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Esclavos-del-franquismo-Trabajos-forzados_VAL

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Batallones Disciplinarios<br />

Florentino Hernández Gilbal<br />

Para: Historia y Vida Nº31 - febrero de 1979<br />

Pero, quienes ingenuamente pensaron que el espíritu cristiano del que venían haciendo gala<br />

los vencedores, aconsejaba una política de mutuo perdón y de reconciliación, sufrieron una<br />

amarga decepción. Pronto se convencieron de que la guerra aún no había terminado para<br />

ellos. Otra peor que la extinguida continuaba enfrentando a españoles contra españoles.<br />

Empezó una guerra solapada y traidora en la que se usaba de la delación, de la calumnia y de<br />

la intriga para ponerlas al servicio de bajas pasiones y de terribles venganzas. Una guerra en la<br />

que no se podía combatir porque atacaban por la espalda sin conocer casi nunca quien fuera el<br />

cobarde delator. Así hombres que todo lo habían sacrificado por su ideales, en la derrota, en la<br />

guerra civil o mejor diríamos incivil, hubieron de sufrir muerte ignominiosa o sañudas<br />

persecuciones. De esta manera se fue creando un ambiente de terror. Esto empezó en abril de<br />

1939 y continuó varios años más. La represión fue larga, durísima y cruel. Se llenaron las<br />

cárceles habilitando para ello múltiples e inapropiados edificios como conventos de monjas y<br />

de curas, pabellones de bailes, antiguos almacenes de tabacalera, etc., etc., en celdas que<br />

correspondían a tres baldosas por hombre tendido de costado, para poder mal dormir, de un<br />

evacuatorio para decenas y decenas de presos, trato desconsiderado, vejaciones continuas,<br />

castigos frecuentes y alimentación insuficiente y mala. ¿Dónde estaba la proverbial<br />

caballerosidad española hacia el vencido que tanto enaltecía la historia de España, su historia?<br />

Los miles y miles de hombres encarcelados llevados a terribles consejos de guerra, muchos de<br />

ellos sin otro delito que el de haber combatido en el Ejército Republicano o haber pertenecido<br />

a partidos políticos plenamente legales hasta julio de 1936 o haber defendido la República con<br />

su pluma o haber ocupado cargos durante ella, o haber dirigido sindicatos obreros. Fueron<br />

juzgados sin ninguna garantía. La calificación fiscal, basada únicamente en piezas de cargo<br />

sin probar, era siempre la de adhesión, auxilio, y excitación a la rebelión. Peregrina figura<br />

jurídica sin lógica alguna. ¿A que tanto rigor si estaban silenciosas las armas y el aire de<br />

España había dejado de temblar y sacudido por las explosiones? Ninguno tenía ya un arma en<br />

las manos y estaban todos rendidos. Totalmente desorganizados en derrota. ¿A qué pues tanto<br />

encarnizamiento? Así fue como un crecido número de españoles inermes entregados a la<br />

generosidad de los vencedores pasaron pronto a representar a lo vivo, durante meses y años en<br />

trágicas sacas desde las bien nutridas prisiones. Sí, esto fue realmente lo que pasó sin que una<br />

voz humana y generosa hiciera intención de detenerlo. Hubo ensañamiento, odio, violencia y<br />

hasta vileza. ¿Por qué hacer reos de culpas solamente a los vencidos? Puestos a castigar los<br />

horrores de la guerra civil podían los vencedores haberse mostrado igualmente inexorables<br />

con los miles de delitos y asesinatos cometidos en su campo, que probado está, fueron<br />

innumerables. Pero no, todos quedaron impunes.<br />

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