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553<br />

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA<br />

ENERO DE 2017<br />

ADEMÁS<br />

Una vida comprometida:<br />

Rodolfo Stavenhagen<br />

(1932-2016)<br />

por jacques lafaye


FONDO DE CULTURA ECONÓMICA<br />

ENERO E DE 2017<br />

553<br />

Fernando del Paso:<br />

criadillas a la francesa<br />

Los buenos escritores dejan su impronta en todo lo que<br />

escriben. Para ellos no hay temas menores. Su estilo<br />

brilla en las notas más ocasionales, hasta en los recados<br />

escritos a mano, pues asumen que cualquier falta<br />

a las reglas básicas de la escritura es una falla ética,<br />

una traición a su compromiso con el lenguaje. En esto<br />

no hay de otra: “el estilo es el hombre”.<br />

El libro La cocina mexicana de Socorro y Fernando del Paso, con<br />

150 recetas de la primera y textos e ilustraciones del segundo, es un<br />

rotundo ejemplo de lo antes dicho. El platillo fuerte de la obra es, desde<br />

luego, el recetario, pero la entrada, los entremeses y las guarniciones<br />

de Fernando del Paso son una delicia que ningún amante de la buena<br />

literatura debería ignorar.<br />

El estilo del prefacio es, en esencia, el mismo que el de las grandes<br />

novelas de Del Paso: barroco, digresivo, versátil, arriesgado, lindante<br />

con el surrealismo, gozoso, amable, divertido, irónico de principio<br />

a fin… uno de esos textos cuya lectura uno no desea terminar. Cada<br />

frase nos depara golpes de ingenio, guiños picarescos o simples curiosidades<br />

que excitan nuestra imaginación o son motivo de amena conversación<br />

de sobremesa.<br />

El libro fue escrito por encargo en París mientras los Del Paso vivían<br />

allá. Su propósito es diluir los estereotipos franceses sobre la<br />

cocina mexicana como exótica o bárbara. A manera de bumerán, los<br />

casos de ingredientes exóticos de la cocina francesa misma y hasta<br />

de platillos repugnantes originados en el hambre presentados por Del<br />

Paso (las colas de rata empanizadas, por ejemplo) son abrumadores y…<br />

muy divertidos.<br />

Hay páginas enteras en las que uno no para de reír, sin ignorar la<br />

seriedad del tema: “… en estas dos cocinas de rancio abolengo, la francesa<br />

y la mexicana, se pierden las fronteras entre lo propio y lo ajeno,<br />

lo familiar y lo exótico, en beneficio de la gastronomía universal”. No<br />

crea el lector francés que la cocina mexicana “es el reflejo de una naturaleza<br />

tropical y barroca, historiada y tórrida, turbulenta y bárbara<br />

[…] Encontrará también una cocina tranquila, de todos los días, acogedora,<br />

reconfortante, íntima” (como la humilde sopa de fideos, china y<br />

europea en su origen).<br />

Del Paso quiere macerar la arrogancia gastronómica francesa en<br />

amabilidad mexicana: “… tanto unos como otros, los que nacieron en<br />

esta parte del mundo como los que nacimos en la otra, necesitamos más<br />

modestia, me parece, para aprender y comprender nuestras semejanzas<br />

y nuestras diferencias, que no son tan escasas las primeras ni tan contundentes<br />

las segundas como podría pensarse”. Mensaje pertinente para<br />

los tiempos que corren. •<br />

José Carreño Carlón Director general del fce<br />

Martha Cantú, Adriana Konzevik, Susana López,<br />

Socorro Venegas, Rafael Mercado, Karla López y Octavio Díaz<br />

Consejo editorial<br />

Roberto Garza Iturbide Editor de La Gaceta<br />

Ramón Cota Meza Redacción<br />

León Muñoz Santini Arte y diseño<br />

Andrea García Flores Formación<br />

Ernesto Ramírez Morales Versión para internet<br />

Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V. Impresión<br />

Suscríbase en<br />

www.fondodeculturaeconomica.com⁄editorial⁄laGaceta⁄<br />

lagaceta@fondodeculturaeconomica.com<br />

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La Gaceta<br />

es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio<br />

en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Ciudad de<br />

México. Editor responsable: Roberto Garza. Certificado de licitud de título 8635 y de<br />

licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y<br />

Revistas Ilustradas el 15 de febrero de 1995. La Gaceta es un nombre registrado en el<br />

Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22<br />

de noviembre de 2001. Registro postal, Publicación periódica: pp09-0206. Distribuida<br />

