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La Vida de Jesus por Elena White [Version Moderna]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de Todas las Gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de Todas las Gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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CAPÍTULO 9 : Días <strong>de</strong> Conflicto<br />

DESDE SUS más tiernos años, el niño judío estaba ro<strong>de</strong>ado <strong>por</strong> los requerimientos <strong>de</strong> los rabinos.<br />

Había reglas rígidas para cada acto, aun para los más pequeños <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la vida. Los maestros<br />

<strong>de</strong> la sinagoga instruían a la juventud en los incontables reglamentos que los israelitas ortodoxos<br />

<strong>de</strong>bían observar. Pero Jesús no se interesaba en esos asuntos. Des<strong>de</strong> la niñez, actuó<br />

in<strong>de</strong>pendientemente <strong>de</strong> las leyes rabínicas. <strong>La</strong>s Escrituras <strong>de</strong>l Antiguo Testamento eran su<br />

constante estudio, y estaban siempre sobre sus labios las palabras: "Así dice Jehová." A medida<br />

que empezó a compren<strong>de</strong>r la condición <strong>de</strong>l pueblo, vio que los requerimientos <strong>de</strong> la sociedad y los<br />

<strong>de</strong> Dios estaban en constante contradicción. Los hombres se apartaban <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios, y<br />

ensalzaban las teorías que habían inventado. Observaban ritos tradicionales que no poseían virtud<br />

alguna. Su servicio era una mera repetición <strong>de</strong> ceremonias; y las verda<strong>de</strong>s sagradas que estaban<br />

<strong>de</strong>stinadas a enseñar eran ocultadas a los adoradores. El vio que en estos servicios sin fe no<br />

hallaban paz.<br />

No conocían la libertad <strong>de</strong> espíritu que obtendrían sirviendo a Dios en verdad. Jesús había venido<br />

para enseñar el significado <strong>de</strong>l culto a Dios, y no podía sancionar la mezcla <strong>de</strong> los requerimientos<br />

humanos con los preceptos divinos. El no atacaba los preceptos ni las prácticas <strong>de</strong> los sabios<br />

maestros; pero cuando se le reprendía <strong>por</strong> sus propias costumbres sencillas presentaba la Palabra<br />

<strong>de</strong> Dios en justificación <strong>de</strong> su conducta. De toda manera amable y sumisa, Jesús procuraba agradar<br />

a aquellos con quienes trataba.<br />

Porque era tan amable y discreto, los escribas y ancianos suponían que recibiría fácilmente la<br />

influencia <strong>de</strong> su enseñanza. Le instaban a recibir las máximas y tradiciones que habían sido<br />

transmitidas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los antiguos rabinos, pero él pedía verlas autorizadas en la Santa Escritura.<br />

Estaba dispuesto a escuchar toda palabra que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> Dios; pero no podía obe<strong>de</strong>cer<br />

a lo inventado <strong>por</strong> los hombres. Jesús parecía conocer las Escrituras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio al fin, y las<br />

presentaba con su verda<strong>de</strong>ro significado. Los rabinos se avergonzaban <strong>de</strong> ser instruidos <strong>por</strong> un<br />

niño. Sostenían que incumbía a ellos explicar las Escrituras, y que a él le tocaba aceptar su<br />

interpretación. Se indignaban <strong>por</strong>que él se oponía a su palabra. Sabían que en las Escrituras no<br />

podían encontrar autorización para sus tradiciones. Se daban cuenta <strong>de</strong> que en comprensión<br />

espiritual, Jesús los superaba <strong>por</strong> mucho. Sin embargo, se airaban <strong>por</strong>que no obe<strong>de</strong>cía sus dictados.<br />

No pudiendo convencerle, buscaron a José y María y les presentaron su actitud disi<strong>de</strong>nte. Así<br />

sufrió él reprensión y censura.<br />

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