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El Club de los 27

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<strong>27</strong>: el número <strong>de</strong> la última casa en la calle <strong>de</strong>l rock<br />

La muerte <strong>de</strong> la cantante inglesa Amy Winehouse en julio <strong>de</strong> este año ha vigorizado<br />

ese relato <strong>de</strong> la música popular que tanta fascinación provoca: el <strong>de</strong> una cofradía <strong>de</strong><br />

infortunados músicos que han perdido la vida a <strong>los</strong> <strong>27</strong> años en circunstancias a<br />

veces misteriosas y siempre dramáticas, y conocida con el ya famoso mote <strong>de</strong> club<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>27</strong>.<br />

Aunque el peso <strong>de</strong> la muerte no se tasa por eda<strong>de</strong>s, resulta difícil resistirse a pensar<br />

que hay un algo tan sombrío como mítico en este número. Las membresías más<br />

sonadas son las <strong>de</strong> jóvenes con alma añeja cuyos nombres ya habían sido inscritos<br />

con letras doradas en <strong>los</strong> anales <strong>de</strong>l rock: Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin. La<br />

muerte <strong>de</strong> estos tres íconos <strong>de</strong> <strong>los</strong> sesenta significó asimismo el fin <strong>de</strong> <strong>los</strong> sueños y la<br />

ingenuidad que habían cobrado forma en la contracultura <strong>de</strong>l flower power; <strong>los</strong><br />

jóvenes-mito <strong>de</strong> la década prodigiosa norteamericana parecían <strong>de</strong>cir, con su muerte,<br />

que las cosas no estaban nada bien.<br />

Porque a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la edad, el punto en común entre la vasta mayoría <strong>de</strong> estos<br />

músicos era, y sigue siendo, la insatisfacción vital, cuando no infelicidad, que <strong>los</strong><br />

caracterizaba en sus últimos momentos: Hendrix se aseguró una potente dosis <strong>de</strong><br />

barbitúricos horas antes <strong>de</strong> ser encontrado muerto; la droga <strong>de</strong> elección <strong>de</strong> Joplin<br />

fue la heroína combinada con alcohol; y aunque la muerte <strong>de</strong> Morrison nunca ha<br />

sido oficialmente aclarada, no sorpren<strong>de</strong>ría ligarla con su legendaria afición por las<br />

sustancias fuertes.<br />

A esta generación se suma Brian Jones, el guitarrista <strong>de</strong> <strong>los</strong> Rolling Stones que<br />

pa<strong>de</strong>ció una severa adicción durante años. Su último verano fue el <strong>de</strong> 1969, cuando<br />

lo hallaron muerto por ahogamiento en su piscina. También el menos conocido Alan<br />

Wilson, lí<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Canned Heat, grupo norteamericano <strong>de</strong> blues que participó en<br />

Woodstock y el festival Monterey Pop. La última sobredosis <strong>de</strong> Wilson fue la tercera<br />

llamada <strong>de</strong>sesperada por una ayuda que nunca llegó.


Se pue<strong>de</strong> afirmar que una persona que canta líneas como “siempre está el mañana,<br />

el fin <strong>de</strong> tu pesar” posee un sentido trágico <strong>de</strong> la vida. Ese era Pete Ham, una <strong>de</strong> las<br />

personalida<strong>de</strong>s más sombrías <strong>de</strong> este club. La melancolía que lo habitaba fue<br />

frecuentemente expresada en temas como Maybe Tomorrow, Baby Blue, Sometimes<br />

o Without You, que escribió para su grupo Badfinger en <strong>los</strong> 60. Aunado a su<br />

temperamento, <strong>los</strong> problemas <strong>de</strong> dinero, con su disquera y representantes, lo<br />

condujeron a beber tragos en <strong>de</strong>masía unas cuantas horas antes <strong>de</strong> colgarse en su<br />

cochera, en abril <strong>de</strong>l 75. Es posible añadir una capa más negra a la historia <strong>de</strong> este<br />

grupo: años más tar<strong>de</strong> Tom Evans, co-compositor, se sumió en una <strong>de</strong>presión y<br />

<strong>de</strong>claró que quería seguir el camino <strong>de</strong> su amigo. Se colgó en noviembre <strong>de</strong> 1983.<br />

