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553<br />
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA<br />
ENERO DE 2017<br />
ADEMÁS<br />
Una vida comprometida:<br />
Rodolfo Stavenhagen<br />
(1932-2016)<br />
por jacques lafaye
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA<br />
ENERO E DE 2017<br />
553<br />
Fernando del Paso:<br />
criadillas a la francesa<br />
Los buenos escritores dejan su impronta en todo lo que<br />
escriben. Para ellos no hay temas menores. Su estilo<br />
brilla en las notas más ocasionales, hasta en los recados<br />
escritos a mano, pues asumen que cualquier falta<br />
a las reglas básicas de la escritura es una falla ética,<br />
una traición a su compromiso con el lenguaje. En esto<br />
no hay de otra: “el estilo es el hombre”.<br />
El libro La cocina mexicana de Socorro y Fernando del Paso, con<br />
150 recetas de la primera y textos e ilustraciones del segundo, es un<br />
rotundo ejemplo de lo antes dicho. El platillo fuerte de la obra es, desde<br />
luego, el recetario, pero la entrada, los entremeses y las guarniciones<br />
de Fernando del Paso son una delicia que ningún amante de la buena<br />
literatura debería ignorar.<br />
El estilo del prefacio es, en esencia, el mismo que el de las grandes<br />
novelas de Del Paso: barroco, digresivo, versátil, arriesgado, lindante<br />
con el surrealismo, gozoso, amable, divertido, irónico de principio<br />
a fin… uno de esos textos cuya lectura uno no desea terminar. Cada<br />
frase nos depara golpes de ingenio, guiños picarescos o simples curiosidades<br />
que excitan nuestra imaginación o son motivo de amena conversación<br />
de sobremesa.<br />
El libro fue escrito por encargo en París mientras los Del Paso vivían<br />
allá. Su propósito es diluir los estereotipos franceses sobre la<br />
cocina mexicana como exótica o bárbara. A manera de bumerán, los<br />
casos de ingredientes exóticos de la cocina francesa misma y hasta<br />
de platillos repugnantes originados en el hambre presentados por Del<br />
Paso (las colas de rata empanizadas, por ejemplo) son abrumadores y…<br />
muy divertidos.<br />
Hay páginas enteras en las que uno no para de reír, sin ignorar la<br />
seriedad del tema: “… en estas dos cocinas de rancio abolengo, la francesa<br />
y la mexicana, se pierden las fronteras entre lo propio y lo ajeno,<br />
lo familiar y lo exótico, en beneficio de la gastronomía universal”. No<br />
crea el lector francés que la cocina mexicana “es el reflejo de una naturaleza<br />
tropical y barroca, historiada y tórrida, turbulenta y bárbara<br />
[…] Encontrará también una cocina tranquila, de todos los días, acogedora,<br />
reconfortante, íntima” (como la humilde sopa de fideos, china y<br />
europea en su origen).<br />
Del Paso quiere macerar la arrogancia gastronómica francesa en<br />
amabilidad mexicana: “… tanto unos como otros, los que nacieron en<br />
esta parte del mundo como los que nacimos en la otra, necesitamos más<br />
modestia, me parece, para aprender y comprender nuestras semejanzas<br />
y nuestras diferencias, que no son tan escasas las primeras ni tan contundentes<br />
las segundas como podría pensarse”. Mensaje pertinente para<br />
los tiempos que corren. •<br />
José Carreño Carlón Director general del fce<br />
Martha Cantú, Adriana Konzevik, Susana López,<br />
Socorro Venegas, Rafael Mercado, Karla López y Octavio Díaz<br />
Consejo editorial<br />
Roberto Garza Iturbide Editor de La Gaceta<br />
Ramón Cota Meza Redacción<br />
León Muñoz Santini Arte y diseño<br />
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es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio<br />
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México. Editor responsable: Roberto Garza. Certificado de licitud de título 8635 y de<br />
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de noviembre de 2001. Registro postal, Publicación periódica: pp09-0206. Distribuida<br />
por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716<br />
Ilustración de portada © Fernando del Paso<br />
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Contra Natura<br />
rodolfo hinostroza<br />
La cocina mexicana<br />
de Socorro y Fernando<br />
del Paso<br />
dossier<br />
Nuestro Libro de Cocina<br />
socorro y fernando del paso<br />
El teatro de Elena Garro<br />
álvaro álvarez delgado<br />
Arraigo y vigor de la ciencia<br />
en cinco tiempos<br />
walter beller taboada<br />
La Revolución mexicana:<br />
un jonrón histórico<br />
ramón cota meza<br />
Una vida comprometida:<br />
Rodolfo Stavenhagen<br />
jacques lafaye<br />
Navegar el mar de los deseos<br />
pablo espinosa<br />
El Cervantes de Nacho Padilla<br />
pedro ángel palou<br />
Rolling Stones<br />
luis alberto madrigal pérez<br />
¿La revolución era<br />
una fiesta?<br />
carlos andrés torres cabrera<br />
Bizarro Piano Bar<br />
agustín gendron
poema<br />
Contra Natura<br />
Rodolfo Hinostroza<br />
fragmento<br />
Leggierissima<br />
toda ojos entraste a mi tienda<br />
cubierta de flores/ oh animal olfativo/<br />
así el color que atrae a las pequeñas bestias<br />
así casco de pavorreal<br />
y recordé: deseo cinético<br />
stasis en la contemplación de un cuerpo<br />
milenaria repetición así la mariposa y el coleóptero<br />
& en tu sexo/ el mar/ thrimetilamida<br />
& en tu pecho jugaban cervatillos de colores<br />
ojos de pez: te vi y lo supe<br />
un coup de cheveux y ruedo por tierra<br />
& antes había entrado en ti y vi: un universo líquido<br />
mareas dentro tuyo<br />
nuestros cuerpos imitando el movimiento del mar<br />
El Pez y la Luna<br />
arriba un cielo podrido jusqu’au bout<br />
pero las estrellas<br />
hombre errante<br />
Adieu<br />
gobernalle/ancla/astrolabio<br />
& más allá aún más atrás in the no man’s land del<br />
orgasmo<br />
el pez sueña<br />
así o (nota: es una bolita dibujada, ver fotocopia)<br />
amiboide forma líquida indiferenciada<br />
atracción impecable<br />
in suo ese perseverare conatur<br />
Spinoza dixit<br />
no sexo no el olor metálico del cielo<br />
but<br />
amor abominable odio hermoso<br />
Nada, Gameto mío! Remonta el río líquido<br />
hasta el origen<br />
La calcárida y la salamandra<br />
: para que yo abra mi tienda<br />
y un oleaje de muslos rescate toda una vida perdida.<br />
Reproducimos un fragmento del poema Contra<br />
Natura del recientemente fallecido poeta peruano<br />
Rodolfo Hinostroza, uno de los mayores artífices de<br />
la poesía contemporánea en Latinoamérica, quien a<br />
través de un manejo experimental del lenguaje como<br />
materia poética se convierte en un punto referencial<br />
de las exploraciones estéticas del siglo .<br />
enero de 2017<br />
la gaceta 3
dossier 553<br />
la cocina mexicana de socorro<br />
y fernando del paso<br />
Nos honramos en presentar la edición<br />
conmemorativa de La cocina mexicana de Socorro y<br />
Fernando del Paso, un deleite para los amantes de la<br />
buena cocina y la buena literatura. Rememoramos<br />
al poeta peruano Rodolfo Hinostroza, recientemente<br />
fallecido, autor también de una guía de cocina<br />
mexicana y otra de cocina peruana, nada menos.<br />
Recordamos a Rodolfo Stavenhagen, uno de los<br />
intelectuales más influyentes y discretos de México.<br />
Un texto de Jacques Lafaye. Seguimos impulsando<br />
la lectura de la formidable Elena Garro, esta vez con<br />
la publicación de su Teatro completo, la edición más<br />
cuidada hasta ahora. La autora sigue cosechando<br />
lectores. Pablo Espinosa hace una emotiva y<br />
jarocha presentación de El mar de los deseos. El<br />
Caribe afroamericano, historia y contrapunto, del<br />
reconocido historiador Antonio García de León.<br />
Como muestra del nivel intelectual de nuestros<br />
jóvenes ensayistas literarios, presentamos los<br />
dos textos premiados en el Segundo Concurso<br />
Iberoamericano de Ensayo para Jóvenes 2016. <br />
Nuestra concurrida sección “Trasfondo” publica<br />
el cuento “Bizarro Piano Bar”, aventura de lo<br />
sublime en la prosaica ciudad nocturna. Ah, se<br />
nos olvidaba, hay una reseña sobre La revolución<br />
cósmica de Alan Knight, resumen de su magna obra<br />
La Revolución mexicana.<br />
enero de 2017<br />
© fernando del paso<br />
5 la gaceta
la cocina mexicana de socorro y fernando del paso<br />
Nuestro<br />
Libro<br />
de Cocina<br />
socorro y fernando del paso<br />
Con satisfacción, el anuncia la<br />
publicación de La cocina mexicana<br />
de Socorro y Fernando del Paso, una<br />
delicia en más de un sentido. Contiene<br />
150 recetas de Socorro Gordillo del Paso<br />
con comentarios eruditos e ilustraciones<br />
de su marido, Fernando del Paso.<br />
Presentamos a continuación el prefacio<br />
como una probadita…<br />
6 la gaceta enero de 2017
la cocina mexicana de socorro y fernando del paso<br />
Digo nuestro libro de cocina,<br />
pero en realidad es mucho<br />
más de mi esposa, Socorro,<br />
que mío, ya que de ella son<br />
todas las recetas y todas las<br />
cocinó, absolutamente todas,<br />
cuando vivíamos en París. Yo<br />
me limité a escribir los textos, pero los textos, por<br />
buenos que sean, no se comen. El mérito es, pues,<br />
de ella.<br />
El título original del libro, escrito en Francia para<br />
los franceses, era Douceur et passion de la cuisine<br />
mexicaine —literalmente: Gentileza y pasión de la<br />
cocina mexicana—, porque queríamos hacerle ver<br />
a los franceses que la cocina mexicana no es tan picante<br />
ni tan agresiva como suele creerse.<br />
Por otra parte, les advertimos que la cocina chicana<br />
o texmex, por respetable que sea, no es cocina<br />
mexicana —aunque deriva de ella y en buena<br />
parte hereda su talento— y que el problema es que<br />
esa cocina viaja por el mundo con pasaporte falso,<br />
haciéndose pasar por mexicana.<br />
Por otra parte, para la edición mexicana hemos<br />
agregado cerca de veinticinco recetas, ya<br />
que, aunque en Francia se consiguen muchos ingredientes,<br />
más de los que uno se imagina, no se<br />
consiguen todos.<br />
Aun así, creo que sobra decir que este libro no<br />
es sobre toda la cocina mexicana, que es, como todos<br />
lo sabemos, inabarcable.<br />
Buen apetito y buen provecho.<br />
Socorro y Fernando del Paso<br />
I<br />
El día que duró cuatro siglos<br />
por fernando del paso<br />
En 1492 Cristóbal Colón se tropezó con América.<br />
Colón sabía que el mundo era redondo. Lo que<br />
no sabía es que se iba a encontrar un continente a<br />
la mitad del camino a las Indias.<br />
Este encuentro fortuito fue resultado de una<br />
aventura financiada por los Reyes Católicos Fernando<br />
e Isabel que, de cualquier manera, no obedecía<br />
al deseo de ampliar los horizontes reales e imaginarios<br />
del hombre europeo: sus objetivos tenían<br />
más que ver con el estómago que con el espíritu.<br />
O digamos, mejor, con el paladar.<br />
Todo el mundo conoce —o debería conocer—<br />
la gran importancia que ha tenido, en la historia<br />
de la humanidad, aquello que ha servido para aumentar<br />
o poner de relieve el sabor de nuestros alimentos,<br />
que lo mejora, lo cambia o incluso que lo<br />
disimula u oculta.<br />
No en balde la palabra salario viene de sal.<br />
Tampoco es coincidencia que en francés pagar<br />
al contado se diga pagar en especie, puesto que antes<br />
se pagaba con especias.<br />
Ni que se llame “especies sacramentales” a los<br />
“accidentes de olor, color y sabor” que quedan en<br />
el Sacramento después de la transustanciación del<br />
pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.<br />
A nadie extraña, puesto que las especias eran sagradas:<br />
Toussaint-Samat, en la Histoire naturelle<br />
et morale de la nourriture, nos cuenta que la emperatriz<br />
romana Livia hizo construir un templo<br />
alrededor de un trozo de canela.<br />
Y Janet Long-Solis, autora de un magnífico estudio<br />
sobre la historia del chile, afirma que, en el<br />
siglo xiv, una libra de nuez moscada costaba, en<br />
Alemania, lo mismo que siete bueyes.<br />
En una Europa así, donde se consideraba indispensable<br />
cocinar con gran profusión de especias y<br />
no sólo las ya mencionadas, además de la clásica<br />
pimienta y el codiciado clavo: también con la perfumada<br />
lavanda originaria de los países mediterráneos,<br />
el azafrán que los árabes llevaron a España,<br />
el jengibre que los persas le dieron a los griegos<br />
y el laurel cuyas hojas había que arrancar de la corona<br />
del dios Apolo, en una Europa así, decíamos,<br />
la caída de Constantinopla en manos de los turcos<br />
en 1453, y con ella la clausura del camino más corto<br />
al Oriente, paraíso de las especias, constituyó<br />
una verdadera catástrofe.<br />
Fue entonces cuando Colón propuso llegar a las<br />
Indias por el otro lado del mundo, y se encontró<br />
con América.<br />
América, sin embargo, no resultó rica en especias,<br />
y en ese sentido no tenía mucho que ofrecer<br />
aparte de la vainilla y del chile y sus numerosas<br />
variedades, al que el propio Colón le dio el nombre<br />
de pimiento y sobre el cual el jesuita Joseph de<br />
Acosta, cronista de Indias, escribió que tenía tanto<br />
fuego “que quema al entrar y al salir, también”.<br />
En cambio, América le dio a sus conquistadores,<br />
además del tomate, el maíz, el chocolate y el cacahuate<br />
—originarios de México—, una raíz que<br />
tendría más tarde una enorme difusión en Europa:<br />
la papa, proveniente del Perú.<br />
Las sorpresas que ofrecía este inopinado continente<br />
fueron, desde luego, muchas más que esas<br />
cuantas novedades botánicas: sabemos, gracias al<br />
indio Juan Badiano, traductor al latín del herbario<br />
azteca que hoy se conoce como el Codex Barberini<br />
y se conserva en el Vaticano, y por el doctor Francisco<br />
Hernández, autor de la Historia plantarum<br />
Novae Hispaniae, que, tan sólo en México, los españoles<br />
se encontraron con más de diez mil especies<br />
de plantas desconocidas en Europa.<br />
Entre ellas, las orquídeas más deslumbrantes<br />
—una entre mil, la orquídea negra de la vainilla—,<br />
cientos de plantas medicinales, plantas, incluso,<br />
“homicidas y rencorosas”, como llamaba el costarricense<br />
Cardona Peña a la yerba del alacrán, “plantas<br />
lunares copiosas de leyenda” a las que se agregaban<br />
plantas textiles como el henequén, el árbol del<br />
hule con el que los aztecas fabricaron las primeras<br />
pelotas de la historia y la planta del tabaco, compañero<br />
—durante tantos años en los que éramos más<br />
inocentes y menos puritanos— del placer gastronómico,<br />
plantas que daban esponjas vegetales, y las<br />
decorativas como la tecuitlalxóchitl o flor dorada<br />
de los atardeceres, y el oloroso nardo, la magnolia,<br />
la hermosísima flor de Nochebuena o poinsettia, la<br />
dalia que tanto amaría la emperatriz Josefina (con<br />
ella alfombró los jardines de Malmaison) y el girasol,<br />
que adoptó como símbolo —quién otro podía<br />
ser— Luis XIV, el Rey Sol.<br />
Y por supuesto, arbustos y árboles que daban<br />
las frutas que, con tan buen gusto y tanta frescura,<br />
describe el propio padre Acosta, como la guayaba,<br />
la piña, a la que le hizo el feo el glotón de Carlos V<br />
de Alemania y I de España, las tunas de todos colores<br />
—y entre ellas las rojas, cuyo jugo usaban las<br />
indias para teñirse las mejillas—, la guanábana, el<br />
coco, “de mejor sabor que almendras”, y el mamey,<br />
“que sabe a melocotones y duraznos, o mejor”.<br />
Pero si conocer estas frutas no hizo sino alimentar<br />
el placer del jesuita, enterarse de la existencia<br />
de animales insospechados, unos comestibles,<br />
otros no, como el manatí, confundido tantas<br />
veces con una sirena, la espantable pero dócil y<br />
deliciosa iguana, el raro y exquisito armadillo y la<br />
llama; en fin, el guanaco, el mono araña, el ñandú,<br />
el perro chihuahueño, lo preocupó enormemente,<br />
porque se preguntaba —y le preguntaba a Dios—:<br />
si esos animales no existían del otro lado del mundo,<br />
y por lo tanto no habían formado parte de los<br />
pasajeros del Arca de Noé, ¿cómo es que se habían<br />
salvado del diluvio universal?<br />
Diluvio también, pero de lágrimas, derramó, según<br />
cuenta la leyenda, el conquistador de México,<br />
Hernán Cortés, la noche —desde entonces conocida<br />
como la Noche Triste— en que lloró una de<br />
las derrotas más importantes que le infligieron los<br />
aztecas.<br />
Por la misma razón había llorado, al despedirse<br />
de Granada en el mismo año en que Colón llegó a<br />
la isla de San Salvador, el sultán Abdalá-el Zaquir,<br />
más conocido como Boadbil, y Cortés lo sabía.<br />
No todos los días se pierde un reino. Y Cortés<br />
sintió que se le escapaba de las manos un reino<br />
inmenso donde, a falta de clavo y nuez moscada,<br />
corrían, bajo la tierra, ríos de oro y de plata. Cuando<br />
Felipe II construía El Escorial, otros monarcas<br />
europeos dijeron que no le alcanzaría todo el oro<br />
de España para construirlo. Cuando El Escorial<br />
quedó terminado, Felipe ordenó que en una torrecilla,<br />
a la vista de todos, se colocara un gran trozo<br />
del precioso metal para que todo el mundo se enterara<br />
de que le había sobrado oro. Y así fue, Felipe<br />
tenía razón, y también sus detractores, porque El<br />
Escorial se construyó, qué duda cabe, con la plata<br />
de América.<br />
Cortés sabía, por otra parte, que la grandeza de<br />
una victoria se mide por la grandeza del enemigo<br />
derrotado, y que Moctezuma, amo y señor de<br />
lo que fue entonces para su gloria —y volvió a ser<br />
hoy para su desgracia— la ciudad más grande del<br />
mundo, era un príncipe de rancio abolengo cuya<br />
majestad, fausto y esplendor eran sólo comparables<br />
a los de las grandes dinastías de Europa y del<br />
Oriente. Un rey que, obsesionado por la limpieza<br />
corporal, se lavaba las manos varias veces mientras<br />
comía y se bañaba varias veces al día, y es<br />
por eso que las malas lenguas dicen que mandaba<br />
colocar incensarios frente a sus huéspedes españoles,<br />
no porque los creyera dioses, sino para ahuyentar<br />
la peste: los conquistadores no se lavaban,<br />
y muchas veces, semanas enteras, dormían sin<br />
quitarse las armaduras. Un monarca, y así lo atestiguan,<br />
asombrados, Bernal Díaz del Castillo, fray<br />
Bernardino de Sahagún y otros cronistas —en<br />
cuya mesa se servía, en los días calurosos, nieve<br />
traída de los volcanes nevados, el Popocatépetl y<br />
el Iztaccíhuatl—, que endulzaba con la mejor miel<br />
de abejas del mundo y que contaba entre sus hombres<br />
con un grupo de estafetas de agilidad comparable<br />
a los portadores de las antorchas olímpicas,<br />
que todos los días se encargaban de hacer un recorrido<br />
de quinientos kilómetros desde el Golfo<br />
de México hasta el corazón del Valle de Anáhuac<br />
para que el emperador se deleitara con pescado y<br />
mariscos recién salidos del mar. Un soberano, en<br />
fin, en cuya mesa cotidiana se servían docenas de<br />
faisanes, perdices y codornices, jabalíes y patos<br />
salvajes, liebres y conejos, “y muchas maneras de<br />
aves y cosas que se crían en esta tierra, que son<br />
tantas que no acabaré de nombrar tan presto”, nos<br />
cuenta Bernal Díaz del Castillo, el cual, habiendo<br />
ya contemplado en lo que era también el mercado<br />
más grande del mundo, el tianguis de Tlatelolco,<br />
todas las frutas mencionadas por el padre Acosta<br />
y otras muchas como la papaya y el plátano, además<br />
de otras hasta la fecha desconocidas en Europa,<br />
como el nanche, y el zapote prieto, el guamúchil,<br />
la pitahaya, el tejocote, el garambullo y el<br />
caimito, agrega: “y fruta infinita”.<br />
El historiador mexicano Arnáiz y Freg decía,<br />
mitad en broma, mitad en serio, que la conquista<br />
de México la hicieron los indios, y la independencia,<br />
los españoles. En efecto, a principios del siglo<br />
xix los criollos —así se llamaba en América a los<br />
hijos y a los hijos de los hijos de españoles que<br />
pensaban, hablaban y actuaban como españoles—,<br />
por razones económicas, para liberarse del dominio<br />
de la metrópoli y aprovechando la invasión de<br />
España por las tropas napoleónicas, promovieron<br />
la independencia de México con la idea de ofrecerle<br />
el trono de la nueva nación a Fernando VII, el<br />
Deseado.<br />
Y fueron los indios tlaxcaltecas, enemigos de<br />
los aztecas, los que ofrecieron a Cortés la ayuda<br />
gracias a la cual, en gran parte, pudo conquistar el<br />
imperio de Moctezuma Xocoyotzin y doblegar a la<br />
Gran Tenochtitlán.<br />
Porque a la Noche Triste siguió, tras la victoria<br />
de Otumba y la llegada de refuerzos desde La Habana,<br />
el triunfo total de Cortés, y con él despuntó<br />
un día que duró cuatro siglos: en todo ese largo<br />
tiempo y hasta que, en 1901, Cuba se transformó<br />
prácticamente en un protectorado norteamericano<br />
en el reino de España jamás se puso el sol.<br />
Durante esos cuatro siglos —en realidad tres en<br />
lo que a México concierne: 1521-1821— se fraguó<br />
uno de los mestizajes más fecundos de la historia<br />
cuyos frutos mayores, entre los más suculentos y<br />
deliciosos, se dieron en el campo de las artesanías,<br />
el folclor y el arte culinario —también, y a largo<br />
plazo, en la arquitectura y las artes plásticas—.<br />
Pero en ninguna parte el resultado fue tan rápido,<br />
sorprendente y definitivo como en la cocina: a diferencia<br />
de los peregrinos del Mayflower, colonizadores<br />
del norte de los Estados Unidos que llegaron<br />
con esposas, hijas y hermanas que les hacían<br />
la comida y que trasplantaron la cocina europea<br />
a América, los españoles llegaron solos, sin mujeres.<br />
Por necesidad, se aparearon con las indias.<br />
Luego se casaron con ellas. Después, aprendieron<br />
a amarlas. Por necesidad, también, comieron lo<br />