por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716<br />

Ilustración de portada © Fernando del Paso<br />

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22<br />

Contra Natura<br />

rodolfo hinostroza<br />

La cocina mexicana<br />

de Socorro y Fernando<br />

del Paso<br />

dossier<br />

Nuestro Libro de Cocina<br />

socorro y fernando del paso<br />

El teatro de Elena Garro<br />

álvaro álvarez delgado<br />

Arraigo y vigor de la ciencia<br />

en cinco tiempos<br />

walter beller taboada<br />

La Revolución mexicana:<br />

un jonrón histórico<br />

ramón cota meza<br />

Una vida comprometida:<br />

Rodolfo Stavenhagen<br />

jacques lafaye<br />

Navegar el mar de los deseos<br />

pablo espinosa<br />

El Cervantes de Nacho Padilla<br />

pedro ángel palou<br />

Rolling Stones<br />

luis alberto madrigal pérez<br />

¿La revolución era<br />

una fiesta?<br />

carlos andrés torres cabrera<br />

Bizarro Piano Bar<br />

agustín gendron


poema<br />

Contra Natura<br />

Rodolfo Hinostroza<br />

fragmento<br />

Leggierissima<br />

toda ojos entraste a mi tienda<br />

cubierta de flores/ oh animal olfativo/<br />

así el color que atrae a las pequeñas bestias<br />

así casco de pavorreal<br />

y recordé: deseo cinético<br />

stasis en la contemplación de un cuerpo<br />

milenaria repetición así la mariposa y el coleóptero<br />

& en tu sexo/ el mar/ thrimetilamida<br />

& en tu pecho jugaban cervatillos de colores<br />

ojos de pez: te vi y lo supe<br />

un coup de cheveux y ruedo por tierra<br />

& antes había entrado en ti y vi: un universo líquido<br />

mareas dentro tuyo<br />

nuestros cuerpos imitando el movimiento del mar<br />

El Pez y la Luna<br />

arriba un cielo podrido jusqu’au bout<br />

pero las estrellas<br />

hombre errante<br />

Adieu<br />

gobernalle/ancla/astrolabio<br />

& más allá aún más atrás in the no man’s land del<br />

orgasmo<br />

el pez sueña<br />

así o (nota: es una bolita dibujada, ver fotocopia)<br />

amiboide forma líquida indiferenciada<br />

atracción impecable<br />

in suo ese perseverare conatur<br />

Spinoza dixit<br />

no sexo no el olor metálico del cielo<br />

but<br />

amor abominable odio hermoso<br />

Nada, Gameto mío! Remonta el río líquido<br />

hasta el origen<br />

La calcárida y la salamandra<br />

: para que yo abra mi tienda<br />

y un oleaje de muslos rescate toda una vida perdida.<br />

Reproducimos un fragmento del poema Contra<br />

Natura del recientemente fallecido poeta peruano<br />

Rodolfo Hinostroza, uno de los mayores artífices de<br />

la poesía contemporánea en Latinoamérica, quien a<br />

través de un manejo experimental del lenguaje como<br />

materia poética se convierte en un punto referencial<br />

de las exploraciones estéticas del siglo .<br />

enero de 2017<br />

la gaceta 3


dossier 553<br />

la cocina mexicana de socorro<br />

y fernando del paso<br />

Nos honramos en presentar la edición<br />

conmemorativa de La cocina mexicana de Socorro y<br />

Fernando del Paso, un deleite para los amantes de la<br />

buena cocina y la buena literatura. Rememoramos<br />

al poeta peruano Rodolfo Hinostroza, recientemente<br />

fallecido, autor también de una guía de cocina<br />

mexicana y otra de cocina peruana, nada menos.<br />

Recordamos a Rodolfo Stavenhagen, uno de los<br />

intelectuales más influyentes y discretos de México.<br />

Un texto de Jacques Lafaye. Seguimos impulsando<br />

la lectura de la formidable Elena Garro, esta vez con<br />

la publicación de su Teatro completo, la edición más<br />

cuidada hasta ahora. La autora sigue cosechando<br />

lectores. Pablo Espinosa hace una emotiva y<br />

jarocha presentación de El mar de los deseos. El<br />

Caribe afroamericano, historia y contrapunto, del<br />

reconocido historiador Antonio García de León.<br />

Como muestra del nivel intelectual de nuestros<br />

jóvenes ensayistas literarios, presentamos los<br />

dos textos premiados en el Segundo Concurso<br />

Iberoamericano de Ensayo para Jóvenes 2016. <br />

Nuestra concurrida sección “Trasfondo” publica<br />

el cuento “Bizarro Piano Bar”, aventura de lo<br />

sublime en la prosaica ciudad nocturna. Ah, se<br />

nos olvidaba, hay una reseña sobre La revolución<br />

cósmica de Alan Knight, resumen de su magna obra<br />

La Revolución mexicana.<br />

enero de 2017<br />

© fernando del paso<br />

5 la gaceta


la cocina mexicana de socorro y fernando del paso<br />

Nuestro<br />

Libro<br />

de Cocina<br />

socorro y fernando del paso<br />

Con satisfacción, el anuncia la<br />

publicación de La cocina mexicana<br />

de Socorro y Fernando del Paso, una<br />

delicia en más de un sentido. Contiene<br />

150 recetas de Socorro Gordillo del Paso<br />

con comentarios eruditos e ilustraciones<br />

de su marido, Fernando del Paso.<br />

Presentamos a continuación el prefacio<br />

como una probadita…<br />

6 la gaceta enero de 2017


la cocina mexicana de socorro y fernando del paso<br />

Digo nuestro libro de cocina,<br />

pero en realidad es mucho<br />

más de mi esposa, Socorro,<br />

que mío, ya que de ella son<br />

todas las recetas y todas las<br />

cocinó, absolutamente todas,<br />

cuando vivíamos en París. Yo<br />

me limité a escribir los textos, pero los textos, por<br />

buenos que sean, no se comen. El mérito es, pues,<br />

de ella.<br />

El título original del libro, escrito en Francia para<br />

los franceses, era Douceur et passion de la cuisine<br />

mexicaine —literalmente: Gentileza y pasión de la<br />

cocina mexicana—, porque queríamos hacerle ver<br />

a los franceses que la cocina mexicana no es tan picante<br />

ni tan agresiva como suele creerse.<br />

Por otra parte, les advertimos que la cocina chicana<br />

o texmex, por respetable que sea, no es cocina<br />

mexicana —aunque deriva de ella y en buena<br />

parte hereda su talento— y que el problema es que<br />

esa cocina viaja por el mundo con pasaporte falso,<br />

haciéndose pasar por mexicana.<br />

Por otra parte, para la edición mexicana hemos<br />

agregado cerca de veinticinco recetas, ya<br />

que, aunque en Francia se consiguen muchos ingredientes,<br />

más de los que uno se imagina, no se<br />

consiguen todos.<br />

Aun así, creo que sobra decir que este libro no<br />

es sobre toda la cocina mexicana, que es, como todos<br />

lo sabemos, inabarcable.<br />

Buen apetito y buen provecho.<br />

Socorro y Fernando del Paso<br />

I<br />

El día que duró cuatro siglos<br />

por fernando del paso<br />

En 1492 Cristóbal Colón se tropezó con América.<br />

Colón sabía que el mundo era redondo. Lo que<br />

no sabía es que se iba a encontrar un continente a<br />

la mitad del camino a las Indias.<br />

Este encuentro fortuito fue resultado de una<br />

aventura financiada por los Reyes Católicos Fernando<br />

e Isabel que, de cualquier manera, no obedecía<br />

al deseo de ampliar los horizontes reales e imaginarios<br />

del hombre europeo: sus objetivos tenían<br />

más que ver con el estómago que con el espíritu.<br />

O digamos, mejor, con el paladar.<br />

Todo el mundo conoce —o debería conocer—<br />

la gran importancia que ha tenido, en la historia<br />

de la humanidad, aquello que ha servido para aumentar<br />

o poner de relieve el sabor de nuestros alimentos,<br />

que lo mejora, lo cambia o incluso que lo<br />

disimula u oculta.<br />

No en balde la palabra salario viene de sal.<br />

Tampoco es coincidencia que en francés pagar<br />

al contado se diga pagar en especie, puesto que antes<br />

se pagaba con especias.<br />

Ni que se llame “especies sacramentales” a los<br />

“accidentes de olor, color y sabor” que quedan en<br />

el Sacramento después de la transustanciación del<br />

pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.<br />

A nadie extraña, puesto que las especias eran sagradas:<br />

Toussaint-Samat, en la Histoire naturelle<br />

et morale de la nourriture, nos cuenta que la emperatriz<br />

romana Livia hizo construir un templo<br />

alrededor de un trozo de canela.<br />

Y Janet Long-Solis, autora de un magnífico estudio<br />

sobre la historia del chile, afirma que, en el<br />

siglo xiv, una libra de nuez moscada costaba, en<br />

Alemania, lo mismo que siete bueyes.<br />

En una Europa así, donde se consideraba indispensable<br />

cocinar con gran profusión de especias y<br />

no sólo las ya mencionadas, además de la clásica<br />

pimienta y el codiciado clavo: también con la perfumada<br />

lavanda originaria de los países mediterráneos,<br />

el azafrán que los árabes llevaron a España,<br />

el jengibre que los persas le dieron a los griegos<br />

y el laurel cuyas hojas había que arrancar de la corona<br />

del dios Apolo, en una Europa así, decíamos,<br />

la caída de Constantinopla en manos de los turcos<br />

en 1453, y con ella la clausura del camino más corto<br />

al Oriente, paraíso de las especias, constituyó<br />

una verdadera catástrofe.<br />

Fue entonces cuando Colón propuso llegar a las<br />

Indias por el otro lado del mundo, y se encontró<br />

con América.<br />

América, sin embargo, no resultó rica en especias,<br />

y en ese sentido no tenía mucho que ofrecer<br />

aparte de la vainilla y del chile y sus numerosas<br />

variedades, al que el propio Colón le dio el nombre<br />

de pimiento y sobre el cual el jesuita Joseph de<br />

Acosta, cronista de Indias, escribió que tenía tanto<br />

fuego “que quema al entrar y al salir, también”.<br />

En cambio, América le dio a sus conquistadores,<br />

además del tomate, el maíz, el chocolate y el cacahuate<br />

—originarios de México—, una raíz que<br />

tendría más tarde una enorme difusión en Europa:<br />

la papa, proveniente del Perú.<br />

Las sorpresas que ofrecía este inopinado continente<br />

fueron, desde luego, muchas más que esas<br />

cuantas novedades botánicas: sabemos, gracias al<br />

indio Juan Badiano, traductor al latín del herbario<br />

azteca que hoy se conoce como el Codex Barberini<br />

y se conserva en el Vaticano, y por el doctor Francisco<br />

Hernández, autor de la Historia plantarum<br />

Novae Hispaniae, que, tan sólo en México, los españoles<br />

se encontraron con más de diez mil especies<br />

de plantas desconocidas en Europa.<br />

Entre ellas, las orquídeas más deslumbrantes<br />

—una entre mil, la orquídea negra de la vainilla—,<br />

cientos de plantas medicinales, plantas, incluso,<br />

“homicidas y rencorosas”, como llamaba el costarricense<br />

Cardona Peña a la yerba del alacrán, “plantas<br />

lunares copiosas de leyenda” a las que se agregaban<br />

plantas textiles como el henequén, el árbol del<br />

hule con el que los aztecas fabricaron las primeras<br />

pelotas de la historia y la planta del tabaco, compañero<br />

—durante tantos años en los que éramos más<br />

inocentes y menos puritanos— del placer gastronómico,<br />

plantas que daban esponjas vegetales, y las<br />

decorativas como la tecuitlalxóchitl o flor dorada<br />

de los atardeceres, y el oloroso nardo, la magnolia,<br />

la hermosísima flor de Nochebuena o poinsettia, la<br />

dalia que tanto amaría la emperatriz Josefina (con<br />

ella alfombró los jardines de Malmaison) y el girasol,<br />

que adoptó como símbolo —quién otro podía<br />

ser— Luis XIV, el Rey Sol.<br />

Y por supuesto, arbustos y árboles que daban<br />

las frutas que, con tan buen gusto y tanta frescura,<br />

describe el propio padre Acosta, como la guayaba,<br />

la piña, a la que le hizo el feo el glotón de Carlos V<br />

de Alemania y I de España, las tunas de todos colores<br />

—y entre ellas las rojas, cuyo jugo usaban las<br />

indias para teñirse las mejillas—, la guanábana, el<br />

coco, “de mejor sabor que almendras”, y el mamey,<br />

“que sabe a melocotones y duraznos, o mejor”.<br />

Pero si conocer estas frutas no hizo sino alimentar<br />

el placer del jesuita, enterarse de la existencia<br />

de animales insospechados, unos comestibles,<br />

otros no, como el manatí, confundido tantas<br />

veces con una sirena, la espantable pero dócil y<br />

deliciosa iguana, el raro y exquisito armadillo y la<br />

llama; en fin, el guanaco, el mono araña, el ñandú,<br />

el perro chihuahueño, lo preocupó enormemente,<br />

porque se preguntaba —y le preguntaba a Dios—:<br />

si esos animales no existían del otro lado del mundo,<br />

y por lo tanto no habían formado parte de los<br />

pasajeros del Arca de Noé, ¿cómo es que se habían<br />

salvado del diluvio universal?<br />

Diluvio también, pero de lágrimas, derramó, según<br />

cuenta la leyenda, el conquistador de México,<br />

Hernán Cortés, la noche —desde entonces conocida<br />

como la Noche Triste— en que lloró una de<br />

las derrotas más importantes que le infligieron los<br />

aztecas.<br />

Por la misma razón había llorado, al despedirse<br />

de Granada en el mismo año en que Colón llegó a<br />

la isla de San Salvador, el sultán Abdalá-el Zaquir,<br />

más conocido como Boadbil, y Cortés lo sabía.<br />

No todos los días se pierde un reino. Y Cortés<br />

sintió que se le escapaba de las manos un reino<br />

inmenso donde, a falta de clavo y nuez moscada,<br />

corrían, bajo la tierra, ríos de oro y de plata. Cuando<br />

Felipe II construía El Escorial, otros monarcas<br />

europeos dijeron que no le alcanzaría todo el oro<br />

de España para construirlo. Cuando El Escorial<br />

quedó terminado, Felipe ordenó que en una torrecilla,<br />

a la vista de todos, se colocara un gran trozo<br />

del precioso metal para que todo el mundo se enterara<br />

de que le había sobrado oro. Y así fue, Felipe<br />

tenía razón, y también sus detractores, porque El<br />

Escorial se construyó, qué duda cabe, con la plata<br />

de América.<br />

Cortés sabía, por otra parte, que la grandeza de<br />

una victoria se mide por la grandeza del enemigo<br />

derrotado, y que Moctezuma, amo y señor de<br />

lo que fue entonces para su gloria —y volvió a ser<br />

hoy para su desgracia— la ciudad más grande del<br />

mundo, era un príncipe de rancio abolengo cuya<br />

majestad, fausto y esplendor eran sólo comparables<br />

a los de las grandes dinastías de Europa y del<br />

Oriente. Un rey que, obsesionado por la limpieza<br />

corporal, se lavaba las manos varias veces mientras<br />

comía y se bañaba varias veces al día, y es<br />

por eso que las malas lenguas dicen que mandaba<br />

colocar incensarios frente a sus huéspedes españoles,<br />

no porque los creyera dioses, sino para ahuyentar<br />

la peste: los conquistadores no se lavaban,<br />

y muchas veces, semanas enteras, dormían sin<br />

quitarse las armaduras. Un monarca, y así lo atestiguan,<br />

asombrados, Bernal Díaz del Castillo, fray<br />

Bernardino de Sahagún y otros cronistas —en<br />

cuya mesa se servía, en los días calurosos, nieve<br />

traída de los volcanes nevados, el Popocatépetl y<br />

el Iztaccíhuatl—, que endulzaba con la mejor miel<br />

de abejas del mundo y que contaba entre sus hombres<br />

con un grupo de estafetas de agilidad comparable<br />

a los portadores de las antorchas olímpicas,<br />

que todos los días se encargaban de hacer un recorrido<br />

de quinientos kilómetros desde el Golfo<br />

de México hasta el corazón del Valle de Anáhuac<br />

para que el emperador se deleitara con pescado y<br />

mariscos recién salidos del mar. Un soberano, en<br />

fin, en cuya mesa cotidiana se servían docenas de<br />

faisanes, perdices y codornices, jabalíes y patos<br />

salvajes, liebres y conejos, “y muchas maneras de<br />

aves y cosas que se crían en esta tierra, que son<br />

tantas que no acabaré de nombrar tan presto”, nos<br />

cuenta Bernal Díaz del Castillo, el cual, habiendo<br />

ya contemplado en lo que era también el mercado<br />

más grande del mundo, el tianguis de Tlatelolco,<br />

todas las frutas mencionadas por el padre Acosta<br />

y otras muchas como la papaya y el plátano, además<br />

de otras hasta la fecha desconocidas en Europa,<br />

como el nanche, y el zapote prieto, el guamúchil,<br />

la pitahaya, el tejocote, el garambullo y el<br />

caimito, agrega: “y fruta infinita”.<br />

El historiador mexicano Arnáiz y Freg decía,<br />

mitad en broma, mitad en serio, que la conquista<br />

de México la hicieron los indios, y la independencia,<br />

los españoles. En efecto, a principios del siglo<br />

xix los criollos —así se llamaba en América a los<br />

hijos y a los hijos de los hijos de españoles que<br />

pensaban, hablaban y actuaban como españoles—,<br />

por razones económicas, para liberarse del dominio<br />

de la metrópoli y aprovechando la invasión de<br />

España por las tropas napoleónicas, promovieron<br />

la independencia de México con la idea de ofrecerle<br />

el trono de la nueva nación a Fernando VII, el<br />

Deseado.<br />

Y fueron los indios tlaxcaltecas, enemigos de<br />

los aztecas, los que ofrecieron a Cortés la ayuda<br />

gracias a la cual, en gran parte, pudo conquistar el<br />

imperio de Moctezuma Xocoyotzin y doblegar a la<br />

Gran Tenochtitlán.<br />

Porque a la Noche Triste siguió, tras la victoria<br />

de Otumba y la llegada de refuerzos desde La Habana,<br />

el triunfo total de Cortés, y con él despuntó<br />

un día que duró cuatro siglos: en todo ese largo<br />

tiempo y hasta que, en 1901, Cuba se transformó<br />

prácticamente en un protectorado norteamericano<br />

en el reino de España jamás se puso el sol.<br />

Durante esos cuatro siglos —en realidad tres en<br />

lo que a México concierne: 1521-1821— se fraguó<br />

uno de los mestizajes más fecundos de la historia<br />

cuyos frutos mayores, entre los más suculentos y<br />

deliciosos, se dieron en el campo de las artesanías,<br />

el folclor y el arte culinario —también, y a largo<br />

plazo, en la arquitectura y las artes plásticas—.<br />

Pero en ninguna parte el resultado fue tan rápido,<br />

sorprendente y definitivo como en la cocina: a diferencia<br />

de los peregrinos del Mayflower, colonizadores<br />

del norte de los Estados Unidos que llegaron<br />

con esposas, hijas y hermanas que les hacían<br />

la comida y que trasplantaron la cocina europea<br />

a América, los españoles llegaron solos, sin mujeres.<br />

Por necesidad, se aparearon con las indias.<br />

Luego se casaron con ellas. Después, aprendieron<br />

a amarlas. Por necesidad, también, comieron lo<br />

que ellas les guisaban. Luego, se acostumbraron a<br />

la comida. Después, aprendieron también a amarla,<br />

y fue así como los criollos de la Nueva España<br />

en algo sí que muy pronto dejaron de ser españoles:<br />

en la forma de comer.<br />

Desde luego, el verdadero y profundo mestizaje<br />

culinario comenzó cuando, muy pronto también,<br />

les tocó a los indios descubrir a su vez los<br />

prodigios y monstruos benévolos que llegaron en<br />

los barcos españoles: el trigo, el arroz, las lentejas,<br />

la naranja solar, la lechuga de holanes verdes,<br />

la zanahoria, la coliflor con sus sesos al aire, la<br />

caña de azúcar y docenas más de plantas y frutas<br />

comestibles así como, entre los animales, la vaca<br />

de grandes tetas, la gallina que ponía huevos con<br />

yemas de oro, el borrego, el puerco mucho menos<br />

puerco y mucho más precioso de lo que su nombre<br />

parecía indicar y, aparte del fabuloso caballo, en<br />

último caso también comestible, otras numerosas<br />

bestias que nunca se hubieran subido al Arca de<br />

Noé si al Creador se le ocurre que Noé naciera en<br />

América. •<br />

enero de 2017<br />

© josé hernández-claire<br />

la gaceta 7


El teatro<br />

de Elena Garro:<br />

Ave Fénix de los<br />

ingenios<br />

La obra de Elena Garro sigue<br />

ganando lectores, sobre todo<br />

en las nuevas generaciones. A<br />

continuación publicamos el texto de<br />

presentación de su Teatro completo<br />

( ) en la Guadalajara 2016<br />

por el editor responsable, la edición<br />

más cuidada hasta ahora, motivo<br />

de orgullo para esta casa.<br />

álvaro álvarez delgado<br />

La noche del 19 de julio de 1957,<br />

al correrse el telón del teatro El<br />

Caballito, en la ahora Ciudad de<br />

México, el público asistente al<br />

cuarto programa del grupo Poesía<br />

en Voz Alta ve una mesa con<br />

tres personajes sentados alrededor:<br />

don Fernando de las Siete y Cinco, Titina y<br />

Polito, todos vestidos de negro. Sólo don Fernando<br />

come, mientras Titina y Polito se dedican a mirar<br />

sus respectivos platos. “Las siete y siete y apenas<br />

han servido la sopa de poros. Sopa de poros: lunes.<br />

Lunes y mis mancuernillas checoeslovacas no<br />

aparecen”, dice de pronto don Fernando, a lo que<br />

Titina contesta: “Sí, hay alguien que hace aparecer<br />

y desaparecer las cosas. ¿Verdad, Polito?”, y el<br />

niño responde: “Sí, mamá. Las mancuernillas son<br />

como los lunes, que aparecen y desaparecen”. Con<br />

este cuadro de “Andarse por las ramas” Elena Garro<br />

irrumpe en la escena teatral de México.<br />

Por eso, cuando la Universidad Veracruzana<br />

publica su primer libro, Un hogar sólido, el 29 de<br />

noviembre de 1958, en la injustamente olvidada<br />

Colección Ficción (creada y dirigida por Sergio<br />

Galindo), ya había toda una historia detrás de ese<br />

libro color verde con una calavera negra en la portada<br />

y 149 páginas, seis piezas teatrales y cuatro<br />

ilustraciones de Juan Soriano. Esa historia no era<br />

sino el principio de una trayectoria cuya relevancia<br />

y trascendencia quedan afortunadamente en el<br />

porvenir.<br />

El legado teatral de Elena Garro está constituido<br />

por 16 piezas teatrales. Doce en un acto y cuatro<br />

en tres actos, que son las que presentamos esta<br />

noche en el Teatro completo de Elena Garro, como<br />

resultado del afortunado encuentro de varias personas,<br />

a quienes me gustaría externar mi particular<br />

agradecimiento: Víctor Manuel Pazarín, Juan<br />

Carlos Flores, Marcela Magdaleno, Jesús Garro,<br />

Raquel Steinmann, Adriana Romero, Eduardo<br />

Matías y Teresa Ramírez. Gracias a la labor de todos<br />

ellos tenemos la que, hasta ahora, es la mejor<br />

y más completa edición del teatro de Elena Garro.<br />

Para comprender la importancia de este hecho es<br />

necesario explicar un poco la historia.<br />

Debido quizás a la celeridad con que Elena Garro<br />

escribió sus seis primeras piezas publicadas,<br />

la edición de 1958 de Un hogar sólido tal vez sea<br />

la más cuidada de todas las que se habían presentado<br />

hasta ahora. A partir de su aparición y hasta<br />

el año 2005, cuando se publica Parada San Ángel,<br />

la mayor parte del teatro garriano se había ido publicando<br />

esporádicamente en La Palabra y el Hombre,<br />

en la revista Tramoya (ambas de la Editorial<br />

de la Universidad Veracruzana, lo más cercano a<br />

un hogar sólido para la obra de Elena Garro), en<br />

la Revista de la Universidad de México, en la Revista<br />

Mexicana de Literatura… o en publicaciones<br />

más discretas y modestas, cuya localización fue<br />

una verdadera odisea, la revista Coatl y la Revista<br />

de la Escuela de Arte Teatral, donde se publicaron<br />

las primeras versiones, nada más y nada menos<br />

que de Felipe Ángeles y de La dama boba… por no<br />

hablar de algunas antologías donde se incluyeron<br />

algunas piezas… y aquí comienzan los problemas<br />

de edición.<br />

En 1983 la Editorial de la Universidad Veracruzana<br />

publicó la segunda edición de Un hogar sólido<br />

sin indicar que era una nueva edición en la que se<br />

agregaban seis piezas a la de 1958, y sin explicar<br />

por qué se incluían unas y se excluían otras, como<br />

La señora en su balcón (publicada originalmente<br />

en La Palabra y el Hombre) y Felipe Ángeles, que<br />

ya había sido editada por la unam en 1978 (Parada<br />

San Ángel y Sócrates y los gatos no habían sido<br />

dadas a conocer en ese momento)… y esta edición<br />

de 1983, en la que se basaron las posteriores, tenía<br />

varias erratas y variantes que ponían los pelos de<br />

punta. El duende de las erratas, no aquel enigmático<br />

personaje de gorro rojo del cuento de La semana<br />

de colores, se lució haciendo de las suyas. En<br />

seguida menciono algunos ejemplos, sólo algunos…<br />

En la primera edición de Un hogar sólido, ante<br />

la inminente llegada de “alguien” a la cripta, Gertrudis<br />

manifiesta extrañeza por la falta de un hueso:<br />

“¡Pero mamá, no seas injusta! ¡Es el fémur de<br />

Clemente!”, expresión que en 1983 cambia a “¡Pero<br />

mamá, no seas injusta! ¡Es el futuro de Clemente!”<br />

En La dama boba el presidente municipal de Coapa<br />

dice que en ese lugar no son “mañosos”, palabra<br />

que en 1983 es transformada en “mafiosos”. Algunas<br />

palabras características del interés de Elena<br />

Garro por el habla popular son modificadas por<br />

un afán hiper corrector… Además, las ilustraciones<br />

de Juan Soriano fueron cambiadas de lugar…<br />

