Las opiniones expresadas <strong>en</strong> el pres<strong>en</strong>te docum<strong>en</strong>to son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariam<strong>en</strong>te repres<strong>en</strong>tan <strong>la</strong>s de Fundación para el Progreso, ni <strong>la</strong>s de su Directorio, S<strong>en</strong>ior Fellows u otros miembros.
LOS DERECHOS EN LA TEORÍA LIBERAL: UNA INTRODUCCIÓN Jean Masoliver Aguirre Ci<strong>en</strong>tista Político Investigador sub-área político institucional, Fundación para el Progreso Resum<strong>en</strong>: El concepto de «derecho» es un tema recurr<strong>en</strong>te <strong>en</strong> <strong>la</strong> discusión actual. El <strong>liberal</strong>ismo consiste <strong>en</strong> un cuerpo de ideas consist<strong>en</strong>te y coher<strong>en</strong>te tal que conti<strong>en</strong>e <strong>una</strong> propuesta del concepto de <strong>derechos</strong>. Aunque el tema no está zanjado por ningún motivo, sí podemos <strong>en</strong>contrar <strong>la</strong> idea de <strong>derechos</strong> <strong>en</strong> el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to <strong>liberal</strong>. El esquema utilizado es el que nos <strong>en</strong>trega John Locke, luego reinterpretado por Robert Nozick y Murray Rothbard. Así, los <strong>derechos</strong> son tres: vida, propiedad y libertad. Finaliza reflexionando sobre el principio de no agresión como elem<strong>en</strong>to estructural de <strong>la</strong> ética <strong>liberal</strong>. Pa<strong>la</strong>bras c<strong>la</strong>ve: <strong>derechos</strong>, <strong>liberal</strong>ismo, ética, libertad Com<strong>en</strong>cemos con <strong>una</strong> pequeña historia. 1 Existe el mundo <strong>en</strong> estado prístino. Adornado está de árboles y animales. Las verdes praderas demuestran <strong>la</strong> inexist<strong>en</strong>cia de <strong>la</strong> mano del hombre, volvi<strong>en</strong>do este paisaje algo muy parecido a lo que <strong>en</strong>t<strong>en</strong>demos por paraíso. Luego el hombre está ahí, libre de coacción, libre de responsabilidades. Pero surge inmediatam<strong>en</strong>te su primer deber, que es impuesto por su mera exist<strong>en</strong>cia: sobrevivir. El individuo toma conci<strong>en</strong>cia de sí y se da cu<strong>en</strong>ta que precisa de comida, abrigo y techo para mant<strong>en</strong>erse con vida. Toma de los árboles su madera, de los animales sus pieles, de <strong>la</strong> tierra sus nutri<strong>en</strong>tes y hace uso de sus manos, fuerza, <strong>en</strong>ergía, intelecto y creatividad para aquello. Se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra con otros, qui<strong>en</strong>es, <strong>en</strong> su misma situación, también hac<strong>en</strong> uso de lo que está a su alrededor para sobrevivir. Ahí, el primer sujeto —que, para fines prácticos, y para escapar de <strong>la</strong> lógica masculinizante, l<strong>la</strong>maremos Constanza— se da cu<strong>en</strong>ta que su forma de hacer hachas —su capacidad y habilidad— para ta<strong>la</strong>r los árboles es distinta de <strong>la</strong> que ti<strong>en</strong>e su vecino más próximo. Mas el<strong>la</strong> ost<strong>en</strong>ta mejores capacidades para empr<strong>en</strong>der con éxito otro tipo de tareas que su vecino no domina, como hacer techos para chozas. Su vecino, por su parte, también se percata de esta situación. ¿Qué hac<strong>en</strong> Constanza y su vecino? Decid<strong>en</strong> trocar, esto es, intercambiar bi<strong>en</strong>es y servicios: él le dará un hacha y el<strong>la</strong> hará el techo para su choza, por ejemplo. Ambos obti<strong>en</strong><strong>en</strong> b<strong>en</strong>eficios de su acuerdo. Librem<strong>en</strong>te hicieron uso de su cuerpo e intelecto —podríamos l<strong>la</strong>marle a esto su personalidad dado que ningún individuo es igual a otro— para satisfacer sus necesidades intercambiando propiedades. La pequeña historia de Constanza se replica <strong>en</strong> todos nosotros cotidianam<strong>en</strong>te: t<strong>en</strong>emos necesidades, buscamos satisfacer<strong>la</strong>s con otros y obt<strong>en</strong>emos b<strong>en</strong>eficios de aquello. Por supuesto que este tipo de proceso lo t<strong>en</strong>emos absolutam<strong>en</strong>te naturalizado, por lo que rara vez nos percatamos de <strong>la</strong> mecánica que lo compone. Esto no lo vemos <strong>en</strong> todas partes del globo terráqueo. En Corea del Norte, por ejemplo, los ciudadanos no ti<strong>en</strong><strong>en</strong> <strong>la</strong> oportunidad de tomar conci<strong>en</strong>cia de su propia situación para satisfacer sus necesidades. El Estado cumple ese proceso de <strong>una</strong> manera muy insatisfactoria, como <strong>la</strong>s estadísticas, informes de pr<strong>en</strong>sa y biografías de los que escaparon lo demuestran. Tampoco, si ti<strong>en</strong><strong>en</strong> alg<strong>una</strong> necesidad, los ciudadanos pued<strong>en</strong> intercambiar sus bi<strong>en</strong>es y servicios <strong>en</strong> función de <strong>la</strong>s valoraciones subjetivas que 1 Esta historia ti<strong>en</strong>e como refer<strong>en</strong>cia el re<strong>la</strong>to que Rothbard hace <strong>en</strong> su libro. Rothbard, Murray N., La ética de <strong>la</strong> libertad, Madrid, Unión Editorial, 2a. ed., 2009, p. 60 y sigui<strong>en</strong>tes, trad. al esp. por Marciano Vil<strong>la</strong>nueva Sa<strong>la</strong>s. [Vers. orig., The Ethics of Liberty, At<strong>la</strong>ntic High<strong>la</strong>nds, NJ, Humanities Press, 1982]. — 1