que ellas les guisaban. Luego, se acostumbraron a<br />
la comida. Después, aprendieron también a amarla,<br />
y fue así como los criollos de la Nueva España<br />
en algo sí que muy pronto dejaron de ser españoles:<br />
en la forma de comer.<br />
Desde luego, el verdadero y profundo mestizaje<br />
culinario comenzó cuando, muy pronto también,<br />
les tocó a los indios descubrir a su vez los<br />
prodigios y monstruos benévolos que llegaron en<br />
los barcos españoles: el trigo, el arroz, las lentejas,<br />
la naranja solar, la lechuga de holanes verdes,<br />
la zanahoria, la coliflor con sus sesos al aire, la<br />
caña de azúcar y docenas más de plantas y frutas<br />
comestibles así como, entre los animales, la vaca<br />
de grandes tetas, la gallina que ponía huevos con<br />
yemas de oro, el borrego, el puerco mucho menos<br />
puerco y mucho más precioso de lo que su nombre<br />
parecía indicar y, aparte del fabuloso caballo, en<br />
último caso también comestible, otras numerosas<br />
bestias que nunca se hubieran subido al Arca de<br />
Noé si al Creador se le ocurre que Noé naciera en<br />
América. •<br />
enero de 2017<br />
© josé hernández-claire<br />
la gaceta 7
El teatro<br />
de Elena Garro:<br />
Ave Fénix de los<br />
ingenios<br />
La obra de Elena Garro sigue<br />
ganando lectores, sobre todo<br />
en las nuevas generaciones. A<br />
continuación publicamos el texto de<br />
presentación de su Teatro completo<br />
( ) en la Guadalajara 2016<br />
por el editor responsable, la edición<br />
más cuidada hasta ahora, motivo<br />
de orgullo para esta casa.<br />
álvaro álvarez delgado<br />
La noche del 19 de julio de 1957,<br />
al correrse el telón del teatro El<br />
Caballito, en la ahora Ciudad de<br />
México, el público asistente al<br />
cuarto programa del grupo Poesía<br />
en Voz Alta ve una mesa con<br />
tres personajes sentados alrededor:<br />
don Fernando de las Siete y Cinco, Titina y<br />
Polito, todos vestidos de negro. Sólo don Fernando<br />
come, mientras Titina y Polito se dedican a mirar<br />
sus respectivos platos. “Las siete y siete y apenas<br />
han servido la sopa de poros. Sopa de poros: lunes.<br />
Lunes y mis mancuernillas checoeslovacas no<br />
aparecen”, dice de pronto don Fernando, a lo que<br />
Titina contesta: “Sí, hay alguien que hace aparecer<br />
y desaparecer las cosas. ¿Verdad, Polito?”, y el<br />
niño responde: “Sí, mamá. Las mancuernillas son<br />
como los lunes, que aparecen y desaparecen”. Con<br />
este cuadro de “Andarse por las ramas” Elena Garro<br />
irrumpe en la escena teatral de México.<br />
Por eso, cuando la Universidad Veracruzana<br />
publica su primer libro, Un hogar sólido, el 29 de<br />
noviembre de 1958, en la injustamente olvidada<br />
Colección Ficción (creada y dirigida por Sergio<br />
Galindo), ya había toda una historia detrás de ese<br />
libro color verde con una calavera negra en la portada<br />
y 149 páginas, seis piezas teatrales y cuatro<br />
ilustraciones de Juan Soriano. Esa historia no era<br />
sino el principio de una trayectoria cuya relevancia<br />
y trascendencia quedan afortunadamente en el<br />
porvenir.<br />
El legado teatral de Elena Garro está constituido<br />
por 16 piezas teatrales. Doce en un acto y cuatro<br />
en tres actos, que son las que presentamos esta<br />
noche en el Teatro completo de Elena Garro, como<br />
resultado del afortunado encuentro de varias personas,<br />
a quienes me gustaría externar mi particular<br />
agradecimiento: Víctor Manuel Pazarín, Juan<br />
Carlos Flores, Marcela Magdaleno, Jesús Garro,<br />
Raquel Steinmann, Adriana Romero, Eduardo<br />
Matías y Teresa Ramírez. Gracias a la labor de todos<br />
ellos tenemos la que, hasta ahora, es la mejor<br />
y más completa edición del teatro de Elena Garro.<br />
Para comprender la importancia de este hecho es<br />
necesario explicar un poco la historia.<br />
Debido quizás a la celeridad con que Elena Garro<br />
escribió sus seis primeras piezas publicadas,<br />
la edición de 1958 de Un hogar sólido tal vez sea<br />
la más cuidada de todas las que se habían presentado<br />
hasta ahora. A partir de su aparición y hasta<br />
el año 2005, cuando se publica Parada San Ángel,<br />
la mayor parte del teatro garriano se había ido publicando<br />
esporádicamente en La Palabra y el Hombre,<br />
en la revista Tramoya (ambas de la Editorial<br />
de la Universidad Veracruzana, lo más cercano a<br />
un hogar sólido para la obra de Elena Garro), en<br />
la Revista de la Universidad de México, en la Revista<br />
Mexicana de Literatura… o en publicaciones<br />
más discretas y modestas, cuya localización fue<br />
una verdadera odisea, la revista Coatl y la Revista<br />
de la Escuela de Arte Teatral, donde se publicaron<br />
las primeras versiones, nada más y nada menos<br />
que de Felipe Ángeles y de La dama boba… por no<br />
hablar de algunas antologías donde se incluyeron<br />
algunas piezas… y aquí comienzan los problemas<br />
de edición.<br />
En 1983 la Editorial de la Universidad Veracruzana<br />
publicó la segunda edición de Un hogar sólido<br />
sin indicar que era una nueva edición en la que se<br />
agregaban seis piezas a la de 1958, y sin explicar<br />
por qué se incluían unas y se excluían otras, como<br />
La señora en su balcón (publicada originalmente<br />
en La Palabra y el Hombre) y Felipe Ángeles, que<br />
ya había sido editada por la unam en 1978 (Parada<br />
San Ángel y Sócrates y los gatos no habían sido<br />
dadas a conocer en ese momento)… y esta edición<br />
de 1983, en la que se basaron las posteriores, tenía<br />
varias erratas y variantes que ponían los pelos de<br />
punta. El duende de las erratas, no aquel enigmático<br />
personaje de gorro rojo del cuento de La semana<br />
de colores, se lució haciendo de las suyas. En<br />
seguida menciono algunos ejemplos, sólo algunos…<br />
En la primera edición de Un hogar sólido, ante<br />
la inminente llegada de “alguien” a la cripta, Gertrudis<br />
manifiesta extrañeza por la falta de un hueso:<br />
“¡Pero mamá, no seas injusta! ¡Es el fémur de<br />
Clemente!”, expresión que en 1983 cambia a “¡Pero<br />
mamá, no seas injusta! ¡Es el futuro de Clemente!”<br />
En La dama boba el presidente municipal de Coapa<br />
dice que en ese lugar no son “mañosos”, palabra<br />
que en 1983 es transformada en “mafiosos”. Algunas<br />
palabras características del interés de Elena<br />
Garro por el habla popular son modificadas por<br />
un afán hiper corrector… Además, las ilustraciones<br />
de Juan Soriano fueron cambiadas de lugar…<br />
Tan mala fortuna habían tenido las ediciones del<br />
teatro de Garro que incluso la de Felipe Ángeles<br />
por la unam hace que los testigos en el juicio se<br />
escondan detrás de las “lámparas”, no detrás de<br />
las “mamparas”, como dice el texto originalmente<br />
publicado en Coatl. Todos los errores de este tipo<br />
son enmendados en la presente edición mediante<br />
el cotejo de cada una de las obras con todas sus<br />
ediciones anteriores en revistas y en libros…<br />
Dos de los primeros lectores críticos de la obra<br />
de Elena Garro lograron condensar e incluso vislumbrar<br />
los parajes donde habría de situarse toda<br />
la producción de nuestra escritora. Hablo de Juan<br />
García Ponce 1 y de Emma Susana Speratti Piñero 2<br />
(la académica argentina a quien tanto le deben las<br />
letras latinoamericanas). García Ponce aprecia en<br />
la naciente obra de Garro el enfrentamiento de la<br />
razón y la poesía, de la alegría y el sentimentalismo,<br />
de la amabilidad y la amargura, y destaca la<br />
necesidad de aprender a creer en los imposibles.<br />
Ve en el teatro de Elena Garro una gran preocupación<br />
por poner en letras su visión de la inestabili-<br />
dad de la realidad, la falta de un sentido definido<br />
de las cosas, la fascinación por el tiempo y nuestra<br />
relación con él, y subraya la soledad como el punto<br />
central de su propuesta dramatúrgica. Por su par-<br />
te, Susana Speratti Piñero ve la aparición de Un<br />
hogar sólido como un milagro que puede ocurrir<br />
muy de vez en cuando y ve en ella la continuación<br />
de una tradición que va desde Valle-Inclán hasta<br />
el teatro breve de Federico García Lorca, pasando<br />
por Apollinaire y Ionesco, el teatro clásico griego,<br />
las narraciones orales del folclor europeo, el teatro<br />
del Siglo de Oro español… todo ello para enmarcar<br />
lo que considera la preocupación central del teatro<br />
de Elena Garro: “mostrar que tras la realidad de<br />
todos los días —o mejor, en ella misma— hay otra<br />
realidad infinitamente más rica”.<br />
Las letras de Elena Garro llamaron la atención<br />
desde un principio del público gustoso del teatro, de<br />
los lectores de suplementos culturales y de quienes<br />
gustan de las obras que hacen pensar, que incomodan<br />
por su sinceridad y valentía, que interesan por<br />
la calidad de su manufactura y que hechizan por la<br />
poesía que palpita o, mejor dicho, titila en ellas como<br />
un puñado de estrellas en la noche de los tiempos.<br />
“Algo” tiene la escritura de Elena Garro que no pasa<br />
fácilmente desapercibida. Tiene las propiedades del<br />
licor: embriaga en una primera lectura y destila sus<br />
aromas a través del tiempo. Largamente opacada<br />
por diversos asuntos que tienen que ver con todo,<br />
menos con la literatura, la obra de Elena Garro,<br />
como si de un Ave Fénix de los ingenios se tratara,<br />
comienza a resurgir ante los lectores de las nuevas<br />
generaciones, a quienes el único consejo que se les<br />
puede dar es acercarse a este universo sin prejuicios<br />
y con la visión de la inocencia. Ciertamente, la<br />
escritura de Garro no es sencilla pero una vez que<br />
se le entiende aparece como un claro en el bosque,<br />
una fuente de libertad y poesía. •<br />
1 Juan García Ponce: “Poesía en voz alta”, Revista de la Universidad<br />
de México, vol. XI, núm. 12, agosto de 1957, pp. 29, 30 y 32.<br />
2 Emma Susana Speratti Piñero, “El teatro breve de Elena<br />
Garro”, Revista de la Facultad de Humanidades [uaslp], tomo II,<br />
núms. 3-4, julio-diciembre de 1960, pp. 333-341.<br />
8 la gaceta archivo fce<br />
enero de 2017
Arraigo y vigor<br />
de la ciencia<br />
en cinco tiempos<br />
A propósito de la reedición<br />
de La ciencia en la historia de<br />
México de Eli de Gortari, presentamos<br />
un resumen de sus ideas y una<br />
evaluación crítica de su enfoque.<br />
walter beller taboada<br />
El l profesor Eli de Gortari lanzó<br />
una voluta de humo de cigarro<br />
y narró: “Busqué al licenciado<br />
[Vicente] Lombardo Toledano<br />
y le externé mi intención de<br />
hacer una lógica dialéctica. Me<br />
respondió que no era necesaria,<br />
pues bastaba con el libro de [Porfirio] Parra<br />
[Nuevo sistema de lógica inductiva y deductiva,<br />
1903]. Pero me dijo que me entregaría una traducción<br />
de un par de artículos sobre el tema escritos<br />
por Henri Lefebvre [publicados en 1946]. Continué,<br />
sin embargo, con mi empeño y así nació la Introducción<br />
a la lógica dialéctica [fce 1ª edición,<br />
1956; 4ª edición —definitiva—, 1971]”. Eli de Gortari<br />
evocaba estos recuerdos en la biblioteca en su<br />
casa en Coyoacán. Sus palabras estaban enmarcadas<br />
por libreros desbordados de libros y por dos<br />
espléndidas fotografías de tamaño natural de dos<br />
mujeres desnudas, una blanca y otra negra, colocadas<br />
en el techo.<br />
Ese libro fue el primero en hacer un tratamiento<br />
explícito de la lógica dialéctica materialista,<br />
acorde con la ortodoxia marxista, y el primero publicado<br />
en ruso el año de 1959. Luego, entre 1960 y<br />
1966, serían publicados los de M. M. Rosental, M.<br />
N. Alexéiev y P. V. Kopnin en la URSS. La visión<br />
y versión de la lógica dialéctica le trajeron a De<br />
Gortari tanto críticas despiadadas como elogios<br />
muníficos en el mundo universitario mexicano y<br />
latinoamericano.<br />
El texto muestra el talante de nuestro filósofo:<br />
siempre esforzándose por abrir nuevas perspectivas<br />
y campos de investigación, por más controvertidos<br />
que pudieran parecer —o incluso por eso<br />
mismo—. Además, refleja su tesón, laboriosidad y<br />
conocimiento de las cuestiones científicas. En su<br />
concepción, la lógica es la disciplina filosófica que<br />
estudia el devenir del pensamiento y los métodos<br />
de la investigación científica en los ámbitos formal<br />
y dialéctico. La lógica formal analizaría las reglas<br />
necesarias para formular razonamientos correctos.<br />
La lógica dialéctica explicaría el desarrollo<br />
evolutivo del pensamiento científico, mostrando<br />
las transformaciones de las reglas y los principios<br />
del conocimiento. La ciencia, además, sólo puede<br />
entenderse en relación con el desarrollo histórico<br />
de la sociedad en su conjunto.<br />
La verdad, siempre concreta<br />
La investigación científica tiene un carácter limitado<br />
porque depende de las situaciones que le dieron<br />
origen. Sin embargo, su horizonte se ensancha con<br />
el avance mismo del conocimiento. Por tanto, su<br />
análisis debe poner atención tanto a las fronteras<br />
como a las posibilidades históricas del saber en diversas<br />
etapas. Así pues, mientras la Introducción<br />
a la lógica dialéctica estudia los fundamentos del<br />
pensamiento científico, La ciencia en la historia<br />
de México (editada por primera vez en 1963) es su<br />
enero de 2017 © köhler's medizinal-pflanzen<br />
la gaceta 9
arraigo y vigor de la ciencia en cinco tiempo<br />
contraparte histórica. Ambas son el soporte de un<br />
programa de investigación sobre el método. Con la<br />
publicación de la segunda edición de esta obra por el<br />
Fondo de Cultura Económica tenemos acceso a una<br />
investigación monumental que busca comprobar<br />
cinco tesis dialécticamente integradas:<br />
1) Que la ciencia es un factor de la historia, razón<br />
por la cual no podemos entender el desarrollo<br />
de las ideas y las realizaciones de la ciencia y de<br />
la tecnología si no conocemos la historia que las<br />
hizo posibles.<br />
2) Que la ciencia, además de ser un factor de la historia,<br />
es un componente esencial de la cultura,<br />
la cual no podríamos comprender cabalmente<br />
sin advertir que los procesos científicos están<br />
entrelazados y recíprocamente condicionados<br />
con situaciones económicas, políticas, sociales<br />
concretas, realidades que caracterizan a nuestra<br />
cultura contemporánea.<br />
3) Que el conocimiento de las tendencias, posibilidades<br />
y limitaciones de la historia de la ciencia<br />
puede contribuir a mejorar nuestras investigaciones<br />
debido a que las hipótesis son formuladas<br />
por continuidad, similitud, analogía o en contraposición<br />
con ideas del presente y el pasado.<br />
4) Que la historia de la ciencia desempeña un papel<br />
fundamental en el aprendizaje de las ciencias,<br />
pues nos previene contra el dogmatismo (“las<br />
cosas siempre han sido así”) al puntualizar que<br />
las conquistas del conocimiento son producto<br />
de procesos que implican correcciones, ampliaciones<br />
y mejoras del saber; no hay, por ende,<br />
verdades eternas.<br />
5) Que la ciencia en la historia de México comprende<br />
cinco momentos: la ciencia indígena,<br />
el contacto y la influencia mutua de culturas<br />
indígena-española, la introducción de la ciencia<br />
moderna, el motor de la reforma liberal y el desarrollo<br />
del positivismo, y, por último, el periodo<br />
posrevolucionario y contemporáneo.<br />
La praxis y las revoluciones antropológicas<br />
La ciencia en la historia de México muestra una<br />
gama de factores que pudieron dar surgimiento<br />
a la cultura humana, base material de la ciencia.<br />
En este contexto aborda los orígenes del hombre<br />
americano y conjetura cómo se habría dado el surgimiento<br />
de la escritura, la creación de los procedimientos<br />
de cálculo elemental y la construcción<br />
de los instrumentos y las herramientas. Sus interpretaciones<br />
corresponden obviamente al nivel de<br />
conocimientos de la época. Para dar cuenta de los<br />
datos arqueológicos se apoya en definiciones de arqueólogos<br />
de orientación marxista de las décadas<br />
de los treinta y cuarenta del siglo xx. Por ejemplo,<br />
usa el concepto revolución neolítica (del arqueólogo<br />
británico Gordon Childe, cuyo libro, Los orígenes<br />
de la civilización, fue traducido al español<br />
por el propio De Gortari en 1954 para el Fondo de<br />
Cultura Económica). La revolución neolítica sería<br />
el tránsito de la vida nómada a la vida sedentaria<br />
y comprendería el cambio de una economía recolectora<br />
(caza, pesca y recolección) a una economía<br />
productora (agricultura y ganadería). Con base en<br />
investigaciones de destacados antropólogos mexicanos,<br />
De Gortari hipotetiza cómo se habría dado<br />
la revolución urbana en América (otro término de<br />
Gordon Childe), que habría resultado, por un lado,<br />
de la acumulación laboriosa de un conjunto de conocimientos<br />
científicos (topológicos, geológicos,<br />
astronómicos, químicos, zoológicos y botánicos)<br />
y, por el otro, de experiencias en la agricultura y<br />
las artesanías.<br />
La escritura de los mayas<br />
y el español como lengua científica<br />
De Gortari da un paso más en el examen histórico<br />
al abordar la “ciencia indígena”. Expone los principales<br />
descubrimientos científicos de los mayas y<br />
puntualiza, por ejemplo, que el método de numeración,<br />
perfeccionado por los mayas, ofrece novedades<br />
únicas: “fue elaborado inicialmente por los olmecas<br />
de La Venta, esto es, un millar de años antes<br />
de que cualquier otro pueblo del mundo contara<br />
con un sistema análogo”. Destaca su exposición de<br />
la cultura maya, que incluye una explicación muy<br />
didáctica del cálculo aritmético de aquellos pueblos<br />
prehispánicos. Entre las hazañas científicas<br />
sobresalientes están el sistema vigesimal de numeración<br />
y su respectiva notación simbólica (utilizada<br />
en la astronomía y el comercio); la invención<br />
y uso del número cero (concebido ocho siglos antes<br />
de que los científicos de la India realizaran el<br />
mismo descubrimiento de manera independiente),<br />
así como la fabricación del papel (amatl), a base de<br />
fibras de la corteza de varios amates y, en algunos<br />
casos, de fibras de maguey, y el portentoso calendario<br />
anual derivado de agudas observaciones astronómicas.<br />
El análisis de la ciencia española inicia con<br />
una reflexión sobre los orígenes del castellano y<br />
su evolución. Al respecto De Gortari advierte: “el<br />
hecho de que la ciencia española fuera expresada<br />
precisamente en castellano es algo que la destaca<br />
peculiarmente dentro de su época”. Antes de<br />
ello, como es sabido, el latín era el idioma universal<br />
de la ciencia. “Por tanto, la adopción del<br />
español para la expresión culta fue fruto de una<br />
temprana madurez de la burguesía española y<br />
un síntoma de la integración de la nacionalidad,<br />
o sea, una característica distintiva de la modernidad<br />
[…] porque en el desarrollo histórico de la<br />
cultura, el hecho de servirse de la lengua popular<br />
para el trabajo científico es algo que representa<br />
una etapa más desarrollada.”<br />
El descubrimiento de América<br />
y la hispanidad<br />
Sobre el descubrimiento de América por los europeos,<br />
De Gortari se propone superar las descripciones<br />
anecdóticas, adentrándose en el análisis de<br />
las condiciones científicas y sociales que hicieron<br />
posible esa aventura. Astronomía, tecnología, y<br />
desde luego, matemáticas, fueron los puntales de<br />
un evento que cambió el rumbo de la humanidad.<br />
La ciencia en la historia<br />
de México muestra una<br />
gama de factores que<br />
pudieron dar surgimiento<br />
a la cultura humana, base<br />
material de la ciencia. En<br />
este contexto aborda los<br />
orígenes del hombre<br />
americano y conjetura<br />
cómo se habría dado el<br />
surgimiento de la<br />
escritura, la creación de<br />
los procedimientos de<br />
cálculo elemental y la<br />
construcción de los<br />
instrumentos y las<br />
herramientas.<br />
Igualmente, examina las consecuencias inmediatas<br />
de todo ello: el conjunto de los viajes de exploración<br />
“aportó el conocimiento irrefutable de que<br />
nuestro planeta es un cuerpo aislado, que puede<br />
recorrerse en todas direcciones en un mismo sentido<br />
acabando por regresar al punto de partida y,<br />
que, por consiguiente, no se encuentra sumergido<br />
ni tampoco está sostenido, como lo representaban<br />
las creencias antiguas”.<br />
En cuanto al periodo de la Colonia, De Gortari<br />
subraya la influencia recíproca de las culturas.<br />
Por lo que hace al continente europeo, resalta la<br />
incorporación de los saberes del medio oriente y,<br />
por lo que hace a la Nueva España, destaca el influjo<br />
recíproco de los saberes indígenas y españoles<br />
que se dio en muchos terrenos, englobando los<br />
conocimientos agrícolas, botánicos y de medicina,<br />
además de las palabras de origen indígena. Describe<br />
el nacimiento de diversas instituciones educativas,<br />
como el Real y Primitivo Colegio de San<br />
Nicolás Obispo, fundado por Vasco de Quiroga en<br />
Pátzcuaro en 1540, la institución de enseñanza superior<br />
más antigua del continente americano. Ninguna<br />
organización permanece indiferente al cambio<br />
y es por ello que las instituciones educativas<br />
fueron progresivamente recibiendo la influencia<br />
de la modernidad.<br />
La historia poscolonial es dividida por De Gortari<br />
en tres etapas. La primera es efecto de la filosofía<br />
y de la ciencia de los siglos xvi y xvii, con dos<br />
características que se prolongan hasta los inicios<br />
del siglo xix: independencia de la teología y una<br />
