutiles e inteligentes que los utilizados en otros tiempos; ahora<br />
sabe servirse incluso de instituciones y personas que, en su propio<br />
país y en el exterior, creen combatirlo y neutralizarlo en el terreno<br />
intelectual. Hay algo de diabólico en este aprovechamiento de<br />
las buenas voluntades, de las complicidades inconscientes en las<br />
que caen tantos hombres a quienes la difusión de la cultura les<br />
sigue pareciendo ingenuamente el mejor camino hacia la paz y el<br />
progreso. La buena voluntad de Life puede ser en ese sentido tan<br />
diabólica como la más agresiva de las actitudes del Departamento<br />
de Estado, e incluso más en la medida en que muchos de sus redactores<br />
y la gran mayoría de sus lectores creen sin duda en la utilidad<br />
democrática y cultural de sus páginas. A mí me basta una ojeada a<br />
cualquiera de sus números para adivinar el verdadero rostro que<br />
se oculta tras la máscara; consulten los lectores, por ejemplo, el<br />
número del 11 de marzo de 1968: en la cubierta, soldados norvietnameses<br />
ilustran una loable voluntad de información objetiva; en<br />
el interior, Jorge Luis Borges habla larga y bellamente de su vida y<br />
de su obra; en la contratapa, por fin, asoma la verdadera cara: un<br />
anuncio de la Coca Cola. Variante divertida en el número del 17 de<br />
junio del mismo año: Ho Chi Minh en la tapa, y los cigarrillos Chesterfield<br />
en la contratapa. Simbólicamente, psicoanalíticamente,<br />
189
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
capitalísticamente, Life entrega las claves: la tapa es la máscara, la<br />
contratapa el verdadero rostro mirando hacia América Latina.<br />
Algún lector sobresaltado se estará preguntando cómo es posible<br />
que semejantes juicios se publiquen precisamente en la revista<br />
enjuiciada. Ignora, sin duda, que la dialéctica del diablo consiste<br />
justamente en pagar un alto precio para conseguir, en otro tablero,<br />
ganancias mucho más altas (…) yo sostengo por mi parte que el<br />
capitalismo yanqui se vale de Life como de tantas otras cosas para<br />
sus fines últimos, que requieren la colonización cultural que facilite<br />
la colonización económica de América Latina; hoy sabemos que<br />
CIA ha pagado revistas que hablaban muy mal de la CIA, un poco<br />
como la Iglesia Católica tiene siempre un sector “avanzado” que<br />
arremete contra encíclicas y concilios. La tradición del bufón del<br />
rey no se ha perdido, porque es útil y necesaria para los reyes de<br />
todos los tiempos, aunque los de ahora huelan a petróleo y hablen<br />
con acento tejano.<br />
Algún otro lector igualmente sobresaltado se estará encogiendo<br />
de hombros al darse-cuenta-de-la-verdad: Julio <strong>Cortázar</strong><br />
es comunista, y por consiguiente ve enemigos escondidos en cada<br />
botella de la pausa que refresca. Como ya es hora de entrar en la<br />
entrevista propiamente dicha, será bueno aclarar que mi ideal del<br />
socialismo no pasa por Moscú sino que nace con Marx para proyectarse<br />
hacia la realidad revolucionaria latinoamericana que es una<br />
realidad con características propias, con ideologías y realizaciones<br />
condicionadas por nuestras idiosincrasias y nuestras necesidades,<br />
y que hoy se expresa históricamente en hechos tales como la Revolución<br />
Cubana, la guerra de guerrillas en diversos países del continente,<br />
y las figuras de hombres como Fidel Castro y Che Guevara. A<br />
partir de esa concepción revolucionaria, mi idea del socialismo latinoamericano<br />
es profundamente crítica, como lo saben de sobra mis<br />
amigos cubanos, en la medida en que rechazo toda postergación de<br />
la plenitud humana en aras de una hipotética consolidación a largo<br />
plazo de las estructuras revolucionarias. Mi humanismo es socialista,<br />
lo que para mi significa que es el grado más alto, por universal,<br />
del humanismo; si no acepto la alienación que necesita mantener<br />
el capitalismo para alcanzar sus fines, mucho menos acepto la alienación<br />
que se deriva de la obediencia a los aparatos burocráticos<br />
de cualquier sistema por revolucionario que pretenda ser. Creo,<br />
con Roger Garaudy y Eduardo Goldsticker, que el fin supremo<br />
del marxismo no puede ser otro que el de proporcionar a la raza<br />
humana los instrumentos para alcanzar la libertad y la dignidad<br />
