Revista Arawaney Nº 5

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Revista Nº 5. Enero. 2017 Micro Misión Simón Rodríguez José Martí Ruth M. Toro R. A propósito de conmemorarse este próximo 28 de enero, 164 años del natalicio del ilustre cubano José Julián Martí Pérez (1853-1895), quien en su corta vida, se destacó como filósofo, escritor, político y gran referente en materia de educación popular en Latinoamérica. Nuestro insigne y fallecido presidente, Hugo R. Chávez F., reivindicó las enseñanzas del Libertador Simón Bolívar y de José Martí, al fortalecer con sus idearios la educación en Venezuela, constituyendo un referente para el proceso de transformación y adecuación curricular educativa que ha impulsado la Revolución Bolivariana en Venezuela, en el marco de un inédito y convulsionante proceso histórico y de cambios tan profundos. De allí que, los pilares fundamentales de nuestro vigente modelo educativo son producto de profundas investigaciones y análisis del pensamiento Bolivariano y Martiano, con el propósito de orientar al docente durante el proceso de formación del nuevo Republicano(na), los cuales son responsables de construir el socialismo del siglo XXI. De esta forma, el pensamiento Martiano, hoy sigue cobrando vigencia, por lo que la invitación es a refrescar y revisar nuestro quehacer educativo, a partir de la lectura de estas breves pero significativas líneas dedicadas a recordar el legado educativo de nuestro José Martí. En Venezuela, José Martí y los grandes pensadores, pedagogos y pedagogas de América Latina y el mundo, han venido a fortalecer las características, perfiles, orientaciones, propósitos, componentes y metodología de aprendizaje del Currículo Nacional Bolivariano, los cuales están fundamentados en las ideas y praxis libertadoras, filosóficas, pedagógicas, políticas, sociales, culturales de ilustres venezolanos y venezolanas, como Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Ezequiel Zamora, principalmente. En el caso del pensamiento Martiano, quien reseña que “…la unidad de lo sensible y lo racional es un método para depositar la creatividad, la independencia intelectual y la 4 inteligencia” (Martí: 2001), nos ha impulsado a “Aprender a Reflexionar”, promoviendo acciones para un proceso formativo del docente sobre la base de un sentido crítico, creativo, reflexivo, participativo, con cultura política, conciencia y compromiso social; un docente y un estudiante que día a día aprende de su entorno, de las personas que le rodean así como de la sociedad en la que se desenvuelve; que está atento a su entorno y a sus cambios, llevándolos incluso a un proceso introspectivo de reaprendizaje, en el momento en el que conscientemente interactúan y conocen de cerca su contexto, tomando de sus maestros (as), amistades, allegados, obreros, administrativos y directivos del plantel, del transeúnte, del artesano (a), del comerciante, nuevos elementos que buscan la transformación profunda e irreversible del sujeto (como actor social) y del proyecto Bolivariano. Así, con el transcurrir de los años, la revolución educativa, se ha esforzado en conquistar y ha conquistado en muchos casos, este necesario y nuevo perfil educativo, permitiendo, entre otras cosas, conocer nuestro entorno político, social y económico, enseñándolos a valorarlo y a compartirlo con todos aquellos que directa e indirectamente forman parte de este proceso transformador, rescatando y resaltando los orígenes y las capacidades creadoras de todos y todas. Por ello, el llamado es a superar la actitud acrítica e individualista en la que aún se ven inmersos algunos ciudadanos (as) venezolanos (as), (incluyendo educadores y directivos) sin visión de país, sin arraigo cultural, sin interés en participar en la construcción de nuevas estructuras políticas y sociales y sin considerar las implicaciones de ello en el desarrollo económico y social de nuestro pueblo Venezolano. El presidente Chávez, avizoró y valoró la importancia de las ideas pedagógicas de José Martí, apropiándoselas e insertándolas en nuestro modelo educativo, por cuanto en ellas está presente la defensa del papel de la educación, la escuela y del maestro en particular como fuente vital para el desarrollo social, político, científico y cultural de los