concepción del universo apoyada en bases comprobables<br />
por medio del experimento y el desarrollo<br />
de explicaciones racionales de los procesos.<br />
La segunda etapa abarca acontecimientos como<br />
la Revolución francesa y la Revolución industrial,<br />
dando pie al caudal influyente del positivismo en<br />
México. La tercera etapa corresponde a la era posrevolucionaria<br />
y llega hasta la segunda mitad del<br />
siglo xx.<br />
La Guerra de Reforma<br />
y la Revolución mexicana<br />
De Gortari recalca que México “fue el único país<br />
de la América española donde los separatistas<br />
criollos no pudieron evitar la participación de los<br />
campesinos indígenas, mestizos y mulatos en la<br />
lucha por la independencia nacional”. Con la Reforma<br />
liberal se abre un capítulo novedoso de la<br />
historia de la ciencia y de la sociedad mexicana.<br />
De Gortari había estudiado esta etapa en La ciencia<br />
en la Reforma (1957), escrita en ocasión del<br />
centenario de la Constitución de 1857. En aquella<br />
etapa cambió el carácter de la investigación con<br />
enfoques científicos que sustituyeron los muros<br />
de la escolástica. La culminación se alcanzará con<br />
el positivismo mexicano. En cuanto a esto, De Gortari<br />
distingue dos momentos: uno de ascenso positivista<br />
luminoso, bajo el impulso del movimiento<br />
de Reforma, y otro de esclerosis científica y educativa,<br />
de caída en la especulación idealista, durante<br />
la época del dictador Díaz.<br />
Para examinar la etapa posrevolucionaria y contemporánea,<br />
De Gortari se apega a los lineamientos<br />
del historiador comunista irlandés John D. Bernal<br />
(cuyos libros, La ciencia en la historia y La ciencia<br />
en nuestro tiempo, editados en 1959 y 1960,<br />
fueron traducidos por el propio De Gortari). Entre<br />
otras tesis, De Gortari defiende la posición de que<br />
un Estado nacionalista y popular es el mejor incentivo<br />
para la ciencia, la educación y la cultura. Según<br />
este enfoque, la confianza que los campesinos y los<br />
trabajadores industriales pusieron en sus propias<br />
obras para construir un México independiente, mejor<br />
y más equitativo, se comunica a los científicos,<br />
al tiempo que los gobiernos revolucionarios harían<br />
esfuerzos por llevar la enseñanza elemental a las<br />
comunidades menos desarrolladas y abrían las<br />
puertas de las universidades a los jóvenes de escasos<br />
recursos.<br />
Problemas de la historia<br />
de la ciencia en México<br />
Un primer problema de la historia de la ciencia en<br />
México es el material mismo del estudio. Según De<br />
Gortari, desde la época en que los antiguos mexicanos<br />
quedaron sometidos al colonialismo español<br />
las contribuciones nacionales a la ciencia han<br />
sido muy escasas y muy poco conocidas en otras<br />
latitudes. Un segundo problema es el enfoque de<br />
la selección e interpretación de los datos históricos.<br />
Después de La estructura de las revoluciones<br />
científicas de Thomas S. Kuhn (fce, 1ª ed., 1971)<br />
sería ingenuo suponer la posibilidad de una reconstrucción<br />
histórica “neutral” de la ciencia. De<br />
Gortari realizó la suya con base en modelos derivados<br />
de cierta orientación marxista. Pero eso<br />
sólo delimita su enfoque, no lo hace mejor ni peor<br />
que otros puntos de vista.<br />
Ciertamente, su perspectiva supone que el conocimiento<br />
científico tiene una continuidad lineal,<br />
sin rupturas, ya que lo define como orientado<br />
por una dialéctica en la que cada innovación está<br />
vinculada de manera orgánica a ideas previas. Un<br />
tercer problema es la definición misma de su objeto<br />
de investigación que deja de lado los mitos,<br />
la magia y la religión, que por mucho tiempo se<br />
combinaron con las ideas científicas. Por último,<br />
aunque es inevitable que las obras históricas envejezcan,<br />
La ciencia en la historia de México es<br />
un conjunto de puntos de partida que permiten<br />
renovadas interpretaciones. Apuntemos uno: en<br />
la actualidad contamos con abundantes conocimientos<br />
derivados de las neurociencias, los cuales<br />
permiten replantear muchos indicios y datos de la<br />
evolución del saber y de la formación de las organizaciones<br />
sociales. Como sea, el libro escrito por<br />
Eli de Gortari es un capítulo del materialismo dialéctico<br />
en México y eso tiene un valor histórico en<br />
sí mismo. •<br />
10 la gaceta enero de 2017
La Revolución mexicana:<br />
un jonrón histórico<br />
Contra la mayoría de las corrientes historiográficas<br />
actuales, el autor sostiene que la Revolución mexicana<br />
es un fenómeno coherente que merece un lugar<br />
en el panteón de las grandes revoluciones. Hoy es<br />
posible tener una visión general de ella, si bien muy<br />
matizada por las diferencias regionales, sectoriales,<br />
individuales y culturales.<br />
ramón cota meza<br />
La presente colección de ensayos<br />
retoma la narración y los<br />
temas principales de La revolución<br />
mexicana del mismo autor<br />
(fce, 2010; Grijalbo, 1996), en<br />
diálogo crítico con las diversas<br />
corrientes de interpretación del<br />
fenómeno en los últimos 40 años. Knight mantiene<br />
con solvencia su interpretación general de la<br />
Revolución mexicana como fenómeno coherente y<br />
unidad de análisis histórico válido, sin descuidar<br />
la enorme diversidad regional, sectorial y de actores<br />
y los avatares del proceso mismo. En palabras<br />
de Javier Garciadiego, La Revolución mexicana de<br />
Alan Knight es “la más importante historia general…<br />
Puede decirse que es un libro ya clásico sobre<br />
el tema”.<br />
El título La revolución cósmica podría prestarse<br />
a equívocos, pero se trata, en palabras del<br />
autor, de un “concepto literario caprichoso” que<br />
hace eco juguetón del concepto “la raza cósmica”<br />
de José Vasconcelos. Así como para Vasconcelos el<br />
mexicano es un “ser híbrido”, para Knight la Revolución<br />
mexicana es un fenómeno híbrido también,<br />
con elementos de otras grandes revoluciones entretejidos<br />
en un tapiz nacional propio y vivo. Por<br />
su originalidad y sus consecuencias, la Revolución<br />
mexicana pertenece al selecto club de las grandes<br />
revoluciones: la inglesa, la francesa, la rusa, la china,<br />
la boliviana y la cubana.<br />
El tema principal del libro es responder la debatida<br />
cuestión de si la Revolución mexicana fue<br />
un éxito o un fracaso. Las palabras éxito y fracaso<br />
pertenecen al vocabulario de la historia, porque la<br />
historia tiene que ver con seres que buscan metas<br />
conscientes (Marc Bloch). En sentido “técnico”, la<br />
Revolución mexicana es para Alan Knight un éxito<br />
porque derrotó a la contrarrevolución y sobrevivió.<br />
Desde el punto de vista “normativo” (logros y<br />
fracasos respecto de ciertos criterios) también lo<br />
fue porque pudo introducir las grandes reformas<br />
que se propuso. Los grandes ganadores fueron los<br />
sonorenses porque dominaron el proceso y crearon<br />
el nuevo estado: se anotaron un “jonrón histórico”.<br />
La gran troika de Obregón, Calles y Cárdenas<br />
fue un equipo de talento sin par.<br />
Hay evidencia dura y suficiente para mostrar<br />
que el país cambió radicalmente debido a la Revolución.<br />
El cambio fue político, económico, social y,<br />
en cierta medida, cultural, sin ser uniforme, más<br />
bien variable por regiones, por comunidades y por<br />
sectores. El cambio político consistió en el paso de<br />
un sistema oligárquico y personalista a otro más<br />
popular y populista, basado en organizaciones masivas.<br />
No fue un cambio democrático en el sentido<br />
clásico, liberal, representativo, pero abrió cauces<br />
a la participación popular en sentido progresista.<br />
El populismo no fue arbitrario sino “rutinizado” o<br />
institucional.<br />
La Revolución mexicana inició como un proceso<br />
liberal democrático en 1910, cuya derrota por<br />
la contrarrevolución en 1913 instaló en los revolucionarios<br />
la convicción de no cometer el error de<br />
Madero. De acuerdo con Knight, el proyecto maderista<br />
no fracasó porque el pueblo mexicano fuera<br />
adverso a la democracia. Hay evidencia suficiente<br />
de gran participación electoral desde la época de<br />
Díaz. El fracaso de Madero no debe buscarse en<br />
la maldición antidemocrática de los tlatoanis y los<br />
virreyes, sino en la intención de introducir la democracia<br />
en el contexto adverso de una sociedad<br />
tensa y polarizada por huelgas, toma de tierras,<br />
rebeliones, bandidaje y motines urbanos.<br />
Para no repetir el error de Madero, los revolucionarios,<br />
a partir del triunfo armado en 1920,<br />
comenzaron a crear un Estado centralizado que<br />
mantuvo los principios liberales y democráticos<br />
en la letra, pero que en la práctica impuso un régimen<br />
de tintes autoritarios basado en una maquinaria<br />
de clientelismo controlado y caciquil.<br />
No obstante, la transformación del país fue real.<br />
Los campesinos consiguieron sus tierras aunque<br />
no todos en la forma deseada. La dinámica agrarista<br />
empezó como proceso autónomo desde abajo,<br />
pero a medida que el Estado se fue consolidando,<br />
el reparto de la tierra se volvió un proceso centralizado,<br />
sujeto a cálculos de poder y con desviaciones<br />
como la introducción del ejido colectivo. Pero<br />
no derivó en una solución totalitaria estilo soviético.<br />
El nivel de vida de los campesinos aumentó,<br />
aunque no de manera uniforme.<br />
La Revolución no produjo al movimiento obrero,<br />
pues éste venía manifestándose constantemente<br />
desde el Porfiriato, pero le permitió crecer, organizarse<br />
y expresar sus demandas hasta el punto<br />
en que hubo una suerte de colonización obrera del<br />
Estado. A fines de la década de 1920, casi la totalidad<br />
de la clase obrera estaba sindicalizada y sus<br />
líderes ejercieron gran influencia en las decisiones<br />
del gobierno. Las tendencias anarquistas fueron<br />
neutralizadas o marginadas hasta su extinción.<br />
Con altas y bajas, el poder adquisitivo de la clase<br />
obrera aumentó.<br />
La Revolución se apoyó en el crecimiento capitalista,<br />
pero con fuerte intervención del Estado y<br />
canalización política de la presión popular. El buen<br />
sentido capitalista de Calles se mostró en la manera<br />
en que contrarrestó los efectos de la Gran Depresión<br />
con medidas anticíclicas. La relación del Estado<br />
con varias empresas extranjeras fue inestable,<br />
mas no por hostilidad ideológica de los revolucionarios<br />
sino por las circunstancias económicas mismas.<br />
La nacionalización del petróleo no fue un acto<br />
arbitrario, sino que atendió a una fuerte presión<br />
obrera en una coyuntura internacional propicia.<br />
En suma, la Revolución fue un movimiento social<br />
amplio, no una estrecha lucha por el poder de<br />
líderes corruptos y ambiciosos. Su muerte por mil<br />
cuchillazos revisionistas ha sido muy exagerada.<br />
Fue una verdadera revolución que merece su lugar<br />
en el gran panteón de las revoluciones, tanto por<br />
los hechos revolucionarios mismos como por sus<br />
radicales consecuencias en el periodo 1920-1940.<br />
No originó una transformación total y holística<br />
como la que pretendieron impulsar las revoluciones<br />
rusa, china y cubana, sino una suerte de ingeniería<br />
social radical. El totalitarismo tipo europeo<br />
no apareció ni como tentación.<br />
La Revolución terminó en 1940 en el sentido de<br />
que las tendencias radicales fueron eliminadas;<br />
pero el cambio desarrollista trazado por Obregón<br />
y Calles continuó, si bien en forma mucho más gradual.<br />
Se formó una clase media y una configuración<br />
política estable en el contexto macropolítico<br />
de la Guerra Fría.<br />
A diferencia de muchos historiadores contemporáneos<br />
que se han dedicado a estudiar regiones,<br />
episodios, procesos y personajes específicos de la<br />
Revolución, Knight mantiene una perspectiva general,<br />
aunque muy matizada. La Revolución mexicana<br />
no es para él un monolito sino un mosaico en<br />
el que, no obstante, se pueden discernir patrones y<br />
estructuras. Podemos respetar a los historiadores<br />
de aspectos particulares de la Revolución y nutrirnos<br />
de sus hallazgos, pero no necesariamente renunciar<br />
a las explicaciones generales.<br />
Los giros interpretativos hacia la “historia de<br />
barro” (los de abajo) y luego hacia aspectos regionales<br />
y particulares de la Revolución son producto<br />
de la historia misma. Los nefastos sucesos de<br />
1968, 1971, 1976 y 1982 fueron vistos como resultado<br />
de un pecado original del movimiento. Los<br />
historiadores sintieron la responsabilidad de exponer<br />
cuándo y cómo había ocurrido la caída del<br />
hombre revolucionario. El énfasis en la historia de<br />
barro puede verse como una respuesta al agotamiento<br />
de la retórica revolucionaria oficial. Resultó<br />
entonces que la Revolución mexicana había sido<br />
más variada y complicada que la imagen oficial<br />
heredada. Los grandes caudillos de la historia<br />
de bronce eran menos nobles e importantes. Las<br />
metas revolucionarias habían sido mixtas y hasta<br />
contradictorias. Los logros habían sido parciales y<br />
hasta negativos.<br />
De todas las corrientes revisionistas, la más importante<br />
es la historia local y regional, que hizo<br />
pedazos la interpretación de la Revolución como<br />
proceso nacional monolítico. Luego vino el segundo<br />
giro interpretativo, éste enfocado en la historia<br />
cultural (etnicidad, género, tradiciones). Los rebeldes<br />
campesinos resultaron sujetos con ideas e<br />
identidad propias. Nada de esto hubiera sido posible<br />
sin la proliferación de los centros de estudio o,<br />
la apertura de archivos locales y el mejoramiento<br />
de su gestión a partir de la década de 1970. Como<br />
es obvio, esto fue resultado de la acción misma del<br />
Estado y de su compromiso con la educación, una<br />
de las metas de la Revolución.<br />
Con el paso del tiempo podemos tener una visión<br />
más sobria, matizada y objetiva de la Revolución<br />
mexicana y considerarla como hecho histórico,<br />
no como reliquia nacional ni como objeto de<br />
disputa ideológica. Sus procesos son vistos ahora<br />
como mucho más fluidos y fragmentados. No obstante<br />
esta complejidad, el fenómeno presenta patrones<br />
coherentes.<br />
Hoy predomina una suerte de perspectiva posrrevisionista<br />
que mantiene la crítica a la historia<br />
oficial, la preocupación por los de abajo (subalternos)<br />
y los de afuera (provincia) y el reconocimiento<br />
de los factores culturales. Los actores tienen<br />
motivos diversos y el Estado se ve ahora más limitado<br />
que el Leviatán alguna vez imaginado. Hay<br />
un tornasol de varias interpretaciones en juego: la<br />
que reconoce a un Estado poderoso pero popular,<br />
progresista y benefactor (herencia de la historia<br />
oficial), la que ve un Estado poderoso pero autoritario<br />
y opresor y la que ve a un Estado no tan poderoso,<br />
más variable a través del tiempo, y capaz<br />
tanto de opresión como de reforma. Con el paso<br />
del tiempo y la transformación política, la historia<br />
mexicana se encuentra menos politizada y el maniqueísmo<br />
histórico se ha esfumado. Al respecto,<br />
se puede comparar la conmemoración de los 50<br />
años de la Revolución en 1960 (véase México: cincuenta<br />
años de revolución, fce, México, 1960) con<br />
la de los 100 años en 2010, presidida por el gobierno<br />
de un partido que nació como reacción contra<br />
la Revolución.<br />
En conclusión, para Knight no hay espacio para<br />
una nueva interpretación general de la Revolución<br />
mexicana, pero quedan muchos aspectos por explorar<br />
y cabos por atar, los cuales podrán ser integrados<br />
al cuadro general para darle más coherencia<br />
pero también más heterogeneidad. Respecto<br />
de la Revolución mexicana no podemos escapar al<br />
lugar común: “Muchos Méxicos, muchas revoluciones”.<br />
•<br />
La revolución cósmica. Utopías, regiones y<br />
resultados, México 1910-1940, Alan Knight,<br />
México: fce, 2015, 196 pp.<br />
enero de 2017 la gaceta 11
Una vida<br />
comprometida:<br />
Rodolfo Stavenhagen<br />
(1932-2016)<br />
Pocos intelectuales mexicanos tan discretos<br />
e influyentes como Rodolfo Stavenhagen,<br />
fallecido en noviembre de 2016. Presentamos<br />
la remembranza de su amigo y cofrade Jacques<br />
Lafaye, autor de Quetzalcóatl y Guadalupe,<br />
Los conquistadores y otras obras<br />
sobresalientes de esta casa editorial.<br />
jacques lafaye<br />
Una vida, vida intelectual en particular,<br />
es fruto de una experiencia<br />
vital modelada por influencias<br />
personales y es típica<br />
de un fenómeno generacional,<br />
como lo percibió Ortega y Gasset.<br />
Si se enfoca de esta manera<br />
la vida de Rodolfo, se imponen unos datos masivos:<br />
fue un “niño de la Guerra”, se entiende que de la<br />
segunda Guerra Mundial en Europa; que esto fuera<br />
traumático lo puedo atestiguar por ser niño europeo<br />
de la misma generación. Como él, yo salí al<br />
éxodo en 1940, no por mar sino por tierra, bombardeado<br />
y ametrallado por la fuerza aérea del Tercer<br />
Reich. Pero pude regresar a mi casa, intacta, tres<br />
meses más tarde; Rodolfo regresó a Fráncfort muchos<br />
decenios después, invitado a dictar una conferencia<br />
en la Universidad. Por si fuera poco todo<br />
lo anterior, no nos olvidemos de que Rodolfo era un<br />
niño alemán que hablaba alemán con sus padres,<br />
mientras sus abuelos morían en un campo de concentración,<br />
también alemán.<br />
Cuando gracias a las amistades germánicas el<br />
ya adolescente Rodolfo fue invitado por Gertrude<br />
Duby (Gertrude Loertscher, suiza-alemánica) y<br />
Frans Blom (danés) a conocer la Selva Lacandona<br />
y sus indios, en 1949, sus anfitriones hablaban en<br />
alemán. Si el joven Rodolfo, que ya se estaba convirtiendo<br />
en todo un mexicano, sintió nacer su<br />
vocación antropológica en esta circunstancia, o<br />
si fue en un trabajo de campo posterior entre los<br />
indios mazatecos, no lo sabemos con seguridad. Sí<br />
sabemos, en cambio, que la primera circunstancia<br />
que influyó en su vocación de “defensor de los indios”<br />
fue la pasión de su padre Kurt Stavenhagen,<br />
quien logró juntar una de las más importantes<br />
colecciones de obras prehispánicas, tanto líticas<br />
como cerámicas. Yo tuve el privilegio de visitarla<br />
guiado por él mismo (unos años antes de conocer<br />
a Rodolfo), estuvo presente su madre, una señora<br />
con distinción tal que me hizo pensar en las que<br />
pintara Gustav Klimt en Viena, pero a ella la retrató<br />
Diego Rivera, amigo, con Frida, de la pareja. La<br />
colección Stavenhagen ha sido donada por Rodolfo<br />
a la unam y está en exposición permanente en el<br />
Centro Cultural Universitario Tlatelolco.<br />
También gracias a las amistades germánicas,<br />
Rodolfo pudo ir a estudiar arte en la Universidad de<br />
Chicago, donde escuchó también las conferencias<br />
de Robert Redfield, amigo de Frans Blom; lo cual<br />
no pudo más que confirmar su deseo de dedicarse<br />
al estudio antropológico de los indios de México.<br />
Los campos de Redfield habían sido Yucatán y Tepoztlán.<br />
Ya en los años cincuenta se invitaron a la<br />
enah eminentes antropólogos de Estados Unidos,<br />
a iniciativa, principalmente de Pablo Martínez<br />
del Río y Pedro Bosch Gimpera, y posteriormente<br />
de Ángel Palerm, quien había sido funcionario de<br />
la oea. Rodolfo ingresó a la Escuela Nacional de<br />
Antropología e Historia, donde siendo estudiante<br />
hizo un trabajo de campo como asistente de Alfonso<br />
Villa Rojas (ex colaborador de Redfield), entre<br />
los mazatecos, “hombres sin tierra” (Luis Suárez,<br />
1969), expulsados de su solar ancestral por el “progreso”:<br />
la construcción de la presa Miguel Alemán<br />
en la cuenca del Papaloapan. Al año siguiente volvió<br />
Rodolfo a esta región como colaborador del Instituto<br />
Nacional Indigenista (ini), dirigido entonces<br />
por Alfonso Caso, quien tenía como subdirector a<br />
Gonzalo Aguirre Beltrán. Pero su tesis de maestría<br />
la dedicó a una población flotante, la de Tijuana,<br />
naciente ciudad de frontera en los años cincuenta.<br />
Se da el caso de que su hijo Gabriel está ahora filmando<br />
en la frontera norte, según me dice su hermana<br />
Marina, también conocida cineasta. A raíz de<br />
estas experiencias de campo y en medio de las polémicas<br />
intelectuales y políticas del momento, Rodolfo<br />
quedó desilusionado de la deriva burocrática<br />
del Estado nacido de la Revolución, así como del<br />
dogmatismo marxista-leninista imperante. Ya en<br />
aquella obra de juventud escribió: “La constitución<br />
de una disciplina social única (que incluya la antropología<br />
social y la sociología) debe ser el próximo<br />
paso lógico, particularmente en México, donde los<br />
antropólogos han hecho ‘sociología’, y donde la sociología<br />
apenas está comenzando a constituirse en<br />
una ciencia de la investigación científica” (Introducción<br />
a Tijuana 58, edición de El Colegio de la<br />
Frontera Norte, 2014).<br />
Rodolfo se trasladó a París en 1959, donde se<br />
doctoró en La Sorbona en 1965, con una tesis titulada<br />
Las clases sociales en las sociedades agrarias,<br />
bajo la dirección de Georges Balandier, quien<br />
era entonces un joven profesor, fraternal con sus<br />
estudiantes (le llevaba algo más de diez años a Rodolfo;<br />
falleció tres semanas antes de él). Balandier<br />
era lo que se catalogaba entonces en Francia como<br />
“un africanista”; su campo de investigación era el<br />
África subsahariana (Afrique noire); tuvo relación<br />