que le son consustanciales; esto entraña una visión optimista de la<br />
historia, como se ve, contrariamente al pesimismo egoísta que justifica<br />
y defiende el capitalismo, triste paraíso de unos pocos a costa de<br />
un purgatorio cuando no de un infierno de millones y millones de<br />
desposeídos. De todas maneras, mi idea del socialismo no se diluye<br />
en un tibio humanismo teñido de tolerancia; si los hombres valen<br />
para mí más que los sistemas, entiendo que el sistema socialista es<br />
el único que puede llegar alguna vez a proyectar al hombre hacia<br />
su auténtico destino; parafraseando el famoso verso de Mallarmé<br />
sobre Poe (me regocija el horror de los literatos puros que lean<br />
esto) creo que el socialismo, y no la vaga eternidad anunciada<br />
por el poeta y las iglesias, transformará al hombre en el hombre<br />
mismo. Por eso rechazo toda solución basada en el sistema capitalista<br />
o el llamado neocapitalismo, y a la vez rechazo la solución<br />
de todo comunismo esclerosado y dogmático; creo que el auténtico<br />
socialismo esta amenazado por las dos, que no solamente no representan<br />
soluciones sino que postergan cada una a su manera, y con<br />
fines diferentes, el acceso del hombre auténtico a la libertad y a la<br />
vida.<br />
Así, mi solidaridad con la Revolución Cubana se basó desde<br />
un comienzo en la evidencia de que tanto sus dirigentes como<br />
la inmensa mayoría del pueblo aspiraban a sentar las bases<br />
de un marxismo centrado en lo que por falta de mejor nombre<br />
seguiré llamando humanismo. No sé de otra revolución que<br />
haya contado con un apoyo más entusiasta de intelectuales y<br />
artistas, naturalmente sensibles a esa tentativa de afirmación y<br />
defensa de valores humanos a partir de una justicia económica<br />
y social. Para un intelectual que poco sabe de economía y de<br />
política esa coincidencia entre hombres como Fidel, el Che, y<br />
190<br />
191
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
la enorme mayoría de los escritores cubanos (para no hablar de<br />
los intelectuales extranjeros) era el signo más seguro de la buena<br />
vía; por eso siempre me inquietaron –y me siguen inquietando–<br />
los conflictos que pueden darse en Cuba o en cualquier otra<br />
revolución socialista entre la plena manifestación del espíritu<br />
crítico revolucionario y otras tendencias más “duras” (quizá<br />
inevitables, pero también superables, pues eso y no otra cosa es<br />
una dialéctica bien entendida) que busquen en el intelectual una<br />
adhesión a ras de trabajo cotidiano, un mero magisterio más que<br />
una libre y alta creación de valores. Subrayo esta cuestión porque<br />
es la mejor manera de contestar a varias preguntas de Life y porque<br />
entiendo que un revolucionario (intelectual o guerrillero, pensador<br />
o ejecutor o ambas cosas, poco importa en este caso) está obligado<br />
a luchar en dos frentes, el exterior y el interior, es decir, contra el<br />
capitalismo que es el enemigo total, y también contra las corrientes<br />
regresivas o esclerosantes dentro de la revolución misma, los<br />
aparatos burocráticos tantas veces denunciados por Fidel Castro,<br />
esa barrera de la que creo ya hablaba Marx y que paulatinamente<br />
va aislando a los dirigentes de su pueblo, condenándolos a mirarse<br />
desde lejos como quien contempla un acuario o forma parte de<br />
éste. Y puesto que he citado a Cuba, quisiera que se entienda<br />
(contestando de paso a una pregunta concreta de Life), que mi<br />
adhesión a su lucha revolucionaria nace de que la creo la primera<br />
gran tentativa en profundidad para rescatar a América Latina del<br />
colonialismo y del subdesarrollo. Cuando se me reprocha mi falta de<br />
militancia política con respecto a la Argentina, por ejemplo, lo único<br />
que podría contestar es, primero, que no soy un militante político<br />
y, segundo, que mi compromiso personal e intelectual rebasa<br />
nacionalidades y patriotismos para servir la causa latinoamericana<br />
allí donde pueda ser más útil. Desde Europa, donde vivo, sé de sobra<br />
que es preferible trabajar en pro de la Revolución Cubana que<br />
dedicarme a criticar el régimen de Onganía o de sus equivalentes<br />
en el cono sur, y que mi mejor contribución al futuro de la Argentina<br />
está en hacer todo lo que pueda para ampliar el ámbito continental<br />