Tan mala fortuna habían tenido las ediciones del<br />

teatro de Garro que incluso la de Felipe Ángeles<br />

por la unam hace que los testigos en el juicio se<br />

escondan detrás de las “lámparas”, no detrás de<br />

las “mamparas”, como dice el texto originalmente<br />

publicado en Coatl. Todos los errores de este tipo<br />

son enmendados en la presente edición mediante<br />

el cotejo de cada una de las obras con todas sus<br />

ediciones anteriores en revistas y en libros…<br />

Dos de los primeros lectores críticos de la obra<br />

de Elena Garro lograron condensar e incluso vislumbrar<br />

los parajes donde habría de situarse toda<br />

la producción de nuestra escritora. Hablo de Juan<br />

García Ponce 1 y de Emma Susana Speratti Piñero 2<br />

(la académica argentina a quien tanto le deben las<br />

letras latinoamericanas). García Ponce aprecia en<br />

la naciente obra de Garro el enfrentamiento de la<br />

razón y la poesía, de la alegría y el sentimentalismo,<br />

de la amabilidad y la amargura, y destaca la<br />

necesidad de aprender a creer en los imposibles.<br />

Ve en el teatro de Elena Garro una gran preocupación<br />

por poner en letras su visión de la inestabili-<br />

dad de la realidad, la falta de un sentido definido<br />

de las cosas, la fascinación por el tiempo y nuestra<br />

relación con él, y subraya la soledad como el punto<br />

central de su propuesta dramatúrgica. Por su par-<br />

te, Susana Speratti Piñero ve la aparición de Un<br />

hogar sólido como un milagro que puede ocurrir<br />

muy de vez en cuando y ve en ella la continuación<br />

de una tradición que va desde Valle-Inclán hasta<br />

el teatro breve de Federico García Lorca, pasando<br />

por Apollinaire y Ionesco, el teatro clásico griego,<br />

las narraciones orales del folclor europeo, el teatro<br />

del Siglo de Oro español… todo ello para enmarcar<br />

lo que considera la preocupación central del teatro<br />

de Elena Garro: “mostrar que tras la realidad de<br />

todos los días —o mejor, en ella misma— hay otra<br />

realidad infinitamente más rica”.<br />

Las letras de Elena Garro llamaron la atención<br />

desde un principio del público gustoso del teatro, de<br />

los lectores de suplementos culturales y de quienes<br />

gustan de las obras que hacen pensar, que incomodan<br />

por su sinceridad y valentía, que interesan por<br />

la calidad de su manufactura y que hechizan por la<br />

poesía que palpita o, mejor dicho, titila en ellas como<br />

un puñado de estrellas en la noche de los tiempos.<br />

“Algo” tiene la escritura de Elena Garro que no pasa<br />

fácilmente desapercibida. Tiene las propiedades del<br />

licor: embriaga en una primera lectura y destila sus<br />

aromas a través del tiempo. Largamente opacada<br />

por diversos asuntos que tienen que ver con todo,<br />

menos con la literatura, la obra de Elena Garro,<br />

como si de un Ave Fénix de los ingenios se tratara,<br />

comienza a resurgir ante los lectores de las nuevas<br />

generaciones, a quienes el único consejo que se les<br />

puede dar es acercarse a este universo sin prejuicios<br />

y con la visión de la inocencia. Ciertamente, la<br />

escritura de Garro no es sencilla pero una vez que<br />

se le entiende aparece como un claro en el bosque,<br />

una fuente de libertad y poesía. •<br />

1 Juan García Ponce: “Poesía en voz alta”, Revista de la Universidad<br />

de México, vol. XI, núm. 12, agosto de 1957, pp. 29, 30 y 32.<br />

2 Emma Susana Speratti Piñero, “El teatro breve de Elena<br />

Garro”, Revista de la Facultad de Humanidades [uaslp], tomo II,<br />

núms. 3-4, julio-diciembre de 1960, pp. 333-341.<br />

8 la gaceta archivo fce<br />

enero de 2017


Arraigo y vigor<br />

de la ciencia<br />

en cinco tiempos<br />

A propósito de la reedición<br />

de La ciencia en la historia de<br />

México de Eli de Gortari, presentamos<br />

un resumen de sus ideas y una<br />

evaluación crítica de su enfoque.<br />

walter beller taboada<br />

El l profesor Eli de Gortari lanzó<br />

una voluta de humo de cigarro<br />

y narró: “Busqué al licenciado<br />

[Vicente] Lombardo Toledano<br />

y le externé mi intención de<br />

hacer una lógica dialéctica. Me<br />

respondió que no era necesaria,<br />

pues bastaba con el libro de [Porfirio] Parra<br />

[Nuevo sistema de lógica inductiva y deductiva,<br />

1903]. Pero me dijo que me entregaría una traducción<br />

de un par de artículos sobre el tema escritos<br />

por Henri Lefebvre [publicados en 1946]. Continué,<br />

sin embargo, con mi empeño y así nació la Introducción<br />

a la lógica dialéctica [fce 1ª edición,<br />

1956; 4ª edición —definitiva—, 1971]”. Eli de Gortari<br />

evocaba estos recuerdos en la biblioteca en su<br />

casa en Coyoacán. Sus palabras estaban enmarcadas<br />

por libreros desbordados de libros y por dos<br />

espléndidas fotografías de tamaño natural de dos<br />

mujeres desnudas, una blanca y otra negra, colocadas<br />

en el techo.<br />

Ese libro fue el primero en hacer un tratamiento<br />

explícito de la lógica dialéctica materialista,<br />

acorde con la ortodoxia marxista, y el primero publicado<br />

en ruso el año de 1959. Luego, entre 1960 y<br />

1966, serían publicados los de M. M. Rosental, M.<br />

N. Alexéiev y P. V. Kopnin en la URSS. La visión<br />

y versión de la lógica dialéctica le trajeron a De<br />

Gortari tanto críticas despiadadas como elogios<br />

muníficos en el mundo universitario mexicano y<br />

latinoamericano.<br />

El texto muestra el talante de nuestro filósofo:<br />

siempre esforzándose por abrir nuevas perspectivas<br />

y campos de investigación, por más controvertidos<br />

que pudieran parecer —o incluso por eso<br />

mismo—. Además, refleja su tesón, laboriosidad y<br />

conocimiento de las cuestiones científicas. En su<br />

concepción, la lógica es la disciplina filosófica que<br />

estudia el devenir del pensamiento y los métodos<br />

de la investigación científica en los ámbitos formal<br />

y dialéctico. La lógica formal analizaría las reglas<br />

necesarias para formular razonamientos correctos.<br />

La lógica dialéctica explicaría el desarrollo<br />

evolutivo del pensamiento científico, mostrando<br />

las transformaciones de las reglas y los principios<br />

del conocimiento. La ciencia, además, sólo puede<br />

entenderse en relación con el desarrollo histórico<br />

de la sociedad en su conjunto.<br />

La verdad, siempre concreta<br />

La investigación científica tiene un carácter limitado<br />

porque depende de las situaciones que le dieron<br />

origen. Sin embargo, su horizonte se ensancha con<br />

el avance mismo del conocimiento. Por tanto, su<br />

análisis debe poner atención tanto a las fronteras<br />

como a las posibilidades históricas del saber en diversas<br />

etapas. Así pues, mientras la Introducción<br />

a la lógica dialéctica estudia los fundamentos del<br />

pensamiento científico, La ciencia en la historia<br />

de México (editada por primera vez en 1963) es su<br />

enero de 2017 © köhler's medizinal-pflanzen<br />

la gaceta 9


arraigo y vigor de la ciencia en cinco tiempo<br />

contraparte histórica. Ambas son el soporte de un<br />

programa de investigación sobre el método. Con la<br />

publicación de la segunda edición de esta obra por el<br />

Fondo de Cultura Económica tenemos acceso a una<br />

investigación monumental que busca comprobar<br />

cinco tesis dialécticamente integradas:<br />

1) Que la ciencia es un factor de la historia, razón<br />

por la cual no podemos entender el desarrollo<br />

de las ideas y las realizaciones de la ciencia y de<br />

la tecnología si no conocemos la historia que las<br />

hizo posibles.<br />

2) Que la ciencia, además de ser un factor de la historia,<br />

es un componente esencial de la cultura,<br />

la cual no podríamos comprender cabalmente<br />

sin advertir que los procesos científicos están<br />

entrelazados y recíprocamente condicionados<br />

con situaciones económicas, políticas, sociales<br />

concretas, realidades que caracterizan a nuestra<br />

cultura contemporánea.<br />

3) Que el conocimiento de las tendencias, posibilidades<br />

y limitaciones de la historia de la ciencia<br />

puede contribuir a mejorar nuestras investigaciones<br />

debido a que las hipótesis son formuladas<br />

por continuidad, similitud, analogía o en contraposición<br />

con ideas del presente y el pasado.<br />

4) Que la historia de la ciencia desempeña un papel<br />

fundamental en el aprendizaje de las ciencias,<br />

pues nos previene contra el dogmatismo (“las<br />

cosas siempre han sido así”) al puntualizar que<br />

las conquistas del conocimiento son producto<br />

de procesos que implican correcciones, ampliaciones<br />

y mejoras del saber; no hay, por ende,<br />

verdades eternas.<br />

5) Que la ciencia en la historia de México comprende<br />

cinco momentos: la ciencia indígena,<br />

el contacto y la influencia mutua de culturas<br />

indígena-española, la introducción de la ciencia<br />

moderna, el motor de la reforma liberal y el desarrollo<br />

del positivismo, y, por último, el periodo<br />

posrevolucionario y contemporáneo.<br />

La praxis y las revoluciones antropológicas<br />

La ciencia en la historia de México muestra una<br />

gama de factores que pudieron dar surgimiento<br />

a la cultura humana, base material de la ciencia.<br />

En este contexto aborda los orígenes del hombre<br />

americano y conjetura cómo se habría dado el surgimiento<br />

de la escritura, la creación de los procedimientos<br />

de cálculo elemental y la construcción<br />

de los instrumentos y las herramientas. Sus interpretaciones<br />

corresponden obviamente al nivel de<br />

conocimientos de la época. Para dar cuenta de los<br />

datos arqueológicos se apoya en definiciones de arqueólogos<br />

de orientación marxista de las décadas<br />

de los treinta y cuarenta del siglo xx. Por ejemplo,<br />

usa el concepto revolución neolítica (del arqueólogo<br />

británico Gordon Childe, cuyo libro, Los orígenes<br />

de la civilización, fue traducido al español<br />

por el propio De Gortari en 1954 para el Fondo de<br />

Cultura Económica). La revolución neolítica sería<br />

el tránsito de la vida nómada a la vida sedentaria<br />

y comprendería el cambio de una economía recolectora<br />

(caza, pesca y recolección) a una economía<br />

productora (agricultura y ganadería). Con base en<br />

investigaciones de destacados antropólogos mexicanos,<br />

De Gortari hipotetiza cómo se habría dado<br />

la revolución urbana en América (otro término de<br />

Gordon Childe), que habría resultado, por un lado,<br />

de la acumulación laboriosa de un conjunto de conocimientos<br />

científicos (topológicos, geológicos,<br />

astronómicos, químicos, zoológicos y botánicos)<br />

y, por el otro, de experiencias en la agricultura y<br />

las artesanías.<br />

La escritura de los mayas<br />

y el español como lengua científica<br />

De Gortari da un paso más en el examen histórico<br />

al abordar la “ciencia indígena”. Expone los principales<br />

descubrimientos científicos de los mayas y<br />

puntualiza, por ejemplo, que el método de numeración,<br />

perfeccionado por los mayas, ofrece novedades<br />

únicas: “fue elaborado inicialmente por los olmecas<br />

de La Venta, esto es, un millar de años antes<br />

de que cualquier otro pueblo del mundo contara<br />

con un sistema análogo”. Destaca su exposición de<br />

la cultura maya, que incluye una explicación muy<br />

didáctica del cálculo aritmético de aquellos pueblos<br />

prehispánicos. Entre las hazañas científicas<br />

sobresalientes están el sistema vigesimal de numeración<br />

y su respectiva notación simbólica (utilizada<br />

en la astronomía y el comercio); la invención<br />

y uso del número cero (concebido ocho siglos antes<br />

de que los científicos de la India realizaran el<br />

mismo descubrimiento de manera independiente),<br />

así como la fabricación del papel (amatl), a base de<br />

fibras de la corteza de varios amates y, en algunos<br />

casos, de fibras de maguey, y el portentoso calendario<br />

anual derivado de agudas observaciones astronómicas.<br />

El análisis de la ciencia española inicia con<br />

una reflexión sobre los orígenes del castellano y<br />

su evolución. Al respecto De Gortari advierte: “el<br />

hecho de que la ciencia española fuera expresada<br />

precisamente en castellano es algo que la destaca<br />

peculiarmente dentro de su época”. Antes de<br />

ello, como es sabido, el latín era el idioma universal<br />

de la ciencia. “Por tanto, la adopción del<br />

español para la expresión culta fue fruto de una<br />

temprana madurez de la burguesía española y<br />

un síntoma de la integración de la nacionalidad,<br />

o sea, una característica distintiva de la modernidad<br />

[…] porque en el desarrollo histórico de la<br />

cultura, el hecho de servirse de la lengua popular<br />

para el trabajo científico es algo que representa<br />

una etapa más desarrollada.”<br />

El descubrimiento de América<br />

y la hispanidad<br />

Sobre el descubrimiento de América por los europeos,<br />

De Gortari se propone superar las descripciones<br />

anecdóticas, adentrándose en el análisis de<br />

las condiciones científicas y sociales que hicieron<br />

posible esa aventura. Astronomía, tecnología, y<br />

desde luego, matemáticas, fueron los puntales de<br />

un evento que cambió el rumbo de la humanidad.<br />

La ciencia en la historia<br />

de México muestra una<br />

gama de factores que<br />

pudieron dar surgimiento<br />

a la cultura humana, base<br />

material de la ciencia. En<br />

este contexto aborda los<br />

orígenes del hombre<br />

americano y conjetura<br />

cómo se habría dado el<br />

surgimiento de la<br />

escritura, la creación de<br />

los procedimientos de<br />

cálculo elemental y la<br />

construcción de los<br />

instrumentos y las<br />

herramientas.<br />

Igualmente, examina las consecuencias inmediatas<br />

de todo ello: el conjunto de los viajes de exploración<br />

“aportó el conocimiento irrefutable de que<br />

nuestro planeta es un cuerpo aislado, que puede<br />

recorrerse en todas direcciones en un mismo sentido<br />

acabando por regresar al punto de partida y,<br />

que, por consiguiente, no se encuentra sumergido<br />

ni tampoco está sostenido, como lo representaban<br />

las creencias antiguas”.<br />

En cuanto al periodo de la Colonia, De Gortari<br />

subraya la influencia recíproca de las culturas.<br />

Por lo que hace al continente europeo, resalta la<br />

incorporación de los saberes del medio oriente y,<br />

por lo que hace a la Nueva España, destaca el influjo<br />

recíproco de los saberes indígenas y españoles<br />

que se dio en muchos terrenos, englobando los<br />

conocimientos agrícolas, botánicos y de medicina,<br />

además de las palabras de origen indígena. Describe<br />

el nacimiento de diversas instituciones educativas,<br />

como el Real y Primitivo Colegio de San<br />

Nicolás Obispo, fundado por Vasco de Quiroga en<br />

Pátzcuaro en 1540, la institución de enseñanza superior<br />

más antigua del continente americano. Ninguna<br />

organización permanece indiferente al cambio<br />

y es por ello que las instituciones educativas<br />

fueron progresivamente recibiendo la influencia<br />

de la modernidad.<br />

La historia poscolonial es dividida por De Gortari<br />

en tres etapas. La primera es efecto de la filosofía<br />

y de la ciencia de los siglos xvi y xvii, con dos<br />

características que se prolongan hasta los inicios<br />

del siglo xix: independencia de la teología y una<br />

concepción del universo apoyada en bases comprobables<br />

por medio del experimento y el desarrollo<br />

de explicaciones racionales de los procesos.<br />

La segunda etapa abarca acontecimientos como<br />

la Revolución francesa y la Revolución industrial,<br />

dando pie al caudal influyente del positivismo en<br />

México. La tercera etapa corresponde a la era posrevolucionaria<br />

y llega hasta la segunda mitad del<br />

siglo xx.<br />

La Guerra de Reforma<br />

y la Revolución mexicana<br />

De Gortari recalca que México “fue el único país<br />

de la América española donde los separatistas<br />

criollos no pudieron evitar la participación de los<br />

campesinos indígenas, mestizos y mulatos en la<br />

lucha por la independencia nacional”. Con la Reforma<br />

liberal se abre un capítulo novedoso de la<br />

historia de la ciencia y de la sociedad mexicana.<br />

De Gortari había estudiado esta etapa en La ciencia<br />

en la Reforma (1957), escrita en ocasión del<br />

centenario de la Constitución de 1857. En aquella<br />

etapa cambió el carácter de la investigación con<br />

enfoques científicos que sustituyeron los muros<br />

de la escolástica. La culminación se alcanzará con<br />

el positivismo mexicano. En cuanto a esto, De Gortari<br />

distingue dos momentos: uno de ascenso positivista<br />

luminoso, bajo el impulso del movimiento<br />

de Reforma, y otro de esclerosis científica y educativa,<br />

de caída en la especulación idealista, durante<br />

la época del dictador Díaz.<br />

Para examinar la etapa posrevolucionaria y contemporánea,<br />

De Gortari se apega a los lineamientos<br />

del historiador comunista irlandés John D. Bernal<br />

(cuyos libros, La ciencia en la historia y La ciencia<br />

en nuestro tiempo, editados en 1959 y 1960,<br />

fueron traducidos por el propio De Gortari). Entre<br />

otras tesis, De Gortari defiende la posición de que<br />

un Estado nacionalista y popular es el mejor incentivo<br />

para la ciencia, la educación y la cultura. Según<br />

este enfoque, la confianza que los campesinos y los<br />

trabajadores industriales pusieron en sus propias<br />

obras para construir un México independiente, mejor<br />

y más equitativo, se comunica a los científicos,<br />

al tiempo que los gobiernos revolucionarios harían<br />

esfuerzos por llevar la enseñanza elemental a las<br />

comunidades menos desarrolladas y abrían las<br />

puertas de las universidades a los jóvenes de escasos<br />

recursos.<br />

Problemas de la historia<br />

de la ciencia en México<br />

Un primer problema de la historia de la ciencia en<br />

México es el material mismo del estudio. Según De<br />

Gortari, desde la época en que los antiguos mexicanos<br />

quedaron sometidos al colonialismo español<br />

las contribuciones nacionales a la ciencia han<br />

sido muy escasas y muy poco conocidas en otras<br />

latitudes. Un segundo problema es el enfoque de<br />

la selección e interpretación de los datos históricos.<br />

Después de La estructura de las revoluciones<br />

científicas de Thomas S. Kuhn (fce, 1ª ed., 1971)<br />

sería ingenuo suponer la posibilidad de una reconstrucción<br />

histórica “neutral” de la ciencia. De<br />

Gortari realizó la suya con base en modelos derivados<br />

de cierta orientación marxista. Pero eso<br />

sólo delimita su enfoque, no lo hace mejor ni peor<br />

que otros puntos de vista.<br />

Ciertamente, su perspectiva supone que el conocimiento<br />

científico tiene una continuidad lineal,<br />

sin rupturas, ya que lo define como orientado<br />

por una dialéctica en la que cada innovación está<br />

vinculada de manera orgánica a ideas previas. Un<br />

tercer problema es la definición misma de su objeto<br />

de investigación que deja de lado los mitos,<br />

la magia y la religión, que por mucho tiempo se<br />

combinaron con las ideas científicas. Por último,<br />

aunque es inevitable que las obras históricas envejezcan,<br />

La ciencia en la historia de México es<br />

un conjunto de puntos de partida que permiten<br />

renovadas interpretaciones. Apuntemos uno: en<br />

la actualidad contamos con abundantes conocimientos<br />

derivados de las neurociencias, los cuales<br />

permiten replantear muchos indicios y datos de la<br />

evolución del saber y de la formación de las organizaciones<br />

sociales. Como sea, el libro escrito por<br />

Eli de Gortari es un capítulo del materialismo dialéctico<br />

en México y eso tiene un valor histórico en<br />

sí mismo. •<br />

10 la gaceta enero de 2017


La Revolución mexicana:<br />

un jonrón histórico<br />

Contra la mayoría de las corrientes historiográficas<br />

actuales, el autor sostiene que la Revolución mexicana<br />

es un fenómeno coherente que merece un lugar<br />

en el panteón de las grandes revoluciones. Hoy es<br />

posible tener una visión general de ella, si bien muy<br />

matizada por las diferencias regionales, sectoriales,<br />

individuales y culturales.<br />

ramón cota meza<br />

La presente colección de ensayos<br />

retoma la narración y los<br />

temas principales de La revolución<br />

mexicana del mismo autor<br />

(fce, 2010; Grijalbo, 1996), en<br />

diálogo crítico con las diversas<br />

corrientes de interpretación del<br />

fenómeno en los últimos 40 años. Knight mantiene<br />

con solvencia su interpretación general de la<br />

Revolución mexicana como fenómeno coherente y<br />

unidad de análisis histórico válido, sin descuidar<br />

la enorme diversidad regional, sectorial y de actores<br />

y los avatares del proceso mismo. En palabras<br />

de Javier Garciadiego, La Revolución mexicana de<br />

Alan Knight es “la más importante historia general…<br />

Puede decirse que es un libro ya clásico sobre<br />

el tema”.<br />

El título La revolución cósmica podría prestarse<br />

a equívocos, pero se trata, en palabras del<br />

autor, de un “concepto literario caprichoso” que<br />

hace eco juguetón del concepto “la raza cósmica”<br />

de José Vasconcelos. Así como para Vasconcelos el<br />

mexicano es un “ser híbrido”, para Knight la Revolución<br />

mexicana es un fenómeno híbrido también,<br />

con elementos de otras grandes revoluciones entretejidos<br />

en un tapiz nacional propio y vivo. Por<br />

su originalidad y sus consecuencias, la Revolución<br />

mexicana pertenece al selecto club de las grandes<br />

revoluciones: la inglesa, la francesa, la rusa, la china,<br />

la boliviana y la cubana.<br />

El tema principal del libro es responder la debatida<br />

cuestión de si la Revolución mexicana fue<br />

un éxito o un fracaso. Las palabras éxito y fracaso<br />

pertenecen al vocabulario de la historia, porque la<br />

historia tiene que ver con seres que buscan metas<br />

conscientes (Marc Bloch). En sentido “técnico”, la<br />

Revolución mexicana es para Alan Knight un éxito<br />

porque derrotó a la contrarrevolución y sobrevivió.<br />

Desde el punto de vista “normativo” (logros y<br />

fracasos respecto de ciertos criterios) también lo<br />

fue porque pudo introducir las grandes reformas<br />

que se propuso. Los grandes ganadores fueron los<br />

sonorenses porque dominaron el proceso y crearon<br />

el nuevo estado: se anotaron un “jonrón histórico”.<br />

La gran troika de Obregón, Calles y Cárdenas<br />

fue un equipo de talento sin par.<br />

Hay evidencia dura y suficiente para mostrar<br />

que el país cambió radicalmente debido a la Revolución.<br />

El cambio fue político, económico, social y,<br />

en cierta medida, cultural, sin ser uniforme, más<br />

bien variable por regiones, por comunidades y por<br />

sectores. El cambio político consistió en el paso de<br />

un sistema oligárquico y personalista a otro más<br />

popular y populista, basado en organizaciones masivas.<br />

No fue un cambio democrático en el sentido<br />

clásico, liberal, representativo, pero abrió cauces<br />

a la participación popular en sentido progresista.<br />

El populismo no fue arbitrario sino “rutinizado” o<br />

institucional.<br />

La Revolución mexicana inició como un proceso<br />

liberal democrático en 1910, cuya derrota por<br />

la contrarrevolución en 1913 instaló en los revolucionarios<br />

la convicción de no cometer el error de<br />

Madero. De acuerdo con Knight, el proyecto maderista<br />

no fracasó porque el pueblo mexicano fuera<br />

adverso a la democracia. Hay evidencia suficiente<br />

de gran participación electoral desde la época de<br />

Díaz. El fracaso de Madero no debe buscarse en<br />

la maldición antidemocrática de los tlatoanis y los<br />

virreyes, sino en la intención de introducir la democracia<br />

en el contexto adverso de una sociedad<br />

tensa y polarizada por huelgas, toma de tierras,<br />

rebeliones, bandidaje y motines urbanos.<br />

Para no repetir el error de Madero, los revolucionarios,<br />

a partir del triunfo armado en 1920,<br />

comenzaron a crear un Estado centralizado que<br />

mantuvo los principios liberales y democráticos<br />

en la letra, pero que en la práctica impuso un régimen<br />

de tintes autoritarios basado en una maquinaria<br />

de clientelismo controlado y caciquil.<br />

No obstante, la transformación del país fue real.<br />

Los campesinos consiguieron sus tierras aunque<br />

no todos en la forma deseada. La dinámica agrarista<br />

