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14<br />

I Premio de narrativa general 2016<br />

me muero de risa imaginando la <strong>es</strong>cena. Últimamente<br />

no paro de reír, vida mía, p<strong>es</strong>e a que<br />

<strong>es</strong>toy tan sola y tú no llegas. Pero sé que ya no<br />

tardarás, y río, todo me hace gracia, y canto.<br />

Hoy no he parado de cantar mientras cavaba<br />

en el huerto, mientras los enterraba. Sobre<br />

todo la canción que a ti tanto te gusta y que<br />

dic<strong>es</strong> que tan bien entono, <strong>es</strong>a de la Raquel<br />

Meller, La violetera.<br />

III<br />

Manuel, mi Manuel, ¿qué te decía yo? Cuando<br />

vuelvas a Villanu<strong>es</strong>tra podrás leer el diario de<br />

Juan y te darás cuenta de que yo llevaba razón:<br />

nu<strong>es</strong>tro hermano, además de un ser perverso<br />

carente de todo sentimiento noble, era<br />

un pedazo de marica como una catedral. Estoy<br />

disfrutando con su lectura como con la mejor<br />

novela de las que tú me dabas a leer; <strong>es</strong> larguísimo,<br />

pero ya casi lo he acabado. ¿Y a que<br />

no sab<strong>es</strong> de quién <strong>es</strong>taba perdidamente enamorado<br />

nu<strong>es</strong>tro Juan, d<strong>es</strong>de su adol<strong>es</strong>cencia?<br />

No lo adivinas, no pued<strong>es</strong> imaginarlo. Pu<strong>es</strong> te<br />

contaré que nu<strong>es</strong>tro hermanito <strong>es</strong>taba enamorado<br />

del hijo de don Vicente, el notario amigo<br />

de papá, ¿sab<strong>es</strong> quién te digo? Sí, aquel <strong>es</strong>mirriado<br />

que iba a casa a jugar con Juan al<br />

ajedrez y al que tú y yo llamábamos Chiquitín.<br />

¿No <strong>es</strong> gracioso? Juanito bebía los vientos por<br />

Chiquitín, pero a Chiquitín le gustaban las mujer<strong>es</strong><br />

y por <strong>es</strong>o nu<strong>es</strong>tro hermano jamás se le<br />

insinuó, sino que padeció su amor en silencio.<br />

Si lo sabré yo que le gustaban las mujer<strong>es</strong> a<br />

Chiquitín, por cómo me miraba, que yo entonc<strong>es</strong><br />

ya sospechaba que tantas visitas no eran<br />

ni mucho menos por el ajedrez, sino por mí.<br />

En su diario, Juan habla del «infinito dolor» que<br />

sentía cuando Chiquitín le narraba con pelos<br />

y señal<strong>es</strong> sus <strong>es</strong>carceos con las criadas de la<br />

casa del notario. Y cuenta lo que pasó un verano<br />

que Juan fue a visitarlo y Chiquitín lo recibió<br />

en calzoncillos, en su alcoba, y nu<strong>es</strong>tro hermano<br />

tuvo que pedirle a Dios que lo sujetase bien<br />

fuerte para no saltar sobre él y poseerlo a las<br />

bravas. Es bochornoso, Manuel, un verdadero<br />

asco, pero me <strong>es</strong>toy riendo mucho, no lo puedo<br />

remediar. Cuando <strong>es</strong>tés conmigo lo leeremos<br />

y nos reiremos juntos. Ciertos pasaj<strong>es</strong><br />

no tienen d<strong>es</strong>perdicio, mientras que otros son<br />

un aburrimiento, muy farragosos y muy cursis.<br />

Dios mío, Manuel, yo he intentado, como<br />

mujer, ponerme en el lugar de Juan y no he<br />

sentido más que repugnancia imaginándome<br />

en la cama con <strong>es</strong>e alfeñique de carn<strong>es</strong> blanduzcas,<br />

