LEO 11

A LIBRO ABIERTO
Lectura: la construcción
de un mundo
Por Francisco Delgado Santos
Cuando pequeño no lograba entender la
importancia desmesurada que mi familia le
concedía a los libros. Vivíamos en un segundo
piso reconstruido que antes había sido terraza
y al que se accedía por unas gradas de chanul y un
pasamanos de hierro que desembocaban en una salita
de estar frente a la cual estaba el estudio de mi padre.
Era un cuarto enorme, quizá el más grande de la casa,
rebosante de libros desde el piso hasta el tumbado, que
se alineaban no solo en estantes ni anaqueles, sino que
trepaban desde el suelo por todas las paredes (tal era su
exuberancia). Allí solía mi padre encerrarse a leer en todo
momento que le quedaba libre. Cuando no leía, escribía
en una ruidosa máquina que delataba su ocupación. Lo
único que lograba distraerlo de estos oficios era la visita
que de tarde en tarde le hacían unos viejitos que luego
supe eran famosos escritores: Carlos Arturo León, Pablo
Hanníbal Vela, Remigio Romero y Cordero... En esas
ocasiones entraba yo en acción, sirviendo en un charol
de plata antigua las copas de aguardiente que libaban
gozosamente los “viejitos”.
8