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Patriarcas y Profetas escrito por Elena Gould Harmon White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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escuadrones del Dios viviente?" Al oír estas palabras, Eliab, hermano mayor de David, comprendió<br />

muy bien qué sentimientos agitaban al alma del joven. Aun mientras era pastor, David había<br />

manifestado audacia, valor y fortaleza poco comunes; y la misteriosa visita de Samuel a la casa de<br />

Isaí así como su partida sigilosa, habían despertado en la mente de los hermanos de David<br />

sospechas en cuanto al verdadero objeto de su visita. Los celos de ellos se habían despertado al<br />

verle recibir mayor honra que la tributada a ellos, y no le miraban con el respeto y el amor que<br />

merecía <strong>por</strong> su integridad y su ternura fraternal. Lo consideraban como un pastorcillo joven, y<br />

ahora la pregunta que hizo fue interpretada <strong>por</strong> Eliab como una censura de la cobardía que él<br />

mismo demostraba al no hacer esfuerzo alguno <strong>por</strong> acallar al gigante filisteo.<br />

El hermano mayor exclamó airado: "¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado<br />

aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para<br />

ver la batalla has venido." Respetuosamente, pero con decisión, contestó David: "¿Qué he hecho<br />

yo ahora? Estas, ¿no son palabras?" Las palabras de David fueron repetidas al rey, quien<br />

inmediatamente hizo comparecer al joven ante sí. Saúl escuchó con asombro las palabras del pastor<br />

cuando dijo: "No desmaye ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará con este Filisteo." Saúl<br />

procuró disuadir a David de su propósito; pero el joven no se dejó convencer. Contestó con<br />

sencillez y sin jactancia relatando lo que le sucediera mientras cuidaba los rebaños de su padre, y<br />

dijo: "Jehová que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará<br />

de la mano de este Filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová sea contigo." Durante cuarenta días<br />

la hueste israelita había temblado ante el desafío arrogante del gigante filisteo. Sus corazones<br />

decaían cuando miraban el enorme cuerpo, que media seis codos y un palmo. Llevaba en la cabeza<br />

un almete de metal, y estaba vestido de una coraza de planchas que pesaba cinco mil siclos, y con<br />

grebas de metal en las piernas.<br />

La cota estaba hecha de planchas de metal puestas la una sobre la otra, como las escamas<br />

de un pez, tan estrechamente juntadas que ningún dardo o saeta podía penetrar a través de la<br />

armadura. A la espalda el gigante llevaba una jabalina o lanza enorme, también de bronce. " El<br />

asta de su lanza era como un enjullo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de<br />

hierro: e iba su escudero delante de él." Mañana y tarde Goliat se había acercado al campamento<br />

israelita, diciendo en alta voz: "¿Para qué salís a dar batalla? ¿no soy yo el Filisteo, y vosotros los<br />

siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí: si él pudiere pelear<br />

conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos: y si yo pudiera más que él, y lo<br />

venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. Y añadió el Filisteo: Hoy yo he desafiado<br />

el campo de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo."<br />

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