EL-PRELUDIO-DE-UNA-NUEVA-HISTORIA-INTERMINABLE-pdf
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<strong>EL</strong> PR<strong>EL</strong>UDIO <strong>DE</strong> <strong>UNA</strong> <strong>NUEVA</strong> <strong>HISTORIA</strong> <strong>INTERMINABLE</strong><br />
—Un momento... yo... ¡no debería estar aquí! —me oí gritar mientras mis ojos<br />
acababan de adaptarse, desapareciendo paulatinamente una especie de velo negro que<br />
los cegaba.<br />
Mi voz resonaba como si estuviera en un túnel, sin llegar a hacerse eco. Pero no,<br />
estaba en un pequeño claro, en un bosque de pequeños y retorcidos árboles que<br />
cernían sobre mí sus frondosas copas hasta dejar apenas un sumidero de luz solar. Una<br />
luz rojiza, como de un día que moría lentamente, desangrado...<br />
—Es increíble... —escuché que decía una voz que también resonaba. Era como<br />
escuchar truenos y campanas a la vez. Era más un sonido que una voz, pero sin duda<br />
hablaba, y la comprendía—. Incluso ahora tiene humor y tiempo para ponerse<br />
narrativo...<br />
Me asusté. Miré en torno a mí. La voz parecía venir de todas partes al mismo<br />
tiempo. A un lado algo parecía removerse hacia mí desde la oscuridad entre los<br />
torcidos y delgados troncos.<br />
—No es sorprendente. Es muy posible que todos en su mundo sean así —repuso<br />
una voz que parecía hablar como desde debajo del agua, con un deje burlón—.<br />
Cuando toda preocupación de estas gentes es únicamente la de imaginar cuanto<br />
acontece, ¿qué creíais que harían cuando algo les turba? Pues, obviamente, reflexionar<br />
acerca de ello con la parsimonia a que está acostumbrada su lánguida personalidad...<br />
El dueño de la voz dejó atrás la masa del bosque para acercarse a la luz del claro.<br />
Me tambaleé inquieto al intentar ponerme en pie, con las piernas temblorosas de<br />
confusión y emoción. Reconocía a ese hombre. Los pantalones y botas tejanas, ambos<br />
negros. El chaleco azul claro bajo la oscura gabardina abierta. Su cara cubierta por<br />
una careta de cristal negro que no reflejaba absolutamente nada, salvo tenues brillos<br />
de la luz. Su voz.<br />
— ¡Tú! —me oí decir con una voz que parecía ir a quebrarse en llanto. Yo mismo<br />
me asusté del descontrol en mis emociones—. ¡Tú eres...!<br />
—Es El Rostro De La Locura, sí —dijo cansada una voz rasposa, a mi izquierda—.<br />
Menuda sorpresa, ¿ein? Sé lo que es sentir que pierdes el control de tu propio mundo,<br />
muchachito... ¡Muy bien! ¿Lo recuerdas?<br />
Aquel hombre... Su ancho sombrero negro, su piel pálida pero escamosa, el largo<br />
abrigo negro, abotonado hasta el cuello. Me miraba con sus pupilas dilatadas, como<br />
un animal a punto de saltar sobre su presa, unos ojos totalmente negros dentro de su<br />
seca calavera... Le reconocía también, pero me asustó su odio. ¿Me odiaba? Me<br />
parece que sí. Me odiaba. Aunque aún no comprendía bien por qué... No tenía<br />
decidido su destino.<br />
—Es evidente que hemos llegado pronto —volvió a resonar el trueno y la<br />
campana, haciéndome llevarme las manos a los oídos. No es que me hiciera daño,<br />
pero la sensación de omnipresencia del sonido era muy extraña—. No sabe muchas de<br />
las cosas que ha hecho. Mirad lo que piensa. ¡Está perdido del todo!