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AguaTinta Nº15

Erotismo y Sexualidad - Julio de 2016

Erotismo y Sexualidad - Julio de 2016

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The Peacock Skirt, de Aubrey Beardsley, para la obra<br />

Salomé, de Oscar Wilde (1892)<br />

El aperitivo (1928)<br />

o con el propio espectador; bellezas clásicas, elegantes,<br />

pero también fuertes. Influenciada por el Manierismo,<br />

el Cubismo y el Romanticismo, la artista lleva a cabo<br />

imágenes explícitas ambientadas en el mundo clásico,<br />

oriental, o en el siglo XVIII, realizadas con delicadas<br />

líneas de dibujo que revelan su pasión por la obra del<br />

pintor británico Aubrey Beardsley. Fue, junto a la polaca<br />

Tamara de Lempicka, una de las máximas exponentes del<br />

Art Decó de su tiempo.<br />

Gerda Wegener conocía los códigos de la feminidad<br />

de la época, vividos desde dentro, en carne propia, y<br />

observados desde fuera, como pintora influenciada<br />

por todo aquello que ocurría a su alrededor. Frente a<br />

la novedosa visión de la belleza femenina expresada<br />

por Picasso, o las líneas puras de Henri Matisse que<br />

resaltaban las curvas del cuerpo femenino, las mujeres<br />

representadas por Gerda van un paso adelante, pues<br />

no son ya objetos de deseo masculino, sino sujetos<br />

con deseo propio, plenamente conscientes de cómo<br />

despertar el interés del espectador. Su bisexualidad<br />

y su gran capacidad de observación llevó a Gerda a<br />

representar la belleza de la mujer a través de la empatía,<br />

el entendimiento y el deseo erótico. Los personajes<br />

se mueven y actúan con gran confianza, sabiéndose<br />

observados, perseguidos por las miradas de extraños y a<br />

un tiempo actuando como espectadores. Este ambiente<br />

se nos presenta como una suerte de teatro en el que<br />

los protagonistas, en un movimiento errante y pleno<br />

de elegancia, conforman un universo de gran belleza<br />

e impacto, impregnado a su vez de una fuerte carga<br />

erótica.<br />

Los locos años veinte<br />

Europa quedó traumatizada tras la Primera Guerra<br />

Mundial, y en París reinaba un anhelo de vida, exaltación<br />

y deseo de disfrutar de todo aquello que había sido<br />

destrozado y prohibido en esos años dominados por la<br />

sangre y el sufrimiento. La capital francesa se convirtió en<br />

el lugar predilecto de artistas, escritores y poetas, en un<br />

hervidero de nuevos movimientos artísticos y en el caldo<br />

de cultivo perfecto para el desarrollo de las vanguardias.<br />

Gerda Wegener fue una curiosa observadora de todo<br />

aquello que estaba sucediendo a su alrededor, y este<br />

nuevo y frívolo París permitió al matrimonio vivir su<br />

singular affaire, del que juego e identidad fueron parte<br />

central. Y es que pronto comenzó a aparecer, entre<br />

todas las muchachas representadas por Gerda, un<br />

rostro repetido de manera incansable, que a menudo<br />

acompañaba al autorretrato de la artista. Esta misteriosa<br />

modelo no era otra que Lili Elbe, la imagen femenina<br />

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