de la Revolución Cubana. Lo he dicho muchas veces, pero habría<br />
que repetirlo: el patriotismo (¿por qué no el nacionalismo, en el que<br />
tan fácilmente desemboca?) me causa horror en la medida en que<br />
pretende someter a los individuos a una fatalidad casi astrológica<br />
de ascendencia y de nacimiento. Yo les pregunto a esos patriotas:<br />
¿por qué no se quedó en la Argentina el Che Guevara? ¿Por qué<br />
no se quedó Régis Debray en Francia? ¿Qué diablos tenían que<br />
hacer fuera de su país? Pienso con algo que se parece al asco en los<br />
que le reprochan a Mario Vargas Llosa que viva en Europa o que<br />
se indignan porque yo asisto a un congreso cultural en La Habana<br />
en vez de ir a dar conferencias en Buenos Aires. Si en la Argentina<br />
las querellas políticas e intelectuales llevaran de una buena vez a<br />
un movimiento de fondo que se enfrentara revolucionariamente<br />
con las oligarquías y el gorilato, nada justificaría mi ausencia;<br />
pero tal como veo las cosas hoy en día, lo poco que puedo hacer<br />
en favor de ese movimiento de fondo lo estoy haciendo a mi<br />
manera desde Francia, como también desde Francia trabajo en pro<br />
de la Revolución Cubana. Y cuando voy a Cuba lo hago con fines<br />
concretos que no tendrían equivalentes válidos en la Argentina<br />
actual: formo parte de un jurado que escoge libros destinados a una<br />
población de la que un alto porcentaje ha salido del analfabetismo<br />
gracias a la obra revolucionaria, y cuya nueva generación está<br />
ansiosa de educación y cultura; trabajo en el comité de colaboración<br />
de la revista de la Casa de las Américas, asisto a un congreso donde<br />
se discute el deber de los intelectuales del tercer mundo frente al<br />
colonialismo económico y cultural, temas que no creo frecuentes<br />
en los congresos de escritores de nuestros países. Todo eso, como<br />
se ve, tiene un objetivo capital: la lucha contra el imperialismo<br />
en todos los planos materiales y mentales, lucha que desde Cuba<br />
y por Cuba sigue proyectándose sobre todo el continente, no sólo<br />
a nivel de la acción, que llega al martirio en las selvas de Bolivia,<br />
en Colombia y Venezuela, sino en las ideas, los diálogos entre<br />
intelectuales y artistas de todos nuestros países, la infraestructura<br />
moral y mental que acabará un día con el gorilato latinoamericano<br />
y con el subdesarrollo que todavía lo explica y hace su triste fuerza.<br />
192<br />
193
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
En una “Carta abierta a Roberto Fernández Retamar”, que ha<br />
sido tema de no pocas polémicas, dije claramente que jamás<br />
renunciaría a ser ante todo y sobre todo un escritor y que esa y no<br />
otra era mi manera de hacer la revolución; pero este aserto no es<br />
una especie de escapismo por la vía de lo sublime, y por eso cuando<br />
Life me pregunta concretamente qué diferencia encuentro entre la<br />
intervención de los soviéticos en Checoslovaquia y la de los norteamericanos<br />
en la República Dominicana y en Vietnam, yo le pregunto<br />
a mi vez si alguno de los reporteros de Life vio niños quemados<br />
con napalm en las calles de Praga. Y cuando me pregunta en base<br />
a qué he desarrollado mi sentimiento antiyanqui, le contesto que<br />
si cualquier sistema imperialista me es odioso, el neocolonialismo<br />
norteamericano disfrazado de ayuda al tercer mundo, alianza para<br />
el progreso, decenio para el desarrollo y otras boinas verdes de<br />
esa calaña me es todavía más odioso porque miente en cada etapa,<br />
finge la democracia que niega cotidianamente a sus ciudadanos<br />
negros, gasta millones en una política cultural y artística destinada<br />
a fabricar una imagen paternal y generosa en la imaginación de las<br />
masas desposeídas e ingenuas. Aquí en París tengo sobrada ocasión<br />
de medir la fuerza con que se implantan los espejismos de la “civilización”<br />
norteamericana; en Moscú también saben de eso, según<br />
parece, y acaso en Checoslovaquia lo supieron demasiado. Si esto<br />
ocurre en países tan altamente desarrollados, ¿qué esperar de nuestras<br />
poblaciones analfabetas, de nuestras economías dependientes,<br />
de nuestras culturas embrionarias? ¿Cómo aceptar, incluso en sus<br />
formas más generosas –las hay, sin duda–, los dones de nuestro peor<br />