empezó como proceso autónomo desde abajo,<br />

pero a medida que el Estado se fue consolidando,<br />

el reparto de la tierra se volvió un proceso centralizado,<br />

sujeto a cálculos de poder y con desviaciones<br />

como la introducción del ejido colectivo. Pero<br />

no derivó en una solución totalitaria estilo soviético.<br />

El nivel de vida de los campesinos aumentó,<br />

aunque no de manera uniforme.<br />

La Revolución no produjo al movimiento obrero,<br />

pues éste venía manifestándose constantemente<br />

desde el Porfiriato, pero le permitió crecer, organizarse<br />

y expresar sus demandas hasta el punto<br />

en que hubo una suerte de colonización obrera del<br />

Estado. A fines de la década de 1920, casi la totalidad<br />

de la clase obrera estaba sindicalizada y sus<br />

líderes ejercieron gran influencia en las decisiones<br />

del gobierno. Las tendencias anarquistas fueron<br />

neutralizadas o marginadas hasta su extinción.<br />

Con altas y bajas, el poder adquisitivo de la clase<br />

obrera aumentó.<br />

La Revolución se apoyó en el crecimiento capitalista,<br />

pero con fuerte intervención del Estado y<br />

canalización política de la presión popular. El buen<br />

sentido capitalista de Calles se mostró en la manera<br />

en que contrarrestó los efectos de la Gran Depresión<br />

con medidas anticíclicas. La relación del Estado<br />

con varias empresas extranjeras fue inestable,<br />

mas no por hostilidad ideológica de los revolucionarios<br />

sino por las circunstancias económicas mismas.<br />

La nacionalización del petróleo no fue un acto<br />

arbitrario, sino que atendió a una fuerte presión<br />

obrera en una coyuntura internacional propicia.<br />

En suma, la Revolución fue un movimiento social<br />

amplio, no una estrecha lucha por el poder de<br />

líderes corruptos y ambiciosos. Su muerte por mil<br />

cuchillazos revisionistas ha sido muy exagerada.<br />

Fue una verdadera revolución que merece su lugar<br />

en el gran panteón de las revoluciones, tanto por<br />

los hechos revolucionarios mismos como por sus<br />

radicales consecuencias en el periodo 1920-1940.<br />

No originó una transformación total y holística<br />

como la que pretendieron impulsar las revoluciones<br />

rusa, china y cubana, sino una suerte de ingeniería<br />

social radical. El totalitarismo tipo europeo<br />

no apareció ni como tentación.<br />

La Revolución terminó en 1940 en el sentido de<br />

que las tendencias radicales fueron eliminadas;<br />

pero el cambio desarrollista trazado por Obregón<br />

y Calles continuó, si bien en forma mucho más gradual.<br />

Se formó una clase media y una configuración<br />

política estable en el contexto macropolítico<br />

de la Guerra Fría.<br />

A diferencia de muchos historiadores contemporáneos<br />

que se han dedicado a estudiar regiones,<br />

episodios, procesos y personajes específicos de la<br />

Revolución, Knight mantiene una perspectiva general,<br />

aunque muy matizada. La Revolución mexicana<br />

no es para él un monolito sino un mosaico en<br />

el que, no obstante, se pueden discernir patrones y<br />

estructuras. Podemos respetar a los historiadores<br />

de aspectos particulares de la Revolución y nutrirnos<br />

de sus hallazgos, pero no necesariamente renunciar<br />

a las explicaciones generales.<br />

Los giros interpretativos hacia la “historia de<br />

barro” (los de abajo) y luego hacia aspectos regionales<br />

y particulares de la Revolución son producto<br />

de la historia misma. Los nefastos sucesos de<br />

1968, 1971, 1976 y 1982 fueron vistos como resultado<br />

de un pecado original del movimiento. Los<br />

historiadores sintieron la responsabilidad de exponer<br />

cuándo y cómo había ocurrido la caída del<br />

hombre revolucionario. El énfasis en la historia de<br />

barro puede verse como una respuesta al agotamiento<br />

de la retórica revolucionaria oficial. Resultó<br />

entonces que la Revolución mexicana había sido<br />

más variada y complicada que la imagen oficial<br />

heredada. Los grandes caudillos de la historia<br />

de bronce eran menos nobles e importantes. Las<br />

metas revolucionarias habían sido mixtas y hasta<br />

contradictorias. Los logros habían sido parciales y<br />

hasta negativos.<br />

De todas las corrientes revisionistas, la más importante<br />

es la historia local y regional, que hizo<br />

pedazos la interpretación de la Revolución como<br />

proceso nacional monolítico. Luego vino el segundo<br />

giro interpretativo, éste enfocado en la historia<br />

cultural (etnicidad, género, tradiciones). Los rebeldes<br />

campesinos resultaron sujetos con ideas e<br />

identidad propias. Nada de esto hubiera sido posible<br />

sin la proliferación de los centros de estudio o,<br />

la apertura de archivos locales y el mejoramiento<br />

de su gestión a partir de la década de 1970. Como<br />

es obvio, esto fue resultado de la acción misma del<br />

Estado y de su compromiso con la educación, una<br />

de las metas de la Revolución.<br />

Con el paso del tiempo podemos tener una visión<br />

más sobria, matizada y objetiva de la Revolución<br />

mexicana y considerarla como hecho histórico,<br />

no como reliquia nacional ni como objeto de<br />

disputa ideológica. Sus procesos son vistos ahora<br />

como mucho más fluidos y fragmentados. No obstante<br />

esta complejidad, el fenómeno presenta patrones<br />

coherentes.<br />

Hoy predomina una suerte de perspectiva posrrevisionista<br />

que mantiene la crítica a la historia<br />

oficial, la preocupación por los de abajo (subalternos)<br />

y los de afuera (provincia) y el reconocimiento<br />

de los factores culturales. Los actores tienen<br />

motivos diversos y el Estado se ve ahora más limitado<br />

que el Leviatán alguna vez imaginado. Hay<br />

un tornasol de varias interpretaciones en juego: la<br />

que reconoce a un Estado poderoso pero popular,<br />

progresista y benefactor (herencia de la historia<br />

oficial), la que ve un Estado poderoso pero autoritario<br />

y opresor y la que ve a un Estado no tan poderoso,<br />

más variable a través del tiempo, y capaz<br />

tanto de opresión como de reforma. Con el paso<br />

del tiempo y la transformación política, la historia<br />

mexicana se encuentra menos politizada y el maniqueísmo<br />

histórico se ha esfumado. Al respecto,<br />

se puede comparar la conmemoración de los 50<br />

años de la Revolución en 1960 (véase México: cincuenta<br />

años de revolución, fce, México, 1960) con<br />

la de los 100 años en 2010, presidida por el gobierno<br />

de un partido que nació como reacción contra<br />

la Revolución.<br />

En conclusión, para Knight no hay espacio para<br />

una nueva interpretación general de la Revolución<br />

mexicana, pero quedan muchos aspectos por explorar<br />

y cabos por atar, los cuales podrán ser integrados<br />

al cuadro general para darle más coherencia<br />

pero también más heterogeneidad. Respecto<br />

de la Revolución mexicana no podemos escapar al<br />

lugar común: “Muchos Méxicos, muchas revoluciones”.<br />

•<br />

La revolución cósmica. Utopías, regiones y<br />

resultados, México 1910-1940, Alan Knight,<br />

México: fce, 2015, 196 pp.<br />

enero de 2017 la gaceta 11


Una vida<br />

comprometida:<br />

Rodolfo Stavenhagen<br />

(1932-2016)<br />

Pocos intelectuales mexicanos tan discretos<br />

e influyentes como Rodolfo Stavenhagen,<br />

fallecido en noviembre de 2016. Presentamos<br />

la remembranza de su amigo y cofrade Jacques<br />

Lafaye, autor de Quetzalcóatl y Guadalupe,<br />

Los conquistadores y otras obras<br />

sobresalientes de esta casa editorial.<br />

jacques lafaye<br />

Una vida, vida intelectual en particular,<br />

es fruto de una experiencia<br />

vital modelada por influencias<br />

personales y es típica<br />

de un fenómeno generacional,<br />

como lo percibió Ortega y Gasset.<br />

Si se enfoca de esta manera<br />

la vida de Rodolfo, se imponen unos datos masivos:<br />

fue un “niño de la Guerra”, se entiende que de la<br />

segunda Guerra Mundial en Europa; que esto fuera<br />

traumático lo puedo atestiguar por ser niño europeo<br />

de la misma generación. Como él, yo salí al<br />

éxodo en 1940, no por mar sino por tierra, bombardeado<br />

y ametrallado por la fuerza aérea del Tercer<br />

Reich. Pero pude regresar a mi casa, intacta, tres<br />

meses más tarde; Rodolfo regresó a Fráncfort muchos<br />

decenios después, invitado a dictar una conferencia<br />

en la Universidad. Por si fuera poco todo<br />

lo anterior, no nos olvidemos de que Rodolfo era un<br />

niño alemán que hablaba alemán con sus padres,<br />

mientras sus abuelos morían en un campo de concentración,<br />

también alemán.<br />

Cuando gracias a las amistades germánicas el<br />

ya adolescente Rodolfo fue invitado por Gertrude<br />

Duby (Gertrude Loertscher, suiza-alemánica) y<br />

Frans Blom (danés) a conocer la Selva Lacandona<br />

y sus indios, en 1949, sus anfitriones hablaban en<br />

alemán. Si el joven Rodolfo, que ya se estaba convirtiendo<br />

en todo un mexicano, sintió nacer su<br />

vocación antropológica en esta circunstancia, o<br />

si fue en un trabajo de campo posterior entre los<br />

indios mazatecos, no lo sabemos con seguridad. Sí<br />

sabemos, en cambio, que la primera circunstancia<br />

que influyó en su vocación de “defensor de los indios”<br />

fue la pasión de su padre Kurt Stavenhagen,<br />

quien logró juntar una de las más importantes<br />

colecciones de obras prehispánicas, tanto líticas<br />

como cerámicas. Yo tuve el privilegio de visitarla<br />

guiado por él mismo (unos años antes de conocer<br />

a Rodolfo), estuvo presente su madre, una señora<br />

con distinción tal que me hizo pensar en las que<br />

pintara Gustav Klimt en Viena, pero a ella la retrató<br />

Diego Rivera, amigo, con Frida, de la pareja. La<br />

colección Stavenhagen ha sido donada por Rodolfo<br />

a la unam y está en exposición permanente en el<br />

Centro Cultural Universitario Tlatelolco.<br />

También gracias a las amistades germánicas,<br />

Rodolfo pudo ir a estudiar arte en la Universidad de<br />

Chicago, donde escuchó también las conferencias<br />

de Robert Redfield, amigo de Frans Blom; lo cual<br />

no pudo más que confirmar su deseo de dedicarse<br />

al estudio antropológico de los indios de México.<br />

Los campos de Redfield habían sido Yucatán y Tepoztlán.<br />

Ya en los años cincuenta se invitaron a la<br />

enah eminentes antropólogos de Estados Unidos,<br />

a iniciativa, principalmente de Pablo Martínez<br />

del Río y Pedro Bosch Gimpera, y posteriormente<br />

de Ángel Palerm, quien había sido funcionario de<br />

la oea. Rodolfo ingresó a la Escuela Nacional de<br />

Antropología e Historia, donde siendo estudiante<br />

hizo un trabajo de campo como asistente de Alfonso<br />

Villa Rojas (ex colaborador de Redfield), entre<br />

los mazatecos, “hombres sin tierra” (Luis Suárez,<br />

1969), expulsados de su solar ancestral por el “progreso”:<br />

la construcción de la presa Miguel Alemán<br />

en la cuenca del Papaloapan. Al año siguiente volvió<br />

Rodolfo a esta región como colaborador del Instituto<br />

Nacional Indigenista (ini), dirigido entonces<br />

por Alfonso Caso, quien tenía como subdirector a<br />

Gonzalo Aguirre Beltrán. Pero su tesis de maestría<br />

la dedicó a una población flotante, la de Tijuana,<br />

naciente ciudad de frontera en los años cincuenta.<br />

Se da el caso de que su hijo Gabriel está ahora filmando<br />

en la frontera norte, según me dice su hermana<br />

Marina, también conocida cineasta. A raíz de<br />

estas experiencias de campo y en medio de las polémicas<br />

intelectuales y políticas del momento, Rodolfo<br />

quedó desilusionado de la deriva burocrática<br />

del Estado nacido de la Revolución, así como del<br />

dogmatismo marxista-leninista imperante. Ya en<br />

aquella obra de juventud escribió: “La constitución<br />

de una disciplina social única (que incluya la antropología<br />

social y la sociología) debe ser el próximo<br />

paso lógico, particularmente en México, donde los<br />

antropólogos han hecho ‘sociología’, y donde la sociología<br />

apenas está comenzando a constituirse en<br />

una ciencia de la investigación científica” (Introducción<br />

a Tijuana 58, edición de El Colegio de la<br />

Frontera Norte, 2014).<br />

Rodolfo se trasladó a París en 1959, donde se<br />

doctoró en La Sorbona en 1965, con una tesis titulada<br />

Las clases sociales en las sociedades agrarias,<br />

bajo la dirección de Georges Balandier, quien<br />

era entonces un joven profesor, fraternal con sus<br />

estudiantes (le llevaba algo más de diez años a Rodolfo;<br />

falleció tres semanas antes de él). Balandier<br />

era lo que se catalogaba entonces en Francia como<br />

“un africanista”; su campo de investigación era el<br />

África subsahariana (Afrique noire); tuvo relación<br />

con Cheikh Anta Diop, el prohombre de “la Négritude”,<br />

y estudió en particular la clase obrera de<br />

Senegal. Esto no era original en la fecha; Bourdieu<br />

estudió la clase obrera en Argelia, Touraine la<br />

clase obrera en Chile… El trabajo de Balandier en<br />

Senegal podría resumirse como el estudio de los<br />

efectos perversos de la colonización, seguidos de<br />

una supuesta descolonización, que no pasó de ser<br />

un neocolonialismo. Según escribió el maestro de<br />

Rodolfo: “Ninguna sociedad está jamás totalmente<br />

liberada de su pasado” y también: “Nunca se insistirá<br />

bastante sobre el hecho de que la relación<br />

generalizada de las sociedades actuales ha llegado<br />

a ser el dato dominante” (Sociologie des mutations,<br />

1968). La preocupación social fue general en<br />

nuestra generación, la actividad intelectual era inseparable<br />

del compromiso político. En el aspecto<br />

intelectual y teórico este interés se confundía con<br />

el cuestionamiento del análisis clasista: la alianza<br />

entre obreros y campesinos para hacer la revolución,<br />

el modelo estalinista y el modelo maoísta,<br />

etcétera… Rodolfo impulsó, seis años antes de la<br />

Primera Declaración de Barbados, la sustitución<br />

del modelo étnico al modelo clasista, como principio<br />

de análisis y explicación.<br />

Lo que mostró Rodolfo en sus famosas Siete<br />

tesis equivocadas sobre América Latina es que<br />

la descolonización política de la América Latina,<br />

igual que la reciente de África, no había puesto fin<br />

al colonialismo, que había pasado de externo a interno<br />

en unos decenios. Así escribió: “las regiones<br />

subdesarrolladas de nuestras naciones juegan el<br />

papel de ‘colonias internas’; por ello, en lugar de<br />

plantear el problema de las naciones de América<br />

Latina en términos de ‘sociedad dualista’, sería<br />

más conveniente hablar de ‘colonialismo interno’”<br />

(primera tesis). El título Siete tesis… fue una alusión<br />

implícita (pero transparente en aquella fecha)<br />

a los Siete ensayos de interpretación de la realidad<br />

peruana de José Carlos Mariátegui (1928),<br />

que postulaban una sociedad dualista, medio feudal<br />

(rural), medio burguesa (urbana); un análisis<br />

marxista clásico de la cuestión agraria. Ya Miguel<br />

Ángel Asturias había precedido al peruano con<br />

una tesis sobre: Sociología guatemalteca: El problema<br />

social del indio (1923), un cuadro aterrador<br />

de la miseria indígena en todos sus aspectos, manifiesto<br />

humanitario y antirracista precursor de<br />

la generación indigenista.<br />

Antes de presentar su tesis, Rodolfo se había<br />

mudado a Río de Janeiro, como miembro del Centro<br />

Latino-Americano de Pesquisas em Ciencias<br />

Sociais; tanto este centro como el Museo Paulista<br />

y otras instituciones como la FUNAI (Fundação<br />

Nacional do Índio) vivieron en aquellos años un clima<br />

de controversias, igual que el ini de México. La<br />

visión de Brasil de Gilberto Freyre en Casa-grande<br />

e senzala (1933), y en Interpretação do Brasil<br />

(1945) fue matizada por Sérgio Buarque en Raizes<br />

do Brasil (1936), y abiertamente rebatida por un<br />

grupo de antropólogos de la generación siguiente,<br />

la de Rodolfo, quien pasó entre ellos los años inmediatamente<br />

anteriores a la elaboración de sus Siete<br />

tesis. Estos antropólogos, varios de ellos también<br />

políticos (como Fernando Henrique Cardoso, que<br />

llegó a ser Presidente de Brasil, Darcy Ribeiro,<br />

quien fue gobernador del Estado de Guanabara),<br />

cuestionaron radicalmente la visión feudal de la<br />

historia nacional. Otro, Roberto Cardoso de Oli-<br />

12 la gaceta dgcs-unam<br />

enero de 2017


una vida comprometida: rodolfo stavenhagen (1932-2016)<br />

veira, investigador del Museo Nacional de Río de<br />

Janeiro, escribió un ensayo crítico de los tópicos<br />

dominantes de la antropología titulado O índio e o<br />

mundo dos brancos, que apareció en 1964, el año<br />

anterior a las Siete tesis de Rodolfo. La cantina del<br />

museo, en la que me tocó compartir comidas con<br />

Roberto aquel mismo año, era un foro de apasionados<br />

debates sobre “el problema indio”; en Brasil<br />

se trataba de reconsiderar la política de Rondon,<br />

aplicada por el Serviço de Proteção ao Índio.<br />

Por si quedara la menor duda respecto de la inquietud,<br />

a la vez teórica y política, de los científicos<br />

sociales de aquella generación, tenemos una<br />

carta de Andre Gunder Frank a Rodolfo, fechada<br />

en 1963. Gunder Frank, judío alemán refugiado con<br />

la Universidad de Chicago, conocía íntimamente a<br />

Rodolfo desde que éste fuera estudiante en esta<br />

misma universidad; así lo revela el tono de la carta.<br />

La escribió Gunder Frank estando en Brasilia,<br />

invitado por el rector de la universidad (lo era en la<br />

fecha Darcy Ribeiro), como lo fui yo en aquel mismo<br />

verano. En esta carta, Gunder Frank hace alusiones<br />

a sus intercambios intelectuales con Roberto<br />

Cardoso, Fernando Henrique Cardoso, Octavio<br />

Ianni… pero lo esencial para nuestro propósito es<br />

que menciona a Rodolfo irónicamente, llamándole:<br />

“that guy Stavenhagen”. Lo que él esperaba de<br />

Rodolfo era que formulara la tesis según la cual la<br />

supuesta sociedad dual latinoamericana no existe;<br />

escribió explícitamente: “well, I mean to write<br />

an article demonstrating that each and everyone<br />

of this propositions is wrong”. Lo cual fue directa<br />

incitación a escribir sobre las “tesis equivocadas”,<br />

cuyo título le anticipa. Entiéndase que con esta<br />

observación no pretendo cuestionar la paternidad<br />

del ensayo más famoso de Rodolfo, sino mostrar<br />

que ha sido fruto de un debate entre investigadores<br />

afines. Gunder Frank publicó posteriormente<br />

una obra que tuvo gran eco: Capitalismo y subdesarrollo<br />

en América Latina (1967). Ahora hay que<br />

señalar que, ya en 1948, François Perroux había<br />

publicado “Esquisse d’une théorie de l’économie<br />

dominante” (Economie Appliquée), donde destacó<br />

la unidad orgánica (no se decía “globalidad”) de la<br />

economía mundial: si hay una economía dominante,<br />

tiene que haber economías dependientes.<br />

A su regreso a México, en 1965, Rodolfo publicó<br />

su ensayo polémico: “Siete tesis equivocadas<br />

sobre la América Latina” en el periódico El Día.<br />

Dicho ensayo surgió en medio de las intensas controversias<br />

de las que fue teatro la Escuela Nacional<br />

de Antropología de México, muy politizada en<br />

aquellos años. Para resumirlo, los gobiernos de<br />

aquel tiempo consideraban que el presidente Cárdenas<br />

había resuelto el problema de la población<br />

rural (todavía mayoritaria) mediante la reforma<br />

agraria. Y que a partir del presidente Alemán el<br />

problema nacional prioritario era la industrialización<br />

y la ciudadanización de los indios, esto es,<br />

“forjar patria” (según el lema famoso de Manuel<br />

Gamio). Los antropólogos, al contrario, pensaban<br />

que la crisis del ejido (provocada por la elevada<br />

tasa de crecimiento demográfico y la corrupción<br />

de los bancos de apoyo ejidal) era una prioridad<br />

y que la protección de las culturas indígenas era<br />

otra prioridad. Entre los responsables políticos<br />

y la sociedad seguía vigente (si bien no explícitamente)<br />

el viejo esquema “civilización o barbarie”,<br />

visión maniqueísta subyacente en la política de<br />

asimilación y ciudadanización de los indios. Contra<br />

esta visión se levantó la voz de una generación<br />

de antropólogos y sociólogos, la de Rodolfo.<br />

Las “Siete tesis” salieron en París al año<br />

siguiente, en 1966, en una revista de izquierda<br />

radical independiente (desaparecida en 1973).<br />

“Independiente” significaba en aquella fecha no<br />

enfeudada al Partido comunista. La revista había<br />

sido creada en 1961 por François Maspero, hijo<br />

del librero-editor vanguardista Henri Maspero.<br />

He guardado en mi archivo el ejemplar de: “Sept<br />

théses erronées…” que me mandó Rodolfo al salir<br />

la edición (la dedicatoria que me puso confirma su<br />

manejo coloquial de la lengua francesa). Este alegato<br />

ha tenido tal resonancia que se han celebrado<br />

los cincuenta años de su aparición (en 2015) con un<br />

coloquio en El Colegio de México. En aquella ocasión<br />

expresó su deseo de escribir ahora las “siete<br />

tesis correctas” sobre América Latina, desafío que<br />

le fue planteado por su amigo Pablo González Casanova<br />

(a quien llegué también a conocer en 1960,<br />

en la tertulia cotidiana de Huguette Balzola en su<br />

Librairie française del Paseo de la Reforma).<br />

Como muestra de la obra institucional de Rodolfo<br />

Stavenhagen, a partir de 1969 realizó investigaciones<br />

como miembro del Instituto Internacional<br />

de Estudios Laborales de la Organización Internacional<br />

del Trabajo en Ginebra, por otro nombre<br />

la oit. Su papel crucial en el establecimiento de la<br />

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,<br />

México, a partir de 1974, fue una manera de proteger<br />

el patrimonio intelectual de dicho organismo,<br />

cuando la dictadura chilena amenazaba con<br />

aniquilarlo. Se debe también a él la fundación del<br />

Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de<br />

México, que dirigió entre 1973 y 1976, y de un Doctorado<br />

en Ciencia Social, con especialidad en Sociología,<br />

única oferta de formación de investigadores<br />

sociales que existía en el país en aquella época.<br />

Posteriormente residiría de nuevo en París como<br />

director de la División de Ciencias Sociales de la<br />

unesco (esto es subdirector general de la institución).<br />

En 1992 fundó en México, junto con Marie<br />

Claire Acosta, Jorge Carpizo y Sergio Aguayo, la<br />

Comisión Nacional de Derechos Humanos, surgida<br />

de la Academia Mexicana de Derechos Humanos,<br />

creada en 1984.<br />

En 1996 salió por el unrisd (The United Nations<br />

Research Institute for Social Development) la obra<br />

más acabada de Rodolfo: Ethnic Conflicts and the<br />

Nation-State (Macmillan Press, 1996). Este libro,<br />

de 324 páginas de tipografía apretada y estrechos<br />

márgenes, cubre toda la problemática de los conflictos<br />

étnicos en el mundo: hubo 30 guerras de<br />

secesión desde 1945, y sólo 14 consiguieron un estatuto<br />

de autonomía, y 50 países tenían conflictos<br />

étnicos en 1996. Rodolfo, en esta auténtica obra<br />

maestra, ha profundizado el análisis sociológico<br />

y político, conceptual y diplomático, en todas sus<br />

facetas y su complejidad, que reflejan las siguientes<br />

citas (que tomamos de la edición en español de<br />

Siglo XXI):<br />

El ecocidio y el etnocidio son dos procesos entrelazados<br />

y, como resultado, la lucha por el medio ambiente<br />

es una lucha por la supervivencia de los grupos<br />

étnicos y también sus culturas (p. 16).<br />

Así podemos concluir que las etnias se transforman<br />

en naciones cuando logran crear estructuras<br />

de Estado mediante dinámicas históricas variables,<br />

o cuando una estructura de Estado constituida se<br />

convierte en el marco que da forma nacional a una o<br />

varias etnias (p.26).<br />

Por último, entre los estudiosos de la etnicidad<br />

está de moda actualmente tratar los problemas conceptuales<br />

mencionados negando cualquier “realidad”<br />

a los grupos étnicos como tales. Lo que parece<br />

ser más importante es el “discurso” sobre la etnicidad,<br />

es decir, la forma en la que la gente inventa o<br />

construye su etnicidad o la de otros (p. 33).<br />

En las conclusiones se leen diagnósticos como<br />

éstos:<br />

El término “etnicidad” tiene sin duda alguna utilidad,<br />