que además tartamudeaba y le olía la<br />

boca a agrio, ¿te acuerdas?<br />

Así que ya lo sab<strong>es</strong>, mi amor: Juan era marica.<br />

Y te repito: yo llevaba razón. Tú decías que no,<br />

que a marica no creías que llegara, sólo que<br />

<strong>es</strong>taba en una edad difícil y que la culpa de su<br />

amaneramiento la tenían mamá y las tías, que<br />

lo malcriaron y lo sobreprotegieron y lo amujeraron<br />

un poco, pero que <strong>es</strong>o se le iba a quitar<br />

en el servicio militar, decías. Bueno, pu<strong>es</strong> yo no<br />

sé de quién fue la culpa, pero el caso <strong>es</strong> que le<br />

gustaban los hombr<strong>es</strong> a rabiar, más que a una<br />

golfa, y que en el servicio tuvo un novio llamado<br />

Abelardo, según cuenta Juan en su diario,<br />

con el cual conoció por fin «el mayor, el más<br />

imperdonable y delicioso pecado», <strong>es</strong>cribe.<br />

D<strong>es</strong>pués tuvo varios amant<strong>es</strong> más, todos bastante<br />

mayor<strong>es</strong> que él, d<strong>es</strong>conocidos, algunos<br />

incluso viejos verd<strong>es</strong> que lo seducían por ahí,<br />

en los cin<strong>es</strong> y en los parqu<strong>es</strong>, en los barrios<br />

de medio pelo. Y luego de revolcarse con ellos,<br />

Juan corría a San Ildefonso a conf<strong>es</strong>arse. Dice:<br />

«Al sentirme en paz con Dios <strong>es</strong> como si me<br />

hubiera dado un largo baño de asiento con<br />

colonia». ¿Sería degenerado, el muy animal?<br />

Me pregunto si también conf<strong>es</strong>aría el daño<br />

que nos hizo, sobre todo a mí, cuando se d<strong>es</strong>cubrió<br />

lo nu<strong>es</strong>tro por su culpa. Ay, Manuel, si<br />

yo entonc<strong>es</strong> hubiera <strong>es</strong>tado completamente<br />

segura de que Juan era un vicioso invertido,<br />

le hubi<strong>es</strong>e bajado los humos con la amenaza<br />

de contárselo a papá y él no habría tenido<br />

más remedio que mantener la boca cerrada, a<br />

cambio de no abrir yo la mía. Pero temía incurrir<br />

en calumnia. Yo creo que mamá, en cambio,<br />

lo sabía con toda certeza. Ni tú ni papá ni<br />

el tío Nicolás os queríais dar cuenta, porque<br />

los hombr<strong>es</strong> preferís haceros los ciegos ante<br />

ciertas cosas, máxime si <strong>es</strong>tas ciertas cosas<br />

las tenéis dentro de casa. Pero yo sospechaba,<br />

ya lo sab<strong>es</strong>, y casi diría que mamá era del<br />

todo consciente, por cómo lo miraba a vec<strong>es</strong><br />

y por los comentarios que le hacía a Juan en<br />

ocasion<strong>es</strong>. Ya sab<strong>es</strong> que mamá tenía la fea<br />

e indiscreta costumbre de pensar en voz alta.<br />

Pu<strong>es</strong> bien, un día ella <strong>es</strong>taba sola en el cuarto<br />

de Juan, no aquí en Villanu<strong>es</strong>tra, sino en la ciudad,<br />

me imagino que registrándolo como nos<br />

registraba a todos, y la oí decir: «Ay, Juanito,<br />

Juanito, a quién habrás salido tú tan delicado,<br />

yo no sé si el Señor sabrá perdonarte cuando<br />

tengas que ir a rendirle cuentas, Dios quiera<br />

que sea tarde...». Tenías que haberla oído<br />

cómo lo dijo, con qué profundo p<strong>es</strong>ar.

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