La muerte por mano propia tiene sin duda el tinte más perturbador <strong>de</strong> esta trágica<br />

comunidad: el violentísimo fin <strong>de</strong> Kurt Cobain en la primavera <strong>de</strong>l 94 aún se<br />

recuerda con estupefacción. Las lentas autoinmolaciones <strong>de</strong> Kristen Pfaff (bajista <strong>de</strong><br />

Hole) y la <strong>de</strong>saparición en 1995 <strong>de</strong> un errante Richey Edwards (compositor y<br />

guitarrista <strong>de</strong> Manic Street Preachers) en el Severn Bridge, un puente que conecta a<br />

Inglaterra con Gales y que es conocido por la gente que salta <strong>de</strong> él, signaron el lado<br />

más oscuro <strong>de</strong>l rock <strong>de</strong> esa década. <strong>El</strong> caso <strong>de</strong> Amy Winehouse no es muy distinto a<br />

estos últimos. Los reportes médicos señalan que su muerte estuvo relacionada con<br />

su adicción a las drogas, pero todo apunta, empezando por las <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> la<br />

propia Amy, a que su muerte la provocó un corazón roto.<br />

No menos abrumadores resultan <strong>los</strong> acci<strong>de</strong>ntes fatales <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>27</strong>, como el que tuvo el<br />

norteamericano D. Boon, cantante y compositor <strong>de</strong>l grupo más inteligente y<br />

articulado que ha dado el punk: Minutemen. Desnucado en un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico<br />

una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> diciembre, 1985 en el árido <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Arizona, Boon vivió para<br />

constatar el importante e intenso vínculo político y emocional que estableció a<br />

través <strong>de</strong> su música. Minutemen es hoy un grupo <strong>de</strong> culto y el mensaje <strong>de</strong> Boon se<br />

antoja más vigente que nunca. Aunque la relevancia <strong>de</strong> sus canciones le aseguraba a<br />

Boon lo más cercano a la inmortalidad, su compañero <strong>de</strong> grupo, Mike Watt, nunca<br />

<strong>de</strong>saprovecha la ocasión para asegurarse <strong>de</strong> que la memoria <strong>de</strong> su entrañable amigo<br />

prevalezca.


Chris Bell tuvo una muerte semejante. Segundo al mando <strong>de</strong> esa gloriosa banda <strong>de</strong><br />

power pop que fue Big Star, se apartó <strong>de</strong>l grupo y un poco <strong>de</strong> la vida a mediados <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> 70 para componer en solitario una maravilla <strong>de</strong> disco que lleva por nombre I Am<br />

The Cosmos. Una enorme flama en porciones <strong>de</strong> trece canciones es lo que el<br />

estadouni<strong>de</strong>nse Bell escribió antes <strong>de</strong> que pudiera editar el disco, pues en el último<br />

mes <strong>de</strong> sus <strong>27</strong> años, el <strong>27</strong> (!) <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>l 78, su coche se estrelló en una<br />

carretera <strong>de</strong> Memphis, y él murió instantáneamente.<br />

Nunca <strong>los</strong> conocimos en persona, y a veces pareciera que el simple hecho <strong>de</strong> que sus<br />

biografías sean esquematizadas y reproducidas infinitamente por <strong>los</strong> medios, <strong>los</strong><br />

hace más lejanos y <strong>los</strong> priva <strong>de</strong> su humanidad. Bastó con ver el tratamiento<br />

sensacionalista que incontables publicaciones dieron a la muerte <strong>de</strong> Winehouse: la<br />

selección <strong>de</strong> fotografías <strong>de</strong> Amy con aspecto enfermo, la minimización y<br />

ridiculización <strong>de</strong> su enfermedad, la burla sintetizada en la engañosa pirotecnia <strong>de</strong>l<br />

titular que ven<strong>de</strong>, y mucho. Y más lamentable aún: la reacción muchas veces<br />

insensible y automatizada <strong>de</strong> espectadores impresionables que saturaban las re<strong>de</strong>s<br />

sociales o las secciones <strong>de</strong> comentarios <strong>de</strong> populares diarios para compartir su<br />

absoluta incomprensión.<br />

Ante ello, que esta alusión al club <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>27</strong>, en la que se incluyen nombres que no<br />

siempre aparecen en el radar, sirva para recordar<strong>los</strong> y reconectar con el<strong>los</strong> <strong>de</strong> la<br />

mejor manera, <strong>de</strong> la que legaron: su música.

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