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La Vida de Jesus por Elena White [Version Moderna]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de Todas las Gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de Todas las Gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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servicio <strong>de</strong>l tabernáculo, el Señor eligió a la tribu <strong>de</strong> Leví en lugar <strong>de</strong> los primogénitos <strong>de</strong> todo<br />

Israel, para que sirviese en su santuario.<br />

Pero <strong>de</strong>bía seguir consi<strong>de</strong>rándose a los primogénitos como propiedad <strong>de</strong>l Señor, y <strong>de</strong>bían ser<br />

redimidos <strong>por</strong> rescate. Así que la ley <strong>de</strong> presentar a los primogénitos era muy significativa. Al par<br />

que conmemoraba el maravilloso libramiento <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> Israel <strong>por</strong> el Señor, prefiguraba una<br />

liberación mayor que realizaría el unigénito Hijo <strong>de</strong> Dios. Así como la sangre rociada sobre los<br />

dinteles había salvado a los primogénitos <strong>de</strong> Israel, tiene la sangre <strong>de</strong> Cristo po<strong>de</strong>r para salvar al<br />

mundo. ¡Cuánto significado tenía, pues, la presentación <strong>de</strong> Cristo! Mas el sacerdote no vio a través<br />

<strong>de</strong>l velo; no leyó el misterio que encubría. <strong>La</strong> presentación <strong>de</strong> los niños era escena común. Día tras<br />

día, el sacerdote recibía el precio <strong>de</strong>l rescate al ser presentados los niños a Jehová. Día tras día<br />

cumplía con la rutina <strong>de</strong> su trabajo, casi sin prestar atención a padres o niños, a menos que notase<br />

algún indicio <strong>de</strong> riqueza o <strong>de</strong> alta posición social en los padres. José y María eran pobres; y cuando<br />

vinieron con el niño, el sacerdote no vio sino a un hombre y una mujer vestidos como los galileos,<br />

y con las ropas más humil<strong>de</strong>s. No había en su aspecto nada que atrajese la atención, y presentaban<br />

tan sólo la ofrenda <strong>de</strong> las clases más pobres. El sacerdote cumplió la ceremonia oficial. Tomó al<br />

niño en sus brazos, y le sostuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l altar.<br />

Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverlo a su madre, inscribió el nombre "Jesús" en el rollo <strong>de</strong> los primogénitos. No<br />

sospechó, al tener al niñito en sus brazos, que se trataba <strong>de</strong> la Majestad <strong>de</strong>l Cielo, el Rey <strong>de</strong> Gloria.<br />

No pensó que ese niño era Aquel <strong>de</strong> quien Moisés escribiera: "El Señor vuestro Dios os levantará<br />

profeta <strong>de</strong> vuestros hermanos, como yo; a él oiréis en todas las cosas que os hablare."*<br />

No pensó que ese niño era Aquel cuya gloria Moisés había pedido ver. Pero el que estaba en los<br />

brazos <strong>de</strong>l sacerdote era mayor que Moisés; y cuando dicho sacerdote registró el nombre <strong>de</strong>l niño,<br />

registró el nombre <strong>de</strong>l que era el fundamento <strong>de</strong> toda la economía judaica. Este nombre había <strong>de</strong><br />

ser su sentencia <strong>de</strong> muerte; pues el sistema <strong>de</strong> sacrificios y ofrendas envejecía; el tipo había llegado<br />

casi a su prototipo, la sombra a su substancia. <strong>La</strong> presencia visible <strong>de</strong> Dios se había apartado <strong>de</strong>l<br />

santuario, mas en el niño <strong>de</strong> Belén estaba velada la gloria ante la cual los ángeles se postran. Este<br />

niño inconsciente era la Simiente prometida, señalada <strong>por</strong> el primer altar erigido ante la puerta <strong>de</strong>l<br />

Edén. Era Shiloh, el pacificador. Era Aquel que se presentara a Moisés como el YO SOY. Era<br />

Aquel que, en la columna <strong>de</strong> nube y <strong>de</strong> fuego, había guiado a Israel. Era Aquel, que <strong>de</strong> antiguo<br />

predijeran los vi<strong>de</strong>ntes. Era el Deseado <strong>de</strong> todas las gentes, la Raíz, la Posteridad <strong>de</strong> David, la<br />

brillante Estrella <strong>de</strong> la Mañana. El nombre <strong>de</strong> aquel niñito impotente, inscrito en el registro <strong>de</strong><br />

Israel como Hermano nuestro, era la esperanza <strong>de</strong> la humanidad caída. El niño <strong>por</strong> quien se pagara<br />

el rescate era Aquel que había <strong>de</strong> pagar la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> los pecados <strong>de</strong>l mundo entero. Era el<br />

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