pero ¿en realidad no estará simplificando y<br />

abarcando en conjunto a fenómenos diversos que<br />

antes se denominaban “lucha de clases”, “guerra de<br />

liberación nacional”, conflictos en torno a la “construcción<br />

nacional” o simplemente una “lucha por el<br />

poder”? ¿La etiqueta “étnico” en realidad ayuda a<br />

explicar y distinguir cierto tipo de conflicto de otros<br />

o, por el contrario, sólo confunde los problemas? (p.<br />

355).<br />

En este contexto, ¿qué es ser pueblo? Definir cuidadosamente<br />

la naturaleza y características de los<br />

pueblos sujetos del derecho de autodeterminación<br />

no es un mero ejercicio de etiquetado o clasificación.<br />

Sin duda alguna, el derecho a la autodeterminación<br />

implica el derecho a la definición de sí mismo, como<br />

con toda razón argumentan las organizaciones indígenas<br />

(p. 377).<br />

Rodolfo Stavenhagen fue relator especial de las Naciones<br />

Unidas para los Derechos Humanos y Libertades<br />

Fundamentales de los Indígenas entre 2001 y<br />

2008. La resolución de la Asamblea General de las<br />

Naciones Unidas para la Declaración de la ONU sobre<br />

pueblos indígenas, de 2007, debe mucho a las<br />

encuestas y a la obstinación constante de Rodolfo;<br />

él mismo la calificó como un “Desafío” (en el título<br />

de su publicación). En 2010, pidiendo la aplicación<br />

de los Acuerdos de San Andrés, Rodolfo declaró en<br />

el Senado: “se debe reconocer el derecho colectivo<br />

de los pueblos indígenas con su derecho a la libre<br />

autodeterminación. Recuerdo que cuando discutíamos<br />

este concepto un sector del gobierno nos decía<br />

que los indígenas querían establecer otro país.<br />

Nada más falso: quieren libre autodeterminación<br />

para participar en la decisión de su desarrollo”.<br />

Desde su propio destino de lo que se llama en<br />

las Naciones Unidas: displaced person, Rodolfo no<br />

dejó de manifestar activamente su interés por “los<br />

olvidados”, en el caso de México, indios y campesinos<br />

(categorías que no necesariamente coinciden).<br />

Dedicó su reflexión y su acción a la protección de<br />

los seres y las culturas marginadas, no sólo en<br />

México sino en el mundo. No deja de sorprender<br />

que un hombre como él, que se veía como activista<br />

político, llegara a tener una carrera de funcionario<br />

internacional, la cual le permitió cumplir<br />

institucionalmente con su ideal. Lo debió a su modestia<br />

y humanidad, así como a su extraordinario<br />

poliglotismo: me consta que dominaba, coloquial<br />

y académicamente, cuando menos cuatro idiomas<br />

internacionales. En realidad, Rodolfo quedará en<br />

la memoria como, mutatis mutandis, un nuevo Las<br />

Casas: igual que el dominico, estuvo activo en el<br />

campo local, viajó a Europa para convencer a las<br />

instancias políticas, obtuvo “Leyes nuevas” de<br />

protección de los indios, pero con limitados efectos<br />

prácticos; puedo dar testimonio de que tuvo<br />

plena consciencia de ello. Con empatía ha intentado<br />

fomentar la “diplomacia preventiva” en conflictos<br />

étnicos, dada la escasa eficacia de la ex post<br />

facto intervención de las Naciones Unidas: fue un<br />

mediador sin igual.<br />

Para los que tuvimos el privilegio de compartir<br />

su amistad, su simpatía y solidaridad nunca se han<br />

desmentido. Hace dos años lo invité a participar<br />

en un coloquio de El Colegio de Jalisco; para convencerlo,<br />

le dije: “Rodolfo, a nuestra edad nos vamos<br />

a morir y no nos veremos más”. Me contestó:<br />

“Ah, no hables así”. Y con gusto vino. Cenamos en<br />

mi casa, con Elia y otros copartícipes venidos de<br />

la capital y del extranjero; le dije: “Rodolfo, se me<br />

ocurrió pedirte la conferencia de clausura, acordándome<br />

de que en las procesiones Eclesiásticas<br />

el Papa aparece sólo al final.”; se rio. Nos invitó<br />

a visitarlos en Cuernavaca, a Elena y a mí, pero<br />

por circunstancias contrarias no pudimos ir, y nos<br />

quedamos con el pesar.<br />

¡Que viva su memoria!<br />

Entre sus libros se pueden destacar los siguientes:<br />

Pioneer on Indigenous Rights, Springer Briefs on<br />

Pioneers in Science and Practice, 2013 (3 volúmenes).<br />

Los pueblos originarios: el debate necesario, Buenos<br />

Aires, CTA Ediciones/ CLACSO, 2010.<br />

El desafío de la Declaración. Historia y futuro de<br />

la Declaración de la ONU sobre Pueblos Indígenas,<br />

Copenhague, Grupo Internacional de Trabajo<br />

sobre Asuntos Indígenas (iwgia), 2009.<br />

Los pueblos indígenas y sus derechos, México,<br />

unesco, 2007.<br />

La cuestión étnica, México, El Colegio de México,<br />

2001.<br />

Ethnic Conflict and the Nation-State, Londres,<br />

McMillan, 1996.<br />

Entre la ley y la costumbre: el derecho consuetudinario<br />

indígena en América Latina, México,<br />

Instituto Indigenista Interamericano, 1990 (en<br />

colaboración).<br />

Derecho indígena y derechos humanos en América<br />

Latina, (México, El Colegio de México, 1988<br />

(en colaboración).<br />

Desarrollo agrícola y estructura agraria en México,<br />

México, Fondo de Cultura Económica, 1974.<br />

Sociología y subdesarrollo, México, Nuestro Tiempo,<br />

1972.<br />

Las clases sociales en las sociedades agrarias,<br />

México: Siglo XXI, 1969.<br />

Tijuana 58. Las condiciones socioeconómicas de<br />

la población trabajadora de Tijuana, México,<br />

El Colegio de la Frontera Norte, 2014, (tesis de<br />

Maestría, enah, 1959). •<br />

enero de 2017 la gaceta 13


fil 2016<br />

Navegar<br />

el mar<br />

de los deseos<br />

Texto leído en la fil<br />

Guadalajara sobre<br />

El mar de los deseos.<br />

El Caribe afroandaluz,<br />

historia y contrapunto,<br />

de Antonio García de León,<br />

historia de las formas<br />

musicales originadas en<br />

el Caribe colonial. García<br />

de León es autor también de<br />

Tierra adentro, mar en fuera.<br />

El puerto de Veracruz y su<br />

litoral a Sotavento, 1519-1821<br />

( ), Premio Haring 2016.<br />

pablo espinosa<br />

Las aguas erotizadas, los mares de<br />

los deseos, la historia cantada.<br />

Cuando el doctor Antonio García<br />

de León me hizo el honor de<br />

invitarme a participar de esta<br />

mesa de privilegio, asombrado y<br />

emocionado le dije de inmediato:<br />

“Pero Toño, sé que sabes que no soy historiador, no<br />

soy académico”.<br />

“Pero eres jarocho”, me aniquiló.<br />

Y entonces me percaté de que mi responsabilidad<br />

como lector de ese libro, como los muchos que<br />

he leído sobre la historia de la música, consiste en<br />

situarme como lo que soy: un lector que escucha,<br />

un escucha que lee.<br />

Y ubiqué a la vez mi escritura sobre música, que<br />

no consiste en producir textos de musicología sino<br />

que son escritos resultado del asombro.<br />

Y al leer este libro fascinante, El mar de los deseos,<br />

que ahora nos reúne, escuché el mar, bailé<br />

danzas rituales, compartí los cantos de encantamiento<br />

y conversé con el autor, como seguramente<br />

lo harán los futuros lectores que se bañen en este<br />

mar de deseos, y pude entonces decirle a Toño, a<br />

quien nos habla en este libro y no de manera engolada,<br />

doctor Antonio García de León.<br />

Toño es querido, respetado, admirado por las<br />

legiones de jarochos que disfrutamos de su bonhomía<br />

y de su gran calidad como músico.<br />

Porque, qué mayor autoridad moral de un historiador<br />

que habla de un tema que no sólo conoce,<br />

sino lo practica. Como todo verdadero científico<br />

que se respete, el doctor García de León conoce su<br />

materia, la degusta, la cultiva de manera semejante<br />

a como Oliver Sacks probó los medicamentos<br />

que prescribía a sus pacientes y así pudo contar<br />

con verosimilitud y asombro propio las historias<br />

de sus libros fascinantes. Los libros de un científico<br />

que dialoga con sus lectores.<br />

La autoridad moral del doctor García de León<br />

la podemos poner en nuestra mente así: con una<br />

mano sostiene un vasito con ron mientras en la<br />

otra enarbola una jarana, él tiene puesto un sombrero<br />

inconfundiblemente jarocho: de color claro y<br />

hendiduras amplias como si el viento del Sotavento<br />

las hubiera esculpido y su paliacate rojo vibra<br />

como las velas frente a las cuales Pascal Quignard<br />

pone a temblar a los contemporáneos de Georges<br />

de La Tour.<br />

“Temblaba ante las velas, así comienza el siglo<br />

xvii”, escribe Pascal Quignard, y anuncia en<br />

la misma página: “En 1600, un niño de siete años,<br />

mientras permanece frente a un horno de panadero,<br />

ignora que va a consagrar su vida a eso: a poner<br />

al hombre frente a sí mismo con la ayuda de una<br />

llama”.<br />

El doctor García de León ha consagrado su vida<br />

a poner al hombre frente a sí mismo con la ayuda<br />

de una llama. La llama del conocimiento, de la investigación<br />

científica rigurosa pero también, como<br />

buen jarocho que es, rompe la solemnidad del lenguaje<br />

académico y nos pone a vibrar con su prosa.<br />

Y es que la materia que lo ocupa tiene esa naturaleza<br />

antisolemne, sencilla, sin tapujos, con la<br />

gracia y el encanto de la cultura de Sotavento.<br />

Recordé en ese punto el contenido de un disco<br />

que compré cuando estudiante. Era un elepé de la<br />

colección de grabaciones de campo del Instituto<br />

Nacional de Antropología e Historia, institución<br />

en la que por cierto nuestro autor es investigador<br />

emérito.<br />

Puse el disco a sonar, y cuando escuché lo que<br />

reproduciré enseguida, tuve que regresar la aguja<br />

varios surcos atrás, tanto por el disfrute como por<br />

el asombro.<br />

Estos versos decían así:<br />

Para ver que sentía<br />

Para ver que sentía yo enamoré a una preñá<br />

Yo enamoré a una preñá para ver que sentía<br />

Y allá por la madrugada la preñada me decía:<br />

Bájate hijoelachingá, que estás matando a la cría.<br />

Con ese desparpajo disfruté la lectura de este libro<br />

que se convertirá en un nuevo disco, como lo es ya<br />

la obra anterior de Antonio García de León: Tierra<br />

adentro, mar en afuera. El puerto de Veracruz y<br />

su litoral a Sotavento, 1519-1821, distinguido por<br />

la Asociación Americana de Historia, entre más de<br />

1 300 trabajos sobre el tema, con el Premio Claren-<br />

ce H. Haring, considerado el Nobel de los historiadores.<br />

Toño también es nuestro glorioso Premio<br />

Nacional de Ciencias y Artes en Historia 2015.<br />

El rigor metodológico de El mar de los deseos<br />

lo disfruta el lector tanto como los muchos misterios<br />

descubiertos. Tecnicismos como “índice de<br />

retención”, “comercio inmaterial”, “variables dialectales”,<br />

“isoglosas” e “isomusas”, la “lingüística<br />

histórica” y los “papiamientos musicales” se ventilan<br />

en acompasado diapasón en la forma sonata<br />

que adquiere este libro: tres movimientos y ocho<br />

apartados.<br />

Su lectura nos mantiene en el vaivén propio de<br />

la marea, en los pleamares y bajamares. Vemos cobrar<br />

vida a El nacimiento de Venus de Botticelli,<br />

pero en lugar de esa rubia voluptuosa emergiendo<br />

desnuda de las aguas dentro de una concha marina,<br />

vemos a una mulata que mueve sus amplísimas<br />

caderas mientras el mundo entero se estremece.<br />

Tiembla frente a las velas.<br />

Somos testigos, al leer este libro, de la primera<br />

globalización económica y cultural que se dio en<br />

los siglos xvi y xvii en el Caribe, como en el Mediterráneo,<br />

mientras nos sentimos mecidos por el<br />

viento en una hamaca y nuestra epidermis sudorosa<br />

es atacada por mosquitos y danzan por ahí<br />

Vivaldi, Scarlatti y Händel escapados de la novela<br />

Concierto barroco de Alejo Carpentier.<br />

Tenemos frente a nosotros la historia del andar<br />

del mar. De sus sonares, de sus andares, con el espectro<br />

musical y poético del primer Caribe colonial,<br />

conocido en todas sus regiones como fandango.<br />

He aquí un libro gozoso, un mar de descubrimientos,<br />

una invitación a mojarnos en las aguas<br />

erotizadas de nuestra historia, de lo que somos.<br />

En nombre de todos los lectores no académicos<br />

que amamos el conocimiento, agradezco al doctor<br />

García de León, a nuestro querido Toño, por este<br />

fandango maravilloso que es su libro.<br />

Porque a usted, admirado científico y fandanguero,<br />

como decimos en son de admiración superlativa<br />

en Veracruz, le rezumba el mango, caballero. •<br />

14 la gaceta © andrea garcía flores<br />

enero de 2017


fil 2016<br />

El Cervantes<br />

de Nacho Padilla<br />

Tomar la ficción como realidad, y el mundo real<br />

como objeto de ironía, ese juego de espejos donde<br />

se refleja el hecho literario, es el legado de Cervantes<br />

a la<br />

literatura moderna. Así lo concibió y lo ejerció<br />

Ignacio Padilla, como lo hace ver el autor de esta<br />

breve y elaborada disquisición.<br />

pedro ángel palou<br />

Para Nacho, Cervantes era la má-<br />

quina narrativa por excelencia.<br />

El que, en su caso, podríamos<br />

llamar factor Cervantes, representaba<br />

el lado lúdico de lo literario,<br />

la experimentación estructural.<br />

El autor del Quijote<br />

era caro a Padilla, no por lo lingüístico, sino por la<br />

profunda subversión textual de algunos temas que<br />

siempre fascinaron al autor de Amphytrion: el doble,<br />

la máscara, el monstruo, el diablo, la gruta y la<br />

caverna —lo mismo la Cueva de Montesinos que la<br />

espeleología—, el teatro dentro del teatro, lo metaliterario<br />

como metáfora de la manera en que opera<br />

toda literatura.<br />

Del Quijote, Nacho abrevaba, pero también se<br />

permitía conjeturar. ¿Quién cuenta la novela? En<br />

los prólogos el autor finge ser el único escritor,<br />

pero luego Cide Hamete y el traductor lo complican<br />

todo. Y en la segunda parte el personaje se sabe<br />

ya, plenamente, personaje de un libro. La segunda<br />

parte responde al lector de la primera, responde<br />

al falso Quijote de Avellaneda. Nada más cercano<br />

a Nacho que ese juego de espejos que se refleja en<br />

otra pregunta central de Cervantes, la naturaleza<br />

de la ficción. Una naturaleza particular, digamos,<br />

descentrada de lo real. Es una ficción que se finge<br />

real y se vuelve aún más ficción debido a esa pretensión<br />

de realidad. Desde la cuestión nominal tan<br />

importante para el autor de La Gruta del Toscano<br />

como para su maestro:<br />

Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quixada<br />

o Quesada, que en esto hay alguna diferencia entre<br />

los autores que deste caso escriben: aunque por conjeturas<br />

verosímiles se deja entender que se llamaba<br />

Quijana (I: 1).<br />

Nos estamos preguntando, en realidad, si el personaje<br />

fue —es— persona de carne y hueso. En<br />

la novela hay un principio básico: un hombre que<br />

juega a ser otro. El narrador carece de informes<br />

fidedignos, y de los que propone, Quixada o Quesada,<br />

no está tampoco cierto. Cervantes logra<br />

que se juegue a ser otro, incluso “jugando con las<br />

palabras”, por ejemplo, su jamelgo, que antes era<br />

“Rocín”, ahora es “Rocinante”. Es decir, la transformación<br />

primero es lingüística. Debemos pues<br />

imaginar la biografía de Quijano antes del Quijote<br />

(referencia a Trapiello que escribió la biografía<br />

después del Quijote). Su infancia, sus fantasías, su<br />

sexualidad (por qué prefería mujeres inventadas<br />

también), etc. Que incluya las razones del cambio<br />

de identidad. El autor llama caballero a su personaje<br />

porque es ya pura y simplemente el protagonista<br />

de un libro de caballerías. Es entonces la biografía<br />

de la primera parte el ejercicio de alguien<br />

que quiere ser algo y alcanza a serlo, puesto que<br />

en la continuación de su historia se le reconoce tal<br />

de manera explícita. Entonces el protagonista de<br />

la historia ha pasado a serlo de un libro publicado.<br />

Como en Carlos Fuentes, que escribió todo un arte<br />

de la lectura basado en su propia visión de Cervantes<br />

—Terra nostra como resultado narrativo—, el<br />

factor Cervantes en Ignacio Padilla es el que, creo,<br />

genera su idea de lo literario. Me explico con una<br />

cita que es en realidad una interrupción. El curio-<br />

so impertinente —intercalado en la novela— está<br />

siendo leído en tiempo real, y de pronto:<br />

Se suspende la lectura, acuden al camaranchón y<br />

hallaron a don Quijote en el más extraño traje del<br />

mundo: estaba en camisa, la cual no era tan cumplida<br />

que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por<br />

detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy<br />

largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias. Tenía<br />

en la cabeza un bonetillo colorado, grasiento, que<br />

era del ventero. En el brazo izquierdo tenía revuelta<br />

la manta de la cama […] y en la derecha desvainada la<br />

espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes,<br />

diciendo palabras como si realmente estuviera peleando<br />

con algún gigante; y es lo bueno que no tenía<br />

los ojos abiertos, porque estaba durmiendo y soñando<br />

que estaba en batalla con el gigante que fue tan intensa<br />

la imaginación de la aventura que iba a fenecer,<br />

que le hizo soñar que…<br />

La ficción y la realidad son una y la misma cosa en<br />

Padilla, igual que en su maestro Cervantes. No sabremos<br />

nunca dónde empezó una y dónde termina<br />

la otra en tanto supuesto hombre real, por la prueba<br />

del mundo propicio, congruente. Para el caso no<br />

importa que el mundo —la casa de los duques, por<br />

ejemplo, en el capítulo XXXIII— haya sido un escenario<br />

teatral poblado de verdaderos actores, porque<br />

don Quijote lo toma por verdadero, o hace como<br />

si lo fuera, o se ciega voluntariamente para creer en<br />

él, para aprovecharlo. Pensemos en el niño que está<br />

obligado a inventarse un juguete (no el que lo posee,<br />

sino el que crea un castillo de una caja). De la misma<br />

manera don Quijote crea el mundo que necesita.<br />

Don Quijote tiene siempre una visión correcta de lo<br />

real pero es como un niño que se irrita si alguien le<br />

vierte en la cara que su caja no es un castillo, que<br />

éste no existe. El narrador, así pues, afirma que el<br />

personaje confunde la realidad porque está loco,<br />

pero luego nos da pistas para saber que el personaje<br />

ve tan claramente las cosas como Sancho o el lector<br />

mismo.<br />

Por eso quizá el tema de la ironía, el de la melancolía<br />

cervantina, le interesaban tanto a Nacho<br />

Padilla. Es esa mirada crítica del lector la que pondera.<br />

En el ensayo “La moral y la fábula” Enrique<br />

Lynch plantea una duda:<br />

¿Por qué estoy tan dispuesto a ceder en mi autonomía<br />

moral cuando me pongo en contacto con la literatura?<br />

La fábula y la sátira pertenecen a un género<br />

híbrido, bifurcado entre literatura y filosofía. Los<br />

relatos o narraciones morales que se producen en<br />

la confluencia entre un desasosiego suscitado por el<br />

sinsentido de los valores y un anhelo para reformar<br />

las conductas individuales. La idea de que la literatura<br />

sirve como técnica para cambiar las conductas<br />

anima la escritura de los moralistas. ¿En qué punto<br />

se tocan estas dos concepciones? Fabula y sátira revierten<br />

para moralizar […] ¿Por qué es lícito extraer<br />

un conocimiento moral de nosotros mismos por el<br />

mero hecho de recrear literariamente las acciones<br />

protagonizadas por otros?.<br />

Nos ha dicho Agustín Redondo que la melancolía<br />

es el elemento más significativo de la creación<br />

cervantina. Quizá porque aparece por el distanciamiento<br />

de los demás, por la pérdida del vínculo<br />

con la realidad: la sensación de no pertenecer,<br />

de ser incapaces de comunicar la desesperanza.<br />

Como en el Pantagruel de Rabelais, donde uno de<br />

los recursos para dar cara a la aflicción es la parodia.<br />

De hecho es un tema presto para suscitar<br />

la risa: “Ya he dado en don Quijote pasatiempo al<br />

pecho melancólico y mohino”, escribe Cervantes<br />

muy renacentista; usando el término melancolía<br />

como mohín, la paradoja se acentúa: la melancolía<br />

es fuente de alegría.<br />

Y esto ya estaba desde Aristóteles, que puso de<br />

manifiesto que todos los hombres eminentes han<br />

sido melancólicos. Igual en Cicerón, que usando<br />

el concepto platónico de “furor divino” insistió en<br />

que los grandes creadores y transformadores son<br />

melancólicos. Sólo en la Edad Media, a través del<br />

pecado de la acedía, madre de todos los vicios, se<br />

asiste con el Renacimiento a una rehabilitación del<br />

papel positivo de la melancolía. Es el ocio valorado<br />

de Angelo Poliziano que lleva a la vita speculativa<br />

sive studiosa del Homo literatus o el centro del<br />

discurso de Pico della Mirandola: de Homnis dignitatis.<br />

No es gratuito que un neoplatónico como<br />

Marsilio Ficino nos indique que Platón colocaba la<br />

parte más alta del espíritu (mens) bajo el imperio<br />

de Saturno, el más alto de los planetas, cuyos hijos<br />

son melancólicos. No es gratuito, tampoco, que la<br />

mejor representación de esta idea esté en el mejor<br />

ilustrador del Quijote, Alberto Durero, quien en su<br />

grabado famoso Melancolía I resume el ideal renacentista<br />

del hombre apesadumbrado por sabio.<br />

Sin embargo, los sabios rehúyen la corona de<br />

laureles y, a diferencia de Sancho, que busca la gobernatura<br />

de la ínsula, don Quijote preferirá ser a<br />

beautiful loser:<br />

… Por mis valerosas, muchas y cristianas hazañas<br />

he merecido andar yo en estampa en casi todas o las<br />

más naciones del mundo; treinta mil volúmenes se<br />

han impreso de mi historia y lleva camino de imprimirse<br />

treinta mil veces de millares (II, XVI).<br />

Ese fue, literariamente, Ignacio Padilla. El factor<br />

Cervantes, acaso una fórmula infinita, nos puede<br />

seguir ayudando a entender una obra que, lamentablemente,<br />

no seguirá escribiéndose. Nos queda<br />

la lectura de lo que Nacho sí alcanzó a escribir. Nacho,<br />

como Cervantes, nos sigue encantando. Y al<br />

abrir sus libros nos pasará, siempre, que como a<br />

Alonso Quijano nos encontremos:<br />

… mirando a todas partes por si descubría algún castillo<br />

o alguna majada de pastores donde recogerse<br />

y donde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad,<br />

vio no lejos del camino por donde iba una<br />

venta, que fue como si viera una estrella, que no a<br />

los portales, sino a los alcázares de su redención le<br />

encaminaba.<br />

Esa estrella, esa redención, ese camino seguirá siendo<br />

nuestra lectura de Ignacio Padilla. •<br />

enero de 2017 © andrea garcía flores<br />

la gaceta 15


segundo concurso iberoamericano de ensayo para jóvenes 2016<br />

Rolling Stones<br />

Presentamos el texto ganador del Segundo Concurso<br />

Iberoamericano de Ensayo para Jóvenes 2016, esta<br />

vez sobre la novela Los de abajo de Mariano Azuela,<br />

un clásico del<br />

, a cien años de su primera edición.<br />

El autor encuentra entra paralelismos entre el México<br />

violento descrito en la novela y el México actual.<br />

luis alberto madrigal pérez<br />

How does it feel?<br />

How does it feel<br />

To be without a home<br />

Like a complete unknown<br />

Like a rolling stone?<br />

—bob dylan<br />

Cuando le preguntaron<br />

sobre la edición<br />

conmemorativa del<br />

centenario de Los de<br />

abajo, Víctor Díaz<br />

Arciniega, investigador<br />

de la uam-Azcapotzalco<br />

y responsable del volumen,<br />

aseguró que esta novela de Mariano<br />

Azuela es excepcional porque representa<br />

a “la sociedad vista en su presente<br />

inmediato”. 1 No es por llevarle<br />

la contraria al valiente que se atrevió<br />

a colocarle las comas originales a un<br />

texto clásico cien años después, pero<br />

parecería que su sentencia se queda<br />

corta. ¿Acaso Los de abajo no habla<br />

también del futuro?<br />

Es uno de esos libros que cumple<br />

una función fundamental en cualquier<br />

plan de estudios de literatura<br />

de secundaria o preparatoria. Si<br />

Azuela no lo hubiera escrito, algún<br />

otro tendría que haberlo hecho, aunque<br />

sólo fuera por su atinadísimo<br />

título: profundamente mexicano en<br />

un país donde más de la mitad de la<br />

población vive todavía por debajo de<br />

la línea de la pobreza, y hondamente<br />

latinoamericano y tercermundista,<br />

pues ¿quiénes serían “los de abajo”<br />

en Noruega? Es además el libro<br />