enemigo? Cuando se me dice que la ayuda de los Estados Unidos a<br />
Latinoamérica es menos egoísta de lo que parece, entonces me veo<br />
precisado a recordar cifras. En la última conferencia de la Unctad,<br />
celebrada en Nueva Delhi a comienzos de 1968, un informe oficial<br />
(no hablo de comunicados de delegaciones adversarias) indicó lo<br />
siguiente, textualmente: “En el año 1959, los Estados Unidos obtuvieron<br />
en América Latina 775 millones de dólares de beneficios<br />
por concepto de inversiones privadas, de los cuales reinvirtieron<br />
200 y guardaron 575”. Estas son las cosas que prefieren ignorar<br />
tantos intelectuales latinoamericanos que se pasean por los<br />
Estados Unidos en plan de confraternidad cultural y otras comedias.<br />
Yo me niego a ignorarlo, y eso define mi actitud como escritor<br />
latinoamericano. Pero también –listen, American– me enorgullece<br />
que mis libros y los de mis colegas se traduzcan en los Estados<br />
Unidos, donde sé que tenemos lectores y amigos, y jamás me negare<br />
a un contacto con los auténticos valores del país de Lincoln, de Poe<br />
y de Whitman; amo en los Estados Unidos todo lo que un día será<br />
la fuerza de su revolución, porque también habrá una revolución<br />
en los Estados Unidos cuando suene la hora del hombre y acabe<br />
la del robot de carne y hueso, cuando la voz de los Estados Unidos<br />
dentro y fuera de sus fronteras sea, simbólicamente, la voz de Bob<br />
Dylan y no la de Robert MacNamara(…) ¿No habremos inventado<br />
la metafísica por mera pobreza, porque como en la fábula decretábamos<br />
que las uvas estaban verdes? No lo estaban para Platón,<br />
y esa es una metafísica de la nostalgia que pocos entendieron más<br />
allá de lo teórico; tampoco lo estaban para Rimbaud, y esa es ya la<br />
ardiente metafísica del verbo en plena tierra, y tampoco para el Che<br />
Guevara, y esa es la metafísica en el preciso instante en que Aquiles<br />
sabe que jamás alcanzará a la tortuga si se queda en la nostalgia o<br />
en el verbo, pero que sí la alcanzará corriendo tras ella y demostrándole<br />
que el hombre vive aquí abajo y que esa es su verdadera<br />
metafísica, si es capaz de adueñarse de la realidad y aniquilar los<br />
fantasmas inventados por una historia alienante. Creo que Marx<br />
acabó con las metafísicas compensatorias en el plano mental, y que<br />
mostró el camino para liquidarlas en el plano de la praxis; personalmente<br />
no necesito ya de esas metafísicas, creo con Sartre que la<br />
existencia precede a la esencia en la medida en que la existencia es<br />
como Aquiles y la esencia como la tortuga, es decir, que la auténtica<br />
existencia es correr para alcanzar la meta y que esa meta está aquí,<br />
no en el mundo de las ideas platónicas o en los diversos y vistosos<br />
paraísos de las iglesias(…) De paso: ¿hasta cuándo vamos a seguir<br />
pegados a las bibliotecas? Día a día siento que las aparentemente<br />
liquidadas torres de marfil siguen habitadas en todos sus pisos<br />
y hasta en la azotea por una raza de escribas que se horripila de<br />
194<br />
195
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
cualquier acto extraliterario dentro de la literatura, entendiendo<br />
que ésta nace del hombre como un gesto de conformismo y no con<br />
el libre movimiento de Prometeo al robarle el fuego al gorila de su<br />
tiempo. Lo cual me lleva analógicamente una vez más al problema<br />
del “compromiso” del escritor en lo que se refiere a los temas de<br />
que trata, porque los locatarios de las torres de marfil se-ponenpálidos-como-la-muerte<br />
ante la idea de novelizar situaciones o<br />
personajes de la historia contemporánea, puesto que en el fondo su<br />
idea de la literatura es aséptica, ucrónica, y tiende patéticamente a<br />
la eternidad, a ser un valor absoluto y permanente (…)<br />
Cuando publiqué Todos los fuegos el fuego, recibí no pocas<br />
cartas en las que después de alabar la mayoría de los cuentos se<br />
lamentaba la presencia del titulado “Reunión”, cuyos personajes<br />
eran transparentemente el Che y Fidel. Para los ebúrneos,<br />
en efecto, esos no son temas literarios. Por lo que a mí se refiere lo<br />
que ha dejado de ser literario es el libro mismo, la noción de libro;<br />
estamos al borde del vértigo, de las bombas atómicas, acercándonos<br />
a las peores catástrofes, y el libro sólo me parece una de las armas<br />