con Cheikh Anta Diop, el prohombre de “la Négritude”,<br />
y estudió en particular la clase obrera de<br />
Senegal. Esto no era original en la fecha; Bourdieu<br />
estudió la clase obrera en Argelia, Touraine la<br />
clase obrera en Chile… El trabajo de Balandier en<br />
Senegal podría resumirse como el estudio de los<br />
efectos perversos de la colonización, seguidos de<br />
una supuesta descolonización, que no pasó de ser<br />
un neocolonialismo. Según escribió el maestro de<br />
Rodolfo: “Ninguna sociedad está jamás totalmente<br />
liberada de su pasado” y también: “Nunca se insistirá<br />
bastante sobre el hecho de que la relación<br />
generalizada de las sociedades actuales ha llegado<br />
a ser el dato dominante” (Sociologie des mutations,<br />
1968). La preocupación social fue general en<br />
nuestra generación, la actividad intelectual era inseparable<br />
del compromiso político. En el aspecto<br />
intelectual y teórico este interés se confundía con<br />
el cuestionamiento del análisis clasista: la alianza<br />
entre obreros y campesinos para hacer la revolución,<br />
el modelo estalinista y el modelo maoísta,<br />
etcétera… Rodolfo impulsó, seis años antes de la<br />
Primera Declaración de Barbados, la sustitución<br />
del modelo étnico al modelo clasista, como principio<br />
de análisis y explicación.<br />
Lo que mostró Rodolfo en sus famosas Siete<br />
tesis equivocadas sobre América Latina es que<br />
la descolonización política de la América Latina,<br />
igual que la reciente de África, no había puesto fin<br />
al colonialismo, que había pasado de externo a interno<br />
en unos decenios. Así escribió: “las regiones<br />
subdesarrolladas de nuestras naciones juegan el<br />
papel de ‘colonias internas’; por ello, en lugar de<br />
plantear el problema de las naciones de América<br />
Latina en términos de ‘sociedad dualista’, sería<br />
más conveniente hablar de ‘colonialismo interno’”<br />
(primera tesis). El título Siete tesis… fue una alusión<br />
implícita (pero transparente en aquella fecha)<br />
a los Siete ensayos de interpretación de la realidad<br />
peruana de José Carlos Mariátegui (1928),<br />
que postulaban una sociedad dualista, medio feudal<br />
(rural), medio burguesa (urbana); un análisis<br />
marxista clásico de la cuestión agraria. Ya Miguel<br />
Ángel Asturias había precedido al peruano con<br />
una tesis sobre: Sociología guatemalteca: El problema<br />
social del indio (1923), un cuadro aterrador<br />
de la miseria indígena en todos sus aspectos, manifiesto<br />
humanitario y antirracista precursor de<br />
la generación indigenista.<br />
Antes de presentar su tesis, Rodolfo se había<br />
mudado a Río de Janeiro, como miembro del Centro<br />
Latino-Americano de Pesquisas em Ciencias<br />
Sociais; tanto este centro como el Museo Paulista<br />
y otras instituciones como la FUNAI (Fundação<br />
Nacional do Índio) vivieron en aquellos años un clima<br />
de controversias, igual que el ini de México. La<br />
visión de Brasil de Gilberto Freyre en Casa-grande<br />
e senzala (1933), y en Interpretação do Brasil<br />
(1945) fue matizada por Sérgio Buarque en Raizes<br />
do Brasil (1936), y abiertamente rebatida por un<br />
grupo de antropólogos de la generación siguiente,<br />
la de Rodolfo, quien pasó entre ellos los años inmediatamente<br />
anteriores a la elaboración de sus Siete<br />
tesis. Estos antropólogos, varios de ellos también<br />
políticos (como Fernando Henrique Cardoso, que<br />
llegó a ser Presidente de Brasil, Darcy Ribeiro,<br />
quien fue gobernador del Estado de Guanabara),<br />
cuestionaron radicalmente la visión feudal de la<br />
historia nacional. Otro, Roberto Cardoso de Oli-<br />
12 la gaceta dgcs-unam<br />
enero de 2017
una vida comprometida: rodolfo stavenhagen (1932-2016)<br />
veira, investigador del Museo Nacional de Río de<br />
Janeiro, escribió un ensayo crítico de los tópicos<br />
dominantes de la antropología titulado O índio e o<br />
mundo dos brancos, que apareció en 1964, el año<br />
anterior a las Siete tesis de Rodolfo. La cantina del<br />
museo, en la que me tocó compartir comidas con<br />
Roberto aquel mismo año, era un foro de apasionados<br />
debates sobre “el problema indio”; en Brasil<br />
se trataba de reconsiderar la política de Rondon,<br />
aplicada por el Serviço de Proteção ao Índio.<br />
Por si quedara la menor duda respecto de la inquietud,<br />
a la vez teórica y política, de los científicos<br />
sociales de aquella generación, tenemos una<br />
carta de Andre Gunder Frank a Rodolfo, fechada<br />
en 1963. Gunder Frank, judío alemán refugiado con<br />
la Universidad de Chicago, conocía íntimamente a<br />
Rodolfo desde que éste fuera estudiante en esta<br />
misma universidad; así lo revela el tono de la carta.<br />
La escribió Gunder Frank estando en Brasilia,<br />
invitado por el rector de la universidad (lo era en la<br />
fecha Darcy Ribeiro), como lo fui yo en aquel mismo<br />
verano. En esta carta, Gunder Frank hace alusiones<br />
a sus intercambios intelectuales con Roberto<br />
Cardoso, Fernando Henrique Cardoso, Octavio<br />
Ianni… pero lo esencial para nuestro propósito es<br />
que menciona a Rodolfo irónicamente, llamándole:<br />
“that guy Stavenhagen”. Lo que él esperaba de<br />
Rodolfo era que formulara la tesis según la cual la<br />
supuesta sociedad dual latinoamericana no existe;<br />
escribió explícitamente: “well, I mean to write<br />
an article demonstrating that each and everyone<br />
of this propositions is wrong”. Lo cual fue directa<br />
incitación a escribir sobre las “tesis equivocadas”,<br />
cuyo título le anticipa. Entiéndase que con esta<br />
observación no pretendo cuestionar la paternidad<br />
del ensayo más famoso de Rodolfo, sino mostrar<br />
que ha sido fruto de un debate entre investigadores<br />
afines. Gunder Frank publicó posteriormente<br />
una obra que tuvo gran eco: Capitalismo y subdesarrollo<br />
en América Latina (1967). Ahora hay que<br />
señalar que, ya en 1948, François Perroux había<br />
publicado “Esquisse d’une théorie de l’économie<br />
dominante” (Economie Appliquée), donde destacó<br />
la unidad orgánica (no se decía “globalidad”) de la<br />
economía mundial: si hay una economía dominante,<br />
tiene que haber economías dependientes.<br />
A su regreso a México, en 1965, Rodolfo publicó<br />
su ensayo polémico: “Siete tesis equivocadas<br />
sobre la América Latina” en el periódico El Día.<br />
Dicho ensayo surgió en medio de las intensas controversias<br />
de las que fue teatro la Escuela Nacional<br />
de Antropología de México, muy politizada en<br />
aquellos años. Para resumirlo, los gobiernos de<br />
aquel tiempo consideraban que el presidente Cárdenas<br />
había resuelto el problema de la población<br />
rural (todavía mayoritaria) mediante la reforma<br />
agraria. Y que a partir del presidente Alemán el<br />
problema nacional prioritario era la industrialización<br />
y la ciudadanización de los indios, esto es,<br />
“forjar patria” (según el lema famoso de Manuel<br />
Gamio). Los antropólogos, al contrario, pensaban<br />
que la crisis del ejido (provocada por la elevada<br />
tasa de crecimiento demográfico y la corrupción<br />
de los bancos de apoyo ejidal) era una prioridad<br />
y que la protección de las culturas indígenas era<br />
otra prioridad. Entre los responsables políticos<br />
y la sociedad seguía vigente (si bien no explícitamente)<br />
el viejo esquema “civilización o barbarie”,<br />
visión maniqueísta subyacente en la política de<br />
asimilación y ciudadanización de los indios. Contra<br />
esta visión se levantó la voz de una generación<br />
de antropólogos y sociólogos, la de Rodolfo.<br />
Las “Siete tesis” salieron en París al año<br />
siguiente, en 1966, en una revista de izquierda<br />
radical independiente (desaparecida en 1973).<br />
“Independiente” significaba en aquella fecha no<br />
enfeudada al Partido comunista. La revista había<br />
sido creada en 1961 por François Maspero, hijo<br />
del librero-editor vanguardista Henri Maspero.<br />
He guardado en mi archivo el ejemplar de: “Sept<br />
théses erronées…” que me mandó Rodolfo al salir<br />
la edición (la dedicatoria que me puso confirma su<br />
manejo coloquial de la lengua francesa). Este alegato<br />
ha tenido tal resonancia que se han celebrado<br />
los cincuenta años de su aparición (en 2015) con un<br />
coloquio en El Colegio de México. En aquella ocasión<br />
expresó su deseo de escribir ahora las “siete<br />
tesis correctas” sobre América Latina, desafío que<br />
le fue planteado por su amigo Pablo González Casanova<br />
(a quien llegué también a conocer en 1960,<br />
en la tertulia cotidiana de Huguette Balzola en su<br />
Librairie française del Paseo de la Reforma).<br />
Como muestra de la obra institucional de Rodolfo<br />
Stavenhagen, a partir de 1969 realizó investigaciones<br />
como miembro del Instituto Internacional<br />
de Estudios Laborales de la Organización Internacional<br />
del Trabajo en Ginebra, por otro nombre<br />
la oit. Su papel crucial en el establecimiento de la<br />
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,<br />
México, a partir de 1974, fue una manera de proteger<br />
el patrimonio intelectual de dicho organismo,<br />
cuando la dictadura chilena amenazaba con<br />
aniquilarlo. Se debe también a él la fundación del<br />
Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de<br />
México, que dirigió entre 1973 y 1976, y de un Doctorado<br />
en Ciencia Social, con especialidad en Sociología,<br />
única oferta de formación de investigadores<br />
sociales que existía en el país en aquella época.<br />
Posteriormente residiría de nuevo en París como<br />
director de la División de Ciencias Sociales de la<br />
unesco (esto es subdirector general de la institución).<br />
En 1992 fundó en México, junto con Marie<br />
Claire Acosta, Jorge Carpizo y Sergio Aguayo, la<br />
Comisión Nacional de Derechos Humanos, surgida<br />
de la Academia Mexicana de Derechos Humanos,<br />
creada en 1984.<br />
En 1996 salió por el unrisd (The United Nations<br />
Research Institute for Social Development) la obra<br />
más acabada de Rodolfo: Ethnic Conflicts and the<br />
Nation-State (Macmillan Press, 1996). Este libro,<br />
de 324 páginas de tipografía apretada y estrechos<br />
márgenes, cubre toda la problemática de los conflictos<br />
étnicos en el mundo: hubo 30 guerras de<br />
secesión desde 1945, y sólo 14 consiguieron un estatuto<br />
de autonomía, y 50 países tenían conflictos<br />
étnicos en 1996. Rodolfo, en esta auténtica obra<br />
maestra, ha profundizado el análisis sociológico<br />
y político, conceptual y diplomático, en todas sus<br />
facetas y su complejidad, que reflejan las siguientes<br />
citas (que tomamos de la edición en español de<br />
Siglo XXI):<br />
El ecocidio y el etnocidio son dos procesos entrelazados<br />
y, como resultado, la lucha por el medio ambiente<br />
es una lucha por la supervivencia de los grupos<br />
étnicos y también sus culturas (p. 16).<br />
Así podemos concluir que las etnias se transforman<br />
en naciones cuando logran crear estructuras<br />
de Estado mediante dinámicas históricas variables,<br />
o cuando una estructura de Estado constituida se<br />
convierte en el marco que da forma nacional a una o<br />
varias etnias (p.26).<br />
Por último, entre los estudiosos de la etnicidad<br />
está de moda actualmente tratar los problemas conceptuales<br />
mencionados negando cualquier “realidad”<br />
a los grupos étnicos como tales. Lo que parece<br />
ser más importante es el “discurso” sobre la etnicidad,<br />
es decir, la forma en la que la gente inventa o<br />
construye su etnicidad o la de otros (p. 33).<br />
En las conclusiones se leen diagnósticos como<br />
éstos:<br />
El término “etnicidad” tiene sin duda alguna utilidad,<br />
pero ¿en realidad no estará simplificando y<br />
abarcando en conjunto a fenómenos diversos que<br />
antes se denominaban “lucha de clases”, “guerra de<br />
liberación nacional”, conflictos en torno a la “construcción<br />
nacional” o simplemente una “lucha por el<br />
poder”? ¿La etiqueta “étnico” en realidad ayuda a<br />
explicar y distinguir cierto tipo de conflicto de otros<br />
o, por el contrario, sólo confunde los problemas? (p.<br />
355).<br />
En este contexto, ¿qué es ser pueblo? Definir cuidadosamente<br />
la naturaleza y características de los<br />
pueblos sujetos del derecho de autodeterminación<br />
no es un mero ejercicio de etiquetado o clasificación.<br />
Sin duda alguna, el derecho a la autodeterminación<br />
implica el derecho a la definición de sí mismo, como<br />
con toda razón argumentan las organizaciones indígenas<br />
(p. 377).<br />
Rodolfo Stavenhagen fue relator especial de las Naciones<br />
Unidas para los Derechos Humanos y Libertades<br />
Fundamentales de los Indígenas entre 2001 y<br />
2008. La resolución de la Asamblea General de las<br />
Naciones Unidas para la Declaración de la ONU sobre<br />
pueblos indígenas, de 2007, debe mucho a las<br />
encuestas y a la obstinación constante de Rodolfo;<br />
él mismo la calificó como un “Desafío” (en el título<br />
de su publicación). En 2010, pidiendo la aplicación<br />
de los Acuerdos de San Andrés, Rodolfo declaró en<br />
el Senado: “se debe reconocer el derecho colectivo<br />
de los pueblos indígenas con su derecho a la libre<br />
autodeterminación. Recuerdo que cuando discutíamos<br />
este concepto un sector del gobierno nos decía<br />
que los indígenas querían establecer otro país.<br />
Nada más falso: quieren libre autodeterminación<br />
para participar en la decisión de su desarrollo”.<br />
Desde su propio destino de lo que se llama en<br />
las Naciones Unidas: displaced person, Rodolfo no<br />
dejó de manifestar activamente su interés por “los<br />
olvidados”, en el caso de México, indios y campesinos<br />
(categorías que no necesariamente coinciden).<br />
Dedicó su reflexión y su acción a la protección de<br />
los seres y las culturas marginadas, no sólo en<br />
México sino en el mundo. No deja de sorprender<br />
que un hombre como él, que se veía como activista<br />
político, llegara a tener una carrera de funcionario<br />
internacional, la cual le permitió cumplir<br />
institucionalmente con su ideal. Lo debió a su modestia<br />
y humanidad, así como a su extraordinario<br />
poliglotismo: me consta que dominaba, coloquial<br />
y académicamente, cuando menos cuatro idiomas<br />
internacionales. En realidad, Rodolfo quedará en<br />
la memoria como, mutatis mutandis, un nuevo Las<br />
Casas: igual que el dominico, estuvo activo en el<br />
campo local, viajó a Europa para convencer a las<br />
instancias políticas, obtuvo “Leyes nuevas” de<br />
protección de los indios, pero con limitados efectos<br />
prácticos; puedo dar testimonio de que tuvo<br />
plena consciencia de ello. Con empatía ha intentado<br />
fomentar la “diplomacia preventiva” en conflictos<br />
étnicos, dada la escasa eficacia de la ex post<br />
facto intervención de las Naciones Unidas: fue un<br />
mediador sin igual.<br />
Para los que tuvimos el privilegio de compartir<br />
su amistad, su simpatía y solidaridad nunca se han<br />
desmentido. Hace dos años lo invité a participar<br />
en un coloquio de El Colegio de Jalisco; para convencerlo,<br />
le dije: “Rodolfo, a nuestra edad nos vamos<br />
a morir y no nos veremos más”. Me contestó:<br />
“Ah, no hables así”. Y con gusto vino. Cenamos en<br />
mi casa, con Elia y otros copartícipes venidos de<br />
la capital y del extranjero; le dije: “Rodolfo, se me<br />
ocurrió pedirte la conferencia de clausura, acordándome<br />
de que en las procesiones Eclesiásticas<br />
el Papa aparece sólo al final.”; se rio. Nos invitó<br />
a visitarlos en Cuernavaca, a Elena y a mí, pero<br />
por circunstancias contrarias no pudimos ir, y nos<br />
quedamos con el pesar.<br />
¡Que viva su memoria!<br />
Entre sus libros se pueden destacar los siguientes:<br />
Pioneer on Indigenous Rights, Springer Briefs on<br />
Pioneers in Science and Practice, 2013 (3 volúmenes).<br />
Los pueblos originarios: el debate necesario, Buenos<br />
Aires, CTA Ediciones/ CLACSO, 2010.<br />
El desafío de la Declaración. Historia y futuro de<br />
la Declaración de la ONU sobre Pueblos Indígenas,<br />
Copenhague, Grupo Internacional de Trabajo<br />
sobre Asuntos Indígenas (iwgia), 2009.<br />
Los pueblos indígenas y sus derechos, México,<br />
unesco, 2007.<br />
La cuestión étnica, México, El Colegio de México,<br />
2001.<br />
Ethnic Conflict and the Nation-State, Londres,<br />
McMillan, 1996.<br />
Entre la ley y la costumbre: el derecho consuetudinario<br />
indígena en América Latina, México,<br />
Instituto Indigenista Interamericano, 1990 (en<br />
colaboración).<br />
Derecho indígena y derechos humanos en América<br />
Latina, (México, El Colegio de México, 1988<br />
(en colaboración).<br />
Desarrollo agrícola y estructura agraria en México,<br />
México, Fondo de Cultura Económica, 1974.<br />
Sociología y subdesarrollo, México, Nuestro Tiempo,<br />
1972.<br />
Las clases sociales en las sociedades agrarias,<br />
México: Siglo XXI, 1969.<br />
Tijuana 58. Las condiciones socioeconómicas de<br />
la población trabajadora de Tijuana, México,<br />
El Colegio de la Frontera Norte, 2014, (tesis de<br />
Maestría, enah, 1959). •<br />
enero de 2017 la gaceta 13
fil 2016<br />
Navegar<br />
el mar<br />
de los deseos<br />
Texto leído en la fil<br />
Guadalajara sobre<br />
El mar de los deseos.<br />
El Caribe afroandaluz,<br />
historia y contrapunto,<br />
de Antonio García de León,<br />
historia de las formas<br />
musicales originadas en<br />
el Caribe colonial. García<br />
de León es autor también de<br />
Tierra adentro, mar en fuera.<br />
El puerto de Veracruz y su<br />
litoral a Sotavento, 1519-1821<br />
( ), Premio Haring 2016.<br />
pablo espinosa<br />
Las aguas erotizadas, los mares de<br />
los deseos, la historia cantada.<br />
Cuando el doctor Antonio García<br />
de León me hizo el honor de<br />
invitarme a participar de esta<br />
mesa de privilegio, asombrado y<br />
emocionado le dije de inmediato:<br />
“Pero Toño, sé que sabes que no soy historiador, no<br />
soy académico”.<br />
“Pero eres jarocho”, me aniquiló.<br />
Y entonces me percaté de que mi responsabilidad<br />
como lector de ese libro, como los muchos que<br />
he leído sobre la historia de la música, consiste en<br />
situarme como lo que soy: un lector que escucha,<br />
un escucha que lee.<br />
Y ubiqué a la vez mi escritura sobre música, que<br />
no consiste en producir textos de musicología sino<br />
que son escritos resultado del asombro.<br />
Y al leer este libro fascinante, El mar de los deseos,<br />
que ahora nos reúne, escuché el mar, bailé<br />
danzas rituales, compartí los cantos de encantamiento<br />
y conversé con el autor, como seguramente<br />
lo harán los futuros lectores que se bañen en este<br />
mar de deseos, y pude entonces decirle a Toño, a<br />
quien nos habla en este libro y no de manera engolada,<br />
doctor Antonio García de León.<br />
Toño es querido, respetado, admirado por las<br />
legiones de jarochos que disfrutamos de su bonhomía<br />
y de su gran calidad como músico.<br />
Porque, qué mayor autoridad moral de un historiador<br />
que habla de un tema que no sólo conoce,<br />
sino lo practica. Como todo verdadero científico<br />
que se respete, el doctor García de León conoce su<br />
materia, la degusta, la cultiva de manera semejante<br />
a como Oliver Sacks probó los medicamentos<br />
que prescribía a sus pacientes y así pudo contar<br />
con verosimilitud y asombro propio las historias<br />
de sus libros fascinantes. Los libros de un científico<br />
que dialoga con sus lectores.<br />
La autoridad moral del doctor García de León<br />
la podemos poner en nuestra mente así: con una<br />
mano sostiene un vasito con ron mientras en la<br />
otra enarbola una jarana, él tiene puesto un sombrero<br />
inconfundiblemente jarocho: de color claro y<br />
hendiduras amplias como si el viento del Sotavento<br />
las hubiera esculpido y su paliacate rojo vibra<br />
como las velas frente a las cuales Pascal Quignard<br />
pone a temblar a los contemporáneos de Georges<br />
de La Tour.<br />
“Temblaba ante las velas, así comienza el siglo<br />
xvii”, escribe Pascal Quignard, y anuncia en<br />
la misma página: “En 1600, un niño de siete años,<br />
mientras permanece frente a un horno de panadero,<br />
ignora que va a consagrar su vida a eso: a poner<br />
al hombre frente a sí mismo con la ayuda de una<br />
llama”.<br />
El doctor García de León ha consagrado su vida<br />
a poner al hombre frente a sí mismo con la ayuda<br />
de una llama. La llama del conocimiento, de la investigación<br />
científica rigurosa pero también, como<br />
buen jarocho que es, rompe la solemnidad del lenguaje<br />
académico y nos pone a vibrar con su prosa.<br />
Y es que la materia que lo ocupa tiene esa naturaleza<br />
antisolemne, sencilla, sin tapujos, con la<br />
gracia y el encanto de la cultura de Sotavento.<br />
Recordé en ese punto el contenido de un disco<br />
que compré cuando estudiante. Era un elepé de la<br />
colección de grabaciones de campo del Instituto<br />
Nacional de Antropología e Historia, institución<br />
en la que por cierto nuestro autor es investigador<br />
emérito.<br />
Puse el disco a sonar, y cuando escuché lo que<br />
reproduciré enseguida, tuve que regresar la aguja<br />
varios surcos atrás, tanto por el disfrute como por<br />
el asombro.<br />
Estos versos decían así:<br />
Para ver que sentía<br />
Para ver que sentía yo enamoré a una preñá<br />
Yo enamoré a una preñá para ver que sentía<br />
Y allá por la madrugada la preñada me decía:<br />
Bájate hijoelachingá, que estás matando a la cría.<br />
Con ese desparpajo disfruté la lectura de este libro<br />
que se convertirá en un nuevo disco, como lo es ya<br />
la obra anterior de Antonio García de León: Tierra<br />
adentro, mar en afuera. El puerto de Veracruz y<br />