1 Silvia I. Gámez, “Conmemoran a ‘Los de abajo’<br />

”, Reforma, http://bit.ly/2a8WRLg.<br />

que —según nos dicen en esos años<br />

escolares— rompió con la narrativa<br />

de éxito uniforme de la Revolución<br />

mexicana y empezó a cuestionar su<br />

mitificación. Por este par de razones<br />

—un título que parece explicarse<br />

por sí mismo y una historia y personajes<br />

que parecen existir únicamente<br />

como declaración política—<br />

sería entendible que nadie leyera la<br />

novela. A final de cuentas, si se nos<br />

repite la lección eterna que nos deja<br />

Los de abajo, ¿qué importancia puede<br />

tener hojearlo en el presente?<br />

Pero ya se sabe lo que pasa con<br />

los textos clásicos cuando nos decidimos<br />

a desempolvarlos: cada quien<br />

empieza a ver cosas distintas. La<br />

supuesta enseñanza original puede<br />

quedar enterrada bajo la interpretación<br />

particular. En el libro más vendido<br />

de todos los tiempos, algunos<br />

encuentran a Dios entre aleluyas y<br />

otros una letanía de condenas misóginas<br />

y homofóbicas. Un musulmán<br />

dice que el Corán demuestra que el<br />

islam es una religión de paz y otro<br />

cita de memoria los versos que le<br />

mandan, inexorablemente, a colocar<br />

un par de bombas.<br />

Si bien la lectura contemporánea<br />

de Los de abajo no provee una<br />

novedosa interpretación teológica del<br />

mundo, sí ofrece la oportunidad de<br />

hacer a un lado los juicios institucionales<br />

que durante décadas han convertido<br />

al texto en un mero instrumento<br />

historiográfico para explicar<br />

la Revolución mexicana, arrebatándole<br />

así su sentido plenamente literario.<br />

La Biblia tiene vigencia porque<br />

está llena de buenos cuentos. Los de<br />

abajo es, aunque parezca una obviedad<br />

recordarlo, una buena novela.<br />

Azuela se encargó de dejarla<br />

escrita de manera que pudiera ser<br />

leída como tal, aun un siglo después<br />

del contexto preciso al que hace<br />

referencia. (Quizá la aparición de la<br />

novela por entregas en un periódico<br />

contribuyó a crear alrededor suyo el<br />

aura de Historia con mayúscula, de<br />

goce estético efímero, que se atribuye<br />

a lo que aparece en los diarios.)<br />

Tómese por ejemplo que el conflicto<br />

armado mismo al que alude el libro<br />

no se menciona sino hasta el cuarto<br />

capítulo, una vez que un escuadrón<br />

sin título ya quemó la casa del protagonista.<br />

Pero cuando finalmente se<br />

le pone nombre a la lucha, tampoco<br />

queda muy claro de inmediato de<br />

qué se está hablando.<br />

“[Estos condenados del gobierno<br />

nos] han declarado la guerra a<br />

muerte a todos los pobres”, 2 dicen<br />

unos pobladores de la sierra (aún sin<br />

nombre), con lo que se establece el<br />

tono atemporal y carente de referencia<br />

geográfica de una sentencia<br />

que bien pudo haberse dictado en<br />

tiempos de María Antonieta o de<br />

Porfirio Díaz. Sólo con el correr<br />

de las páginas aparecen epítetos<br />

como “carrancista” o “villista”, que<br />

empiezan a dotar de la novela de una<br />

especificidad histórica. Sin embargo,<br />

el carácter netamente mexicano<br />

y contemporáneo del libro se revela<br />

a través de otras aristas.<br />

No es difícil, por ejemplo, que a<br />

un lector entre Tijuana y Mérida<br />

se le diga que los protagonistas son<br />

2 Mariano Azuela, Los de abajo, Fondo de Cultura<br />

Económica, México, 2011, p. 19.<br />

perseguidos por “los federales” y no<br />

se ponga inmediatamente del lado de<br />

estos últimos, lo mismo en 1916 que<br />

en 2016. Compárese esa reacción<br />

con la de nuestro hipotético lector<br />

noruego: ¿qué clase de ciudadano es<br />

aquel que no está en el bando moral<br />

de la ley y el gobierno? “¡Quémenlo…,<br />

es federal!…”, 3 clama la turba<br />

en Los de abajo cuando atrapan a un<br />

desconocido en la sierra. “¡Línchala…<br />

mátala…!, gritaban […] Su única<br />

identidad era un uniforme azul de la<br />

Policía Federal que la convertía en el<br />

enemigo a vencer”, 4 narra una nota<br />

de El Universal, fechada el 25 de junio<br />

de 2016, que recupera la historia<br />

de una agente durante el enfrentamiento<br />

entre maestros y federales<br />

en Nochixtlán, Oaxaca.<br />

Ésa no es la única clarividencia<br />

de Azuela en la novela. Otro<br />

ejemplo de que Los de abajo dialoga<br />

con el futuro se encuentra en el personaje<br />

Luis Cervantes, el periodista<br />

y médico urbano que se arrima a una<br />

revuelta popular de la que sale bien<br />

parado. “¡Lo que es eso de saber y<br />

escribir!”, 5 suspira Anastasio, uno de<br />

los revolucionarios, cuando discute<br />

con Demetrio Macías, el líder guerrillero,<br />

sobre las cualidades del nuevo<br />

miembro en las filas del grupo. Con<br />

esa simple sentencia, Anastasio, Macías<br />

y Azuela anticipaban el triunfo<br />

de los licenciados en México, treinta<br />

3 Ibid., p. 23.<br />

4 Pérez-Stadelmann, “Me rociaron gasolina”,<br />

El Universal, http://www.eluniversal.com.mx/<br />

articulo/estados/2016/06/25/historia-me-rociaron-gasolina.<br />

5 Azuela, op.cit., p. 50<br />

16 la gaceta © leopoldo méndez<br />

enero de 2017


olling stones<br />

años antes de que Miguel Alemán se<br />

convirtiera en el primer presidente<br />

egresado de la universidad y girara<br />

el sistema político nacional de las<br />

carabinas a los despachos.<br />

La figura de Cervantes, además,<br />

es elemental en la puesta en escena<br />

de uno de los grandes temas de la<br />

novela: la orfandad revolucionaria.<br />

“¿Pos cuál causa defendemos<br />

nosotros?…”, 6 le pregunta Demetrio<br />

Macías a Cervantes sin el míni-<br />

mo toque de ironía, una vez que el<br />

médico le jura lealtad al movimiento<br />

progresista que cree que encabeza la<br />

pandilla de pistoleros a la que se ha<br />

unido. Desconcertado, Cervantes no<br />

encuentra qué contestar, confronta-<br />

do con una praxis que poco a poco<br />

pierde el romanticismo de lo teóri-<br />

co. “¿En dónde están esos hombres<br />

admirablemente armados y montados<br />

[…]?”, 7 se cuestiona melancólicamente<br />

el periodista. No será el<br />

último en hacerlo.<br />

El siglo xx estuvo lleno de hombres<br />

y mujeres como Luis Cervantes<br />

en<br />

distintas latitudes. Se llamaban<br />

republicanos ahí, maoístas allá,<br />

sandinistas acá, guevaristas en todos<br />

lados; millones de personas que<br />

hicieron una apuesta temprana por el<br />

futuro, muchas veces con las mejores<br />

intenciones, sin mirar a profundidad<br />

al camarada que tenían al lado.<br />

En<br />

la lógica revolucionaria del siglo<br />

pasado, denunciar los horrores del<br />

Gulag o las actitudes antidemocráti-<br />

cas<br />

de Fidel Castro era sólo hacerle<br />

el juego a la derecha, a la contrarrevolución,<br />

a los enemigos del pueblo.<br />

Mejor dar el gran salto adelante con<br />

este que ahora tenemos, pese a que<br />

nadie alcanzaba a ver si traía paracaídas.<br />

“Por tanto, revolucionarios,<br />

bandidos o como quiera llamárseles,<br />

ellos iban a derrocar al gobierno; el<br />

mañana les pertenecía; había que<br />

estar, pues, con ellos, sólo con ellos”, 8<br />

reflexiona Luis Cervantes en una<br />

novela escrita dos años antes de la<br />

Revolución rusa.<br />

Sino trágico de la izquierda<br />

contemporánea en general y de la<br />

mexicana en particular: la ausencia<br />

de referentes claros, de alternativas<br />

reales, de plataformas verdaderamente<br />

progresistas. Un fenómeno<br />

que provoca que quienes se identifican<br />

con la izquierda en el país<br />

sientan que tienen que pasear en Coyoacán,<br />

no ver Televisa y arrimarse<br />

a movimientos como el de la Coordinadora<br />

Nacional de Trabajadores de<br />

la Educación (cnte) —que no busca<br />

transformar las estructuras económicas<br />

de la nación, redistribuir la riqueza<br />

o abolir la propiedad privada,<br />

sino abrogar una reforma educativa—<br />

para sentir que son oposición.<br />

Que pueden decir, como los pobladores<br />

de Luvina, que el gobierno no<br />

tiene madre, y con eso quedar muy<br />

bien en una sobremesa.<br />

En la novela, “los de abajo” son<br />

en realidad los huérfanos: aquellos<br />

que van de un estado a otro, de una<br />

sierra a otra, buscando primero a<br />

Pánfilo Natera, pero después y siempre<br />

a la sombra del otro patriarca<br />

llamado Pancho Villa, referido en<br />

términos mitológicos, casi infantiles,<br />

por quienes tendrían la edad y<br />

experiencia como para poder verlo a<br />

los ojos.<br />

“¡Ah, Villa!… La palabra mágica.<br />

El gran hombre que se esboza;<br />

el guerrero invicto que ejerce a<br />

distancia ya su gran fascinación de<br />

boa”, 9 dice un personaje de la tropa<br />

de Macías. “¡Nuestro Napoleón<br />

mexicano!”, exclama con emoción<br />

imberbe Luis Cervantes, con lo que<br />

parece ignorar de manera deliberada<br />

lo que les pasó a los franceses revolucionarios,<br />

progresistas y democráticos<br />

que creían que el de Córcega<br />

sería lo que no terminó siendo.<br />

Ese constante errar, aunado a la<br />

ausencia de referentes ideológicos<br />

claros (¿pos cuáles?, preguntaría<br />

Macías) deja a los guerrilleros a<br />

merced de cualquier vaivén con<br />

aires de causa y la oportunidad de<br />

conseguir frijoles y algún dinero.<br />

Y es ahí donde entra en juego el<br />

aspecto más interesante de una lectura<br />

contemporánea de Los de abajo:<br />

la novela también habla, aunque sin<br />

proponérselo —y en eso se revela el<br />

carácter más literario del texto, el<br />

menos acartonado—, del narcotráfico<br />

mexicano.<br />

En 1916 las frases de Luis Cervantes<br />

eran premonitorias: aún<br />

no había evidencia histórica que respaldara<br />

una actitud más cautelosa<br />

respecto a los movimientos revolucionarios<br />

progresistas del siglo xx.<br />

Para 2016, la realidad es opuesta,<br />

y los comentarios del periodista<br />

sólo pueden caracterizarse como de<br />

una ingenuidad dolorosa. Hace cien<br />

años, pues, todavía existían el mito<br />

de Villa y el mito de la izquierda<br />

redentora. Hoy día su ausencia es<br />

un hecho dado. Si en la época de Los<br />

de abajo el gobierno le declaraba la<br />

guerra a los pobres, los pobres podían<br />

salir con sus rifles y decir que<br />

eran parte de una columna revolucionaria.<br />

Ahora los pobres siguen<br />

en guerra, agarran sus cuernos de<br />

chivo y se defienden con la siembra<br />

serrana de amapola.<br />

El sentido y fin último de la lucha<br />

es, según parece insinuar la novela,<br />

lo único que habría cambiado entre<br />

1916 y ahora. El narcotráfico ha<br />

remplazado a la revolución popular<br />

como amparo de la violencia, pero<br />

también como la narrativa política<br />

que otorga sentido a la misma. ¿Acaso<br />

no es raro que el narco haga hoy<br />

día eso que se supone corresponde<br />

a la izquierda, como redistribuir la<br />

riqueza, construir escuelas, casas<br />

y hospitales y ampliar el campo de<br />

oportunidades sociales?<br />

¿Es también casualidad que esas<br />

mismas sierras de Durango donde<br />

la gente acoge a los bandidos de<br />

Los de abajo, poniéndolos lejos de<br />

la mirada de los federales, sean<br />

ahora parte del Triángulo Dorado,<br />

la guarida predilecta de los narcotraficantes?<br />

Baste también recordar la razón<br />

por la cual el protagonista del libro,<br />

Demetrio Macías, se convierte en<br />

un líder revolucionario: “¿Sabe por<br />

qué me levanté?… Mire, antes de la<br />

revolución tenía yo hasta mi tierra<br />

volteada para sembrar, y si no<br />

hubiera sido por el choque con don<br />

Mónico, el cacique de Moyahua, a<br />

estas horas andaría yo con mucha<br />

priesa, preparando la yunta para<br />

las siembras”, 10 le cuenta Macías a<br />

Cervantes. El cacique se conoce hoy<br />

día como el jefe de plaza, el capo. El<br />

“choque con don Mónico” suena a<br />

una extorsión no pagada por Macías.<br />

Si un sicario contemporáneo diera<br />

esa razón para justificar su línea de<br />

trabajo, pocos dudarían de la veracidad<br />

de su relato.<br />

A lo largo de la novela, Macías<br />

y sus allegados llegan incluso a<br />

exhibir el mismo comportamiento<br />

misógino, violento y prepotente con<br />

el que narrativas contemporáneas<br />

han caracterizado ad nauseam a los<br />

narcotraficantes en el México del<br />

presente.<br />

—Oye, mozo— gritó el güero<br />

Margarito en una cantina—, te he<br />

pedido agua con hielo… Entiende<br />

que no te pido limosna… Mira este<br />

fajo de billetes: te compro a ti y… a la<br />

más vieja de tu casa, ¿entiendes?…<br />

No me importa saber si se acabó, ni<br />

por qué se acabó… Tú sabrás de dónde<br />

me la traes… ¡Mira que soy muy<br />

corajudo!… Te digo que no quiero<br />

explicaciones, sino agua con hielo…<br />

Me la traes o no me la traes? ¡Ah,<br />

no?… Pues toma…<br />

El mesero cae al golpe de una<br />

sonora bofetada. 11<br />

La escena, ambientada hace más<br />

de cien años, parece sacada de la<br />

vida de cualquier narco sinaloense<br />

en la última temporada en Netflix.<br />

Los protagonistas de la historia<br />

de Azuela comparten incluso con<br />

sus contrapartes narcocriminales<br />

la afición por los apodos. En Los de<br />

abajo no son “el Cochiloco” o “el Pozolero”<br />

quienes mueven los engranes<br />

de la historia, sino “la Codorniz”<br />

o “el Manteca”. Ambas camadas<br />

de gatilleros, pasados y presentes,<br />

establecen en sus conversaciones<br />

vasos comunicantes no difíciles de<br />

conectar. “Yo maté a un tendajonero<br />

en el Parral”, comienza su anécdota<br />

un pistolero en la misma escena de<br />

la cantina que acaba de citarse. Así<br />

se siguen las historias de orgullo<br />

asesino. “El tema es inagotable”,<br />

nos dice el narrador de la novela,<br />

en una voz que hace eco del mismo<br />

cansancio y desesperanza con que<br />

se comenta la narcoactualidad mexicana<br />

desde hace algunos años.<br />

Páginas más adelante, esa pesadumbre<br />

explícita del narrador<br />

se convierte en desprecio por sus<br />

personajes. En otra reunión, bajo el<br />

influjo etílico, arranca el tema del<br />

“yo robé”: “[Que] aunque parece inagotable,<br />

se va extinguiendo cuando<br />

en cada banca aparecen tendidos<br />

de naipes, que atraen a los jefes y<br />

oficiales como la luz a los mosquitos”.<br />

Conforme se acerca el final de<br />

la novela queda claro que Macías y<br />

compañía no son ya los revolucionarios<br />

que cambiarán a México como<br />

esperaba Cervantes —quien se larga<br />

a vivir a Texas, lejos de la praxis,<br />

como el propio Azuela—, sino seres<br />

tan intrascendentes que pueden ser<br />

comparados sin más con esos molestos<br />

insectos voladores a los que<br />

nadie da la bienvenida.<br />

Mientras que para nuestro hipotético<br />

lector noruego Los de abajo sería<br />

una novela histórica que describe la<br />

barbarie atávica de una revolución<br />

sombreruda, para los mexicanos el<br />

libro está poblado de frases de una<br />

premonición escalofriante —“Por<br />

los caminos no puede transitar gente<br />

pacífica ahora. Usted lo sabe, mi<br />

jefe”— 12 que no pueden y no deben<br />

quedar enterradas bajo la pétrea<br />

narrativa oficial construida alrededor<br />

del texto.<br />

El volumen de Los de abajo que<br />

provee las citas para este ensayo es<br />

la reimpresión número cincuenta de<br />

un libro que, dice la página de derechos,<br />

tenía cuatro ediciones hasta<br />

2011. A éstas se suman las apócrifas,<br />

las piratas, la del centenario<br />

y las publicadas en otros idiomas.<br />

También habría que añadir las incontables<br />

calles Mariano Azuela que<br />

uno puede encontrar en una rápida<br />

búsqueda topográfica por internet,<br />

y el hecho de que el premio Nacional<br />

de Ciencias y Artes jalisciense esté<br />

enterrado en la mismísima Rotonda<br />

de los Hombres Ilustres. El peso<br />

de una tradición cultural puede<br />

ser opresivo y más de una como la<br />

mexicana (que se cimienta como<br />

pisadas de elefante, a través de las<br />

décadas, en incontables libros de<br />

texto gratuitos, efemérides, medallas,<br />

ediciones conmemorativas),<br />

que encima de todo sirvió durante<br />

los años del régimen priista para<br />

proveer un relato de legitimidad y<br />

de coherencia literaria y política<br />

posrevolucionaria. Puede, a final<br />

de cuentas, hacer que libros como<br />

Los de abajo queden resumidos en<br />

una clase olvidable de “la novela de<br />

la Revolución” y pierdan su cariz<br />

literario a fuerza de ser encapsulados<br />

en una sinopsis fácil, didáctica<br />

y cerrada que niega las posibilidades<br />

hermenéuticas de toda creación<br />

artística. El riesgo de asegurar que<br />

un libro sólo habla de su “presente<br />

inmediato” es hacerse a la idea de<br />

que los textos del pasado no tienen<br />

nada que decirnos.<br />

Los de abajo no es un manual de<br />

soluciones para lidiar con el problema<br />

del narcotráfico ni de la violencia<br />

en México, un país donde algunos<br />

de sus primeros pobladores eran<br />

felices arrancando los corazones<br />

a sus vecinos. Nadie está diciendo<br />

que volver al texto de Azuela, a cien<br />

años de su publicación, revelará las<br />

claves secretas para comprender<br />

el fracaso nacional o la deriva de la<br />

izquierda. En todo caso, lo que este<br />

ensayo busca probar es que el libro<br />

tiene cosas que decir a los lectores<br />

de 2016, cuando el cisma entre carrancistas<br />

y villistas parece menos<br />

grave que el que separa a hipsters y<br />

mirreyes. (Aun así, sí hay advertencias<br />

en el texto sobre lo que supone<br />

“declararle la guerra a los pobres”<br />

o llegar a un estado social donde la<br />

conversación sobre el “yo maté” se<br />

vuelva inagotable.)<br />

En otras palabras, la ficción a<br />

veces nos permite, a través de las<br />

vidas de otras personas, evitar<br />

ciertos escollos. Ningún capitán que<br />

haya visto la película Titánic puede<br />

navegar a la mitad de la noche por<br />

el norte del Atlántico sin un sentido<br />

de responsabilidad acrecentado,<br />

aunque sea de manera inconsciente.<br />

Las historias nos permiten vivir de<br />

manera vicaria los errores de otros<br />

para no tener que cometerlos nosotros<br />

mismos.<br />

La clave, pues, no está en petrificar<br />

la novela, hacer un busto con<br />

ella, dejarla inmóvil a lo largo de un<br />

siglo y hacer cincuenta ediciones<br />

para que a ninguna biblioteca le falte<br />

su reproducción monolítica, sino<br />

en dejar que la roca tome su propio<br />

curso y a su paso a veces derribe, a<br />

veces construya. “Mira esa piedra”,<br />

dice Demetrio Macías al final de Los<br />

de abajo, “cómo ya no se para”. El<br />

destino de todo libro es contribuir a<br />

esa avalancha. •<br />

6 Ibid., p. 23<br />

7 Ibid., p. 32<br />

8 Ibid., p. 33<br />

9 Ibid., p. 73<br />

10 Ibid.,pp. 45-46<br />

11 Ibid., p. 84<br />

12 Ibid., p. 137<br />

enero de 2017 la gaceta 17


segundo concurso iberoamericano de ensayo para jóvenes 2016<br />

¿La revolución<br />

era una fiesta?<br />

Mención honorífica en el Segundo<br />

Concurso de Ensayo Hispanoamericano<br />

para Jóvenes (2016), el presente e texto<br />

discurre sobre la relación de la violencia<br />

homicida y la fiesta en la obra de<br />

Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán<br />

desde un enfoque antropológico<br />

y filosófico.<br />

carlos andrés torres cabrera<br />

Martín Luis Guzmán<br />

tituló La<br />

fiesta de las<br />

balas a su más<br />

famoso cuento<br />

sobre la revolución<br />

mexicana.<br />

Revolucionario también, pero con el<br />

arma de la novela, Mariano Azuela<br />

escribió Los de abajo, un retrato de<br />

campesinos inmersos en el paisaje<br />

festivo y mortal de principios del siglo<br />

XX mexicano.<br />

Todas estas alusiones a lo festivo<br />

nos hacen preguntar si en verdad la<br />

Revolución mexicana pudo ser una<br />

fiesta, a pesar de las celebraciones<br />

bajo el fulgor de las balas, el brindis<br />

con copas manchadas de sangre y<br />

el baile de corridos con la muerte.<br />

Pareciera que los escritores antes<br />

mencionados se quedaron con un<br />

sabor amargo, sardónico e insatisfecho<br />

de lo que creyeron fue una<br />

fiesta.<br />

Martín Luis Guzmán plasma en su<br />

cuento la figura hercúlea y solitaria<br />

de Rodolfo Fierro, mano derecha de<br />

Pancho Villa. A pesar de sus notables<br />

atributos humanos (a Guzmán<br />

le parece que) Fierro enfermó de<br />

antagonismo porque puso en escena<br />

las asesinas dramaturgias del general<br />

Villa.<br />

A un suceso que tendría que ser<br />

rutinario, Fierro le inyecta una dosis<br />

de sádica diversión. Fusilar quinientos<br />

prisioneros de guerra es una<br />

rutina de la revolución que cualquier<br />

hombre de bien trataría de terminar<br />

lo más pronto posible como un trámite<br />

doloroso pero necesario. Cuando<br />

cualquiera optaría por un rápido<br />

fusilamiento en el paredón, Fierro<br />

—sin dejo de compasión— se brinca<br />

la costumbre y propone un juego: los<br />

prisioneros harán carreras con la<br />

bala; si logran brincar y sobrevivir<br />

al paredón de fusilamiento, se ganan<br />

su libertad.<br />

No hay salvación, todo es la ilusión<br />

de un juego falso. La perfecta<br />

puntería de Fierro acaba con todos<br />

los prisioneros. Los espasmos de<br />

los hombres al morir semejan, para<br />

el autor, a cuerpos bailando en una<br />

fiesta. De la misma forma, en Los<br />

de abajo, el güero Margarito hace<br />

bailar enanos disparando balas a<br />

sus pies. En ambos relatos las balas<br />

ironizan sobre el cuerpo ajeno y lo<br />

hacen bailar la danza de la muerte.<br />

Martín Luis Guzmán enfatiza el<br />

trato hostil que Rodolfo Fierro da a<br />

sus prisioneros, haciéndonos creer<br />

que les da una oportunidad para<br />

salvarse al brincar el paredón. En<br />

realidad no hay tal oportunidad,<br />

todo está maquinado de tal forma<br />

que nadie escape, Fierro muestre<br />

su habilidad con la pistola y todos<br />

mueran por igual. El fugitivo sobreviviente<br />

resulta una afortunada<br />

equivocación.<br />

Mientras Rodolfo Fierro se divierte<br />

jugando al asesino, se duerme<br />

fetalmente en un cómodo “pesebre”<br />

y se preocupa tiernamente por quitarse<br />

la hinchazón de su dedo índice<br />

por tirar del gatillo; la masa de<br />

prisioneros muere con la esperanza<br />

de sobrevivir. Juego con la muerte<br />

y con las ilusiones, La fiesta de las<br />

balas parece un brutal antecesor del<br />

videojuego.<br />

Llamar fiesta a este cuento se<br />

vuelve una calurosa ironía. Decir lo<br />

contrario, tomar en serio la palabra<br />

fiesta, sería un absurdo. Así como<br />

sería absurdo decirle a un niño que<br />

está en una fiesta cuando juega<br />

a asesinar marcianos frente a su<br />

televisor. Festejo el de las balas que<br />

cumplen con su cometido. Festejo<br />

onanista, ególatra, el de Fierro. Festejo<br />

brutalmente liquidado el de los<br />

prisioneros creyendo en su salvación;<br />

pero nunca fiesta.<br />

En la película boliviana Yvy<br />

Maraey (2013), Elio Ortiz y Juan<br />

Carlos Valdivia asisten a la fiesta de<br />

un pueblo. El pueblo está dividido<br />

en dos: el barrio guaraní, indígena,<br />

y el barrio karai, de personas de<br />

piel blanca. Ambos barrios celebran<br />

fiestas al mismo tiempo en<br />

un ambiente tenso, al borde de la<br />

confrontación. Inevitablemente,<br />

después de horas de tomar bebidas<br />

alcohólicas, los barrios pelean por<br />

una nimiedad. Elio Ortiz, antropólogo,<br />

lamenta la pelea y afirma:<br />

“Esto ya no es una fiesta”. Y Juan<br />

Carlos Valdivia, cineasta, reflexiona<br />

si en algún momento no deberíamos<br />

dejar de ser occidentales o indígenas<br />

para ser más humanos y estar más<br />

unidos.<br />

Octavio Paz (1999) no piensa lo<br />

mismo cuando, en El laberinto de la<br />

soledad, afirma que por la explosión<br />

desbordada de las íntimas pasiones<br />

humanas en una fiesta uno puede<br />

llegar a asesinar, emocionado por el<br />

encuentro con sus semejantes humanos.<br />

Richard Schechner y Victor<br />

Turner cuando estudian el ritual<br />

—operación similar a la fiesta— hablan<br />

de la “experiencia de la camaradería<br />

ritual comunitas”:<br />

La comunitas […] representa el deseo<br />