(estética o política o ambas cosas, pues cada cual debe hacer lo que<br />
le dé la gana mientras lo haga bien) que todavía puede defendernos<br />
del autogenocidio universal en el que colaboran alegremente la<br />
mayoría de las futuras víctimas. Me resulta risible que un novelista<br />
mexicano o argentino tenga úlcera de estómago porque sus libros<br />
no son lo bastante famosos, y que organice minuciosas políticas de<br />
autopromoción para que los editores o la critica no lo olviden; frente<br />
a lo que nos muestra la primera página de los diarios al despertar<br />
con miras a una “duración” cada vez más improbable frente a una<br />
historia en la que los gustos y sus formas de expresión habrán<br />
cambiado vertiginosamente antes de mucho? Cuando me pregunta<br />
qué pienso del futuro de la novela, contesto que me importa tres<br />
pitos; lo único importante es el futuro del hombre, con novelas o<br />
televisores o todavía inconcebibles tiras cómicas o perfumes significantes<br />
o significativos, sin contar que a lo mejor uno de estos<br />
días llegan los marcianos con sus múltiples patitas y nos enseñan<br />
formas de expresión frente a las cuales El Quijote parecerá un<br />
pterodáctilo resfriado. Por mi parte me reservo la úlcera de estómago<br />
para cuando camino por los suburbios de Calcuta, cuando<br />
leo un discurso de Adolf Von Thadden o de Castelo Branco, cuando<br />
descubro, con Sartre, que un niño muerto en Vietnam cuenta más<br />
que La náusea. El futuro de mis libros o de los libros ajenos me tiene<br />
perfectamente sin cuidado; tanto ansioso atesoramiento me hace<br />
pensar en esos locos que guardan sus recortes de uñas o de pelo;<br />
en el terreno de la literatura también hay que acabar con el sentimiento<br />
de la propiedad privada, porque para lo único que sirve la<br />
literatura es para ser un bien común como lo intuyó Lautréamont<br />
de la poesía, y eso no lo decide ni lo regentea ningún autor desde su<br />
torrecita criselefantina.<br />
(…)<br />
Si no hacemos la revolución profunda en todos los planos y<br />
proyectamos al hombre de nuestras tierras hacia la órbita de un<br />
destino más autentico, el verbo sólo será realmente nuestro el día<br />
en que también lo sean nuestras tierras y nuestros pueblos. Mientras<br />
haya colonizadores y gorilas en nuestros países, la lucha por<br />
una literatura latinoamericana debe ser –en su terreno espiritual,<br />
lingüístico y estético– la misma lucha que en tantos otros terrenos<br />
se esta librando para acabar con el imperialismo que nos envilece y<br />
nos enajena.<br />
196<br />
197
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
Policrítica en la hora de los chacales 9<br />
198<br />
Julio-agosto de 1971, La Habana<br />
Explicación del título: hablando de los complejos problemas<br />
cubanos, una amiga francesa mezcló los términos crítica y política,<br />
inventando la palabra policritique. Al escucharla pensé (también en<br />
francés) que entre poli y tique se situaba la sílaba cri, es decir, grito.<br />
Grito político, crítica política en la que el grito está ahí como un<br />
pulmón que respira; así he entendido siempre, así la seguiré sintiendo<br />
y diciendo. Hoy hay que gritar una política crítica, hay que criticar<br />
gritando cada vez que se lo cree justo: sólo así podremos acabar un<br />
día con los chacales y las hienas.<br />
de qué sirve escribir la buena prosa,<br />
de qué vale que exponga razones y argumentos<br />
si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo,<br />
lo mutilan, le sacan lo que quieren, dejan de lado el resto,<br />
vuelven lo blanco negro, el signo más se cambia en signo menos,<br />
los chacales son sabios en los télex,<br />
son las tijeras de la infamia y del malentendido,<br />
manada universal, blancos, negros, albinos,<br />
lacayos si no firman y todavía más chacales cuando firman,<br />
de qué sirve escribir midiendo cada frase,<br />
de qué sirve pesar cada acción, cada gesto que expliquen la<br />
conducta<br />
9<br />
En 1971 el poeta cubano Heberto Padilla es detenido y acusado de actividades<br />
contrarrevolucionarias. Esto determinó que intelectuales de<br />
todo el globo se dirigieran a Fidel Castro mediante una carta, reclamando<br />
una explicación al hecho. Entre los que firmaron la misiva se encuentran<br />
Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Mario Vargas Llosa, Carlos<br />
Fuentes y Julio <strong>Cortázar</strong>. La polémica se extendió hasta una segunda<br />
carta que firmaron 62 intelectuales y que significó el alejamiento de estos<br />
del régimen cubano. <strong>Cortázar</strong> no firmó esa carta. Tanto sus razones<br />
como su posición las expuso en el poema que aquí presentamos, el cual<br />
fue publicado en la revista de la Casa de las Américas en mayo de 1971.<br />
(Nota del editor).<br />
si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias,<br />
los policías disfrazados,<br />
los asesores del gorila, los abogados de los trusts<br />
se encargarán de la versión más adecuada para consumo de<br />
inocentes o de crápulas,<br />
fabricarán una vez más la mentira que corre, la duda que se<br />
instala,<br />
y tanta buena gente en tanto pueblo y tanto campo de tanta<br />
tierra nuestra<br />
que abre su diario y busca su verdad y se encuentra<br />
con la mentira maquillada, los bocados a punto, y va tragando<br />
baba prefabricada, mierda en pulcras columnas, y hay quien<br />
cree<br />
y hay quien olvida el resto, tantos años de amor y de combate,<br />
porque así es, compadre, los chacales lo saben: la memoria es<br />
falible<br />
y como en los contratos, como en los testamentos, el diario de<br />
hoy con sus noticias invalida<br />
todo lo precedente, hunde el pasado en la basura de un presente<br />
traficado y mentido.<br />
Entonces no, mejor ser lo que se es,<br />
decir eso que quema la lengua y el estómago, siempre habrá<br />
quien entienda<br />
este lenguaje que del fondo viene<br />
como del fondo brotan el semen, la leche, las espigas.<br />
Y el que espera otra cosa, la defensa o la fina explicación,<br />
la reincidencia o el escape, nada más fácil que comprar el diario<br />
made in USA<br />
y leer los comentarios a este texto, las versiones de Reuter o<br />
de la UPI<br />
donde los chacales sabihondos le darán la versión satisfactoria,<br />
donde editorialistas mexicanos o brasileños o argentinos<br />
traducirán para él, con tanta generosidad,<br />
las instrucciones del chacal con sede en Washington,<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
las pondrán en correcto castellano, mezcladas con saliva<br />
nacional<br />
con mierda autóctona, fácil de tragar.<br />
No me excuso de nada, y sobre todo<br />
no excuso este lenguaje,<br />
es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes:<br />
los mando a todos a la reputa madre que los parió,<br />
y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que<br />
espero.<br />
Diariamente, en mi mesa, los recortes de prensa: París,<br />
Londres,<br />
Nueva York, Buenos Aires, México City, Río. Diariamente<br />
(en poco tiempo, apenas dos semanas) la máquina montada,<br />
la operación cumplida, los liberales encantados, los<br />
revolucionarios confundidos,<br />
la violación con letra impresa, los comentarios compungidos,<br />
alianza de chacales y de puros, la manada feliz, todo va bien.<br />
Me cuesta emplear esta primera persona del singular, y más me<br />
cuesta<br />
decir: esto es así, o esto es mentira. Todo escritor, Narciso, se<br />
masturba<br />
defendiendo su nombre, el Occidente<br />
lo ha llenado de orgullo solitario. ¿Quién soy yo<br />
frente a los pueblos que luchan por la sal y la vida,<br />
con qué derecho he de llenar más páginas con negociaciones y<br />
opiniones personales?<br />
Si hablo de mí es que acaso, compañero,<br />
allí donde te encuentran estas líneas,<br />
me ayudarás, te ayudaré a matar a los chacales,<br />
veremos más preciso el horizonte, más verde el mar y más<br />
seguro el hombre.<br />
Les hablo a todos mis hermanos, pero miro hacia Cuba,<br />
no sé de otra manera mejor para abarcar la América Latina.<br />
Comprendo a Cuba como sólo se comprende al ser amado,<br />
los gestos, las distancias y tantas diferencias,<br />
las cóleras, los gritos: por encima está el sol, la libertad.<br />
Y todo empieza por lo opuesto, por un poeta encarcelado,<br />
por la necesidad de comprender por qué, de preguntar y de<br />
esperar,<br />
qué sabemos aquí de lo que pasa, tantos que somos Cuba,<br />
Tantos que diariamente resistimos el aluvión y el vómito<br />
de las buenas conciencias,<br />
de los desencantados, de los que ven cambiar ese modelo<br />
que imaginaron por su cuenta y en sus casas, para dormir<br />