su litoral a Sotavento, 1519-1821, distinguido por<br />
la Asociación Americana de Historia, entre más de<br />
1 300 trabajos sobre el tema, con el Premio Claren-<br />
ce H. Haring, considerado el Nobel de los historiadores.<br />
Toño también es nuestro glorioso Premio<br />
Nacional de Ciencias y Artes en Historia 2015.<br />
El rigor metodológico de El mar de los deseos<br />
lo disfruta el lector tanto como los muchos misterios<br />
descubiertos. Tecnicismos como “índice de<br />
retención”, “comercio inmaterial”, “variables dialectales”,<br />
“isoglosas” e “isomusas”, la “lingüística<br />
histórica” y los “papiamientos musicales” se ventilan<br />
en acompasado diapasón en la forma sonata<br />
que adquiere este libro: tres movimientos y ocho<br />
apartados.<br />
Su lectura nos mantiene en el vaivén propio de<br />
la marea, en los pleamares y bajamares. Vemos cobrar<br />
vida a El nacimiento de Venus de Botticelli,<br />
pero en lugar de esa rubia voluptuosa emergiendo<br />
desnuda de las aguas dentro de una concha marina,<br />
vemos a una mulata que mueve sus amplísimas<br />
caderas mientras el mundo entero se estremece.<br />
Tiembla frente a las velas.<br />
Somos testigos, al leer este libro, de la primera<br />
globalización económica y cultural que se dio en<br />
los siglos xvi y xvii en el Caribe, como en el Mediterráneo,<br />
mientras nos sentimos mecidos por el<br />
viento en una hamaca y nuestra epidermis sudorosa<br />
es atacada por mosquitos y danzan por ahí<br />
Vivaldi, Scarlatti y Händel escapados de la novela<br />
Concierto barroco de Alejo Carpentier.<br />
Tenemos frente a nosotros la historia del andar<br />
del mar. De sus sonares, de sus andares, con el espectro<br />
musical y poético del primer Caribe colonial,<br />
conocido en todas sus regiones como fandango.<br />
He aquí un libro gozoso, un mar de descubrimientos,<br />
una invitación a mojarnos en las aguas<br />
erotizadas de nuestra historia, de lo que somos.<br />
En nombre de todos los lectores no académicos<br />
que amamos el conocimiento, agradezco al doctor<br />
García de León, a nuestro querido Toño, por este<br />
fandango maravilloso que es su libro.<br />
Porque a usted, admirado científico y fandanguero,<br />
como decimos en son de admiración superlativa<br />
en Veracruz, le rezumba el mango, caballero. •<br />
14 la gaceta © andrea garcía flores<br />
enero de 2017
fil 2016<br />
El Cervantes<br />
de Nacho Padilla<br />
Tomar la ficción como realidad, y el mundo real<br />
como objeto de ironía, ese juego de espejos donde<br />
se refleja el hecho literario, es el legado de Cervantes<br />
a la<br />
literatura moderna. Así lo concibió y lo ejerció<br />
Ignacio Padilla, como lo hace ver el autor de esta<br />
breve y elaborada disquisición.<br />
pedro ángel palou<br />
Para Nacho, Cervantes era la má-<br />
quina narrativa por excelencia.<br />
El que, en su caso, podríamos<br />
llamar factor Cervantes, representaba<br />
el lado lúdico de lo literario,<br />
la experimentación estructural.<br />
El autor del Quijote<br />
era caro a Padilla, no por lo lingüístico, sino por la<br />
profunda subversión textual de algunos temas que<br />
siempre fascinaron al autor de Amphytrion: el doble,<br />
la máscara, el monstruo, el diablo, la gruta y la<br />
caverna —lo mismo la Cueva de Montesinos que la<br />
espeleología—, el teatro dentro del teatro, lo metaliterario<br />
como metáfora de la manera en que opera<br />
toda literatura.<br />
Del Quijote, Nacho abrevaba, pero también se<br />
permitía conjeturar. ¿Quién cuenta la novela? En<br />
los prólogos el autor finge ser el único escritor,<br />
pero luego Cide Hamete y el traductor lo complican<br />
todo. Y en la segunda parte el personaje se sabe<br />
ya, plenamente, personaje de un libro. La segunda<br />
parte responde al lector de la primera, responde<br />
al falso Quijote de Avellaneda. Nada más cercano<br />
a Nacho que ese juego de espejos que se refleja en<br />
otra pregunta central de Cervantes, la naturaleza<br />
de la ficción. Una naturaleza particular, digamos,<br />
descentrada de lo real. Es una ficción que se finge<br />
real y se vuelve aún más ficción debido a esa pretensión<br />
de realidad. Desde la cuestión nominal tan<br />
importante para el autor de La Gruta del Toscano<br />
como para su maestro:<br />
Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quixada<br />
o Quesada, que en esto hay alguna diferencia entre<br />
los autores que deste caso escriben: aunque por conjeturas<br />
verosímiles se deja entender que se llamaba<br />
Quijana (I: 1).<br />
Nos estamos preguntando, en realidad, si el personaje<br />
fue —es— persona de carne y hueso. En<br />
la novela hay un principio básico: un hombre que<br />
juega a ser otro. El narrador carece de informes<br />
fidedignos, y de los que propone, Quixada o Quesada,<br />
no está tampoco cierto. Cervantes logra<br />
que se juegue a ser otro, incluso “jugando con las<br />
palabras”, por ejemplo, su jamelgo, que antes era<br />
“Rocín”, ahora es “Rocinante”. Es decir, la transformación<br />
primero es lingüística. Debemos pues<br />
imaginar la biografía de Quijano antes del Quijote<br />
(referencia a Trapiello que escribió la biografía<br />
después del Quijote). Su infancia, sus fantasías, su<br />
sexualidad (por qué prefería mujeres inventadas<br />
también), etc. Que incluya las razones del cambio<br />
de identidad. El autor llama caballero a su personaje<br />
porque es ya pura y simplemente el protagonista<br />
de un libro de caballerías. Es entonces la biografía<br />
de la primera parte el ejercicio de alguien<br />
que quiere ser algo y alcanza a serlo, puesto que<br />
en la continuación de su historia se le reconoce tal<br />
de manera explícita. Entonces el protagonista de<br />
la historia ha pasado a serlo de un libro publicado.<br />
Como en Carlos Fuentes, que escribió todo un arte<br />
de la lectura basado en su propia visión de Cervantes<br />
—Terra nostra como resultado narrativo—, el<br />
factor Cervantes en Ignacio Padilla es el que, creo,<br />
genera su idea de lo literario. Me explico con una<br />
cita que es en realidad una interrupción. El curio-<br />
so impertinente —intercalado en la novela— está<br />
siendo leído en tiempo real, y de pronto:<br />
Se suspende la lectura, acuden al camaranchón y<br />
hallaron a don Quijote en el más extraño traje del<br />
mundo: estaba en camisa, la cual no era tan cumplida<br />
que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por<br />
detrás tenía seis dedos menos; las piernas eran muy<br />
largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias. Tenía<br />
en la cabeza un bonetillo colorado, grasiento, que<br />
era del ventero. En el brazo izquierdo tenía revuelta<br />
la manta de la cama […] y en la derecha desvainada la<br />
espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes,<br />
diciendo palabras como si realmente estuviera peleando<br />
con algún gigante; y es lo bueno que no tenía<br />
los ojos abiertos, porque estaba durmiendo y soñando<br />
que estaba en batalla con el gigante que fue tan intensa<br />
la imaginación de la aventura que iba a fenecer,<br />
que le hizo soñar que…<br />
La ficción y la realidad son una y la misma cosa en<br />
Padilla, igual que en su maestro Cervantes. No sabremos<br />
nunca dónde empezó una y dónde termina<br />
la otra en tanto supuesto hombre real, por la prueba<br />
del mundo propicio, congruente. Para el caso no<br />
importa que el mundo —la casa de los duques, por<br />
ejemplo, en el capítulo XXXIII— haya sido un escenario<br />
teatral poblado de verdaderos actores, porque<br />
don Quijote lo toma por verdadero, o hace como<br />
si lo fuera, o se ciega voluntariamente para creer en<br />
él, para aprovecharlo. Pensemos en el niño que está<br />
obligado a inventarse un juguete (no el que lo posee,<br />
sino el que crea un castillo de una caja). De la misma<br />
manera don Quijote crea el mundo que necesita.<br />
Don Quijote tiene siempre una visión correcta de lo<br />
real pero es como un niño que se irrita si alguien le<br />
vierte en la cara que su caja no es un castillo, que<br />
éste no existe. El narrador, así pues, afirma que el<br />
personaje confunde la realidad porque está loco,<br />
pero luego nos da pistas para saber que el personaje<br />
ve tan claramente las cosas como Sancho o el lector<br />
mismo.<br />
Por eso quizá el tema de la ironía, el de la melancolía<br />
cervantina, le interesaban tanto a Nacho<br />
Padilla. Es esa mirada crítica del lector la que pondera.<br />
En el ensayo “La moral y la fábula” Enrique<br />
Lynch plantea una duda:<br />
¿Por qué estoy tan dispuesto a ceder en mi autonomía<br />
moral cuando me pongo en contacto con la literatura?<br />
La fábula y la sátira pertenecen a un género<br />
híbrido, bifurcado entre literatura y filosofía. Los<br />
relatos o narraciones morales que se producen en<br />
la confluencia entre un desasosiego suscitado por el<br />
sinsentido de los valores y un anhelo para reformar<br />
las conductas individuales. La idea de que la literatura<br />
sirve como técnica para cambiar las conductas<br />
anima la escritura de los moralistas. ¿En qué punto<br />
se tocan estas dos concepciones? Fabula y sátira revierten<br />
para moralizar […] ¿Por qué es lícito extraer<br />
un conocimiento moral de nosotros mismos por el<br />
mero hecho de recrear literariamente las acciones<br />
protagonizadas por otros?.<br />
Nos ha dicho Agustín Redondo que la melancolía<br />
es el elemento más significativo de la creación<br />
cervantina. Quizá porque aparece por el distanciamiento<br />
de los demás, por la pérdida del vínculo<br />
con la realidad: la sensación de no pertenecer,<br />
de ser incapaces de comunicar la desesperanza.<br />
Como en el Pantagruel de Rabelais, donde uno de<br />
los recursos para dar cara a la aflicción es la parodia.<br />
De hecho es un tema presto para suscitar<br />
la risa: “Ya he dado en don Quijote pasatiempo al<br />
pecho melancólico y mohino”, escribe Cervantes<br />
muy renacentista; usando el término melancolía<br />
como mohín, la paradoja se acentúa: la melancolía<br />
es fuente de alegría.<br />
Y esto ya estaba desde Aristóteles, que puso de<br />
manifiesto que todos los hombres eminentes han<br />
sido melancólicos. Igual en Cicerón, que usando<br />
el concepto platónico de “furor divino” insistió en<br />
que los grandes creadores y transformadores son<br />
melancólicos. Sólo en la Edad Media, a través del<br />
pecado de la acedía, madre de todos los vicios, se<br />
asiste con el Renacimiento a una rehabilitación del<br />
papel positivo de la melancolía. Es el ocio valorado<br />
de Angelo Poliziano que lleva a la vita speculativa<br />
sive studiosa del Homo literatus o el centro del<br />
discurso de Pico della Mirandola: de Homnis dignitatis.<br />
No es gratuito que un neoplatónico como<br />
Marsilio Ficino nos indique que Platón colocaba la<br />
parte más alta del espíritu (mens) bajo el imperio<br />
de Saturno, el más alto de los planetas, cuyos hijos<br />
son melancólicos. No es gratuito, tampoco, que la<br />
mejor representación de esta idea esté en el mejor<br />
ilustrador del Quijote, Alberto Durero, quien en su<br />
grabado famoso Melancolía I resume el ideal renacentista<br />
del hombre apesadumbrado por sabio.<br />
Sin embargo, los sabios rehúyen la corona de<br />
laureles y, a diferencia de Sancho, que busca la gobernatura<br />
de la ínsula, don Quijote preferirá ser a<br />
beautiful loser:<br />
… Por mis valerosas, muchas y cristianas hazañas<br />
he merecido andar yo en estampa en casi todas o las<br />
más naciones del mundo; treinta mil volúmenes se<br />
han impreso de mi historia y lleva camino de imprimirse<br />
treinta mil veces de millares (II, XVI).<br />
Ese fue, literariamente, Ignacio Padilla. El factor<br />
Cervantes, acaso una fórmula infinita, nos puede<br />
seguir ayudando a entender una obra que, lamentablemente,<br />
no seguirá escribiéndose. Nos queda<br />
la lectura de lo que Nacho sí alcanzó a escribir. Nacho,<br />
como Cervantes, nos sigue encantando. Y al<br />
abrir sus libros nos pasará, siempre, que como a<br />
Alonso Quijano nos encontremos:<br />
… mirando a todas partes por si descubría algún castillo<br />
o alguna majada de pastores donde recogerse<br />
y donde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad,<br />
vio no lejos del camino por donde iba una<br />
venta, que fue como si viera una estrella, que no a<br />
los portales, sino a los alcázares de su redención le<br />
encaminaba.<br />
Esa estrella, esa redención, ese camino seguirá siendo<br />
nuestra lectura de Ignacio Padilla. •<br />
enero de 2017 © andrea garcía flores<br />
la gaceta 15
segundo concurso iberoamericano de ensayo para jóvenes 2016<br />
Rolling Stones<br />
Presentamos el texto ganador del Segundo Concurso<br />
Iberoamericano de Ensayo para Jóvenes 2016, esta<br />
vez sobre la novela Los de abajo de Mariano Azuela,<br />
un clásico del<br />
, a cien años de su primera edición.<br />
El autor encuentra entra paralelismos entre el México<br />
violento descrito en la novela y el México actual.<br />
luis alberto madrigal pérez<br />
How does it feel?<br />
How does it feel<br />
To be without a home<br />
Like a complete unknown<br />
Like a rolling stone?<br />
—bob dylan<br />
Cuando le preguntaron<br />
sobre la edición<br />
conmemorativa del<br />
centenario de Los de<br />
abajo, Víctor Díaz<br />
Arciniega, investigador<br />
de la uam-Azcapotzalco<br />
y responsable del volumen,<br />
aseguró que esta novela de Mariano<br />
Azuela es excepcional porque representa<br />
a “la sociedad vista en su presente<br />
inmediato”. 1 No es por llevarle<br />
la contraria al valiente que se atrevió<br />
a colocarle las comas originales a un<br />
texto clásico cien años después, pero<br />
parecería que su sentencia se queda<br />
corta. ¿Acaso Los de abajo no habla<br />
también del futuro?<br />
Es uno de esos libros que cumple<br />
una función fundamental en cualquier<br />
plan de estudios de literatura<br />
de secundaria o preparatoria. Si<br />
Azuela no lo hubiera escrito, algún<br />
otro tendría que haberlo hecho, aunque<br />
sólo fuera por su atinadísimo<br />
título: profundamente mexicano en<br />
un país donde más de la mitad de la<br />
población vive todavía por debajo de<br />
la línea de la pobreza, y hondamente<br />
latinoamericano y tercermundista,<br />
pues ¿quiénes serían “los de abajo”<br />
en Noruega? Es además el libro<br />
1 Silvia I. Gámez, “Conmemoran a ‘Los de abajo’<br />
”, Reforma, http://bit.ly/2a8WRLg.<br />
que —según nos dicen en esos años<br />
escolares— rompió con la narrativa<br />
de éxito uniforme de la Revolución<br />
mexicana y empezó a cuestionar su<br />
mitificación. Por este par de razones<br />
—un título que parece explicarse<br />
por sí mismo y una historia y personajes<br />
que parecen existir únicamente<br />
como declaración política—<br />
sería entendible que nadie leyera la<br />
novela. A final de cuentas, si se nos<br />
repite la lección eterna que nos deja<br />
Los de abajo, ¿qué importancia puede<br />
tener hojearlo en el presente?<br />
Pero ya se sabe lo que pasa con<br />
los textos clásicos cuando nos decidimos<br />
a desempolvarlos: cada quien<br />
empieza a ver cosas distintas. La<br />
supuesta enseñanza original puede<br />
quedar enterrada bajo la interpretación<br />
particular. En el libro más vendido<br />
de todos los tiempos, algunos<br />
encuentran a Dios entre aleluyas y<br />
otros una letanía de condenas misóginas<br />
y homofóbicas. Un musulmán<br />
dice que el Corán demuestra que el<br />
islam es una religión de paz y otro<br />
cita de memoria los versos que le<br />
mandan, inexorablemente, a colocar<br />
un par de bombas.<br />
Si bien la lectura contemporánea<br />
de Los de abajo no provee una<br />
novedosa interpretación teológica del<br />
mundo, sí ofrece la oportunidad de<br />
hacer a un lado los juicios institucionales<br />
que durante décadas han convertido<br />
al texto en un mero instrumento<br />
historiográfico para explicar<br />
la Revolución mexicana, arrebatándole<br />
así su sentido plenamente literario.<br />
La Biblia tiene vigencia porque<br />
está llena de buenos cuentos. Los de<br />
abajo es, aunque parezca una obviedad<br />
recordarlo, una buena novela.<br />
Azuela se encargó de dejarla<br />
escrita de manera que pudiera ser<br />
leída como tal, aun un siglo después<br />
del contexto preciso al que hace<br />
referencia. (Quizá la aparición de la<br />
novela por entregas en un periódico<br />
contribuyó a crear alrededor suyo el<br />
aura de Historia con mayúscula, de<br />
goce estético efímero, que se atribuye<br />
a lo que aparece en los diarios.)<br />
Tómese por ejemplo que el conflicto<br />
armado mismo al que alude el libro<br />
no se menciona sino hasta el cuarto<br />
capítulo, una vez que un escuadrón<br />
sin título ya quemó la casa del protagonista.<br />
Pero cuando finalmente se<br />
le pone nombre a la lucha, tampoco<br />
queda muy claro de inmediato de<br />
qué se está hablando.<br />
“[Estos condenados del gobierno<br />
nos] han declarado la guerra a<br />
muerte a todos los pobres”, 2 dicen<br />
unos pobladores de la sierra (aún sin<br />
nombre), con lo que se establece el<br />
tono atemporal y carente de referencia<br />
geográfica de una sentencia<br />
que bien pudo haberse dictado en<br />
tiempos de María Antonieta o de<br />
Porfirio Díaz. Sólo con el correr<br />
de las páginas aparecen epítetos<br />
como “carrancista” o “villista”, que<br />
empiezan a dotar de la novela de una<br />
especificidad histórica. Sin embargo,<br />
el carácter netamente mexicano<br />
y contemporáneo del libro se revela<br />
a través de otras aristas.<br />
No es difícil, por ejemplo, que a<br />
un lector entre Tijuana y Mérida<br />
se le diga que los protagonistas son<br />
2 Mariano Azuela, Los de abajo, Fondo de Cultura<br />
Económica, México, 2011, p. 19.<br />
perseguidos por “los federales” y no<br />
se ponga inmediatamente del lado de<br />
estos últimos, lo mismo en 1916 que<br />
en 2016. Compárese esa reacción<br />
con la de nuestro hipotético lector<br />
noruego: ¿qué clase de ciudadano es<br />
aquel que no está en el bando moral<br />
de la ley y el gobierno? “¡Quémenlo…,<br />
es federal!…”, 3 clama la turba<br />
en Los de abajo cuando atrapan a un<br />
desconocido en la sierra. “¡Línchala…<br />
mátala…!, gritaban […] Su única<br />
identidad era un uniforme azul de la<br />
Policía Federal que la convertía en el<br />
enemigo a vencer”, 4 narra una nota<br />
de El Universal, fechada el 25 de junio<br />
de 2016, que recupera la historia<br />
de una agente durante el enfrentamiento<br />
entre maestros y federales<br />
en Nochixtlán, Oaxaca.<br />
Ésa no es la única clarividencia<br />
de Azuela en la novela. Otro<br />
ejemplo de que Los de abajo dialoga<br />
con el futuro se encuentra en el personaje<br />
Luis Cervantes, el periodista<br />
y médico urbano que se arrima a una<br />
revuelta popular de la que sale bien<br />
parado. “¡Lo que es eso de saber y<br />
escribir!”, 5 suspira Anastasio, uno de<br />
los revolucionarios, cuando discute<br />
con Demetrio Macías, el líder guerrillero,<br />
sobre las cualidades del nuevo<br />
miembro en las filas del grupo. Con<br />
esa simple sentencia, Anastasio, Macías<br />
y Azuela anticipaban el triunfo<br />
de los licenciados en México, treinta<br />
3 Ibid., p. 23.<br />
4 Pérez-Stadelmann, “Me rociaron gasolina”,<br />
El Universal, http://www.eluniversal.com.mx/<br />
articulo/estados/2016/06/25/historia-me-rociaron-gasolina.<br />
5 Azuela, op.cit., p. 50<br />
16 la gaceta © leopoldo méndez<br />
enero de 2017
olling stones<br />
años antes de que Miguel Alemán se<br />
convirtiera en el primer presidente<br />
egresado de la universidad y girara<br />
el sistema político nacional de las<br />
carabinas a los despachos.<br />
La figura de Cervantes, además,<br />
es elemental en la puesta en escena<br />
de uno de los grandes temas de la<br />
novela: la orfandad revolucionaria.<br />
“¿Pos cuál causa defendemos<br />
nosotros?…”, 6 le pregunta Demetrio<br />
Macías a Cervantes sin el míni-<br />
mo toque de ironía, una vez que el<br />
médico le jura lealtad al movimiento<br />
progresista que cree que encabeza la<br />
pandilla de pistoleros a la que se ha<br />
unido. Desconcertado, Cervantes no<br />
encuentra qué contestar, confronta-<br />
do con una praxis que poco a poco<br />
pierde el romanticismo de lo teóri-<br />
co. “¿En dónde están esos hombres<br />
admirablemente armados y montados<br />
[…]?”, 7 se cuestiona melancólicamente<br />
el periodista. No será el<br />
último en hacerlo.<br />
El siglo xx estuvo lleno de hombres<br />
y mujeres como Luis Cervantes<br />
en<br />
distintas latitudes. Se llamaban<br />
republicanos ahí, maoístas allá,<br />
sandinistas acá, guevaristas en todos<br />
lados; millones de personas que<br />
hicieron una apuesta temprana por el<br />
futuro, muchas veces con las mejores<br />
intenciones, sin mirar a profundidad<br />
al camarada que tenían al lado.<br />
En<br />
la lógica revolucionaria del siglo<br />
pasado, denunciar los horrores del<br />
Gulag o las actitudes antidemocráti-<br />
cas<br />
de Fidel Castro era sólo hacerle<br />
el juego a la derecha, a la contrarrevolución,<br />
a los enemigos del pueblo.<br />
Mejor dar el gran salto adelante con<br />
este que ahora tenemos, pese a que<br />
nadie alcanzaba a ver si traía paracaídas.<br />
“Por tanto, revolucionarios,<br />
bandidos o como quiera llamárseles,<br />
ellos iban a derrocar al gobierno; el<br />
mañana les pertenecía; había que<br />
estar, pues, con ellos, sólo con ellos”, 8<br />
reflexiona Luis Cervantes en una<br />
novela escrita dos años antes de la<br />
Revolución rusa.<br />
Sino trágico de la izquierda<br />
contemporánea en general y de la<br />
mexicana en particular: la ausencia<br />
de referentes claros, de alternativas<br />
