Revista32 Evaluación de los Estados
Primera edición de Revista32
Primera edición de Revista32
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
REVISTA32 - TAMPICO<br />
The New York<br />
of Mexico<br />
"Si mi voz muriera en tierra<br />
llevadla al nivel <strong>de</strong>l mar y<br />
<strong>de</strong>jadla en la ribera"<br />
Rafael Alberti<br />
TAMPICO<br />
(La merma <strong>de</strong>l patrimonio arquitectónico por la incuria y la especulación)<br />
El amor al terruño podría ser consi<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> índole filial. Se<br />
ama simbólicamente a una entidad geográfica don<strong>de</strong> se nace<br />
porque el ombligo yace allí o porque allá, en su tejido social se<br />
<strong>de</strong>spierta a la vida, se crece, se empieza a madurar, simplemente.<br />
O también porque allí se nos revela un bello mundo infantil,<br />
constituido por legendarios paseos en las riberas <strong>de</strong> <strong>los</strong> ríos,<br />
playas y lagunas; eso, si se nace en un bello litoral, como ha<br />
sido mí caso: en un puerto <strong>de</strong>l Golfo <strong>de</strong> México salpicado <strong>de</strong><br />
importantes acontecimientos históricos, que se llama Tampico.<br />
Los domingos, mi padre me llevaba a pasear a <strong>los</strong> muelles<br />
y tallaba con su navaja <strong>de</strong> Euskadi unos barcos singulares<br />
hechos con trozos <strong>de</strong> enormes corchos que pepenaba entre <strong>los</strong><br />
sacos <strong>de</strong> yute mezclados con la variopinta carga <strong>de</strong> <strong>los</strong> navíos.<br />
Luego subíamos a visitar lo que para mí eran unas maravil<strong>los</strong>as<br />
moles <strong>de</strong> hierro que circundaban el globo, y <strong>de</strong>scendíamos por<br />
<strong>los</strong> andamios cargados <strong>de</strong> quesos, embutidos y botellas <strong>de</strong> vino,<br />
todo ello conformando un contrabando <strong>de</strong> hormiga para consumo<br />
casero. Ahora que escribo esto, reparo que ese contacto con <strong>los</strong><br />
barcos <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ras tan remotas e idiomas ininteligibles, marcó,<br />
in<strong>de</strong>leblemente, mi <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> inveterado viajero; seis décadas<br />
<strong>de</strong>spués la inercia <strong>de</strong> recorrer el mundo no cesa.<br />
El amor por el lugar don<strong>de</strong> se nace y se crece pue<strong>de</strong><br />
acrecentarse también porque uno se enamora allí por primera vez,<br />
y el sentimiento se templa, a la usanza <strong>de</strong> <strong>los</strong> poetas provincianos<br />
<strong>de</strong> la talla <strong>de</strong> Gutiérrez Nájera, Luis G. Urbina, Amado Nervo o<br />
López Velar<strong>de</strong>. Se vuelve irrecusable el recuerdo <strong>de</strong> haber visto a<br />
una joven muchacha rezar en la misa <strong>de</strong> domingo o asistir al paso<br />
furtivo <strong>de</strong> sus primeras incursiones rumbo al colegio. No <strong>de</strong>seo<br />
privilegiar para nada el costumbrismo que viví mientras abrevaba<br />
en el librero <strong>de</strong> mi padre. Se trata tan sólo <strong>de</strong> subrayar lejanos<br />
episodios que marcaron a diversas generaciones tierra a<strong>de</strong>ntro,<br />
en el siglo pasado -ya entonces la dosis <strong>de</strong> cursilería alcanzada<br />
era cosa personal-.<br />
Se enamora entonces uno <strong>de</strong>l único paisaje conocido por<br />
razones subjetivas que dan un sentido <strong>de</strong> pertenencia a lo que<br />
algunos llaman con cierta ramplonería “patria chica”; y mucho<br />
más tar<strong>de</strong>, cuando se confronta el propio con otros parajes más<br />
impresionantes, más bel<strong>los</strong> y contun<strong>de</strong>ntes en su <strong>de</strong>spliegue<br />
ajeno <strong>de</strong> atractivo urbano o bucólico, un proceso inexplicable nos<br />
lleva a privilegiar lo “nuestro”, magnificándolo, en vez <strong>de</strong> seguir<br />
acariciando lo ajeno.<br />
En mi caso, que asumo que soy “marinero en tierra”, como<br />
escribió en un bello poema el gran poeta gaditano Rafael Alberti,<br />
mis primeras arenas siguen vigentes, y mi playa i<strong>de</strong>al sigue siendo<br />
Mira-mar, en la agreste franja <strong>de</strong> arena que nace en las escolleras<br />
<strong>de</strong> Ciudad Ma<strong>de</strong>ro. Y ello, a pesar <strong>de</strong> haber gozado las mieles<br />
<strong>de</strong> muchos litorales <strong>de</strong> ensueño. He tenido la fortuna <strong>de</strong> haber<br />
radicado varios años entre <strong>los</strong> prodigios cariocas, en la bahía <strong>de</strong><br />
Guanabara; en <strong>los</strong> azules insuperables <strong>de</strong>l Mediterráneo Catalán,<br />
y visitado con insistencia febril, cada vez que podía escaparme<br />
<strong>de</strong> Roma o <strong>de</strong> Bogotá, las arenas <strong>de</strong> Ostia -don<strong>de</strong> masacraron<br />
a Pasolini- o la Cartagena <strong>de</strong> Indias que <strong>de</strong>fendió Blas <strong>de</strong> Lezo<br />
(perdiendo un ojo, un brazo y una pierna en <strong>los</strong> combates).<br />
A<strong>de</strong>más, fatigué hasta el cansancio una serpiente <strong>de</strong> asfalto<br />
en medio <strong>de</strong>l Sahara para llegar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> El Cairo a la Alejandría <strong>de</strong><br />
Durrell, o fui capaz <strong>de</strong> cruzar media India para solazarme en la ex<br />
colonia portuguesa <strong>de</strong> Goa.<br />
54<br />
JUNIO 2017