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El Conflicto de los Siglos EGW

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<strong>El</strong> <strong>Conflicto</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> Sig<strong>los</strong><br />

Dotados <strong>de</strong> bienes propios <strong>de</strong> príncipes, vivían <strong>los</strong> monjes en espléndidas mansiones, se ataviaban con<br />

<strong>los</strong> trajes más ricos y preciosos y se regalaban en suntuosa mesa. Consi<strong>de</strong>ró Lutero todo aquello que<br />

tanto contrastaba con la vida <strong>de</strong> abnegación y <strong>de</strong> privaciones que el llevaba, y se quedó perplejo.<br />

Finalmente vislumbró en lontananza la ciudad <strong>de</strong> las siete colinas. Con profunda emoción, cayó<br />

<strong>de</strong> rodillas y, levantando las manos hacia el cielo, exclamó: "¡Salve Roma santa!" —Id., cap. 6. Entró<br />

en la ciudad, visitó las iglesias, prestó oídos a las maravil<strong>los</strong>as narraciones <strong>de</strong> <strong>los</strong> sacerdotes y <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

monjes y cumplió con todas las ceremonias <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nanza. Por todas partes veía escenas que le llenaban<br />

<strong>de</strong> extrañeza y horror. Notó que había iniquidad entre todas las clases <strong>de</strong>l clero. Oyó a <strong>los</strong> sacerdotes<br />

contar chistes in<strong>de</strong>centes y se escandalizó <strong>de</strong> la espantosa profanación <strong>de</strong> que hacían gala <strong>los</strong> prelados<br />

aun en el acto <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir misa. Al mezclarse con <strong>los</strong> monjes y con el pueblo <strong>de</strong>scubrió en el<strong>los</strong> una vida<br />

<strong>de</strong> disipación y lascivia. Doquiera volviera la cara, tropezaba con libertinaje y corrupción en vez <strong>de</strong><br />

santidad. "Sin verlo —escribió él,— no se podría creer que en Roma se cometan pecados y acciones<br />

infames; y por lo mismo acostumbran <strong>de</strong>cir: 'Si hay un infierno, no pue<strong>de</strong> estar en otra parte que <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> Roma; y <strong>de</strong> este abismo salen todos <strong>los</strong> pecados.' " —Ibid.<br />

Por <strong>de</strong>creto expedido poco antes prometía el papa indulgencia a todo aquel que subiese <strong>de</strong> rodillas<br />

la "escalera <strong>de</strong> Pilato" que se <strong>de</strong>cía ser la misma que había pisado nuestro Salvador al bajar <strong>de</strong>l tribunal<br />

romano, y que, según aseguraban, había sido llevada <strong>de</strong> Jerusalén a Roma <strong>de</strong> un modo milagroso. Un<br />

día, mientras estaba Lutero subiendo <strong>de</strong>votamente aquellas gradas, recordó <strong>de</strong> pronto estas palabras que<br />

como trueno repercutieron en su corazón: "<strong>El</strong> justo vivirá por la fe." (Romanos 1: 17.) Púsose <strong>de</strong> pronto<br />

<strong>de</strong> pie y huyó <strong>de</strong> aquel lugar sintiendo vergüenza y horror. Ese pasaje bíblico no <strong>de</strong>jó nunca <strong>de</strong> ejercer<br />

po<strong>de</strong>rosa influencia en su alma. Des<strong>de</strong> entonces vio con más claridad que nunca el engaño que significa<br />

para el hombre confiar en sus obras para su salvación y cuán necesario es tener fe constante en <strong>los</strong><br />

méritos <strong>de</strong> 153<br />

Cristo. Sus ojos se habían abierto y ya no se cerrarían jamás para dar crédito a <strong>los</strong> engaños <strong>de</strong>l<br />

papado. Al apartarse <strong>de</strong> Roma sus miradas, su corazón se apartó también, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces la separación<br />

se hizo más pronunciada, hasta que Lutero concluyó por cortar todas sus relaciones con la iglesia papal.<br />

Después <strong>de</strong> su regreso <strong>de</strong> Roma, recibió Lutero en la universidad <strong>de</strong> Wittenberg el grado <strong>de</strong> doctor en<br />

teología. Tenía pues mayor libertad que antes para consagrarse a las Santas Escrituras, que tanto amaba.<br />

Había formulado el voto solemne <strong>de</strong> estudiar cuidadosamente y <strong>de</strong> predicar con toda fi<strong>de</strong>lidad y por toda<br />

la vida la Palabra <strong>de</strong> Dios, y no <strong>los</strong> dichos ni las doctrinas <strong>de</strong> <strong>los</strong> papas. Ya no sería en lo sucesivo un<br />

mero monje, o profesor, sino el heraldo autorizado <strong>de</strong> la Biblia. Había sido llamado como pastor para<br />

apacentar el rebaño <strong>de</strong> Dios que estaba hambriento y sediento <strong>de</strong> la verdad. Declaraba firmemente que<br />

<strong>los</strong> cristianos no <strong>de</strong>bieran admitir más doctrinas que las que tuviesen apoyo en la autoridad <strong>de</strong> las<br />

Sagradas Escrituras.<br />

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