reales, de plataformas verdaderamente<br />
progresistas. Un fenómeno<br />
que provoca que quienes se identifican<br />
con la izquierda en el país<br />
sientan que tienen que pasear en Coyoacán,<br />
no ver Televisa y arrimarse<br />
a movimientos como el de la Coordinadora<br />
Nacional de Trabajadores de<br />
la Educación (cnte) —que no busca<br />
transformar las estructuras económicas<br />
de la nación, redistribuir la riqueza<br />
o abolir la propiedad privada,<br />
sino abrogar una reforma educativa—<br />
para sentir que son oposición.<br />
Que pueden decir, como los pobladores<br />
de Luvina, que el gobierno no<br />
tiene madre, y con eso quedar muy<br />
bien en una sobremesa.<br />
En la novela, “los de abajo” son<br />
en realidad los huérfanos: aquellos<br />
que van de un estado a otro, de una<br />
sierra a otra, buscando primero a<br />
Pánfilo Natera, pero después y siempre<br />
a la sombra del otro patriarca<br />
llamado Pancho Villa, referido en<br />
términos mitológicos, casi infantiles,<br />
por quienes tendrían la edad y<br />
experiencia como para poder verlo a<br />
los ojos.<br />
“¡Ah, Villa!… La palabra mágica.<br />
El gran hombre que se esboza;<br />
el guerrero invicto que ejerce a<br />
distancia ya su gran fascinación de<br />
boa”, 9 dice un personaje de la tropa<br />
de Macías. “¡Nuestro Napoleón<br />
mexicano!”, exclama con emoción<br />
imberbe Luis Cervantes, con lo que<br />
parece ignorar de manera deliberada<br />
lo que les pasó a los franceses revolucionarios,<br />
progresistas y democráticos<br />
que creían que el de Córcega<br />
sería lo que no terminó siendo.<br />
Ese constante errar, aunado a la<br />
ausencia de referentes ideológicos<br />
claros (¿pos cuáles?, preguntaría<br />
Macías) deja a los guerrilleros a<br />
merced de cualquier vaivén con<br />
aires de causa y la oportunidad de<br />
conseguir frijoles y algún dinero.<br />
Y es ahí donde entra en juego el<br />
aspecto más interesante de una lectura<br />
contemporánea de Los de abajo:<br />
la novela también habla, aunque sin<br />
proponérselo —y en eso se revela el<br />
carácter más literario del texto, el<br />
menos acartonado—, del narcotráfico<br />
mexicano.<br />
En 1916 las frases de Luis Cervantes<br />
eran premonitorias: aún<br />
no había evidencia histórica que respaldara<br />
una actitud más cautelosa<br />
respecto a los movimientos revolucionarios<br />
progresistas del siglo xx.<br />
Para 2016, la realidad es opuesta,<br />
y los comentarios del periodista<br />
sólo pueden caracterizarse como de<br />
una ingenuidad dolorosa. Hace cien<br />
años, pues, todavía existían el mito<br />
de Villa y el mito de la izquierda<br />
redentora. Hoy día su ausencia es<br />
un hecho dado. Si en la época de Los<br />
de abajo el gobierno le declaraba la<br />
guerra a los pobres, los pobres podían<br />
salir con sus rifles y decir que<br />
eran parte de una columna revolucionaria.<br />
Ahora los pobres siguen<br />
en guerra, agarran sus cuernos de<br />
chivo y se defienden con la siembra<br />
serrana de amapola.<br />
El sentido y fin último de la lucha<br />
es, según parece insinuar la novela,<br />
lo único que habría cambiado entre<br />
1916 y ahora. El narcotráfico ha<br />
remplazado a la revolución popular<br />
como amparo de la violencia, pero<br />
también como la narrativa política<br />
que otorga sentido a la misma. ¿Acaso<br />
no es raro que el narco haga hoy<br />
día eso que se supone corresponde<br />
a la izquierda, como redistribuir la<br />
riqueza, construir escuelas, casas<br />
y hospitales y ampliar el campo de<br />
oportunidades sociales?<br />
¿Es también casualidad que esas<br />
mismas sierras de Durango donde<br />
la gente acoge a los bandidos de<br />
Los de abajo, poniéndolos lejos de<br />
la mirada de los federales, sean<br />
ahora parte del Triángulo Dorado,<br />
la guarida predilecta de los narcotraficantes?<br />
Baste también recordar la razón<br />
por la cual el protagonista del libro,<br />
Demetrio Macías, se convierte en<br />
un líder revolucionario: “¿Sabe por<br />
qué me levanté?… Mire, antes de la<br />
revolución tenía yo hasta mi tierra<br />
volteada para sembrar, y si no<br />
hubiera sido por el choque con don<br />
Mónico, el cacique de Moyahua, a<br />
estas horas andaría yo con mucha<br />
priesa, preparando la yunta para<br />
las siembras”, 10 le cuenta Macías a<br />
Cervantes. El cacique se conoce hoy<br />
día como el jefe de plaza, el capo. El<br />
“choque con don Mónico” suena a<br />
una extorsión no pagada por Macías.<br />
Si un sicario contemporáneo diera<br />
esa razón para justificar su línea de<br />
trabajo, pocos dudarían de la veracidad<br />
de su relato.<br />
A lo largo de la novela, Macías<br />
y sus allegados llegan incluso a<br />
exhibir el mismo comportamiento<br />
misógino, violento y prepotente con<br />
el que narrativas contemporáneas<br />
han caracterizado ad nauseam a los<br />
narcotraficantes en el México del<br />
presente.<br />
—Oye, mozo— gritó el güero<br />
Margarito en una cantina—, te he<br />
pedido agua con hielo… Entiende<br />
que no te pido limosna… Mira este<br />
fajo de billetes: te compro a ti y… a la<br />
más vieja de tu casa, ¿entiendes?…<br />
No me importa saber si se acabó, ni<br />
por qué se acabó… Tú sabrás de dónde<br />
me la traes… ¡Mira que soy muy<br />
corajudo!… Te digo que no quiero<br />
explicaciones, sino agua con hielo…<br />
Me la traes o no me la traes? ¡Ah,<br />
no?… Pues toma…<br />
El mesero cae al golpe de una<br />
sonora bofetada. 11<br />
La escena, ambientada hace más<br />
de cien años, parece sacada de la<br />
vida de cualquier narco sinaloense<br />
en la última temporada en Netflix.<br />
Los protagonistas de la historia<br />
de Azuela comparten incluso con<br />
sus contrapartes narcocriminales<br />
la afición por los apodos. En Los de<br />
abajo no son “el Cochiloco” o “el Pozolero”<br />
quienes mueven los engranes<br />
de la historia, sino “la Codorniz”<br />
o “el Manteca”. Ambas camadas<br />
de gatilleros, pasados y presentes,<br />
establecen en sus conversaciones<br />
vasos comunicantes no difíciles de<br />
conectar. “Yo maté a un tendajonero<br />
en el Parral”, comienza su anécdota<br />
un pistolero en la misma escena de<br />
la cantina que acaba de citarse. Así<br />
se siguen las historias de orgullo<br />
asesino. “El tema es inagotable”,<br />
nos dice el narrador de la novela,<br />
en una voz que hace eco del mismo<br />
cansancio y desesperanza con que<br />
se comenta la narcoactualidad mexicana<br />
desde hace algunos años.<br />
Páginas más adelante, esa pesadumbre<br />
explícita del narrador<br />
se convierte en desprecio por sus<br />
personajes. En otra reunión, bajo el<br />
influjo etílico, arranca el tema del<br />
“yo robé”: “[Que] aunque parece inagotable,<br />
se va extinguiendo cuando<br />
en cada banca aparecen tendidos<br />
de naipes, que atraen a los jefes y<br />
oficiales como la luz a los mosquitos”.<br />
Conforme se acerca el final de<br />
la novela queda claro que Macías y<br />
compañía no son ya los revolucionarios<br />
que cambiarán a México como<br />
esperaba Cervantes —quien se larga<br />
a vivir a Texas, lejos de la praxis,<br />
como el propio Azuela—, sino seres<br />
tan intrascendentes que pueden ser<br />
comparados sin más con esos molestos<br />
insectos voladores a los que<br />
nadie da la bienvenida.<br />
Mientras que para nuestro hipotético<br />
lector noruego Los de abajo sería<br />
una novela histórica que describe la<br />
barbarie atávica de una revolución<br />
sombreruda, para los mexicanos el<br />
libro está poblado de frases de una<br />
premonición escalofriante —“Por<br />
los caminos no puede transitar gente<br />
pacífica ahora. Usted lo sabe, mi<br />
jefe”— 12 que no pueden y no deben<br />
quedar enterradas bajo la pétrea<br />
narrativa oficial construida alrededor<br />
del texto.<br />
El volumen de Los de abajo que<br />
provee las citas para este ensayo es<br />
la reimpresión número cincuenta de<br />
un libro que, dice la página de derechos,<br />
tenía cuatro ediciones hasta<br />
2011. A éstas se suman las apócrifas,<br />
las piratas, la del centenario<br />
y las publicadas en otros idiomas.<br />
También habría que añadir las incontables<br />
calles Mariano Azuela que<br />
uno puede encontrar en una rápida<br />
búsqueda topográfica por internet,<br />
y el hecho de que el premio Nacional<br />
de Ciencias y Artes jalisciense esté<br />
enterrado en la mismísima Rotonda<br />
de los Hombres Ilustres. El peso<br />
de una tradición cultural puede<br />
ser opresivo y más de una como la<br />
mexicana (que se cimienta como<br />
pisadas de elefante, a través de las<br />
décadas, en incontables libros de<br />
texto gratuitos, efemérides, medallas,<br />
ediciones conmemorativas),<br />
que encima de todo sirvió durante<br />
los años del régimen priista para<br />
proveer un relato de legitimidad y<br />
de coherencia literaria y política<br />
posrevolucionaria. Puede, a final<br />
de cuentas, hacer que libros como<br />
Los de abajo queden resumidos en<br />
una clase olvidable de “la novela de<br />
la Revolución” y pierdan su cariz<br />
literario a fuerza de ser encapsulados<br />
en una sinopsis fácil, didáctica<br />
y cerrada que niega las posibilidades<br />
hermenéuticas de toda creación<br />
artística. El riesgo de asegurar que<br />
un libro sólo habla de su “presente<br />
inmediato” es hacerse a la idea de<br />
que los textos del pasado no tienen<br />
nada que decirnos.<br />
Los de abajo no es un manual de<br />
soluciones para lidiar con el problema<br />
del narcotráfico ni de la violencia<br />
en México, un país donde algunos<br />
de sus primeros pobladores eran<br />
felices arrancando los corazones<br />
a sus vecinos. Nadie está diciendo<br />
que volver al texto de Azuela, a cien<br />
años de su publicación, revelará las<br />
claves secretas para comprender<br />
el fracaso nacional o la deriva de la<br />
izquierda. En todo caso, lo que este<br />
ensayo busca probar es que el libro<br />
tiene cosas que decir a los lectores<br />
de 2016, cuando el cisma entre carrancistas<br />
y villistas parece menos<br />
grave que el que separa a hipsters y<br />
mirreyes. (Aun así, sí hay advertencias<br />
en el texto sobre lo que supone<br />
“declararle la guerra a los pobres”<br />
o llegar a un estado social donde la<br />
conversación sobre el “yo maté” se<br />
vuelva inagotable.)<br />
En otras palabras, la ficción a<br />
veces nos permite, a través de las<br />
vidas de otras personas, evitar<br />
ciertos escollos. Ningún capitán que<br />
haya visto la película Titánic puede<br />
navegar a la mitad de la noche por<br />
el norte del Atlántico sin un sentido<br />
de responsabilidad acrecentado,<br />
aunque sea de manera inconsciente.<br />
Las historias nos permiten vivir de<br />
manera vicaria los errores de otros<br />
para no tener que cometerlos nosotros<br />
mismos.<br />
La clave, pues, no está en petrificar<br />
la novela, hacer un busto con<br />
ella, dejarla inmóvil a lo largo de un<br />
siglo y hacer cincuenta ediciones<br />
para que a ninguna biblioteca le falte<br />
su reproducción monolítica, sino<br />
en dejar que la roca tome su propio<br />
curso y a su paso a veces derribe, a<br />
veces construya. “Mira esa piedra”,<br />
dice Demetrio Macías al final de Los<br />
de abajo, “cómo ya no se para”. El<br />
destino de todo libro es contribuir a<br />
esa avalancha. •<br />
6 Ibid., p. 23<br />
7 Ibid., p. 32<br />
8 Ibid., p. 33<br />
9 Ibid., p. 73<br />
10 Ibid.,pp. 45-46<br />
11 Ibid., p. 84<br />
12 Ibid., p. 137<br />
enero de 2017 la gaceta 17
segundo concurso iberoamericano de ensayo para jóvenes 2016<br />
¿La revolución<br />
era una fiesta?<br />
Mención honorífica en el Segundo<br />
Concurso de Ensayo Hispanoamericano<br />
para Jóvenes (2016), el presente e texto<br />
discurre sobre la relación de la violencia<br />
homicida y la fiesta en la obra de<br />
Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán<br />
desde un enfoque antropológico<br />
y filosófico.<br />
carlos andrés torres cabrera<br />
Martín Luis Guzmán<br />
tituló La<br />
fiesta de las<br />
balas a su más<br />
famoso cuento<br />
sobre la revolución<br />
mexicana.<br />
Revolucionario también, pero con el<br />
arma de la novela, Mariano Azuela<br />
escribió Los de abajo, un retrato de<br />
campesinos inmersos en el paisaje<br />
festivo y mortal de principios del siglo<br />
XX mexicano.<br />
Todas estas alusiones a lo festivo<br />
nos hacen preguntar si en verdad la<br />
Revolución mexicana pudo ser una<br />
fiesta, a pesar de las celebraciones<br />
bajo el fulgor de las balas, el brindis<br />
con copas manchadas de sangre y<br />
el baile de corridos con la muerte.<br />
Pareciera que los escritores antes<br />
mencionados se quedaron con un<br />
sabor amargo, sardónico e insatisfecho<br />
de lo que creyeron fue una<br />
fiesta.<br />
Martín Luis Guzmán plasma en su<br />
cuento la figura hercúlea y solitaria<br />
de Rodolfo Fierro, mano derecha de<br />
Pancho Villa. A pesar de sus notables<br />
atributos humanos (a Guzmán<br />
le parece que) Fierro enfermó de<br />
antagonismo porque puso en escena<br />
las asesinas dramaturgias del general<br />
Villa.<br />
A un suceso que tendría que ser<br />
rutinario, Fierro le inyecta una dosis<br />
de sádica diversión. Fusilar quinientos<br />
prisioneros de guerra es una<br />
rutina de la revolución que cualquier<br />
hombre de bien trataría de terminar<br />
lo más pronto posible como un trámite<br />
doloroso pero necesario. Cuando<br />
cualquiera optaría por un rápido<br />
fusilamiento en el paredón, Fierro<br />
—sin dejo de compasión— se brinca<br />
la costumbre y propone un juego: los<br />
prisioneros harán carreras con la<br />
bala; si logran brincar y sobrevivir<br />
al paredón de fusilamiento, se ganan<br />
su libertad.<br />
No hay salvación, todo es la ilusión<br />
de un juego falso. La perfecta<br />
puntería de Fierro acaba con todos<br />
los prisioneros. Los espasmos de<br />
los hombres al morir semejan, para<br />
el autor, a cuerpos bailando en una<br />
fiesta. De la misma forma, en Los<br />
de abajo, el güero Margarito hace<br />
bailar enanos disparando balas a<br />
sus pies. En ambos relatos las balas<br />
ironizan sobre el cuerpo ajeno y lo<br />
hacen bailar la danza de la muerte.<br />
Martín Luis Guzmán enfatiza el<br />
trato hostil que Rodolfo Fierro da a<br />
sus prisioneros, haciéndonos creer<br />
que les da una oportunidad para<br />
salvarse al brincar el paredón. En<br />
realidad no hay tal oportunidad,<br />
todo está maquinado de tal forma<br />
que nadie escape, Fierro muestre<br />
su habilidad con la pistola y todos<br />
mueran por igual. El fugitivo sobreviviente<br />
resulta una afortunada<br />
equivocación.<br />
Mientras Rodolfo Fierro se divierte<br />
jugando al asesino, se duerme<br />
fetalmente en un cómodo “pesebre”<br />
y se preocupa tiernamente por quitarse<br />
la hinchazón de su dedo índice<br />
por tirar del gatillo; la masa de<br />
prisioneros muere con la esperanza<br />
de sobrevivir. Juego con la muerte<br />
y con las ilusiones, La fiesta de las<br />
balas parece un brutal antecesor del<br />
videojuego.<br />
Llamar fiesta a este cuento se<br />
vuelve una calurosa ironía. Decir lo<br />
contrario, tomar en serio la palabra<br />
fiesta, sería un absurdo. Así como<br />
sería absurdo decirle a un niño que<br />
está en una fiesta cuando juega<br />
a asesinar marcianos frente a su<br />
televisor. Festejo el de las balas que<br />
cumplen con su cometido. Festejo<br />
onanista, ególatra, el de Fierro. Festejo<br />
brutalmente liquidado el de los<br />
prisioneros creyendo en su salvación;<br />
pero nunca fiesta.<br />
En la película boliviana Yvy<br />
Maraey (2013), Elio Ortiz y Juan<br />
Carlos Valdivia asisten a la fiesta de<br />
un pueblo. El pueblo está dividido<br />
en dos: el barrio guaraní, indígena,<br />
y el barrio karai, de personas de<br />
piel blanca. Ambos barrios celebran<br />
fiestas al mismo tiempo en<br />
un ambiente tenso, al borde de la<br />
confrontación. Inevitablemente,<br />
después de horas de tomar bebidas<br />
alcohólicas, los barrios pelean por<br />
una nimiedad. Elio Ortiz, antropólogo,<br />
lamenta la pelea y afirma:<br />
“Esto ya no es una fiesta”. Y Juan<br />
Carlos Valdivia, cineasta, reflexiona<br />
si en algún momento no deberíamos<br />
dejar de ser occidentales o indígenas<br />
para ser más humanos y estar más<br />
unidos.<br />
Octavio Paz (1999) no piensa lo<br />
mismo cuando, en El laberinto de la<br />
soledad, afirma que por la explosión<br />
desbordada de las íntimas pasiones<br />
humanas en una fiesta uno puede<br />
llegar a asesinar, emocionado por el<br />
encuentro con sus semejantes humanos.<br />
Richard Schechner y Victor<br />
Turner cuando estudian el ritual<br />
—operación similar a la fiesta— hablan<br />
de la “experiencia de la camaradería<br />
ritual comunitas”:<br />
La comunitas […] representa el deseo<br />
de una relación total, no mediatizada<br />
de persona a persona, una relación<br />
que no obstante no sumerja al uno<br />
en el otro, sino que salvaguarde sus<br />
caracteres únicos en el acto mismo<br />
de realizar su comunidad […] Casi en<br />
cualquier parte la gente puede ser<br />
subvertida respecto a sus deberes y<br />
derechos y llevada a una atmósfera<br />
de comunitas […] ese momento en<br />
que personas compatibles —amigos,<br />
congéneres— alcanzan un destello<br />
de mutuo entendimiento lúcido en el<br />
plano existencial, en que sienten que<br />
todos los problemas, ya sean emocionales<br />
o cognitivos, y no sólo sus propios<br />
problemas, podrían resolverse si<br />
tan sólo el grupo al que se percibe […]<br />
como nosotros pudiera sostener su<br />
iluminación intersubjetiva. [Turner<br />
citado en Schechner, 2012].<br />
Este alto grado de comunidad, de<br />
relación y empatía, imposibilita el<br />
homicidio. El acto de matar requiere<br />
distancia emocional entre personas.<br />
Una fiesta es un espacio para hacer<br />
comunidad. Quien está dentro de<br />
una fiesta se vuelve parte de una<br />
comunidad. Un acto violento suspende<br />
el ambiente festivo y propicia<br />
la guerra.<br />
La fiesta es una forma de ritual.<br />
Es necesario recordar que lo que<br />
nosotros llamamos fiesta tiene su<br />
antecedente en las formas rituales<br />
de la Antigüedad clásica y cristiana.<br />
La fiesta es un momento de derroche,<br />
se consumen los excesos de la<br />
producción alimenticia. Fiesta es<br />
signo de abundancia en todos los<br />
sentidos. Exceso de alimentos terrenales<br />
para el estómago, emocionales<br />
para el espíritu, sexuales para el<br />
cuerpo. La fiesta es fuego artificial,<br />
no arma de fuego. Aceptación de la<br />
muerte, no consumación. Goce de la<br />
vida, no sacrificio. Después del goce<br />
viene la redención de los pecados.<br />
Entonces sí, la muerte se presenta<br />
en forma simbólica cuando termina<br />
la fiesta. No puede haber sacrificios<br />
ahí donde todavía no hace falta nada<br />
por lo cual sacrificarse.<br />
Cuando Ernest Hemingway escribió<br />
Fiesta en la década de 1920,<br />
retrató a la “generación perdida” de<br />
estadounidenses que iban a París a<br />
buscar una justificación, una motivación<br />
existencial en la vivacidad de<br />
las fiestas nocturnas. Los estadounidenses<br />
buscaban tomar cucharadas<br />
condensadas de vida después del<br />
vacío que les dejó la primera Guerra<br />
Mundial. Los jóvenes contraponían<br />
la vivaz locura de la fiesta parisina<br />
a la mortal experiencia de la guerra.<br />
(Juan Villoro, 2006)<br />
18 la gaceta © andrea garcía flores<br />
enero de 2017
¿la revolución era una fiesta?<br />
Bolívar Echeverría,<br />
filósofo, pensaba que<br />
la historia humana se<br />
divide en dos tiempos.<br />
El tiempo ordinario<br />
de la cotidianidad, de la<br />
rutina, de las reglas<br />
establecidas. Y el tiempo<br />
extraordinario en el que<br />
la sociedad y las reglas<br />
establecidas se ponen en<br />
crisis y se cuestionan.<br />
Al tiempo extraordinario<br />
pertenecen el juego,<br />
la fiesta y las artes.<br />
Asesinar significa fragmentar,<br />
excluir, confrontar, agredir.<br />
Fiesta, por el contrario, significa<br />
unir, comulgar, incluir, vivir, tener<br />
empatía. Octavio Paz dice que fiesta<br />
es participar. En una fiesta participamos<br />
para crear comunidad,<br />
no para destruirla. El asesinato<br />
suele vincularse con la soledad y la<br />
enemistad. Como en La fiesta de las<br />
balas, Rodolfo Fierro, el que asesina,<br />
es un solitario.<br />
En Los de abajo, Demetrio Macías<br />
—líder revolucionario— huye y<br />
enfrenta al ejército federal porque<br />
un cacique de la región lo acusó<br />
injustamente de ser revolucionario.<br />
Con muchos triunfos y cierta fama<br />
de gran general, Macías se mantiene<br />
al margen de la lucha revolucionaria<br />
y concentra sus esfuerzos contra el<br />
cacique local y las tropas federales<br />
que lo atacan. Cuando puede, él y<br />
sus veinte hombres descansan de<br />
la pesada faena de la guerra y viven<br />
de la bondad de pueblos hartos de la<br />
hostilidad federal.<br />
Todo cambia cuando Luis Cervantes,<br />
un estudiante de medicina,<br />
se une a la tropa de Macías y le<br />
recomienda sumarse a las filas del<br />
general Natera, pues dice Luis: “Es<br />
mentira que la lucha de Demetrio<br />
sea sólo contra el cacique local, es<br />
en realidad una lucha contra todos<br />
los caciques del país que oprimen al<br />
pobre”. Convencidos, Macías y su<br />
tropa salen rumbo a Zacatecas para<br />
unirse a la bola. Una vez sumada<br />
a las filas de Natera, la tropa de<br />
Demetrio adquiere los vicios de los<br />
grandes ejércitos de la revolución y<br />
acepta sin consideración a desertores<br />
federales y asesinos maniáticos.<br />
Roban a pobres y a ricos por igual,<br />
matan a gente inocente y secuestran<br />
