88 I FIRMA I CERCHA MARÍA DUEÑAS ~ Su conservación no es óptima, por todas partes se perciben desperfectos y desconchones. Escasos edificios conservan la lozanía de sus buenos años y muchas fachadas están pidiendo a gritos una mano de la cal que un día las blanqueó. Y aun así, el ensanche español de Tetuán desborda encanto y memoria. Aunque España se hace cargo del Protectorado norteafricano a partir de 1913, en función del reparto territorial acordado en el tratado de Algeciras, la planificación urbana del ensanche tetuaní, como parte del programa de actuación colonial, no comienza hasta los años veinte, tras la pacificación de la zona al término de la guerra de Marruecos. Construido al mo - do y manera de o t r a s z o n a s d e expansión de la P e n í n s u l a , e s t e microcosmos en el que durante décadas residieron miles de españoles configura un tejido geométrico de calles rectas, manzanas regulares y edificios de altura uniforme que, raramente, superan las cuatro plantas. Armonía, equilibrio y proporción son la pauta. La arteria principal del ensanche, cuajada en tiempos del Protectorado de comercios y cafés a la moda occidental, ha ido cambiado de ambiente y de nombre en sintonía con los tiempos. Nació siendo la calle Alfonso XIII, pasó después a calle República. El fin de la guerra civil la convirtió en Generalísimo, y desde la independencia de Marruecos es Mohamed V. Cualquier ojo medianamente curioso o entendido NOSTALGIA NORTEAFRICANA María Dueñas es escritora, autora del libro El tiempo entre costuras (Temas de Hoy). La arteria principal del ensanche, cuajada en tiempos del Protectorado de comercios y cafés a la moda occidental, ha ido cambiando de ambiente y de nombre. Nació siendo la calle Alfonso XIII, y desde la independencia de Marruecos es Mohamed V detectará en el ensanche un batiburrillo de estilos arquitectónicos que, curiosamente, no resulta chirrian te ni carente de gracia. Entre los edificios públicos y los privados, entre los de usos militares y los civiles, conviven sin estridencias el neoclasicismo temprano, unas gotas de art déco, buenas dosis de racionalismo republicano, el neoherreriano grandilocuente del franquismo y un montón de inmuebles de aroma neomozárabe que replican la cultura original de la ciudad. En todas estas calles, plazas y rincones, que tantas veces recorrió mi madre en sus años de niñez y juventud, decidí ambientar gran parte de la trama de mi novela El tiempo entre costuras. El casino, la antigua plaza de España, la glorieta que los viejos tetuaníes aún llaman plaza Primo, los pasajes Buruaga y Benarroch, la estación de ferrocarril, el paseo de Las Palmeras, la mítica calle de La Luneta… No me resultó difícil maquillar estos escenarios para retrotraer al lector al tiempo de la presencia española en Marruecos: un poquito maltrechos y algo achacosos, casi todos siguen honrosamente en pie, preservando la memoria de los arquitectos, aparejadores, constructores y albañiles españoles que un día los levantaron, de los centenares de familias que los habitaron y de las miles de almas que los transitaron y aún los rememoran con la nostalgia intacta de un tiempo feliz.
ROMEU A MANO ALZADA