CLASES
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LUCHA DE <strong>CLASES</strong> Y DERECHIZACIÓN<br />
II<br />
Que haya lucha de clases significa estrictamente que la sociedad<br />
no es totalizable: que no es ni puede ser una totalidad,<br />
una entidad única y unificable, un conjunto enumerable y<br />
abarcable, un proceso desenvolviéndose en un plano donde<br />
podría encontrarse un algoritmo que conectara todos los puntos.<br />
Valdría decir que el conflicto clasista es un indicador de<br />
que la sociedad es compleja, siempre que no se emplease aquí<br />
la noción de complejidad en el sentido ingenuo-hegeliano que<br />
afirma que todo tiene relación con todo, sino en la perspectiva<br />
luhmanianna para la cual un sistema es complejo cuando, precisamente,<br />
no todo puede tener relación con todo. Que haya<br />
clases significa entonces que lo social se encuentra diezmado<br />
por una hendidura, por un resquebrajamiento abismal que recorta<br />
una especie de placas tectónicas ya no vinculadas más<br />
que en sus intersticios.<br />
Las clases sociales no son complementarias, no es posible<br />
sumarlas para producir el todo, ni se compensan una a la otra<br />
en forma alguna. En la sociedad capitalista, el proletariado no<br />
es la versión negativa de la burguesía y no se encuentra siquiera<br />
en el mismo espacio que ella. Hay una diferencia irrebasable de<br />
un palmo al otro de lo social. En el libro Conocimiento e interés,<br />
el joven Jürgen Habermas describió muy bien las implicaciones<br />
de la partición en clases conceptualizada por Marx: afirmó que<br />
con ella se mentaba una “distorsión sistemática de la comunicación”;<br />
es decir, una intraducibilidad, una incomprensibilidad<br />
estructural, una ininteligibilidad no casual o coyuntural, sino<br />
consustancial al capitalismo, que acontece a través de la puesta<br />
en juego de un sistema de símbolos escindidos que vuelven<br />
imposible el diálogo pleno entre los miembros de la sociedad.<br />
La distorsión de la relación dialógica está sometida a la<br />
causalidad de símbolos escindidos y de relaciones gramaticales<br />
reificadas; es decir, sustraídas a la comunicación pública,<br />
vigentes sólo a espaldas de los sujetos y así, al mismo<br />
tiempo, empíricamente coactivas.<br />
Marx analiza una forma de sociedad que ya no institucionaliza<br />
el antagonismo de clases bajo de una dependencia<br />
política y de un poder social inmediatos, sino que lo asienta<br />
en la institución del contrato libre que imprime la forma de<br />
mercancía a la actividad productiva. Esta forma de mercancía<br />
es una apariencia objetiva, pue hace irreconocible para<br />
ambos partidos, capitalistas y asalariados, el objeto de su<br />
conflicto y restringe su comunicación. 1<br />
La lucha de clases es entonces el síntoma de una imposibilidad<br />
de comunicación completa y transparente. Lo que<br />
enuncia una parte de la sociedad resulta incomprensible para<br />
la otra. El sistema de los signos está atravesado por escisiones<br />
que enturbian todo intento de diálogo. El marxismo mostraría<br />
así, en el terreno de lo social, una situación análoga a la<br />
que habría sido diagnosticada por el psicoanálisis al nivel de<br />
la historia individual: la imposibilidad de recuperar el relato<br />
pleno del sí mismo, el sistema de escisiones –el inconsciente–<br />
que recorre el inalcanzable relato de la identidad.<br />
Esta situación apunta a que el conflicto clasista de la sociedad<br />
no puede superarse o resolverse a través de campañas<br />
educativas que promuevan la importancia del respeto al otro<br />
y eduquen a los individuos en la tolerancia. No es que estos<br />
mensajes y esta educación carezcan de importancia sino que<br />
no alcanzan a llenar el vacío del resquebrajamiento comunicacional<br />
estructural que funda a la sociedad. Ningún esfuerzo de<br />
homogeneización o adoctrinamiento publicitario, por amplio<br />
y descarnado que fuese, podría colmar la desgarradura que<br />
trabaja al sistema lingüístico-semiótico, que articula-separa la<br />
formación social. Hay una violencia permanente de la “comunicación”<br />
que no puede salvarse por ningún propósito de<br />
dulcificación de las palabras, o por ningún afán de perseverar<br />
en el terreno de lo políticamente correcto.<br />
Pero si en esta sociedad la palabra nace sistemática y estructuralmente<br />
distorsionada, ello no es exclusivo de la dimensión lingüística,<br />
sino que la deformación y la ruptura caracterizan todos<br />
los sistemas de intercambios –desde luego, en primer lugar, a las<br />
interacciones económicas–. No es éste el lugar para desarrollar<br />
de modo amplio esta problemática; recordemos simplemente<br />
cómo el propósito de Marx en El capital radicó en mostrar que<br />
la economía capitalista no es totalizable, pues la constituyen<br />
contradicciones insalvables, entre ellas desde luego las que escinden<br />
la oferta y la demanda, el salto mortal de la mercancía<br />
que enfrenta al tiempo humano con el del valor, y que hace que<br />
constantemente acontezcan sobre producciones o desvalorizaciones<br />
caóticas de los bienes y de las personas. Toda la filosofía<br />
de Bolívar Echeverría, por tomar aunque sea un ejemplo entre<br />
los muchos autores dedicados a estudiar las desgarraduras profundas<br />
del capitalismo, está basada en el estudio del carácter a<br />
la vez irrebasable e invivible de la contradicción, esencial a la<br />
forma mercancía, entre el valor de uso y el de cambio:<br />
Marx afirma que la principal diferencia de la vida del ser<br />
humano moderno respecto a formas de vida social anteriores<br />
está en que él debe ahora organizar su vida en torno a<br />
un hecho fundamental desconocido anteriormente, que es<br />
la contradicción entre el valor de uso y el valor mercantil de<br />
su mundo vital, entre la “forma natural” que tiene la reproducción<br />
de su vida y otra forma parasitaria de ella, coexistente<br />
con ella, pero de metas completamente divergentes,<br />
que es la forma abstracta y artificial en que ella funciona en<br />
tanto que pura reproducción de su valor económico dedicado<br />
a autovalorizarse. 2<br />
La modernidad, o las modernidades capitalistas consisten<br />
en estrategias disímbolas que las sociedades ponen en acto<br />
para tratar de sobrellevar la contradicción entre valor de uso y<br />
valor de cambio; tal disyunción impregna todos los rincones<br />
de la socialidad capitalista. Continúa Echeverría:<br />
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