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DOLOR, PLACER Y ESTADOS MENTALES EN LOS ANIMALES VERTEBRADOS<br />
Autor: Lorena del C. Jiménez Naranjo<br />
Dirección de Bioética y Vida Silvestre, Dirección General de Zoológicos y Vida Silvestre.<br />
istóricamente, los animales han sido<br />
considerados como cosas, objetos o como<br />
máquinas autómatas, carentes de sentimientos<br />
y sobretodo de la capacidad de experimentar<br />
dolor. Sin embargo, gracias a la teoría de la “continuidad<br />
evolutiva”, se sabe que el ser humano y el resto de los<br />
animales vertebrados, comparten muchas características<br />
anatómicas, fisiológicas y de comportamiento, con<br />
intereses o necesidades que los hace sujetos de<br />
consideración ética y jurídica (Vanda, 2012).<br />
Como principal argumento en este sentido, es<br />
importante mencionar que una característica común a<br />
todos los vertebrados, es la presencia de un sistema<br />
nervioso central funcional, que les confiere la capacidad<br />
de experimentar placer y dolor, con numerosas<br />
evidencias de que éste último, lo experimentan de forma<br />
sensible y consciente (Hickman et al, 2009; León- Olea,<br />
2002). Aunado a lo anterior, cabe resaltar que tienen la<br />
capacidad de darse cuenta de lo que sucede en su<br />
entorno, lo que a su vez hace que los animales posean<br />
intereses o necesidades (Singer, 1999), entre los que<br />
destacan no sufrir ni padecer dolor, conservar la vida,<br />
alimentarse, no ser depredado, reproducirse, convivir<br />
con otros miembros de su especie, entre muchos otros.<br />
Por otra parte, los animales también cuentan con<br />
las estructuras neuroanatómicas para experimentar<br />
emociones, que se originan y controlan en el sistema<br />
límbico, conformado por varias estructuras<br />
cerebrales, entre las que destacan el tálamo, el<br />
hipotálamo, el hipocampo, la amígdala, el cíngulo y la<br />
circunvolución del cíngulo (Edwards et al, 2006).<br />
Por lo anterior, como profesionistas a cargo del<br />
bienestar de los animales, es imperativo procurarles en<br />
todo momento una buena vida, tanto física como mental,<br />
con el principal propósito de satisfacer y proteger sus<br />
necesidades, pues ignorarlas es moral y éticamente<br />
reprobable, pues no debemos olvidar que tenemos el<br />
privilegio de la integridad física y emocional de estos<br />
individuos en nuestras manos, y como tal debemos<br />
tomarlo con seriedad y con la responsabilidad que amerita.<br />
Nuestras obligaciones en este sentido no sólo son<br />
de carácter ético sino también legal, perspectivas<br />
desde las cuales para ser justos en nuestra relación<br />
con estos individuos, se nos demanda satisfacer todas<br />
sus necesidades, y de la misma forma, se nos prohíbe<br />
cualquier acción en su perjuicio. Una forma de justicia<br />
implica practicar y fomentar la empatía por otras<br />
formas de vida, a través del cuidado y respeto hacia<br />
ellos, en consideración a sus capacidades cognitivas y<br />
emocionales, de tal forma que siempre se vean<br />
favorecidos por nuestras acciones.<br />
Referencias<br />
Edwards C, Hernández S, Vanda B. ¿Existen o no emociones en los animales?. AMMVEPE 2006;<br />
17 (4): 188-190.<br />
Singer P (1999). Liberación Animal. 2ª ed. Trotta: Valladolid.<br />
Hickman CP, Roberts LS, Larson A, I’Anson, Eisenhour DJ (2002). Principios Integrales de Zoología.<br />
13a. ed. McGRaw-Hill Interamericana: Madrid.<br />
León-Olea M.: Evolución filogenética del dolor. Cienc cult 2002; 46(9): 19-24.<br />
Vanda B . El estatus ético y jurídico de los animales no humanos. Biosðos. Diálogos Bioéticos<br />
2012; (4):25-28.<br />
Las emociones son construcciones mentales<br />
(experiencias subjetivas) que le permiten al individuo<br />
relacionarse con su entorno, y actuar de manera que les<br />
sea más fácil adaptarse y sobrevivir, y se puede saber que<br />
los animales las experimentan a través de su<br />
comportamiento (experiencias objetivas), sus preferencias<br />
y sus cambios fisiológicos.<br />
Las emociones pueden ser positivas, que son<br />
todas aquellas que generan “felicidad” o bienestar<br />
mental, o bien, negativas, que son aquellas que<br />
generan sufrimiento, miedo, ansiedad, frustración,<br />
aflicción o pena, depresión y en casos muy extremos<br />
pérdida de la esperanza (Edwards et al, 2006).<br />
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