Revista Nº 5. Enero. 2017 Micro Misión Simón Rodríguez hombres y mujeres de la patria. Martí fue un crítico del discurso monológico, totalitario, e impositivo, sin posibilidad de alternativas, de discusión y de refutación, y por tanto propuso otro tipo de enseñanza guiada por un maestro que respetara la libertad del individuo, su naturaleza y sus facultades. Criterios que invito sirvan de referencia para evaluar el desempeño educativo de nuestros maestros (as) en la actualidad. Invisibilizar el legado de José Martí, sería negar que su ideario es una herramienta humana y esencial, para el proceso transformador educativo. Nuestra prioridad debe ser lograr que nuestros estudiantes aprendan a reflexionar sobre las acciones, situaciones o realidades de su cotididianidad, que analicen con sentido crítico y visión creadora, la situación política y social de la nación, que sientan la necesidad de transformar esas debilidades que reconocen y que les oprimen y dominan. Martí hacia especial énfasis sobre el amor, decía: “… Sentirse amado fortalece...”. Para el autor, el amor, en lugar de autoritarismo, es participación, convencimiento, porque lo que persigue Martí no es sustituir una dominación por otra, un poder por otro. Sus concepciones sobre el amor van mucho más allá, el persigue la auténtica liberación del ser humano, e incluso más, su felicidad a través de la realización de una obra de infinito amor, no hay que dominar la naturaleza, ni a los otros seres en nombre de nada ni de nadie, refiere que lo que hay es que multiplicar el amor. Son incontables las conmovedoras y convincentes referencias martianas a la fuerza y el camino del amor, nos dice además que el amor es la única ley de la pedagogía, de la educación y del entendimiento. Martí se pronunciaba en contra de todo tipo de manipulación, sea cual fuere, incluso por más justa que sus conceptos pretendieran ser, considerando que este tipo de enseñanza resultaba un modelo de adoctrinamiento no educativo, transformador ni de desarrollo del pensamiento crítico. Su pensamiento filosófico, lo llevaba a enfatizar la necesidad de que el ser humano cuestionara todo cuanto viera y escuchara, e invitaba a no aceptar como verdadero aquello que no era producto del propio discernimiento y análisis, más allá de lo que otros dijeran y pensaran. De allí, que su invitación constante era a la toma de conciencia como fin de todo hombre y mujer virtuosa. Otra de sus recomendaciones, era que los hombres no deben entregar a otros el control de su pensamiento, insistía en que las riendas del pensamiento no debían dárseles a otros para que los guiara o moviera, esto podía ser perjudicial para la determinación de los hombres, exhortaba a que nadie tenía la facultad de pensar ni decidir en el lugar de nadie, ya que el hombre que pensara por sí mismo es el que se desarrolla y si otros piensan en lugar de los oprimidos, los oprimidos nunca podrían desarrollar su pensamiento. Decía también que, el educador nunca debe subestimar jamás los saberes populares, propiciando en todo momento el diálogo franco, participativo, enriquecedor 5 con los sujetos que conforman la comunidad, porque hay verdades esenciales que están en las raíces más profundas del conocimiento. Como planteara Martí, en todo proceso de cambio, el pueblo también tiene sus experiencias, sus valores, sus tradiciones, su cultura acumulada, y estas hay que considerarlas para la transformación adecuada, él prefería ver a los hombres haciendo, construyendo, creando, aprendiendo, antes que sentados, de modo inacabable en el esfuerzo reflexivo por dar completamiento y cima a todos los detalles de un plan, de una metodología, o de una teoría. Martí planteaba la necesidad de no imponerles a las masas criterios, ni desconocer la sabiduría del pueblo, dando paso e invitando a los trabajadores sociales a que pudiesen desarrollar, transformar y construir sus comunidades, desde la base de sus propias experiencias y vivencias. Igualmente, reflexionaba el autor, sobre la necesidad de reforzar las características que debían reunir los líderes que estaban llamados a impulsar los cambios sociales, políticos, económicos y culturales, proponiendo que entre sus principales atributos debían destacarse por ser hombres y mujeres desinteresados, conscientes y correctos administradores de los recursos que les eran otorgados para su labor comunitaria; esperando como única recompensa, el ver a su pueblo libre, desarrollado, pensante, creador, independiente de todo yugo e inmerso y movidos por los sentimientos más profundos de amor. Martí, conoció la obra del Libertador, y manifestó una profunda admiración hacia ella, enarbolándola como de grandes sacrificios, entrega y amor a la patria grande. En este contexto, vale la pena citar un artículo, de una revista venezolana que reseña lo siguiente: “Cuentan que un viajero llegó un día al anochecer y sin sacudirse el polvo del camino no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo.” Ese viajero era José Martí. La Huella del peregrino, por Oscar Rojas Jiménez. Revista Shell 1962. girasoldorado1@hotmail.com
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