tranquilos<br />
sin hacer nada, sin mirar de cerca, la luna de miel barata con su<br />
isla<br />
paraíso<br />
lo bastante lejana para ser de verdad paraíso<br />
y que de golpe encuentran en su cielito lindo les cae en la<br />
cabeza.<br />
Tienes razón Fidel: sólo en la brega hay derecho al<br />
descontento,<br />
sólo de adentro ha de salir la crítica, la búsqueda de fórmulas<br />
mejores,<br />
sí, pero de adentro es tan afuera a veces,<br />
y si hoy me aparto para siempre del liberal a la violeta, de los<br />
que firman los virtuosos textos<br />
por-que-Cu-ba-no-es-eso-que-e-xi-gen-sus-es-que-mas-debu-fe-te,<br />
no me creo excepción, soy como ellos, qué habré hecho por<br />
Cuba más allá del amor,<br />
qué habré dado por Cuba más allá de un deseo, una esperanza.<br />
Pero me aparto ahora de su mundo ideal, de sus esquemas,<br />
precisamente ahora cuando<br />
se me pone en la puerta de lo que amo, se me prohíbe<br />
defenderlo,<br />
es ahora que ejerzo mi derecho a elegir, a estar una vez más y<br />
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Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
más que nunca<br />
con tu Revolución, mi Cuba, a mi manera. Y mi manera torpe,<br />
a manotazos,<br />
es ésta, es repetir lo que me gusta o no me gusta,<br />
aceptando el reproche de hablar desde tan lejos<br />
y a la vez insistiendo (cuántas veces lo habré hecho para el<br />
viento)<br />
en que soy lo que soy, y no soy nada, y esa nada es mi tierra<br />
americana,<br />
Y como pueda y donde este signo siendo tierra, y por sus<br />
hombres<br />
escribo cada letra de mis libros y vivo cada día de mi vida.<br />
Comentario de los chacales (vía México, reproducida con alborozo<br />
en Río de Janeiro y Buenos Aires): “El ahora francés Julio <strong>Cortázar</strong>…<br />
etc.”. De nuevo el patrioterismo de escarapela, cómodo y rendidor, de<br />
nuevo la baba de los resentidos, de tantos que se quedan en sus pozos<br />
sin hacer nada, sin ser oídos más que en sus casas a la hora del bife;<br />
como si en algo dejara yo de ser latinoamericano, como si un cambio<br />
a nivel de pasaporte (y ni siquiera lo es, pero no vamos a poner a<br />
explicar, al chacal se lo patea y se acabó) mi corazón fuera a cambiar,<br />
mi conducta fuera a cambiar, mi camino fuera a cambiar. Demasiado<br />
asco para seguir con esto; mi patria es otra cosa, nacionalista infeliz;<br />
me sueno los mocos con tu bandera de pacotilla, ahí donde estés. La<br />
revolución también es otra cosa; a su término, muy lejos, tal vez infinitamente<br />
lejos, hay una magnífica quema de banderas, una fogata de<br />
trapos manchados por todas las mentiras y la sangre de la historia<br />
de los chacales y los resentidos y los mediocres y los burócratas y los<br />
gorilas y los lacayos.<br />
Y así es, compañeros, si me oyen en La Habana, en cualquier<br />
parte,<br />
hay cosas que no trago,<br />
hay cosas que no puedo tragar en una marcha hacia la luz,<br />
nadie llega a la luz si saca a relucir los podridos fantasmas del<br />
pasado,<br />
si los perjuicios, los tabúes del macho y de la hembra<br />
siguen en sus maletas,<br />
y si un vocabulario de casuistas cuando no de energúmenos<br />
arma la burocracia del idioma y los cerebros, condiciona a los<br />
pueblos<br />
que Marx y que Lenin soñaron libres por dentro y por fuera,<br />
en carne y en conciencia y en amor,<br />
en alegría y trabajo.<br />
Por eso, compañeros, sé que puedo decirles<br />
lo que creo y no creo, lo que acepto y no acepto,<br />
está mi policrítica, mi herramienta de luz,<br />
y en Cuba sé de ese combate contra tanto enemigo,<br />
sé de esa isla de hombres enteros que nunca olvidarán la risa y<br />
La ternura,<br />
que las defenderán enamoradamente,<br />
que cantan y que beben entre turnos de brega, que hacen<br />
guardia fumando,<br />
que son los que buscó Martí, lo que firmaron con su sangre<br />
tantos muertos<br />
a la hora de caer frente a chacales de dentro y a chacales de<br />
fuera.<br />
No seré yo quien proclame al divino botón el coraje de Cuba y<br />
su combate.<br />
Siempre hay alguna hiena maquinada de juez, poeta o crítico,<br />
lista a cantar las loas de lo que odia en el fondo de sus tripas,<br />
pronta a asfixiar la voz de los que quieren el verdadero diálogo,<br />
el contacto<br />
por lo alto y por lo bajo: contacto con ese hombre que manda<br />
