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LEO 11

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A LIBRO ABIERTO<br />

No entendí ni lograron cautivarme<br />

los primeros párrafos, hasta que<br />

de pronto di con la descripción de<br />

una circunstancia que había estado<br />

atormentándome durante las<br />

últimas semanas: el amor entre un<br />

hombre y una mujer. Todo aquello<br />

que se había negado a contestarme<br />

mi hermana y yo no me atrevía<br />

a preguntarle ni a mi padre ni a<br />

mi madrastra, estaba allí, no solo<br />

descrito, sino bellamente planteado.<br />

Cuando más emocionado estaba<br />

con el relato, llegó mi hermana y<br />

puso el grito en el cielo.<br />

Pero el estudio de mi padre no era el único sitio de la casa<br />

donde habitaban los libros. De ordinario se los podía hallar en<br />

la sala, en el cuarto de mi hermana, en el de mi madrastra e<br />

incluso en el baño, donde luego pude constatar que también<br />

era un sitio para leer a gusto. Mi hermana y mi madrastra<br />

estaban siempre hablando de Dártagnan o del Conde de<br />

Montecristi como si hablaran de la abuelita Antonieta o de la<br />

tía Matilde. Yo me quedaba siempre en Babia y les envidiaba<br />

en silencio esos temas de conversación siempre fascinantes<br />

que no solo las vinculaba sino las convertía en cómplices de<br />

secretas referencias.<br />

Cierta tarde en que yo había llegado de la escuela y no<br />

había nadie en casa, tomé un libro que alguien había olvidado<br />

en la sala y traté de encontrarle sentido a ese pequeño<br />

ladrillo de palabras. No entendí ni lograron cautivarme los<br />

primeros párrafos, hasta que de pronto di con la descripción<br />

de una circunstancia que había estado atormentándome<br />

durante las últimas semanas: el amor entre un hombre y<br />

una mujer. Todo aquello que se había negado a contestarme<br />

mi hermana y yo no me atrevía a preguntarle ni a mi padre ni<br />

a mi madrastra, estaba allí, no solo descrito, sino bellamente<br />

planteado. Cuando más emocionado estaba con el relato,<br />

llegó mi hermana y puso el grito en el cielo.<br />

-¡Ese no es un libro para mocosos de tu edad! ¡Le voy a<br />

avisar a papá lo que andas leyendo!<br />

Y, claro, me despojó de mi descubrimiento.<br />

No volví a ver ese libro en casa nunca más, y por más<br />

que, años más tarde lo busqué obsesivamente en diversas<br />

librerías, tampoco lo encontré. Pero en mi búsqueda hallé<br />

otras lecturas con las que empecé a construir mi propio<br />

mundo. Desde entonces le encontré sentido a la existencia<br />

y descubrí una fuente inagotable de felicidad.

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