de una relación total, no mediatizada<br />

de persona a persona, una relación<br />

que no obstante no sumerja al uno<br />

en el otro, sino que salvaguarde sus<br />

caracteres únicos en el acto mismo<br />

de realizar su comunidad […] Casi en<br />

cualquier parte la gente puede ser<br />

subvertida respecto a sus deberes y<br />

derechos y llevada a una atmósfera<br />

de comunitas […] ese momento en<br />

que personas compatibles —amigos,<br />

congéneres— alcanzan un destello<br />

de mutuo entendimiento lúcido en el<br />

plano existencial, en que sienten que<br />

todos los problemas, ya sean emocionales<br />

o cognitivos, y no sólo sus propios<br />

problemas, podrían resolverse si<br />

tan sólo el grupo al que se percibe […]<br />

como nosotros pudiera sostener su<br />

iluminación intersubjetiva. [Turner<br />

citado en Schechner, 2012].<br />

Este alto grado de comunidad, de<br />

relación y empatía, imposibilita el<br />

homicidio. El acto de matar requiere<br />

distancia emocional entre personas.<br />

Una fiesta es un espacio para hacer<br />

comunidad. Quien está dentro de<br />

una fiesta se vuelve parte de una<br />

comunidad. Un acto violento suspende<br />

el ambiente festivo y propicia<br />

la guerra.<br />

La fiesta es una forma de ritual.<br />

Es necesario recordar que lo que<br />

nosotros llamamos fiesta tiene su<br />

antecedente en las formas rituales<br />

de la Antigüedad clásica y cristiana.<br />

La fiesta es un momento de derroche,<br />

se consumen los excesos de la<br />

producción alimenticia. Fiesta es<br />

signo de abundancia en todos los<br />

sentidos. Exceso de alimentos terrenales<br />

para el estómago, emocionales<br />

para el espíritu, sexuales para el<br />

cuerpo. La fiesta es fuego artificial,<br />

no arma de fuego. Aceptación de la<br />

muerte, no consumación. Goce de la<br />

vida, no sacrificio. Después del goce<br />

viene la redención de los pecados.<br />

Entonces sí, la muerte se presenta<br />

en forma simbólica cuando termina<br />

la fiesta. No puede haber sacrificios<br />

ahí donde todavía no hace falta nada<br />

por lo cual sacrificarse.<br />

Cuando Ernest Hemingway escribió<br />

Fiesta en la década de 1920,<br />

retrató a la “generación perdida” de<br />

estadounidenses que iban a París a<br />

buscar una justificación, una motivación<br />

existencial en la vivacidad de<br />

las fiestas nocturnas. Los estadounidenses<br />

buscaban tomar cucharadas<br />

condensadas de vida después del<br />

vacío que les dejó la primera Guerra<br />

Mundial. Los jóvenes contraponían<br />

la vivaz locura de la fiesta parisina<br />

a la mortal experiencia de la guerra.<br />

(Juan Villoro, 2006)<br />

18 la gaceta © andrea garcía flores<br />

enero de 2017


¿la revolución era una fiesta?<br />

Bolívar Echeverría,<br />

filósofo, pensaba que<br />

la historia humana se<br />

divide en dos tiempos.<br />

El tiempo ordinario<br />

de la cotidianidad, de la<br />

rutina, de las reglas<br />

establecidas. Y el tiempo<br />

extraordinario en el que<br />

la sociedad y las reglas<br />

establecidas se ponen en<br />

crisis y se cuestionan.<br />

Al tiempo extraordinario<br />

pertenecen el juego,<br />

la fiesta y las artes.<br />

Asesinar significa fragmentar,<br />

excluir, confrontar, agredir.<br />

Fiesta, por el contrario, significa<br />

unir, comulgar, incluir, vivir, tener<br />

empatía. Octavio Paz dice que fiesta<br />

es participar. En una fiesta participamos<br />

para crear comunidad,<br />

no para destruirla. El asesinato<br />

suele vincularse con la soledad y la<br />

enemistad. Como en La fiesta de las<br />

balas, Rodolfo Fierro, el que asesina,<br />

es un solitario.<br />

En Los de abajo, Demetrio Macías<br />

—líder revolucionario— huye y<br />

enfrenta al ejército federal porque<br />

un cacique de la región lo acusó<br />

injustamente de ser revolucionario.<br />

Con muchos triunfos y cierta fama<br />

de gran general, Macías se mantiene<br />

al margen de la lucha revolucionaria<br />

y concentra sus esfuerzos contra el<br />

cacique local y las tropas federales<br />

que lo atacan. Cuando puede, él y<br />

sus veinte hombres descansan de<br />

la pesada faena de la guerra y viven<br />

de la bondad de pueblos hartos de la<br />

hostilidad federal.<br />

Todo cambia cuando Luis Cervantes,<br />

un estudiante de medicina,<br />

se une a la tropa de Macías y le<br />

recomienda sumarse a las filas del<br />

general Natera, pues dice Luis: “Es<br />

mentira que la lucha de Demetrio<br />

sea sólo contra el cacique local, es<br />

en realidad una lucha contra todos<br />

los caciques del país que oprimen al<br />

pobre”. Convencidos, Macías y su<br />

tropa salen rumbo a Zacatecas para<br />

unirse a la bola. Una vez sumada<br />

a las filas de Natera, la tropa de<br />

Demetrio adquiere los vicios de los<br />

grandes ejércitos de la revolución y<br />

acepta sin consideración a desertores<br />

federales y asesinos maniáticos.<br />

Roban a pobres y a ricos por igual,<br />

matan a gente inocente y secuestran<br />

muchachas para violarlas. Se ganan<br />

entonces la enemistad de los pueblos<br />

que antes los alababan y pronto<br />

acaban con las riquezas disponibles<br />

para la manutención de una tropa<br />

cada vez más numerosa.<br />

Luis Cervantes deserta y se va<br />

a vivir a Estados Unidos con las<br />

ganancias que le dejaron los robos de<br />

la revolución. La tropa de Demetrio<br />

Macías pasa hambrunas, sufre cuantiosas<br />

bajas, deambula por ciudades<br />

pauperizadas y vacías, pierde la<br />

motivación, ya no sabe ni por qué lucha<br />

y termina por morir toda en una<br />

emboscada. Sólo sobrevive Demetrio<br />

Macías que aún sin razón para pelear<br />

sigue, solitario, el vértigo pronunciado<br />

de matar en una revolución ajena.<br />

Luis Cervantes irrumpe en la novela<br />

con buen semblante. Aunque de<br />

clase alta capitalina, parece un chico<br />

inteligente y solidario que busca<br />

ayudar a la causa revolucionaria. Un<br />

estudiante de ideales buenos y coherentes.<br />

Simpatizamos con él porque<br />

después de pasar mucho tiempo con<br />

un personaje y ver la historia desde<br />

su perspectiva, adoptamos su visión<br />

de la realidad y nos identificamos<br />

con él (criticaría Brecht).<br />

Camila se enamora de Luis Cervantes.<br />

Ella es una mujer campesina<br />

que representa la bondad absoluta,<br />

la pureza inmaculada, la ayuda desinteresada.<br />

Sin embargo, su idilio se<br />

derrumba por la desidia del capitalino.<br />

Cuando Demetrio Macías pide<br />

para sí a Camila, el “curro” Cervantes<br />

la rapta con engaños, como si el<br />

enamorado fuera él mismo, y la lleva<br />

sin escrúpulos con su general. Esto<br />

nos hace ver a un Luis Cervantes<br />

cuyo amor por el campesinado son<br />

pura palabrería hueca e interés por<br />

estar cercano al poder. Es como si<br />

las bondades de la patria rural se<br />

corporeizaran en una mujer, y el<br />

hombre, al despecharla, también rechazara<br />

sus ideales revolucionarios.<br />

Poco a poco vamos deconstruyendo<br />

nuestra positiva visión de Cervantes.<br />

La manera en la que trata a<br />

Camila, su hipocresía cuando roba,<br />

sus maleables ideales y sobre todo<br />

su posterior deserción de la tropa<br />

en el momento más crítico, nos<br />

hacen terminar por desencantarnos.<br />

Pareciera que su intervención<br />

en la revolución y la recomendación<br />

de unirse a las tropas de Natera no<br />

eran honestos ideales sino mero<br />

oportunismo. Y en una lucha armada<br />

aprovecharse de los demás no es<br />

ni revolucionario ni festivo. El hombre<br />

de clase alta no pudo ni trató de<br />

hacer comunidad con la tropa que<br />

hipócritamente apoyaba.<br />

Bolívar Echeverría, filósofo,<br />

pensaba que la historia humana se<br />

divide en dos tiempos. El tiempo<br />

ordinario de la cotidianidad, de la<br />

rutina, de las reglas establecidas. Y<br />

el tiempo extraordinario en el que la<br />

sociedad y las reglas establecidas se<br />

ponen en crisis y se cuestionan. Al<br />

tiempo extraordinario pertenecen<br />

el juego, la fiesta y las artes. Para<br />

Echeverría la fiesta es el espaciotiempo<br />

en el que sucede el encuentro<br />

de la sociedad con lo platónico y<br />

lo imaginario, a veces mediante la<br />

ayuda de alucinógenos.<br />

La fiesta es entonces un momento<br />

en el que todos juntos podemos<br />

cuestionar las reglas de nuestra<br />

sociedad y sumirnos en el caos sin<br />

consecuencias. Es tratar de acercar<br />

el mundo objetivo a la imposibilidad<br />

y la perfección de lo imaginario. Por<br />

eso, en la fiesta el rico es pobre, el<br />

loco es rey, la mujer es hombre. La<br />

fiesta es un espacio de innovación,<br />

de creación, de imaginación de otro<br />

mundo posible. En este sentido, la<br />

fiesta es la posibilidad de la revolución,<br />

de subvertir nuestro mundo.<br />

Como decía Turner (Schechner,<br />

2012) sobre la comunitas: es cuando<br />

tenemos la sensación de que si<br />

seguimos así de interrelacionados<br />

podremos solucionar todos nuestros<br />

problemas. La muerte, sin embargo,<br />

no subvierte el mundo, sino que lo<br />

destruye. Una revolución como la<br />

mexicana es entonces fiesta en tanto<br />

proceso imaginativo y no es fiesta<br />

en tanto confrontación.<br />

Mijail Bajtin, pionero en la lectura<br />

“carnavalesca” de la literatura, veía<br />

en la risa la característica central de<br />

los carnavales. La risa como inteligencia.<br />

La risa como crítica. La risa<br />

como un producto ajeno a la seriedad<br />

de la Iglesia. Elemento de las<br />

clases populares a contrapelo de las<br />

élites. Henri Bergson decía que para<br />

reírnos de algo o de alguien tenemos<br />

que distanciarnos emocionalmente<br />

y adoptar una postura crítica. Antonio<br />

Lafuente afirma que reírnos<br />

juntos fomenta un sentimiento de<br />

comunidad. El que ríe forma parte,<br />

es incluido, es parte de la comunidad.<br />

La risa es paradójica: se ríe de<br />

alguien, lo ataca, lo critica y al mismo<br />

tiempo hace comunidad, incluye,<br />

une. La risa es tiempo ordinario de<br />

consolidación de comunidad y tiempo<br />

extraordinario de crítica hacia la<br />

misma. Paradoja de la fiesta: une y<br />

desune. Identidad crítica.<br />

Leonardo da Jandra critica la visión<br />

marxista de Bolívar Echeverría<br />

y de Mijail Bajtin. La modernidad y<br />

los marxistas, dice Da Jandra, tienden<br />

a ver todo en términos contrapuestos,<br />

buscan separar el tiempo<br />

ordinario del extraordinario, lo<br />

apolíneo de lo dionisiaco y sobre todo<br />

lo sagrado de lo profano. Si los marxistas<br />

buscaban la confrontación, los<br />

opuestos, la dialéctica, las revoluciones<br />

las concebían como fiestas, pues<br />

se veía la revolución como tiempo<br />

extraordinario, no como tiempo<br />

ordinario y productivo. Lo necesario<br />

ahora es ver la complementariedad<br />

de los opuestos.<br />

Quizá Da Jandra olvida que el<br />

marxismo no sólo contempla la tesis<br />

y la antítesis, también vislumbra la<br />

necesaria síntesis. Y síntesis es lo<br />

que anhelan tanto Da Jandra como<br />

Echeverría. La fiesta no puede ser<br />

totalmente profana y dionisiaca, es<br />

decir, obedecer al exceso sin medida.<br />

La fiesta también debe tener<br />

una pequeña dosis de sacralidad, de<br />

belleza, de reglas mínimas para la<br />

convivencia. Una sacralidad que es<br />

contacto con la divinidad del estar<br />

todos interconectados, creyendo<br />

alcanzar la verdad de una imaginación<br />

suprema, colectiva y empática.<br />

La novela Los de abajo está<br />

llena de fiestas en los momentos de<br />

esparcimiento, cuando no se libran<br />

batallas. Su lenguaje es reflejo de<br />

la risa carnavalesca y de la cultura<br />

popular. De manera paulatina,<br />

las fiestas van transformándose,<br />

camaleónicas, dependiendo de su<br />

entorno. Al principio los revolucionarios<br />

participan del derroche y la<br />

música de los pueblos en que irrumpen.<br />

Todos comparten el anhelo<br />

de un mundo donde los federales<br />

no saqueen las casas y no violen a<br />

las muchachas. La tropa comparte<br />

mujer y los casados se enamoran.<br />

Un campesino se disfraza de cura.<br />

Cuando los revolucionarios no cumplen<br />

el rutinario trabajo de batallar<br />

en la revolución, comen lo más que<br />

su pobreza les deja y descansan para<br />

recuperarse.<br />

Luis Cervantes llega para trastocarlo<br />

todo, él representa el punto de<br />

quiebre de la realidad campesina. La<br />

pureza e idealización del campesinado<br />

se corrompe con la llegada de<br />

la contaminada urbanidad de Cervantes.<br />

Esta confrontación de clases<br />

dentro del mismo bando atenta<br />

contra la naturaleza festiva de la cotidianidad<br />

revolucionaria. Morenos<br />

y güeros, ricos y pobres, esas fueron<br />

las diferencias que avivaron la<br />

mecha de buena parte de la revolución.<br />

En la fiesta y en la revolución,<br />

las jerarquías sociales, los gremios<br />

y las diferencias deberían tender a<br />

borrarse. Cervantes es un hombre<br />

que nunca empatiza, nunca se incorpora,<br />

ni se vuelve real congénere o<br />

hermano de los revolucionarios a<br />

quienes apoya. Es por su culpa que<br />

la segunda ronda de fiestas se da en<br />

las ciudades:<br />

La tropa entra a saquear las casas,<br />

los pobres se enriquecen por un<br />

tiempo, comen en abundancia, gastan<br />

en exceso. Una mujer, La Pintada,<br />

enamora a varios hombres y los<br />

cela. Las novias de unos son novias<br />

de otros. Los cuerdos son locos y los<br />

locos dicen comentarios cuerdos.<br />

Luis Cervantes, universitario, da<br />

un discurso que nadie entiende pero<br />

todos aplauden, la intelectualidad<br />

se vuelve farsa. Esta particular<br />

abundancia de recursos robados se<br />

derrocha en exceso, lo que da paso<br />

a la tercera ronda de fiestas donde<br />

todo escasea. De vuelta a su lugar<br />

de origen, la tropa no es recibida. Lo<br />

único que queda es robar miserias y<br />

saquear casas vacías. En el capítulo<br />

final hay un precioso contraste<br />

entre la tranquilidad y el festejo del<br />

inicio del día con el súbito e inesperado<br />

tiroteo que acaba con la tropa<br />

de Demetrio Macías:<br />

“Fue una verdadera mañana de<br />

nupcias […] Los soldados caminan<br />

por el abrupto peñascal contagiado<br />

de la alegría de la mañana […] Y por<br />

eso los soldados cantan, ríen y charlan<br />

locamente”.<br />

“¿Con que si el enemigo, en vez de<br />

estar a dos días de camino todavía,<br />

les fuera resultando escondido entre<br />

las malezas de aquel formidable<br />

barranco, por cuyo fondo se<br />

han aventurado? […] Y cuando<br />

comienza un tiroteo lejano, donde<br />

va la vanguardia, ni siquiera se<br />

sorprenden ya […] Pero el enemigo,<br />

escondido a millaradas, desgrana<br />

sus ametralladoras, y los hombres<br />

de Demetrio caen como espigas cortadas<br />

por la hoz.” (Azuela, 2007).<br />

La mañana que era una fiesta de<br />

nupcias se eclipsa con el fuego mortífero<br />

de la metralla. Así se consumó<br />

el final de la fiesta, cuando se<br />

bebía el último barril de tequila,<br />

cuando se cantaba, se reía y se<br />

charlaba. Así se terminó de fulminar<br />

la fiesta, con las ametralladoras<br />

del enemigo. La fiesta cegada<br />

con la muerte, la muerte que cegó<br />

una comunidad, la comunidad que<br />

sobrevive en Demetrio Macías, solitario,<br />

disparando eternamente como<br />

Rodolfo Fierro, por la ya muy ajena<br />

causa de la revolución.<br />

La Revolución mexicana no fue<br />

una fiesta, aunque tuvo muchas<br />

fiestas dentro de sí. La característica<br />

fundamental de la lucha armada<br />

es que hay homicidios, eso impide<br />

llamar fiesta a la revolución. Pero<br />

la capacidad de los revolucionarios<br />

de imaginar, de subvertir el orden<br />

cotidiano, el fuerte sentimiento de<br />

comunidad en algunos fragmentos<br />

de las obras analizadas nos permiten<br />

declarar que en la revolución<br />

pervivió una actitud festiva para<br />

contrarrestar el poco fraternal y frívolo<br />

hecho de la muerte violenta. •<br />

enero de 2017 la gaceta 19


N OVEDADES<br />

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA<br />

ND O DE CULTUR<br />

ENERO DE 2017<br />

553<br />

El volcán y el sosiego<br />

Una biografía<br />

de Gonzalo Rojas<br />

fabienne bradu<br />

El rumbo de la<br />

transformación<br />

educativa<br />

Temas, retos<br />

globales y<br />

lecciones sobre<br />

la reforma<br />

sistémica<br />

helen janc malone (coord.)<br />

Gracias a su cercanía con<br />

Gonzalo Rojas, su obra y su<br />

familia,<br />

y después de una<br />

minuciosa investigación y largas<br />

entrevistas, Fabienne Bradu traza<br />

cronológicamente pero con ritmo<br />

y tono novelísticos la vida de este<br />

gran poeta chileno: la relación con<br />

sus padres, sus innumerables viajes<br />

por Chile y el resto del mundo, sus<br />

amoríos abiertos y clandestinos,<br />

su descubrimiento de la poesía, sus<br />

relaciones con Salvador Allende<br />

y Pablo Neruda, su participación<br />

en encuentros y lecturas y la<br />

recepción de los premios Reina<br />

Sofía y Cervantes, entre otros. El<br />

lector descubrirá la deslumbrante<br />

vida de este hombre cordial y<br />

altivo marcado por profundas<br />

contradicciones, una de las voces<br />

fundamentales de la poesía<br />

hispanoamericana contemporánea.<br />

Con este volumen, el fce inicia<br />

los festejos del centenario de su<br />

nacimiento.<br />

tierra firme<br />

1ª ed., 2016, 486 pp.<br />

$290<br />

La reforma educativa se ha convertido en<br />

objetivo esencial de toda nación que pretenda<br />

mantener o elevar el nivel de vida de sus<br />

habitantes. Publicada originalmente en 2013,<br />

este volumen contiene 25 ensayos agrupados<br />

en cinco apartados que dan una visión global,<br />

coherente y crítica de la educación en el<br />

mundo. Las miradas de estudiosos de diversas<br />

nacionalidades y experiencias permiten<br />

conocer las diversas reformas educativas<br />

emprendidas en el orbe, los factores que<br />

intervienen en el desarrollo de los estudiantes<br />

—como la tecnología—, las distintas<br />

capacidades de los alumnos, el diseño de los<br />

programas y la formación docente requerida<br />

para lograr los objetivos que se proponen.<br />

Lo más interesante aquí es constatar la gran<br />

diversidad de puntos de vista sobre el tema.<br />

educación y ped agogía<br />

1ª ed., 2016, 224 pp.<br />

20 la gaceta enero de 2017


Peces dulce acuícolas<br />

de México en peligro de<br />

extinción<br />

gerardo ceballos, edmundo díaz<br />

pardo, lourdes martínez estévez y<br />

héctor espinosa pérez (coords.)<br />

Los peces en general, y los<br />

dulceacuícolas en particular, son<br />

el grupo más diverso entre los<br />

vertebrados, pero también uno de<br />

los más diezmados. Este libro es un<br />

extenso catálogo de las especies de<br />

peces dulceacuícolas en peligro de<br />

extinción en México, cuyo objetivo es<br />

generar un mayor conocimiento sobre<br />

ellas y sus hábitats para su mejor<br />

preservación. El catálogo contiene<br />

fichas técnicas e ilustraciones de<br />

cada una de las especies, incluyendo<br />

mapas de localización. Es referencia<br />

indispensable para los estudiosos<br />

del tema y de las ciencias biológicas<br />

y ambientales en general.<br />

ediciones científicas universitarias<br />

1ª ed., 2017 umbrales<br />

1ª ed., 2017<br />

¿Qué era el socialismo<br />

y por qué se desplomó?<br />

katherine verdery<br />

Este conjunto de artículos<br />

es el resultado de diversas<br />

investigaciones realizadas<br />

en la década de los ochenta y<br />

principios de los noventa sobre<br />

el funcionamiento del socialismo<br />

real y las direcciones que tomaron<br />

las naciones de la Europa del<br />

Este después de su derrumbe. El<br />

enfoque de la obra es antropológico<br />

imbuido de un espíritu escéptico<br />

ante las expectativas de una<br />

supuesta transición inmediata al<br />

libre mercado, y prejuicios como<br />

la creencia en la existencia de un<br />

totalitarismo absoluto. El método<br />

expositivo describe con claridad la<br />

lógica interna del socialismo real<br />

y las causas de su colapso dentro<br />

de las dinámicas nacionales y el<br />

contexto mundial.<br />

El mar de los deseos<br />

El Caribe afroandaluz,<br />

historia y contrapunto<br />

antonio garcía de león griego<br />

Estudio de gran amplitud y detalles<br />

de los orígenes históricos y<br />

culturales de la música del Caribe<br />

y sus relaciones con las tradiciones<br />

y corrientes musicales de América<br />

con una visión de conjunto bien<br />

articulada. Describe las condiciones<br />

históricas y la conformación<br />

cultural de lo que el autor llama “el<br />

Gran Caribe”, para ubicar su tema<br />

central, el cancionero, recopilación<br />

de las expresiones musicales<br />

surgidas en esa gran región. Este<br />

“cancionero colonial caribeño” es<br />

producto del nexo entre tradición<br />

histórica y tradición cultural, por lo<br />

que se convierte en una herramienta<br />

muy valiosa para la reconstrucción<br />

histórica de la época colonial y<br />

la apreciación de su herencia en<br />

nuestra época.<br />

historia<br />

1ª ed., 2016, 299 pp.<br />

$245<br />

Martín y el rey del bosque<br />

sebastian meschenmoser<br />

En esta nueva aventura<br />

acompañamos a la entrañable<br />

ardilla Martín a conocer los<br />

misterios que esconde el bosque<br />

donde habita. La historia empieza<br />

cuando Ramón cuenta las leyendas<br />

en torno al rey del bosque, quien<br />

aparece cada cien años para<br />

traer prosperidad y mejorar la<br />

vida de sus habitantes. Martín<br />

reflexiona sobre esa idea y, a la<br />

mañana siguiente, se queda muy<br />

sorprendido pues en la puerta de<br />

su casa aparece un ser misterioso.<br />

Todas las características descritas<br />

por Ramón encajan, no puede haber<br />

equivocación: es el “rey” que viene<br />

a enseñarles algunas costumbres<br />

y hábitos que, según Martín y sus<br />

amigos, “mejorarán” la vida de<br />

todos. Algunas son tan extrañas<br />

como rascarse mucho detrás de las<br />

orejas, dar vueltas en círculos y,<br />

además, una actividad muy peculiar:<br />

marcar el territorio. Pero esto, en<br />

lugar de solucionarlo todo, hará del<br />

bosque y sus habitantes un caos muy<br />

apestoso. La visita del rey afectará<br />

a los animales del bosque en más de<br />

un sentido, los obligará a reflexionar<br />

sobre la convivencia en su pequeña<br />

comunidad y tendrán que buscar<br />

juntos la solución al problema que<br />

ellos mismos crearon.<br />

los especiales de a la orilla del viento<br />

1ª ed. en español, 2017, 64 pp.<br />

enero de 2017 la gaceta 21


trasfondo<br />

Bizarro<br />

Piano Bar<br />

Agustín Gendron<br />

Una historia de la ciudad nocturna<br />

—sublimes contra rudos en un bar<br />

de Sanborns— narrada por una<br />

voz que superpone sus ideales es<br />

estéticos y recuerdos más<br />

preciados a la ordinariez cómica<br />

de la vida. A duras penas,<br />

lo sublime alcanza a librar<br />

el trance.<br />

Cuando Billy nos contó sobre<br />

su nuevo trabajo, supe<br />

que tarde o temprano lo<br />

tendríamos que rescatar.<br />

Y no es que fuera un mal pianista;<br />

al contrario, su técnica era impecable<br />

y sabía conectarse con el público.<br />

Podía tocar de todo, contar muy<br />

buenas historias y ser encantador.<br />

Si acaso tendía a adornar de más<br />

una frase o a sobrecargar las melodías,<br />

muy al estilo de su ídolo Oscar<br />

Peterson, pero cuando estaba en<br />

vena era capaz de darle vida a todo<br />

lo que salía de sus manos.<br />

No; su verdadero problema estaba<br />

en lo que él mismo definía como su<br />

“lado jazz”. “¿Lado jazz? Más bien<br />

su afición desmedida por el alcohol”,<br />

sentenciaban las almas simples,<br />

siempre tan definitivas en sus<br />

juicios. En realidad, ambas partes<br />

tenían algo de razón: si bien era<br />

innegable la existencia de algo indefinible<br />

en la personalidad de Billy,<br />

algo que lo impulsaba hacia el lado<br />

oscuro de la luna y lo incapacitaba<br />

para engrosar las filas de la gente de<br />

bien, también era indiscutible que,<br />

bajo el influjo de Baco, su repertorio<br />

se volvía más impredecible, sus<br />

historias más extrañas y su encanto<br />

más desconcertante.<br />