muchachas para violarlas. Se ganan<br />
entonces la enemistad de los pueblos<br />
que antes los alababan y pronto<br />
acaban con las riquezas disponibles<br />
para la manutención de una tropa<br />
cada vez más numerosa.<br />
Luis Cervantes deserta y se va<br />
a vivir a Estados Unidos con las<br />
ganancias que le dejaron los robos de<br />
la revolución. La tropa de Demetrio<br />
Macías pasa hambrunas, sufre cuantiosas<br />
bajas, deambula por ciudades<br />
pauperizadas y vacías, pierde la<br />
motivación, ya no sabe ni por qué lucha<br />
y termina por morir toda en una<br />
emboscada. Sólo sobrevive Demetrio<br />
Macías que aún sin razón para pelear<br />
sigue, solitario, el vértigo pronunciado<br />
de matar en una revolución ajena.<br />
Luis Cervantes irrumpe en la novela<br />
con buen semblante. Aunque de<br />
clase alta capitalina, parece un chico<br />
inteligente y solidario que busca<br />
ayudar a la causa revolucionaria. Un<br />
estudiante de ideales buenos y coherentes.<br />
Simpatizamos con él porque<br />
después de pasar mucho tiempo con<br />
un personaje y ver la historia desde<br />
su perspectiva, adoptamos su visión<br />
de la realidad y nos identificamos<br />
con él (criticaría Brecht).<br />
Camila se enamora de Luis Cervantes.<br />
Ella es una mujer campesina<br />
que representa la bondad absoluta,<br />
la pureza inmaculada, la ayuda desinteresada.<br />
Sin embargo, su idilio se<br />
derrumba por la desidia del capitalino.<br />
Cuando Demetrio Macías pide<br />
para sí a Camila, el “curro” Cervantes<br />
la rapta con engaños, como si el<br />
enamorado fuera él mismo, y la lleva<br />
sin escrúpulos con su general. Esto<br />
nos hace ver a un Luis Cervantes<br />
cuyo amor por el campesinado son<br />
pura palabrería hueca e interés por<br />
estar cercano al poder. Es como si<br />
las bondades de la patria rural se<br />
corporeizaran en una mujer, y el<br />
hombre, al despecharla, también rechazara<br />
sus ideales revolucionarios.<br />
Poco a poco vamos deconstruyendo<br />
nuestra positiva visión de Cervantes.<br />
La manera en la que trata a<br />
Camila, su hipocresía cuando roba,<br />
sus maleables ideales y sobre todo<br />
su posterior deserción de la tropa<br />
en el momento más crítico, nos<br />
hacen terminar por desencantarnos.<br />
Pareciera que su intervención<br />
en la revolución y la recomendación<br />
de unirse a las tropas de Natera no<br />
eran honestos ideales sino mero<br />
oportunismo. Y en una lucha armada<br />
aprovecharse de los demás no es<br />
ni revolucionario ni festivo. El hombre<br />
de clase alta no pudo ni trató de<br />
hacer comunidad con la tropa que<br />
hipócritamente apoyaba.<br />
Bolívar Echeverría, filósofo,<br />
pensaba que la historia humana se<br />
divide en dos tiempos. El tiempo<br />
ordinario de la cotidianidad, de la<br />
rutina, de las reglas establecidas. Y<br />
el tiempo extraordinario en el que la<br />
sociedad y las reglas establecidas se<br />
ponen en crisis y se cuestionan. Al<br />
tiempo extraordinario pertenecen<br />
el juego, la fiesta y las artes. Para<br />
Echeverría la fiesta es el espaciotiempo<br />
en el que sucede el encuentro<br />
de la sociedad con lo platónico y<br />
lo imaginario, a veces mediante la<br />
ayuda de alucinógenos.<br />
La fiesta es entonces un momento<br />
en el que todos juntos podemos<br />
cuestionar las reglas de nuestra<br />
sociedad y sumirnos en el caos sin<br />
consecuencias. Es tratar de acercar<br />
el mundo objetivo a la imposibilidad<br />
y la perfección de lo imaginario. Por<br />
eso, en la fiesta el rico es pobre, el<br />
loco es rey, la mujer es hombre. La<br />
fiesta es un espacio de innovación,<br />
de creación, de imaginación de otro<br />
mundo posible. En este sentido, la<br />
fiesta es la posibilidad de la revolución,<br />
de subvertir nuestro mundo.<br />
Como decía Turner (Schechner,<br />
2012) sobre la comunitas: es cuando<br />
tenemos la sensación de que si<br />
seguimos así de interrelacionados<br />
podremos solucionar todos nuestros<br />
problemas. La muerte, sin embargo,<br />
no subvierte el mundo, sino que lo<br />
destruye. Una revolución como la<br />
mexicana es entonces fiesta en tanto<br />
proceso imaginativo y no es fiesta<br />
en tanto confrontación.<br />
Mijail Bajtin, pionero en la lectura<br />
“carnavalesca” de la literatura, veía<br />
en la risa la característica central de<br />
los carnavales. La risa como inteligencia.<br />
La risa como crítica. La risa<br />
como un producto ajeno a la seriedad<br />
de la Iglesia. Elemento de las<br />
clases populares a contrapelo de las<br />
élites. Henri Bergson decía que para<br />
reírnos de algo o de alguien tenemos<br />
que distanciarnos emocionalmente<br />
y adoptar una postura crítica. Antonio<br />
Lafuente afirma que reírnos<br />
juntos fomenta un sentimiento de<br />
comunidad. El que ríe forma parte,<br />
es incluido, es parte de la comunidad.<br />
La risa es paradójica: se ríe de<br />
alguien, lo ataca, lo critica y al mismo<br />
tiempo hace comunidad, incluye,<br />
une. La risa es tiempo ordinario de<br />
consolidación de comunidad y tiempo<br />
extraordinario de crítica hacia la<br />
misma. Paradoja de la fiesta: une y<br />
desune. Identidad crítica.<br />
Leonardo da Jandra critica la visión<br />
marxista de Bolívar Echeverría<br />
y de Mijail Bajtin. La modernidad y<br />
los marxistas, dice Da Jandra, tienden<br />
a ver todo en términos contrapuestos,<br />
buscan separar el tiempo<br />
ordinario del extraordinario, lo<br />
apolíneo de lo dionisiaco y sobre todo<br />
lo sagrado de lo profano. Si los marxistas<br />
buscaban la confrontación, los<br />
opuestos, la dialéctica, las revoluciones<br />
las concebían como fiestas, pues<br />
se veía la revolución como tiempo<br />
extraordinario, no como tiempo<br />
ordinario y productivo. Lo necesario<br />
ahora es ver la complementariedad<br />
de los opuestos.<br />
Quizá Da Jandra olvida que el<br />
marxismo no sólo contempla la tesis<br />
y la antítesis, también vislumbra la<br />
necesaria síntesis. Y síntesis es lo<br />
que anhelan tanto Da Jandra como<br />
Echeverría. La fiesta no puede ser<br />
totalmente profana y dionisiaca, es<br />
decir, obedecer al exceso sin medida.<br />
La fiesta también debe tener<br />
una pequeña dosis de sacralidad, de<br />
belleza, de reglas mínimas para la<br />
convivencia. Una sacralidad que es<br />
contacto con la divinidad del estar<br />
todos interconectados, creyendo<br />
alcanzar la verdad de una imaginación<br />
suprema, colectiva y empática.<br />
La novela Los de abajo está<br />
llena de fiestas en los momentos de<br />
esparcimiento, cuando no se libran<br />
batallas. Su lenguaje es reflejo de<br />
la risa carnavalesca y de la cultura<br />
popular. De manera paulatina,<br />
las fiestas van transformándose,<br />
camaleónicas, dependiendo de su<br />
entorno. Al principio los revolucionarios<br />
participan del derroche y la<br />
música de los pueblos en que irrumpen.<br />
Todos comparten el anhelo<br />
de un mundo donde los federales<br />
no saqueen las casas y no violen a<br />
las muchachas. La tropa comparte<br />
mujer y los casados se enamoran.<br />
Un campesino se disfraza de cura.<br />
Cuando los revolucionarios no cumplen<br />
el rutinario trabajo de batallar<br />
en la revolución, comen lo más que<br />
su pobreza les deja y descansan para<br />
recuperarse.<br />
Luis Cervantes llega para trastocarlo<br />
todo, él representa el punto de<br />
quiebre de la realidad campesina. La<br />
pureza e idealización del campesinado<br />
se corrompe con la llegada de<br />
la contaminada urbanidad de Cervantes.<br />
Esta confrontación de clases<br />
dentro del mismo bando atenta<br />
contra la naturaleza festiva de la cotidianidad<br />
revolucionaria. Morenos<br />
y güeros, ricos y pobres, esas fueron<br />
las diferencias que avivaron la<br />
mecha de buena parte de la revolución.<br />
En la fiesta y en la revolución,<br />
las jerarquías sociales, los gremios<br />
y las diferencias deberían tender a<br />
borrarse. Cervantes es un hombre<br />
que nunca empatiza, nunca se incorpora,<br />
ni se vuelve real congénere o<br />
hermano de los revolucionarios a<br />
quienes apoya. Es por su culpa que<br />
la segunda ronda de fiestas se da en<br />
las ciudades:<br />
La tropa entra a saquear las casas,<br />
los pobres se enriquecen por un<br />
tiempo, comen en abundancia, gastan<br />
en exceso. Una mujer, La Pintada,<br />
enamora a varios hombres y los<br />
cela. Las novias de unos son novias<br />
de otros. Los cuerdos son locos y los<br />
locos dicen comentarios cuerdos.<br />
Luis Cervantes, universitario, da<br />
un discurso que nadie entiende pero<br />
todos aplauden, la intelectualidad<br />
se vuelve farsa. Esta particular<br />
abundancia de recursos robados se<br />
derrocha en exceso, lo que da paso<br />
a la tercera ronda de fiestas donde<br />
todo escasea. De vuelta a su lugar<br />
de origen, la tropa no es recibida. Lo<br />
único que queda es robar miserias y<br />
saquear casas vacías. En el capítulo<br />
final hay un precioso contraste<br />
entre la tranquilidad y el festejo del<br />
inicio del día con el súbito e inesperado<br />
tiroteo que acaba con la tropa<br />
de Demetrio Macías:<br />
“Fue una verdadera mañana de<br />
nupcias […] Los soldados caminan<br />
por el abrupto peñascal contagiado<br />
de la alegría de la mañana […] Y por<br />
eso los soldados cantan, ríen y charlan<br />
locamente”.<br />
“¿Con que si el enemigo, en vez de<br />
estar a dos días de camino todavía,<br />
les fuera resultando escondido entre<br />
las malezas de aquel formidable<br />
barranco, por cuyo fondo se<br />
han aventurado? […] Y cuando<br />
comienza un tiroteo lejano, donde<br />
va la vanguardia, ni siquiera se<br />
sorprenden ya […] Pero el enemigo,<br />
escondido a millaradas, desgrana<br />
sus ametralladoras, y los hombres<br />
de Demetrio caen como espigas cortadas<br />
por la hoz.” (Azuela, 2007).<br />
La mañana que era una fiesta de<br />
nupcias se eclipsa con el fuego mortífero<br />
de la metralla. Así se consumó<br />
el final de la fiesta, cuando se<br />
bebía el último barril de tequila,<br />
cuando se cantaba, se reía y se<br />
charlaba. Así se terminó de fulminar<br />
la fiesta, con las ametralladoras<br />
del enemigo. La fiesta cegada<br />
con la muerte, la muerte que cegó<br />
una comunidad, la comunidad que<br />
sobrevive en Demetrio Macías, solitario,<br />
disparando eternamente como<br />
Rodolfo Fierro, por la ya muy ajena<br />
causa de la revolución.<br />
La Revolución mexicana no fue<br />
una fiesta, aunque tuvo muchas<br />
fiestas dentro de sí. La característica<br />
fundamental de la lucha armada<br />
es que hay homicidios, eso impide<br />
llamar fiesta a la revolución. Pero<br />
la capacidad de los revolucionarios<br />
de imaginar, de subvertir el orden<br />
cotidiano, el fuerte sentimiento de<br />
comunidad en algunos fragmentos<br />
de las obras analizadas nos permiten<br />
declarar que en la revolución<br />
pervivió una actitud festiva para<br />
contrarrestar el poco fraternal y frívolo<br />
hecho de la muerte violenta. •<br />
enero de 2017 la gaceta 19
N OVEDADES<br />
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA<br />
ND O DE CULTUR<br />
ENERO DE 2017<br />
553<br />
El volcán y el sosiego<br />
Una biografía<br />
de Gonzalo Rojas<br />
fabienne bradu<br />
El rumbo de la<br />
transformación<br />
educativa<br />
Temas, retos<br />
globales y<br />
lecciones sobre<br />
la reforma<br />
sistémica<br />
helen janc malone (coord.)<br />
Gracias a su cercanía con<br />
Gonzalo Rojas, su obra y su<br />
familia,<br />
y después de una<br />
minuciosa investigación y largas<br />
entrevistas, Fabienne Bradu traza<br />
cronológicamente pero con ritmo<br />
y tono novelísticos la vida de este<br />
gran poeta chileno: la relación con<br />
sus padres, sus innumerables viajes<br />
por Chile y el resto del mundo, sus<br />
amoríos abiertos y clandestinos,<br />
su descubrimiento de la poesía, sus<br />
relaciones con Salvador Allende<br />
y Pablo Neruda, su participación<br />
en encuentros y lecturas y la<br />
recepción de los premios Reina<br />
Sofía y Cervantes, entre otros. El<br />
lector descubrirá la deslumbrante<br />
vida de este hombre cordial y<br />
altivo marcado por profundas<br />
contradicciones, una de las voces<br />
fundamentales de la poesía<br />
hispanoamericana contemporánea.<br />
Con este volumen, el fce inicia<br />
los festejos del centenario de su<br />
nacimiento.<br />
tierra firme<br />
1ª ed., 2016, 486 pp.<br />
$290<br />
La reforma educativa se ha convertido en<br />
objetivo esencial de toda nación que pretenda<br />
mantener o elevar el nivel de vida de sus<br />
habitantes. Publicada originalmente en 2013,<br />
este volumen contiene 25 ensayos agrupados<br />
en cinco apartados que dan una visión global,<br />
coherente y crítica de la educación en el<br />
mundo. Las miradas de estudiosos de diversas<br />
nacionalidades y experiencias permiten<br />
conocer las diversas reformas educativas<br />
emprendidas en el orbe, los factores que<br />
intervienen en el desarrollo de los estudiantes<br />
—como la tecnología—, las distintas<br />
capacidades de los alumnos, el diseño de los<br />
programas y la formación docente requerida<br />
para lograr los objetivos que se proponen.<br />
Lo más interesante aquí es constatar la gran<br />
diversidad de puntos de vista sobre el tema.<br />
educación y ped agogía<br />
1ª ed., 2016, 224 pp.<br />
20 la gaceta enero de 2017
Peces dulce acuícolas<br />
de México en peligro de<br />
extinción<br />
gerardo ceballos, edmundo díaz<br />
pardo, lourdes martínez estévez y<br />
héctor espinosa pérez (coords.)<br />
Los peces en general, y los<br />
dulceacuícolas en particular, son<br />
el grupo más diverso entre los<br />
vertebrados, pero también uno de<br />
los más diezmados. Este libro es un<br />
extenso catálogo de las especies de<br />
peces dulceacuícolas en peligro de<br />
extinción en México, cuyo objetivo es<br />
generar un mayor conocimiento sobre<br />
ellas y sus hábitats para su mejor<br />
preservación. El catálogo contiene<br />
fichas técnicas e ilustraciones de<br />
cada una de las especies, incluyendo<br />
mapas de localización. Es referencia<br />
indispensable para los estudiosos<br />
del tema y de las ciencias biológicas<br />
y ambientales en general.<br />
ediciones científicas universitarias<br />
1ª ed., 2017 umbrales<br />
1ª ed., 2017<br />
¿Qué era el socialismo<br />
y por qué se desplomó?<br />
katherine verdery<br />
Este conjunto de artículos<br />
es el resultado de diversas<br />
investigaciones realizadas<br />
en la década de los ochenta y<br />
principios de los noventa sobre<br />
el funcionamiento del socialismo<br />
real y las direcciones que tomaron<br />
las naciones de la Europa del<br />
Este después de su derrumbe. El<br />
enfoque de la obra es antropológico<br />
imbuido de un espíritu escéptico<br />
ante las expectativas de una<br />
supuesta transición inmediata al<br />
libre mercado, y prejuicios como<br />
la creencia en la existencia de un<br />
totalitarismo absoluto. El método<br />
expositivo describe con claridad la<br />
lógica interna del socialismo real<br />
y las causas de su colapso dentro<br />
de las dinámicas nacionales y el<br />
contexto mundial.<br />
El mar de los deseos<br />
El Caribe afroandaluz,<br />
historia y contrapunto<br />
antonio garcía de león griego<br />
Estudio de gran amplitud y detalles<br />
de los orígenes históricos y<br />
culturales de la música del Caribe<br />
y sus relaciones con las tradiciones<br />
y corrientes musicales de América<br />
con una visión de conjunto bien<br />
articulada. Describe las condiciones<br />
históricas y la conformación<br />
cultural de lo que el autor llama “el<br />
Gran Caribe”, para ubicar su tema<br />
central, el cancionero, recopilación<br />
de las expresiones musicales<br />
surgidas en esa gran región. Este<br />
“cancionero colonial caribeño” es<br />
producto del nexo entre tradición<br />
histórica y tradición cultural, por lo<br />
que se convierte en una herramienta<br />
muy valiosa para la reconstrucción<br />
histórica de la época colonial y<br />
la apreciación de su herencia en<br />
nuestra época.<br />
historia<br />
1ª ed., 2016, 299 pp.<br />
$245<br />
Martín y el rey del bosque<br />
sebastian meschenmoser<br />
En esta nueva aventura<br />
acompañamos a la entrañable<br />
ardilla Martín a conocer los<br />
misterios que esconde el bosque<br />
donde habita. La historia empieza<br />
cuando Ramón cuenta las leyendas<br />
en torno al rey del bosque, quien<br />
aparece cada cien años para<br />
traer prosperidad y mejorar la<br />
vida de sus habitantes. Martín<br />
reflexiona sobre esa idea y, a la<br />
mañana siguiente, se queda muy<br />
sorprendido pues en la puerta de<br />
su casa aparece un ser misterioso.<br />
Todas las características descritas<br />
por Ramón encajan, no puede haber<br />
equivocación: es el “rey” que viene<br />
a enseñarles algunas costumbres<br />
y hábitos que, según Martín y sus<br />
amigos, “mejorarán” la vida de<br />
todos. Algunas son tan extrañas<br />
como rascarse mucho detrás de las<br />
orejas, dar vueltas en círculos y,<br />
además, una actividad muy peculiar:<br />
marcar el territorio. Pero esto, en<br />
lugar de solucionarlo todo, hará del<br />
bosque y sus habitantes un caos muy<br />
apestoso. La visita del rey afectará<br />
a los animales del bosque en más de<br />
un sentido, los obligará a reflexionar<br />
sobre la convivencia en su pequeña<br />
comunidad y tendrán que buscar<br />
juntos la solución al problema que<br />
ellos mismos crearon.<br />
los especiales de a la orilla del viento<br />
1ª ed. en español, 2017, 64 pp.<br />
enero de 2017 la gaceta 21
trasfondo<br />
Bizarro<br />
Piano Bar<br />
Agustín Gendron<br />
Una historia de la ciudad nocturna<br />
—sublimes contra rudos en un bar<br />
de Sanborns— narrada por una<br />
voz que superpone sus ideales es<br />
estéticos y recuerdos más<br />
preciados a la ordinariez cómica<br />
de la vida. A duras penas,<br />
lo sublime alcanza a librar<br />
el trance.<br />
Cuando Billy nos contó sobre<br />
su nuevo trabajo, supe<br />
que tarde o temprano lo<br />
tendríamos que rescatar.<br />
Y no es que fuera un mal pianista;<br />
al contrario, su técnica era impecable<br />
y sabía conectarse con el público.<br />
Podía tocar de todo, contar muy<br />
buenas historias y ser encantador.<br />
Si acaso tendía a adornar de más<br />
una frase o a sobrecargar las melodías,<br />
muy al estilo de su ídolo Oscar<br />
Peterson, pero cuando estaba en<br />
vena era capaz de darle vida a todo<br />
lo que salía de sus manos.<br />
No; su verdadero problema estaba<br />
en lo que él mismo definía como su<br />
“lado jazz”. “¿Lado jazz? Más bien<br />
su afición desmedida por el alcohol”,<br />
sentenciaban las almas simples,<br />
siempre tan definitivas en sus<br />
juicios. En realidad, ambas partes<br />
tenían algo de razón: si bien era<br />
innegable la existencia de algo indefinible<br />
en la personalidad de Billy,<br />
algo que lo impulsaba hacia el lado<br />
oscuro de la luna y lo incapacitaba<br />
para engrosar las filas de la gente de<br />
bien, también era indiscutible que,<br />
bajo el influjo de Baco, su repertorio<br />
se volvía más impredecible, sus<br />
historias más extrañas y su encanto<br />
más desconcertante.<br />
Por eso, cuando Billy nos dijo que<br />
iba a tocar en un bar de Sanborns se<br />
encendió una pequeña luz roja en el<br />
tablero de la cordura, junto con un<br />
discreto regocijo con aroma a azar y<br />
a precipicio. “La clientela de esos lugares<br />
no aprecia lo que tú tocas”, le<br />
advertimos. “Sólo tienen dos cartas<br />
de navegación: la nostalgia o la lujuria,<br />
y ambas acaban por aburrir si<br />
se vuelve a ellas noche tras noche.”<br />
Pero Billy no se arredró: “Para<br />
todos tengo, con tal de que no arrebaten.<br />
Si andan chipilosos les suministro<br />
trova y boleros, con algo de<br />
Chopin en medio para amacizar. A<br />
las parejitas puedo complacerlas con<br />
su José José de aperitivo y les doy<br />
la estocada con Sinatra: los moteles<br />
me van a pagar comisión. ¿Quieren<br />
sus Beatles? Van. ¿Su Elton John?<br />
Pero cómo no; a Emmanuel lo<br />
compenso con Serrat y a Mijares<br />
me lo bajo con un buche de Leonard<br />
Cohen. Creo que puedo llegarle<br />
hasta a Arjona. Eso sí, chingaderas<br />
estilo Richard Clayderman no las<br />
toco ni aunque me inviten una botella<br />
de coñac. Toda profusión tiene<br />
un límite. Pero no os preocupéis: mi<br />
selección musical es más variada que<br />
la carta de los cocteles... No estoy en<br />
plan exquisito, y cuando me aburra<br />
me largo”.<br />
Tales fueron sus palabras. Francamente,<br />
lo de Arjona me pareció<br />
exagerado, pero me dio gusto verlo<br />
tan animoso. De hecho, el primer<br />
mes fue una verdadera luna de miel<br />
entre tan singular pianista y los<br />
clientes del bar, a quienes no parecía<br />
desagradarles su ecléctico repertorio.<br />
El único contratiempo fue la inmediata<br />
animadversión entre Billy<br />
y el capitán de meseros, torvo sujeto<br />
cuyas oblicuas miradas lo hacían<br />
parecer espía de caricatura, como<br />
si trajera algo oculto entre manos.<br />
Su ojeriza no era gratuita: en primer<br />
lugar, Billy había desplazado como<br />
entertainer del bar a su amigo Nicho<br />
Mercado, quien, frente a su teclado<br />
Casio, soltaba una retahíla de éxitos<br />
de ayer y hoy, con la peculiar virtud<br />
de hacer que todos sonaran igual.<br />
Billy odiaba los sintetizadores, precisamente<br />
por su uniformidad.<br />
La única condición que puso al<br />
firmar el contrato fue que lo dejaran<br />
meter al bar su viejo piano vertical<br />
que, pese a su desastrada apariencia,<br />
emitía un timbre muy sonoro, y<br />