en el peligro porque el pueblo<br />
cuenta con él y sabe<br />
que está ahí porque es justo, porque en él se define<br />
la razón de la lucha, del duro derrotero,<br />
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203
Testimonios de una escritura política<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
OTROS TESTIMONIOS<br />
porque jugó su vida con Camilo y el Che y tantos que pueblan<br />
de huesos y memorias la tierra de la palma;<br />
y también en contacto con el otro, el sencillo camarada que<br />
necesita la palabra y el rumbo<br />
para impulsar mejor la máquina, para cortar mejor la caña.<br />
Nadie espere de mí el elogio fácil,<br />
pero hoy es más que nunca tiempo de decisión y de aguas<br />
claras:<br />
diálogo pido, encuentro en las borrascas, policríticas diarias,<br />
no acepto la repetición de humillaciones torpes,<br />
no acepto risas de los fariseos convencidos de que todo anda<br />
bien después de cada ejemplo,<br />
no acepto la intimidación ni la vergüenza. Y es por eso que<br />
acepto<br />
la crítica de veras, la que viene de aquel que aguanta en el<br />
timón,<br />
de aquellos que pelean por una causa justa, allá o aquí, en lo<br />
alto o en lo bajo,<br />
y reconozco la torpeza de pretender saberlo todo desde un mero<br />
escritorio<br />
y busco humildemente la verdad en los hechos de ayer y de<br />
mañana,<br />
y te busco la cara, Cuba la muy querida, y soy el que fue a ti<br />
como se va a beber el agua, con la sed que será racimo o canto.<br />
Revolución hecha de hombres,<br />
llena estarás de errores y desvíos, llena estarás de lágrimas y<br />
ausencias,<br />
pero a mí, a los que tantos en horizontes somos pedazos de<br />
América Latina,<br />
tú nos comprenderás al término del día,<br />
volveremos a vernos, a estar juntos, carajo,<br />
contra hienas y cerdos y chacales de cualquier meridiano,<br />
contra tibios y flojos y escribas y lacayos<br />
en París, en La Habana o Buenos Aires,<br />
contra lo peor que duerme en lo mejor, contra el peligro<br />
de quedarse atascado en plena ruta, de no cortar los nudos<br />
machetazo limpio,<br />
así yo sé que un día volveremos a vernos,<br />
buenos días, Fidel, buenos días, Haydée, buenos días mi Casa,<br />
mi sitio en los amigos y en las calles, mi buchito, mi amor,<br />
mi caimancito herido y más vivo que nunca,<br />
yo soy esta palabra mano a mano como otros son tus ojos o tus<br />
músculos,<br />
todos juntos iremos a la zafra futura,<br />
al azúcar de un tiempo sin imperios ni esclavos.<br />
Hablémonos, eso es de hombres: al comienzo<br />
fue el diálogo. Déjame defenderte<br />
cuando asome el chacal de turno, déjame estar ahí. Y si no lo<br />
quieres,<br />
oye, compadre, olvida tanta crisis barata. Empecemos de nuevo,<br />
di lo tuyo, aquí estoy, aquí te espero; toma, fuma conmigo,<br />
largo es el día, el humo ahuyenta los mosquitos. Sabes,<br />
nunca estuve tan cerca<br />
como ahora, de lejos, contra viento y marea. El día nace.<br />
Julio <strong>Cortázar</strong><br />
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205
Índice<br />
Breve introducción 7<br />
Nota editorial 11<br />
Nicaragua tan violentamente dulce 13<br />
Noticia para viajeros 15<br />
Apuntes al margen de una relectura de 1984 16<br />
Apocalipsis de Solentiname 25<br />
Nicaragua la nueva 32<br />
El pueblo de Nicaragua, maestro de sí mismo 43<br />
Bocetos de Nicaragua 49<br />
Nicaragua desde adentro (I) 60<br />
Nicaragua desde adentro (II) 63<br />
Nicaragua desde adentro (III) 66<br />
Nicaragua desde adentro (IV) 69<br />
Aquí, la dignidad y la belleza 72<br />
Vigilia en Bismuna 75<br />
Retorno a Solentiname 78<br />
El escritor y su quehacer en América Latina 82<br />
Discurso de recepción de la orden Rubén Darío 95<br />
Las batallas desiguales 104<br />
Un sueño realizado: El arte de las Américas llega a Nicaragua 109<br />
Nicaragua: el fast food de las noticias 121<br />
De diferentes maneras de matar 125<br />
“Buenas noches” 130<br />
Otros testimonios 159<br />
Entrevista por Omar Prego 161<br />
Carta abierta a Roberto Fernández Retamar 174<br />
Carta a Adelaida y Roberto Fernández Retamar 186<br />
Incursión en territorio enemigo. En respuesta<br />
a la revista Life (Fragmentos) 188<br />
Policrítica en la hora de los chacales 198
3.000 ejemplares<br />
Se terminó de imprimir en la<br />
Fundación Imprenta de la Cultura<br />
Caracas, julio de 2014