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Liberalismo progresista - Miguel Ángel Quintana Paz

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estaríamos demostrando que tenemos muy claros los fundamentos teóricos según los cuales<br />

las notas obsesivas propias del nacionalismo mal casan con el desprendimiento liberal 6 .<br />

Como conclusión, pues, y si me toleran el uso de cierta terminología filosófica, cabría<br />

aseverar sin grandes riesgos que el término “liberal” adolece no sólo de lo que Aristóteles<br />

llamaría diversos significados análogos –cuya riqueza e interacción mutua pudieran, al fin y<br />

al cabo, resultarnos fructíferas–; sino que muchos de los sentidos que se encierran bajo ese<br />

nombre son ciertamente equívocos, y sólo pueden conducir a la confusión, si no al engaño<br />

intencionado. Incluso alguien como todo un Rafael Termes, al que hoy nos resultaría difícil<br />

calificar como “liberal <strong>progresista</strong>” pero no como “conservador”, no dudaba, tal vez en virtud<br />

de su sólida formación tomista, en reconocer esta necesidad de discernir (o, como acaso dirían<br />

Torme o Nebreda, “adjetivar”) entre diversos tipos de liberalismo 7 , pues no todo el campo<br />

liberal es orégano (o, al menos, no todo es el mismo tipo de orégano). La obligación de<br />

cualquiera que utilice el término “liberal” y quiera ser franco es, por consiguiente, la de<br />

aclarar lo más cortésmente que pueda qué es aquello que entiende que esa palabra implica<br />

(¿acaso sólo alude a aspectos económicos?, ¿tal vez va más allá e incorpora valores éticos<br />

también?); y justamente al tratar de explicarnos a nosotros mismos qué es lo que entendemos<br />

por liberalismo es como hemos venido a dar algunos con el epíteto de “<strong>progresista</strong>”, que no es<br />

sino una forma de poner de manifiesto que –como liberal <strong>progresista</strong>– uno percibe que casa<br />

bastante poco en numerosos aspectos con aquellos “conservadores deseosos de pagar menos<br />

impuestos” a que nos hemos referido antes (aunque uno también quiera pagar menos<br />

impuestos siempre que le sea posible, claro).<br />

* * * * *<br />

Ahora bien, lo que llevamos hasta ahora sopesado puede arrojarnos hacia un nuevo<br />

interrogante no baladí: ¿Por qué hay tanta gente que desea (casi a toda costa) llamarse liberal?<br />

Esta pregunta se nos vuelve aún más misteriosa si caemos en la cuenta que el liberalismo es<br />

6 Tales fundamentos teóricos están tratados más explícitamente, si se me excusa la referencia propia, en <strong>Miguel</strong><br />

<strong>Ángel</strong> <strong>Quintana</strong> <strong>Paz</strong>: “Qué es el multiculturalismo (y qué no es)”. Manuales formativos ACTA, n. 51 (2009), 19-<br />

34. Con todo, hablar de estas dificultades que tiene el nacionalismo para acatar el principio liberal de la máxima<br />

libertad del individuo no debería ser hoy en día algo sorprendente, pues fue detectado eficazmente hace ya siglo<br />

y medio por todo un Lord Acton, que arguyó sobre ello en uno de los textos más tempranos de toda la literatura<br />

existente acerca de los movimientos nacionalistas: John E. E. Dalberg-Acton, Lord Acton: “Nationality”. The<br />

Home and Foreign Review, n. 1 (julio 1862), 1-25.<br />

7 Véase Rafael Termes: “Prólogo”, en Caridad Velarde: Hayek. Una teoría de la justicia, la moral y el Derecho.<br />

Madrid: Civitas, 1994.<br />

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