era idéntico al que toca Sam en Casablanca.<br />
Ahora que lo pienso, creo<br />
que esa similitud era una premonición<br />
de lo que ocurriría algunos<br />
meses más tarde…<br />
El caso es que las maniobras<br />
para acomodar el instrumento en<br />
el pequeño escenario requirieron<br />
la participación de todos los meseros<br />
y trastocaron la rutina del bar.<br />
Tuvieron que mover varios anaqueles,<br />
cargar el piano en vilo por un<br />
pequeño tramo de escalera y apartar<br />
todas las mesas y sillas del bar.<br />
Semejante ajetreo provocó la furia<br />
luciferina del infame capitán, quien<br />
no podía concebir tanta chocantería<br />
de un pinche cantante. “Ni que fuera<br />
Plácido Domingo”, farfullaba. “¿Por<br />
qué no puede tocar un teclado portátil,<br />
como todos los demás? ¿Por qué<br />
tiene que ser un piano de verdad?”<br />
“¡Pues justamente porque es de<br />
verdad!”, contestó Billy a un empleado<br />
de la tienda que días después<br />
le relató el episodio de la mudanza.<br />
A este respecto es justo aclarar que<br />
nuestro amigo se había ganado el<br />
aprecio del personal de servicio. Algunos<br />
meseros le pasaban incluso una<br />
que otra copa de brandy a trasmano<br />
para animarlo cuando no lo sentían<br />
inspirado, algo, por cierto, muy poco<br />
frecuente, porque nosotros mismos,<br />
que llegamos a ir al bar tres o cuatro<br />
veces por semana, manteníamos su<br />
inspiración bien aceitada. Cuatro<br />
copas por noche. Tal era la medida<br />
exacta para hacer que salieran<br />
el Herbie Hancock o el Thelonious<br />
Monk que nos hacían la noche. Más<br />
alcohol significaba acercar peligrosamente<br />
a Billy a su “lado jazz”.<br />
Antes de la infausta noche de los<br />
médicos, el “lado jazz” de Billy apareció<br />
sólo dos veces: en la primera<br />
no contamos con que uno de los<br />
meseros, con más buena fe que prudencia,<br />
proporcionó a Billy una copa<br />
coñaquera llena de Fundador. Esa<br />
descomunal dosis, sumada a la que<br />
ya tenía entre pecho y espalda, hizo<br />
que el pianista empezara a intercalar<br />
fragmentos de Schumann y Liszt<br />
en su repertorio habitual. Cuando<br />
se siguió de largo con un medley de<br />
veinte minutos entre Duke Ellington<br />
y Bartók, ante el comprensible desconcierto<br />
del respetable entramos<br />
rápidamente en acción, cortando de<br />
tajo el insólito recital mediante el<br />
muy barato ardid de sentar a Billy<br />
en nuestra mesa y ya no dejarlo levantarse.<br />
Por suerte, ese día el lugar<br />
estaba casi vacío.<br />
La segunda vez, el lado jazz de<br />
Billy requirió un mayor trabajo de<br />
control de daños. Esa vez, contrario<br />
a su costumbre, Billy se sentó al<br />
piano con varias copas encima, así<br />
que cuando llegó al cuarto vodka<br />
interrumpió su actuación a la mitad<br />
de “I’ve Got You Under My Skin”, se<br />
volvió hacia la clientela y declaró:<br />
“¿Sabían que la baronesa Nica<br />
alcanzó la iluminación en estas<br />
tierras?”<br />
Silencio absoluto. Nos había<br />
tomado por sorpresa. De una mesa<br />
contigua se dejó oír una débil voz de<br />
mujer: “¿Quién?”<br />
“La baronesa Nica de<br />
Koenigswarter, nacida Pannonica<br />
Rotschild, nieta del hombre más<br />
rico del mundo a principios del siglo<br />
veinte. Después de pasar varias<br />
semanas en México, decidió abandonar<br />
a su marido para dedicarse a<br />
proteger el alma del jazz. A ella nos<br />
encomendamos ahora y a su nombre<br />
dedicamos estas ofrendas. Que su<br />
luz llegue a todos los que buscamos<br />
redimir la sed inextinguible<br />
detrás de nuestro instrumento”, y<br />
se arrancó, como era de esperarse,<br />
con “Everything Happens To Me” y<br />
“Straight No Chaser”. A la mitad de<br />
“Ruby My Dear”, otra pausa. Parado<br />
sobre el banco del piano, Billy pedía<br />
la atención de los asistentes:<br />
“Ahora es tiempo de invocar la<br />
palabra sagrada para protegernos de<br />
las falsas promesas y las tentaciones<br />
instantáneas. Unámonos en coro<br />
para repeler a los inicuos y reavivar<br />
22 la gaceta © andrea garcía flores<br />
enero de 2017
izarro piano bar<br />
la fe.” Manteniendo su precario<br />
equilibrio, Billy arremetió:<br />
“They’re selling postcards of the<br />
hanging,<br />
they’re painting the passports<br />
brown<br />
The beauty parlor is filled with<br />
sailors, the circus is in town…”<br />
Cuando terminó, uno de nosotros<br />
dijo: “Eso no es un poema, Billy, es<br />
una canción”. Pero Billy, arrebatado<br />
por la emoción, no se dejó intimidar:<br />
“Si nos obstinamos en meter lo<br />
inefable en cajitas, acabaremos atrapados<br />
dentro de una de ellas porque<br />
es nuestra propia mente quien las<br />
crea. Recuerden lo que dijo un sabio<br />
maestro: la realidad es elástica;<br />
el tiempo, poroso. Tal vez esto lo<br />
estamos viviendo mañana. ¿Ven<br />
este piano? Parece más sólido que<br />
una montaña, pero puedo sacar de<br />
él los sonidos más sublimes; apenas<br />
una vibración que se apaga en un segundo<br />
sin dejar huella; pero también<br />
ocurre lo contrario: su madera es<br />
frágil; nada puede contra una varilla<br />
de metal, pero cuando la oscuridad<br />
se cierne sobre los desamparados,<br />
se vuelve indestructible. Nada es<br />
lo que parece y todo está en movimiento.<br />
Ahora, como escribió James<br />
Douglas Morrison, otro gran poeta<br />
popular: When the music’s over…”<br />
Y a voz en cuello empezó a recitar<br />
sonetos de Quevedo. Llegado este<br />
punto, varias parejas pidieron la<br />
cuenta, amagando con protestar<br />
ante la gerencia. Cuando el capitán<br />
le hizo una seña al guardia de seguridad,<br />
volvimos a entrar al quite:<br />
“Perdonen ustedes esta inesperada<br />
interrupción. Es que somos<br />
asistentes al congreso de poetas<br />
que organizó la universidad y nos<br />
dejamos llevar por la emoción, pero<br />
ya nos retiramos. Una disculpa y<br />
que sigan disfrutando su velada.<br />
Con su permiso.” Y mientras uno<br />
de nosotros pagaba la cuenta, los<br />
demás tomamos rumbo a la salida,<br />
llevándonos a Billy a rastras.<br />
Fuera de estos episodios, disfrutamos<br />
siete u ocho meses de buena<br />
música, conversación y tragos.<br />
Hasta llegamos a establecer un buen<br />
acuerdo: los martes y los miércoles<br />
el lugar (y por ende el repertorio<br />
del pianista) era nuestro; el jueves,<br />
una hora y una hora, y los viernes<br />
y sábados el resto de la clientela<br />
mandaba. Esos días nos limitábamos<br />
a hacer una discreta petición.<br />
Los meseros, contentos de tener<br />
buenas propinas aseguradas los días<br />
más flojos de la semana, nos recibían<br />
con la cordialidad reservada a los habituales.<br />
Incluso nos permitían usar<br />
como salida una puerta semioculta<br />
al final de la barra, misma que daba<br />
a unas escaleras de servicio, y de allí<br />
directo a la calle.<br />
Pero nada es para siempre, y finalmente<br />
llegó la infausta noche de<br />
los médicos.<br />
Fue un jueves cualquiera; nada<br />
que presagiara el fin de nuestra<br />
utopía pianística. Si acaso un<br />
poco más de gente que la usual.<br />
De acuerdo con nuestro trato, la<br />
primera hora transcurría envuelta<br />
en la calidez del más accesible Chick<br />
Corea. Entonces aparecieron cinco<br />
jóvenes residentes de un hospital<br />
cercano, cada uno acompañado por<br />
su respectiva enfermera. Dos o tres<br />
todavía de bata blanca, y uno de<br />
ellos portando un estuche de guitarra.<br />
Nada raro; ya habíamos visto<br />
a varios de sus colegas soltar la<br />
tensión de su demandante actividad<br />
en el bar en compañía de las infaltables<br />
enfermeras, siempre ávidas<br />
de hincarle el diente a presas tan<br />
suculentas.<br />
Pero los médicos de aquella noche<br />
parecían más agresivos. “Qué hueva<br />
de música”, le oí decir a uno. Billy<br />
también lo oyó pero aguantó vara,<br />
pensando que en la segunda hora<br />
se aplacarían con la selección de<br />
las favoritas de siempre. Cuando<br />
terminó su primer set y se sentó en<br />
nuestra mesa a tomar algo y conversar<br />
quince minutos como siempre<br />
lo hacía, los patanes aprendices de<br />
matasanos sacaron la guitarra y se<br />
pusieron a berrear un infecto popurrí<br />
de lo primero que les venía a la<br />
cabeza. En ese momento pensé que<br />
había que castigar tanta majadería,<br />
empujando a Billy al “lado jazz” con<br />
la ayuda de tres Magnos triples y<br />
un misil etílico bautizado “T con A”,<br />
consistente en dos partes de tequila<br />
por una de anís. Todo este arsenal<br />
fue consumido en cuarenta minutos,<br />
al cabo de los cuales estábamos<br />
listos para el combate contra los<br />
emisarios de la vulgaridad.<br />
Como era previsible, cuando Billy<br />
regresó al teclado los médicos y sus<br />
secuaces no se callaron. Una de las<br />
enfermeras, no sé si por socarronería<br />
o ganas de distender el ambiente,<br />
exclamó: “Ya dejen tocar al pianista”,<br />
y dirigiéndose a nuestro amigo,<br />
preguntó melosa: “¿Puedes tocar<br />
‘Balada para Adelina’?”<br />
“De poder, puedo”, contestó Billy,<br />
“eso lo puede tocar un chimpancé<br />
con media hora de ensayos, o uno<br />
de tus amigos con media hora más,<br />
pero poder y querer son cosas distintas.<br />
Ahora dime, ¿por qué alguien<br />
que se consagra al cuidado de la<br />
salud querría infectar el alma de los<br />
demás?”<br />
La joven se le quedó viendo con<br />
perplejidad conmovedora, acaso<br />
descifrando si lo que acababa de<br />
escuchar era un insulto, un halago,<br />
o algo intermedio. Su compañero,<br />
más sagaz, masculló algo ininteligible<br />
y volvió a tomar la guitarra. Con<br />
harto coraje y sentimiento, entonó:<br />
…y cómo es él… en qué lugar se<br />
enamoró de ti…<br />
Inmediatamente después de oír<br />
eso, Billy aulló:<br />
“¡Miserables apologistas de Sancho!<br />
¡No seguirán mancillando este<br />
santuario! ¡Por el poder de Santa<br />
Pannonica y Santa Jeanne Moreau,<br />
les ordeno respetar la belleza!”<br />
Y atacando las teclas con auténtica<br />
sed justiciera, gritó a todo<br />
pulmón:<br />
“¡Camaradas, por la gloria de San<br />
Robert Zimmerman, acallemos a los<br />
mercaderes del templo!”, y se dejó<br />
venir con:<br />
Come you masters of war… You<br />
that build all the guns…<br />
Soltando toda la tensión en un<br />
grito que pudo haberse oído hasta<br />
la calle, mis tres amigos y yo nos<br />
pusimos de pie, volcando vasos y<br />
cacahuates, uniendo nuestras voces<br />
a la de Billy. Ante la fuerza bruta de<br />
nuestro ataque lírico, los doctores,<br />
levantándose también, se cambiaron<br />
rápidamente a los versos de José<br />
Alfredo para inyectar enjundia a<br />
su contraofensiva vocal. Las enfermeras,<br />
todavía sentadas, volteaban<br />
para todos lados, mientras los<br />
meseros, estupefactos, parecían no<br />
percatarse del tumulto que empezaba<br />
a formarse a la entrada del bar,<br />
entre el que destacaba una señora<br />
que preguntaba desde cuándo había<br />
karaoke en Sanborns. Sin saberlo,<br />
todos ellos presenciaban el bizarro<br />
remake de una de las secuencias<br />
más célebres del Hollywood de<br />
antaño, sólo que en vez de nazis<br />
había médicos; en vez de La Marsellesa<br />
canciones de Dylan, y en vez de<br />
Bogart, un mesero entrando apresurado<br />
a advertirnos: “¡El capi fue por<br />
los tiras y ya vienen entrando!”<br />
Ante el peligro de pasar la noche<br />
en los separos de la policía depusimos<br />
la indignación y la defensa del<br />
ideal estético. Abrimos la bendita<br />
puerta de servicio y salimos en<br />
estampida doctores, enfermeras,<br />
amigos, pianista y un grupo de vivales<br />
que huyeron sin pagar. Al llegar<br />
a la calle nos dispersamos, como<br />
mandan los cánones de una fuga eficaz.<br />
Yo corrí hasta un café de chinos<br />
una cuadra adelante, me senté en<br />
un gabinete y pedí un té. A la media<br />
hora me fui a mi casa.<br />
Al día siguiente, el emisario al<br />
que enviamos a liquidar nuestra<br />
cuenta nos dijo que un mesero le<br />
confió que cuando las fuerzas del<br />
orden y el tenaz capitán entraron<br />
por fin al bar, abriéndose paso entre<br />
la multitud de curiosos, sólo hallaron<br />
a una parejita tomada de la<br />
mano —que no se había enterado de<br />
nada—, sillas patas arriba, varios<br />
vasos rotos y la única víctima del<br />
zafarrancho, una guitarra tirada a<br />
la mitad del local, desfondada por<br />
un certero pisotón en el centro de<br />
la caja. Junto a ella, la oscura mole<br />
del piano se alzaba incólume, ajena<br />
al caos, como un benévolo y antiguo<br />
dios tutelar.<br />
Y precisamente, ahora había que<br />
resolver el asunto del piano.<br />
Por fortuna contábamos con Juan<br />
Camargo.<br />
Juan Camargo no se andaba por<br />
las ramas. Jazzófilo más empedernido<br />
que nosotros mismos, un<br />
viernes por la noche tomó por asalto<br />
una estación de radio experimental<br />
universitaria; encerró al solitario<br />
operador (quien pensó que todo era<br />
una broma; el intruso le prometió<br />
que “sólo iba poner una canción”)<br />
en la cabina de locución, extrajo con<br />
una mueca de asco el CD de Kenny<br />
G que transmitían y lo sustituyó por<br />
una grabación del concierto de John<br />
Coltrane en Tokio en 1966. Abrió<br />
el micrófono y comunicó al público<br />
que escucharían la versión de Trane<br />
a “My Favorite Things” sin interrupciones.<br />
57 minutos y 20 segundos<br />
más tarde, Camargo, todavía<br />
conmovido por la belleza de lo que<br />
acababa de escuchar, se secó una<br />
lágrima, liberó al azorado operador<br />
y, ante sus airadas protestas, se despidió<br />
diciéndole: “Más bien agradece<br />
que no les puse a Cecil Taylor”.<br />
Cuando le conté a Juan Camargo<br />
lo ocurrido en el bar, se dispuso de<br />
inmediato a ejecutar el rescate del<br />
piano. Tres días después de la noche<br />
de los médicos, se presentó en el<br />
bar con un enorme legajo de papeles<br />
bajo el brazo, acompañado de cuatro<br />
gorilas que reclutó en el gimnasio<br />
que frecuentaba. Cuando el capitán<br />
de meseros salió a su encuentro, se<br />
presentó diciéndole en un tono que<br />
no admitía dudas:<br />
“Buenas tardes; soy el representante<br />
legal del bufete de abogados<br />
Monk y Koenigswarter. Vengo en<br />
cumplimiento de una diligencia<br />
judicial.”<br />
“Si se refiere a los lamentables<br />
sucesos de hace unos días”, contestó<br />
el capitán curándose en salud, “debo<br />
informarle que ningún cliente ha interpuesto<br />
una denuncia. Nadie salió<br />
lastimado y no hay motivo para…”<br />
Levantando una mano, Camargo<br />
lo atajó:<br />
“Ignoro la naturaleza del incidente<br />
que me refiere, pero ese asunto<br />
no es de nuestra incumbencia. Vengo<br />
por el piano.”<br />
“¿Perdón?”<br />
“Tenemos entendido que dicho<br />
instrumento pertenece a un tal…”<br />
“¿Billy?”, se animó a decir uno<br />
de los meseros, con una mezcla de<br />
curiosidad y congoja.<br />
“En efecto. Así se hace llamar ese<br />
individuo, quien, por cierto, debe<br />
dos años de renta del departamento<br />
que actualmente ocupa. Como<br />
resultado de un fallo judicial en su<br />
contra, se nos ha facultado para<br />
embargar todos los bienes materiales<br />
del susodicho. Aquí tengo toda<br />
la documentación correspondiente,<br />
misma que pongo a su disposición<br />
para su debida revisión”.<br />
“No hace falta, señor abogado”,<br />
graznó el capitán, cuyos malignos<br />
ojillos brillaban de puro gozo. “Este<br />
es un establecimiento absolutamente<br />
respetuoso de la ley. Cumpla con<br />
su obligación de inmediato.”<br />
“Me da gusto ver que todavía<br />
existen personas de bien. Mil gracias.<br />
Muchachos, procedan a retirar<br />
el piano, por favor.”<br />
Y así lo hicieron. Esta vez, el<br />
mismísimo capitán ordenó a los meseros<br />
apartar los anaqueles y abrir<br />
espacio. La cosa no les tomó más de<br />
cinco minutos.<br />
En cuanto a Billy, juró no volver<br />
a embarcarse en el show business,<br />
promesa que, como también sabíamos,<br />
duró poco menos de siete<br />
meses. No lo culpo: él es feliz<br />
tocando, sin importar dónde. Dos<br />
o tres años más tarde tuvimos que<br />
rescatar el desvencijado piano una<br />
vez más; ahora gracias a la intervención<br />
directa del taimado Patarroja<br />
y sus confiables Chicas-ángel, pero<br />
eso, como dice un clásico, es otra<br />
historia.<br />
Regresé al bar justo al año de<br />
la noche de los galenos del mal, a<br />
manera de homenaje. Un mesero<br />
sobreviviente de aquella época<br />
me ofreció, en rápida sucesión, un<br />
abrazo, una silla y un gin and tonic.<br />
Como buen profesional que era, me<br />
dejó instalarme, y a la media hora,<br />
junto con el segundo coctel, me trajo<br />
la pregunta que deseaba hacerme<br />
desde que me vio entrar:<br />
“¿Y qué fue de nuestro locuaz<br />
amigo pianista? ¿Recuerda el día<br />
que se le voló el sarape porque descubrió<br />
que tenía un Sancho que era<br />
doctor y se puso a invocar a Santa<br />
Mónica, a Juana de Arco y a Supermán?<br />
¿Se acuerda que le rompió la<br />
guitarra en la cabeza al que no lo dejaba<br />
tocar, y luego tuvieron que salir<br />
en chinga por la puerta de servicio?<br />
Eso sí, que bien le tupía a las teclas…<br />
Salúdemelo si lo ve.”<br />
Iba a decirle que Billy sería incapaz<br />
de agredir a un semejante, y<br />
mucho menos de destruir un instrumento<br />
musical, pero no lo hice.<br />
Supongo que así es como se tejen las<br />
leyendas. •<br />
enero de 2017 la gaceta 23
CONCURSO INTERNACIONAL DE<br />
¡Si tienes entre 9 y 15 años esta convocatoria es para ti!<br />
¿Cómo participo?<br />
Bases<br />
1. Si tienes entre 9 y 11 años de edad participa en la categoría A.<br />
2. Si tienes entre 12 y 15 años de edad participa en la categoría B.<br />
3. Elige uno de los siguientes libros de la colección A la Orilla del<br />
Viento del FCE:<br />
Categoría A<br />
Concierto No. 7 para violín y brujas, de Joel Franz Rosell<br />
Travesuritis aguda, de Rafael Barajas, El Fisgón<br />
La decisión de Ricardo, de Vivian Mansour<br />
El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica, de Juan Villoro<br />
Categoría B<br />
Un viejo gato gris mirando por la ventana, de Antonio Malpica<br />
Los osos hibernan soñando que son lagartijas, de Juan Carlos Quezadas<br />
En la oscuridad, de Júlio Emílio Braz<br />
Odisea por el espacio inexistente, de M. B. Brozon<br />
4. Ve a tu librería más cercana o cómpralo en nuestra librería virtual<br />
www.fondodeculturaeconomica.com<br />
5. Cuando hayas terminado tu lectura, te invitamos a pensar ¿qué te pareció?,<br />
¿te gustó?, ¿le cambiarías algo?, ¿te recuerda a alguien?, ¿quién fue tu personaje<br />
favorito?, ¿le añadirías algo?, ¿qué te hizo sentir?<br />
6. Cuéntanos tus opiniones grabando un video de 3 minutos máximo en un celular,<br />
tableta o computadora. El nombre de tu video debe contener el hashtag<br />
#LeoyCompartoFCE + el título del libro que hayas elegido:<br />
#LeoyCompartoFCETravesuritisAguda<br />
7. Listo, ahora ¡súbelo a YouTube! www.youtube.com<br />
· Accede a YouTube y crea tu cuenta.<br />
· Haz clic donde dice Subir video (parte superior de la página).<br />
· Selecciona el video que desees subir.<br />
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y descripción.<br />
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de subirlo a YouTube.<br />
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8. Regístrate en nuestra página www.fondodeculturaeconomica.com y sube el<br />
enlace de tu video.<br />
A. La convocatoria estará abierta a participantes de 9 a 15 años de edad. Deberán<br />
presentar un video en idioma español, sin importar el territorio geográfico<br />
en el que residan. La participación en este concurso implica la total aceptación<br />
de las bases de esta convocatoria.<br />
B. El premio del Concurso Internacional de Booktubers 2016 consistirá en un<br />
reconocimiento, una tableta, un paquete de libros del FCE y un taller en el<br />
Centro de Cultura Digital.<br />
C. El video deberá ser de 1 a 3 minutos de duración, de no ser así, será descalificado.<br />
Se valorarán las opiniones personales de los participantes más que<br />
los resúmenes de los textos.<br />
D. Se descalificarán aquellos videos que se limiten a contar el libro, específicamente<br />
el final, o que sólo respondan las preguntas que sugerimos en el punto 5.<br />
E. Cada participante deberá ser registrado en nuestra página:<br />
www.fondodeculturaeconomica.com por un adulto responsable.<br />
F. Los videos se recibirán desde el 19 de octubre de 2016 hasta el 10 de febrero<br />
de 2017. No se aceptarán videos extemporáneos bajo ninguna circunstancia.<br />
G. El Fondo de Cultura Económica designará un jurado compuesto por cinco prestigiosos<br />
autores y booktubers que elegirán dos videos ganadores, uno por<br />
cada categoría, y otorgarán menciones si así lo consideran.<br />
H. El fallo del jurado será inapelable y se dará a conocer el 10 de marzo de 2017<br />
por correo electrónico a los ganadores, en la página del FCE y en nuestras<br />
redes sociales. Ese mismo día se dará a conocer el lugar de la ceremonia de<br />
premiación, la cual se llevará a cabo el 1° de abril de 2017.<br />
I. Cualquier caso no previsto en esta convocatoria será resuelto por el Fondo de<br />
Cultura Económica.<br />
J. Los datos personales de los participantes son de carácter confidencial, y así<br />
serán tratados de conformidad con las disposiciones jurídicas aplicables.<br />
K. En caso de dudas, pueden comunicarse a las oficinas del Fondo de Cultura<br />
Económica en el teléfono 5554491800 o a los correos cperez@fondodeculturaeconomica.com<br />
y hdelarosa@fondodeculturaeconomica.com<br />
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