Por eso, cuando Billy nos dijo que<br />

iba a tocar en un bar de Sanborns se<br />

encendió una pequeña luz roja en el<br />

tablero de la cordura, junto con un<br />

discreto regocijo con aroma a azar y<br />

a precipicio. “La clientela de esos lugares<br />

no aprecia lo que tú tocas”, le<br />

advertimos. “Sólo tienen dos cartas<br />

de navegación: la nostalgia o la lujuria,<br />

y ambas acaban por aburrir si<br />

se vuelve a ellas noche tras noche.”<br />

Pero Billy no se arredró: “Para<br />

todos tengo, con tal de que no arrebaten.<br />

Si andan chipilosos les suministro<br />

trova y boleros, con algo de<br />

Chopin en medio para amacizar. A<br />

las parejitas puedo complacerlas con<br />

su José José de aperitivo y les doy<br />

la estocada con Sinatra: los moteles<br />

me van a pagar comisión. ¿Quieren<br />

sus Beatles? Van. ¿Su Elton John?<br />

Pero cómo no; a Emmanuel lo<br />

compenso con Serrat y a Mijares<br />

me lo bajo con un buche de Leonard<br />

Cohen. Creo que puedo llegarle<br />

hasta a Arjona. Eso sí, chingaderas<br />

estilo Richard Clayderman no las<br />

toco ni aunque me inviten una botella<br />

de coñac. Toda profusión tiene<br />

un límite. Pero no os preocupéis: mi<br />

selección musical es más variada que<br />

la carta de los cocteles... No estoy en<br />

plan exquisito, y cuando me aburra<br />

me largo”.<br />

Tales fueron sus palabras. Francamente,<br />

lo de Arjona me pareció<br />

exagerado, pero me dio gusto verlo<br />

tan animoso. De hecho, el primer<br />

mes fue una verdadera luna de miel<br />

entre tan singular pianista y los<br />

clientes del bar, a quienes no parecía<br />

desagradarles su ecléctico repertorio.<br />

El único contratiempo fue la inmediata<br />

animadversión entre Billy<br />

y el capitán de meseros, torvo sujeto<br />

cuyas oblicuas miradas lo hacían<br />

parecer espía de caricatura, como<br />

si trajera algo oculto entre manos.<br />

Su ojeriza no era gratuita: en primer<br />

lugar, Billy había desplazado como<br />

entertainer del bar a su amigo Nicho<br />

Mercado, quien, frente a su teclado<br />

Casio, soltaba una retahíla de éxitos<br />

de ayer y hoy, con la peculiar virtud<br />

de hacer que todos sonaran igual.<br />

Billy odiaba los sintetizadores, precisamente<br />

por su uniformidad.<br />

La única condición que puso al<br />

firmar el contrato fue que lo dejaran<br />

meter al bar su viejo piano vertical<br />

que, pese a su desastrada apariencia,<br />

emitía un timbre muy sonoro, y<br />

era idéntico al que toca Sam en Casablanca.<br />

Ahora que lo pienso, creo<br />

que esa similitud era una premonición<br />

de lo que ocurriría algunos<br />

meses más tarde…<br />

El caso es que las maniobras<br />

para acomodar el instrumento en<br />

el pequeño escenario requirieron<br />

la participación de todos los meseros<br />

y trastocaron la rutina del bar.<br />

Tuvieron que mover varios anaqueles,<br />

cargar el piano en vilo por un<br />

pequeño tramo de escalera y apartar<br />

todas las mesas y sillas del bar.<br />

Semejante ajetreo provocó la furia<br />

luciferina del infame capitán, quien<br />

no podía concebir tanta chocantería<br />

de un pinche cantante. “Ni que fuera<br />

Plácido Domingo”, farfullaba. “¿Por<br />

qué no puede tocar un teclado portátil,<br />

como todos los demás? ¿Por qué<br />

tiene que ser un piano de verdad?”<br />

“¡Pues justamente porque es de<br />

verdad!”, contestó Billy a un empleado<br />

de la tienda que días después<br />

le relató el episodio de la mudanza.<br />

A este respecto es justo aclarar que<br />

nuestro amigo se había ganado el<br />

aprecio del personal de servicio. Algunos<br />

meseros le pasaban incluso una<br />

que otra copa de brandy a trasmano<br />

para animarlo cuando no lo sentían<br />

inspirado, algo, por cierto, muy poco<br />

frecuente, porque nosotros mismos,<br />

que llegamos a ir al bar tres o cuatro<br />

veces por semana, manteníamos su<br />

inspiración bien aceitada. Cuatro<br />

copas por noche. Tal era la medida<br />

exacta para hacer que salieran<br />

el Herbie Hancock o el Thelonious<br />

Monk que nos hacían la noche. Más<br />

alcohol significaba acercar peligrosamente<br />

a Billy a su “lado jazz”.<br />

Antes de la infausta noche de los<br />

médicos, el “lado jazz” de Billy apareció<br />

sólo dos veces: en la primera<br />

no contamos con que uno de los<br />

meseros, con más buena fe que prudencia,<br />

proporcionó a Billy una copa<br />

coñaquera llena de Fundador. Esa<br />

descomunal dosis, sumada a la que<br />

ya tenía entre pecho y espalda, hizo<br />

que el pianista empezara a intercalar<br />

fragmentos de Schumann y Liszt<br />

en su repertorio habitual. Cuando<br />

se siguió de largo con un medley de<br />

veinte minutos entre Duke Ellington<br />

y Bartók, ante el comprensible desconcierto<br />

del respetable entramos<br />

rápidamente en acción, cortando de<br />

tajo el insólito recital mediante el<br />

muy barato ardid de sentar a Billy<br />

en nuestra mesa y ya no dejarlo levantarse.<br />

Por suerte, ese día el lugar<br />

estaba casi vacío.<br />

La segunda vez, el lado jazz de<br />

Billy requirió un mayor trabajo de<br />

control de daños. Esa vez, contrario<br />

a su costumbre, Billy se sentó al<br />

piano con varias copas encima, así<br />

que cuando llegó al cuarto vodka<br />

interrumpió su actuación a la mitad<br />

de “I’ve Got You Under My Skin”, se<br />

volvió hacia la clientela y declaró:<br />

“¿Sabían que la baronesa Nica<br />

alcanzó la iluminación en estas<br />

tierras?”<br />

Silencio absoluto. Nos había<br />

tomado por sorpresa. De una mesa<br />

contigua se dejó oír una débil voz de<br />

mujer: “¿Quién?”<br />

“La baronesa Nica de<br />

Koenigswarter, nacida Pannonica<br />

Rotschild, nieta del hombre más<br />

rico del mundo a principios del siglo<br />

veinte. Después de pasar varias<br />

semanas en México, decidió abandonar<br />

a su marido para dedicarse a<br />

proteger el alma del jazz. A ella nos<br />

encomendamos ahora y a su nombre<br />

dedicamos estas ofrendas. Que su<br />

luz llegue a todos los que buscamos<br />

redimir la sed inextinguible<br />

detrás de nuestro instrumento”, y<br />

se arrancó, como era de esperarse,<br />

con “Everything Happens To Me” y<br />

“Straight No Chaser”. A la mitad de<br />

“Ruby My Dear”, otra pausa. Parado<br />

sobre el banco del piano, Billy pedía<br />

la atención de los asistentes:<br />

“Ahora es tiempo de invocar la<br />

palabra sagrada para protegernos de<br />

las falsas promesas y las tentaciones<br />

instantáneas. Unámonos en coro<br />

para repeler a los inicuos y reavivar<br />

22 la gaceta © andrea garcía flores<br />

enero de 2017


izarro piano bar<br />

la fe.” Manteniendo su precario<br />

equilibrio, Billy arremetió:<br />

“They’re selling postcards of the<br />

hanging,<br />

they’re painting the passports<br />

brown<br />

The beauty parlor is filled with<br />

sailors, the circus is in town…”<br />

Cuando terminó, uno de nosotros<br />

dijo: “Eso no es un poema, Billy, es<br />

una canción”. Pero Billy, arrebatado<br />

por la emoción, no se dejó intimidar:<br />

“Si nos obstinamos en meter lo<br />

inefable en cajitas, acabaremos atrapados<br />

dentro de una de ellas porque<br />

es nuestra propia mente quien las<br />

crea. Recuerden lo que dijo un sabio<br />

maestro: la realidad es elástica;<br />

el tiempo, poroso. Tal vez esto lo<br />

estamos viviendo mañana. ¿Ven<br />

este piano? Parece más sólido que<br />

una montaña, pero puedo sacar de<br />

él los sonidos más sublimes; apenas<br />

una vibración que se apaga en un segundo<br />

sin dejar huella; pero también<br />

ocurre lo contrario: su madera es<br />

frágil; nada puede contra una varilla<br />

de metal, pero cuando la oscuridad<br />

se cierne sobre los desamparados,<br />

se vuelve indestructible. Nada es<br />

lo que parece y todo está en movimiento.<br />

Ahora, como escribió James<br />

Douglas Morrison, otro gran poeta<br />

popular: When the music’s over…”<br />

Y a voz en cuello empezó a recitar<br />

sonetos de Quevedo. Llegado este<br />

punto, varias parejas pidieron la<br />

cuenta, amagando con protestar<br />

ante la gerencia. Cuando el capitán<br />

le hizo una seña al guardia de seguridad,<br />

volvimos a entrar al quite:<br />

“Perdonen ustedes esta inesperada<br />

interrupción. Es que somos<br />

asistentes al congreso de poetas<br />

que organizó la universidad y nos<br />

dejamos llevar por la emoción, pero<br />

ya nos retiramos. Una disculpa y<br />

que sigan disfrutando su velada.<br />

Con su permiso.” Y mientras uno<br />

de nosotros pagaba la cuenta, los<br />

demás tomamos rumbo a la salida,<br />

llevándonos a Billy a rastras.<br />

Fuera de estos episodios, disfrutamos<br />

siete u ocho meses de buena<br />

música, conversación y tragos.<br />

Hasta llegamos a establecer un buen<br />

acuerdo: los martes y los miércoles<br />

el lugar (y por ende el repertorio<br />

del pianista) era nuestro; el jueves,<br />

una hora y una hora, y los viernes<br />

y sábados el resto de la clientela<br />

mandaba. Esos días nos limitábamos<br />

a hacer una discreta petición.<br />

Los meseros, contentos de tener<br />

buenas propinas aseguradas los días<br />

más flojos de la semana, nos recibían<br />

con la cordialidad reservada a los habituales.<br />

Incluso nos permitían usar<br />

como salida una puerta semioculta<br />

al final de la barra, misma que daba<br />

a unas escaleras de servicio, y de allí<br />

directo a la calle.<br />

Pero nada es para siempre, y finalmente<br />

llegó la infausta noche de<br />

los médicos.<br />

Fue un jueves cualquiera; nada<br />

que presagiara el fin de nuestra<br />

utopía pianística. Si acaso un<br />

poco más de gente que la usual.<br />

De acuerdo con nuestro trato, la<br />

primera hora transcurría envuelta<br />

en la calidez del más accesible Chick<br />

Corea. Entonces aparecieron cinco<br />

jóvenes residentes de un hospital<br />

cercano, cada uno acompañado por<br />

su respectiva enfermera. Dos o tres<br />

todavía de bata blanca, y uno de<br />

ellos portando un estuche de guitarra.<br />

Nada raro; ya habíamos visto<br />

a varios de sus colegas soltar la<br />

tensión de su demandante actividad<br />

en el bar en compañía de las infaltables<br />

enfermeras, siempre ávidas<br />

de hincarle el diente a presas tan<br />

suculentas.<br />

Pero los médicos de aquella noche<br />

parecían más agresivos. “Qué hueva<br />

de música”, le oí decir a uno. Billy<br />

también lo oyó pero aguantó vara,<br />

pensando que en la segunda hora<br />

se aplacarían con la selección de<br />

las favoritas de siempre. Cuando<br />

terminó su primer set y se sentó en<br />

nuestra mesa a tomar algo y conversar<br />

quince minutos como siempre<br />

lo hacía, los patanes aprendices de<br />

matasanos sacaron la guitarra y se<br />

pusieron a berrear un infecto popurrí<br />

de lo primero que les venía a la<br />

cabeza. En ese momento pensé que<br />

había que castigar tanta majadería,<br />

empujando a Billy al “lado jazz” con<br />

la ayuda de tres Magnos triples y<br />

un misil etílico bautizado “T con A”,<br />

consistente en dos partes de tequila<br />

por una de anís. Todo este arsenal<br />

fue consumido en cuarenta minutos,<br />

al cabo de los cuales estábamos<br />

listos para el combate contra los<br />

emisarios de la vulgaridad.<br />

Como era previsible, cuando Billy<br />

regresó al teclado los médicos y sus<br />

secuaces no se callaron. Una de las<br />

enfermeras, no sé si por socarronería<br />

o ganas de distender el ambiente,<br />

exclamó: “Ya dejen tocar al pianista”,<br />

y dirigiéndose a nuestro amigo,<br />

preguntó melosa: “¿Puedes tocar<br />

‘Balada para Adelina’?”<br />

“De poder, puedo”, contestó Billy,<br />

“eso lo puede tocar un chimpancé<br />

con media hora de ensayos, o uno<br />

de tus amigos con media hora más,<br />

pero poder y querer son cosas distintas.<br />

Ahora dime, ¿por qué alguien<br />

que se consagra al cuidado de la<br />

salud querría infectar el alma de los<br />

demás?”<br />

La joven se le quedó viendo con<br />

perplejidad conmovedora, acaso<br />

descifrando si lo que acababa de<br />

escuchar era un insulto, un halago,<br />

o algo intermedio. Su compañero,<br />

más sagaz, masculló algo ininteligible<br />

y volvió a tomar la guitarra. Con<br />

harto coraje y sentimiento, entonó:<br />

…y cómo es él… en qué lugar se<br />

enamoró de ti…<br />

Inmediatamente después de oír<br />

eso, Billy aulló:<br />

“¡Miserables apologistas de Sancho!<br />

¡No seguirán mancillando este<br />

santuario! ¡Por el poder de Santa<br />

Pannonica y Santa Jeanne Moreau,<br />

les ordeno respetar la belleza!”<br />

Y atacando las teclas con auténtica<br />

sed justiciera, gritó a todo<br />

pulmón:<br />

“¡Camaradas, por la gloria de San<br />

Robert Zimmerman, acallemos a los<br />

mercaderes del templo!”, y se dejó<br />

venir con:<br />

Come you masters of war… You<br />

that build all the guns…<br />

Soltando toda la tensión en un<br />

grito que pudo haberse oído hasta<br />

la calle, mis tres amigos y yo nos<br />

pusimos de pie, volcando vasos y<br />

cacahuates, uniendo nuestras voces<br />

a la de Billy. Ante la fuerza bruta de<br />

nuestro ataque lírico, los doctores,<br />

levantándose también, se cambiaron<br />

rápidamente a los versos de José<br />

Alfredo para inyectar enjundia a<br />

su contraofensiva vocal. Las enfermeras,<br />

todavía sentadas, volteaban<br />

para todos lados, mientras los<br />

meseros, estupefactos, parecían no<br />

percatarse del tumulto que empezaba<br />

a formarse a la entrada del bar,<br />

entre el que destacaba una señora<br />

que preguntaba desde cuándo había<br />

karaoke en Sanborns. Sin saberlo,<br />

todos ellos presenciaban el bizarro<br />

remake de una de las secuencias<br />

más célebres del Hollywood de<br />

antaño, sólo que en vez de nazis<br />

había médicos; en vez de La Marsellesa<br />

canciones de Dylan, y en vez de<br />

Bogart, un mesero entrando apresurado<br />

a advertirnos: “¡El capi fue por<br />

los tiras y ya vienen entrando!”<br />

Ante el peligro de pasar la noche<br />

en los separos de la policía depusimos<br />

la indignación y la defensa del<br />

ideal estético. Abrimos la bendita<br />

puerta de servicio y salimos en<br />

estampida doctores, enfermeras,<br />

amigos, pianista y un grupo de vivales<br />

que huyeron sin pagar. Al llegar<br />

a la calle nos dispersamos, como<br />

mandan los cánones de una fuga eficaz.<br />

Yo corrí hasta un café de chinos<br />

una cuadra adelante, me senté en<br />

un gabinete y pedí un té. A la media<br />

hora me fui a mi casa.<br />

Al día siguiente, el emisario al<br />

que enviamos a liquidar nuestra<br />

cuenta nos dijo que un mesero le<br />

confió que cuando las fuerzas del<br />

orden y el tenaz capitán entraron<br />

por fin al bar, abriéndose paso entre<br />

la multitud de curiosos, sólo hallaron<br />

a una parejita tomada de la<br />

mano —que no se había enterado de<br />

nada—, sillas patas arriba, varios<br />

vasos rotos y la única víctima del<br />

zafarrancho, una guitarra tirada a<br />

la mitad del local, desfondada por<br />

un certero pisotón en el centro de<br />

la caja. Junto a ella, la oscura mole<br />

del piano se alzaba incólume, ajena<br />

al caos, como un benévolo y antiguo<br />

dios tutelar.<br />

Y precisamente, ahora había que<br />

resolver el asunto del piano.<br />

Por fortuna contábamos con Juan<br />

Camargo.<br />

Juan Camargo no se andaba por<br />

las ramas. Jazzófilo más empedernido<br />

que nosotros mismos, un<br />

viernes por la noche tomó por asalto<br />

una estación de radio experimental<br />

universitaria; encerró al solitario<br />

operador (quien pensó que todo era<br />

una broma; el intruso le prometió<br />

que “sólo iba poner una canción”)<br />

en la cabina de locución, extrajo con<br />

una mueca de asco el CD de Kenny<br />

G que transmitían y lo sustituyó por<br />

una grabación del concierto de John<br />

Coltrane en Tokio en 1966. Abrió<br />

el micrófono y comunicó al público<br />

que escucharían la versión de Trane<br />

a “My Favorite Things” sin interrupciones.<br />

57 minutos y 20 segundos<br />

más tarde, Camargo, todavía<br />

conmovido por la belleza de lo que<br />

acababa de escuchar, se secó una<br />

lágrima, liberó al azorado operador<br />

y, ante sus airadas protestas, se despidió<br />

diciéndole: “Más bien agradece<br />

que no les puse a Cecil Taylor”.<br />

Cuando le conté a Juan Camargo<br />

lo ocurrido en el bar, se dispuso de<br />

inmediato a ejecutar el rescate del<br />

piano. Tres días después de la noche<br />

de los médicos, se presentó en el<br />

bar con un enorme legajo de papeles<br />

bajo el brazo, acompañado de cuatro<br />

gorilas que reclutó en el gimnasio<br />

que frecuentaba. Cuando el capitán<br />

de meseros salió a su encuentro, se<br />

presentó diciéndole en un tono que<br />

no admitía dudas:<br />

“Buenas tardes; soy el representante<br />

legal del bufete de abogados<br />

Monk y Koenigswarter. Vengo en<br />

cumplimiento de una diligencia<br />

judicial.”<br />

“Si se refiere a los lamentables<br />

sucesos de hace unos días”, contestó<br />

el capitán curándose en salud, “debo<br />

informarle que ningún cliente ha interpuesto<br />

una denuncia. Nadie salió<br />

lastimado y no hay motivo para…”<br />

Levantando una mano, Camargo<br />

lo atajó:<br />

“Ignoro la naturaleza del incidente<br />

que me refiere, pero ese asunto<br />

no es de nuestra incumbencia. Vengo<br />

por el piano.”<br />

“¿Perdón?”<br />

“Tenemos entendido que dicho<br />

instrumento pertenece a un tal…”<br />

“¿Billy?”, se animó a decir uno<br />

de los meseros, con una mezcla de<br />

curiosidad y congoja.<br />

“En efecto. Así se hace llamar ese<br />

individuo, quien, por cierto, debe<br />

dos años de renta del departamento<br />

que actualmente ocupa. Como<br />

resultado de un fallo judicial en su<br />

contra, se nos ha facultado para<br />

embargar todos los bienes materiales<br />

del susodicho. Aquí tengo toda<br />

la documentación correspondiente,<br />

misma que pongo a su disposición<br />

para su debida revisión”.<br />

“No hace falta, señor abogado”,<br />

graznó el capitán, cuyos malignos<br />

ojillos brillaban de puro gozo. “Este<br />

es un establecimiento absolutamente<br />

respetuoso de la ley. Cumpla con<br />

su obligación de inmediato.”<br />

“Me da gusto ver que todavía<br />

existen personas de bien. Mil gracias.<br />

Muchachos, procedan a retirar<br />

el piano, por favor.”<br />

Y así lo hicieron. Esta vez, el<br />

mismísimo capitán ordenó a los meseros<br />

apartar los anaqueles y abrir<br />

espacio. La cosa no les tomó más de<br />

cinco minutos.<br />

En cuanto a Billy, juró no volver<br />

a embarcarse en el show business,<br />

promesa que, como también sabíamos,<br />

duró poco menos de siete<br />

meses. No lo culpo: él es feliz<br />

tocando, sin importar dónde. Dos<br />

o tres años más tarde tuvimos que<br />

rescatar el desvencijado piano una<br />

vez más; ahora gracias a la intervención<br />

directa del taimado Patarroja<br />

y sus confiables Chicas-ángel, pero<br />

eso, como dice un clásico, es otra<br />

historia.<br />

Regresé al bar justo al año de<br />

la noche de los galenos del mal, a<br />

manera de homenaje. Un mesero<br />

sobreviviente de aquella época<br />

me ofreció, en rápida sucesión, un<br />

abrazo, una silla y un gin and tonic.<br />

Como buen profesional que era, me<br />

dejó instalarme, y a la media hora,<br />

junto con el segundo coctel, me trajo<br />

la pregunta que deseaba hacerme<br />

desde que me vio entrar:<br />

“¿Y qué fue de nuestro locuaz<br />

amigo pianista? ¿Recuerda el día<br />

que se le voló el sarape porque descubrió<br />

que tenía un Sancho que era<br />

doctor y se puso a invocar a Santa<br />

Mónica, a Juana de Arco y a Supermán?<br />

¿Se acuerda que le rompió la<br />

guitarra en la cabeza al que no lo dejaba<br />

tocar, y luego tuvieron que salir<br />

en chinga por la puerta de servicio?<br />

Eso sí, que bien le tupía a las teclas…<br />

Salúdemelo si lo ve.”<br />

Iba a decirle que Billy sería incapaz<br />

de agredir a un semejante, y<br />

mucho menos de destruir un instrumento<br />

musical, pero no lo hice.<br />

Supongo que así es como se tejen las<br />

leyendas. •<br />

enero de 2017 la gaceta 23


CONCURSO INTERNACIONAL DE<br />

¡Si tienes entre 9 y 15 años esta convocatoria es para ti!<br />

¿Cómo participo?<br />

Bases<br />

1. Si tienes entre 9 y 11 años de edad participa en la categoría A.<br />

2. Si tienes entre 12 y 15 años de edad participa en la categoría B.<br />

3. Elige uno de los siguientes libros de la colección A la Orilla del<br />

Viento del FCE:<br />

Categoría A<br />

Concierto No. 7 para violín y brujas, de Joel Franz Rosell<br />

Travesuritis aguda, de Rafael Barajas, El Fisgón<br />

La decisión de Ricardo, de Vivian Mansour<br />

El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica, de Juan Villoro<br />

Categoría B<br />

Un viejo gato gris mirando por la ventana, de Antonio Malpica<br />

Los osos hibernan soñando que son lagartijas, de Juan Carlos Quezadas<br />

En la oscuridad, de Júlio Emílio Braz<br />

Odisea por el espacio inexistente, de M. B. Brozon<br />

4. Ve a tu librería más cercana o cómpralo en nuestra librería virtual<br />

www.fondodeculturaeconomica.com<br />

5. Cuando hayas terminado tu lectura, te invitamos a pensar ¿qué te pareció?,<br />

¿te gustó?, ¿le cambiarías algo?, ¿te recuerda a alguien?, ¿quién fue tu personaje<br />

favorito?, ¿le añadirías algo?, ¿qué te hizo sentir?<br />

6. Cuéntanos tus opiniones grabando un video de 3 minutos máximo en un celular,<br />

tableta o computadora. El nombre de tu video debe contener el hashtag<br />

#LeoyCompartoFCE + el título del libro que hayas elegido:<br />

#LeoyCompartoFCETravesuritisAguda<br />

7. Listo, ahora ¡súbelo a YouTube! www.youtube.com<br />

· Accede a YouTube y crea tu cuenta.<br />

· Haz clic donde dice Subir video (parte superior de la página).<br />

· Selecciona el video que desees subir.<br />

· Mientras el video se sube, puedes agregar información, título, hashtag<br />

y descripción.<br />

· Cuando haya quedado como tú quieres, haz clic en Publicar para terminar<br />

de subirlo a YouTube.<br />

· Selecciona la opción Compartir (Share) y copia el enlace que aparece.<br />

8. Regístrate en nuestra página www.fondodeculturaeconomica.com y sube el<br />

enlace de tu video.<br />

A. La convocatoria estará abierta a participantes de 9 a 15 años de edad. Deberán<br />

presentar un video en idioma español, sin importar el territorio geográfico<br />

en el que residan. La participación en este concurso implica la total aceptación<br />

de las bases de esta convocatoria.<br />

B. El premio del Concurso Internacional de Booktubers 2016 consistirá en un<br />

reconocimiento, una tableta, un paquete de libros del FCE y un taller en el<br />

Centro de Cultura Digital.<br />

C. El video deberá ser de 1 a 3 minutos de duración, de no ser así, será descalificado.<br />

Se valorarán las opiniones personales de los participantes más que<br />

los resúmenes de los textos.<br />

D. Se descalificarán aquellos videos que se limiten a contar el libro, específicamente<br />

el final, o que sólo respondan las preguntas que sugerimos en el punto 5.<br />

E. Cada participante deberá ser registrado en nuestra página:<br />

www.fondodeculturaeconomica.com por un adulto responsable.<br />

F. Los videos se recibirán desde el 19 de octubre de 2016 hasta el 10 de febrero<br />

de 2017. No se aceptarán videos extemporáneos bajo ninguna circunstancia.<br />

G. El Fondo de Cultura Económica designará un jurado compuesto por cinco prestigiosos<br />

autores y booktubers que elegirán dos videos ganadores, uno por<br />

cada categoría, y otorgarán menciones si así lo consideran.<br />

H. El fallo del jurado será inapelable y se dará a conocer el 10 de marzo de 2017<br />

por correo electrónico a los ganadores, en la página del FCE y en nuestras<br />

redes sociales. Ese mismo día se dará a conocer el lugar de la ceremonia de<br />

premiación, la cual se llevará a cabo el 1° de abril de 2017.<br />

I. Cualquier caso no previsto en esta convocatoria será resuelto por el Fondo de<br />

Cultura Económica.<br />

J. Los datos personales de los participantes son de carácter confidencial, y así<br />

serán tratados de conformidad con las disposiciones jurídicas aplicables.<br />

K. En caso de dudas, pueden comunicarse a las oficinas del Fondo de Cultura<br />

Económica en el teléfono 5554491800 o a los correos cperez@fondodeculturaeconomica.com<br />

y hdelarosa@fondodeculturaeconomica.com<br />

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